1973 El Movimiento ha nacido ya

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1973
El Movimiento ha nacido ya
7 de julio de 1973
Fiesta del Corazón Inmaculado de María
Estaré siempre a tu lado.
«Renueva tu Consagración a mi Corazón Inmaculado: eres mío, eres
propiedad mía.
Debes ser en cada momento lo que Yo quiero; debes hacer en cada instante
lo que Yo te pida.
No tengas miedo. ¡Yo estará siempre junto a ti! Ahora te estoy preparando
para cosas grandes, pero, poco a poco, como hace la mamá con su hijito...»
8 de julio de 1973
El Movimiento ya ha nacido.
«No mires ni diarios ni televisión: quédate siempre en mi Corazón en
oración.
Ninguna otra cosa te debe interesar o importar, sino vivir Conmigo y
por Mí.
El Movimiento Sacerdotal Mariano ha nacido ya, pero es tan frágil y pequeño
que, para crecer, necesita de mucha oración.
Tú debes vivir sólo para esto: en ninguna otra cosa encontrarás gusto ni
consuelo.»
9 de julio do 1973
Se perfila tu misión.
«Hoy estoy muy contenta de ti, has estado siempre en mi Corazón.
Considera entonces cómo todo lo del mundo te parece lejano y sin
sentido, cómo todo te cansa y te aburre; cualquier cosa que no sea Yo,
tu Madre, que te quiere todo, y en cada momento Consigo.
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Aprende a dejarte poseer por Mí, para que todo lo que tú hagas sea Yo, a
través de ti, quien lo haga. Hay tanta necesidad hoy de que sea la Madre
la que obre; y Yo quiero actuar por medio de ti...
Deberás sufrir aún, ¡pero ánimo! Yo estará siempre contigo: y tú gozaras
como ninguno de las dulzuras de mi Corazón de Madre.»
Ravena, 13 de julio de 1973
Aniversario 3º aparición en Fátima
La causa de mi llanto.
«(...) Sí, verdaderamente me has consolado: has cambiado mis lágrimas en
sonrisas, mi tristeza en alegría.
Te he sonreído, te he bendecido.
Motivo de mi llanto, del llanto de la Madre, son estos hijos míos, que
en gran número, viven olvidados de Dios, sumergidos en los placeres
de la carne, y corren sin remedio hacia su perdición. Para muchos de
ellos mis lágrimas han caído en la indiferencia y en el vacío.
Sobre todo son causa de mi llanto, los Sacerdotes, mis hijos
predilectos, la pupila de mis ojos, todos estos mis hijos consagrados.
¿Ves cómo ya no me aman? ¿Cómo ya no me quieren? ¿Ves cómo no
escuchan las palabras de mi Hijo? ¿Cómo a menudo lo traicionan?
¿Cómo Jesús, presente en la Eucaristía es ignorado por muchos de ellos,
dejado solo en el Tabernáculo, con frecuencia ofendido por ellos con
sacrilegios, con frecuentes descuidos?
Tú me has ofrecido el Movimiento Sacerdotal Mariano: lo acojo en mi
Corazón y lo bendigo.
Serán todos Sacerdotes míos: consagrados a Mí, que harán todo cuanto Yo
les ordene. Se acerca el tiempo en que Yo les haré oír mi voz, en el que
Yo misma me pondré a la cabeza de este ejército preparado por Mí
para la batalla.
Por ahora se deben formar con mucha humildad y confianza, dejando todas
sus cosas para estar sólo a mis órdenes: amando y siendo todos, una sola
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cosa con el Papa y con la Iglesia, viviendo y predicando sólo el
Evangelio.
¡Esto es hoy tan necesario!
Los amo y los bendigo uno por uno.»
16 de julio de 1973
Fiesta de la Virgen del Carmen
Seré vuestra Capitana.
«Me preguntas por qué te he elegido para difundir mi Movimiento, cuando te
sientes tan inepto e incapaz.
Precisamente ves tu nulidad y tus debilidades y me preguntas: "¿Por qué no
escoges a uno más idóneo y capaz que yo? ¿Cómo puedes fiarte de mí cuando
conoces bien todas mis pasadas infidelidades?"
Hijo mío, te he elegido a ti, porque eres el instrumento menos
idóneo: así ninguno dirá que es Obra tuya.
El Movimiento Sacerdotal Mariano debe ser sólo Obra mía. A través de
tu debilidad Yo manifestaré mi fuerza; a través de tu nulidad Yo manifestaré
mi poder.
Yo misma seré la Capitana de este ejército. Lo estoy formando ahora
en el silencio y en la intimidad, como durante nueve meses formé a Jesús
en mi seno y por tantos años en el silencio y en lo oculto lo crié día tras día.
Así es ahora para el Movimiento Sacerdotal Mariano: como al pequeño
Jesús, lo estoy formando en el silencio y en la intimidad: es el momento de
su infancia y de su vida oculta. Necesita ahora mucho silencio, mucha
humildad, mucha confianza, mucha oración.
A los Sacerdotes del Movimiento los estoy eligiendo y formando Yo misma
según un designio de mi Corazón Inmaculado.
Vendrán de todas partes: del Clero diocesano, de las Órdenes
Religiosas y de varios Institutos. Formarán el ejército de "mis
Sacerdotes" que Yo misma nutriré y formaré, preparándolos para las
próximas batallas del Reino de Dios.
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No haya un jefe entre vosotros: Yo misma seré vuestra Capitana. Vosotros
sed todos hermanos: amándoos, comprendiéndoos, ayudándoos.
La única cosa que importa es que os dejéis formar por Mí: para esto es
necesario que cada uno se ofrezca y se consagre a mi Corazón Inmaculado, se
entregue totalmente a Mí como Jesús se me ha entregado totalmente; después
Yo pensaré en todo.
Os formaré en un gran amor al Papa y a la Iglesia, a Él unida.
Os prepararé para un heroico testimonio del Evangelio que, para
algunos de vosotros será hasta la efusión de la sangre.
Y cuando haya llegado el momento, entonces el Movimiento saldrá al
descubierto para combatir abiertamente a la tropa que el demonio, mi
adversario de siempre, se está formando entre los Sacerdotes.
Se acercan horas decisivas.
Por ahora déjate formar por Mí; déjate guiar por Mí».
21 de julio de 1973
Deja que sea Yo la que actúe.
«¿Por qué te agitas?, ¿por qué te preocupas? Estar consagrado a Mí
quiere decir dejarse conducir por Mí. Quiere decir fiarse de Mí: como un
niño se deja conducir por su madre. Entonces te debes habituar a otro
modo de pensar, a otro modo de obrar. No te toca a ti pensar lo que te
conviene; no hagas proyectos, no construyas el mañana, porque ya ves
cómo lo disipo todo en el aire y tú después quedas mal.
¿Por qué no quieres fiarte de Mí? Deja que sea Yo la que construya
momento tras momento tu porvenir. A ti te basta decir, lo mismo que un niño:
"Madre, me fío de Ti, me dejo conducir por Ti. Dime: ¿Qué debo hacer?"
Deja también que, a través de ti, sea Yo la que actúe. Para ello ¡cuán
necesario es morir a ti mismo!
Para esto, es necesario que te habitúes a sufrir: a no ser comprendido, a ser
olvidado, a ser también un poco pisoteado. Cuánto dolor te produce esto,
¿verdad?
