Muisca Sans1 I. Las primeras perspectivas: las leyendas Rosa y Negra2 Los primeros estudios sobre las comunidades aborígenes americanas fueron llevados a cabo por intelectuales europeos o formados en Europa quienes tendían a relatar en tomos extensos las “curiosidades” indígenas y cuyas descripciones estaban plagadas de adjetivos, los cuales oscilaban entre el desprecio y la admiración. Estos estudiosos partieron de una subdivisión del territorio en áreas tairona, muisca, calima, quimbaya o nariño, delimitadas de manera tal que todo lo encontrado por los arqueólogos correspondía a una cultura predeterminada. Se suponía que en cada una de estas áreas había tenido lugar la vida apacible o salvaje (dependiendo del punto de vista) de una cultura única cuyos miembros habían dedicado su existencia a la brujería, a los cultos extraños basados en sacrificios humanos y en la muerte de niños que se arrancaban de los brazos de sus madres para ofrendarlos en rituales atroces. Desde la otra orilla, se presentaba la perspectiva de una vida almibarada, desarrollada en medio de la abundancia y el derroche. Estas imágenes extremas, contradictorias y repletas de ideología son las que han contribuido a instalar en las mentes de los colombianos un pasado de vergüenza del cual sólo queda tomar distancia. Según las concepciones anteriormente expuestas, los primeros colombianos sólo podían dóciles imbéciles, ladinos sinvergüenzas o guerreros sanguinarios. En este escenario surgió la antropología en Colombia en 1941, cuando por invitación del presidente Eduardo Santos arribaron al país los afamados antropólogos Paul Rivet y Gerardo Reichel-Dolmatoff, quienes llegaron con el propósito de reconstruir la historia prehispánica de Colombia desde una perspectiva más cercana a la realidad histórica. Es aquí donde cabe resaltar la labor de Reichel-Dolmatoff, el científico social colombiano más prestigioso en el mundo, pues fue quien intentó con mayor fortuna poner al alcance de iniciados y profanos el enorme acervo cultural del mundo prehispánico, ofreciéndonos una rigurosa revisión del estado de desarrollo de las investigaciones sobre familias lingüísticas y periodos culturales en el área andina colombiana, siempre al tanto de nuevos métodos y teorías, así como de las técnicas modernas desarrolladas por la microfísica, la óptica, la química, los sensores remotos y la electroacústica. II. Periodos culturales de la América Prehispánica3 1. La etapa Paleoindia: los cazadores y recolectores tempranos El poblamiento de América. El primer asunto a resolver a la hora de proponer una periodización cultural prehispánica, es el origen del hombre americano. Una vez descartada la tesis del origen autóctono propuesta por Florentino Ameghino queda como opción más reconocida la del origen múltiple de Paul Rivet, la cual es recogida por Reichel-Dolmatoff en los siguientes términos: “Así, según todos los datos disponibles, el poblamiento inicial lo efectuaron grupos asiáticos que, procedentes de Siberia, migraron por el Estrecho de Bering a América y se dispersaron por el continente, entrando luego a América del Sur por el Istmo de Panamá. Este proceso de advenimiento del hombre en el Nuevo Mundo y su lenta penetración, se efectuó en la última era glacial (por lo menos en dos ocasiones, una vez hace 40.000 a 50.000 años y otra hace 28.000 a 10.000 el nivel del mar descendió tanto que quedó emergido Beringia, un puente interoceánico).”4 En aquellos tiempos el continente estaba dominado por grandes mamíferos (megafauna) y los hombres conformaban bandas migratorias que eran portadoras de una cultura material rudimentaria y eran cazadores recolectores omnívoros. Así las cosas, podría hablarse de una incursión humana hace unos 50.000 años y una llegada a Suramérica hace 20.000. Hallazgos arqueológicos apuntan a estas dataciones5. Las industrias líticas. Como “industria” se define la tecnología aplicada en la manufactura de armas para la cacería y la defensa. Estas se diferenciaron según las necesidades, por cuanto no requerían de las 1 La fuente tipográfica utilizada en el título de la guía es producto de una investigación presentada por John Vargas en 1997 como trabajo de grado de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Nacional de Colombia. 