FICHA 2 – Sócrates: ignorancia y refutación

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FILOSOFÍA DE 4TO
PROFA. XIMENA KECHICHIAN - PROFA. SOFIA VELAZQUEZ SERRA
FICHA 2 – Sócrates: ignorancia y refutación
Para comprender mejor la crítica propia de la filosofía, conviene detenerse en un filósofo que la ejerció de
modo ejemplar: Sócrates.
Giro antropológico: Al hablar
de los primeros filósofos griegos
-Tales, Heráclito, Parménides,
Zenón- pudo observarse que
estos pensadores se ocupaban
en lo fundamental con el
problema de determinar cuál es
la realidad de las cosas, que se
ocupaban sobre todo por los
problemas
relativos
a
la
"naturaleza" o al "mundo", y no
propiamente por el hombre
como tal; por ello suele
denominarse cosmológico ese
primer período de la filosofía
griega
durante
el
cual
predominan
los
problemas
relativos al "cosmos" ( siglo VI y
primera mitad del V a.C) Pero
con el avance del siglo V a. C
toman
mayor
relieve
las
cuestiones
referentes al
hombre, a su conducta y al
Estado: así se habla de un
período
antropológico,
que
abarca la segunda mitad del
siglo V, y cuyas figuras
principales son los sofistas y
Sócrates. Carpio, Principios de Filosofía
Sócrates (470-399 a. de C.) era un filósofo griego que
enseñaba en las calles de Atenas, en Grecia, hace casi
veinticinco siglos. Su palabra se dirigía a los que se acercaban
a él en la plaza pública, en la calle. Él los inquietaba
haciéndoles comprender con genuina ironía y un verdadero
dominio de la palabra que sus certidumbres no soportaban
mucho tiempo el examen y la crítica. Tras haber frecuentado a
Sócrates y discutido con él, los individuos volvían
metamorfoseados: la filosofía les abría inmensas posibilidades
y cambiaba el curso de su existencia. (Onfray Michel. Antimanual
de Filosofía)
Sócrates no escribió nada, todo lo que nos ha llegado de él es
a través de otras personas. Uno de los testimonios más
importante es el de uno de sus discípulos: el filósofo Platón
(427-347 a. C). Él escribió muchas obras en forma de diálogo
donde Sócrates es el personaje principal. Esto ha generado un
gran lío para los filósofos a la hora de querer acercarse al
pensamiento socrático porque siempre queda la duda hasta
qué punto el que habla es Sócrates y no Platón.
Tal vez la razón de Sócrates para no dejar obras escritas fue la
importancia que le daba al diálogo en la enseñanza de la
filosofía. En uno de los diálogos socráticos escrito por Platón
Sócrates expresa que la escritura es “como la pintura, cuyas
imágenes están presentes ante nosotros como personas
vivas, pero que si las interrogamos callan majestuosamente;
así, el discurso escrito no sabe dar explicaciones, si
alguien las pide, ni defenderse por sí mismo, sino que
necesita siempre la intervención de su padre” ( Mondolfo.
Sócrates).
Este valor en el diálogo oral se puede ver en la insistencia
de Sócrates de conversar críticamente con quien se cruzará
en su camino, conducta que le trajo, de forma involuntaria, numerosos enemigos.
“En 399 a. de C. Sócrates fue acusado de “introducir nuevos dioses” y de “llevar a la juventud por caminos
equivocados”. Por una escasa mayoría, fue declarado culpable por un jurado de 500 miembros.
