Teórico Nº 15 - psicoanalisis freud 1

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MATERIA (049): Psicoanálisis Freud - Cátedra: I
TEÓRICO: 15
FECHA: 10 de agosto de 2006
PROFESOR: Osvaldo Delgado
MESA REDONDA
PARTICIPAN: Pilar Berdullas, Jorge Alemán, Mario Goldenberg y Osvaldo Delgado
Pilar Berdullas: Esta es una actividad que se desarrolla en el marco de las actividades
de la Cátedra I, Psicoanálisis Freud. En esta ocasión tenemos el gusto de contar con la
presencia de analistas que tienen una participación de importancia, de relieve en el campo
del psicoanálisis.
Me refiero, en primer término, a Mario Goldenberg, que ha sido profesor adjunto de la
materia Psicoanálisis Freud, y es actualmente profesor en una Práctica Profesional en la
carrera de Psicología de esta Facultad. Asimismo, es coordinador del ciclo de psicoanálisis
en la Biblioteca Nacional, junto con Diana Chorne, que lamentablemente no pudo venir.
Es una buena ocasión para difundir que en la Biblioteca Nacional, existe ese espacio
dedicado al psicoanálisis; coordinada por Mario Goldenberg –que ha sido director de la
Escuela de la Orientación Lacaniana y es miembro de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis–; junto con Diana Chorne.
Está también junto a nosotros Osvaldo Delgado, que creo que todos quienes estamos
acá lo conocemos al profesor Osvaldo Delgado. Si tuvimos la suerte de que la convocatoria
haya llegado a quienes no lo conocen, Osvaldo Delgado es el profesor a cargo de la
Cátedra I, de Psicoanálisis Freud, también de la Práctica Profesional: “Hospital de día y
problemáticas clínicas contemporáneas”, y del Programa de actualización de posgrado: “El
lugar del analista y los efectos del discurso contemporáneo”.
Es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; y autor, entre otros, de La
subversión freudiana y sus consecuencias y de El cuerpo y el goce.
He dejado en último lugar, a quien está a mi derecha, Jorge Alemán.
Es un psicoanalista argentino radicado en España hace tres décadas. Nos ha hecho
partícipes, a través de sus publicaciones, de un genuino y sostenido interés por ciertas
preocupaciones del psicoanálisis, que han sido tales desde el momento en que Freud funda
el psicoanálisis. Entre sus publicaciones, ha querido limitar esta mención a sus últimos
trabajos: Existencia y sujeto, título de un libro publicado con Sergio Larriera y, El porvenir del
inconsciente. filosofía, política, época del psicoanálisis.
Jorge Alemán, es agregado cultural de la Embajada Argentina en Madrid, y un frecuente
visitante de su país es decir, de nosotros.
Lo que se ha propuesto para esta actividad es una conversación que no va a quedar
restringida –conforme a lo que Jorge ha manifestado que sería de su interés–, a una
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conversación con Osvaldo y con Mario, sino que va a ser abierta a la participación de
ustedes.
A modo de breve introducción, quiero sólo señalar dos cuestiones, antes de dar paso a la
actividad tal como queda presentada.
En principio, alguien ajeno al psicoanálisis podría preguntar qué hacen esas palabras:
“filosofía”, “política”, “época”, acompañando al “porvenir del inconsciente” en el título de su
libro. Y la ajenidad de la pregunta se debe a que si hay algo que tempranamente nos
enseña el psicoanálisis, a través de Freud, es el interés por mantener un diálogo con
distintos discursos y distintas disciplinas.
Así, con relación a la diferenciación de una problemática individual y una social, la
intervención freudiana consistió en cuestionar, en corroer la suposición de una separación
neta entre ambas. No se trata de otra cosa en “Psicología de las masas y análisis del yo”, en
el que afirma que, en la vida anímica, aparece integrado siempre el otro, ya sea como
modelo, ya sea como objeto, ya sea como aliado o adversario, haciendo caer la diferencia
en apariencia tangible y supuestamente significativa entre una psicología individual y una
psicología social o colectiva.
La incursión en problemáticas como las que encontramos en los textos de Jorge Alemán,
está impregnada, desde el vamos, de esa aproximación que reconocemos en la vía abierta
por Freud.
Otro tanto corresponde decir en relación con cierto tono contrario al optimismo fácil y
reduccionista, con que a veces se caracterizan los problemas de la época. La palabra
“porvenir” se presta a connotar una engañosa promesa; tal vez por figurar lo que está por
delante, se presta a la ilusión fácil de poner a cuenta de lo que todavía no es aquello que no
se ha alcanzado hasta el presente.
Dos trabajos de Freud llevan en su título la palabra porvenir: “El porvenir (las
perspectivas futuras) de la terapia psicoanalítica” y un trabajo posterior, más extenso, “El
porvenir de una ilusión”.
Respecto a que al porvenir podamos hacerlo responsable del cumplimiento de anhelos
que nos han quedado pendientes, Freud estaba por cierto advertido. En su correspondencia
con Abraham –sabemos que la correspondencia es una manera especial de la
conversación–, hay una carta en la que Abraham se despide de Freud diciéndole: “Con la
alegre confianza de tener buenas noticias”. En la carta siguiente Freud introduce el siguiente
encabezamiento: “Querido incurable optimista”.
Cedo ahora la palabra a quienes me acompañan.
Osvaldo Delgado: Buenas noches, en principio agradecerles la presencia.
Jorge me decía que tenía muchas ganas de tener una interlocución con ustedes. La idea
que trajeron, junto con Mario, es salir del estilo de conferencia, y abrir un espacio de
conversación abierta con todas las inquietudes o preguntas que ustedes quieran plantear.
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Quien presentó la mesa es la profesora Pilar Berdullas, primera adjunta de la cátedra.
Quiero agradecer, también, a la Secretaría de Extensión, a los compañeros del Centro de
Estudiantes, a Natacha Paula Delgado, porque ha sido posible gracias a su gestión y su
organización.
En este momento, tengo planteadas una serie de cuestiones con relación a textos de
Jorge Alemán, con quien nos liga un trabajo de hace muchos años, fundamentalmente en
relación con el Departamento de Psicoanálisis y Filosofía de la EOL, que dirigimos con
Mario Goldenberg y otros colegas, y del cual Jorge es asesor.
Tengo planteadas algunas preguntas con relación a diferentes cuestiones que él
desarrolla en sus trabajos. Un contrapunto de algo que plantea en un trabajo que se llama
“El legado de Freud” con un reportaje que se le hace a Michel Foucault.
Hay algo interesante que plantea Foucault, sobre la cuestión de la ley y el modo en que lo
plantea Jorge Alemán, la cuestión de la ley en “El legado de Freud” y sobre la cuestión del
goce y del cuerpo.
La otra cuestión que tengo situada es con relación a la cuestión del amor. Un contrapunto
interesante que se puede tomar de El Seminario 20, de Lacan, con relación a lo que se va a
situar en el texto “Rizoma” de Deleuze, y que permite todo un debate en relación con las
cuestiones que plantea Jorge Alemán en su texto Existencia y sujeto.
Estamos en el momento de la cursada –les digo a Jorge y a Mario–, que tiene que ver
con lo el tema que convoca a la mesa, ya que estamos trabajando el movimiento que va del
inconsciente dinámico en la obra de Freud, y trabajamos metapsicología en relación con lo
que se llama el cierre del inconsciente con relación a la transferencia. Y esto pone en juego
la cuestión del inconsciente y la cuestión de la transferencia en la actualidad misma del
psicoanálisis y lo que Alemán ha dado en llamar El porvenir del inconsciente.