2 Texto redactado a partir del prólogo de Gerardo Ardila al libro Colombia Indígena de Gerardo Reichel-Dolmatoff. 3 Los periodos culturales están ajustados a los propuestos por Gerardo Reichel-Dolmatoff en el Manual de Historia de Colombia y precisados por él mismo en Colombia Indígena. 4 REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. Colombia Indígena. Editorial Colina, Medellín, 1998. p.p. 16-17 5 Se han datado, entre otros, los siguientes hallazgos de asentamientos humanos: México (hace 24.000 años); Perú (hace 20.000 años); Estrecho de Magallanes (hace 11.000 años). mismas armas los cazadores de megafauna que los de roedores y aves, ni demandaban lo mismo los nómadas que trasegaban los ríos que los cavernícolas andinos. Esto llevó a que los arqueólogos sistematizaran complejas etapas de desarrollo tecnológico que permitieron, a su vez, establecer que mientras en Norteamérica abundan las puntas de proyectil, estas escasean en Suramérica suponiendo así que mientras en el Norte la actividad económica preponderante era la cacería, en el Sur era la recolección. Figura 1 Figura 2 ¿Cuál es entonces la situación en Colombia y qué se sabe actualmente acerca de los primeros pobladores del país? En El Espinal, Ibagué, La Tebaida, Manizales, Santa Marta y Mahates se han encontrado algunas puntas de proyectil (figura 1) pero en general, la abundancia de hallazgos corresponde a instrumentos tallados de lascas, o de núcleos desbastados (figura 2), con lo que se confirma la hipótesis de la economía preponderantemente recolectora en Sudamérica de Alex Krieger. Sin embargo el hallazgo más importante se hizo en El Abra, en la Sabana de Bogotá, sobre los restos cenagosos de lo que fue un lago hace unos 40.000 años. En este mismo sitio, en una cueva de posterior formación (entre los 10.000 y 5.000 años ha) se encontraron restos de pequeños animales y polen, fogones y lascas y núcleos desbastados. Con este y otros hallazgos se puede concluir que en el Paleoindio los habitantes del actual territorio colombiano eran nómadas y se movían en clanes, se establecían momentáneamente en abrigos bajo rocas sobresalientes y basaban su dieta en la caza de aves y pequeños roedores y que trabajaban la roca burdamente, elaborando hachas de percusión, raspadores y raederas con núcleos toscamente tallados. De las lascas derivadas de los núcleos elaboraban cuchillas y de las astillas de hueso hacían puntas de proyectil apropiadas para animales pequeños (venados, roedores y armadillos). Por último, las evidencias arqueológicas y paleontológicas permiten aseverar que hace 10.000 años los habitantes de la Sabana de Bogotá convivían con la megafauna pero no la cazaban. Sin embargo nuevas excavaciones en el horizonte del Paleoindio pudieran modificar drásticamente lo hasta ahora determinado. 2. La etapa Formativa: de los comienzos de la vida sedentaria hasta el desarrollo de la agricultura y las aldeas La costa como foco cultural. Como se expuso anteriormente, los primeros focos culturales (del Paleoindio) se ubicaron en las sierras y altiplanos andinos, pero en las etapas subsiguientes (del Formativo) los focos de desarrollo se ubicaron en las regiones tropicales, particularmente en las zonas costaneras. La complejidad de los entornos tropicales resultó estimulante del cambio y por ende del desarrollo, a diferencia de la semiaridez cordillerana que propició el estancamiento. Teorías del desarrollo cultural. Cultura puede definirse como la acción de recoger lo sembrado, lo cultivado y en tal sentido podemos afirmar que los grandes desarrollos culturales llegaron de la mano con el surgimiento de la agricultura. Una primera teoría sobre el origen de la agricultura afirmaba que esta se dio en el formativo en los extremos de la América Nuclear (Chile-Perú y México-Guatemala) y que desde allí se desplegó por el resto del continente. Sin embargo, hallazgos arqueológicos y estudios posteriores plantearon que la agricultura intensiva y la vida aldeana se desarrollaron inicialmente en la Amazonía (hace 4.000 años) y que desde allí incursionó a las costas Caribe colombiana y Pacífica ecuatoriana (hace 3.000 años). En unas excavaciones sobre el río Guayas en el Ecuador se han encontrado vestigios de aldeas de más de 2.000 habitantes, lo que evidencia que las primeros grandes asentamientos