Seguramente podría haber suplicado clemencia. Al menos, podría haber salvado el pellejo si hubiera
accedido a abandonar Atenas. Pero si lo hubiera hecho, no habría sido Sócrates. El caso es que valoraba
su propia conciencia –y la verdad– más que su propia vida. Aseguró que había actuado por el bien del
Estado. Y, sin embargo, lo condenaron a muerte. Poco tiempo después, vació la copa de veneno en
presencia de sus amigos más íntimos. Luego cayó muerto al suelo. (Jostein Gaarder. El mundo de Sofía)
..Si Atenas hubiera sido una dictadura, si la muerte de Sócrates se hubiera debido al capricho de un tirano,
la cosa no tendría nada de sorprendente. Lo extraño es que Atenas era una democracia y, además, es el
modelo de referencia de lo que solemos entender por democracia. ¿Condenaríamos nosotros a muerte a
un viejo que anduviera por ahí preguntando qué es un zapato? Es cierto que Sócrates también
preguntaba, por ejemplo, qué es la virtud, pero eso es lo de menos. Lo importante es que lo único que
hacía era preguntar. ¿Qué tenía de especial la forma de preguntar de Sócrates? (…) ¿Por qué resultó
insoportable para la democracia ateniense? (Carlos Fernández Liria. Akal).
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Actividad.
1. Buscar en el diccionario la definición de antropología y explicar porque se habla de un giro antropológico
2. ¿Es posible que hoy en Uruguay se encarcele a alguien por cuestionar y preguntar? Fundamente su
respuesta.
A continuación daremos la obra platónica: La Apología de Sócrates, aquí Platón nos da su versión del
discurso que Sócrates pronunció como defensa, ante los tribunales atenienses en el juicio que fue
condenado a muerte.
Apología de Sócrates. Platón
… En efecto, atenienses, yo no he adquirido este renombre por otra razón que por cierta sabiduría. ¿Qué
sabiduría es esa? La que, tal vez, es sabiduría propia del hombre; pues en realidad es probable que yo
sea sabio respecto a ésta. (...) Las palabras que voy a decir no son mías, sino que voy a remitir al que las
dijo, digno de crédito para vosotros. De mi sabiduría, si hay alguna y cuál es, os voy a presentar como
testigo al dios que está en Delfos. En efecto, conocíais sin duda a Querefonte. Éste era amigo mío desde
la juventud y adepto al partido democrático. (...) Tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto: (...)
preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio.
(...)Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así: «¿Qué dice realmente el dios y qué indica en
enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué es lo que realmente dice al
afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo
confuso sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a regañadientes me incliné a una investigación del
oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna
parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: «Éste es más sabio que yo y tú decías
que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste -pues no necesito citarlo con su nombre, era un político
aquel con el que estuve indagando y dialogando- experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que
otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no
lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia
de ello, me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Al retirarme de allí razonaba a solas
que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor,
pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo
saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé
tampoco creo saberlo.
A continuación me encaminé hacia otro de los que parecían ser más sabios que aquél y saqué la misma
impresión, y también allí me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes.
(...) Tras los políticos me encaminé hacia los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los demás, en la
idea de que allí me encontraría manifiestamente más ignorante que aquellos. Así pues, tomando los
poemas suyos que me parecían mejor realizados, les iba preguntando qué querían decir, para, al mismo
tiempo, aprender yo también algo de ellos. (...) Así pues, también respecto a los poetas me di cuenta, en
poco tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de
inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En efecto, también éstos dicen muchas cosas
hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiración semejante me pareció a mí que
experimentaban también los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de que ellos, a causa de la poesía,
creían también ser sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo eran. Así pues, me alejé
también de allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los políticos.
En último lugar, me encaminé hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así decirlo, no sabía
nada, en cambio estaba seguro de que encontraría a éstos con muchos y bellos conocimientos. Y en esto
no me equivoqué, pues sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran más sabios que yo. Pero,
atenienses, me pareció a mí que también los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas:
por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio
también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría. De
modo que me preguntaba yo mismo, en nombre del oráculo, si preferiría estar así, como estoy, no siendo
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sabio en la sabiduría de aquellos ni ignorante en su ignorancia o tener estas dos cosas que ellos tienen.
Así pues, me contesté a mí mismo y al oráculo que era ventajoso para mí estar como estoy.