No se puede pensar el porvenir del inconsciente sin pensar la dimensión, los impasses de
la transferencia en la actualidad.
Mario Goldenberg: Gracias por la presentación. La idea de esta conversación fue de
Jorge Alemán. Consideramos con Osvaldo Delgado y Jorge Alemán, que era éste un ámbito
válido para armarla. En realidad, me interesaba ubicar, el tema de hoy: “El psicoanálisis en
el siglo XXI” y la oportunidad, de presentar el libro de Alemán El porvenir del inconsciente,
recientemente editado por Grama.
Está en juego el porvenir, el futuro del psicoanálisis. Quería ubicar algunas coordenadas
del pasado, de dónde venimos, y me parece importante señalar que esta conversación con
Osvaldo Delgado y Jorge Alemán, es una conversación que venimos sosteniendo desde
hace más de 10 años. No siempre de modo público.
Fue a partir de Javier Aramburu, que con Jorge Alemán, Osvaldo Delgado y otros colegas
armamos el Ateneo de “El malestar en la cultura”, en el que la pregunta por la actualidad y el
porvenir del psicoanálisis fue causa de ese trabajo.
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“El malestar en la cultura”, es uno de los textos importantes, para pensar la época, la
época de los años 30, la época de Freud. Allí Freud concluye preguntándose ¿cuál será el
desenlace?
Quería tomar un párrafo del nuevo libro de Jorge Alemán: El porvenir del inconsciente,
para iniciar algunos temas de esta conversación. Dice:
“¿Por qué se puede enunciar «el porvenir del inconsciente»? ¿Por qué sería legítimo formular
una cosa semejante? Incluso bien se podría decir el «porvenir del psicoanálisis», ya que
estamos todo el día inmersos en un montón de discusiones acerca del estatuto y los modos de
legitimación del psicoanálisis. Pero enunciar «el porvenir del inconsciente» es más serio,
porque es preguntarse por qué tipo de mundo va a devenir y cómo va a existir la experiencia
del inconsciente en ese mundo. Y quien permite hacer esa pregunta es Lacan, que –a
diferencia de Freud, que lo da como una instancia estable– consideró la expresión
«desabonado del inconsciente». Incluso la rectificación que hace al final de su vida intentando,
con un neologismo francés, inventar una nueva palabra distinta del unbewusste alemán,
muestra que Lacan tenía serias dudas de que la estructura del inconsciente fuera una de esas
estructuras permanentes y estables como son las estructuras de la metafísica”. (El porvenir del
inconsciente, p.31)
Me gustó este párrafo porque fundamenta bien el título “El porvenir del inconsciente” y,
también, este matiz de diferencia entre el inconsciente freudiano y el lacaniano.
Así el inconsciente freudiano, atemporal, quizás conserva aún cierto estatuto del ser, en
el sentido de la metafísica y, evidentemente, Lacan –y es uno de los temas del libro– en su
cruce con la filosofía del siglo XX, fundamentalmente con Heidegger, piensa el estatuto del
sujeto, más allá de las coordenadas de la esencia, de la sustancia, de las coordenadas de la
filosofía en el sentido de la tradición metafísica.
El término “porvenir del inconsciente” me resultó también logrado, porque podría haber
sido el porvenir del síntoma, pero síntoma es un término que desde el psicoanálisis no nos
diferencia de la clínica médica.
Inconsciente también es un término que ha utilizado la filosofía antes de Freud y otras
corrientes, pero apunta, al porvenir de la experiencia que se puede hacer en el dispositivo
analítico.
Del porvenir del psicoanálisis, puede decirse, que el psicoanálisis ya es parte de la
cultura. Los estudiantes de literatura lo usan para estudiar autores, en ciencias políticas, en
ciencias de la educación, hay bibliografía psicoanalítica. Pero creo que el punto clave es
¿cuál es el porvenir de la experiencia del inconsciente? ¿Cuál es el porvenir en la práctica?
En ese sentido se me ocurrió algo, que estuvimos trabajando con algunos de los
presentes aquí hace poco: ¿cómo pensar el porvenir respecto de una diferencia que hace
Jacques-Alain Miller La erótica del tiempo entre: lo posible y lo contingente? Toma de la
modalización lacaniana: lo necesario, lo imposible, lo contingente y lo posible.
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El planteo es muy simple, lo posible sería pensar el porvenir como distintos caminos:
salimos de acá vamos a agarrar Esparza, Loria, Virrey Liniers o alguna otra, son distintos
caminos. El psicoanálisis, en ese sentido, uno podría pensar varios caminos posibles: más
adhesión a los programas de doctorado, a la literatura, a las ciencias políticas o también
ciertos matices a donde se puede conducir la práctica. Evidentemente las coordenadas
actuales no son las mismas por ejemplo, que en las de la época de Freud, ni siquiera la de
los años 60 o 70 en la Argentina. Donde es verdad que no sólo en la Argentina sino también
en el mundo, el psicoanálisis tenía un lugar y un rasgo bastante elitista. Quizás, hasta cierto
modo fue Lacan –y es uno de los efectos de la entrada de Lacan en la Argentina–, quien
produjo una democratización del psicoanálisis. No sé si mis colegas van a estar de acuerdo
conmigo.
Entonces, una línea sería pensar el porvenir desde lo posible, distintos caminos con
relación al futuro. Otra, pensar el porvenir con relación a la contingencia, que es más bien el
encuentro sobre un fondo de imposible. Creo que lo que nos ha permitido poder pensar la
época es justamente poder estar advertidos de con qué nos podemos encontrar.
Justamente, también advertidos de que el psicoanálisis no puede predecir el porvenir sino,
que tiene que seguir lo real que produce cada momento histórico, cada época.
Entonces, el porvenir no es la variedad de caminos sino quizás la piedra en el camino, el
tropiezo con lo real, el encuentro con aquello inasimilable por la trama simbólica.
La época de Freud, eran tiempos donde los ideales tenían su consistencia, donde la
moral se sostenía en la renuncia pulsional, en el sacrificio, hoy los tiempos han cambiado, el
superyó actual no es la instancia que describió Freud, es mas bien un superyó que
promueve, como mandato, la exigencia pulsional; cuestión que conlleva efectos sintomáticos
en la subjetividad contemporánea distintos a los de principio del siglo pasado.
Me interesa ubicar una de las cuestiones centrales que están el libro de Jorge, y que es
parte de su trabajo durante años, que es la operación, la articulación Lacan-Heidegger.
En uno de los capítulos, toma la frase de Heidegger que está en ¿Qué significa pensar?,
en el que plantea algo muy fuerte: la ciencia no piensa. También me parecía que este
planteo de Heidegger lleva a preguntar, podemos utilizar esa misma pregunta para el
psicoanálisis mismo: ¿el psicoanálisis piensa? Apuesto a que sí y, creo que ahí hay un
punto de divergencia entre psicoanálisis y lo que hoy no podemos seguir llamando la ciencia
por la fragmentación que ha producido la tecnociencia en el discurso científico.
Pero creo, que este pensar, que ubica Heidegger, habría que ubicarlo en las
coordenadas, en los ordenes donde podemos pensar la época que son las tecno-ciencias, el
mercado y la religión.