sedentarios del territorio americano se ubicaron entre el actual territorio colombo-ecuatoriano. En tal sentido es posible afirmar que los continuum Olmeca-Maya y Chavín-Inca se encuentra en el noroeste de Suramérica. Los comienzos de la cerámica. En Puerto Hormiga, sobre el Canal del Dique se encontraron comunidades de recolectores de moluscos que poseían cerámica y litos donde molían tallos y semillas. La cerámica era globular y bastante sencilla. Cerca de allí se encontraron asentamientos de pescadores. Así mismo se encontraron azadas lo que evidencia que también labraban la tierra. Los testimonios hallados en Monsú hacia el 3.000 a. C. permiten establecer que los habitantes de las costas, durante el Formativo, se adaptaron a los nichos ecológicos del litoral pero que también exploraron ciénagas y ríos. Recolectaron moluscos, pescaron, cazaron roedores, aves, tortugas y reptiles, recolectaron tallos y semillas y también labraron la tierra (yuca). Desarrollaron diversas tradiciones cerámicas y efectuaron entierros secundarios. Huesos humanos desarticulados se hallaron en la basura lo que sugiere canibalismo. Para Gerardo Reichel-Dolmatoff la Costa Atlántica es el foco cultural desde donde se va a propagar la horticultura-agricultura y la cerámica, la cual va a viajar por litorales y valles interandinos. Sin embargo no hay rastros de maíz porque la tierra del litoral no es propicia pero si se hallaron evidencias (azadas gruesas) del cultivo de raíces (restos de yuca en los basureros). Vida aldeana. En época fechada en 1120 a.C. sobre la margen occidental del río Magdalena, aparece en Malambo, una población ribereña y sedentaria dedicada al cultivo de la yuca, pescadora y ocasionalmente dada a la caza. Allí se encontraron fragmentos de budares (ver figura) que son grandes platos planos utilizados en la preparación de cazabe (pan hecho de harina de yuca). Con Malambo y otros asentamientos similares se evidencia una tendencia al abandono de las zonas costeras y una incursión en áreas lacustres de los ríos Magdalena y Sinú: “Lo que si modifica son ciertos aspectos cualitativos de la subsistencia. En primer lugar, la fauna utilizada de ambiente marítimo y litoral (peces, grandes tortugas de mar, moluscos, crustáceos) es reemplazada ahora por la fauna de agua dulce, en la cual predominan reptiles (tortugas de río y de tierra, cocodrilos y caimanes, iguanas y lagartos), mamíferos grandes como el manatí, la danta y el venado, peces de los ríos y de las lagunas, así como moluscos lacustres (ostras, almejas) y caracoles de tierra”.6 Al parecer también conocieron la migración de peces marinos (jurel, róbalo, corbinata) en su desove por ríos y caños hacia las ciénagas y las subiendas anuales por los grandes ríos del bagre y el bocachico. Así mismo, el hecho de asentarse en tierras más húmedas y menos arenosas les posibilita cultivar además de raíces, semillas como el maíz. Todo esto se encontró en una secuencia de un hallazgo del 170 a.C. denominado Momil (Ciénaga Grande de la Magdalena) donde se localizaron hasta 300.000 fragmentos de cerámica lo que indica un asentamiento grande y próspero. Más tarde, en secuencias posteriores de Momil, se evidencia la disminución de los budares y la aparición de pequeños y hondos platos de cerámica, grandes metates y manos de moler y tinajas para la preparación de chicha, elementos indicativos del cultivo de maíz. Se creía que el maíz había sido domesticado hacia el 2.000 a. C en México, pero recientes hallazgos lo han datado en cultivos de alto rendimiento en Colombia hacia el 3.000 a.C. Todo parece sugerir que la Llanura del Caribe fue un centro de creación y difusión que se extendió hacia el Perú y Mesoamérica (Guatemala y México). Con la introducción del cultivo del maíz se generan unos profundos cambios en las estructuras sociales: “En cierto modo, el paso de una horticultura de raíces a una de semillas constituye un punto crucial en el desarrollo de la organización social de la comunidad, pues significa nada menos que el cambio de una sociedad esencialmente igualitaria a una sociedad jerárquica. Las raíces tales como la yuca, no pueden almacenarse largo tiempo; por un lado deben consumirse lo más pronto posible después de haberse sacado de la tierra, y, por otro lado, se dañan si se dejan