¿Qué mandamientos rigen nuestro comportamiento?

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Excusas
para no
pensar
los lectores preguntan
a eduardo punset
¿Qué mandamientos
rigen nuestro
comportamiento?
F
ue leer el final de la
novela de divulgación
científica escrita por
los catedráticos de
Física Javier Tejada y Eugene
Chudnovsky, titulada El viaje
de Cloe, lo que me suscitó
la idea imparable de pedir a
mis lectores que me dijesen
cuáles pensaban ellos que
serían los diez mandamientos
si hubiera que escribirlos de
nuevo. La novela, editada por
Destino, sugería –siguiendo la
conclusión de la extraterrestre
Cloe– que en el cerebro
humano hay un predominio de
las emociones sobre la razón,
para acabar afirmando que
el amor es el valor humano
de mayor universalidad.
Yo también, como Cloe,
habría empezado con el amor.
Hace más de tres mil millones
de años fue, precisamente,
el primer instinto verificable
que impelía a los primeros
organismos, como las bacterias,
a fusionarse unas con otras
para sobrevivir. «¿Hay alguien
más?», susurraba en voz alta,
atónita, desesperada por la
soledad del vacío ardiente
imperante en la primera
atmósfera de la Tierra. Así
que el amor vendría a ser
el primer mandamiento si
xlSemanal 23 de octubre de 2011
hubiera que reescribirlos hoy.
Me caben pocas dudas
de cuál sería el segundo.
Los organismos unicelulares
desistieron de su anarquía y
soledad hace unos setecientos
millones de años, conjuntando
por primera vez lo que luego
todos hemos tildado de
organismos multicelulares.
Más resilientes, más grandes,
más poderosos, más cercanos
a nosotros que somos una
comunidad andante de
células. Esas comunidades
andantes de células se
podían hablar unas a otras,
intercambiar conocimientos,
chismorreos y genes. El
segundo mandamiento pronto
fueron las redes sociales, sin
las cuales no se podía vivir.
El tercer mandamiento tiene
que ver con la redistribución
del trabajo en lugar de la
redistribución de la riqueza,
que el avance tecnológico
ha hecho superflua. Ahora
resulta que, por primera vez
en la historia de la evolución,
la esperanza de vida aumenta
dos años y medio cada diez
años, de manera que ya
nadie puede discutir –ese es
el tercer mandamiento– que
hay vida antes de la muerte.
Yo he constatado,
examinando los fósiles, que
los cuerpos de los jóvenes
eran los más quebrados por
las guerras interminables;
marina cano
marta garcía de e. correo electrónico
"Las células
chismorrean
entre ellas
desde siempre.
Sin redes
sociales no se
puede vivir"
todo hace pensar que la
manada se tornaba hacia los
más jóvenes en busca de
liderazgo en tiempos de crisis.
Se escuchaba a los mayores,
pero los que se remangaban
y cruzaban el río eran los
jóvenes. En tiempos de crisis,
el liderazgo era de los jóvenes.
¿Por qué se enamora Cloe
de los humanos? ¿Qué es
lo que más la impresiona?
Cloe observa la complejidad
del ser humano, la 'rareza
del vivir' y la vulnerabilidad
a cualquier daño porque
todavía no hemos llegado a la
sociedad totalmente tecnificada
de la cual ella procede.
Los demás mandamientos se
los sugirió Cloe a los humanos
porque estaba claro para
ella lo que iba a ocurrir y no
sabían todavía los humanos.
Deberían apegarse a una
concepción menos fugaz y
más geológica del tiempo
porque la instantaneidad en la
que se movían los humanos
les impedía aclararse.
¡Por Dios! –exclamaba ella
una y mil veces–. ¿Cómo podían
no haberse dado cuenta todavía
de que sus sistemas educativos
necesitaban el desaprendizaje
–desaprender la cantidad
de tonterías que les habían
enseñado– y asumir de una
vez por todas el aprendizaje
emocional?; es decir, aprender
a gestionar sus emociones
básicas y universales como
la ira, la rabia o el miedo.
Por último, con Cloe o sin
Cloe, será preciso que la gente
acepte buenamente que la
intuición es una fuente de
conocimiento tan válida como
la razón. Que la belleza es la
ausencia de dolor y que –como
les descubrió mi perra a mis
mejores amigos neurólogos–
la felicidad está en la sala de
espera de la felicidad. n
Si quiere participar en la sección, envíe sus preguntas a
[email protected] o a XLSemanal. Excusas para
no pensar. Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 6. 28027 Madrid.
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