VALORES FÓNICOS ESPECIALES DE LA LETRA X 1. En ciertos topónimos o antropónimos de grafía arcaizante La x conserva su antiguo valor como representante del fonema /j/ en algunos topónimos americanos que mantienen una ortografía arcaica, como México [méjiko], Oaxaca [oajáka], o Texas [téjas] (con sus respectivos derivados mexicano -na [mejikáno -na], mexicanismo [mejikanísmo], oaxaqueño -ña [oajakéño -ña], texano -na [tejáno na], etc.); así como en variantes arcaizantes de algunos antropónimos, como el nombre de pila Ximena [jiména], o los apellidos Ximénez [jiménes, jiménez] o Mexía [mejía]. Recuérdese que, en estos casos, es incorrecto pronunciar la x con el sonido /k + s/ que normalmente le corresponde a esta letra en el sistema ortográfico moderno: [méksiko], [oaksáka], [téksas], [ksiména], [meksía]. Las razones de este valor peculiar de la x se encuentran en la compleja evolución de este grafema en la historia ortográfica del español. En el español medieval, la letra x se usaba ya con dos valores distintos, pues en los cultismos latinos representaba, como hoy, la secuencia /k + s/ (exaltar [eksaltár]), mientras que en las palabras patrimoniales, las que se incorporaron por evolución natural ininterrumpida desde el latín, la secuencia fónica representada por la letra x se transformó en uno de los seis fonemas sibilantes característicos del español medieval, el prepalatal fricativo sordo /sh/, de pronunciación similar a la sh inglesa o ch francesa actuales (exemplo [eshémplo]). El fonema sibilante medieval /sh/ evolucionó a lo largo del siglo XVI hasta convertirse en el fonema /j/, de ahí que la letra x sirviera también en español, durante mucho tiempo, para representar, junto a la j y la g (ante e, i), el fonema /j/. Debido a las continuas confusiones que generaba la existencia de valores tan distintos para una misma letra, la ortografía académica de 1815 decidió limitar el valor de la x al que esta letra tenía en latín (/k + s/), de modo que, a partir de ese momento, todas las palabras que anteriormente se habían escrito con x en representación del fonema /j/, pasaron a escribirse con j: exemplo > ejemplo, embaxador > embajador, Xerez > Jerez, etc. Cuando los españoles llegaron a América, a finales del siglo XV y principios del XVI, transcribieron con x el fonema /sh/ propio de lenguas amerindias como el náhuatl y el maya (vivas hoy en México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua), ya que era similar al que, representado por esa letra, aún existía en español y se convertiría después en el fonema /j/. De ahí que el fonema /sh/ presente en el étimo indígena de muchas de las voces y topónimos oriundos de esas zonas, especialmente en los asimilados en los primeros tiempos de la presencia española en América, sufriera la misma evolución que el fonema medieval español y acabara transformándose también en /j/. Pero mientras en unos casos ese nuevo fonema /j/ pasó a representarse gráficamente con la j propia de la ortografía moderna, como en Jalisco, Juchitán o Guadalajara, en otros mantuvo su escritura con la x propia de la ortografía antigua, como en México, Oaxaca o Texas. Hay otros topónimos de origen indígena, en cambio, donde la x mantiene la pronunciación /sh/ originaria, como en Xola [shóla] o Xicalango [shikalángo], que se convierte en /s/ en los casos en que el nombre incluye además el fonema /ch/, como ocurre en Xochimilco [sochimílko]. Pero tampoco faltan topónimos de origen igualmente indígena donde la x representa la secuencia /k + s/, según corresponde a esta letra en el actual sistema ortográfico del español, como en Ixhuacán [iksguakán] o Tuxtepec [tukstepék], que a veces se reduce a simple /s/ cuando le sigue el fonema /k/: Tlaxcala [tlaskála], Mixcoac [miskoák]. 2. En voces procedentes de lenguas amerindias El complejo panorama antes descrito en relación con el valor fónico de la x en topónimos originarios de lenguas amerindias como el náhuatl o el maya es idéntico al que se observa en voces indígenas de esta misma procedencia, presentes en el español de México, Guatemala, Honduras, El Salvador o Nicaragua. En este tipo de indigenismos, la letra x puede presentar hasta cuatro valores fónicos distintos: En algunos representa el fonema /j/, como en xicaque [jikáke] (‘cierto pueblo amerindio de Honduras’) o xiote [jióte] (en Méx., Guat., Hond. El Salv. y Nic., ‘cierta enfermedad de la piel’), que se escriben también, más frecuentemente, jicaque y jiote. En la mayoría de ellos, no obstante, representa el fonema prepalatal fricativo sordo /sh/ propio de esas lenguas, aunque inexistente en el español actual, como en mixiote [mishióte] (‘plato mexicano que consiste en un saquito hecho con carne envuelta en la membrana que recubre la penca del maguey, cocido al vapor’), xolco [shólko] (en Guat. y El Salv., ‘falto de algún diente’) o xocoyote [shokoyóte] (en Méx., ‘hijo menor’). Algunas de estas voces cuentan con variantes gráficas escritas con ch o s, como cholco o socoyote, que reflejan su acomodo a las pautas grafofonológicas del español mediante la asimilación del fonema indígena originario a alguno de los dos más próximos de nuestro sistema fonológico. Y en otros, en fin, puede presentar uno de los dos valores que corresponden a este grafema en la lengua general: /k + s/, como en nixtamal [nikstamál] (en Méx., Guat., Hond. El Salv. y Nic., ‘maíz cocido en agua de cal que después de molido se usa para hacer tortillas’); o /s/, como en xúchil [súchil] (en Méx., ‘flor’), que también se escribe súchil.