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Pero cuando hables a los Sacerdotes del Movimiento de la consagración, de
cómo deberán entregarse totalmente a Mí, fiarse de Mí, entonces podrán mirar
a tu persona y tú mismo les servirás de buen ejemplo.
No sufras demasiado, hijo: ¡Te amo, te amo muchísimo!»
Spotomo, 24 de julio de 1973
Sólo y siempre Madre.
«¿Estás contento con la casa que te he preparado? Jamás la habrías
soñado tan bella; bajo la roca; casi en una hendidura de ella, tu celda;
debajo el mar; y al lado, la Capillita donde está Jesús: el Hijo al lado de
mi hijo más querido. Tú no lo pensabas, pero Yo desde hace mucho tiempo
te la he preparado.
Cuando trabajabas por Mí, cuando soportabas el calor y la fatiga y decías:
"Qué contento estoy de haber pasado toda la tarde trabajando por la Virgen";
entonces Yo pensaba en ti, preparaba los días de tu reposo y te he traído a
este lugar que me es tan querido.
Está X que me quiere tanto; están los niños que Yo amo con predilección,
tú para Mí eres sólo uno de ellos.
y
Aprende a sentirme siempre y en cada momento lo que soy verdaderamente
para todos: ¡Madre, sólo y siempre Madre!»
28 de julio de 1973
Velad y orad.
Todos estos Sacerdotes hijos míos, que han traicionado el Evangelio
para secundar el gran error diabólico del marxismo... Sobre todo por
su causa vendrá pronto el castigo del comunismo y despojará a todos
de todo. Llegarán momentos de gran tribulación. Entonces serán estos
pobres hijos míos los que comenzarán la gran apostasía.
¡Velad y orad todos vosotros, Sacerdotes fieles a Mí!»
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29 de julio de 197
El corazón de mis Sacerdotes.
«Permanece siempre en mi Corazón, y en todo momento encontrarás la paz.
¡No te preocupes por lo que debas hacer!
Todo el que se ha consagrado a Mí me pertenece totalmente y no
puede en ningún momento de la jornada disponer de sí libremente.
Estando Conmigo, Yo misma te diré en cada momento lo que me gusta que
tú hagas y entonces tu obrar será siempre según mi querer.
Te tomaré Yo misma de la mano y haremos juntos todo. Yo contigo soy
como una madre que está enseñando a dar los primeros pasos a su niño.
Después de haberte arrancado definitivamente de mi enemigo, ahora estás
dando los primeros pasos en el camino del amor: ¡Cuán necesario es que Yo
esté junto a ti!
¡Soy tan Madre para ti! Soy además muy celosa de ti, como soy madre
buena, pero celosa, de todos los Sacerdotes de mi Movimiento. Ellos deben
comprender que para pertenecer al Movimiento no se necesita ninguna
cosa externa, ningún acto jurídico; pero es indispensable la interior
consagración de sí mismo, la ofrenda total de su Sacerdocio a mi
Corazón Inmaculado.
Diles que sólo esto pido, que sólo esto deseo de ellos.
Diles que ésta es la primera cosa verdaderamente importante que deben
hacer para pertenecer a mi Movimiento Sacerdotal.
Que se entreguen a Mí como niños haciéndome donación de todo y
renunciando al apego a cualquier cosa, aunque sea bella, honesta, aunque
sea virtuosa, pero que no sea Yo misma.
Quiero su corazón: el corazón de mis sacerdotes.
¡Oh, entonces podré ser verdaderamente Madre para ellos y ellos serán
verdaderos hijos míos!
Tomaré plena posesión de su vida; poco a poco la transformaré, la
haré ardiente, llena de celo; haré desaparecer cuanto en ella haya sido
menos bueno y la haré perfecta.
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Les haré entender cómo deberán despegarse de todo y vivir sólo
para mi Jesús; cómo deberán defenderlo de todo ataque, amarlo sin
reservas en el cumplimiento a la letra del Evangelio.
Les haré sentir un gran amor a la Iglesia, al Papa, al que tanto amo
y que será aliviado, defendido y salvado por el ejército de mis
sacerdotes.
Los prepararé para cosas grandes y los haré invencibles en las batallas
decisivas.
¡Que se entreguen totalmente a Mí: tendrán señales seguras de mi ternura
de Madre hacia ellos!»
1 de agosto de 1973
Fiesta de San Alfonso María de Ligorio
Será una Iglesia nueva.
«Jesús, dame tu Corazón, porque quiero amar a la Virgen como Tú la
has amado». Ésta, hijo mío, es una oración que Yo misma te he
Inspirado: nadie en verdad, me ha amado como mi Hijo Jesús.
¡Con qué ternura me ha rodeado! Él ha estado siempre en Mí; hemos
crecido juntos en la vida privada, en la pública; hemos sido una sola cosa
durante la Pasión y su muerte en la Cruz en aquel trágico Viernes Santo.
El ver el dolor de la Madre, que asistía a su atroz agonía, le ha
acortado la vida; más que los sufrimientos físicos, su Corazón de Hijo
no pudo resistir este indecible dolor.
"¡Madre!", fue la última palabra, el fuerte grito con el que expiró
sobre la Cruz.
Ahora Jesús está muy entristecido y hasta disgustado, al ver cuán
numerosos son los Sacerdotes que me han alejado de su alma, me han
olvidado en su vida, me han hecho desaparecer del alma de tantos fieles.
Por culpa de ellos, la devoción a Mí, siempre tan viva en la Iglesia, ahora ha
languidecido mucho; en algunos sitios casi se ha apagado.
¡Dicen que Yo —la Madre— eclipso la gloria y el honor debidos
solamente a mi Hijo!
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¡Pobres hijos míos, cuán insensatos son, cuán ciegos están! ¡Cómo
ha sabido atraparlos el Demonio! A tan gran ceguera han llegado por
no habernos escuchado ni a Jesús ni a Mí.
¡Se han dejado conducir sólo por sí mismos, por su inteligencia, por
su soberbia, y así se han prestado al juego de Satanás, que era el de
lograr —finalmente— oscurecerme en la Iglesia y borrarme de las
almas!
Será preciso que me ponga en camino para buscar entre los Sacerdotes a
los fieles, a los que me escuchan, a los que me aman.
Por medio de ellos volveré a resplandecer más luminosa en la Iglesia,
después de la gran purificación... Sólo la Madre tiene de Jesús el poder de
hacer volver a casa a los hijos que se han extraviado.
Pero tengo necesidad de Sacerdotes humildes y valientes: prontos a dejarse
escarnecer, prontos a dejarse pisotear por Mí.
Será con estos Sacerdotes humildes, despreciados y pisoteados con
los que Yo formaré el ejército que me permitirá llevar a Jesús una
innumerable cantidad de hijos, purificados ya por grandes
tribulaciones.
Y será una Iglesia nueva para un mundo nuevo, donde finalmente
reinará mi Hijo Jesús.
Satanás tan sólo teme esta victoria mía que la obtendré por medio
de vosotros mis Sacerdotes predilectos, a quienes estoy reuniendo en
mi Movimiento».
9 de agosto de 1973
El fin de tu existencia.
«Qué contenta estoy de que estés aquí con X. Debéis amaros, como dos
hermanitos.
Mis dos hijos predilectos, que doy en don el uno al otro. Debéis amaros,
debéis gozar y sufrir juntos, para mis designios.
