Epidemias:causas económico-sociales y responsabilidades

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DOS CAMINOS: SACAR AL PUEBLO DE LAS CALLES
Y DARLE TIEMPO AL SISTEMA O QUE EL PUEBLO
TOME LA SALUD EN SUS MANOS
Epidemias: causas
económico-sociales
y responsabilidades
políticas
Horacio Micucci
La epidemia de dengue, dormida por el invierno, reaparecerá y el virus de la gripe
porcina ya circula en Argentina. Interesa saber si hay causas sociales, si hay medidas que se debieron tomar para evitarlas y qué se debiera hacer de aquí en más.
Es importante para saber por qué ocurrieron estas epidemias y si eran evitables.
1
CAUSAS SOCIALES DE
ENFERMEDAD
Desde los inicios de la medicina social, se ha debatido si sólo hay causas biológicas de las enfermedades
o también hay causas originadas en la opresión social, nacional y cultural derivadas de la
formación económico social.
El descubrimiento de los gérmenes hizo
creer a muchos científicos que no era necesario ocuparse de lo social para curar. La aparición de una amplia batería terapéutica creó la
ilusión de que con antibióticos se resolvía todo. Pronto se vio que los antibióticos permitían curar casos pero no evitar las epidemias.
Se actuaba como si, ante un jarro agujereado,
se agregara continuamente líquido para lle-
narlo sin tapar los orificios: el vaso se vaciaba
igual. Se curaba un caso y se producían cientos más.
¿Significa esto que de nada sirve la microbiología, la genética y la biología molecular?
Todo lo contrario. Hoy sabemos cómo influye
lo social haciendo que los factores microbiológicos y genéticos actúen. Esto es clave para la
prevención de la enfermedad y la promoción
de la salud, dando respuesta a los requerimientos médicos y sociales del pueblo.
Lo social en el Dengue.
En el dengue, conocemos el microorganismo y aún sus cepas, tenemos reactivos para
diagnosticarlo, conocemos su vector, cómo se
multiplica, cómo eliminarlo y hasta cómo renº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 121
peler su picadura. Sabemos que es preciso
descacharrar permanentemente y fumigar.
Sabíamos que había dengue en países vecinos. Sin embargo no se evitó la epidemia.
¿Qué pasó?
Hace más de 10 años que hay epidemias de
dengue en países limítrofes y esta enfermedad
tiene como vector a un mosquito que crece en
las condiciones de vida de la miseria. Planes de
fumigación y alertas en función de lo que teníamos tan cerca, eran el mecanismo de contención y se podría haber "cercado" a los primeros
casos (brote). Pero el brote se transformó en
epidemia que reaparecerá con el calor y esto no
se resolverá sin acciones sostenidas.
Se aconseja descacharrar pero ¿cómo descacharrar si se vive en casas precarias al lado
de un desarmadero de autos o de un basural?
¿Cómo poner alambre tejido contra los mosquitos en casillas cuyas puertas y ventanas
son precarias o no existen? ¿Cómo usar repelente (que escaseó y cuyo precio aumentó) si
no se sabe si se va a tener dinero para comer?¿Cómo sacar el basural a cielo abierto
(que abunda en el interior y en el conurbano)
si mucha gente tiene como única fuente de
trabajo el cirujeo allí y debe elegir entre morirse de hambre o de dengue? ¿Cómo no acumular agua en tachos si no se tiene agua corriente ni cloacas?
Es la impotencia de la ciencia ante la desigualdad social. Tal vez asistamos al que sea
uno de los más grandes saltos científico-tecnológicos de la humanidad pero, a la vez,
convivimos con la más grande desigualdad
de acceso a esos avances.
El caso de la gripe porcina
Parece que la gripe porcina tiene sus raíces
en el sistema de cría industrial de aves y cerdos, dominado por grandes monopolios imperialistas. Uno de ellos es Smithfield Foods,
la mayor empresa de cría de cerdos y productos porcinos en el mundo, con filiales en
EE.UU., Europa, China y, también, en Veracruz (México). Precisamente el primer caso
de gripe porcina fue un niño de La Gloria, al
lado de Veracruz.
Las condiciones de cría y confinamiento
de la producción industrial, sobre todo en
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PolíticayTeoría
cerdos, crean un ambiente perfecto para la
recombinación de virus de distintas cepas.
