CUADERNO NEGRO Volumen primero - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs zayin y las siete formas del amor Incluye el ensayo: Trigonometría del amor Primera edición: Junio del 2009 50 ejemplares numerados Concepto original: K.M. Koffer Escrito y maquetado por: K. M. Koffer Diseño: K.M. Koffer Ingeniero informático: Aziraphel I.S.B.N Depósito legal Impreso en España por Fullcolor Printcolor S.L. Argenters nº 5 Parque Tecnológico del Vallés 08290 Cerdanyola del Vallés (Barcelona) Telf. Pedidos: 902 420 003 Fax.: 93 580 56 77 Esta obra está bajo una licencia Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 3.0 España de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/es/ o envie una carta a Creative Commons, 171 Second Street, Suite 300, San Francisco, California 94105, USA. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - A mis abuelos - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - SINOPSIS La primera entrega de Klaüs Zayin y las siete formas del amor se presenta como una novela infantil dirigida al público adulto de todas las edades. Esta afirmación que de por sí podría suponer una incongruencia no debe interpretarse como tal; la obra nos ofrece una innocua visión retrospectiva en la cual podremos encontrar reflejados capítulos de nuestra propia infancia y que, además, tiene la intención de forjar una empatía hacia el protagonista de manera que accedamos voluntariamente a acompañarle en su viaje. Pese a que se trata de genero novelístico, la verdadera finalidad del relato es inaugurar el camino que nos conducirá a través de las siete formas del amor ilustradas en el ensayo Trigonometría del Amor que se incluye en este primer volumen, un concepto revisado que pretende aleccionarnos sobre el mundo de las relaciones humanas sirviéndose del joven Klaüs Zayin como guía esclarecedor de todos los entresijos que se puedan esconder tras las mismas. *** Klaüs Zayin y las siete formas del amor es algo más que una novela, aunque también es una novela más. El relato servirá principalmente como excusa para introducir un ensayo en el que por primera vez se sintetiza y esquematiza el amor. Podemos diferenciar dos estilos muy distintos dentro del mismo libro: por una parte el contenido del propio ensayo; por otro lado la historia de Klaüs, en la que descubrimos la psicología del personaje a través de su infancia y sus experiencias por el paso de la pubertad, adolescencia y madurez que nos sirven para ilustrar con ejemplos cada una de las siete formas del amor que conocerá a lo largo de su vida. Quiero dedicar esta novela a todos aquellos que hasta ahora han seguido buscando como yo la respuesta al misterio del amor, aquí la encontrarán finalmente. K.M. Koffer *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - MOMENTOS ¿Alguna vez te has despertado, consciente de haber soñado una larga historia que bien valdría para ocupar un cuaderno de diario o un libro apasionante? La ciencia nos dice que el acontecimiento más intenso que pudieras tener soñando posiblemente transcurriese en menos de un minuto de nuestro sueño onírico. En la vida pasa igual, hay momentos muy breves, de apenas unos pocos segundos, que son capaces de sentar para siempre en tronos de oro o de piedra a aquellos que para entonces estaban durmiendo. *** DEADSTAR Una vez que ha caído una estrella no vuelve a brillar jamás, pudo ser inspiración de los soñadores, confidente de deseos, guarda de los secretos de quien la ha admirado alguna vez, ni siquiera se puede llegar a imaginar lo que un día llegó a ser cuando, como las demás, terminó siendo una sencilla piedra. No es cierto que las estrellas mueren, estamos rodeados de ellas. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL CAFE AZUL Estaba hojeando el periódico antes de entrar a trabajar sentado en la silla de una mesa del bar al que solía ir todas las mañanas. Vi al camarero cargando la cafetera y levantando la mano le pedí un café, seguí inmerso en la noticia del titular impactante que acababa de leer. Al momento escuché como el camarero dejaba un plato con la taza de café encima de la mesa, mientras terminaba de leer cogí la taza por el asa y me dispuse a tomar el primer sorbo, pensé que el café se habría entibiado lo suficiente y que ya no me quemaría al tomarlo. Cuando la taza estuvo a la altura mis labios la miré por casualidad un segundo antes de beber de ella, de pronto me desconcertó caer en la cuenta de que el café que estaba apunto de tomarme era de color azul. Estupefacto ante el prodigio, en mi cabeza concurrieron las siguientes preguntas: - Increíble ¿cómo puede ser que el café que estoy a punto de tomarme sea de color azul? Miré a mi alrededor alborotado y me di cuenta de que todo estaba igual que siempre: el bar, el camarero, la clientela, el periódico, la máquina del café, la del tabaco... todo permanecía en orden. Todo excepto el café, que era de color azul. Si lo primero que sentí fue desconcierto, lo segundo fue repulsión. - ¿Será realmente café? Desde luego nunca había visto uno igual, hasta aquel día creía tener la certeza de saber que el café no era de color azul, entonces... - Eso no podía ser café. O tal vez sí. Incertidumbre fue lo siguiente que experimenté. - ¿Es mi café el único azul, o serán todos iguales? Nadie más estaba tomando café en aquel momento, así que no pude contrastar si los cafés que servían en el aquel bar aquella mañana eran todos azules. Por un momento sentí miedo. - ¿Es posible que el café fuese siempre de este color y no me haya dado cuenta hasta hoy? Todos los días iba al mismo bar, cada mañana desde hacía mucho tiempo. Me tomaba un café exactamente igual que hoy mientras leía el periódico justo antes de entrar a trabajar, si el café hubiese sido azul ya me habría dado cuenta antes... o tal vez no. Por último me sentí como desarmado e ignorante. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Entonces hablé con la gente de mi alrededor. Se lo comenté al camarero y me dijo que eso era café como el de todos los días, el mismo que llevaba sirviéndome desde hacía mucho tiempo pero que no era azul y que él lo veía oscuro como siempre. Detrás de una pequeña sonrisa me dijo que ese cuento no me serviría como truco para no pagárselo. Me tomó por loco pero yo sabía que no lo estaba. Se lo mostré a un anciano con sombrero y bufanda que parecía amable y que también se encontraba leyendo un periódico. Le consulté, me dijo que el café siempre había sido azul y que no sabía de qué me extrañaba tanto. Fuera de mejorar mi perspectiva su comentario la derrumbó aún más; con cara de preocupación me preguntó si me encontraba bien, en realidad me estaba desesperando. Por último le pregunté a un niño de unos ocho o diez años que andaba correteando por el bar y que probablemente era el hijo del dueño. Le dije: - ¿Habías visto antes un café así? El chico me respondió con toda naturalidad que no, que él nunca había tomado café. Yo le insistí: - Pero tú sabes de qué color es el café ¿no? Me respondió que él había visto el de color negro, pero aun siendo azul podría ser café, podría ser un tipo de café nuevo. Para todos aquellos que alguna vez han tomado café azul: Tengo el inmenso placer de poder revelarles que la vida para ellos será como un crucero de ensueño por las eternas playas de su imaginación, del que probablemente a estas alturas ya estarán disfrutando. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LA TRIGONOMETRIA DEL AMOR - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - PRELUDIO Poco se imaginarían los egipcios, Pitágoras y Patrick Süskind que darían fruto a la Trigonometría del Amor, a ellos quiero dar las gracias sentidamente y también al encargado de la copistería que hay cerca de mi casa. He aquí una novela que sirve para elucidar un ensayo inherente que yo mismo he desarrollado acerca del amor y que para mí significa la respuesta a todo lo que me había cuestionado sobre él durante tantos años. ¿Intrigante no? Voy a comenzar con conceptos sencillos y poco a poco iré entrando en materia, espero que disfrutéis de esta enseñanza que no ayuda sino a conocer el misterio del amor en su totalidad. Parto de que la idea principal de la cual se deben despejar las incógnitas es el anhelo que compartimos la inmensa mayoría de nosotros por encontrar la mitad que nos completa. Debo advertir al respecto de estas primeras páginas en las que se expone la teoría que son sin duda alguna las que requieren una especial atención, puesto que sobre ellas se sostiene el verdadero sentido de la obra. Por otra parte considero que también se pueden obviar o ser leídas sin detenerse a reflexionar sobre sus intenciones, en cuyo caso recomiendo comenzar directamente en el capítulo Génesis para no aburrir a aquellos lectores que prefieren el género novelístico. Puede que los más escépticos no la aprueben si directamente no les parece necesaria, si no se identifican con ella o sencillamente si no quieren aceptar que tal vez estén viviendo en una de las formas del amor que por desgracia no se ajusta a sus deseos. Imagino que por el contrario habrá personas a las que les parezca interesante y que tal vez agradezcan la experiencia, a ellos y también a los escépticos va dedicada esta teoría de La Trigonometría del Amor. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL TRIANGULO DEL TRABAJO PERFECTO Hubo un tiempo hace muchos años en el que solía ir a menudo a una copistería cerca de casa para fotocopiar los planos del proyecto que debían dar por concluidos mis estudios como delineante. De aquellas no disponía más que de una impresora formato A4 en mi casa, lo cual me obligaba a ir a aquella tienda para poder imprimir los planos en otros formatos. Como la mayoría de veces debía ir entre semana acostumbraba a tener que hacer cola. Mientras esperaba el turno me distraía observando los cuadros, las fotos y algunos chistes gráficos que los mismos dependientes habían ampliado y que colgaban de las paredes. Entre ellos se encontraba una filosofía aplicada al trabajo, supuestamente de las copisterías, que quise memorizar porque me pareció muy acertada e interesante, ahí va: “En esta copistería podemos trabajar de tres maneras: rápida, barata y de calidad. Aun así debemos informarle para su conocimiento que únicamente podemos trabajar a la vez de dos de las maneras antes mencionadas, con lo cual establecemos: - Que un trabajo barato y de calidad nunca podrá ser rápido. - Que un trabajo de calidad y rápido nunca podrá ser barato. - Que un trabajo barato y rápido nunca será de calidad. Me despertó muchísima curiosidad, me había sido revelado el principio del Trabajo Perfecto, es decir: barato, rápido y de calidad. El problema es que los tres principios a la vez no eran compatibles y según las necesidades se tenían que conjugar a gusto del consumidor. Tres son entonces los principios que forman el Trabajo Perfecto. Si en nuestra mente lo convertimos en una figura geométrica, esta debería de ser un triángulo pues tres son los lados que lo forman. La armonía en el triángulo perfecto se consigue cuando éste es equilátero, como la sección de una pirámide, con sus tres vértices describiendo el mismo ángulo de 60º. Esta es la primera parte de los conocimientos que he empleado en la formulación del manifiesto de La Trigonometría del Amor. Guardemos el teorema de los tres principios del trabajo y la imagen de una pirámide cualquiera vista desde una de sus caras como símbolo de la perfecta armonía para poder seguir avanzando en el desarrollo de la interpretación del Amor Perfecto. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LAS TRES PUNTAS DEL AMOR PERFECTO La segunda parte de la teoría la conforman los principios del amor que conocí en el ensayo del escritor Patrick Süskind, el novelista autor entre otras obras de El perfume adaptada en la famosa película homónima de Tom Tykwer. Este ensayo se titulaba Entre el amor y la muerte y pese a ser muy escueto, (apenas era grueso como un cuaderno) en él encontré la sed por los mitos de la antigua Grecia y un breviario de los tipos del amor que define el autor con sencillos ejemplos haciendo acopio de las lecciones de Goethe, Platón, Keist y Ovidio. Así pues, reconozco los tipos de amor según los ejemplos del libro como tres, estos se pueden considerar las formas de amor singulares y los he consignado mediante un sistema que sirve para diferenciarlos rápidamente y a su vez hacer que destaquen por el nexo que les une. Tenemos tres tipos de amor: - El Amor Conyugal o de pareja, - el Amor Carnal o deseo - y el Amor Platónico o espiritual. *** EL AMOR CONYUGAL El primero de todos es el Amor Conyugal, lo he presentado el primero ya que es el más fácil de entender puesto que la mayoría de la gente lo ha podido conocer en el seno de sus familias. El Amor Conyugal del que quiero tratar es aquel que se presenta en la pareja, que deciden vivir juntos trabajando cada día para crear una familia de su descendencia y disfrutar con los frutos de la misma. Se basa esencialmente en dos sentimientos: el cariño y el compromiso; puede arrancar desde uno de los dos y con el tiempo adquirir el segundo. Por poner un ejemplo de cada: imaginad una pareja que se tienen mucho apego por haber sido amigos durante su infancia y deciden convivir juntos con la idea de casarse en un futuro. El cariño les lleva a este primer tipo de amor y finalmente deciden comprometerse el uno con el otro. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - También es posible encontrar el caso contrario: un matrimonio convenido en el que los padres de dos familias casan a sus hijos, por el motivo que sea y que no nos atañe claro. Todavía hoy existen este tipo de matrimonios que se fundamentan en la creencia de que el tiempo en que convivan juntos los cónyuges les llevará a desarrollar el cariño que necesitan para conseguir el Amor Conyugal tal como se conoce en este apartado. Está muy claro que esta forma de comprometerse es arriesgada, puesto que al no conocerse entre ellos pueden desarrollar el sentimiento contrario al cariño y verse obligados a continuar con un matrimonio vacío únicamente por complacer a sus respectivas familias. Volviendo al amor conyugal, hay que aclarar que este tipo de amor es el que requiere esfuerzo al igual que un cultivo, por ejemplo el de una vid, del que con el tiempo tras la siembra, y en el caso de haberse mantenido fiel y constante en el labrado, se pueden llegar a cosechar momentos felices y una gran satisfacción que para muchos es la plenitud, el resultado del Trabajo Perfecto que les haría terminar con éxito su carrera en esta vida. Además de ser el amor que resulta en el matrimonio (y no me refiero exclusivamente al matrimonio católico sino a aquel en el cual existe la aceptación por parte de ambos del convenio) también es el mismo amor que se puede tener hacia la propia familia, a los amigos y a los hijos. En este caso he preferido llamarle conyugal porque es el que, según el significado ordinario, atañe a la pareja debido al compromiso que es el núcleo de nuestra tesis. Así, esta forma de amor es la que contempla el cariño y se la puede comparar a otros símiles ya establecidos como el amor filial o el amor fraternal, que no dejan de ser el mismo tipo de amor pero que no se rigen necesariamente por el pacto. Es decir, el Amor Conyugal es la misma forma que el amor por los relativos, solo que necesita de un compromiso de mutua aceptación entre los consortes. Finalmente cabe destacar que el Amor Conyugal y el de los relativos coexisten, siendo uno solo, y pueden repartirse por igual a más de una persona ya sea la pareja, los hijos, los nietos, los amigos... esto propicia el que se pueda disponer de diversas vendimias: cuanto más se trabajan, tanto se recibe. Así que en el terreno emocional es uno de los amores más gratificantes. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL AMOR CARNAL O DESEO El segundo tipo de amor, el Amor Carnal, corresponde al deseo sexual. El más pasional y tal vez el que se percibe como más fuerte de los tres, el que otorga el sentido que tiene en nuestra sociedad la palabra amantes, ansiado éxtasis que fantaseamos conseguir desde la pubertad y el que nos proporciona aquella embriaguez propia de los que se aman con solo mirarse. Un impulso hormonal muy intenso les hace desearse en todo momento y les exige poseerse el uno al otro. Así lo relatarían en las novelas rosa, las que habitualmente sirven para deleitar a aquellas lectoras que buscan de forma inconsciente más pasión en sus vidas aunque sea únicamente durante el tiempo en el que transcurre el relato. Pese a que pueda sonar a que utilizo un tópico para referirme a las novelas rosa, debo aclarar que sólo me guío por la misma sociedad, que ha orientado este tipo de literatura a las mujeres. Imagino que también habrá hombres que las leerán pero con seguridad, y en porcentajes, estas atañen ampliamente al público femenino. En definitivas cuentas es el amor de color rojo tango, el que tiene tacto de sabanas de seda y es majestuoso y cautivador como los encajes. En comparación con el Amor Conyugal podría decirse que el enamoramiento que se desarrolla en un Amor Carnal es más vistoso, ya que la pasión se aprecia notablemente; en contra del anterior este tipo de amor es más casual y más fortuito puesto que es aquel al que suelen llamar a primera vista. En la gran mayoría de los casos el deseo aparece en uno de los dos mientras que el otro no es consciente de ello, o si lo es puede decidir el corresponderlo o no. Muchos menos son los casos de amor a primera vista en los que sencillamente es la casualidad la que desempeña su papel, haciendo que las dos personas se deseen a la vez desde el primer momento y ambos sean además conscientes de que se atraen. Así pues, deberíamos tildar al Amor Carnal como de instinto sexual, que nos atrapa inconscientemente y nos imanta como el insecto hacia la luz desde el mismo momento en que conocemos al objeto de deseo. Es doblegarse ante el placer y fundirse como el metal al calor de la forja. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL AMOR ESPIRITUAL O PLATONICO La última de las formas singulares que adopta el amor es a mi criterio la más bella de las tres, el Amor Platónico, por el cual también estamos muy influenciados desde mucho antes de la adolescencia puesto que no requiere conocer el deseo sexual. Es el más puro, el más poético e idealista, como todo el mundo sabe consiste en la adoración incondicional de un objeto de deseo que por cualquier razón, por abstracta o absurda que esta sea, nos convierte en fetichistas y a su vez nos corresponde con un inmenso placer espiritual que nos descubre intensas facetas de nuestra configuración emocional llevando nuestra pasión hasta los límites. Al igual que sucede con el Amor Carnal, una vez desarrollado el enamoramiento este es fácilmente reconocible porque también nos imanta y nos hace corregir nuestra actitud en el mismo momento en el que topamos con la persona de la cual estamos platónicamente enamorados. Probablemente la palabra enamorado es la que más sentido tiene en esta forma de amor, puesto que solemos referir las personas enamoradas a aquellas que pierden el apetito por culpa de alguien y de las que se aprecia inequívocamente que viven alternando gozo y melancolía de manera constante. El Amor Platónico es una experiencia fantástica que nos guía a través de todos los sentimientos que podamos albergar y los potencia a su máximo exponente. Se siente júbilo, melancolía, miedo, emoción, desilusión... en definitivas cuentas, con el Amor Platónico se vive. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL AMOR REALISTA FRENTE AL AMOR PERFECTO Ahora que ya tenemos definidos los tres tipos de amor, de los que por lo menos he intentado concretar brevemente la esencia de la belleza de cada uno, volvemos a la simbología de la pirámide que he considerado el Amor perfecto. Los tres lados serían las tres formas simples del amor y el triángulo resultante representa la armonía entre ellos. Un triángulo equilátero del cual tendemos a pensar que nos hace culminar y completa nuestra vida sentimental en el momento en el que logramos llegar a su vértice superior, como si fuese alcanzar la cima de una montaña metafóricamente, pero esto no es así. El Amor Perfecto del que hablo en este apartado de la Trigonometría del Amor no es aquel que se basa en creer que se debe alcanzar la meta definitiva que nos complete, pues éste tipo de amor no es comparable a subir por una escalera en el que cada peldaño significa una nueva dificultad en el camino y que una vez arriba se da por concluida la experiencia. El Amor Perfecto que todo mundo anhela sería encontrar a alguien que pudiese cubrir la necesidad que tenemos de poseer las tres formas singulares del amor en una sola persona, lo verdaderamente traumático es descubrir que a veces la realidad no se ajusta a nuestros deseos. Al tipo de experiencia a la que sí se puede acceder la llamaré Amor de Realidad, que pese que no tiene la forma del Amor Perfecto utiliza la fórmula más correcta y coherente en la que se puede vivir el amor, ahora os desarrollaré el porqué: Traslademos el semblante de la escalera a la geometría, para empezar necesitamos una base desde la que comenzar la ascensión, el suelo. Esta puede ser cualquiera de las tres formas singulares del amor de las que os he hablado; todo tiene un comienzo así que podemos partir de una relación en la que se sienta Amor Platónico a consecuencia de idealizar a una persona; o una relación basada en la atracción meramente hormonal (que le llaman Amor a primera vista); o finalmente una relación que comience con una bonita amistad o una convivencia saludable. En definitivas cuentas, se parte de una de las tres formas singulares, esperando llegar a una forma de amor compuesta. También debo reseñar que no es fácil vivir, a mi criterio, únicamente de una sola de las tres formas del amor. Nuestra ambición nos exige y nos empuja a querer abarcar más de una de las formas, a poder llegar a conocer las tres que a lo largo de la vida se nos presentan. Así, aquellos que piensan que pueden vivir únicamente de uno de los tres tipos de amor singulares se obligan a prescindir de los otros dos y ello conlleva muchísimos problemas en la psique debido a que nosotros mismos creamos una barrera represora de nuestros deseos y, por lo que pude aprender del libro Introducción al psicoanálisis de Freud, cualquiera de los deseos que nosotros enterremos en lo más profundo de nuestros subconscientes terminará por germinar, aparecerá en forma de psicopatologías que pueden traernos problemas y dañar con ello la relación que intentamos sostener basada en uno solo de los tipos de amor. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Eso sí, hay un momento en la vida de todas las personas en el que por fin se toma conciencia y se consigue diferenciar, a veces contra voluntad, el Amor Perfecto del Amor de Realidad. La mayoría de la gente llama comúnmente al Amor Perfecto "el Amor que sale en las películas" y no podría buscarse un símil más adecuado. A consecuencia de la madurez la mayoría de nosotros terminamos por aceptar el Amor de Realidad como alternativa discriminando el Amor Perfecto debido a que nos parece inalcanzable. Al igual que sucede en el Teorema del Trabajo Perfecto considero que se pueden conjugar dos de las formas pero no las tres a la vez, sencillamente porque en la vida real no es viable. Todas las formas singulares del amor, cualesquiera de las tres, son compatibles entre ellas, pero únicamente de dos en dos. La tercera siempre es discordante puesto que siempre será contraria a una de las dos que ya habíamos agrupado. Entonces, además de las tres formas del amor singulares que hemos enunciado, tendremos también tres formas más resultantes de conjugarlas entre ellas de dos en dos; sin contar el Amor Perfecto que consideramos la suma total de las tres. En total siete. Imagino que puede resultar un tanto confuso así que lo explicaré de manera sintetizada en el siguiente apartado. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - INTERLUDIO EL JARRON, DESCUBRIR QUE NO ERES EL PRIMERO Mientras corregía alguno de los sinónimos del capítulo en el que describo el Amor Conyugal he visitado por casualidad una de mis páginas de internet preferidas: Wikipedia, y he descubierto que la tesis que estoy escribiendo parece ser que ya había sido reconocida por el psicólogo Robert Sternberg, lo que él llama Teoría triangular del Amor. En un principio me he desilusionado un poco al conocer que la maravilla que creía haber descubierto ya había sido analizada por otros antes que yo. Fuera de sentirme frustrado me motiva aún más el hecho de pensar que he llegado hasta aquí basándome sólo en mis experiencias sin tener conocimiento de la existencia de la Teoría Triangular de Sternberg hasta este momento. Está claro que a partir de aquí debo incluir lo que he aprendido de Robert Sternberg para contrastarlo con lo que yo había denominado Trigonometría del Amor, si hiciera caso omiso sería un hipócrita y si la desestimase sin haberla leído sería un completo ignorante. Me doy cuenta de que en realidad es fascinante descubrir que alguien ya había llegado a la misma conclusión. Imaginaos un alfarero fetén, que una noche se ve a sí mismo en sueños modelando un jarrón que cree que es único en el mundo. Al despertar se ilusiona, pues comprende que una gran idea le ha sido revelada por casualidad. A la mañana siguiente pone todo su empeño en usar esa magnífica idea que le propició el sueño onírico para crear su pieza de alfarería más singular, la que él había soñado. Una vez ha trabajado en el torno y consigue darle forma a la pieza de sus sueños la mira y se siente orgulloso de ella. ¿Cómo reaccionaría si un día descubriese que alguien en el mundo ya había hecho ese mismo jarrón? ¿se frustraría al pensar que el jarrón que le había sido revelado en sueños ya no es tan singular como él creía? En este caso, creo poder afirmar que la emoción de conocer la existencia de un jarrón parecido al de mis sueños me despierta dos nuevos sentimientos: El primero humildad, porque veo que no soy un descubridor de las Américas y que lo único que he hecho es alcanzar una playa en la que alguien ya había desembarcado antes. El segundo sentimiento es orgullo; así es, me siento muy orgulloso de mí mismo por haber llegado a desarrollar una teoría acerca de algo tan suntuoso como es el amor, que ya había sido revelada antes por un eminente psicólogo. Camino pisando las huellas de una persona de la que ahora mismo siento admiración, que no conocía hasta este momento y que fueron mis propios pasos los que me han llevado hasta ella. Hoy ha sido un gran día pues hoy he visto la misma pirámide que conocí en mis sueños. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - SINTESIS DE LA TEORIA TRIANGULAR DEL AMOR DE STERNBERG Adquirido de la web Wikipedia: La Teoría triangular del Amor del psicólogo estadounidense Robert Sternberg caracteriza el amor en una relación interpersonal según tres componentes diferentes: Intimidad, Pasión y Compromiso. Triangulo según la teoría de Stenberg 1.- (A) .................................................... cariño 2.- (B) ....................................................encaprichamiento 3.- (C) ....................................................amor vacío 4.- (A + B) .............................................amor romántico 5.- (A + C) .............................................amor sociable 6.- (B + C) .............................................amor fatuo 7.- (A + B + C) ......................................amor consumado - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Las diferentes etapas o tipos de amor pueden ser explicados con diferentes combinaciones de éstos elementos. De acuerdo al autor, una relación basada en un solo elemento es menos probable que se mantenga que una basada en dos o en los tres. Las siete combinaciones de Sternberg: Tres de ellas son una única forma de amor, luego hay otras tres en la que se combinan entre dos y el amor perfecto según Sternberg, el "consumado" es la que combina las tres a la vez. 1.- "A" Cariño: En este caso, no debe tomarse en un sentido trivial. Este es el cariño íntimo que caracteriza las verdaderas amistades, en donde se siente un vínculo y una cercanía con la otra persona, pero no pasión física ni compromiso a largo plazo. 2.- "B" Encaprichamiento: Es lo que comúnmente se siente como "Amor a primera vista", pero sin intimidad ni compromiso, este amor puede desaparecer en cualquier momento. 3.- "C" Amor Vacío: A veces, un amor más fuerte se deteriora en un amor vacío, donde hay compromiso, pero la pasión y la intimidad han muerto. En las culturas donde existen los matrimonios arreglados las relaciones suelen comenzar con un amor vacío. 4.- Amor Romántico: "A+B" Las parejas románticas están unidas emocionalmente (como en el cariño) y físicamente, mediante la pasión. 5.- Amor Sociable: "A+C" Es frecuentemente encontrado en matrimonios en que la pasión se ha ido, pero hay un gran cariño y compromiso con el otro. Suele aparecer hacia aquellas personas con las que compartes tu vida, pero sin deseo sexual ni físico. Es más fuerte que el cariño, debido al elemento extra que es el compromiso. El amor que se encuentra en la familia es una forma de Amor Sociable, así como en profundos amigos, que pasan mucho tiempo juntos en una relación sin deseo sexual. 6.- Amor Fatuo: "B+C" Se da en relaciones en que el compromiso es motivado en su mayoría por la pasión, sin la influencia estabilizadora de la intimidad. 7.- Amor Consumado: "A+B+C" Es la forma completa del amor. Representa la relación ideal hacia la que todos quieren ir pero que aparentemente pocos alcanzan. Sin embargo, Sternberg señala que mantener un amor consumado puede ser aún más difícil que llegar a él. Enfatiza la importancia de traducir los componentes del amor en acciones. "Sin expresión", advierte, "Hasta el amor más grande puede morir". El amor consumado puede no ser permanente. Por ejemplo, si la pasión se pierde con el tiempo, se puede convertir en un amor sociable. Basado en el estudio El triángulo del Amor de Robert Sternberg. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - UN JARRON AUN MAS PERFECTO Estuve estudiando la teoría del triángulo del amor de Sternberg y hoy soy más feliz incluso que ayer. He descubierto que existe un error grave en la composición de la misma. La disposición de los elementos es la correcta, la formulación es idéntica a la que yo propongo: un triángulo, tres puntas, tres tipos de amor en total, tres formas más resultantes de conjugarlos entre ellos y una forma más a consecuencia de la suma de las tres que es la definitiva o perfecta. En total siete, hasta ahí su jarrón es idéntico al mío, lo hemos modelado exactamente igual pero resulta que uno de los tres componentes que forman su triángulo no corresponde a ningún tipo de amor: no tiene en cuenta el Amor Platónico que repercute directamente en cualquiera de las formas. De ahí que esté tan contento, he llegado más lejos que él y ahora procedo a explicar el porqué del error para que no penséis que es mera fanfarronería: Los tres elementos que hacen de punta en su triángulo son los siguientes: A) Cariño. B) Encaprichamiento. C) Amor vacío. Mientras que en mi exposición serían: A) Amor Conyugal. B) Amor Carnal. C) Amor Platónico o espiritual. Si los comparamos podemos determinar que en ningún momento Sternberg tiene en cuenta el Amor Platónico, con lo que su triángulo no contemplará cuatro de las siete formas que yo considero correctas. El elemento "C" que él llama Amor Vacío lo reconozco como una de las dos partes del Amor Conyugal, el que resulta de una pareja que contrae matrimonio sin ninguna motivación amorosa que según él está vacía, desprovista de amor. En mi teoría un amor vacío no sirve como forma de amar, es una Nada y como nada no puede ser considerado ningún tipo de amor. A mi entender, el compromiso es sencillamente un elemento más que forma parte del Amor Conyugal, yo he resuelto anteriormente que el Amor Conyugal se basa en el cariño y el compromiso así que he aquí el error de Sternberg, su triángulo está cojo. Entonces determino que los elementos A y C de la teoría de Sternberg forman parte del mismo tipo de amor. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Él los llama cariño y amor vacío; yo los llamo cariño y compromiso. Un Amor Vacío viene a significar "desprovisto de amor" con lo cual no podemos tenerlo en consideración. Es la negación de los siete tipos de amor, es la Nada, sencillamente un convenio por el que dos personas viven juntas sin necesidad de que exista atracción, cariño o amor espiritual recíproco. Así pues, a lo que él llama Amor Vacío no debe incluirse dentro de nuestro triángulo, se quedará fuera. Es francamente lamentable que este tipo de contratos sigan aún vigentes en nuestra sociedad actual. Pese a que han existido durante toda la historia de la humanidad por suerte hoy en día la gente es más consciente de que no pueden vivir comprometidos con alguien del que no sienten ninguna de las formas del amor. Hoy en día se está despreciando el compromiso sin amor gracias al divorcio, que es la gran solución al Amor Vacío, a vivir en la nada. Lo siguiente que quisiera destacar es que Sternberg también conjuga lo que él denomina Amor Vacío con las otras dos formas de amor singulares, esto le lleva crear: - El A + C: Amor Sociable: Que únicamente es el elemento "A" de mi teoría. El Amor Sociable de Sternberg no se basa en la conjugación de dos tipos de amor sino en el cariño y un compromiso... lo cual nos lleva a determinar que se trata del Amor Conyugal. - El B + C: Amor Fatuo: Que únicamente es el elemento "B" de mi teoría. El Amor Fatuo de Sternberg tampoco se basa en la conjugación de dos tipos de amor sino en una serie de relaciones sexuales totalmente frívolas que finalmente obligan, debido a leyes que ha venido imponiendo la sociedad hasta hoy, a que la pareja contraiga matrimonio ya sea porque la mujer haya quedado encinta; por no vivir en pecado; por imposición de las normas de los padres o qué sé yo... están coaccionados a comprometerse sólo por el hecho de haber mantenido relaciones sexuales, lo cual nos lleva a determinar que se trata del Amor Carnal. Para concluir quisiera soslayar el comentario que hace acerca del Amor Consumado que nos propone Sternberg, el cual debería ser el equivalente al Amor Perfecto de nuestra teoría. Según su apreciación éste es prácticamente imposible, o que en el mejor de los casos se puede llegar a él pero solo de manera intermitente. Según mi teoría no tiene razón de ser, pese a que él también se aproxima bastante a lo que es la idea del Amor Perfecto. Utilizaremos un problema de matemáticas o ciencias como símil: Se podría decir que Sternberg, pese a que ha empleado la fórmula correcta para resolver el problema, ha errado al introducir el valor de uno de los elementos, con lo cual en el resultado final le han salido decimales y afirma sobre el mismo que ha de ser así, con decimales. Dice que el resultado, el Amor Consumado (Amor Perfecto) es más difícil mantenerlo que llegar a él. En parte tiene razón, pero en su ecuación no resulta el Amor Perfecto, el resultado que nos propone es una aproximación. En realidad, lo que para él es el Amor Perfecto solo es lo que yo he llamado anteriormente Amor Realista. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Así pues, afirmo que no es posible vivir el Amor de las películas ya que este depende de la armonía de las tres formas. Siempre habrá una de las tres que esté en discordancia y que se descartará porque no puede mantenerse. Pero no pretendo desilusionar a nadie, para aquellos que buscan y desean para sí el Amor Perfecto debo decirles que no se desanimen, que es posible puesto que yo he visto resolver este problema con mis propios ojos. Aunque no podamos alcanzar el Amor de las películas sí que podemos alcanzar el Amor Realista, que será el que nosotros mismos hagamos perfecto; el Amor Realista será aquel amor útil o conjugado que mejor se adapte a lo que nosotros esperamos del amor una vez hemos conseguido descartar una de las tres formas en discordancia que necesariamente ha de ser la que nosotros consideremos más superflua, de lo contrario siempre la añoraremos. Así, pese a que no lleguemos al Amor Perfecto del que os hablo como "ideal", si que podremos lograr un amor perfecto para nosotros que será "real". *** EL PORQUE DE LA INCONGRUENCIA EN EL AMOR PERFECTO Aunque ya lo he aclarado antes, opto por hacer hincapié en el porqué de la inverosimilitud del Amor Perfecto que según nuestra tesis se considera una mera utopía. Trasladando el significado de lo que comúnmente se conoce como el Amor que sale en las películas a un ejemplo práctico, paso a describir un amor de película de manera sintetizada. Emplearé en este caso la sinopsis de la mayoría de historias de amor que contenían los filmes de los años 50. Generalmente el enamoramiento entre los dos protagonistas de la película, en la que el desarrollo de las formas del amor será la tradicional y más conocida, comienza con el Amor Platónico de uno de los personajes hacia el otro. Normalmente la trama de la misma les une, el enamoramiento es correspondido y seguidamente arranca el deseo entre ambos. El filme concluirá en un beso como símbolo de haber alcanzado el comienzo del Amor Carnal y según la condición en aquellos años el siguiente paso sería el matrimonio, obviamente. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Así tenemos que el desarrollo según las películas de lo que generalmente la gente asocia al Amor Perfecto evoluciona de la siguiente manera: -Enamoramiento platónico: En un principio no correspondido, finalmente aceptado por ambos. Todo empieza con una forma singular del amor como ya os había descrito anteriormente. -Enamoramiento apasionado: Es el momento en el que despierta el deseo entre ambos. Una vez aceptado el enamoramiento se construye una de las formas de amor conjugado, el Amor Platónico junto con el Amor Carnal. -Enamoramiento romántico, vida conyugal: Es lo que les espera, aunque lo que sucede en ese momento es que concluye la historia, como si el casarse fuese la meta en el amor... los que están casados ya saben de lo que les hablo. Os he comentado con anterioridad que nuestra tesis no contempla tal meta y es que sólo al final de la película se encuentran por primera vez las tres formas simples del amor. El amor conjugado resultante de la suma del Amor Platónico y el Amor Carnal se verá afectado con la llegada del Amor Conyugal, puesto que como dictamina nuestra teoría no pueden coexistir los tres a la vez. En este caso lo normal es que el Amor Platónico desaparezca ya que al consumarse el deseo carnal se vuelven a poner los pies en la tierra y desaparece la neblina cegadora del Amor Platónico, dando paso a otro tipo de amor conjugado que seria la suma del Amor Conyugal y el Amor Carnal. Basándome en este ejemplo estipulo que en cuanto la pareja contrae matrimonio y termina el filme, dejando entrever que los protagonistas son felices porque alcanzan el "Amor Perfecto", en realidad es a partir de ahí cuando dejan de tenerlo puesto que en ese mismo momento cambian la forma de amor conjugado que mantenían. Cabe preguntarse si preferirán la nueva forma de amor conjugado o si estaban mejor en la anterior, antes de comprometerse. Eso dependerá de cada pareja, por supuesto. Tal y como os he advertido al principio del apartado, con esta ilustración he pretendido dilucidar la inverosimilitud del Amor Perfecto. Únicamente existirá en las películas de esta forma, mientras se besan. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LAS SIETE FORMAS DEL AMOR OTRO DE LOS MISTERIOS DEL SIETE Por el momento hemos hablado ya de cuatro de las formas del amor que sostiene nuestra tesis: - Las tres formas simples: Amor Conyugal, Amor Carnal y Amor Platónico. - La forma única del Amor Perfecto. Tal y como os he enunciado con anterioridad contemplamos siete formas del amor, con lo cual nos quedan tres más por mencionar que son las formas del amor conjugadas. Antes de comenzar quisiera que leyerais lo que he encontrado en Wikipedia acerca del numero siete que considero de lo más interesante: Extraído de Wikipedia: << El siete es un número misterioso y mágico. Muchos aspectos de la vida del hombre son regidos por este número. Son siete días los que tiene la semana, los mismos que ocupó Dios para formar la tierra. Son siete los mares del planeta. El pueblo hindú ha descubierto siete chacras o puntos de energía en el cuerpo, siete maravillas del mundo, siete pecados capitales, siete calamidades. Dante describe siete infiernos, los metafísicos hablan de siete niveles de conciencia, Blancanieves se acompaña por siete enanos, el arco iris tiene siete colores, son siete las notas musicales, las botas de siete leguas, siete vidas tiene un gato y la serpiente de siete cabezas, entre otras muchas. Siete proviene del latín séptem, séptimo. De acuerdo a la Real Academia Española, es un signo o conjunto de signos con que se presenta el número siete. Buscando el origen de este número, observamos que los primeros sistemas reales de numeración que conocemos pertenecen a egipcios y sumerios. Lo egipcios adoptaron el 10 como base para su numeración, partiendo de que la mano tiene cinco dedos y las dos manos 10. Con el tiempo el sistema decimal fue suplantando al sexagesimal, pero en los cálculos matemáticos de los sacerdotes y sabios el sistema sexagesimal continuó siendo indispensable para verificar cálculos complicados, a la vez que se convertía en una especie de numeración secreta. Sin embargo se encontraron con números que eran difíciles de transcribir con dicho sistema, el primero de los cuales era 1/7; les era imposible expresar la séptima parte de algo mediante fracciones sexagesimales pues se requería de complicadas operaciones. Esta irreductibilidad del número siete hizo que lo consideraran mal agüero y lo atribuyeron a los demonios divinos, los cuales eran siete veces siete; es decir, totalmente irreductibles. De aquí se deducía que lo más prudente era no emprender ningún trabajo en los días 7, 14 y 28 de cada mes. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ese fue uno de los orígenes de la semana, y si bien el Génesis y demás libros sagrados de los hebreos hicieron desaparecer el sentido maléfico del siete, todavía lo sacralizaron más. El Uno de los pitagóricos no es la unidad uno menor de 1,1 y mayor de 0,9, sino que es la unidad fundamental; toda cosa que exista es uno y dos será la dualidad como otro opuesto al primero. De aquí que el número sea la alternancia entre la unidad y la dualidad, entre lo impar y lo par, entre lo limitado y lo ilimitado. De acuerdo a esta interpretación griega de los números, el siete es la unidad universal. Tiene un parentesco con el cuatro, símbolo de la tierra, que representa la realización de la unidad del mundo. Esta semejanza hace que al siete se le atribuyan los siete astros errantes o planetas (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, luna, sol). Cuando procede del 6+1 se representa por una estrella de seis puntas con un punto en su centro, es el equilibrio tendiendo a la interioridad, revelando el misterio de la circulación de las fuerzas de la naturaleza. Los esotéricos denominan al siete como número del destino. Este denota a alguien que está solo la mayoría del tiempo, pero a diferencia de otros, a estas personas les gusta la soledad, porque son soñadores y un poco filósofos. Este número concierne más al conocimiento y el desarrollo espiritual que con la parte material de la vida. En la cultura judía el número siete desempeña un papel fundamental en la fonética y es el que domina el ciclo del año. Cada séptimo días es su Sabbat; el séptimo mes es sagrado; el séptimo año es un año sabático. El año del jubileo era determinado por el número siete, multiplicado por siete. La fiesta de los Azimos (pan) duraba siete días, lo mismo la festividad de la Pascua judía. También se habla de los siete frutos de Israel, siete cielos, siete cámaras del paraíso; siete categorías de las almas judías, los siete pastores de Israel (Abraham, Isaac, Yaacob, Moisés, Aarón, David y Salomón). En la antigüedad se determinaba que las Curadoras debían cumplir ciertas condiciones. Ser la séptima hija de una séptima hija o el séptimo hijo de un séptimo hijo, se dice que daba poder de curar por medio del tacto. Se aceptaba el siete como el más sagrado de los números y los séptimos hijos poseían "doble vista" y el arte de ver el futuro. Esta tradición se fue perdiendo con el tiempo, a medida que las familias dejaban de ser tan numerosas. Todavía en la época victoriana se usaba como tradición, en familias numerosas, que el séptimo hijo cursara la carrera de medicina. A estos hijos se les conocía como el Hijo Séptimus. Lo curioso de esto es que estas concepciones míticas del siete también la encontramos en otras culturas precolombinas de América Latina. Entre los aztecas siempre aparece el número siete, número también sagrado para estas civilizaciones, contándose el Templo Siete Mazorcas, relacionado con el Maíz, alimento principal en estos pueblos >> *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL MISTERIO DEL AMOR PERFECTO EL MISMO QUE EL DEL TRIANGULO Ahora que os he ilustrado el misterio que contempla el número siete paso a redactaros fielmente, según el texto original extraído de internet, lo que he leído acerca del misterio de la figura del triángulo, símbolo clave de nuestra tesis. El triángulo equilátero del que os he hablado anteriormente es la representación que utilizo para el Amor Perfecto; contrastándolo con lo que he podido leer acerca de esta figura geométrica no podía ser un símbolo más apropiado. Información obtenida de una página de internet: << "En todo el mundo brilla la triada por sobre la cual Monad reina. Este orden es el comienzo de toda sección; que la mente del Padre dijo, que todas las cosas cortadas en tres sean." (The Oracles of Zoroaster) El triángulo es una superficie plana lograda a partir de la conexión de tres líneas que a su vez parten de tres puntos en el espacio. Esto lo pregona Boethius, estudioso de las teorías geométricas platónicas. El triángulo tiene un significado vasto para diversas culturas y religiones. Nombraré algunos significados interesantes a continuación. Para los seguidores de Pithagoras el triángulo es el símbolo del fuego, aunque también de la tierra. Debe tenerse en cuenta la disposición de las figuras: si el triángulo está apuntando hacia arriba significa cosas como el hombre, la montaña o la divinidad de Cristo. En el caso contrario simboliza la mujer o lo femenino, la naturaleza humana y la caverna. Un triángulo invertido color rosa simboliza en ciertas ocasiones el orgullo gay. Los Libros Masones lo llaman Delta Resplandeciente y relacionan su forma con la delta griega capital que era un triángulo isósceles con 108 grados en el ápice y 36 grados en los dos ángulos inferiores. Este triángulo correspondía al Número de Oro. Cada uno de los triángulos está relacionado, para ellos, con un elemento terrestre: el equilátero (tres lados de igual longitud) a la tierra, el del ángulo hacia la derecha al agua, el escaleno al aire y el isósceles (la base es mayor que los lados) al fuego. También para ellos significa duración (la línea base) siendo los otros dos lados la oscuridad y la luz. De esta forma se origina la triada cósmica. Son numerosas las simbologías atribuidas a este elemento geométrico tan simple pero evidentemente muy adorado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cuando pensamos en él pensamos en el número tres, entonces surgen triadas como: pasado, presente y futuro; nacimiento, madurez y muerte; sal, sulfuro y mercurio (en la alquimia antigua). Este símbolo nos da la idea de un todo completo. La filosofía clásica nos muestra que el número tres simboliza armonía, balance, terminación y realización. Los babilonios clasificaban sus divinidades en tríos. En la numerología el tres es el triángulo y viceversa. Para ella y la geometría mística, ambos (tanto número como forma triangular) representan el ciclo natural de la vida (descenso del alma al cuerpo al nacer, vida, retorno del alma a su lugar inicial al morir). Podemos relacionar la Trinidad Divina con esto también. En otros términos un triángulo también significa una mente organizada y eficiente. Es geométricamente estable pero también supone dirección y un sentido o propósito. Formas equiláteras significan proporción, Dios (religión judía) y armonía. Estrella de David o Hexagrama. La Unión del Macro con el Micro, el triángulo hacia arriba simboliza el Hombre buscando a Dios, y el triángulo hacia abajo Dios buscando al Hombre. Por último, no debemos olvidarnos que el triángulo es la forma de los lados de la pirámides que a su vez son prismas, como el que vemos en la carátula del The Dark Side Of The Moon de Pink Floid que a primera impresión nos parece un objeto plano no tridimensional. La luz blanca que lo atraviesa podría ser la de un proyector o la del sol, y esta última era simbolizada por los mayas por un triángulo. “Para Dark side of the moon Thorgerson y Powell optaron por dos patrones abstractos: la representación gráfica de la onda sonora de un latido de corazón, que ocupa – con las letras – el encarte interior y la archiconocida imagen del prisma (con su reverso en la contraportada). La onda hace referencia al ritmo del latido que corre subterráneo por todas las piezas y a la temática de irracionalidad y locura (el lado oscuro de la mente) que domina el álbum." Los triángulos también están relacionados con la fertilidad. Los mayas reunían los rayos solares y el maíz bajo el símbolo nombrado. Así mismo el triángulo invertido hace referencia al agua y los órganos sexuales femeninos, mientras que el otro se refiere al fuego y a los órganos sexuales masculinos. También se hace referencia a que los humanos (hombres y mujeres) provienen de la división de un triángulo en dos de un ángulo de 90 grados. La estrella de David supone conocimiento y sabiduría. En la India y demás culturas orientales el triángulo también tiene diversos significados. El Yantra hindú es una clase de mandala empleada por el tantrismo y cuyas imágenes son exclusivamente geométricas: el círculo representa la unidad; un punto, el todo; el cuadrado, lo terrestre y material; el triángulo, principios masculino y femenino. Ya no utilizan a las deidades en su forma completa sino solo representan su esencia. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Por ejemplo, para representar a la diosa madre (la Shakti) se utiliza un triángulo rojo con la punta hacia abajo, es el símbolo de su feminidad; más aún, simboliza una parte de la diosa (la vulva) que es su esencia, el principio femenino. Shiva, que es su pareja, se representa con un triángulo blanco con la punta hacia arriba. Cuando se representa su unión el resultado es una estrella de seis puntas (como la estrella de David). Estas imágenes triangulares se ven habitualmente rodeadas por el círculo que las sacraliza y realza. Si los Pink Floyd, Storm Thorgerson e Hipgnosis han pensado en todo esto, nos es básicamente desconocido. Podemos en cambio opinar que han elegido todo un símbolo simple pero místico, tan antiguo como tan moderno y que supone la totalidad. Así como el prisma en el citado álbum es perfecto por ser equilátero, del mismo modo podemos pensar de este álbum como algo que no les será fácil de olvidar a las futuras generaciones de amantes de la buena música.>> Información extraída de internet. *** MAS DATOS CURIOSOS ACERCA DEL SIETE << El siete (7) es el número natural que sigue al seis (6) y precede al ocho (8). Es el cuarto número primo. El siguiente número primo es el once (11). El polígono de siete lados recibe el nombre de heptágono. El siete es un número muy recurrente en la cultura. Son siete los días de la semana, siete los colores del arco iris y siete los pecados capitales. El origen de esta popularidad está en la observación del cielo por los antiguos astrónomos. La inmensa mayoría de las estrellas no cambiaban de posición las unas respecto a las otras durante el año. Sin embargo, observaron siete cuerpos celestes que sí lo hacían. El Sol y la Luna, los dos primeros, evidentemente formaban parte de ellos. Los otros cinco eran los planetas que pueden verse a simple vista, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y que los pueblos antiguos consideraban estrellas móviles. Estos siete cuerpos celestes dieron a los días de la semana sus nombres: Lunes (Luna), Martes (Marte), Miércoles (Mercurio), Jueves (Júpiter) y Viernes (Venus). En español Sábado procede de la fiesta hebrea Sabbat y Domingo de la palabra latina Dominus, el señor (Dios). No obstante, en inglés, por ejemplo, se mantienen los nombres originales de estos dos días: Saturday (Saturno) y Sunday (Sol). El 7 es el resultado de la suma entre 3 (lo celeste) y 4 (lo terrenal). - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Se considera un número perfecto que simboliza la relación de lo divino y lo humano, cuyo resultado es la creación, llevada a cabo en siete días. Para casi todas las culturas fue siempre un número mágico. En el alfabeto hebreo es la séptima letra, llamada Zain. Representa los valores espirituales, que son la finalidad del mundo: Dios creó el mundo en 6 días y el séptimo descansó. Es signo cabalístico de la luz y representación del ojo humano capaz de captarla; es el sefira neshá que representa el Triunfo o Carro del Sol triunfante representado por el séptimo Arcano del Tarot. El siete es además numero masculino que como saeta conduce al cielo. En la religión islámica hay siete estadios o cielos. Siete sacramentos: bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, unción de enfermos, orden sacerdotal, matrimonio. Son siete los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Son siete las virtudes teologales: Contra la soberbia, humildad; contra la avaricia, largueza; contra la lujuria, castidad; contra la ira, paciencia; contra la gula, templanza; contra la envidia, caridad y contra la pereza, diligencia; Siete los dones del Espíritu Santo (Is 11,2): Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y Temor de Dios. Siete son las peticiones del Padre Nuestro. En el Libro del Apocalipsis se abren siete sellos antes de que se desate la ira de Dios, que somete al mundo a siete juicios (cuatro para la naturaleza y tres para el resto de las cosas) y es escoltado por siete ángeles que hacen sonar siete trompetas para enviar siete castigos sobre los injustos. William Shakespeare dividió en siete las edades del hombre: infancia, niñez, el amante, el soldado, el adulto, la edad avanzada y la senilidad. También se dice que fueron 7 los reyes de Roma y 7 sus colinas. En España, la ciudad de Olmedo en la provincia de Valladolid es la villa de los 7 sietes: 7 iglesias, 7 conventos, 7 caños, 7 arcos , 7 plazas, 7 pueblos ,7 casas nobles . En el mundo hispanohablante se dice que los gatos tienen siete vidas. Sin embargo, las vidas de los gatos son nueve en los países anglosajones, entre otros. Resumen de concurrencias del Siete Los siete días de la semana: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Las siete notas musicales: do, re, mi, fa, sol, la, si. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Los siete colores del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo, violeta (se ven siempre en este orden de fuera hacia adentro, sin contar los colores que no pueden verse a simple vista: infrarrojo y ultravioleta). Los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Las siete artes: pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, danza, cine. Los siete mares: expresión que se usa al hablar de gran amplitud de los mares. Las Siete Maravillas del Mundo: La Gran Muralla China, La Ciudad de Petra, El Cristo Redentor, Machu Picchu,Chichen Itza, El Coliseo Romano y El Taj Mahal.. Los siete sabios de Grecia: Quilón de Esparta, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos, Periandro de Corinto, Pítaco de Mitilene, Solón de Atenas, Tales de Mileto. Roma, la ciudad de las siete colinas: Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino, Palatino. Los siete reyes de Roma: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio Prisco, Servio Tulio, Tarquinio el Soberbio (de 753 a. C. hasta 509 a. C.). La guerra de los siete años: conflictos internacionales desarrollados entre 1756 y 1763, para establecer el control sobre Silesia, una región histórica ubicada en las actuales Polonia, Alemania y República Checa. La guerra de las siete semanas: conflicto militar entre Austria y Prusia que dio nacimiento a Alemania en 1866. República de los Siete Países Bajos Unidos: Frisia, Groninga, Güeldres, Holanda, Overijssel, Utrecht, Zelanda; agrupados desde de la Unión de Utrecht (1579), hasta la ocupación francesa (1795). El romance de Los siete infantes de Lara: poema, uno de los más importantes cantares de gesta Castellana. Las siete edades del hombre: la infancia, la niñez, el amante, el soldado, el adulto, la edad avanzada, la senilidad (según William Shakespeare). Las siete frases pronunciadas por Jesús en la cruz: Padre perdónales porque no saben lo que hacen. En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso. Mujer he aquí a tu hijo, hijo he ahí a tu madre. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Tengo sed. Ya se ha consumado. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Según cuenta la Biblia (Génesis 41:15-29 Génesis), se habla de 7 vacas flacas y 7 vacas gordas; cierta vez el faraón tuvo un sueño singular e inquietante: vio cómo siete vacas gordas eran devoradas por otras 7 vacas extremadamente flacas. Desconcertado por tal visión, convocó a los adivinos y agoreros más afamados del país, pero ninguno de ellos supo interpretar satisfactoriamente la pesadilla. Ante tal circunstancia, hizo comparecer ante sí a José, hijo de Jacob y Raquel, que se hallaba en prisión y éste le explicó que las siete vacas flacas simbolizaban "los siete próximos años, que serían de abundancia y prosperidad", mientras que las siete vacas flacas representaban la "escasez y penurias que harán que se olvide toda la abundancia de la tierra de Egipto durante otros siete años, y el hambre consumirá la tierra". Con el tiempo, la frase el tiempo de las vacas gordas adquirió el valor de aludir a cualquier período de prosperidad material, pero con la advertencia implícita de que a ese período habrá de sucederle otro de necesidades y apremios. Las siete vidas del gato. El juego de los siete errores. En el hinduismo existen siete chakras en el cuerpo humano. Películas: Seven, Los siete samurais, Los siete magníficos, Siete días de mayo, Siete novias para siete hermanos, Blancanieves y los siete enanitos, Siete años en el Tibet, Siete el numero equivocado. Las siete películas de Harry Potter. La Cueva de Salamanca, como lugar de un viejo culto nigromántico, relacionado con la presencia del Demonio, bajo la Plaza de Carvajal, donde impartía a la luz de una vela incombustible clases de adivinación y otras artes diabólicas, durante siete años, a siete estudiantes, de los que uno, como pago obligado por las lecciones dictadas, se quedaba en poder del Maligno. Estructura septenaria del Apocalipsis. La estructura del Apocalipsis se puede ver también de acuerdo a septenarios: dividido en 7 grupos, cada grupo a su vez puede subdividirse en subgrupos de siete junto con preludios, interludios y otros excursos 1. Las siete cartas a las Iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sárdis, Filadelfia y Laodicea (Ap 1:4-3:22)2. Los siete sellos (Ap 4:1-8:1)3. Las siete trompetas (Ap 8:211:19)4. Las siete visiones de la Mujer y el combate con el Dragón (Ap 12:1-14:20)5. Las siete copas (Ap 15:1-16:21) 6. Los siete cuadros sobre la caída de Babilonia (Ap 17:1-19:10)7. Las siete visiones del fin (Ap 19:11-22:5) Las siete virtudes del bushido: honradez y justicia; valor heroico; compasión; cortesía; honor; sinceridad absoluta; deber y lealtad. Los siete cursos en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechiceria, lugar ficticio de la novela de J. K. Rowling, Harry Potter. Dentro de la misma trama se considera al siete el número más importante de la magia. Los siete tomos de Las Crónicas de Narnia; El león, la bruja y el ropero, El príncipe Caspian, La travesía del viajero del alba, La silla de plata, El caballo y el muchacho, - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El sobrino del mago y La última batalla. Siete divinidades principales en la saga de Memorias de Idhún Son siete los libros de la historia de Harry Potter: La piedra filosofal, La cámara de los secretos, El prisionero de Azkabán, El Cáliz de Fuego, La orden del fénix, El misterio del príncipe y Las reliquias de la muerte (Traducción de este redactor). El número siete también es muy concurrente en la vida y obra de Simón Bolívar: Nació en el mes 7. Su primer discurso, y con ello su entrada en la política, fue a los 27 años (también en el mes 7). >> *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ESQUEMA DEL TRIANGULO DEL AMOR Este triángulo presenta una alteración en el orden de los factores con respecto al que hay en la portada hecho con símbolos. Las puntas del triángulo interior: (formas del amor simples) C: Amor Conyugal ( A ) D: Amor Carnal (B) P: Amor Platónico ( C ) Las puntas del triángulo exterior: (formas del amor conjugadas) R: Amor Romántico (A+B) A: Amor Apasionado ( B + C ) I: Amor Incondicional ( A + C ) Círculo circunscrito en el triángulo: (forma del amor perfecto) AP: Amor Perfecto (A+B+C) *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LAS FORMAS DEL AMOR CONJUGADAS A estas alturas de la tesis faltarían por concretar tres formas más del amor que sostiene mi teoría que son las formas de amor conjugadas; os he hablado ya de las tres formas simples y os he hablado también de la inverosímil forma del Amor Perfecto. Como su propio nombre indica, las formas conjugadas dependen de que se avengan entre ellas dos de las tres formas singulares del amor antes mencionadas, Amor Conyugal, Amor Platónico y Amor Carnal. El resultado obtenido de combinarlas de dos en dos son tres nuevas formas más, que sumadas a las cuatro que ya teníamos hacen el total de siete. Estas nuevas formas del amor son las siguientes: - Amor Romántico, - Amor Apasionado, - y Amor Incondicional. Debo aclarar que los nombres se me han ocurrido sobre la marcha y sus apodos solo pretenden ofrecer una manera rápida de diferenciarlos entre ellos, atendiendo al adjetivo que considero que más se ajusta en cada uno de los casos. Cualesquiera de estas tres formas del amor serán consideradas formas conjugadas o formas de Amor Realista del que también hemos hecho mención antes, las llamo así porque son totalmente compatibles con la vida real a la vez que se ven afectadas por la misma. Las formas de amor conjugadas, a diferencia de las formas simples, son estables y por supuesto muchísimo más enriquecedoras. Serán sostenibles siempre y cuando ambos compartan los mismos sentimientos, también requiere la necesidad de sincerarse, tanto entre ellos como cada uno consigo mismo. Es importante que ambos aprueben el tipo de relación que pretenden mantener pues así no fracasarán nunca. En el momento en el que uno de los dos esconde sus sentimientos, ya sea por evitar discusiones o por necesidad de ocultar algo, entonces se golpea los cimientos de la relación que puede terminar derrumbándose como un castillo de naipes. Paso a sintetizar el concepto de cada una de ellas en los tres siguientes capítulos. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - AMOR ROMANTICO Responde a la combinación armónica de las formas del Amor Conyugal y Carnal. A diferencia de las formas simples del amor cualquiera de las tres formas conjugadas que os presentaré ahora es sostenible, en cada relación se pueden haber sucedido varias de ellas de manera temporal que van evolucionando hasta llegar a la definitiva que sería aquella que la pareja considera mas adecuada para ellos. En este caso, en el Amor Romántico, la pareja mantiene el deseo por las relaciones sexuales debido a que existe verdadera atracción entre ambos y además trabajan en el Amor Conyugal, teniendo así responsabilidades como el trabajo, la familia, los hijos. En definitivas cuentas, el Amor Romántico es bello de verdad, requiere más dedicación que ningún otro pues precisa el esfuerzo que exige el Amor Conyugal y a su vez otra labor no menos importante que es mantener viva la llama de la pasión. Cuando una relación sólida de este tipo fracasa se debe a que probablemente uno de los dos miembros de la pareja llegaba a la conclusión de que: 1.- No siente de verdad una de las formas simples en las que se apoya la forma conjugada, en ese caso uno de los dos vive la forma conjugada y el otro la forma simple, con lo que se puede determinar que uno de los dos no esta siendo del todo sincero con el otro. Pongo dos ejemplos de las dos posibles disfunciones: - El primer caso sería el de una persona a la que su pareja no le atraiga realmente, pero se aferra a una relación conyugal debido a diversas causas: aceptación social, embarazo no deseado, necesidad de vivir en pareja, etc... En conclusión, uno vive el Amor Romántico mientras que el otro únicamente Amor Conyugal. Así que pese a sentir cariño y querer de forma fraternal a su pareja tal vez preferiría otra de las formas del amor, esto le llevaría a buscar el Amor Carnal fuera de casa o a desear un Amor Platónico no realizado. - La otra posibilidad es que la pareja se atraiga de verdad, pero no quiera realmente mantener una relación conyugal por diversas causas: sed inevitable de amor carnal además del que tiene con su cónyuge, búsqueda de una relación con otra persona que no sea su pareja y aun así sigue con esta mientras no consigue lo que quiere, miedo al compromiso, etc.. En conclusión, uno de los dos vive el Amor Romántico mientras que el otro únicamente Amor Carnal. Así, pese a que éste desea el sexo con su pareja tal vez prefiere tener sexo con otras personas, o le gustaría realizarse en un Amor Conyugal con alguien que considerase más afín, o desea un Amor Platónico no realizado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - 2.- La forma conjugada del amor que están viviendo no es la que uno de los dos deseaba para sí, con lo cual pretenderá vivir otra de las formas del amor conjugada con otra persona, ya sea dejando a su pareja actual o intentando vivir al mismo tiempo ambas formas de amor conjugado. Por ejemplo, un caso en que una persona con su pareja legítima vivía una forma de Amor Romántico (Conyugal + Carnal), y él en realidad pretendía un Amor Apasionado (Platónico + Carnal). Al buscarse una nueva amante con la que mantendría este tipo de amor deberá entregar el Amor Carnal tanto a su cónyuge legítimo como a su amante, con lo que seguramente el deseo hacia su cónyuge legítimo se irá degradando. Éste lo puede advertir y acabará dándose cuenta, lo que conlleva celos, conduce a malentendidos y al distanciamiento entre ambos. Así, podemos determinar que todas las formas del amor conjugado que contienen la forma simple del Amor Conyugal son las más laboriosas, puesto que piden doble esfuerzo: por un lado el mismo Amor Conyugal que ya de por sí debe trabajarse de manera continua, por otra parte el Amor Carnal que necesita también su espacio y su dedicación dentro de la vida en común. Llegando a un equilibrio entre ambos se consigue este Amor Romántico que tiene lo bueno de los dos anteriores y también los inconvenientes y consecuencias de los mismos; aun así cabe destacar que si los dos consortes se sienten realmente a gusto con este tipo de relación la posibilidad de que fracase es mínima, tal vez sea para la gran mayoría de personas la más enriquecedora de las tres formas del amor conjugadas. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - AMOR APASIONADO Responde a la combinación armónica de las formas del Amor Platónico y Carnal. Debido a que contiene el Amor Platónico esta forma del amor es sumamente hipnótica y embriagadora; se trata de una relación entre dos amantes que se fundamenta en el fuerte deseo sexual que sienten entre ambos y que se ve potenciada por la idealización propia del Amor Platónico. Habitualmente esta forma del amor es la predecesora al Amor Romántico, es transitoria puesto que una pareja que dispone un Amor Apasionado aspirará en un alto porcentaje de los casos a alcanzar una relación en la que tenga lugar el Amor Conyugal y, como ya os había enunciado antes, al cambiar una de las formas base del amor también cambiará la forma conjugada. Así pues, pese a ser otra de las formas estables, el Amor Apasionado es de las tres formas conjugadas la más complicada de mantener y no porque sea insostenible, al contrario, es más difícil de degradar que el Amor Romántico puesto que la pasión en este caso se ve muy potenciada. El problema es que el Amor Apasionado no contempla la forma del Amor Conyugal y lo más normal es que, por lo menos uno de los dos amantes pretenda consolidar la relación añadiendo el Amor Conyugal. Una vez se acepta el Amor Conyugal, la forma del Amor Apasionado desaparece y se transforma en una de las otras dos, con lo cual podemos llegar a la conclusión de que el Amor Apasionado es volátil; es duro y a la vez frágil como un cristal. Normalmente los casos en los que perdura el Amor Apasionado son aquellos en los que la pareja asume que no dispondrán nunca del Amor Conyugal, véase por ejemplo el caso de Romeo y Julieta a los que se les prohibió que contrajeran matrimonio debido a que cada uno de ellos pertenecía a una familia que estaba enfrentada con la otra. También es muy corriente el caso en el que en una pareja de amantes que mantengan una relación basada en la forma del Amor Apasionado haya uno de los dos que ya esté casado con otra persona o tal vez ambos lo estén y deciden mantener el idilio a escondidas de sus parejas legítimas. Esto es lo que hoy en día conocemos socialmente como "tener una aventura". En mayor o menor grado siempre habrá uno de los dos que se plantee la posibilidad de conseguir tener una relación conyugal, está claro que siempre habrá uno más dispuesto que el otro, en ese caso se encuentran con un problema y es que deben aceptar divorciarse de su actual pareja o huir de sus ataduras para poder vivir juntos en diferentes condiciones. El perfecto Amor Apasionado sería aquel en el que ambos desestiman conscientemente el Amor Conyugal, no es muy común pero eso no significa que no sea posible. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Conocí el caso del sr. Godoy, un cómico reconocido y hombre divorciado que en una de sus obras de teatro comentaba que actualmente mantenía una relación con una mujer de la cual estaba muy enamorado, pero que cada uno vivía en su casa. Es decir, cada uno disponía de su espacio puesto que ambos eran personas maduras e independientes y simplemente se encontraban para tener relaciones sexuales o hacer vida de enamorados sin ningún compromiso ni atadura. Para mucha gente es un planteamiento irrisorio de la vida en pareja puesto que no conciben el hecho de que haya personas que no deseen compartir la vida conyugal; ellos sencillamente encontraron la manera de dirigir la forma de amor conjugado que más les convenía. También es un factor clave la sinceridad, como en todos los tipos de amor conjugados, si uno de los dos pretende tener relaciones con otras personas exige que la pareja conozca la situación y entonces la acepte o la rechace ya que, no habiendo compromiso, no se deberían pedir explicaciones. En ese sentido cada caso es diferente, cada pareja pondrá las condiciones que más les convengan. La mayoría de las veces la condición cegadora del Amor Apasionado puede traer consecuencias negativas, aquellos que pretenden una relación de estas características estarán expuestos a varias dificultades, paso a relatarlas: - La primera dificultad es la más habitual: encontrar una persona que también pretenda una relación de amor apasionada no es difícil, al contrario, la gente se vuelca mucho más en este tipo de relaciones que en cualquiera de las otras dos formas del amor conjugado puesto que es la que menos esfuerzo requiere. La verdadera complicación reside en el hecho de mantenerla, lo más común es que por lo menos uno de los dos aspire a conseguir la forma conjugada que contemple el Amor Conyugal, con lo cual comenzar una relación de Amor Apasionado no es lo complejo sino intentar preservar esta forma del amor conjugado para que no mute a una distinta. - La segunda dificultad está en que ambos sean lo suficientemente maduros como para mantener la fidelidad a pesar de que no exista ningún tipo de compromiso formal, también se da el caso contrario en el que han de ser lo suficientemente maduros como para aceptar la infidelidad si la hubiese. En conclusión, sin lugar a dudas esta forma del amor conjugada es más compleja que la anterior ya que requiere de amplia experiencia en el terreno emocional y precisa conocer bien a la otra persona, pues es necesario poder confiar plenamente. Necesita mucho más que el Amor Romántico de la sinceridad entre ambos amantes. - Otra de las dificultades que encuentra el Amor Apasionado es la presión social, ya sea por parte de las familias o por parte del círculo de amigos, que les induzcan a formalizar el noviazgo de Amor Apasionado que están manteniendo. En tal caso se genera el problema de que ambos deben afrontar constantes críticas acerca de su relación que les pueden obligar finalmente a aceptar por compromiso la forma del Amor Conyugal; esto daría por concluido su paso por la forma conjugada del Amor Apasionado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - La cuarta y última sería el declive del Amor Carnal. El deseo sexual es, dentro de las formas del amor singulares, el más débil ante el paso del tiempo pues con los años se le puede perder interés. Aun así, el hecho de que esté conjugado con el Amor Platónico hace que el deseo persista sobretodo debido a la incertidumbre acerca del compromiso entre ambos. Es el misterio que envuelve la relación el que se encarga de alimentar el deseo, pero siempre estará expuesto a venirse a menos. Así pues, para que un Amor Apasionado no fracase, debemos ser conscientes de que requiere una madurez emocional importante, no solamente de uno mismo sino de ambos. Uno puede ser maduro para aceptar este tipo de relación y el otro por su parte desestimarla, ya que al no existir un compromiso formal puede suceder que éste pretenda tener otras parejas; el caso es que debe existir entre ambos lo que se conoce como compromiso de amor, es decir, son pareja porque ambos quieren realmente pero no aspiran a vivir juntos por los motivos que tengan. *** EL AMOR INCONDICIONAL Responde a la combinación armónica de las formas del Amor Platónico y Conyugal, de las tres formas del amor conjugado es sin lugar a dudas la menos corriente pero tan válida como todas las demás. Es la más complicada de justificar sencillamente porque la mayoría de las personas no conciben una relación de pareja en la que el sexo se vea relegado. Un ejemplo sería una pareja que emplee el acto sexual únicamente en pos de su finalidad reproductiva. Ya os he comentado que son raros los casos pero aun así existen, hay diversas causas que pueden hacer derivar una relación cualquiera a este tipo de forma del amor conjugada; es la forma que menos nos agrada puesto que prescinde del deseo sexual y el componente pasional es muy necesario para mantener la relación en la mayoría de las parejas. Uno de los ejemplos de Amor Incondicional más claros que he encontrado es el de Freddie Mercury y Mary Austin. Freddie, el cantante del exitoso grupo británico Queen murió infectado por el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida que presuntamente había contraído debido a relaciones sexuales con otros hombres. Lo que mucha gente desconoce es que al morir legó la mitad de su fortuna a su ex novia y amiga Mary Austin; antes de haberse reconocido homosexual ellos fueron pareja y pese a que Freddie se sentía atraído por los hombres Mary no le dio nunca de lado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - No llegaron a casarse pero adquirieron un compromiso de amor que se basaba en el cariño mutuo que se tenían y el Amor Platónico que ella desarrolló hacia él, seguramente porque tuvo que prescindir de poder poseerle en el sexo ya que Freddie necesitaba realizarse en su homosexualidad y esto la llevó a idealizarlo. Mary Austin estuvo con él hasta el último momento y como no pudo ser correspondida por el deseo de Freddie lo fue con su cariño y con su herencia. Analizándolo nos damos cuenta de que pese a no haber llegado a adquirir un compromiso formal, Mary Austin había desarrollado un Amor Incondicional hacia él. Freddie por su parte no podía corresponderle ni con el Amor Carnal ni tampoco quiso hacerlo con el Conyugal puesto que al ser homosexual no podría mantener ninguna de las formas conjugadas del amor con ella. Probablemente si Freddie hubiese continuado sintiéndose heterosexual Mary Austin hubiese sido la mujer perfecta para él, y lo sabía, pero no podía luchar contra su condición así que la amó como a una hermana. Mary lo acepto así, y así fue por lo que su amor se convirtió en incondicional; siempre pudo contar con su cariño pero no podía tenerle a él, en definitivas cuentas: Amor Conyugal + Amor Platónico. Para que os hagáis a la idea os pongo unos ejemplos más de Amor Incondicional: 1) El primero sería el caso de una mujer viuda, que mantenía un Amor Romántico con su pareja, basado en el cariño, el matrimonio y el deseo sexual. Al morir su cónyuge la mujer transforma el deseo sexual que sentía hacia él en Amor Platónico ya que la pérdida le obliga a vivir idealizándolo y se propone mantener su compromiso aun cuando éste la ha dejado para siempre. Eso es un Amor Incondicional. 2) El segundo sería el caso de Freddie y Mary Austin, ellos tenían en el pasado una relación basada en el cariño, compromiso y deseo sexual. Freddie pierde el interés por el sexo con su pareja y debe desestimar el compromiso para no hacerle daño. La mujer transforma el deseo sexual que sentía hacia él en Amor Platónico ya que no podrá poseerle en el ámbito sexual y persiste la forma del Amor Conyugal puesto que ambos mantienen el mismo cariño que se tenían mientras eran pareja. Se quieren pues de manera incondicional. 3) Un tercer ejemplo lo encuentro en una pareja que conocí hace tiempo, uno de los profesores de mi instituto y su mujer mantenían una relación Incondicional. Tal y como nos lo contaba él, la pareja había desestimado mutuamente el deseo sexual; solo habían tenido tres relaciones sexuales en toda su vida, dos de ellas para concebir a sus dos hijos y una tercera por placer y por lo visto la experiencia no les gustó a ninguno de los dos. Está claro que aquel día en clase se levantó una gran polémica sobre la relación del profesor y su esposa, la mayoría de la gente no daba crédito, les parecía inconcebible pero el caso es que ambos eran felices viviendo esta forma de amor conjugada. Entonces, de la manera en la que nos planteamos el amor, la forma del Amor Incondicional no es a la que la mayoría de la gente aspira, en todo caso sería una forma a la que uno llega y si quiere la acepta y si no la desestima. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Con lo cual, aquel que adquiere esta forma de amor sabe que es, de las tres, la más sufrida y la más ardua pero a su vez es también la más fuerte. Al contrario que las otras formas del amor conjugadas esta es la que una vez obtenida sería prácticamente inalterable. *** LA EXPERIENCIA DEL AMOR Una vez definidos los tres tipos de amor conjugados ya tenemos las siete formas de las que consta la Trigonometría del Amor. Para concluir con la exposición únicamente nos queda argumentar y esclarecer en qué se basa la Experiencia del Amor; el Amor propiamente dicho que todo el mundo desea vivir. En síntesis, la Experiencia del Amor se fundamenta en que durante el transcurso de nuestra vida podamos llegar a conocer los tres tipos de amor real o conjugado, se trata de que vivamos por etapas el Amor Romántico, el Amor Apasionado y el Amor Incondicional. Una vez desestimado el Amor Perfecto al considerarlo inviable ya estamos listos para comenzar por una de las tres formas del amor real en una relación con otra persona empezando desde el principio. Hemos hablado anteriormente de que el supuesto del Amor Perfecto como forma geométrica debería ser un triángulo, y que según nuestra teoría estaría compuesto por las tres formas simples del amor: El Amor Conyugal, el Amor Carnal y el Amor Platónico. En el caso de la Experiencia del Amor, si trasladamos el símil a la geometría, también podemos construir un triángulo con las tres formas del amor conjugadas como vértices. Ahora podéis volver a la página del título donde se muestra el triángulo obtenido de las tres formas del amor conjugadas. Como el resultado es la misma figura podemos determinar que la Experiencia del Amor sería la forma de alcanzar la culminación y que una vez conocemos las siete formas del amor nos es revelado el misterio. Esta sería la cronología dentro la Experiencia del Amor: En una fase inicial, el individuo conoce las formas singulares del amor. Para comenzar, dentro del seno de su familia conocería el Amor Conyugal, después experimentará el Amor Platónico durante su infancia y finalmente en la pubertad terminará por descubrir el Amor Carnal cuando desarrolle su sexualidad. En la segunda fase tendrá la posibilidad de experimentar las formas del amor conjugadas que a su vez le servirán para madurar dentro del terreno de las relaciones humanas. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Esta segunda etapa es propia de la adolescencia y al igual que sucede en otros aspectos, con toda seguridad el individuo se decepcionará al contrastar la realidad de las formas del amor conjugadas con el Amor Perfecto, aquel al que todo el mundo aspira debido al culto que se nos ha inculcado por él desde nuestra infancia. El uso reiterado de éste para sazonar las películas y las novelas lo ha aproximado a nuestra realidad y lo ha convertido en una meta ansiada pero que a su vez es inalcanzable. Pasará a la siguiente fase en cuanto desestime el concepto erróneo del Amor Perfecto y acepte el amor real. En una tercera fase el sujeto ya ha vivido en una o varias de las formas del amor conjugadas y es entonces cuando comienza a afianzarse en su realidad cotidiana a una de ellas. A partir de ahí sucede que el amor real se consolida, nos comenzamos a cuestionar la relación que estamos manteniendo y la sometemos a análisis para determinar si estamos cómodos en ella o por el contrario no nos llena plenamente. Las causas de que una relación no nos llene plenamente serán las siguientes: 1.- Que ansiemos vivir alguna de las otras formas del amor conjugado que no hemos llegado a conocer. Una vez consolidado el amor real estaremos conviviendo cotidianamente con él y puede que el misterio nos arrastre a querer descubrir los tipos de amor conjugado que no hemos llegado a vivir con nuestra pareja . 2.- Que la forma del amor conjugada que estamos viviendo no se ajusta a nuestros deseos. Al individuo le gustaría permanecer en alguna de las formas del amor que ha conocido antes y que no es la que está viviendo cotidianamente con su actual pareja. Finalmente, un cuarto estado dentro de las fases de la Experiencia del Amor sería el que pertenece a la madurez. En esta etapa hemos logrado nuestro objetivo, hemos llegado a conocer las tres formas del amor conjugadas y conseguimos afianzarnos en la que más nos conviene junto a otra persona. La estabilidad emocional a partir de este periodo es la auténtica recompensa que nos brinda la Experiencia del Amor, la meta real a la que aspirábamos sin saberlo. Gracias a la amistad, la confianza, el sexo y la espiritualidad alcanzamos un grado superior de humanidad que nos gratifica como el resto de sabiduría que se nos brinda en el transcurso de nuestras vidas. La misión se ha completado con éxito, hemos conocido el amor. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - GENESIS - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - VUELVO EN MI Salí a la calle para oír silbar al viento que sonaba igual que siempre, si me hubiese visto ayer ni me conocería, parece que me dice algo pero en realidad solo arrastra consigo sinfonías del pasado que doblan como campanadas del día anterior. - ¡Vayámonos! - me dijo - Es la hora. Aquí no hay nada más que hacer, déjalo todo. Cualquier cosa con la que no puedas acarrear es que no vale la pena que la lleves contigo. - ¡Salúdales de mi parte! - le dije porque volveré algún día. - ¿Era ese tu semblante? - me pregunta. - Aunque le volviese a ver ya ni lo recordaría. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ESCAPAR No puedo creer que aún siga aquí después de tanto tiempo. Siempre pensé que los primeros logros vendrían solos en cuanto hubiese cumplido la mayoría de edad, pero cada día estoy más convencido de que mis metas están ahí fuera y yo permanezco enclaustrado en mí viviendo la vida de una forma que no pretendo. No quiero seguir así, de eso ya me he dado cuenta. Vuelve a ser sábado por la noche y en lugar de estar viviendo como quisiera me encuentro una vez más cenando la misma pizza que pido siempre porque no me atrevo a pedir otra distinta; hundido en el sofá en casa de Ernesto donde siempre tomo la misma posición; sentado en el mismo sitio en el que llevo sentándome desde hace ya demasiado tiempo, en compañía de Rubén e Ignacio que por ahora parecen más preocupados de lo que sucede en el partido de esta noche que de lo que acontece en sus propias vidas. Me siento solitario aunque esté con ellos. ¿Seré el único que de verdad se preocupa por estas cosas? Es decir, ¿cuando termine el fútbol serán capaces de caer en la cuenta de que estamos desperdiciando nuestra vida quedándonos en casa un sábado por la noche? Quiero salir de aquí y quiero comenzar a vivir de ahora en adelante, necesito conocer lo que me rodea, a la gente, a las chicas, conocer el amor, vivir aventuras de verdad. No me importa sufrir, la semana pasada terminé emborrachándome y a final de la noche me deprimí tanto que acabé tumbado en el asiento de atrás del coche de Ernesto preguntándome el ya habitual ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Es la última vez que me quedo en casa, se acabó la reclusión, lo he pasado bien todos estos años jugando con vosotros al Monopoly y a la consola hasta las tantas, viendo películas de acción mientras fumábamos y bebíamos: las tardes de póquer en las que nos apostábamos unos pocos céntimos y las cenas de rigor de cada fin de semana. Lamentablemente todo eso hoy no me complace, ya tendré tiempo de jugar con vosotros o de ver películas cuando sea anciano y no tenga la vitalidad que tengo ahora. Se acabó perder el tiempo. - ¿Ya te vas? - me preguntó Rubén cuando vio que me incorporaba. - Es pronto hombre, quédate - añadió Ignacio. - Es que me aburro - les dije - Necesito ir por ahí y conocer tías buenas - entonces los tres se echaron a reír con mi ocurrencia. - Y ¿adónde vas a ir? en este pueblucho no hay nada que hacer - me sugirió Ernesto. - ...Aunque si conoces a alguna tía buena tráetela aquí - bromeó Rubén. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Quédate hombre, que aún es pronto - concluyó Nacho. - ¡Qué va!, me piro pa mi queli. Estoy hasta la polla de que siempre hagamos lo mismo, creía que habíamos quedado que este finde saldríamos. - Y ¿a qué bares quieres ir? además, aunque salgamos por ahí tampoco te vas a comer una rosca - volvió a sugerirme Ernesto molesto con mi impertinencia. - Pues podríamos ir a la discoteca en la que estuvimos la otra semana. Estaba bien e incluso podríamos ir caminando. Lo que tenemos que hacer es buscarnos peña con la que ir a los bares para tener algo de vida social fuera de nuestro círculo. Así podríamos conocer pavas. - ¿Caminando? te has vuelto loco definitivamente - Rubén se reía divertido de mi nuevo afán por ligar. - Bueno, pues tú mismo - me dijo Ernesto antes de despedirme - Ya nos veremos el finde que viene, que fijo que se te habrá pasado. - Y recuerda que si conoces chatis que estén buenas, tráetelas - insistió Ignacio reiterándose en la broma. - Eso haré peña. Nos vemos otro día. En cuanto me despedí de ellos salí a la calle y respiré hondo sintiéndome liberado. Eran solo las once de la noche, comencé a caminar hacia el pueblo vecino en dirección a la discoteca. Cuando consideré la posibilidad de no complicarme la vida e irme a mi casa me di media vuelta y volví a cambiar de planes. - Ya iré la semana que viene - pensé - Lo más importante es que al fin he conseguido salir de ahí. Levanté la vista y encontré a Ernesto asomado a la ventana. Me estaba mirando, muy probablemente ya sabía que había desistido de mi empresa. - ¡Que duermas bien! - me dijo. Por detrás se les oía reír a los otros dos. - A ver si conoces a alguien de camino a tu casa, pero que esté buena ¿eh? - también se asomó Rubén el simpático a despedirme. - ¡Ta luego peña! - les dije sonriendo sin reparar en sus desprecios. No tenía nada que perder, aunque no fuese hoy el día sabía que acababa de dar el primer paso. No me quedaré ahí a esperar nada, volveré cuando tenga lo que quiero y si puedo os rescataré a vosotros también. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La calle estaba tan solitaria como yo, caminaba resguardándome bajo el resplandor de las farolas procurando pisar las piezas de la acera de tres en tres, que era la distancia máxima que me permitía el paso. Cualquiera que me hubiese visto me tomaría por loco, tan solo eran las doce y ya apenas circulaban coches, la luz en las ventanas de todos los edificios había desaparecido. El pueblo entero se había convertido en un autentico desierto de hierro y hormigón en el que únicamente oía mis pasos, mi respiración y mi pensamiento. Llegué a mi casa que estaba toda a oscuras, mis padres se habían acostado ya así que entré tanteando hasta llegar a mi habitación. Me tumbé boca arriba en la cama con los ojos abiertos; seguía sin ver, pero poco a poco una tenue luz azul que se colaba por los agujeros de la persiana comenzó a disipar la oscuridad y a darle forma a todo. No quise dormir, necesitaba pensar para sacar conclusiones, comencé a organizar mis recuerdos y en algún momento de la noche concilié finalmente el sueño. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - HAZ DE LUZ - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - OTRA REALIDAD La historia de una gran vida, más allá de aquello que perciben los sentidos, un mito para atesorar como un gran secreto puesto que serás la única que lo conozca. Sencillamente otra realidad, una continuación eterna al sueño del que despertamos y del que todo el mundo quiere poder disfrutar un minuto más cada mañana con solo cerrar los ojos. Aquí siempre eres bienvenida. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL ORIGEN DE KLAUS Lo más probable es que fuera invierno, su madre le dejó acostado en el asiento trasero del coche y le arropó con su manta. Podía sentir el sonido del motor, era una vibración agradable a la que ya se había acostumbrado. Cada mañana le sacaban de la cuna mientras él todavía estaba durmiendo, comenzaba a desvelarse una vez dentro del coche pero aun así trataba de continuar descansando. Sus padres le llevaban a una guardería para que cuidasen de él durante la jornada laboral; el centro infantil solía abrir a partir de las ocho cada mañana, pero como ellos comenzaban muy pronto en sus respectivos empleos le dejaban algo más de una hora antes. Una vez allí volverían a acostarle de nuevo en otra de las cunas de la habitación que estaba a oscuras, junto con los demás niños que como él también llegaban temprano. Llamaron al timbre, estaban esperando con el coche delante de la puerta cuando Klaüs tomó conciencia de sí mismo por primera vez. La manta que le había puesto su madre encima pretendía arroparle entero, pero ésta no le llegaba bien a los pies y sintió frío. Aquella vez no lloró para llamar la atención de sus padres, pensó que él mismo podría resolver aquel contratiempo, sencillamente se incorporó y estirando de la manta hacia abajo se tapó los pies. A partir de ese momento existió, debía tener poco más de dos años. Nació en diciembre, pocos días antes de terminar el año, lo cual le influyó mucho a lo largo de su vida puesto que siempre fue el más pequeño de la clase; con algunos de sus compañeros se llevaba incluso un año entero de diferencia. Klaüs vivió su vida así, a la sombra de los demás; ya desde su paso por la guardería tuvo que rodearse de niños más mayores que él que solían hacer que se sintiera ingenuo o sencillamente le tomaban el pelo por ser el más pequeño. Otro de los momentos que mantuvo en el recuerdo, a la temprana edad de tres años, fue el día en el que concluyó su paso por el jardín de infancia. Estaban despidiéndose de él en la puerta, la profesora le entregó a sus padres los trabajos manuales que Klaüs había hecho durante el curso y también un colgador de madera con un dibujo serigrafiado de Baloo de El libro de la selva. Su maestra al despedirse articuló por primera vez una de esas frases que nadie quiere escuchar cuando las cosas van a cambiar: - Ahora que ya eres un niño grande empezarás a ir al colegio ¿no te hace ilusión? - ¿Ilusión? - pensaba Klaüs aterrado. Fue entonces cuando descubrió lo mucho que le acobardaban los cambios. El era feliz y su vida hasta entonces siempre había sido así. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ¿Por qué tenían que cambiar de pronto las cosas? Por descontado que a su edad aún no intuía que eso iba a ser solo el comienzo. Tras el primer choque con lo que sería su destino Klaüs pasó un agradable verano junto a sus padres en un apartamento cercano a la playa; durante el tiempo de ocio consiguió olvidar por completo las palabras de su profesora y sólo recordó su pronóstico cuando finalmente regresaron de las vacaciones. Se percató entonces de que comenzar las clases en el colegio era ya inevitable; tal y como ella predijo se estaba haciendo mayor. Su primer día de clase en la escuela, el mes de septiembre en el que no había cumplido aún los cuatro años, fue sin lugar a dudas el día que siendo consciente lloró más de toda su vida. Su madre le dejó en la escuela después de haberle oído llorar durante horas y haber soportado sus pataletas desde el día anterior. Aquella resultó ser una semana intensa pues además de la escuela había conocido también su primer domingo funesto; el día en que empezaron las clases fue un lunes y el domingo anterior había sido terriblemente triste y melancólico. Mientras su madre le bañaba a última hora de la tarde él estaba aterrado, pasó nervios, sintió tristeza, incertidumbre y desconcierto. Sus padres, sus abuelos, los amigos de sus padres... todo el mundo le decía que debía sentirse feliz porque en el colegio lo pasaría muy bien y haría muchos amigos. Menudo engaño claro... pero qué iba él a saber. Durante el primer y segundo día en la escuela Klaüs fue lo más parecido a una plañidera, sólo dejaba de llorar cuando llegaba a casa; entonces se sentía a salvo, no podía imaginar que al día siguiente debería volver al colegio ya que nadie le había explicado que la semana laboral comenzaba el lunes, terminaba los viernes y que debía asistir a la escuela los mismos días en que sus padres iban a trabajar. Terminaban las clases y solía pensar que el tormento había acabado para siempre, entonces era feliz. Tardó en acostumbrarse al hecho de que cada día iba a tener que asistir a la escuela; cada semana al llegar el lunes quería que fuese la última. ... El hedor tan desagradable que emanaba una clase llena de críos, mezcla entre sudor, manzana y fetidez; lo incómodas que eran aquellas batas azules almidonadas en exceso que les hacían ponerse; el sonido de los puzzles de madera al caer sobre la mesa y las sillas al arrastrarse; el olor de las ceras de colores; los desayunos envueltos en papel de plata; la colonia de las niñas y el sabor del agua de la fuente que había en el patio fueron las sensaciones más intensas que guardó de su paso por el preescolar. ... Por suerte para Klaüs existían también los sábados, el día en el que nadie le despertaba pronto. Solía levantarse eufórico, veía los dibujos en televisión durante toda la mañana, después comía en casa con sus padres y por las tardes recibían visitas. Unas veces venían a verles sus tíos con su primo, que era algo mayor que él; otras venían los amigos de sus padres con sus hijos e incluso en alguna ocasión habían sido sus abuelos los que iban a visitarle. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - En definitivas cuentas, sin conocerlo, el sábado se convirtió para él en la jornada más espléndida de la semana, digna de culto. Los sábados se pasaba toda la tarde jugando con otros niños y por las noches no se acostaba tan temprano como el resto de los días. Pronto aprendió a que debía aprovechar al máximo los sábados para poder sobrellevar los melancólicos domingos; llegó a odiarlos, a partir de que caía el sol los domingos no traían nada bueno consigo: se marchaban las visitas, sus padres comenzaban a recoger la casa y luego le tocaba el baño de antes de irse a dormir que tampoco lo llevaba demasiado bien. Finalmente las sensaciones previas al lunes, que ya no eran tan desafortunadamente intensas como al principio pero que volvían de forma irrevocable cada domingo al caer el sol. En unos meses Klaüs vivió sus primeras navidades como si fueran un sábado interminable. Para su sorpresa, el día de navidad nada más levantarse encontró la alfombra del comedor llena a rebosar de grandes cajas envueltas en papel de regalo; sus padres le contaron que los Reyes Magos le habían traído aquel montón de juguetes debido a su buen comportamiento y que estos eran todos para él. Se sucedieron los días de alegría y fiesta en los que se reunió toda la familia y los amigos repetidas veces. A la semana siguiente celebraron también el cumpleaños de Klaüs y el día antes de año nuevo cayó la nevada más intensa que hubiese acontecido en Yímbale desde hacía muchos años. Todo el pueblo estaba en la calle, todo el mundo parecía estar disfrutando de la misma felicidad que él llevaba experimentando desde que comenzaron las navidades. Los Yimbalenses aprovecharon al máximo la nevisca: esculpieron colosales muñecos de nieve; fueron también muy concurridas las batallas con bolas de nieve contra sus vecinos; jugaron a resbalarse en el hielo hasta caerse y usaron grandes plásticos para descender por la cuesta más alta que entonces estaba completamente cubierta por el manto blanco. Aquella navidad fue la época más feliz de su infancia sin lugar a dudas. En enero, y ya de vuelta en el colegio, Klaüs comenzó a hacer amistad con algunos de los niños de su clase para no sentirse solo. En un principio su punto de apoyo en la escuela era el hijo de unos amigos de sus padres que se encontraba también en su misma clase, por desgracia no tuvo tiempo de entablar amistad con él puesto que el mismo año después de las navidades la familia de aquel chico decidió irse a vivir a otra ciudad. Qué extraño era todo aquello, de repente un día sin previo aviso la gente se marchaba de su vida sin más. La realidad de Klaüs es que cuando era pequeño fue un niño mimado, el primogénito de una familia trabajadora que únicamente aprovechaba los fines de semana para estar con su hijo. Klaüs se crió con sus abuelos maternos que él aceptó como sus padres, en ellos encontró el cariño que necesitaba y del que no pudo disponer por parte de sus verdaderos progenitores debido a que estos estaban siempre demasiado ocupados en sus respectivos empleos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Era su abuelo Pepe el que se encargaba de jugar con él a balón en el pasillo. Después de comer le contaba historias para entretenerle, le hablaba de cuando era joven y también de cuando estuvo en el colegio. Su abuelo abandonó la escuela a los pocos días de empezar cuando una mañana su mentor le castigó azotándole en la cabeza; tan mala fortuna tuvo que al llevarse la mano a la frente para mitigar el dolor sintió la sangre brotándole de la herida que le acababa de hacer. Se enojó tanto que, encolerizado, cogió su tintero y lo arrojó contra la camisa del profesor que estuvo persiguiéndole por toda la clase para volver a azotarle. Antes de que le alcanzase consiguió escapar saltando por la ventana y aquella fue la última vez que apareció por allí; su abuelo había sido un rebelde desde que era joven. Para su abuela Bruna él era su bien más preciado. Solía contarle que cuando él era un bebé la gente le confundía a menudo con una niña, entonces ella les corregía argumentándoles orgullosa que en realidad se trataba de un chico y que se llamaba Klaüs. Tras disculparse por su sentido error todos le alababan su nieto diciéndole lo guapo que era para ser un chico. Así, aquel niño consentido y vanidoso fue consciente de que a los ojos de los mayores resultaba adorable; se lo tenía muy creído pese a su corta edad y sabía aprovechar esta ventaja para su propio beneficio. No sabía que la vida le devolvería el golpe con un regalo propio de los sátiros dioses de la antigua Grecia. *** EL BUENO DE KLAUS Era domingo por la tarde y había salido a pasear con sus padres por el centro de Yímbale, llevaba consigo un tebeo de los muchos que tenía por casa. Hasta entonces se conformaba con mirar los dibujos, pues de aquellas aún no sabía interpretar la escritura y eran su padre o su madre los que le leían los tebeos en voz alta por las noches a modo de cuentos. Mientras paseaban rambla arriba sus padres, encontraron una pareja con la que mantenían amistad y se detuvieron a conversar. Se estaba haciendo de noche cuando todavía continuaban parloteando sin parar. A Klaüs le desesperaba el aburrimiento, era tarde y ya no quedaban niños en la calle con los que jugar. Cansado de esperar decidió sentarse en un portal a mirar los dibujos del tebeo; el aburrimiento le llevó a ojear las páginas repetidas veces y finalmente, cuando vio que aún podían estar allí un buen rato, se preguntó si con lo que le habían enseñado en el colegio sería capaz de descifrar el significado de aquellos globos blancos llenos de caracteres. La mayoría de aquellas letras ya las conocía, poco a poco comenzó a comprender que al conjugar las vocales con las consonantes se creaban fonemas, que a su vez creaban palabras que también le resultaban familiares. Iba muy despacio, pero fue un paso agigantado para él. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cuando leyó su primera frase se emocionó sobremanera pues era consciente de que había aprendido a leer por sí mismo; desde entonces se propuso leer todos los tebeos que tenía en su casa. Sus padres también reconocieron la proeza, les alegró comprobar que su hijo estaba tan apasionado por la lectura. Algunos de los chicos de su clase no aprendieron a leer hasta dos cursos más adelante y desde aquel día se sintió especial, como si fuese distinto al resto. Puede que tal vez sí lo fuera. Conocerle de verdad era sin lugar a dudas un cometido difícil, Klaüs se servía de la lectura para descubrir el mundo y vivió durante muchos años inmerso en una realidad distinta a la de los demás. El caso es que el perfil que daba a conocer en el mundo real no era demasiado agradable en contraste con sus cualidades y aquella primera impresión que causaba de la que ya os hablé anteriormente. Hay varios episodios de su infancia que vale la pena reseñar y que nos permitirán hacernos una idea de la evolución en su configuración emocional. El vaso de leche Cada mañana, durante todo el curso, su madre le acompañaba al colegio; antes de salir de casa le hacía tomar un vaso de leche que él llegó a detestar, aquel hábito terminó por convertirse en un verdadero suplicio para Klaüs. En realidad a él le gustaba tomar leche, sobretodo aquellas tardes en las que se quedaba en casa de su abuela después de comer y la tomaba en un tazón grande con cacao mientras veía los dibujos animados; por las mañanas era muy distinto, el primer sorbo solía quemarle los labios y la punta de la lengua pues su madre la servía hirviendo la mayoría de las veces. Además, se formaba una especie de membrana por encima del lácteo, de la que ella decía que era nata, que se le pegaba en el paladar cuando la bebía produciéndole arcadas. El último sorbo era desmedidamente dulce ya que con las prisas nunca le daba tiempo a que se disolviese bien el azúcar y solía quedar un gran poso en el fondo de la taza. Aquel momento se le hacía inacabable. Una vez se lo había tomado, aunque fuese a regañadientes, salían de casa camino a la escuela; la mayor parte de las veces, justo después de las primeras arcadas, terminaba vomitando. Así comenzaba el día Klaüs, durante muchos años arrastró consigo la sensación de ser una persona débil y enferma, pues no era muy normal que un niño con su edad vomitase prácticamente todas las mañanas. El desayuno durante el recreo Era en el recreo cuando Klaüs se mezclaba con los demás niños de su clase, entonces no tenía ningún amigo en particular aunque eso no le preocupaba en absoluto. Podía ponerse a jugar tanto con los niños como con las niñas. Klaüs Zayin procuraba mostrarse agradable, amanerado y conformista; eso cuajaba en todas las formas de juego que desarrollaban sus compañeros. A lo que más le gustaba jugar era al pilla-pilla o al escondite; entonces aún no había división por sexos con lo cual jugaban todos juntos, los niños y las niñas. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cloe acostumbraba a ponerle en su bolsa Donuts, cruasanes u otras variedades de bollería para desayunar. Los demás chicos llevaban bocadillos para el desayuno y, al ver sus pastas con chocolate, solían perseguirle por todo el patio suplicándole que les invitara. Así lo hacía, a veces repartía la mayor parte de su desayuno sin ningún tipo de interés más que el de caerles bien a sus compañeros. Klaüs era un niño reservado que a su vez también pretendía ser sociable y encajar; de aquellas no conocía ningún tipo de maldad. Las clases de natación Fue aquel mismo año cuando sus padres le apuntaron a natación por vez primera, de esta forma conoció una más de sus debilidades. Klaüs desarrolló aversión al agua, a bañarse y también a la misma palabra natación. Para empezar ir a las clases de natación suponía fastidiarle su sagrado sábado por la mañana, pues debía levantarse pronto para tomar el autobús que le llevaba hasta la piscina del pueblo vecino. Por aquel entonces el largo trayecto parecía conducirle hasta los confines del mundo conocido. En su primer día de clase salió del vestuario con el bañador y el gorro de látex que le había puesto la profesora; se respiraba el olor a cloro y a polvos de talco en el ambiente. Tiritando de frío corrió para entrar en el agua que estaba caliente. Cuando ya le cubría más arriba de la cintura fue incapaz de aventurarse hacia donde estaban los demás niños, al parecer alguno de ellos ya nadaba solo incluso en la parte más honda. Al poco tiempo de estar allí comenzó a encontrarse mal, había pasado muchos nervios el día anterior y, cómo no, la leche hirviendo hizo su efecto y terminó vomitándola en cuanto salió del agua. La tutora le había visto, no cabía duda de que el chico se encontraba mal y le dio permiso para pasarse el resto de la mañana fuera de la piscina. Klaüs intuía que de alguna forma era distinto al resto, pero aquel día lamentablemente se sintió excluido por primera vez observando cómo los demás hacían la clase mientras él esperaba sentado en el banco a que terminasen. Después de haber asistido a las dos primeras clases de natación, ambas con el mismo éxito, Klaüs desarrolló otitis. A la semana siguiente tuvieron que visitar al pediatra en repetidas ocasiones y durante varios días permaneció en cama con mucha fiebre. La otitis era una enfermedad terrible, se le sumaba a la fiebre intensa un dolor muy fuerte en la parte interna del oído, acompañada de palpitaciones y un pitido ensordecedor constante. Quien la ha sufrido sabe de lo que le hablo, para un niño de su edad suponía un verdadero calvario ya que la otitis era sin duda lo más molesto que había sentido nunca hasta entonces. Los síntomas no amainaban totalmente ante ningún tipo de calmante y seguían persistiendo durante la noche. Aquel fue su primer contacto con las enfermedades desde que tomó conciencia de sí mismo. Tras permanecer unos días convaleciente, Klaüs volvió a visitar la piscina en dos ocasiones más y cada mañana tomó por costumbre vomitar justo antes de comenzar la clase, como venía siendo lo habitual. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La profesora pasó de considerarlo un llorica a sentir verdadera compasión por él, así que un día optó por comunicarles a sus padres que no creía conveniente seguir llevándole a las clases de natación. La última de las veces que estuvo en la piscina volvió a desarrollar otitis por segunda vez. Básil y Cloe salieron a recogerle con el coche; de vuelta a casa, y pese al dolor, se sintió pletórico pues a partir de entonces volvería a disfrutar de los dibujos animados de los sábados. Unos meses más tarde hubo una mañana en la que durante el recreo su profesora le llamó la atención. Klaüs se extrañó ante su reclamo, lo primero que pensó era que pretendía escarmentarle por haber hecho algo malo. Para su asombro, la maestra le entregó una medalla de un metal similar al bronce que llevaba su nombre grabado. La medalla era de la piscina y la profesora le dijo: - Me han dicho que te la diese ya que no pudiste ir tú mismo a recogerla. Klaüs acababa de recibir el primer galardón de su vida, consciente de que no lo merecía en absoluto pues ni siquiera había aprendido a nadar y lo único que llegó a asimilar fue lo mucho que odiaba la natación. Contento ante su logro le dio por reírse, aquella condecoración era una completa estupidez. En su casa también se lo tomaron a broma. *** UN PEQUEÑO UNIVERSO Sin querer, algo que hasta entonces parecía tan cotidiano se acababa de convertir, sin saber muy bien por qué, en un momento verdaderamente embarazoso. Comenzó a sentir vergüenza cuando después de ir al baño tenía que acudir a su madre para que viniese a limpiarle. Cloe andaba por la cocina y puede que al llamarla ella no le hubiese oído si tenía el grifo del agua abierto, Klaüs volvió a insistir; mientras esperaba sentado en el retrete se miraba los pies y pensó que tal vez iba siendo hora de que aprendiese a limpiarse por sí mismo. - Son los bebés los que llaman a su madre para que venga a limpiarles el culo - le solía decir su padre cada vez que él la llamaba. - Esta vez tengo que aprender, o seré un niño pequeño toda la vida - pensó. Y en cuanto llegó su madre le pidió, un tanto ruborizado, que por favor le enseñase cómo lo debía hacer para poder limpiarse él solo. - Es muy fácil, ¿ves? Tienes que hacerlo así - le explicaba Cloe. Ella siempre estaba dispuesta a enseñarle. Por su parte Klaüs aborrecía tener que pedir ayuda con tal de no molestar, desde que comenzó a leer se había ido volviendo cada vez más retraído. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cuál es mi nombre A la mañana siguiente volvería a ser lunes, estaba a punto de caer el sol y se acercaba el momento de la penitencia. A modo de paliativo acostumbraba a coger uno de sus tebeos y, tumbado en la cama, se ponía a leer para así evitar hundirse en su miseria. Aguardó taciturno el momento de la angustia, pero aquella tarde no llegó. Iba a ser la primera vez en la que conseguía escapar de la melancolía propia de los domingos, incluso estaba dispuesto a bañarse y es que, con los días, Klaüs había conseguido acostumbrarse al rutinario ciclo semanal. En cuanto terminaba Fraggle Rock ya poco cabía esperar de los domingos, sencillamente procuraba aletargarse mientras se sucedía el verdadero peor día de la semana: el desolador intervalo de tiempo que comenzaba los domingos por la tarde y terminaba al lunes siguiente a media mañana. Por suerte para él el ritmo de las clases en su segundo año escolar estaba siendo mucho más sosegado en comparación con el del año anterior; el clima había cambiado debido principalmente a su nueva profesora, una señora de verdad simpática y que nada tenía que ver con la maestra que habían tenido en el pasado curso. El caso es que desde que aprendió a leer se veía algo más motivado para ir a la escuela, atrás quedaron los lloros y la angustia. Hasta entonces habían aprendido a escribir las vocales y también habían comenzado a sumar, cada vez le parecía todo más complicado. Por suerte para él en aquel segundo curso volvieron a comenzar desde el principio. La primera consonante que su maestra les enseñó fue la "y" griega. Tal como ella les contó, la "y" griega era una letra que venía de visita en barco desde una isla muy lejana para encontrarse con sus hermanas las cinco vocales; la "y" griega decía ser también una vocal, aunque sus hermanas las vocales discrepasen. Fueron las mismas vocales las que determinaron que aquel nuevo tipo de letra se trataba de una consonante y no de una vocal como ellas. A partir de ahí la maestra puso los cimientos para presentar las consonantes a sus alumnos, comenzando por la be, luego la ce, etc... Una mañana, mientras se distraía observando el cuaderno, reconoció lo que parecía su nombre escrito en la tapa delantera. Aún desconocía alguna de las consonantes que formaban aquellas dos palabras así que a última hora, cuando los chicos se solían acercar al pupitre de la maestra para consultarle sobre las dudas que pudiesen tener, se puso a hacer cola frente a la tarima para preguntarle por su nombre. No era demasiado habitual en él que se levantase para preguntar, pero le pareció que una consulta inteligente podría servirle para ganarse puntos ante su profesora y finalmente se decidió a ir. Klaüs Zayin rezaba el cuaderno, no supo antes de la existencia de su apellido porque hasta entonces lo desconocía, a él siempre le habían llamado solo Klaüs. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Te llamas Klaüs Zayin señorito! - le dijo la profesora sonriendo anonadada ante su curiosidad - Klaüs de nombre y Zayin de apellido. - ¿Alguna cosa más? - No - se limitó a contestarle, después regresó a su silla. - Cuando ya sepáis todas las letras del abecedario - continuó la profesora - entonces os pondré a escribir vuestros nombres para que los aprendáis, así podréis ponerle el nombre vosotros mismos a vuestros dibujos. Vivir la primera injusticia A media mañana durante la hora del recreo salían a jugar al terrado del edificio de la escuela. Desde allí arriba podían ver a los chicos mayores jugando a baloncesto en el patio de abajo, les llamaban los Grandes. La mayoría de los Grandes parecían bastos, hostiles y maleducados; paradójicamente siendo más mayores parecían estar menos civilizados que ellos. El primer contratiempo en el que Klaüs se sintió desamparado fue una ocasión en la que estaba jugando en el patio con una figura de Star Wars que le había comprado su padre y que era uno de sus muñecos preferidos. Se lo había traído de su casa pese a que la profesora les advirtió que no llevasen juguetes a la escuela; fue poco antes de acabar el recreo, mientras jugaba cerca del muro que debía tener medio metro de alto, cuando uno de sus compañeros le pidió que le dejase ver su muñeco Ewok. Klaüs se lo prestó mostrándoselo orgulloso y debió ser por malicia o por envidia que aquel chico lo dejó caer por entre uno de los agujeros de la malla que servía de protección. - ¡Eeh! ¿Qué haces? ¡Lo has tirado! - le replicó Klaüs sin salir de su asombro. - ¡Se siente! - fue la respuesta que le propinó éste mientras se marchaba sonriéndose maliciosamente. El muñeco Ewok se precipitó y cayó en el patio de abajo. Profundamente disgustado, Klaüs corrió a contarle lo sucedido a su profesora y esta le dio permiso para bajar a buscarlo. Cuando llegó abajo había terminado la hora de recreo y allí no quedaba nadie, estuvo buscando su muñeco sin éxito durante un buen rato. Cualquiera podía haberlo cogido, ¿Cómo podía estar seguro de que fuesen a devolvérselo? ¿y si lo había cogido alguno de los Grandes?. Regresó a clase desconsolado, luego se acercó a su profesora para pedirle ayuda una vez más; esperaba de ella que fuese capaz de recuperar su muñeco, o como mínimo de servirle una buena reprimenda a aquel chico tan estúpido que le había despojado de uno de sus bienes más preciados. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Durante el resto del día se concentró en desviar toda su rabia hacia el mezquino compañero que parecía no darle ninguna importancia a lo sucedido. La maestra fue incapaz de hacer nada por él, ni siquiera cuando le llamó la atención a su compañero Klaüs se sintió verdaderamente satisfecho. Aquel día fue víctima de la primera injusticia de su vida, aún tardaría unas cuantas semanas en conseguir abandonar el desconsuelo. El comedor del colegio También fue en el segundo año escolar cuando Klaüs conoció la existencia del comedor del colegio, la gran mayoría de sus compañeros de clase se quedaban a comer allí a mediodía y le habían sugerido en alguna ocasión que él también se quedase. Cuando les preguntaba por su experiencia unos le habían dicho que comían muy bien; otros le decían que la comida estaba asquerosa. A Klaüs le horrorizaba pensar que pudiese llegar un día en el que por obligación tuviese que quedarse a comer en el comedor del colegio que olía a frito, a lejía y al siempre característico hedor corporal propio de los niños que aromatizaba toda la escuela. Cada día sobre la una salía de clase y le venían a recoger a la puerta su abuela o su abuelo para regresar a casa de ellos y comer. Desde siempre había sido su abuela Bruna quien le consentía haciéndole la comida que a él más le gustaba para así tenerle contento. Por poner un ejemplo de cuán consentido llegaba a estar, Klaüs había dejado de comer pescado únicamente porque en una ocasión se encontró con las espinas al comerlo y, como de costumbre, lo terminó devolviendo. Así pues, fueron sus abuelos quienes le mal acostumbraron a que siempre comiese lo que él quisiera, más que nada para evitar sus lloriqueos. Cultivó con ello una nueva debilidad; sentía miedo de comer fuera de casa y no solo porque con toda seguridad terminaría vomitando sino que a esto se le sumaba el temor a hacer el ridículo delante de los demás. Este complejo le acompañó durante años, limitándole en las relaciones a lo largo de su vida. El abusón Había terminado de colorear el dibujo que estaba haciendo de su familia cuando la profesora les anunció que aquella mañana harían el recreo en el patio de abajo junto con los Grandes. La reacción en clase fue de entusiasmo unánime, a muchos de los niños les pareció genial poder jugar con otros chicos más mayores. Klaüs también sintió verdadera ilusión, allí podría encontrarse con Edan, uno de los hijos de los amigos de sus padres, y presentárselo a sus compañeros de clase para hacerse el interesante. El caso es que en cuanto salió al patio lo primero que encontró fue un corro de chicos mayores que le miraban con desaprobación, su ilusión se esfumó al instante. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡No puedes jugar con nosotros mocoso! - le decía uno de los Grandes con un timbre de voz remilgado y pedante - Eres un mocoso así que vete a jugar con tus amigos los mocosos - la desfachatez del energúmeno provocaba las risotadas de los otros dos miembros de su séquito. Tan ofendido se sintió Klaüs que intentó defenderse del tonto abusón respondiéndole a sus reproches; lo único que consiguió fue que, durante el resto la hora que duró el recreo, aquellos matones se empeñaran en perseguirle y propinarle coscorrones. Asustado, Klaüs se dirigió una vez más a su profesora para contarle lo que le sucedía; en esta ocasión ella debió tomar cartas en el asunto puesto que al día siguiente aquel chico rollizo y estúpido volvió a amenazarle por haberse chivado a su maestra. Así estuvieron varios días: Klaüs huyendo y él buscándole para atizarle. Aquella misma tarde al salir del colegio coincidió junto a la puerta con uno de sus primos que estaba también en la clase de los mayores; desesperado le reclamó auxilio. Su primo fue de inmediato a amenazar al tarugo abusón y le amedrentó para que no se le ocurriera volver a acercársele. Su elocuente intervención zanjó finalmente el asunto, a razón del percance la profesora debió informar a los padres de Klaüs sobre el mismo, ya que estos poco después optaron por apuntarle a clases de kárate. El primer lapso Acababan de entrar en el aula cuando la profesora repartió una lámina para cada uno de sus alumnos, en la lámina había dibujado un castillo para colorear. Cuando la maestra terminó de entregar las hojas volvió al estrado y les encomendó que cogieran sus lápices de colores porque deberían colorearlo como les pareciese. Entonces cada uno de ellos comenzó a pintar su castillo, Klaüs se puso a observar cómo lo hacían los otros chicos para ver qué combinación de colores era la más apropiada. - ¡No te copies! - le exclamó uno de ellos al tiempo que cubría su trabajo con el brazo. - Menudo idiota - pensó Klaüs. Al acto abandonó su curiosidad por ver cómo lo hacían los demás y se sentó a colorear el suyo. Indignado ante el reproche de su compañero, Klaüs le dedicó más tiempo a la lámina que otras veces, empeñado en conseguir hacerlo mejor que los demás; procurando sobretodo no colorear por fuera de los límites. Cuando por fin la terminó se puso a la cola dispuesto a entregársela a la maestra. Mientras esperaba el turno uno de sus compañeros se le acercó y le pidió que le enseñara el dibujo un momento, al verlo éste se llevó rápidamente la mano para taparse la boca a modo de exclamación, puso los ojos como platos, inhalo aire y finalmente dijo: - ¡Está mal, lo has hecho todo al revés! - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs no entendía lo que le decía y por lo pronto se puso muy nervioso. Repasó varias veces aquel dibujo en el que tanto se había esmerado, a él le parecía que la lámina estaba bien; además, aquella vez se había asegurado incluso de no salirse de los bordes de la ilustración al colorear. Le pidió apurado a su compañero que por favor se explicase. Tal como el compañero le dijo, resultaba que la figura del castillo tenía una puerta y dos ventanas que no debían colorear, puesto que se suponía que debían ser del mismo color blanco de la hoja. Le comentó también que la profesora les había advertido de ello al comenzar, seguramente desatendió sus instrucciones mientras jugaba con el punzón que había encontrado junto a una de las patas de su silla. Entonces Klaüs sintió pánico por haber hecho el trabajo mal, estuvo a punto de salirse de la cola dudando incluso si debía entregar el dibujo a su maestra, por si ésta al ver el error que había cometido se disgustaba. Finalmente, y a contra conciencia, entregó la lámina mezclándola en la pila junto con la de los demás niños que fueron a darle las suyas en el último momento. Durante las siguientes clases no dejó de pensar en el ridículo que iba a hacer delante de la profesora por no haber atendido a sus instrucciones. Fue al final de la misma semana cuando ella repartió los dibujos corregidos, en el suyo había dibujado con bolígrafo unas horribles cruces de color rojo que marcaban los errores. Avergonzado, Klaüs procuró pasar desapercibido y devolvió raudo el trabajo a su maestra. Se prometió a sí mismo estar más atento la próxima vez. *** MIS PADRES - Mis padres se llaman Básil y Cloe, mi papá es mecánico y mi mamá trabaja de secretaria en el ayuntamiento de Yímbale. - Muy bien Klaüs - le dijo su maestra - Ya puedes volver a sentarte. Ahora tú, Jorge. Era cuanto sabía acerca de mis padres, la profesora no me concedió más tiempo para seguir leyendo lo que había escrito sobre ellos, aunque con eso era ya suficiente. Mientras los demás chicos de la clase seguían su turno uno por uno hablando de los suyos comencé a reflexionar, a soñar despierto. Cosas malas de mis padres: Asfixia Un domingo por la tarde, de aquellos en los que rehusaba bañarme, mi padre, harto ya de oír cómo me quejaba sin cesar, me cogió por los pies y bromeando me hundió la cabeza en la bañera como quien moja un bizcocho en el chocolate. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La realidad se convirtió en una intensa mancha de color naranja que me nublaba la vista, sentí angustia al no poder respirar; me puse muy nervioso pensando que podía ahogarme. Cuando finalmente ví que Básil no me sacaba de allí comencé a forcejear y a llorar, tragué agua y, desesperado, tosí violentamente. Fue entonces cuando mi padre entre risotadas me sacó de la bañera, casi me mata aunque hoy por hoy no creo que él lo recuerde. Comer Hubo una temporada durante el segundo curso en que los viernes estuve quedándome a comer con mi madre en casa. Ella no era tan permisiva conmigo como lo era mi abuela y en una ocasión nos las tuvimos durante la hora de la comida. Días atrás le había hablado a mi madre de cómo me sentía respecto al tema del comedor escolar, le conté que uno de mis compañeros me decía que para él lo mejor del comedor eran los espaguetis. Al día siguiente mi madre me tenía preparado un plato de espaguetis, un plato rebosante que me pareció una montaña interminable. De la receta de los espaguetis diré que únicamente consistía en la misma pasta hervida con sal y salsa de tomate para condimentarlos. Empecé a comerlos y la verdad es que a primera impresión no me parecieron ninguna maravilla, tampoco me hacía ninguna gracia que llevasen salsa de tomate; aun así seguí comiéndolos en atención al detalle que mi madre había tenido conmigo escuchando mis problemas. Transcurrían los minutos haciéndose eternos, el plato de espaguetis no se acababa nunca y llegó un momento en el que estos se quedaron fríos e intragables. Cloe se cansó de oír cómo me quejaba sin parar y me obligó durante un buen rato a comerlos de la manera que fuese. Me decía que bastante molestias se había tomado al preparármelos y que los había hecho porque precisamente había sido yo mismo el que se los pidió. Total que una vez más los espaguetis terminaron por provocarme nauseas y mi madre se puso histérica al ver que no le hacía ningún caso; por lo menos estuvimos una hora más sentados a la mesa, yo llorando encima de los espaguetis y mi ella protestando. Tardé mucho tiempo en volver a comerlos. Cosas buenas de mis padres: Regalar Un fin de semana en que salimos temprano me llevaron a visitar la Gran Ciudad. Ya de por sí la ciudad me pareció un lugar increíble, era como un gran bazar en el que las calles rebosaban opulencia, llenas de vistosas tiendas de relojes, aparatos electrónicos de última tecnología, los juguetes más bonitos; un inmenso escaparate que resultaba mágico ante los ojos de un niño como yo. Después de todo un día de emociones entramos en una pequeña tienda de juguetes, recuerdo que días antes les había pedido a mis padres un aparato de cine para niños Cinexín como el que anunciaban en televisión y la intención de ellos era comprármelo aquella misma tarde. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El olor que desprende una tienda de juguetes es altamente cautivador para un niño. En una de las vitrinas habían montado la maqueta de un castillo medieval con piezas de Lego; mi padre y yo, que nunca antes habíamos visto nada igual, estuvimos comentando lo bonita que era y pensé que la próxima vez que les pidiese un regalo a mis padres sería ese. Cloe se acercó al mostrador para pedirle al vendedor lo que yo quería. - Sal fuera con tu padre - me dijo - Que ya he terminado de comprar. Ambos salimos de la tienda y poco después apareció mi madre con una gran bolsa. Además de la caja del proyector me pareció intuir que habían comprado algo más, tal vez un regalo para mi primo Sergio. Cuando llegamos al coche abrieron la bolsa y me mostraron que junto al Cinexín también estaba el castillo medieval de Lego. - Abrelo, que es para ti - me dijo mi padre contento. Aquel acto de generosidad desmedida hizo que todos los berrinches de la hora de comer se disipasen como vaho en el cristal de un espejo ante el aire del secador. Me emocioné de veras, así que procuré agradecerles el gesto con mis mejores modales durante todo el tiempo que pude. Disfruté tanto de aquella sensación que la intenté guardar conmigo, prometí que siempre rescataría esa generosidad hacia los demás pues me di cuenta de que también mis padres estuvieron encantados de verme tan feliz aquel día. *** EL GIGANTE DE ACERO - ¡Dejadme en paz de una vez! - les gritó desesperado. Los Grandes se habían pasado la hora entera del recreo intimidando al pobre y desamparado Klaüs, amenazándole con darle tirones de orejas y capones. Desde el principio no debía haberles dado lugar a que le tomasen el pelo. - ¡Ven aquí niño! ¡si queremos ser tus amigos! - le decía el orondo y estúpido cabecilla mofándose de él mientras sus secuaces le reían las gracias como hienas dementes. -¡Os he dicho que paréis! ¡me tenéis harto! - Klaüs volvió a salir corriendo para huir de sus captores, se estaba asfixiando de tanto escapar y habían conseguido volverle loco con tanta persecución. - Ja ja ja ¡Pero ven, rico! ¡Ven que no te hacemos nada! ¡Que solo queremos hablar contigo! - le gritaba uno de los crueles esbirros durante la carrera. Finalmente Klaüs se detuvo, agotado se apoyó sobre sus rodillas para recuperar el aliento y terminó abandonándose a su suerte. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Ahora qué vas a hacer? ¿Eh tontín? - le dijo el tercero rebosando maldad en el momento en que le agarró. Ya le habían cogido antes y la experiencia le decía que cuanto más les suplicase clemencia más le atizarían. No tendrían compasión de él, todo lo contrario, cuanto más le viesen sufrir más disfrutarían con la reprimenda. - ¡Socorro! ¡Ayuda! - suplicó por última vez. Los demás chicos que merodeaban por el patio debieron creer que se trataba de alguna especie de juego y por eso no se dignaron siquiera a acercarse para socorrerle. Con toda seguridad habría otros que se mantuvieron al margen con tal de no correr la misma suerte. La horda hizo un corro alrededor de él, Klaüs se limitó a cerrar los ojos mientras les oía cantar sandeces al tiempo que le empujaban en todas direcciones. Esperó en tensión la primera colleja y justo cuando sintió que le iban a golpear sonó un estruendo al otro lado del patio. Los atacantes enmudecieron y el corro se disolvió al instante. Abrió los ojos para comprobar qué era lo que estaba sucediendo, se percató rápidamente de que donde antes estaba la puerta de entrada al colegio había ahora una gran nube de polvo, todavía caían cascotes debido al impacto. El gigante de acero permanecía al otro lado del muro arrodillado y sosteniendo la reja que acababa de arrancar; en sus manos, esta parecía estar hecha de débil alambre. Se alzó despacio y soberbio, era aún más alto que el dintel de la misma puerta pero aun así avanzó implacable y terminó por derribar la pared a la altura de sus hombros. El sonido de los escombros que aplastaba a su paso se mezclaba con el que producían los engranajes de sus articulaciones metálicas al andar; sin reparar siquiera en su trayectoria colocó uno de sus enormes pies encima del sicario más idiota que era el que le acababa de dar caza a Klaüs hacía un instante. El muy imbécil comenzó a gritar enloquecido pero de nada le sirvió pues en un momento fue aplastado como la cucaracha que era. Su alarido fue ahogado al mismo tiempo que se oyó el crujir de los tristes huesos de todo su cuerpo. Tras el pisotón la sangre del desgraciado salpicó en todas direcciones. El segundo y más peligroso de los secuaces se paralizó por el miedo y se tornó blanco, su rostro se manchó tiñéndose del rojo púrpura contrastado sobre el color lechoso de su piel de gallina. Aún tenía los ojos abiertos como dos faros cuando el gigante de acero lo tomó con una mano tal como si se tratase de un cucurucho de helado. También se puso a gritar emulando a un jabalí acorralado mientras su torso desaparecía bajo los dedos de frío metal. El gigante cerró su puño; al abrirlo sólo quedó de él, junto con sus piernas, una masa color negro que era su ropa pegada a un coágulo de carne ensangrentada. Klaüs permanecía impávido, expectante a ver si el inmundo agresor recibía su merecido. El cabecilla de la banda de matones, que se encontraba boquiabierto ante los acontecimientos, se orinó encima en el mismo instante en que el monstruo clavó su mirada inerte sobre él. Sus piernas flojearon y su grasiento trasero cayó contra el suelo, se oían los lamentos de otros chicos en el patio que anunciaban su desgracia. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ahora ya sabía que iba a ser el próximo y no quería morir, así que se puso a correr como una niñata tonta, llorando y marraneando. - ¡¿Y ahora qué?! ¡¿Eh?! ¡Ahora vas a pagar, gordo asqueroso abusa-enanos! - el gigante de acero le extendió la mano a Klaüs para que saltase sobre ella, después le colocó amistosamente sobre su hombro de manera que pudiese presenciar el espectáculo de ver al desdichado abusón corriendo despavorido por su vida. No había prisa, era cuestión de aguardar unos pocos segundos a que le llegase su inapelable juicio. Apenas caminó cinco pasos con sus titánicas piernas cuando ya habían alcanzado al matón. Todos los niños desaparecieron del patio cediendo la parcela para el improvisado campo de batalla. - ¡Ven rico, ven! ¡Que sólo queremos hablar contigo! - gritó Klaüs entre carcajadas. Ahora el monstruo de magnas dimensiones sujetaba entre el pulgar y el índice la pierna del estúpido abusón que gimoteaba igual que un bebé. Colgado bocabajo como una sabana del tendedero, el gigante acercó al matón hasta la fuente y lo hundió repetidas veces golpeando su cabeza contra el fondo, el muy idiota se ahogaba de tanto llorar y tragaba agua entre sollozos. - ¡Eso te enseñará a respetar a los pequeños! - le espetó Klaüs pletórico. - Klaüs... - Oía tras de sí. - Klaüs, baja de las nubes de una vez - le decía la profesora - ¿Se puede saber de qué diantre te estabas riendo? Klaüs enmudeció al instante y comenzó a ponerse rojo de la vergüenza, tras su silencio la profesora aún le observaba con aire de enfado pero poco después prosiguió con la explicación sobre las restas. - Qué lástima que al final se haya salvado - pensó - ...pero no volverá a tener tanta suerte. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - TEMER LA INCERTIDUMBRE - ¡Anda Klaüs! cuéntales a estos señores ese chiste tan divertido que tú te sabes - le decía Básil exaltado por la conversación. Tras las distendidas vacaciones de verano llegaba la hora de volver a casa, estaban comenzando a agotarse las horas mientras sus padres hacían de nuevo las maletas. Durante todo el mes de agosto estuvieron hospedándose en un apartamento enfrente mismo de la playa y aquella misma tarde vendrían los caseros a cobrarles el resto de la pensión. El apartamento no era muy grande pero tenía la particularidad de que al ser la última altura del edificio poseía una terraza magnífica desde donde podía verse la costa de punta a punta. El horizonte trazaba el límite entre el cielo y el mar, una bonita estampa ajena totalmente a la vida cotidiana del joven Klaüs. Sentados a la mesa que había en la terraza, sus padres y un matrimonio mayor que eran los arrendatarios tomaban café mientras hablaban de cosas de adultos; Klaüs apareció en escena jugando a que su muñeco de Skeletor se precipitaba al vacío desde la cornisa. - ¡Klaüs! no juegues tan cerca de la barandilla que te puedes caer - le reprendió su madre. - Vale, vale ¡Hay que ver cómo eres! - le contestó con picardía. Su respuesta despertó la simpatía del señor casero. - Cuéntales el chiste ese que te contó tu abuelo, hombre - le demandó una vez más su padre. - ¡Bueeno! - aceptó Klaüs resignado - Os contaré el chiste... La pareja le observaban divertidos ante su natural descaro. Dejó el muñeco sobre la mesa y se preparó para transmitirles la ocurrencia de su abuelo con la misma gracia que le ponía él. - ¿Sabéis cual es el colmo de una aceituna? - les preguntó divertido. Tras un momento de reflexión en la que el casero dejó entrever el esbozo de una sonrisa finalmente terminó por demandarle: - No, ¿Cuál es? - Pues, ir a esquiar... ¡Y romperse un hueso! Su representación fue un tremendo éxito, sus padres se echaron a reír, acto seguido los caseros. Después del instante de alboroto Klaüs se aventuró a contarles otro chiste motivado por la sorprendente acogida de su público. Los adultos le permitieron un segundo, pero esta vez pareció no hacerles tanta gracia como la anterior y sencillamente se limitaron a agradecerle su actuación. - Este chiste me lo contó mi abuelo - les explicaba Klaüs. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Ya lo has dicho antes, guapo - le contestó la mujer del casero - Lo has hecho muy bien, tu abuelo debe de ser un señor muy divertido. - Sí que lo es. Tengo ganas de volver a casa para verles. - ¿Es que no lo has pasado bien en el apartamento? - le sugiere el casero. - No es eso. Sí que me lo he pasado muy bien yendo a la playa... pero es que ya les echo de menos; al abuelo y a mi abuela. - Sobretodo a la hora de comer ¿verdad? - apunta Cloe con argucia, entonces volvieron todos a reír. Estaba cayendo el sol cuando terminaron despidiéndose de los arrendatarios, Klaüs aprovechó para tumbarse a leer en la cama del apartamento por última vez mientras en la habitación de al lado sus padres cerraban las maletas y se disponían a bajarlas al coche. - Vayámonos Klaüs - le dijo su padre. - ¿Puedes pedirle a los caseros si me dejarían llevarme la lamparita que hace música? - le preguntó él. - No. Déjala ahí donde está. Ya la volverás a ver el año que viene - le respondió Básil que acarreaba con las maletas más grandes. Cuando finalmente cargaron el coche emprendieron la marcha de vuelta a casa. Durante el viaje de regreso Klaüs se tumbó una vez más en el asiento trasero; mirando fijamente al techo quedó hipnotizado dentro del tapiz de puntos del mismo, comenzó a recordar los días felices que había pasado en la playa junto a sus padres, los nuevos amigos que había hecho y sobretodo los desayunos a base de pan baguette con mantequilla de cada mañana. Era una lástima que una temporada tan buena tocase a su fin y además se hiciese tan corta; ahora que volvía a casa podría encontrarse de nuevo con sus abuelos y jugar con los juguetes que no llevó al apartamento... pero volver también implicaba retomar la rutina y comenzar de nuevo en el colegio. Klaüs había terminado los dos primeros cursos de preescolar y hasta entonces todo parecía acontecer a un ritmo vertiginoso. Cuando llegase septiembre se convertiría sin remedio en uno de los Grandes, entonces jugaría a baloncesto en el patio de abajo y sería él quien miraría hacia arriba para ver a los pequeños. Tal vez tuviesen un profesor en lugar de una profesora como venía siendo costumbre, eso le recordaba tristemente la historia que le había contado su abuelo en la que se vio obligado a escapar de un austero profesor y sentía pánico de que a él pudiese sucederle lo mismo. También le temía a las cátedras complicadas, cuando comenzase el nuevo curso en el colegio con toda seguridad las lecciones se volverían más embrolladas y le exigirían mayor concentración y responsabilidad. El nuevo planteamiento no dejaba indiferente al joven Klaüs que ya llevaba unos días conjeturando acerca de lo que le depararía la escuela en el ciclo próximo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Se avecinaba otro gran cambio y una vez más le atemorizaba la tensa incertidumbre de no saber ver más allá de los mismos acontecimientos. A la vuelta aún podría disponer de varios días para disfrutar de su tiempo de ocio, aunque sabía seguro que en cualquier momento su madre terminaría por anunciarle el retorno inminente a la escuela. - Ya me preocuparé de eso cuando suceda - pensaba, y el transcurrir de los días terminó llevándole hasta la tarde de otro domingo luctuoso previo al comienzo de un nuevo curso escolar. La suerte estaba echada. *** VANIDAD Una vez aseado, Klaüs se dirigía a la cocina dispuesto a tomar el primer vaso de leche del nuevo curso escolar. Había pasado la noche entera dando vueltas en la cama y se encontraba agotado, por el momento la cosa no parecía haber cambiado mucho respecto al año anterior salvo que en lugar de llevarse una bolsa de tela con su almuerzo al colegio ahora debía cargar con una mochila en la que llevaba también los libros de texto. La mochila olía aún a nueva y su fragancia combinada con el olor del papel impreso le motivaban a comenzar las clases con algo más de entusiasmo. En cuanto terminaron de desayunar, su madre y él salieron de casa y llegaron al edificio de la escuela poco antes de la hora, esta vez entraban por la puerta principal tal y como lo hacían los Grandes. En el patio se encontraron con largas filas de niños que esperaban frente a sus respectivas clases; los chicos de mayor edad formaban la primera cola, así que Cloe le acompañó hasta la última pues allí era donde aguardaban sus compañeros de clase. Aquella mañana en el patio de la escuela se respiraba un ambiente distinto, parecía como si toda la diversión hubiese tocado a su fin; los chicos se comportaban con seriedad y mantenían un orden perfecto en las filas. Estaba asustado, debía haber llegado finalmente uno de los momentos que más estuvo temiendo desde que tenía uso de razón, por lo visto estaba a las puertas de hacerse mayor; en cuanto entrase por la puerta se despejaría su incógnita. Ahogado por la tensión, Klaüs se sentó cerca de la ventana manteniendo la prudencia, ni muy cerca ni muy lejos de la tarima donde se sentaría su profesor. A diferencia de las mesas del parvulario los pupitres tenían un cajón justo debajo de la tabla; mientras aguardaban empleó un momento para colocar en él sus libros, el estuche y su desayuno. La puerta se cerró cuando el maestro entró en el aula; el nuevo profesor era un hombre anciano, con el cabello cano y unas grandes gafas de pasta marrón. Se hizo un prudente silencio en la clase y acto seguido comenzó a pasar lista. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ordenados de la A a la Zeta, Klaüs se percató de que su nombre iba a ser siempre el último. - Me llamo Bartolomé y voy a ser vuestro profesor - se presentó el anciano. Tras una breve pausa en la que aprovechó para organizar el listado continuó hablándoles: - Espero que no os asuste el hecho de tener un profesor en vez de una profesora bromeó - Seguro que la maestra del año pasado era más guapa que yo - se oyeron risas amables que rompieron con el silencio de inmediato. - Por las mañanas nos dedicaremos a las matemáticas - les decía - Y luego por las tardes haremos clase de lectura y manualidades. - ¿Os parece bien? - les preguntó abiertamente. - ¡Síííí! - exclamaron sus alumnos con entusiasmo. Se los había ganado a todos en menos de media hora que llevaban con él. - ¡Clases de lectura! - concluyó - Seguro que esa hora será mi favorita. Antes de comenzar en primero de básica Klaüs ya había aprendido a leer, aunque se suponía que iba a ser durante ese mismo año cuando les enseñasen. Conocía su ventaja respecto a los demás y se jactaba con orgullo de su disposición, aquella virtud le hacía creer que de veras era poseedor de algún tipo de don especial. Estaba deseando mostrarles a todos lo bien que leía incluso en voz alta. Bartolomé era un hombre mayor, como todos los profesores a los ojos de un niño les parecía un anciano. Disponía un espíritu cautivador; se apreciaba serio y errante durante el recreo pero en el aula resultaba cálido, cercano y amable; empleando una paciencia casi infinita aleccionaba a sus alumnos, que era lo que requería una clase de cuarenta niños con el carácter moldeable. En su temperamento Klaüs encontró un nuevo rumbo para guiarse en la búsqueda de su personalidad, tal vez algún día llegaría a ser un maestro distinguido como él. Día a día Su abuela era quien se encargaba de despertarle por las mañanas una vez que su madre se marchaba a trabajar. Entonces le vestía, le aseaba y le calentaba el vaso de leche que Cloe había dejado previamente en un cazo sobre los fogones. Llevaba días sin vomitar de camino al colegio pese a que en alguna ocasión había tenido que contener las arcadas. Bartolomé empleaba la primera hora enseñándoles matemáticas, poco después llegaba el recreo; de vuelta el profesor les ponía ejercicios de sumas o restas para resolver y finalmente a la una del mediodía sonaba el timbre dando por terminadas las clases de la mañana. Era su abuelo Pepe quien venía a esperarle a la salida de la escuela y de ahí regresaban a casa para comer. Aunque su madre no lo aprobase, la abuela de Klaüs continuaba cocinándole únicamente aquello que sabía que a él le gustaba. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Una vez habían terminado de comer, los tres se ponían a jugar una partida a las cartas hasta que llegaba la hora de que Klaüs regresara al colegio. Entonces era su abuela Bruna la que le acompañaba de vuelta. Por las tardes dedicaban la clase a la lectura de un libro de literatura juvenil, para Klaüs era su hora más ociosa pues podía jactarse de saber leer perfectamente bien delante de los demás. Escuchaba cómo sus compañeros leían con dificultad y se percataba de cuánto les costaba seguir el ritmo, ya que no entendían algunas de las palabras e incluso les fallaba la pronunciación o la entonación en las frases. La gran mayoría de ellos aborrecían la hora de lectura; solo unos pocos, al igual que Klaüs, también sabían leer correctamente desde el principio de curso. Tendía a pensar grandilocuente que aun siendo el más pequeño de la clase era con total certeza el que mejor leía de todos. Cuando el reloj que había sobre la puerta del aula daba las cinco volvía a sonar el timbre y Bartolomé les despedía hasta el día siguiente mientras recogían los libros de lectura. Cuando los habían guardado todos en el armario tomaban sus carteras y se disponían para marchar. Cloe le esperaba a la salida para regresar juntos a casa. Después de merendar Klaüs se quedaba viendo la tele mientras su madre planchaba. La tarde se tornaba triste en cuanto comenzaba a caer el sol, era entonces cuando llegaba Básil; luego cenaban y, al terminar, Klaüs se iba a la cama a leer. Una vez apagadas las luces su padre o su madre se turnaban para ir a arroparle y darle las buenas noches. - Hasta mañana. Que descanses - le decían. En ocasiones Básil tenía el detalle de traerle una pieza de chocolate a la cama. Poco antes de conciliar el sueño, en la oscuridad de su habitación, meditaba a solas sobre aquellos aspectos de la vida cotidiana que tan abstraído le tenían. Recordaba momentos que habían acontecido en el colegio; conversaciones que había mantenido con sus abuelos; escenas de los dibujos animados que había visto por la tarde o rememoraba fragmentos de la lectura del día hasta que caía vencido por la propia somnolencia. Mañana será otro día Klaüs, colmado de experiencias por descubrir. *** SIEMPRE HAY ALGUIEN Desde el primer momento en que la oyó leer se dio cuenta de que había conseguido cautivarle por completo; leía despacio, segura de su pronunciación y a la vez con un timbre adorable. Durante el tiempo en que ella intervenía Klaüs llegaba a sentir verdadero deleite, seducido por su voz como aquellos desdichados marineros que escuchaban el canto de las sirenas. Laura era una niña que a diferencia de las demás se advertía exquisitamente instruida y de buenas maneras. Reflexiva y formal, a pesar de su corta edad poseía una eminente feminidad que le otorgaba una sensualidad singular; sensualidad con la que llegó a embelesar en algún momento a todos y cada uno de los chicos de la clase; sensualidad que sirvió para dar comienzo - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - al gran viaje de Klaüs Zayin. Cada tarde Bartolomé les hacía leer uno por uno un fragmento del libro de lectura juvenil. Klaüs esperaba el turno de Laura más que el suyo propio pues halló la deliciosa armonía sintiéndose acariciado por su canto cada vez que la oía recitar. Desde entonces deseó acercarse a ella y fue el mismo transcurrir de los días el que terminó encontrándoles cuando, en una ocasión, su madre le recibió al salir de clase mientras conversaba entretenida con otra mujer frente a la puerta de la escuela. Laura se encontraba junto a ellas atendiendo con curiosidad a la conversación que mantenían, Klaüs dedujo entonces que aquella desconocida mujer debía tratarse ni más ni menos que de la madre de su encantadora compañera. - ¡Es una barbaridad que les hagan venir al colegio cargando tantos libros en la cartera! - le estaba comentando la madre de Laura a Cloe. - ¡Desde luego! y además que nos hemos dejado un dineral - le reconocía la madre de Klaüs. - ¡Anda que si cada año va a ser así! - reiteraba. Klaüs se acercó a su madre para tirarle de la manga y dar cuenta de que había llegado, Cloe sonriéndole se agachó para darle un beso y acariciarle el pelo. La presumible mamá de Laura también le dirigió una sonrisa al verle. - ¡Hola! Me llamo Klaüs - se apresuró a avanzarle a la desconocida. - Ya lo sé guapetón, me lo ha dicho tu madre - le respondió ella. Cloe intervino nuevamente en la conversación. - Esta es la mamá de Laura y ¿a que no sabes cómo se llama? - le dijo. - Eh, no... no lo sé - contestó Klaüs con una mueca de desconcierto adquirida de los dibujos animados. - ¡Pues también se llama Laura! - le reveló su madre sonriéndose ante la coincidencia. - ¡Ah! ¡Qué fácil! - se exclamó Klaüs, y su saleroso comentario fue recompensado con unas risas de simpatía por parte de las tres. - He hecho reír a Laura - pensaba - Eso significa que le caigo bien. - * ...en el colegio? - su madre le estaba haciendo una pregunta y él la había desatendido por completo. - ¿Qué? - le preguntó Klaüs. - ¡Ay hijo! como siempre, ¡estás en la luna de Valencia! - le reprochó. - Lo siento - se disculpaba Klaüs. - Te decía, ¿que cómo os ha ido hoy en el colegio? - insistió nuevamente Cloe. - ¡Ah! Bien, muy bien - le respondió alegre. - Que chico tan educado - dispuso la madre de Laura. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Valiéndose de las apariencias Klaüs conjeturó sobre aquella mujer que debía tratarse de una persona de carácter estricto, pues parecía más una institutriz que una madre afectuosa; de todas formas con él había sido cordial y halagadora. La tensión durante el encuentro llegó justo después y no fue debido al firme temperamento de la madre de Laura, mientras regresaban camino a casa Klaüs sintió sin motivo aparente verdadera vergüenza de hablarle a su compañera, se dio cuenta de que era incapaz de dirigirle la palabra y prefirió escuchar en silencio cómo conversaban entre ellas; a Laura en cambio se la veía muy segura a la hora de intervenir, como cuando recitaba en la escuela. Durante el camino de vuelta Klaüs estuvo interrogándola en secreto con todos sus sentidos, su compañera era aún más bonita de cerca pues su belleza no residía únicamente en el timbre de su voz. Tan cautivador como su modo de hablar era su perfume o su elegante y femenino aspecto; ya de por sí las colonias que usaban las chicas solían oler muy bien pero en ningún caso habían conseguido embriagarle tanto como la fragancia de Laura, resultado de la combinación de su perfume con el aroma del champú de su cabello; algo así como una mezcla entre caramelos de fresa, flores y fruta de verano. Laura vivía una calle por detrás de su casa, justo al lado del garaje donde encerraba su padre el coche. ¡Qué intrigante coincidencia! vivían tan cerca el uno del otro que tal vez con el tiempo podrían llegar a ser amigos. Klaüs estaba verdaderamente interesado en que eso sucediera. - ¡Hasta mañana! - se decían al despedirse. Todos los días sonaba el timbre a las cinco y Klaüs esperaba con impaciencia el momento en el que Laura y él regresarían a casa juntos. El hecho de que les acompañaran sus respectivas madres durante el trayecto le hacía sentir bastante incómodo pues se avergonzaba de que Cloe le tratase como un crío delante de ella. (En realidad Klaüs, tan solo eras un crío) *** ENSIMISMADO Tras varios días regresando a casa juntos finalmente terminaron por conversar. Mientras sus respectivas madres hablaban sobre los detergentes con los que lavaban la ropa Laura aflojó un poco el paso y se puso a la altura de Klaüs, que andaba unos metros por detrás de ellas contemplando los escaparates. - ¿Tú has pasado ya la varicela? - le preguntó Laura. - Sí, la pasé el año pasado - le contestó nervioso. Era la primera vez que se dirigía a él y se dio cuenta de lo cohibido que se sentía al hablarle. - Yo también la pasé el año pasado y lo pasé fatal. Me pasé una semana en la cama - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - pasando mucha fiebre - ella le hablaba, pero Klaüs apenas sí conseguía prestar atención a sus palabras; se percató de que se redundaba la mayoría del tiempo pero aun así no le dio importancia, se encontraba como fascinado mirándole la nuca. Laura llevaba el pelo corto, a la altura de los lóbulos justo debajo de los pendientes de perla, dejando a la vista su cuello que era terso, delicado y escultural. El instante se prolongó mientras pudo contener la respiración, en cuanto volvió a tomar aire sintió su perfume más cerca que nunca y cayó nuevamente presa de su encanto. - ¿Klaüs?... te estaba hablando - le dijo. Recuperó el concierto con la realidad cuando ella se puso a mirarle fijamente a los ojos para ver si le encontraba. Klaüs se sonrojó al sentirse descubierto y Laura se echó a reír al verle tan embobado. - ¿Qué te ha pasado? - le preguntaba divertida - ¿Te has ido de paseo? -Eh, no... - le contestó apurado - Estaba aquí, pero estaba pensando en algo. - Pues ya me dirás en qué estabas pensando. - No, nada... cosas mías - le contestó para escabullirse. - Ah... vale - poco después se hizo el silencio durante un rato, Klaüs no dejaba de pensar en aquello tan hermoso que acababa de ver y Laura no dejó de sonreirle durante todo el camino de vuelta. - Eres un poco raro ¿eh? - le dijo, y su comentario despertó la risa en ambos. La madre de Laura cayó en la cuenta de que se andaban divirtiendo y le dedicó una sonrisa de aprobación a Klaüs. - A su madre le gusto - pensó - Entonces seguro que a ella también. Estaba oscureciendo cuando llegaron al cruce en el que se solían despedir, Cloe se dirigió a él y le dijo: - Es una lástima que a partir de ahora ya no nos vayamos a ver tanto - Klaüs se sorprendió de su afirmación y reaccionó al instante. - ¿Por qué? - le preguntó asustado - ¿No te acuerdas que lo hablamos? - le sugería Cloe. Aún estaba sorprendido, ni siquiera sabía de qué le estaba hablando. - ¿No te acuerdas Klaüs? - le recriminaba ahora sensiblemente enfadada - Te dije que mañana comenzabas las clases de kárate... - ¿Quéé? - le contestó Klaüs con desencanto. A su madre no le hizo ninguna gracia su reacción y se limitó a lanzarle una mirada ruda. Cloe estaba en lo cierto, justo después de las vacaciones él le habló de las clases de kárate a las que iban sus compañeros y ella le había apuntado por las tardes después del colegio. Por casualidad sus padres tenían unos amigos en el barrio cuyos hijos, que debían rondar los veintitantos, habían comenzado a impartir clases de kárate para niños en un gimnasio cerca de su casa. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Regresaron ambos malhumorados, Klaüs se fue a su cuarto a leer y al rato entró su madre para hablar con él. - Creí que querías ir a kárate - le anunció disgustada. - Sí, vale - contestó de mala gana. - Te apunté porque tú me lo pediste, ahora no te hagas la víctima - Cloe estaba comenzando a enojarse con él y eso no era demasiado habitual en ella. - Sí, vale - le contestó de nuevo con tono impertinente. Entonces su madre se sentó en la cama y le propinó una charla sobre los caprichos, el dinero y la responsabilidad de la que Klaüs se desinteresó por completo. Finalmente le preguntó: - ¿Te ha quedado claro? - y esperó su respuesta. - Sí, vale - le dijo Klaüs nuevamente. - ¡No te hagas el gracioso conmigo que te estoy hablando muy en serio! - No mamá - le contestó. - Vale, vamos a cenar que está a punto de llegar tu padre. Al día siguiente Klaüs comenzó con las clases de kárate al salir de la escuela, tal y como sucedió en su primer día de colegio, una vez allí, tampoco le pareció una gran idea. Regresaron a toda prisa parando por casa para que Klaüs se cambiase, su madre le vistió con el kimono y un cinturón de color blanco que le habían proporcionado en el mismo gimnasio. Las prendas aún estaban muy almidonadas y desprendían un aroma especial; olían a aquello: a las clases de kárate. Momentos antes de la hora debieron aguardar sentados a que llegase el profesor. La entrada del gimnasio disponía de una pequeña oficina en la parte delantera. Colgadas en la pared, sobre la mesa de despacho, se encontraban unas vitrinas y estanterías en las que se exponían numerosos trofeos de competiciones. Contemplando los trofeos Klaüs rememoró la película de Karate kid que había visto con sus padres durante las vacaciones en el cine de verano, fue entonces cuando recordó la motivación que le había llevado hasta allí. Al cabo de un rato la pequeña oficina se llenó con varios de los alumnos nuevos; cuando finalmente estuvieron todos les hicieron subir al gimnasio y se reunieron maestros y discípulos para presentar el comienzo del curso. En aquel primer encuentro estuvieron presentes todos los alumnos: los del curso de los pequeños al que pertenecía Klaüs y los del curso de los mayores en el que estaba matriculado su primo Sergio. Entre los Grandes había alguno de ellos que tenía una apariencia verdaderamente peligrosa; por suerte para Klaüs los niños de su edad se veían tan frágiles como él y sin ningún tipo de maldad. Observándoles pensó que si en algún momento tenía que enfrentarse con alguno de ellos, no correría tanto peligro como si estuviese en la clase de los mayores. Seguramente ellos estarían pensando lo mismo. Tras la presentación los profesores mandaron sentar en el fondo del aula al grupo de alumnos noveles mientras los mayores se disponían a hacerles una exhibición. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Estos movimientos coordinados se llaman Katas - les decía el profesor. - Yo seré vuestro Sensei - les indicó poco después. Un Sensei venía a ser como el maestro con más rango de la escuela. - Y yo seré vuestro Sempai y os enseñaré a vosotros los pequeños - un segundo profesor que tenía un aspecto más juvenil y menos rudo que el anterior se presentó ante ellos. Durante la exhibición Klaüs no dejaba de pensar en todas las tardes que iba a perderse en adelante en las podría volver con Laura de camino a casa. A partir de entonces dejó de coincidir con ella y su madre, contadas veces regresaban juntos y su ausencia hacía que se sintiera triste. - ¿Qué te pasa? - le preguntaba uno de sus compañeros al verle ensimismado. - Nada, estoy bien - les contestaba siempre. *** POSTINERO - ¿Tú tienes video? - le preguntó uno de sus compañeros de kárate durante la clase. - Sí, mis padres compraron un Uve hache ese y la primera película que cogimos fue El retorno del yedi que acababa de salir - le contestaba Klaüs. - Se dice yedai - le corrigió. - Se dice yedi - le rebatió Klaüs. - Se dice yedai, ¿y has visto la de Cocodrilo Dandí? - prosiguió el chico en voz baja. El Sempai había salido un momento y, mientras, ellos permanecían a la espera en posición de saludo: firmes y presentando los puños a la altura de la cintura. Klaüs dedicó un momento a inspeccionar la sala para no ser sorprendido por el profesor durante la conversación con su compañero. Del gimnasio emanaba una fuerte mezcla de olores, una combinación que incluía el clásico aroma a pino de la lejía que empleaban para desinfectar, madera de parquet y plástico de las colchonetas. - No, no la he visto. Ya la alquilaré. ¿es buena? - le consultó Klaüs a la vez que procuraba prestar atención por si regresaba el maestro. El castigo por hablar durante la clase era hacer veinte flexiones. - Sí, es muy buena. Ya la he alquilado dos veces, a mí me gusta mucho. Me llamo Yod - tras unos instantes de amena conversación el chico se terminó presentando. - Yo me llamo Klaüs y mi primo... - dejó por terminar la frase que estaba articulando cuando advirtió que alguien subía por la escalera y guardó silencio de inmediato. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Tu primo qué? - le preguntaba Yod. Klaüs miraba al frente y fue en ese mismo momento cuando apareció el Sempai. - Yod ¿otra vez te pillo hablando? - le preguntó el maestro haciendo gala de un semblante severo y autoritario. Como no encontró respuesta le mandó al rincón a hacer veinte flexiones. Yod se fue para el rincón lamentándose. - Y si te oigo hablar otra vez... ¡harás cuarenta! - sentenció el profesor. En el gimnasio las clases se regían por unas normas muy estrictas, tal como les instruía su Sensei la disciplina era fundamental y sobretodo debían aprender a obedecer sus ordenes. Cada tarde comenzaban corriendo durante aproximadamente diez minutos, después el Sensei les exigía hacer algunos ejercicios de calentamiento y finalmente su Sempai les instruía en los ejercicios llamados Katas, estos eran una serie de movimientos sincronizados que debían reproducir siempre en el mismo orden; algo así como un baile a base de puñetazos y patadas. Klaüs lo pasaba francamente mal durante el tiempo en que les hacían correr alrededor de la sala, terminaba agotado tras los diez minutos de carrera. Por fortuna el resto de la clase era más sosegado, incluso descubrió que tenía cierta facilidad para asimilar los Katas y el orden de sus movimientos. Las flexiones eran sin lugar a dudas otro de los puntos negros de las clases de kárate así que optó por obedecer en todo momento para no tener que hacerlas. Se sucedieron las semanas de forma rutinaria, tanto en la escuela como en el gimnasio hasta que, una vez más, se presentaron las vacaciones de navidad justo cuando un frente frío trajo las primeras tormentas invernales. Klaüs llevaba esperándolas con impaciencia mucho tiempo antes de que acabase incluso el verano. Les solía preguntar a sus padres por ellas pues el recuerdo de las navidades pasadas perduraba gratamente en su memoria. - ¿Cuándo va a ser navidad? - les había preguntado a sus padres a mitad de agosto. - Pero ¿Cómo preguntas por la navidad si aún estamos en verano? - le contestaban. - Ya pero ¿Cuánto falta más o menos para que sea navidad? - les insistía Klaüs. - Por lo menos faltan ciento veinte días - le respondió Básil. - ¡Ah bueno! Entonces no queda tanto - les sugirió aliviado al conocer su respuesta, inmediatamente consiguió que sus padres se pusieran a reír a costa de su sentido optimismo. Los días se habían hecho eternos durante la espera, llegó la última clase de kárate y con ella el pistoletazo de arranque para las fiestas de navidad. - La semana próxima haremos una exhibición en el mismo gimnasio a la que podéis invitar a asistir a vuestros padres y a dos amigos por alumno - les anunció el Sempai. - Invitaré a Laura - pensaba Klaüs. Debía contar con otro, así que además de a Laura también invitó a un compañero suyo que se llamaba Jorge, un chico con el que solía jugar durante el recreo y que al - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - igual que ella también vivía cerca de su casa. A la mañana siguiente les comunicó emocionado a sus dos compañeros que estaría encantado de que pudiesen asistir al evento con lo que ambos aceptaron después de consultar a sus respectivas madres. Klaüs había conseguido atraer a Laura hacia su vida, durante la exhibición no le quitó ojo de encima, estaba dispuesto a demostrarle a la chica que también podía ser objeto de deseo tal como ella lo era para él. Los Grandes fueron los primeros en actuar rompiendo unas tablas de un solo golpe; el grupo de los pequeños en el que se encontraba Klaüs interpretaron un Kata todos a la vez y tras ellos el profesor rompió unas tejas de un cabezazo. Laura debía quedar impresionada y con su participación en el evento Klaüs ganó para sí una importante victoria moral. Después de la exhibición las navidades estaban ya al caer. *** DÍAS DE LLUVIA La calle estaba inundada por un espectro en escala de grises. Eran las ocho y media de la mañana y camino del colegio el cielo se mostraba cubierto hasta sus confines por una gran nube color algodón, tal como si ésta fuese la nave nodriza de los Visitantes acechando a la tierra. Antes de salir de casa Cloe le había calzado con las botas que compraron la tarde anterior en la zapatería, ella las llamaba Botas de Agua aunque no estaban hechas de agua sino que servían para evitar mojarse los pies en los días de lluvia. Las gotas golpeaban contra la tela del paraguas en un compás constante que inducía al relax, las bocas de alcantarillado exhalaban un extraño humo blanco y los coches circulaban creando olas que rompían contra la orilla de la calzada. - ¡Mira por donde andas! ¡Me estás mojando entera Klaüs! - protestó su madre cuando en un descuido Klaüs acercó demasiado el paraguas contra ella. Los demás se sonrieron ante el despiste. Klaüs: Perdona Cloe - se excusó él. Laura: ¿La llamas Cloe? Klaüs: Sí, bueno. Se llama Cloe. Jorge: ¡Pero tienes que llamarla mamá! si no se enfadará contigo. Klaüs: ¿Visteis ayer Escubi Dú? - les propuso para cambiar de tema. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Jorge: Sí, fue buenísimo. Cuando Shagui se comía el bocata, luego Escubi se escondía, y luego salía un fantasma que era un buzo. Laura: Yo estuve viendo Luz de Luna. Klaüs: ¿Son dibujos? Laura: No, es una serie. La vi ayer con mi hermana. Vamos un poco tarde ¿no? Jorge: Sí, pero da igual. Está lloviendo. La madre de Laura iba delante, durante el camino estuvo dirigiendo al grupo por aquellas aceras en donde los balcones de los edificios eran más anchos para así procurar que se mojasen lo menos posible. Igualmente Klaüs y Jorge no desperdiciaban cualquier oportunidad para saltar dentro de los charcos que iban encontrando conforme avanzaban. Madre de Laura: ¡No saltéis dentro de los charcos! ¡que salpicáis a la gente, hombre! - les regañó. Klaüs: ¿Por qué llueve? - le preguntó a Jorge cuando ambos se quedaron atrás chapoteando con sus botas en el agua de un gran charco. Jorge: Llueve porque Dios está llorando. Laura: ¡Jolines! ¡Pues qué manera de llorar! Jorge: Lo que pasa es que las nubes se juntan para que no nos caigan encima las lágrimas. Laura: ¡Pues no lo están consiguiendo porque yo me estoy mojando! Jorge: Mi madre dice que las nubes sirven como de colador, así las lágrimas se hacen trocitos pequeños y se convierten en gotitas de lluvia. Laura: ¿Por qué se hacen trocitos pequeños? Jorge: Porque las lágrimas de Dios son muy grandes y si nos cayeran encima nos podríamos ahogar. Klaüs: ¿Qué es un colador? Laura: Ja ja ja ja. Klaüs: ¿Qué? ¡No sé lo que es! Jorge: Es una cosa que sirve para colar. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs: ¿Para colar el qué? ¿como el zumo? Laura: Sí hombre, es lo que usa tu mamá para colar el zumo y quitarle la pulpa. Klaüs: Ah sí, la red esa. Mi madre la usa a veces para quitarle la nata a la leche. Jorge: A mí me encanta la nata de la leche. Klaüs: ¡Pero qué dices! ¡si está asquerosa! Laura: (dirigiéndose a Jorge) - Klaüs quiere decir la nata que se hace encima de la leche cuando está muy caliente. Jorge: ¡Ah! Ah sí, está asquerosa. Se pega a la lengua. Klaüs: Ja ja ja, sí. Sí que da asco. Jorge: ¡Mira Klaüs! ¡Echo humo por la boca! Klaüs: ¡Uauh! ¡Es verdad! ¡A mí también me sale! Laura: Pero, si eso solo es el vaho... Cloe: ¡Daos prisa que llegamos tarde! Fue entonces cuando Jorge dio un último salto dentro del charco, y lo hizo con tanta fuerza que sin querer salpicó por completo el pantalón de Klaüs. El agua entró a través calándole la ropa, la bota y los calcetines. Klaüs: ¡¡Uaaah!! ¡Mamaá! Cloe: ¿Lo ves? Eso te pasa por no hacer caso. Ahora vas a ir todo el día con el pantalón hecho un cristo. Klaüs: ¡Tengo los calcetines mojados! Cloe: Pues ya se te secarán. Ahora solo faltaría que cogieses un resfriado. Laura: ¿Estás llorando Klaüs? *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - PIDE UN DESEO Aquel invierno tampoco nevó, ya llevaba dos años seguidos sin nevar lo cual contribuyó a que las navidades fuesen un tanto anodinas. Como mandaba la costumbre, el día después de nochebuena se reunieron otra vez toda la familia para celebrar un gran banquete. Klaüs volvió a recibir muchos presentes, entre ellos un juego de Trivial, un microscopio y un juego de química; regalos que eran más propios de un niño Listo de la clase y que le hacían creer que era esa realmente su condición; de hecho ser un empollón no era mérito de reproches por aquel entonces. Tras el día de navidad llegó también su cumpleaños, sus padres celebraron una fiesta en casa e invitaron a unos ocho o nueve de los compañeros que iban a su escuela, entre ellos de nuevo Laura y Jorge. Emocionado ante el acontecimiento empleó las últimas horas de la tarde, antes de comenzar la fiesta, para plasmar en papel su particular inspiración y estuvo dibujando durante varias horas. Dedicaba tanto tiempo a leer y a ver la televisión que finalmente terminó por conjugar el ocio con su imaginación para crear algo. De entre los bocetos apareció el personaje de Raid, del que se servía para poder vivir la inmensa vida imaginaria que poseía a través de sus tebeos; en ellos visitaba el castillo de los fantasmas, revivía situaciones estúpidas de series de televisión tales como Scooby Doo, Fraggle Rock o Barrio Sésamo y reproducía también momentos de sus entonces idolatradas películas Cazafantasmas y La guerra de las galaxias. Poco antes de que comenzasen a venir los invitados terminó de dibujar dos historias de Raid en sendos folios, había hecho uno para Laura y otro para Jorge. Durante el transcurso de la fiesta les entregó ilusionado aquellos dibujos en los que había empleado desmedida dedicación, la primera impresión de ellos fue recibirlos con agrado mientras Klaüs les hablaba sobre el significado y el humor de cada una de las viñetas. Después del primer vistazo ambos abandonaron la lectura para seguir jugando y, al marcharse, tanto Laura como Jorge olvidaron sus hojas sobre la cama, a lo que Klaüs terminó por sentirse decepcionado con su obra. Tal vez sus tebeos no eran tan buenos como él pensaba. El comienzo Una noche durante las vacaciones de navidad se produjo un acontecimiento singular, totalmente trascendental en la vida imaginaria de Klaüs puesto que tal suceso le otorgó un presente que ni siquiera los mismísimos Reyes Magos podrían haberle concedido. Básil le avisó para que saliese al balcón con él y señalándole el cielo le mostró una mancha que brillaba esplendente entre la oscuridad. - Tenemos mucha suerte de poder verlo esta noche - le dijo. Klaüs observaba atónito la estrella fugaz pero aun así seguía sin encontrarle el entusiasmo. Básil proseguía: - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Este cometa gira alrededor del sol y solo una vez cada setenta años podemos observarlo desde la tierra. Lo más probable es que no lleguemos a verlo una segunda vez - su padre contemplaba el fulgor del astro mientras le hablaba. - De los cometas dicen que pueden cumplir un deseo a todos aquellos que los contemplan. Si piensas un deseo se te cumplirá. Klaüs no vaciló un segundo, cerró los ojos y mientras pensaba en Laura le pidió al cometa: - Quiero conocer el amor. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL AMOR PLATONICO - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL VIAJERO Los libros, la televisión y el cine nos muestran lugares en los que no hemos estado. Algunas veces consiguen despertar nuestra curiosidad y esta nos empuja a aventurarnos en viajes para conocer de cerca los parajes de ensueño que se ilustran a través de los medios. Al viajero que quiso conocer el misterioso enclave del amor le bastó con visitar su comarca, y aun así su travesía le llevó más lejos que a aquel que llegó hasta los confines del mundo, pues en ella pudo vivir. La verdadera pregunta que debería hacerse la gente a la hora de embarcarse en un viaje no sería “¿Adónde voy?” sino “¿Hasta dónde quiero llegar?” Puesto que el rumbo en realidad lo marca uno mismo; ya sea en Egipto o en una estación de autobús cerca de nuestra casa se trata de vivir. No se debe esperar encontrar la esencia de la vida en lugares remotos pues las cosas que uno de verdad precisa las llevamos con nosotros. Sencillamente se trata de saber adónde quieres llegar y así, viviendo cada momento, las experiencias conducirán nuestro bajel a buen puerto. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL PRIMER BESO Era tan solo un niño, y además colmado de imaginación, pero aun así Klaüs Zayin no las tenía todas consigo cuando le dijeron que pensar en un deseo mientras se contemplaba una estrella fugaz era la fórmula mágicapara que éste se cumpliera. Por lo pronto no era consciente de lo que le había pedido al astro ¿Qué podía saber un niño tan pequeño acerca del amor? ¿Qué podía saber un niño tan pequeño acerca de nada?. El cometa surcó el cielo dejando tras de sí su refulgente estela y desapareció entre los últimos edificios allí donde le alcanzaba la vista. Claro está que lo único que un niño como era entonces Klaüs podía conocer del amor eran los besos de los cuentos y los de las películas. Aquel beso que se entregaban los protagonistas al final del relato o del filme evidenciaban el comienzo del camino hacia el matrimonio; con aquel gesto se sellaba el compromiso para siempre, prometiendo felicidad imperecedera para ambos. Klaüs le había pedido al cometa conocer el amor mientras fantaseaba con besar a Laura ya que entonces ella lo era todo para él. Tal vez si hubiese tenido la posibilidad de reflexionar acerca de su deseo ,y conocer mejor las condiciones y los riesgos a los que se exponía, probablemente no lo hubiese codiciado de la misma manera... aunque de no ser así nunca se le hubiese conferido la maravillosa experiencia de conocer el misterio del amor. Una vez más tras las vacaciones de navidad se retomaron las clases en el colegio, era la primera ocasión en la que Klaüs podía sentirse verdaderamente ilusionado por el hecho de regresar a la escuela, pues allí siempre se podría encontrar con Laura. Durante las clases la solía mirar, se deleitaba fantaseando con besar sus labios tal y como se besaban los enamorados en la televisión; cada momento que tenía la oportunidad de escuchar su voz se transformaba en una valiosa ofrenda para él. Junto con su recién descubierto primer amor llegaron también sus primeros amigos: Manuel, Carlos y Yod. Los tres guardaban mucho en común con él ya que a ninguno de ellos les entusiasmaba particularmente el jugar a fútbol ni a baloncesto con los demás niños; tampoco jugaban con las niñas, formaban algo así como un grupo alternativo. Según el día, a sus juegos se incorporaban aquellos chicos que habían sido excluidos del equipo de fútbol, o los que se habían enfadado con el mundo y no tenían a nadie más con quien jugar; según el día iba alternándose la composición de la cuadrilla, pero al final los que conformaban el grupo con asiduidad eran ellos cuatro. Los mismos Mosqueperros eran cuatro también, así que no les sobraba ni les faltaba nadie. Y es que entonces había comenzado ya la división por género entre los niños y las niñas dentro de la misma clase. A la hora del recreo se repartían para jugar por los tres patios del colegio: el patio cubierto, el pequeño y el grande. Las niñas acostumbraban a jugar en el patio cubierto a la comba, a balón prisionero o a voleibol. Los niños jugaban a diversos deportes en el patio pequeño y de manera ocasional en el patio grande con los Grandes. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Por contra Klaüs y sus nuevos amigos solían jugar al escondite o al pilla-pilla en cualquiera de los tres patios, otras veces pasaban la hora entera del recreo sentados en las escaleras de la puerta de la entrada hablando sobre las películas que habían visto o los dibujos animados que hacían últimamente por la tele. Una mañana en la que conversaban sobre los videojuegos, que por aquel entonces comenzaban a existir en los primeros ordenadores personales de los que muy pocos podían disponer, fue cuando por casualidad el ordenador de su primo Sergio les sirvió como nexo en común para afianzar su amistad. - Mi primo Sergio tiene un Amstrad - les decía Klaüs. - ¡Es el mismo ordenador que tengo yo! - le respondía Manuel - ¿Tiene juegos de cartucho? - Sí, tiene uno de naves que no me gusta que se llama Salamander, otro de Kung fu que es el mejor, y otro que se llama Usas. - ¿Usas? - le preguntaba a su vez Carlos - ¿Ese de qué va? - Va de dos personajes que uno lanza rayos y el otro da patadas, es como un laberinto y salen zombis que los tienes que matar - le contestó Klaüs. - ¿Zombis? ¡Uauh! - se exclamaba Carlos entusiasmado. - Sí, ese me gusta mucho - continuaba Klaüs - Nos tiramos horas jugando a ese, mi padre nos dice que se nos va a poner cara de pantalla. - ¿Le podrás decir a tu primo que me lo deje? - le pidió Manuel - Yo tengo muchos juegos en cinta pero ninguno de cartucho. - Se lo puedo decir cuando le vea - le dijo Klaüs. - Vale, así le enseño los que yo tengo. Les quiero pedir a mis padres que me compren uno de cartucho que se llama Naitmare - por lo pronto Manuel les propuso invitarles a él y a Carlos a asistit a su fiesta de cumpleaños. - ¿Puedo ir yo también? - le pedía Yod a Manuel estirándole insistentemente de la manga. - No sé, supongo que sí - le contestó. El beso Estaba a punto de concluir el tiempo de recreo cuando Klaüs aún deambulaba por el patio grande jugando al escondite con sus nuevos amigos. Aquella vez se había escondido muy bien y estaban tardando mucho en encontrarle. Desde su escondrijo les veía pasar corriendo, buscándole por todas partes como desesperados mientras él permanecía oculto detrás de una de las columnas frente a la puerta del aula de los Grandes. - Aquí no se acercarán a buscarme - pensaba. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Oyó pasos tras de sí y pensó que en contra de lo que parecía ya habían conseguido encontrarle, se exaltó tanto como si le fuesen a dar caza unos furtivos. Por fortuna esta vez no se trataba de ninguno de sus amigos sino que era Laura la que se acercaba corriendo hacia él; se extrañó de la situación, pues no era demasiado habitual que ellos dos jugasen juntos, Laura solía ocupar el patio cubierto con las demás chicas. Cuando llegó frente a él se detuvo por un momento, acto seguido le propinó un fuerte beso en los labios y tal como vino se fue a toda prisa. Klaüs cayó sentado por su propio peso, acababa de vivir un mágico instante en el cual terminó por estallar en júbilo. Regresó a clase exaltado y con el corazón latiéndole a un ritmo trepidante, se mantuvo eufórico durante el resto del día y prácticamente durante una semana entera. Gracias a aquel inequívoco gesto de amor acababa de sellar su compromiso con Laura, la niña más bonita de la clase, y ya no albergaba ninguna duda acerca de lo que sentía por ella. El cometa le había concedido finalmente su deseo, mucho antes incluso de lo que él esperaba. A partir de entonces ya no debía sentirse afligido si por las tardes no la veía en el camino de vuelta a casa. Creyó con rotunda seguridad que el beso que le entregó Laura le había convertido en su pareja y que ya solo era cuestión de esperar pues, tal y como sucedía en las películas, con el paso los años llegaría a ser su esposa. Cuán pletórico se sentía, entonces no podía imaginar que el regalo del astro se convertiría con los días en una auténtica maldición, ingenuo de él ni siquiera se dio cuenta de que aquel beso, de forma contraria a como sucedía en los cuentos de hadas y en el celuloide, le convirtió en sapo y le trajo consigo una trágica corriente de infinita melancolía. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ENAMORADO Le bañaba su madre un domingo por la noche cuando de repente se quedó perplejo mirando cómo flotaba la esponja azul en el agua de la bañera; estaba regresando nuevamente el recuerdo de su primer beso. Sucedió en un breve instante el cual dejó consigo suntuosas sensaciones que hasta entonces le eran desconocidas, todas ellas orquestadas con la misma intensidad en el mismo espacio de tiempo. Cálida humedad la de sus labios, que se apercibían mullidos al contacto con los míos. Suavidad la de sus gélidas mejillas al rozarse con mi piel. Obsequio para el enamorado era la armonía de fragancias que colmaron el momento, pues aún creo recordar su aliento que junto al sabor dulce de su boca le era eternamente fiel. Tener tu rostro tan cerca me seduce y me adormece, siento estar narcotizado. Me acaricias con tu cabello en la frente y en el profundo mar de tus ojos me baño. ¡Sálvame! estoy perdido, si me besas vuelvo a ver la luz del faro. Guíame hasta tu orilla, o en la nostalgia de tu amor naufrago. De entre la neblina que enturbiaba sus pupilas comenzó a vislumbrarse una gran mancha azul. Cuando Klaüs reconoció la mancha como la esponja con la que se estaba bañando el resto de los colores resurgieron en gradiente disipando lo que antes había sido una albina estampa entre la niebla. Recuperó la sensación de encontrarse sumergido en el agua y despertó por completo cuando su madre le salpicó cerca de los ojos. - ¡Klaüs! - le decía Cloe - ¡Que te estás quedando dormido! - No, no... ya está. Ya estoy aquí - se excusó. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LONTANANZA Durante la primera tarde en la clase de kárate tras el regreso de las vacaciones de navidad la recepcionista reunió a los padres para informarles de que el gimnasio iba a trasladarse a otro lugar. Esto suponía un verdadero inconveniente, pues Klaüs vivía en el centro de Yímbale y el nuevo gimnasio quedaba a las afueras del mismo. Igualmente Cloe optó por que continuase, después del fracaso con las clases de natación esta vez sí creía haber acertado al elegir su actividad extra escolar. A partir de entonces, cada tarde después del colegio, Cloe le esperaría en la puerta para salir a toda prisa y así poder llegar a tiempo, con lo que dejaron de volver paseando tranquilamente hacia casa conversando con Laura y su madre. Andando tenían casi una hora de camino, cuando por fin llegaban al gimnasio Klaüs se encontraba exhausto debido a la carrera y luego, al comenzar la clase, les hacían correr durante diez minutos y ya no podía más. Aquellas dos horas de kárate se tornaron arduas y sufridas. También influía un factor de desconveniencia en aquel nuevo curso y es que, en el vestidor, estaban mezclados los niños de su edad con los más mayores. Klaüs comenzó a sentir vergüenza de su propio cuerpo, no solo por ser el más pequeño sino también por comprobar que los demás estaban mucho más desarrollados que él. A los niños de su edad parecía no importarles en absoluto, aun así se sentía incomodo al comparar su cuerpo con el de los chicos de complexión atlética. Los Grandes eran unas personas de lo más estúpidas. Pese a ser más mayores no se apercibían más listos en absoluto, se advertían vanidosos, engreídos y desde luego mantenían conversaciones totalmente banales entre ellos acerca de coches, de motos o sobre chicas tetudas de la tele como Sabrina o Samantha Fox. Así fue como Klaüs comenzó a acomplejarse por su físico y a sentirse de nuevo distinto del resto; aquellas personas que conoció en el gimnasio le parecían unos verdaderos orangutanes sin cerebro. Trabajar Ya desde el momento en que abandonó la guardería y había entrado en la escuela tenía la certeza de creer que el hecho de hacerse mayor conllevaba volverse una persona seria y responsable. Eso a él le creaba desasosiego, pues no tenía intención de crecer tan pronto; no quería que llegase el momento en que debiera ponerse a trabajar tal como lo hacían sus padres; no quería madrugar y levantarse cada día a aquellas desatinadas horas de la mañana en las que ni tan siquiera había amanecido aún. Durante la noche se despertó acongojado después de una pesadilla horrible en la que había ido a visitar una vieja y lóbrega fábrica con su madre. Aquella fábrica albergaba un centenar de bañeras dispuestas de manera ordenada en filas, columnas y todas con un número de serie. En cada una de ellas estaba asignado un operario y en una de aquellas bañeras trabajaba cada día su padre. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs se acercó a la bañera para verle y se dio cuenta de que únicamente le asomaba la cabeza por el agujero del desagüe. De pronto sonó una escandalosa sirena acompañada de una intermitente luz roja, seguidamente la bañera comenzó a llenarse de agua cubriéndole poco a poco la cabeza a Básil. Entonces su padre tomaba aire y cerraba los ojos con fuerza para no ahogarse, aquel instante fue tan angustioso que la sensación de impotencia hizo que se despertase sobresaltado. En una segunda ocasión Klaüs soñó que una mañana sus padres le llevaban de nuevo a la guardería en coche, solo que en lugar de dirigirse por el trayecto habitual conducían de camino a otra tétrica fábrica hecha de ladrillo por fuera y con grandes chimeneas de las que salía un humo sucio y gris. Aquella vez también se levantó sobresaltado; él sabía, o por lo menos se imaginaba, que no podían ser así de crueles los trabajos, aunque todo el mundo por aquel entonces solía advertirle: Aprovecha ahora que eres niño, que cuando seas mayor y empieces a trabajar se te acabará la bicoca, o también el típico ¡Ay! Quién pudiera volver a ser niño. Gracias a estos desafortunados consejos Klaüs cultivó fobia a hacerse mayor. Alergias Cada día que pasaba se le hacía más cuesta arriba; cada tarde le costaba más ir a kárate. La mayor parte del tiempo se encontraba agotado y su Sempai, lejos de tenerle consideración, no hacía más que exigirle un esfuerzo desmedido. Klaüs se aquejaba constantemente de las agujetas que llevaba arrastrando durante varias semanas, su profesor le sugirió que necesitaría beber agua con azúcar para que se le aliviasen pero al cabo de unos días éstas aún no habían desaparecido. En adelante comenzó a sentirse todavía más cansado e incluso solía ahogarse durante el ejercicio; el pesar de tener que asistir a las clases de kárate se convirtió en el mismo que vivió cuando estuvo yendo a natación. Klaüs habló de ello con su madre pero fue incapaz de decirle que no quería ir más por tal de no disgustarla. Una tarde salieron de excursión con sus compañeros del colegio, Bartolomé les llevaba al campo para descongestionarles de las angostas clases de matemáticas en las que ya habían comenzado a multiplicar. A las seis estaban de regreso; durante el camino de vuelta Klaüs se detuvo a recoger una ortiga para jugar y poco después empezaban a escocerle los ojos como si hubiese estado inhalando cayena en polvo por la nariz; inmediatamente se los frotó con las manos para aliviarse el picor, pero lejos de amainar este se volvía cada vez más insoportable. En unos minutos Klaüs no podía respirar profundamente, notó cómo la capacidad que tenían sus pulmones para albergar oxígeno había disminuido de forma considerable; el aire no conseguía llegar, sus pulmones no se llenaban más que un pequeño soplo a cada vez y con cada respiración se escuchaba un molesto pitido que provenía de su interior. Los ojos se le pusieron rojos, curiosamente permanecían secos como la arena del desierto a la par que lloraba; la garganta y la piel del cuello le ardían incandescentes. El profesor le devolvió a casa y su madre le llevó al médico a toda prisa. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ya en la sala de espera del ambulatorio Cloe no dejaba de pedirle insistentemente a Klaüs que se serenase, le decía que si se calmaba, poco a poco desaparecería la angustiosa sensación de asfixia; pero aquello no funcionaba así, el escozor era constante y su respiración carente de oxígeno no dejaban de ponerle aún más nervioso, era como si estuviese tratando de respirar bajo el agua a través de una minúscula caña. El tiempo que estuvieron esperando su turno en el ambulatorio de Yímbale se le hizo interminable. Una hora más tarde, durante la consulta, el médico le administró Salbutamol en spray y casi de forma milagrosa el tratamiento aplacó la asfixia ¡Cuán aliviado se llegó a sentir! El doctor determinó en su diagnostico que lo más lógico sería pensar que Klaüs hubiese podido desarrollar alergia al polen y de ahí se explicaría la violenta crisis asmática. Aún estuvo un par de semanas más visitando con su madre el hospital para realizarse pruebas, efectivamente Klaüs dio positivo a los reactivos del polen, el polvo y las gramíneas. Contra sus nuevas alergias le recetaron unas vacunas semanales, así que cada viernes por la tarde deberían visitar el ambulatorio de Yímbale para que se las pinchara el médico practicante; el asma le sirvió esta vez como excusa para abandonar las clases de kárate. Una tarde de las que Cloe le llevaba a toda prisa al gimnasio acabó en una fuerte riña entre ambos, él estaba cansado de verse débil delante de los demás, cansado de las agujetas y cansado de los reiterados ataques de asma. Después de mucho protestar y discutir con su madre terminó confesándole que detestaba ir a kárate y que estaba harto. Finalmente Cloe aceptó el hecho de que Klaüs ya no quisiera ir más y terminó por borrarle de las clases cuando hacía sólo una semana que le habían entregado el cinturón color amarillo. Retiro Desde entonces Klaüs pudo volver a hacer sin prisas el camino de vuelta a casa, aunque por desgracia había dejado de coincidir con Laura y para colmo tampoco la podría ver ni tan siquiera los fines de semana, ya que ahora los pasaría fuera en un campamento de montaña con la caravana que sus padres se acababan de comprar. El camping era el refugio perfecto para aquellas personas que, aquejadas del estrés cotidiano, deseaban descansar plácidamente al sesegado amparo de la montaña, pero Klaüs no pretendía eso en absoluto; él necesitaba vivir como los demás niños, hacer amigos en Yímbale, conocer al resto de sus compañeros de clase, coincidir con Laura de vez en cuando y ver los dibujos de la tele para luego poderlos comentar con su cuadrilla a la hora del recreo. La mala fortuna le apartó de todo aquello y desde entonces cada fin de semana fue condenado sin justo juicio al retiro espiritual más propio de las personas maduras. En el campamento no había ni tan siquiera niños con los que jugar, toda la gente que acudía allí eran de la edad de sus padres o incluso más mayores. La sobria tranquilidad de las montañas le arropó en su tristeza, se acostumbro a la soledad y a tener únicamente trato con la gente adulta o consigo mismo. La mayoría del tiempo lo pasaba solo, contadas veces jugaba con su padre al balón y en el mejor de los casos venían sus tíos con su primo a visitarles. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Básil y Cloe hacían lo posible por invertir su tiempo en él: le enseñaron a jugar a las cartas, a las damas, al dominó... pero aun así Klaüs se sentía triste en el retiro de la montaña. Después de comer prefería sentarse solitario junto al río en un compungido marco invernal, lanzando piedras contra el agua mientras pensaba en aquel beso que le había dado Laura, en sus complejos y sobretodo en el futuro, tan confuso cuanto más tiempo llevaba de vida. El gélido invierno hizo bien su trabajo, terminó por congelarle a Klaüs su joven ánimo y le convirtió en un niño melancólico de pocas palabras; una conversación con él resultaba de lo más extravagante puesto que por su cabeza se habían sucedido ya análisis exhaustivos sobre la trascendencia de su ser más propios de un anciano que de los que pudiera plantearse un niño de seis años. Obstinado, apático y quejicoso fueron los rasgos que se marcaron en su personalidad durante aquel año en el que estaba a punto de cumplir los siete. Por suerte para él, siempre podía vivir en sus libros; en el camping los libros de aventuras se sumaron a los tebeos dentro la vida imaginaria de Klaüs, mientras leía se evadía de pensar, dejaba tranquilos a sus padres y estos a su vez se congratulaban de su pasión por la lectura. En realidad aquella era la única manera que tenía Klaüs para escapar de aquel mundo absurdo en el que un niño de seis años vivía la melancolía como si de un poeta vetusto se tratase. Fue siempre consciente de que aquello no debía ser normal pero resignándose lo aceptó, pues no le gustaba la idea de tener que enfrentarse a sus padres, de hecho desdeñaba el tener que enfrentarse con nadie. *** KLAUS, PEQUEÑOS PROBLEMAS Klaüs y su abuelo Pepe salían muchas tardes a pasear por el campo, por aquel entonces el pueblo en el que vivían no había crecido aún, la mitad del término municipal eran viñedos con una gran explanada al fondo donde se encumbraba una colina de altos pinos. Antes de tomar el camino hacia la colina se detenían en un cañaveral cerca del río, allí cogían una caña cada uno, la pelaban y la usaban como bastón para asistirse en su ascenso. En el campo uno puede apreciar que se respira mucho mejor que en el pueblo, Klaüs procuraba no tocar las plantas que el médico le había aconsejado evitar, pues corría el riesgo de que volvieran a provocarle una reacción alérgica y con ello echar a perder el grato paseo. Pepe era un hombre de pocas palabras que a la vez se implicaba mucho en su educación, procurando dar respuesta a todas las preguntas que le hacía de forma que él las pudiese entender. A Klaüs ya le habían surgido dudas acerca de la vida de sus padres, del trabajo, de la escuela, sobre las chicas, sobre Dios, sobre la muerte... Había hecho muchas preguntas a Básil y a Cloe que ellos solían esquivar diciéndole: - Ya lo sabrás cuando seas mayor. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - A punto de cumplir los siete años vivía ahogado en un mar de dudas, aparte de los complejos que había ido adquiriendo en su camino también acarreaba muchos miedos, todos ellos derivados de la ignorancia que por aquel entonces era su peor enemigo. Se vio con la necesidad de tener respuesta a muchas cosas ¿por qué habiendo tantos libros a su disposición no era capaz de encontrar en ellos conclusión a las cuestiones más importantes de la vida? ¿Acaso nadie se las había planteado antes? La primera vez que Klaüs tuvo que esforzarse por aprender algo en el colegio fue cuando dieron las tablas de multiplicar. Por el momento todo lo que habían aprendido en matemáticas era cuestión de lógica mecánica y de hacer muchos ejercicios, solían emplear cuadernos de sumas y restas que a él le resultaban harto sencillos, la mayoría de las veces los hacía a modo de pasatiempo cuando permanecía los fines de semana recluido en su particular claustro de la montaña. Las tablas de multiplicar le exigieron prestar atención y aprender a memorizar. Cloe le echaba una mano en su empresa: los viernes por la tarde, cuando iban al ambulatorio de Yímbale para que Klaüs se vacunase, su madre le hacía aprenderse por lo menos una de las tablas. Ella, como su abuelo, también le explicaba las cosas de manera que las pudiese entender. Así fue como Klaüs aprendió a multiplicar, una vez más mucho antes que la mayoría de los chicos de su edad; todavía pertenecía a aquella índole de niños aventajados que cada vez competían más duro entre ellos por ver quién era el más listo de la clase. A él siempre le disgustó tener que jugar a ese juego pues yase consideraba inteligente de por sí; aunque la realidad era que en clase pasaba las horas distraído mientras le daba vueltas a todo aquello que procuraba entender acerca de su vida. A los ojos de los demás tenía el perfil clásico del niño que vivía en las nubes: en clase procuraba no molestar, pero uno podía darse cuenta de que tampoco seguía las explicaciones como el resto, salvo cuando les hacían leer, entonces sí prestaba atención, sobretodo mientras esperaba el turno de Laura. Arte A su afición por leer se le sumó una nueva cualidad, fue su padre el que consiguió despertar en él el interés por el dibujo y la pintura. Los propietarios del campamento al que iban los fines de semana convocaron un concurso de dibujo para todas las edades al comienzo de la primavera y Básil le convenció para que participase presentando una lámina. - Te he visto dibujar y lo haces bastante bien - le confesó Básil. Ante tal halago Klaüs fue incapaz de negarse a participar por tal de no defraudarle. Después de comer se puso frente al río en el que solía quedarse para lanzar piedras al agua y comenzó a dibujar la escena incluyéndose en ella como si estuviese viéndose a sí mismo desde algunos metros por detrás. Luego regresó a la caravana - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - para terminar de colorear la lámina con la ayuda de su padre. Tras el veredicto del jurado su dibujo no ganó ningún premio, pero Klaüs se sintió tan orgulloso de su esfuerzo que procuró continuar dibujando con frecuencia a partir de entonces. Cloe, que seguía empeñada en apuntarle a actividades extra escolares, le propuso acudir a clases particulares de dibujo y pintura para niños. Klaüs, que ya se había acostumbrado a perderse los dibujos animados que hacían por las tardes, accedió voluntariamente y durante dos años seguidos recibió lecciones de dibujo en un taller del centro cultural. El caso es que, al igual que sucedía en el colegio, aunque a Klaüs se le reconocía su facilidad de aprendizaje desde el primer momento éste no era capaz de congeniar con sus profesores como lo hacían los demás alumnos. Pese a que el resto de los chicos no disponían del nivel de creatividad del que pudiese disponer él, éstos eran correspondidos por el profesor que frecuentemente les echaba una mano en sus tareas. En ese sentido Klaüs resultaba esquivo hacia sus maestros que, independientemente de sí tenía talento o no, le consideraban un niño distraído. El primer libro que les hicieron leer en el colegio lo terminó el mismo fin de semana en que sus padres se lo compraron y llegó a leerlo dos veces más durante aquella semana. Gracias a la lectura la convivencia con sus padres y sus abuelos resultaba más sencilla, puesto que mientras Klaüs se encontraba viviendo en el mundo de los libros y los dibujos dejaba de atosigar con sus afiladas incógnitas a los demás miembros de la familia. Aprendió a aprovechar los aburridos fines de semana en el campamento de la montaña para leer, dibujar y echar de menos a Laura de la que entonces se había distanciado tanto que ni tan siquiera se hablaban. Segregación Ya anteriormente había existido una importante diferencia entre niños y niñas a la hora de jugar en el recreo, pero poco a poco esta se fue acentuando cada vez más. Los chicos jugaban todos los días a fútbol en el patio pequeño y las chicas jugaban a sus juegos en el patio cubierto. Manuel, Carlos, Klaüs y Yod continuaban jugando ellos cuatro indistintamente de lo que hiciesen los demás, según el día jugaban al pilla-pilla o al escondite, otras veces empleaban el tiempo del recreo conversando sobre los dibujos animados de la tele o sobre sus nuevos muñecos Masters del Universo. Se habían desmarcado por completo de los juegos de los chicos y sobretodo de los de las chicas, que por aquel entonces ya solo jugaban entre ellas. Resultaba extraña su propia exclusión, pero el caso es que mientras permanecían los cuatro juntos poco importaba lo que pensasen el resto. A medida que se sucedían los días crecieron las relaciones personales entre ellos, Klaüs mantenía un tipo de amistad distinta con cada uno: A Yod le conocía desde que tenía uso de razón, estuvieron juntos en la misma guardería y entonces ya era un rebelde a la temprana edad de cuatro años. A Manuel le conoció a raíz de la charla sobre ordenadores durante el recreo y Carlos apareció - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - el siguiente pues a su vez ya mantenía amistad con Manuel Nekasim. Jorge, el compañero en el que más se había volcado Klaüs el año anterior, terminó por juntarse con los chicos que jugaban al fútbol. Poco tiempo después ya casi ni se hablaban, Jorge hizo nuevos amigos con los que jugar y él desatendió la pérdida sin otorgarle la menor importancia puesto que en aquel momento se encontraba absorbido por la ilusión de componer su fenomenal cuadrilla. Gafas Una tarde de aquellas en las que no debía asistir al curso de dibujo, Klaüs Zayin se encontraba sentado frente al televisor cuando su madre le advirtió: - Estás demasiado cerca de la tele, te vas a quedar ciego. A lo que él le respondió aclarándole que de tan lejos no conseguía ver bien, Cloe lo interpretó como un gesto de rebeldía por su parte pero no tardaron mucho más en darse cuenta de lo que de verdad estaba sucediendo. Fue aquella misma semana, durante la clase de matemáticas, cuando Klaüs se dio cuenta de que no veía lo que estaba escribiendo el profesor en la pizarra; no veía absolutamente nada. Se había ido a dormir con total normalidad la noche anterior y al día siguiente era incapaz de distinguir el color de la tiza en la pizarra. Se echó a llorar desconsolado y fue a contarle a Bartolomé lo que le sucedía. A la mañana siguiente le llevaban al oculista para hacerle sus primeras gafas. Klaüs fue el primero de su clase en llevarlas, la aparición de las gafas marcaron un antes y un después para el resto de su infancia pues sumaron un complejo más en su lista. Entonces no era común que los niños llevasen anteojos y él era tan pequeño que los cristales se advertían enormes en la configuración de su cara. Durante mucho tiempo sus compañeros pudieron llamarle gafotas cuando pretendían insultarle; el primer año que comenzó a llevarlas los chicos aún no tenían tan desarrollada su maldad característica como para emplear la limitación de Klaüs a modo de ultraje, aunque en adelante terminaron por hacerlo para así referirse a él despectivamente. El doctor le dijo en su consulta que si llevaba siempre las gafas puestas cabía la posibilidad de que llegase un día en que se corriegiría su miopía y tal vez, cuando fuese más mayor, podría dejar de usar las gafas. Con el paso de los años tuvo oportunidad de comprobar que esto no iba a ser así, más bien al contrario pues cada vez que visitaban al oculista la pérdida de visión se había agraviado y la graduación de los cristales de sus gafas iba en constante aumento. Ira y venganza Klaüs odiaba sus gafas tanto como cuando escupes enfadado contra el viento y este te devuelve tu propia saliva directa hacia la cara. Desde que comenzó a llevarlas su primo Sergio no dejaba de chincharle, durante algún tiempo tuvo que tragar con - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - reiteradas injusticias debido a su recién adquirida condición de miope. Su primo acostumbraba a divertirse haciéndole rabiar y torturándole a base de cosquillas, con lo que él terminaba por enfurecerse. Una escena común, mientras ambos viajaban en el asiento trasero del coche camino del camping, podía ser esta: - ¡Empollón! Ja ja ja ja - le profería Sergio entre risotadas. - ¡Déjame en paz! - le replicaba Klaüs ofendido. - ¡Calculín! Ja ja ja ja - insistía mientras le pinchaba con el dedo índice en el costado de la cintura. - ¡Déjame ya! ¡Tonto del culo! - le gritaba desesperado. - ¡Klaüs! ¡Esa boca! ¿Quién te ha enseñado eso? - le reprendía su padre al oírle. Cuando la paciencia flaqueaba terminaba dándoles las quejas a sus padres, aunque sabía sobre seguro que en la mayoría de los casos saldría perdiendo y la reprimenda iría finalmente para él. Su primo, por ser mayor, contaba sin razón aparente con el privilegio de Básil y Cloe, y bajo ningún concepto ellos iban a regañarle por portarse mal; para reprenderle ya estaban sus padres aunque luego estos no hicieran nada al respecto. Salieron un sábado por la mañana, Básil, su primo Sergio y él para jugar a la pelota en el polideportivo de Yímbale. Ya durante el trayecto en coche Sergio estuvo torturándole a base de clavarle su dedo en sendos costados de la cintura a modo de cosquillas lacerantes; un rato podía ser soportable, pero la cosa ya duraba demasiado. Estaba harto. Al llegar a la pista de atletismo se pusieron a jugar los tres y, en un momento en que se sintió excluido, Klaüs cayó en la cuenta de que su molesto primo, además de hostilizarle, le estaba eclipsando totalmente delante de sus padres. Tenía una razón de ser, sus tíos no le hacían el menor caso a su primo y entonces Básil y Cloe quienes procuraban repartir las atenciones entre ambos. Klaüs era aún demasiado pequeño como para comprenderlo y sólo sabía que sentía unos celos terribles hacia Sergio, fundamentados en lo injusto que le resultaba pensar que para colmo su primo, siendo un tontaina como era, le hacía la vida imposible con sus desprecios. Muy probablemente, Sergio le tuviese rabia a Klaüs a su vez por ser un mimado y un vanidoso; desde que comenzó a llevar aquellas gafas de listillo aún tenía más razones para sentir aversión hacia él. Mientras se pasaban el balón uno a otro, Sergio se distraía burlándose de Klaüs diciéndole que era un patoso; él pudo sentir cómo le hervía la sangre cuando encima su padre le reía las gracias. Entre ambos terminaron de colmar el vaso, durante un buen rato Sergio continuó haciendo burla hasta que finalmente Klaüs se decidió a terminar con el juego. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El balón le llegó a los pies cuando tenía a su molesto primo a unos diez metros de distancia aproximada, Klaüs chutó contra él con todas sus fuerzas y la pelota se estampó en su estúpido rostro como si de un cañonazo se tratase. El golpe le giró la cara tal como si hubiese recibido un bofetón correctivo y consiguió acallar su fastidioso carcajeo al instante. Klaüs se echó a reír triunfal al comprobar que él mismo había conseguido hacer justicia, su primo comenzó a quejarse de dolor y Básil, que lo había visto todo como un árbitro riguroso, cargó contra él como nunca antes lo había hecho. Jamás había visto a su padre tan enfurecido; Básil consiguió intimidarle de veras cuando le cogió por los hombros zarandeándole mientras le soltaba una reprimenda a gritos. Él se puso a llorar aterrorizado ante la colérica respuesta de su padre, que cogió a Sergio de la mano y ambos se fueron hacia el coche dejando a Klaüs solo en la pista. Cuando su padre hubo arrancado comprendió que la cosa iba en serio, entonces se acercó sollozando hacia ellos. Al verle llegar, Básil bajó la ventanilla un poco para continuar amenazándole nuevamente con marcharse y dejarle allí, le hizo saber con sus peores maneras que su comportamiento no le parecía normal. El le pidió perdón a su primo en repetidas ocasiones, pero Básil desoyó sus disculpas y aún se ensañó más. Ya se le habían agotado las fuerzas para llorar y fue entre sollozos cuando su padre le dejó subir por fin al coche para volver a casa. A partir de ese momento comenzó a sentir temor hacia su padre; la antipatía junto con su complejo perduraron aún por varios años. *** LAS RAICES DE KLAUS En el mes de julio Klaüs vivía la mayoría del tiempo con sus abuelos; sus padres aún debían trabajar mientras no llegase agosto y pudieran irse los tres a veranear a un apartamento que alquilaban en la playa. Eran sus abuelos maternos quienes se encargaban de cuidar de él. De hecho, hasta llegada la pubertad, convivió más con ellos que con sus propios padres. Era su abuela Bruna la que cada día le hacía de comer y era su abuelo Pepe el que jugaba con él en cuanto habían terminado. Llegó un momento en el que las vacaciones de verano habían conseguido eclipsar por completo a las de navidad. La singular maravilla de la estival época del año residía en que durante el día se prolongaban las horas de luz debido a que, una vez adelantados los relojes de común acuerdo con el resto de la humanidad, el sol se ponía más tarde que en invierno. Además, los chicos disponían de tres meses para poder olvidarse de las aburridas clases en la escuela; aquellas tardes invernales en las que oscurecía en cuanto salía del colegio le deprimían profundamente, bastante se debatía ya con su personalidad melancólica como para que encima las estaciones no le acompañasen. La cálida irradiación solar propia del verano le implementaba a Klaüs renovada lozanía y vitalidad. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Pretérito La madre de su abuelo Pepe también se llamaba Cloe y un año antes aún vivía con ellos. Su bisabuela era una anciana que vestía de negro riguroso, tenía la piel maculada y llevaba siempre el pelo grasiento recogido en un moño; olía como a ropero viejo, mezcla con su sudor que en ocasiones resultaba agrio al olfato. A Klaüs no le inspiraba demasiada confianza aquella mujer debido más a su mal carácter que a su terrorífico aspecto, sentía compasión por ella debido al hecho de verla tan decrépita. Se sucedieron algunas semanas en las que la anciana se mantuvo recluida en su habitación sin salir, aún transcurrieron algunos días hasta que la llegó a echar en falta y una mañana, al ver que ya no estaba en casa, les preguntó a sus abuelos por ella. Klaüs se acercó hasta la cocina para consultarle a su abuela Bruna: - ¿Dónde está la mamá Cloe? - Klaüs llamaba mamá Cloe a su bisabuela mientras que a su madre la llamaba únicamente Cloe o mamá a secas. - La mamá Cloe se ha ido - le contestó. - Y... ¿adónde se ha ido? -le preguntó Klaüs, aunque conocía de sobras cuál sería su respuesta. - La mamá Cloe estaba muy mayor y se murió - le dijo su abuelo Pepe desde el comedor. - Sí, estaba ya muy mayor - añadió ella con gesto triste y compasivo. Como de costumbre Bruna pretendía protegerle de cualquier factor traumático, siempre procuraba mostrarse afectuosa con él; todos los días solía recordarle lo guapo que era y lo mucho que le quería. Su abuela era una mujer a la que no le gustaba discutir de ninguna de las maneras, por eso Klaüs jugaba con ventaja a la hora de requerirle cualquier cosa que se le antojara pues sabía que ella nunca se negaría a darle lo que él quisiera. Su abuelo Pepe también era una persona digna de mención, no era tan cariñoso como lo podía ser su abuela pero sí era igual de permisivo con él. Tampoco le afanaban demasiado las discusiones aunque con los padres de Klaüs se enzarzaba a menudo debido a su carácter obstinado. Por lo visto a la edad de cuarenta años habían operado dos veces del corazón a su abuelo Pepe; durante la primera intervención perdió todo su cabello y el pelo de su cuerpo, después de la segunda el médico se hizo responsable de la situación y comunicó a la familia que, con seguridad, el órgano central de su cuerpo dejaría de bombear de forma correcta aproximadamente a los seis meses. Cuando Klaüs le conoció, su abuelo Pepe debía tener unos sesenta años, con lo cual había vivido casi veinte años más de los que le había diagnosticado el doctor. Para aquel hombre cada día era un día magnífico en el que seguía vivo, y esa fue la majestuosa virtud que le intentó transmitir a su nieto. Juntos jugaban a pelota en el extenso pasillo de su casa; pintaban y hacían dibujos en un cuaderno; jugaban también al parchís o a las cartas; salían a dar largos paseos por Yímbale... y aunque no hablaban mucho entre sí su abuelo Pepe procuraba disponer de tiempo para dedicárselo a él. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Sus abuelos maternos fueron la mejor compañía que pudo tener durante su infancia, pues de ellos conoció el cariño. Por parte de Básil Klaüs tenía también otro abuelo y otra abuela, aunque con estos tenía una relación diametralmente opuesta a la que mantenía con sus abuelos maternos. A ellos apenas les llegó a conocer, incluso sentía pereza de ir a verles pues eran los domingos por la tarde cuando sus padres les solían visitar y lo cierto es que a Klaüs le parecía desperdiciar las tan valiosas horas previas al lunes. Sus abuelos paternos eran unas personas estiradas y soporíferas, no sabían transmitir ningún tipo de afecto y en su compañía él solía sentirse incomodo, pues no se mostraban demasiado accesibles. Incluso Básil les trataba siempre de usted aunque fueran sus propios padres. Klaüs no tuvo mucho tiempo para tomarles cariño ya que fueron ellos los primeros de la familia directa en fallecer. *** LOS GRANDES TEMPLOS DE CULTO - ¿Aún no te has atado los cordones? átatelos o te vas pegar un costalazo - le decía su abuelo Pepe al tiempo que bajaban las escaleras. - Es que no sé atármelos yayo - le respondía Klaüs. - Bueno pues ahora cuando bajes te los ato yo, pero pon atención a ver si aprendes para la próxima vez - sentenció. - Vale yayo... ¿Me comprarás una piruleta cuando pasemos por el quiosco? - le preguntó Klaüs mirándole con el semblante lastimero que solía emplear para mendigar los favores de su abuela Bruna. - Vaale... cuando pasemos a la vuelta te la compro. El quiosco que había frente a la plaza de Yímbale era lo más parecido a un gran bazar de aquellos del país de las mil y una noches, un minúsculo pabellón de apenas cuatro metros cuadrados ubicado en el mismo centro de la rambla por donde solían pasear y que ponía a la disposición del transeúnte todo aquello que pudiese hacer que un niño como él perdiese la cabeza. Lo primero que se advertía al llegar era el grato aroma de la imprenta en el papel de diario, poco después la sinfonía de fragancias que emanaban las tintas con las que se estampaban las revistas colgadas a ambos lados de la caseta; los múltiples olores de los dulces que guardaba el quiosquero en coloridos recipientes de plástico transparente y finalmente el olor a salado que desprendían las bolsas de pipas, maíz tostado y gusanitos que colgaban de una cuerda dispuesta a modo de tendedero. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - En un quiosco puedes encontrar de todo, por nombrar algunas de las cosas que a Klaüs le perdían la vista: Desde los tebeos y álbumes con sobres de cromos de las series que se emitían en televisión; gran surtido de chicles de fresa y menta, nubes de azúcar, palotes de fresa, ositos de gominola, caramelos e incluso en verano polines con sabor a naranja, limón y cola. Pipas, maíz tostado, gusanitos, patatas fritas, pistachos (su abuelo a este género le llamaba comúnmente cascaruja); también los juguetes propios del recreo tales como canicas, peonzas, coches y aviones a escala, bisutería para niñas, bolas de goma de aquellas que podían botar más de dos metros de altura, sobres con pequeños soldaditos o indios y vaqueros fabricados en plástico, botes para hacer pompas de jabón, laberintos hechos de plástico con varias bolitas de acero que debían encajar a la vez en sus respectivos agujeros, artículos de broma, combas, recortables, trompetas, silbatos, cuadernos para colorear y pequeños puzzles con los personajes de los dibujos animados que venían en minúsculas cajitas. - ¡Yayo! ¡Cómprame eso! - le suplicaba a su abuelo. - Ya me lo temía yo que no ibas a querer solo la pilureta. A ver... ¿qué quieres ahora? - le preguntaba resignado. - Quiero eso de ahí - Klaüs le señalaba la caja de cartón con los sobres sorpresa. - Vale... Y déme un sobre de esos también - le demandaba al quiosquero. - ¡Ah! Y también quería que me comprases cromos para el álbum de Serloc Jolms y los Fraguel - continuó. - ¡Mi madre! Chiquillo ¡qué caro me va a salir sacarte de paseo! - le replicó el abuelo, acto seguido el quiosquero arrancó a reír. - ¡Pues sí que le ha salido caprichoso el nieto! - se añadió divertido a la conversación el señor del quiosco. - No sabe usted bien - le contestaba Pepe mientras ambos se reían. A Klaüs no le hizo demasiada gracia su comentario pero por una vez terminó tolerándolo, y más aún después de que Pepe le hubiese consentido todos sus caprichos. - Guárdate la pilureta para después de comer - le ordenó - Que luego llegará la hora de la comida y no tendrás hambre. Tras un copioso plato de lentejas con arroz su abuela Bruna sacó el jamón que tenía en la despensa y le sirvió a Klaüs unos trozos acompañados de un bollo de pan que había comprado por la mañana en la panadería. Todos los viernes tenía por costumbre ponerle lo mismo, sin duda era el menú de la semana que más le deleitaba pues seguramente nadie más en el mundo sería capaz de hacer las lentejas tan buenas como las quehacía ella. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - En cuanto terminaba de comer se levantaba de la mesa y tomaba asiento en la mecedora de madera que había junto a la de su abuelo, era en aquellas horas de la tarde cuando el sol calentaba con más intensidad a través del ventanal del comedor y allí se postraban para descansar mientras no comenzaba Barrio Sésamo. A Klaüs le encantaba sentir la cálida y refulgente luz solar cegándole la vista mientras frente a sí se revelaba una vez más el siempre fascinante microcosmos que formaban solo para él las motas de polvo danzando armoniosas en el áureo espacio luminiscente. El relajante espectáculo terminaba por concederle un placentero sueño justo después de que la imagen de la bella Laura se le hubiese vuelto a aparecer disipada en el cándido albor de los atardeceres de julio. Fumar - Enseguida vuelvo, voy un momento a comprar tabaco - Básil estacionó cerca del quiosco de la rambla y colocó las luces de emergencia. Mientras, Klaüs y su madre se quedaron aguardándole dentro del coche. Poco después regresó y pudieron retomar la marcha. - ¡Mira Klaüs! Te he comprado chicles de fresa de los que te gustan - le dijo su padre en el mismo momento en que le entregaba un buen puñado de chicles. - ¡Gracias papá! - le contestó entusiasmado. Klaüs le temía a su padre la mayoría del tiempo, aunque no podía negar que detalles así también los solía tener a menudo. Después de arrancar el auto Básil bajó la ventanilla y se encendió un cigarrillo. Nunca antes le había visto fumar. - ¿Qué haces? ¿Qué has comprado en el quiosco? - le preguntó indiscreto. - Tabaco... ¿Quieres probar? - le respondió. Cloe no tardó en mostrar su descontento. - ¡No le des de fumar! – su madre estaba a punto de disgustarse de verdad. Básil sólo la miró por un segundo y de alguna forma se entendieron, pues ella terminó por otorgarle su consentimiento callando. - Toma hijo, acércatelo a la boca con la mano y haz como si chupases para tragar el humo. Mira ¿ves? se hace así - Básil le acercó el cigarrillo hasta los dedos; Klaüs estaba entusiasmado con que su padre le permitiese hacer cosas de mayores, así que sin dudarlo tomó el cigarro por el filtro e imitándole aspiró confiado esperando descubrir la esencia del deleite adulto. La reacción no se hizo esperar. - No toques la punta que podrías quemarte ¿eh? - añadió. - ¡¡Bluaaaarj!! (toses) - con la primera bocanada Klaüs pudo sentir la aguda asfixia tal como si hubiese respirado directamente del tubo de escape de un autobús; entre fuertes toses comenzó a vomitar dentro del coche. - ¡Básil! ¿Estás loco? ¡Mira lo que has hecho! - Cloe le obligó a detener el coche de inmediato mientras Básil reía divertido con la escena. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Ya verás como se guardará bien de fumar en el futuro! - sentenció este cuando de golpe tornó a su semblante serio - ¡Y ahora voy a tener que limpiar el coche otra vez! *** IDILICO VERANO Cloe estaba barriendo, Básil fregaba las habitaciones en las que ella había barrido y Klaüs vaciaba encima de la cama el resto de los juguetes que quedaban dentro del armario. Las vacaciones tocaban a su fin después de prácticamente un mes entero viviendo en el apartamento que sus padres alquilaban junto al mar. Cada año iban al mismo sitio a veranear: un pequeño pueblo marinero con una sola avenida que lo atravesaba de costa a costa; a un lado de la acera se alzaban los bloques de apartamentos y en el otro comenzaba la playa. La entrada del edificio de apartamentos y la dorada arena de la costa apenas se distanciaban treinta metros entre sí. Durante el mes de agosto la familia vivía alejada de la urbe y sustituían sus particularidades por el sosiego de aquel pueblo del litoral. Allí los bloques de viviendas no tenían más de tres plantas; el apartamento que alquilaban era un ático y este gozaba de una terraza casi tan grande como el mismo piso. Cada mañana se levantaban entre las diez y las once de la mañana, Básil era el primero en levantarse y, una vez aseado, salía a comprar el periódico, cruasanes y una barra de pan. Antes de que regresara, Cloe había puesto el mantel en una mesa de plástico blanco que sacaban a la terraza, convertida ahora en un mirador, y allí desayunaban. El suelo de aquel terrado era de color azafrán, que terminaba contrastado con el profundo azul del mar y éste a su vez con el celeste azul del cielo; en la misma perspectiva se encontraba una barandilla de madera pintada de blanco que dividía la vista y entre sus barrotes quedaba aprisionado el oleaje. Durante el desayuno Klaüs solía contemplar ensimismado aquel edénico paisaje a través de la barandilla mientras la brisa marina vaciaba su mente por completo llevándose consigo todo aquello que le provocaba malestar, pesar e incertidumbre. Después de desayunar bajaban a la playa, allí se encontrarían con unos amigos de sus padres que tenían unos hijos algo más mayores que Klaüs: Mónica y Ricardo. Klaüs jugaba con ellos a hacer castillos de arena, se bañaban en el mar, buscaban conchas y disfrutaban de todo cuanto les podía ofrecer aquel singular entorno. Al mediodía solían salir a comer juntos; otras veces comían cada uno en su casa aunque igualmente acostumbraban a encontrarse de nuevo por la tarde para tomar café, dar paseos por el campo o ir de visita a los pueblos colindantes. Prácticamente todos los días eran igual de apacibles y relajantes durante el verano; no disponían de televisor, con lo que en aquellos momentos en los que se quedaban en casa a reposar acostumbraba a leer sus tebeos estirado en la cama o dibujaba sentado a la mesa del comedor. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Así pues, Klaüs consiguió abandonar en pocas semanas todo el bagaje de melancolía que había acumulado durante el año. Pensó que en adelante siempre podría refugiarse allí, en aquel lapso temporal que era el mes de agosto. Terminó de recoger sus cosas y cerraron la maleta una vez que su madre hubo guardado la ropa; un año más se había acabado su estancia en el apartamento de la costa aunque no con ello sus vacaciones, le quedaba el consuelo de que aún disponía de un par de semanas para acomodarse a la realidad cotidiana antes de retomar las soporíferas clases en la escuela. Deseaba prolongar lo más posible aquella sensación de bienestar y proyectarla en su vida ordinaria; esperaba que al regresar todo fuese distinto y no le volviese a invadir de nuevo su identidad nostálgica. *** GRANDES AMIGOS Cada año que pasaba temía que fuese el último de su infancia, le aterraba sobremanera el verse un día siendo una persona gris cargada de responsabilidades y a su vuelta de las vacaciones regresaba siempre con aquel incondicional pánico. Retomar las clases después del verano significaba adaptarse nuevamente a los ya acostumbrados cambios: nuevo profesor, nuevas materias, nuevos libros y nuevo modelo de comportamiento. Todos sintieron gran alivio al encontrarse con Bartolomé en el estrado ya que en principio les correspondía cambiar de profesor para el nuevo curso. Por unos instantes se rumoreaba en la clase que Bartolomé estaba allí para sustituir al aún desconocido maestro, que tal vez no había podido asistir ese primer día por verse indispuesto. Una vez pasó lista pudieron comprobar desahogados que Bartolomé iba a seguir con ellos en aquel segundo curso de educación básica y eso venía a significar que las cosas no iban a cambiar demasiado por el momento. - Dicen que más vale malo conocido que bueno por conocer ¿no? - les bromeó Bartolomé a sus alumnos. Niño hiperactivo Klaüs recordaba haber coincidido con él a su paso por la guardería, estuvieron juntos en la misma clase y ya desde entonces Yod había sido un rebelde que volvía locos a sus profesores, a sus padres y también a sus compañeros; un niño travieso y disperso que comportaba un importante reto para todo aquel que tratase de conseguir su atención. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Encontrarle de nuevo en clase le evocó el recuerdo de lo que sucedió una mañana cuando ambos estaban aún en la guardería, una anécdota sobre el correcto comportamiento en clase que se servía de Yod para demostrar cómo no había que proceder: <Había transcurrido media mañana y Yod continuaba hablando después de que la profesora le hubiese ordenado guardar silencio. Desesperada ante su insubordinación, a modo de represalia la maestra le amenazó por última vez; le dijo que si seguía hablando terminaría subiéndole a su mesa para cambiarle el pañal como a un bebé delante de toda la clase. Era de esperar que el sublevado desatendiese la advertencia y finalmente la profesora cumplió con lo que había convenido: Le subió a la mesa por las malas y mientras Yod pataleaba de la rabia la profesora le cambió el pañal delante de todos. Menuda vergüenza debió pasar> En la escuela jugaban juntos, no tenían especial relación entre ellos puesto que cada uno vivía en un extremo de Yímbale y rara vez coincidían fuera del colegio. A la hora del recreo Yod acostumbraba a llevar consigo cosas curiosas para enseñárselas a sus compañeros; su madre trabajaba como enfermera y él solía traer toda clase de artilugios del hospital que recopilaba en casa: Cajitas de regaliz que utilizaba para guardar las minas de los lápices de colores; inyecciones sin aguja para lanzar a chorros el agua de la fuente; gomas elásticas que empleaba como tirachinas y tubos de plástico de las sondas que hacía servir a modo de látigos. Una vez incluso les trajo una bolita de mercurio que había conseguido sacarle al termómetro que tenía en casa, jugaba con ella mientras se hacía el interesante asegurándoles a sus amigos que era muy peligroso tocar el mercurio con las manos porque se consideraba altamente venenoso. Niño travieso Carlos poseía un carácter diametralmente opuesto al de Yod, sin duda alguna era todo lo contrario a un niño hiperactivo pues solía vaguear y dormirse en clase. Al igual que Klaüs también leía tebeos en abundancia y le apasionaban los ordenadores. Cuando se juntaban a la hora del recreo ilustraba las conversaciones con sus extraordinarias experiencias. Todo el mundo sabía que los padres de Carlos Letz eran demasiado permisivos con él, tanto que se podía llegar a creer que rozaban el desinterés por su propio hijo. Muy probablemente Carlos, a sus siete años, había jugado a más videojuegos, había visto más películas y leído más tebeos que nadie en su clase; tal vez más incluso que la mayoría de los Grandes. A su corta edad ya había conseguido ver aquellas películas de terror del videoclub que a los demás niños les prohibían sus padres les hablaba de Tiburón, de Piraña, de Viernes Trece, de La Cosa y de Pesadilla en Elm Street. Carlos era un pozo sin fondo de experiencias asombrosas, coincidir con él a la hora del recreo les aseguraba una conversación de lo más interesante. Sería esa la razón por la que ningún padre quería que su hijo tuviese a Carlos Letz como amigo, puede que estuviese demasiado liberado para su edad. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Fue aquel año cuando Klaüs cumplió los siete y por navidad sus padres le regalaron su primer ordenador, un Spectrum Sinclair 128K que durante las fiestas había salido al mercado como uno de los artículos más asequibles en el panorama de las nuevas computadoras. El Spectrum Sinclair no era ni mucho menos tan avanzado como el ordenador de su primo, pero era al fin su propio ordenador. Desde que lo estrenó Carlos iba a visitarle todos los fines de semana para jugar con él. En un principio sus padres estuvieron muy contentos de recibir en casa al nuevo amigo de Klaüs, por desgracia un desafortunado incidente les costó el que Carlos no pudiese ni asomarse por allí. Carlos Letz llamaba al timbre de su portal todos los sábados muy temprano. A las ocho de la mañana los padres de Klaüs aún estaban durmiendo y él, que medio dormitaba metido en la cama, se levantaba en pijama para abrirle. Ya en su habitación los dos se ponían a jugar con el ordenador y luego, cuando sus padres se habían despertado, desayunaban los cuatro juntos. Desde el principio a Básil no le hizo ninguna gracia que Carlos viniese tan pronto y ni mucho menos que armasen jaleo mientras él estaba durmiendo; desde un primer momento desdeñó aquella costumbre de su hijo y su amigo. Una mañana Básil y Cloe salieron a comprar y les dejaron solos en casa. Carlos y Klaüs, que estaban viendo la tele apaciblemente en el comedor, se desmadraron en el mismo instante en que sus padres cerraron la puerta tras de sí. En un derroche júbilo y euforia comenzaron a luchar entre ellos a cojinazos mientras ambos se reían a carcajadas. Los cojines del sofá volaron en todas direcciones hasta que el último cojín salió despedido, la mala fortuna hizo que este fuese a golpear contra uno de los globos de cristal de la lámpara del comedor que se precipitó contra el suelo haciéndose mil pedazos. No les dio tiempo ni a pestañear. Asustado, Klaüs corrió a buscar la escoba y el recogedor tal como hacía su madre cuando algo se rompía; mientras comenzaba a barrer los fragmentos de lo que antes había sido el globo de cristal entraron sus padres por la puerta y entonces comenzó la verdadera batalla campal. Básil volvió a ponerse tan furioso como aquel día en que salieron a jugar a pelota con su primo, su rostro enrojeció de inmediato y se puso a gritarles escandalosamente tal como si se tratase del ataque de histeria de un desequilibrado. No paró de abroncarles a los dos lanzándoles todo tipo de malsonantes juramentos hasta que al final, desatando su feroz cólera, agarró a Carlos por el brazo y lo sacó de malas maneras cerrando la puerta a sus espaldas con un tremendo golpe. Básil castigó a Klaüs encerrándole en su habitación y este no cesó de llorar durante el resto del día. Su madre abogaba por él, apaciguaba a Básil persuadiéndole para que entendiera lo muy injusto que resultaba que se hubiese puesto así por una simple travesura, todo aquello le parecía exagerado. Aún pasaron algunos días sin que Klaüs pudiese ni siquiera acercarse a Básil, cada vez que le miraba a la cara este cambiaba la expresión de su rostro para mostrarle su displicencia. Estaba aterrado ante la exagerada locura de su propio padre que no cesaba en su enfado de ninguna de las maneras. El tiempo restauró nuevamente la calma pero aun así llegó a comprender que debía permanecer siempre en constante estado de alerta pues en cualquier momento Básil podía reiterarse en su execrable comportamiento. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Desde entonces su padre no le pasó el más mínimo error sin explotar con sus ya característicos arrebatos de furia descontrolada. También desde aquel día Carlos abandonó la costumbre de ir a casa de los Zayin por las mañanas para jugar; a partir de entonces únicamente se veían en el recreo y aquella amistad que tuvieron nunca más volvió a ser la misma. Continuaron jugando juntos en el patio de la escuela, pero Carlos le guardó las distancias pues estuvo muy dolido con él por su proceder. El lunes siguiente después del malhadado contratiempo ambos hablaron sobre lo sucedido, Carlos le transmitió que consideraba injusto el que Básil le hubiese echado de aquella manera tan degradante; insistía en que toda la culpa había sido de Klaüs y que era él únicamente quien debía haber cargado con la responsabilidad. Aún estuvo molesto por unos días pero no fue nada que el tiempo no pudiese devolver a su sitio. Niño rico Cuando daban las once en el reloj de pared que había al lado de la puerta del aula sonaba el timbre y todos los niños bajaban al recreo. Klaüs no iba a jugar ni al patio cubierto, ni al patio pequeño, ni al patio grande; en lugar de eso se encontraba con Carlos Letz y Manuel Nekasim en las escaleras de entrada al colegio para conversar y allí pasaban la hora hablando hasta que no venía un profesor que les mandara marcharse a jugar a otra parte; poco después se les terminaba añadiendo Yod. Manuel vivía en una casa muy grande cerca del colegio, sus padres la compraron a muy buen precio hacía unos años cuando esta estaba prácticamente en ruinas. El matrimonio Nekasim se había ocupado de reformarla por completo, con su perseverancia y esfuerzo consiguieron convertir aquella mansión más propia de la familia Munster en una de las mejores casas de todo el pueblo en que vivían. Manuel era el único de la cuadrilla que tenía hermanos, concretamente una hermana; también era el único que disponía de un jardín con piscina en su casa; seguro que además era el niño que contaba con mayor número de juguetes a su disposición de todo Yímbale. Los señores Zayin y los Nekasim se habían conocido cuando coincidían a la hora de recogerles a la salida de la escuela. Casualmente se llevaban muy bien y aquella relación tan buena fomentó la aprobación por parte de sus respectivos padres para que Manuel y Klaüs fuesen amigos, justo lo contrario de lo que sucedió con Carlos Letz. Así, ya no era solo el hecho de que Klaüs y Manuel fuesen compañeros en la escuela, también se veían los fines de semana en los que iba a visitarle acompañado por sus padres. La casa donde vivía Manuel tenía dos plantas conectadas entre sí por una amplia escalera construida con mármol y madera de roble, en la planta superior se encontraba su habitación y allí tenía un ordenador Amstrad que era igual que el de su primo Sergio ¿demasiado ordenador para un niño tan pequeño? En realidad no. Puede que Manuel fuese el más inteligente de los chicos de su clase; tal como sucedía con Carlos Letz, Klaüs sentía fascinación por su compañero. Ya fuese hablando sobre videojuegos, sobre libros o sobre películas Manuel Nekasim disponía siempre de recursos para ofrecer una conversación interesante a quienes le rodeaban. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - En ese sentido Klaüs se juntó durante los primeros años de su infancia con niños que tenían un perfil similar al suyo, pues ellos tampoco jugaban al fútbol o se dedicaban a molestar a las niñas como hacían el resto. Con el tiempo fueron Manuel y Carlos los que se convirtieron en amigos inseparables aunque él no otorgaba demasiada importancia a aquel pequeño detalle puesto que siempre se sintió integrado en el grupo que ellos mismos acababan de formar. Aquellos amigos se encargaron de llenar su vida tanto dentro del colegio como fuera de el. Su amistad fue lo mejor que recibió durante aquel año, ya que además de proporcionarle una grata compañía también le sirvió para apartar de sí la melancolía que le provocaba su amor platónico. Con cada nuevo curso que pasaba las chicas se apartaban más aún de los chicos y de su relación con Laura poco quedaba ya por aquel entonces. Todas las tardes la escuchaba leer como de costumbre, pero ahora procuraba esquivarla pues comenzó a sentir una inexplicable vergüenza cada vez que hablaba con ella. Desde que Klaüs se dedicaba a hacer el tonto con sus amigos se podía distinguir con claridad el abismo de madurez que les separaba, aunque él todavía conservaba aquel valioso beso que le había entregado Laura y que le hacía sentirse seguro de sus convicciones; consideró la situación como un mero bache propio de la edad y llegó a la conclusión de que, cuando fuesen mayores, podrían retomar la relación ya como personas adultas en el momento en que la habían dejado: justo después de aquel beso. *** EL HONOR DEL CAPITAN LETZ Por lo pronto la frenética melodía del piano del Saloon se había detenido en seco. Sentado a la mesa sostenía la mano de cartas esperando al último cambio cuando levanté la vista y me percaté de que mis rivales en el juego no estaban atendiendo en absoluto a la partida. Todas las miradas que antes se dirigían a la baraja apuntaban ahora tras de mí, en los ojos de alguno de ellos se podía leer espanto y sobresalto. Me temo que ya sé lo que está sucediendo. De entre el ahogado silencio comenzaron a reconocerse dos sonidos en aquel preciso instante: primero fue el bascular estrepitoso de la vieja puerta batiente de madera al abrirse; el segundo fue el tintineo de las espuelas acompañando el firme paso de unos tres o cuatro hombres que se dirigían hacia nuestra mesa. Les había oído al llegar mientras agavillaban sus caballos en el viejo mástil junto al abrevadero, el trote de sus monturas no me era familiar así que ya presentía que vendrían a por mí. El juego había terminado, Yod se levantó de la mesa y con prisas se refugió en la vuelta de la barra haciendo ver que le pedía un whisky al tabernero que en aquel momento secaba los vasos con un trapo blanco. Yo apoyé mis cartas bocabajo sobre la mesa al tiempo que agachaba mi sombrero para cubrirme la cara pesaroso, por primera vez en toda la tarde me llegaba una buena mano y era una verdadera lástima - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - desperdiciar la oportunidad. Tal vez luego me dejasen terminar la jugada y pudiese ganarme unas cuantas fichas. Vamos a ver qué es lo que quieren. - ¡Zayin! condenado granuja... ¡por fin te encuentro! - exclamó una voz ronca a mis espaldas; por su tono brusco al hablar dejó claro que se estaba refiriendo a mi persona. El revolver permanecía como de costumbre en la envoltura de mi cinturón, recordé haber dejado el tambor lleno de munición ayer mismo por la tarde. El martillo debía de estar dispuesto tal y como lo dejo siempre cuando me pongo a jugar al Póquer, así que no hay nada que temer; aunque hubiesen entrado los cuatro apuntándome con sus cañones todavía tenía una posibilidad de desarmarles. Mantén la calma, puede que solo sean unos forajidos carcamales que vienen a pedirte fuego para encenderse un pitillo. - ¡Zayin! Maldita sea ¡te estoy hablando a ti! Uh, creo que ahora sí le estoy haciendo enfadar. Esa voz es la de Carlos Letz el cuatrero, más vale que me gire a ver su cara sucia antes de que me dispare a sangre fría. ¡Qué poco me gustan estas situaciones inusitadas! - ¿Qué tripa se te ha roto ahora Letz? – le contesté volviendo un poco la cabeza, no le miré directamente al rostro para que los pobres de mis ojos no fuesen víctimas de tal crueldad - Siéntate aquí y mírame mientras juego a las cartas con estos señores. Tal vez aprendas algo - proseguí. - ¡Eres menos de fiar que el hijo bastardo de una gallina! ¿Cómo te atreves a hacerme burla de esa manera? - desde luego que Carlos siempre había sido ingenioso con sus improperios, ¡menuda inventiva! esta vez sí que terminé girándome por completo para mirarle directamente a sus ojos de carcamal. Al verle me pareció encontrarme cara a cara con mi difunta bisabuela, Carlos iba ataviado con un poncho negro y un ridículo gorro del mismo color que tenía en su cinta una pluma marrón con rayas negras; si pretendía parecer el malo de la película lo había conseguido con creces, a lo mejor también vino con un caballo negro. Este Carlos es lo que no hay. - ¿Qué demonios quieres de mí ahora? ¿Has venido otra vez para retarme por lo de la vejación de tu padre? - tratándose de él estaba claro que no podía venir por otra cosa. - Sí, y no descansaré hasta limpiar por completo mi nombre. Jamás en la vida me sentí tan insultado. Atate los cordones cuando salgas porque al ponerse el sol te esperaré junto a la barbería de la Main street... y acuérdate de pedirle al sepulturero que tale un pino para ti solo - los mentecatos que le acompañaban se echaron a reír con su ocurrencia ¡Qué mal gusto! Ahora andaban con Letz los secuaces de un viejo conocido mío; no sé cómo se atreven a juntarse siempre con perdedores. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Voto al diablo que eres osado Letzy, aprovecharé la circunstancia para que me rasuren en la barbería. Así me verás más guapo - y era bien cierto, necesitaba un afeitado con urgencia. - Tú no estás guapo ni con un caballo sentado en la cabeza ¡Hasta la vista cadáver! su séquito le continuó riendo las gracias mientras se marchaban ¡Cuán patéticos resultan los esbirros de la gente necia! - ¿Vamos a continuar o qué? - les dije a mis rivales en el juego cuando estos recuperaban ahora la compostura - ¡Vuelve a la partida Yod! y pídele al tabernero un refresco de mi parte. - Pídeselo tú, que nunca pagas nada - me contestó Yod que aún andaba inquieto esperando a que desaparecieran de la escena Letz y sus secuaces. - Está bien, con lo que saque de esta mano os invito a todos a una ronda - pretendía dejarles claro que no tenía intención de perder. El Crupier repartió el último cambio cuando de pronto me percaté de que Carlos me había retado a un duelo de verdad. Era harto lamentable que terminásemos enfrentándonos por una tontería así, al fin y al cabo tampoco había para tanto. Al descubrir mis cartas mostré orgulloso el póquer de reinas que tenía ante la atenta mirada del resto de jugadores. Satisfecho con mi jugada me dispuse a retirar las fichas de la mesa cuando Manuel se pronunció inesperadamente. - No tan rápido Zayin - y al soltar sus cartas mostró una escalera de color que dejaba en ridículo a mi Póquer invencible. - Ten por seguro que no siempre vas a ganar tú - me aconsejaba Hiperactivo-Yod mientras tomaba entre sus dedos de sabandija la estrella plateada de mi chaleco. Tenía razón, no siempre voy a ganar... y eso me servía como advertencia tanto para las cartas como para el duelo a muerte con Carlos Letz. Por vez primera dudé de mis posibilidades. A medida que avanzaba la tarde me fui poniendo más nervioso, jugaba intranquilo y apenas volví a arriesgar en mis apuestas. Pensaba en que tal vez hubiese bastado con pedirle disculpas a tiempo para no tener que terminar retándonos. Seguramente ahora ya era demasiado tarde, miré el reloj que estaba junto a las escaleras de madera que subían hacia las habitaciones y me di cuenta de que había llegado la hora. - ¡Maldición! - pensé - ¡Qué pocas ganas tengo de morir esta tarde! *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - PRIMER CONTACTO Cuán extrañas resultan las reacciones de la gente en determinadas ocasiones. Durante la hora de matemáticas previa al recreo, a Klaüs le había mantenido turbado la idea de un posible enfrentamiento con Carlos motivado por su reacción ante la riña de Básil. Por alguna razón singular, Carlos Letz había conseguido pasar por alto el resentimiento y se mostraba tan normal como de costumbre; todo el tiempo que Klaüs invirtió preocupado imaginando su posible contienda terminó resultando infructuoso. Reparó en que el infortunado suceso no había dejado mella en el trato de su compañero hacia él, era como si nada hubiese sucedido. - Klaüs, el otro día estuve en casa de Manuel y estuvimos jugando al juego de Kungfu que nos dijiste - le explicaba Carlos sonriente como no cabía esperar. - ¿Habéis jugado? ¿habéis visto al gordo que os decía que tira fuego por la boca? Klaüs aún permanecía atónito mientras conversaba con él, le desconcertó que ni siquiera le hubiese mencionado el tema de la discusión. - Sí, sí que lo vimos; pero ese es solo el segundo malo que sale y es muy fácil. Nos pasamos el juego dos veces ayer por la tarde - todo parecía indicar que Carlos Letz le había levantado el castigo; continuaron durante el resto del recreo sin mentar el tema y Klaüs dio por sentado que tácitamente habían conseguido resolver el conflicto. - Al final no hemos tenido que sacar las pistolas - pensó Klaüs en voz alta. - ¿Cómo dices? - le preguntó Manuel que había entreoído su comentario. - Nada, nada... son cosas mías - le contestó. - Qué raro eres a veces, Klaüs - Le añadió Manuel con un gesto de simpatía y confusión, no pudo hacer otra cosa que reírse ante su inusitada ocurrencia. La chica Una vez cada cierto tiempo el profesor tenía por costumbre reconstituir las parejas de alumnos que se sentaban juntos en los pupitres, desde el comienzo del segundo curso la más importante de las novedades que presentaba la clase era que las mesas estaban dispuestas de dos en dos. Las chicas, que solo eran nueve en toda la clase, procuraban a sentarse siempre juntas; el resto eran chicos, alrededor de unos treinta. Normalmente Bartolomé acostumbraba a sentar en las primeras filas a aquellos alumnos que podían ser más conflictivos o aquellos que se viesen más necesitados de la ayuda de su profesor. El orden lógico indicaba que cuanto más atrás te mandaban sentar, tan listo podías considerarte. La mayoría de las chicas se sentaban atrás y por esta vez Klaüs tuvo la suerte de poder ingresar en la élite. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Klaüs, te toca sentarte con Nuria - dispuso Bartolomé - Y tú Yod vente más para mi vera, que si no te me desmadras - ambos intercambios suscitaron distintas reacciones en el aula. Si bien por una parte el comentario que dirigió hacia Yod provocó algunas risas, el resto estaban aún sorprendidos por la decisión de Bartolomé al juntar a una chica y a un chico en pupitres aledaños. - ¡Klaüs tiene novia! - se escuchó desde las primeras filas. La importuna observación desató las risotadas de la clase y Klaüs, que andaba recogiendo sus cosas para trasladarse, se ruborizó al instante. A su nueva compañera también le había hecho gracia el comentario pues, cuando él llegó portando la cartera para sentarse a su lado, ella le recibía con una burlona sonrisa. - ¡Hola novio mío! - espetó la chica haciendo guasa acorde con la situación. - Ho-Hola - articuló Klaüs entrecortado. Nuria era otra de las chicas monas de la clase, era rubia, tenía los ojos claros y contrariamente al carácter de Laura ésta parecía un tanto descarada. Supuso que sentarse a su lado le haría sentirse cohibido la mayoría del tiempo, tal vez sólo con los días llegaría a acostumbrarse. Pasaron su primer rato juntos guardando un riguroso silencio que resultó ser una calma tensa, en cuanto Bartolomé les dejó tiempo para realizar los ejercicios de multiplicaciones Nuria Jerpah insistió nuevamente en mantener conversación. - Klaüs ¿qué has hecho este fin de semana? - le preguntó empleando una voz dulce que parecía encubrir perfidia. - Eh... fui a la montaña el sábado - Klaüs procuraba mantener un tono débil por tal de que el profesor no le cazase parloteando en su primer día con la nueva compañera. - ¿Y qué fuiste a hacer? - continuó interrogándole entrometida; dirigía la vista hacia el resto de los pupitres buscando a Laura que ahora se sentaba más cerca suyo que antes, a unos cuatro metros de distancia aproximadamente. Sus miradas se cruzaron por un momento y, ante la coincidencia, Klaüs reaccionó con estupor al ser sorprendido. Laura le respondió con una sonrisa divertida. - ¡Klaüs! - le insistía su compañera - ¡Te estoy hablando! - le reprendió finalmente. - Ah sí, fui a trasplantar el abeto de navidad - Klaüs se dio cuenta de la vergüenza que le hacía sentir cuando ella le hablaba de ese modo, casi ni la conocía y la impertinente señorita Jerpah se estaba tomando ya demasiadas confianzas con él. Tal vez si le contaba todo lo que quisiera saber dejaría de insistirle. - Fuimos al monte a trasplantar el abeto de navidad porque se estaba secando y estaba a punto de morirse. Así que fuimos a la montaña y lo trasplantamos. - ¡Oh, qué bonito! - musitó Nuria con gesto de burla - Y ¿lo trasplantaste tú? - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - No, claro que no. Lo hizo mi padre - terminó por contestarle enojado ante su desdén. - ¡Zayin! ¿Quieres guardar silencio para que tus compañeros puedan trabajar? - A Klaüs se le subieron los colores cuando su profesor le regañó, guardó silencio al acto mientras su nueva compañera le miraba divertida. Sólo pasó un breve instante hasta que Nuria volvió a preguntarle otra vez. - ¿Me dejas tu sacapuntas? - Sí, ten - Sacó el que tenía en su estuche y se lo prestó. También tomó la prudente decisión de contestarle con monosílabos, así era menos probable que Bartolomé le volviese a reñir, de paso tal vez terminase por aburrir a su charlatana compañera y esta le dejaría tranquilo para poder hacer sus ejercicios de matemáticas. - Las matemáticas son un rollo ¿sabes?... Oye, ¿a ti cuanto te sale el segundo problema? - no había forma humana de silenciarla, Klaüs prosiguió con su recién adquirido método de disuasión. - Diez - le contestó. - ¿Y cuanto te da a ti el tercero? - Veintidós. - ¿Y el cuarto? - Me da cuarenta - ¿Y el quinto? - A ese aún no he llegado - le argumentó Klaüs al ver que no podía responderle. - Yo sí que lo he hecho - le comentó Nuria. Fue entonces cuando Klaüs cometió el error de corresponderle con la misma confianza que se había tomado ella hasta el momento. - ¿Y cuánto te da a ti el quinto ejercicio? - le preguntó esta vez Klaüs. - ¡Oye! ¿De qué vas? ¡No te copies listo! - fue la insolente respuesta de Nuria Jerpah a su desafortunada consulta. - Mira, déjalo. Ya no te voy a preguntar nada más - le contestó fastidiado. - ¡Zayin! No pienso avisarte ni una sola vez más, a la próxima te saco al pasillo - en esta ocasión Bartolomé le estaba avisando muy seriamente, y agotar su paciencia no era algo que sucediese a menudo. Klaüs le dedicó un gesto de inequívoco desprecio a su compañera que volvía a divertirse disfrutando con su desgracia. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Nuria Jerpah era detestable. - Me tienes harto - masculló Klaüs. - ¡Ja ja ja! Eres un poquito tontín ¿no? - ¡No lo soy! y devuélveme el sacapuntas - Manuel, que se sentaba justo delante de ellos, se volvió y poniéndose el índice frente a los labios le dedicó un shhh a ambos para que guardasen silencio. Bartolomé, que andaba leyendo, levantó la vista por encima de las gafas y los tres disimularon de inmediato. - No te lo voy a devolver - le advirtió Nuria - Me ha gustado y me lo quedo - Klaüs se sintió desamparado, totalmente indefenso ante los desvaríos de su nueva compañera ¿serían todas las chicas así? se preguntaba mientras lanzaba una mirada de odio contra la sonrisa malévola de la señorita Jerpah. - ¡Ingrid! mira que sacapuntas más chulo me ha regalado Klaüs - le comentaba a otra de las chicas. - En cuanto pueda le pediré al profe que me cambie - le susurró Klaüs amenazándola. - Eso será si yo no se lo pido antes - replicó Nuria. - ¡Me estás volviendo loco! - le asestó levantando la voz exasperado. - ¡Zayin! - exclamó Bartolomé. *** KLAÜS Y EL DÍA DE LOS ENAMORADOS La mejor forma de sobrellevar un infausto día lluvioso es contemplarlo a cubierto como mero espectador, las gotas de lluvia corrían por el cristal de la ventana lateral del coche tal como si hiciesen carreras las unas con las otras; al principio permanecían estáticas por un tiempo mientras el paisaje se mostraba desdibujado pasando a toda velocidad tras la improvisada pista de competición y, cuando uno menos lo esperaba, las gotas arrancaban a correr hasta llegar al borde contrario de goma negra que sujetaba el vidrio. Klaüs apostaba contra sí mismo cuál sería la próxima gota de lluvia que arrancaría a correr desbancando del primer puesto a la que acababa de salir. Cloe le rescató de su enajenamiento cuando propuso un nuevo tema de conversación para romper con el silencio establecido dentro del coche. - Klaüs ¿Sabes que día es hoy? - le preguntó desde el asiento delantero sin volver la vista. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - No... bueno sí, hoy es domingo ¿no? - contestó Klaüs. - Sí, es domingo, y también es San Valentín. El día de los enamorados - le aclaró Cloe. - ¿No le vas a regalar nada a tu Laura? - le interrogó esta vez Básil empleando su habitual picaresca maliciosa. - ¡Claro que no! - le respondió molesto y con el tono de rubor subido una vez más. - Ja ja ja ¡No te enfades hombre! ¡Que te lo digo de broma! - como de costumbre su padre aprovechaba cualquier oportunidad para dejarle en ridículo. - Esas bromas solo te hacen gracia a ti - le reprendió Cloe - No te pases con el crío. - ¡Eso! ¡No vaya a ser que coja un trauma! - bromeó Básil de nuevo. El hizo oídos sordos al resto de la disquisición paterna y retomó sus apuestas en la carrera de gotas de lluvia, aun así tomó nota de lo que le había dicho su madre. Llegaron a casa sobre las siete después de haber pasado el fin de semana en la montaña, Klaüs encendió la televisión y en aquel momento estaban dando un especial de Snoopy y Carlitos sobre el día de San Valentín. - ¿Quieres ser mi Valentín? - le demandaba la entrometida Lucy a Shroeder mientras este tocaba el piano. - Ni lo sueñes - le contestó procurando no despegar la vista del teclado. - Venga va. He hecho una tarjeta de San Valentín para ti, no te cuesta nada decirme que sí - le insistía Lucy de nuevo. - Me cuesta menos decirte que no - fue lo último que articuló Shroeder antes de que ella, con una mueca avinagrada, le diese una patada al piano. Lucy ama a Shroeder, pero este no le corresponde porque vive única y exclusivamente para su música. Sally Brown está enamorada de Linus, aunque él con su mantita es aún demasiado joven como para interesarse por las chicas. A Peppermint Patty le gusta Charlie Brown, por desgracia Charlie está perdidamente enamorado de la chica pelirroja de pelo largo hasta los hombros; Cindy, la chica pelirroja, ni tan siquiera lo sospecha puesto que Charlie no tiene agallas para darse a conocer. Todos y cada uno de los personajes de Snoopy y Carlitos tienen su media naranja, lamentablemente ninguno de ellos llega a ser nunca correspondido por su pretendido. Las trágicas desventuras amorosas conmovieron a Klaüs que aquella tarde se vio reflejado en el débil Charlie Brown. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Yo tampoco tengo valor para decirle lo que siento por ella - meditaba frente al televisor. Cloe salía de la cocina mientras secaba el último de los vasos y Klaüs, al verla, cambió de canal pues sintió vergüenza de que su madre le encontrase sumido en la melancolía del desamor. - ¿Qué estabas viendo? - le preguntó Cloe. - Nada... bueno, estaba viendo Snoopy y Carlitos pero ya se ha acabado. - Te toca baño - le anunció cariacontecida. - ¡Jo, mamá! - gimoteó. - No te quiero sentir. Venga ¡a la ducha! Después del baño Klaüs se puso el pijama y se metió en la cama, sintiendo el agradable frescor de las sabanas recién cambiadas; mientras releía el último de los tebeos que le había comprado su abuelo Pepe rememoraba el sufrimiento de los personajes de la serie. Era muy triste que viviesen el amor de esa forma pero ¿sería ese el destino común de todos los enamorados? A la mañana siguiente Nuria Jerpah le recibía con su habitual sonrisa socarrona. - ¡Qué buena forma de comenzar un lunes! - pensaba Klaüs. - ¿Qué me vas a regalar? - le preguntó Nuria cuando él todavía no había tomado asiento en su silla. - No te voy a regalar nada - le contestó sin levantar la voz y procurando no apartar la vista de la pizarra para mostrarse bien atento a la lección. - ¿Y a Laura? supongo que a ella sí que vas a regalarle algo ¿no? - su envenenado dardo se clavó certero en el talón de Klaüs. Hecho una furia se levantó para rogarle a Bartolomé que le cambiase de sitio. - ¡Mira que eres tontito Klaüs! - le espetó Nuria mientras que éste recogía sus cosas. Bartolomé accedió a cambiarle de sitio con la condición de no oírle hablar ni una sola vez con quien fuese su nuevo compañero. El aceptó encantado. - ¡Ahí te quedas bruja! - le susurró Klaüs en el momento en que se llevaba la cartera de la mesa. - ¡Ingrid! ¿Has oído lo que me ha dicho? - ella le observaba boquiabierta; él ni se molestó en devolverle la mirada. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Tú estás loco niño! - Nuria continuó con su ofensiva cuando Klaüs se había sentado ya en su nuevo pupitre. - Bueno, tú sabrás... pero me quedo con tu sacapuntas - su parloteo descarado despertó algunas risas por el sector, pero Klaüs consideró que su recién recuperada libertad bien valía un sacapuntas. - Señorita Jerpah - le reprendió Bartolomé al oírla - Espero no tener que avisarla más puesto que ahora no podrá echarle la culpa a su compañero ¿Le ha quedado claro? - Sí - le respondió fastidiada. Su hastío sonó como himnos de gloria en los oídos de Klaüs Zayin. Una vez recuperada la normalidad se detuvo un momento a reflexionar sobre las osadas afirmaciones de su ahora antigua compañera. Si Nuria Jerpah conocía lo que él sentía por Laura era muy probable que otras personas lo terminasen sabiendo, debería ser cauto y procurar guardar las formas en adelante para no importunar a Laura con las habladurías de los demás. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - SAN VALENTÍN La oficina era un caos cuando he llegado esta mañana. Mientras colocaba las carpetas en el armario de los expedientes me he dado cuenta de lo mucho que te estaba echando de menos. Mucha gente sostiene que el día de los enamorados es una festividad absurda basada únicamente en el lucro y en el consumismo, pero entonces ¿Por qué me siento así? ¿Por qué le doy tanta importancia? Considero que al igual que en el día del padre, el día del niño, el día de la mujer trabajadora, el día de la comadreja voladora y su etcétera... San Valentín es un reconocimiento social establecido en el que se le otorga un día al culto, en este caso al culto del amor. Durante años me ha invadido la melancolía al salir a la calle en un día como este y ver a la gente disfrutar abiertamente de su enamoramiento. Los que se besaban apasionadamente me hacían sentir envidia, pero mucha más sentía hacia aquellos que, por la calle, caminaban solos llevando consigo un regalo o unas flores. Podemos decir que la gente normalmente viene y va, presumimos de no saber adonde ni por qué e incluso nos parecen carentes de rumbo. Estas afirmaciones no son aplicables en el día de San Valentín pues todos aquellos que portaban un presente tenían muy claro hacia donde se dirigían. Hoy, que por fin sé hacia donde me dirijo, en consideración con todas aquellas personas que desearían verse tan afortunados como yo me gustaría hacerles saber que no pienso defraudarles y traicionar el sentimiento que albergan de poder sentirse enamorados. No puedo sino animarles recordándoles que aún somos muchos los que queremos mantener del día de los enamorados, fuera de toda altanería, su significado inherente con el verdadero amor. Debemos demostrarles lo mucho que nos importa y que lo honramos pues somos nosotros, los enamorados, el reflejo de todas sus esperanzas. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - DE MAYOR YO QUIERO SER A finales de junio terminaban nuevamente las clases, aquel era el último día previo al comienzo de las tan ansiadas vacaciones de verano y por la mañana Cloe estaba peinando a Klaüs antes de salir hacia la escuela. Mientras le peinaba, Klaüs contemplaba su propia imagen en el espejo; con la mirada perdida en el mismo centro de sus pupilas recordaba una pregunta que le habían hecho el día anterior y que le había dejado muy intrigado: ¿Qué quieres ser tú de mayor? <Salieron a las cinco del colegio en cuanto sonó el timbre, Klaüs miraba la hora en el reloj digital que le había comprado su abuelo; Cloe se había entretenido enseñándole a decir la hora durante uno de aquellos viernes por la tarde mientras esperaban su turno en el ambulatorio para que le administrasen las vacunas. Aún estaba aprendiendo a usar el reloj pero resultaba evidente que sus padres ya se andaban retrasando, les buscó a través de la gente a la vez que aprovechaba para curiosear entre los padres de sus compañeros. A la salida tanto los niños como los mayores armaban siempre un buen alboroto. Klaüs llegó hasta Jorge que se encontraba junto a sus padres y los de otros chicos de su clase. En cuanto le vieron solo los padres de Jorge le aconsejaron permanecer a su lado mientras que Básil y Cloe no vinieran a recogerle. Al momento los adultos retomaron la conversación que mantenían sobre la profesión de la madre de Jorge y fue entonces cuando entre los niños se extendió aquella pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor? Todo el mundo parecía tenerlo muy claro, Klaüs se dio cuenta de que él no se lo había planteado nunca, de hecho ni siquiera sabía con exactitud de qué trabajaba su padre; acerca del empleo de Básil solo sabía que pasaba el día entero fuera de casa y que apenas se veían escasas horas por la tarde antes de cenar. Jorge quería ser médico, Laura también, Manuel empresario, Rafael futbolista... Klaüs no supo qué responder y en cuanto le preguntaron dijo: - No lo sé. - Hombre, pero algo te gustará ser ¿no? - le interrogaba la madre de Manuel. Aquel ¿Qué quieres ser de mayor? Martilleaba monótono en su cabeza, desde entonces el eco de la desafortunada pregunta iba y venía en cualquier ocasión o circunstancia. Por las noches, una vez se había metido en la cama y se apagaban las luces, era cuando más retumbaba; había momentos en los que Klaüs miraba la profunda oscuridad incapaz de distinguir si tenía los ojos abiertos o cerrados. A su mente llegaban imágenes, algunas de ellas le aterraban, sobretodo aquella que apareció en el horripilante sueño en que se encontró con su padre trabajando en la lóbrega fábrica de bañeras. Se imaginaba a sí mismo asomando la cabeza por el desagüe de la bañera en el momento en que el agua comenzaba a subir y le iba cubriendo hasta llegar al punto en que no era capaz de respirar. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - También le venía a la cabeza una imagen de lo más tétrica que le había enseñado Básil y que pertenecía a uno de sus libros infantiles: en el cuento de Ali-babá se encontraba una ilustración en la que aparecían él y su mujer viviendo en un cochambroso barracón de un pueblo decrépito. Aquella estampa, pintada a la acuarela con colores apagados en los que predominaba el marrón y el sepia, los presentaba como dos figuras macilentas que parecían sufrir la desidia de la pobreza y el hambre. Dicha ilustración resultaba tan miserable que Klaüs procuraba esquivarla cada vez que lo leía, sentía pánico de aquellas noches en las que no podía escapar de las preguntas sin respuesta y de las imágenes de tristeza. En ocasiones el cansancio le ayudaba a dormirse en cuanto se metía en la cama, pero otras veces, cuando no conseguía conciliar el sueño de ninguna de las maneras, la oscuridad le asolaba de una forma atroz; era entonces cuando se quedaba solo con aquellos pensamientos tan macabros que no podría evadir mientras no lograra dormirse> Su madre continuaba peinándole, Klaüs recuperó la conciencia que había perdido en la profundidad de sus ojos reflejados en el espejo. No sabía qué quería ser de mayor, tampoco sabía a qué podía aspirar cuando lo fuera; lo único que sabía era que él no quería morir de asfixia cada día en aquellas bañeras esperando a que terminase la jornada laboral. Ya en el colegio la mañana resultó de lo más relajada, se respiraban las vacaciones en el ambiente. A la una estaban todos dispuestos para marcharse a casa cuando el profesor pasó mesa por mesa y entregándoles un sobre les dijo: - Esta tarde ya no haremos clase. Entregad este sobre a vuestros padres cuando lleguéis a casa... ¡y sobretodo no lo abráis! - les dijo bromeando. Aquel sobre contenía una octavilla con las notas de su evaluación, Básil y Cloe las revisaron durante unos instantes y al parecer estaban tan contentos con sus calificaciones que decidieron hacerle un regalo como recompensa por el esfuerzo; las vacaciones se presentaban de lo más prometedoras. Como cada año por aquellas fechas, sus padres aún debían trabajar hasta agosto mientras que Klaüs pasaría el mes de julio con sus abuelos. Una de las primeras tardes que se presentaba calurosa, salieron los tres a pasear; durante el trayecto a Básil le dio por entrar en un extraño edificio que parecía algo así como un colegio pequeño. Una vez allí, y sin motivo aparente, se sentaron los tres a esperar en un despacho que se encontraba prácticamente vacío. Mientras Klaüs se distraía mirando los pósters y el mobiliario de oficina sus padres mantenían una conversación con un hombre que Klaüs estimó que debía tratarse del director del centro. Instantes después terminaron de dialogar entre ellos y finalmente las miradas de los tres adultos se dirigieron hacia él; fueron sus padres quienes le anunciaron entonces que a la semana siguiente comenzaría unas clases por las tardes en aquel centro cultural. Se quedó taciturno y consternado, hacía sólo un par de días que había acabado el colegio y, cuando por fin llegaban las vacaciones, sus padres pretendían apuntarle a más clases. El disgusto fue tal que allí mismo les pidió explicaciones a gritos. - ¡¿Y qué pasa con las vacaciones?! - se exclamó Klaüs indignado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Mientras sus padres trataban de persuadirle para hacerle entender que las clases no iban a ser como en el colegio Klaüs se angustiaba y se enojaba por momentos. - No tendrás deberes, y solo será por las tardes - le decía el director del centro consolándole amistosamente. - ...y conocerás a más chicos con los que podrás jugar - añadió su madre. Aquel parloteo le sonaba como al mismo discurso que tuvo que oír cuando intentaron convencerle de lo muy genial que era la escuela. Desoyendo sus quejas y razones por completo, Básil y Cloe le apuntaron aquella misma tarde en la que él se marchó del despacho rabiando de indignación; una vez más volvería a perderse las series que daban en la tele ¿Por qué se empeñarían sus padres en fastidiarle de esa manera? ¿Acaso no tenían suficiente con que fuese a la escuela durante el resto del año? Klaüs pasó unos días hecho una furia, tratando a sus padres con desdén en cuanto le dirigían la palabra. Así, durante el mes de julio, Klaüs estuvo asistiendo con desgana a las clases del fastidioso centro cultural. Sí que era cierto que nada tenía que ver con el colegio, unos monitores se encargaban de proponerles actividades para que se distrajeran: hacían murales, jugaban a juegos, pintaban, cantaban... tampoco estaba tan mal, pero ya desde el primer día Klaüs no entró con buen pie; sus padres no debían haberle obligado a que fuese, y ni mucho menos haberle ocultado las verdaderas intenciones que tenían aquella tarde en que salieron tranquilamente a pasear. *** CREMA COCHINILLA Los padres de Yod también habían apuntado a su hijo para que asistiese a las clases en el centro cultural. Normalmente acostumbraban a juntarse durante el recreo con Carlos y Manuel, pero allí estaban ellos dos rodeados por un grupo de niños a los que no conocían de nada. Aquella tarde el monitor les enseñaba a pintar un mural, había estado dibujando en una lámina de cartón las figuras que luego los niños debían colorear con sus témperas. Transcurrió algo más de una hora y Klaüs, que había permanecido ensimismado en su obra pictórica, se detuvo a observar a Yod Heber que se había apartado del resto y ahora jugaba con un bote de pintura. Klaüs se acercó a él con curiosidad. - ¿Qué haces? - le preguntó. - ¡He inventado una nueva forma de pintar! acabo de descubrir la Crema Cochinilla, ¿quieres probarla? - le decía Yod Heber riendo mientras le acercaba la brocha a la boca. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Puagh! ¡Qué asco! ¡Quítame la brocha de la cara! - ¡Ya verás! ¡Se te va a poner cara de pistacho cuando la pruebes! - ¿Cara de pistacho? - le consultó Klaüs. - Sí, así - y Yod le dedicó una mueca en la que hinchaba los carrillos a la vez que sacaba la lengua. Ambos se echaron a reír. Yod se había cogido uno de los botes de pintura y se distraía batiendo la mezcla con la brocha, tal como si se tratase de un brujo removiendo su pócima en un caldero. - Le he añadido tierra, piedras y paté de hormigas - el chico tenía por costumbre hablar imitando la voz de un retrasado mental a modo de broma. El bote de pintura daba asco verlo, Yod se encontraba de lo más divertido riéndose como si estuviese totalmente enajenado. Había mezclado el sobrante de todas las pinturas en aquel bote y el resultado era una pasta gris que parecía algo así como un paté oscuro. Se podía intuir que le había añadido tierra porque cuando removía el frasco se oía el crujir de las pequeñas piedras. - Tienes que echarle más hormigas, aún no está espeso - le dijo Klaüs contagiado con su buen humor e imitándole también en su impertinente forma de hablar. - ¡Eso! y algo de césped tampoco le vendría mal... por el sabor más que nada. Se pasaron el resto de la tarde riendo como si fuesen idiotas mientras iban añadiéndole absurdos ingredientes al mejunje, el monitor sólo les reprendió una vez, pues él tampoco podía contenerse la risa cuando les veía hacer el payaso. El resto de los niños les observaban con recelo. - Esos niños son tontos, deberían castigarles - murmuraban. En realidad debían sentir envidia al ver lo bien que se lo estaban pasando Klaüs y su amigo Yod, los demás chicos también se reían de vez en cuando con sus monerías aunque trataban de disimularlo a modo de desaprobación. - ¡Ve a buscar agua! - le encomendó Yod - ¡Esto está a punto de explotar! Klaüs trató de salir a buscarla pero el profesor le detuvo rogándole con las mejores maneras que dejasen de hacer guarradas, él también debía estar disfrutando del espectáculo, tanto que no les insistió mucho más, seguramente esperaba ver qué sería lo próximo que se les ocurriría. - ¡¿Qué?! ¿No tenemos agua? ¡Estamos perdidos! - sentenció Yod exclamándose con aquella voz tan peculiar. - ¡No! podemos salvarnos... si escupimos los dos a la vez durante mucho rato seguro que lo apagaremos - respondió Klaüs con aire de preocupación mientras se le escapaba una sonrisilla. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Así lo hicieron, se iban alternando uno tras otro para escupir en el bote mientras se reían a carcajadas. Yod también sugirió que hicieran pis pero desde luego no estaban tan locos como para hacerlo, lo compensaron agregándole mocos a la mezcla. Llegó un punto en el que, revolcándose por el suelo, casi no podían ni escupir; a Klaüs le asfixiaba el asma y a su amigo le había entrado un hipo infernal. - ¡Mira! te he hecho un delicioso pastel de Crema Cochinilla ¡Tienes que probarlo Klaüs! - le suplicaba Yod. - Seguro que está delicioso, pero es que ahora no tengo hambre. - Pero ¿cómo no lo vas a probar? ¡Si hoy es tu cumpleaños! - ¡Mi cumpleaños ya pasó hace tiempo, cavernícola! Cuando por fin pintaron su parte del mural con la Crema Cochinilla comenzaron a llegar las primeras impresiones, algunos de sus compañeros no vieron con buenos ojos la Iniciativa Cochinilla ya que los más aplicados habían hecho un verdadero esfuerzo por pintar su parte bien. Una vez terminado el mural éste representaba un paisaje silvestre muy colorido en el que, en uno de los lados, asomaba un manchurrón de suciedad que era lo que ellos bautizaron como El árbol cochinillo. El monitor les defendió delante de sus compañeros argumentándoles que el arte era así y que no todos tenían por qué entenderlo. Sonó el timbre y volvieron cada uno a su casa; Klaüs continuaba riendo durante la cena mientras les contaba a sus padres lo sucedido, por unos instantes ellos lo encontraron divertido. La juerga con Yod y su Crema Cochinilla se prolongó durante todo el mes de julio, aquel curso en el centro cultural ya no le parecía tan mala idea después de todo y les agradeció finalmente a sus padres el haberle apuntado. En el primer silencio de la noche, justo después de acostarse, Básil y Cloe escuchaban aún a Klaüs riéndose a solas en su habitación, aunque éste se tapase la cabeza con la almohada para no hacer ruido. - ¡Este hijo mío es tonto! - sentenció Básil indignado. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL PRIMER EXAMEN Eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando aguardaban para entrar en clase haciendo una fila en el patio, una vez más atrás quedaban ya los siempre ociosos y radiantes días de playa. En cuanto volviese a sonar el estridente timbre de la escuela daría comienzo Tercero de Básica. En la fila le esperaban Manuel y Carlos; él se alegró al encontrarles de nuevo tras el paréntesis vacacional, se unió a ellos y charlaron divertidos comentando cómo les había ido el verano. Poco después llegó Yod Heber, en un primer momento se le veía muy afectado por tener que volver al colegio pero en cuanto les vio desapareció la aflicción de su rostro y entre carcajadas volvieron a rememorar las bromas de la Receta Cochinilla, Carlos Letz y Manuel Nekasim también lo encontraron gracioso. Durante la charla Klaüs se despistó un instante para ver si Laura había llegado ya y la encontró al principio de la cola; allí estaba, espléndida como siempre, conversando entusiasmada con las demás chicas. Otro año más Laura le obsequiaría con su presencia y le deleitaría con su voz al leer, él sintió vergüenza por adorarla de aquella forma tan desmedida y no se atrevió siquiera a acercarse para saludarla. Ya encontraría el momento, tal vez más adelante. Sonó el timbre y a continuación entraron en el aula cuando aún no había llegado el profesor, Klaüs deseaba encontrarse otra vez con Bartolomé dirigiendo la clase aunque también sabía seguro que pedía un imposible; pronto desapareció toda esperanza. El nuevo maestro era un hombre cuya expresión facial dejaba entrever que permanecería irritado en todo momento, se sentó en su mesa y pasó lista, mientras lo hacía fue analizando uno por uno a sus alumnos y terminó resumiéndoles los objetivos que tenía marcados para aquel curso antes de presentarse: - Me llamo señor Adler - les decía a la vez que lo escribía en la pizarra - A estas alturas todos deberíais saber leer mi nombre, de lo contrario significa que la escuela ha cometido un grave error y deberíais estar dos cursos por detrás aprendiendo a leer junto con los parvulitos - Adler les estaba abroncando antes incluso de comenzar a enseñarles nada. Como si se tratase de un rudo sargento, Adler les hablaba a gritos y sin consideración alguna, también les acostumbró a que oyeran de él un lenguaje soez y ordinario la mayoría del tiempo. Los primeros días en clase fueron muy duros, las horas se sucedían muy despacio en el colegio. Klaüs presentía que el tan temido momento de convertirse en una persona responsable había llegado, por suerte se consolaba pensando que ahora podía contar con sus nuevos amigos pues ellos vivían en la misma situación que él y su desdicha compartida le amparaba un poco más en sus miedos e incertidumbre. Ahora ya no se sentía tan solo como antes. Se sucedieron los días de silencio absoluto y extrema tensión en el aula, por el momento el nuevo curso no presentaba muchas complicaciones pues Adler les estaba impartiendo un recordatorio de lo que habían aprendido hasta entonces. La novedad más interesante eran las clases de ciencias en las que comenzaron por estudiar los nombres de los huesos del cuerpo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ocurrió que una mañana, nada más llegar, el profesor les entregó una hoja a cada uno y les dijo: - Tenéis diez minutos para rellenarlo y entregármelo. Sonó un intenso murmullo por la clase, todo el mundo se encontraba desconcertado. Entonces Adler les aclaró: - No os quejéis tanto, ayer ya os advertí que os pondría un examen. ¿Un examen? A Klaüs le sonaba que eso de hacer exámenes les correspondía más bien a los Grandes. En la hoja que les entregó aparecía ilustrado un esqueleto humano con unas flechas señalando hacia algunos de los huesos, la semana anterior el profesor les había hablado de ellos en la primera clase que dieron de ciencias naturales pero era imposible que pudiese recordar el nombre de todos ellos. Durante el tiempo establecido se puso tan nervioso que apenas pudo rellenar la mitad. Esperó un poco para ser de los últimos en entregarlo, su primer examen había sido un fracaso en toda regla aunque le aliviaba el hecho de que muchos de sus compañeros también estaban en su misma situación. O por lo menos eso pensaba él. En el recreo encontró a Manuel y Carlos hablando sobre cómo les había ido el examen, por lo visto Manuel sí que se había enterado de que Adler les haría un control y estuvo estudiando el día antes por la tarde. Manuel Nekasim fanfarroneaba jactándose de lo bien que le había ido y de lo fácil que le había resultado la prueba, Carlos asentía con la cabeza mientras recordaban las preguntas y sus respuestas. El resto de los chicos de su clase iban acercándose a ellos para comentar la experiencia, prácticamente todos se habían reunido entorno a Manuel poniendo en común las soluciones para saber si habían errado en alguna de las respuestas. Klaüs se mantuvo alejado del corro y no se pronunció, se había quedado de piedra al sentirse acorralado por sus propios compañeros. Tal vez no había oído bien a Adler, lo más probable era que en el momento en que lo anunció él estuviese despistado pensando en cualquier otra cosa; el caso es que Klaüs no recordaba para nada que el profesor hubiese dicho que al día siguiente iba a ponerles un examen. Durante toda la mañana tuvo que disimular, en casa se guardó de decirles nada a sus padres ¡Qué bochornoso espectáculo le propiciaría su padre cuando se enterase de que no había estudiado para su primer examen! Hasta entonces aún no se le había presentado la necesidad de estudiar nada salvo las tablas de multiplicar. Cuando llegó por la tarde a su casa se puso a repasar el nombre de los huesos, pues tenía un imperecedero sentimiento de culpa. Se fue a la cama por la noche sin dejar de darle vueltas a aquel lamentable incidente; la osuridad se vuelve más luminosa cuando tratas de solucionar los conflictos diarios. A la mañana siguiente el profesor repartió las calificaciones de los exámenes, Klaüs tenía anotado un tres dentro de un círculo en la esquina superior derecha de su hoja; sobre diez aquello era un claro suspenso. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Fue entonces cuando sintió verdadero pavor, ahora además debía dar cuentas sobre aquella nota en su casa y decepcionaría a sus padres cuando estos se enterasen de que ya en tercero de EGB había suspendido su primer examen. Se estaba poniendo rojo por momentos mientras en la lejanía oía a sus compañeros sonreírse y comentar las buenas notas que habían obtenido. Abochornado, tapaba con el brazo su tres circunscrito para que los demás no lo vieran, Adler pasó por la mesa de algunos de los niños, les recogió sus exámenes y les dijo: - Procurad estudiar esta vez, porque mañana pienso repetirles el examen a aquellos que no hayan conseguido aprobar. Klaüs respiró tranquilo y por un momento pudo serenarse, había suspendido pero la buena fortuna le brindaba una segunda oportunidad para poder salvar la embarazosa situación. Llegó por la tarde a su casa y lo primero que le dijo a su madre era que debía ponerse a estudiar, pues al día siguiente tendría un control. Cloe se sintió orgullosa al comprobar que ya en el primer examen su hijo se tomaba los estudios con tanto tesón; Klaüs le devolvía la mirada de forma intermitente, quería parecerle preocupado por estudiar y no por intentar disimular el fallo que había cometido. Tal y como les había prometido el día anterior, Adler repartió de nuevo los exámenes y lo hizo para todos. Algunos de los chicos se levantaron en quejas al considerar que ellos no tenían por qué repetirlo si ya lo habían aprobado la vez anterior. El profesor se pronunció irascible: - ¡No os quejéis tanto, que no os va a pasar nada porque repitáis el examen! Si habéis estudiado más sacaréis mejor nota, y en el caso de que tuvieseis menos os contaré la media entre las dos calificaciones. Está claro que esta vez no lo vais a hacer mal ninguno. Y así fue, Klaüs obtuvo una calificación de excelente y se sintió recompensado por su esfuerzo. Había tenido mucha suerte de que el profesor prescindiera finalmente del primer resultado, Adler era rudo y muy estricto, pero en esta ocasión también se había mostrado justo y condescendiente. Durante el recreo Klaüs pudo contrastar las respuestas con sus compañeros, se sintió aliviado al no tener que ocultarse ni disimular más, sin embargo fue Manuel quien indiscreto le preguntó por la nota que había sacado en el anterior examen. No tuvo más remedio que mentirle con tal de no verse rebajado: le respondió que había sacado un seis y que ahora había obtenido un excelente. Manuel le miraba suspicaz ante su afirmación, conocía su secreto, sabía que le estaba mintiendo y pretendía desmerecer su calificación que consideraba injusta... pero no le quedó más remedio que rehuir el tema y continuar jugando. Klaüs se presentó feliz en casa mostrándoles a sus padres con orgullo la excelente puntuación y estos por su parte le felicitaron sentidamente; estaban emocionados con su dedicación y aquella misma tarde también pudieron verle preparando a conciencia su segundo examen de ciencias naturales, esta vez sobre los músculos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Pocas veces había visto Klaüs a su padre tratarle de una forma tan gentil, hacía mucho tiempo que no le veía tan contento con él y pensó que en adelante las cosas probablemente cambiarían pese a su mal genio. Lo cierto es que cambiaron, pero a peor. *** EL DESCENSO En casa de los Zayin se comenzaba a evidenciar un importante declive en la relación entre Klaüs y sus padres, el precario estado de salud de su abuelo paterno había sido el principal desencadenante del distanciamiento. Hacía ya algún tiempo que al menguado hombre le habían diagnosticado diabetes y desde entonces cada día debía medicarse con inyecciones de insulina para sobrellevar su enfermedad. Tanto Básil como Cloe mantenían una relación bastante fría con sus abuelos paternos, él mismo podía constatar el desapego, pues se apreciaba claramente la carencia de trato afectuoso que existía por su parte. Su abuela era una persona frívola y materialista que gustaba lucir siempre engalanada con ostentosas joyas; Klaüs tenía la sensación de que todos los arrumacos y carantoñas que ella pudiese dedicarle nunca conseguían distinguirse como verdaderos gestos de fiar. Su abuelo era un hombre serio y consumido, su imagen era la de un anciano que vestía siempre en pijama y zapatillas de andar por casa. Gracias a su desabrido y austero carácter conseguía permanecer aún más distante emocionalmente de él que su abuela, incluso tenía por costumbre dirigírsele hablando de sí mismo en tercera persona. Eran como la oposición diametral a lo que representaban para él sus abuelos maternos, casi antagónicos. Los domingos por la tarde cuando les solían visitar Klaüs aprovechaba para quedarse viendo la televisión mientras ellos conversaban con sus padres. El clima que se respiraba en casa de sus abuelos paternos denotaba tirantez en todo momento; no llegaba a ser hostilidad pero sí una profunda indiferencia. La hedionda atmósfera solo podía equipararse con el característico olor que emanaba del comedor en donde se reunían, como una mezcla entre aceite frito y ácido de mandarina. Así, Básil y Cloe pasaron una larga temporada en la que estuvieron yendo a visitar prácticamente cada día al lánguido abuelo, poco tiempo después comenzó a empeorar y terminaron por ingresarle en el hospital a consecuencia de la diabetes. El frágil estado de salud de su abuelo paterno y su inminente desenlace rescataba de nuevo aquellas preguntas que Klaüs acaudalaba acerca de su propia existencia, era en aquel entonces cuando su necesidad de respuestas comenzaba a mostrarse más patente que nunca. Casualmente durante el nuevo curso escolar incurrió la asignatura de religión dos veces por semana. Uno de los profesores, que por lo visto era a su vez sacerdote, impartía clases de doctrina religiosa en las que les hacía leer la Biblia a sus alumnos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs permaneció expectante e ilusionado ante la llegada de aquellas nuevas lecciones, estaba convencido de que en ellas hallaría por fin las respuestas que tanto anhelaba. Durante la hora de la cena les comentó entusiasmado la buena nueva a sus padres y les pidió que le compraran una Biblia para poder seguir las clases. Básil le prestó una que tenía guardada en su mesita de noche y que había recibido de un antiguo compañero suyo que al parecer falleció hacía años. Uno podía darse cuenta de que el padre de Klaüs se mostraba reticente a ofrecer su opinión respecto al tema, aun así debía ser consecuente consigo mismo puesto que fueron él y Cloe quienes un día decidieron que Klaüs iría a un colegio privado de índole religiosa. Además de la asignatura de religión les habían incorporado también dos horas semanales dedicadas a gimnasia; aquel tercer curso de básica que habían comenzado tenía ya las materias propias de los cursos avanzados tales como clases de ciencias naturales, ciencias sociales, plástica e incluso una hora a la semana de lenguaje musical. Todo parecía indicar que aquel año se prestaría a ser provechoso en cuanto consiguiera salvar las nuevas dificultades, pero por lo pronto solo le esperaba el primer jarro de agua fría. Alrededor de las siete de la tarde recibieron una llamada mientras Klaüs estaba viendo los dibujos animados en televisión sentado en el suelo, poco después sus padres ya se habían colocado los abrigos a toda prisa y le dejaron sin más explicaciones en casa de sus abuelos maternos. Aquella noche Básil y Cloe no regresaron así que, transcurridas unas horas, terminó por aceptar el hecho de que iba a quedarse allí a dormir con ellos. A la mañana siguiente fue su abuela Bruna quien se ocupó de asearle y de acompañarle al colegio; se sucedieron los días y desde entonces Klaüs no había vuelto a tener noticias de sus padres. Un miércoles se reencontró con ellos durante apenas media hora mientras comían apresurados a las cinco de la tarde; ambos se veían exhaustos y fatigados, por lo visto habían estado velando a su abuelo en el hospital la noche anterior. La inusual situación se prolongó durante casi una semana hasta que por fin un miércoles al regresar del colegio Klaüs les encontró en casa durmiendo, lo cual le llevó a sospechar que lo más probable fuese que su abuelo paterno finalmente hubiera fallecido. Caía el sol a media tarde mientras sus padres dormían y los últimos rayos color carmesí tamizados a través de la cortina del comedor se proyectaban sobre la silueta del pequeño Klaüs que en aquel momento jugaba con su fortaleza hecha de piezas de Lego. La intensa luminosidad anaranjada inundó toda la habitación; contrastando las luces y las sombras creó una nostálgica escena otoñal. Dirigió la vista hacia la vidriera que daba al balcón por el que incidía el cobrizo resplandor, su destello era tan cegador que contra su voluntad cerró los ojos para preservarse del deslumbramiento; en aquel preciso instante confluyeron en su cabeza las primeras reflexiones acerca de los acontecimientos que se venían sucediendo de forma vertiginosa, y por lo visto también irrevocable, sin que él pudiese intervenir ni hacer nada al respecto. A la mañana siguiente despertó más pronto que de costumbre, se encontraba abatido pues durante la noche no había conseguido dormir lo suficiente ya que cuando se acostó había tardado en conciliar el sueño debido a sus siempre perturbadores razonamientos nocturnos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Abrió los ojos una primera vez y encontró a sus padres reunidos entorno a él; Cloe se había sentado al borde de la cama y su padre, que en otras circunstancias estaría ya en el trabajo, permanecía de pie junto a la puerta mirándole impávido. Poco después, mientras Klaüs se incorporaba para desvelarse, su madre se dirigió a él y le dijo: - Klaüs, ahora nos vamos al tanatorio, la yaya Bruna vendrá y te llevará al colegio... tu abuelo se ha muerto esta madrugada y mañana será el entierro. Ambos le dieron un beso y al momento se marcharon cerrando la puerta tras de sí con un suave golpe de la cerradura. El se quedó desvelado en la cama mientras esperaba a que llegase su abuela. Aquellos macabros vocablos: muerte y entierro, golpeaban sin cesar contra las paredes internas de su cerebro, una y otra vez, como el doblar de una campana en el más profundo de los silencios. Su sudor estaba empapando las frías sabanas por momentos, la oscuridad de la habitación le aterraba tanto que se levantó a subir la persiana para que nuevamente irrumpieran los áureos haces de luz solar; como cada mañana, le devolverían la vitalidad de la que tanto había llegado a depender. En el transcurrir del día y del resto de la semana Klaüs estuvo reflexionando acerca de su propia mortalidad y lloró desconsolado al conocer el funesto e inexorable destino que en su condición como ser humano debía asumir. Aún tardó varias noches en recuperar el sueño habitual, sus párpados se habían vuelto livianos; en ocasiones tenía dificultad para distinguir si sus ojos permanecían abiertos o cerrados y sólo terminaba durmiéndose cuando sus razonamientos conseguían agotarle. Con el tiempo llegó a tomar conciencia de que jamás podría escapar de sí mismo, pues era su propio existencialismo el que le tenía tan atormentado. A partir de entonces procuraba leer siempre algún tebeo justo antes de acostarse para así darle un respiro a su joven córtex, naufrago en un mar de preguntas sin respuesta. ... - Carlos: si tú pudieses pedirle un deseo a Dios ¿Qué le pedirías? - le preguntaba Yod durante la hora del recreo. - A mí me gustaría tener un millón de dólares - le respondió sonriente - ¿Y tú? - Yo le pediría ser invisible, para poder ir donde quisiera sin que me viese nadie y hacer siempre lo que me diese la gana. - ¡Si fueses invisible nadie te vería tontaina! Te podría atropellar un coche, matarte y nadie te encontraría jamás - le señaló Carlos haciendo gala de su agudeza habitual. - ¡Pero sería invisible sólo cuando yo quisiera, cara huevo! - le contestó nuevamente Yod, molesto ante su afilada observación. - ¿Y tú que le pedirías, Klaüs? - le preguntó esta vez Carlos al percibirlo distante y totalmente sumido en sus pensamientos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Yo?... creo que pediría ser inmortal. Para poder vivir eternamente y no morir nunca. Tras su sentida intervención se hizo un breve silencio. Manuel terminó rompiéndolo con su opinión. - Yo si pudiese pedir un deseo pediría que me concediesen tres, gastaría dos y con el último volvería a pedir tres más - sentenció. *** GOLPE A SUS CONVICCIONES - ¡Eh! ¡Qué peste! ¡Aquí huele a peo y yo no he sido! - se exclamó Yod Heber. - ¡Agh! ¡Sí, qué peste! ¿Quién ha sido el gorrino? - preguntó Carlos. - Es fácil saberlo - apuntó Yod - ¡ha sido el que tenga las manos rojas! - Ha sido Klaüs - profirió Manuel mirándole con desprecio - se está mirando las manos. - ¡Yo no he sido! ¡Lo juro! - se defendió él. - No jures lo que no puedes cumplir - le aleccionó Manuel impertinente. Puede que fuese mera casualidad, tal vez algunos lo llamarían destino y otros dirían que era de esperar; lo que está claro es que resultó un duro golpe, un choque con aquella realidad de la que Klaüs no solía ser partícipe la mayoría de las veces y que consiguió doblegar los cimientos sobre los que se sostenían sus convicciones. … Caminaba agazapado por el corredor, intentando pasar inadvertido bajo las ventanas que daban a las aulas donde impartían las clases. Estaba apunto de terminar la hora del recreo y seguían sin encontrarle, aquella mañana la cuadrilla había decidido jugar al escondite y aunque probablemente le andarían buscando como desesperados nadie cayó en la cuenta de investigar en el corredor. En la parte trasera del edificio del colegio había un pasillo estrecho, de apenas un metro de ancho, que era la distancia que quedaba entre el bloque y el muro que rodeaba la escuela. Aquello era el corredor. Al comienzo del pasillo los profesores habían puesto una cadena para advertir a los niños de que no debían acceder por aquella parte del recinto, a Klaüs y a sus amigos ya les habían llamado la atención en - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - varias ocasiones al haberse aventurado a entrar allí sin permiso, eso lo hacía aún más arriesgado y emocionante. En el corredor no había nada, solía emplearse para ir de una punta a la otra del patio en menos tiempo. Las ventanas de las aulas estaban orientadas hacia aquel lado y lo único que debían procurar para pasar inadvertidos por allí era cruzarlo agachados sin que les viesen desde arriba. Cuando Klaüs miró la hora en su reloj digital ya casi había terminado el recreo, entonces decidió salir finalmente de su escondite y, en cuanto abandonó el corredor, se dio cuenta de que ya no quedaba nadie en el patio grande. Volvió la vista hacia un tumulto que venía del patio cubierto donde solían jugar las niñas y reparó en que la mayoría de sus compañeros estaban allí. Se dirigió corriendo hacia la aglomeración sin saber cual sería el motivo de tal alboroto. La barrera de niños era infranqueable y apenas sí podía ver lo que sucedía. Poco después se abrió un claro entre la multitud y de entre el gentío salieron corriendo Laura y Javier, ruborizados y riéndose, mientras sus compañeros les cantaban aquellas irritantes tonadillas que cantan los niños de forma despectiva a los enamorados. Por un segundo los ojos cálidos de Laura coincidieron con los de él, que no se dio ni cuenta de la cara de bobo que se le había quedado. El tiempo se detuvo y el momento transcurrió sosegadamente, el cabello de Laura se sacudía liviano mientras corría alejándose de la muchedumbre, su sonrisa reflejaba en su rostro la felicidad desmesurada del entusiasta y su mirada se posó sobre Klaüs, pero esta se percibía desprovista de interés; comprendió entonces que se había convertido en algo así como un mueble de recibidor para ella. El tiempo recuperó de repente su velocidad habitual, los demás chicos siguieron a la pareja por todo el patio y él se quedó absorto en el mismo sitio, en el mismo momento. Un lodo oscuro había penetrado en su organismo tal como si hubiese acabado de beber petróleo directamente de la botella, el color del día se tornó en matices gris ceniza y las negras nubes se cernieron hasta donde a Klaüs le alcanzaba la vista. Sonó el timbre para volver a clase, pero aunque lo oyó no consiguió despertar. De pronto estaba en el aula sentado en su pupitre como si fuese una apesadumbrada marioneta, el estricto profesor les hablaba y él le oía, pero se encontraba tan lejos de allí que apenas podía discernir sus palabras; su juicio no era capaz de razonar y no procesaba ningún tipo conclusión o de sentencia, ni siquiera tenía la certeza de poder integrar aquel suceso en la realidad en la que solía vivir. Durante el resto del día se sucedieron, a cámara lenta y sin interrupciones, las imágenes que había registrado en el patio cubierto. Desde que presenció la mordaz escena, en su apariencia comenzó manifestarse la apatía, aquella verborrea que le había caracterizado cuando era más pequeño se acabó por extinguir como la llama de una vela ante un soplo implacable. Se sucedieron los días y Klaüs cada vez se estaba volviendo más introvertido, de nuevo se refugió de la realidad gracias a sus libros y sus dibujos; procuraba no preocupar a sus padres pero era incapaz de disimular su pesadumbre que terminaba derivando en antipatía hacia todo y hacia todos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Perdió el apetito, alteraba su conducta alternativamente mostrándose a veces nostálgico y otras veces colérico, la desidia emocional se instauró en su carácter e hizo de Klaüs un niño repelente y contestón. *** EL ADVERSARIO Klaüs esperaba su turno para beber de la fuente que había en el patio pequeño pocos minutos antes de entrar en clase. Delante suyo estaba Javier y, haciendo gala de un extraño gesto de cortesía, al verle le cedió el caño. A punto estuvo Klaüs de no acercarse ni tan siquiera al grifo motivado por la rabia que profería hacia él, por lo pronto tenía sed y la aplacó contra su voluntad, lo que no conseguía mitigar era la animosidad que le invadía cada vez que le tenía cerca suyo. Javier era otro de sus compañeros el cual se reconocía incluido dentro del círculo de chicos que el año anterior ya sabían leer perfectamente; así pues, según las normas que habían sido impuestas de forma inapelable en su clase, era un rival directo que bajo su punto de vista competía para despojarle de su bien más preciado: el amor de su dulce Laura. Le observaba desde el pupitre, repugnado y a la vez intrigado por su singular personalidad. Mientras, Javier no era consciente en absoluto de la antipatía que despertaba en Klaüs. En la soledad de su cogitación se preguntaba: ¿Qué tendrá Javier para que Laura se fije en él y no en mí? Tratando de ser todo lo razonable que podía intentó compararse y los complejos jugaron en su contra. No tenía nada que hacer, Javier le aventajaba en magnetismo puesto que era, siempre bajo su óptica, casi tan listo y casi tan guapo como lo era él; de entrada ya se apercibía singular, resultaba agradable pues no parecía estar sujeto a complejos, no llevaba gafas e incluso físicamente se le encontraba mucho más atlético. Tal vez si pudiera indagar un poco en el particular carácter de Javier conseguiría obtener una respuesta concluyente a su pregunta; otra vez la casualidad se le presentó en el momento oportuno brindándole la posibilidad de llegar a conocerle, ya que a la semana siguiente les tocó compartir el pupitre en una de las primeras filas de la clase. El primer día junto a él apenas se dirigieron la palabra, Klaüs se propuso mantener la distancia para así evitar hacerle comentarios desdeñosos. Javier era un chico popular, eso mismo pudo advertir con el transcurso de las clases. Los demás chicos se le acercaban para preguntarle sobre las lecciones o para hacerle observaciones ocurrentes a modo de guiños de complicidad. Javier se había ganado la confianza de la mayoría de sus compañeros, todos ellos le respondían con amabilidad y con muestras incuestionables de simpatía. Él nunca se había sentido así, hasta el momento aquellos que no le conocían le habían tratado sencillamente con indiferencia. Con toda seguridad era aquel el gran secreto de su nuevo compañero: tenía fama de ser una persona afable, cordial y complaciente ¿cómo lo habría conseguido? Hasta el momento Klaüs había pretendido competir con Javier para despojarle de su popularidad, finalmente optó por cambiar de estrategia procurando dar la apariencia de ser un compañero aplicado e inteligente y así ganarse su - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - confianza para llegar a esclarecer el misterio de su singular atractivo. Klaüs consideró ser prudente, pues podía suceder que si bajaba la guardia su rival llegaría a embaucarle como al resto. Pasaban los días y la prudencia que mantenía se terminó disipando, pronto cayó en la cuenta de que Javier era realmente un buen tipo y no tenía ninguna necesidad de seguir compitiendo contra él. Desde el comienzo se habían correspondido con mutuo respeto, llegaron a conversar sobre temas ajenos a las clases y terminó por descubrir en Javier una persona agradable de verdad; empezó a cultivar empatía hacia su nuevo compañero a la par creyendo que la situación sería beneficiosa para sí mismo ya que podría aprovecharse de su popularidad para promocionar y ganarse el reconocimiento por parte de los demás chicos de su clase. La cordialidad entre ambos se hizo patente, solo que cuando Klaüs creía haber calado en la afinidad con Javier comenzó sin ser del todo consciente a tomarse demasiadas confianzas. Sintió de pronto la necesidad de afianzar la amistad entre ambos pues se encontraba realmente emocionado de que la gente le relacionarse con la fama del que antes había sido su rival. Durante las clases solía distraerse intentando transmitirle a su compañero sus vivencias, sus conclusiones y sus inquietudes. Llegó un punto en que el grado de confianza desbordó a Javier y hasta ahí llegó la experiencia. Una mañana, Javier, que ya llevaba un tiempo advirtiéndole con que se distraía demasiado durante las clases debido a sus constantes observaciones y comentarios acerca de todo, tomó la decisión de pedirle al profesor que le cambiase de sitio. De forma repentina Klaüs fue despojado de todo el prestigio que había podido cosechar mientras compartía asiento con su compañero; por otra parte le hizo ganar mala prensa, los chicos más aplicados rehusaban sentarse con él para que no les sucediera lo mismo que a Javier, no querían que él se convirtiese en un estorbo que distrajera su atención y les hiciese tener malas calificaciones. Estas presunciones corrieron como la pólvora y boicotearon su intento de llegar a conseguir la aceptación y el reconocimiento que anhelaba. Cada día a partir de entonces podía experimentar gestos inequívocos de desaprobación por parte de sus compañeros, la mayoría de ellos eran los que rendían culto a la popularidad de su antiguo colega de pupitre. El asiento contiguo al de Klaüs se mantuvo desocupado durante un tiempo, aquel era el precio que debía pagar por haber intentado aprovecharse de la buena fama de Javier; ahora sí que había conseguido despojarle de todo cuanto podía llegar a ambicionar y ya no era rival contra el que pudiese ni siquiera permitirse el lujo de competir. Klaüs comenzó a experimentar el declive en las relaciones con el resto de la clase, por suerte le quedaba el consuelo de que siempre tendría a sus verdaderos amigos esperándole a la hora del recreo. - La avaricia rompe el saco - le había dicho su abuela en cierta ocasión. Tal vez se refería a eso. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - SOBRE LA POPULARIDAD La buena fama es muy difícil de conseguir, a la vez es muy fácil hacer que prescriba. La mala fama es muy fácil de obtener y a su vez es verdaderamente complicado despojarse de ella. Jose Mª Pallarés *** DESGARBADO KLAUS Todo cuanto acontecía en aquella etapa de su vida parecía parte de un elaborado plan maléfico de confabulación para atentar contra su fortaleza emocional y le estaba llegando a convencer de que en realidad sólo era un pusilánime. Durante el transcurso de las semanas había ciertos momentos que Klaüs trataba de evitar pasando desapercibido, o por lo menos pretendía que se sucedieran de la forma más apresurada posible. Hasta entonces conoció situaciones molestas como era madrugar, comer con sus padres cuando no le hacían lo que él quería o las veces en las que su padre se ponía hecho una furia. Aquel año experimentó también situaciones verdaderamente embarazosas en el colegio. El estricto profesor al que solían llamar Adler, que era su apellido, les hacía intervenir durante sus explicaciones saliendo a la pizarra para hacer los ejercicios delante de toda la clase. Muchos eran los niños que pasaban en la pizarra momentos de interminable angustia, Adler parecía disfrutar humillando públicamente a aquellos chicos que consideraba que no prestaban suficiente atención, que veía poco espabilados o que les advertía distraídos durante sus explicaciones. Por eso Klaüs procuraba pasar inadvertido ante el juicio del tiránico Adler, intentando mantenerse siempre en estado de constante vigilia para que no le pillase desprevenido y ser capaz de contestar correctamente en todo momento. Pero lo que le fueron imposibles de disimular eran sus ocasionales faltas de atención. Adler cargaba contra todos por igual: a algunos les gritaba, a otros les tiraba una pieza de tiza a la cabeza para recuperarles de su abstracción y de vez en cuando amenazaba con tirar de las orejas a los más rebeldes. Klaüs le temía de verdad. El principal problema con Adler radicaba en que aparte de ser un déspota en toda regla también poseía carisma y con ello cosechaba la admiración por parte de algunos de sus alumnos. La mayoría de las veces solía llamarles la atención - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - faltándoles al respeto con adjetivos tan burdos y ordinarios que despertaba carcajadas en la clase; mientras a unos los ultrajaba, los otros le reían las gracias. Cabe destacar que de todos modos Adler empleaba su propio sentido de la justicia y gustaba ser del todo imparcial a la hora de repartir sus insultos, no tenía favoritos y procuraba cargar contra todos por igual; aun así con el tiempo quedó claro que había escogido a varios de sus estudiantes como objetivos consolidados. Todo un Führer de las aulas. Klaüs se sintió intimidado en sus clases, Adler impartía las asignaturas más arduas dentro del programa de tercero de EGB que eran: Matemáticas, ciencias naturales y educación física. Sí, has leído bien, el profesor dictador también se prestaba a hacer las dotes de entrenador de sus discípulos, representando el papel de Clint Eastwood en El sargento de hierro. Lo más probable es que esos fueran los momentos que daban sentido a su existencia. Las clases de gimnasia se convirtieron en el nuevo calvario que semanalmente atormentaba a Klaüs, junto con el inexpugnable vaso de leche hirviendo de cada mañana y los siempre imprevisibles ataques de cólera de su padre. La educación física que recibieron de los cursos anteriores no tenía nada que ver con la disciplina paramilitar que les impartía Adler. Era muy contradictorio que un profesor de gimnasia fuese también un fumador compulsivo; les llamaba al orden con su negro silbato y les descalificaba continuamente como si estuviese entrenando a los soldados de un ejército mediocre. Klaüs se vio también amenazado ante el nuevo sentimiento de pudor que experimentaba al cambiarse de ropa en el vestuario junto a sus compañeros. Era una sensación de incomodad que no alcanzaba a comprender pero que reconocía haber sentido antes en aquellas ya lejanas clases de kárate. Así pues, procuraba cambiarse lo más rápido posible para evitar que los demás reparasen en que no poseía una complexión física demasiado atlética, se comparaba con el resto y podía advertir que algunos de los chicos se distinguían por estar más delgados o más robustos que él, entonces se evidenciaba acomplejado de su cuerpo fofo ya que se veía a sí mismo como un enclenque, incapaz de seguir la clase de gimnasia sin parecer un completo patoso. El profesor cargaba contra él convirtiéndole en objeto de burla para el resto de sus compañeros, le quedaba el consuelo de que a Carlos Letz y a Yod Heber también solía atormentarles igual. A la hora de hacer ejercicios en el potro o en las colchonetas, practicando deportes con el resto de la clase como eran el fútbol o el baloncesto, se ponía en evidencia que era torpe y desgarbado. Cuando decidían hacer dos equipos para competir formaban una fila colocándose de espaldas a la pared del patio. Los chicos más populares, entre ellos Javier, eran siempre quienes se encargaban de liderar ambos bandos y de seleccionar a sus componentes; por contra Klaüs acostumbraba a quedarse de los últimos en ser elegidos, por detrás incluso de las chicas. El hecho de no ser reconocido como una buena opción a la hora de formar equipo en los deportes le restó más puntos si cabe a su prestigio y afianzó el pronunciado declive que venía experimentando su popularidad, sobre valorada desmesuradamente en aquella época, desde que Javier rehusó ser su compañero de pupitre. Un día, durante la hora de gimnasia, Adler le dejó en ridículo delante de toda la clase cuando no fue capaz de hacer la voltereta hacia atrás, estuvo - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - gritando y humillándole sin cesar mientras no consiguió hacer bien el ejercicio. Finalmente le dejó por imposible, Klaüs regresó a la fila avergonzado procurando restarle importancia a las carcajadas y evitando las tan denigrantes miradas compasivas de sus compañeros, en especial la de Laura. - ¿Se habría reído ella también? - pensaba. - Probablemente - le respondía una extraña voz en off. - ¿Tú quién eres? - se preguntó dirigiéndose a sí mismo. No tuvo respuesta. El rencor que sentía hacia ella después de haberla visto en aquella situación con Javier terminó derivando en un odio profundo, pues Klaüs concluyó que le había traicionado. Sentimientos de animosidad luchaban enfrentados contra el principio que había establecido para ella: la adoración desmedida que imperaba hasta el momento. Cuando se encontró metafóricamente hundido en el lodo, Javier le colocó el pié sobre la cabeza para que se hundiese todavía más; desde la lejanía podía escuchar la crepitante risa de Adler mientras con sus propios ojos advertía cómo Laura le miraba con gesto impasible. Ni tan siquiera sus padres parecían preocuparse lo más mínimo por su situación, durante las dos horas que duraba el viaje en coche de camino al camping Klaüs trataba de transmitirles cuán desamparado se sentía; no les contaba todo estrictamente para no parecerles un ridículo, y es probable que debido al hecho de omitir algunos detalles Básil y Cloe terminaban restándole importancia a sus conclusiones diciéndole que era demasiado pequeño aún para entenderlo y que sus problemas eran solo nimiedades. Klaüs les pedía ayuda y ellos no parecían entenderle lo más mínimo, ya no se sentía suficientemente cómodo con nadie como para poder compartir sus dilemas. Ahora sí que se encontraba solo de verdad, una vez más volvería a encontrar refugio en su amado desierto de arena blanca donde cualquier nueva lluvia de caligrafía era siempre una bendición. - Buenas ¿Qué estás haciendo? - le preguntaba Cloe al entrar en su habitación. - Estoy leyendo. *** SARGENTO ADLER Klaüs iba buscando a Manuel Nekasim durante el recreo, recordaba haberle visto salir corriendo en dirección a clase y desde entonces no había regresado. Se acercó a una de las papeleras del patio grande para tirar el envoltorio de su segundo Bollycao y llegó caminando hasta donde se encontraban Carlos y Yod, que permanecían sentados en el primer peldaño de las escaleras de entrada. - ¿Dónde está Manuel? - le preguntó intrigado a Carlos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Enseguida viene, Klaüs - le contestó este. - Ha dicho que iba a clase a buscar su ordenador - añadió Yod. - ¿En serio? ¿Se ha traído el ordenador? ¿Y le han dejado sus padres? - Klaüs se quedó sorprendido, atónito ante la noticia. - Sí, mírale. Ahí lo trae. Volvió la vista hacia donde Yod Heber le estaba señalando y vio a Manuel salir de una de las aulas del edificio de la escuela. Se dirigía raudo hacia donde se encontraban ellos llevando consigo su cartera, que esta vez se veía colmada hasta reventar. - ¡Mira Klaüs! He traído mi ordenador - le dijo Manuel. - Pero ¿Cómo has conseguido que tus padres te dejasen traerlo? – para empezar no obtuvo respuesta, Manuel estaba demasiado ocupado montando el ordenador. Luego conectó el monitor y el reproductor de cintas a las ranuras de entrada del teclado, introdujo uno de los juegos que tenía en cartucho de los que tanto les había hablado y poco después la pantalla se iluminó ante la atenta mirada de los chicos que se mostraban fascinados. - Mira Klaüs, este es el Naitmare del que tanto te había hablado - le dijo Manuel Nekasim mientras aparecía la presentación del videojuego. - Aquí pone que se llama Nightmare - apuntó Carlos. - Sí, pero no se pronuncia así - le aclaraba Manuel - En inglés se pronuncia Naitmare. - Pero... oye una cosa - le insistió Klaüs nuevamente - ¿Dónde has enchufado el ordenador para que funcione? ... - Klaüs - le decía su madre - Klaüs, levántate que es tarde. Ahora ya sabía que todo había sido un sueño, abrió los ojos un momento y se encontró arropado hasta la cabeza pero con los pies helados, por lo visto se había vuelto del revés durante la noche. Cloe entró en la habitación y comenzó a subir la persiana. Cloe: ¿Tú te has visto? - le dijo divertida - Esta noche no han servido de nada las pinzas. Klaüs: Ya - le contestaba él al tiempo que se desperezaba - las he oído saltar - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - mientras dormía. Cloe: Pues sí chico, ni con las pinzas hay manera de sujetar el edredón, cualquier día amaneces en el suelo - Cloe tenía razón, desde siempre había sido muy movido en la cama. Ella le decía a modo de broma que todo el nervio que no quemaba durante el día lo gastaba por las noches - ¿Tuviste un mal día ayer? - le preguntó finalmente. Klaüs: No, bien - le contestó colocándose las zapatillas. Desde que le habían dicho que levantarse con el pie izquierdo traía mala suerte procuraba aguardar un momento para que el primero en tocar el suelo fuese siempre el pie derecho. Cloe: Te suele pasar cuando has tenido un día movido, a la mañana siguiente te levantas con la ropa de la cama hecha un higo. ¿Te acuerdas de cuando os dio a Yod y a ti por la tontería aquella de la Crema Cochinilla? Klaüs: Ja ja ja, sí claro. Cloe: Anda, ve a quitarte esas lagañas. Estaba terminando de lavarse la cara con la manopla cuando de pronto comenzó a discurrir sobre aquello que acababa de contarle su madre. Seguramente estaría nervioso esa noche porque su subconsciente sabía que a la mañana siguiente tendrían clase de gimnasia con el bueno de Adler. Así no era de extrañar que se hubiese levantado con la cama patas arriba. - ¡Lávate los dientes! - le ordenó su madre desde la cocina. - ¡Sí mamá! - Klaüs dejó el peine en el cajón del mueble del aseo, abrió el grifo un buen rato y mojó el cepillo de los dientes por la punta antes de dejarlo de nuevo en el bote. Se miraba en el espejo y sabía que hacía mal, pero es que no tenía ningunas ganas de lavarse los dientes. Poco después salieron de camino hacia el colegio. Volteretas - ¡Despertad holgazanes! - les gritaba Adler enloquecido a la vez que hacía sonar su silbato. Acababan de cambiarse en los vestuarios y el chándal aún estaba frío, de buena mañana era un verdadero suplicio hacer clase de gimnasia. - Comenzaremos haciendo unos ejercicios de calentamiento, a ver si os consigo despertar. Luego os haré dar diez vueltas al patio grande corriendo - Y ante esta última amenaza la clase reaccionó quejándose al unísono. - ¡No os quejéis u os haré dar veinte en lugar de diez! - Adler no era muy amante de la compasión, o por lo menos no pretendía demostrarlo. Solo habían dado cinco vueltas al patio grande cuando la mitad de los chicos se encontraban ya exhaustos; - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - continuaron durante un rato más y poco después Adler les reunió a todos con un toque de silbato en el centro de la pista. - Vamos a ir a hacer los ejercicios al patio cubierto. Manuel, Javier y David: íd al gimnasio y traeros cada uno una colchoneta. En un momento Manuel, Javier y David regresaban portando las colchonetas, luego las extendieron en el suelo según lo pedía Adler. Como el profesor no había terminado aún con el cigarrillo que acababa de encender les encomendó un ejercicio de estiramientos en el que debían tocarse los pies con la punta de las manos. Tras la última calada tiró la colilla al suelo con desprecio y la apagó pisándola enérgicamente con sus zapatillas deportivas. ¡Cuán paradójico resultaba Adler! - A ver... volteretas... ¡Hoy haremos volteretas! - les propuso mientras tosía - Os voy a enseñar a hacer volteretas hacia delante y hacia atrás. - Seguro que sacará a Carlos o a Yod para hacer la demostración - pensaba Klaüs. Ellos eran sus cabezas de turco favoritos. - ¡CA-a-Ar-LoOs! - le llamaba Adler imitando la voz de un retrasado mental - Vente p'aquí simpático, ¡Que me vas a hacer la demostración! la cretinería de Adler espoleaba el humor más macabro de sus alumnos, incluso Klaüs era incapaz de no reírse de su compañero ante aquellas situaciones de absurda crueldad. Carlos apareció de entre la multitud con su porte de holgazán/enemigo asiduo del deporte. - Mira Cah-ar-lons - le decía Adler sonriéndose despiadado - Hoy amoh a hacer ohrlteretas. Aquello parecía más un disparatado espectáculo de circo que una clase de educación física, el humor del profesor dejó de hacerle gracia desde el momento en que se dio cuenta de que él mismo podía ser el próximo, entonces compadeció a su compañero y procuró evitar reírse a su costa. Carlos apoyaba la cabeza de forma ridícula contra la colchoneta, con gran esfuerzo intentaba levantar las piernas para voltearse hacia adelante sin conseguirlo. Adler le permitió hacer unos cuantos más de sus esperpénticos intentos y terminó por convertir a Carlos Letz en el hazmerreír de la clase por un día. Cuando ya le había humillado suficiente, el profesor le echó una mano para terminar de degradarle; Carlos se había puesto rojo como un tomate y se encontraba sofocado por el esfuerzo, Adler le tomó por las piernas, le puso cabeza abajo y, entre las sonoras risotadas de los demás alumnos, le acompañó el cuerpo hacia adelante para que pudiese dar finalmente la vuelta completa. - ¿Lo has visto Cah-ar-lons? ¿A que no era tan difícil? - Adler le despidió del ejercicio - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - con una cariñosa palmadita en la espalda. Carlos Letz asintió cabizbajo y regresó a la fila abochornado. - ¿Dónde está el otro? ¡Kla-aü-aüs! - gritó Adler esta vez, el eco de las risas se escuchaba de fondo. - ¡Dioses, no! - pensó Klaüs aterrado. ¿Estaría aún durmiendo? ¿Vendría a despertarle Cloe esta vez? Lo que sucedió a continuación ya os lo podéis imaginar, emplead el mismo episodio permutando el nombre de Carlos con el de Klaüs para obtener la respuesta. *** DIOS TE VE, KLAUS - ¡Lo que hubiese dado por tener un tebeo ahora mismo! - pensó Klaüs Zayin mientras observaba a la gente en la sala de espera del ambulatorio. Los viernes por la tarde los invertía siempre así, esperando su turno para que el doctor le administrase la vacuna semanal. Hacía ya algún tiempo que el asma se le había agraviado debido a nuevos contactos con los reactivos de sus múltiples alergias: al polvo, al polen, a la humedad o al pelo de los gatos. Desde que comenzaron con las clases de educación física Klaüs debía administrarse con regularidad el inhalador contra el asma, pues tendía a ahogarse frecuentemente ante cualquier tipo de actividad aeróbica. Ya fuese corriendo, jugando en el recreo o durante el ejercicio físico, terminaba respirando siempre con dificultad; doblegándose apoyaba las manos sobre sus rodillas y exhalaba agotado debido a que su capacidad pulmonar no le permitía recibir la cantidad de oxígeno necesaria para poder continuar. Contemplaba a una pareja de ancianos que se encontraban sentados delante suyo, debían llevar alrededor de una hora esperando y ni siquiera se habían dirigido la palabra; ni se miraban, parecía no importarles en absoluto pasar el tiempo sin conversar entre ellos. Klaüs acostumbraba a hablar con su madre en la sala de espera, bajito, pero hablaban. Siempre tenía algo que contarle o alguna pregunta que hacerle, aunque aquel día se quedó absorto tal y como estaban los ancianos de los asientos de delante. A su derecha había una escalera de unos diez peldaños donde unos niños jugaban a lanzarse por el pasa-manos usándolo a modo de tobogán. Parecía que se lo estaban pasando realmente bien, de tanto en cuanto entraba en escena la madre de alguno de ellos para reñirles y mandarles que no hiciesen tanto alboroto, entonces se sentaban en las escaleras haciendo ver que se habían tranquilizado para que las madres aprobaran su comportamiento; cuando advertían que éstas volvían a despreocuparse de ellos no tardaban demasiado en retomar la diversión otra vez, deslizándose de uno en uno por el pasamanos. Así se fue sucediendo durante toda aquella tarde en la que por una vez Klaüs se sentó para ser espectador, normalmente hubiese ido a jugar con los demás niños, o según las circunstancias entablaría una conversación sobre cualquier cosa con los ancianos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Antes no hubiese tenido ningún reparo, ahora era incapaz de atreverse con ninguna de las dos cosas. Permaneció sereno, mirando a ninguna parte y recordando lo último que le acababan de enseñar en el colegio; los viernes por la tarde hacían religión, una asignatura extraña de verdad que continuaba manteniéndole intrigado. Hasta entonces en las clases de educación religiosa les habían hecho leer pasajes de la Biblia, un libro que tenía muchísimas páginas, la letra muy pequeña y los párrafos muy comprimidos en los que era fácil perder el hilo puesto que aparte de las complicaciones antes mencionadas también resultaba aparentemente incomprensible. No lo comenzaron a leer desde el principio, el profesor les hacía empezar a leer a partir de una referencia numérica que distinguía los segmentos. Klaüs presentía que en cada uno de aquellos párrafos existía una enseñanza vital que, tal y como les había referido el profesor al inicio del nuevo curso, les llevaría a conocer la verdad acerca de todo y a dar respuesta a aquellas preguntas que ellos, por ser niños, aún no podían ser capaces de contestar por sí solos. Por fin alguien conseguía entender que él necesitaba de esas respuestas; al principio se entusiasmó, no obstante con los días aquellas nuevas enseñanzas, lejos de despejar incógnitas, abrían vacíos mucho más amplios donde se albergaban otros interrogantes. Por lo visto todo el mundo aceptaba la posibilidad de que existe un Dios omnipresente que te ve cuando haces travesuras, que se enoja cuando te enfadas con tus padres o que te premia cuando te portas bien. Eso le recordaba la historia que le habían contado sus padres sobre los Reyes Magos: Ya desde que era pequeño conocía la existencia de un día en el que los tres Reyes Magos premiaban con regalos a aquellos niños que se habían portado bien durante el año y a su vez traían carbón para los que se habían portado mal. Klaüs tenía tan solo cuatro años cuando conoció las condiciones que debía respetar para poder recibir a cambio los regalos de sus majestades. Ser bueno durante todo un año era una gesta prácticamente imposible, ya lo había intentado una vez cuando era muy pequeño; convencido de sus posibilidades pretendía ser un ejemplo de bondad para que los Reyes no tuviesen objeción alguna a la hora de premiarle. Retrospectiva Hubo un día cuando aún tenía cinco años en el que, estando en la cocina, Básil le mandó coger una botella de gaseosa del armario que tenía a sus pies. Desafortunadamente Klaüs la cogió por el tapón, este estaba medio suelto y justo antes de entregársela a su padre en las manos la botella resbaló estrellándose contra el suelo y vertiendo todo su contenido. Ya os podéis imaginar la reacción de Básil, una vez más se convirtió en energúmeno mientras él lloraba aún asustado por el sobresalto que se había llevado al rompérsele la botella. Básil comenzó a lanzarle los juramentos de costumbre, terminó tachándole de inútil y poco después le mandó a su cuarto con malas maneras. Como siempre Cloe apareció en escena para enfriar la situación, intercedió para recriminarle a su padre que no debía ponerse así y ni mucho menos culpar a Klaüs por un accidente que podía haberle sucedido a él - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - mismo. Total que, mientras sus padres conversaban en la cocina, Klaüs terminó en su cuarto sollozando a oscuras mientras pensaba en lo mucho que detestaba a su padre por comportarse de esa manera. Cuando se hubo calmado, tras el susto y los nervios, volvió a ponerse triste; su esfuerzo por portarse bien durante todo el año había fracasado. Aquel incidente consiguió truncar sus esperanzas, en adelante ya no importaría nada que tratase de mejorar su conducta pues acababa de manchar su expediente anual por completo. ... Fue aquel mismo año en el que un sábado por la tarde, en vísperas de navidad, Klaüs jugaba al escondite en su casa con Velma, la hija de unos amigos de sus padres, mientras ellos charlaban en el comedor. Le tocaba esconderse a él esta vez y a Velma buscarle; la oía contar hacia atrás desde su cuarto y ya no le quedaba mucho tiempo para poder ocultarse. Corriendo se deslizó por debajo de la cama de sus padres intentando hacer el menor ruido posible al respirar, desde la oscuridad veía cómo Velma encendía la luz y cómo sus pies se detenían frente a la cama. Pasaron unos cuantos segundos de intrigante espera, poco después Velma se agachó de pronto y exclamó: - ¡¡Te pillé!! Ambos se echaron a reír divertidos. Entonces Klaüs hizo por salir de debajo de la cama de sus padres cuando, al girarse para mirar hacia el otro lado, se percató de que todos los regalos de navidad estaban allí. Se quedó pasmado y le pidió a Velma que se dieran un momento para descansar antes de retomar el juego, no podía creer lo que había visto. - Pero ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaban allí aquellos regalos? ¿Habían llegado los Reyes Magos antes de hora? No tardó en descubrir que la explicación más lógica era que aquellos regalos se los habían comprado sus padres y no los Reyes Magos, comenzó a sospechar de ello desde el mismo día en que hicieron la cabalgata en Yímbale pues era muy extraño que sus majestades estuviesen desfilando por las calles de su pueblo y poco después aparecieran en televisión... con diferente atuendo y con unas carrozas mucho más lujosas. Había gato encerrado. A sus cinco años Klaüs consiguió despejar una de las incógnitas propias de los niños de su edad: ¿Existen los Reyes Magos? la respuesta estaba muy clara: No. Por el momento procuró ser cauto y no revelar nada, pero le era imposible contenerse de contarle a todo el mundo aquella verdad que acababa de descubrir. Llegaron las navidades y la noche antes de que los presuntos Reyes Magos pasasen para dejarle sus presentes Klaüs no podía conciliar el sueño; pese a que había descubierto ya los regalos todavía no las tenía todas consigo. Al fin y al - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - cabo sólo era un niño. De madrugada se levantó a beber agua y en cuanto abrió la puerta del comedor encontró a sus padres envolviendo los regalos. - ¡Anda, nos has pillado! - exclamó Cloe mientras ambos se sonreían. Klaüs, emocionado, únicamente fue capaz de comunicarles que iba a beber agua y enseguida regresaría a la cama para intentar dormirse. Bebió, y tal como les prometió a sus padres volvió a meterse de nuevo en la cama. No solo se puso contento por haber encontrado sus regalos, también había descubierto que estaba en lo cierto y que lo de los Reyes Magos no era más que un cuento para niños; una vez más volvía a quedar claro que se desmarcaba por delante del resto. A la semana siguiente fueron a visitar a los amigos de sus padres y a Klaüs se le ocurrió reunirse con Velma a solas para hablarle de su descubrimiento: - ¿Sabes lo que he descubierto? - le dijo. - Dime, ¿qué has descubierto? - le preguntaba ella intrigada, a la espera de una buena historia. - Que los Reyes… son los padres - le reveló haciéndose el misterioso. La reacción de Velma no se hizo esperar, la expresión de su rostro era de decepción y, enojada, se fue corriendo para contarles a sus padres lo que le había dicho Klaüs. Los padres de ambos confabularon contra él y su desafortunada afirmación, todos coincidieron al pronunciar su veredicto y le dieron la razón a Velma: ella estaba en lo cierto, los Reyes existían. Antes de que Klaüs pudiese mostrarse disconforme con el juicio de los mayores recibió un guiño de complicidad por parte de su padre, con el mismo le hizo entender que debía concederle a Velma el derecho de creer en la existencia de los Reyes. - ¿Lo ves? te lo dije... los Reyes existen - le recriminó Velma con la verdad de su lado. No pudo sino darle la razón y guardar silencio, a petición de los mayores terminó por confesarle que todo había sido una mentira que le había contado para divertirse. A Velma no le hizo ninguna gracia y Klaüs se decepcionó mucho con la injusta decisión de sus padres que le habían obligado a mentir; de camino a casa le dieron las gracias por haber guardado el secreto, Velma era aún muy pequeña para conocerlo. Por un lado Klaüs estaba contento de pertenecer a la parte de la población mundial que conocía el secreto de Santa Claus y los Reyes Magos; por otra parte se sentía frustrado al saber que mucha gente vivía engañada y que sus padres habían sido cómplices de sostener aquella falsa ilusión ¿Por qué razón debían mentir? Tomó la decisión de que en adelante no se pronunciaría sobre la verdad que le había sido dilucidada y por precaución se haría el sueco cuando le preguntasen al respecto. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ... Volviendo a lo de Dios, Klaüs tenía la impresión de que su principio era pues el mismo que el de los Reyes Magos. Pese a que todo el mundo parecía aceptar el dogma de su existencia él se guardó mucho de promulgar lo que pensaba acerca de Dios. Se vio obligado a reservarse su opinión para no levantar sospechas y que le adjudicasen la etiqueta de rebelde; era muy importante guardar las formas dentro de clase para legitimar la aprobación de sus compañeros, tan debilitada últimamente. El doctor se asomó por la puerta de la consulta, Klaüs retomó la conciencia y miró a su madre que en aquel momento le hizo un gesto inequívoco de que había llegado su turno. Acostumbrado ya a las vacunas el pinchazo no le supuso ninguna molestia, poco después estaban de vuelta a casa, tenía muchas ganas de ver qué estarían dando en la tele. *** EL SUPLICIO LLEGA A SU FIN KLAUS, O TAL VEZ NO De alguna forma Klaüs Zayin había conseguido burlar la guardia del gigante de un solo ojo y sus dos hermanos, ahora les observaba ocultándose detrás de la pata de una de las sillas viendo cómo depositaban una esperpéntica jaula encima de la gran mesa de madera. La escena resultaba de lo más tenebrosa. Mirando a su alrededor se encontró en un lugar parecido a un sótano o una mazmorra, muy probablemente el castillo del gigante Polifemo y sus hermanos. Las paredes eran de piedra oscura y enmohecida; un único haz de luz solar penetraba desde la claraboya situada a una altura de vértigo iluminando la tabla de la mesa. Desde su escondite podía oír los gritos de auxilio; todos sus compañeros de clase habían sido apresados por los gigantes y yacían dentro de aquella jaula macabra hecha de madera y alambre. El gigante Polifemo, para divertirse, colocó a sus cautivos en el interior de una prensa y les fue aplastando hasta reducirlos a la mitad de su tamaño normal. Oírles gritar de dolor le estremeció hasta tal punto que el vello de sus brazos se le erizó como si se tratase de un cepillo hecho con agujas. Sus compañeros de clase y Bartolomé eran ahora unos cubiletes humanos, unos pequeños cilindros en los que se perfilaban sus rostros y la forma de sus extremidades ahora inservibles; lo único que podían hacer era pedir auxilio pues ya no tenían forma de escapar. Los hermanos de Polifemo avivaban el fuego de la marmita donde comenzaba a hervir el puchero; en él, Bartolomé, Laura, Manuel y los demás acabarían siendo parte de la receta. Klaüs respiraba con dificultad, aunque en parte se encontraba aliviado por haber conseguido escapar de tan cruel destino. No había tiempo que perder ahogándose con crisis asmáticas, decidió que se tragaría su vulnerabilidad y a efectos lo consiguió: inhaló una bocanada de aire como quien bebe un vaso de agua lleno hasta los topes y los efectos angustiantes del asma se desvanecieron. Ahora que los tres gigantes habían salido de la mazmorra, en busca de los ingredientes que le faltaban a - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - su puchero debía aprovechar para rescatarles y dar fin a aquel tétrico banquete. Trató de saltar desde el suelo para alcanzar la tabla de la mesa pero lo vio tan imposible como alcanzar el balcón de un tercer piso con un solo brinco. Tampoco se creyó capaz de escalar por las patas, los brazos no le daban lo suficiente como para rodear el diámetro de ninguna de estas. Oía a sus compañeros gritar y sollozar desconsolados, él era incapaz de hacer nada por ellos; luego pensó en quién pudiera ser tan fuerte o tan astuto como para resolver aquella situación, tal vez conseguiría la ayuda necesaria en su profesor de kárate. Klaüs salió agachándose para pasar por debajo de la puerta, de pronto se encontraba en el gimnasio explicándole a su Sensei lo ocurrido y acto seguido se presentaban en la mazmorra acompañados por un pequeño ejercito de karatekas; pero ¿Cómo podrían hacer frente a los gigantes siendo tan pequeños? ¿Cómo conseguirían salvar a los compañeros de Klaüs para evitar que fuesen devorados?. Accedieron al interior de la mazmorra deslizándose por debajo de la puerta, Klaüs levantó la vista y se encontró con los tres gigantes sentados a la mesa. Polifemo llevaba una cucharada de puchero hacia su boca, en ella se oían las súplicas y los gritos de terror de uno de los alumnos-cubilete que ahora resultaba irreconocible. El último alarido se fundió con el crujir de sus tristes huesos, el sonido turbó la sala y fue silenciado tras las sucias carcajadas de los otros dos gigantes que en aquel instante comenzaban también a comer. Él se quedó paralizado cual estatua de hielo, ya no había nada que hacer. Entre risotadas Polifemo volcó la mirada hacia la puerta advirtiendo la presencia de Klaüs y los karatekas. El rostro del gigante era deforme, frunció el ceño sobre su gran ojo; su boca era infecta y mostraba una sonrisa siniestra llena de vacíos donde antes había otras piezas dentales; su barba se apercibía húmeda y sucia de los pedazos que rebosaron al sorber de la cuchara. Se levantó estrepitosamente de su silla para abalanzarse sobre ellos y cazarlos, los karatekas huyeron frenéticos, endemoniados; Klaüs fue incapaz de moverse y los pasos del gigante sonaban cada vez más cerca. Lo último que pudo ver fue su nauseabunda bocaza expeliendo un aliento cenagoso justo antes de despertar. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - UN AÑO INTENSO PASA COMO UN SUSPIRO De pronto sintió calor, abrió los ojos y de nuevo fue devuelto a su habitación, a su lecho, justo antes de que los gigantes consiguiesen apresarle para convertirlo en su cena. La pesadilla le había dejado sin aliento, se puso a buscar el spray contra el asma en el primer cajón de la mesita de noche pero no consiguió encontrarlo así que se levantó de la cama angustiado y comenzó a registrar en los bolsillos de sus pantalones. Ahí estaba. Se administró dos dosis, contuvo la respiración unos segundos y al exhalar sintió cómo la normalidad en su respiración se iba restableciendo; después volvió a meterse en la cama, el reloj marcaba las siete y aún era pronto para levantarse e ir al colegio. Trató de recuperar el sueño mientras oía correr el agua en la ducha, la cama era ahora más confortable que cuando se despertó. Klaüs permanecía arropado sin llegar a dormirse recordando la tétrica mazmorra de la que acababa de escapar. Estaba desconcertado, sobretodo por algunos de los detalles del sueño que para nada concordaban con la realidad: En él, los alumnos de su clase habían sido reducidos a un pequeño grupo de unos quince cuando en realidad solían ser alrededor de cuarenta. El profesor que les acompañaba no era el actual Adler sino Bartolomé, el que había sido su tutor el pasado año y el anterior. También habían quedado atrás los que fueron sus compañeros en la escuela de kárate y su Sempai, lo último que compartió con ellos había sido una exhibición en el pueblo vecino de Yímbale pues semanas después Klaüs abandonaría las clases. Llamaban claramente la atención las asociaciones generadas dentro del propio sueño, que eran del todo inverosímiles. - ¿Qué hacían en su sueño aquellas personas que ya nada tenían que ver con su vida actual? - ¿Por qué eran protagonistas junto a él en la lucha contra unos gigantes repulsivos? - ¡Cuán diferentes se ven las pesadillas cuando uno consigue escapar de ellas! Oyó el ruido de la persiana al subir, sin darse cuenta se había vuelto a quedar dormido y ahora su madre la estaba levantando para que la claridad fuese despertándole. Mientras fingía lavarse los dientes permaneció con la mirada estática, contemplando su propia imagen en el espejo; pensó en lo mal que le quedaban aquellas gafas y lo mucho que le afeaban, él seguía sintiéndose guapo como antes pero ahora era incapaz de apreciarlo ya que sólo podía encontrarse consigo mismo cuando se las colocaba, sin ellas únicamente alcanzaba a ver su rostro borroso y desdibujado. Debía aceptar que siempre iba a ser así. Lejos de darle un aspecto intelectual, los anteojos le propiciaban una apariencia de pardillo que él mismo reconocía como odiosa. Si Adler podía suponer que Klaüs era un patoso, sólo con su apariencia se lo terminaría de confirmar. A primera hora tenían clase de matemáticas con él, últimamente Adler se mostraba mucho más cercano y relajado que antes. Gracias a sus malas maneras y a su - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - disciplina de sumisión había conseguido un clima en la clase de profundo respeto hacia su persona, era así como debía de ser y como él pretendía que fuese. Sus clases de Matemáticas y ciencias le resultaron provechosas, pues con independencia de su mal genio Adler tenía una forma muy práctica de sintetizar las lecciones, consiguió captar con su método la atención de toda la clase; además, era capaz de argüir los conceptos de manera sencilla y no daba nunca por concluida una explicación hasta que no tenía la absoluta certeza de que el total sus alumnos llegaba a entenderla. Klaüs había conseguido amoldarse ya a su carácter tan arrogante, Adler resultaba ahora una persona volcada de verdad en la educación de sus pupilos. Continuaba siendo terriblemente brusco y obstinado, sin embargo poco a poco había ido dejando a un lado sus característicos comentarios ultrajantes, su lenguaje soez tan propio y con ello el sentido peyorativo que a su nombre le había sido impuesto entre sus alumnos. Un primer indicio de sensibilidad fue revelado durante una clase de plástica: postrado frente a la pizarra, armado con una tiza y ante la atenta mirada de la clase Adler dibujó un boceto, con trazo más propio de un artista, en el que representaba a un indio montando a caballo en disposición de caza. Durante aproximadamente quince minutos parecía otra persona, abstraído en la figura, en las formas, en el resultado... un apacible y entregado Adler que maravillaba por su brillantez, todos quedaron asombrados ante su destreza. Por fin se había descubierto; el maestro poseía una sensibilidad extraordinaria que trataba de ocultar bajo aquella identidad fría y agresiva más propia de un sargento. Klaüs terminó de resolver las cuatro divisiones que Adler había escrito en la pizarra, aún le sobraba tiempo para distraerse contemplando al resto. El minucioso profesor siempre lo hacía así: empleaba las primeras clases de un temario para enseñarles la lección, en este caso eran las divisiones, y cuando consideraba que todos eran capaces de solucionar por sí mismos los ejemplos que les planteaba entonces dedicaba un par de semanas únicamente a practicar con ejercicios del libro. Se trataba de prestar plena atención en el comienzo de cada tema, era de verdad importante seguir el hilo durante las explicaciones pues de lo contrario sería muy difícil poder solventar los nuevos problemas que estaban por venir. Sin llegar a ser consciente de ello, Klaüs Zayin presentaba una gran facilidad para recrearse en cualquier cosa ajena a las explicaciones, por suerte Adler sabía bien cómo mantenerle en constante estado de alerta y es que, con tal de que no le humillase públicamente, él era capaz de desasirse de cualquiera de sus ensoñaciones y fantasías. En cuanto a la vida que vivía Klaüs en aquel momento cabe constatar que en tercero de EGB empezó a conocer la monotonía de la vida de a diario. Antes, sobretodo cuando subían al camping los fines de semana, ya se había percatado de que existía el aburrimiento y que era de lo más aflictivo; ahora, sin darse apenas cuenta, lo que la nueva etapa le reportaba era una prolongación de días que se asemejaban mucho entre ellos, demasiado como para no levantar sospecha. Hasta entonces prácticamente todos los días había podido experimentar sucesos que despertasen su curiosidad: descubría nuevas impresiones, nuevos sentimientos, - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - nuevas situaciones, facetas y sensaciones. Había alcanzado un punto en el que todo aquel afluente de escandalosas sorpresas se iba mitigando; la vida aún le brindaba exclusivas, pero no con la asiduidad con la que se las daba antes. Por primera vez podía concretar que su vida seguía igual, pues cada mañana se levantaba de la cama a la misma hora; permanecía en clase las horas que dictaminaba el horario escolar; salía al recreo y jugaba con Manuel, Carlos y Yod; al mediodía uno sus abuelos venía a recogerle a la salida, comía con ellos y veía un fragmento de alguna película de dibujos animados en el video Beta de su abuelo Pepe mientras no fuese la hora de regresar a clase; después volvía al colegio; su madre le esperaba a la salida cuando eran las cinco en punto; ya en casa veía los dibujos un rat más hasta que comenzaba el telenoticias y finalmente se iba a dormir. Los acontecimientos que anteriormente eran motivo de emoción y júbilo se venían sucediendo ahora con una sórdida regularidad. Las navidades llegaron de forma repentina sin que Klaüs pudiese disfrutar de aquellos días previos de intriga y alteración. - Los regalos que vienen en cajas grandes siempre hacen el triple de ilusión - le decía su primo Sergio haciendo alusión a la bicicleta de montaña que sus padres le acababan de regalar. - Ja ja ja, tienes razón - asentía Klaüs divertido ante su acertada elucidación - Voy a la cocina a beber agua. - Póntela del grifo, que la de la nevera está friísima como diría tu yayo - le advirtió Cloe al oírle. Las fiestas transcurrieron como de costumbre, solo que esta vez resultaron algo más sobrias. ¿Por qué? ¿Quién era el culpable de que las cosas no fuesen como antes? A los pocos días ya estaba de vuelta en el colegio sin apenas rozar la depresión a la que solía sumirse cuando regresaba. El ritmo acelerado que estaban tomando los nuevos episodios de su vida le llevaron a preguntarse si tal vez no estaba yendo todo demasiado deprisa. Los días no parecían tan largos como antes, las estaciones se sucedían fugazmente y atrás quedaba más de lo que parecía que debía venir en adelante ¿significaba eso que estaba dejando de ser un niño? Se aterró al pensar que pronto estaría saliendo del colegio para ponerse a trabajar y recordó una vez más el sueño en el que vio a su padre en la fabrica de bañeras. ¿Qué le reportaría el trabajo? ¿Qué le esperaba después?. Se estremeció, pues no sabía hacía adonde se dirigía y necesitaba saberlo pero nadie era capaz de contestar por él. Lo único que conocía con seguridad es que en la trayectoria de la vida había solo un final, y de la manera en que venían aconteciendo los ciclos, aunque éste estuviese aún muy lejano, el tiempo se le echaba encima adueñándose de un mayor fragmento de su existencia. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Retomaron las clases de matemáticas de Adler, que esta vez impartía en sus lecciones las fracciones y los tantos por ciento. Durante el intervalo de tiempo que les dejaba el profesor para hacer los ejercicios Klaüs empleó lo que había aprendido sobre porcentajes para aplicarlo a aquello que más importancia tenía para él en aquel momento; con ellos determinó que, a sus nueve años de edad, había vivido ya más de una décima parte de su vida y se sintió abatido por su propia conclusión. Un haz de luz anaranjado procedente del encendido sol de la tarde resplandecía sobre su pupitre, el silencio se había adueñado de la clase mientras cada uno trabajaba en los nuevos ejercicios del libro ¿Estaría alguien pensando lo mismo que él en aquel preciso instante? Levantó la mirada de entre las hojas de su cuaderno y un breve golpe de vista le sirvió por respuesta. El fulgor de la siempre prodigiosa luz solar le devolvía como de costumbre a la vida, pero ¿Qué sentido tenía entonces vivir? *** * SE GENEROSO CONTIGO MISMO * La medalla que me otorgaron en primero de preescolar fue el último contacto que tuve con las clases de natación hasta los siete años, entonces tenía solo cuatro y pasaron tres más hasta que conseguí aprender a nadar, seguramente todos los demás chicos de la escuela ya lo habrían conseguido a esas alturas. Tenía la certeza de que ambos, tanto Manuel como Carlos, sabían nadar pues llegó a mis oídos que algunos fines de semana ellos iban juntos a la piscina municipal. De Yod también lo suponía aunque prefería creer que no era así, por lo menos para no sentirme tan inepto. La realidad era que me había quedado atrás, hacía ya demasiado tiempo que pospuse las clases de natación y a mis siete años todavía usaba el flotador cuando iba a la playa. La natación junto con la bicicleta fueron las principales asignaturas pendientes de mi infancia; me hacía sentir muy avergonzado no saber montar en mi bici sin las ruedas pequeñas, pero mucho más abochornado me sentía por no haber sabido aprovechar el tiempo que pasé en aquellas clases. Cuando un niño que era más pequeño que yo me preguntó en la playa por qué llevaba aún el flotador no tuve agallas de confesarle que todavía no había aprendido a nadar, así que le contesté que lo llevaba porque me lo habían regalado. Por suerte para mí, mis padres volvieron a mover ficha y en julio de aquel mismo año me apuntaron de nuevo a clases de natación. Para que podáis ubicarlo cronológicamente en la historia que os he estado contando desde hace ya varios capítulos os diré que esto sucedió en el verano antes de verme las caras con Adler en el estrado. Puede que os hayáis estado preguntando: - ¿Qué demonios tiene que ver toda esta historia con el amor? Está claro que el libro se titula Klaüs Zayin y las siete formas del amor y por ahora, del amor, solo hemos - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - conocido las primeras calabazas que le otorgaron en su vida al protagonista que de momento resulta de lo más patético. Pues bien, en respuesta a vuestra pregunta os contestaré que, a mi parecer, todo está directamente relacionado con el amor. En alguna ocasión habréis necesitado un consejo acerca de cómo comportaros en determinadas situaciones y puede que alguien os haya respondido con alguna frase tal que esta: Sé tú mismo. Para entonces Klaüs ya la había escuchado en determinadas circunstancias pero aún tardó algún tiempo en descifrar su significado. Mediante esta historia pretendo conduciros hasta el momento en el que el joven Zayin consigue resolver el misterio a esta sentencia por sí mismo. Así podréis encontrar un paralelismo entre su vida y la vuestra que os ayude a descifrar quiénes sois en realidad. Para los que ya lo saben: mis felicitaciones. Para los que aún no han llegado a una conclusión que les complazca aquí les describo la fórmula esencial: <Poder ser vosotros mismos, es decir, comportaros según el dictamen de vuestra idiosincrasia propia, no es difícil si os conocéis y os aceptáis. Puede que todavía no os conozcáis lo suficiente y puede que tampoco os aceptéis tal y como sois si no os tenéis verdadero aprecio. Esto último es muy importante: llegar a desarrollar el aprecio por uno mismo. Por norma general nos acostumbramos a la idea de que debemos agradar a la gente que nos rodea mostrándonos lo más corteses, amigables e interesantes posible; nada más lejos de la realidad puesto que en muchas ocasiones nos obligamos a representar un comportamiento que no concuerda para nada con nuestro estado de ánimo o con nuestras intenciones y que nos hace parecer hipócritas, fingidos e incoherentes ante los demás, reflejando un holograma ficticio que dista mucho de la imagen que de nosotros mismos pretendemos ofrecer. Copiar los gestos, la apariencia o las características de otros no sirve sino para parodiar el concepto que los demás tienen sobre nosotros. En el transcurso de esta novela advertiréis que Klaüs Zayin toma muchos rasgos de la personalidad de la gente con la que se rodea, pero eso no significa que termine siendo exactamente igual que alguno de ellos. Para descubrir nuestra personalidad propia debemos aprender de la de los demás, tanto de las personas que parece que nos son afines como de las que nos parece que no lo son. Solo así, como si se tratase de montar un puzzle a base de ir reuniendo piezas, podremos construir una identidad para nosotros mismos que de verdad nos guste y de la que podamos llegar a enamorarnos para enamorar con ella a los demás. En un sinfín de ocasiones a lo largo de vuestras vidas deberéis tragaros el orgullo para poder progresar, para poder dejar atrás los obstáculos que se os presentan y que os impiden llegar más lejos. Muchas veces tendréis la posibilidad de evitarlos pero es preferible que los superéis, pues a lo que algunos llaman problemas no son sino experiencias que nos ayudan a ser mejores; al igual que en las matemáticas, resolver los ejercicios más difíciles nos ayuda a consolidar lo que hemos aprendido. En esta historia Klaüs estaba convencido de que era incapaz de aprender a nadar, no le quedó más remedio que enfrentarse finalmente a su soberbia aceptando la vejación de que le enseñasen en unas clases rodeado de niños pequeños. Aquel fue su primer gran triunfo pues por vez primera - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - terminó sacrificando su arrogancia; para su sorpresa obtiene a cambio la satisfacción de aprender a nadar y además se le devuelve el orgullo fortalecido. Anilla El primer día de las clases de natación me rodeé de niños que eran más pequeños que yo, entonces tenía siete años y ellos rondarían los cinco. Pese a que el resto tampoco sabían nadar yo me sentía igualmente humillado por no saber a mi edad; era como un repetidor de los del colegio. En mi clase hubo un niño que repitió segundo de básica porque no sabía leer y me pareció muy lamentable, en esta ocasión era yo el que se encontraba en su situación; me convencí a mí mismo de que algún día debía aprender y que el bochorno de asistir a un curso con niños pequeños era el precio que debía pagar por haber evitado el problema durante tanto tiempo. Fue otro duro golpe contra mi orgullo, en la piscina se me veía de lejos pues era él más alto de la fila; a su vez también parecía el más torpe. Me esperé a ser el último en lanzarse al agua, estaba atemorizado ante mi inminente ridículo. Cuando asistí a aquellas primeras clases de natación en donde me otorgaron la merecidísima medalla podíamos acceder al agua caminando, es decir, la piscina estaba construida en forma de rampa comenzando desde el nivel normal del suelo hasta que en el extremo más alejado y a medida que te ibas adentrando te cubría por completo. Esta vez no había rampa, tampoco había posibilidad de hacer pie en la piscina, me estaba llegando el turno y tendría que saltar al agua a sabiendas de que era incapaz de nadar y de que estaba acobardado. El intenso olor a cloro me turbaba, odié la piscina. Entonces la monitora me dio la orden con su silbato de tirarme al agua y, al verme sin escapatoria, me lancé como pude. Caí como una bola de plomo, haciendo continuos aspavientos con los brazos para mantenerme en la superficie. Me hundí; luego luché por salir a flote durante un instante de auténtica angustia pero cada vez estaba más agotado. Finalmente me abandoné a mi suerte, me desmoroné y acabé hundiéndome. Me escocían los ojos, me entró agua por la nariz y aun así trataba de tener la boca cerrada; la imagen borrosa que percibía del fondo de la piscina (no llevaba las gafas) terminó por difuminarse y se fundió en negro, de la oscuridad apareció la luminosa niebla anaranjada que se extendía girando en espiral y me sentí como adormecido. Noté cómo de pronto algo tiraba de mi cabeza, como si un brazo fuerte me rodease el cuello acompañándome hacia la superficie. Volví a respirar, tosí el agua que había tragado mientras la monitora me sostenía con un gancho que parecía un gigante brazo de paraguas, me agarré a él y me ayudó a salir. Durante el resto de aquella primera clase hicimos los ejercicios cogidos a una tabla que nos servía de flotador y mi cobardía se fue amainando; a medida que transcurrían los días le perdía el miedo a nadar pese a que aún me costaba lanzarme al agua. La semana siguiente ya nadaba por mí mismo, estaba muy contento y deseaba que acabasen las clases para dejar por fin el grupo de los pequeños. Aún me quedaba mucho por aprender. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El cursillo de natación se sucedió más o menos bien a partir de entonces, salvo en una segunda ocasión en la que se me puso a prueba y volví a darme cuenta de lo débil que podía llegar a ser. Aquella tarde, una vez realizamos los primeros ejercicios que solíamos hacer en cada una de las clases, la monitora hundió el gancho en el agua y nos propuso un ejercicio: debíamos deslizarnos por el palo como si fuésemos bomberos y recoger una anilla que ella tiraría al fondo de la piscina. En mi turno lo intenté un par de veces y no fui capaz de asirla ya que cuando bajaba a una relativa profundidad me dolían endemoniadamente los oídos; además era incapaz de encontrar la anilla, pues aunque abriese los ojos bajo el agua no podía verla debido a la miopía. Terminé por confesarle a la profesora que era incapaz de hacerlo, ella le dio el turno al siguiente y con el último de los niños acabó la clase. Todos consiguieron coger la anilla menos yo, pero la monitora no se iba a dar por vencida y no me iba a dejar marchar hasta que no lo hubiese conseguido. Se postró frente a mí y me obligó a repetir el ejercicio hasta que lo consiguiese. En algunos de los intentos llegaba a tocar el suelo con la mano, pero luego debía andar palpando a ciegas pues sin mis gafas no era capaz de encontrar la dichosa anilla con la vista; cada vez me escocían más los ojos de tanto abrirlos bajo el agua, me dolían los oídos y me costaba más respirar porque me sentía angustiado. Terminé llorando delante de la profesora, estaba acostumbrado a llorar pues de pequeño siempre fui un llorica. Ella no se doblegó ante mis gimoteos, me obligó impasible a volver a intentarlo una y otra vez. Cada vez me resultaba más difícil sumergirme, apenas podía contener el aire en mis pulmones después de haber estado llorando. La monitora ni se inmutó; cuando comprendí que no me iba a dejar marchar hasta que lo consiguiese traté de serenarme, hice por recuperar la normalidad de mi respiración y volví a intentarlo un par de veces más. A la segunda estuve a punto y a la tercera di por casualidad con la anilla y, entre aliviado y eufórico, subí con ella a la superficie. Entonces la monitora me dijo: - ¿Lo ves como no era tan difícil? - y sonriéndome me dejó por fin marchar hacia los vestuarios. La odié durante las siguientes clases por haberme visto sometido de aquella manera, después recapacité y me di cuenta de que lo había hecho por mi bien. Está claro que no se lo agradecí nunca pero supongo que ella tampoco lo pretendió. Ojalá hubiese encontrado a alguien como la monitora de natación para que me hubiese enseñado a montar en bici; mi padre me quitaba las ruedas de atrás y mientras me decía que no me preocupase, que él jamás me soltaría me soltaba una y otra vez. Me pelé tanto las rodillas de cuantas veces me caí que terminé desistiendo y aún es hoy que no sé montar del todo bien en la bicicleta. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ESCLAVO DE TUS GAFAS Después de un año tenso en el que algunas de las clases se le habían hecho muy cuesta arriba, Klaüs despertaba una soleada mañana de junio apunto para recibir las calificaciones finales que eran la premisa inequívoca de que las ansiadas vacaciones de verano estaban por fin a su alcance. Los primeros signos de su llegada se empezaban a evidenciar a mitad de mayo, entonces Klaüs comenzaba a vestir camisetas de manga corta y más adelante pantalones cortos. Su madre guardaba la ropa de invierno en la estantería superior del armario; se terminaron las camisas y los vaqueros por lo menos hasta después de agosto. Cloe le había acostumbrado a vestir siempre camisa, jerséis y pantalones largos pese a que la mayoría de sus compañeros solían ir en chándal al colegio. Sólo durante el periodo de vacaciones conseguía liberarse de estos atuendos y podía llevar ropa más cómoda. Ella estaba encantada de poder ataviarlo con semejante indumentaria pues Klaüs no era un niño que volviese a casa hecho un harapo, y con más motivo su ropa le hacía lucir una apariencia pulcra; en algunas ocasiones incluso demasiado relamida. Aquellos atavíos le conferían una solemne distinción entre el resto con la que secretamente se vanagloriaba de su porte. Coqueto y casquivano, dábase a sí mismo nuevos motivos para volverse todavía más engreído. De nuevo volvió a transcurrir el mes de julio en compañía de sus abuelos sin mayor preocupación que la de asistir por las tardes al centro cultural, él esperaba poder encontrarse allí con Yod tal y como sucedió en años anteriores, pero por lo visto esta vez sus padres no le habían apuntado. La primera tarde que pasó en el centro se encontró solo, rodeado únicamente de aquellos chicos a los que no conocía de nada. Se sintió desubicado igual que cuando comenzó en preescolar, estaba claro que aquel no era su sitio. Las circunstancias le exigían ahora que aprendiese de una vez por todas a integrarse en un grupo de niños donde no conocía a nadie y que le parecían de lo más vulgar. Después de una semana aún no había conseguido entablar amistad con ninguno de ellos, más bien se evidenciaba un clima de notable austeridad hacia él con cada tarde que pasaba. Estaban pintando un mural cuando de pronto uno de los chicos le sacudió un manotazo accidentalmente y le rompió las gafas. - ¡¿Pero qué haces?! - se exclamó al oír sus gafas estrellarse contra el suelo. - Perdón, ha sido sin querer - se excusaba el chico. - Sí claro ¡Ha sido sin querer evitarlo! - y Klaüs se dirigió a su tutor para explicarle lo sucedido. Fue un verdadero fastidio pasar el resto día con uno de los cristales rotos. A la mañana siguiente Cloe pidió unas horas libres en su trabajo para poder acompañarle a la óptica y encargar unas gafas nuevas, iguales que las anteriores, pero que aún tardarían una semana en llegar. Mientras no se las traían Klaüs tuvo tiempo de conocer los aspectos más lamentables de su limitación: cuando iba por la - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - calle lo veía todo borroso, era incapaz de distinguir los rostros de la gente ni tan siquiera a un metro de distancia; no podía leer las señales de tráfico y por descontado tampoco sus tebeos al irse a dormir; no podía jugar a pelota ni tampoco ver la televisión; tanto al pasear como estando en su propia casa debía prestar especial atención para no chocar con cualquier tipo de obstáculo y, en consecuencia a todo esto, al final del día terminaba mentalmente fatigado. - La miopía es una incapacidad muy cruel - pensaba Klaüs frente al televisor mientras estrujaba el gesto intentando recuperar algo de nitidez - pues es una ceguera en toda regla que debemos asumir como tal. Le restamos importancia debido a que hoy por hoy disponemos de recursos tales como las gafas que corrigen la disfunción cómodamente, pero en el momento en que no podemos disponer es cuando nos damos cuenta de lo mucho que dependemos de ellas. La espera se hizo eterna, prácticamente se había acostumbrado ya a ir sin gafas cuando por fin se las trajeron. ¡Qué maravilla poder ver de nuevo! Solo aquellos que han vivido esta situación conocen el desahogo que se siente. Klaüs no volvió a dirigirle la palabra durante el resto del mes al chico que se las rompió. En un primer momento optó por perdonarle, puesto que quedó claro que se trataba de un mero accidente, pero en el transcurso de aquella semana nefasta terminó por dejar de hablarle. Sintió rabia, era muy injusto que tuviese que ser él quien se fastidiase sin tener la culpa y encima cargase con las consecuencias mientras los demás podían seguir jugando tranquilamente pasando por alto su desgracia. Se lamentó de haber sido tan inocentón, la próxima vez exigiría por lo menos una reprimenda para el culpable. Pepe: ¿Qué estás haciendo con la sal de frutas? - le preguntó su abuelo. Klaüs: Estoy haciendo expirimentos, yayo - fue su respuesta. Pepe - ¡Pues vaya desastres me estás haciendo! y ¿para qué vale el expirimento? Klaüs: Es un veneno. Pepe: Madre mía con el zagal. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - TIEMPO Y TROFEOS Klaüs se acercó nadando hacia la orilla, buscando un sitio donde pudiese ponerse en pie para quitarse las gafas de bucear. Como llevaba sumergiéndose toda la mañana llegó un punto en el que se le había empañado mucho el cristal y ya le costaba ver bajo el agua. Entonces dirigió la vista hacia la costa y creyó divisar a su madre haciéndole señales desde la toalla para que volviese. Sus amigos ya se habían ido a casa así que probablemente debía ser la hora de comer, salió del agua y se tendió boca arriba en la toalla para secarse. Entreabrió los ojos y a través de la sombrilla contemplaba el sol del mediodía que calentaba todo su cuerpo proporcionándole aquella sensación de grato bienestar tan propia del verano; toda la semana había transcurrido igual, pero la rutina durante el mes de agosto era más satisfactoria que durante el resto del año. A él le encantaba aburrirse en vacaciones, no tenía nada que ver con los letárgicos fines de semana en el camping de la montaña ni tampoco con la monotonía de la vida escolar cotidiana; entonces se convertía en un entusiasta de la pasividad. Cada día bajaban a la playa después de desayunar, allí se encontraba con sus amigos y se divertían jugando durante toda la mañana hasta la hora de comer. Después harían la siesta y más tarde, sobre las seis, saldrían a pasear los tres o irían a pescar con Básil. A finales de agosto concertaban un concurso de pesca infantil en el que acostumbraba a participar, la primera vez que su padre le apuntó él no estaba muy entusiasmado con la idea pero finalmente, con su ayuda, quedó en segundo lugar y esto le alentó para seguir acudiendo. Cada año desde entonces competía en el concurso y varias veces llegó incluso a conseguir situarse en el primer puesto. La vida durante las vacaciones transcurría de lo más placentera, agosto terminó convirtiéndose en algo así como la recompensa por soportar el colegio durante todo un año; ese era su objetivo. Ahora ya sabía que en cuanto terminase el ocio volvería al inacabable periodo de actividad escolar, así que trataba de aburrirse todo cuanto le era posible; descubrió que en verano la monotonía le proporcionaba una dimensión prolongada del tiempo en el que las horas parecían sucederse con más lentitud. Observaba el techo de la habitación tumbado en su cama mientras reflexionaba sobre el tiempo, era de lo más curioso. Discurriendo se percató de que éste, tal y como lo conocemos gracias a los engranajes o los dígitos de nuestros relojes, es relativo, pues una hora del mismo reloj no valía lo mismo en agosto que en septiembre. En invierno se sentía apático y los días solían acontecer de forma constante mientras anhelaba las vacaciones; las horas pasaban deprisa, pero la espera se hacía eterna. Todo lo contrario de lo que sucedía en verano, el calor y las horas de luz le revitalizaban, los días parecían intensos y sentía aprovecharlos de verdad llegando a perder la noción del tiempo en el transcurso de los mismos; de la misma manera se daba cuenta de que, en conjunto, el tiempo de ocio se percibía más efímero que en invierno. Si las horas se le hacían tan largas en agosto ¿Por qué las vacaciones le parecían tan escuetas? Aprendiste la lección Klaüs: La espera se hace eterna, el deleite es fugaz - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Hasta ahora pensar en el futuro le sobrecogía, pues tenía la sensación de que todo acontecía precipitadamente. Si su vida continuaba avanzando a ese ritmo tan frenético pronto se haría mayor, comenzaría a asumir las responsabilidades propias de los adultos y lo que era peor, terminaría trabajando. Después de meditar sobre la teoría que él mismo había formulado acerca del tiempo empezó a ver un poco de claridad en las perspectivas de su porvenir. Era inevitable que con cada año que pasase en el colegio las clases se complicarían más y más; las asignaturas se volverían más peliagudas; los profesores probablemente pudieran ser aún más estrictos que Adler y con ello las posibilidades de que le obligasen a repetir curso se incrementarían. No eran unas expectativas demasiado esperanzadoras, aun así el colegio no duraría para siempre, tal vez si conseguía encontrar una aptitud que le reportase fama y prestigio las circunstancias cambiarían y podría librarse de trabajar. Podía intentar convertirse en un dibujante de renombre y trabajar cada día en sus obras, o quizá podía escribir un libro que le abriese las puertas a una sosegada carrera como escritor; también podía aspirar a trabajar en una biblioteca para así pasarse el día leyendo. Sólo debía descubrir y desarrollar algún talento que le apartase de una existencia anodina, en su mano estaba convertir su vida en un verano imperecedero. Después de la siesta salieron a pasear cerca del muelle. Mientras contemplaban el mar Klaüs se detuvo un momento para recoger un pequeño papel de colores que le llamó la atención. Cloe le regañó por coger cosas del suelo pero pronto tuvo que retractase cuando vio que lo que su hijo había encontrado era en realidad un billete de bastante valor. ¡Qué ilusión! creyó que nunca se había sentido tan afortunado en su vida. Terminaron el paseo y los tres fueron a tomar un helado para celebrarlo. - Ojalá todos los días fuesen así de estimulantes - pensó mientras saboreaba su helado de vainilla - Mañana me presentaré al concurso de pesca, seguro que gano - y así lo hizo. A la mañana siguiente se levantó pronto y salió a pescar junto con los demás competidores, había algunos niños que parecían más hábiles que él pero eso no le importó, tenía claro que la fortuna iba a estar de su lado aquella semana y seguro que le ayudaría a ganar. Una vez terminado el concurso los jueces pesaron las cantidades que cada uno de los niños había conseguido capturar y Klaüs quedó en el primer puesto. Ilusionado con su victoria recibió el trofeo de campeón de manos del alcalde del pequeño pueblo costero, después les llevaron a todos a desayunar chocolate con cruasanes. Está claro que la suerte sonríe siempre a los optimistas. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - SOBRE LA AÑORANZA DE LA NIÑEZ Tal y como os relataba en el episodio El origen de Klaüs todo comenzó en el momento en que Klaüs tomó conciencia de sí mismo por vez primera. Aquel fue el origen pues hasta entonces no existía nada más que el continente, el depósito que iría llenando de conocimiento durante el transcurso de su vida. A partir de aquel contacto primario con su existencia se incorporó, sin ser consciente de ello, a la etapa inicial de la infancia: el génesis. De la misma manera ocurre en el episodio Tiempo y trofeos que bien podría haberse llamado El final de la infancia, donde Klaüs abandona la edad infantil para dar sus primeros pasos en la pubertad, también de forma inconsciente, a partir de un pensamiento que le hace cuestionarse su papel dentro de la sociedad que le rodea. Entonces comienza a ver más allá de su momento actual para plantearse qué le deparará el futuro en adelante. Podemos señalar con acierto cuándo empiezan y cuándo terminan las estaciones, disponemos de calendarios que nos indican el día exacto en el que, según lo establecido, abandonamos el invierno para ingresar en la primavera. Pero ¿podríamos determinar con la misma exactitud cuándo evolucionamos de una de las etapas de nuestra vida a la siguiente? Es del todo probable que en determinadas ocasiones alguien os haya podido plantear: ¡Quién pudiera volver a ser niño! Qué bien viven los niños sin preocupaciones Ojalá pudiese volver atrás en el tiempo Unas afirmaciones que yo considero que son del todo irreflexivas y desacertadas, pues siendo niños la gran mayoría de nosotros estamos deseando hacernos adultos para poder disfrutar de los privilegios de serlo. La misma sociedad nos traza unas pautas de conducta y nos muestra unas directrices que nos deben servir para lograr alcanzar lo que nos venden como un símil de la perfección: la madurez. Bien de todos es sabido que en la infancia nuestros padres y tutores empleaban prototipos de madurez para mostrarnos lo que es correcto y lo que no, solían recriminarnos por nuestro comportamiento infantil y convertían de forma subliminal la formalidad y la razón en nuestras mayores aspiraciones. Por el momento ya podemos conjeturar que las estaciones de cada persona dependen del psique y no de la edad estipulada por un calendario; sucede igual que en las estaciones del año: el hecho de que podamos determinar el día en que comienza el verano no significa que la meteorología propia de la primavera se interrumpa ineluctablemente el veintiuno o veintidós de Marzo. Todos tenemos un miedo inherente a los cambios, esto es debido a que en nuestra infancia debemos aprender a adaptarnos a las circunstancias que nos rodean en las cuales estamos, sin lugar a dudas, expuestos de forma constante a lo desconocido. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Por eso determino que no se les debe exigir a los niños que dejen de comportarse como tal, muy al contrario, debe honrarse el candor, la espontaneidad y la ingenuidad de los infantes. Hay un momento para cada edad y no podemos desdeñar nuestra infancia en pos de madurar lo antes posible pues en ese caso estaríamos dejando atrás la primera de las estaciones de nuestra vida que, a diferencia de las estaciones del año, sólo se suceden una vez. Para aquellos que hoy añoran su niñez me gustaría persuadirles a que hagan uso de esa nostalgia y les permitan a sus chicos disfrutar abiertamente de la inocencia, así como ellos disfrutan ahora de su tan ansiada edad adulta. Hay gente que alude que tenemos mucho por aprender de nuestros hijos, pero si nosotros hemos sido niños antes... ¿Qué es lo que nos hemos olvidado aprender? *** REALIDAD FANTASTICA Ante todo quería darte las gracias a ti, por haber llegado tan lejos. Ahora mismo te adentras en la segunda mitad de la primera parte, bastante más confusa que la primera pero también más dinámica. Como habrás podido advertir, esta novela no entraña ningún misterio inherente ni nos sumerge en una embrollada trama con un final inesperado. Esta historia persigue exponerse mediante un hilo argumental que se basa en el tiempo lineal de la vida de Klaüs y que, como es lógico, nos suena conocido pues por lo general todos hemos seguido una trayectoria similar en nuestro génesis. Es mi deber recordarte en todo momento que el fin de este relato consiste en desarrollar la Trigonometría del Amor y legitimarla mediante las experiencias de Klaüs Zayin, por eso no se basa en la ficción pues de lo contrario como tal, y siempre bajo mi punto de vista, sería una mentira. No discrimino con ello las novelas de ficción ya que muchas de ellas dentro de la fantasía contienen como base una verdad o un supuesto, bien de forma latente o patente, que podrían ser aplicables a nuestro presente o a nuestro futuro. Está claro que no es eso lo que yo pretendía. Lo que creo necesario elogiar es el correcto uso de la fantasía, por eso me gustaría suscitar el apelativo de Realidad Fantástica para este texto. Cuando empecé a escribir pretendía crear una obra que enganchase y además pudiera resultar útil al igual que un libro de autoayuda. Según se iba desenvolviendo la redacción esta meta se apercibía como muy poco probable y comencé a temer que el libro terminase siendo un manuscrito insulso y aburrido. Lo que he podido comprobar al transcribir las lecciones del ensayo es que las ideas se deben argumentar lo más sintetizadas posible e ilustrarlas siempre con un ejemplo que sea asequible, por eso los capítulos en los que hablé sobre la Trigonometría del Amor procuraba que me saliesen cortos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Finalmente he terminado adoptando esta misma directriz a la hora de escribir el resto de la novela adaptándola a mi forma particular de leer. Cada noche antes de acostarme leo para conciliar el sueño, suelo buscar lecturas ágiles que no me entretengan en cada capítulo durante más de seis páginas porque en cuanto comienzo a adormilarme ya me es imposible seguir prestando atención. Debo aclarar también que he evitado a toda costa el hecho de escribir en pos de la comercialidad y me he liberado por completo para no caer en el error de redactar la obra pensando en la aceptación de los lectores; he llegado a pensar que habrá momentos en los que probablemente me censure a mí mismo puesto que alguno de los capítulos que están por venir pueden llegar a escandalizar a aquellas personas más sensibles. En el afán por plasmar de manera íntegra mi pensamiento he tomado la decisión de que no debería omitirlos. He estado discurriendo también acerca de la fama y queda claro que no me identifico con ningún escritor, pues no creo que yo lo sea. Una vez leí un comentario sobre un libro de Sherlock Holmes en el que este nos invitaba a no viajar, el detective aseguraba que viajar es nefasto puesto que expande la mente y esto para su trabajo no era demasiado bueno. He determinado hacer caso de esta enseñanza a la hora de escribir, procurando no adoptar ningún modelo literario para asegurarme que no copio la esencia de cualquier otra obra. He llegado a la conclusión de que podría regalar mi novela por internet y creo que lo más probable es que lo haga, aunque también he pensado fríamente en el dinero y todo eso. Siempre es tentador soñar con poder ventilarse la hipoteca pero para mí tal vez sea más importante saber que llego a muchos lectores y disfrutar con las valoraciones de aquellos que han leído este libro, que no es otra cosa que una compilación de conversaciones con mi psicólogo particular. En esta ocasión me siento en vuestro diván y sois vosotros quienes profundizáis en mi subconsciente. Esta semana aparecía una nueva obra de Zafón a la venta y han estado hablando por la radio de las cifras millonarias que le reportará la publicación. Yo no ambiciono ni pretendo eso pese a que pueda sonar a mera altanería. Por supuesto que me gustaría ser rico al instante, como todos, pero no quisiera lucrarme a costa de algo que creo que debería estar al alcance de quien se interesase por voluntad propia. Hace mucho tiempo que abandoné toda esperanza de poder vivir sin trabajar y también la de trabajar en aquello que de verdad me gusta; con eso no quiero decir que no considere el ser escritor un oficio legítimo, al contrario, sucede del mismo modo que en los demás tipos de arte ya sea con la pintura, con la música, etc... Soy incapaz de ponerle precio a lo que considero el proceso creativo de cada uno.; subastar la historia, los sueños, la realidad… los sentimientos de muchas personas al fin y al cabo. Muchas empresas dedicadas a la divulgación de arte en cualquiera de sus formas deberían reconsiderar su postura teniendo en cuenta que el total de sus ganancias provienen de privatizar ideas que deberían estar al alcance de todos. Así pues, me he propuesto que sólo publicaré para aquellos a los que de verdad les gustaría tener una edición en formato de papel de Klaüs Zayin y las siete formas del amor. Este criterio es lo que yo considero más coherente, ejemplo de ello está en mi afición por coleccionar discos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Hace ya algún tiempo, antes de la incursión de internet en mi vida, compraba del orden de uno o dos discos compactos a la semana. Llegué a tener muchísimos pero muy pocos de ellos valían realmente la pena, en algunos casos sólo me gustaba una canción y otras veces me los compraba simplemente porque me los habían recomendado; terminé vendiendo o cambiando la mayoría de ellos cuando llegué a la conclusión de que si no me gustaban y no los escuchaba era irrisorio que los atesorase. Ahora descargo música de la red y solo compro aquellos que de verdad me gustan, no negaré el hecho de que ahora ya no sigo comprando discos con la misma frecuencia que antes. Sobre este criterio he aprendido que hay bandas muy buenas que tienen unos discos muy malos y bandas que podríamos calificar de mediocres (en lo que a medios se refiere) que tienen unos discos sublimes. Actualmente no considero que existan artistas mejores o peores en ninguno de los campos; puede haber músicos más profesionales, unos que hagan un determinado tipo de sonido que me guste más que otro... pero siempre se les debe reconocer por su arte, mejor dicho, no se les debe desprestigiar aunque su obra no sea de nuestro agrado. Por eso te invito a escribir, y hazlo como te dé la gana; es posible que al leer los primeros episodios de la infancia de Klaüs te haya vuelto a la memoria algún recuerdo de la tuya propia, cualquier pensamiento por ínfimo que sea puede llevarte a conclusiones que te sirvan para darle sentido a tu creación pues, al final, las únicas obras que merecen de verdad la pena son aquellas que te dicen algo, que se expresan. En tu niñez encontrarás muchos indicios para solventar las dudas que tengas acerca de la realidad que ahora estás viviendo, no la desestimes nunca, recupérala siempre que te sea posible aunque te avergüence en determinadas ocasiones. La esencia de la mayoría de los músicos se encuentra en sus primeras obras. Todo lo que eres ahora ya lo eras entonces, y no debes olvidarlo. *** EL HACHA DE ORO Había sido una hermosa tarde de domingo, llegaba el ocaso y el sol se escondía tras el horizonte, a estas alturas poco quedaba ya de la radiante luz escarlata de la gran esfera. Klaüs el campesino se disponía a regresar a su hogar después de salir a talar leña en el bosque, en realidad no la necesitaba pero había hecho de la rutina un hábito ameno para los domingos. Una vez que hubo descendido del monte se detuvo un momento en la laguna a descansar antes de continuar la marcha. Se postró ante ella dispuesto a beber, estaba agotado de acarrear el fardo con la madera pues había recogido algo más de la que acostumbraba a cargar habitualmente. Se colmó las manos con el agua vidriosa de la laguna que ahora resplandecía bajo el último de los haces de luz del crepúsculo; se mojó la cara para refrescarse y recuperar el aliento después del esfuerzo; luego bebió. Cuando sació la sed se secó la barba con su camisa y se sentó en la orilla a respirar la cálida y sutil brisa que suspiraba la montaña en las luengas tardes de verano. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Reposó por un instante contemplando la prodigiosa acuarela que le brindaba la puesta de sol. Poco después se disponía a reemprender su camino de vuelta, cargó nuevamente con el fardo sobre el hombro y, al ladearse, el hacha que llevaba colgada se desprendió de su cinturón. No le dio tiempo a pestañear, solo se oyó el golpe contra el agua cuando esta se hundió en el lago. Sobresaltado, Klaüs soltó el fardo y sin pensarlo dos veces se remangó e intentó dar con el hacha a toda prisa. Estaba oscureciendo, si no conseguía encontrarla ahora probablemente las corrientes de la laguna la arrastrarían hacia el fondo y quedaría enterrada en el lodo. Acababa de perder la mejor de sus herramientas; continuó rastreando, la buscó sin fortuna y terminó por abandonar cuando, abatido, perdió toda esperanza de poder localizarla. La noche se había cerrado, la luna iluminaba el lago creando un áureo cordón que trazaba un sendero en línea recta a través del agua en dirección hacia el astro. De pronto percibió una tenue luz que centelleaba en la oscuridad, alzó la vista y de entre los destellos celeste y blanco vislumbró a la ninfa del pantano. Era la primera vez que se manifestaba ante él pero su inesperada aparición no le turbó en absoluto, había oído hablar antes de ella y de su belleza, era un espectáculo insólito y cautivador como un eclipse o una lluvia de cometas. Entonces retiró el brazo del agua y se incorporó para poder deleitarse con su propio asombro mientras durase el instante. Admiró boquiabierto su presencia, le conquistaba a su vez una sensación de serenidad que probablemente hacía muchos años que no sentía. Recordó a su madre recitándole las historias que contaban en el pueblo sobre la ninfa del pantano, él la escuchaba arropado en la cama, entonces era solo un niño pero nunca llegó a olvidar aquella escena pues era uno de los momentos que su memoria conservaba con más afecto. <Su rostro era reflejo de la misma noche, su cabello era del color del vacío eterno y sus ojos eran claros, tan claros como un glaciar en medio de un océano profundo, cualquiera que los había visto podía tener la sensación de contemplar la luna como lo hacen los poetas embelesados y los melancólicos. Es su espíritu el que cautiva sin remedio, un vendaval de lluvia de una tarde de invierno de la que bien se podría decir que tenía la misma luz que la última hora de la humanidad. Implacable pero seductora, así era.> - Klaüs - susurraba el viento entre los árboles, la ninfa le estaba llamando. - Acércate - le dijo, y él se acercó. Puso un pie sobre el agua y sintió que podía avanzar firmemente por el camino que reflejaba Selene. Sus pasos le llevaron como en sueños hasta el centro del lago, se detuvo cuando advirtió que la claridad que emanaba el aura de la ninfa no le permitía acercarse más. - He visto cómo tu hacha caía en el lago - espetó con un confortable susurro - la he recogido para devolvértela. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Con un grácil gesto descubrió uno de sus brazos que hasta entonces permanecía bajo la túnica azabache. En su mano sostenía indudablemente un hacha aunque esta se veía más ostentosa que la que había perdido Klaüs en el lago. El hacha que le mostraba la ninfa había sido fraguada con oro. Le preguntó: -¿Es ésta tu hacha joven Klaüs? Klaüs vaciló un momento al dar su veredicto pues se abstraía admirando la escena con detenimiento. En su respuesta intentó mostrarse seguro y contestó negativamente. -¿Tal vez ésta? - inquirió de nuevo, luego levantó el otro brazo tan delicadamente como lo hizo con el anterior y esta vez le mostraba una refulgente hacha de plata. Parecía muy valiosa, tal vez valía más de lo que podría reunir Klaüs trabajando durante toda su vida. - No, ninguna de esas dos herramientas son mías, mi hacha es mucho más humilde. La ninfa se sonrió, el resplandor que emanaba su aura se volvió más intenso y cegó al modesto campesino que se desequilibró y cayó sobre su rodilla derecha. Cuando pudo volver a abrir los ojos se percató de que la aparición del lago se había situado frente a él, extendió sus brazos y le presentó las tres hachas: la de oro, la de argento y la suya. - Ten, humilde campesino. Todas te pertenecen ahora pues estoy convencida de que eres el más indicado para poseerlas y hacer buen uso de ellas. Volvió a deslumbrarle con el resplandor mientras su silueta se fundía en el color sombrío del agua de la laguna, cuando Klaüs consiguió recuperarse de la ceguera todo había vuelto a la normalidad, todo excepto su vida en la que había devenido un giro inesperado. ¿Cómo acontecería a partir de ahora? *** KLAUS EN EL BUCLE La mochila no daba más de sí y Klaüs comenzaba a desesperar porque no encontraba la manera de introducir en ella todos los libros de texto que le hacían falta para el día siguiente. En la primera reunión de padres, previo comienzo del curso escolar, ya se habían escuchado quejas manifestándose en desacuerdo con el exorbitante volumen de libros y material escolar que el colegio exigía para poder seguir las clases; por lo visto estas quejas habían sido desatendidas y finalmente no se adoptó ningún tipo de medida al respecto. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La cartera debía pesar una tonelada por lo menos, en ella había metido los libros, el diccionario, su estuche con los bolígrafos, el juego de reglas, otro estuche para los rotuladores y aún debía guardar sitio para que su madre pudiese poner el desayuno. No hubo forma de que entrase la carpeta así que decidió que la llevaría en la mano, cerró la cremallera de su mochila como pudo y la dejó junto al armario, la verdad es que daba la impresión de que las costuras podían estallar de un momento a otro. Se quedó observándola mientras tomaba asiento en su cama, pensó que probablemente cada día a partir de entonces debería cargar con aquella descomunal talega hasta el fin de su paso por la educación básica. Supuso que si todos los demás lo hacían, él también terminaría acostumbrándose. No era casualidad que las vacaciones terminasen así, como siempre en el día más fatídico de la semana. A las seis de la tarde del último domingo antes de retomar las clases Klaüs leía un tebeo tumbado en su cama, en cuestión de unas horas volvería a desvanecerse el sueño de libertad que vivía cada verano y la habitación presentaba un marcado aire melancólico al que ya se estaba acostumbrando; comenzaba a ser previsible. Mientras leía en la soledad de su cuarto le invadían recuerdos de las clases del año anterior: las matemáticas de Adler, su primer examen, los momentos embarazosos en las clases de educación física, las vejaciones... todo eso estaba a punto de volver en cuanto despertase a la mañana siguiente. Aquellos privilegios que le otorgaban las vacaciones serían fulminados nuevamente, cada año que pasaba le resultaba el verano aún más efímero. Por primera vez había conseguido resignarse a su destino inmediato, mientras leía sus tebeos podía librarse de pensar en lo nefasto que era regresar a todo eso. Entonces recordó a sus amigos: a Manuel, a Carlos y a Yod; ellos eran como siempre lo único que tenía de bueno volver a la escuela. Instantes después Cloe se asomó tras la puerta de su cuarto y con expresión de simpatía le anunció: -Klaüs, vamos a ir al centro cultural, hacen un concierto ahora a las siete. - Me parece bien - le respondió Klaüs sin levantar la vista de entre las viñetas. - No, quería decir que vamos a ir los tres. - ¡Jo! Es que estoy cansado y no me apetece - le replicó. En ese preciso instante Básil asomaba tras la escena, al oírle rechistar se dio media vuelta con aire enfurecido y se dispuso para marcharse solo. - Vamos a ir los tres, sino tu padre se va a enfadar - y con esta última frase Cloe sentenció la conversación, él se puso los zapatos malhumorado mientras su padre regañaba entre dientes desde el pasillo. Entonces salieron de casa. Llegaron al centro cultural en un trayecto que se hizo - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - eterno pues, como quedaba claro que Básil no estaba de muy buen humor, pasaron todo el camino sin dirigirse la palabra. Bastante tenía Klaüs con saber que al día siguiente comenzaba las clases para encima tener que aguantar los berrinches de su padre; salir aquella tarde no le pareció una buena idea desde el principio. Una vez allí avistaron por casualidad a los señores Nekasim y la expresión en el rostro de Klaüs volvió a iluminarse. Manuel estaba con ellos, también Laura y sus padres, también Yod con los suyos. Los cuatro estuvieron al escondite por el patio del centro cultural en el que solía pasar los meses de julio ¡Qué emocionante volver a verles después de tanto tiempo! Laura le pareció tan guapa como de costumbre. Klaüs conversaba con Manuel acerca de sus vacaciones mientras Yod intentaba trepar un árbol y Laura, que ahora les había abandonado, permanecía atendiendo al concierto junto con sus padres. Por lo visto prefería la compañía de estos a jugar al escondite con Klaüs y sus amigos, o tal vez estaba realmente interesada por la música. Ya era más que evidente la diferencia de madurez que existía entre los chicos y las chicas a esa edad, puede que Laura solo estuviese jugando a hacerse la mayor para que ellos se sintieran como unos críos y dárselas de interesante. Desde luego no sabía lo que se perdía por no jugar al escondite. - ¡¿A que no me pillas?! ¡Cara de papilla! - canturreaban - Rabia rabiña, cara de piña. Mientras jugaban a perseguirse Manuel se reía sin cesar, pararon un momento para que Klaüs recuperase el aliento y pudiese administrarse el spray contra el asma. Fue entonces cuando Manuel le dijo: - No paras de mirarla Klaüs... ¿Es que te gusta la Laura?- le comentó con cierto aire de picardía. Tan solo se le pudo escapar una estúpida risita mientras se le subían los colores. Ambos comenzaron a reírse y él, dejándose llevar por el frenesí del momento, acabó confesándole que así era. En realidad sentía y había sentido mucho más que eso, pero sí, con decir que Laura le gustaba Manuel debía tener suficiente. Empleando un molesto tono de burla Manuel le amenazó con decírselo a ella; estaba claro que debía tratarse de una broma puesto que Manuel no sería capaz de hacer algo así. El seguía riéndose divertido pero ahora a Klaüs ya no le parecía todo tan gracioso. Manuel echó a correr en busca de Laura mientras Klaüs le perseguía y le tiraba de los brazos con tal de que no se le acercase para contarle nada; ambos terminaron agotándose. Manuel, entre asfixiantes carcajadas, finalmente accedió a guardarle el secreto prometiéndole que no diría nada, que no debía preocuparse. Poco después apareció Yod interrumpiendo la tensa escena y acaparando la atención de Klaüs, que ahora ya respiraba más tranquilo, para enseñarle lo que él creía que era un gran hallazgo: - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Será la cola de una lagartija? - le dijo Yod mostrándole algo terriblemente asqueroso que había encontrado en el suelo. Sin pensarlo dos veces cogió con las manos aquello que les resultaba inclasificable y cuando Klaüs se sonrió por lo absurdo de la situación ambos estallaron en risas. Después Yod se puso a perseguirle por todo el patio amedrentándole con su nuevo tesoro. - ¡Cola cochinilla Klaüs! ¡Cola cochinilla! - le gritaba. - ¡Aaaah! ¡No te me acerques con eso! ¡Qué ascoo! - exclamó Klaüs huyendo de él. Mientras corrían tuvieron que detenerse repentinamente cuando se encontraron con Laura y Manuel en uno de los pasillos del centro cultural. Laura se dirigió a Klaüs para preguntarle: - Manuel me ha dicho que me tienes que decir algo importante. Klaüs se quedó petrificado, la miraba a la cara y ella tenía una clara expresión de curiosidad mezclada con escepticismo; en segundo plano Manuel permanecía todo lo serio que podía estar, pero no cabía duda de que se le escapaba la risa porque le había contado algo. - ¡Menudo traidor! - pensaba mientras fantaseaba con estrangular a Manuel agarrándole por el cuello. Como pudo, Klaüs articuló lo primero que le vino a la cabeza, pensó apresuradamente y le dijo a Laura: - Lo que te tenía que contar es que en verano gané un trofeo en el concurso de pesca. - ¿Eso es la cosa que tanto me iba a impresionar? - le dijo mientras le miraba a los ojos como intentando adivinar si estaba mintiendo. - ¡Eso es! - sentenció rotundo sin poder disimular su alivio. Creía haber salvado la situación pero la expresión de Laura dejó de ser curiosa para ser únicamente de escepticismo, intuyó que le estaban tomando el pelo y se marchó enojada. Klaüs cogió a Manuel por el cuello y le apretó con todas sus fuerzas mientras este se reía como un poseso. - ¡A mí no me ha hecho ninguna gracia! ¡Mentiroso! ¡Me dijiste que no le dirías nada! le recriminaba Klaüs profiriéndole los insultos propios hasta los que se les permitía llegar en la edad infantil. Aburrido ya del tema, Manuel regresó con sus padres y él terminó jugando a solas con Yod. El concierto concluyó y volvieron para casa, esta vez más distendidos pues - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - sus padres habían disfrutado de verdad, Klaüs no paraba de pensar en la vergüenza que le había hecho pasar Manuel con su vejación y se preguntaba qué opinión tendría Laura al respecto. Prefirió ponerse a recordar la conversación que había tenido con ella antes del percance para así conseguir omitir lo sucedido: Laura les había comentado que ya conocía al tutor que iban a tener en el próximo curso del colegio, se llamaba Eduardo y resulta que era muy joven en comparación con los profesores que habían tenido anteriormente ¿Significaba eso que iba a ser menos estricto que los anteriores por ser más joven? si seguían avanzando cursos y con ello se incrementaba la dificultad ¿Era posible que el nuevo profesor fuese aún peor que el tiránico Adler? En cuanto se levantase por la mañana al día siguiente tendría respuesta a todas sus preguntas. Volvió a ponerse nervioso justo antes de acostarse y apenas durmió unas horas aquella noche. *** COMENZAR CON MAL PIE - Klaüs ¿dónde vas? - le preguntaba su madre - ¿No se te olvida algo? - no obtuvo respuesta alguna. Klaüs había cargado ya con su mochila y estaba dispuesto a salir por la puerta, no sabía de qué le estaba hablando. - ¡Tómate la leche! - le reprendió Cloe al verle tan despistado. - ¡Jo! - se lamentaba Klaüs. La leche estaba hirviendo, al acercarse la taza a la boca se quemó los labios y la punta de la lengua. - ¡Puaj! ¡Otra vez no! - puso el grito en el cielo cuando la membrana láctea que su madre llamaba comúnmente nata se le pegó en el paladar y la lengua. Convulsionó espasmódicamente debido a las arcadas que le produjo tan desagradable sensación. - ¡No vomites! - le gritó Cloe. Por suerte todo quedó ahí y cuando Klaüs terminó con su particular tormento matinal salieron de camino para el colegio. Hacía una mañana espléndida y era una verdadera lástima, pocos días antes podía haber aprovechado que el tiempo acompañaba para bajar a la playa, pero ahora ya no. Klaüs permanecía en fila aguardando para entrar en el aula; esta vez escuchaba expectante a sus compañeros comentar lo que habían oído acerca de Eduardo, el profesor que iba a ser su nuevo tutor en el cuarto curso. Entonces llegó Yod con su madre, Klaüs se reavivó y le hizo sitio junto a él en la cola. Como venía siendo costumbre estuvieron repitiéndose el uno al otro las mismas chorradas de las que se solían reír recordando a su vez las películas que habían visto durante el verano. Poco después llegaron juntos Manuel y Carlos aunque en esta ocasión, en lugar de dirigirse hacia donde estaban Yod y Klaüs, se quedaron en la parte de atrás de la cola manteniendo lo que parecía una conversación similar a las que solían tener los cuatro - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - pero solo entre ellos dos. Klaüs quiso restarle importancia al detalle, aun así no pudo evitar sospechar de aquel extraño comportamiento que mostraban sus amigos; ahora parecían más unidos entre ellos que antes. Sintió celos momentáneos de su compenetración y del deje de efusiva afabilidad que se proferían. Mientras pensaba en ello se percató de que estaba desatendiendo las palabras del pobre Yod, probablemente no se había dado cuenta de nada de lo que estaba sucediendo; era injusto que Manuel y Carlos les diesen de lado de una forma tan descarada, debía ser prudente y andarse con pies de plomo. Ya en la clase, tras un breve discurso del director de la escuela al que Klaüs no consiguió prestar atención en ningún momento, tomaron asiento en sus pupitres situándose más o menos como estaban ubicados el año anterior y esperaron a que entrase Eduardo. El primer día siempre aguardaban en silencio a que llegara el nuevo maestro, esta costumbre era solo provisional pues se perdía a medida que iba transcurriendo el primer trimestre; ni siquiera Adler con su carácter rudo y autoritario fue capaz de erradicar este hábito. Eduardo hizo su primer comentario en cuanto entró por la puerta y con aire fascinado se expresó por vez primera ante sus alumnos: - ¡Guau! ¡Qué calladitos estáis! - el comentario les pilló por sorpresa y se oyeron risas por toda el aula. El sabía que sus alumnos estaban nerviosos y se los ganó en su primera intervención. Klaüs no se veía muy convencido de que resultase tan genial tener un profesor joven y dicharachero, al fin y al cabo estaban en cuarto, el año anterior había sido bastante duro y presumiblemente cada curso que superasen sería el comienzo de un escalón aún más pronunciado por el que deberían ascender.Luego reflexionó acerca de su situación y su futuro en la escuela por primera vez: Estaba en cuarto, lo que significaba que solo le quedaban cuatro cursos más para que concluyese su trayectoria por los ocho en total que debía cumplir en la Educación General Básica. Vivía ahora el ecuador de su vida escolar y ya comenzaba a vislumbrarse el camino de la responsabilidad y el final de la infancia, estaba aterrado con esta premisa, hacerse mayor le parecía el final ¿Qué había hecho él para que le impidiesen vivir feliz? Se incorporó de nuevo a la realidad cuando se percató de que todo el mundo permanecía en silencio. -¿Zayin? ¿Klaüs Zayin? - Eduardo estaba acabando de pasar lista y él no se había dado cuenta hasta ahora. Se levantó sobresaltado. - ¡Aquí! - exclamó. Instantáneamente provocó la risa de sus compañeros y la del profesor, Klaüs se ruborizó de inmediato y mientras se sentaba avergonzado Eduardo le preguntó divertido: - ¿Estabas aquí? - se sonreía mientras le observaba tratando de pasar inadvertido, - ¡No te habíamos visto! - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - A él no le hizo ninguna gracia su ocurrencia, se sintió humillado en su primera intervención; desde luego no había sido un buen comienzo, Eduardo ya podía haberle etiquetado en ese preciso instante y seguro que pensaba que era un despistado. Para él siempre había sido muy importante causar una buena impresión desde el principio, esta vez comenzaba directamente con mal pie, necesitaba rectificar lo antes posible para que Eduardo no le tuviese por un holgazán distraído. Con Zayin terminó de pasar lista, lo primero que hizo el nuevo profesor fue distribuirles por el aula como convino. A Klaüs lo puso en primera fila junto con Cliff Shamen, el chico orondo de la clase. Acto seguido Eduardo se les presentó, según les contaba había concluido sus estudios en la universidad y aquel sería su último curso dando clase puesto que al año siguiente debía prestar el servicio militar. Todo aquel discurso le venía de nuevo a Klaüs, nunca antes había conocido a nadie que no fuese tan joven como para no haber hecho el servicio militar ni tan mayor como para haber terminado los estudios, fue una nueva perspectiva a su concepción de la trayectoria que había supuesto para la vida. ¿Iría él a la universidad? desconocía por completo que después de la educación básica se debiera seguir estudiando. ¿Y el servicio militar? Sería terrible tener que pasar un año entero en el ejército rodeado de gente desconocida. Supuso que iría junto con sus amigos… pero claro, si hacía el servicio militar muy probablemente le apartarían de su familia por una larga temporada... su abuela no cocinaría para él, sus compañeros le tomarían por un patoso cuando le hiciesen salir a correr y lo peor, no podría llevarse las pinzas que su madre le ponía en la cama para sujetar las sábanas y así evitar que se cayese por las noches. El futuro pintaba más negro de lo que él mismo podía imaginar, tal vez debería conocer más a fondo a Eduardo para poder hacerse a la idea de que aquello que vendría después del colegio no era tan malo como él pensaba. Aun así Eduardo era profesor a su edad, lo cual dejaba claro que si las cosas le iban bien sería porque él era una persona lista de verdad ¿Sería Klaüs tan listo como lo era Eduardo cuando fuese mayor? Eduardo repartió una hoja con los horarios de las clases que impartirían durante la semana. A diferencia de los años anteriores este sería el primero en el que tendrían varios profesores para cada una de las asignaturas. Anteriormente en los dos primeros años de su estancia en la escuela tuvieron dos profesoras, una para cada curso. Cuando pasó de párvulos a primero de básica tuvieron como profesor a Bartolomé y al curso siguiente repitieron. El año anterior había tenido como tutor al rancio de Adler del que aprendió a obedecer sin rechistar y que tantas veces le ultrajó con su lenguaje vil y tabernario. Ahora se abría una nueva etapa en su aprendizaje dentro de la escuela, Eduardo se encargaría de impartirles la mayor parte de las asignaturas tales como matemáticas, ciencias, lenguaje, plástica y dibujo. Desafortunadamente Adler continuaría siendo su profesor de gimnasia. Para la asignatura de Religión contarían con un nuevo maestro que se llamaba Agapito y que por lo visto era a su vez el director de la escuela; otra de las novedades eran las clases de educación musical con el hermano Genaro. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Por primera vez desde que estaba en el colegio le daban algo para programarse la semana, eso estaba bien pues así sabría en cada momento cuándo debía ponerse a fingir estar enfermo para no ir a las clases de educación física de Adler. De pronto un fuerte hedor le trajo de vuelta a la realidad, su nuevo compañero Cliff Shamen desprendía un hediondo olor a ácida sudoración que jamás había experimentado antes; cuando Eduardo tomó asiento en su silla una vez repartidos los horarios Klaüs aprovechó para saludarse con su nuevo compañero. - Ojalá no huela siempre así - pensó Klaüs. Shamen era uno de los chicos más mayores de la clase y también era el que, sin duda alguna, pesaba más de todos ellos. Siempre estaban detrás de él los profesores debido a su enfermedad pues no era un chico gordo como los que Klaüs había conocido anteriormente, lo suyo era un problema de salud que hacía que la gente de su alrededor le compadeciera. Cliff Shamen formaba parte del círculo de amigos de Jorge y por alguna extraña razón no solían coincidir a la hora del recreo, aún no habían tenido oportunidad de conocerse hasta ese momento. A parte de su mencionada gordura también portaba una exoprótesis en la pierna derecha, una estructura de hierro unida a un zapato ortopédico que le ayudaba a proteger sus huesos, muy castigados por el peso que debía soportar ya desde su etapa de crecimiento. Klaüs no estaba demasiado contento con la decisión que tomó Eduardo de sentarle junto a Cliff Shamen, él hubiese preferido sentarse con Yod o con Manuel; sin embargo trató de ser cortés con su nuevo compañero y pensó que tal vez con el tiempo terminaría acostumbrándose a ese desagradable olor; se sentía mal por tener unos pensamientos tan crueles hacia Cliff, seguro que si le conocía bien podían llegar a ser amigos. Luego volvió a reflexionar sobre su perspectiva, puede que Shamen fuese un incordio y un compañero pésimo; puede que fuese tan pesimista, afligido y mustio que le resultaría una carga. El no quería ser pañuelo de lágrimas para nadie y menos de alguien con unos problemas tan serios como los suyos, bastante tenía ya con todo lo que se le avecinaba. Poco después se percató de que no sabía con exactitud cómo debía tratarle, solo los días lo dirían. La clase con Eduardo terminó con una redacción acerca de las vacaciones. Klaüs sacó la libreta amarilla, aún inmaculada, que según lo establecido emplearían para escribir las redacciones y comenzó a pensar en el verano. Tenía mucho que contar pues agosto daba siempre mucho de sí: había sido campeón de pesca, había leído varios tebeos de la biblioteca y había visto muchas cosas interesantes junto al mar; también se había encontrado un billete. Eso debía bastar para escribir una buena redacción y conseguir que Eduardo se fascinase con su soltura; en verano Klaüs leyó lo suficiente como para aprender algunas palabras nuevas que ampliaban su léxico y que sus compañeros seguramente desconocerían. Una de las cosas buenas que aprendió en el pasado curso con Adler fue consultar el diccionario, lo sacó de su cartera dispuesto a emplearlo en pos de deslumbrar al profesor con su primera redacción y hacer que el percance de cuando pasó lista por la mañana quedase enterrado en el recuerdo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Me dejas tu goma? - fue lo siguiente que le oyó decir a Shamen. Klaüs le prestó su goma y cuando éste dejó de utilizarla no se la devolvió sino que la puso en su estuche. - Empezamos mal - pensó. *** TE QUEDARAS ATRAS Lo mejor de comenzar el año escolar era sin duda el olor que tienen los libros aún por estrenar; olían a nuevo, la cartera se impregnaba con el aroma de las inmaculadas libretas cuyas hojas estaban todas en blanco esperando a ser colmadas de nuevos conocimientos. Adler le había insistido mucho a Klaüs con que debía mejorar su escritura, según él la letra que hacía era horrenda, demasiado pequeña y desviada además de la cuadricula, serpenteando entre las líneas de margen. Desde los primeros años de párvulos hasta entonces habían escrito siempre a lápiz, Adler fue el primero que les había obligado a escribir algunos dictados que luego repasarían con bolígrafo de tinta azul. Aquel iba a ser el primer curso en el que únicamente emplearían el bolígrafo para escribir y Klaüs temía por su nueva libreta, pues la tinta no podía borrarse con la goma. Eduardo les haría utilizar una libreta de un color distinto para cada una de las asignaturas: la libreta amarilla la usarían para matemáticas, la verde para ciencias, etc... La primera clase que impartió el nuevo profesor fue de matemáticas e inauguraron la libreta amarilla con unos ejercicios de fracciones. Klaüs estaba convencido de que sería capaz de agradarle en cuanto le reconociese como un alumno aplicado. De alguna manera Edu se mostraba tan arrogante como Adler y ahora necesitaba causarle una buena impresión para enmendar el error del primer día. En la clase de mates (así la llamaban sus compañeros) disponía de una buena oportunidad para demostrarle que no era ningún despistado y que iba muy avanzado en esta materia; al fin y al cabo las matemáticas se le daban bien ya que después de las clases con Adler conocía el procedimiento a seguir: Sólo se debía prestar atención a la hora de comprender el método, pues luego hacer los ejercicios era como rellenar crucigramas de los que hacían en vacaciones Cloe y él para distraerse. Cuando terminó la hora de mates entregaron sus libretas y Eduardo les prometió que las corregiría para el día siguiente. Él se sentía satisfecho con su trabajo, se había esmerado tanto como pudo para hacer el primer ejercicio de la forma más pulcra posible. Estaba convencido de que sería capaz de deslumbrar a Edu en su primera intervención. Aún no concebía del todo lo de llamar Edu a Eduardo pues le parecía que era tutearle demasiado; un profesor es un profesor, pensó que sería arriesgado tomarse tantas confianzas como para llamarle por su apodo pero estaba claro que él no iba a ser menos que los demás. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - A la una del mediodía terminaron las clases de la mañana, su abuelo Pepe le esperaba en la puerta del colegio para llevarle a casa, una vez allí su abuela Bruna le tenía preparado sopa y carne empanada. Comieron, y en cuanto terminaron Klaüs y su abuelo se pusieron a ver una película de dibujos animados en el video Beta mientras no daban las dos y media, que era la hora en la que salían de casa para volver al colegio y llegar a las tres. Una nebulosa rosácea ornamentada con brillantes estrellas se iba expandiendo armónicamente a medida que sonaban las primeras notas de la canción; de entre la neblina aparecía sonriente la Pantera Rosa que sacudía la ceniza del cigarrillo que estaba fumando en una larga boquilla color azabache. Pocas cosas prometían tanto como la cabecera de los episodios de La Pantera Rosa. La primera clase de la tarde, justo después de comer, era siempre la más silenciosa y tranquila. Los profesores habían acordado ubicar las asignaturas más distendidas tales como dibujo, plástica o música a partir de las tres. Las clases de la tarde tenían un ritmo mucho más sosegado en comparación con las de la mañana y estas eran sus preferidas. A su regreso se encontró de nuevo con Shamen y antes de que llegase Eduardo estuvieron hablando sobre en qué parte del Yímbale vivía cada uno. Por lo visto su casa estaba muy cerca de la de sus abuelos y al mediodía ambos hacían el mismo camino de vuelta al colegio. Cliff le propuso que podrían volver juntos por las tardes y a él le pareció una buena idea; total, si iban a pasar el año sentados pupitre con pupitre ya no le venía de ahí. Klaüs también compadecía a Shamen por su aspecto y su enfermedad, pensó que no le costaba nada el hecho de volver con él al mediodía pues tal vez lo que necesitaba Cliff era un amigo de verdad, incluso podría jugar con su cuadrilla a la hora del recreo. Durante la clase de dibujo Cliff Shamen no despegaba la vista de su lámina en blanco. Eduardo les había propuesto hacer un dibujo libre y Klaüs se recreaba esbozando uno de sus personajes favoritos de los tebeos, finalmente Shamen le preguntó: - Están muy chulos esos dibujos Klaüs... ¿cómo lo haces? - comentó mientras señalaba con el dedo el dibujo que estaba haciendo. - Es que hice un cursillo de dibujo el año pasado, siempre me ha gustado dibujar - le respondió - Es muy fácil, si quieres te enseño. Y durante el resto de la clase empleó su tiempo aleccionando a Cliff Shamen sobre cómo dibujar. Le estaba gustando eso de enseñar, podía alardear de las cualidades que tenía dibujando ya que probablemente era él quien mejor lo hacía de la clase. Desde luego no iba a destacar en gimnasia ni jugando a fútbol, lo suyo era más el ser un cerebrito o un artista. Eduardo les llamó la atención en un par de ocasiones para que bajasen la voz y se dedicasen cada uno a su lámina, igualmente prosiguieron con lo suyo. Cliff parecía disfrutar del dibujo tanto como él. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Primero se hace una redonda que será la cabeza, luego le dibujas los ojos y la nariz. Le haces el cuerpo y luego los detalles - le explicaba Klaüs satisfecho con su nueva faceta de mentor. - ¿Te gustan los tebeos? - le preguntó Cliff. - Claro. Tengo muchos en casa. - Pues ya te dejaré los míos y tú me dejas los tuyos - Shamen comenzaba a ocupar espacio en su vida ¿Quién lo iba a decir que el chico más extraño de la clase fuese a convertirse en uno de sus amigos? Por las tardes Shamen olía especialmente mal, su sudor se hacía más hediondo y era molesto de verdad. No tuvo tiempo de seguir reflexionando en si la amistad con Cliff sería una carga para él porque en ese preciso instante apareció Yod Heber junto a su mesa y les dijo: - ¡Mirad! ¡He pintado un culo! Los tres se echaron a reír y el profesor les llamó la atención por última vez. - A la próxima os vais los tres a la calle - les amenazó Eduardo. En esta ocasión habían conseguido enfadar a Edu que les observaba desde su tarima con un gesto de irritación. Yod volvió a su silla y Klaüs se quedó serio del todo, era la primera vez que hacía enfadar al profesor con su comportamiento, no pretendía enojarle pero lo había hecho. En la mirada de Eduardo se podía percibir desconfianza y sospecha, Shamen había sido el culpable de que el profesor añadiese a Klaüs en su lista de los posibles alumnos conflictivos así que procuró permanecer serio durante el resto de la tarde; si Shamen le hablaba él le hacía callar para que no volviesen a regañarles. A la mañana siguiente Eduardo les devolvió las libretas con los problemas de matemáticas corregidos, Klaüs se ruborizó al comprobar que la página en donde había hecho el ejercicio estaba toda garabateada con anotaciones de color rojo. Eduardo no se andó con miramientos a la hora de corregir y en su trabajo había encontrado muchos errores, también hizo mención a su letra comentándole que era desastrosa y que debía mejorarla. - Los que tengáis que corregir el ejercicio deberéis hacerlo otra vez durante la clase de hoy y volvérmelo a entregar - les planteó Eduardo - Para aquellos que lo tenían bien les dejo éste otro y que lo hagan a continuación. Solo era el segundo día de clase y Klaüs ya se había quedado atrás, ¿qué pensarían sus padres al ver la libreta con tantas correcciones? Le había hecho sentir mucho más humillado Eduardo con sus tachaduras de color rojo que con cualquiera de los discursos denigrantes que les profería Adler el año anterior. Lo tomó como un aviso, se puso manos a la obra y volvió a esmerarse todo lo que pudo, revisó las faltas que - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - había cometido y antes de terminar la clase lo entregó de nuevo. Ahora que había terminado con el ejercicio anterior debía hacer también el segundo que les había puesto Edu en la pizarra. Se estaba quedando atrás, debía aplicarse mucho para poder estar siempre al día. Antes de salir de vuelta a casa Eduardo pasó lista, a él no le mencionó y se quedó extrañado; entonces les dijo: - A los que os he nombrado ya podéis recoger y marchar a casa. A los que no, deberéis quedaros y pasar a verme por aquí antes de iros - les comunicó mientras se sonreía. El se puso muy nervioso mientras aguardaba su turno, después de ver cómo Eduardo les daba las quejas a algunos de sus compañeros finalmente le llamó: - Zayin, esta letra es una porquería - dijo - más vale que te esmeres un poco en hacerla bien porque sino lo vas a tener muy complicado conmigo este año. Además, no me has corregido todas las faltas que te puse. Venga, me lo haces otra vez y luego me lo presentas de nuevo esta tarde. Klaüs se echó a llorar de la impotencia delante de todos; esta vez se había esmerado de verdad en hacer el ejercicio y aun así no era suficiente, encima no había sido capaz de corregir todo lo que Eduardo le señaló y se sentía tonto por haberse despistado al arreglarlo. Para colmo no disponía de tiempo suficiente al mediodía como para repetir el ejercicio por tercera vez y así enmendar su error presentándolo a primera hora de la tarde. Cuarto de básica estaba siendo un año desastroso nada más comenzar. - Venga hombre, no llores - le dijo Eduardo - No llores más y hazlo bien, que tú puedes. Klaüs se fue sollozando desolado, esperó un momento a que se le secasen las lágrimas antes de salir por la puerta del colegio para que su abuelo no le encontrase llorando. Igualmente Pepe reparó en que venía con los ojos rojos y le preguntó: - ¿Qué te ha pasao que llevas lo ojos rojos como si hubieses llorao? ¿Te han hecho algo? - No es nada - le respondió Klaüs que volvía a sollozar aun intentando ocultarlo Luego te lo explico. Su abuelo se quedó intranquilo y permanecieron en silencio durante el camino de vuelta; se encontraba como en un callejón sin salida, si el resto del año iba a ser igual no tenía escapatoria, probablemente acabaría repitiendo curso y quedándose atrás. Se veía a sí mismo en la clase de los pequeños mientras sus amigos avanzaban al siguiente curso, sería una verdadera humillación que sus compañeros aprobasen y él no ¿qué pensaría Laura al respecto? seguro que Manuel, Carlos y Yod le dejarían de lado si repetía curso y se las tendría que ver con Eduardo durante un año más en una - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - clase llena de niños a los que no conocía de nada; y como su padre se enterase de todo esto... Klaüs estaba hundido. Arrancó a llorar de nuevo en cuanto llegaron a casa. - Empezamos mal - le comentó a su abuela Bruna entre gimoteos. - Cógele la punta al pan - le propuso su abuelo al verle tan decaído - Que está cujriente. *** EL LISTÓN DEMASIADO ALTO En lugar de comer, Klaüs Zayin aprovechó la hora que tenía para volver a rehacer el ejercicio que Eduardo le había obligado a repetir por tercera vez. Se serenó después de un buen rato desahogándose, luego cogió la libreta y se dispuso a reescribir el problema de matemáticas, procuró estar bien atento para no errar como en los intentos anteriores y también se esmeró en hacer la letra lo mejor que pudo. Ya desde el primer día aquel nuevo curso se planteaba imposible ¿Cómo iba a pasar un año entero preocupándose de cuidar la letra a cada momento? dudas como esta le abstraían continuamente de su trabajo mientras trataba de concentrarse sin conseguirlo. Contemplaba su libreta y cada vez la veía con menor nitidez, no era debido al efecto de su miopía, sabía lo que estaba sucediendo puesto que ya había vivido la misma sensación en otras ocasiones. La caligrafía se difuminaba, y lo que antes eran caracteres se convertían ahora en sombras ininteligibles de color azul; las palabras se transformaban en simples garabatos, la cuadricula impresa en gris se diluía en el blanco profundo de las hojas y el bolígrafo que sostenía en su mano derecha se volvió liviano hasta el punto de no ser consciente siquiera de que aún lo estaba sujetando. Tenía la libreta sobre la mesa, frente a sus narices, pero ahora él estaba muy lejos de allí. … La caverna A sus espaldas la luz se atenuaba, a medida que iba adentrándose en la caverna el clima era más húmedo, la gruta se apercibía lúgubre y tenebrosa; cada vez llegaba menos claridad y a cada paso que daba tenía la sensación de desorientarse por completo. Extendió las manos para no tropezar con nada, apenas distinguía sus pies y avanzaba con dudosa seguridad pues no vislumbraba luz al final del túnel, ni tan siquiera tenía la certeza de que el suelo por donde pisaba continuase firme como hasta entonces. Levantó la vista hacia el techo, por un instante cayó en la cuenta de que si se encontraba en una caverna probablemente habitarían murciélagos en su - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - interior. Pensó que debía ser prudente y no hacer ruido al andar para no despertarles, si advertían su presencia seguro que se pondrían a batir sus asquerosas alas y a emitir grotescos chillidos tan cerca suyo que le repugnarían y le harían enloquecer. Klaüs se detuvo buscando en la oscuridad el destello de los ojos de los murciélagos, pero allí no había nada. La débil luz que ahora quedaba tras de sí perfilaba el contorno de las estalactitas que descendían amenazantes desde el techo de la gruta, era como un foso de contención puesto del revés; si la fuerza de la gravedad diese un vuelco de ciento ochenta grados de forma repentina, o si el techo se precipitase sobre él, Klaüs terminaría sus días atravesado por aquellas lanzas de piedra. De pronto los avistó entre las estalactitas, jamás en su vida hubiese podido imaginar que existieran unos seres como aquellos, seguro que eran vampiros, parecían oscuros sacos de arena que colgaban del techo de la cueva esperando precipitarse sobre sus víctimas en cuanto estas pasasen por debajo; trataban de permanecer inmóviles pero se les veía balancearse con cada golpe del viento, la terrorífica visión y el soplo repentino de aire le produjo un escalofrío que le estremeció, sintió un shock de corriente eléctrica sobre la piel y notó cómo se erguía el bello de sus brazos desde las muñecas hasta los hombros. Se encogió por el repelús, nuevamente la gélida corriente recorrió su espalda y entonces comenzó a sudar. Klaüs sintió desfallecer su confianza en todo. No sabía hacia donde se dirigía y tampoco sabía si aquel túnel le llevaría a alguna parte; tal vez la caverna terminaba en una pared de fría piedra y lo más probable es que se viese obligado a retroceder; tal vez llegaría un punto en el que la oscuridad le engulliría como si se hubiese adentrado en el conducto digestivo de un ser gigantesco; tal vez la opacidad de la cueva fuese cada vez más intensa hasta que finalmente no le permitiría ni siquiera percibir la luz del exterior para dar con el camino de regreso. Respiró hondo y se dispuso a dar media vuelta para salir de allí, pensó que lo mejor sería recular y volver por donde había venido, así que el siguiente paso lo dio hacia atrás evitando hacer ruido para no despertar a los vampiros de su letargo. En cuanto apoyó el talón en el suelo se oyó un campanazo ensordecedor que retumbó por toda la gruta, acto seguido oyó chillar a los murciélagos que ahora se descolgaban todos a la vez del techo para salir volando; se quedó petrificado, con los ojos como platos puestos en la escena que parecía transcurrir a una velocidad sumamente lenta. Se acercaban hacia él, podía ver los sanguinarios ojos de aquellos infectos animales brillando en la oscuridad; cada vez estaban más y más cerca; uno de ellos, tan grande como uno perro, se encontraba justo delante suyo, el sonido que producía el batir de sus alas era repugnante y se disponía a abalanzarse sobre Klaüs de forma vertiginosa con un semblante endemoniado. Vio los colmillos asomar de entre sus fauces, eran pequeños y afilados como agujas; el vampiro estaba a punto de morderle y ya no podía escapar, su cuerpo no respondía, cerró los ojos abandonándose a su suerte y oyó nuevamente el campanazo ensordecedor recorriendo la caverna, haciendo que todo su cuerpo temblase. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Contuvo la respiración y la angustia se prolongó durante unos pocos segundos, tras el instante de tensión trató de respirar; exhaló, inspiró y poco a poco recuperó la calma cuando se vio fuera de peligro. Por lo visto no había sucedido nada y eso le hacía sentirse desconcertado. Aún con los ojos cerrados notó que la oscuridad que asolaba la caverna se degradaba mediante una pálida luz blanca; el haz de luz iba intensificándose y nuevamente se comenzaban a identificar los colores y las formas. Del blanco aparecieron anchas rayas color gris que cada vez se definían mejor, también se comenzaban a discernir unos borrones que se estaban convirtiendo en palabras, los bordes se perfilaron y de nuevo apareció la libreta con los problemas de matemáticas delante de sus narices, luego se dibujaron los límites de la mesa, apareció el estuche y por último volvió a sentir el bolígrafo entre sus dedos. Eran las dos y tenía media hora para terminar el ejercicio que Eduardo le había hecho repetir por tercera vez. Se alegró de haber vuelto justo a tiempo, seguía sin comer pero eso ahora no era tan importante. ... Terminó sus deberes, los primeros verdaderamente complicados que había tenido hasta entonces en su vida escolar, y regresó al colegio justo a las tres. En cuanto llegó a la puerta de la escuela la fila de alumnos de su clase estaba entrando en el aula, se puso el último y respiró aliviado después de la carrera que se dieron él y su abuelo Pepe para no llegar tarde; no creyó que Eduardo fuese capaz de mandarle repetir el mismo ejercicio una cuarta vez, por lo menos le reconocería el afán que ponía en mejorar. Se sentaron en sus pupitres y aguardaron en silencio a que llegase Eduardo, de pronto un nuevo personaje que desconocían por completo entró por la puerta y tomó asiento en el pupitre que le correspondía a los profesores. Sin mediar palabra pasó lista con voz rígida y potente, no se presentó hasta que no terminó de nombrar a todos los alumnos. El último del listado era Klaüs, pues su apellido seguía siendo el único que terminaba en zeta; ya se había acostumbrado a que siempre fuese así. En cuanto el maestro le mencionó él respondió afirmativamente y entonces hizo una breve pausa en la que mantuvo silencio durante unos instantes. Aquel hombre misterioso que iba a ser el nuevo profesor de lenguaje se tomó un momento ordenando sus papeles y finalmente se dio a conocer ante la clase. Su nombre era Geón, un hombre de mediana edad más joven que la mayoría de los profesores que dirigían la escuela pero no tanto como Eduardo, la primera característica que resaltaba de su apariencia es que ostentaba un bigote amplio que le revelaba un porte serio y ponderoso. Les pidió que abriesen el libro por la cuarta página y uno por uno fueron leyendo en voz alta la primera lección. Así lo hicieron durante toda la clase, Geón parecía interesado en conocer cuales eran aquellos alumnos que presumiblemente le iban a comportar más problemas; por su mirada se podía discernir que procuraba analizar a cada uno de ellos en su turno de lectura. Klaüs fue el último en leer, cuando Geón le - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - pidió que interviniese sintió aquella mirada indiscreta directamente sobre su persona, la percibía mientras leía y le incomodaba sobremanera. En repetidas ocasiones se dio cuenta de que andaba balbuceando y de que perdía el hilo al cambiar de una línea a otra, Geón le llamó la atención cuando se saltó un trozo de la lectura y le hizo volver atrás comenzando desde el principio. Procuró serenarse para no causarle una mala impresión a su nuevo maestro, que no dejaba de inspeccionarle en ningún momento. Sonó el timbre que anunciaba el cambio de clase, Geón dio por finalizada la intervención de Klaüs y aprovecho un último instante de su hora lectiva para comunicarles su intención de que durante el curso mejorasen su nivel de lectura y caligrafía. Les advirtió que cada semana les iba a exigir que le presentasen los ejercicios de unos cuadernos de ortografía que deberían adquirir en la librería, así mismo también anticipó que les mandaría comprar un libro de lectura cada dos meses de los que deberían hacer un trabajo acerca de la obra y su contenido. ¿Les iban a hacer leer libros? Klaüs adoraba leer. Puede que el listón estuviese más alto que nunca pero tal vez la asignatura de lenguaje con Geón podría llegar a ser su vía de escape. - ¡Qué rollo! nos van a hacer leer - se lamentaba Cliff Shamen. Está claro que no siempre llueve a gusto de todos. *** MALAS NOTICIAS EN TU AGENDA Geón salió por la puerta y acto seguido entró Eduardo. Según estipulaba el horario en aquella segunda clase de la tarde debían hacer dibujo pero aún así lo primero que hizo el joven profesor fue recoger las libretas de matemáticas de aquellos alumnos que todavía tenían pendiente rectificar el ejercicio del día anterior. Cada vez eran menos los que debían corregirlo, entre ellos se encontraba Klaüs; por descontado que debía tratarse de un error pues él sabía que no podía estar incluido entre los últimos de la clase. Le indignaba pensar que sus amigos, Laura o los demás chicos que destacaban por su intelecto, pudiesen equipararle con aquellos de sus compañeros que aún no sabían leer con soltura, que hacían mal los ejercicios de matemáticas cuando salían a la pizarra o aquellos que eran tan zoquetes que en lugar de invertir tiempo leyendo se pasaban el día jugando a fútbol o hablando de motos y coches. Klaüs no era ni pretendía ser como ellos, sus gafas le infligían un marcado aire intelectual para el cual debía estar a la altura. Uno por uno fueron pasando por el púlpito para entregarle la libreta con el ejercicio nuevamente corregido; de los seis o siete chicos que la presentaron antes que él sólo dos tuvieron la aprobación de Eduardo, Klaüs era el último como siempre y a medida que se acercaba su turno iba perdiendo la confianza en sí mismo y en su trabajo. Revisó de nuevo el problema y encontró un error en el primer vistazo, se apresuró a corregirlo pero en lugar de solucionarlo lo convirtió en un tachón que afeaba el resto de su labor. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Qué desastre! - sentenció indignado. Lo único que se le ocurrió entonces fue que al entregarle la libreta podría disimular el borrón tapándolo con su dedo pulgar, resultaría arriesgado pero era eso o nada, haciéndolo bien tal vez Eduardo no se daría cuenta... - ¡Zayin! Ven acá - espetó Eduardo mientras se sonreía. Él se levantó con gesto desconsolado para dirigirse a la tarima del horror. Advirtió la mirada de sus compañeros, estos estaban esperando su intervención pues por lo visto aún recordaban cómo Eduardo le llamó la atención el día anterior por estar despistado. ¿Se había convertido sin querer en objeto de burla? si así fuese debía encontrar la manera de devolver la credibilidad a su persona, esto no podía quedar así. - A ver esa libreta... - Edu se mantuvo en silencio durante una pausa muy corta; haciendo ver que verificaba el ejercicio con un golpe de vista se pronunció a continuación: - Mira Zayin, esto está francamente mal. Mejor dicho, está F-A-T-A-L. Con su desdeñosa y burlesca entonación hostigó a la masa y detonó un alud de sonoras carcajadas que se prolongó durante lo que a Klaüs le pareció una verdadera eternidad. Las risas contagiaron también al profesor que procuró guardar la compostura para no ridiculizarle más de lo que ya había conseguido hasta el momento. Se abochornó, deseaba poder desaparecer de inmediato de aquella desdichada escena tal y como solía suceder al final de sus malos sueños, pero no fue así; la realidad era en muchas ocasiones la peor de sus pesadillas. ¿Podría llegar a ser peor? Cerró los ojos por un instante y luego los volvió a abrir. Se percató de que aún estaba allí, con la mirada de Eduardo clavada en la suya, el tumulto comenzó a cejar y el profesor volvió a dirigirse hacia él de nuevo. - Mira Zayin, déjalo... en serio, hazme el siguiente a continuación y bueno... déjame la agenda que te pondré una pequeña nota para que pueda reunirme con tus padres. ¿Te parece bien? ¿Que si me parece bien? - pensó Klaüs - Me parecería bien tener una pistola láser como la de las películas y ajusticiarte ahora mismo disparándote en la cabeza - es evidente que su discurso imaginario no concordó para nada con la que fue su respuesta. - Sí - se limitó a contestar en voz baja mientras miraba al suelo avergonzado y lamentándose. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Tú y yo vamos a hacer grandes cosas juntos - sentenció el profesor, y con su comentario volvió a reivindicar la guasa de sus compañeros, esta vez no le rieron la gracia de forma tan cruel y espasmódica pues muchos asumieron que cualquiera de ellos podía ser el próximo. - Puedes volver a tu sitio que ya está todo dicho. ¡Ah! y no te olvides de traerme la agenda - volvió a su sitio y sacó su agenda de la cartera ante la atenta mirada de Cliff Shamen, Klaüs no se atrevía a mirar a su alrededor porque sabía que todo el mundo le estaría mirando igual que él. Prefirió entregar raudo la agenda para que terminase cuanto antes aquella truculenta representación. - No te enfades ¿eh? ¡Que vamos a ser amigos! - Eduardo no mostraba compasión alguna, en menos de cinco minutos le humilló mucho más de lo que podía haberlo hecho Adler en las clases de gimnasia. Sin ningún tipo de miramiento Klaüs le propinó una mirada silenciosa de intenso odio antes de regresar a su sitio. - ¡Hay que ver cómo se ha puesto! - fue su comentario al eco de las últimas risas de sus siniestros compañeros. Klaüs le observaba con animosidad desde su pupitre mientras fantaseaba viendo cómo una gran olla de aceite hirviendo se vertía sobre el estúpido burlón de Eduardo. ¡Cómo gritaba de rabia al achicharrarse vivo! ¡Vaya, pero si hueles a pollo frito Eduardito! - ¡Ahora no te ríes tanto! ¿Eh? - Klaüs se sonrió maléfico, pensó que lo del aceite hirviendo debería incluirlo en su lista de tres deseos. La clase prosiguió con normalidad para el resto, no para Klaüs; menudo disgusto iba a darles a sus padres cuando les entregase la nota en la agenda ¿Para qué quería reunirse Eduardo con ellos? ¿Iba a ser tan pérfido de decirles a sus padres que pensaba de él que era un vago y un despistado? Continuaba en el aula, veía gesticular a Eduardo e incluso podía oírle, pero no le escuchaba porque estaba ya muy lejos de allí; se había marchado una vez más. Imaginaba a Básil y a Cloe conversando con Eduardo entorno a la mesa colmada por montañas de papeles de una lóbrega sala que apenas recibía luz,. Su madre escuchaba atentamente al profesor y su padre mantenía un gesto constante de preocupación y desaprobación. ¿Cómo iba a ser capaz de darles a sus padres una noticia tan desagradable? tal vez su primera reacción fuese enfadarse con él, o tal vez fuesen a ver al necio de Eduardo y le propinarían una buena lección; eso es, seguro que sus padres se reunirían con él y le harían bajar los humos... - ¡Que se prepare! - masculló Klaüs entre dientes mirándole desde su pupitre, ellos no iban a permitir que un necio como él humillase a su hijo. Salió a las cinco del colegio y Cloe ya le esperaba en la puerta, estaba lloviendo y - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - corrió a refugiarse bajo el paraguas que ella llevaba consigo. Aquella tarde llovía a mares, hicieron todo el camino de vuelta a casa apresuradamente, llegaron empapados y en cuanto entraron por la puerta su madre le descalzó y le pidió que se quitase la ropa mojada para que no pillase un resfriado. - Ponte el pijama para estar más cómodo - le dijo. Klaüs se sentó a ver Scooby Doo ¿dónde estás? mientras su madre le preparaba un bocadillo de tortilla para cenar; cada tarde era igual, en cuanto acababa Scooby Doo esperaba a que comenzase Bola de Dragón que eran los últimos dibujos animados que hacían en televisión antes de que dieran el telenoticias. En cuanto empezaba el telenoticias se podía conjeturar que el día había terminado y ya solo quedaba cenar e irse a la cama a dormir. Es lo que hacía cada tarde desde que abandonó las clases de kárate, dibujo y natación; la televisión siempre le había despertado curiosidad, a cualquier hora del día podían estar haciendo un programa sumamente interesante. La tele, como la solían llamar, era un instrumento muy eficaz contra el aburrimiento pues se podía aprender mucho de ella. Su padre volvió contento a casa después de trabajar, estuvo haciendo bromas e incluso mantuvieron una conversación de lo más divertida mientras cenaban. Desde que entró por la puerta Klaüs buscó el momento idóneo para entregarles la agenda con la nota que le había escrito Eduardo, aun así no dio con él. Durante toda la tarde estuvo buscando las palabras oportunas para abordar con ellos el problema pero... ¿Qué momento es el más apropiado para dar una mala noticia? El tiempo se sucedía muy deprisa, sin darse cuenta llegó la hora de irse a la cama y continuaba sin haberles dicho nada acerca del tema. Su padre fue a arroparle, traía consigo un trozo de chocolate con leche y almendras para dárselo, solía hacerlo cuando estaba de buen humor. Definitivamente nunca era buen momento para darles malas noticias. - Papá... - se pronunció Klaüs mientras masticaba el trozo de chocolate con almendras. Aunque no se veía capaz se sentía mal a su vezpor no haberles dicho nada, aquella era la última oportunidad que teníaantes de dejarlo para el día siguiente. - Dime peque - le respondió amablemente su padre haciéndole una caricia en el pelo. - Em... no, nada... nada, nada - cerró los ojos de agotamiento, narcotizado por el dulce sabor del chocolate. Pensó que ya tendría tiempo durante el día siguiente para cavilar la manera de decirles que debían reunirse con su profesor. Seguro que ya no le venía de un día. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - QUIENES SOMOS Y DE DONDE VENIMOS - Sacad vuestras Biblias y tomad la página mil ciento cincuenta, en el evangelio de San Lucas, trece catorce - les decía Agapito mientras se subía las gafas justo antes de que terminasen resbalando por la punta de su nariz - Ahora leed en silencio y con atención la parábola de la oveja perdida que encontraréis en el punto catorce. Luego os hablaré del génesis de la humanidad. Lo que muchos consideraban un verdadero martirio significaba para Klaüs una grata ocasión en la que podía oxigenarse de las angostas clases de Eduardo. Leer siempre había sido su vía de escape preferida, aunque fuese a través de los intrincados párrafos de las sagradas escrituras. - ¿Por qué no comenzaban a leer la Biblia desde el comienzo? - se preguntaba Klaüs. Algo tan importante como era aquel libro, que debía contener la verdad sobre su existencia y el origen de todo cuanto le rodeaba, no podía ser desestimado en forma alguna. ¿Acaso era él el único que sentía verdadero fervor por conocer las respuestas a aquellas preguntas que tantas noches le impidieron dormir? … El paraiso <Al principio era la nada en la que existía Dios, cuya imagen por lo visto era la de un hombre anciano con una barba exuberante que vestía una túnica blanca y usaba como cinturón un cordón de oro. Entonces Dios vivía en la nada y como se aburría mucho decidió que de su magia particular crearía nuestro universo, que es todo aquello que conocemos: El sol, la luna, los astros, el cielo, el mar, los animales, las plantas, las montañas... y finalmente, después de tanto trabajar, decidió crear al hombre (varón) para que viviese en aquel paraje de ensueño que había fundado para él. ¡Qué generoso! Lo siguiente que le dio por crear antes de abandonar para siempre su cometido fue a la mujer, que estaba hecha de una costilla del hombre (Puaj) cuando este a su vez fue confeccionado con barro a la imagen y semejanza de Dios pero sin la túnica ni el cordón de oro. La mujer era un ser hermoso, que no tenía barba como el hombre (varón) ni como Dios y que por tratarse de su último modelo poseía unas formas más estilizadas y unas maneras más refinadas que los anteriores, o algo así. Dios los puso allí para que viviesen en el paraíso como cuando Klaüs jugaba con sus muñecos He-man y los ponía en el castillo de Grayskull. En aquel entonces todo era felicidad para ellos puesto que no pasaban frío aunque estuviesen desnudos todo el santo día, tampoco les atacaban las fieras que habían desperdigadas por allí porque - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - en un principio todos los animales eran buenos y mansos, tampoco tenían que cocinar ni hacerse las camas porque no existían. Ambos eran esbeltos y atractivos, se querían y encima no tenían padres ni suegras que les importunaran. Definitivamente eso sí que era el paraíso> … Klaüs se imaginó viviendo en un sitio así, con Laura claro está. Los dos estarían desnudos en aquel paraje de ensueño y ella se acercaría para besarle ¡en la boca! Ahora se estaba alejando otra vez del espectro terrenal y decidió que ya le daría oportunidad a su imaginación más tarde, aquello que les estaba narrando el profesor era sumamente interesante. Desde que comenzó el nuevo curso no había vuelto a ocurrir nada más entre Javier y Laura, no avistó ningún tipo de acercamiento entre ellos y eso era buena señal puesto que significaba que ella no estaba de verdad interesada en Javier y continuaba con su corazón libre aguardando a que lo ocupase un príncipe de verdad. Aún no estaba todo perdido, le echó un vistazo rápido a su queridísima Laura, que se encontraba en su pupitre tan bella como siempre, y recuperó el hilo del relato de Agapito. La has hecho buena, tío <... Laura, que era como se llamaba la primera mujer del paraíso, le pidió a Klaüs, el hombre varón, que cogiese para ella una manzana que había en un árbol en cuyo tronco se enroscaba una serpiente. Entonces él recordó que en cierta ocasión mientras merendaban Dios les había ordenado que no cogiesen manzanas de aquel árbol, pues si lo hacían les desterraría del paraíso por desobedecerle. En el caso de que esto llegase a suceder deberían apañárselas sin su ayuda y auguró que el futuropara ellos iba a ser francamente infortunado en adelante, pues volverían a estar expuestos a todo tipo de penurias: Las fieras se volverían salvajes, tendrían que cocinar y hacerse las camas, deberían trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente, enfermarían y se morirían... vamos, que les quitó las ganas de probarlas. Laura persuadió a Klaüs para que cogiese una de aquellas manzanas aun a sabiendas que Dios se lo había prohibido de forma tan contundente; él no entendía para qué demonios se iba a complicar la vida y en un principio desatendió sus palabras, no se sentía para nada tentado a probar el fruto de aquel árbol, había cientos de miles de árboles a su alrededor y no comprendía por qué a ella se le había metido en la cabeza que necesitasen probar aquellas manzanas precisamente. Tampoco llegaba a comprender qué le había dado a Dios con eso de proteger aquel ejemplar si total, salvando la serpiente, era igual que los demás. Dios debía haberse vuelto loco de tanto trabajar, desde luego a Klaüs le parecía una soberana estupidez que se pusiese así por un simple árbol de nada... pero bueno, les permitía vivir de gorra en el paraiso y a él no le costaba respetar su decisión por muy excéntrica que le pareciese. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Con los días Laura se volvió aún más pesada con el tema, cuando se iban a dormir él la advertía turbada y pensativa, parecía como si a todas horas se alentase en su cabeza aquella obsesión disparatada. Cada vez le hacía menos caso a Klaüs y cuando él se acercaba para besarla se daba cuenta de que ella no cerraba los ojos al hacerlo y andaba mirando para otro lado, como si estuviese pensando en las musarañas... en realidad estaba pensando en la condenada manzana ¿Cómo podía ser tan obstinada? - Olvídalo, no pienso hacerlo - le decía Klaüs malhumorado por lo cansina que llegaba a resultar su compañera. - ¡Pero es que yo quiero probarlas! - le respondía ella - Seguro que si nos ha prohibido tocarlas es porque son las más buenas y las guarda para él... ¡claro! a nosotros nos da las que no quiere ¡y él se come las mejores! No sé como eres capaz de estar ahí sentado sin hacer nada al respecto ¿y se supone que tú eres el hombre? Si yo fuera tú ya le habría puesto las cosas claras. Además ¿qué es una manzana de nada? Pasaban los días y las conversaciones que mantenían se volvieron monotemáticas, Klaüs hacía oídos sordos en cuanto se daba cuenta de que su compañera sentimental volvía a darle vueltas al asunto. - Me he fijado que son más rojas que las demás - le explicaba ella mientras desayunaban - Seguro que si son más rojas es porque son más buenas - Klaüs asentía con un gesto de sarcástica aprobación. Todo el día igual, estaba tan empecinada que ya ni siquiera se mostraba cariñosa y él desesperaba. - ¿Por qué no las coges tú misma? - le preguntaba rudamente. - ¡No ves que no llego estúpido! ¡En realidad no te cuesta nada coger una para mí! Si me quisieras de verdad me regalarías una... Klaüs se palmeó en la frente, estaba molesto y desesperado, en un momento de lucidez que tuvo decidió que lo mejor sería ir a preguntar a Dios si podía coger solo una para hacer que Laura se diese por satisfecha de una maldita vez y todo pudiese volver a ser como antes, sino por lo menos podría darle un buen motivo para no hacerlo y Laura tendría que ceder ante una explicación convincente. Gritó su nombre hacia el cielo pero por lo visto no estaba disponible, Dios estaría descansando aún después de su sobresaliente labor al crear el mundo y no iba a ser Klaüs quien le despertase. Después de llamarle repetidas veces se desalentó, Laura se acercó a él y le profirió un: - ¿Lo ves? ¡Te lo dije! seguro que las guarda para él... - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs no oía nada más que bla, bla, bla y bla. Desesperado se acercó al árbol sagrado y le preguntó a la serpiente: -¿Tú qué harías? - Dásela ya y que se calle ¡Por el amor de Dios! me está poniendo la cabeza como una campana - le respondió el áspid. Dado que su consejo era justamente lo que necesitaba escuchar, y no tenía ganas de soportar ni un minuto más los comentarios persuasivos de Laura, cogió una manzana y se la entregó a ella. - ¿Estás contenta? - le preguntó. Él la miraba atentamente y se dio cuenta de cómo le brillaban los ojos mientras contemplaba el fruto en sus manos. - Sí, vale, pruébala tú primero por favor - reivindicó ella apresuradamente. - ¿Cómo? No no, la manzana la querías tú y aquí la tienes, haz con ella lo que te dé la gana pero a mí no me involucres más - Klaüs se sentía desbordado con las impertinencias de su compañera. - Va porfa, pruébala. Si lo haces te daré un beso de aquellos que tanto te gustan - y Klaüs, con aire de nefasta displicencia, tomó la manzana. Pensó que ya no le venía de ahí y con el mismo coraje de aquel que se tira de un avión sin paracaídas le dio un gran mordisco. La tan exacerbada mística de la fruta sagrada desapareció en cuanto Klaüs se percató de que esta sabía exactamente igual que las demás. Estaba apunto de reprocharle a Laura la insoportable pantomima que había tenido que aguantarle únicamente por comer una manzana que era igual que el resto cuando de pronto escuchó la voz grave de Dios desde el cielo que le decía: - ¡Te pillé! - Tío, ahora sí que la has hecho buena - fue la observación locuaz que le hizo la serpiente mientras contemplaba la escena con los ojos como platos. - ¡Ay Dios! Exclamó Klaüs lamentándose. > ... Se hizo un breve silencio en la clase, el profesor se dio cuenta de que todos sus alumnos le prestaban atención encarecidamente, era sencillo impartir una materia en la que estuviesen los chicos tan atentos. - ¡Y el resto ya lo sabéis! - Agapito terminó la narración y cuando sonó el timbre que daba por finalizada la clase la normalidad se restableció. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs permanecía ensimismado imaginando la escena una vez más... - ¡Qué historia tan fantástica! Y qué lástima que al final les expulsasen del paraíso... El no había hecho nada malo en realidad, sólo hizo lo que ella le dijo que hiciese concluyó. *** SOLO DE VEZ EN CUANDO Aquella mañana por fin obtuvo respuesta a una de las preguntas que consideraba fundamental. La legitimidad de la exposición era incuestionable debido a su procedencia, Agapito de por sí era la misma personificación de la sabiduría, el profesor más longevo de todos cuantos había en aquel colegio, que a su vez era el director del mismo; un hombre reconocido por su devoción a la fe cristiana que no dudaba en reafirmar sus planteamientos teológicos cuantas veces fuese necesario; todo un ejemplo de integridad y entereza. Abandonó el aula bajo la atenta mirada de los alumnos, que permanecían embelesados con su dialéctica; a la salida se cruzó con Eduardo en el pasillo y le saludó efusivamente: - Ahí te los dejo, no te asustes si les encuentras con cara de pasmados - reía el director mientras le propinaba un palmetazo en la espalda a Edu en señal de complicidad. En apariencia su relación con el resto del profesorado resultaba elogiable, todos parecían aceptar de muy buena gana el talante de Agapito, lo cual hacía que su personalidad fuese aún más cautivadora. Eduardo comenzó la siguiente clase haciendo callar a todos aquellos que todavía andaban comentando el relato que les había expuesto Agapito sobre el origen, acto seguido comenzó a repartir unas fotocopias para ilustrar las que serían sus clases de Ciencias Naturales. - Deberíais compraros un clasificador para poner todas las fotocopias - les comentó Eduardo. - Joder, ¿todavía tenemos que seguir comprando cosas? - se quejó uno de los alumnos. - Solo vas a necesitar el clasificador para Ciencias Naturales, ¡pídele a tus padres que te lo compren hombre! - le respondió el maestro pasando por alto completamente el taco que acababa de soltar. Klaüs se quedó estupefacto ante la actitud de su compañero David, que no solo había empleado una de las palabras prohibidas en clase sino que además la había dirigido hacia su profesor y este ni se lo había reprochado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Era la primera vez que sucedía algo así, anteriormente cualquier tipo de falta hacia la autoridad del profesor o cualquier muestra de lenguaje soez y barriobajero hubiese significado la expulsión directa al pasillo, un castigo de copiar cien veces la frase No diré la palabra joder en clase o pasar la mañana entera de cara a la pared. Estas habían sido siempre las amonestaciones lógicas que los maestros dictaminaban para los alumnos con un mal comportamiento. Hasta entonces Klaüs no había tenido ningún encontronazo con este tipo de medidas disuasorias; en el peor de los casos, alguno de sus profesores (presumiblemente Adler), les había llegado a castigar enviándoles a pasar el resto del día en una clase del curso inferior a modo de reprimenda. Les mandaba con los pequeños como él mismo solía decir. Yod acostumbraba a ser uno de los mártires comunes, blanco habitual de toda sospecha debido a su hiperactividad que le hacía indómito y turbulento. En realidad no es que fuese indisciplinado o desobediente, solo que a causa de su peculiar carácter resultaba por completo ingobernable. ¿Iba a sentar precedente esta nueva forma de comunicación con el tutor? Le aterraba la idea de una posible anarquía en el aula. Estaba reflexionando sobre lo ocurrido cuando se percató de que todo el mundo permanecía en silencio, volvió la vista hacia Eduardo y se encontró con su mirada clavada en él. - Ya era hora ¿no Zayin? Estábamos esperando a que bajases de la luna de Valencia - nuevamente Eduardo provocó las risotadas de los demás alumnos a su costa. - ¿Ya les has enseñado la agenda a tus padres? - inquirió, y seguidamente Klaüs cometió un error del que entonces no creyó que llegara a arrepentirse. - Sí - respondió mientras el profesor le miraba fijamente a los ojos. Acababa de mentirle sin ningún tipo de remordimiento y él ni siquiera se había dado cuenta. Desde luego era un genio escapista. - Muy bien, así me gusta... - Eduardo se lo había creído y continuaba con la clase Bueno, continuemos: En el grupo de los animales encontraremos los invertebrados... Había conseguido salir airoso de su delito, uno de los primeros que perpetró conscientemente. Ahora solo quedaba armarse de valor para presentarles la agenda a sus padres lo antes posible, quedaba claro que Eduardo no era tan listo como lo pintaban. Sonó la campana del recreo y Klaüs guardó la fotocopia en la carpeta, por la tarde ya intentaría ir a comprar el portafolios; lo más importante ahora era esquivar a Eduardo para que no le interrogase de nuevo, por lo menos hasta que no hubiese entregado la nota en casa. Klaüs salió de clase con la autoestima alta, se sentía astuto cual zorro por haber sido capaz de engañar a su profesor sin que este se diese cuenta en absoluto. Una vez más quedaba claro que él no era como el resto, cualquiera en su lugar hubiese sido víctima del desconcierto y le hubiesen pillado el engaño de inmediato. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Mentir y embaucar debían ser habilidades propias de la gente sagaz, en las que él podría destacar debido a su inteligencia; tenía la posibilidad de estar por encima del resto aunque debía procurar ser cauto a la hora de utilizar su talento; se prometió a sí mismo que emplearía su capacidad de mentir en su justa medida, sólo de vez en cuando. En el recreo se encontró con Manuel, con Carlos y con Yod dispuestos a jugar al pillapilla como siempre. Luego hablaron sobre los últimos muñecos He-man que le habían comprado a Manuel durante el verano y Carlos les contó que había visto una película en su videoclub que parodiaba a La guerra de las galaxias. Primero desayunaban y después jugaban, Cloe le ponía prácticamente cada día un par de Bollycaos. Klaüs comenzó a pedírselos pues dentro del envoltorio, junto con el desayuno, venía un cromo de esqueletos en monopatín con llamativos eslóganes en inglés simulando los graffitis que se hacían con aerosol en las paredes y que por aquel entonces estaban tan de moda. Como el primero de los cromos le gustó se propuso hacer la colección y con la ayuda de algunos de sus compañeros ya había conseguido juntar unos cuantos. Cada día esperaba a la hora del recreo para ver cuál sería el siguiente; de vez en cuando le salían cromos que ya tenía y entonces procuraba cambiarlos en el patio con otros chicos que también los coleccionaban. A la hora de mostrarlos debías reconocer como Tengui los cromos que tenías y como Falti aquellos que te faltaban, luego se trataba de negociar para conseguir tus Faltis. La mañana trascurrió con toda normalidad, sonó la una y a la salida del colegio le esperaba su abuelo como todos los días para acompañarle y volver juntos a casa. - ¡Echa por el paso de febra, Klaüs! - le decía su abuelo Pepe. - Cebra yayo, se dice cebra - él siempre le andaba corrigiendo. - Pos eso ¿y yo que he dicho? - le contestaba él. Aquel año el camino de regreso lo hacían junto con Laura, Jorge o Cliff que muchas veces volvían ellos solos a casa sin que les acompañasen sus respectivas madres o abuelos. En alguna ocasión le habían preguntado a Klaüs por qué su abuelo llevaba siempre peluca y gafas de sol oscuras; ciertamente su apariencia resultaba extravagante, desde luego que no había nadie más en todo el pueblo que tuviese un semblante parecido. Entonces su abuelo Pepe les explicaba la historia de su nefasta operación de corazón a la que debía la pérdida de todo su cabello y el bello de su cuerpo. Los chicos se solían mostrar intrigados ante su relato, a Klaüs no le parecía nada extraordinario pues su abuelo siempre había sido así. - A la vuelta nosotros siempre vamos solos - le comunicó Cliff Shamen durante el camino de vuelta a casa. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Bueno pues ya le diré a mi abuelo Pepe que no nos acompañe, que ya puedo volver con vosotros - le respondió él. Y así lo hizo, mientras comían Klaüs les pidió a sus abuelos que le dejasen volver al colegio solo aun a sabiendas de que su madre podría no estar del todo de acuerdo con su decisión. Sus abuelos, condescendientes, no se opusieron a su propuesta. Cuando dieron las dos y media sonó el interfono, Shamen desde la calle le pidió que bajase y él así lo hizo; se despidió de sus abuelos y se reunió con sus compañeros para hacer, por primera vez, el camino de vuelta en compañía de los chicos de su edad sin el control de los adultos. Cliff Shamen comía maíz tostado, le acompañaba un chico llamado Marcos que era también de su clase pero con el que aún no había tenido mucha relación; le había visto antes en el centro cultural y por lo que sabía de él no era uno de los alumnos más aventajados del curso, más bien al contrario, tenía fama de atontado. Shamen y Marcos venían hablando de unos dibujos animados que él no había visto nunca; ellos eran muy diferentes de Manuel, Carlos y Yod. Klaüs consideró que su apuesta había sido un gran acierto pues sentía que tendría la oportunidad de ampliar los horizontes en el terreno de las amistades. En la siguiente calle se detuvieron y Cliff llamó al timbre de una de las casas, de la portería apareció Jorge y este les dijo: - ¡Si que habéis tardado hoy! - les recriminó a modo de broma - ¿Os habéis dormido? - Es que hoy hemos pasado a recoger a Klaüs - le respondió Shamen. Continuaron con la marcha y retomaron la conversación. Le hacía sentir halagado que contasen con él como uno más, pero a su vez se apercibía desplazado, ellos llevaban ya bastante tiempo juntos y habían adquirido una complicidad de la que Klaüs aún no formaba parte. Cliff Shamen era claramente el que lideraba todas las conversaciones de aquel pequeño grupo así como entre sus amigos solía ser Manuel el referente principal a la hora de reunirse. Klaüs nunca se había sentido el centro de atención, salvo en aquellos momentos funestos en los que Adler o Eduardo le habían puesto en evidencia delante de la clase. Sabía que nunca iba a tener la posibilidad de distinguirse en su círculo, pues era la amistad entre Carlos y Manuel el pilar fundamental del mismo. Yod y él eran, muy a su pesar, los añadidos; ya se había percatado anteriormente de esta realidad tan cruel que se resistía a aceptar. Por mucha relación que tuviese con Manuel, y por muy bien que se llevasen, la verdadera hermandad la mantenía éste con Carlos, pues iban al polideportivo juntos, salían a montar en bicicleta e incluso se habían quedado a dormir y a comer cada uno en casa del otro. Ejemplo era de una amistad envidiable en todos los aspectos que Klaüs codiciaba para sí mismo, él también quería formar parte de eso pues nunca se había sentido tan amigo de nadie como para tener tal grado de complicidad. Lo que necesitaba era un amigo de verdad. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cuando terminó de reflexionar sobre el tema se dio cuenta de que ya hacía un buen rato que había comenzado la clase y él no estaba prestando atención. Geón escribía en la pizarra, por un momento se giró para comprobar que estuviesen todos atentos; ahí estaba de nuevo Klaüs haciendo ver que seguía su explicación sin titubeos. A mitad de la clase Geón les pidió que presentasen el cuaderno de ortografía para corregirles el primero de los ejercicios, en el aula se produjo un aluvión de protestas después de las primeras reacciones de sorpresa y desconcierto. - Ayer os dije que tendríais que hacer el primero de los ejercicios y que hoy os lo corregiría - les comunicó Geón enfurecido. - ¡Eso no es verdad! no nos dijo nada - protestaron algunas voces de la clase al unísono. - ¡Sí que es verdad! que yo lo oí - Replicaban otras voces del aula, entre ellas la de Laura que se había girado para mostrar su descontento ante la queja de alguno de sus compañeros. Por un instante los alumnos, ofuscados, discutían acerca de si era verdad o no que Geón les había mandado el día anterior hacer el ejercicio para el día siguiente. Tras el tumulto el maestro se pronunció de nuevo: - Está bien. Todos aquellos que tengan el ejercicio que me lo presenten, y los que no que me traigan la agenda que voy a ponerles una dedicatoria para sus padres. ¡¿Otra vez?! A Klaüs se le heló la sangre. Se quedó sobrecogido; pensó en no entregarle la agenda y tratar de pasar desapercibido aunque sabía perfectamente que si lo hacía le acabarían descubriendo; pensó en la cara que iban a poner sus padres y en que probablemente le castigarían debido a su mal comportamiento; pensó en su reputación y en lo que significaba apartarse del sector de la clase que estaba formado por los alumnos aplicados; pensó en que esta vez no podía escapar. Las cosas se habían puesto aún peor de lo que estaban y sintió miedo. Entregó la agenda junto con los demás y Geón le asestó una cínica sonrisita exclusivamente para él; no cabía duda de que le habían cogido manía entre todos. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ANGUSTIOSA ESPERA En cuanto Klaüs llegó por la tarde a casa le entregó la agenda a su madre y con aire de indignación le dijo: - ¡Mira qué nota me han puesto, mamá! Cloe leyó la nota que Geón les había dedicado y mientras lo hacía el tiempo transcurría despacio en medio del silencio de la cocina; Klaüs observaba su expresión intentando captar los primeros indicios que le pudiesen mostrar si debía ponerse a la defensiva o cambiar de táctica radicalmente y victimizarse. Le estaba poniendo nervioso el ver a su madre releer y estudiar tan detenidamente la nota del maestro. Por fin se dirijo a él mirándole como uno de esos jueces que miran por encima del cristal de sus gafas tratando de parecer rigurosos y severos y le preguntó: - ¿Por qué no hiciste el ejercicio? - ¡Porque no nos dijo que tuviésemos que hacerlo! - replicó Klaüs de inmediato - Todo el mundo le ha dicho lo mismo en clase, nos hemos quejado todos porque nadie se había enterado de que teníamos que hacerlo. - Pero ¿y lo hizo alguien? - le preguntó su madre a continuación; estaba empleando los espacios de tiempo y silencio para acrecentar su nerviosismo. Klaüs se vio contra la espada y la pared y eso que ella aún no había encontrado la otra nota de Eduardo. - Sí bueno, los que tenían el cuaderno sí que lo hicieron - le contestó bajando la guardia sin querer. - ¡Ah! ¿Y tú no lo tienes? - Cloe no cesaba con su audaz interrogatorio. - No, aún no lo he comprado. - ¿Y por qué no nos habías dicho nada? ¡Si me lo hubieses dicho habríamos ido a comprarlo! - el tono de su madre se había convertido en acusador y no cabía duda de que había comenzado a echarle la bronca. - Ya bueno... es que se me olvidó - Klaüs se sentía tan estúpido que se indignó consigo mismo y comenzó a sollozar, sus ojos se tornaron vidriosos con las primeras lágrimas y el escozor que le producían estaban provocándole para que rompiese a llorar. - ¡Pues te lo podías haber apuntado en ésta agenda tan bonita que tienes! que para algo te la hemos comprado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El tono de frialdad en el veredicto de su madre le hizo saltar las lágrimas finalmente. - Bueno mira, no le digas nada de esto a tu padre que ya sabes que se pondrá como una moto, pero ahora mismo vamos a comprar el cuaderno y haces el ejercicio. - ¿Por qué no me lo has dicho antes y habríamos ido a comprarlo? - cuando Cloe parecía haber concluido la reprimenda volvió con lo mismo. El seguía llorando y era incapaz de responderle, por su cabeza solo concurrían imágenes de Geón amonestándole y de su padre chillándole en medio de un ataque de cólera de los suyos. Ahora ya no venía de ahí que viese la otra nota en la agenda así que mientras se serenaba le balbuceó: - En la página de atrás hay otra nota de Eduardo, pero me la ha puesto para que os reunáis con él – ahora empleó un tono más despreocupado al darle la noticia intentandp hacerle creer que ésta no era una nota mala. - Esta nota es de anteayer ¿no? - Cloe retomó la tanda de preguntas suspicaces, Klaüs se desbordó al comprobar que su madre no confiaba en él en absoluto. - ¡Noo! ¡Esa nota es de ayer! - le dijo afligido, las lágrimas volvieron a colmar su espacio visual y de nuevo regresó con los sollozos. - ¿Y por qué no nos la enseñaste ayer? Después de una larga charla acerca de la responsabilidad y de sus deberes, Klaüs y su madre salieron a comprar el cuaderno. En principio Cloe decidió creer su versión sobre la nota que escribió Eduardo en la agenda y supuso que sería una simple reunión informativa que el tutor impartiría para conocer a cada uno de los padres de sus alumnos. Compraron el cuaderno y en cuanto llegaron a casa Klaüs hizo el primero de los ejercicios, cuando lo terminó hizo también el segundo por si acaso. Básil llegó unas horas más tarde y cenaron sin que este sospechase siquiera que allí había sucedido algo. Klaüs se acostó en cuanto acabaron y su madre fue a verle poco después antes de apagar la luz. - Luego ya le diré a tu padre que tenemos la reunión el lunes... no te preocupes más le dijo utilizando un tono conciliador en contraposición al que había empleado durante el interrogatorio. Le acarició el pelo, le beso la frente y al salir entrecerró la puerta. La semana transcurrió de lo más perturbadora, Klaüs vivía una de sus peores pesadillas de forma constante; durante el día no dejaba de darle vueltas a su recién adquirida obstinación, en cualquier momento podía ponerse a pensar de nuevo en la bronca que se iba a ganar el lunes siguiente a costa de su queridísimo profesor; durante la noche le costaba conciliar el sueño, Klaüs se preguntaba en la oscuridad de su cuarto si Eduardo sería tan cruel como para hablarles mal de él a sus padres, tenía miedo de que así lo hiciese. Fantaseando despierto trataba de imaginarse el desarrollo de la reunión y la visión que podía tener de tal evento era nefasta. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Entonces ya le daba igual cual resultara el desenlace, aunque fuese para mal estaba deseando que llegase el lunes para poder olvidar todo aquel malentendido; prefería salir de dudas antes que seguir angustiado como estaba, pensando día y noche en lo que le pudiese pasar. Klaüs especulaba: Seguro que Eduardo no tendrá miramientos y les contará mentiras sobre mí a mis padres para que me odien... al fin y al cabo me tiene manía y esta es una buena oportunidad para volver a dejarme en ridículo... y encima delante de ellos... ¿Qué le he hecho yo?... ¿Cómo es posible que la escuela pueda permitir que un tipo así imparta clases?... si no me esfuerzo de verdad y le demuestro que no soy un bobo Eduardo será capaz de decirles en la reunión que probablemente acabaré repitiendo curso si no me espabilo. Su conciencia aún infantil era el reflejo de su ingenuidad. Las cosas habían cambiado, pero él no sabía cuanto. A partir de entonces, desde la tarde en que le mostró la nota a su madre, trató de comportarse en clase como el alumno perfecto. Aun así no sería por mérito propio sino por miedo a las posibles represalias. *** HEROE DEL FRACASO ESCOLAR El domingo precedente al gran encuentro fueron a visitar a los amigos de sus padres y a sus hijos, Edan y Velma. Para Klaüs aquella visita era como darse un respiro, lo mejor que le podía pasar en pos de amenizar aquellas tristes tardes de domingo. Las tardes en las que jugaba con Edan y Velma formaban parte de los momentos que merecían realmente la pena, siempre había sido así. Edan tenía un par o tres de años más que Klaüs y sin lugar a dudas se había convertido en un referente para él, pues en su forma de ser encontraba paralelismos con su propia personalidad; Klaüs veía en Edan el reflejo de lo que con seguridad le depararía el futuro. Físicamente era un chico alto de carácter apacible, llevaba gafas de pasta como Klaüs y con ello lo más probable fuese que en su clase tendría la misma fama de sabidillo que él. Ambos habían ido a la misma escuela de kárate y también estuvieron juntos en las clases de natación, aunque Edan iba siempre al curso de los mayores. En su habitación tenía un ordenador de esos en los que los juegos se cargaban mediante cintas de casete, ambos compartían aficiones similares puesto que a Edan también le gustaba leer tebeos y coleccionaba figuras de acción de superhéroes Marvel. La personalidad de Edan, al igual que la de su primo Sergio, repercutía directamente sobre la suya propia pues fue uno sus referentes más directos. Tanto Edan como Sergio eran chicos más mayores que él pero no tanto como para ser adultos, porque relacionarse con adultos estaba bien aunque siempre terminaban tratándole como a un crío. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cualquier cosa que le gustase a Edan era digna de captar su atención: las películas de La guerra de las galaxias, los muñecos de los Transformers, los dibujos animados del inspector Gadget, los tebeos de los Pitufos, los juegos de mesa... una visita a su cuarto siempre tenía mucho que ofrecer. Aquella tarde se le veía especialmente aplicado y estudioso. No salió a recibirles pues estaba en su habitación haciendo los deberes y su madre le pidió a Klaüs que procurase no distraerle hasta que hubiese acabado con sus tareas. Desde que estaba en sexto curso ya apenas jugaba con él, siempre tenía que hacer demasiados deberes o cuando no se encontraba fuera de casa con algún amigo. Klaüs aborrecía su nuevo comportamiento, se había vuelto de lo más aburrido. - ¡Mira quién es el de la foto! - le dijo la madre de Edan a Klaüs. Le acercó el boletín de Yímbale y en primera página aparecía la foto de Edan bajo un titular que rezaba algo tal que así: <<Se incrementa el índice de fracaso escolar respecto al registrado el año anterior>> La cabecera de la noticia no era mucho más estridente que la misma fotografía: Edan aparecía retratado sentado en su pupitre y con aire despreocupación se giraba hacia atrás para brindarle una sonrisa ingenua a la cámara de la periodista que le tomó la instantánea. Sin querer había sido proclamado el retrato del fracaso escolar aunque nadie lo hubiese dicho por su apariencia de joven aplicado e intelectual. Comentando el incidente con los padres de Klaüs la madre de Edan abordó el tema abiertamente y puso de manifiesto los múltiples problemas que este tenía para adaptarse a la escuela; así pues no era una mera coincidencia el que la fotografía de Edan apareciese ilustrando al alumno prototipo del fracaso escolar, por lo visto la estampa era fiel al contexto de la noticia. Hablaron durante toda la tarde acerca del colegio, de Eduardo, de las asignaturas, de Agapito, de Geón e incluso de un profesor de sexto curso que se llamaba Jacinto que al parecer era el más despótico de todos los profesores que había tenido Edan hasta entonces. Advirtieron muy seriamente a Klaüs sobre este último profesor, por lo general los adultos no solían fallar en cuanto a sus predicciones y vaticinios. La madre de Edan hablaba maravillas de Eduardo y a Klaüs le sonaba cada comentario como una ofensa; de aquellas aún no acostumbraba a pronunciarse pues respetaba el criterio de los adultos más que nada en el mundo. A las alabanzas se sumó el propio Edan que vino a ofrecer su punto de vista, en cuanto escuchó la conversación corroboró la afirmación de su madre y dándole una palmadita en el hombro se dirigió a él y le dijo: - Si crees que Eduardo te tiene manía es porque todavía no conoces al Jacinto, que ese sí que tiene tela marinera. ¡Que no te pase nada chaval! - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Nunca antes se habían dirigido hacia él en ese tono, como si de verdad formase parte del colectivo de la vida adulta. Edan ya les hablaba a los mayores con total naturalidad, parecía que también fuese uno de ellos; incluso articulaba frases hechas de lenguaje coloquial como lo del tiene tela marinera. Entendió lo que le quería decir más que nada por el contexto, pues nunca antes había oído esa expresión tan singular. Se limitó a asentir mientras los padres de Edan reían al comprobar cómo su hijo utilizaba los sarcasmos. Los adultos retomaron la conversación mientras Klaüs interpretaba cuanto podía acerca de sus comentarios. Anteriormente siempre había visto conversar a sus padres con otros adultos pero nunca antes había llegado a prestar atención a sus diálogos. Por lo general Klaüs acostumbraba a jugar con los demás niños mientras ellos hablaban, o simplemente se volvía a su cuarto a leer tebeos. Tal vez fuese aquella la primera vez en la que Klaüs se integraba a una conversación adulta como oyente, por el momento no se veía capacitado para participar de forma activa y dar su opinión pero sí que trató de escuchar y reflexionar sobre cada comentario que hacían los contertulios. Estaba entrando de lleno en el mundo de los adultos, tan misterioso y tan abstracto en tantas ocasiones ¿significaba eso que dejaría de ver los dibujos animados y comenzaría a comprender por qué sus padres veían el telediario con tanto entusiasmo? Había vuelto a ausentarse como siempre, de nuevo recobró el hilo de la conversación y era en ese momento en el que sus padres comentaban que tenían una reunión al día siguiente con Eduardo. Klaüs volvió a exaltarse al recordar que la cita era inminente pero trató por todos los medios de aparentar que el acontecimiento no le merecía un solo atisbo de preocupación. Los padres de Edan se encargaron de allanar el terreno y después de la charla convencieron a los padres de Klaüs de que no tenían porqué preocuparse si les convocaba Eduardo, ellos confiaban plenamente. Velma, la hermana de Edan se levantó del sofá para irse a su habitación a jugar. - Véte con Velma a jugar - le dijeron los padres de esta. Velma y él siempre habían jugado juntos, ahora ya hacía un tiempo que Klaüs no se relacionaba con las chicas desde que en el colegio se produjo la disociación radical de sexos. Sintió un poco de vergüenza pero al fin y al cabo Velma solo era una niña de apenas seis años, a ella poco le importarían esas cosas. Acabó de beberse el zumo que le habían puesto, dejó el vaso sobre la mesa y se levantó para luego dirigirse hacia la habitación de Velma. Sus padres se quedaron charlando en el comedor y Edan volvió a su cuarto para terminar con los deberes. Lo que pasó a continuación requiere de un capítulo aparte, pues nada tiene que ver con cualquier cosa que le hubiese sucedido anteriormente. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EL FETICHE Cuando Klaüs entró en la habitación de Velma esta recogía los juguetes que tenía sobre la cama. La primera impresión que uno recibía al entrar en su cuarto era la de penetrar en una especie de santuario de la feminidad: la colcha que cubría la cama era de un color rosa intenso, al igual que la lámpara y la alfombra que estaba bajo sus pies. El rosa también era el color que predominaba entre sus juguetes y toda la habitación irradiaba una especie de perfume que despertaba la curiosidad de Klaüs. Pocas veces habían jugado en su cuarto porque él no quería que relacionasen sus gustos con los de las chicas; de hecho en sus primeras navidades, además de los coches y el castillo de los Masters del Universo, Klaüs pidió también en su carta a los Reyes Magos que le trajesen una casita maletín de muñecas. Las razones no podían ser más obvias: una de sus vecinas le había hablado de aquel juguete y él lo pidió en su carta para que pudiesen jugar juntos. ... Poco después de las fiestas encontró a uno de sus compañeros de clase (Telobes, que tendrá relevancia en el futuro de la novela) y este le preguntó qué le habían traído los Reyes. Klaüs le fue contando; en el transcurso de su inventario le dijo abiertamente que le habían traído una casita maletín y fue entonces cuando su compañero se escandalizó y exclamó: - Pero, ¿cómo te pides eso? ¡Si eso es de niñas! Recapacitó por un momento e intentando no mostrarse exaltado ante su reacción le negó que fuese verdad lo del juguete para niñas, le aclaró que solo era una broma que le estaba gastando. Su compañero le observaba extrañado y suspicaz, su reacción le hizo sentir confundido. Acababa de aprender que los chicos deben evitar a toda costa que se les relacione con nada que fuese propio del sexo femenino, de ahí la gran disociación sexual patente que asolaba el curso en que se encontraba actualmente. A todas luces estaba claro que se había equivocado al pedir aquel juguete. ... Desde siempre habían jugado los tres: Klaüs, Edan y su hermana Velma. Ella era un par o tres de años más pequeña que él y se conocían muy bien pues sus padres les habían criado juntos. Velma fue la primera niña en su vida y de ella aprendió cuán diferentes eran de los niños. La mayoría de las veces era considerada un estorbo por ser la más pequeña, ya que no solía entender los juegos de mesa, no sabía jugar con el ordenador o prefería peinar a sus muñecas antes que construir un fuerte. Aquel día fue el primero en el que iba a jugar con una niña a solas. Klaüs observaba con detenimiento la pequeña habitación estampada en rosa que olía a perfume de muñecas; las paredes eran blancas, el armario era grande y la cama ocupaba la mitad del habitáculo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Una estantería presentaba un muestrario de Barbies, ponis con el pelo de colores, bebés de goma, cajitas de maquillaje, joyeros y demás enseres femeninos; ninguno de ellos llamaba especialmente la atención a Klaüs salvo por la curiosidad de saber con qué se entretenían las niñas. A una prima lejana suya le habían regalado anteriormente el busto de una muñeca con el pelo largo que servía para que las chicas lo maquillasen y jugasen a ser peluqueras; estaba claro que ellas tenían una manera muy aburrida de divertirse. Se sentaron en la alfombra y Velma le enseñó sus muñecas favoritas, él hubiese preferido jugar con los muñecos He-man de su hermano Edan mientras ella jugaba con las Barbies. A Velma le hizo gracia ver cómo Klaüs puso a luchar a las muñecas entre ellas. - ¡Ponte este collar que te quedará muy bien! - le sugirió Velma divertida. Klaüs se resistía a ponérselo para no perder su calidad de varón. Forcejeando se cayeron al suelo riéndose. - ¡Uy! ¡Te has despeinado! Déjame que te peine con el cepillo que así estarás más guapo - nunca antes ninguna chica que tuviese menos de treinta años le había llamado guapo, y ni mucho menos le sugería que se peinase. Continuó forcejeando pero, aunque Velma resultase un tanto pesada, lo que al principio le parecía que iba a ser un suplicio terminó convirtiéndose en un juego seductor. Velma pasaba el cepillo por la cabeza de Klaüs con una suavidad que le producía verdaderos escalofríos irradiándole desde la nuca hasta los brazos. La punta redondeada de las púas del cepillo al contacto con la piel de su cabeza le provocaban un cosquilleo de lo más agradable; sentía verdadera vergüenza ante la situación pero a su vez experimentaba una sensación de relajación que le dejaba adormecido y embriagado. - Ahora házmelo tú a mí - le propuso Velma, y así lo hizo. Klaüs la peinaba torpemente enredándole el cabello y provocándole tirones, ella protestaba pero no debía hacerlo mal del todo porque a fin de cuentas se dejaba hacer. Su cabello olía muy bien, a champú de chica, con un perfume similar al que debía usar Laura. Mientras la peinaba pensó por un momento en la posibilidad de que fuese ella la chica que debía ser su novia, después de todo se conocían desde siempre aunque ahora solo fuese una niña. La verdad es que no se sentía tan atraído por Velma como por Laura; nunca nadie le había besado antes, así que tomó aquel beso como una revelación, como un indicio inequívoco de que Laura tarde o temprano acabaría besándole de nuevo convirtiéndose finalmente en su amiga especial. Recobró la conciencia tras su ensoñación y se encontró que aún estaba peinando a Velma. - Si mi novia va a ser Laura no tengo de qué avergonzarme por jugar con otra chica pensó. Su razonamiento le desinhibió por fin y pudo disfrutar abiertamente de los juegos de niñas. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Te enseño mi ropa? - le dijo a Klaüs. Entonces cerró la puerta para poder abrir su armario y la fragancia de chica volvió a adueñarse de la habitación; esta era ahora más intensa que nunca. Bajo la pila de ropa emergía un pequeño montón de braguitas y de calcetines. Junto a él había un paquete de pañales de niña que a Klaüs le llamaron la atención de una manera especial: una extraña y repentina curiosidad que le hacía sentir pudor y a la vez indecencia. - ¡Ya has visto bastante! - exclamó Velma riéndose mientras cerraba el armario con un portazo. - ¿Tienes pañales? ¿Aún los llevas? - le preguntó Klaüs indiscreto y divertido a su anfitriona. - No, ya no llevo - Le respondió burlona y relamida - es solo por si algún día no puedo más y se me escapa el... Se echaron a reír los dos y sin saber muy bien lo que sucedía comenzaron a tontear. - ¿Por si se te escapa el qué? - le interrogó jocoso. - ¡Por si se me escapa el pipí! - respondió Velma agitada ante el frenesí de la conversación subida de tono. - ¿No se te escapa ahora? - continuó él incitándola. Todo aquello le estaba resultando muy excitante y se dio cuenta que, desde que había visto aquellos pañales de chica, necesitaba tocarlos y experimentar con ellos; los había visto en la bolsa, eran blancos, con el elástico de color rosa, eran gorditos y mullidos, parecían tener un tacto tentador. Seguro que al doblarlos producían un ruidito que le resultaría de una obscenidad fascinante. Jamás se había visto tan travieso. - ¡Sí que se me escapa, sí! - le contestó riendo - Creo que me tengo que poner uno y el mismo instante se volvió pecaminoso, su amiga se bajó los pantalones y las braguitas mientras reía exaltada. Klaüs se quedó helado a la vez que sentía su cuerpo hervir como agua sobre un fogón. El clima de la habitación se había vuelto húmedo y extremadamente cálido a la vez, similar al que hay en una sauna. Acababa de ver sin querer la parte más íntima y secreta de toda mujer, su olfato despertó al conocer el aroma propio de la misma y sin saberlo tuvo su primera erección motivada por el sexo opuesto. Embriagado por la impúdica visión comprobó la puerta para asegurarse que estaban a salvo de la vigilancia de los adultos, entonces comenzó a sudar y a sobrexcitarse, el corazón le palpitaba golpeando contra su pecho como el más grande de los tambores de un desfile. No había vuelta atrás y él aún quería más. Volvió a mirarla y vio como ella cogía el pañal dispuesta a ponérselo. - ¿Me queda bien? - le preguntó Velma con una voz que a Klaüs le sonó a lascivia. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Te... te queda muy... bien - balbuceaba. No podía hacer otra cosa que mirarla por todos lados. - ¿Qué andáis haciendo por ahí, chicos? - la voz de la madre de Velma rompió el momento en mil pedazos y la realidad cobró vida de nuevo en la escena. Ella se quitó el pañal mientras aún se andaba riendo y lo guardo rápido en el armario dando un golpe con la puerta. - ¡Nada! estamos jugando - exclamó Klaüs al oír a sus padres dirigiéndose hacia la habitación. Velma estaba apunto de subirse el pantalón y fue solo un segundo antes de que su madre entrase por la puerta cuando todo regresó a una relativa normalidad. - Ja ja ja ¿Qué hacíais? - les preguntó mientras se reía divertida. - ¡Nada! - le contestó Velma riéndose a la par - Estábamos jugando. Klaüs salió del cuarto y se dio cuenta de lo sofocado que se encontraba. - ¿Qué hacíais? - les preguntó ahora Cloe dirigiéndose a Klaüs. Justo detrás, Básil le miraba burlón y también el padre de ella. - ¡Estábamos jugando! - Klaüs pasó una vergüenza terrible al pensar que sus padres podían estar sospechando qué era lo que había ocurrido en el cuarto de Velma. Durante un buen rato se sentó en el sofá con ellos para relajarse. - ¿Qué habéis estado haciendo? - le insistió de nuevo su padre con el mismo aire de burla. - ¡Nada! ¡Ya te lo he dicho que estábamos jugando! - Klaüs se exaltó y sus padres lo notaron. - Bueno ya está bien ¿vale? - concluyó Cloe - Ahora quedaos un ratito tranquilitos y tranquilizaos un poco que estáis los dos muy revueltos. Tanto Klaüs como Velma evitaron mirarse mientras estaban en el comedor con sus padres; allí no había pasado nada, poco a poco todo recobraría la normalidad ¿todo? No, no todo... él ya no era el mismo de hacía unas horas. Cuando por fin volvieron a casa después de la visita su madre le dio un baño y luego le metió en la cama. Klaüs observaba el armario pensativo mientras ella le arropaba. - A dormir - le dijo - ¿No me vas a contar lo que ha pasado? - volvió a insistir. -¡No ha pasado nada! ¡Ya te he dicho que estábamos jugando! - le respondió molesto ante su insistencia. - Bueno, va... buenas noches. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cuando se quedó a solas con la oscuridad la pregunta apareció de forma espontánea: ¿Tendría él pañales guardados en el armario de su habitación? Klaüs creía recordar que la última vez que vio un paquete de ellos Cloe los guardaba en los estantes de arriba, y ahí todavía no llegaba por sí solo. Resultaría excitante volver a tener en sus manos un pañal como el que se puso Velma. Tal vez la próxima vez que jugase en su casa tendría oportunidad de repetir. ¿Cómo se vería él con uno de esos pañales puestos? Entonces bajo sus sábanas volvió a sentir la sutil erección. Aquello no estaba bien, más le valdría quitarse de la cabeza todo lo que había sucedido aquella tarde. Mañana era el día en que sus padres iban a ir visitarse con Eduardo, gracias a la ayuda incondicional de Velma aquello era lo que menos le preocupaba en aquel momento. *** UNA DETRÁS DE OTRA A la mañana siguiente Klaüs se despertó antes que su madre, se había desvelado al escuchar a Básil duchándose así que debía ser temprano y muy pronto todavía para levantarse e ir al colegio. Aún podía aprovechar para volverse a dormir, poco después se percató de que era incapaz de hacerlo puesto que no dejaba de pensar en lo que había sucedido el día anterior. Recordaba el sofoco que sintió al ver a Velma bajarse las braguitas y colocarse el pañal con aquella actitud tan libidinosa. Nunca antes había visto los genitales de ninguna chica aunque cierta vez en clase había oído comentar que, en lugar de la pistolita de los niños, ellas no tenían nada. En realidad sí tenían algo, tenían como una rajita; está claro que algo debían tener pues de lo contrario no podrían hacer pis. Ciertamente nunca se había cuestionado nada parecido, el pudor que le inculcaron en la escuela le obligaba a evitar interesarse por esas cosas; eso era más propio de los niños maleducados que no de él, pues bajo su criterio se consideraba poseedor de la mentalidad propia de un joven adulto. Después de dar varias vueltas en la cama retomó el sueño y al despertar se levantó más cansado que de costumbre. Luego se aseó lavándose la cara, peinándose y mojando el cepillo en agua para que Cloe creyese que se había lavado también los dientes. Desde hacía algún tiempo ya se limpiaba él solo después de ir al váter, señal inequívoca de que se estaba haciendo mayor. Hasta entonces había sido siempre su madre la que le limpiaba el trasero y un día, sin más, llegó la hora de que lo hiciese por su cuenta de una vez por todas. Básil por su parte se encargaba de hacerle sentir avergonzado por tener que recurrir a ella para que le limpiase, así que finalmente accedió a aprender. Salió del baño, cogió su mochila y se la cargó a las espaldas, luego se tomó - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - pausadamente el vaso de leche hirviendo apartando con la cuchara la película de nata que se había formado y soplando para no quemarse la lengua; dijo buenos días mientras besaba a su madre y cuando terminó con la leche ambos salieron de camino al colegio. Cloe trabajaba cerca de la escuela con lo que cada mañana podía acompañarle. Le dio un último beso antes de despedirse de él en la puerta, seguro que no estaría de tan buen humor después de reunirse por la noche con Eduardo; o tal vez sí... quién lo podía saber. Lo cierto es que aquella mañana Klaüs tenía otras cosas en la cabeza, despacio se sucedían las horas durante las cuales no cesó ni por un segundo el recuerdo de la rajita de Velma, el aroma obsceno, la sensación de excitación que le produjo el juego de los pañales... pensó que lo mejor sería no comentar con nadie lo que había sucedido, se sentía muy sucio después de aquella experiencia. El día cabalgó con rutinaria normalidad, en el recreo desayunó y se guardó el cromo de los esqueletos en monopatín que le venía con el Bollycao que su madre le ponía cada mañana, ya empezaba a tener un buen montón de ellos. Tras las aburridas clases de Eduardo, la de Geón y una hora de gimnasia con Adler, llegaba el mediodía; entonces se volvía a casa con su abuelo para comer. Su abuela Bruna les esperaba con la comida hecha, había preparado sopa y pechugas de pollo rebozadas. - Mañana tu abuela te hará escabetis - le anunció su abuelo. - A mí no me gustan los escabetis - le contestó Klaüs -¡Y se dice espaguetis yayo! - Es-ca-be-tis - silabeó su abuelo. - Es-pa-gue-tis - le corrigió nuevamente. - Pos eso ¿no? Es-ca-be-tis... ¡Escabetis! Cuando terminaron de comer Klaüs aún no había conseguido que su abuelo pronunciase bien la dichosa palabra, así que desistió. Luego se pusieron a ver una película de dibujos animados de He-man y los Masters del Universo que habían alquilado el día anterior y poco después llamaron por el interfono Cliff Shamen y Marcos para volver juntos a la escuela. Llegaron las clases de la tarde, el hermano Genaro les encomendó que cada uno se comprarse una flauta y les estuvo enseñando la notación musical, después les enseñó una canción y estuvieron cantándola hasta poco antes de que sonase el timbre para volver a casa. A la salida Klaüs se encontró con su abuela, lo habitual era que fuese su madre quien estuviese esperándole a las cinco para volver a casa. Por el camino Bruna le contó que habían tenido que ingresar a su abuela paterna pues había comenzado a encontrarse mal el día anterior. El pensó que tal vez el inesperado incidente le salvase de la inminente reunión que debían mantener sus padres con el profesor, desde que le pusieron la nota en la agenda había estado rezando cada noche tal y como les enseñó Agapito, el profesor de religión. Por lo visto sus plegarias habían sido atendidas. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Aliviado al conocer la noticia aprovechó para pasarse toda la tarde viendo la programación de la tele a sus anchas, pues su abuela Bruna no le prohibía que lo hiciese. Por la noche se acostó sobre las diez; se puso el pijama, se quitó las gafas y fue su abuela quien le arropó esta vez. La habitación se quedó a oscuras y en silencio, su madre había cambiado la ropa de la cama aquella misma mañana y el frescor de las sábanas le sirvió como de bautizo redimiéndole de los pecados que había cometido el día anterior. Aun sin saber lo que era un pecado, Klaüs distinguía fácilmente que el juego al que había jugado con Velma debía de estar como mínimo prohibido así que, mientras trataba de olvidarlo, recordó que cabía la posibilidad de encontrar pañales en el armario que estaba sobre su cama. Aquel extraño fetiche se había adueñado de su juicio y le exigía saciar su curiosidad, necesitaba conseguir uno aunque no sabía muy bien para qué ni qué haría con él cuando lo tuviese en su poder. Esperó a que su abuela le dejase solo al dar por hecho que se había dormido y en cuanto escuchó el golpe de la puerta al cerrarse se incorporó para ver si encontraba algún pañal en aquella parte del armario a la que no conseguía acceder debido a su estatura. Pronto se dio cuenta de que no alcanzaba ni estirándose lo más que podía. Después de varios intentos se detuvo a analizar la situación y llegó a la conclusión de que aún debía crecer mucho para llegar hasta allí. Abandonó por el momento, pero también decidió que perseveraría hasta que pudiese saciar su extravagante fascinación por los pañales. Se encontraba de pie sobre la cama cuando oyó la puerta de la entrada abrirse bruscamente, debían ser sus padres y cabía la posibilidad que viniesen de la reunión. Se metió en la cama tan rápido y sigiloso como pudo procurando hacerse el dormido para evitar así que sus padres se pronunciasen por lo menos hasta el día siguiente. Básil entró decidido en la habitación y le profirió a ritmo de empujones un despectivo: - Despierta, ¡despiertaa! - Klaüs reaccionó haciéndose el dormido lo mejor que pudo pero también entendió que no le había servido de nada. Cuando su padre encendió la luz el ambiente de la habitación se volvió amenazador. - ¿Por qué no nos dijiste nada de la nota en la agenda? ¡¿Eh?! ¡¿A qué estabas esperando?! - Básil le interrogó sin medir ni una sola de sus palabras, Klaüs se exaltó y comenzó a llorar amedrentado ante aquel ataque intimidatorio repentino. - Es que no me acordé de decirlo - se excusó mientras lloraba a moco tendido. Esta vez Cloe no salió en su auxilio como cabía esperar y se limitaba a contemplar la escena impávida. - ¡No llores para hacerte la victimita! ¡Te has pasado toda la tarde viendo la tele y seguro que no has hecho nada de los deberes que te habían mandado en el colegio! El tono de su padre adoptó un semblante colérico desesperando por completo a Klaüs que no sabía cómo reaccionar ante su última acusación - ¡Ya hablaremos mañana de todo esto! ¡Pero de momento te vas a quedar sin tele por lo menos hasta el año que viene! - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Básil, tampoco exageres que sólo es un crío - Tras el chaparrón, su madre acudió como siempre a poner orden. Finalmente Básil se fue a la cama acompañado de su enojo, ella se quedó con Klaüs hasta que dejó de llorar. Cuando se percató de que su padre se había dormido aprovechó el momento de sosiego para hablar con él. - Eduardo nos ha dicho que sueles estar despistado en clase y que no te ve muy aplicado en tus deberes - le confió su madre. - ¡Es que me tiene manía! - replicó - ¡Desde que comenzó el curso que no me deja en paz! - a Klaüs le ponía nervioso tener que dar tantas explicaciones sobre su comportamiento, nunca antes había tenido que darlas. - Bueno mira, tu padre es como es y se pone nervioso porque quiere que hagas las cosas bien. El Edu dice que debes mejorar la letra y que debes estar más atento en clase. En todo caso estarás unos días sin poner la televisión para que tu padre vea que le haces caso y cuando se le pase ya verás como poco a poco volverá todo a la normalidad. Cloe siempre se mostraba más compresiva que Básil así que él aceptó sus condiciones; una vez se serenó le dio las buenas noches y ambos se fueron a dormir. Después de toda la bronca se sentía aliviado, por lo menos ya había pasado lo peor, la incertidumbre de no saber lo que iba a suceder era lo que más le angustiaba y ahora ya se había quitado un peso de encima. Eduardo se la había jugado y él todavía no sabía muy bien qué debía hacer para que le dejase en paz, supuso que tal y como le aconsejaba su madre debería esmerarse más en esas cosas a pesar de que no estuviese demasiado convencido de poder estar a la altura. Si Eduardo le hacía repetir curso su padre no se lo perdonaría, eso era demasiada presión para cualquiera. Al día siguiente todo seguía como siempre, sonó el timbre y al terminar la clase de ciencias naturales Eduardo se dirigió a él antes de que saliese al recreo: - ¿Qué Klaüs? ¿Vas a intentar mejorar y a estar más atento en clase? - Sí - le respondió él tratando de transmitirle una falsa ilusión renovada. - Así me gusta. Igualmente me vas a tener que dar los cromos esos que te llevas al patio, te los devolveré cuando lo considere oportuno - Estaba claro que Eduardo pretendía fastidiarle de una manera u otra, Klaüs accedió a dárselos ya que no tenía alternativa. Aquella fue la última vez que volvió a ver su colección de cromos de los esqueletos en monopatín. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - PAUTAS DE COMPORTAMIENTO Durante la hora de religión Agapito les hizo sacar las libretas y les pidió que se preparasen para un dictado, la mitad de la clase consternada no conocía aún el significado de esta práctica y le pidieron explicaciones al profesor. - Sencillamente tenéis que ir copiando lo que yo os vaya dictando - les respondió. Acto seguido les hizo saber que debían copiar las diez frases que él pronunciaría a continuación, dejando un renglón entre medio de cada una, a doble espacio. - ¿No os hacía Adler hacer dictados? - les preguntó dirigiéndose a toda la clase. - Sí - le contestó Laura. - Sí, pero no lo llamaba dictados - añadió Shamen. Agapito comenzó con su dictado, las diez sentencias que pronunció eran ni más ni menos que los diez mandamientos que se incluían en la Biblia. Al terminar les aleccionó contándoles la historia de cómo Dios se apareció ante Moisés en forma de luz resplandeciente concediéndole las tablas de la ley que contenían estos diez mandamientos. Tallados en dos piezas de piedra, estas normas servirían para formar éticamente al pueblo de Israel que por aquel entonces se hallaba sumido en una crisis de conciencia desatando a libre albedrío sus instintos más primitivos. Los diez mandamientos eran una especie de baremo que dictaminaba cuán bueno estabas siendo en cada momento. Klaüs conocía la importancia de comportarse educadamente para ser aceptado por el resto, sus padres llevaban toda la vida instruyéndole para que no hiciese travesuras ni fuese grosero o malhablado. Aquellos mandamientos debían servir para impartir disciplina a los alumnos que todavía no eran capaces de distinguir el comportamiento correcto del incorrecto; aquellos que a su edad aún parecían pequeñas fieras indómitas. En sus clases de religión Agapito les hablaría sobre la leyenda del arca de Noe en los anales de la prehistoria cristiana. Les habló también de la vida de Jesucristo y de la relevancia de su figura como símbolo de la religión católica. - ¿Por qué no cogió sólo a uno de cada especie? - sugirió Marcos. - Pues para que pudiesen procrear - le contestó Agapito sonriéndose. - Y eso ¿qué significa? - le preguntó Shamen extrañado. - Bueno pues... ¿cómo decirlo?... - el profesor se encontró de frente con una de aquellas preguntas que nadie se atrevía a hacer, Klaüs esperaba su respuesta expectante. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Es para que se puedan casar ¡tonto! - respondió de pronto Nuria Jerpah - por eso tenían que ser chico y chica ¿no, profe? - Así es - asintió. - ¡Ah, claro! - y cuando Marcos se conformó con la teoría de su compañera el maestro respiró aliviado. En todas circunstancias Agapito conseguía captar la atención de sus alumnos puesto que les hacía de cuenta-cuentos a la vez que les adoctrinaba, cada tarde solía embelesarles con sus historias fantásticas. Ya en casa, una vez terminaron las clases, Klaüs se sentó en el escritorio de su habitación dispuesto a hacer los deberes de caligrafía y ortografía que Geón les exigió para esa semana. Antes de abrir el cuaderno hojeó la libreta de religión, aquel sería el primer día del castigo que pesaba sobre él y ya que no podía ver la televisión por lo menos intentaría aprovechar el tiempo para distraerse. Por suerte su padre no le había prohibido ni los libros ni los tebeos y pensó que al fin y al cabo tampoco era un castigo tan terrible el que se quedase sin ver los dibujos animados; lo único que de verdad le preocupaba era la cerril ira de Básil. Sentado frente a la libreta discurrió sobre cada una de aquellas ordenes, tal vez en ellas encontrase la respuesta para no condenarse al infierno que por lo visto era algo mucho peor que el hecho de terminar trabajando en una fábrica gris y polucionada por el resto de sus días. - Amarás a Dios sobre todas las cosas - rezaba la primera de las sentencias, Klaüs conocía la existencia de Dios por lo que referían sobre él en la televisión o en las películas, también en los libros. Por lo visto Dios tenía la exclusiva sobre el mundo y todo aquello que en él habitaba; decidía sobre todo y sobre todos y no había acción posible en nuestro universo que escapase a sus designios. ¿Cómo no iba a amar a una persona así? Amar tal vez no, pero por lo menos mostrar respeto y servidumbre a aquel que era dueño de su vida sí. Nadie es tan tonto como para morder la mano de aquel que le alimenta. - No tomarás el nombre de Dios en vano - ésta segunda no la entendía muy bien pero por el contexto venía a significar que no debía hacerse burla de Dios. Bueno, era comprensible bajo el criterio de la orden anterior. Es fácil respetar a alguien que puede hacer que caigas por un precipicio o te mueras de hambre si así lo conviene. - Santificarás las fiestas - está claro que Klaüs se mostraba a favor de las fiestas, cualquier día en el que no tuviese que asistir al colegio era un día digno de santificar. Rió divertido ante sus propias conclusiones. - Honrarás a tu padre y a tu madre - pensó en su padre. En esta orden debía trabajar un poco más pues últimamente profería bastante odio hacia el comportamiento intimidatorio de Básil. Su madre acostumbraba a argumentarle que Básil era una buena persona aunque pareciese muy rudo, le decía también que cuando fuese más mayor ya entendería de lo que le estaba hablando. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Cloe siempre había cuidado de él y salido en su auxilio en todo momento así que confió una vez más en su palabra. - No matarás - decía el quinto ¡Por descontado! incluso recordó cómo trataba de caminar mirando al suelo para no aplastar ninguna hormiga; todos los seres de este mundo debían tener derecho a vivir... a él no le gustaría que nadie le aplastase. - No cometerás actos impuros - estuvo temiendo sobre este mandamiento, seguro que se trataba de condenar el juego al que habían jugado con Velma. ¡Qué difícil era huir de aquellas cosas tan excitantes! aquello se estaba convirtiendo en un recital para inducir a la gente a hacerse cura, y por lo visto a los curas no se les permitía tener novia. Luego pensó que si en algún momento Laura rehusaba ser su novia la solución más práctica sería hacerse monje, vivir de la espiritualidad y del compromiso con los demás. No era una gran solución pero al menos no era un destino desprovisto por completo de justificación. - No robarás - ¡Por supuesto! ¿Quién es capaz de robarle algo a los demás? En cierta ocasión Klaüs se vio tentado con robarle un cromo de los Transformers a su primo Sergio y finalmente optó por arrebatárselo cuando este estuvo despistado. Aquella misma noche su conciencia le torturó tanto que terminó confesándole a su madre lo que había sucedido. Ella le dio una lección acerca de lo deshonrado que era robar y Klaüs, confiado de su juicio, terminó por devolver el cromo de la misma manera en que se lo llevó. - No darás falso testimonio ni mentirás - Una vez le mintió a su abuelo. Ambos se encontraban jugando con sus muñecos y cuando Pepe le preguntó si tenía muchos Klaüs le respondió que los tenía todos. No pudo evitar reírse de su propio disparate y en cuanto su abuelo se percató de que le estaba mintiendo también le dio una lección acerca de las mentiras: - Si mientes mucho luego cuando digas la verdad nadie te creerá - le decía, y con esta sola advertencia consiguió convencerle. Mentir estaba mal, nadie debía hacerlo. - No consentirás pensamientos ni deseos impuros - que fue lo que sintió después de la tórrida tarde con Velma. Bueno, podría evitar cometerlos, pero evitar pensar en ello o desearlo ya era más difícil. Supuso que había cometido un error, pero la culpa era de Velma, él jamás hubiese hecho nada parecido si ella no le hubiese inducido a ello. Los mandamientos se estaban volviendo demasiado rigurosos. - No codiciarás los bienes ajenos - y este último reiteraba él No robarás pero insistiendo en que se debe evitar antes de que suceda. El cromo de los Transformers era un tesoro magnífico sin lugar a dudas: cuando lo movías arriba y abajo el dibujo cambiaba, en una posición era un robot y en la otra se convertía en un coche - ¡Qué cromo tan fantástico! Yo quiero uno igual - pensaba Klaüs para sí mismo. Estaba claro que si se lo pedía por las buenas su primo Sergio no se lo iba a dar, aunque fuese simplemente por fastidiarle, así que decidió agenciárselo sin pedir permiso. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Eso era todo; la síntesis del buen comportamiento estaba recogida en los diez mandamientos de las tablas de la ley y seguro que todos aquellos que se consideraban dignos ciudadanos los respetaban y cumplían al pie de la letra. Una buena manera de demostrarle a Eduardo que él estaba a la altura de sus clases sería prestarse a cumplir con ellos rigurosamente; no solo sería un alumno modélico sino también una persona sumamente religiosa que se ceñiría a las reglas. Klaüs pensaba convertirse en un ejemplo para todos los demás. Recogió la libreta de religión y la guardó en su cartera santiguándose con la señal de la cruz tal como les habían enseñado a hacer en clase para después de rezar el Padre Nuestro. Luego se dispuso a hacer los ejercicios de caligrafía y en esta ocasión procuró esmerase tanto cuanto pudo. *** APLICADO A LA FUERZA Klaüs, sentado en el escritorio, observa la oscuridad que hay más allá del haz de luz del flexo; la habitación cobra una nueva dimensión en cuanto a espacio y su pequeño universo se acaba prolongando hasta el infinito. En las sombras no se perciben más que aquellos objetos que son irradiados por el foco, próximos a su resplandor contrastan los que aún se encuentran lo suficientemente cerca como para que se puedan distinguir sus apagadas siluetas. La penumbra absorbe los colores de todo cuanto escapa al fulgor de la bombilla fundiéndose en la profundidad del negro eterno. Pequeños rayos centellean de forma casual soliviantando su sobriedad, pero allí no hay nada, solo el vacío. Declinar la mirada implica volver a la realidad, encontrarse de nuevo con su libreta de religión abierta por la última hoja escrita. Pensó en su padre y entonces reaccionó, se acercó al interruptor de la luz para accionarlo y la maravilla universal volvió a su insignificancia. Sacó la carpeta que a duras penas cabía en su cartera y de ella tomó algunos folios en blanco. Ya había terminado los deberes pero el castigo que pesaba sobre él le obligaba a tener que buscarse otra distracción que no fuese la programación televisiva, tampoco quiso leer tebeos puesto que podía dar la sensación de estar descuidando el sentido de la pena que le habían impuesto. Buscando alguna distracción semejante al afán estudiantil encontró la enciclopedia infantil de El Cuerpo Humano, unos tomos ilustrados creados a partir de la serie de dibujos animados que, aunque no tenía el mismo nombre que los libros, era en esencia de idéntico contenido. Los virus y las bacterias, que mostraban una divertida apariencia antropomórfica por lo menos en lo que se refería al rostro, poseían un atractivo especial a la hora de dibujarlos. Klaüs pensó que debía aprovechar para estudiar el trazo y la composición de colores, así los emplearía en sus futuros tebeos. Era de vital importancia que aprendiese a dibujar perfectamente para que en el futuro pudiese llevar aquella vida sin esfuerzo que ya anhelaba a sus casi nueve años de edad. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Su abuelo le había dicho: - Si te preguntan qué quieres ser de mayor, tú les respondes que quieres ser pensionista - por lo visto se trataba de una respuesta divertida que, aunque Klaüs no la llegaba a comprender muy bien, debía ser una forma de rechazar el hecho de trabajar. Volvió a apagar el interruptor de la lámpara que había en el techo de su cuarto y se quedó únicamente con aquello que salvaba la luz bajo el círculo resplandeciente trazado por el flexo sobre la mesa. El tiempo se detuvo a pesar de que paradójicamente las horas avanzaban con alarmante celeridad. Oyó la puerta de la entrada al abrirse y el sonido que hacía la cerradura al cerrarse; su padre acababa de entrar. El procuró hacer caso omiso y no salió a saludarle, prefirió esperar para comprobar en qué estado de alerta debía permanecer. Siguió con lo suyo hasta que Cloe le llamó para la cena, entonces se sentó a la mesa junto a ellos evitando el vacío y la indiferencia que le profería su padre; este ni siquiera se dignó a mirarle a la cara. Klaüs se sumó al voto de silencio y simplemente contempló las noticias que televisaban sin entender nada en absoluto de lo que decían. La situación devolvió pereza a los segundos que en su reloj andaban corriendo al triple de la velocidad normal, el momento de la cena se prolongó más de lo necesario pues el clima no resultaba amable ni mucho menos. Los días se sucedieron de forma similar: cada tarde comenzaba haciendo sus deberes y cuando los terminaba se ponía a dibujar virus y bacterias, de vez en cuando procuraba copiar también alguno de los textos que venían en la enciclopedia acompañando a las ilustraciones; así, en el caso de que Básil tuviese la intención de evaluar en qué estaba empleando el tiempo de su castigo éste podría advertir que por lo menos lo aprovechaba para hacer cosas útiles. Los deberes resultaban aburridísimos, tanto que algunos de los que podía hacer en menos de media hora los alargaba deteniéndose para reflexionar mientras contemplaba el vacío. ¿Quién dijo que en el vacío no hay nada? Klaüs tenía allí un refugio contra la desazón de sus tareas. Su padre aún tardó un par o tres de días en dirigirle la palabra, el primer síntoma de que la situación se reconducía fue el momento en el que volvió a darle un beso en la mejilla al llegar a casa; inequívocamente la tensión se había apaciguado pues durante el castigo no lo había hecho en ninguna ocasión. La misma noche en que su padre volvió a mostrar algo de simpatía hacia él fue la que, después de unos días de absoluta tirantez, entró en su habitación y le dijo con aire amable: - Ya puedes volver a ver la televisión si quieres ¿eh? - No pasa nada, prefiero seguir con esto - le respondió Klaüs con seriedad, haciéndose claramente el interesante. - ¿Qué estabas haciendo? - continuó preguntándole Básil con curiosidad. - Em... nada. Bueno, como he acabado de hacer los deberes pues estaba copiando cosas de la enciclopedia de El Cuerpo Humano. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Muy bien, así me gusta - concluyó. Tras un breve silencio le acarició el pelo, se dio media vuelta y antes de salir de la habitación le dijo por último: - Venga, ve a dormir que es tarde y mañana hay que levantarse pronto que tienes que ir al colegio. Que mañana es viernes ya y viene el sábado - Klaüs no le estaba mirando a la cara en aquel momento pero intuyó que se lo decía sonriendo ¡menuda falta de autenticidad tenía aquella mueca! podía haberse guardado la cólera que profirió contra él el día del enfado y haberle puesto esa misma cara a la hora de hablar sobre su trayectoria escolar. ... En la vida te pasan muchas cosas que no alcanzas a comprender y de las que, en la mayoría de los casos, no estás ni siquiera informado porque la gente parece que no quiera advertirte ni explicarte nada. Las conclusiones de los adultos a tus interrogantes siempre son las mismas: Ya lo sabrás cuando seas mayor; Ya te llegará, tú tranquilo; No te preocupes, que aún eres joven... Necesito saber muchas cosas y vosotros no me estáis ayudando en absoluto, más bien contribuís a fomentar el miedo que me asola cada vez que os hago una pregunta a la que no consigo encontrar respuesta. ... Klaüs recogió sus rotuladores de colores y cuando los tuvo guardados en el estuche metió todo en la cartera y apagó el flexo. Bienvenido otra vez a la inmensidad del cosmos, de nuevo puedes descansar plácidamente. *** LEJOS DEL CENTRO DEL UNIVERSO Uno de los golpes más duros que experimenta un joven en el comienzo de la pubertad es el momento en el que toma consciencia de que inesperadamente ha sido destronado de su potestad como centro del universo; todo cuanto giraba a su alrededor hasta entonces va eludiendo su fuerza centrípeta y sus órbitas se van expandiendo dirigiéndose hacia otros astros. Era la fiesta de cumpleaños de Alberto, uno de los chicos de la clase que en el actual año del reinado de Eduardo había despuntado sobremanera y se había hecho con el titulo de Chico más inteligente de la clase. Su porte no dejaba lugar a dudas: Alberto llevaba gafas igual que Klaüs, a diferencia de que las suyas eran de titanio y le otorgaban un aire de pequeño ingeniero; por aquel entonces eran una gran novedad pues todo el mundo solía llevarlas de pasta. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Desde que comenzó el cuarto curso Alberto había sido merecedor en muchas ocasiones de los elogios de Eduardo, Geón, Agapito e incluso el despótico Adler lo consideraba un alumno aventajado en gimnasia, todo lo contrario de su opinión respecto a las aptitudes de Zayin el patoso. En su fiesta de cumpleaños Alberto había reunido a más compañeros de los que pudo reunir Klaüs en la suya y eso a él le provocó cierta envidia. Allí estaban Yod, Manuel, Carlos, Javier, Jorge, Cliff… incluso de las nueve chicas que habían en la clase él consiguió que viniesen cuatro. También estaban en su fiesta otros chicos que reconocía como compañeros suyos, pero con los que entonces no tenía la suficiente confianza para invitarles a su cumpleaños. La comida en la fiesta no era nada del otro mundo: junto con las típicas patatas fritas en platos de plástico y las botellas de dos litros de refrescos variados la madre de Alberto les había preparado dos bandejas con sándwiches cortados por la mitad en forma de triángulo; dentro llevaban varias clases de embutido y, además, un centímetro de algo color blanquecino semejante a la mantequilla que otorgaba a los bocadillos una apariencia bastante deplorable. Tal vez fuese mayonesa o margarina, el caso era que Klaüs se quedó sin hambre pues ninguna de las dos opciones resultaba particularmente de su agrado. Aquella combinación tan tradicional de las fiestas infantiles le mantuvo al margen de los bocadillos e intentó pasar desapercibido comiendo únicamente patatas mientras sostenía su sándwich sin probar bocado. Una vez más se sintió avergonzado al verse excluido por tener aquellos gustos tan limitados; de ninguna manera pretendía parecer un asqueroso, pero es que él era así. La madre de Alberto debió advertir su actitud pues al poco se acercó hacia él para preguntarle si por casualidad no le gustaban los bocadillos. Klaüs se apresuró a responderle con toda la efusividad que pudo: - ¡Claro que me gustan! ¡Me encantan los bocadillos con... esto! - cuando terminó de hablar le dio un pequeño bocado en la punta al sándwich y lo masticó haciendo ver que le encantaba. Automáticamente la madre de Alberto se despreocupó del comensal y en cuanto se dio media vuelta Klaüs aprovechó para escupir el trozo de bocadillo en una servilleta. Aquella cosa blanca les otorgaba un sabor verdaderamente asqueroso, era dulce y a la vez estaba fría, no casaba con el salado del embutido y hacía que todos los sándwiches de la mesa fuesen un auténtico fiasco. Llegó el momento en que los chicos comenzaron a entregarle al homenajeado sus presentes. Aquella misma tarde antes de llegar a la fiesta Klaüs había ido con su madre a la papelería y le habían comprado a Alberto un plumier con lápices y rotuladores de varios colores, era un estuche muy bonito que incluso le hubiese gustado para él. - Tal vez me lo regale alguien el día de mi cumpleaños - pensó. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Alberto comenzó a desenvolver sus regalos, cuando abrió el suyo se limitó a mirarlo por un segundo y acto seguido lo colocó en la mesa junto con los demás. Quedó claro que Alberto no demostró demasiado interés por el plumier y Klaüs, que permanecía atento a su reacción, se sintió bastante decepcionado. Había esperado de él un gesto de efusivo agradecimiento por lo menos, pues era un estuche genial. Después de abrir su presente continuó con el resto, todos acabaron sobre la mesa en una pila y más tarde la madre de Alberto los llevó a su cama; le habían regalado tantas cosas que entre los papeles de envolver y los propios regalos no se podía distinguir de qué color era el edredón que la cubría. En un momento en el que Klaüs se vio solo en la fiesta pudo colarse en la habitación donde la madre de Alberto había dejado los regalos, cerró la puerta a sus espaldas y en la oscuridad los observó con curiosidad. Le habían regalado muchas cosas, a él nunca le habían hecho tantos regalos en su fiesta de cumpleaños. Entre todos ellos se encontraba un muñeco de Spiderman que despertó la codicia en él; sus compañeros nunca le habían regalado juguetes. - Y ni siquiera lo ha sacado de la caja ¡qué injusticia! - pensó mientras observaba fascinado el blister en el que venía el juguete. Entonces por su cabeza rondó la idea de apropiarse de aquel muñeco que tan injustamente había llegado a parar a las manos de un dueño que ni siquiera le prestaba atención. Total, tenía muchísimos regalos más y seguramente, con el caso que les había hecho, no se daría cuenta de su ausencia. - No robarás - comenzó a emitir su conciencia con la intensidad de las ondas hertzianas. Después de analizar la situación y comprobar que era muy poco probable que pudiese salir de allí habiendo robado el juguete sin que nadie se percatara, Klaüs recapacitó. Él no era ningún vándalo y se había propuesto cumplir con todas aquellas normas que le harían ser un alumno modélico tal como lo era Alberto. Lo más probable es que si seguía los mandamientos bíblicos y se portaba bien, en su aniversario alguien también le regalaría aquel muñeco de Spiderman que tanto le gustaba. Solo era cuestión de esperar pues su noveno cumpleaños estaba ya bastante cerca. - ¿Qué haces aquí? - Alberto entró sobresaltado en la habitación y había visto cómo Klaüs, con las luces apagadas, miraba los regalos con curiosidad mostrando una clara actitud de vigilancia. - No hacía nada - le contestó él. Raudo se alejó de los regalos y salió de la habitación ante la atónita mirada de Alberto que, suspicaz, dio un vistazo a su alrededor a ver si allí había ocurrido algo. Después de la merienda y el tradicional reparto de obsequios al anfitrión, los padres de algunos de los chicos fueron llegando para recogerles y regresar a casa. Yod se marchó el primero, a Laura vino a buscarla su madre como de costumbre y - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Carlos se fue junto con Manuel cuando vinieron los padres de éste. Los chicos que habían quedado a última hora salieron a jugar al parque que había cerca de donde vivía Alberto, él se llevó consigo la pelota de fútbol que le acababan de regalar y la estrenaron jugando un partido. Klaüs pudo darse cuenta por sí mismo de que no pintaba nada allí: la merienda no había sido de su agrado; cada vez que Alberto recibía atenciones se sentía molesto y ni que decir de los regalos, había sentido más celos aquella tarde que en toda su vida. Aquel día el mundo tal y como lo conocía había estado girando entorno al anfitrión de la fiesta que en aquella ocasión no había sido él; esta fue la primera vez en la que se percató de que estaba dejando de ser el centro de atención. Las personas de su entorno comenzaban a orbitar alrededor de otros pequeños astros que le estaban despojando poco a poco de su trascendencia como estrella central del universo llamado Klaüs Zayin. No merecía aquel trato de exclusión que cuestionaba su relevancia; se sentó en uno de los bancos del parque a mirar cómo los demás, ignorándole por completo, jugaban a fútbol sin que nadie le diese importancia al hecho de que él no participaba. Poco después aparecieron sus padres que habían venido a buscarle con el coche, fue un verdadero alivio huir de aquel firmamento adverso. Se marchó sin despedirse y en cuanto llegó a casa se instaló en su cuarto para refugiarse en el siempre seductor mundo de los tebeos. Leer le ayudaría a omitir las conclusiones que pudiese sacar sobre aquella tarde tan extravagante. *** EL SENTIDO DE LA JUSTICIA Klaüs contemplaba la escena a salvo sobre la cima de un montículo. Los caníbales de Plutón, unos escalofriantes monstruos sanguinarios devoradores de seres humanos, habían comenzado con su cometido de conquistar la tierra y tuvieron la brillante idea de empezar nada más y nada menos que por su casa. Dirigió la vista hacia la piscina y se percató que estos la habían dejado sin agua; en su lugar la habían llenado con personas que con toda probabilidad terminarían siendo pasto de los hambrientos alienígenas. Entre toda aquella gente divisó a su madre y se le congeló la sangre. Dentro de su campo de visión se añadieron ahora los horrendos invasores que avanzaban por el camino en dirección hacia la casa; de dos en dos cargaban sobre sus espaldas unos troncos en los que habían atado de las manos y los pies a algunos chicos que parecían de su misma edad y que iban a ser parte del banquete. ¿Qué podía hacer él? ... - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Oyó el sonido de la persiana al subir y aún tardó en tomar conciencia de que se encontraba en su cama. Acababa de escapar de una horripilante pesadilla, de nuevo gracias a que había llegado la hora de despertarse. En esas circunstancias siempre era de agradecer aunque también se había esfumado junto con los caníbales de Plutón la casa con piscina que aparecía en sus sueños. Se sintió tan cómodo bajo las sábanas que volvió a dormirse mientras su madre se duchaba, ya no tardaría mucho en venir para vestirle. A las ocho sonó el despertador y fue entonces cuando se levantó para ir al colegio. - Tómate la leche Klaüs - espetó Cloe. De camino a la escuela coincidió con Jorge, Marcos y Laura que venían hablando precisamente sobre los sueños y pesadillas más raros que habían tenido. Entonces fue cuando Klaüs comenzó a recodar lo mal que lo había pasado aquella noche en la que no consiguió ayudar a los presos para que escapasen de ser víctimas de la voracidad de los caníbales de Plutón. Aislado de la realidad revivió su ensoñación hasta el momento en el que se dio cuenta de que estaba apunto de entrar en clase. Geón les esperaba para pedirles los cuadernos de ortografía. Tras una aletargada hora con Geón llegó el turno de las clases de educación religiosa de Agapito, la asignatura que más motivación despertaba en Klaüs de todas cuanto se impartían en el colegio por aquel entonces posiblemente junto con plástica y dibujo. Agapito les había hablado ya en sus clases de Eva y Adán; les había hablado de Moisés, de las tablas de la ley y por último la semana anterior les había contado a modo de chascarrillo la historia de Noé y el arca con la que salvó a las especies del diluvio universal. Aquella mañana se disponía a aleccionarles con la historia del juicio de Salomón, que fue otro de los apólogos de contenido ético que perduró con el paso del tiempo y que sirvió de engranaje central para el resto de los principios morales que adquirió Klaüs Zayin en el transcurso de su vida. Equitativa sentencia <Klaüs Zayin, que era un rey de Israel reconocido por su magnífica sabiduría pero mucho más por la paciencia pertinaz que invertía en sus súbditos, recibió una mañana a uno de sus guardias que le trajo en audiencia a dos mujeres, éstas venían vociferando y discutiendo a gritos desde antes de entrar en la cámara donde su majestad impartía juicio para solventar los problemas cotidianos de la plebe. Klaüs ya había sentido cómo alborotaban en la calle desde la ventana de su biblioteca predilecta, pudo suponer que vendrían derechas a demandarle un veredicto así que dejó lo que tenía entre manos y bajó para apoltronarse en el trono de la sala de audiencias. Las dos damas no guardaron ni tan siquiera las formas ante él y solo los guardias las reprendían para que no se sacasen los ojos la una a la otra. - Silencio por favor, guarden silencio - demandó el sabio rey que ni aun haciendo uso de su autoridad era capaz de provocar el cese de la algarabía que se proferían. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Tomó la decisión de aguardar a que se serenasen para poder atender a sus demandas pero la situación se prolongaba y la animosidad entre ambas mujeres parecía carecer de límites. Prácticamente no se les entendía al hablar así que el rey Zayin solicitó a uno de los soldados que le hiciese el favor de resumirle en qué se basaba la trifulca. - Su majestad: Estas dos mujeres están discutiendo por la maternidad del infante. Ambas se declaran madres legítimas del niño y pese a que está claro que eso es imposible no sabemos distinguir cuál de ellas dice la verdad y cuál está mintiendo. Las hemos traído a su judicatura para que emita una sentencia justa - tras la explicación el soldado se retiró y se dispuso de nuevo a contener la violencia de las féminas que no abandonaban en la contienda. Klaüs las observaba procurando disimular la fascinación bajo un semblante solemne e impertérrito. Discurriendo sobre la argumentación de su leal soldado llegó a la conclusión de que en efecto cualquiera de las dos podía ser la madre biológica y cualquiera de las dos podía estar mintiendo, no resultaba fácil esclarecer la autenticidad del discurso de cada una puesto que ambas imponían sus razones a base de patadas y tirones de pelo. Finalmente Klaüs el rey solicitó que portasen ante su presencia al infante que era el motivo de todo el pleito, otro de sus diligentes guardias le entregó al pequeño ante la atónita mirada de las mujeres que no cesaron ni por un instante de pelear aun cuando el erudito juez Zayin, último rey de Israel, se disponía a emitir su veredicto. - Traedme la espada más afilada que exista en mi corte - demandó exclamándose el rey. Al cabo de un instante uno de sus palatinos le entregó un magnífico sable, forjado con el acero que se empleaba para confeccionar las mortíferas lanzas que distinguían los jinetes en sus bélicas gestas. Entonces alzó a la criatura asiéndola de un pie y mientras sostenía el arma con la otra mano dictó su fallo: - Hijas del vulgo: ante vuestra actitud de obstinada lucha por la legítima custodia del retoño no puedo sino ofreceros la más armoniosa de las justicias. Como soy incapaz de desenmascarar a la presunta impostora he preferido optar por considerar que ambas partes tienen razón, y pese a que no concibo la posibilidad de que nazca un infante del seno de dos madres al mismo tiempo, deseo creeros a las dos y otorgaros mi sentencia de forma equitativa. Que la mitad de este niño que os otorgaré os devuelva la felicidad a cada una. Ante la incredulidad de las dos mujeres el rey Zayin se dispuso a cortar al bebé en dos sin contemplaciones. Su espada estaba en el aire cuando finalmente una de ellas se derrumbó y lanzándose a sus pies le imploró: - ¡Piedad! Entrégueselo a ella, prefiero que viva bajo la tutela de esa pérfida mujer a que se le derogue la gloria de vivir. Atienda a mis humildes suplicas ¡se lo ruego! procurando no mostrarse conmovido Klaüs bajó la espada y devolvió la criatura a los brazos de su madre genuina que arrancó a llorar ante la clemencia del sabio rey. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La otra mujer protestó ante la sentencia: - ¿Por qué se lo entrega a ella? ¡La madre auténtica soy yo! - le recriminó al rey Zayin aun cuando uno de los guardias todavía la agarraba por el brazo. - Te diré el porqué, mujer perversa: Está claro que aquella de las dos que no concebía el sentimiento de la maternidad solo obraba por avaricia y por causas desleales. Tú hubieses sido capaz de estar ahí inconmovible ante la ejecución de tu presunto hijo por tal de ver como ella se quedaba sin su bien más preciado y salirte con la tuya. Si no era para ti no debía ser para nadie, pensaste - el sabio rey se sentía molesto ante los importunos plañidos y quejas de la falsa madre, estaba comenzando a varear la posibilidad de ajusticiarla severamente. - Pero ¿cómo podéis tener la certeza de que vuestro decreto ha sido indefectible?