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Para el Movimiento de mis Sacerdotes te he elegido: para esto debes vivir,
debes orar, obrar, sufrir, debes hacerte santo: he aquí el fin estupendo que
señalo a tu existencia, ¡oh hijo!
¡Cuánto os amo, con cuánta ternura os miro, cómo os bendigo de corazón!»
21 de agosto de 1973
Fiesta de San Pío X
En mi Corazón Inmaculado en oración.
¿Por qué no escribes todo cuanto te hago sentir en tu corazón? Me dices que
son cosas demasiado íntimas, demasiado bellas. Pero un día deberá saberse
cuánto te he amado, cuántas cosas grandes he obrado en ti.
Y esto sólo porque tú has ofrecido totalmente a mi Corazón tu nulidad…
Acostúmbrate a ser pisoteado, a ser olvidado, a no ser comprendido
ni considerado. Es necesario que suceda así para ti. Y cuando sientas dentro
de ti una rebelión interior que te lleve a decirte a ti mismo: "¿por qué?, no es
justo, debo reivindicar mis justos derechos. Responde enseguida: apártate
Satanás ¿No he de beber el cáliz que el Padre me ha preparado?"
Tengo prisa; los momentos decisivos se acercan y tú tendrás que
completar la Obra que Yo te he confiado lo más rápidamente posible:
El Movimiento de mis Sacerdotes.
Yo misma vendré en ayuda de tu gran debilidad. Pero tú permanece siempre
en cada instante en mi Corazón en oración. Deja que Yo obre cada vez más en
ti.»
24 de agosto de 1973
A grandes metas de santidad.
«Tu vida, hijo, es muy preciosa y no debes malgastarla ni por un
instante. Por eso ejercítate en estar siempre en Mí, en mi Corazón, en obrar
siempre Conmigo: en pensar con mi mente, en ver las cosas con mi
mirada, en tocarlas con mis manos, en amarlas con mi Corazón.
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Hay momentos en que tú adviertes esto de un modo particular, y es cuando
estás Conmigo en la oración: entonces te sientes verdaderamente el hijo sobre
el Corazón de la Madre y tu alma gusta así momentos de dulzura de Paraíso,
que Yo reservo celosamente a mis hijos predilectos.
Salido de la oración, parece que cualquier otra cosa te cansa y te aburre.
Esto es otro don que Yo te hago.
Incluso cuando no oras, debes estar siempre en actitud de oración, y lo
estás cuando vives habitualmente en Mí. Entonces, también cuando hablas, te
diviertes, haces giras, estás siempre en Mí, porque todo lo haces Conmigo.
Así quiero a todos los Sacerdotes del Movimiento Sacerdotal Mariano Deben
ser: Sacerdotes míos. Te lo repito: míos.
Desde que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado no pueden
ya pertenecerse a sí mismos: su vida, su alma, su inteligencia, su
corazón, sus bienes, hasta el mal que hayan hecho y los defectos que
tengan: todo es mío, todo me pertenece.
Mi Corazón Inmaculado es un horno de fuego purísimo: todo lo
quema, todo lo consume, todo lo transforma.
Puesto que estos Sacerdotes son míos, deben habituarse a dejarse guiar por
Mí: con sencillez, con abandono.
Mi alegría es la de conducir -como Madre- a mis hijos Sacerdotes a grandes
metas de santidad: los quiero fervorosos, los quiero enamorados de mi Hijo
Jesús, los quiero siempre fieles al Evangelio.
Deben ser dóciles en mis manos para el gran designio de
Misericordia; y por medio de ellos salvaré un número incontable de
almas.
Serán mi alegría, la corona más bella de mi Corazón Inmaculado y Dolorido,
que todavía quiere ser el medio de salvación para la Iglesia y para la
humanidad.»
28 de agosto de 1973
Fiesta de San Agustín
Ha descendido la noche sobre el mundo.
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«Ha descendido ya la noche sobre el mundo, oh hijo: ésta es la hora
de las tinieblas, la hora de Satanás; es el momento de su mayor
triunfo.
Cuánto me ha gustado tu oración y tu sufrimiento para reparar el gran
ultraje, la más horrible blasfemia que se haya dirigido contra mi Hijo.
Ni durante su vida pública, ni durante el proceso y su horrible
condena, mi Hijo Jesús ha sido tan vilipendiado.
Hasta en presencia del Sanedrín no se encontraron acusadores; tan limpia y
pura había sido toda su vida.
Ahora se atenta contra su pureza, se propaga una blasfemia tan
horrible y satánica que todo el Cielo queda pasmado y atónito.
¿Cómo se ha podido llegar a tanto? ¡Qué tremenda y ya inevitable
tormenta está por desencadenarse sobre la pobre humanidad!
El Papa sufre y ora; está sobre una cruz que lo consume y lo mata.
Esta vez también ha hablado, pero su voz cae en un desierto. Mi Iglesia se ha
convertido en algo más árido que un desierto. Vosotros, Sacerdotes míos,
que Yo estoy reuniendo en mi Movimiento para poner diques a este
avance de Satanás, debéis formar una fortísima barrera con el Papa:
debéis propagar su voz, debéis defenderlo, porque le tocará a Él llevar
la Cruz en medio de la más grande tempestad de la historia.
A vosotros corresponde la misión de defender el honor conculcado de mi
Hijo: con vuestra vida, con vuestra palabra, con vuestra sangre.
A vosotros corresponde la misión de juzgar y de condenar al mundo, porque
más que nunca este mundo está en poder del Maligno.
Responded, sacerdotes a Mí consagrados, a mi urgente llamada. Sed
generosos: tengo necesidad de vosotros porque los tiempos decisivos
han llegado ya.»
29-Agosto-1973
Para todos mis hijos Sacerdotes
«Cuanto te comunico, oh hijo, no te pertenece sino que es para
todos mis hijos Sacerdotes que yo amo con predilección.
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Sobre todo es para los Sacerdotes del Movimiento Sacerdotal Mariano, que
Yo amo con tiernísimo amor, a los que quiero formar y conducir de la mano
para disponerlos para su gran misión.
Por eso recoge en un fascículo todo lo que te he dicho... Tú no te ocupes de
nada de lo relativo a la impresión del libro: Tu Confesor se ocupará de esto.
Deseo que este fascículo sea difundido lo más pronto posible entre
mis Sacerdotes: será el medio con el cual los reuniré de todas partes y
con el que me formará mi ejército invencible.
Permanece siempre en mi Corazón y confía en Mí, oh hijo.»
19 de septiembre de 1973
Fiesta de la Virgen de la Salette
La Madre debe ser amada y vivida.
«Quédate en mi Corazón, hijo, y no pienses en nada de lo que hoy
deberás decir.
Yo misma hablaré, a través de ti, a estos hijos míos. Les diré todo lo
que mi Corazón desea y les ayudaré a salir de su gran aridez y
cansancio.
Pobres hijos míos: deben estar todo el día escuchando largas y complicadas
explicaciones sobre Mí, que sólo sirven para secar el corazón, para fatigar la
mente, y para quitar del alma todo impulso de afecto filial hacia Mí.
La Madre no debe ser tan estudiada, sino que debe ser amada y
vivida.
Qué poca oración se hace: la Santa Misa por la mañana, un breve Rosario
por la tarde y después nada: y todo el día charlas y más charlas.