En los porcinos confinados se puede producir
el contagio de la gripe aviar y, en ellos, ese virus puede recombinarse con los de la porcina,
produciendo nuevas cepas que se contagian a
humanos. Las malas condiciones de trabajo y
la proximidad con poblaciones desprotegidas
hacen el resto. Aparentemente, la empresa
ubicada en Veracruz no cuidó el efecto de los
desechos de su producción sobre el medio
ambiente, donde se encontraba la población
de La Gloria, que sufrió el contagio. Lo mismo ocurrió antes con la gripe aviar, en el Lejano Oriente.
Si no se cumplen normas de protección al
trabajador y al medio ambiente, con una población empobrecida en las proximidades,
con desnutrición y consecuentes bajas defensas y si, además, los mecanismos de protección no funcionan por maximización de las
ganancias y desprecio por la vida del pueblo,
las condiciones sociales para el problema sanitario están dadas.
Hoy se sabe que el virus A es una recombinación con cuatro componentes: uno de
gripe porcina estadounidense, otro de gripe
porcina euroasiática, otro de gripe aviar, y finalmente, el cuarto de gripe humana. Y, primero en Canadá en un caso, y ahora en Argentina pero de forma más extendida, el
virus ha hecho el camino inverso: se ha contagiado de humanos a cerdos y el SENASA ha
declarado el alerta sanitario. La preocupación es que el cerdo es como una probeta
donde el virus puede nuevamente recombinarse. Y el resultado puede ser una cepa más
leve o una más agresiva.
El gobierno tenía que haber reconocido la
epidemia antes y explicar claramente que la
Gripe A se transmite por las gotas que se expelen al hablar, toser o estornudar que entran
a otras personas al respirar, y que esas gotas
con virus viables pueden depositarse sobre
objetos por lo que, al tocarlos y llevar las manos a la boca, nariz u ojos, producen contagio. Y que una forma simple de prevenir esto
era simplemente lavarse las manos con agua
y jabón. Pero claro, resulta que millones de
personas no tienen agua potable y menos ac-
ceso al jabón y al alcohol común. Es decir: de
nuevo condiciones de vida que favorecen la
enfermedad, que deben ser erradicadas ya y
de las que los gobernantes no se ocupan.
Condiciones de vida que impiden cumplir
otro consejo oficial: aislar al enfermo. ¿Cómo
hacerlo si se vive en casas precarias, hacinado
en una o dos habitaciones sin las mínimas
condiciones de higiene?
2
Que el pueblo tome la salud en sus
manos. En América Latina se ha desarrollado una importante corriente conocida en la mayoría de los países de la región como Medicina Social Latinoamericana
y, en Brasil, como Salud Colectiva. Una de sus
características esenciales es la confluencia de
grupos de científicos y trabajadores sanitarios con los movimientos populares con el
objetivo de dar elementos para que ellos mismos protagonicen la lucha por su salud.
La Medicina Social Latinoamericana tiene viejas raíces. Abreva en el movimiento de
medicina social europeo corporizado en Rudolf Virchow, destacado patólogo alemán conocido por ser uno de los primeros que analizaron las causas sociales de la enfermedad,
que pensaba que la medicina es una ciencia
social. Coherente con sus ideas, Virchow participó con las armas en la mano en la Revolución alemana de 1848.
Seguidores de Virchow emigraron a América a principios del siglo XX y, por ejemplo,
en Chile tuvieron influencia en una generación de estudiantes de medicina, entre ellos
un joven que luego sería presidente: Salvador
Allende. Un ejemplo importante para la Medicina Social chilena ocurrió en 1918: los
obreros del salitre, en el norte desértico, promovieron paros en distintas industrias, con el
objetivo de obtener beneficios y mejores condiciones de trabajo. Luis Emilio Recabarren,
su carismático dirigente y organizador, enfatizaba sobre el efecto destructivo en los trabajadores, de la desnutrición, las enfermedades
infecciosas y la mortalidad prematura.
Durante cerca de tres décadas, Recabarren y sus camaradas, promovieron luchas
obreras para obtener reformas radicales como único camino viable para cambiar el patrón de enfermedad y mortalidad que afecta-
ba a los más oprimidos.