enterradas por largo tiempo. El horticultor de raíces y el pescador de lagunas no pueden acumular fácilmente un excedente de alimentos y almacenar éstos para consumo futuro. El agricultor de maíz, en cambio, se encuentra en una posición muy favorecida: con dos cosechas anuales y con un esfuerzo físico muy limitado puede obtener una gran cantidad de granos que son fáciles de almacenar, de preparar para su consumo y que además, constituyen un valioso artículo de comercio”.7 Estos cambios en el modo de producción generan una brusca transformación en la organización social, por cuanto la especialización del trabajo (en labradores, artesanos, comerciantes, entre otros) generada por los cultivos de semillas implica una jerarquización laboral y crea la primera pirámide social. En Momil se encuentran artículos de lujo (collares de cuentas) lo que deja entrever una sociedad estratificada y con tendencia a la consolidación de una clase dirigente. También se hallaron figuras femeninas de barro (Venus asociadas a ritos de fertilidad) y otros artículos chamanísticos. Igualmente se evidenció el uso de narcóticos y la antropofagia. En asentamientos asociados a Momil, se halló cerámica bastante estilizada: pintada, negra, de figuras antropomórficas y gran variedad de tetrápodes; rodillos y sellos y silbatos ornitomorfos. Al final de este periodo se presenta una incursión en los piedemontes cordilleranos de los valles interandinos. El cultivo del maíz les posibilitó alejarse de los grandes ríos (manejaban los ciclos de las lluvias) y así colonizar las distintas cordilleras. 3. El advenimiento de los cacicazgos Concepto de cacicazgo. Hacia el año 1.000 a. C. se da la transición de las sociedades igualitarias tribales a las jerárquicas señoriales, más conocidas como cacicazgos y que viene a convertirse en la etapa que media entre las sociedades tribales y estatales. Como mencionábamos anteriormente, el aumento de la producción agrícola propició una jerarquización social que acentuó la desigualdad entre individuos y grupos. Se instituye entonces el señorío, junto con un sistema de linajes y prerrogativas, generalmente hereditarias; alrededor de esta jefatura surge un grupo de familias de alto rango que ejerce los controles sociales, económicos y religiosos. Así se conforma la sociedad piramidal de ancha base, sobre la cual se estructura el escalonamiento, a lo largo de varios estratos, hasta culminar en la persona del cacique.8 La jerarquización se da por la necesidad que hay de redistribuir de forma organizada y coordinada la producción agrícola, a 6 7 REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. Op. Cit. P.42 Ibíd. P.47 8 Ibíd. P.54 través de centros administrativos que estructuran las primeras instituciones económicas: (depósitos, mercados, tributos, etc.). Así como unos individuos se especializan en la producción económica agrícola y artesanal, otros lo hacen en su administración y otros en el control socio-político, mientras otros lo hacen como chamanes y sacerdotes, otros en la comercialización de excedentes y otros en la defensa como guerreros. Las pautas de asentamiento de un cacicazgo se fijan con una aldea central y poblados satélites a su alrededor, con centros ceremoniales y fortificaciones. Sus viviendas eran de plantas ovaladas o circulares que generalmente contenían grandes metates, manos de moler y triturar (ver figura página anterior), golpeadores, raspadores, hachas de piedra pulida, vasijas antropomorfas, copas para triturar condimentos, tinajas y demás cerámicas con motivos incisos, modelados o pintados. Rodillos y pintaderas, collares de cuentas y volantes de huso. La colonización maicera de San Agustín. De esta manera se colonizaron casi todos los pisos térmicos, dándose una explotación agrícola variada (maíz, yuca, frijol, auyama) y donde el clima de altitud permitía que cada 100 metros de altura se cambiara un grado centígrado y con ello se fueran variando los nichos ecológicos. Así, con el traslado de unos centenares de metros en una vertiente andina se cambiaba el régimen de producción agrícola y la biomasa animal. Fue así como la denominada Cultura San Agustín que se afincó en los 1.800 m.s.n.m. en la zona del Alto Magdalena (Huila), intensificó la agricultura andina con “control vertical”, es decir, ubicándose