Poesía religioso-mística La época de Felipe II era el tiempo tanto de

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Poesía religioso-mística
La época de Felipe II era el tiempo tanto de mayor esplendor como del ocaso por ciertas crisis interiores
dado a la Contrarreforma y el Concilio de Trento, los cuales produjeron un contraataque católico
ortodoxo. Empezó el Tribunal del Santo Oficio, conocido como “La Inquisición,” que se enarcgó de la
persecución de los que no fueron cristianos viejos. Por un lado siguieron el Renacimiento y el
humanismo porque el propósito de estos movimientos no era religioso.
La poesía mística se trata de la unión mística con Dios. La figura central fue San Juan de la Cruz,
considerado tanto la cumbre del misticimso como la cumbre de la poesía mística. Sus influencias
principales eran la Biblia (y su poesía) y la poesía italianizante (Garcilaso).
“Para entender el significado de su poesía conviene recordar las ideas acerca de las tres vías o caminos
de la perfección espiritual:
Vía purgativa o de purificación, es el primer estado en que el alma se limpia de las
imperfecciones producidas por las pasiones desordenadas. Esto se logra con el arrepentimiento,
la penitencia y los sufrimientos físicos.
Vía iluminativa, estado en que el alma, ya purificada e iluminada, enseñada por Dios, comienza
a comprender o al menos a ver las grandes realidades espirituales; es decir, el alma conoce a
Dios.
Vía unitiva, aquí el alma, purificada de toda impureza y libre de toda ataudura humana, vuela a
Dios con el cual se une en matrimonio místico, en que solo existe la más alta expresión de amor
purísimo” (Sánchez-Romeralo e Ibarra 181).
Algunos elementos del misticismo:
Se define como “doctrina religiosa y filosófica que enseña la comunicación inmediata y directa
entre el hombre y la divinidad, en la visión intuitiva o en el éxtasis” (RAE).
Está presente en las tres religiones monoteístas;
Hay una sensación de amor, no sólo para Dios, sino para la humanidad y el universo;
La mente de una persona mística parece adquirir percepciones profundas de la armonía divina
del universo, y a la vez rechaza la realidad de la vida cotidiana;
Se coloca a un plano más alto que la “intuición” – no es común, pero sí es divino (Pattison y
Bleznick 136-7).
Vías purgativa, iluminativa y unitiva (de Wikipedia)
Para la unión del alma con Dios se establecía el seguimiento de tres vías, procedimientos, pasos o fases,
según el Tratado espiritual de las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva de Bernardo Fontova
(Valencia, 1390-1460), cartujo en Vall de Crist;4 y que repetiría Juan de Palafox y Mendoza, obispo de
Puebla, en Varón de deseos en que se declaran las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y
unitiva (1642):5
Vía purgativa: el alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración.
Las atracciones por sí mismas no tienen por qué ser malas pero sí lo es el apego o gusto que
provocan en la memoria, porque la impide orientarse plenamente hacia Dios. La privación
corporal y la oración son los principales medios purgativos.
Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y
completamente a la voluntad de Dios. El alma se halla ya limpia y en un desamparo y angustia
interior inmensos, arrojada a lo que es por sí sola sin el contacto de Dios. El demonio tienta
entonces y el alma debe soportar todo tipo de tentaciones y seguir la luz de la fe confiando en
ella y sin engañarse mediante una continua introspección en busca de Dios. Pero ha de ser
humilde, ya que si Dios no quiere, es imposible la unión mística, pues la decisión corresponde a
Él.
Vía unitiva: el alma se une a Dios, produciéndose el éxtasis que anula los sentidos. A este punto
sólo pueden llegar los elegidos y es muy difícil describirlo con palabras porque el pobre
instrumento de la lengua humana, ni siquiera en forma poética, puede describir una experiencia
tan intensa: se trata de una experiencia inefable. El hecho de haber alcanzado la vía unitiva
puede manifestarse con los llamados estigmas o llagas sagradas (las heridas que sufrió Cristo en
la cruz), con fenómenos de levitación del santo y con episodios de bilocación (es decir,
encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). El santo, porque ya lo es al sufrir este tipo de
unión, no puede describir sino sólo aproximadamente lo que le ha pasado.
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