En Brasil, el Movimiento de Salud Colectiva, tuvo como bandera que el proceso saludenfermedad-atención debía ser encarado colectivamente para transformarlo. Sin embargo, habiendo sido un enorme movimiento nacional, fue llevado a la confluencia con el
proyecto del PT, y así esterilizado de sus potencialidades revolucionarias.
La derrota de las experiencias de la URSS y
China Popular (particularmente el colapso
de la primera) generaron en el seno de la Medicina Social en América un debate entre dos
caminos: reivindicar el origen revolucionario
de la corriente que asumía aspectos teóricos
del materialismo histórico o volver a trillados
caminos socialdemócratas en sus viejas o remozadas versiones.
Este es el debate hoy, adentro y afuera de la
medicina social: ayudar o no a que el pueblo
tome su salud en sus manos. Pueblo conformado por quienes necesitan un sistema sanitario de prevención y curación de la enfermedad y promoción de la salud y también por los
profesionales y demás trabajadores sanitarios
que sufren condiciones inhumanas de labor.
La opción es que el pueblo siga en las calles con formas de decisión democráticas directas o que, en el mejor de los casos, “participe” limitado al esquema del Estado
existente: peticionar a través de los representantes de la “institucionalidad” que en realidad están ocupados en cómo hacer que la crisis la pague el pueblo sin chistar.
¿Exageración alarmista, conspiración
minoritaria, ensayo de guerra biológica...?
Algunos consideran que la difusión alcanzada por el tema de la epidemia de influenza
A (gripe porcina) es una exageración. Se dedican a contar el número de muertos, argumentando que es menor a los de la gripe estacional, o a las de otras enfermedades.
Nosotros no creemos que el pueblo deba
“elegir” entre los males que lo aquejan.
Sabemos que la gripe porcina no es el único problema. Sabemos que el dengue acecha y
que, seguramente, volverá. Sabemos que ni siquiera se conoce con exactitud el número de
chagásicos. Sabemos que tenemos SIDA, tuberculosis, las poliparasitosis, la desnutrición
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y, en fin, la vida indigna a que se somete a la
mayoría de los habitantes de nuestra patria.
Pero también sabemos que el dengue primero y la influenza A después han puesto de
manifiesto una forma más en que la crisis la
está pagando el pueblo. Que el tema en debate es quién paga la crisis y si la clase obrera y el
pueblo asumen en sus manos los mecanismos
para asegurar que esa crisis la paguen quienes
la causaron y se enriquecieron con ella.
La influenza A (como el dengue antes) ha
puesto de manifiesto:
1. el colapso, ineficiencia e inexistencia de
un verdadero sistema de salud y la desprotección de los sectores oprimidos de la sociedad
2. la causa social de enfermedad, que hace
unos meses era discusión entre sanitaristas
de izquierda y ahora se puede ver en múltiples programas de televisión..
3. las condiciones de trabajo del personal
de salud, su precariedad de empleo, su insuficiente cantidad, etc.
4. la combinación explosiva de elecciones y
epidemia. El ocultamiento en unas elecciones en las que no se trató de la crisis económica y una de sus consecuencias, la crisis social agravada montada sobre una base de
miseria y de pobreza crónicas.
5. la total imprevisión de los gobiernos.
Ante un virus desconocido se debiera proceder de inmediato como nivel máximo de riesgo. Sin embargo, aún hoy se sigue evitando
declarar una emergencia nacional y la unificación de medidas para evitar destinar a salud fondos que se dedicarán, por ejemplo, al
pago de una deuda externa ilegitima, ilegal y
fraudulenta.
No se trata de contar los muertos para saber si la influenza A es más o menos peligrosa
(aunque es todavía prematuro, desde el punto
de vista epidemiológico, sacar conclusiones ya
que nuevas recombinaciones o mutaciones
pueden variar la situación). Minimizarla contribuiría a ocultar las responsabilidades políticas de quienes debieron actuar y no lo hicieron, a tapar las carencias sanitarias que se han
puesto en evidencia para millones, a dejarnos
inermes ante futuros males que seguro vendrán y, lo que es peor, a favorecer a quienes
(gobierno y oposición dentro del régimen)
quieren sacar al pueblo de las calles.