Yo les diré, a través de ti, que para honrarme es necesario orar más
y hablar menos.
Quiero el corazón y el alma de mis hijos; quiero llenarlos de amor a
MÍ.
Quiero inflamarlos de entusiasmo, abrir sus almas de par en par
para acoger muchas gracias.
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Yo soy Madre y recompenso su venida aquí arriba con gracias
extraordinarias y la más bella de todas es que hoy todos serán inflamados en
un grande amor hacia Mí.
Y esto se realizará por medio de tu palabra, ¡oh hijo!
Háblales de mi Movimiento Sacerdotal: hay entre los sacerdotes
presentes algunos bien dispuestos que Yo he hecho venir
expresamente para esto.
Son almas bellas de Sacerdotes que Yo vengo preparando desde
hace tiempo para entrar en mi Movimiento. Ellos esperan esta llamada
como la tierra reseca espera una gota de rocío.
Acogerán mi invitación y entrarán en mi Movimiento.
Los tiempos se acercan, ¡oh hijo!, y tengo prisa: por esto te he querido aquí
en esta reunión.
Por esto debes ofrecer tu fatiga y sufrimiento; después no te detengas: las
discusiones teológicas no están hechas para ti.
Parte mañana para X, donde pasarás estas jornadas de preparación para la
primera reunión del Movimiento Sacerdotal Mariano, en la oración continua, en
la penitencia, en la unión conmigo.»
San Victorino, 23 de septiembre de 1973
Éstos son mis Sacerdotes.
«Estás ya al final de estos días de oración y de unión Conmigo.
¡Cuántas gracias te he concedido y cómo te he hecho entrar en la intimidad
de mi Corazón Inmaculado y cuánta dulzura maternal has tenido, hijo!
Pero esto no es sólo para ti, es también para tus hermanos de mi
Movimiento que mañana llegarán para la primera reunión. A través de ti Yo les
hablaré y les diré cuánto los amo.
El haberse consagrado a Mí es el medio que les permitirá entrar cada
vez más en la intimidad de mi Corazón Inmaculado, y los haré sentir
una dulzura que sólo la Madre puede hacer gustar a sus propios hijos.
Los que vendrán, desde hace tiempo han sido llamados, educados y
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cultivados por Mí. Se encontrarán enseguida como en su propia casa y
les parecerá haberse conocido y amado desde siempre.
Ahora comienza a hacerse visible el plan secreto que desde hace
tiempo venía preparando ocultamente para realizar mi gran designio;
el Movimiento de mis Sacerdotes: mi ejército dispuesto para la batalla
decisiva y destinada a la victoria.
¿Qué deben hacer ahora estos hijos míos, que por primera vez se
encuentran reunidos? Deben prepararse, deben estar dispuestos.
—A mis órdenes, porque pronto los llamaré y deberán responderme
todos, dispuestos a ser utilizados por Mí para la extrema defensa de mi
Hijo, Mía, del Evangelio y de la Iglesia.
Serán la sal en un mundo totalmente corrompido y la luz en las tinieblas que
lo habrán invadido todo.
—A luchar, porque mi Adversario desencadenará contra ellos su ejército.
Serán escarnecidos, despreciados, perseguidos y algunos hasta
asesinados.
Pero Yo estaré siempre con ellos y los protegeré y defenderé y los consolaré
enjugando todas sus lágrimas como sólo la Madre sabe hacerlo.
—A defender al Papa, que se ve ya tan solo para llevar la cruz de la
Iglesia; pues vendrá el momento en el que, como Jesús en el camino del
Calvario, será abandonado casi por todos.
Entonces estos hijos míos serán su consuelo y su defensa, y
vencerán Conmigo en la mayor batalla de la Iglesia.
Por ahora, hijos míos predilectos, orad, amaos, sed como niños: dejaos
formar y guiar sólo por Mí.
Finalmente ahora puedo contar con sacerdotes verdaderamente míos,
dóciles a mis órdenes, sensibles a mis deseos. ¡Oh sí, estos son mis
Sacerdotes! Después de tantos sufrimientos, ésta es verdaderamente la
alegría más grande que puede experimentar mi Corazón Inmaculado.
Por esto sobre todos y cada uno de vosotros hago descender mi bendición,
mi consuelo, todo mi afecto de Madre.»
24 de septiembre de 1973
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Fiesta de Ntra. Sra. de las Mercedes
Haré todo por ti.
«Al término de estos ejercicios espirituales, que has hecho Conmigo, sea
éste, tu propósito: "Permanecer siempre, en todo momento, en mi Corazón
Inmaculado en oración, para ser mi alegría, para consolarme de los muchos
dolores que me causan los pecados que cada día se multiplican en el mundo".
No temas nada, no te preocupes de nada: Yo misma haré todo por ti,
contigo, porque te amo con un amor tan grande que ni siquiera puedes
imaginarlo.
Ofréceme el fruto más bello: ¡el Movimiento Sacerdotal Mariano! Yo lo acojo,
lo bendigo y lo custodio celosamente.
No te preocupes por la primera reunión de mañana: Yo me
encargaré de todo; los Sacerdotes que quiero aquí (…) ya están en
camino y el encuentro será para todos algo maravilloso y daré a cada
uno mucho gozo. Mis Sacerdotes recibirán una gracia especial que
transformará toda su vida (…).»
Milán, 27 de septiembre de 1973
Fiesta de San Vicente de Paúl
La necedad para confundir la sabiduría.
«Tú no has entendido, hijo, que Yo he escogido la necedad para confundir la
sabiduría y la debilidad para derrotar la fuerza.
Es mi voluntad que este pequeño libro se propague así tal como es:
Éste será el medio con el que llamaré a muchos Sacerdotes a mi
Movimiento y me formaré mi ejército invencible…
Tu poca fe, tu desconfianza en Mí me aflige, hijo. ¿Qué temes? ¿De qué
tienes miedo? Ora y abandónate a Mí: deja que sea Yo sola la que
verdaderamente obre.»
13 de octubre de 1973
Aniversario de la última aparición en Fátima
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Modo de obrar diverso al vuestro.
“No te preocupes por la difusión del Movimiento Sacerdotal Mariano. Déjame
hacer a Mí, fíate de Mí. Tú ofréceme para esto tu oración y tu sufrimiento.
No mires los resultados: mi modo de actuar y de valorar es muy
diverso al vuestro.
No debéis ser muchos, sino que debéis ser santos.
Y Yo os llevaré a todos a una gran santidad, si verdaderamente todos os
confiáis totalmente a Mí.»
16 de octubre de 1973
Les daré una nueva pureza.
«Ahora tienes un momento de reposo y te invito a entrar en lo íntimo de mi
Corazón Inmaculado para ver qué abismo de amor y de dolor encierra.
El Mío es un corazón de Madre, un corazón verdadero, vivo, de Madre
verdadera y viva para todos sus hijos.
Todos los hombres, redimidos por mi Hijo, son todos también hijos
míos: lo son en el sentido más verdadero de la palabra.
También los alejados, también los pecadores, los ateos, los que
rechazan a Dios, los que lo combaten y lo odian: son todos hijos míos.
Y soy su Madre. Para muchos de ellos, soy la única Madre que tienen,
la única persona que se cuida de ellos, que verdaderamente los ama.
Y por eso mi Corazón está continuamente consumido por el dolor y por un
gran amor por estos hijos míos.