- le insistió por última vez la mezquina mujer con palabras de plebeya. - Sin lugar a dudas, aquella que procura por la vida del pequeño no eres tú y con eso tengo suficiente para llegar a mi conclusión. Lleváosla lejos de mi presencia; ver tan de cerca la avidez de los miserables me produce nauseas - concluyó el rey. > Cuando Agapito terminó de contar la historia encontró que, como de costumbre, había tenido a toda el aula en vilo durante su narración. Con el final llegó también la hora de dar por terminada la clase y al sonar el timbre les encomendó recoger y salir ordenadamente al patio. - ¡Qué historia tan genial! A mí también me gustaría ser tan justo como el rey Salomón - les comentaba Manuel Nekasim durante el recreo. Como todos los días Carlos, Manuel, Yod y Klaüs se habían encontrado en las escaleras de entrada al colegio para mantener otra de sus reuniones secretas mientras los demás chicos jugaban a fútbol en el patio grande. Desde que habían comenzado el presente curso escolar podían disponer de aquel patio para jugar, en ocasiones compartiéndolo a su vez con los chicos del quinto curso; igualmente los cuatro amigos seguían reuniéndose al margen del resto de sus compañeros, a veces se unía a ellos algún tránsfuga de los que solían jugar a fútbol o alguna de las chicas de la clase que no se avenían con las demás y prefería juntarse con ellos ni que fuese para jugar al escondite. Ser justo era una cualidad que por lo visto despertaba atractivo en la mayoría de las personas. - Seré justo - se propuso Klaüs - Me ganaré el respeto de los demás siendo justo estaba claro que no conocía los peligros de esta actitud que pretendía hacer suya. Por la tarde, cuando salió del colegio, su abuela Bruna le estaba esperando a la salida y Klaüs ya temió que algo hubiese sucedido. Ella no le contó nada en un principio, fue al llegar a su casa cuando le explicó que un pariente lejano había enfermado gravemente y que le habían traído a un importante hospital de la capital - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - para hacerle un tratamiento con urgencia. Mientras hacía los deberes a la luz del flexo escuchó sin querer la conversación que mantenía su abuela con Cloe por teléfono. Le oyó decir a su abuela Bruna que se iba a quedar con él y que ya le acostaría cuando llegase la hora de dormir; fuera lo que fuese lo que hubiera sucedido era sin duda algo que a él no le debía incumbir. Tal vez era algo de gravedad como cuando murió su abuelo paterno, los días lo dirían. Terminó con sus deberes de ortografía y después con los de matemáticas, cuando se disponía a ponerse a dibujar su abuela le llamó para cenar y luego se fue a la cama a leer un tebeo. Estaba tan agotado que se durmió antes de que ella viniese a darle las buenas noches. *** FUERA DE LUGAR Se despertó a la mañana siguiente con el tintineo de la cucharilla que solía oír cuando Cloe removía el café soluble en la leche, aunque en un primer momento todo parecía estar en orden pronto se dio cuenta de que ya había sonado el despertador y su madre no había acudido para darle los buenos días como era de costumbre. Oyó unos pasos que se acercaban a su habitación pero por el sonido no podían ser otros que los de su abuela Bruna. - Buenos días cariño - le dijo su abuela cuando al abrir la puerta se dio cuenta de que Klaüs estaba ya despierto - ¿Has dormido bien? - Sí ¿no está mamá? - se apresuró a preguntar. - Están en el hospital, han ido a ver al primo Justo que lo han traído aquí para que lo operen. Ya te he preparado el desayuno. Klaüs estaba contento de ver a su abuela Bruna de buena mañana, además de ser tan cariñosa con él calentaba la leche a la temperatura idónea. Su abuela le ayudó a lavarse el pelo tal como lo hacía su madre y luego le vistió. Después le acompañó a la escuela. - Al mediodía vendrá a recogerte tu tía Rosa, que yo iré con tus padres a ver al primo Justo - le dijo antes de darle un beso para despedirse de él. Klaüs entró en el aula después de que hiciesen fila como cada mañana, luego rezaron un Padre Nuestro y comenzaron la clase de ciencias naturales con Eduardo. El primo Justo era un pariente lejano. Su abuelo Pepe le había hablado en cierta ocasión de que lo pasaba muy bien cuando se juntaba toda la familia, pero que tenía especial amistad con Justo pues habían salido en muchas ocasiones a recoger juntos la fruta del huerto, habían jugado a las damas... en definitivas cuentas decía de él que se trataba de un chico muy vital y entrañable. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Por lo visto debían someterle a una operación bastante delicada. Allí donde él vivía no tenían hospitales que le garantizasen el éxito total de la intervención y por eso le trajeron a uno de los más importantes de la ciudad aledaña a Yímbale. En realidad lo único que preocupaba a egocéntrico-Klaüs en aquel momento era el detalle de que su tía Rosa iba a venir a recogerle, eso significaba que tendría que comer en su casa con ella y con su abominable primo Sergio. Estaba convencido de que su tía cocinaba mal, algo así como su madre o incluso peor; lo cierto es que aún no había conocido ningún sitio donde comiese mejor que en casa de su abuela Bruna. En su oración de la mañana pidió no tener que ir a comer a casa de su tía pero una vez más sus súplicas fueron desatendidas por el excelentísimo anciano de la barba blanca. Según lo convenido era la una del mediodía cuando encontró a su tía Rosa esperándole a la salida de la escuela, así que durante el resto de la semana Klaüs se trasladó a casa de sus tíos. Ni que decir tiene que las especialidades culinarias de su tía no eran especialmente de su agrado, tampoco la cama donde debía dormir era lo suficiente confortable para su gusto. El clima que respiraba era extraño, denotaba tirantez. En ningún caso era un ambiente austero, pues estaba en familia, pero sí que se sentía incomodo entre ellos. Tanto sus tíos como su primo mostraban cierto desapego, quedaba claro que debían pensar de él que era un mimado y un malcriado. Seguro que durante su estancia les daría mucho que hablar. Los días se sucedieron con lentitud y en el transcurso de la semana no volvió a ver ni a sus padres ni a abuelos; le habían aislado del círculo y se sentía solo aun estando en compañía de sus familiares. Por las noches dormía bastante mal, le costaba conciliar el sueño en una habitación que le era extraña y en una cama demasiado blanda para su gusto. A la hora de comer tres cuartos de lo mismo: pese a que su tía procuraba cocinar platos semejantes a los que hacía su abuela, probablemente a petición de su madre, estos no sabían igual y despertaban aún más la añoranza en Klaüs cada vez que se sentaba a la mesa. Las clases en el colegio también se habían vuelto del todo insólitas, una mañana Eduardo les llevó a la sala de actos para pasarles una película. Lejos de ser un documental o un filme educativo el profesor les puso una de aventuras que se llamaba Los Goonies. Como no tuvieron tiempo de terminarla en una sola clase la estuvieron viendo a trozos durante los siguientes tres días. Era de lo más chocante que en el colegio les ofreciesen una hora de diversión televisiva más propia del tiempo de ocio, desde luego no era digno de réplica. Este era el lado jovial de Eduardo, pese a que demostró ser algo desalmado al corregir los trabajos luego era a su vez el profesor más cercano a ellos debido a su juventud. De la mitad del curso en adelante continuaron teniendo una hora a la semana en la que veían una película juvenil y todos estaban encantados con ello. Otro detalle digno de mención era que cuando Eduardo castigaba a sus alumnos les hacía traer chuches a clase como penitencia: cinco chicles por un castigo, o cinco gominolas, o cinco nubes de azúcar... el caso es que a costa de sus pupilos Eduardo se puso las botas comiendo dulces cada semana. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Los castigos que les imponía el sargento Adler no tenían nada que ver con los de Edu pues éste solía hacerles copiar cincuenta o cien veces una frase absurda que contenía el motivo del castigo: No comeré chicle en clase - podía ser un buen ejemplo. En cierta ocasión, mientras hacían un examen de ciencias, Eduardo se puso a desayunar su bocadillo con una Fanta de limón sentado en el pupitre ante la atónita mirada de sus alumnos que en ningún caso parecía turbarle en absoluto. A diferencia del resto de los profesores que habían tenido hasta entonces Edu se mostraba desenfadado e incluso un tanto cínico. Varias veces durante el curso les contó que aquel iba a ser su último año como profesor pues estaba a punto de irse al extranjero a cumplir con el servicio militar. Klaüs se percató también de que el maestro despertaba una extraña fascinación en las chicas de su clase, parecía como si todas estuviesen enamoradas de él. Aquel tipo debía tener el encanto que hacía falta para encandilar a las féminas ¿sería su juventud o tal vez era un atractivo que escapaba a su juicio? ¿sería su picardía? de cualquier forma había advertido ya que su actitud resultaba atractiva para el género contrario y era consciente de que debía estudiar aquel inusual comportamiento para así poder emplearlo en persuadir de nuevo a su desencantada Laura. Pasó la semana sumido en una infinita melancolía, como siempre con la nariz metida entre sus tebeos. También aprovechó para dedicarle tiempo a los deberes procurando llevar al día sus quehaceres escolares. El lunes siguiente fue cuando Cloe y Básil volvieron para rescatarle, él no cabía en su gozo. Al regresar a casa su felicidad contrastaba con el desasosiego de sus padres que, agotados por todo el periodo que estuvieron de visitas en el hospital, durmieron durante el resto del día. Por lo visto el primo Justo que él ni tan siquiera conocía había fallecido el fin de semana después de la intervención; ellos ya habían ido incluso al funeral y volvieron a casa cuando todo había acabado. Pero, si su primo Justo era joven... ¿cómo podía ser que hubiese muerto ya? ¿No era lo normal que fuese la gente verdaderamente anciana la que moría? Presa del pánico ante la incertidumbre de tantas incógnitas que se le planteaban no conseguía concebir el sueño, pensando en cómo alguien que no había llegado aún a la vejez podía haber muerto inesperadamente a causa de una enfermedad. Klaüs era propenso a tener enfermedades, pensó en lo terrible que sería para él si algún día enfermase tanto como para morir de forma repentina igual que su primo Justo; tenía miedo a que todo acabase. Cada vez se iba haciendo más mayor y cada vez se acercaba más a la edad adulta, con ello a la vejez y con ello al final de sus días. Todo estaba yendo demasiado rápido ¿Qué había venido a hacer? y ¿qué sentido tenía vivir si al final terminas muriendo? ¿Hay alguna posibilidad en el mundo de convertirse en inmortal y vivir para siempre? También pensó en sus abuelos, ellos eran ya ancianos y con toda seguridad, al igual que se había ido ya su abuelo paterno, algún día también se irían su abuelo Pepe y su abuela Bruna a los que tanto quería. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Por qué debe morir la gente?- se preguntaba - Tiene que haber algo realmente bueno más allá de esta vida insulsa que no sea solo pasar por el colegio, trabajar y después morir. Necesitaba tener respuestas fiables sobre un tema tan importante como ese; al igual que sucedía con el resto de temas importantes la gente los omitía y debía conformarse siempre con oír: - Ya lo sabrás cuando seas mayor - estúpida frase que causaba recelo a la curiosidad de Klaüs. En clase de religión le había oído hablar acerca de ello a Agapito, él les habló sobre el cielo y el infierno. Al cielo iban, después de morir, a pasar el resto de la eternidad los chicos buenos; al infierno iban los chicos malos. ¿Quién decide lo que es bueno y lo que es malo? y ¿quién dictamina si te has portado bien o si te has portado mal? La idea de someterse a tal juicio final le resultaba terrorífica, debía comenzar a portarse bien desde ya para poder optar a la salvación eterna. *** COMPARACIONES Y COMPLEJOS Vísteme despacio que tengo prisa solía recordarle su madre por las mañanas mientras le andaba vistiendo. Después de sobrevivir al claustro en casa de sus tíos Klaüs celebraba la vuelta a la normalidad, a la rutina de costumbre; una rutina que de todas formas era agradable si se comparaba con el hecho de enfrentarse a la vida en el exterior. Cloe le colocó de espaldas contra la pared y fue a buscar su cinta métrica. - Uno treinta y siete ¿has estado creciendo esta semana? - le preguntaba su madre divertida. - Que yo sepa, no - le contestó Klaüs - No he hecho nada esta semana. Y era cierto. Durante el tiempo que pasó con sus tíos únicamente en una ocasión tuvo la oportunidad de entablar una conversación fuera de lo banal con su tía Rosa, fue una de aquellas tardes en las que se encontraban ellos dos a solas y la charla se sucedió sin más remedio. Su tía le hablaba de los vínculos familiares: Rosa: Tu tío Joaquín es tu tío auténtico, porque es el único hermano que tiene tu padre - le decía ella mientras hacía tintinear su cucharilla contra la taza de café. Klaüs: ¿Y tú también eres su hermana? Rosa: ¡No hombre! Ja ja ja - el comentario de Klaüs despertó la simpatía de ella. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Rosa: Si fuese su hermana no me hubiese podido casar con él. Klaüs: No lo entiendo - le confesó Klaüs algo confuso por la inesperada reacción de su tía ante la apreciación. Rosa: Sí, verás: Tu padre sólo tiene un hermano, que es Joaquín; tu tío, mi marido le explicaba con paciencia - Como tu madre no tiene más hermanas tu tío Joaquín y yo somos los únicos tíos legítimos que tienes. Y el Sergio el único primo, porque es hijo único como tú. Klaüs: ¿Qué significa legítimos? Rosa: Que somos los de verdad. Klaüs: ¿Y los otros no son de verdad? Rosa: No puedes tener más tíos. Los demás familiares que conozcas serán primos segundos o tíos de tus padres. Su tía tomó una revista de labores que tenía sobre la mesa y se puso a hojearla mientras conversaban. Klaüs: Pero entonces ¿Justo no es mi primo? - insistió Klaüs. Rosa: No, él es... bueno, era primo segundo tuyo - le contestó su tía sin apartar la vista de la lectura. A Klaüs le dio la sensación de que ella ya se había cansado de contestar a su interrogatorio. Klaüs: ¿Qué significa que es primo segundo? Rosa: Significa que es primo de tu primo. Klaüs: ¿De mi primo Sergio? Rosa: ¡Anda, que estás tarumba! ¡Pues será primo de tu madre o de tu padre digo yo! Con su último comentario comprendió que había conseguido agotar la paciencia de su tía Rosa. La mayoría del tiempo sus tíos se dirigían a él como si fuese un niño excéntrico y a Klaüs no le suscitaba ninguna simpatía el que lo tratasen de esa forma. De la conversación con su tía conoció también la existencia de otro familiar lejano que vivía en su mismo pueblo e incluso iba a su misma clase. Telobes era otro de los primos de su primo Sergio, familia por parte de su tía Rosa. Con Klaüs no mantenía ningún lazo familiar directo pero siempre estaba bien tener familiares o amigos como compañeros de clase, tal vez encontraría afinidad con él y podrían ser buenos amigos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Malhablado Telobes era un chico escuálido, pertenecía al grupo de chicos que jugaban al fútbol con lo cual quedaba en entredicho que tuviese aficiones similares a las de Klaüs. Una tarde en la que Cloe y él fueron de visita a ver a los padres de Telobes tuvo la oportunidad de conocerle. - ¿No tienes tebeos? - le preguntó a Telobes, que yacía en el sofá ataviado únicamente con una toalla. - No, no me gusta leer - le respondió, y con su respuesta le dejó perplejo. - ¿Y los ordenadores? ¿Te gustan los ordenadores? - Klaüs Insistió en buscar puntos en común con él. - Sí que me gustan, bueno yo no tengo ordenador pero mi primo Sergio tiene uno con un juego de básquet que es un flipe - Es un flipe, que venía de flipar, una palabra propia del vocabulario de su primo Sergio que venía a significar alucinar o alucinante; discurría Klaüs. Desde luego su perfil concordaba con el característico de aquellos chicos a los que solo les gustaban las motos, los coches y el fútbol. Aun así consiguió llevarle hacia el nexo que tenían en común. - ¿Pues sabes que tu primo Sergio es mi primo también? - le dijo Klaüs clamando a su asombro. - ¡No jodas! - emitió Telobes en un exagerado gesto de estupor. Al proferir la palabra tabú jodas (del verbo joder) fue Klaüs quien se escandalizó. Cloe también miró atónita al chico pues no daba crédito a que soltase semejantes tacos abiertamente. Sin embargo la madre de Telobes ni se inmutó, debía ser de lo más normal para ella que su hijo fuese tan mal hablado. - No digas palabrotas que te van a castigar - le aconsejó - Que te lavarán la boca con jabón - Klaüs pudo comprobar de reojo la cara de asombro que se le había quedado a su madre; a él jamás se le hubiese ocurrido decir palabrotas y ni mucho menos delante de sus padres. Se veía claro que aquel chico estaba muy mal educado y el hecho de que aborreciese la lectura también decía mucho al respecto. - Pues la Rosa - continuó Telobes - es mi tía. ¿Es tía tuya también? - ¡Claro! Si el Sergio es mi primo la Rosa también es mi tía - le razonó con paciencia. El chico parecía un tanto mentecato, de todas formas a Klaüs no le disgustaba que lo fuese, al contrario pues como de costumbre le agasajaba el sentirse más listo que los demás. Es gratificante encontrarse personas con inteligencias inferiores a la tuya puesto que le levantan el ánimo a uno, a su lado podía sentirse un Einstein. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El chico, que se encontraba recién duchado, sin mostrar ningún pudor se puso el pijama delante de él mientras veía el fútbol en la televisión. Klaüs le echó un vistazo al pene de Telobes pudiendo comprobar que lo tenían parecido, de un tamaño muy similar, y eso le supuso un alivio. La semana anterior había visto el de su padre mientras este orinaba y le pareció muy grande en comparación con el suyo, que no era mucho más grande que su propio pulgar. También había visto el pene de alguno de los chicos que iban con él a kárate cuando era más pequeño y se había percatado de la gran diferencia de tamaño que existía con el de él, lo que contribuía a incrementar la sensación de bochorno que experimentaba al cambiarse con los demás en el vestuario. Nada peor para un joven en el comienzo de la pubertad que sentirse distinto al resto, y más si está acomplejado por su propio cuerpo. - Supongo que ya me crecerá - pensó para sí, y al ver que no era el único que podía tener aquel complejo se consoló momentáneamente. Por un instante llegó a pensar que se iba a ver obligado a fingir que le interesaba el fútbol para ganarse la simpatía de Telobes, entonces su madre le anunció que volvían para casa y él se sintió aliviado. - Es un chico raro Telobes ¿verdad? - le preguntó a su madre durante el camino de vuelta. - Sí bueno, cada uno es como es - le respondió ella. Klaüs hizo memoria durante el camino para recordar la primera conversación que tuvo con Telobes hacía ya muchos años, cuando aún era un crío. Telobes fue el mismo que le sugirió que la casa de muñecas que le habían regalado los Reyes cuando tenía solo cuatro años era cosa de chicas; por suerte para él Telobes no lo recordaría. Se hubiese sentido muy avergonzado si le hubiese comparado con una niña a estas alturas. Desde luego Klaüs no sabía disfrutar con las aficiones propias de su género, tales como el fútbol, montar en bici, jugar a baloncesto y su etcétera... pero eso no le convertía en una niña. A él también le aburría jugar con ellas aunque en algunos casos era preferible jugar con las chicas que con los demás chicos fuera de su círculo de amigos. Las chicas sin duda alguna olían mucho mejor. Lo que más le había sorprendido de aquella tarde en casa de Telobes fue su mala educación, consentida a la vez por la madre que no prestó siquiera atención cuando su hijo soltó una palabrota; o un taco como lo llamaban sus compañeros de clase. Hacía ya algunos años que conocía la existencia de aquellas palabras tabú; las palabrotas en general. Repetidas veces le había oído a sus padres comentar que cuando su primo Sergio era pequeño estaba muy mal enseñado y se pasaba el día recitando Caca, culo, pedo, pis que por lo visto había sido una exitosa canción infantil en aquellos años. Klaüs también había podido escuchar expresiones malsonantes tales como coño o joder. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La mayoría de las veces las sentía pronunciar en boca de sus antiguos compañeros de kárate que pese a ser más mayores que él se advertían maleducados y descerebrados. En cuanto a los insultos existían también unos cuantos dignos de mención. Desde bien pequeño había escuchado con frecuencia que la gente le llamaba tonto o idiota a otras personas de forma despectiva cuando estas no eran capaces de entender lo que se les estaba diciendo o bien hacían algo mal. Sin embargo estas palabrotas no se consideraban del todo palabras tabú, solo que había que escoger el momento apropiado al emplearlas para procurar no ofender demasiado a aquel a quien iba dirigida y así evitar posibles reprimendas paternas. En cierta ocasión le pareció entender que su padre llamaba a otro conductor gilipollas mientras estaba al volante. Por lo visto era común pronunciarse así cuando sucedía que los demás cometían una infracción; muy probablemente ellos también harían lo mismo. La palabra gilipollas era una de sus favoritas ya que le hacía gracia por su fonética y el consecuente desplante; esta sí pertenecía al grupo de palabras tabú, entre sus compañeros de clase solía reemplazarse por otras que guardaban semejanza con la misma como gilipichis o gilipuertas, ni mucho menos tan agresivas como la anterior. Luego existían otras expresiones prohibidas que no debían pronunciarse bajo ningún concepto salvo que se quisiera recibir instantáneamente un castigo ejemplar, una era puta o hijo de puta y la otra era cabrón o cabronazo. Lo mejor y preferible era no emplear nunca estas palabrotas para no acostumbrarse a ellas y favorecer el uso reiterado de las mismas, pues entraban a formar parte de los pecados que podían cerrarle directamente las puertas del cielo y obligarle a vivir el resto de la eternidad en el Hades bajo un constante tormento. Cuando Klaüs se vio obligado a pronunciar la palabra puta delante de sus padres porque quería alertarles de que en el rellano de la portería alguien había quemado el papel de moqueta de la pared y había escrito ese mismo taco haciendo uso de la punta de las llaves, optó por deletreárselo para no arriesgarse. - ¡Mira mamá! han puesto pe, u, te, a, ¡Qué gamberros! - él procuraba mantener su lenguaje alejado de la grosería, si en todo caso debía proferir insultos o exclamaciones se remitía a aquellas que empleaban en los tebeos, siempre alejadas de la chocarrería. Eran las ocho cuando llegó su padre alterado, Klaüs temió por sí mismo pero resultó que aquella vez Básil no acarreaba ningún problema de su incumbencia. Igualmente terminó de cenar el bocadillo de tortilla procurando no bajar la guardia ante la exaltación de su padre. - Nunca se sabe - pensaba Klaüs. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Básil le comentaba a Cloe que había tenido un accidente con el coche y, por lo que llegó a entender, aquella tarde había atropellado a alguien. La pareja se fue a la cocina a terminar la conversación y él aprovechó para volver a su habitación con la intención de retomar el tebeo que tenía a medias. Se sentía agotado y en cuanto llegó a su cama se echó dispuesto a continuar con la lectura; la conversación de la cocina cesó poco después y entonces apareció su madre por la puerta: - Klaüs, vamos a ir al hospital a ver a la chica esta - le dijo - No salimos de una y nos metemos en otra - concluyó con aire de simpatía y resignación. - ¿Qué ha pasado? - le preguntó él. - Tu padre ha tenido un accidente de coche y ha atropellado a una chica. Pero por suerte no ha sido nada, ella está en el hospital que se ve que se ha roto una pierna y ahora la vamos a ver - Cloe tomó el bolso que tenía en su habitación y fue a buscar las llaves que había dejado sobre la mesa del comedor. - Pero ¿volveréis o se queda la yaya? -No padezcas que vendremos de aquí a un rato. Tú quédate leyendo y luego acuéstate ¿vale? dame un beso - Klaüs le dio un beso a su madre y otro a su padre, se marcharon apresuradamente y de un golpe se cerró la puerta tras de ellos. - Ahora que estoy solo, puedo buscar los pañales - murmuró invocando sus pensamientos en voz alta. También le dio por reírse maléficamente tal como solía hacer el profesor Moriarty en los dibujos animados de Sherlock Holmes. ¡Qué niño depravado eres, Klaüs! Se puso en pie sobre la cama e intentó llegar de nuevo hasta la puerta del armario donde él recordaba que años atrás su madre había guardado los pañales. Esta vez sí estaba solo, así que como nadie le veía podría hacer todo lo que quisiera con ellos. Recordaba con apasionada claridad el olor que desprendían cuando estuvo jugando aquella tórrida tarde en casa de Velma, ¡qué sucio le hacía sentir! pero ¡qué apasionante era a su vez todo aquello! Le temblaba todo el cuerpo por la emoción y su pulso se aceleró repentinamente. De nuevo se dio cuenta de que aún no alcanzaba a la manecilla del armario, volvió a intentar estirarse nuevamente pero su esfuerzo resultó inútil. A punto estaba de caer en el desánimo cuando recordó las enseñanzas que le habían otorgado las clases de ciencias naturales: El homo erectus empleaba útiles para cazar y herramientas para hacer fuego o algo así; eso le pasaba a Klaüs por la cabeza cuando al encendérsele la bombilla llegó a la conclusión de que con la regla de medir que tenía en la mochila podía valerse para abrir la puerta de la estantería. Se bajó de la cama con un salto y de su cartera sacó una regla plana de unos treinta centímetros con la que se ayudó para empujar la manecilla. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La alegría le duró poco porque pudo comprobar por sí mismo que en aquel armario donde antes hubo pañales ahora ya no los había. Se volvió a ayudar con la regla para cerrar la puerta y desilusionado se tumbó en la cama a pensar. <¿Qué hubiese hecho si los hubiese encontrado? Me los pondría como un niño pequeño, seguro que el tacto que tienen es de lo más agradable, y sobretodo los hubiese olido para recordar aquella tarde de juegos sucios con Velma sin sus braguitas. Podría incluso hacerme pis como hacen los niños pequeños, aunque luego no sabría qué hacer con el pañal; no podía echarlo a la basura directamente pues mis padres me pillarían. No quiero que piensen que soy un niño vicioso y pervertido. También podría coger uno de los que tenía Velma en el armario el próximo día que vaya a su casa, o incluso podría llevarme una de sus braguitas. No creo que sea posible que pueda coger uno y llevármelo a casa sin que mis padres se diesen cuenta, si me lo pongo seguro que se me ve y debajo de la camiseta se me notará mucho> Tumbado en la cama podía notar una sutil erección bajo el pantalón de su pijama, últimamente le había sucedido en aquellas ocasiones en las que ideaba tórridos juegos a los que jugar con Velma o en las que suspiraba por su más secreto fetiche. Las erecciones resultaban placenteras, le hacían sentir un agradable cosquilleo en los genitales; el problema era que aún no sabía cómo hacer que éstas cesaran, pues no quería que en ningún caso sus padres pudiesen verle en ese estado. Optó por colocarse en posición fetal, aprisionando el pene entre sus piernas; eso solía funcionar. A la mañana siguiente Cloe le despertó divertida: - Ayer te quedaste dormido boca arriba con el cuento pegado en la cara, cuando llegamos te lo tuvimos que quitar. Tu padre te ha echado una foto - y riendo se fue para la cocina a calentarle la leche. - No me pongas la leche hirviendo que luego me quemo la lengua - le suplicó Klaüs. *** ORDEN DE ACTUALIDAD Está siendo una noche de fuerte lluvia, me he vuelto a poner a escribir porque estas dos últimas semanas apenas lo he hecho. El capítulo anterior, que ya no recuerdo cómo se llamaba (creo que era algo así como Complejos bla bla bla), no fue del todo de mi agrado; mejor dicho, me parece que estoy rozando el linde con la mediocridad. Hoy es sábado por la noche, durante toda la semana he buscado un hueco para retomar la historia pero me he sentido débil y he pasado más tiempo en la cama que haciendo otra cosa; del trabajo a la cama, de la cama al trabajo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Últimamente me noto apático y no sé si será por el calor, está comenzando a llegar el verano entre chaparrones intermitentes como el de esta noche. No se entiende. Cuando comencé a escribir pretendía concluir este libro en el plazo de un año, incluso me llegué a plantear comprarme un ordenador portátil para aprovechar cualquier momento del día en el que pudiese escribir. Esta tarea la estoy llevando en la clandestinidad; mis padres, con los que aún estoy viviendo, no conocen mi propósito. Únicamente lo he comentado con Zais, también con Yod al que nunca he sabido negarle nada de cuanto conozco. Alguien más consiguió sonsacarme que estaba escribiendo este libro cuando, después de algún que otro whisky, terminé confesando con total impunidad. Hoy me es mucho más difícil que antes recordar el propósito de la novela; los cuentos, la imaginación fugaz, la historia y lo autobiográfico se funden en cada párrafo; al retomar la lectura de lo que ya estaba escrito sinceramente no me reconozco. De vez en cuando se enciende la luz y de ella brota un caudaloso extracto de vocablos de los cuales ni tan siquiera conocía que los recordase. Estamos a mitad de julio y con sinceridad no soy capaz de creer que haya llegado hasta aquí con todo esto. Tengo miedo de que no sea útil nada de lo que he escrito hasta ahora, sigo pensando que lo regalaré por internet aunque a estas alturas ya comienzo a dudar que pueda encandilar a alguien con este relato, cada vez más percudido. ¿Quién hay ahí? ¿Aún no te has ido? Lo creas o no fantaseo contigo leyendo estas páginas. Te veo; ahora eres un joven tumbado en la cama intentando encontrar una postura idónea en la que sostener el libro. No; ahora eres una tía sentada frente al ordenador leyendo este capítulo. De pronto, las imágenes de ambos se encuentran a la vez en un solo plano como si se proyectasen en una pantalla dividida. Ahora os multiplicáis por dos y resulta que la pantalla que estaba viendo se divide en cuatro cuadrantes, en dos aparece él; en dos aparece ella. De golpe se vuelve a multiplicar, pero ahora hay distintas personas sosteniendo el libro de diversas maneras; cada vez se divide en más, cada vez hay más cuadraditos dentro del gran marco que se hacen pequeños hasta volverse como puntos y, al final, el color de los puntos me muestra una imagen, un reflejo en la pantalla. Soy yo. Ya no me acordaba de mí. Me tumbé también en la cama a escuchar ulular al viento que sopla entre los agujeros de la persiana. Oigo llover; a ratos fuerte, a ratos débil. También oigo tronar, a veces cerca y otras lejos. Hacía tiempo que no perdía así el tiempo - pienso - ¿realmente lo estoy perdiendo? Hoy creo que no, hacía mucho que no me sentía tan cerca de mí mismo. El chorrear de la lluvia negra mezclado con los truenos me devuelven al ambiente de la malévola canción Black Sabbath, ¡qué maravilla!. Después de todo vivimos en una obra de arte y ¡qué demonios! sigamos pintando. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ALTERACION DE LA PERSPECTIVA Cuán distinta es la realidad para cada uno de nosotros, sorprendentemente lo ignoramos por completo hasta que nos encontramos con ella conducidos por el azar. Lo común de todos los sábados era que Básil se echase en el sofá después de comer mientras Cloe recogía la cocina y Klaüs se quedaba viendo la película de la tarde. Aquel día su padre se mostraba más ansioso que de costumbre, en cuanto terminaron de comer fue directamente a asearse y a cambiarse de ropa, saltándose por completo su tradicional siesta en el sillón. Cloe acabó de fregar los platos y acto seguido fue también a cambiarse, después le dejó una muda limpia a Klaüs sobre la cama para que se arreglase. - ¿Dónde vamos? - les preguntó a sus padres extrañado ante la repentina desviación de la rutina de costumbre. - Vamos a ir a ver a la chica del accidente - le anunció su madre - Ahora ya está en su casa y vamos a visitarla y a llevarle estos bombones. Al poco salieron los tres de casa y fueron al parking para sacar el coche; de camino al garaje pasaron una vez más por delante del balcón de Laura. Klaüs dirigió la mirada hacia las ventanas por si la veía, pero allí no había nadie. A menudo se preguntaba por qué o para qué miraba hacia allí, después de tanto tiempo había olvidado ya qué era lo que pretendía cuando lo hacía; después de tanto tiempo había perdido toda esperanza de que Laura y él fuesen íntimos amigos, eso era lo que siempre había deseado y ya lo único que esperaba al levantar la vista hacia su balcón era verla allí, en la ventana, ni que fuese por un instante. El trayecto se hizo largo y cuando por fin llegaron se encontraron ante un edificio muy alto, este pertenecía a los primeros barrios cercanos a la entrada de la Gran Ciudad. Tomaron el ascensor pues por lo visto el piso se encontraba en una altura elevada. Klaüs no sabía que tipo de personas iba a visitar allí, únicamente confiaba en que terminasen pronto para volver a casa y seguir leyendo el tebeo que tenía a medias; se lo había traído consigo aunque había evitado leerlo en el coche, pues si se distraía podía terminar mareándose y vomitando como venía siendo habitual. Si vas en coche, no leas diría emulando a Stevie Wonder. Se abrió la puerta tras el sonoro timbre y apareció una señora mayor muy agradable y salerosa. - ¿Habéis venido a ver a Vanesa? no teníais que haberos molestado, pero seguro que se va a poner muy contenta. ¡Pasad, pasad! - en cuanto la mujer les invitó a entrar de las habitaciones aparecieron un grupo de chicas dispuestas a dar un vistazo, debía de haber unas siete u ocho, todas ellas claramente más mayores que Klaüs pero a la vez más jóvenes que sus padres. Les recibieron con un vendaval de euforia que colmó el recibidor como si de una fiesta se tratase. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Uah! ¡Cuántas chicas! - exclamó con aire de picardía. - ¿Y a que todas somos muy guapas? - le añadió una de ellas; entonces se pusieron a reír y él, aprovechando el gancho, no quiso ser menos. - Sí que lo sois, sois todas guapas - le contestó a la bromista. Pese a su actitud desenfadada ya se le habían subido los colores solo por hablarle así a alguien. - Pues tú tampoco te quedas corto, bellezón - le dedicó otra de las chicas, entonces sí que ya no pudo contenerse y terminó sonrojándose por completo. Mientras sus padres visitaban a la chica accidentada para llevarle los bombones Klaüs se quedó con el resto de las muchachas que andaban agasajándole mientras les explicaba algunos de los mejores chistes que solía contarle su abuelo. A cada uno que les contaba, ellas se partían de risa, estuvo encantado con aquel maravilloso público femenino que le piropeaba sin cesar. - ¿Quieres venir a conocerla? - le sugirió Cloe que ahora regresaba de la habitación. - Eso... ¡y deja ya de ligar, que eres muy joven! - le dijo su padre entre repulsivas risotadas. El sarcástico comentario le sacó de quicio, aquel no era buen momento para montar una escena así que se serenó y se fue a ver a Vanesa. En la cama de la habitación del fondo yacía una hermosa chica morena de unos dieciséis años con la pierna escayolada; a su lado encontró la caja de bombones que habían traído para ella. - ¿Quieres uno Klaüs? - le dijo nada más entrar - Te invito. - Sí claro, gracias y que te mejores - le soltó Klaüs empleando el tono divertido que arrastraba aún de su conversación con las demás chicas. Se echaron a reír mientras él lo hacía con la boca llena. - Habéis sido muy amables, otra vez gracias por todo. Básil y Cloe continuaron con la charla y poco después se dispusieron a despedirse. - ¿Te dejamos aquí una temporada, Klaüs? - le cuestionó su madre. - ¡Vale! aquí se está muy bien - respondió Klaüs volviendo a rescatar el regocijo de las muchachas. De vuelta a casa se le ocurrió preguntarle a Cloe por qué motivo vivían tantas chicas en aquel piso. - Son huérfanas Klaüs, no tienen papá ni mamá y la señora que había allí es la que - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - se encarga de cuidarlas - le explicaba ella. - ¿No tienen padre ni madre? pobrecitas - le contestó apenado. Llegaron a casa y aún no conseguía quitárselo de la cabeza. Aquellas chicas tan eran todas huérfanas y, pese a su desgracia, en lugar de estar tristes se las veía a todas muy alegres y risueñas. Las compadecía, probablemente procuraban mostrarse felices en todo momento para que los demás no le diesen importancia a su desdicha. Después de hacer ver que se lavaba los dientes regresó a la cama para continuar con la lectura cuando nuevamente volvió a irrumpir su madre en la habitación. - Klaüs, hemos pensado tu padre y yo que la semana que viene te cambiaremos de cuarto. ¿Qué te parece? - ¿Cambiarme? ¿Por qué? si aquí estoy muy bien... - Es que te vamos a cambiar la cama por una más grande y en esta habitación con el mueble no cabe. Que la cama ésta ya se te está quedando muy pequeña para ti. En un primer momento la idea no cautivó demasiado al joven Klaüs; pronto recapacitó al darse cuenta de que la habitación donde iban a trasladarle era la que tenía el armario con todos sus juguetes. - ¡Acepto! - le proclamó a su madre con exagerado aire de satisfacción, Cloe le rió la monería satisfecha ante su conclusión pues esta vez había conseguido su propósito sin recibir demasiadas protestas. - ¡Que te estás haciendo mayor! – Le contestó ella sonriéndose. Y de hecho tenía razón, Klaüs todavía se consideraba pequeño aunque en el fondo sabía que las cosas ya habían comenzado a cambiar. Aquel año era el primero en el que consiguió pasar más de tres meses sin pelarse las rodillas, las frecuentes caídas debido a su falta de equilibrio habían dejado por fin de ser algo habitual; también comenzaba a dar señas de tener iniciativa propia a la hora de hacer los deberes e incluso recogía la mesa. Aún no sabía hacerse la cama, seguía siendo bastante remilgado a la hora de comer y todavía le vestía su madre por las mañanas... pero poco a poco empezaba a darse cuenta de que si bien no podía ser el centro del universo, como lo había sido hasta entonces, la actual situación le exigía que sus logros en pos de convertirse en un chico responsable fuesen a más. A la semana siguiente ya estaba instalado en la habitación con su cama nueva, contemplando la lámpara en el techo de la recién estrenada perspectiva. - Ya me acostumbraré - pensó. La distribución del habitáculo era totalmente distinta a la que tenía en su anterior cuarto, incluso la orientación de la cama, aunque eso no le impidió conciliar el sueño como hasta entonces. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Además, desde la nueva habitación tengo a mis padres más cerca que antes. Si en cualquier momento veo aparecer un monstruo tras las penumbras de la puerta y tengo que salir a pedir auxilio ahora será mucho más fácil que me vengan a rescatar discurría Klaüs sumergido en lo más profundo del océano color blanco que le brindaba el techo. *** CARGOS DE CONCIENCIA Era un jueves cualquiera de aquellos en los que por la tarde hacían clase de dibujo o plástica según la semana, Klaüs dibujaba con tranquilidad, sabía que su obra iba a ser buena pues junto con la lectura dibujar era otra de sus aficiones preferidas. Eduardo les había mandado que empleasen la siguiente lámina para retratar a uno de sus compañeros, debían hacerlo de dos en dos por lo que Klaüs pensó en Manuel para que fuese él quien le retratase. Manuel Nekasim dibujaba muy bien, sería un privilegio poder ser su pareja durante la actividad. Al levantarse de la mesa se percató de que Manuel ya tenía a Carlos Letz sentado delante suyo riendo, estaba claro que iba a ser él su pareja para el retrato; podía haberlo imaginado. - Pero... ¡si Carlos dibuja fatal! - pensaba - ¿Por qué se habrá puesto con él? Al dar un vistazo rápido por la clase pudo comprobar que todos sus amigos estaban ya emparejados, incluso Yod había comenzado a hacerle el retrato a su compañero de al lado; entonces pensó en Cliff Shamen. - Últimamente también dibuja bastante bien... aunque no tanto como yo, por supuesto. Le dejaré ser mi compañero - pensó, y de regreso a su pupitre se encontró con Jorge sentado en él. - Voy a hacerle el retrato a Cliff - le comunicó Jorge - espero que no te importe que me siente aquí. - No, no... No pasa nada - le contestó Klaüs. Él también podía buscarse a alguien. Volvió a dar un vistazo a la clase: Javier estaba sentado con David, Jorge con Shamen, Yod con su compañero Sergio, Manuel con Carlos e incluso Laura había comenzado a dibujar el rostro de su compañera Ingrid. Todos, absolutamente todos estaban ya con alguien excepto él así que resignado se dirigió a la tarima donde se encontraba el pupitre de Eduardo para comunicarle que había sido incapaz de encontrar a nadie para que fuese su par. Cuán humillado se sentía esta vez. Junto al entarimado del maestro aguardaba otro de sus compañeros que por lo visto tampoco había conseguido encontrar pareja; se trataba ni más ni menos que de Ailén - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Meturaf, un chico verdaderamente extraño; también llevaba gafas como él aunque por contra no se le veía demasiado espabilado. - Mira Ailén - le dijo el profesor en cuanto vio llegar a Klaüs - Te puedes poner con Zayin que creo que tampoco tiene pareja - el tono que empleó Eduardo sonó burlesco, quedaba muy claro que no tenía alternativa así que optó por sentarse con él. - Ahora mismo estaba apunto de comenzar a hacerme un autorretrato - le comentó Ailén - Nadie se quería sentar conmigo. - Y no es de extrañar - pensaba Klaüs. Además de su semblante bobo y aletargado Ailén olía peor que fuerte, como a sudor agrio mezclado con humedad cenagosa. Llevaba un jersey que por la talla debía ser heredado de su padre; en conjunto se le veía muy desaliñado. Klaüs, que actualmente se encontraba en una etapa en la que pretendía sentirse buen samaritano a todas horas, decidió pasar por alto el físico y la condición de su nuevo compañero. Pese a su buena voluntad procuró guardar las distancias, pues otorgándole demasiada confianza podía darle a entender a aquel chico que pretendía hacerse su amigo, y a Klaüs no le interesaba en absoluto que eso sucediera. No estaba dispuesto a relacionarse siempre con los chicos más catetos de su clase, la próxima vez procuraría esmerarse en buscar un compañero antes que nadie para que no ocurriesen cosas como esta. Acababa de comenzar con su dibujo cuando sonaron golpes en la puerta de la clase, como a través del cristal translucido no se apreciaba más que la silueta de una persona adulta Klaüs hizo caso omiso y continuó con su obra. Ailén no dejaba de mirarle sin apenas dibujar, se dedicaba a poner las muecas propias de los personajes de dibujos animados mientras hacía ver que pintaba. - ¡Qué chaval más raro! - pensó. - Gírate un poco hacia allí tío. Hacia la derecha - le demandaba Ailén. Klaüs: ¿Vale así? Ailén: Sí, así. Klaüs: Perdona Ailén ¿cómo me has llamado antes? Ailén: Eem, pues... tío ¿no? Klaüs: Yo no soy tu tío. Ailén: ¡Es una forma de hablar hombre! Klaüs: Pues qué forma de hablar más rara. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Eduardo se había levantado a atender al personaje desconocido tras la puerta y después de un instante de charla se giró hacia la clase y dijo: - ¡Zayin! Ven acá. Klaüs se escandalizó ¿para qué le reclamaría si él no había hecho nada malo? Por su cabeza pasó lo peor durante el tiempo que tardó en levantarse de la mesa e ir a ver qué quería el maestro. Antes de que llegase a la puerta Eduardo se dirigió a él: - Recoge tus cosas que han venido a buscarte. Aterrorizado recogió lo más rápido que pudo sus lápices y la hoja en la que estaba haciendo el retrato. - Ya continuaremos otro día Ailén, lo siento - le dijo a Ailén Meturaf. - No pasa nada, yo seguiré dibujando. Me acuerdo perfectamente de ti - Ailén le guiñó un ojo y él le devolvió media sonrisa suspicaz. Desde luego ese Ailén era un chico extraño de verdad. Klaüs se cargó con la mochila a la espalda y en cuanto salió por la puerta encontró a su padre que le estaba esperando. - Hola ¿qué pasa? - le preguntó. - Me han dicho en el trabajo que a una de las fábricas del polígono se le ha escapado una nube de ácido, y como a ti por la alergia te puede perjudicar hemos pensado llevarte a la ciudad con unos amigos - le comentó Básil mientras se dirigían hacia el coche. Klaüs no se dignó a protestar aunque toda aquella historia que le contaba su padre le resultaba inverosímil. La extraña circunstancia le sirvió para poder sentarse por vez primera en el asiento delantero del coche. Mientras, observaba a su padre conducir y le encontraba afligido, igualmente no quiso preguntar pues tampoco tenía por costumbre saciar su curiosidad con Básil; entre ellos no solían hablar prácticamente de nada salvo de cómo iban sus estudios. Una hora más tarde llegaban a la ciudad y aparcaron frente a un gran bloque de pisos donde vivían unos amigos de la familia a los que solían visitar con cierta regularidad cuando él era más pequeño. Pese a haber coincidido con ellos en contadas ocasiones todavía conservaba buen recuerdo de su hospitalidad y un poco de sus rostros. Poco después Básil se disponía a marcharse sin darle más explicaciones. -¿Dónde vas ahora? - le preguntó a su padre. - Me marcho que he de ir a trabajar - le contestó él mientras se sentaba de nuevo en el coche. Klaüs seguía sin comprender nada. - ¿A éstas horas de la tarde aún tienes que seguir trabajando? - le insistió. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - No preguntes tanto - le dijo en tono de regañina - De aquí a nada vendremos a buscarte - entonces Básil cerró el cristal de la ventanilla a la vez que arrancaba el motor y tras despedirse de sus amigos finalmente se marchó. Klaüs iba a quedarse a solas por primera vez con unos perfectos desconocidos, más o menos como cuando estuvo viviendo en casa de su tía salvo que en esta ocasión aquella pareja no eran familia suya. Desconfió de ellos en un primer momento; poco después dejó de preocuparse cuando se dio cuenta de que ambos parecían buena gente. - Yo me llamo Anna ¿te acuerdas de mí? Eras muy pequeño la última vez… - le dijo la mujer. - Sí, sí que te recuerdo. Trabajabais con mis padres creo recordar - le respondió él. - ¡Vaya! ¡qué memoria tienes! ¡Pues mira que hacía años que no te veíamos! has crecido un montón. ¿Tienes hambre? Tu padre me ha dicho que aún no habías merendado. - Em, sí, aún no he merendado pero es que no tengo hambre - Klaüs no se atrevía a merendar en casa de desconocidos, solo por procurar ser amable con ellos podría verse obligado a comer bocadillos con aquella cosa blanca parecida a la mantequilla, o tal vez le harían un bocadillo con aquellos embutidos que tan poco le gustaban. Prefirió ser prudente. - ¿Y si te digo de hacernos unos bocadillos de pan con chocolate? - le insistió Anna tratando de persuadirle ante su primera negativa. - ¡Vale! - le soltó Klaüs repentinamente entusiasmado - ¿Quién puede decir que no al pan con chocolate? - Anna se alegró de haber dado en el clavo, en un momento salió de la cocina con sendos bocadillos de pan francés, aquel que únicamente comía en agosto cuando iban a veranear a la costa. Junto al pan había puesto una cuadrícula entera que por lo menos era media tableta de chocolate para cada uno. - Me habéis ganado por completo - le profirió Klaüs al ver los bocadillos. Anna le respondió de inmediato con una sonrisa ante su comentario. Mientras merendaban Anna le contaba la historia de cómo se habían conocido con sus padres, le narró el principio de su amistad y finalmente terminó hablándole de su hijo, que vivía ya fuera de casa. Anna y su marido eran algo más mayores que sus padres. Anna: Tus padres antes trabajaban en la misma empresa - le contaba – Y allí nos conocimos los cuatro fabricando ollas y cuberterías. También fue allí donde se conocieron tus padres. Klaüs: Qué interesante - asentía. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Anna: ¿No te lo habían contado nunca? - le preguntó. Klaüs: No, la verdad es que no paso mucho tiempo con mis padres. Casi siempre estoy con mis yayos - le respondió él. La coherencia en las palabras del niño de nueve años asombraba a la mujer. Anna: ¿Y qué te gustaría ser de mayor? - de nuevo la pregunta de siempre. Klaüs estaba harto de ella pero pese a la molestia trató de preservar el tono amable de la conversación. Klaüs: No lo sé. Anna: Vaya, ¿y qué te gusta hacer? Klaüs: Pues me gusta leer… y también dibujar. Anna: Y ¿qué lees? Klaüs: Pues tebeos, o los libros que me dan en el colegio. Hubo uno que lo leí tres veces porque me gustó mucho, cuando voy al camping leo porque allí me aburro y no hay nada que hacer. Anna: Vaya, pues no tenemos tebeos. Lo que te puedo enseñar es una colección de llaveros que tiene Francisco en el despacho. Ya verás qué curiosa. Robar Terminaron de merendar y acto seguido fueron para el despacho; en las paredes había dos paneles de corcho sostenidos con alcayatas en los que se encontraban expuestos todos los llaveros. Klaüs: ¡Vaya! - exclamó sorprendido - ¡Qué colección que tiene! Anna: ¡Uy! pues tiene más. Lo que pasa es que solo tiene expuestos los más bonitos. Mira ¿ves? Este lo trajo mi hijo de Italia cuando estuvo en el viaje de fin de curso. Klaüs: ¿Viaje de fin de curso? - le preguntó. Anna: Sí, al final de curso se fueron todos a Italia de viaje. Mira ¿ves?, y este es de cuando estuvimos en Túnez. Klaüs: ¿Y esa bici que no tiene ruedas? - le consultó señalando la bicicleta estática. Anna: ¿Esa? No nene, no - le contestó riendo – esa bicicleta es así, sin ruedas. La usamos Francisco y yo para hacer deporte en casa. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs: ¿Puedo probarla? Anna: ¡Pues claro que puedes, chato! si quieres te dejo un rato para que hagas deporte. Klaüs: Vale. Y allí se quedó haciendo ejercicio en la bicicleta, pensó que haciendo un poco de esfuerzo tal vez podría llegar a estar en forma como aquellos chicos de su clase que se veían tan atléticos. Por suerte para él jamás podría estar tan gordo como Cliff Shamen; aunque eso no era ningún consuelo, claro. Tampoco llegaría a ser nunca tan zarrapastroso como Ailén Meturaf. Mientras discurría observaba con detenimiento los llaveros, la mayoría eran de marcas comerciales pero también habían algunos bonitos. Dos de ellos eran como libros en miniatura, del tamaño de la falange del pulgar, tenían las tapas encuadernadas exactamente igual que un libro de proporciones normales y en uno de ellos estaba escrito en letra muy pequeña el comienzo del Quijote. También había algún llavero que tenía claras connotaciones sexuales, a Klaüs le llamaron la atención rápidamente. Uno de ellos tenía la forma de una mujer apoyada sobre sus rodillas sosteniéndose contra el suelo a cuatro patas, como se dice de los bebés que gatean, y detrás de ella se encontraba un hombre con el cuerpo arqueado. El llavero poseía una especie de gatillo que en cuanto lo apretabas el hombre se erguía y de entre las piernas le salía un gran pene que penetraba a la mujer ¡Qué sucio! Continuó mirando los llaveros mientras hacía bicicleta; había bajado un tanto la velocidad pues no podía estar contemplando los llaveros y a la vez concentrado en mantener el ritmo. De pronto sintió la necesidad de detenerse, se levantó del sillín para comprobar qué había dentro de uno de aquellos llaveros que tenía forma como de una pequeña carterita hecha con piel. Abrió la carterita y de ella extrajo dos monedas relucientes que no se parecían en nada a las que había visto hasta entonces, debían de ser de otro país... y ¿tan relucientes? Debían estar hechas de plata por lo menos. Sintió de pronto la llamada de la codicia, se avergonzó de su conducta al haber chismorreado los llaveros y sentirse atraído por aquellas monedas tan espléndidas. Sin pensarlo dos veces se las echó al bolsillo, cerró la pequeña cartera y la devolvió a la alcayata donde esta estaba colgada; volvió a sentarse en la bici sobreexcitado y fue entonces cuando entró Anna. Anna: ¿Qué tal lo llevas? - le preguntó. Klaüs: ¡Bien! no estoy cansado ni nada. Va muy bien esto de la bicicleta - le respondió claramente alterado. ¿Se habría dado cuenta Anna de que había cogido las monedas y por eso había entrado en ese preciso instante? Klaüs esperó una riña por su pillaje, de nuevo se - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - sentía avergonzado por su comportamiento pero deseaba tanto aquellas monedas que fue incapaz de decir nada. Pensó en pedirle a Anna que se las regalara, pero como cabía la posibilidad de que su respuesta fuese negativa prefirió tomarlas sin su permiso. Se estaba comportando como un ladrón, nervioso ante el riesgo de que le descubriesen y responsable ante su conciencia. Conciencia Anna volvió al comedor para seguir planchando la ropa; sin duda había podido percibir la alteración de Klaüs pero por lo visto hizo caso omiso a la alarma. Prosiguió la tarde y mientras hacía ejercicio en la bicicleta su conciencia actuaba como tal. En una película de dibujos animados que había visto llamada Pinocho el niño de madera tenía como acompañante un pequeño grillo vestido como un galán que hacía lo propio de la conciencia para él. Recordó la escena cuando de pronto sintió su propia voz, esta vez dentro de su cabeza, que le decía: <Devuélvelas a su sitio. No te ha dicho nada pero ella sabe que las has cogido. Devuélvelas ahora y no habrá sucedido nada. Levántate sin hacer ruido, abre la cartera y vuelve a ponerlas donde estaban. No te las puedes quedar. Te pillarán. Si no se dan cuenta ellos se darán cuenta tus padres. ¿Dónde las vas a esconder? algún día las encontrarán y te pedirán explicaciones ¿y qué les vas a decir? ¿que las encontraste? No se lo van a creer y terminarás confesando. Les acabarás reconociendo que se las robaste a Anna y Francisco. Tendrás que decirles a tus padres que les hurtaste a unos de sus mejores amigos en su propia casa ¿cómo vas a poder? ¿Y si te meten en la cárcel por ello? ¿Y si se enteran tus amigos? ¿O tus abuelos? ¿O Laura?> En un par de ocasiones más estuvo a punto de devolver las monedas al llavero en forma de cartera. Quería hacerse con ellas como fuese y su avaricia pudo más que su propio juicio así que, contra conciencia, asió las preciadas monedas y las tuvo en su bolsillo durante toda la tarde. No supo fingir, a todas luces Anna o Francisco debieron darse cuenta en algún momento de que algo le pasaba a Klaüs. Mas tarde, cuando ya había oscurecido, sonó el timbre de la puerta de entrada y con él llegó su padre. - ¿Qué tal se ha portado? - le preguntó Básil a Anna. - Muy bien, es un chico muy tranquilo. Hemos merendado y luego se ha puesto a hacer deporte con la bici - le respondió esta. Klaüs lo estaba oyendo todo, se bajó de la bici y se dirigió hacia el comedor en busca de su padre. -Eso, ¡haz deporte, que te conviene! - le sugirió con impertinencia. Klaüs no se alegró demasiado de que Básil hubiese regresado pero tenía ganas de salir de allí para escapar con su botín lo antes posible. Tomaron el ascensor tras una breve charla en el rellano para despedirse y luego se fueron a por el coche. Había conseguido salir airoso del lugar del crimen, ahora sólo - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - debía encontrar un sitio apropiado para esconder la mercancía. En cuanto llegó a casa le dio un beso apresurado a su madre y después fue directo a su habitación; a su nueva habitación, pues desde hacía escasas semanas sus padres le habían trasladado al cuarto contiguo. Allí estaba el armario donde Klaüs guardaba todos sus juguetes, abrió la puerta y colocó las monedas escondidas dentro de un pequeño baúl de plástico junto a las réplicas de animales en miniatura. Más tarde volvería para admirar con calma su particular tesoro. Durante el fin de semana no pudo quitarse de la cabeza a su conciencia que le refería constantemente el mal que había hecho por robar. Su subconsciente le mostraba a Anna y Francisco desconcertados al no encontrar las monedas en la cartera. Le mostraba a su padre hecho una furia. Le mostraba a sí mismo tumbado bocabajo sobre la cama, llorando en penumbras con la puerta cerrada, muy probablemente después de que le hubiesen mandado a su cuarto castigado. El lunes por la mañana ya no pudo más, tomó las monedas y las guardó en su bolsillo dispuesto a deshacerse de ellas para terminar con el asedio reiterado de su obstinada conciencia. De camino al colegio se detuvo un momento al lado de una de las rejas de alcantarillado que había junto a la acera, sacó las monedas de su bolsillo apresuradamente y las tiró antes de que su madre pudiese percatarse de lo que estaba haciendo. Luego apretó el paso y volvió con ella, que andaba un poco más adelante. - ¿Qué has tirado? - le preguntó Cloe poco después. - Nada - le contestó Klaüs procurando no mostrarse sofocado. Cloe le aguantó la mirada por un momento dispuesta a comprobar si su hijo le estaba mintiendo. Poco después desistió y dejó de prestarle importancia a su extraño comportamiento. Su conciencia hizo el último comentario al respecto: - ¿Para eso las querías? lo has estado pasando fatal y todo para terminar tirándolas a la alcantarilla - le argumentó su tediosa voz interior. - Te las podías haber quedado - otra voz irrumpía de pronto en su cabeza. Esta tenía un tono distinto a la anterior. - Llegas tarde - pensó Klaüs contestando a la segunda voz - es mejor así. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ENGREIDOS Desde que se trasladó al cuarto de al lado Klaüs había dejado de ser el niño que era, prueba de ello fue su recién estrenada cama de chico grande; entonces comenzó a aceptar la nueva situación, las cosas estaban cambiando aunque él no lo quisiera. Al crecer, todo a su alrededor se empezaba a ver de forma distinta y, cuanto más se alejaba del suelo, más cambios repentinos se encontraban amenazando a su recién adquirida experiencia. Una vez más el acontecimiento de mayor relevancia de aquel año fueron las navidades, que a diferencia de las anteriores se vieron truncadas por la nueva situación. Cloe había tomado ahora la costumbre de despertarle cada mañana llevándole a su cuarto la televisión con mesa de ruedas que tenían en la salita. Mientras dormía, Klaüs se desvelaba despacio escuchando el sonido de los primeros dibujos animados matutinos, sin lugar a dudas su madre había encontrado una muy buena forma de despertarle. Aún estaba entre sueños cuando sentía a Yogui y al guardabosques discutiendo por las cestas de comida, no le hacía falta verles pues escuchando el diálogo era capaz de modelar la propia animación en sus sueños. Eso sí, en cuanto escuchaba la sintonía del final del episodio debía comenzar a desperezarse ya que justo después de las aventuras del oso Yogui comenzaría la serie de los robots Transformers. Aquel era su momento preferido del día; a diferencia de los demás dibujos los episodios en Transformers se iban sucediendo cronológicamente y cada uno era un fragmento de la misma historia, con lo cual era importante seguir el hilo para saber cómo acontecían las siempre azarosas aventuras de los Autobots. En cuanto comenzaban los Transformers Cloe venía a darle los buenos días y le recordaba como cada mañana que debía comenzar a vestirse si no quería llegar tarde al colegio. Klaüs: No me importa llegar tarde al colegio. Los Transformers son mucho más importantes - le había comentado en innumerables ocasiones. Cloe: No digas eso Klaüs. ¡Y vístete que vas a llegar tarde! - le replicaba. Cloe: ¿Te has vestido ya? Klaüs: Ya voy, ya voy - le contestaba cuando aún dormiteaba con el pijama puesto. Cloe: ¡Venga va! ¡No te entretengas mirando las musarañas! - le insistía su madre haciendo uso de su inagotable paciencia. Klaüs: No son musarañas mamá. Son robots que se convierten en cosas, los buenos en coches y los malos en aviones y cosas - y así se sucedía cada mañana, debía encantarle discutir. Cloe: ¡No me hagas enfadar! Ve a tomarte la leche que se te va a enfriar. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs: Ojalá... Cloe: ¡A mí no me respondas! ¡Y date prisa que vamos tarde! Pero llegaron pronto, así que debieron permanecer un buen rato haciendo cola en el patio frente a la puerta de clase; un viento gélido les hacía encogerse dentro de sus abrigos y hasta había alguno de los chicos que se ponía a saltar para quitarse el frío. Cuando por fin entraron en el aula Agapito se tomó un momento antes de comenzar la clase para poner en marcha la estufa de gas; Klaüs se había quitado el abrigo y lo había dejado en la percha, se echaba el aliento en las manos pues las sentía congeladas. El profesor comenzó con la lectura, en esta ocasión les estaba leyendo un pasaje Bíblico que narraba el milagro que obró Jesús en las bodas de Canaán cuando de pronto comenzó a llover y Klaüs, mirando por la ventana, volvió a ausentarse de la realidad una vez más. - ¡Qué gustó da ver llover cuando uno está a cubierto y al calor de la estufa! pensaba. Mientras se entretenía contemplando cómo el agua empapaba y oscurecía los tejados anaranjados de las casas sonó un repentino golpe contra el cristal que le asustó y le devolvió la consciencia situacional. - ¡Está granizando! - les informó Agapito sorprendido - Hacía tiempo que no veía granizar. Nunca antes había conocido un fenómeno igual, salvo aquella vez cuando era pequeño en la que nevó por todo el pueblo. Se acercaban las navidades y aquella feroz tormenta de piedras de hielo no podía ser sino un indicio de lo más clarividente. Pese a que últimamente la ilusión había menguado, solo de pensar que durante casi un mes no volvería a pisar la escuela ya le hacía sentir dichoso como venía siendo la costumbre por aquellas fechas. ¡Imperecederamente bienvenidas sean las navidades! los regalos están al caer. Mientras duró la lluvia de granizo fue incapaz de resistirse a fantasear y en el transcurso de la hora lectiva no pudo prestar atención a la lección salvo cuando el profesor se acercaba por su mesa; ya leería sobre las bodas de Canaán cuando estuviese en su casa a la luz del flexo. Al llegar la hora del recreo no solo había dejado de granizar sino que además el sol había comenzado a calentar como si de pronto hubiese llegado la primavera, el hielo se deshizo y de él únicamente quedaron los charcos que se solían formar en el patio grande. Poco antes de volver a clase Klaüs se acercó a Manuel Nekasim con intención de preguntarle cuánto quedaba para que llegasen las vacaciones y este le respondió con incredulidad: - Comienzan la semana que viene... ¿no lo sabias? - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Pues no, no lo sabía - le contestó Klaüs con naturalidad. - Pero ¿en qué mundo vives chaval? Desde luego... ¡mira que eres feliz! - el tono despectivo que empleaba Manuel alentó las sonrisas de los compañeros que se sentaban cerca de él. Al comprobar la reacción que suscitó en los demás cayó en la cuenta de que Manuel le estaba tomando por tonto y pretendía dejarle en ridículo. - No hombre ¡claro que lo sabía! - se apuró a excusarse con aire presuntuoso - ¡Lo hacía para ver si lo sabias tú! Todo el mundo sabe que la semana que viene son las vacaciones. En un principio Manuel no supo cómo tomarse su comentario, después lo tomó a mal. Tras el encontronazo y como casi todos los días comenzaron a jugar al pilla-pilla, fue entonces cuando a Klaüs le marginaron por primera vez sus propios amigos. - ¡Una rata! - exclamó Manuel señalándole, y repentinamente salieron todos en desbandada. Carlos,Yod, Ailén, Jorge y Javier huyeron al oír el grito de Manuel; Klaüs era consciente de que le había tocado ser cazador en aquella ocasión así que se resignó a perseguirles por los tres patios allí donde fuese que se hubieran escondido. - ¡Aaaah! ¡Una rata! - gritó Carlos al encontrarse de pronto con Klaüs en el corredor, de nuevo se alejó huyendo de él como alma que persigue el diablo; sucedió igual cuando se encontró con Jorge o con Yod. Le estaban tratando como a un apestado. - ¡Ya no quiero ser una rata! - le gritó a Yod mientras este procuraba escapar a toda prisa. Entonces Klaüs salió corriendo en busca de Manuel para que cesara el denigrante juego que se había sacado de la manga. Estuvo buscándole por el patio pequeño, por el patio grande e incluso por el mediano. - ¿Qué te pasa? - le preguntó uno de los Grandes cuando le agarró por el brazo para detenerle - ¡Andas por ahí como si estuvieses loco! - ¡No me pasa nada! - le respondió de mala gana - estoy buscando a un chico que es imbécil. - ¡Oye, oye! ¡Cuida esa lengua enano! - le replicó. Luego le soltó para dejarle marchar y entre juramentos le comentó a sus colegas - ¡Menudo niñato! ¡Hay que ver que tontos salen hoy en día! Tras un buen rato buscando finalmente les encontró junto a las escaleras de la entrada cuando ya había corrido como un desesperado por todos los patios del colegio. Allí dio con Manuel y Carlos que reposaban sentados en uno de los peldaños agotados por la carrera, estaban charlando tranquilamente pero en cuanto vieron aparecer a Klaüs se echaron a reír y Manuel volvió a exclamar: - ¡Aaaaah! ¡Socorro! ¡Una rataa! - Y ambos salieron de nuevo corriendo para huir de - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - él. Esta vez tuvo tiempo de coger a Carlos por el brazo y le suplicó. - ¡Parad! ¡Dile que pare por favor! ¡ya estoy harto de este juego! - ¡Suéltame! - le dijo Carlos - Yo no me inventado este juego, pero vamos... que si quieres paro - al descubrir compasión en las palabras de su amigo Klaüs le soltó, Carlos tomó aire y en cuanto se recuperó le miró a los ojos y le dijo: - ¡Aaaah! ¡Una rataa! - y Carlos Letz volvió a escapar dejándole solo junto a las escaleras. En aquel preciso instante apareció Agapito alarmado por el aspaviento que venían haciendo sus alumnos desde la escalera de la entrada. Allí encontró a Klaüs que ni siquiera intentó huir pues se veía totalmente acorralado. - ¿Qué haces ahí? ¡De verdad que ya no sé cómo deciros que en la escalera no os quiero ver jugar! ¡Cojones! - la bronca del profesor hizo estallar la angustia contenida que Klaüs había acumulado durante toda la mañana y entonces arrancó a llorar. - Eso ¡y encima llora! ¡Vete de aquí antes de que te castigue de verdad! - le gritó Agapito. Aún quedaba un buen rato de recreo así que se marchó corriendo hacia el corredor, allí se sentó un buen rato a desahogarse, no debía salir hasta que no dejase de llorar pues sería una vergüenza que alguien pudiese verle sollozando como un bebé. Más sería si le veía Laura. Nadie mostraba la más mínima compasión por él y sintió rabia contra todos, veía a Manuel y a Carlos corriendo delante suyo y haciéndole bromas como si fuese un tontaina. Eso debía terminar cuanto antes. Miró el reloj que le había regalado su abuelo y si la hora era la correcta ahora ya solo faltaban unos diez minutos para que terminase el recreo. Se puso en pie de nuevo y se dispuso a ir a la fuente para beber. De camino se encontró con Jorge y Ailén que le miraron exaltados, continuó caminando y se percató de que sus compañeros estaban atentos a ver si le daba un arrebato inesperado que le hiciese arrancar a correr detrás de ellos. - Ya se ha terminado el juego - les dijo, aun así ambos continuaron expectantes, no confiaban en su palabra. Instantes después llegó a la fuente, esperó a que hubiesen bebido agua todos los abusones de los cursos superiores y finalmente bebió cuando ya solo quedaban un par de chicos más pequeños que él haciendo cola. Ailén se disponía a beber pero en cuanto le vio allí giró sobre sus propios pasos y se puso a correr en dirección contraria; cuando estaba suficientemente lejos se detuvo y miró a Klaüs. -¡Ya no juego! - protestó él echándole una mirada como si quisiera hacerle entender que se estaba portando como un idiota. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Ah! Vale, si es así me acercaré a beber. Pero no me toques ¿eh? - le dijo Ailén mientras se carcajeaba como un energúmeno. Klaüs esperó a que Ailén Meturaf terminase de beber para volver a clase juntos, no quería quedarse solo del todo. El timbre había sonado hacía un rato y cuando llegaron a la puerta de la clase la fila había desaparecido por completo, eran los últimos en entrar aunque por suerte para ellos aún no había llegado Geón. Esta vez estuvo cerca. Cuando al fin se sentó en su mesa aprovechó para echar un vistazo adonde se sentaba Manuel y desde allí éste le mostraba una sonrisa de lo más burlona y estúpida. - ¡Menudo amigo! - pensaba Klaüs. El lastimoso juego se prolongó durante el resto de la semana y una mañana terminó por decidir que tal vez sería mejor jugar con otros chicos que no le diesen de lado de una forma tan cruel, así que pasó algunos recreos observando cómo jugaban las chicas a la comba; o se acercaba a curiosear en el grupo de amigos de Telobes que intercambiaban cromos de fútbol; o jugaba a solas con Marcos al escondite por el patio cubierto. De todas formas lo que él deseaba de verdad era que sus amigos volviesen a aceptarle en sus juegos y dejasen de tratarle como si fuese una rata inmunda. Pasaron los días y llegó un viernes en el que durante la última clase de la mañana Eduardo apareció con un fajo de papeles color blanco y marrón, luego se sentó en su mesa y por orden de lista comenzó a repartir los impresos. - ¿Qué son? - le preguntó a Shamen intrigado ante tanta expectación. - ¡Son las notas, tonto! - le contestó casi sin inmutarse. Luego fue el turno de Cliff y éste se levantó para ir a recogerlas. Shamen regresó a su sitio contento mirando las calificaciones, Klaüs les echó un vistazo de reojo procurando no parecerle indiscreto. Entonces oyó pronunciar su apellido y se levantó también a por las notas; él siempre sería el último. - Excelente significa lo mejor ¿verdad? - le preguntó a Shamen. - Sí, claro; lo mejor es Excelente, luego Notable, luego Bien, luego Sufi y si suspendes es Insufi - le aclaró. Shamen tenía unas notas prácticamente de Notable y un par de Excelentes, aun así tenía suspendida la asignatura de gimnasia. - Me la han suspendido pero no es justo - le aclaró Shamen cuando se percató de que Klaüs había visto su suspenso - El profesor sabe que no puedo hacer gimnasia. La mayoría de sus notas eran Bienes, menos de la mitad las tenía Notable, luego un único Excelente en ciencias naturales y por último dos notas Suficientes: una en gimnasia y otra en plástica. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡¿Suficiente en plástica?! - exclamó exaltado - ¡pero si he hecho unos dibujos buenísimos! - ¿Los has entregado todos? - le pregunto Cliff, y al momento Klaüs se quedó sin habla; luego agachó la vista y volvió a observar las calificaciones. - Sí bueno, pero tengo un Excelente en ciencias naturales - le comentó riendo, en ese mismo momento sintió alboroto en la zona donde se sentaba Manuel y se giró para dar un vistazo. A su alrededor se encontraban Javier, Laura, Alberto e Ingrid avasallándole como azafatas de cátering comparando las notas ya que, por lo que se podía deducir de la conversación, todos ellos tenían unas calificaciones muy altas. - ¡Qué rabia! ¡Menudos engreídos! Klaüs se levantó de su mesa y se dirigió a la de Manuel, sentía verdadera curiosidad por saber cuán fantásticas eran sus notas. Manuel Nekasim no le dio importancia al hecho de que Klaüs se hubiese acercado para curiosear y prosiguió en su conversación con los otros chicos que reían satisfechos. Manuel tenía cinco Excelentes en sus notas, lo demás eran Notables y la nota más baja que tenía era un Bien, probablemente en educación física. En cuanto Klaüs vio las notas de Manuel se alejó de allí para que nadie le preguntase por las suyas, no quería que las comparasen con las de la élite de la clase. Aquello no le había sucedido antes, se sintió vulgar y nuevamente rechazado. - La próxima vez seré yo quien saque las mejores notas - se prometió a sí mismo seguro que no le reiréis tanto las gracias a ese estúpido de Manuel Nekasim. A la una sonó el timbre y Eduardo se despidió de ellos hasta el año que viene. - ¿Ya no hay que venir más? - le preguntó Alberto al profesor. - ¡No! ¡Hasta el año que viene! - le respondió riendo. *** DESVENCIJANDO EL MITO - ¿Has escrito ya la carta a los Reyes? - le preguntaba Cloe desde la cocina. - ¡Mamá! que ya soy mayor... - le respondió Klaüs fastidiado. - Siempre hay que hacerla, no vaya a ser que pasen y no te dejen nada - añadió ella. Tras recibir las notas habían llegado nuevamente las vacaciones de navidad y con - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ellas las fiestas, su cumpleaños, los regalos, los banquetes en familia... poco se podía hacer para desbancar la ilusión del joven Klaüs que vivió recordando siempre las primeras navidades de su vida. Una vez más como cada año se prometió a sí mismo no ilusionarse tanto, pues desde entonces las fiestas no habían vuelto a ser nunca lo que eran. El primer domingo de vacaciones lo emplearon para visitar el centro comercial más grande de la ciudad que por aquellas fechas solían adornarlo con opulentos motivos navideños, la visita a la sección de juguetes para pedir el tradicional catálogo era casi obligada. Como venía siendo también costumbre Klaüs escogía un día por la noche en el que, mientras cenaban, hojeaba junto a sus padres el catálogo en el que previamente había señalado los juguetes que quería que le comprasen; todo el misterio de los Reyes Magos se había esfumado hacía tiempo pero ¿quién era capaz de decir que no a los regalos en navidad? - ¿Otro castillo de los Masters del Universo? - le preguntó Cloe - ¡Pero si ya tienes uno y apenas juegas con él! - Ya pero es que el que tengo es el de los Buenos y este es de los Malos - le contestó - Además que hace tiempo que lo quiero y me gustaría tenerlo - añadió. - Y no te gustaría más el juego de alfarería - le insinuó Básil. - Sí bueno, ese también. También lo he señalado - le contestó él. - Pero hombre, ¡eso ya es pasarse! - protestó su padre - ¡Deja ya los Jimans que ya eres grandecito!. Lo que tendrías que hacer es estudiar más para sacar buenas notas. - ¡Pero si he sacado buenas notas! - se defendió Klaüs casi gritando. - ¡A mí ni se te ocurra levantarme la voz! ¿Eh? ¿Pero quién te has creído que eres? Le reprendió Básil enfurecido. Lo que comenzó siendo una tranquila charla en familia se desbarajustó hasta convertirse repentinamente en una riña entre ambos. Klaüs no tuvo oportunidad de rebatirle pues acto seguido comenzó a llorar. Hizo por levantarse de la mesa pero Básil ya le había cogido por el brazo. - ¡¿Dónde te crees que vas?! ¡Termina de cenar primero y luego te vas a hacer puñetas si quieres! - le berreó. - ¡Básil, por favor! - le riñó su mujer - ¡No te pases! - luego Básil se levantó de la silla justo cuando parecía que iba a volver a estallar y se fue directamente a la cama cerrando la puerta de la habitación con un portazo. Sentados a la mesa se quedaron Klaüs y su madre, él aún sollozaba mirando a través - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - de las calientes lágrimas su bocadillo de tortilla que ahora estaba frío; el corazón le iba a mil y respiraba con dificultad. - Creo que tienes que ponerte el spray del asma - le dijo Cloe - Tranquilo que ya se le pasará, ya sabes cómo es. Pero el enfado de Básil persistió durante todas las fiestas. Entre los regalos del día de navidad encontró el castillo de los Masters del Universo que había pedido, pero aun así no fue capaz de disfrutar de él mientras su padre continuase mirándole iracundo a cada momento. El día de su cumpleaños tampoco lo celebró con sus amigos como venía siendo costumbre, únicamente acudieron sus tíos y su primo Sergio a comer con ellos la tarta de aniversario. Una tarde de domingo salieron los tres a visitar a la familia de Velma y Edan. Klaüs estaba nuevamente ilusionado pues aún guardaba esperanzas de volver a jugar con su amiga tal como lo hicieron la última vez. - ¡Vigila con lo que hacéis! - le dijo su padre en cuanto vio que se dirigian a la habitación de ella. A Klaüs se le subieron los colores y no pudo más que balbucear. Todos estallaron en una carcajada que le hizo sentir terriblemente abochornado, tanto se disgustó que al rato de estar con Velma optó por marcharse a la habitación de su hermano para jugar con sus figuras de super héroes mientras Edan jugaba al videojuego de Buck Rogers. Ahora sabía que le vigilaban, a lo peor todos ellos tenían sospechas sobre lo que había sucedido aquella sicalíptica tarde. Klaüs se sintió tan ofendido que terminó dedicando la hora de la visita a leer en soledad los tebeos que tenía Edan. La semana antes de que concluyeran las vacaciones de navidad permanecieron al asilo del camping de la montaña, allí no le quedó más remedio a Básil que bajarse los humos pues mientras estuviesen en la caravana tendrían que soportarse mutuamente durante todo el día. Klaüs y él salieron en un par de ocasiones a pasear juntos por el monte y a jugar a pelota en la pista de atletismo, Básil le compuso un tirachinas con una rama que encontró y una cinta para el pelo que compró en el pueblo. La semana transcurrió sosegada y la tensión se consiguió aplacar; el día antes de regresar a casa fue la noche de Reyes y sus padres le regalaron un tomo recopilatorio con los tebeos que más le gustaban. Era domingo por la tarde y estaban de vuelta con el coche, Klaüs tenía la sensación de que el tiempo de vacaciones se le había esfumado de entre las manos casi sin darse cuenta y no había aprovechado nada las navidades; apenas había jugado con sus juguetes nuevos, apenas disfrutó de las visitas y ni mucho menos había sentido la tradicional ilusión que sentía el día de su cumpleaños. - No me puedo creer que ya se hayan terminado las vacaciones - les dijo a sus padres apesadumbrado desde el asiento de atrás del coche. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Chico, la vida es así - le propinó su madre, y con su comentario lo único que consiguió fue afligirle más. - Pero ¡es que se han pasado muy rápido! - le insistió Klaüs. - ¿Y qué más quieres? - añadió Cloe. - Pues... quería que las navidades fueran como antes - le dijo Klaüs agarrándose al reposa-cabezas del asiento de Básil. - No te despistes mucho que ya sabes que luego te mareas - le advirtió éste. - Estoy bien, no me voy a marear - y fueron estas las últimas palabras que pronunció antes de comenzar a sentirse muy mareado y con nauseas. - Avísame con tiempo si tengo que parar ¿eh? - Le dijo Básil recobrando parte del tono agresivo que le caracterizaba - ¡No me la vayas a liar como siempre! *** VOLAR NADANDO Uno de los sueños que tuve con más frecuencia durante mi infancia fue el de volar nadando. En realidad no era ningún sueño en concreto, quiero decir que no tenía una estructura ni una duración determinadas. Por ejemplo: yo podía estar soñando que jugaba con Marcos en el recreo y cuando se me antojaba me ponía frente a la barandilla que separaba el patio grande del mediano, tomaba la barra superior con ambas manos y, como si estuviese cogido al borde de la piscina, levantando las piernas comenzaba a aletear. Entonces la mitad de mi cuerpo flotaba en el aire de la misma manera que flotaría si estuviese en el agua. Quiero decir, que no es que tuviese un solo sueño con significado latente que se reiterase, podía emplear mi técnica para volar nadando en cualquiera de los sueños que se me presentasen. Una vez me colocaba en posición de flotación, paralelo al suelo, podía nadar en el aire con los mismos movimientos que me habían enseñado en el cursillo de natación. Además de hacerlo en horizontal también podía bucear a la inversa, es decir, podía ascender hacia el cielo haciendo braza para así quedarme suspendido por encima del patio o nadar desde el terrado de la escuela hasta el balcón de mi casa. Lo más curioso de todo tal vez sea que en estos sueños la gente que tenía a mi alrededor ya fueran niños, compañeros de clase, mis padres, profesores, etc.… parecían no otorgarle ninguna importancia al hecho de que yo pudiese volar, y eso que nadie más podía hacerlo. Únicamente yo era capaz de volar nadando, el resto se comportaban de la manera habitual; mientras nadaba a su alrededor ellos hablaban conmigo o incluso en alguna ocasión había empleado mis poderes para coger alguna cosa que por la altura no había nadie que pudiese alcanzarla. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Así era siempre, de hecho este fenómeno onírico era tan común que incluso durante mi infancia había intentado volar como lo hacía en los sueños, reproduciendo el método en la vida real cogiéndome a la barandilla del patio y elevando los pies como si estuviese en la piscina nadando. Lo malo claro está, es que en la vida real jamás llegué a volar como lo hacía en sueños. La primera vez que lo intenté me sentí algo confuso pues yo daba totalmente por sentado que era capaz de lograr aquella proeza, ¡suerte que no se me ocurrió apostar con nadie! De todas formas creo que, en un sentido metafórico, volar nadando era mi vía de escape a cualquiera de las complicaciones que pudiesen surgirme durante los sueños, reflejo con alteraciones de todo aquello que me afligía durante el día. La historia de mi infancia estuvo muy marcada por la fantasía y de hecho aún creo conservar bastante bien esa capacidad de fantasear que me sirve para hacer chistes con absurdos. Lamento si hasta ahora el libro no contiene demasiado humor pero la realidad es que, pese a que vivía en apariencia más feliz cuando era pequeño, el sentido del humor lo desarrollé bastante más adelante. Espero que cuando llegue el momento consiga plasmarlo tal y como era pues me encontré con la necesidad de aprender a emplearlo para poder llegar a ser lo que soy ahora mismo. ¿Y qué soy ahora mismo? Pues lo mismo que era antes, ya que la esencia de las personas no admite transformaciones, sencillamente porque si intentamos variarla a nuestro antojo la desnaturalizamos. Es importante forjar el carácter, aprender modales y conocer la manera de vivir en sociedad siendo tolerantes. Todo eso, más que hacernos cambiar lo que consigue es enriquecernos, hace que nuestra identidad evolucione; podemos volvernos más responsables o más amables dependiendo de los factores externos que nos condicionen en nuestra época de aprendizaje, pero la esencia intrínseca del ser no debe ser vulnerada pues de lo contrario si que lo estamos perdiendo todo. Así pues, volar nadando era como un truco de los que se usan para avanzar en las pantallas verdaderamente complicadas de los videojuegos, algo así como activar el Modo dios para escapar del sufrimiento y eliminar la aflicción de los momentos engorrosos. Pero, como sucede en los mismos juegos, emplear el Modo dios le resta todo el aliciente a la diversión y nos deja ante un pasarratos insulso carente de emociones. Será por eso que en la realidad nadie puede volar nadando. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - LAS CHICAS DE TU VIDA No son sus músculos ni su fuerza, no es su torso perfecto ni tampoco su valentía innata. La principal condición que se precisa para poder ser un verdadero héroe como los de las películas es tener carisma propio y prevalecer sobre la vulgaridad. Solo así se reconoce al indiscutible protagonista de toda historia. A su temprana edad, Klaüs sabía muy bien que formaba parte de esa índole rapsoda, nunca había sido un simple figurante y tal vez fuese por eso por lo que desconocía completamente el objeto de su existencia. Aún no podía conocer cuál era su destino aunque sí podía vaticinar que trascendentales gestas le aguardaban para cambiar la trayectoria de la humanidad. Era cuestión de esperar, pues con el tiempo lograría cultivar y desarrollar sus cualidades.Entonces solo perseguía un auténtico objetivo, ante todo añoró encontrarse con su pareja, dar por fin con aquella chica frágil a la que en todo momento rescataría de cualquier peligro. Ella le otorgaría sentido a sus proezas y juntos compartirían aquella bonita complicidad que anhelaba poder tener con alguien. Se reconoció sensible al amor después de ver Mi Chica en el cine con sus padres. Al terminar la proyección tuvo que ocultar sus lágrimas para no avergonzarse delante de ellos. Esa misma noche le costó conciliar el sueño, su conciencia había sido cautivada por lo bello rememorando una y otra vez la melancólica canción que sonó triste durante el filme; fue conmovido por el milagro del amor en su estado más cándido y sincero. Suspiró por él y lo deseó para sí, quiso vivir enamorado cuando no debía ni tan siquiera perseguir ser seducido ya que por lo visto aquel ansia inexplicable quedaba fuera de toda concordancia con su corta edad y con su género. Enamorarse era cosa de chicas, o tal vez de gente más mayor. Buscó incansable a su amiga fiel, aquella a la que con los años reconocería como su novia y con la que llegaría a intimar tanto como para que le besase en los labios. Quiso sentirse adorado pero sólo halló el rechazo en aquellas chicas que marcaron su juventud; porque no siempre fue Laura. (prestad atención a la alteración cronológica de este capítulo) El hada Debía tener unos cuatro o cinco años cuando quedó prendado por primera vez de una chica. Esto sucedió tiempo atrás, mucho antes de que apareciese Laura; tal vez por eso se obsesionó tanto con esta última pues entonces ya había conocido la obstinación por tan extravagante capricho. Era verano pese a que él aún desconocía el cambio de estaciones; también era época vacacional aunque tampoco conocía el significado de las vacaciones; Klaüs vivía feliz en la inopia propia del infante y aquella mañana de julio salió junto con su mamá como tantas otras veces para ir a visitar a su abuela Bruna. Por el camino tropezaron con una de las vecinas que vivía en el mismo rellano, al parecer era una amiga de la infancia de Cloe y ambas se pusieron a conversar justo al salir de la portería. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Ya en la calle Klaüs encontró a un grupo de niños que jugaban divertidos frente a un portal y se acercó a ellos para entretenerse mientras las dos mujeres parloteaban. Ellos eran dos chicos que debian rondar su misma edad y luego estaba también una niña morena que se apercibía mucho más espabilada que ambos. La chica, a diferencia de la mayoría de las que había visto hasta entonces, llevaba el pelo corto y lucía un cuello estilizado que la convirtió en la chica más bonita que Klaüs hubiese visto en su vida. Rebeca fue la primera imagen de sensualidad reconocida, se sintió atraído por ella cuando todavía desconocía el enamoramiento o cualquier otro tipo de atracción. - ¿Y tú cómo te llamas? - le preguntó la niña con un semblante afectuoso. Él, que tampoco conocía aún la vergüenza, le respondió tan natural; le dijo su nombre y añadió que vivía muy cerca de allí. - ¿Te llamas Klaüs? ¡Qué nombre tan bonito! no lo había oído nunca - y él por su parte nunca se había sentido tan dulcemente halagado, fue entonces cuando reparó en el aspecto de la chica y sus sensuales rasgos. Tenía los labios gruesos, sus ojos eran ligeramente rasgados y junto con su pequeña nariz se configuraba un rostro afable, a primera vista se le encontraba parecido con un duende o un hada de las de los cuentos infantiles. Pero era en sus maneras donde residía todo su encanto, fue su feminidad lo que le atrajo; además, olía a perfume de chica, otra de esas sensaciones que no se olvidan. - Yo me llamo Rebeca... y juego con mis muñecas - le dijo la muchacha riendo. Esperaba arrancarle una sonrisa a Klaüs con su frescura y lo consiguió. Luego continuó hablándole; antes nadie lo había hecho así. - Tú eres mucho más guapo que ellos dos... ¿tienes novia? - continuó insistiéndole. Klaüs no salía de su asombro, desde luego nunca había conocido a nadie igual. No le dio tiempo a contestarle cuando en aquel preciso instante llegó la madre de Rebeca y tomándola por la mano se la llevó de la escena. Desde entonces no volvió a verla nunca más por su calle y siempre que pasaba por delante de aquel portal donde se habían conocido esperaba encontrarla de nuevo, solía ilusionarse e incluso se ponía algo nervioso al pensar que esto pudiera suceder. Con el tiempo terminó por darse cuenta de que frente al portal lo único que existía era el recuerdo de aquella experiencia, pues ella ni siquiera debía vivir allí. Tampoco iba al mismo colegio que él así que únicamente con el tiempo pudo hacerse a la idea de que no volvería a verla. Se sintió triste y por esta misma razón atesoró aquel momento en su memoria para que nunca la pudiese olvidar. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - La princesa A Klaüs le gustaba Laura, incluso su primo Sergio le hacía burla con el tema. En el tercer curso, después de su primer beso y de la primera desilusión, pasaba las últimas horas de domingo en el camping de la montaña. Sus padres andaban recogiendo y haciendo ya las maletas para volver a casa. El fin de semana anterior Manuel Nekasim había ido con ellos de camping y juntos lo pasaron realmente bien; el domingo por la mañana se levantaron en medio de una bella estampa invernal ya que durante la noche estuvo nevando. Aquel había sido un fin de semana emocionante pero esta vez volvía a estar solo. Una tarde de domingo más se encontró solitario junto al río, lanzando piedras al agua y apostándose a cada vez el amor de Laura como aquel que deshoja margaritas preguntándose por la verdad de su amor. La experiencia le decía que tomarían el coche de vuelta a casa a partir de las siete de la tarde; todavía eran las seis, con una hora por delante y sin nada que leer decidió acercarse al parque que había al otro lado del campamento, allí donde estaban los bungalows, para columpiarse mientras se torturaba lamentándose de su soledad. Tal y como había previsto llegó donde estaba el parque y se puso a balancearse en el columpio, entonces oyó a sus espaldas la voz de una chica que le dijo: - ¿Quieres que te columpie yo? - y al volver la vista atrás se encontró con una chica risueña, de cabello dorado y ensortijado, que vestía un anorak color rosa. La niña no parecía amedrentarse ante su porte melancólico, normalmente cuando se sentía así la gente de su alrededor solía darle de lado. A nadie le gustan los infelices. - ¡Vale! - le respondió Klaüs entusiasmado. - ¿estás aquí en el camping? - le interrogó a continuación. - Sí, ya llevo días. Mañana me voy - le comunicó la chica sonriendo. - Y ¿por qué no te he conocido antes? - le propuso Klaüs con total indiscreción. Poco después había perdido la compostura ante una chica tan guapa y comenzó a comportarse con sutil descaro, como un ligón. - ¡Qué gracioso eres! pues ojalá te hubiese conocido antes porque llevo aquí una semana entera con mis padres y me aburría un poco - continuó la chica sin amilanarse ante el arrojo de Klaüs - ¿Cómo te llamas? - Me llamo Klaüs. Estoy en las Caravanas que están al final del camping, me queda poco para irme porque mis padres ya estaban recogiendo cuando vine para aquí seguramente fue la vez en la que más tiempo permaneció hablando con una chica que se hubiese interesado por él. Era su oportunidad, quizá fuese aquella chica la amiga especial que tanto estaba esperando. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Oh, que pena! - se lamentó la chica - ya nos veremos otra vez cuando vuelva. - ¿Te columpio yo? - le preguntó con galantería. - Claro, ¿a qué curso vas Klaüs? - qué bien sonaba su nombre cuando lo pronunciaba una chica como ella. - Voy a tercero. Ahora tengo un profesor muy pesado pero me han dicho que el año que viene vamos a tener un profesor joven que es muy bueno. - ¿Muy bueno por qué? - le curioseó. - No lo sé, lo dicen los demás. Ya tengo ganas de que llegue el año que viene porque Adler me tiene agobiado. - ¿Adler quién es? - por su pregunta comprobó que la chica estaba prestando verdadero interés. - ¡Sí! Eso es. Es un pesado - y ante su expresión de fastidio y agotamiento ambos se echaron a reír. - Qué divertido eres, ojalá te hubiese conocido antes - y Klaüs se sonrojó de inmediato. El continuó hablándole aunque lo que verdaderamente pretendía era que la chica reparase en su sonrojo, para que esta pudiese intuir que le gustaba. - Llevas un anorak muy bonito - fue todo lo que podía articular mientras se sonreía como un bobalicón. Ella ya debía saberlo. - Es rosa como los vestidos de las princesas. Podríamos jugar a que yo era una princesa encerrada en un castillo y tú eras el caballero que me rescataba - le dijo ella uniéndose al aire de picardía. - ¡Me encantaría ser quien te rescatase! - Klaüs no daba crédito a la conversación, jamás hubiese creído que podía llegar a ser tan descarado. La chica se lo ponía fácil, estaban jugando al mismo juego. - ¿Sabes qué? Aún no te he dicho como me llamo... - mientras le dejaba expectante por conocer su nombre, de la zona de los bungalows apareció un hombre que encaminaba sus pasos hacia el parque donde se encontraban ellos. - ¡Marta! ¡Venga va! que nos vamos - exclamó el hombre desde lejos dirigiéndose a la chica. Entonces ella bajó del columpio apresuradamente y solo se giró un momento para despedirse. - Pues eso, me llamo Marta. Ya nos veremos por aquí la próxima vez ¿vale? - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Vale! - le respondió entusiasmado. - Eres un encanto Klaüs ¡hasta otra! - nunca antes ninguna chica le había referido nada parecido. Ella debía ser su chica especial, su amiga íntima tal y como sucedía en la película de Mi Chica. La vio marchar y comprendió lo mucho que le gustaba. Se volvió a sentar en el columpio y aunque el parque se quedase nuevamente desértico ahora ya no se sentía melancólico sino ilusionado. Básil apareció en escena poco después. - Te estaba buscando - le dijo - Ya nos vamos... ¿qué andabas haciendo? - Nada, aquí estaba columpiándome - le contestó tras emitir un sonoro suspiro, los niños no saben disimular. - Bueno va... vente que nos vamos. Lo que Klaüs no sabía entonces era que precisamente aquel fin de semana iba a ser el último que irían de camping. Al año siguiente su abuela paterna, que por aquel entonces ya había enviudado, cayó enferma y cada fin de semana sus padres debían hacerse cargo de ella. La abuela permaneció en el hospital durante una buena temporada y ello les impidió poder volver a salir con la caravana. Por las noches rememoraba la conversación que tuvieron y a veces lloraba de rabia cuando tomaba consciencia de que no volvería verla nunca más; tal desgracia ya le había sucedido anteriormente, aquellos breves romances nunca acababan bien, siempre había algo o alguien que lo impedía. Con el tiempo mermó su obsesión, pero aun así en ocasiones recordaba fascinado a la chica rubia del anorak color rosa. El reflejo Tras el madrugón y un interminable trayecto de más de dos horas en coche por carreteras de montaña Klaüs y sus padres se detuvieron para comer en el restaurante al que acostumbraban a ir los domingos cuando salían de camping. Llevaban meses aguantando largas noches en el hospital velando por su abuela paterna y necesitaban un descanso; Klaüs apenas les veía de lunes a viernes y únicamente coincidía con ellos los fines de semana. Aquella mañana a Básil se le ocurrió que podrían hacer una escapada ni que fuese para salir a comer al restaurante que tanto le gustaba y así lo hicieron. Teniendo en cuenta la proximidad que existía entre aquel restaurante y el camping, a Klaüs se le ocurrió que tal vez una casualidad del destino le hiciese reencontrarse con la chica rubia del anorak color rosa. Su princesa, aquella que le había concedido la dicha de ser su caballero. Justo antes de sentarse a la mesa tuvo oportunidad de dar un vistazo a la gente que había a su alrededor; sentados no muy distante de ellos se encontraba una familia compuesta como la suya por tres individuos: un padre, una madre y en este caso una niña rubita con el cabello rizado que, al primer golpe de vista, no le cupo la menor duda de que se trataba de Marta. Durante el primer plato la buscó con la mirada y ella pudo darse cuenta de que él - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - andaba mirándola, cada vez estaba menos seguro de que fuese ella pues la chica de la mesa de enfrente tenía los ojos claros y él no recordaba que Marta los tuviese así. Se prolongó el juego visual y la muchacha, lejos de sentirse intimidada, le devolvía la mirada sin otra expresión de su rostro que no denotara incredulidad. No parecía molestarse ante su indiscreta curiosidad y Klaüs no se echó para atrás, fue tan sumamente descarado que incluso sus padres se dieron cuenta de lo que allí estaba sucediendo. La chica dejó de comer por mirar a Klaüs; el padre de esta se enfureció cuando se pudo percatar de lo que pasaba y con un gesto quiso advertir a Básil y a Cloe para que tomasen cartas en el asunto. Ellos le llamaron la atención pero aun así no consiguieron reprenderle, mientras duró la comida los dos compartieron sus miradas en silencio. Klaüs había olvidado qué pretendía tolerando la algarabía que se formó, sencillamente porque ni él ni la chica podían apartar la vista el uno del otro. Sucedió así, contra la voluntad de sus padres y sin saber por qué lo hacían. De la misma forma en que comenzó todo también terminó por concluir; tras la emoción y el extraño embrujo del momento la escena se disgregó finalmente. Los padres de ella pagaron la cuenta y se marcharon, Klaüs quedó de nuevo a solas con los suyos que no salían de su asombro y se sonreían extrañados ante el suceso. - ¿Por qué os mirabais tanto? - le preguntó su padre en un claro tono de mofa. Klaüs no respondió. - ¡Menudo ligón estás tú hecho! - se atrevió a referirle. - Dejadme en paz - les contestó humillado. No estaba dispuesto a hablar del tema pues ni él mismo comprendía bien lo que había sucedido. Básil y Cloe se reían bajo la nariz al verle tan abochornado y, aunque no volvieron a hablar del tema durante el resto del día, muy probablemente tendrían conversación sobre lo sucedido para varias semanas. No podía ser el héroe de ninguna chica mientras fuese acompañado de sus padres, ellos le harían sentir vergüenza a cada instante. *** EL CIRCULO DE LA VIDA Asomado en su balcón Klaüs miraba las estrellas como tantas otras veces. Desde su casa no brillaban tanto como cuando las contemplaba tumbado en su litera, a través del ventanal de la caravana durante aquellas noches invernales en las que no conseguía dormir fantaseando con lo que pudiese ser que le depararía el futuro o sencillamente añorando a Laura. Nadie que no fuese a convertirse en su pareja legítima merecía tanta devoción como la que profería hacia ella; sólo esperaba su momento, esperaba a ser mayor y poder vivir la íntima amistad por la que suspiraba, últimamente era lo único que demandaba en cuanto se le concedía un deseo; siempre mantuvo la esperanza de que fuese el mismo tiempo quien se encargaría de otorgárselo. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Manuel Nekasim vino al día siguiente con una noticia y no esperó mucho para hacerla pública. Antes de comenzar con la clase de ciencias estuvo repartiendo bolsas con gominolas para todos, después se dirigió al resto de sus compañeros desde la tarima que había junto a la pizarra. Eduardo le dio paso para que dijese unas palabras: - ¡Voy a tener una hermanita! - y en cuanto terminó la frase el resto de compañeros, sobretodo el núcleo femenino, le ovacionaron y le aplaudieron felicitándole. Por lo visto sus padres habían decidido que iban a ser uno más a partir de entonces. - A mí deberías haberme traído otra bolsa porque soy el profesor - le dijo Eduardo, acto seguido Manuel se sonrojó y continuó sonriendo mientras dirigía la vista hacia los papeles que tenía sobre la mesa. Por la tarde, justo al salir de clase, un grupo de mujeres se reunían en torno a Manuel y a su madre, ésta lucía una extraña barriga que se andaba acariciando a cada momento. Klaüs no tuvo ninguna duda a la hora de deducir que en aquella misteriosa barriga se encontraba la futura hermanita de Manuel. Era algo insólito y en un primer momento le pareció hasta repulsivo. Procuró no pedirle explicaciones a Cloe acerca de aquel extravagante fenómeno, sencillamente se limitó a comportarse con naturalidad cuando fueron a saludarles. La madre de Manuel estaba radiante y saludaba a todos con una sonrisa igual de esplendorosa. - ¿Ésa es? pensaba que era otra - le dijo Klaüs a su madre mientras se aceraban juntos a la escena. - Ella es la mamá de Manuel, la otra señora que viene siempre con él es la chica que le cuida - le respondió Cloe. - ¿Y por qué no le cuida ella? - le insistió. - Pues porque trabaja y no le puede traer al colegio. - Tú también trabajas... - continuó especificando. - Ya, pero a ti te cuida la yaya Bruna y a lo mejor la suya no puede. ¿Qué espera? ¿Un niño o una niña? - le preguntó por último su madre cuando ya estaban en la cola aguardando el turno para felicitarles. Klaüs no entendió demasiado bien a que se refería con eso de esperar pero imaginó que le preguntaba sobre si sabía ya si el bebé iba a ser niño o niña. - Ha dicho Manuel que iba a tener una hermanita - Cloe asintió con la cabeza en el momento en que ya se encontraban delante de ellos. Primero la felicitó dándole un abrazo, ella le pidió que tuviese cuidado de no apretarle demasiado la barriga. Tal vez le diese asco a ella también. - ¿De cuánto estás? - le preguntó Cloe a la madre de Manuel, fue entonces cuando - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Klaüs se desentendió de la conversación buscando a su amigo para hablar mientras no volvían a casa. Manuel se lo preguntó directamente en cuanto le vio: - ¿Y a ti? ¿No te gustaría tener un hermanito? - la mayoría de los chicos de su clase que tenían hermanos ya hacía tiempo que los tenían, Klaüs no sabía siquiera si eso se podía escoger. - Una vez se lo dije a mi madre y me dijo que es mejor que no tenga hermanos, porque así no me rompen los juguetes - le contestó. Manuel no debió tomárselo del todo bien pues de inmediato fue a contarle a su madre lo que Klaüs le había dicho. - ¡Mira lo que me ha dicho! ¡Me ha dicho que si tengo hermanos me romperán los juguetes! - le protestó a su madre con desasosiego. Cloe se apresuró a darle explicaciones pero aun así lo último que le dirigió Manuel a Klaüs antes de marcharse a casa fue una mirada de repulsión que a él le dolió en el alma. No acertó con su respuesta, o a lo mejor Manuel se había dado cuenta que en adelante sus juguetes preferidos iban a correr peligro. Cuando llegaron a casa Klaüs aún le andaba dando vueltas a lo de tener un hermano. Recordaba cuando Velma era pequeña, seguramente ella era de las pocas hermanitas con la que había tenido la oportunidad de relacionarse. El caso es que ya ni se planteaba si quería tener un hermanito o no, sobretodo porque su madre le había conseguido disuadir poniéndole al corriente de las desventajas de tenerlo. Luego estaban los animales, sabía también que los perros no le gustaban; tampoco le gustaban los gatos. Mucha gente tenía animales de compañía pero él, por su experiencia y nuevamente basándose en el consejo de su madre, desistió de tenerlos. En casa de los Nekasim tenían dos perros muy grandes que le causaban verdadero pavor y cuando iban a visitarles les rogaba que los atasen, pero aun así sus ladridos le provocaban un vuelco al corazón cada vez que les sentía ladrar. Su primo Sergio tenía un gato y, desde que en una ocasión le arañó la pierna a Klaüs, cuando venían visitas debían encerrarlo en la habitación de sus tíos. Apartir de entonces también desarrolló pánico a los felinos. Sin embargo él había tenido todo tipo de mascotas de pajarería: tortugas, peces, periquitos e incluso hámsters. Por desgracia todos ellos corrieron la misma suerte. Los hámsters tenían un curioso ingenio para el suicidio, sus abuelos le habían comprado un macho y una hembra que con el tiempo terminaron criando, seguramente a raíz de eso Klaüs reconocía la reproducción humana como semejante a la de los hámsters. Lo malo fue que de la camada de cinco que tuvieron ni uno solo se salvó. Cada día moría uno en circunstancias de lo más absurdas: uno de ellos se ahogó en el bebedero, otro en el comedero, otro se asfixió entre los barrotes de la jaula... en fin, la experiencia con la paternidad y con el cuidado de animales resultó bastante desoladora. Aquella misma mañana también encontró motivos para reflexionar durante la clase de ciencias, Eduardo les había entregado unas fotocopias en las que se ponía de manifiesto la teoría evolutiva de Darwin. No cabía duda de que, como seres humanos, - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - se encontraban en el grupo de los mamíferos. Según les explicaba su profesor, la humanidad era descendiente directa de los simios, éstos a su vez de los reptiles, que después de millones de años habían evolucionado a partir de los peces, que por lo visto un día salieron del agua a respirar y se quedaron a vivir en la tierra. Tirando del hilo les descubrió que en efecto la vida emergió del agua; pequeños seres unicelulares prosperaron tanto como para convertirse en nosotros, los grandes pensadores, dominadores del medio y la cadena alimenticia. Todo esto tropezaba directamente con el origen del ser humano tal y como lo narraba el Génesis Bíblico, de hecho el planteamiento según la asignatura de religión era tan dispar que con razones una teoría anulaba a la otra. ¿Estaría Agapito en lo cierto o lo estaría Eduardo? Cabía destacar que Agapito era un maestro anciano que se suponía mucho más ilustrado que el joven Eduardo, pero ¿cómo podía ser posible que le estuviesen contando una realidad tan distinta? Se fue a la cama pensando en el capítulo del Génesis; en algún momento debería consultar su duda, le daba la sensación que nadie de su clase había reparado en el fallo. Tal vez sería más prudente comentárselo a Eduardo por no llevarle la contraria a Agapito y dudar de sus conocimientos. El sábado por la mañana salió a pasear junto con sus padres, caminaron durante un buen rato hasta llegar al otro extremo de Yímbale donde pararon para visitar unas obras que estaban haciendo. Klaüs les planteó el dilema y fue su madre una vez más la que le dio explicaciones: - Hay quien cree una cosa y hay quien cree la otra - fue su respuesta. - Pero ¿no hay ninguna que sea la verdadera de verdad? - le insistió Klaüs; Básil refunfuñó extrañamente y dejó de atender a la conversación. - Hombre, nosotros creemos más en la explicación científica de Eduardo, pero eso no significa que sepamos que sea así con toda seguridad - le respondió nuevamente su madre; por lo visto a Básil no le había gustado nada que Klaüs tocase el tema y pronto lo dejaron correr en vista de que podían enojarle. - Pues yo creo que lo de Darwin tiene más sentido que lo de los muñecos de barro su padre se sonrió ante su sincera respuesta y Klaüs sabía que había acertado. Cloe volvió a mediar y esta vez fue Básil el que habló: - Es cierto que es lo más lógico y coherente, pero aun así debes respetar la opinión de los demás - el tono amable de su padre le devolvió la sonrisa a Klaüs, pues hacía mucho tiempo que no se encontraba en armonía con él; se alegró de que pensasen de la misma forma y tomó la decisión de aceptar como bueno el planteamiento de la teoría de la evolución de Darwin. Pero entonces... la Biblia y su divulgación ¿Eran de fiar? ¿Lo eran Agapito y sus lecciones? Sin duda alguna aquellos que se conformasen con creer en una cosa que no es cierta eran dignos de compasión. - ¿Te gustan éstos pisos? - le preguntó su padre aún sonriéndole. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Era tan extraño verle así que por lo pronto asintió con la cabeza. Se encontraban junto a un portal de obra vista en un bloque de viviendas que estaban construyendo, allí donde comenzaba la cuesta por la que descendió subido en un plástico aquella mágica navidad en la que estuvo nevando. ¡Qué recuerdos! Sus padres charlaron durante un rato con el que parecía ser el constructor, un tipo que llevaba la ropa muy sucia pero que a la vez mostraba un semblante muy afable. - Y a ti... ¿Te gustan estos pisos? - le preguntó ahora el constructor, Klaüs volvió a responder afirmativamente. Mientras ellos charlaban él se dedicó a buscar trozos de yeso para pintar en la acera, seguro que también servirían para la pizarra que tenía en su casa. Ya de vuelta, Klaüs andaba tan contento que sin darse cuenta tropezó con la tapa de una alcantarilla y la mitad de su cuerpo se precipitó violentamente por el agujero. Algo parecido a la fortuna quiso que Klaüs quedase suspendido con una pierna dentro y el resto del cuerpo fuera, suerte que su padre le sostenía fuerte de la mano en aquel preciso instante. Tirando de él le ayudó a salir, y mientras Klaüs lloraba asustado Básil le subió a hombros para que se tranquilizase. De camino a casa le fue haciendo monerías, así se olvidaría de lo sucedido. - No es tan mal tipo - pensaba Klaüs una vez consiguió serenarse - Ahora que nos conocemos más debe de estar cambiando. *** LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO EN EL QUE VIVES Lo que hubiese dado por no estar allí en ese momento. Klaüs, sentado como siempre en su pupitre, dirigía la mirada al profundo verde opaco de la pizarra. Segundos después había desaparecido por completo adentrádose de nuevo en la densa cortina de bruma que le llevaba hacia los confines de su retiro imaginativo. La memoria le trajo una cruel visión de tristeza revivida: Mendicidad De la mano de su madre y de su padre paseaba por las amplias calles de la Gran Ciudad, el andar les guiaba a través de unas magnas avenidas donde los edificios se erguían colosales y todo estaba vestido de galante esplendor. Era una mañana radiante, el calor del sol junto con la agradable brisa que provenía del mar hacía que uno pudiese sentir su existencia más liviana y confortable que nunca. Acompañándoles en su paseo, los espléndidos escaparates presentaban todo tipo de artículos de lo más suntuosos: relojes de oro colocados a modo de cascada; maniquíes ataviados con pomposos abrigos de piel y vestidos de desbordante lujo; helados con una pinta exquisita; modernas cafeterías que desprendían aroma de - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - grano recién molido... y todo ello a su alcance. A primera impresión uno creía estar paseando por la capital del sueño idílico, pero lamentablemente entre toda la opulencia que brindaba la Gran Ciudad Klaüs sintió un profundo dolor al conocer de cerca una de las realidades más tristes de nuestro mundo: la mendicidad, los vagabundos y los desamparados. Yacían echados sobre cartones, con carteles que demandaban misericordia, la mayoría de ellos eran pobres ancianos que vestían con ajadas ropas y que no sentían vergüenza alguna al mostrar abiertamente la miseria en la que vivían. Jamás había visto nada igual hasta entonces, en su pequeño pueblo de Yímbale nadie pedía limosna y ni mucho menos vestían como pordioseros. Sintió una pesada pena viéndoles mendigar, pero mucho más lamentó que nadie de los que paseaban por la calle en aquel momento les tuviese consideración alguna. Ellos, que exhibían su pobreza sentados en la acera, buscaban con la mirada a las personas que pasaban por su lado y estos a su vez les evitaban desviando la vista hacia alguno de los escaparates; parecía algo así como un juego pactado. - ¿Es que acaso no les veis? - ni tan siquiera sus padres prestaron atención a aquella gente, ellos se comportaban igual que el resto y eso le dolió en el alma. - ¡Ayudadme por favor! - exclamó uno de ellos mientras le miraba fijamente a los ojos, en su mirada y en sus facciones podía leerse el mismo infierno que estaba viviendo. Al primer vistazo Klaüs se dio cuenta de que aquel hombre sólo tenía una pierna pues de una de las perneras de su raído pantalón recortado asomaba un repugnante muñón, sobre él sostenía un plato de plástico con unas cuantas monedas. Sus ojos eran glaciares y su voz retumbó como un quebrado eco en las paredes del pequeño y aún caliente corazón del joven Klaüs. Sus padres continuaban caminando sin percatarse de lo que sucedía, algo no iba bien, se sintió indignado con la conducta de ellos y de todo aquel que no hacía nada ante aquella atrocidad. ... Ahora mismo parecía estar viéndole; había presenciado un espectáculo francamente lamentable que le acompañó durante el resto de la semana en sus ensoñaciones. La majestuosidad que pudo brindarle la Gran Ciudad durante toda la mañana fue eclipsada en tan solo unos segundos por el lado más vergonzante de la vida y del que todo el mundo aparta la vista. Sobre el verde profundo se comenzaron a oír los golpes de tiza, Geón escribía ahora en la pizarra y al percatarse de ello Klaüs volvió a aterrizar dentro de su propio cuerpo. El profesor le estaba mirando directamente a los ojos, seguro que le había descubierto. Klaüs le dedicó su mejor mueca de interés, intentando mostrarle que de verdad estaba atendiendo a su explicación. Geón le puso mala cara, luego le devolvió un gesto que decía te dejo por imposible y continuó escribiendo. Durante la siguiente clase Agapito vino a hablarles del hambre en los países más pobres del mundo y su pesambre se acrecentó todavía más. El maestro les llevó al salón de actos para pasarles un video en el que se veían familias africanas - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - verdaderamente paupérrimas y niños negritos famélicos en extremo. Por suerte para su conciencia el mismo maestro ya disponía de la solución al problema: si cada uno de los chicos de la clase contribuían pidiéndoles dinero a sus padres, con su donación podrían hacer llegar medicamentos, comida y agua para salvar a la humanidad tercermundista. Además, con todo aquel dinero incluso podrían construirse escuelas y hospitales, lo necesario para que a aquella pobre gente se les garantizase lo mínimo y algún día, cuando pudiesen trabajar el campo, volverían a vivir en la prosperidad tal como lo hacían ellos. Agapito le acababa de demostrar que era capaz de sentir la misma compasión que había sentido él ante las miserias de los indigentes y las personas más desfavorecidas. A diferencia del resto, que se limitaban a mirar para otro lado, su profesor tenía verdaderas ganas de hacer cambiar las cosas de una vez por todas. El donativo que le otorgaron sus padres aplacó su sed de justicia momentáneamente. ¿Cómo consentía Dios que existieran tales miserias en el mundo? y si era tan poderoso... ¿por qué no hacía nada al respecto? Fue aquella misma semana cuando Agapito les comenzó a hablar de Jesús y de su vida dedicada a procurar por la gente más necesitada. Según él todo era cuestión de fe; ante aquella nueva expresión tanto Klaüs como el resto de sus compañeros no pudieron sino quedarse perplejos y preguntarle: - ¿Qué es la fe? - le consultó Manuel directamente. - La fe es creer que hay cosas que pueden suceder aunque no las hayamos visto - le respondió el profesor - Como los milagros de los que os hablaré en adelante. Pero ahora recoged que está a punto de sonar el timbre. Ya os seguiré contando mañana. Solo Agapito tenía esa habilidad tan especial para captar su atención y mantenerles en vilo, deberían esperar a mañana para la siguiente lección. Sus historias sí que eran interesantes, más aún que muchos de sus tebeos. Con fe o sin ella desde aquel día no volvió a ver el mundo con los mismos ojos. En la televisión el noticiero narraba infinidad de desgracias humanas, crímenes y salvajes escenas de atroz violencia en las guerras. Él nunca había prestado atención a los telenoticias pues lo único que esperaba de ellos es que terminasen para que comenzaran a continuación los dibujos animados. - ¿Aún existen las guerras? - se preguntaba Klaüs consternado ante la imagen fluorescente de un Panzer que disparaba un brutal cañonazo. Desde entonces había visto escenas tan aterradoras que incluso superaban a sus peores pesadillas. Aun cuando uno apagaba el televisor estas perduraban en la memoria y conseguían atormentarle a oscuras justo antes de comenzar a dormir; algunas de ellas le asediaban tanto que incluso llegaban a quedarse en los sueños para convertir a Klaüs en su protagonista. El único remedio posible para librarse del acoso mental se encontraba precisamente en los programas infantiles y en los dibujos animados. Debía huir de los telediarios y de las noticias del periódico tanto como de - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - las películas de terror que hacían los sábados a última hora de la noche, pues le traumatizaban de igual manera. La primera ocasión en la que Klaüs conoció la desfachatez de la gente llegó de la misma forma en que llegaba todo, el orden de los acontecimientos seguía su cauce y fue Cloe la que una vez más le instruyó para que no cayese en las trampas que ponían las personas por mero egoísmo. El timo Agapito lo hizo con la religión y a su vez, durante aquel año escolar, Eduardo consiguió captar también el interés de Klaüs por su asignatura de ciencias naturales. En esta ocasión se sirvió de la tele en pos de desarrollar su labor pedagógica. En la programación semanal había comenzado una serie infantil que acercaba a los jóvenes el interés por el universo más cercano que tenemos cada uno: nuestro propio cuerpo. A través de los nuevos dibujos animados la tele inculcaba a los chicos la pasión por la asignatura de ciencias contagiándoles con el interés por aquellas cosas que él les estaba enseñando en el colegio. A Klaüs le entusiasmaba tanto la serie que incluso cuando comenzaron a editar los libros de la misma le pidió a su madre hacer la colección. Cada viernes por la tarde desde que comenzó aquel curso con Eduardo había visitado asiduamente la papelería que estaba en la rambla de Yímbale para comprar el fascículo semanal; llegó un momento en que acumulaba tantos que algunos los dejaba por leer. Junto con los libros, cada semana se entregaba una parte del cuerpo humano a escala hecha de plástico que servía para construir una maqueta del esqueleto y los órganos, con lo cual la misma colección invitaba a seguir comprando los fascículos aunque solo fuese por terminar de montar dicha maqueta. Otra de las condiciones que hacían que fuese atractivo continuar con la colección era que, una vez se tenían todos los tomos, se podía optar a conseguir un balón de baloncesto rellenando un cupón. Klaüs, motivado por el regalo, siguió comprando los libros hasta el final. Con el tiempo la colección se terminó y entonces lo único que le quedó pendiente fue recibir su balón. - ¿Cuándo va a llegar la pelota? - le demandaba a Cloe. - Me lo preguntaste el sábado, me lo preguntaste ayer y me lo preguntas hoy... ¡Por favor Klaüs! ¡De verdad que no sé cuando va a llegar! - Ya pero... ¿cuánto hace que enviaste la carta? - Te lo dije el sábado, te lo dije ayer... ¡No seas pesado! ¡Déjame tranquila! - esta vez Cloe había perdido la paciencia con él. Pasó algún tiempo, suficiente para que Klaüs ya se hubiese cansado de insistirle a su madre pidiéndole explicaciones. Un viernes mientras comía con sus abuelos alguien llamó a la puerta; su abuelo Pepe fue a abrir y a la vuelta regresó por el pasillo - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - cargando con una caja de cartón bastante grande. Klaüs ya intuía que debía tratarse de la pelota de baloncesto, abrieron el paquete y en efecto allí estaba el balón. Con la ilusión que le hizo recibir el obsequio tardó poco en coger la pelota para ponerse a jugar con su abuelo en el pasillo. Poco después llegó Cloe, que también venía a comer con ellos como cada viernes; al ver la pelota se arrancó indignada y le dijo: - Pero ¿esto qué es? ¡Pero si te han engañado! - a Cloe le había cambiado por completo la expresión de la cara - tú sabes que eso no es un balón de baloncesto ¿verdad? En efecto no lo era, aquella era tan solo una pelota de plástico rugoso color naranja, con las líneas negras pintadas en la misma disposición que las autenticas pelotas de baloncesto con las que había jugado alguna vez en el colegio. El también cayó en la cuenta cuando la vio por primera vez pero pensó que aquella pelota era lo más que cabía esperar. Su madre enojada les cogió el balón y lo volvió a guardar en la caja. Al día siguiente llamó por teléfono a la empresa de las divulgaciones y les expresó sus razones malhumorada como él nunca la había visto. De momento se quedaron sin pelota para seguir jugando, pasaron los meses y ya había conseguido olvidarse del tema cuando por fin llegó un nuevo paquete; esta vez sí que se trataba de un balón de baloncesto auténtico. Klaüs le explicaba a su madre que todo aquello debía haber sido un mero error del envío, a lo que Cloe muy seria le respondió: - Han intentado timarte. Hay que estar más atento porque te la cuelan, y si no les reclamas como es debido te toman el pelo. Nunca antes había oído la expresión Te toman el pelo, de hecho nunca pensó que nadie fuese tan malo como para intentar aprovecharse de los demás. Estaba claro que aquel mundo no era tan perfecto como él creía; las desgracias y los malos actos no venían solo a través del televisor. Cloe: Debes estar bien atento a todas esas estafas. No puedes consentir que nadie se aproveche de tu ingenuidad - le aleccionaba su madre. Klaüs: ¿Qué significa ingenuidad? - le preguntó. Cloe: Pues que tú vas de buena fe... y ellos se aprovechan. Klaüs: Y ¿qué significa de buena fe? Cloe: ¡Pues que no seas tonto hijo mío! Que no te den gato por liebre. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - * FIESTA DE FIN DE CURSO Y COMO ME SIENTO AHORA * Con toda sinceridad, mal. Esta tarde estaba muy preocupado, he dejado de escribir el episodio anterior no cuando creía haberlo terminado sino cuando me he dado cuenta una vez más de lo aburrido que resulta lo que estoy escribiendo ahora. Y es que era así, ciertamente no puedo afirmar que tuviese una infancia de la que pueda contar cosas increíbles, es más, me pone de mal humor el hecho de que la mayoría de las cosas que cuento sean tan tristes. Klaüs vive prisionero de una soledad que él mismo se genera y la verdad es que escribir estos últimos capítulos me ha costado una barbaridad. No me gusta recordar mi pasado de niño triste, la vida necesita de buen humor y detalles de ilusión para que nos demos cuenta de que realmente disfrutamos de ella. He pensado en escribir otro tipo de novela, tal vez algo divertido puesto que el humor es de lo más necesario. Hoy me he dado cuenta de que en comparación con otros géneros no hay tanta literatura humorística, tampoco hay demasiadas películas de humor y desde luego es algo que hace verdadera falta, pues se educa más a través del buen humor que no desde la imposición estricta y severa. Eso era lo que nos intentaba mostrar Eduardo, nos hacía pagarle los castigos con gominolas, tenía un lenguaje más cercano al nuestro pues no era lo bastante mayor como para ser un carca ni lo bastante joven como para ser uno más en la clase. Continuando con la sinceridad de la que hacía alarde en el primer párrafo, creo que esto se me ha ido de madre. Tengo ganas de comenzar a escribir la parte realmente buena del libro. Se me ocurren muchas cosas que podría incluir más adelante y que no pertenecen a esta etapa, pero aquí estoy, amarrado a una realidad que viví un día y que hoy por hoy me resulta lamentable. Era muy tonto cuando era pequeño, la verdad que con todos estos capítulos no soy capaz de haceros entender cuán arrepentido estoy de ser como era, y eso no es todo, que luego viene la pubertad. De una existencia letárgica y aburrida, la historia pasará a convertirse en un relato de constante indecencia y desvergüenza. La realidad claro, es así. No es una película del oeste. Bueno, después del auto flagelado retomaré la escritura y será mejor que recapacite un poco sobre lo que quiero tratar porque últimamente lo he estado haciendo todo un poco al tuntún. Con esta última explicación voy a concluir el cuarto año escolar de Klaüs que me tiene frito de verdad, suerte que los capítulos son cortos y tampoco son para morirse de asco. Cuando he salido a refrescarme las ideas me he dado cuenta del grandísimo error que es escribir cosas que hasta a ti mismo te aburren. Desde luego que tiene delito, pero uno no sabe cómo termina liándose y metiéndose en unos berenjenales que al final nada tienen que ver con la historia. Si no recuerdo mal, he dejado colgado el final del cuento de El hacha de oro que tal como esta escrito es un relato más propio de la educación básica que de un escritor de verdad. No es mi - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - intención hacerme pasar por un verdadero escritor ya que nunca lo he sido, el problema es que ahora leo lo que escribía al comenzar y me doy cuenta de que he cambiado mucho. Por fin he llegado al punto en el que creo que si no edito esta novela y la intento vender para salvar mi cuenta corriente es porque soy tonto de remate. Para terminar os contaré cómo me fue el final de curso de aquel año. Recuerdo que me marcó mucho una mañana en la que Eduardo permanecía en clase durante el recreo rodeado de todas mis compañeras, que a lo sumo eran siete u ocho. Aquel día me di cuenta de que el profesor las atraía y yo no sabía el porqué. ¡Si ni tan siquiera era de su edad! Me pareció todo muy confuso. Creo recordar también que Edu les estaba hablando acerca de los planes de futuro que tenía, a ellas les debía interesar más saber si tenía novia o cosas por el estilo. Nunca antes había visto a las chicas babear de esa forma y la verdad es que me quedé extrañado puesto que Eduardo no es que fuese un galán precisamente, supuse que debía tener carisma o algo por el estilo. Total, que en ciencias naturales nos mandó hacerle un trabajo y yo lo hice sobre los tiburones, le puse gran devoción pues son unos animales que entonces me fascinaban (junto con los pulpos gigantes). También me viene a la memoria que Eduardo estuvo a punto de suspenderme en plástica y en dibujo; resulta que como a mí me gustaba mucho entretenerme con mis pequeñas obras de arte siempre terminaba presentándolas tarde. Llegó un momento en que se me acumularon trabajos pendientes debido a que, cuando dibujar se convertía en una obligación, yo solía dejar las láminas de lado. Entonces Eduard volvió a llamar a mi madre para que nos reuniésemos los tres, Cloe se llevó un buen disgusto al comprobar que su hijo estaba apunto de suspender, nada más y nada menos que por ser un vago. Eduardo me propuso un trato: si yo le hacía los dibujos que me faltaban en un plazo determinado él me perdonaría la vida y no me suspendería la última evaluación. Así lo hice, cada tarde me ponía con un dibujo; mi madre se encargó de distribuir mi tiempo de manera lógica para que hiciese efectiva mi promesa. Finalmente el payaso de Edu me aprobó, aquel año fue el primero en el que comencé a tener algunas notas flojas, creo incluso que en la asignatura de Geón saqué un suficiente. Les dije a mis padres que me esforzaría más y bueno... ahí quedó todo. Mi padre como siempre me reclamó mejores notas, ya entonces me decía que debía obtener una buena media en mis calificaciones para poder optar a ir a la universidad ¡Qué locura! yo que solo pretendía ser un niño feliz vivía la mayoría de las veces sumido en una melancolía impropia de los chicos de mi edad ¡a mí me importaba una mierda lo que coño fuese la universidad! Al fin y al cabo sucedía lo mismo que con el pobre que me pidió ayuda en la calle: yo les pedía ayuda a ellos y nadie era capaz de dármela, todos miraban hacia otro lado. Fue mucho más adelante cuando alguien por fin me reveló que yo estaba falto de cariño y que debía hacer algo al respecto ¡menuda lástima! eso era precisamente lo que estaba mendigando. Antes del verano todo terminó en una gran fiesta de fin de curso, el patio grande donde se jugaba a fútbol se convirtió en una improvisada feria que los mismos profesores y alumnos habían montado. Vi a Adler haciendo de animador en un puesto - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - donde se ganaban puntos respondiendo adivinanzas y me pareció increíble que alguien tan serio como él fuese capaz de divertirse siquiera. La verdad es que se le veía de lo más simpático. - Un día es un día - debí pensar. Allí también estaba Geón que como persona además de serio resultaba enigmático, tenía delante un barreño con agua en el que flotaban unas manzanas y te daban puntos si eras capaz de morder alguna. Luego los puntos que te dieran los canjeabas en otra mesa y reuniendo cierta cantidad podías llevarte libros, papel transparente para forrarlos, estuches... incluso habían puesto un muñeco de los Masters del Universo como reclamo que se convirtió en el motivo por el que Manuel, Carlos, Yod y yo participamos en todas las pruebas con tal de llevárnoslo, pero ninguno de nosotros lo consiguió finalmente. Quién se haría con él aún sigue siendo un verdadero misterio. Y ya está... espero que este nuevo capítulo os haya resultado más ameno pues veo que todavía me queda bastante tema que tratar hasta llegar a la parte interesante. ¡Qué demonios! Cuando vea que lo que os cuento es un tostón ya volveré para recordároslo, incluso sería mejor que os avisase antes. Imagino que cuando tenga escrita la redacción completa modificaré todo aquello que se haga pesado para que leer no resulte un inconveniente. Desde luego no es mi intención mataros de asco. Nos vemos por aquí, lo dejamos en que Klaüs tiene ahora nueve años, acaba de terminar su cuarto curso de Básica y nadie sabe que ha sucedido con toda aquella historia que se traía con Laura ¿Verdad? *** YA SABES COMO ES La cálida luz que irradiaba el sol a primeros de junio traía de vuelta al Klaüs más vivaz y despabilado; se sumaban al gozo de no tener que regresar al colegio hasta septiembre la bendición de no tener que madrugar, pasar el día con sus abuelos y acostarse tarde por las noches viendo la televisión sin tener que dar explicaciones. Las clases de natación y las tardes en el centro cultural eran entonces las únicas obligaciones que se rescataban durante el verano. - ¡¿Visteis ayer noche Piraña?! - les preguntó el chico que llevaba el gorro de goma negro. Todavía no había llegado la monitora para comenzar con la clase y aquel era el tema estrella del día, desde que televisaron Piraña la noche anterior no se hablaba de otra cosa en Yímbale ¡Lástima que fuese un tema tan poco apropiado! la verdad es que no era muy conveniente evocar una película así mientras se hace cola para tirarse al agua. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¿Te imaginas que hubiese pirañas en la piscina? - continuó el chico del gorro de goma negro. - ¡Las pirañas no existen en las piscinas tonto! se mueren porque las pirañas viven en el mar - apostilló Klaüs. En las clases de natación él era el más mayor y debía dar la imagen de ser también el mejor informado, ya era el tercer año consecutivo que asistía a dichas clases. - Pues las pirañas al principio vivían en una piscina ¡Listo! - le rebatió el chico. - Y no son de mar... viven en el río porque son de río y viven en África en climas tropicales - añadió la chica del bañador verde y el gorro blanco. - Eso es el Amazonas ¿no? - le Indicó. La monitora apareció justo cuando Klaüs se disponía a hablarles a los demás chicos acerca del trabajo que había hecho sobre los tiburones para la asignatura de ciencias naturales. Se respiraba un fuerte olor a cloro en el ambiente, la piscina siempre olía así los primeros días tras retomar las clases de natación. - Bueno a ver... hoy comenzaremos recordando de nuevo los estilos de natación que hay ¿vale? - les explicaba la profesora que mostraba una actitud fría hacia sus alumnos desde el primer momento - Os daré un toque con el silbato cuando sea vuestro turno y cuando terminemos una vuelta cambiaremos de estilo ¿vale? Empezaremos practicando con el crol ¿vale? Esta vez lo haremos todos sin la tabla. Venga ¡va! - entonces dio el primer toque de silbato y la chica que estaba en la cabeza de la fila saltó al agua. - No os lo he dicho antes pero quiero que os tiréis al agua de cabeza ¿vale? - les aclaró - No me pongáis excusas que yo sé que todos sabéis. Venga... ¡siguiente! volvió a hacer sonar su silbato y entonces se lanzó el chico del gorro de goma negro salpicando una gran cantidad de agua a la gente que nadaba en los carriles adyacentes. - No pueden haber pirañas en una piscina como esta - pensaba Klaüs - Eso solo pasa en las películas, además estoy rodeado de gente y si pasase algo solo tendría que salir del agua o avisar a la profesora... - ¡Klaüs! - oyó gritar. - ¡¿Qué?! ¿Ya?- le preguntó a la monitora. Dirigió la vista hacia donde estaba ella pero desafortunadamente no pudo leer la expresión de su rostro, sin las gafas no alcanzaba a verla. En cuanto se percató de que ponía los brazos en jarra se dio cuenta de que el aviso era para él, aun así no había oído el sonido del pito dándole la señal. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - ¡Te acabo de dar la señal para que te tires al agua! ¡Venga! ¡Que estás dormido! - le recriminó la monitora. Klaüs no lo pensó dos veces y se lanzó al agua de golpe sin reparar en que tenía que hacerlo de cabeza, cuando comenzó a nadar la miró una vez más y ella aún continuaba con los brazos encorvados apoyándose en su cintura. - ¿Qué vamos a hacer contigo, Klaüs Zayin? - le dijo con aire de desánimo. El comentario desdeñoso azotó su orgullo e indignado procuró hacer una buena actuación en su primera exhibición de crol. - ¡Mete la cabeza dentro del agua! - le ordenó. - ¡Mete la cabeza dentro del agua! - insistió una segunda vez aun cuando Klaüs procuraba hacerlo lo mejor que podía. Luego salió de la piscina dispuesto a ponerse en la cola y otra vez la monitora se le acercó a preguntarle: - ¿Por qué no metes la cabeza en el agua, Klaüs? - ¡Métela tú! ¡gilipuertas! ¡estúpida! - pensó para sí mismo. Las palabras que articuló nada tenían que ver con lo que le hubiese gustado transmitirle. - Meto la cabeza tanto como puedo - le dijo - lo que pasa es que el médico me ha dicho que no lo haga porque puedo desarrollar otitis - Utilizar una palabra tal como desarrollar debía otorgarle cierta credibilidad a su justificación, en realidad se limitaba a reproducir el lenguaje que solía emplear el doctor cuando le visitaba. - Bueno, pero que sepas que así no se hace el crol ¿vale? - le contestó ella - Tú continúa intentando meter la cabeza tanto como puedas, si no nunca lo harás bien. - Vale - le contestó Klaüs con cierto desdén. Esta vez había conseguido emplear la razón para desarticular la tiránica obstinación de su profesora y se sentía satisfecho ante su proceder. Seguro que en adelante ella procuraría no avasallarle con tanta reprobación. - ¡Klaüs! ¡Esa espalda bien recta! - le regañó mientras hacían el ejercicio de braza. - ¡Maldita estúpida! - pensó Klaüs mientras lanzaba al aire una mirada de fastidio. A las nueve de la noche terminaba la clase, Klaüs había estado controlando la hora en el reloj que había sobre los vestuarios desde el momento en que comenzó la misma. Lo mejor de las clases de natación era sin duda la sensación de lozanía que experimentaba uno cuando, después de ducharse y secarse el pelo, salía del polideportivo como recién sacado del túnel de lavado. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Sale uno como nuevo ¿verdad? - le preguntó Cloe mientras subían al coche. - Sí es lo mejor - le respondió él. Cloe: Pues ahora a cenar y luego a la cama, recuerda que mañana comienzas en el centro cultural ¿eh? Klaüs: ¡¿Otra vez?! Básil: ¡Otra vez! Y no protestes que estoy harto de oírte. La conversación quedó zanjada justo después de que interviniese su padre, se hizo el silencio durante un buen rato y justo antes de entrar el coche en el garaje Cloe añadió el primer comentario al respecto: Cloe: Me ha dicho la madre de la Laura que este año la han apuntado a ella también en el centro cultural. Klaüs: Pues muy bien - le dijo con desaire. Básil: Pues eso ¡¡que no lo apuntes!! ¡Que se quede ahí en casa haciendo el pamplinas que es lo que mejor sabe hacer! así nos ahorraremos el dinero que nos cuesta. Klaüs: Pues por mí muy bien - y era cierto, ya que hubiese preferido quedarse en casa, pero su contestación solo consiguió alterar nuevamente a Básíl que comenzaba a pisar el pedal de aceleración de su famosa cólera carente de sentido. Básil: ¡Me tiene harto ya! ¿Eh?! ¡Nunca te agradece nada de lo que hagas! ¡Todo es siempre una tocada de huevos para él! Cloe: Venga Básil, no te subas que ya te estás encendiendo. Si es que él es así. Básil: ¡Es que me toca los cojones! - con su contundente reproche desarmó una vez más la débil moral del joven Klaüs que arrancó a llorar procurando hacerlo en silencio. Cloe: ¡No le hables así! ¡Mira lo que has hecho! - le reprendió a Básil cuando se dio cuenta de que Klaüs estaba llorando. Básil: ¡Pues que vaya aprendiendo! Que la vida es dura y el dinero no lo regalan ni cae de los árboles. Cloe: Pero no hace falta que te pongas en ese plan. Básil: ¡Me pongo como me da la gana! ¡¿Vale?! Y no me incordies más que me tenéis contento. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - El silencio regresó para colarse nuevamente dentro del habitáculo del automóvil, les acompañó hasta casa, cenó con ellos y sólo abandonó su cometido cuando Cloe se acercó a la habitación de Klaüs para arroparle y darle las buenas noches. Cloe: No le hagas caso a tu padre... que ya sabes como es. Klaüs Ya, ya lo sé. Cloe: Anda, que duermas bien - Cloe se acercó para darle un beso en la mejilla Mañana verás a Laura y podréis jugar juntos en el centro cultural. Klaüs: Sí mamá. Buenas noches. Cloe: Buenas noches Klaüs, hasta mañana. En un primer momento había reaccionado con indiferencia ante la noticia de que a Laura la habían apuntado también en el centro cultural, pero lo cierto es que no consiguió concebir el sueño aquella noche debido a la gran ilusión que la buena nueva traía consigo. Buenos presagios, grandes esperanzas y un renovado entusiasmo se volcaron en un Klaüs que, mientras trataba de dormir, no dejaba de fantasear con todo lo que podría suceder teniendo a Laura tanto tiempo para él. Era consciente de que debía aprovechar al máximo su encanto para conseguir imantar el afecto de ella hacia su persona, aún jugaba con ventaja pues seguía siendo el portador de su beso; había llegado la gran oportunidad, esta vez estaba muy cerca de conseguirlo. *** MUERTE Y RESURRECCION DEL AMOR PLATONICO Klaüs contemplaba la escena corroído por la indignación. Puede que hasta entonces se hubiese sentido frustrado ante determinadas circunstancias pero nunca se vio tan sumamente fracasado como aquella vez. Su cuerpo estaba envuelto en las comburentes llamas de la ira, sus facciones inexpertas conocieron de manera fortuita la expresión de la que hace alarde el mismo rencor; la razón, que esta vez consiguió entrar en el juego, se encargó de virar el rumbo que habían tomado sus sentimientos hacia ella. Toda la ilusión que le motivó a salir de su casa, aquella tarde en la que acababan de estrenar la serie El Halcón Callejero para suplir los capítulos de El Coche Fantástico, se vio truncada ante una desdicha como jamás hubo acontecido antes en el universo imaginario de Klaüs Zayin. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - * Primera parte: Secuestro Nada más llegar, el patio del centro cultural estaba atestado de chicos y chicas, pequeños y grandes, aguardando a que se impusiera el orden de las clases a las que iban a pertenecer cada uno de ellos. Laura estaba allí, tal como su madre le había anunciado el día anterior, pero Klaüs fue incapaz de acercarse a ella puesto que la encontró conversando divertida con otros chicos a los que él no conocía de nada. Desistió en su intento de acercarse a saludarla cuando cayó en la cuenta de que ya tendría oportunidad de coincidir con ella en el aula, así también podría darse a conocer ante aquel grupo de nuevos amigos que por lo visto había hecho recientemente. El director del centro junto con el resto de los monitores fueron pasando lista, reuniendo a los alumnos por grupos según la edad y puede que fuese solo un error de estimación pero, contrariamente a lo que se suponía lógico, a Klaüs y a Laura les pusieron en clases separadas; a ella la pusieron con los mayores y a él con los pequeños. Incapaz de pedir explicaciones y consternado ante aquella absurda decisión subió malhumorado al aula sin pronunciar una sola palabra a sus nuevos compañeros, que pudieron advertir con la primera impresión que Klaüs iba a ser la oveja negra de la clase. Sentados en círculo alrededor del monitor cayó en la cuenta que los demás alumnos que formaban su grupo eran todos niños pequeños. Aquello solo podía tratarse de un terrible error, bastante tenía ya con soportar la humillación de seguir asistiendo a las clases de natación con los niños pequeños. Para colmo, le habían vuelto a separar de Laura una vez más. El monitor se presentó a sí mismo con un amable discurso de bienvenida, pero él fue incapaz de atender a nada de lo que hablaron durante su primer encuentro. Tras una hora de charla hicieron una pausa para salir a jugar y fue entonces cuando Klaüs trató de buscar consuelo en la única persona que conocía allí. Volvieron a bajar al patio del centro cultural cuando el grupo de los mayores estaban a punto de terminar con su tiempo de recreo, eso venía a significar que ni tan siquiera durante la hora de ocio podría coincidir con Laura. Organizados en un gran corro, sentados en el suelo y cogidos de las manos con las palmas hacia arriba, los Grandes jugaban a un juego que por lo visto les estaba haciendo pasar un buen rato. - ¿A qué juegan? - le preguntó dirigiéndose a uno de sus compañeros de la clase. - Juegan al Conejo de la suerte, chico raro - le contestó este con desdén. - ¿Y eso qué es? - volvió a preguntarle reiterándose en su curiosidad. - ¡Qué pesado! Pues va de que si te toca, todos cierran los ojos y tú tienes que besar a quien tú quieras - su intuición le propinó un peligroso revés de los que no se esperan; no tuvo tiempo de acallar el malicioso ímpetu de sus sospechas cuando en la escena ya estaba sucediendo algo en aquel preciso instante. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Laura se encontraba sentada en la zona del corro junto con la mayoría de las chicas, uno por uno se iban palmeando las manos sucesivamente como si de un hilo conductor se tratase mientras cantaban la canción: El conejo de la suerte ha salido esta mañana, a la hora de partir Rumbo hacia aquí, haciendo reverencias con cara de inocencia Tú besarás al chico a o a la chica que te guste más. Con la última silaba que se oyó al terminar de cantar la letra llegó a su vez la última palmetada, esta había sonado en la mano derecha del chico deficiente mental de la clase de los mayores, que con toda seguridad se sentía entonces el hombre más afortunado sobre la tierra. - ¡Va Pau! - le alentaban el grupo de las chicas - ¡Ahora puedes besar a la que más te guste! El chico miraba a Laura sofocado y se reía con la misma risa estúpida que solían imitar Klaüs y Yod para hacer burla del resto, solo que la suya brotó espontánea. Poco después Pau se incorporó y se acercó a Laura dispuesto a besarla. - ¡Ponte de pie, Laura! - le gritaban los demás miembros del corro. - ¡Que se besen! - exclamó una de las chicas. Pau besó a Laura de la forma más inocente con la que pudiera hacerse, le entregó un fraternal beso en su sonrojada mejilla y a ella le dio por reír. Los chicos del corro les vitorearon y aplaudieron al unísono. - ¡¡ Oye!! - se quejó Laura súbitamente. Arrebatado por el frenesí del momento el chico deficiente había aprovechado la confusión para agarrar descaradamente el trasero de ella. - ¡Oye tú! ¡Eso no se hace! - le reprendió a su vez la profesora que tutelaba al grupo de los mayores - ¡A las chicas no se les toca el culo! El resto de los presentes se echó a reír con la pícara ocurrencia del desvergonzado Pau, que no hacía más que excusarse ante la profesora llevándose la mano a la boca para ocultar su descarada sonrisa. Lejos de la escena se encontraba Klaüs, de espaldas a todo y a todos; aunque necesitaba auxilio con urgencia no fue capaz de articular una sola palabra. Había comenzado a prender por los pies, la ignición espontánea fue totalmente desatendida por cualquiera de aquellos que estuviesen junto con él en ese mismo instante. El fuego se había ido avivando a medida que se sucedió la escena y su sangre terminó por carbonizarse convirtiéndose poco más tarde en un espeso crudo del color de las grutas carentes del más mínimo vestigio de luz solar. Cuando los participantes del corro se incorporaron para abandonar el juego Klaüs se dio media vuelta y corrió a refugiarse allí donde solía ocultarse cuando Yod y - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - él jugaban al escondite. Bajo la vuelta de la escalera se reencontró con la soledad, era casi tan oscura como el mismo reflejo de su alma; Sintió frío, pero evitó concederle atención a una sensación tan vulgar e insignificante. Lloró en penumbras durante el tiempo que continuó el recreo y terminó por abandonar el improvisado claustro una vez hubo logrado serenarse. - Klaüs ¿Estás bien? - le preguntó el monitor de su grupo verdaderamente preocupado al comprobar el aspecto que traía consigo. - Sí. - ¿Estás seguro? ¿te puedo ayudar? - perseveró interrogándole. - No es nada... solo es que me he hecho daño - Klaüs aún mostraba indicios de haber estado llorando desconsoladamente, sus ojos se percibían rojos e hinchados. El monitor pudo darse cuenta enseguida de que algo le había sucedido. - ¿Daño con qué? ¿te has caído o algo? - le insistió nuevamente, solo que esta vez no obtuvo respuesta por su parte. Después de un breve silencio volvió a insistirle. - ¡Anda chaval! ¡Animo! ¡Que me tienes preocupado! luego podemos hablar de ello si quieres ¿vale? - le propuso el profesor. Aquel luego no llegó nunca pues al terminar la clase abandonó por descuido su buen propósito de atender el desgarro que había sufrido Klaüs durante el recreo. <El beso; las veces que miraba hacia su ventana cuando iba de camino al garaje; las veces que la escuchaba recitar mientras leía; las que atendía a sus palabras cuando hablaba para el resto; todas las piedras que tiré al rió pensando en cuán divertido sería estar allí con ella; todos los deseos que pedí a las estrellas, a los pozos y a los pasteles de cumpleaños; todas las margaritas que estuve deshojando... no han servido para nada. Y tengo frío> La apatía consiguió sobrevivir en su organismo lo que nunca antes había conseguido aguantar ningún otro virus, ni el de la gripe, ni la varicela... ni siquiera el sarampión. Klaüs permaneció convaleciente durante todo el verano hasta que regresó en septiembre. ... - ¿Bajamos a bañarnos, Klaüs? - le invitaba Cloe tratando de animarle mientras organizaba el cesto de la playa. - No me apetece - era su respuesta en la mayoría de los casos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Pero, tienes que venir ¡nos lo pasaremos bien! ¡Han venido Velma y Edan! - insistía. - Ya te he dicho que no me apetece, me quiero quedar aquí a ver la tele - le contestó Klaüs reiterándose en su decisión. - ¡No se te ocurra volver a contestarle así a tu madre! - protestaba Básil - ¡¿Pero tú qué te has creído?! - Déjalo, anda - le razonaba Cloe mientras trataba de contener su temperamento colérico una vez más - si no le apetece no le apetece. Tampoco le vamos a obligar. - ¡No se va a quedar ahí toda la mañana viendo la tele como un gilipollas! - profirió su padre haciendo alarde de su ordinario lenguaje como de costumbre - ¡Te vienes con nosotros y más te vale que ni te oiga protestar! ¡¿Me has oído?! En la habitación se hizo el silencio como tantas otras veces, con el primer sollozo de Klaüs llegó el veredicto final: - ¡Y no me llores! - Básil salió por la puerta cerrándola a sus espaldas con un golpazo. - Vamos Klaüs, anímate - le consoló Cloe cuando estuvieron a solas - Llevas muchos días de morros y que no tienes ganas de hacer nada... ¿Te pasa algo? - No - fue su única respuesta. ¿Cómo iba a entender su madre lo que le había pasado? ¡si ellos apenas atendían a sus problemas! Perdería el tiempo tratando de explicarles nada, ya conocía sus respuestas: Cuando seas mayor ya lo entenderás; no hay por qué preocuparse; eso son tonterías y sus etcéteras. - Venga va, vamos a la playa que ya verás como nos lo pasamos bien - Concluyó Cloe. - Bueno vale. ¿Me comprarás un helado de vainilla luego? FIN - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - ** Segunda parte: Rescate Hacía una tarde estupenda para ser el último domingo antes de regresar a la escuela. Llevaban algo más de una semana en Yímbale después de haber pasado todo el mes de agosto veraneando en la costa, Básil y Cloe habían comenzado ya en sus respectivos trabajos y Klaüs aún pudo disfrutar de una sosegada temporada en compañía de sus abuelos mientras no se retomaban las clases en el colegio. Los días que pasó con ellos le sirvieron para recomponer su tan agredida estabilidad emocional, débil tras haber sido víctima de constantes azotes durante todo el verano. Definitivamente el estío no es una buena época para vivir en depresión, las circunstancias te obligan a pasarlo bien y eso significa un engorro cuando lo único que desea uno es recluirse del mundo bajo el cobijo de un acogedor edredón. El mejor remedio que existe contra el mal humor sin duda alguna es contagiarlo entre aquellos que te rodean; lo único malo es que, al igual que el pez que se muerde la cola, se crea un círculo de infestación que se puede volver contra uno mismo. Entonces, cuando un día te levantas contento por la mañana dispuesto a paliar el clima de desánimo imperante, éste se ha adueñado ya de todo cuanto nos rodea dificultándonos la tarea de abandonarlo y procurará desalentarnos tratando de vencer nuestra buena voluntad, tal como le sucederá al individuo que se proponga dejar de fumar en un ambiente adverso donde todo el mundo reverencia cada día lo muy maravilloso que es envenenarse a costa del tabaco. - ¿Ya nos vamos para casa? - le preguntó a su madre. - Vamos a ir a ver a un vecino que es tapicero - le contestó Cloe. - ¿Para qué? - se reiteró indiscreto en su interrogatorio. - Hemos quedado con él porque también quiere comprarse un piso en la zona nueva de Yímbale. - Carlos Letz se ha comprado una casa también - le comentó Klaüs. - Si, y Yod está viviendo con su familia en otro piso mientras no le terminan la casa nueva - añadió Cloe - Vamos solo un momento a hablar con el tapicero y luego ya nos vamos a casa, que hay que dormir. Mañana comienza el cole otra vez. - Ya... ¡qué rollo! - se lamentó - A ver cuando se acaba... - ¡Anda! Ja ja ja - reía Básil - ¡Pues no te queda nada! Justo antes de llegar a su portería se detuvieron en el edificio aledaño, Básil llamó al timbre y cuando sonó la voz al otro lado del interfono se presentó: - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Somos Básil y Cloe - le anunció al interlocutor. Acto seguido un zumbido accionó el pestillo de la cerradura y pudieron entrar. En cuanto llegaron al primer rellano José el tapicero les estaba esperando para recibirles. - ¡Holaa! ¡Adelante! Pasad, pasad - José les saludó cariñosamente al encontrarles ¡Anda! tú debes de ser Klaüs ¿no? - Sí, soy yo - le contestó complacido ante su efusiva cordialidad. - ¡Pasad, pasad! A mis hijos no les conoces ¿verdad Cloe? - no había terminado de articular la frase cuando salió a recibirles un niño de unos cuatro años, entre sus brazos sostenía una pelota que apenas podía sujetar. - Ja ja ja, a este pequeñajo sí que lo conozco - le contestó Cloe - ¡Hola Ángel! - Ángel le devolvió una sonrisa y poco después se fue corriendo a esconderse pues debía sentir vergüenza. - Vaya, entonces si ya conoces a Ángel sólo te faltan dos - José les hizo pasar hasta el comedor de su casa, los cinco miembros de su familia vivían en un piso algo más pequeño que el de los Zayin. Sentadas frente a la televisión estaban dos chicas en pijama que debían ser de su misma edad, ambas tenían el cabello rubio y lucían el corte de pelo a la altura de la nuca que era como el que acostumbraba a llevar Laura. - ...Y estos dos bellezones son Alba y Esther - las presentó José - Mi mujer ahora sale, que debe de estar en la cocina. Cautivado a primera vista por la afectuosa sonrisa que le dedicó la joven Alba, Klaüs no pudo sino contemplar la escena embobado sintiendo cómo el hormigueo del rubor le acaloraba los pómulos. - Klaüs ¡Ve a saludarlas! - reía su madre - ¡Ahora no me seas vergonzoso! - ¡Hola Klaüs! - le dijo la chica mientras le daba un beso en cada una de las sonrojadas mejillas de su cara - Encantada de conocerte. *** Continua en “Klaüs Zayin y las siete formas del amor” Volumen II - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EPISTOLA DEL ORIGEN “EL SUAVE MANTO DE LA DAMA DE LA OSCURIDAD” ... ¿Te he hablado alguna vez de la dama de la oscuridad? Probablemente no porque no suelo hacerlo, pero hoy la recuerdo más que nunca, siempre me pasa cuando llueve en las noches de invierno, entonces casi puedo sentirla, es la esencia de su belleza. -¿Existió alguien así alguna vez? Sí, y no se olvida fácilmente, ¿puedo empezar desde el principio? -Hoy quiero escucharte. Bien, la dama de la oscuridad fue coronada por sus amigos cuando era aún muy joven, aquel fue un día maravilloso para ella pero también fue decisivo para el resto de su vida. Tal vez comenzó como un mito de la antigua Grecia, de aquellos que se usaban para hablar del color de las rosas, de seres que únicamente pudieron existir en el mundo de las ideas o como en este caso, para explicar una forma de belleza increíble y a su vez imposible, rozando la perfección y a su vez lo grotesco. -¿Grotesco? Es un poco paradójico emplearlo para hablar sobre la belleza ¿no te parece? Si era bella no podía ser grotesca. No lo entiendo. He empleado esa palabra refiriéndome a los mitos griegos, aun así debo decir que no debes afirmar con tal rotundidad que lo grotesco no puede ser bello, nos acomodamos de forma habitual a creer que en la belleza hay luz, mantos blancos, cabellos dorados y un etcétera de cánones que definirían lo que es el diámetro opuesto a la dama; ella es todo lo contrario a lo que en sociedad nos sugieren sobre lo hermoso, por eso es bella y lo presume desde el primer momento. Como te iba diciendo, solo un mito podría justificar su existencia, en tiempos remotos fue una mujer, entonces codiciada por los dioses olímpicos como todas las mujeres hermosas. Pudo haber sido víctima de la crueldad disparatada de Apolo, o tal vez seducida por Hades para ser su esposa, o puede que vivir junto a Ares la tornase oscura y malévola. Ese no es el caso puesto que ella no era malévola ni se refugiaba en ritos de adoración a la muerte... fue oscura por ser solitaria y apacible, descendiente de Perséfone. Su rostro era reflejo de la misma noche, su cabello era del color del vacío eterno y sus ojos eran claros, tan claros como un glaciar en medio de un océano profundo; cualquiera que los había visto podía tener la sensación de contemplar la luna como lo hacen los poetas embelesados y los melancólicos. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Es su espíritu el que cautiva sin remedio, un vendaval de lluvia de una tarde de invierno de la que bien se podría decir que tenía la misma luz que la última hora de la humanidad. Implacable pero seductora, así es. Como todo aquel que hubo pertenecido a la nobleza a lo largo de la historia, la dama pudo disponer de una fortaleza que ella misma había mandado construir en el vértice de un acantilado que parecía sostenerse del cielo con hilos de oro. Una construcción imposible, siniestra, que en las noches de luna se cubría de niebla desde sus cimientos y parecía flotar en medio de un lago que nunca existió. Aquel era su refugio puesto que no fue capaz de vivir entre sus gentes. Así pues, de su imaginación surgieron los grandes muros de fría piedra que fueron aceptados como parte de la naturaleza del bosque macabro del que ella quiso hacer su santuario. La hiedra abrazó el lúgubre castillo y lo hizo de la tierra para siempre. En la cuenca del valle se asentaba su pueblo natal donde vivía la gente que la había visto crecer, una hacienda de la que disponía y a la cual trataba a veces con indiferencia y a veces con el cariño de una soberana benévola. Aquel pueblo le proporcionaba lo que necesitaba para vivir, ella no les exigía ningún sacrificio extravagante a cambio y tampoco les requería impuestos, con lo que la plebe la tenía por una cortesana bondadosa que procuraba por ellos y estos se lo agradecerían ofreciéndole presentes a menudo. Antes de ser una mujer no conocía su majestuoso don, vivió entre los hombres que la consideraron una extraña, tuvo amantes que no llegaron a conquistarla jamás en los que siempre anheló el alma que pudiera ser reflejo de la suya misma. Vivió muchos desengaños debido a su apasionada búsqueda del perfecto amor platónico que la llevaron a enamorarse inconscientemente de sí misma, ni tan siquiera pudo librarse de su hechizo cautivador pues era en la tristeza donde residía tal magnético encanto. Aun así hubo uno de entre todos los pretendientes de su juventud que la marcó para siempre, le enseñó cuán triste podía llegar a ser; la ayudo a culminar con su belleza y ya nunca más consiguió olvidarla. Él se enamoró como todos de la sombra, la sombra que desaparecía en cuanto ella era feliz. En eso consistía su gran condena: ella solo podía amar a aquella persona cuya alma fuera pura pero oscura a la vez. Los hombres oscuros que conoció durante su juventud eran guerreros sanguinarios, villanos, falsos bohemios, poetas suicidas y demás seres noctámbulos que poco tenían que ver con sus sueños de pasión. Además, aquellos que pudiesen estar a su altura terminaban repudiándola. -¿Por qué? Pues porque siempre le enamoró la idea de encontrar a alguien como ella. Al comienzo de sus relaciones tendía a idealizar a sus amantes, creyéndoles merecedores de su corazón, pero en la mayoría de los casos los días dejaban mella y las palabras que podían sonar dulces horas antes terminaban siendo falsos reflejos carentes de la pureza que ella añoraba, o sencillamente mentiras agasajadoras que la tentaban para conseguir sus favores aunque solo fuera por una noche. - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Esa era la parte crítica de su influjo hipnótico, además de su aura de rayos de luna, cuando despertaba en sí la pasión. El sentimiento de encontrarse con cualquiera que pudiese ser el todo para ella era tan fuerte como el de un naufrago en altamar sujetándose a un mástil para salvar la tormenta. De veras que era fuerte, tanto que la hacía sentirse feliz, muy feliz... pero desafortunadamente aquella felicidad disolvía su aura mística y la convertía en la extraña, con lo cual sus enamorados la dejaban de lado al haber perdido aquello que la hacia tan especial. Hubo un día en el que tuvo que elegir, un día en el que el mismo cielo lloró sobre su rostro. La primera vez que aquel al que ella consideraba su verdadero amor la quiso olvidar para vivir una vida alejado de la sombra, de vuelta a la luz. Hasta ese momento siempre había sido ella quien había rechazado a los hombres por no estar a su altura; en aquella ocasión sintió su propio rechazo, posiblemente debido a que entonces era feliz. Terminó por comprender que debía abandonar las sombras si ello le llevaba a encontrar el ansiado amor de su vida... elegir entre ser una persona corriente para tener un romance corriente o vivir eternamente bajo un negro velo translúcido que la haría ser por siempre bella y siniestra. *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - EPILOGO ¡Bueno! Eso es todo por ahora, espero que hayas disfrutado de este primer volumen tanto como yo. Ahora mismo lo doy por terminado, ya he escrito Fin y he añadido lo que me he permitido denominar Epístola del origen, un capítulo anexado que a primera impresión parece no guardar relación con la historia de Klaüs Zayin; nada más lejos de la realidad pues sin la ayuda del mismo no hubiesen podido existir ni la trigonometría, ni el prólogo y ni mucho menos la dirección del resto de la historia. Es más, este último episodo guarda en su esencia la clave del auténtico final de la obra, aunque por el momento se preservará como una verdadera incógnita. Lo curioso es cómo de un texto aparentemente inconexo con la trama haya podido emerger todo el universo KZ. Aplacemos el ímpetu de saciar nuestra curiosidad para más adelante, me queda mucho por escribir, tanto que aún me tiene intrigado. Te adelanto sobre la segunda parte que poco tendrá en común con la primera, salvando los personajes claro está. El amor carnal será una dura contienda contra mi propia censura pues en ella pienso plasmar todos aquellos temas que fueron tabú durante mi pubertad y mi adolescencia. Me sentiré halagado de poder contarte esas cosas que todo el mundo se guarda para sí. Me han comentado al respecto que es arriesgado por mi parte, pero considero a su vez que alguien tenía que hacerlo ¿no? Lamento tener que advertirte que el contenido de este segundo volumen será en la mayoría de ocasiones obsceno, vulgar y degradará el concepto que tengas sobre el protagonista hasta que despierte en ti la más sincera de las compasiones. ¡Qué prometedor! ¿Verdad? Antes de despedirme quería volver a darte las gracias por leerme, creo que ya lo hice antes pero nunca viene mal reiterarse en las buenas formas. Decirte que para cualquier consulta no dudes ponerte en contacto conmigo en la siguiente dirección de correo electrónico: [email protected] te agradeceré cualquier comentario respecto al texto. Sígueme también en el blog que encontrarás en la web www.klauszayin.com. ¡¡Hasta la próxima!! Y... ¡ánimo! - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - INDICE Prólogo Capítulo I .................... Capítulo II .................... Capítulo III .................... Capítulo IV .................... Sinópsis .................................................................................. Pág.005 Momentos ............................................................................... Pág.006 Deadstar ................................................................................. Pág.006 El café azul ............................................................................. Pag.007 Trigonometría del amor – Primera parte Capítulo V .................... Preludio .................................................................................. Pág.010 Capítulo VI .................... El triángulo del trabajo perfecto ............................................. Pág.011 Capítulo VII .................... Las tres puntas del amor perfecto........................................... Pág.012 Capítulo VIII .................... El amor conyugal ................................................................... Pág.012 Capítulo IX .................... El amor carnal o deseo .......................................................... Pág.014 Capítulo X .................... El amor espiritual o platónico ................................................. Pág.015 Capítulo XI .................... El amor realista frente al amor perfecto ................................. Pág.016 Interludio Capítulo Capítulo Capítulo XII .................. El jarrón, descubrir que no eres el primero ........................... Pág.018 XIII .................. Síntesis de la teoria triangular del amor de Stenberg ........... Pág.019 XIV .................. Un jarrón aún más perfecto .................................................. Pág.021 Trigonometría del amor – Segunda parte Capítulo XV ................... Capítulo XVI ................... Capítulo XVII ................... Capítulo XVIII ................... Capítulo XIX ................... Capítulo XX ................... Capítulo XXI ................... Capítulo XXII ................... Capitulo XXIII ................... Capitulo XXIV ................... El por qué de la incongruencia del amor perfecto ................... Pág.023 Las siete formas del amor, otro de los misterios del siete …... Pág.025 El misterio del amor perfecto, el mismo que el del triángulo ... Pág.027 Más datos curiosos a cerca del siete ...................................... Pág.029 Esquema del triángulo del amor ............................................. Pág.034 Las formas del amor conjugadas ............................................ Pág.035 Amor romántico ....................................................................... Pág.036 Amor apasionado .................................................................... Pág.038 El amor incondicional .............................................................. Pág.040 La experiencia del amor ......................................................... Pág.042 Klaüs Zayin y las siete formas del amor – Primera parte Génesis Capítulo Capítulo I .................... Vuelvo en mí ........................................................................... Pág.045 II .................... Escapar ................................................................................... Pág.046 - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Primer bloque - Haz de luz Capítulo III .................... Capítulo IV .................... Capítulo V .................... Capítulo VI .................... Capítulo VII .................... Capítulo VIII .................... Capítulo IX .................... Capítulo X .................... Capítulo XI .................... Capítulo XII .................... Capítulo XIII .................... Capítulo XIV .................... Capítulo XV .................... Otra realidad ............................................................................ Pág.050 El origen de Klaüs .................................................................... Pág.051 El bueno de Klaüs ................................................................... Pág.054 Un pequeño universo .............................................................. Pág.057 Mis padres ............................................................................... Pág.062 El gigante de acero ................................................................. Pág.064 Temer la incertidumbre ........................................................... Pág.067 Vanidad ................................................................................... Pág.069 Siempre hay alguien ............................................................... Pág.071 Ensimismado .......................................................................... Pág.073 Postinero ................................................................................. Pág.076 Días de lluvia .......................................................................... Pág.078 Pide un deseo ........................................................................ Pág.081 Klaüs Zayin y las siete formas del amor – Segunda parte El amor platónico Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo I ................. El viajero ................................................................................. Pág.084 II ................. El primer beso ........................................................................ Pág.085 III ................. Enamorado ............................................................................. Pág.088 IV ................. Lontananza ............................................................................. Pág.089 V ................. Klaüs, pequeños problemas ................................................... Pág.092 VI ................. Las raices de Klaüs ................................................................ Pág.097 VII ................. Los grandes templos de culto ................................................ Pág.099 VIII ................. Idílico verano .......................................................................... Pág.102 IX ................. Grandes amigos ..................................................................... Pág.103 X ................. El honor del capitan letz ......................................................... Pág.107 XI ................. Primer contacto ...................................................................... Pág.110 XII ................. Klaüs y el dia de los enamorados .......................................... Pág.113 XIII ................. San valentín ........................................................................... Pág.117 XIV ................. De mayor yo quiero ser ......................................................... Pág.118 XV ................. Crema cochinilla .................................................................... Pág.120 XVI ................. El primer examen ................................................................... Pág.123 XVII ................. El descenso ........................................................................... Pág.126 XVIII ................. Golpe a sus convicciones ...................................................... Pág.129 XIX ................. El adversario .......................................................................... Pág.131 XX ................. Sobre la popularidad .............................................................. Pág.133 XXI ................. Desgarbado Klaüs .................................................................. Pág.133 XX ................. Sargento Adler ....................................................................... Pág.135 XXI ................. Dios te ve, Klaüs .................................................................... Pág.139 XXII ................. El suplicio llega a su fin Klaüs, o tal vez no ........................... Pág.143 XXIII ................. Un año intenso pasa como un suspiro ................................... Pág.145 XXIV ................. Sé generoso contigo mismo .................................................. Pág.148 XXV ................. Esclavo de tus gafas .............................................................. Pág.152 XXVI ................. Tiempo y trofeos .................................................................... Pág.154 XXVII ................. Sobre la añoranza de la niñez ............................................... Pág.156 - Klaüs Zayin y las siete formas del amor Capítulo XXVIII ................. Realidad fantástica ................................................................. Pág.157 Capítulo XXIX ................. El hacha de oro ...................................................................... Pág.159 Capítulo XXX ................. Klaüs en el bucle .................................................................... Pág.161 Capítulo XXXI ................. Comenzar con mal pie ........................................................... Pág.165 Capítulo XXXII ................. Te quedarás atrás .................................................................. Pág.169 Capítulo XXXIII ................. El listón demasiado alto ......................................................... Pág.173 Capítulo XXXIV ................. Malas noticias en tu agenda .................................................. Pág.176 Capítulo XXXV ................. Quiénes somos y de dónde venimos ..................................... Pág.180 Capítulo XXXVI ................. Sólo de vez en cuando ........................................................... Pág.184 Cap. XXXVII ................. Angustiosa espera ................................................................. Pág.189 Cap. XXXVIII ................. Héroe del fracaso escolar ...................................................... Pág.191 Capítulo XXXIX ................. El fetiche ............................................................................... Pág.194 Capítulo XL ................. Una detrás de otra ................................................................ Pág.198 Capítulo XLI ................. Pautas de comportamiento ................................................... Pág.202 Capítulo XLII ................. Aplicado a la fuerza .............................................................. Pág.205 Capítulo XLIII ................. Lejos del centro del universo ................................................ Pág.207 Capítulo XLIV ................. El sentido de la justicia ......................................................... Pág.210 Capítulo XLV ................. Fuera de lugar ...................................................................... Pág.214 Capítulo XLVI ................. Comparaciones y complejos ................................................ Pág.217 Capítulo XLVII ................. Orden de actualidad ............................................................. Pág.223 Capítulo XLVIII ................. Alteración de la perspectiva ................................................. Pág.225 Capítulo XLIX ................. Cargos de conciencia ........................................................... Pág.228 Capítulo L ................. Engreídos ............................................................................. Pág.236 Capítulo LI ................. Desvencijando el mito .......................................................... Pág.241 Capítulo LII ................. Volar nadando ...................................................................... Pág.246 Capítulo LIII ................. Las chicas de tu vida ............................................................ Pág.245 Capítulo LIV ................. El círculo de la vida .............................................................. Pág.251 Capítulo LV ................. Las injusticias del mundo en el que vives ............................ Pág.255 Capítulo LVI ................. Fiesta de fin de curso y cómo me siento ahora ................... Pág.260 Capítulo LVII ................. Ya sabes como es ............................................................... Pág.262 Capítulo LVIII ................. Muerte y resurrección del amor platónico ............................ Pág.266 Epístola del origen Carta primera .................. El suave manto de la dama de la oscuridad ......................... Pág.273 Epílogo .................................................................................................................. Pág.276 Indice ................................................................................................................... Pág.277 *** - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - - Klaüs Zayin y las siete formas del amor - Copyleft de Creative Commons 2009 Algunos derechos reservados (ver página 3)