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U R Í D I C A
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C T U A L I D A D
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Plus punitivo en las cárceles colombianas:
evidencia de los presupuestos de
la prevención especial negativa
The added value of punishment in Colombian jails: evidence
of negative individual prevention´s components
Carolina Gómez Urueta 3
Lina Machado Góngora
María Sofía Mercado Charris
Melanie Vangrieken Alvarado
RESUMEN
La prevención especial negativa es uno de los fines
no declarados de la pena acorde con las teorías de la
misma; este fin al tener como presupuestos la inocuización o neutralización del detenido en Colombia resulta incompatible con los postulados de un
Estado Social de Derecho contenidos en el artículo
primero de la Constitución nacional.
2
Estudiantes de sexto semestre en formación
en investigación, Universidad del Norte. División
de Derecho, Ciencia Política y Relaciones internacionales, Departamento de Derecho, 2015.
12
Sin embargo y a pesar de la mencionada incompatibilidad, en las cárceles colombianas la realidad denota situaciones que reflejan los citados presupuestos de dicho fin no declarado de la pena, conocidas
como “plus punitivo”, que finalmente demuestran
la existencia de rasgos de la prevención especial
negativa en grados que aunque no coinciden con la
prevención del delito, sí son incoherentes con
un Estado Social de Derecho.
Palabras clave: prevención especial negativa,
plus punitivo, cárcel, neutralización, inocuización.
ABSTRACT
Negative Individual Prevention (Incapacitation) is one of the no declared purposes of
punishment. This punishment objective
based on detainee’s incapacitation or neutralization, in Colombia becomes clashing with
the constitutional law state postulates contained in the first article of the Constitution.
Nevertheless the incompatibility referred
above, reality in Colombian jails shows the
presence of circumstances and situations
suffered by prisoners in which can be demonstrated the incapacitation as a punishment
objective, called plus of the punishment.
It shows up by levels although they don’t
completely match with individual elimination
with his whole incapacitation at the end it
results very disjointed and incoherent with a
constitutional law state.
Keywords: negative individual prevention,
added value of punishment, prison, neutralization, detainee’s incapacitation.
Realmente no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan solo una palabra aguda
que muerte era tan solo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.
Olvidaron poner el acento en el hombre.
(Benedetti, 1992, p.18).
INTRODUCCIÓN
Desde siempre la cárcel ha sido un tema polémico; mientras que algunos son defensores de ella,
al verla como un paso necesario para humanizar
el derecho penal, otros, más críticos, son detractores de la misma, y consideran que por su ineficacia y crueldad ha de ser incluso abolida (Jaramillo,
Uprimny & Guarnizo, 2006).
Partiendo de lo comentado, la discusión en torno a
la realidad de las cárceles amerita atención, sobre
todo en lo que respecta a lo que ocurre en su interior, pues lo que se viven son horrores, y Colombia
no está exenta de esta cruel realidad.
La polémica relacionada con las cárceles se ha demostrado en los diferentes informes realizados por
organizaciones no gubernamentales y la misma
Defensoría del Pueblo; por ejemplo, en su informe
de 2003, en el que se evidencian las pésimas condiciones en las que se hallan los reclusos. La característica más evidente de las cárceles en Colombia
es su alto índice de hacinamiento, lo que conlleva
a que simultánea y continuamente se vulneren los
derechos humanos de los reclusos4.
De acuerdo con el aludido informe, el hacinamiento ha conllevado a que se presenten graves problemas de salud, violencia, indisciplina, insuficiencia
en la prestación de servicios, en la formación del
recluso en el trabajo, en su educación y faltas en
lo que respecta a la asistencia social; el déficit de
programas educativos y en deportes, las restriccio4
Para mayor información véase el informe de la Defensoría del Pueblo de Colombia (2004).
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nes en lo concerniente a su derecho a la visita conyugal y, algo muy preocupante, la deficiencia en
la prestación de servicios médicos, los cuales son
indispensables para que los reos puedan gozar de
mínima sanidad y de los tratamientos adecuados
que le permitan tener una vida digna en dichos
centros (Defensoría del Pueblo, 2004).
La situación en las cárceles es una clara violación
de la integridad física y mental de los reclusos, de
su autoestima y de la dignidad humana, que cabe
recordar es norma rectora que rige el derecho penal, como lo establece el Código en su artículo primero; del mismo modo, el hacinamiento es ya una
forma de pena cruel, inhumana y degradante, por
lo que en las cárceles los derechos de las personas
son casi nulos.
En principio este estudio busca determinar de qué
manera y en qué grado el plus punitivo se convierte
en una forma de neutralización del reo, atendiendo a la idea fundamental en torno a la cual gira el
estudio, el llamado plus de la pena como una realidad que se presenta en las cárceles, aunque de manera expresa no se reconozca en los textos legales,
fundamentado principalmente en la doctrina que
versa sobre el tema y en la jurisprudencia emitida
por la Corte Constitucional Colombiana.
En este artículo se analiza el fundamento jurídico
de la prevención especial negativa, poniendo énfasis en sus presupuestos y en la base del plus punitivo, así como identificar las situaciones que ocurren
en las cárceles y que llevan a argumentar y sustentar que en estos centros, a pesar de que ello no es
compatible con un Estado democrático y constitucional de derecho, se presentan eventos y prácticas
que son muestra de la presencia de los presupuestos de la prevención especial negativa. Posteriormente se analizará con base en testimonios cómo
el prisionero, producto del hacinamiento y otros
factores, termina siendo instrumentalizado, es decir, utilizado como medio para alcanzar los fines
del Estado, con lo cual se vulnera su dignidad.
14
Así, el objetivo de este estudio como tal no está
dirigido a constatar la existencia o cumplimiento
de la prevención especial negativa, debido a que el
plus punitivo como presupuesto de la prevención
especial negativa no conduce al fin que la misma
propende.