Los quiero ayudar, los quiero salvar, porque soy su Madre. Por esto sufro
por ellos, sufro sus pecados, sufro por su lejanía de Dios, sufro porque
cometen el mal, sufro por todo el mal que se hacen. Pero, ¿cómo ayudarlos?,
¿cómo salvarlos?
Tengo necesidad de mucha oración, necesito muchos sufrimientos. Sólo con
la oración y el sufrimiento de otros hijos buenos y generosos podré
salvar a estos hijos míos.
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He aquí el Movimiento de mis Sacerdotes: Yo lo quiero para reparar el daño
inmenso causado en tantas almas por el ateísmo, para restaurar en tantos
corazones degradados, la imagen de Dios, el rostro misericordioso de mi Hijo
Jesús.
Mis Sacerdotes son mis restauradores: ellos reconstruirán en muchas almas
el rostro de Dios y así llevarán a muchos hijos míos de la muerte a la vida.
Serán así los verdaderos consoladores de mi Corazón Dolorido.
Pero el mío es también un Corazón Inmaculado, o sea, un corazón de Madre
que nunca ha sido oscurecido por ninguna sombra, por ningún pecado; límpido
como un manantial, claro como la luz.
Y ahora el mismo está como anegado en todo el fango en que se hallan
sumergidos el corazón y el alma de tantos hijos míos.
Verdaderamente el Demonio de la corrupción, el Espíritu de la
lujuria ha seducido a todas las naciones de la Tierra. Ya ninguno se
salva.
Se ha extendido este velo de muerte sobre el mundo y las almas se
contaminan, aun antes de abrirse a la conciencia de la vida.
Los Sacerdotes de mi Movimiento deben restaurar en las almas la pureza y
deben combatir con firmeza al Demonio de la lujuria en todas sus
manifestaciones.
Deben combatir contra la moda, cada vez más inconveniente y provocativa;
deben combatir contra la prensa que propaga el mal y contra los espectáculos
que son la ruina de las costumbres.
Deben combatir contra la mentalidad corriente que todo lo legitima y
justifica, la moral de situación que todo lo permite.
Sobre todo, mis Sacerdotes deberán ser puros, ¡muy puros! Yo misma los
recubriré con mi manto inmaculado y los haré hombres nuevos, Sacerdotes
íntegros e inmaculados.
A los que han caído les daré una nueva pureza, los llamaré a una segunda,
más bella inocencia de dolor y de amor.
Quiero que sea el Movimiento de mis Sacerdotes el que restaure el
perfume de la pureza en el mundo: porque sólo sobre la fragancia de
este perfume, mi Hijo Jesús volverá a ser el Rey de los corazones y de
las almas.
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He aquí, Sacerdotes predilectos, qué quiere decir estar consagrado a Mí:
quiere decir vivir para Mí, quiere decir sentir como Yo, amar y sufrir conmigo
por los grandes momentos que os esperan.»
20 de octubre de 1973
La luz del Evangelio.
«¿Ves cómo todo te cansa y te deja como vacío cuando no haces todas las
cosas Conmigo?
Y te preguntas: ¿pero por qué me ocurre esto tan extraño? No son acaso las
mismas cosas que antes tanto me cautivaban y me absorbían totalmente?
¿Qué ha ocurrido ahora en Mí?
Ha ocurrido en ti, oh hijo, el hecho grande y decisivo de tu
consagración a Mí. Este acto ha sido tomado en serio por Mí y tiene en
sí la capacidad de cambiar realmente y de transformar toda tu vida.
Con el acto de la consagración tú has puesto en mis manos toda tu
vida: ahora ella me pertenece, es mía. Yo he tomado posesión de ella y
ahora, poco a poco, voy transformándola según mi voluntad.
Dulcemente te llevaré a aquella perfección que agrada a mi Corazón, y poco
a poco te transformaré en una copia totalmente semejante a mi Hijo Jesús.
Te daré un modo nuevo de ver las cosas: las verás con mis mismos
ojos. Todo lo que es del mundo no te podrá interesar; es más, dejará en ti
como una pena profunda. Dirás de estas cosas: ¡qué vanas son, qué inútiles!
Sin embargo, cuántos hermanos tuyos se dejan guiar y dominar por ellas:
ven según el mundo, viven para el mundo, malgastando así por nada el don de
su existencia.
Te daré también un nuevo modo de sentir: sentirás según mi
Corazón. Entonces tu capacidad de amar y de sufrir se potenciará
enormemente, porque sentirás, hijo, como siente el Corazón de tu Madre.
Cuánto dolor sentirás por tantos que hoy hacen vana la redención de mi
Hijo: todos los que, sin culpa suya, se descarrían, porque son víctimas
ignorantes de estos errores.
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Qué lástima ilimitada tendrás por tantos hermanos tuyos Sacerdotes
que, abandonándonos a Jesús y a Mí, no son ya fieles al Evangelio: se
hacen propagadores de muchos errores, sólo sienten y juzgan como el mundo
juzga y siente.
Han apostatado ya en su corazón, pero aún pueden ser salvados. Pueden
ser aún salvados por Mí.
Y te daré también un nuevo modo de pensar: pensarás según el
Corazón de Jesús y mi Corazón maternal, viendo cada cosa en Dios y
desde Dios, según el espíritu de Sabiduría. Te daré la Sabiduría del corazón.
Eso es: los Sacerdotes de mi Movimiento deben ser todos así. Pues si se han
consagrado a Mí, deben sentir, ver y pensar como Yo, Conmigo, porque quiero
tomar posesión de toda su vida; quiero transformarla, volverla imagen de mi
Hijo Jesús, el primogénito de muchos otros hijos míos.
¡Que se dejen formar por Mí como niños con mucha confianza y el mayor
abandono!
Entonces, por medio de ellos, volverá a resplandecer la luz del
Evangelio en este mundo invadido por las tinieblas.
Ésta es la misión de mis Sacerdotes, ser esta luz en la gran tiniebla
que se habrá difundido por toda la tierra, porque, por medio de ellos y
en ellos, Yo estaré presente en medio de mis hijos, durante la gran
purificación, para salvarlos en las horas decisivas.
Por medio de mis Sacerdotes Yo obtendré la victoria y habrá pronto
un nuevo mundo, completamente renovado por la belleza de mi Hijo e
iluminado por su luz.»
30 de octubre de 1973
Siempre con el Papa.
«Esta tarde, hijo mío, quiero comunicarte cuánta ternura siente mi
Corazón de Madre por el Vicario de mi Hijo: el Papa.
En estos momentos tan dolorosos para la Iglesia, el Papa se
encuentra solo, viviendo como mi Hijo Jesús en el huerto de
Getsemaní, sus horas de agonía y de abandono.
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Son éstos para Él, momentos de angustia profunda: su corazón está como
oprimido por una tristeza mortal, y una cruz de indecibles sufrimientos marca
las horas de su jornada.
Yo estoy a su lado como Madre para consolarle y sostenerle.
Todo el sufrimiento y toda la rebelión del mundo dejan en el corazón
del Papa una herida profunda, como todos los pecados del mundo se
acumularon sobre el Corazón de mi Hijo durante las horas de su atroz
agonía.
Hace sufrir al corazón del Papa este mundo tan alejado de Dios, la negación
de Dios por parte de muchos, esta ola de rebelión y de fango que aumenta sin
cesar y todo lo inunda.