(...) Es la divinidad quien sin duda es sabia, y por medio del citado oráculo quiere significar que la
sabiduría humana es poco o nada lo que vale. Evidentemente, al hablar de Sócrates, al emplear mi
nombre, no hace sino presentarme como ejemplo. Es como si dijera: “Hombres, aquel de vosotros que,
como Sócrates, ha caído en la cuenta de que no vale nada en verdad en lo tocante a la sabiduría, es el
más sabio”
Actividad
1) ¿Cuál es el enigma?
2) ¿Qué hace Sócrates para resolver el enigma?
3) ¿A qué conclusión llega? ¿Por qué?
Sólo sé que no sé nada Sé que no sé. Si sé que no sé, entonces no sé. Pero también si sé que no sé,
entonces sé. Si sé que no sé nada, hay algo que sé, por lo tanto es falso que no sé nada, aunque es
justamente lo que se enuncia: hay algo que sé y es que no sé nada. El problema es la nada. Podríamos
decir que solo sabemos que todo lo que sabemos es parcial y que si definimos al saber como un tipo de
conocimiento definitivo, entonces en términos absolutos, solo sabemos una parte que así, no es nada. No
es nada porque si el saber para valer tiene que ser total, cualquier conocimiento intermedio o parcial tiene
que ver con el error o la apariencia que con la verdad.
Analizar desde las herramientas de la argumentación lógica el “solo sé que no sé nada” nos permite
comprender su carácter paradójico. La pregunta entonces se modifica y apunta ahora al carácter
paradójico de todo saber: ¿es una paradoja un tipo de dificultad que hace falta erradicar? (…) la frase “solo
sé que no sé nada” no tiene validez lógica ya que incurre en una contradicción. Es como decir “solo llueve
cuando no llueve”, y sin embargo en la acción del saber se juega algo más. Podríamos pensar que alguien
sepa que no sabe nada y que eso sea lo único que sabemos. En realidad, el ser humano podría definir su
relación con el saber de este modo: hay una única cosa de la que estamos seguros y es que frente a la
expectativa de saberlo todo, no sabemos nada. (…) “Solo sé que no sé nada” nos saca del pensamiento
dicotómico. Hace explotar al principio de no contradicción y nos invita a recorrer la cuestión del
conocimiento por fuera del dualismo que reduce todo a ignorancia o sabiduría. (Darío Sztajnszrajber. ¿Para
qué sirve la Filosofía?)
Sócrates no es un escéptico radical que niegue todo tipo de conocimiento, el sólo sé que no se nada no es
una renuncia al saber ni un capricho intelectual sino que es el comienzo de una búsqueda constante, que
se inicia con el auto-conocimiento.
“Conócete a ti mismo significa: adquiere conciencia de tu fin y de tus faltas reales; la primera de éstas, la
que impide toda enmienda espiritual, es la creencia de no tener faltas, esto es, falta de conocimiento de
sí mismo y de la verdad que se esconde bajo la ilusión y pretensión de sabiduría. Saber que no se sabe, es
decir, adquirir conciencia de los problemas y de las lagunas que escapan a la pretendida sabiduría: he ahí
el primer resultado del examen y conocimiento de sí mismo, primera sabiduría verdadera.…La conciencia
de su ignorancia representa para el hombre una verdadera sabiduría, en cuanto por ella su espíritu
se purifica del error; "en cambio —dice Sócrates en el Sofista platónico— me parece ver una especie de
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ignorancia que es la más grande y peligrosa y tiene por sí sola un volumen igual al de todas las
otras juntas". "¿Cuál es?" "La que no sabe y cree saber, pues origina todos los errores que
cometemos con nuestra inteligencia." (Mondolfo. Sócrates)
Actividad:
1) ¿Qué significa que el solo sé que no se nada es un mensaje paradójico?
2) Explica con tus palabras en qué consiste la sabiduría socrática
3) Relacionar la sabiduría socrática con la diferencia entre filósofo y sabio que plantea Jaspers (Ficha 1)
4) ¿Cuál es la ignorancia más peligrosa? Fundamente su respuesta.