Con otras palabras, existen los presupuestos de la
teoría, pero la prevención del delito, fin ulterior de
la aplicación de la misma, no llega a concretarse;
por el contrario, los índices de comisión de delitos
aumentan, y del mismo modo, las condiciones de
hacinamiento en los centros de reclusión ascienden
a cifras rojas, todo ello sin olvidar las repercusiones
de tal realidad.
I.
LA CÁRCEL EN SUS INICIOS
Desde el punto de vista histórico, la cárcel ha
sido considerada como un instrumento que satisface el querer de la venganza privada; esto ha permitido que el Estado legitime este tipo de encierro
del que a su vez se sirve el control social. Desde
hace mucho tiempo estas ideas perjudiciales han
estado presentes en muchos campos del saber; por
ejemplo, en literatura, el arte y la música. La incógnita que hoy nos inquieta sobre el trasfondo y
la función de la cárcel no es una cuestión reciente
por el contrario, es una pregunta que hace mucho
tiempo preocupa a la humanidad.
Es necesario emprender un recorrido por la historia
de la humanidad para poder comprender la evolución y consideración que ha tenido la cárcel a lo
largo de todos los tiempos.
En la Edad Media, la pena, desde la perspectiva del
encierro, se impone como un método preventivo.
Posteriormente, el agresor era castigado de formas
monstruosas, e incluso se le mataba en lugares públicos para que toda la población lo viese. Personas
de todo tipo, mendigos, ancianos, dementes, prostitutas y hasta niños, esperaban su pena en prisiones subterráneas e inhumanas. Durante el Medievo
se ejecutaron castigos por fuera de la legalidad y,
por ende, absolutamente arbitrarios; estos castigos
eran impuestos por reyes y señores, y en la mayoría
de los casos iban dirigidos a los rebeldes. Una condena bastante aplicada era la cocción de calderas,
lo que representaba un nivel máximo de crueldad
(Miquelarena Meritello, 2013).
Lo expuesto constituye a grandes rasgos la historia
de la cárcel. La narración de los sucesos relacionados con la cárcel sería interminable; por ello nos
hemos centrado en lo de mayor relevancia para
este artículo.
Las características de las penas en esa época eran
(Beccaria, 2005):
II. PREVENCIÓN ESPECIAL NEGATIVA
•
Enorme brutalidad: torturas, mutilaciones
y pena de muerte.
•
Prueba más utilizada: la confesión, obtenida generalmente mediante la tortura.
•
Desproporción entre el delito y la pena
impuesta.
•
Se aceptaba la aplicación analógica de la
ley penal.
•
El procesado no contaba con la debida defensa en el juicio.
A mitad del siglo XVIII surgió la cárcel, como el
símbolo de lo caótico, cruel y arbitrario, ya que su
verdadero sentido era generar terror, lo que llevó
a que se produjeran continuos equívocos judiciales. A pesar de esta realidad, se quiso hacer ver a
la cárcel como un medio de humanización de la
pena, donde se sustituía el castigo físico por la privación de la libertad. Sí, se cambiaba una cosa por
otra, pero la verdadera orientación del mencionado instrumento generalmente era añadir elementos disciplinares para la moralización de las clases
menos favorecidas o, mejor dicho, subordinadas,
puesto que hay que recordar que en ese momento
histórico se presentaba el apogeo de las industrias
(Gimeno, 1991).
A fines del siglo XIX y principios del XX, la literatura
se nutre con la atmósfera del escenario criminal y
con todo lo que abarca el castigo; en ese entonces la pena de prisión era el castigo por excelencia.
Tolstoi en su obra “Resurrección” cuestiona por
qué los hombres se creen con derecho para encerrar o encarcelar a otros.
La prevención especial, siendo un fin que actúa
sobre la persona que delinque y opera al momento de la ejecución de la pena, en su connotación
negativa presenta varias posiciones, obstáculos y
críticas, debido, entre otras cosas, a su crudeza.
Hugo Mario Sierra y Alejandro Cántaro (2005) definen la prevención especial negativa como la que
tiende a prevenir los delitos de una persona determinada que opera al momento de la ejecución de
la pena y no de la amenaza legal como la prevención general.
La prevención especial negativa se manifiesta a
través de la pena inocuizadora: la incapacitación
mediante el encierro indeterminado o castigo físico (Rivera, 2004), la cual está dirigida hacia quienes
no son susceptible de resocialización, es decir, los
incorregibles; según Riviera, serían los “degenerados física o psíquicamente: mendigos, vagabundos, alcohólicos, enfermos mentales, prostituidos
de ambos sexos etc.” (p.74).
Para Zaffaroni (2011), la prevención especial negativa se impone al criminalizado no para mejorarlo
sino para neutralizar los efectos de su inferioridad,
Luego de la resocialización viene la neutralización, que termina siendo una pena atroz impuesta
por selección arbitraria. La función que dice cumplir la prevención especial negativa solo se presenta en casos extremos: la muerte del condenado,
que es eficaz para impedir que este vuelva a delinquir; la amputación de ambos brazos, que evitaría
un nuevo hurto por parte del sindicado; por eso,
la idea de una sanción jurídica como un obstáculo
mecánico o físico no está motivando un determinado comportamiento, sino que justamente lo está
impidiendo. “Se protege únicamente el cuerpo so-
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cial, el cual es el verdadero objeto de atención; las
personas son meras células que cuando son defectuosas deben eliminarse” (Zaffaroni, 2011, p.64).
De esta manera, el poder punitivo puede equiparse
con una pura coacción directa administrativa: ambos buscan neutralizar un peligro actual.