Se trata entonces, de aprender y ayudar a
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PolíticayTeoría
generalizar experiencias como la de los cuerpos
de delegados de Terrabussi y Astilleros Río
Santiago, de La Matanza, y de los campesinos
de ASOMA que se han decidido a tomar en sus
manos la defensa de su salud y, también, de las
luchas que están desarrollando los profesionales y trabajadores sanitarios en distintos lugares haciendo públicas sus inaceptables y peligrosas condiciones de trabajo.
Hay quienes ven en la difusión de la epidemia de Gripe A una maniobra “destituyente”. El objetivo de salvar las responsabilidades del kirchnerismo es evidente. Los
sufrimientos del pueblo no son inventados,
no son parte de una realidad que “construyen” los medios. Son reales, con responsables y beneficiarios concretos.
Otros lo suponen un invento de un grupo
farmacéutico para vender antivirales.
Nunca negamos el negocio de Roche y
Glaxo Smith Klein con los antivirales (aunque sería bueno decir que ahora en Argentina
inició su producción ELEA, empresa a la que
algunos consideran nacional pero que es parte del grupo CHEMO, con sedes en Barcelona,
Italia, Suiza, China y Europa oriental, alianzas empresariales con BAGÓ de Rusia y que
recientemente compró el 20% de Gas Natural BAN). Hemos denunciado varias veces
que las empresas fabricantes de los antivirales, cuyas acciones estaban en baja hasta hace
pocas semanas, repuntaron con la epidemia
de Gripe A y que el antiviral se venderá en las
farmacias, para los que no los reciban del Estado, a precios inalcanzables. Que no había
barbijos o valían mil por ciento más que hace
dos meses. Pero simplificar la cuestión a un
invento de un par de monopolios para vender
más, sería reducir el tema y contribuir a la
parálisis del pueblo.
Otros dicen que es una práctica de guerra
bacteriológica de un país imperialista. Tampoco negamos que es seguro que varias potencias estudian esto para su guerra bacteriológica y por eso insistimos en que nuestras
fronteras son permeables y hacen de esto un
problema estratégico de Defensa Nacional
que no se debe minimizar. Pero si nos quedamos allí, también minimizamos las causas, se
nos escapan responsables cercanos y, nuevamente, contribuimos a la parálisis del pueblo,
alejándonos de su sufrimiento inmediato.
En suma, las epidemias pusieron de manifiesto las carencias sanitarias, el colapso del
sistema y la falta de planes de prevención y
curación de la enfermedad, la falta de personal sanitario y la precariedad y los bajos salarios con que trabaja. Y que todo es consecuencia de un sistema y sus beneficiarios
contra los cuales se puede y debe luchar, también en el campo sanitario.
Medidas urgentes en la situación
Por esta epidemia, pero no sólo por ella, sino también porque, en esta situación, otras
enfermedades y las ya existentes así lo exigen,
es preciso poner en práctica de inmediato medidas (como las propuestas por la Corriente
Nacional de Salud Salvador Mazza), cuyo elemento clave es la discusión, decisión y control
de la población de los planes de acción y asignación de fondos, a través de multisectoriales,
cuerpos de delegados, asambleas barriales,
comisiones internas, delegados manzaneros,
centros de estudiantes, junto con trabajadores, técnicos y profesionales de la salud.
Ante la desidia, la inoperancia, el engaño y
el lucro de los gobiernos gerenciales, los ex gobernantes en ejercicio y los opositores, que se
preocuparon más del festival electoral que de
este drama, sólo el pueblo salvará al pueblo.
3
A las causas sociales respuestas
sociales. La epidemia de dengue, la
fiebre porcina, el Mal de Chagas, la
tuberculosis, etc. exigen no sólo respuestas
médicas. Los ranchos, las casas precarias
con hacinamiento, la convivencia directa con
animales para la supervivencia, la falta de
alimentos y agua potable, son causas de
enfermedad.
Por eso es ineludible dar respuestas sociales a las causas sociales: casas dignas, en lugares dignos, cloacas y agua corriente, tierra
para el que la trabaja y, en fin, trabajo y salarios adecuados para asegurar pan, educación
y, en consecuencia, salud.
Lograrlo está en manos de la clase obrera,
del pueblo y de los luchadores revolucionarios, patrióticos y populares. ///
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