Apología de Sócrates. Platón
Sócrates - …Veamos, sin embargo; dinos cómo dices que yo corrompo a los jóvenes. ¿No es evidente
que, según la acusación que presentaste, enseñándoles a creer no en los dioses en los que cree la
ciudad, sino en otros espíritus nuevos? ¿No dices que los corrompo enseñándoles esto?
Melito -En efecto, eso digo muy firmemente.
Sócrates -Por esos mismos dioses, Melito, de los que tratamos, háblanos aún más claramente a mí y a
estos hombres. En efecto, yo no puedo llegar a saber si dices que yo enseño a creer que existen algunos
dioses -y entonces yo mismo creo que hay dioses y no soy enteramente ateo ni delinco en eso-, pero no
los que la ciudad cree, sino otros, y es esto lo que me inculpas, que otros, o bien afirmas que yo mismo no
creo en absoluto en los dioses y enseño esto a los demás.
Melito -Digo eso, que no crees en los dioses en absoluto.
Sócrates -Oh sorprendente Melito, ¿para qué dices esas cosas? ¿Luego tampoco creo, como los demás
hombres, que el sol y la luna son dioses?
Melito -No, por Zeus, jueces, puesto que afirma que el sol es una piedra y la luna, tierra.
Sócrates -¿Crees que estás acusando a Anaxágoras , querido Melito? ¿Y desprecias a éstos y consideras
que son desconocedores de las letras hasta el punto de no saber que los libros de Anaxágoras de
Clazómenas están llenos de estos temas? Y, además, ¿aprenden de mí los jóvenes lo que de vez en
cuando pueden adquirir en la orquestra, por un dracma como mucho, y reírse de Sócrates si pretende que
son suyas estas ideas, especialmente al ser tan extrañas? Pero, oh Melito, ¿pretendes que yo no
reconozco ningún dios?
Melito – Si, ¡por Zeus!, tú no reconoces ninguno.
Sócrates –Dices, Melito, cosas increíbles, ni estás tampoco de acuerdo contigo mismo. Me parece que
este hombre, atenienses, es descarado e intemperante y que, sin más, ha presentado esta acusación con
cierta insolencia, intemperancia y temeridad juvenil. Parece que trama una especie de enigma para
tantear. « ¿Se dará cuenta ese sabio de Sócrates de que estoy bromeando y contradiciéndome, o le
engañaré a él y a los demás oyentes?» Y digo esto porque es claro que éste se contradice en la
acusación; es como si dijera: «Sócrates delinque no creyendo en los dioses, pero creyendo en los dioses».
Esto es propio de una persona que juega.
Examinad, pues, atenienses por qué me parece que dice eso. Tú, Melito, contéstame. Vosotros, como os
rogué al empezar, tened presente no protestar si construyo las frases en mi modo habitual.
¿Hay alguien, Melito, que crea que existen cosas humanas, y que no crea que existen hombres? Que
conteste, jueces, y que no proteste una y otra vez. ¿Hay alguien que no crea que existen caballos y que
crea que existen cosas propias de caballos? ¿O que no existen flautistas, y sí cosas relativas al toque de
la flauta? No existe esa persona, querido Melito; si tú no quieres responder, te lo digo yo a ti y a estos
otros. Pero, responde, al menos, a lo que sigue.
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¿Hay quien crea que hay cosas propias de divinidades, y que no crea que hay divinidades?
Melito -No hay nadie.
Sócrates -¡Qué servicio me haces al contestar, aunque sea a regañadientes, obligado por éstos! Así pues,
afirmas que yo creo y enseño cosas relativas a divinidades, sean nuevas o antiguas; por tanto, según tu
afirmación, y además lo juraste eso en tu escrito de acusación, creo en lo relativo a divinidades. Si creo en
cosas relativas a divinidades, es sin duda de gran necesidad que yo crea que hay divinidades. ¿No es así?
Sí lo es. Supongo que estás de acuerdo, puesto que no contestas. ¿No creemos que las divinidades son
dioses o hijos de dioses? ¿Lo afirmas o lo niegas?
Melito -Lo afirmo.