Es por esto que cuando Von Liszt (1998) y la escuela positiva alemana desarrollaron la categorización de delincuentes en su Programa de Marburgo
diseñaron las sanciones como correctivas para los
delincuentes recuperables y como indeterminadas
para el criminal peligroso, irrecuperable, incorregible, denominado reincidente irresocializable.
Como fundamento se encuentra también lo considerado por la escuela positiva y sus autores representativos: Ferri, Garófalo y Lombroso, quienes de
manera común determinan en sus estudios criminológicos que el punto de mira de la justicia penal
es el delincuente, partiendo de la postura según la
cual el delito es síntoma de su estado peligroso. De
lo anterior se colige que la sanción impuesta responde a una medida de defensa social; además dicha pena tiene por objeto la reforma de los infractores susceptibles de readaptación a la vida social y
la segregación de los incorregibles. Tal concepto no
es compatible con la idea de Estado constitucional,
sin embargo, nuestro estudio tiene asidero en los
postulados de esta escuela en lo que respecta a la
concepción de incorregibles, pues en principio es a
estos a quienes se ha de neutralizar, a quienes se
les aplica la llamada prevención especial negativa
(Álvarez, Montenegro & Martínez, 2008)
Siendo realistas, y siguiendo el pensamiento de Zaffaroni (2011), la idea de una sanción jurídica por
medio de un puro obstáculo mecánico o físico no
motiva el comportamiento sino que lo impide, lo
cual lesiona el concepto de persona, ese decir, cuya
autonomía ética le permite orientarse conforme a
sentido.
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III. FUNDAMENTO JURÍDICO DE
LA PREVENCIÓN ESPECIAL
NEGATIVA EN EL SISTEMA PENAL
COLOMBIANO: LEGITIMIDAD
En Colombia, el artículo cuarto de la Ley 599 del
2000, que promulgó el Código Penal reconoce que
las funciones de la pena son “la prevención general, la retribución justa, la prevención especial, la
reinserción social y la protección al condenado”. En
cuanto a la finalidad de la pena, la Corte Constitucional ha establecido que
La pena tiene en nuestro sistema jurídico un
fin preventivo, que se cumple básicamente en
el momento del establecimiento legislativo de
la sanción, la cual se presenta como la amenaza de un mal ante la violación de las prohibiciones; un fin retributivo, que se manifiesta
en el momento de la imposición judicial de la
pena, y un fin resocializador que orienta la ejecución de la misma, de conformidad con los
principios humanistas y las normas de derecho
internacional adoptadas. (Corte constitucional
de Colombia, Sentencia C-430 de 1996).
Cabe resaltar que la prevención especial negativa
se encuentra prohibida como un fin declarado de
la pena, sin embargo, en la sanción penal, como lo
indica el jurista Sandoval Huertas (1998), existen situaciones que resultan directa o indirectamente de
su aplicación, bajo cualquier título jurídico, sin que
oficial o doctrinariamente se exprese que se busca
su surgimiento, conocidas como “fines no declarados de la pena”. Objeto preciso de estudio de
investigación, en la medida que se busca demostrar el alcance de los presupuestos de la prevención
especial negativa en la realidad carcelaria del país.
Es necesario resaltar que el Código Penal en su
artículo primero establece que el Derecho Penal
tendrá como fundamento el respeto a la dignidad
humana, siendo esta una norma rectora del sistema penal; lo cual nos remite de manera directa a
la Constitución colombiana y además a los instrumentos internacionales en los cuales se reconoce
este principio. Asimismo, al aludir a la Constitución, la temática encuentra asidero jurídico en la
jurisprudencia emitida por la Corte Constitucional.
La principal fuente normativa que sirve de soporte a este estudio es la Constitución colombiana, la
cual contiene aquellos derechos fundamentales
que han de ser respetados por el Estado en el ejercicio de sus funciones; entre las cuales se encuentra
la que se deriva de su capacidad de sancionar a los
individuos que infrinjan las normas, el llamado ius
puniendi. Adicionalmente, en el texto de la misma
se halla en su artículo 13 el derecho a la igualdad,
que al tiempo es norma rectora y su consagración
legal se encuentra en la ley penal del Estado; a su
vez, en el artículo séptimo se establece que la ley
penal será aplicada a todas las personas sin tener
en cuenta consideraciones distintas a las contenidas en ella.
La prevención especial negativa se conecta indudablemente con estos preceptos constitucionales en
la medida en que un individuo que esté privado de
la libertad no tiene por qué ser privado además de
otros derechos fundamentales, como por ejemplo,
la igualdad, es decir, que a pesar de estar recluido en un centro penitenciario debería, al igual que
cualquier persona en plena libertad, gozar de una
buena alimentación, servicios de salud y cualquier
otro tipo de condición que esté íntimamente ligada
con su integridad física y mental.
Si bien la prevención especial negativa como fin no
declarado de la pena y sus respectivos presupuestos en principio no son compatibles con un Estado
Social o Constitucional de Derecho, por implicar la
inocuización y neutralización del individuo, es menester conocer los pronunciamientos de la Corte
Constitucional en lo que respecta a aquellas situaciones que se viven en las cárceles y que terminan
siendo formas que en determinados grados evidencian la aplicación de los comentados presupuestos
de la prevención especial negativa.
Es así que recurriendo a la jurisprudencia y a los
pronunciamientos de la Corte Constitucional, se
encuentra como sentencia fundamental para el estudio de la temática la T-153 de 1998, mediante
la cual esta declara la existencia de un estado de
cosas inconstitucional en las cárceles de Colombia,
específicamente en los centros de reclusión “La
Modelo” de Bogotá y “ Bellavista” de Medellín, en
las que de acuerdo con acciones de tutelas interpuestas por los mismos reclusos se presentaba una
situación de hacinamiento que a juicio de los mismos no compaginaba con el llamado Estado Social
de Derecho.
