Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 INTERPRETACIÓN DEL HEPATOGRAMA Las enfermedades del hígado tienen una presentación clínica muy variable. En ocasiones, las menos frecuentes, el paciente concurre a la consulta médica por síntomas o signos característicos o altamente sugestivos de afecciones hepáticas como coluria, prurito, hepatomegalia o ascitis, entre muchas otras. En estos casos, los hallazgos del hepatograma permiten establecer que el paciente es portador de una hepatopatía y de acuerdo al tipo de alteración bioquímica, generar una hipótesis etiológica que deberá ser confirmada con otros estudios. Un segundo grupo de pacientes consulta por síntomas inespecíficos como trastornos digestivos o molestias en el hipocondrio derecho que, por creencias más populares que científicas, se adjudican al hígado. En estos casos, el hallazgo de un hepatograma normal permite descartar la presencia de enfermedad hepática y orientar el estudio hacia patologías funcionales a anatómicas de otros órganos o sistemas. La mayoría de las hepatopatías agudas o crónicas son asintomáticas y se descubren incidentalmente cuando se solicita un hepatograma como parte de una rutina de control o durante una evaluación prequirúrgica. Sin embargo, la ausencia de síntomas o signos no es sinónimo de enfermedad leve. El ejemplo más relevante es la infección crónica por el virus de la hepatitis C (VHC) que frecuentemente es descubierta en estadíos avanzados de enfermedad como cirrosis descompensada o carcinoma hepatocelular. Si bien las anormalidades bioquímicas son de gran utilidad para sospechar o aún confirmar la presencia de enfermedad hepática, carecen de suficiente sensibilidad y especificidad. En ocasiones, pacientes con hepatopatías crónicas demostradas por biopsia presentan hepatogramas reiteradamente normales, siendo los mejores ejemplos la infección crónica por VHC y las esteatosis o esteatohepatitis no alcohólicas. La falta de especificidad es reflejada por el hallazgo de alteraciones bioquímicas similares en enfermedades de patogenia muy diversa como por ejemplo el incremento marcado de transaminasas en pacientes con hepatitis virales o insuficiencia cardíaca. Además, pacientes con elevación crónica o intermitente de las enzimas hepáticas pueden tener histología normal. Por último, hasta un 2.5% de pacientes sanos tienen niveles anormales de transaminasas. A pesar de las limitaciones descriptas, el hepatograma incluye un conjunto de pruebas que, interpretadas en forma conjunta con la anamnesis y el examen físico permite generar una hipótesis diagnóstica inicial que deberá ser confirmada o refutada con estudios más específicos y complejos (marcadores virales, inmunológicos y metabólicos), estudios por imágenes y procedimientos invasivos como la biopsia hepática o la colangiografía endoscópica. Página 1 de 6 Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 La mayoría de los errores en hepatología dependen de una interpretación equivocada del hepatograma que lleva al médico a solicitar estudios caros y de alta complejidad sin haber generado previamente una hipótesis inicial. El hepatograma incluye una serie de pruebas cuyo significado clínico es muy diferente. Conceptualmente, las alteraciones del hepatograma pueden dividirse en: 1) Hiperbilirrubinemia 2) Patrón de lesión hepatocelular o necrosis: incremento de aspartato aminotransferasa (AST) o transaminasa glutámico oxalacética (TGO), alanina aminotransferasa (ALT) o transaminasa glutámico pirúvica (TGP) y deshidrogenasa láctica (LDH) 3) Patrón de lesión biliar o colestasis: incremento de fosfatasa alcalina (FAL), gamma glutamil transpeptidasa (GGT) o 5’ nucleotidasa (5’-NT) 4) Patrón mixto: incremento combinado de enzimas de necrosis y colestasis 5) Pruebas de función hepática: tiempo de protrombina (TP), factor V, albúmina, colinesterasa y colesterol Hiperbilirrubinemia En condiciones normales, la bilirrubina sérica se encuentra en concentraciones inferiores a 1,2 mg/dL, como resultado del equilibrio entre su producción y su excreción hepatobiliar. El incremento de la bilirrubina puede ocurrir en forma aislada o, más frecuentemente, asociado a elevación de enzimas de necrosis o colestasis. La hiperbilirrubinemia aislada es frecuentemente no conjugada como ocurre en las hemólisis, la cirrosis avanzada con disminución de la captación del pigmento o defectos hereditarios como los síndromes de Gilbert y Crigler Najar. En otros