en un punto intermedio de la cordillera para, desde allí, explotar desde los cálidos valles hasta las regiones paramunas. Así mismo, se ubicaron en una encrucijada de caminos que articulados a los ríos Cauca, Magdalena, Patía y Guaviare los dejaban intercomunicados con prácticamente todo el país. Pero quizá lo que ha hecho más relevante a esta cultura en la posteridad ha sido sus estatuaria (ver figura), la cual se encuentra acompañada de unos complejos funerarios tan especializados que en algunos casos incluye sarcófagos tallados en un solo bloque. Esto y los ajuares funerarios que los acompañan son otra prueba de la discriminación social característica de los cacicazgos. Así mismo, la escultórica permite asociar la Cultura San Agustín más a un origen amazónico que a uno de alturas andinas. A la par con San Agustín, más al norte, se ubicaron los Tierradentro quienes alcanzaron fases de cacicazgo similares, como los Quimbaya, Calima, Anserma, Caramanta y Nutibara9. Estos y otros cacicazgos menores se trenzaron en guerras crónicas, acompañadas de sacrificios humanos, canibalismo ritual y toma de cabezas como trofeo.10 En el litoral Caribe también hubo desarrollo de cacicazgos, con características muy similares pero que diferían con los andinos en un rasgo sorprendente: a pesar de estar en zona de fácil intercomunicación hay en sus vestigios arqueológicos ausencia de militarismo por cuanto no lo reflejan en su arte cerámico y metalúrgico ni en su arquitectura (no construyeron fuertes). Reichel-Dolmatoff plantea este interrogante como un aspecto teórico importante de futuras investigaciones.11 En cuanto a los sistemas religiosos de los cacicazgos, Reichel-Dolmatoff señala como hipótesis que la divinización del Sol y la Luna se debía a la necesidad de conocer los solsticios y equinoccios para poder precisar en un calendario las estaciones de lluvias y sequias. Esto llevó a la construcción de adoratorios que a su vez eran observatorios astronómicos y que los sacerdotes y chamanes alcanzaran un rol preponderante. Por ello se habla de una concepción prosaica de lo religioso donde se ritualizaba el ciclo de la tala, quema, siembra y cosecha. 9 Casi todos los cacicazgos colombianos se destacaron por un avanzado desarrollo de la orfebrería, llegándose a considerar este sector de los Andes como el foco de desarrollo metalúrgico americano. Fueron estos cacicazgos los que refinaron las técnicas de fundición, aleación, cera perdida y falsa filigrana, entre otras. Todos trabajaron el oro y la “tumbaga”, esta última una aleación de oro y cobre. 10 Ibíd. P.70 11 Ibíd. P.73 4. Las federaciones de aldeas: los Tairona y los Muisca Concepto de Federación. De la enorme cantidad de cacicazgos que se desarrollaron en los litorales, valles interandinos, macizos y sistemas cordilleranos hubo dos que se mantuvieron hasta el periodo histórico: los Tairona de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Muisca de las tierras altas de Boyacá y Cundinamarca, agrupaciones de lengua chibcha que alcanzaron notables avances culturales y una incipiente organización estatal. Mientras los cacicazgos eran una comunidad articulada en una aldea central y varias satélites en varios pisos térmicos de una hoya hidrográfica más o menos restringida, las federaciones eran agrupamientos de aldeas que estaban sometidas bajo la autoridad de jefes, quienes combinaban en su persona funciones políticas, administrativas y religiosas.12 Las federaciones Tairona y Muisca, además de la familia lingüística, compartían muchos rasgos fundamentales y sus diferencias radicaban en sus adaptaciones a sus entornos naturales. Mientras los Tairona se ubicaron, generalmente, por debajo de los 1.000 m.s.n.m., los Muiscas lo hicieron en los pisos térmicos templado y frío, de los 1.000 m.s.n.m. hacia arriba. Los Tairona.13 Se ubicaron sobre las faldas septentrionales de la Sierra Nevada, siguiendo las vertientes de los distintos ríos que desembocan sobre la Ciénaga Grande y el Mar Caribe. Construyeron aldeas donde se evidencia una marcada estratificación social por el tamaño y los terminados de las viviendas. En algunos casos se pueden distinguir áreas residenciales de élite. A diferencia de los Muisca, su arquitectura (viviendas y edificios públicos) e ingeniería (terrazas, acueductos, vías) fue lítica (ver gráfica). En ninguna otra parte de Colombia se encuentran estos patrones de eficiencia urbanística. La base principal de subsistencia se componía de grandes cultivos de maíz, acompañados de yuca, auyama, fríjoles y frutales y para ello manejaron las pendientes con las terrazas de cultivo. Otra fuente importante de alimentos fue el mar y en algunos casos practicaron la apicultura. A la llegada de los españoles, los Tairona se habían aglutinado en torno a dos centros urbanos importantes y de este modo comenzaban a formarse dos federaciones, dos pequeños Estados antagónicos e incipientes. Uno era Bonda, cerca a la costa y el otro Pocigüeica, enclavado en las faldas montañosas. En ambos centros existían jerarquías civiles y religiosas en tensión. Había una fuerte tendencia militarista, pero que fue incapaz de resistir a los españoles por cuanto el Estado era incipiente y no poseía cohesión y una línea de mando consolidada. Sin embargo fueron difíciles de someter por las tácticas guerrilleras con que enfrentaron a los conquistadores ibéricos. El origen de los Tairona no se puede esclarecer satisfactoriamente. En los sustratos excavados sólo hay continuidad hasta el siglo X a.C. Al parecer, los Tairona migraron de Mesoamérica.14 Resulta paradójico ver que la Costa Atlántica que fue foco cultural en el Formativo, ya en el periodo de las Federaciones fue territorio de colonización de nuevos focos culturales, para entonces desplazados a Mesoamérica. Se destacaron por una elaborada cerámica y metalurgia. Su estatuaria fue colosal, monstruosa y hecha en granito. Su cosmología, concibe a la Sierra Nevada como centro y el todo orientado por los solsticios y equinoccios. El mundo está regido por cinco señores y la deidad creadora es femenina y reptil, madre de los héroes forjadores de la cultura y vástagos primigenios de los linajes sacerdotales. El Sol y la Luna eran una pareja sobrenatural legadora del sacerdocio y asociada con lo felino: jaguar y puma como energía solar y lluvia fertilizadora. Los Muisca. Fue en los altiplanos y valles de la Cordillera Oriental donde se desarrolló la Cultura Muisca o Chibcha, la cual a la llegada de los españoles estaba constituida aproximadamente por 500.000 indígenas. Al igual que los Tairona, estaban organizados en dos federaciones de aldeas. Una, estaba formada por los dominios del Zipa en la actual Bogotá (Bacatá, Maquetá) y la otra, por el Zaque en la actual Tunja (Hunza). Los Muisca, a diferencia de los Tairona, no estaban concentrados en urbes, estaban más bien dispersos en torno a unidades agrarias. En casi todas sus construcciones hay una notable ausencia de material lítico, a pesar de estar bien edificadas. Los Muisca eran más un pueblo campesino. Sin embargo se han hallado observatorios astronómicos hechos de roca, como los de Chía (Templo de la Luna) y Sogamoso (Templo del Sol). Al igual que los Tairona, divinizaron el Sol y la Luna en procura de adoraciones y observaciones que les posibilitaran calendarios climáticos para la agricultura (papa, en primera instancia, seguida de maíz, cubios, ibias, chuguas, arracacha, batata y yuca). Su organización socio-política apuntaba a un Estado incipiente, donde predominaban el Zipa y el Zaque con otros señores locales relativamente autónomos como los de Tundama y Sáchica. Esto deja entrever que aun no se había consolidado la estructura federativa. Sin embargo, la mayor cohesión y agrupamiento nuclear se encontraba en el eje: Bogotá, Tunja, Sogamoso, región con tierras tan abrumadoramente ricas y de fácil aprovechamiento que lo convirtieron en eje de estatización. 12 Ibíd. P.83 13 Según Ana María Groot, el nombre Tairona fue empleado en los primeros escritos de los cronistas para referirse a un término geográfico. Así lo registra Juan de Castellanos: Llamamos Tairos a los de Tairona. Con el tiempo este nombre se generalizó para designar a las comunidades que ocupaban las vertientes norte y occidental de la Sierra, las cuales, según se deja entrever de las crónicas, compartían una serie de elementos culturales. 