Sócrates -Luego si creo en las divinidades, según tú afirmas, y si las divinidades son en algún modo
dioses, esto sería lo que yo digo que presentas como enigma y en lo que bromeas, al afirmar que yo no
creo en los dioses y que, por otra parte, creo en los dioses, puesto que creo en las divinidades. Si, a su
vez, las divinidades son hijos de los dioses, bastardos nacidos de ninfas o de otras mujeres, según se
suele decir, ¿qué hombre creería que hay hijos de dioses y que no hay dioses? Sería, en efecto, tan
absurdo como si alguien creyera que hay hijos de caballos y burros, los mulos, pero no creyera que hay
caballos y burros. No es posible, Melito, que hayas presentado esta acusación sin el propósito de
ponernos a prueba, o bien por carecer de una imputación real de la que acusarme. No hay ninguna
posibilidad de que tú persuadas a alguien, aunque sea de poca inteligencia, de que una misma persona
crea que hay cosas relativas a las divinidades y a los dioses y, por otra parte, que esa persona no crea en
divinidades, dioses ni héroes.
Pues bien, atenienses, me parece que no requiere mucha defensa demostrar que yo no soy culpable
respecto a la acusación de Melito, y que ya es suficiente lo que ha dicho.
Actividad
1) Enuncie la acusación de Melito
2) Sócrates responde a las acusaciones haciendo contradecir a Melito. Señale cuál es la contradicción
3) Formule el argumento que se plantea y proponga una respuesta como si usted fuera Melito
En el método socrático encontramos un buen ejemplo de ejercicio filosófico. Se suele dividir el método
socrático en dos: refutación y mayéutica. Refutar filosóficamente a los preconceptos de otros, por un lado;
y por el otro, demostrar que cualquiera pueda encontrar cualquier respuesta. (Darío Sztajnszrajber. ¿Para qué sirve la
Filosofía?)
Primer momento del método socrático: la refutación
“Refutar no es más que encontrar argumentos que derrumban el argumento del otro. Pero no es tan
simple. Se podría refutar desde el autoritarismo que, aunque parezca una broma, muchas veces se aplica,
en esencial por haberse borroneado bastante la línea que separa al que tiene autoridad del que es
autoritario. Este último necesita negar la voz del otro, simplemente prohibiendo sus argumentos en nombre
de cierta naturalización jerárquica del tipo: “te faltan años de estudios”, o “de este tema vos no sabes
nada” (…). Este tipo refutación no tiene validez pedagógica, que es lo que persigue Sócrates porque no
genera en el refutado ningún acto de aprendizaje. En todo caso, podría asumir su supuesta inferioridad,
sacar su cuaderno de notas, anotar la información que le brindan y aprendérselas de memoria. En la
refutación, sin embargo, se busca otra cosa. Por eso nunca es directa”. (Darío Sztajnszrajber. ¿Para qué sirve la
Filosofía?). Esto significa que Sócrates nunca va exponer un contra – argumento intentando contradecir a su
interlocutor sino que la refutación se dará de forma tal que el propio interlocutor se contradiga con él
mismo.
Esta refutación indirecta se lleva con ironía, “en griego "ironía" significaba "disimulo", o la acción de
interrogar fingiendo ignorancia. En Sócrates se trata de su especial actitud frente al interrogado:
disimulando hábilmente la propia superioridad, manifiesta Sócrates su falta de conocimiento acerca de tal
o cual tema, y finge estar convencido del saber del otro, con objeto de que le comunique ese supuesto
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saber; para terminar, según se verá, obligándolo intelectualmente a que reconozca su propia ignorancia”.