trastornos del metabolismo de la bilirrubina como la enfermedad de Dubin Jonson o Rotor predomina la elevación aislada de la fracción directa o conjugada. El significado clínico de la hiperbilirrubinemia es muy diferente en las enfermedades hepatocelulares o colestásicas. En las primeras, el incremento de bilirrubina refleja una disminución de la masa funcional hepática, habitualmente expresada por coagulopatía. Por el contrario, el determinante mayor de la hiperbilirrubinemia en las enfermedades colestásicas es la ductopenia, que por ser una anomalía del espacio porta, no cursa con insuficiencia hepatocelular hasta los estadíos avanzados. La ictericia es más frecuente en las colestasis agudas y severas, mientras que la mayoría de las colestasis crónicas cursan sin ictericia. En algunas enfermedades, en su mayoría sistémicas, existe un incremento desproporcionado de la bilirrubina en relación al grado de elevación enzimática. Los mejores ejemplos de esa bilirrubinoestasis son la sepsis y la congestión hepática severa por patologías que comprometen el corazón derecho como las pericarditis constrictivas o valvulopatías tricuspídeas Página 2 de 6 Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 Patrón de lesión hepatocelular Las transaminasas incluyen la ALT (TGP) y la AST (TGO). Estas enzimas que se encuentran en cantidades elevadas dentro del hepatocito, catalizan la transferencia de grupos amino desde sus respectivos aminoácidos al ácido cetoglutárico produciendo ácido oxalacético y ácido pirúvico. Son detectables en suero en concentraciones menores a 50-60 UI/L, como resultado del normal recambio y regeneración celular. La TGP es una enzima citoplasmática, mientras que la TGO se encuentra tanto en el citoplasma como en la mitocondria. Las transaminasas aumentan en suero como consecuencia de la filtración por injuria de la mebrana celular, apoptosis o necrosis hepatocelular. En la mayoría de las enfermedades hepáticas, la relación TGO/TGP es igual o menor a 1, mientras que una relación mayor que 2 con niveles de TGO menores a 300 UI/L es altamente sugestiva de enfermedad hepática alcohólica. La TGP es relativamente específica del hígado, mientras que la TGO se encuentra también en el corazón, músculo esquelético, riñones, cerebro, páncreas y eritrocitos. Por lo tanto, aumentos aislados de la TGO obligan a descartar su origen extra hepático, particularmente lesiones miocárdicas o miopatías. La vida media de la TGP es de 47 10 horas, de la TGO 17 5 horas y 87 horas para su fracción mitocondrial. El aumento marcado de las transaminasas (>500 UI/L) debe hacer pensar en una enfermedad hepática aguda. Los valores más elevados suelen observarse en las hepatitis agudas virales, la isquemia por caída brusca y sostenida del volumen minuto y en la hepatotoxicidad por fármacos como el paracetamol. En estos casos predomina el pico de TGO por su alta concentración a nivel de la zona 3 acinar. La magnitud del pico de TGP en las hepatitis agudas depende el intervalo entre el inicio de la enfermedad y la realización del hepatograma. Cuando un paciente con hepatitis aguda es estudiado tardíamente, la TGP puede estar discretamente elevada o incluso normal. En las hepatitis fulminantes, las transaminasas pueden disminuir rápidamente debido a la ausencia de hepatocitos viables lo que se denomina “agotamiento enzimático”. En estos casos el diagnóstico no suele ser dificultoso debido a la presencia de hiperbilirrubinemia con coagulopatía severa y encefalopatía. Por otro lado, hepatopatías crónicas que cursan con brotes de exacerbación pueden presentarse con un cuadro clínico indistinguible de una hepatitis aguda. Los mejores ejemplos son la hepatitis autoinmune, la infección crónica por el virus de la hepatitis B (VHB) y la enfermedad de Wilson. El enclavamiento agudo de un cálculo coledociano puede producir un incremento marcado de las transaminasas y por lo tanto generar un diagnóstico erróneo de hepatitis aguda. La presencia de dolor en hipocondrio derecho con elevación de FAL y amilasa, el descenso brusco y rápido de la TGP (48 horas) y los hallazgos ecográficos son habitualmente suficientes para aclarar el diagnóstico de patología biliar. La hepatitis crónica se define por el incremento de las transaminasas por más de 6 meses, habitualmente con valores inferiores a 300 UI/L. Si bien este Página 3 de 6 Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 intervalo fue definido para la