Este organismo recalca que al hacer uso de la figura de estado de cosas inconstitucional busca dar
fin a una situación de vulneración masiva de derechos fundamentales, en la medida en la que se esté
afectando a un número considerable de personas y
cuya causa no es solo por la autoridad demandada
y su solución exige la acción mancomunada de diferentes entidades.
Se determina así en la Sentencia T-153 de 1998
(M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz) que
Las cárceles colombianas se caracterizan por el
hacinamiento, las graves deficiencias en materia de servicios públicos y asistenciales, el imperio de la violencia, la extorsión y la corrupción, y la carencia de oportunidades y medios
para la resocialización de los reclusos. (p.3)
De lo expresado en la sentencia se infiere que
hay una violación continua de varios derechos fundamentales reconocidos en la carta política a los
recluidos en los centros de detención: la dignidad,
la vida, la integridad personal, los derechos a la familia, a la salud, al trabajo, entre otros.
De esta manera, la Corte precisa en la sentencia
que el problema carcelario representa no solo un
problema de orden público, sino una situación de
gravedad. Por lo cual determina que para terminar
con esta problemática se requiere de las diferentes
ramas y órganos del Poder Público para que estos
tomen las medidas adecuadas en dirección a dicha
solución.
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Así, este organismo después de realizar inspecciones a los centros penitenciarios antes nombrados
concluyó que “la situación en ambos lugares es
infrahumana e indigna para cualquier persona humana, cualquiera que fuere su condición personal”.
A
La anterior deducción de la Corte Constitucional
permite al grupo investigador reconocer que se
presentan grados de prevención especial negativa,
en la medida en que las situaciones antedichas son
propias de un sistema que no busca precisamente
resocializar al individuo. Todo lo anterior ocasionado por la congestión carcelaria y la situación de
hacinamiento en estos centros de manera generalizada en el país, pues según esta entidad judicial,
evidentemente las condiciones de hacinamiento
impiden brindarles a todos los reclusos los medios
diseñados para el proyecto de resocialización (estudio, trabajo, etc.).
De acuerdo con Jaramillo et al. (2006), luego de la
mencionada sentencia se abrió un debate, puesto que no obstante ser una sentencia emitida por
la Corte de cierre de la jurisdicción constitucional,
varios pusieron en duda el verdadero impacto de
dicha sentencia, debido a que a pesar de que según cifras oficiales del INPEC al año 2002 la cifra de
hacinamiento había disminuido, a partir de 2003 la
cifra volvió a ascender.
De lo anterior es posible dilucidar una realidad
carcelaria en la que sin duda, por las condiciones
infrahumanas y denigrantes a las que están sometidos los reclusos, se adoptan medidas que terminan por instrumentalizar al hombre, hasta llegar a
un punto en que se neutraliza de cierto modo al
individuo y acaba siendo objeto de una pena impuesta judicialmente, la cual tiene intrínsecamente
un componente adicional, un aditivo que en sí es
la cárcel como tal, pues en ella no impera la ley,
las garantías que los textos legales proclaman, sino
una realidad en la que resultan perjudicados los
reos.
18
Además de la sentencia anterior, precisa la T-596
de 1992 que la cárcel no es un sitio ajeno al dere-
cho, pues las personas recluidas allí no han sido
eliminadas de la sociedad, debido a que la relación
de sometimiento de los detenidos frente al Estado no les priva de su calidad de sujetos activos de
derechos. Lo que sucede en las cárceles es que los
detenidos tienen suspendidos ciertos derechos,
como el de la libertad, y otros limitados tales como
el de la intimidad o comunicación, sin embargo,
resalta la Corte, el detenido disfruta plenamente
de otros derechos: a la vida, a la integridad física y
a la salud.
Como se dedujo con anterioridad, el sistema penal
y jurídico que sustenta la temática no se limita a la
ley, sino que recurriendo a los diferentes mecanismos e instrumentos internacionales es posible dilucidar aquellos que brindan base jurídica al estudio,
como el primer Congreso de las Naciones Unidas
sobre la prevención del delito y el tratamiento del
delincuente de 1955, en el que se adoptó una serie
de reglas básicas en relación con el trato a los detenidos, las cuales fueron luego aprobadas por el
Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas
mediante la Resolución 663 del 31 de julio de 1957.
Respecto a lo anterior es menester recordar los fundamentos provenientes del derecho internacional,
tales como las reglas de Tokio, las cuales recomiendan que antes de tomar la decisión de imponer la
pena de prisión en establecimientos carcelarios es
importante poner en consideración «las necesidades de rehabilitación del delincuente, la protección
de la sociedad y los intereses de la víctima» (Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-153 de
1998).
IV. LA PENA
La palabra “pena” viene del latín Poena, quien en la
mitología romana era la diosa del castigo, ayudante de Némesis, la diosa de la venganza. Con poena
se hace referencia a dolor o castigo. En sentido general, la pena es la consecuencia jurídica atribuida
a un sujeto responsable por haber cometido una
conducta punible.
Según Udo Ebert (2005), “la pena es entendida
como un mal que se impone a una persona por un
hecho por ella cometido (malum passionis propter
malum actionis), la cual expresa un juicio de desvalor ético-social sobre el hecho” (p. 282).
Para efectos de nuestra investigación resaltamos
los siguientes aspectos, por considerarlos relevantes:
––
La pena se considera como un mal en
respuesta al menoscabo de bienes jurídicos, lo cual no excluye que la pena
se fija como una manera justa para
servir a un fin justo o un bien, aunque
para el delincuente represente un mal.
––
La pena es impuesta y presupone un
hecho cometido.
––
La pena representa la capacidad del
Ius puniendi en cabeza del Estado.
––
La pena representa un juicio de desaprobación, reproche y de desvalor ético-social sobre la conducta cometida.