Hace sufrir al corazón del Papa la soledad y el abandono en que se le deja.
El dolor más íntimo y mayor de mi Hijo en las horas de su agonía fue la
traición de Judas y el abandono de sus amigos más queridos, cuando tenía
más necesidad humana de ellos.
Ahora el Papa sufre por la traición y el abandono de muchos: hasta
algunos de sus más cercanos colaboradores a menudo le desobedecen
y crean dificultades. Muchos Sacerdotes por Él tan amados lo hostilizan;
muchos hijos míos, víctimas de Satanás; se burlan de Él y Lo condenan.
Cuántos, aun diciéndose cristianos y católicos, lo critican cada día, lo
contestan, lo juzgan. Verdaderamente para mi Iglesia ésta es la hora del
poder de las tinieblas.
Tú, hijo mío, a Mí consagrado, que quieres ser la alegría y el consuelo de mi
Corazón Dolorido, hazte intérprete valeroso de esta inquietud mía profunda, de
mi lamento de Madre.
Consuela el corazón del Papa con tu afecto filial, con tu oración;
comparte su sufrimiento, ayúdale a llevar la cruz hoy demasiado
pesada.
Así quiero en la Iglesia a los Sacerdotes de mi Movimiento: deben ser los
amigos, los consoladores, los defensores del Papa.
Los amigos porque llenarán su soledad con mucho amor y con mucha
oración.
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Estarán siempre con Él incluso en los momentos del gran abandono;
llevaran también con Él su cruz cuando, al igual que mi Hijo, deberán subir por
el camino del Calvario.
Junto al papa, sobre la cruz, y Conmigo, la Madre, quiero que estén
sus amigos más queridos: los Sacerdotes de mi Movimiento.
—Los consoladores, porque aliviarán su abandono y su sufrimiento y no
temerán hacerse partícipes como Él de su misma suerte, que hoy
espera a los que Yo he preparado para la extrema inmolación por la
salvación del mundo.
—Los defensores, porque serán siempre fieles a Él y combatirán contra
todos los que lo contestan y lo calumnian.
En Fátima he preanunciado para el Santo Padre estos momentos,
pero le he prometido también mi especial asistencia y defensa. Yo lo
defenderé y lo asistiré por medio de vosotros, mis Sacerdotes.
Vosotros sois mi ejército dispuesto a combatir por la Iglesia y por el
Papa. Así seréis fieles al Evangelio y por medio de vosotros obtendré
mi gran victoria.»
31 de octubre de 1973
De las manos de mi Adversario.
«Por medio de mi Movimiento, arrebataré de las manos de mi
Adversario a muchos hijos míos Sacerdotes.
Muchos de ellos se encuentran en la oscuridad y en la mayor desolación por
haber traicionado a Jesús y al Evangelio.
Más les haré ver mi Luz y sentir mi Voz, y volverán a ser mis hijos más
queridos. Vendaré Yo misma sus heridas, los curaré y los haré invulnerables a
toda otra caída.
Soy Madre y los quiero salvar porque son mis hijos.
Por tanto, ninguno se sienta perdido, por eso, ninguno desespere.
Mi Corazón Inmaculado está preparando este gran retorno de mis
hijos más queridos.»
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1 de noviembre de 1973
Fiesta de todos los Santos
Mi ejército fiel.
«Quiero que cada Sacerdote, de mi Movimiento que se me haya consagrado,
ore, sufra y obre para devolverme mi puesto en medio de mis fieles.
Hoy más que nunca "el que me hallare, habrá encontrado la vida y
recibirá del Señor la salvación".
Mi Adversario solo esto teme; y hará todos los esfuerzos para
alejarme aún más del corazón de mis fieles, para tenerme aún más
oscurecida en la Iglesia.
Ha empeñado Conmigo su más encarnizada batalla, la decisiva, en la
cual uno de los dos quedará derrotado para siempre.
Ahora, en muchos aspectos, parece que el vencedor será él, mi Adversario;
pero se avecinan los tiempos de mi gran retorno y de mi victoria
completa.
Conmigo, en la lucha decisiva, quiero tener a mis hijos Sacerdotes: serán
guiados por Mí, serán dóciles a mis mandatos, obedientes a mis deseos,
sensibles a mis requerimientos.
Habiéndose dejado poseer por Mí con su consagración. Yo misma me
manifestaré en ellos y por medio de ellos actuaré para herir el corazón de mi
enemigo y para aplastarle la cabeza con mi talón.
Pero estos Sacerdotes míos deben ahora comenzar a actuar; por
ellos quiero volver en medio de mis fieles, porque es con ellos, en torno a
mis Sacerdotes, como Yo quiero formarme mi ejército invencible.
A mis fieles adheridos a mi Movimiento, les pido:
—Que se consagren de manera especial a mi Corazón Inmaculado, no
cuidándose de formalidades externas o jurídicas, sino sólo de darse totalmente
a Mí, para que Yo pueda disponer libremente de su existencia y ordenar toda
su vida según mis designios.
Deben dejarse guiar por Mí, como niños. Deben volver a orar más, a
amar más a Jesús, a adorarlo más en su Misterio Eucarístico, para que sea el
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Sol que ilumine toda su vida. ¡Qué alegría y qué don de amor comunicará
Jesús en la Eucaristía a esos fieles a Mí consagrados!
Recen cada día el Santo Rosario para que se apresure mi gran
retorno.
—Que sean fieles al Papa y a la Iglesia a Él unida, con la total
obediencia a sus mandatos, previniendo y secundando sus deseos, propagando
sus enseñanzas, defendiéndolo de todo ataque, dispuestos a combatir hasta la
efusión de la sangre, para estar siempre unidos a Él y ser fieles al Evangelio.
Vendrá pronto un tiempo en el que sólo el que esté con el Papa
logrará permanecer en la fe de mi Hijo y salvarse de la gran apostasía
que se habrá esparcido por doquier.
—Que observen los Mandamientos de Dios y practiquen cuanto mi Hijo
Jesús ha enseñado para ser sus verdaderos seguidores. Así servirán a todos de
buen ejemplo.
Deben serlo especialmente con un austero modo de vivir, con la repulsa de
una moda cada vez más provocativa y obscena, combatiendo de todas las
maneras la difusión de revistas y espectáculos inmorales y este continuo
desbordamiento de un mar de fango que todo lo inunda.
Sirvan de buen ejemplo a todos por su pureza, por su sobriedad, por su
modestia. Huyan de todos aquellos lugares donde se profana el carácter
sagrado de su persona. Formen en torno a mis Sacerdotes, mi tropa fiel,
mi gran "Ejército Blanco".
Por medio de ellos volverá mi Luz en medio de las grandes tinieblas y mi
candor inmaculado en medio de tanta corrupción de muerte.
Estos mis fieles hijos serán llamados y formados por Mí para esta
gran misión: preparar este mundo a la gran purificación que le espera,
para que pueda finalmente nacer un mundo nuevo, totalmente
renovado por la luz y por el amor de mi Hijo Jesús, que reinará sobre
todas las cosas.»
14 de noviembre de 1973
El Demonio los teme y los odia.
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«El gran incidente de la tarde de ayer, ¡oh hijo!, te debe persuadir de que
mi Adversario se ha desencadenado ahora contra ti, que intenta todo para
dañarte; pero Yo estaré siempre contigo y no podrá tocarte siquiera un cabello
de tu cabeza ni dañarte con la más mínima herida en el cuerpo.