Con relación a Heidegger, el libro comienza con una entrevista de Juan Moscardi –a
quien pude conocer– recientemente fallecido, en la que aparece una polémica, dentro del
mundo del pensamiento que es: por un lado la relación de la obra de Heidegger con Lacan
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y, por otro, la posición de Heidegger respecto de su filosofía o de su pensamiento en
relación con su compromiso con el nazismo, anterior a la segunda guerra mundial.
Lo que me resultó interesante es lo que sostiene Jorge Alemán, cuando dice que
Heidegger no estuvo a la altura de sus consideraciones.
Brevemente quería situar algunas cuestiones del libro.
El libro cuenta con esta entrevista “Alrededor de Lacan: Heidegger”; un seminario titulado
“Angustia y ética”, dictado en Málaga; hay un apartado “Variaciones”; otro “Antifilosofías”, en
el que hay varios escritos; y, finalmente, una serie de “Entrevistas”.
La promesa del título de: “filosofía, política y época del psicoanálisis”, creo que está
abordada de un modo preciso y exhaustivo.
Jorge Alemán: Muchas gracias una vez más a ustedes por estar aquí. Le quiero
agradecer especialmente a mis amigos de esta cátedra que me den la oportunidad de esta
experiencia. Ha sido para mí una alegría que Osvaldo Delgado esté en este lugar en esta
Universidad, desarrollando este trabajo.
Tanto Pilar, como Osvaldo y Mario, han muchas cosas, que probablemente no esté en
condiciones de retomar, pero seguramente en el coloquio puedan hablar de ello.
Me voy a sumar a las cosas dichas, con otras que se me van ocurriendo
espontáneamente de un modo improvisado y veremos qué ocurre.
En primer lugar Freud.
Por qué a mí me parece, desde el punto de vista político, que Freud es un corte a tener
en cuenta. Es decir, por qué Freud, incluso en el campo de la política, alguien que no habló
expresamente de política, alguien que fundó a través de su descubrimiento del inconsciente
un determinado tipo de praxis con relación a la cura de los síntomas, sin embargo, inscribe
en el campo del pensamiento político un corte. En especial el Freud ya más preocupado por
escribir su legado, por escribir ya su obra más concluyente a partir de 1920.
Entonces, de un modo muy sencillo ¿dónde podríamos situar ese corte freudiano?, que a
mí me parece que toda reflexión sobre la experiencia política debe tener en cuenta.
Para mí el corte se tendría que situar de este modo. Durante siglos se ha pensado el
campo de la política del siguiente modo: hay unas fuerzas en los sujetos que según cada
pensador se pueden llamar de distintos modos: inclinaciones, instintos, patologías, energías,
pulsiones, etcétera; y del otro lado, un poder que, a través de la ley, las coarta para que el
sujeto se vuelva susceptible de ingresar al lazo social. Vamos a llamar a esto la metáfora
poder-expresión. De un lado, está el poder y, del otro, fuerzas que se quieren expresar.
Si esas fuerzas se expresaran de un modo absoluto, no habría sociedad. Esto está en
Hobbes, en Maquiavelo, en Kant, en todos los grandes pensadores que intentaron pensar el
hecho político. Es decir, todos vieron que en un momento dado hay que ponerle un límite a
esa energía, a esas fuerzas, a esos instintos para ingresar a la sociedad, para formar parte
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del juego de los lazos sociales, para articularse como sujeto humano en las reglas de juego
que constituyen a una sociedad.
Por supuesto que esto está tematizado de muy diversas maneras a lo largo del
pensamiento moderno y no es lo mismo a como lo trata Maquiavelo a cómo lo trata
Rousseau, a como lo trata Hobbes, a como lo trata Kant. Pero creo que, en todos, se puede
captar y apreciar esta constante. De un lado está el poder y del otro lado están unas fuerzas
que vienen ya con el ser humano que hay que limitar, que hay que coartar, que hay que
mermar para volverlo un sujeto social.
Entonces, para mí este es un punto de ruptura apasionante del texto freudiano, porque si
bien Freud comparte con esa tradición un aspecto de esa metáfora: el poder por un lado, la
expresión, lo que quiere expresarse por otro; Freud descubre una nueva complicidad entre
la ley y la pulsión porque descubre, especialmente a partir de 1920 en “Más allá del principio
de placer”, pero eso lo encontramos por supuesto en “El problema económico del
masoquismo”, también lo encontramos en “El yo y el ello”, y en todos los trabajos que
podríamos decir que constituyen el campo impolítico de Freud (para utilizar una expresión
que le gusta a los filósofos italianos, lo imposible y la política). Lo que vamos descubriendo
es que no entendemos verdaderamente qué le pasa al sujeto y qué le pasa por lo tanto a la
civilización –porque para Freud civilización y sujeto son lo mismo.
Los problemas que se encuentran para transformar a un sujeto son equivalentes a los
que se encuentran para transformar a una civilización porque, y este es el corte freudiano, lo
que Freud descubre es que hay una gran complicidad entre la ley y la pulsión. El famoso
superyó es un aliado del ello; la ley del superyó es una ley camuflada que en realidad
defiende los intereses de la pulsión; en realidad las exigencias despóticas del superyó, que
son imposibles de sostener, están al servicio de alimentar la satisfacción pulsional, que esa
satisfacción pulsional no redunda en placer alguno sino que está más allá del principio del
placer.
En fin, deconstruye de una manera radical el juego poder-expresión, en el que a mi juicio
siguen atrapados, incluso, pensadores posteriores a Freud como Foucault y Deleuze. Es
decir, pienso que en este aspecto las variaciones foucaultianas o delezianas sobre el poder
siguen apresadas en el esquema poder por un lado y lo que se quiere expresar. Si en el
caso de Deleuze es el capitalismo de un lado y la esquizofrenia que se quiere expresar, el
flujo deseante del esquizofrénico. Si en el caso de Foucault serían las posibilidades de
invención de sí mismo, que él deduce de su propia hermenéutica del sujeto. Son pre
freudianos en este aspecto, en el sentido político, porque Freud pensó un problema mucho
más difícil de soportar en términos políticos...
Bueno, estoy hablando de política, probablemente cuando yo estuve en la facultad de
psicología era muy importante la política. Soy de esa generación entonces, esa impronta la
llevo encima y además en el libro dice: política, época del psicoanálisis.
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Entonces Freud, indudablemente genera, para mí, un corte porque no admite, por
ejemplo, veamos la teoría de Hobbes. Él dice: miren, todos se matarían, el hombre sería el
enemigo del hombre, tiene que surgir una fuerza que monopolice la violencia que imprima
incluso miedo para que todo el mundo renuncie a su propia violencia e ingrese a la vida
social. Aparentemente hay en Freud mucho de esto, pero Freud le va a dar una vuelta.
Freud dice: sí, tiene que aparecer una fuerza, que resulta que en la aparición de esta fuerza
hay un crimen primordial que es el asesinato del padre y le vuelve a conectar a esa fuerza
que nos va a venir a regular con lo que no tiene regulación que es la pulsión.
A partir de ahí Freud se vuelve el pensador de un resto –que podemos llamar pulsión–
heterogéneo a todo vínculo social pero que a la vez, el vínculo social produce. Es decir, se
vuelve el pensador de algo que está presente siempre en los vínculos sociales y que se
manifiesta de distintas maneras: sintomáticamente, fantasmáticamente, traumáticamente.