––
La pena busca la represión del condenado.
––
La pena busca impedir que el agresor
dañe nuevamente a la sociedad.
––
La pena está determinada en el tiempo y el espacio, depende del legislador
llevado por las pasiones y errores que
se agitan en el momento (Beccaria,
1764).
––
Debe haber una proporción de la pena
con el bien afectado (Beccaria, 1764).
––
La pena posee el valor de despertar el
sentimiento de culpa (mala concien-
cia) sobre el autor del delito; aunque
ese remordimiento es algo que rara
vez se produce .
––
La idea de castigo en el concepto de
pena en el Estado moderno pierde la
fuerza que va tomando la idea de vigilar (Foucault, 1975).
Zaffaroni acierta al afirmar en su libro En Busca de
las Penas Perdidas que existe una progresiva “pérdida” de las “penas”, en el sentido de que carecen
de racionalidad. Con esto quiere decir que es muy
distinta la realidad de las cárceles en comparación
con lo que dicen los discursos jurídico-penales.
Asevera que el proyecto normativo se basa en una
idea que no existe, es decir, que se encuentra fundado en una realidad que es aparente pero para
nada real y que las agencias, como él las llama, que
deberían cumplir con ese proyecto actúan de una
forma completamente diferente.
Zaffaroni (1998) advierte que si se requiere la comprobación de esta incompatibilidad en América Latina bastaría con que se hiciera una observación
superficial. El discurso jurídico-penal de muchos se
caería con un pequeño roce con la realidad.
El discurso jurídico-penal se nutre de la idea de que
hay que defender los derechos de algunas personas, pero este fracasa totalmente. Zaffaroni (1998)
menciona que optar por una propuesta progresista
también genera un discurso falso, ya que no se le
puede echar la culpa a las situaciones coyunturales
de aquello que responde a las fallas de los sistemas
penales.
V. EL PLUS DE LA PENA
Y SUS ORÍGENES
Como primera medida aclaramos a qué hacemos
referencia con “Plus de la pena”. Nos referimos a
los males, sufrimientos, condiciones y situaciones
que está obligada a padecer la persona condenada o recluida en una cárcel. Condiciones como mal
servicio de salud, poca higiene, mala alimentación,
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perpetraciones contra su persona y su integridad,
peleas, riñas, amenazas y las presiones y malos tratos de los agentes institucionales o de personas
que detenten poder (otros reclusos) dentro del establecimiento carcelario.
A
El plus punitivo de la cárcel, entendido como ese
conjunto de factores agregados y denigrantes de la
pena, está presente en la mayoría de las cárceles,
desde las primeras que existieron hasta las actuales
(Pérez, 2000).
Desde otra perspectiva, el profesor Sandoval Fernández (2007) hace referencia a la responsabilidad
penal o punitiva de la agencia jurídica, quien debe
evitar que se ejerza sobre la persona criminalizada
un poder punitivo intolerablemente irracional, debido a que el terror del derecho penal solo conlleva
a marginación, sufrimiento desmedido y pena anticipada. La etiqueta negativa estigmatiza y estimula
hacia la carrera criminal; además, con la imposición
de la pena, explica este autor, las cárceles refuerzan un plus aniquilador del ser humano, el cual termina siendo el verdadero efecto, más allá de las
insustentables funciones expresas de la pena. Al
confrontar las funciones declaradas de la pena con
la realidad carcelaria podemos entender que no se
cumplen o no son coherentes con la consecución
de un Estado democrático constitucional de derecho, social y participativo, debido a que en las cárceles colombianas hay un estado inconstitucional
de cosas (Sandoval, 2007).
20
José Luis Pérez Guadalupe menciona en su obra La
construcción social de la realidad carcelaria a John
Howard, el cual fue uno de los primeros en emitir
un informe sobre la verdadera situación de las cárceles en Europa en su famoso libro The State of the
Prisons, publicado en Londres en 1777. Pérez cita
a Howard para referir que en los establecimientos
penitenciarios ingleses las habitaciones eran angostas, bajas, sin luz y aire suficiente; decía además
que muchas de ellas estaban en los sótanos y que
raramente existían patios al aire libre donde llevar a
los presos y que si existían no eran usados para no
dar posibilidad de fuga (Pérez, 2000).
Por otro lado, Pérez también convoca a Jeremías
Bentham para narrar que el mayor problema de las
cárceles era repartir a los presos en el interior de
estas; lo más común era confundirlos todos, independientemente de su edad o de la gravedad del
delito cometido. Este método, a pesar de ser el más
utilizado, configuraba un tremendo error; en palabras del mismísimo Bentham, “la cárcel es una
cloaca, en la cual lo que no está más que medio
corrompido, no tarda en ser atacado por una corrupción total” (Pérez, 2000, p. 352).
Relata Pérez que a finales del siglo XIX Piotr Kropotkine (1977), atormentado por el gran horror que
había padecido en la cárcel, elaboró un extraordinario discurso titulado “Las Prisiones” en el cual se
encontraba la siguiente afirmación:
Si tomamos en consideración las varias influencias de la prisión sobre el prisionero, debemos convenir en que obran de manera que
cada vez tornan menos propio para la vida
en sociedad al hombre que ha estado algún
tiempo detenido… la prisión no mejora a los
presos. (p. 39)
El doctor José Luis Pérez comenta que en el siglo
XX fue Donald Clemmer el primer autor que analizó y describió impecablemente los efectos nefastos
que provoca la estadía en una cárcel, utilizando el
término de prisionización. Según Pérez, prisionización era usada por Clemmer indicar la adopción
por parte de los reclusos, en mayor o menor grado,
de las tradiciones, usos, costumbres y cultura en
general de la prisión.