(Carpio, Principios de Filosofía). De manera que con la ironía lo que se busca es “que aquel que cree saber,
impolte contra sí mismo haciendo estallar su conocimiento seguro en mil pedazos. Para ello resulta más
que necesario la utilización de la ironía en un sentido amplio; esto es, como un camino por el cual en un
diálogo vamos llevando al futuro refutado a que por sí mismo vaya haciendo conscientes sus errores, o en
todo caso sus propias zonas ambiguas. A través de preguntas capciosas y debates que no parecen tener
que ver con lo que se está directamente discutiendo, es posible llevar al interlocutor a que incurra en
flagrante contradicción o posiciones absurdas. Y en ese momento, en ese proceso, va sintiendo el
desmoronamiento de sus preconceptos casi sumido en una vergüenza pedagógica, ya que comprende
que por sí mismo el origen de su equivocación, o bien podríamos decir que asume que sus argumentos
pueden verse tirados abajo por cualquier dispositivo argumentativo que sepa encontrar los aires y fisuras
que toda afirmación posee” (Darío Sztajnszrajber. ¿Para qué sirve la Filosofía?)
“¿Qué se proponía Sócrates al conducir a los interrogados a ese estado de turbación?, ¿qué fin buscaba
con la refutación? No debe creerse que quisiese poner en ridículo las opiniones ajenas o burlarse de
aquellos con quienes discutía -aunque sin duda muchas de las víctimas del método hayan creído que,
efectivamente, se estaba mofando de ellas. Es indudable que en muchos casos el procedimiento envuelve
buena dosis de ironía; pero, de todas maneras, no se trata de un juego intelectual ni de una burla. Por el
contrario, (…) la refutación es una actividad perfectamente seria. Más aun, se trata de una actividad, no
sólo lógica o gnoseológica, sino primordialmente moral. Pues la meta que la refutación persigue es la
purificación o purga que libra al alma de las ideas o nociones erróneas. Para Sócrates la ignorancia y el
error equivalen al vicio, a la maldad; sólo se puede ser malo por ignorancia, porque quien conoce el bien
no puede sino obrar bien. Por tanto, quitarle a alguien las ideas erróneas equivale a una especie de
purificación moral” (Carpio, Principios de Filosofía).
Segundo momento del método socrático: la mayéutica
Los interrogados al descubrir que parte de sus creencias son contradictorias buscan un nuevo concepto diferente al que dieron al principio- Esta respuesta surge de ellos mismos, son verdades (si es que
podemos hablar de la verdad) que ya poseían pero no conocían. Puede parecer extraño pero para que los
interlocutores logren conocerse más a sí mismos necesitan de otro que les pregunte y los interrogue.
“Sócrates, que como todos los griegos era muy dado a las comparaciones pintorescas, lo llama
mayéutica, que significa el arte de partear, de ayudar a dar a luz. En efecto, en el Teétetos Sócrates
recuerda que su madre, Fenareta, era partera, y advierte que él mismo también se ocupa del arte
obstétrico; sólo que su arte se aplica a los hombres y no a las mujeres, y se relaciona con sus almas y no
con sus cuerpos. Porque así como la comadrona ayuda a dar a luz, pero ella misma no da a luz, del
mismo modo el arte de Sócrates consiste, no en proporcionar él mismo conocimientos, sino en ayudar al
alma de los interrogados a dar a luz los conocimientos de que están grávidas.
Insiste Sócrates de continuo en que toda su labor consiste sólo en ayudar o guiar al discípulo, y no en
transmitirle información. Por eso el procedimiento que utiliza no es el de la disertación, el de la
conferencia, el del manual, sino sencillamente el diálogo. La verdad solamente puede hallarse de manera
auténtica mediante el diálogo, en la conversación, lo que supone que no hay verdades ya hechas, listas en los libros o donde sea-, sino que el espíritu del que aprende, para que su aprendizaje sea genuino,
tiene que comportarse activamente, pues tan sólo con su propia actividad llegará al saber. Lo que se
busca no es "informar", entonces, sino "formar", para emplear expresiones más actuales”. (Carpio, Principios de
Filosofía).
Actividad
1) ¿Cuál es la diferencia entre refutar desde el autoritarismo y refutar de forma socrática?
2) Busque en el diccionario la palabra sarcasmo y compare la definición con la ironía socrática
3) Identifique en qué momentos del diálogo con Melito Sócrates está siendo irónico
4) Explique el método socrático y redacte a modo de ejemplo un diálogo ficticio entre Sócrates y un
interlocutor
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