Pero es el pensador de este resto heterogéneo que no se puede pensar (esto habría que
desarrollarlo mucho) pero no se puede pensar en los términos clásicos del poder por un
lado, expresión por otro lado. Dicho de una manera más salvaje, para mí lo impresionante
del texto freudiano es que Freud viene a decir que si queremos comprender ¿por qué una
civilización –horrible, despótica, injusta, que explota a la mayoría de sus miembros– se
sostiene?, no es sólo porque hay un poder que oprima y que someta a los miembros de ese
colectivo para que sostengan esa civilización. No es sólo por los aparatos ideológicos del
Estado, para evocar la expresión althuseriana de los años 70. No es sólo por las técnicas
disciplinarias, para evocar a Foucault sino, por el masoquismo. Es decir, porque hay una
complicidad entre la ley y la pulsión y, sin el masoquismo no podríamos entender como
ciertas situaciones se siguen sosteniendo a lo largo del tiempo. Es decir, Freud invitó de
algún modo, a que textos como “Pegan a un niño” donde se analiza, desde el punto de vista
la gramática pulsional del masoquismo, pueda ser leído en clave política. A esto se lo llama
en general el pesimismo freudiano, porque lo optimista era que el poder coartaba y que algo
se podía expresar libremente.
Ahora, a partir de Freud, se inaugura la pregunta: ¿qué es la libertad? Si hay tal alianza,
si verdaderamente la ley no es tan enemiga de la pulsión sino que es su aliada secreta, hay
que revisar todo de nuevo.
Por ejemplo, el proyecto de emancipación que atravesó la Modernidad, estaba articulado
en los términos de la metáfora poder-expresión.
El proyecto de emancipación, por ejemplo, seguía esa lógica. Había una instancia
opresora de la cual había que liberarse y, emanciparse era emanciparse de esa fuerza
opresora. Es decir que a partir de Freud esto tendría muchas formas, como dije antes, de
ser tematizado. A partir de Freud hay que revisar seriamente qué sería la emancipación,
porque Freud ha demostrado que existe un vínculo estructural entre el campo de la pulsión
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y el campo de la ley. Freud no era inocente en esto, por eso dice: el imperativo categórico es
el superyó, el superyó hunde sus raíces en el ello.
De otra manera, además, anticipa lo que es el poder contemporáneo porque es probable
que las estructuras actuales del poder, de la dominación actual, se puedan pensar mejor
desde esta lógica freudiana en donde el goce y la ley, no sólo no se oponen sino que
constituyen alianzas que hay que deducir en cada caso qué modalidad tienen, porque
tampoco uno puede de entrada determinarlas.
Así que por un lado está cuestión política de Freud que, como dije antes, puede
inscribirse o puede entenderse como el tradicional pesimismo freudiano; pero también desde
otro lado, optimismo freudiano. La palabra pesimismo y optimismo, yo siempre pienso que
no está a la altura de la cuestión, porque hay cosas frente a las cuales uno no puede ser ni
pesimista ni optimista. Hay que buscar –no un término medio, tampoco– sino, un estado de
ánimo que no sea ni el pesimismo, ni el optimismo, porque los dos son bueno... la decepción
y después la... no. Hay que buscar algo que no sea ni pesimismo ni optimismo. Gramsci
decía... ¿Cómo decía Gramsci? El optimismo de...
Osvaldo Delgado: No. Gramsci, en general no se lo trabaja tanto como en la década del
70.
Jorge Alemán: La vejez, la insolencia de ...
Osvaldo Delgado: Pesimismo de la estructura, el optimismo de la acción.
Jorge Alemán: Había una fórmula: el optimismo de la voluntad, el pesimismo de la
razón. Hay también una manera interesante de Freud que no es sólo pesimista, dije
pesimista porque es la palabra que siempre se utiliza para designar a Freud, que es que le
quita trascendencia a la ley también con esto. Por un lado, vuelve muy problemático pensar
¿cómo se zafa de la estructura del poder?, porque el poder tiene de aliado más importante
al propio sujeto. Pero también Freud descubre que la ley no es lo que pretende ser, lo que
ella quiere ser, le quita trascendencia, la vuelve inconsistente, la vuelve incompleta, la revela
atada y sometida a algo que la ley querría esconder. La ley siempre a lo largo de los tiempos
se presenta como ajena a toda pulsión. Uno de los esfuerzos más interesantes para separar
a la ley del campo de la pulsión ha sido... ¿Qué pensador fue el que más trabajo se tomó en
separar el campo de la ley del campo de la pulsión para fundar así una ética? Kant.
En Kant la condición que tiene que tener una ley, es que no haya ninguna inclinación; ni
siquiera que a mí me guste ser bueno, porque si cumplo con la ley porque me gusta ser
bueno ya hago trampa, ya estoy introduciendo una satisfacción. Es decir, la ley tiene que
estar depurada de toda satisfacción patológica.
Pero, Freud sería como una deconstrucción de este problema, aunque las sociedades
son kantianas en cierta forma, en el sentido de que todas las sociedades enseñan que para
que se forme parte de la sociedad, se debe renunciar a una parte esencial de uno mismo
para formar. Freud también admite esto, lo que pasa que dice: sí, pero esa renuncia está
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mal construida porque se ha inventado la misma renuncia para todos y la renuncia tiene
consecuencias diversas y distintas para cada uno.
Esta es una cuestión también muy importante desde el punto de vista freudiano, de
intentar mostrar que se podía pensar una política que no fuera una política del para todos,
una política de lo singular. Es decir, no como funcionan estas renuncias para todos sino, lo
que cada uno tiene como efecto haber ingresado. Es decir, que lo que inaugura Freud es un
pensamiento de decir: está bien, para formar parte de la sociedad hay que pasar por esta
criba, pero vamos examinar qué le pasa a cada sujeto por formar parte de la relación con los
otros. Ustedes tienen que saber que para Freud...
Hay que tener en cuenta que para Freud el sujeto nunca es –esto ustedes lo saben muy
bien pero lo voy recordar–, el sujeto nunca es social.
En Freud, a diferencia de la tendencia moderna que ve siempre al sujeto como un sujeto
social, la idea de Freud es que para volverlo social hay que hacerle unas cuantas cosas al
sujeto y que todas son fallidas. Es decir que no es ni social, ni tampoco es evidente que el
sujeto ame o quiera al otro, que es el núcleo sobre el cual lo social finalmente se sostiene, el
vínculo afectivo. Se supone por todos los pensadores modernos que se acepta entrar en el
juego social porque es muy importante querer y ser querido. Todos estos libros horribles de
autoestima, autoayuda, abundan en esta cuestión ya que evidentemente falla bastante esto
de la cuestión de entrada en lo social, entonces han surgido estas cosas obscenas de la
autoestima y de la autoayuda. Pero a Freud lo social no le parece en absoluto que sea un
hecho evidente, más bien como él ve esta alianza entre la ley y las pulsiones, él tiende a
pensar aquello que lo social no logra del todo nunca domesticar, ni reducir en el sujeto.
Por lo tanto, tampoco para Freud es evidente que el sujeto ame al otro, más bien es un
enigma en qué condiciones un sujeto puede amar a otro, a otro sujeto, no que ame a otra
cosa en que él vea su propio reflejo. Todo esto ustedes lo saben pero conviene recordarlo
porque efectivamente también forma parte de toda la reflexión freudiana sobre el hecho
político.