La influencia de los internos en la cárcel no
estaría dada, solamente, por la persona del
interno y por las características particulares
del preso; sino por los mismos internos en
cuanto grupo culturalmente consolidado. Es
decir, como cultura delictiva que se traslada a
la cárcel, que se adecua a su nueva condición
de encierro y que, finalmente, se constituye en
cultura hegemónica dentro de la prisión. (Pérez, 2000, p. 355)
Ahora acudiremos a Alessandro Baratta (2004),
quien en su obra “Criminología Crítica y Crítica del
Derecho Penal” aludía que los “exámenes clínicos
llevados a cabo con los clásicos tests de personalidad han demostrado los efectos negativos de
la cárcel sobre la psiquis de los condenados y la
correlación de estos efectos con la duración de la
condena”(p. 194 ).
Alessandro Baratta hace referencia también a Paresch cuando menciona que los estudios relacionados con la personalidad demuestran que “la
posibilidad de transformar un delincuente violento
asocial en un individuo adaptable a través de una
larga pena carcelaria no parece existir” y que “la
institución penal no puede realizar su fin como institución de educación” (p. 194 ).
Además, Baratta comenta que el régimen de privaciones tiene efectos negativos sobre la personalidad y contrarios al fin educativo del tratamiento.
Manifiesta que hay que poner especial atención al
proceso de socialización a que es sometido el detenido, ya que se da un tratamiento negativo que
ninguna técnica psicoterapéutica y pedagógica logra volver a equilibrar; dicho proceso se mira desde
dos aspectos. El primero es la desculturización, es
decir, la desadaptación a las condiciones que son
necesarias para la vida en libertad, la incapacidad
para entender y aprehender la realidad del mundo externo y la formación de una ilusión de él, el
alejamiento de los valores y comportamientos típicos de la sociedad exterior. Respecto al segundo
aspecto afirma que la interiorización de la subcultura carcelaria es inversamente proporcional a las
oportunidades de reinserción del individuo en la
sociedad libre, las cuales se han examinado desde
la perspectiva de las relaciones sociales y de poder,
de las normas, de los valores, de las actitudes que
presiden estas relaciones, así como también desde
el punto de vista de las relaciones entre detenidos
y funcionarios de la cárcel.
Para Baratta (2004), las relaciones presentes en la
subcultura carcelaria no son más que la reproducción de características propias de la sociedad ca-
pitalista, donde lo que prima es el egoísmo y la
violencia ilegal, y en cuyo seno los individuos más
vulnerables se ven obligados a cumplir funciones
de explotación a favor de los más poderosos.
Así, Alfredo Molano (2004) en Penas y Cadenas
describe a través de relatos y sucesos verídicos la
situación que se vive en la cárcel y la forma como
el detenido recién llegado debe adaptarse a la
subcultura a la que es introducido. El relato “El
Bombillo” evidencia lo anteriormente sostenido: lo
llamaban “Agente Caro” antes de ser recluido en
la cárcel de San Bernardo. “Bombillo” así llamado
por sus compañeros de reclusión, tuvo la bienvenida que se le hace a los funcionarios públicos y
agentes del Gobierno, pues antes de convertirse
en un delincuente era un agente especializado en
derechos humanos del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad). Acusado de complicidad
por haber participado en actividades delictivas con
personas que investigaba, lo condenaron a 30 años
de cárcel; lo llevaban a su respectiva celda pero lo
hacían caminar a distancia del agente por los pasillos llenos de reclusos, como él. El primer gesto de
bienvenida, fue el escupitajo de otro de los reclusos, seguido de gritos e insultos, luego los demás
reclusos comenzaron a arrojar todo lo que cupiera
entre los barrotes que los separaban.
Eugenio Raúl Zaffaroni (2006) propone una tesis
denominada “El enemigo de la sociedad o extraño”, que consiste en que el poder punitivo basado
en la idea del bien común, seguridad de la sociedad, entre otros, depara un trato punitivo a los
delincuentes que no corresponde con su condición
de personas. Estos son considerados como peligrosos o dañinos y su condición de seres humanos es
constantemente ignorada, pues son tildados de
enemigos de la sociedad, y es en esta situación en
la que el autor dice que no se presenta una limitación al derecho punitivo desde la perspectiva del
derecho penal liberal. Las conclusiones a las que
llega Zaffaroni parten tanto de estudios revelados
en la historia, la sociología y el derecho como de la
doctrina y la vida real.
21
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VI. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN
CARCELARIA EN COLOMBIA
A
En las dos últimas décadas Colombia ha experimentado un aumento drástico y sostenido de las tasas
de encarcelamiento; durante el período comprendido entre diciembre de 1993 (tiempo en el que
se promulgó el Código Penitenciario y Carcelario) y
abril de 2012 la población de internos pasó de 29
114 a 107 320 personas (INPEC, 2012). Estas elevadas cifras han empeorado, y hasta octubre de 2015
la población de internos fue de 121 295 en establecimientos de reclusión con una capacidad de 78
044, es decir, un hacinamiento de 55,4 % (INPEC,
2015); esto ha aumentado las precarias situaciones
de los reclusos y ha convertido la crisis del sistema
carcelario en uno de los problemas más graves de
nuestro país.
La descripción del sistema penitenciario y carcelario en Colombia, como manifestación de la realidad, según el informe de gestión del Ministerio de
Justicia y del Derecho (2013), puede resumirse en
cuatro grandes problemas: una sobrepoblación en
los establecimientos y deficientes condiciones de
reclusión, deficiencias en la prestación del servicio
de salud y en la infraestructura carcelaria, reducido
número del personal de guardia y corrupción al interior de las cárceles.