Soy para ti, Madre buena y celosa, vigilante y terrible contra el Maligno que
quiere hacerte daño. Mandaré a mis Ángeles, que te Custodiarán y te
protegerán de todo peligro y de toda insidia que el Maligno te tienda (…).
Sepan todos los Sacerdotes de mi Movimiento cuánto los teme y los
odia el Demonio, cuánto deberán sufrir por sus insidias.
Ahora el Maligno comienza a presentir algo, a pensar cuál debe ser mi
estrategia. Y se desencadenará cada vez mas pero Yo estaré con mis
Sacerdotes para protegerlos y defenderlos.
No les tocará ni siquiera un cabello de la cabeza, porque son mis hijos
predilectos y ahora los estoy formando y haciéndolos crecer, los estoy
preparando para que sean fuertes e invencibles en la hora de la batalla
decisiva.
Los amo, los guardo en mi Corazón uno por uno, los protejo, los bendigo.»
27 de noviembre de 1973
Aparición de Maria Santísima a Santa Catalina Labouré
Sólo para mi Hijo Jesús.
“Quiero que todos los Sacerdotes de mi Movimiento se entreguen a
Mí como niños. No deben pensar más en sí mismos; Yo Misma quiero
encargarme de ellos. Escucharé todas sus peticiones y atenderé sus deseos
más íntimos.
No deben vivir más para sí mismos; ni siquiera para su actividad
sacerdotal, que tanto los absorbe, los fatiga, los consume, pero los deja como
vacíos y alejados de Mí.
Deben vivir, en cambio, sólo para mi Hijo Jesús, poniendo en
práctica el Evangelio a la letra. Por eso deben vivir sólo por Mí y Conmigo.
Yo sola podré formarlos para una unión cada vez mayor, de mente y de
corazón, con mi Hijo Jesús; los haré obrar solo para Él, conducidos por mi
mano y bajo el dulce influjo de mi inspiración de Madre.
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Entonces ellos harán las mismas cosas, ¡pero de un modo tan diverso!
Porque serán las mismas cosas, hechas por ellos Conmigo, en ellos me
manifestaré y por medio de ellos podré realizar mi gran designio de
salvación.
Tengo, empero, necesidad de que estos Sacerdotes lleguen a ser cada vez
más míos: en el silencio, en la oración, en la humildad, en el equilibrio. Bella
cosa es cuando ellos hablan de Mí, pero cosa más grata a mi Corazón es
cuando ellos viven en Mí.
Quiero revivir en ellos para volver como Madre en medio de mis
hijos. Sean dóciles, sean humildes, sean buenos con todos, en especial con el
que está más lejos, con el que se ha perdido, con el que está desesperado.
Quiero darles mi Corazón; para ello habitúense a vivir siempre en mi
Corazón maternal.
Que no se preocupen de nada: de lo demás, de todo lo demás me ocuparé
Yo misma, para que se cumpla mi gran designio de amor.»
1 de diciembre de 1973
Primer Sábado de mes
El espíritu de rebelión contra Dios.
«Inicia este nuevo año litúrgico con mucha oración.
En mi Corazón encontrarás el refugio seguro en los muchos trastornos de la
vida de hoy.
Trastornos, angustias y tribulaciones irán en aumento, de día en día,
porque la humanidad, redimida por mi Hijo, se aleja más de Dios, y
cada vez quebranta más su Ley.
El Demonio de la lujuria lo ha contaminado todo ¡Pobres hijos míos, cuán
enfermos y golpeados estáis!
El espíritu de rebeldía contra Dios ha seducido a la humanidad; el
ateísmo ha entrado en muchas almas y ha apagado toda luz de fe y de
amor.
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Éste es el Dragón rojo, del que se habla en la Biblia. ¡Leedla, hijos,
porque éstos son los tiempos de su actuación! Cuántos hijos míos son ya
víctimas de este error de Satanás.
También entre mis sacerdotes cuántos son los que no creen ya; sin
embargo, permanecen aún en mi Iglesia, como verdaderos lobos con piel de
cordero, y pierden un ilimitado número de almas.
Ya nada puede detener la mano de la Justicia de Dios, que pronto se
desencadenará contra Satanás y sus secuaces, movida por el amor, la
oración y el sufrimiento de los elegidos.
Se preparan momentos de grandes e indecibles tribulaciones: si los
hombres lo supieran, quizás se arrepentirían.
Pero, ¿quién ha escuchado mis mensajes?, ¿quién ha captado el sentido
de mis lágrimas, de mis maternales invitaciones? Casi ninguno, pocas y
desconocidas almas por cuyos merecimientos el castigo ha sido
alejado por el momento.
Mas no pasará este año sin que una gran señal se cumpla. Orad, orad, orad
vosotras, almas por Mí elegidas, tan maternalmente preparadas por Mí.
Sobre todo, vosotros, mis Sacerdotes: abandonad las cosas vanas y
superfluas. Éstos son momentos de emergencia: es preciso que viváis
sólo Conmigo, en Mí, por Mí.
¡Estad en vela, estad preparados: pronto tendré necesidad de
vosotros porque los tiempos de mi triunfo han llegado!»
Dongo, 19 de diciembre de 1973
El triunfo de mi Corazón Inmaculado.
«Esta mañana, hijo, has venido con tu madre a mi Santuario, ante la
imagen de la Virgen de las Lágrimas que tú desde pequeño has venerado y
amado siempre, para celebrar la Santa Misa en memoria del noveno
aniversario de tu ordenación sacerdotal.
Ha sido un regalo que he querido hacerte: volver en este día acompañado
de tu madre ante Mí, que siempre te he mirado con ojos de predilección.
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Te he escogido cuando eras todavía un niño y siempre te he conducido
de la mano. Luego, jamás te he abandonado, ni siquiera cuando mi Adversario
se había enfurecido contra ti y te había arrancado de Mí y estaba ya seguro de
haber vencido para siempre.
Por ello entonces tuviste que sufrir mucho; has debido caminar a menudo en
la oscuridad y en el abandono, como desesperado de que no escuchase tu
llanto y tus gritos de auxilio.
Mas todo ha sido para un gran designio mío: te parece ahora entrever algo y
tu corazón se inunda de alegría; pero lo más bello, lo más importante todavía,
hijo, tiene que suceder.
Te he elegido y te he preparado para el triunfo de mi Corazón
Inmaculado en el mundo, y éstos son los años en que llevaré a cabo mi
designio.
Causará estupor a los mismos Ángeles de Dios; alegría a los Santos
del Cielo; consuelo y gran aliento a todos los buenos de la tierra;
misericordia y salvación para un gran número de mis hijos
extraviados; condenación severa y definitiva para Satanás y sus
muchos secuaces.
En el mismo momento en que Satanás se haya sentado como dueño
del mundo y se crea ya vencedor seguro, Yo misma le arrancaré de las
manos la presa. Se encontrará como por encanto con las manos vacías
y al final la victoria será sólo de mi Hijo y Mía: éste será el triunfo de
mi Corazón Inmaculado en el mundo.
¡Si supieran todos los Sacerdotes de mi Movimiento con qué cuidado han
sido elegidos por Mí, trabajados y plasmados para prepararlos a esta gran
misión!