A Freud, que se le adjudicaba que era un conservador, incluso llegó a decir que una
civilización que imponía exigencias y no le permitía a las multitudes disponer de los recursos
para poder enfrentarse a esas exigencias, no merecía que siguiera esa civilización. Él lo
dice muy claramente, no merece durar, porque Freud veía, en cierta forma que la burguesía
–perdón por usar de nuevo un término un poco añejo–, había hecho la gran trampa. No sólo
la extracción, la plusvalía, explotando la fuerza de trabajo sino, fundar algo que es clave
para toda la modernidad que es disfrutar del arte como un bien en sí mismo. Es decir,
acaparar todos los medios de la sublimación. Entonces, en una sociedad en donde uno tiene
que enfrentarse a lo insoportable de las pulsiones y encima, los recursos para la sublimación
no están bien distribuidos.
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Freud se enfrenta a lo real de la pulsión. En cambio, entendemos por miseria cuando no
hay ya ningún recurso para enfrentar las exigencias de la pulsión y uno está bajo los
diversos modos del empuje pulsional, se llame pegamento, matar o matarse, etc. Es decir
que han sido retirados las posibilidades de la invención que tiene que tener cada sujeto
para poder responder a, por un lado las exigencias que la ley impone y a la vez lo más serio
con respecto a lo cual el sujeto tiene que realizar su respuesta, aquella parte de su vida que
la ley no va a poder domesticar nunca, aquella parte de sí mismo que es el resto pulsional
que ningún sujeto logra del todo jamás civilizar y con el que tiene que vivir. Es lo que Freud
llamaba pulsión de muerte.
Pulsión de muerte es el nombre que Freud le da al modo que tiene de hacer ingresar a la
vida como una categoría política. Es una paradoja que la vida entre como categoría política
a través de ese nombre. Pero, es que es la vida la que le está designando como pulsión de
muerte porque él dice: cada organismo tiene que morir a su manera y en cada uno hay algo
pulsional que no va a ser jamás ni socializado, ni civilizado y que sin embrago uno tiene que
encontrar invenciones, recursos simbólicos, fantasmas, el famoso symptome del que hablan
los lacanianos, para poder operar con esta pulsión de muerte. Este es un tema.
El otro tema que evocaron mis compañeros muy importante y que sigue en esta estela de
Freud político es que, efectivamente al inconsciente Freud lo mostró como si hubiera, en la
metapsicología un lugar que ya está asignado topológicamente que podemos decir: es el
lugar del inconsciente. Pero es un acierto, a mi juicio, la lectura de Lacan que muestra que el
inconsciente no es algo estable y permanente en todos los sujetos, hay que generar las
condiciones de posibilidad para que emerja el inconsciente. Entonces la famosa frase que
evocó Osvaldo y que también trajo Mario en cuanto al porvenir del inconsciente, tanto los
impasses de la transferencia de los que habló Osvaldo, como el porvenir del inconsciente
que recordó Mario, es que si no hay condiciones para poner en acto a la realidad del
inconsciente –que es una de las definiciones de la transferencia– no hay inconsciente.
Lo que demostró el campo de concentración, me refiero ahora a Auztwich, que es el lugar
paradigmático de esa estructura de horror, es que cuando uno ve los testimonios aparece
una figura que es una ironía además que la hayan caracterizado y nombrado así los
miembros del propio campo de concentración. Llamaban musulmán a un miembro del
campo que ya no estaba ni vivo, ni muerto. No era un animal, porque ningún humano
retorna a la animalidad es más, el animal sabría qué hacer. El musulmán dejaba de comer,
dejaba de hablar, los propios compañeros del campo lo empujaban. Había días, según los
testimonios de los sobrevivientes del campo, que no soportaban ver al musulmán. Se los
llamaba musulmanes porque se les había hundido el pecho, se habían encorvado y el
aspecto, para ellos, daba la idea del musulmán. ¿Pero cuál es la experiencia que muestra el
musulmán? Ya les digo, hay algunos que han utilizado esto como diciendo la animalización.
¡No, no! Más bien es un grado cero de lo humano que muestra que no hay, como han creído
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los metafísicos, estructuras estables en el ser humano. Descartes creyó que la estructura
estable era el cojito; Kant creyó que la estructura estable era el imperativo, Leibniz creyó
que la estructura estable era la razón. No hay estructuras estables, se puede destruir todo
en un sujeto.
Por supuesto, el inconsciente tampoco es una estructura estable, hay que siempre
generar condiciones para que esto pueda tomar forma si no, es una idea metafísica pensar
que todo el mundo lleva enchufado el imperativo categórico o el imperativo cartesiano o el
inconsciente freudiano. No, se puede demostrar que hay experiencias que destruyen todo
esto. Es decir, para que efectivamente todas estas cuestiones se puedan poner en juego es
necesario que la estructura del lenguaje, las relaciones con el otro, etcétera.
Por eso la expresión “porvenir del inconsciente”, porque habría que ver cuáles son las
condiciones para que la experiencia del inconsciente se pueda hacer.
Por ejemplo, en una sociedad donde por distintos motivos relacionados con la expansión
de la mercancía, el grado creciente del cálculo de la técnica, la construcción de paradigmas
afines a la farmacología donde hasta la ética misma es un impulso del cerebro. Bueno,
todas estas ideas preparan algo que es mucho más favorable desde el punto de vista de la
lógica capitalista que es un sujeto planificable, rentable, calculable, organizado para
determinados planes, como un poco está funcionando todo el aparato de organización
social. Es decir, un sujeto que haya planificado un poco la lógica del seguro de vida como
lógica de planificación de la vida. Esto elimina, para tomar es uno de mis próximos trabajos
un libro sobre el tiempo, elimina la dimensión contingente.
Hay un forzamiento de tratar a la temporalidad del lado del juego de lo posible y lo
necesario, lo que se necesita para hacer posible esto. Todo lo que viene del lado de lo
imposible es decir, los encuentros con cosas que uno no puede representar pero que
contingentemente tiene, porque lo contingente es una suspensión transitoria de lo imposible,
pero que contingentemente se tiene que hacer con ello.
Por ejemplo, el trauma surge para Freud como algo imposible. ¿Por qué es imposible el
trauma? Porque se llama trauma precisamente a algo que yo no puedo saber qué es, no lo
puedo tener en cuenta, no lo encuentro en mi repertorio de representaciones, no lo puedo
ubicar rápidamente en lo que es mi coordenada simbólica, así que en el trauma se
manifiesta algo imposible. Una vez que se inscribe como trauma, que trato de
sobreponerme, ya lo imposible pasó a ser contingente porque efectivamente ya encuentro
una manera de nombrarlo al menos, de describirlo, de situarme con respecto a eso. Y,
además es contingente porque no logro salir de la sensación de que eso no se pueda volver
a producir, estoy bajo los efectos de su inminencia. Entonces estos juegos de la
contingencia y de la imposibilidad, por supuesto existen todo el tiempo en la vida de los
seres humanos pero desde donde se programan y planifican las cosas, es mejor pensarlo
en términos de lo necesario y lo posible.
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Después, se mencionó a Heidegger y acá concluyo para que podamos conversar.
Freud y Heidegger no se hubieran hablado nunca entre sí, esto lo digo siempre. Por
razones cronológicas, no se conocieron, pero si se hubieran conocido, como se dice aquí,
no se hubieran dado bola. Hay muchas razones para ello: de idiosincrasia, de ideología y de
destinos históricos. Pero lo cierto es que los dos, desde distinta vía, por distintas vías, se
encontraron con algo que es crucial para pensar esta época que es una dimensión del ser
humano que no es intercambiable. A los dos les llevó la vida pensar qué hay en el ser
humano que es imposible de intercambiar en la época en que todo se intercambia. Es decir,
vivimos en la época en que el intercambio se ha generalizado. Todo lo que Marx en El
capital llamaba la subsunción real del capital es decir, todo se ha vuelto equivalente, todo
puede ingresar en un sistema de intercambio
¿Qué hay en el sujeto que no sea intercambiable? Es lo que indagó Freud e indagó
Heidegger. De distintas maneras, con distintas tradiciones atrás, aunque en una misma
lengua el alemán, pero con posiciones muy distintas. Pero siempre es interesante cuando
dos pensadores han pensado en lo mismo desde una diferencia radical. Cuando se reúne lo
mismo y lo diferente, yo creo que ahí es donde el relámpago de la verdad surge. La osadía
del pensamiento está en reunir en la diferencia lo que a la vez es pensar lo mismo.