indicación de la biopsia hepática, es importante recordar que algunas hepatitis de evolución prolongada normalizan la TGP entre los 6 y 12 meses de evolución. En el momento actual, la infección por VHC y la esteatosis son las causas más comunes de elevación crónica de las transaminasas, con una relación de TGO/ TGP mayor a 1. Sin embargo, el diagnóstico diferencial debe incluir una larga lista de etiologías menos frecuentes como la hepatitis B, hepatitis autoinmune, hepatotoxicidad por alcohol o drogas y enfermedades metabólicas como la hemocromatosis, la enfermedad de Wilson y la deficiencia de alfa-1-antitripsina. Algunas enfermedades extrahepáticas como el hipertiroidismo o la enfermedad celíaca pueden presentar incremento crónico de las transaminasas con hallazgos histológicos inespecíficos. La utilidad clínica de la LDH se encuentra limitada por su falta de especificidad debida a su amplia distribución tisular (músculo esquelético y cardíaco, eritrocitos, cerebro, riñón e hígado). Su aumento marcado y transitorio es característico de la hepatitis isquémica, con un cociente TGP/ LDH menor a 1. Por el contrario, el incremento sostenido de la LDH, acompañado de elevación de la FAL sugiere infiltración maligna del hígado Patrón de colestasis La FAL representa un grupo de enzimas que hidrolizan los ésteres de fosfato orgánico en medio alcalino y está presente en múltiples tejidos (intestino, riñones, placenta, leucocitos y diversas neoplasias), sobretodo cuando existe estimulación metabólica como en la adolescencia y embarazo. Sus principales fuentes son el hígado y el hueso. En el hígado, la FAL se encuentra en la región apical, canalicular de la membrana basal de los hepatocitos y en las células de los ductos biliares. La elevación de la FAL por enfermedad hepática es consecuencia del aumento en su producción y liberación desde las células dañadas. El aumento de la FAL requiere la síntesis de enzima nueva y su vida media es de 1 semana, por lo que puede no aumentar hasta 1 o 2 días después de una obstrucción biliar aguda y por otro lado permanecer elevada durante varios días después de su resolución. La 5’-NT, al igual que la FAL, se halla en otros tejidos a pesar de lo cual se la considera un marcador relativamente específico de colestasis e injuria ductal. La GGT es una enzima microsómica, inducible por el alcohol y algunos fármacos (anticonvulsivantes y warfarina). Se encuentra en muchos tejidos además del hígado (riñones, páncreas, bazo, corazón, pulmones y cerebro) por lo que carece de especificidad. Una relación GGT/ FAL mayor a 2,5 es altamente sugestiva de alcoholismo. Su vida media es de 7 a 10 días, alcanzando hasta 28 días en la injuria hepática asociada al alcohol, sugiriendo alteración del clearance. Más de la mitad de los pacientes con esteato hepatitis no alcohólica presentan niveles de GGT por 2 o 3 Página 4 de 6 Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 veces el valor normal. Su incremento en pacientes con enfermedad hepática crónica se asocia a daño ductal y fibrosis. La GGT es inhibida por los estrógenos por lo que carece de valor para el diagnóstico de la colestasis gravídica, la hepatotoxicidad por anovulatorios y algunas colestasis crónicas de la infancia. Es importante tener en cuenta que en pacientes con diabetes, hipertiroidismo, artritis reumatoidea y enfermedad pulmonar obstructiva pueden encontrarse elevaciones de la GGT de causa no bien aclarada. Por tal motivo, las elevaciones aisladas de ésta enzima en ausencia de otros hallazgos son totalmente inespecíficas, lo que limita su uso como prueba de screening. La primer conducta frente a un paciente con elevación de la FAL es confirmar su origen hepático mediante la determinación de otras enzimas de colestasis como la 5’NT o la GGT. Un gran número de enfermedades hepatobiliares pueden presentarse con un incremento aislado o predominante de la FAL en presencia o ausencia de síntomas de colestasis como el prurito. La ecografía permite detectar en la mayoría de los casos las patologías y el síndrome de masa ocupante. La presencia de enfermedad inflamatoria intestinal u otras enfermedades extrahepáticas de estirpe autoinmune, junto con la positividad de los anticuerpos anti-mitocondriales orientan rápidamente hacia el diagnóstico de colestasis crónicas como la cirrosis biliar primaria (CBP) y la colangitis esclerosante primaria (CEP). La injuria hepática inducida por drogas (anti-hipertensivos, estrógenos) también