10 grandes mitos en la historia de la ciencia

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10 GRANDES MITOS EN LA
HISTORIA DE LA CIENCIA Y
LA TECNOLOGÍA
Luis Sánchez Graillet
2
¿Para qué sirve la historia?
Pensar que la historia no es otra cosa sino el
recuento objetivo y neutral de los sucesos
humanos resulta una suposición por demás
ingenua
3
Una visión más crítica de la historia revela, en
cambio, que los diversos grupos humanos han
utilizado la historia para diversos propósitos y
fines concretos, adecuando sus narraciones
históricas a sus fines específicos.
4
Así, la historia se ha utilizado para:
• Justificar guerras, conquistas y agresiones.
• Legitimar la permanencia de un régimen.
• Abogar por el predominio de una clase o
grupo social.
• Legitimar el predominio y continuidad de
ciertas instituciones y prácticas sociales.
5
Desde luego, cuando grupos sociales distintos,
con propósitos y objetivos diferentes, relatan un
mismo acontecimiento, sus historias pueden ser
diametralmente distintas. Así, la historia de la
conquista de México luce en los relatos
españoles muy diferente a como se ve en los
relatos indígenas.
6
La “edición” de las historias
El que un mismo acontecimiento pueda narrarse
de maneras muy diferentes responde al hecho de
que todo relato histórico supone un cierto
trabajo de selección, ordenamiento e
interpretación del material oral y documental
disponible.
7
Y esos materiales de la historia pueden, desde
luego, seleccionarse, ordenarse e interpretarse
de maneras tales que los relatos históricos
resultantes “digan” precisamente lo que los
grupos sociales interesados desean que esas
historias expresen.
8
A lo largo del tiempo han existido, ciertamente,
falsificaciones históricas viles. Pero en realidad
la manera más usual de hacer relatos históricos
a modo no es la alteración burda de los hechos,
sino el trabajo sutil de “edición”, que resta o
suma importancia a los hechos seleccionados
por el historiador, y los presenta en una cierta
interpretación, como si ella fuese “natural”.
9
Para un ejemplo muy sencillo de la manera
como pueden funcionar estos mecanismos de
“edición” histórica consideremos una imagen
icónica de la Revolución Mexicana que todos
nosotros conocemos: la de la “adelita”.
10
Esta imagen, que hemos vista reproducida en
innumerables ocasiones, se presenta como el
relato ideal de la mujer revolucionaria,
combatiente y aguerrida.
11
Sin embargo, esa imagen a la que estamos tan
habituados es en realidad parte de una fotografía
más amplia, la que raramente se reproduce
completa, pues se ha favorecido la reproducción
aislada del fragmento en que aparece la joven
“adelita” descendiendo del tren.
12
La versión completa de la foto revela que la
joven adelita probablemente no está
descendiendo del tren, sino solo asomándose.
Segundo, revela que la joven es parte de un
grupo de mujeres que están viajando, con toda
probabilidad, adentro del vagón del ferrocarril.
Esto último es el dato más importante. Pues por
regla general las tropas revolucionarias y las
mujeres que les acompañaban no viajaban
dentro de los carros, sino encima de ellos.
13
Por lo que se sabe, las únicas mujeres que
viajaban dentro de los carros del ferrocarril eran
las mujeres de los oficiales y las prostitutas que
acompañaban a los batallones. De modo que al
ver la imagen completa queda la seria duda de si
la famosa “adelita” fue en realidad una de esas
mujeres combatientes de la revolución. Este caso
nos muestra como con un cambio sutil de edición
puede lograrse que un documento histórico “diga”
cosas sutilmente distintas.
14
Los usos de la historia de la ciencia
Los científico, en tanto que grupo social con
intereses particulares, no han escapado de modo
alguno a la tentación de utilizar la historia de la
ciencia para servir a ciertos fines parciales e
interesados.
15
Aquí hay que considerar que si bien desde finales
del siglo XVIII empezaron a escribirse en Europa
historias de las diversas ciencias, no fue en
realidad sino hasta la década de 1930, en el siglo
XX, cuando los historiadores profesionales
empezaron a ocuparse de la historia de la ciencia.
Antes de ello la práctica totalidad de las historias
de la ciencia habían sido escritas por los propios
científicos.
16
¿Pero qué implicaciones tiene el que los propios
científicos fuesen los autores de esas historias de
la ciencia?
Para responderte a ti mismo esa pregunta,
piensa un momento: si tuvieras que escribir un
relato sobre tu propia vida, ¿cómo lo harías?
¿Presentarías crudamente todos tus errores y
defectos, o procurarías, más bien, hacer un
trabajo sutil de “edición” para lograr un retrato
tuyo lo más positivo posible?
17
Bueno, pues los científicos pensaron lo mismo, y
se dedicaron a producir retratos de la historia de
la ciencia altamente positivos, en los que ésta
aparece como una disciplina enteramente
racional, con capacidad para resolver de manera
concluyente todas las interrogantes sobre la
naturaleza, y a la comunidad científica se la
presenta como unificada, noble y desinteresada.
18
Esta actitud tenía sentido entre los siglos XVIII y
XIX, cuando la ciencia estaba aún luchando por
hacerse de un lugar dentro de la sociedad
europea, y era de vital importancia para los
científicos justificar la necesidad y la
importancia social de su labor.