Ese plus punitivo carcelario se evidencia en estas
condiciones de vida infrahumanas a las que son
sometidas las personas en los establecimientos de
reclusión, o las que reportan, una y otra vez, los
problemas de salubridad y hacinamiento que se
presentan en las cárceles (Berrío, 2012).
a)
Hacinamiento
El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) define el “hacinamiento” como la cantidad de
personas privadas de la libertad en un espacio o
centro de reclusión determinado en número superior a la capacidad del mismo.
22
En los últimos años la población reclusa ha estado
en constante crecimiento y ha superado históricamente la capacidad de los Establecimientos de Reclusión del Orden Nacional (ERON). Según el último
informe publicado por el INPEC en octubre de 2015
la sobrepoblación era de 43 251 personas (55.4 %) ,
lo que significa demandas adicionales para la capacidad del INPEC. Razón por la cual existe una tasa
de déficit de cupos penitenciarios y carcelarios; lo
cual genera graves problemas de salud, de violencia, de indisciplina, de carencia en la prestación de
servicios (trabajo, educación, asistencia social).
Hoy el índice de hacinamiento alcanza su máximo
histórico. En el último informe el INPEC registró un
total de 173 970 personas privadas de la libertad;
de ellas 121 295 se encuentran recluidas en establecimientos de reclusión a cargo del INPEC, 43
359 en domiciliaria, control y vigilancia electrónica
4200, el restante 5116 bajo custodia y responsabilidad de los Entes Territoriales, Comandos de Fuerza
y Dirección General de la Policía Nacional (INPEC,
2015).
En Colombia los centros penitenciarios se dividen
por zona regional en 6 sectores: Regional Central, Regional Occidente, Regional Norte, Regional
Oriente, Regional Noroeste y Regional Viejo Caldas;
los cuales tienen una capacidad de 78 044 reclusos
pero con el hacinamiento poseen 121 295 reclusos
en total, divididos en los 137 Establecimientos de
Reclusión del Orden Nacional.
Recientemente el INPEC reportó que la cifra de hacinamiento en las cárceles había disminuido hasta
en un 9,5 %, lo que de acuerdo con ellos ha permitido que la calidad de vida de los detenidos mejore;
sin embargo, esto es desmentido por la Defensoría
del Pueblo, pues este órgano asevera que tal disminución obedece a que como en varios centros no
se están recibiendo más reclusos, el sobrecupo se
trasladó a los centros de detención temporal como
las Unidades de Reacción Inmediata (URI) y las estaciones de policía.
Reportes que datan de julio de 2015 señalan que
el nivel de hacinamiento era del 53 %, y la penitenciaría de Riohacha era la que mayor índice de
sobrepoblación tenía en el país, con un 452 % de
sobrecupo, pues tenía capacidad para 100 reclusos
y albergaba, hasta la mencionada fecha, 554. En
total, hay más de 40 mil presos en condiciones de
hacinamiento, y las 16 prisiones de la Costa Caribe
son las que más porcentaje de sobrecupo tienen,
con 97 %5.
“En síntesis, a mayor hacinamiento, la calidad de
vida de los reclusos y la garantía de sus Derechos
Humanos y fundamentales es menor” (Carranza,
1997).
Tabla 1. Comportamiento
población reclusa, 2006 - 20156
frecuente y los detenidos suelen permanecer hasta 15 días sin agua. Esta falencia trae como consecuencia el desmejoramiento de las condiciones
de aseo y salubridad del penal en general, lo cual
obliga a los detenidos a almacenar agua en improvisados depósitos y subirlos a sus celdas (Colectivo
de Abogados, 2011).
Como ejemplo de esto tenemos la cárcel de mediana y máxima seguridad de Valledupar, que al
igual que el resto de centros penitenciarios del país
tiene como consecuencia de la falta de agua, que
muchas baterías sanitarias no pueden ser usadas,
las tuberías expiden malos olores, los servicios sanitarios se encuentran sucios y en pésimo estado.
La limpieza de los baños y de las zonas de reparto de alimentos es deficiente y los lugares carecen
de una infraestructura apropiada, lo cual genera
focos de contaminación por bacterias y gérmenes
que ponen en peligro la salud de las personas detenidas (Colectivo de Abogados, 2011).
c)
b)
Derecho Fundamental al Agua,
Servicio Sanitario y Alcantarillado
En las cárceles colombianas el suministro de
agua potable es insuficiente y de mala calidad. Su
prestación se efectúa en horarios establecidos por
el INPEC y por periodos de entre 10 a 15 minutos
diarios generalmente. La suspensión del servicio es
5
Para mayor información ver El Tiempo (2014). ¿Realmente bajo el hacinamiento? INPEC, dice sí, Defensoría lo niega.
Disponible en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/
CMS-14760296.
6
Para mayor información véase el ejemplar n° 10 del Informe mensual Estadístico del INPEC, octubre de 2015.
Salud
El sistema de salud para la población reclusa es un
total fracaso y el servicio de atención médica deficiente. Desde enero hasta julio de 2012 habían
muerto 80 personas por falta de asistencia médica, y se han detectado epidemias de tuberculosis
y varicela que han obligado a restringir las visitas
a los internos. Tampoco se cuenta con planes para
afrontar riesgos como incendios. Durante 2012, al
menos 4 personas murieron calcinadas en las cárceles colombianas (El Tiempo, 2012). Varias cárceles carecen del servicio de agua potable de manera
constante, entre ellas se destacan las de Valledupar, Riohacha y Guaduas (Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos FCSPP (2013).