El nombre que tiene el encuentro entre Freud y Heidegger, es el nombre de Lacan. Es
decir, ha sido para mí un mérito intelectual enorme por parte de Lacan, vincular estas dos
cuestiones: la de Freud y la de Heidegger. Ya les digo, son dos nombres de sujetos que no
se hubieran encontrado nunca, pero que tratan de pensar a la existencia humana, para
poder decirlo muy rápidamente, en aquello que tienen de inintercambiable. Es decir, aquello
que en cada sujeto constituye su existencia en su posibilidad más singular.
Si lo tuviéramos que decir muy rápidamente, para Heidegger nadie puede morir en el
lugar de uno, es decir uno puede morir por otros o matar a otro, pero nadie puede ocupar el
propio lugar cuando la muerte nos llama.
Para Freud, nadie puede satisfacerse en el lugar de uno, nadie puede –dicho
lacanianamente–, gozar en el lugar de uno.
Estas dos singularidades, claves para entender la vertebración de la subjetividad, han
dado lugar a este encuentro entre Freud y Heidegger que Lacan desplegó y que a mí
personalmente me interesó porque en Heidegger encontré muchos recursos para pensar
esta época, también muchos recursos para pensar el propio destino del psicoanálisis.
También a la vez Freud me facilitó por supuesto, a través de sus tesis, estudiar los
problemas filosóficos desde una manera totalmente distinta.
Esto es. Ojalá que haya quedado algo de lo que dije para que podamos hablar.
Público: Quería preguntarle a Jorge Alemán, cuando hablaba de cómo Freud trató la ley,
si se puede pensar un fetichismo de la ley para este autor.
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Jorge Alemán: La expresión me parece buena porque, sí, efectivamente fetichismo de la
ley, nos puede dar a entender la importancia excepcional que se le dio a la ley. Creo que, lo
que sí percibimos todos es, que hubo una estética de la ley.
Por ejemplo, arquitectónicamente durante la Modernidad, cuando más tomó forma la idea
de que los dioses no intervenían en la vida social y por lo tanto la ley, en el sentido no de la
ley divina sino, la ley de la sociedad que era la que tenía que regular la vida; las escuelas,
los ministerios, los hospitales, las iglesias, eran santuarios de la ley. Es decir, uno entraba a
un ayuntamiento, a un colegio, a un hospital y en la propia arquitectura veía traducida
materialmente la presencia de la ley.
Usted dice fetichismo, efectivamente, uno entraba y decía esto no se parece a mi casa,
estoy entrando, cruzo el umbral de algo en donde la ley muestra su recinto, su ámbito. Fue
muy propio, ya les digo, de un tiempo histórico en donde ya aunque seguía habiendo dioses
se produjo lo que se llama la secularización propia de la Modernidad. Es decir, la idea de
que la sociedad tiene que regularse desde sus propias posibilidades simbólicas otorgadas
por la ley.
Lo que Freud anticipó es lo que ahora los sociólogos llaman el declive del programa
institucional. Es decir, han perdido su aura esas instituciones, no su poder; es más
paradójicamente tal vez cuanto menos de esto habla en Roma, cuanto menos legitimidad
tienen por ahí, más poder tienden a ejercer. Pero, ahora los médicos pueden en cualquier
momento acusar a los enfermos, los enfermos acusar a los médicos; los maestros acusan a
los alumnos, los alumnos a los maestros. Todas son corporaciones que han asumido una
coloración sádica, superyoica, donde a ver quién gana primero echándole la culpa al otro.
Es decir, es como si Freud hubiera dicho: en esa estética de la ley está metido el gusano del
superyó que tarde o temprano.
Entonces, ¿cuál fue la confusión para mí, propia de esta época? Claro, la posmodenidad
ha desaparecido, el padre, las autoridades, la ley perdió su aura simbólica, han declinado
las éticas del sacrificio. Todo esto descriptivamente es cierto pero no se percibe claramente
si no se añade que ha aumentado el poder del superyó. No estamos viviendo una época
donde ha declinado el superyó. Han declinado las autoridades simbólicas, por lo tanto el
superyó –según Freud– es más intenso, más mortífero y de condiciones más difíciles de
regular que nunca; incluso ya a escala mundial, por ahí, está la posibilidad de que el planeta
mismo quede afectado seriamente por muchas de las cosas que tienen que ver con todo
esto.
Entonces sí, hubo fetichismo de la ley en el sentido de que se la trascendentalizó, se le
dio la clave. Como le digo, hubo una estética de la ley. Y todavía está presente porque
cuando uno va a un ayuntamiento, a un hospital, aunque ya se empiezan a ver estos
declives: colegios que se parecen a supermercados, supermercados que se parecen a
ayuntamientos, ayuntamientos que se parecen al shopping, shopping que incluye el
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ayuntamiento y el colegio. Pero esto no quiere decir que el poder superyoico de eso haya
cesado.
Público: Museos, porque hay un shopping que tiene museo de los niños.
Jorge Alemán: Museos, por supuesto. Claro y hay muchos museos que ya toman esta
forma...
Público: En las instituciones psicoanalíticas ¿cómo pega esto?
Jorge Alemán: Bueno, las instituciones psicoanalíticas también corren peligro porque el
psicoanálisis siempre va a estar admitido como aporte cultural, Freud y lo importante de su
teoría, el aporte, la literatura cambió, cambió el cine. Esto cada vez que hay centenarios o
150 centenarios, se dice.
Lo propio de la práctica psicoanalítica que inauguró Freud fue –pido disculpas por decirlo
en esta facultad– un conflicto de las facultades. Es decir, Freud podría haber hecho una
carrera universitaria, no lo hizo y pensó que se podían producir psicoanalistas no según la
ley del Estado. Si esto no puede seguir ocurriendo, no hay más psicoanálisis a mi juicio. Es
decir, habrá personas que escriban cosas apasionantes sobre Freud, habrá personas que
escriban cosas apasionantes sobre Lacan. Pero antes cuando se dijo estudiar psicoanálisis
evidentemente, por supuesto que no puede ser invalidando el aparato universitario. Una
sociedad que no dispone de universidades está realmente en una situación de
irresponsabilidad.
Ahora, el psicoanálisis es una de esas disciplinas –comparadas por Lacan con las
escuelas antiguas– donde es para toda la vida. Se debe estudiar toda la vida; por eso Lacan
la comparó con las escuelas estoicas donde la formación es permanente. Nos gana, la vida
es poca, lo que nos queda por delante tiene este acento superyoico. Por supuesto uno
nunca sabe hasta dónde sabe o no de psicoanálisis.