14 los Kogi, quienes se declaran herederos de los Tairona, afirman que sus ancestros llegaron por el Caribe hace 52 generaciones. La dieta agrícola, anteriormente descrita, la complementaban con la cría de curíes y patos moscovitas. La caza la practicaban con venados. El comercio lo practicaban asiduamente con productos locales como las mantas, sal, alfarería y esmeraldas por lo que recibían a cambio oro, conchas, plumas y alucinógenos (coca, yopo, tabaco y borrachero). Los psicotrópicos están asociados a las actividades sacerdotales. A la llegada de los españoles, en el siglo XVI, la población empezaba a estratificarse por medio de linajes y herencias que se transmitían matrilinealmente. Los rangos y oficios se heredaban, como el sacerdocio (jeques) que implicaba una larga formación en religión y esoterismo. Las prácticas las llevaban a cabo en templos cónicos o grutas montañosas, donde se dedicaban a la observación de los astros. Las lagunas eran sagradas (de una de ellas emergió Bachué, su principal divinidad) y en torno a ellas se han encontrado restos de ofrendas en cerámica, esmeraldas, oro y madera. Ocasionalmente, los jeques hacían sacrificios humanos al Sol, siendo las víctimas prisioneros de guerra o niños que traían de tierras lejanas. Los ritos funerarios discriminaban e ilustran perfectamente lo que era una sociedad estratificada. Existían diversos tipos de entierro, a los individuos de la más alta categoría se les momificaba o disecaba, envolvía en matas finas y se depositaban en cuevas. A otros se les enterraba en lajas de piedra y en todo caso el ajuar funerario correspondía al estatus social. En pocas ocasiones se han hallado urnas. La cerámica Muisca era buena, más no tan elaborada como las de las tierras vecinas. Los instrumentos líticos, como los volantes de huso, eran de un gran preciosismo. La orfebrería no era tan tecnológicamente avanzada como la de sus vecinos, sin embargo nos legaron la pieza más preciada de la orfebrería colombiana, la Balsa Muisca (ver gráfica). El arte Muisca es rígido, lineal y altamente estilizado, y se distingue de los estilos elaborados, a veces exuberantes, de las culturas vecinas. Pero esta misma rigidez y simetría, estas superficies opacas y formas sobrias, tienen un especial encanto.15 Sobre la estratigrafía Muisca, se puede decir que está toda por hacer, por lo que es muy difícil hallar su secuencia y precisar su continuum desde los hallazgos de El Abra (Paleoindio). Casi todos los hallazgos han sido accidentales o por guaquería, sin respaldo científico y por ello sin contexto. Hallar las sucesivas fases de desarrollo la Cultura Muisca es una tarea por hacer. El nivel cultural logrado por los Muisca no debe juzgarse por los escasos y más bien sencillos restos materiales de su vida diaria, sino que debe buscarse en su desarrollo espiritual e intelectual; la cultura material, la tecnología y las expresiones artísticas en barro, piedra y metales, no muestran un avance proporcional. Lo que marca los grandes logros de la Cultura Muisca son sus elaboraciones astronómicas y religiosas que, con sus templos, lagunas sagradas y observatorios monumentales, indican un avance científico e ideológico que, junto con las instituciones políticas, legales y económicas, constituyen un nivel cultural que no fue alcanzado por las otras sociedades indígenas del país.16 “Dejando de lado todas las minuciosidades técnicas y toda curiosidad por lo exótico que pueda motivar al investigador, yo diría que el gran legado del indio consiste en la manera como comprendió y manejó esta tierra. El largo camino que recorrió el indio colombiano –desde las cuevas de El Abra hasta el Templo de Sol- constituye una gran enseñanza ecológica para nuestra época, ya que nos muestra los fracasos y los éxitos, os errores y los logros de aquellos hombres que, con sus mentes y manos, supieron adaptarse a una naturaleza bravía y, al mismo tiempo, crear sus culturas, sin que en el proceso sufrieran las selvas y las sabanas, como sufren hoy en día. El legado consiste en la manera como apreciaron y explotaron los diversos medioambientes de las costas y de las vertientes, de las selvas y de los altiplanos; cómo supieron extraer de ellos su sustento sin destruir la fauna; cómo conservaron las tierras con sus terrazas y canales, Es esto lo que nos han dejado los indios, y es esto lo que nos debe enseñar la arqueología”. Gerardo Reichel-Dolmatoff 15 REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. Op. Cit. P.98 16 Ibíd. P.99