En materia de salud, las principales fallas en la prestación del servicio son: insuficiencia de personal de
la salud, demoras injustificadas en la prestación del
servicio, falta de medicamentos y elementos de dotación, represamiento en las citas y procedimientos
especializados, entre otras. Las condiciones de aislamiento y el sometimiento a torturas, tratos crue-
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les, inhumanos y degradantes afectan seriamente
la salud mental de los reclusos. En estas circunstancias, la falta de atención psiquiátrica no solamente
atenta contra la salud, sino contra la vida de las
personas privadas de libertad; incluso se ha reportado suicidios.
d) El Instituto Nacional Penitenciario
y la práctica del aislamiento
El servicio de guardia penitenciaria es prestado por
el INPEC. La práctica sistemática de actos constitutivos de tortura y tratos crueles inhumanos y
degradantes ha sido particularmente notoria, desde golpizas, uso de gases lacrimógenos, requisas
indignantes, encierros y aislamiento en celda sin
acceso al agua, negativa al acceso a la salud, amenazas a internos y defensores de Derechos Humanos, la utilización del aislamiento prolongado y la
restricción al derecho al agua. Debido a lo cual se
han convertido en cárceles de castigo, con el fin de
someter y neutralizar a los detenidos. Terror que se
genera por condiciones de vida extremas, falta de
garantía en la atención de las necesidades básicas
de los reclusos y mayor restricción de sus derechos
(Colectivo de abogados, 2011).
El aislamiento. Aislamiento del penado respecto del mundo exterior, de todo lo que ha motivado la infracción, de las complicidades que
la han facilitado. Aislamiento de los detenidos
los unos respecto de los otros. No sólo la pena
debe ser individual, sino también individualizante. (Foucault, 1989, p. 217)
24
En Penas y Cadenas se cuenta la historia de Paola
y Alexandra; son compañeras de celda, son amantes y ambas son transexuales. Cumplen condena en
una cárcel para hombres en la ciudad de Bogotá.
Alexandra tiene un pasado que la atormenta y un
cúmulo de malas experiencias a causa de su condición sexual; fue a parar a la cárcel por haber cometido un homicidio, por resistirse a ser abusada por
su pareja, y cumple una condena de 25 años. Fue
violada por un teniente en la estación de policía
días antes de cometer el homicidio y luego en la
cárcel. Al igual que su pareja de celda tuvo que sufrir diferentes tipos de abusos, verbales y psicológicos, porque de los sexuales se supieron defender
por sus propios medios. Sufrieron hasta el último
momento las consecuencias de ser transexuales inmersas en un montón de hombres libidinosos y con
apetito sexual dispuestos a violarlas en cualquier
momento. Ambas interpusieron una tutela para ser
trasladadas a la cárcel de mujeres el Buen Pastor
atendiendo a su identidad de género, pero lo único
que consiguieron fue una reclusión especial durante un largo periodo, para luego ser trasladadas al
área de enfermería (que se encontraba en pésimas
condiciones de salubridad e higiene) y en los calabozos especiales de castigo para aislarlas de los
demás hombres y evitar los riesgos que esto conllevaba. De forma que el aislamiento en este caso
no se produjo a causa de un castigo; para ellas era
necesario estar alejadas de sus compañeros de reclusión, pues su integridad, dignidad, e incluso su
propia vida, corrían más peligro dentro del centro
de reclusión que afuera.
CONCLUSIONES
Después de desarrollar la idea general del presente artículo, es posible concluir que en Colombia,
Estado Social de Derecho, la prevención especial
negativa, fin no declarado de la pena, no se manifiesta en su totalidad en los centros carcelarios,
sin embargo, los presupuestos de dicha teoría sí
se presentan, pues se evidenció que a pesar de no
prevenirse el delito, se presentan situaciones consideradas “normales” en los centros carcelarios.
A pesar de que dicha prevención especial negativa y sus respectivos presupuestos no compaginan
con un Estado social y garantista, la realidad de las
cárceles es otra completamente distinta a la propuesta en los textos legales que regulan la materia
penal, pues la función principal que resalta nuestra
normatividad que es la resocialización es oscura,
debido a que las medidas adoptadas en las cárceles
referentes a la educación y formación del individuo
para reintegrarlo a la sociedad son además de insuficientes poco eficaces.
Respecto a los grados en los que se evidencia la
aplicación de los presupuestos de la prevención especial negativa en las cárceles del país, se concluye
que como tal no se elimina al sujeto mediante la
imposición de la pena de muerte o cadena perpetua, sino que dicho sujeto termina convirtiéndose
en un instrumento, y debido a las condiciones de
las cárceles, entre las que se resalta además del hacinamiento la ausencia de los mínimos de sanidad
o salubridad, a largo plazo la estadía de la persona
termina por ser una pena inhumana, que responde
más a la idea de neutralización que a la de resocialización; si se tiene en cuenta además que no es
posible formar para la libertad y la sociedad a un
individuo encerrado.
Teniendo en cuenta que el modelo punitivo colombiano presenta soluciones poco efectivas para la
rehabilitación el individuo, cuando se prisioniza y
se neutraliza a la persona no se resuelve tampoco
de fondo el conflicto; lo que se hace es suspender
en el tiempo el problema, y mientras este trans-
curre la persona sufre los valores agregados de la
pena ya mencionados, que allí en la cárcel se compra y se vende, los reclusos son golpeados y violados, la discriminación y malos tratos son latentes y
constante.
Como tal, en nuestro Estado el fin último de la prevención especial negativa no se produce, el delito
no se previene, sin embargo y a pesar de no ser
consecuente con la configuración de Estado que
pregona la Constitución, sí se presentan situaciones, que aún en contra del principio de protección
de la dignidad humana. Por ello se concluye que
aunque no se materializa la prevención especial
negativa, sí se cumplen los presupuestos de esta,
entiéndanse, la inocuizacion y neutralización en
grados que siendo ya irracionales no llegan a ser
tolerables.
¡Ay, qué solo estoy! Solo me espera la muerte ¡Ay, qué solo estoy! Cuándo cambiará mi suerte.
Julio Ernesto Estrada Rincón (“Fruko”, 1975)
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