LA VIDA Y LA MUERTE EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

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LA VIDA Y LA MUERTE EN LA POESÍA
DE MIGUEL HERNÁNDEZ
La poesía de Miguel Hernández comienza con un canto a la vida, una vida casi festiva
que, poco a poco, conforme se va desarrollando la funesta y dolorosa historia personal
del poeta, acaba por convertirse en trágica. Con esto podemos comprobar que la vida
y la obra de Miguel Hernández son inseparables.
En esta simbiosis de biografía y obra es obvio que lo más importante es el eje vidaamor-muerte. En su obra encontramos todas las fases del ciclo vital: la inocencia de la
infancia, la madurez (con el descubrimiento del amor, de la sexualidad, del dolor, de la
fraternidad, del deber, de la lucha) y, finalmente, la muerte. Desde un punto de vista
filosófico M.H. se acerca al tema de la muerte en varios sentidos:
a.- la muerte como final inexcusable de la vida, tópico literario desde la antigüedad
clásica, el cristianismo y las tendencias filosóficas existencialistas que parten de la obra
de Heidegger.
b.- la muerte como semilla de futuro. El sacrificio es fecundo, pues provocará una
nueva vida, mejor y más justa.
La mayor parte de los primeros poemas, en los que rinde homenaje a la naturaleza
con gran júbilo, contienen un vitalismo despreocupado. Estos poemas tienen un cierto
aire de égloga renacentista en los que se evoca el locus amoenus.
Pese a la exaltación de la naturaleza y el sensualismo, en Perito en lunas hay un toque
de muerte, de melancolía lunar, de tristeza. Pero el sentimiento trágico, la muerte
como ingrediente de la vida, la herida de amor-vida-muerte no llega hasta El rayo que
no cesa, “cancionero” de la pena amorosa y del sentimiento trágico del amor y de la
vida, que es muerte por amor. El amor de El rayo que no cesa es destrucción. El poeta,
simbolizado en el toro, muere a causa de las heridas del amor que han provocado una
serie de símbolos cortantes: cuchillo, rayo, espada, cornada…
Tras su boda y la noticia del primer embarazo de su esposa el tema se centra en la
ternura, la protección, la esperanza del futuro. La visión del amor como refugio
perdurará en su etapa más desesperada, cuando la prisión y la enfermedad amenacen
su vida. El amor vencerá al odio y será fundamento de todo cuanto existe.
La mujer, creadora de vida, se convierte en un símbolo de esperanza incluso en sus
últimas etapas. Se vence a la muerte cuando se crea una nueva vida. Por ello símbolos
como el vientre llenan los poemas de M.H. de esperanza.
Viento del pueblo es un poemario de testimonio y denuncia; la Guerra Civil despierta
en Miguel Hernández una conciencia de responsabilidad colectiva, la poesía tiene
ahora una función social y política. Así que aquí las tres heridas (la del amor, la de la
vida y la de la muerte) pasan de la esfera del yo lírico a la del pueblo. Es una poesía de
amor hacia el pueblo oprimido, en la que la muerte es parte de la lucha por la vida.
En Viento del pueblo, poesía combativa, la muerte es parte de la lucha y de la vida (y
amor por el pueblo oprimido). En este poemario se desafía a la muerte, se la exalta.
Los hombres que luchan son héroes, como vemos en “Sentados sobre los muertos”:
“Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue…”
Sin embargo, según avanza la guerra, la voz del poeta se tiñe de pesimismo y así, en El
hombre acecha, la guerra no es más que un doloroso espectáculo sangriento. Ya no
hay muerte de héroes, sino víctimas. La muerte solo es horror, como aparece en “El
tren de los heridos”.
Cuando acaba la guerra y llega la cárcel, la enfermedad y la desolación más cruel, los
poemas de Miguel Hernández se oscurecen con el desengaño y la tristeza, como
vemos en Cancionero y romancero de ausencias: ha muerto su primer hijo, él mismo
ha sido condenado a muerte, conoce la vida de la cárcel, cae gravemente enfermo y
vive en la más absoluta soledad. Ahora canta a la agonía, a la tristeza de las armas y los
hombres.
No obstante, se cierra el ciclo de vida y muerte, volviendo al amor, porque no hay
salvación si no se ama. Por encima de todas las calamidades quedan el amor y la
libertad (ej.- “Antes del odio”). Vida, amor y muerte, las heridas del poeta, cierran el
círculo en su cancionero final para hacerlo inmortal:
“Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios”
(“La boca” de Cancionero y Romancero de ausencias)
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