¿Qué quiere decir que se sabe mucho de psicoanálisis? ¿Se puede decir es un
especialista en psicoanálisis, es un gran especialista? No sé. A mí, cuando a veces en
España me han presentado así: un especialista en la obra de Lacan; Lacan para mí es una
cosa que está cambiando y que sustrae y lo que yo durante años entendí después ya no lo
he entendido de la misma manera. Todo esto el psicoanálisis tendría que permitir que exista
y por supuesto que el régimen de saber y de circulación del saber de las sociedades
actuales, no está bien dispuesto a que esto exista de este modo.
Es decir, en el psicoanálisis es muy importante que haya psiquiatras, neurólogos,
psicólogos, pero también es importante que cada tanto, no de forma sistemática, pueda
surgir en el propio psicoanálisis alguien que tenga el deseo de practicarlo, porque se han
subordinado a exigencias muy grandes como son las exigencias de una escuela.
Entonces, la propia metáfora de Lacan sobre el santo, que era una metáfora laica –Lacan
no habló nunca del santo en un sentido religioso– era seguir insistiendo con el proyecto de
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una escuela que se autorizara ella misma. Eso es una santidad, en cierta forma subversiva,
porque no está bajo las condiciones.
Quiero decirle, cuando se produzcan psicoanalistas como se producen ingenieros,
abogados, cuando se produzcan a los psicoanalistas como se producen a los ingenieros y a
los abogados, esos ya no van a ser psicoanalistas. Veremos qué ocurre, qué será. Pero no
van a ser los psicoanalistas en los que pensó Freud y Lacan. Es grave el tema.
Osvaldo Delgado: Dos cuestiones que me gustaría que puedas desarrollar un poco.
Una, es con relación a la cuestión de lo que trabajás en tu libro Existencia y sujeto, respecto
a la articulación entre el proceso de deconstrucción que realiza Freud y que realiza
Heidegger con relación a la cuestión de la existencia.
Planteas, en “El legado freudiano” una cuestión muy importante. Decís: “Esto es un
principio de explotación esclarecido por el psicoanálisis tan importante como la moderna
extracción de plusvalía –hablas de la explotación–, de lo que se despoja a las multitudes es
de la posibilidad de hacer la experiencia inconsciente del vacío de la cosa que el superyó
colma con su circularidad pulsional”
¿Cuáles son las condiciones de hacer posible esta experiencia del inconsciente? En la
medida en que, efectivamente, el proceso de deconstrucción que realiza Freud, que lo
ponés en relación con la existencia, tal como plantea Heidegger en la “Analítica existencial”,
esa existencia no es sin la culpa y sin la deuda y sin la voz de la conciencia –como dato
primero. Incluso, diferenciado de una deuda y una culpa, previa a toda dimensión de la
obligación, la responsabilidad o sea, que no tendría los elementos propios con los que Freud
inviste al superyó.
¿Cuál sería el estatuto de esta deuda y esta culpa que sostienen, sin ella no podemos
hablar de existencia tal como lo formula Heidegger? ¿Cuál sería el estatuto, en relación con
lo que planteas, respecto a las condiciones de posibilidad de hacer la experiencia del
inconsciente, tanto el vacío de la cosa? Esa sería una cuestión.
La otra cuestión, es respecto a la cuestión del amor. Lo planteabas respecto a lo que se
le otorga como en compensación a los sujetos por la renuncia pulsional, son las condiciones
del amor. Y, efectivamente, ubicás dos cosas, como aparece, en principio, en Lacan en El
Seminario 20. Lacan plantea –siguiendo a Freud, aunque no lo diga explícitamente– el
amor narcisista y el amor que apunta al sujeto como dos modalidades. Vos lo planteabas
como dos cuestiones distintas. Efectivamente, en El Seminario 20 lo encontramos
claramente establecido, y la diferencia que establece Freud mismo cuando se refiere a las
dos teorías del amor que abrió en “Psicología de las masas”: ¿cuál sería, en este sentido,
las condiciones diferenciales de las dos fórmulas que plantea Lacan del amor, a las cuales
te referis: el narcisista y el que apunta al sujeto? ¿Qué relación tiene esto efectivamente con
lo que va a plantear Deleuze como la respuesta rizomática a lo que nosotros podríamos
llamar no hay relación sexual?
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Jorge Alemán: En la construcción de Osvaldo hay muchos temas, eso exigiría todo un
seminario. Es verdaderamente pertinente la pregunta y la construcción.
A ver, por ejemplo, si ustedes están interesados en Heidegger, en algún momento de
vuestras vidas, en 1927 escribió un texto El ser y el tiempo, un gran trabajo.
Esto, por supuesto, no perdona su infamia, su canallada política de haberse adscrito en la
época del nazismo como rector, pero es un texto culminante del siglo XX.
Heidegger llegó a atisbar esto: la existencia está arrojada al mundo (lo voy a simplificar)
porque no está fundamentado por qué uno está en el mundo y, por lo tanto es de entrada
deudor y culpable. Antes de organizar cualquier lío, hacer cualquier macana, contraer
cualquier deuda, realizar algún acto que sea susceptible de castigo, ya está en la deuda y
en la culpa constitutivamente porque no puede ni el amor de sus padres, ni el legado de la
comunidad, ni la herencia que le antecede, explican por qué esta ahí. El ser-ahí, no tiene
justificación. Está arrojado sin fundamento. Esto para Heidegger no es negativo, al revés,
para Heidegger comprender esto es comprender las propias posibilidades de uno. Es decir,
cuando uno capta esto es cuando uno empieza a entender que uno es irrepetible, que uno
es precisamente alguien que no puede ser intercambiado por otro. Es decir, esto que la
autoayuda vería como negativo decir: no tengo sentido, no tengo justificación; para
Heidegger es al revés. Es la manera de empezar a preparar, después sigue en la serie la
angustia, después el ser-para-la-muerte, la obra de arte, son todas situaciones límites en las
que la existencia por fin se encuentra con sus propias posibilidades.
Sin esas situaciones límites, si se cree que está en ella misma y está en su casa y no le
debe nada a nadie y está cerrada sobre sí misma, está muerta. No tiene nada.
La existencia está dividida, Heidegger mismo tacha a la palabra existencia, igual que
Lacan al sujeto, porque está de entrada en falta, sin fundamento. Así que hay una captación
absolutamente equivalente de la existencia por parte de Heidegger y de lo que Lacan va a
hacer con su sujeto divido. Es decir, alguien que no encuentra desde sí mismo su propio
fundamento. La falta en ser de Lacan, es una lectura de la falta de fundamento, del estar
arrojado, de Heidegger.
Ahora, lo que no percibió en todo caso Heidegger, por eso es interesante hacerlo hablar
con Freud es que, Heidegger vio muy bien esto de la deuda y la falta como posibilidades de
iniciar un paso hacia otra posibilidad de la existencia. Es decir, vio la deuda y la culpa como
el camino para que la existencia se encontrara con su propia finitud y por lo tanto su propia
singularidad, su propio proyecto; pero no tuvo en cuenta el todo el problema pulsional de la
deuda y de la culpa, el aspecto mortificante.
Por ejemplo, ahora me viene “El yo y el ello” de Freud, una distinción clínica de Freud,
que trabajé bastante en mi seminario bastante. Freud ahí nos está hablando de la condición
humana, no sólo de la psicopatología. Dice: en el neurótico obsesivo, el superyó es muy
severo con él, porque la relación en el neurótico obsesivo hay una serie de restos
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pulsionales –lo que hablábamos antes– que coexisten con el yo del obsesivo y por lo tanto,
cada tanto, el superyó le hace sentir al obsesivo su deuda, su culpa. Él se porta cada vez
mejor, él es cada vez más voluntarioso, él se permite cada vez menos cualquier tipo de
placer, él arruina sus días de fiesta, estropea sus vacaciones; hace todas las posibles cosas
que se hacen en la neurosis para tener al superyó supuestamente contento.