puede presentarse con un patrón colestásico, con un cociente TGP/ FAL menor a 2. La biopsia hepática es el recurso de mayor utilidad para el diagnóstico de otras causas de elevación de la FAL como colestasis intrahepáticas agudas o crónicas, granulomatosis, amiloidosis o infiltraciones malignas del hígado como ocurre frecuentemente en los linfomas. En las patologías biliares sin expresión ecográfica, la colangiografía por resonancia o por vía endoscópica es un recurso valioso para confirmar la etiología de la elevación de la FAL cuando la biopsia hepática no es característica. Patrón mixto Algunas enfermedades hepáticas pueden presentarse con una elevación de similar magnitud de las enzimas hepatocelulares y canaliculares. En líneas generales, es más frecuente encontrar incremento de las transaminasas en enfermedades colestásicas que elevación de la FAL en enfermedades hepatocelulares. En estos casos la interpretación de las pruebas de laboratorio es más dificultosa por lo que deben jerarquizarse otros hallazgos de la anamnesis y el examen físico para generar la mejor estrategia diagnóstica. El patrón enzimático mixto es un hallazgo frecuente en las lesiones hepáticas por fármacos. Deben considerarse también los llamados síndromes de superposición siendo los más frecuentes la asociación de hepatitis autoinmune (HAI) con CBP o CEP. Página 5 de 6 Dra. Carla Bianchi – mayo 2011 Pruebas de función hepática El hígado desempeña un rol muy importante en la hemostasis ya que sintetiza casi todos los factores de la coagulación excepto el factor VIII, que es de origen endotelial. El tiempo de protrombina (TP) es un indicador confiable del defecto de síntesis hepática, ya que mide la actividad de varios factores de coagulación (I, II, V, VII y X). Algunos de esos factores son activados por la vitamina K (II, VII IX y X) por lo cuál, ante un descenso del TP, debe descartarse la deficiencia de esta vitamina (por colestasis, malabsorción o deficiencia nutricional) antes de atribuir su causa a la enfermedad hepática subyacente. Otra causa de prolongación del TP es la coagulopatía por consumo en la cuál el factor VIII también está disminuído, siendo normal en la enfermedad hepática. En consecuencia, el TP puede estar disminuido tanto en la disfunción hepatocelular como en la colestasis crónica con malabsorción de grasas y deficiencia de vitamina K. La corrección del TP mediante la administración de vitamina K por vía parenteral permite aclarar el diagnóstico. El dosaje de factor V, no dependiente de vitamina K es también de utilidad para confirmar o descartar el diagnóstico de insuficiencia hepática. La vida media del complejo protrombínico es de alrededor de 48 horas por lo que esta prueba rápida y técnicamente sencilla es el recurso más valioso y práctico para el diagnóstico y seguimiento de los pacientes con hepatitis agudas severas de cualquier etiología. La albúmina es también sintetizada por los hepatocitos, por lo que una disminución en sus niveles séricos por debajo de 3 mg/dl traduce enfermedad parenquimatosa hepática. Otras causas de hipoalbuminemia incluyen la enteropatía perdedora de proteínas, la nefrosis y la malnutrición. Su vida media es de aproximadamente 20 días, por lo que no es útil para evaluar el compromiso de la función de síntesis en las enfermedades hepáticas agudas. Sin embargo, la medición de la albúmina sérica permite evaluar la severidad de la cirrosis hepática. El colesterol se incrementa en las colestasis crónicas y disminuye cuando existe insuficiencia hepatocelular. Sin embargo, al igual que la albúmina, es un marcador menos confiable ya que existen numerosas causas extrahepáticas de hipocolesterolemia como el ayuno, la desnutrición y especialmente la sepsis. La seudo colinesterasa tiene una vida media de alrededor de 10-13 días, intermedia entre el TP y la albúmina, por lo que es un marcador útil de insuficiencia hepatocelular subaguda y crónica. Si bien la disminución de las pruebas que miden función hepática es habitualmente concordante, es frecuente encontrar hipoalbuminemia con TP normal y viceversa. Las alteraciones del enzimograma hepático constituyen actualmente uno de los problemas más comunes en nuestra práctica médica. Comprender la fisiopatología de las enzimas es esencial para interpretar correctamente la alteración y llegar a un planteo diagnóstico coherente de acuerdo al patrón de alteración y el contexto clínico. Página 6 de 6