Subjetividad y Cultura Revista Subjetividad y Cultura http://subjetividadycultura.org.mx ¿Derecho a nacer o a vivir? Sea porque la Iglesia católica y otras y los sectores moralmente más conservadores de la sociedad quieren aprovechar el cambio de gobierno para imponer sus planteos, porque se trata de una batalla interna del nuevo partido gobernante donde tales sectores buscan fortalecerse, porque es una maniobra diversionista para ocultar otros cambios fundamentales en proyecto, por otras causas o por todo ello junto, lo cierto es que desde fines de julio de este año pareciera que el problema del aborto fuese el central de México: los cambios legislativos de Guanajuato –posteriormente vetados- donde se prohibe tal práctica incluso en los casos antes permitidos por violación y el castigo a las mujeres que lo hiciesen en esas condiciones, y la postura inversa en el Distrito Federal y en Morelos donde se despenalizan situaciones antes castigadas, han provocado la intensificación de un viejo y conocido debate en relación a lo que es presentado como el “derecho a la vida” que defenderían los grupos confesionales y atacarían feministas y sectores liberales. Más allá del debate en sí y de la polémica en torno a cuando comienza la vida o sobre el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo, parece muy claro que tales instituciones en realidad se preocupan por el derecho a nacer y no por el derecho a la vida. Y respetando el primero se preocupan mucho menos, e incluso nada, sobre el segundo. Paradójicamente es la Iglesia Católica la que encabeza tal campaña, acompañada por diferentes grupos afines. Paradójicamente porque tal institución no se ha caracterizado a lo largo de la historia por tal defensa de la vida sino demasiadas veces ha hecho lo contrario: sea por las condenas a muerte que ha promovido y llevado a cabo por imponer a la fuerza sus preceptos religiosos o éticos como fueron las Cruzadas, las conquistas y la Inquisición -que muchos de sus dirigentes volverían a implantar si pudieran, lo que no dicen pero muestran a través de actos y declaraciones[1]-, las bendiciones a todos los bandos en casos de guerras donde mueren infinidad de personas, el silencio o complicidad comprobados con las represiones militares de nuestro continente donde participaciparon o fueron cómplices no pocos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos, etc.[2] No es un prejuicio sino una contundente realidad que reconocen pero no cambian autocríticas sólo parciales realizadas muchos siglos después. Y es evidente que ambas cosas no son lo mismo sino que el derecho a la vida significa mucho más que nacer: implica condiciones de vida dignas en todos los sentidos que es demasiado sabido que no se cumplen para una muy amplia mayoría de la población mundial por causas también demasiado sabidas. Y de ser coherentes con el respeto a tal derecho a la vida tales organizaciones no sólo no tendrían que participar o silenciar toda cultura de la muerte, sino estarían obligadas a luchar contra todo aquello que permite la sobrevivencia en algunos casos, pero restringe el carácter cualitativo de la misma e incluso permite dudar si tal subsistencia física puede denominarse vida o el precio que se paga por tal sobrevivencia y simples niveles de subsistencia que, física y subjetivamente, se acercan más a formas de muerte cotidiana con ausencia de derechos que sólo tienen minorías. Efectivamente, es cierto que “los fetos destrozados mostrado por Provida incomodan, pero hieren más los niños de la calle” (Arnoldo 1/3 Subjetividad y Cultura Revista Subjetividad y Cultura http://subjetividadycultura.org.mx Kraus, La Jornada) y tantas otras expresiones similares en el mundo entero. Pero es incuestionable que no lo hacen ni tampoco les preocupa demasiado. Tales organizaciones gritan por un aborto -incluso en casos de mujeres violadas- pero callan o apenas susurran algo ante masacres como las de Acteal, Aguas Blancas y tantas otras, y por supuesto no encabezan acciones contra políticas económicas que provocan condiciones de vida cada vez peores pese a las declaraciones antineoliberales de una Iglesia que se queda solo en eso, declaraciones, sin pasar a una acción que sí supo hacer frente a los que realmente entendía como enemigos (los regímenes del “socialismo real”, el sandinismo, etc.), así como repudió a una Teología de la Liberación que tomó en serio la lucha por la vida y no sólo por nacer[3]. Así se pretende castigar y excomulgar a las víctimas de violaciones por respeto al “derecho a la vida” -que caen sobre mujeres humildes que recurren a curanderos o a instituciones públicas controladas-, pero la derecha y la iglesia no ven como un pecado igualmente punible o excomulgable no ya a quienes explotan cotidianamente a otros seres humanos sino ni siquiera a las mujeres católicas que pueden abortar en clínicas privadas o, peor aún, a los asesinos evidentes y comprobados de tantas dictaduras recientes (Videla, Massera, Banzer, Stroessner y tantos otros), e incluso recientemente El Vaticano defendió a Pinochet durante su detención en Inglaterra. Como es una constante en la derecha y en la Iglesia, un “derecho a la vida” tan selectivo como hipócrita que no se soluciona con los señalados golpes de pecho autocríticos hechos con siglos de retraso ni con premios y castigos en una hipotética vida futura. [1] Terminado este escrito la Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesora de la Santa Inquisición) de la Iglesia Católica, con aprobación papal, aprueba el documento Dominus Jesus: acerca de la unidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y la Iglesia, donde se considera la única iglesia cristiana verdadera, advirtiendo sobre el peligro de las teorías que “tratan de justificar el pluralismo religioso”. [2] El 8 de septiembre de este año la Iglesia argentina, continuando con la moda de “pedidos de perdón” iniciados por el Papa, reconoce que “hemos sido indulgentes con postutas totalitarias, lesionando libertades democráticas que brotan de la dignidad humana”, lo que ha sido considerado insuficiente por organizaciones de derechos humanos que recuerdan que “La Iglesia católica entró a los campos de concentración y fue cómplice cuando titaron gente al río y al mar, bendiciendo a los militares que cometían esos aberrantes crímenes”, lo que no se indica en tal solicitud “de perdón” como tampoco se habla de los desaparecidos ni de la 2/3 Subjetividad y Cultura Revista Subjetividad y Cultura http://subjetividadycultura.org.mx dictadura militar apoyada por la Iglesia. [3] Por supuesto es innecesario reiterar lo ampliamente conocido de que las iglesias en general, y la católica en particular, siempre fueron apoyo y justificación del poder político y de la explotación económica. Pese a ello es interesante ver como la justificación de Berthold von Regensburg en una de sus homilías del siglo XIII: “Quiero explicaros a vosotros, cristianos, cómo ha ordenado el Todopoderoso la Santa Cristiandad en diez especies de personas. Y cuales son los trabajos que los de abajo están obligados a prestar a los de arriba. Los tres primeros son los más altos entre todos, a quienes el Dios Todopoderoso mismo ha puesto en ese lugar preeminente para que los otros siete sean sus vasallos y les sirvan” (citado por ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura Económica, México, 2ª ed., 1989, p. 246). 3/3 Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)