El superyó es gociferante –neologismo de Lacan–, es decir, es una voz que dice más y
más y más. Es decir, que más renuncia el sujeto a su bienestar el superyó cada vez le pide
más y le exige más. Pero con el neurótico obsesivo hay todavía posibilidades de maniobra,
porque el yo no está del todo contaminado, dice Freud, por los restos pulsionales.
El melancólico en cambio, para Freud, es aquel sujeto donde la libido ha capturado al yo,
entonces ahí el superyó, ahí no hay tu tía. Ahí el superyó desata toda la ira sobre el sujeto;
entonces el melancólico llega a sentir que es indigno del bien. Es decir, traduce lo que
Heidegger llama estar arrojado, con no valgo nada.
Lo que Heidegger hubiera considerado que es el camino a darme mi propia singularidad,
el melancólico lo transforma en: no valgo nada.
El desperdicio, efectivamente Lacan en uno de sus seminario –El Seminario 11– hace
una diferencia que me parece crucial entre el resto y la escoria. No es lo mismo que yo diga:
yo no estaré jamás incluido entre ustedes porque me considero distinto, soy el resto que
ustedes han dejado afuera para que ustedes se constituyan a; me han abandonado, no he
sido merecedor de ustedes, soy la escoria que ha caído, el desperdicio que se ha perdido
para que ustedes formen un conjunto.
¿De qué depende que me considere el resto heterogéneo que ustedes tenían que dejar
afuera para constituirse, a la escoria? No es fácil esta respuesta. Freud tenía una respuesta.
Si uno estudia sus meditaciones sobre “El yo y el ello”, introduce un poco el tema del amor,
Freud decía: si uno no se hace amar por el superyó, va mal la cosa.
Es decir, para Freud la cura analítica finalmente es rescribir el contrato con el superyó,
pero no es rescribirlo del modo desde la ley, desde el fetichismo de la ley. Es una reescritura
que forma parte de la invención de cada uno y claro, es una reescritura que no se puede
declarar, ni enunciar, porque los filósofos contemporáneos tipo Baltimo dicen: queremos un
dios bueno que no sea el de los siervos sino, el que quiera
amigos. Derrida dice: la
hospitalidad, la apertura, la bienvenida. Están todos pidiéndole al superyó que afloje, que
afloje la tenaza de una buena vez. Pero cuando al superyó más se le pide que afloje, más
aprieta. Freud diría qué ingenua la filosofía que me continuó que sigue todavía... Son todas
coartadas espirituales frente a una imploración a algo que se alimenta de esa misma
imploración.
Entonces, esto hace pensar que el reconocimiento, como lo decía Lacan al principio de
su enseñanza, es muy importante. Es decir, el sujeto tiene que ser reconocido. Las
condiciones que comienzan, las condiciones para que esta reescritura del superyó, de la
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relación con el superyó, esta reescritura del contrato con el superyó se den, es que el sujeto
pueda de algún modo ser reconocido.
Ahora, reconocer a un sujeto no es lo mismo que satisfacer sus caprichos. Muchas veces
se satisfacen los caprichos para no dar el reconocimiento. Hay un misterio en el
reconocimiento, el sujeto sin el reconocimiento no puede vivir. Ese es el problema
precisamente político de sociedades que cada vez disponen de menos recursos para
reconocerle a la gente lo que está haciendo.
No es lo mismo que satisfacer narcisísticamente, así como hay un delgado hilo que
separa a la escoria, resto de la cuestión de la causa o el desperdicio. Fíjense, un delgado
hilo justamente en términos que serían totalmente antieconómicos, la causa del deseo y el
desperdicio. Es increíble que sea un hilo tan fino el que separe estas dos cosas.
Lo mismo pasa con la satisfacción narcisística y el reconocimiento, es muy difícil captar la
distancia que hay entre la satisfacción narcisista y la satisfacción del reconocimiento. Es un
momento hegeliano de Lacan pero yo lo considero muy importante, porque si no se le
concede al sujeto ese reconocimiento es como que las condiciones para esa reescritura del
superyó, no están dadas. Podemos terminar... me quedé pensando en algo.
Quiero darle por supuesto muchas gracias a todos ustedes, a los que han venido.
Muchísimas gracias a Osvaldo, a Pilar y a Mario, que me han dado esta posibilidad.
Pero, lo que me quedé pensando. Lo del resto y la escoria, no hay forma de salir.
Es decir, a uno le toca ser escoria muchísimas veces y le toca también la posibilidad, a
veces, de estar en el lugar de ese resto fecundo que causa el deseo. Es decir, no hay
ningún modo a priori de decir voy a ser. No, no.
Por ejemplo, cuando me tuve que ir de este país, estaba convencido de que habíamos
caído en desgracia y que no valíamos absolutamente nada y que lo que a partir de nuestra
vida en otro lugar sucediera, no contaba en absoluto con esto. Es decir, no iba nunca más
incluso a volverse a encontrar con todo esto. Así que paciencia, coraje.
Lo que hay que tener es la disponibilidad. Lo que no hay que identificarse es a lo que en
ese momento se pierde, para poder tener la disponibilidad de que si la mano cambia, uno
pueda aprovechar el cambio. Si uno se identifica a lo perdido entonces sí que no tenemos
esta posibilidad de apertura. Porque claro, muchas veces no decidimos nosotros si vamos a
estar... es decir, de golpe hay algo que nos tira por la ventana. No podemos decidir si somos
la causa del deseo. No, nos han tirado por la ventana. El asunto es que así, incluso ahí, uno
pueda decir: bueno, pero no me identifico a esto.
Perdón, pero esta era la cosa que no quería dejar de transmitir. Gracias.
Bibliografía citada
Alemán, J., El porvenir del inconsciente. filosofía, política, época del psicoanálisis,
Buenos Aires: Grama ediciones, 2006.
19
Alemán, J. y Larriera, S., Existencia y sujeto.
Delgado, O., La subversión freudiana y sus consecuencias, Buenos Aires: JVE ediciones,
2005.
--------------, El lugar del analista en la dirección de la cura: el goce y el cuerpo, Buenos
Aires: Grama ediciones, 2006
Freud, S. (1910), “El porvenir (las perspectivas futuras) de la terapia psicoanalítica”, en:
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Amorrortu editores.
-------------- (1920), “Más allá del principio de placer”, en: Obras completas, tomo XVIII,
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-------------- (1921), “Psicología de las masas y análisis del yo”, en: Obras completas, tomo
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-------------- (1923), “El yo y el ello”, en: Obras completas, tomo XIX, Buenos Aires:
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-------------- (1924), “El problema económico del masoquismo”, en: Obras completas, tomo
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-------------- (1927), “El porvenir de una ilusión”, en: Obras completas, tomo XXI, Buenos
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-------------- (1930 /1929/), “El malestar en la cultura”, en: Obras completas, tomo XXI,
Buenos Aires: Amorrortu editores.
Heidegger, M., El ser y el tiempo, México: Fondo de Cultura Económica, 2003.
Lacan, J. (1972-1973), El Seminario 20: Aún, Buenos Aires: Paidós.
-------------- (1964), El Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del
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Deleuze, G. y Guattari, F. Rizoma, México: Ediciones Coyacán
Miller, J.-A., La erótica del tiempo y otros textos, Buenos Aires: Tres haches, 2001
20
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