Cada cosa —hasta la más insignificante— tiene en sus vidas un preciso y
profundo significado. Por eso, debe habituarse cada uno a leer Conmigo en el
libro estupendo de su propia existencia.
Les daré el don de la Sabiduría del corazón y comprenderán Conmigo
el porqué de cada una de sus cosas.
El porqué de muchas incomprensiones; el porqué de sus
sufrimientos, el porqué de sus abandonos, el porqué incluso de sus
caídas. ¡Oh, cuántos momentos de oscuridad y de agonía han debido
experimentar en su existencia estos hijos por Mí amados!
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Pero han sido para ellos momentos necesarios y fecundos; para que
Yo tomase posesión de ellos más perfectamente; para que los
desligase de todo: de su modo de ver, de sentir, de los fáciles apegos a las
cosas, a los resultados, al bien, al buen éxito; para que aprendieran a ser
sólo míos, a vivir sólo para Mí, realizando sólo mis deseos.
He querido que tuviesen la impresión de no servir para nada, de ser
tenidos por poca cosa. Les he dado el gran don de la humildad de corazón,
de la infancia del espíritu, para que pudieran sentirse solo míos y perdieran así
el apoyo y la confianza en cualquier otra cosa que no sea Yo misma.
Pero será con estos mis pobres hijos, burlados y pisoteados, con
quienes Yo haré realidad mi gran designio.
Por eso, cada uno entréguese totalmente y en todo momento a Mí: Yo les
hablaré y les manifestaré mis deseos.
No tengáis miedo a las dificultades y a las incomprensiones que encontréis
en vuestro camino. Yo estaré con vosotros y vosotros, a pesar de todo,
estaréis siempre alegres.
Para vencer la batalla que se aproxima os quiero dar un arma: la
oración.
Olvidaos de toda otra cosa y habituaos a utilizar sólo esta arma. Los
tiempos decisivos han llegado y no hay ya tiempo para ciertas cosas
vanas y superfluas. No hay ya tiempo para inútiles discusiones, no hay
ya tiempo de charlas y de proyectos: éste es sólo tiempo de oración.
Sacerdotes de mi Movimiento, ofreceos a Mí para que Yo misma, en vosotros
y con vosotros, pueda siempre rogar e interceder ante mi Hijo por la salvación
del mundo.
Tengo necesidad de vosotros y de vuestra oración para llevar a cabo
el gran designio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.»
26 de diciembre de 1973
Fiesta de San Esteban
La caricia de la Madre.
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«¡Cuánto te amo, hijo, y qué amor de predilección siento hacia ti! Debes
habituarte a entenderlo a través de tantas pequeñas cosas; de tantas
circunstancias casi inadvertidas.
Como hoy: la espléndida, luminosa jornada que te he dado.
El azul del cielo tan limpio, la claridad luminosa de la nieve acariciada por el
sol. El color de mi manto de cielo bajo el que siempre te guardo; el color
blanco de mi vestido purísimo con el que te quiero cubrir.
Estas sencillas cosas son como la caricia de la Madre para ti.
Entrégate siempre más a Mí, ¿no ves que ya tu vivir soy Yo sola?
Ahora ruega por tus hermanos: por los Sacerdotes de mi Movimiento.
Cualquier cosa que hoy pidieses para ellos, te la concederé.
Ora; aprovecha este período de reposo para entrar más en mi Corazón.
Transforma cada momento de tu jornada en un coloquio Conmigo: ¡Yo
quiero oír tu voz, hijo! Transforma todo en oración.»
28 de diciembre de 1973
Fiesta de los Santos Inocentes
Mi Iglesia será renovada.
“Tú debes ser, hijo, el consolador de mi Corazón Inmaculado. Por
esto debes vivir en cada momento fuera de ti mismo, indiferente a todo
problema personal.
Si me amas, si eres todo mío, si eres mi consolador, ¿cómo puedes tener
aún problemas personales?, ¿cómo puedes aún querer o desear algo?
Te he dado las dimensiones de mi Corazón y mis cosas deben ser la
tuyas, y mis deseos deben ser tus deseos, mis preocupaciones, mis
sufrimientos, deben ser también los tuyos.
Tú serás feliz sólo cuando permanezcas siempre y en todo momento en mi
Corazón Inmaculado.
Cuántas espinas afligen a mi Corazón: las almas que se alejan de mi
Hijo, incluso entre las fieles, cada día van en aumento. Las que hasta
ayer eran almas buenas, generosas, arrastradas por la confusión general, se
vuelven almas temerosas, inseguras, casi paralizadas.
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Las espinas más dolorosas me las proporcionan los hijos por Mí más
amados y predilectos: Los Sacerdotes.
Al lado de los que cada día traicionan, como Judas, a mi Hijo Jesús y
a su Iglesia, ¡cuántos son ya los vacilantes, los inseguros, los infieles!
Celebran la Santa Misa, administran los Sacramentos y ya no tienen fe.
Sus sacrilegios han llegado ya al límite que no puede ser rebasado sin que
sea vilipendiada la misma Justicia de Dios.
¡Si supieran estos hijos míos infieles las horribles pruebas que les
esperan, oh, quizá se arrepentirían!... Al contrario, marchan inconscientes
al encuentro de su gran castigo y en el momento decisivo no estarán
preparados.
Ahora comprende, hijo, cuánto obro Yo misma entre las almas fieles de
mis Sacerdotes.
Los llamaré y ellos me responderán; los cubriré con mi manto
inmaculado y serán invencibles. Jesús derramará sobre ellos el Espíritu
que ha llenado mi alma y serán transformados. Les daré, como sabe
hacer la Madre, a mi Hijo Jesús y a Él sólo escucharán, a Él sólo amarán, a Él
sólo anunciarán fielmente según el Evangelio. Y por ellos será enteramente
renovada mi Iglesia.
¿Qué debo hacer —me preguntas— para propagar en todo el mundo el
Movimiento Sacerdotal?
Tú permanece sólo en Mí, siempre, en cada momento, en oración: Yo
misma lo haré todo, hijo, porque ésta es mi hora.
Yo te pido sólo creer, orar sufrir, dejarte conducir de la mano y pronto
verás mis maravillas. Del año que está ya por terminar puedes aprender
muchas cosas.
Conmigo no errarás al leer los verdaderos signos de los tiempos, de
estos tiempos tan atribulados, pero por Mí tan bendecidos.»
31 de diciembre de 1973
Última Noche del Año
Se embriagan de vacío.
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«Inicia este nuevo año Conmigo, en oración.
¡En este momento cuántos son los que festejan la llegada del nuevo
año con diversiones, las más de las veces vacías y ofensivas de la gran
dignidad de criaturas amadas y redimidas por mi Hijo!
Se embriagan de vacío estos pobres hijos míos, y ¡cuán infelices son!
Tú vigila, tú ora también por ellos. Con el año nuevo se avecinan
momentos decisivos: grandes acontecimientos os esperan. Por eso,
inicia el nuevo año de rodillas orando Conmigo, hijo.
Mi Movimiento tendrá en el próximo año un desarrollo inesperado. ¿Bastará
esto a tu poca confianza para que tú puedas creer y fiarte de Mí?
¡Ahora deja que te abrace y te bendiga!, en este tiempo, que para ti es
de bendición, pero que para Mí es sólo de pena, porque pone de
manifiesto todo lo que debe acontecer antes de que Yo te pueda llevar
Conmigo y estrecharte para siempre en mi Corazón.»
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