19
Hacia finales del siglo XIX esta ansia de las
comunidades científicas por hacerse de un lugar
dentro de la sociedad se conjuga con el naciente
interés de los Estados nacionales por
presentarse como “progresistas”, utilizando su
apoyo a las labores de investigación científica
como muestra de que también ellos estaban
trepados en el “tren del progreso”.
20
Y es precisamente en las últimas décadas del
siglo XIX cuando se crea el modelo tradicional
de la historia de la ciencia, el que forma parte de
la “visión heredada”: una historia lineal, de
progresos continuos y acumulativos,
completamente lógica y racional, y en la que no
hay disensos, en la que la ciencia ha llegado a
develar los misterios de la naturaleza, tras luchar
contra las fuerzas de la ignorancia.
21
Solo que para que pudiera construirse una
imagen tal de la ciencia se requirió de mucho
trabajo de “edición”, evitándose la mención
ciertos hechos, o sobredimensionando la
importancia de otros, a la vez que eliminando las
referencias a los disensos, y reinterpretando
artificialmente a la historia de las ideas
científicas como un proceso lógico, lineal,
consistente y continuo.
22
Pero si algo han encontrado los historiadores
profesionales que durante el siglo XX se han
dedicado al estudio de la historia de las ciencias
es que al analizar ésta a detalle se encuentran
cada vez menos hechos que apoyen está visión
tradicional de la historia de la ciencia.
23
Los usos de la historia de la tecnología
Por una variedad de razones, la historia de la
tecnología ha tenido una tradición menos rica y
prolongada que la de la historia de la ciencia.
Ello no supone, sin embargo, que la ésta no se
haya también “editado” a modo para cumplir
con ciertos fines interesados.
24
Particularmente, la historia de la tecnología se
ha utilizado desde el siglo XIX para dos fines
bien claros. El primero de ellos, ganar prestigio
para una cierta nación, al presumirse ésta como
la cuna de una serie de importantes invenciones
tecnológicas.
25
El segundo, justificar la imposición de ciertos
ordenamientos sociales, económicos y del
trabajo, como el resultado, supuestamente
inevitable, de ciertos “progresos” tecnológicos.
Tal es el caso de los relatos tradicionales de la
llamada “Revolución Industrial”, que hacen
parecer al proceso de proletarización de las
sociedades como una consecuencia inevitable de
la tecnología.
26
En ambos casos, sin embargo, la historia
profesional de la tecnología realizada durante las
últimas décadas del siglo XX ha mostrado que
muchos supuestos y atribuciones de la historia
más tradicional de la tecnología son
sencillamente insostenibles.
27
La fabricación de “mitos” en la
historia de la ciencia y la tecnología
Cuando en una narración se descontextualiza, se
exagera, se deforma o se interpreta de manera
marcadamente sesgada a un personaje o a un
evento histórico ahí, decimos, se está
construyendo un “mito” histórico.
28
Estos “mitos” históricos raramente son mentiras
absolutas, siendo mucho más común que
contengan alguna cierta dosis de evidencia
aceptable, y no son, de manera alguna,
patrimonio exclusivo de una cierta clase de
historia. Antes bien, se les puede encontrar en
cualquier tipo de historia… incluida, por
supuesto, la historia de la ciencia y la tecnología.
29
Otra cosa a tener en cuenta es que con
frecuencia estos mitos no han sido producidos
intencionalmente con la finalidad de
engañarnos. Más frecuentemente sucede que
quienes escriben relatos históricos se dejan
llevar, al momento de “editar” su información,
por sus particulares preconcepciones, prejuicios
e intereses de grupo, lo que quedan expresados
en las interpretaciones sesgadas y las sutiles
deformaciones contenidas en sus relatos
30
Hechas estas advertencias, podemos hacernos
ahora la siguiente pregunta: ¿de qué manera se
han “editado” las historias de la ciencia y la
tecnología para dar lugar al surgimiento de
ciertos mitos? Las posibles maneras de alterar
un relato histórico para generar un mito son
muchas. Mencionaremos solo algunas de las que
más frecuentemente se han dado en la historia
de la ciencia y la tecnología.
31
1. Evitar mencionar que cierto descubrimiento o
ley, que ahora se considera correcto, fue alguna
vez seriamente cuestionado, o incluso
rechazado por la comunidad científica.
2. Evitar mencionar que la decisión sobre un
problema científico estuvo mucho tiempo en
suspenso, y que al final se resolvió no por
argumentos científicos, sino por razones de
otra índole.
32
3. Evitar mencionar los antecedentes de una idea
o los predecesores de un descubrimiento o
invención, para que ésta parezca entonces
como enteramente “original”.
4. Evitar mencionar que un cierto invento tuvo
problemas cuando intentó aplicarse en la
práctica, y que al final tuvieron que hacérsele
tantas modificaciones que en realidad ya no
era el mismo invento.
33
5. Evitar toda mención sobre los efectos nocivos
de ciertas prácticas científicas o tecnológicas
en la sociedad o el ambiente, para no dar una
imagen negativa de ellas.
6. Omitir en las biografías de científicos e
inventores toda referencia a sus intereses
personales o afiliaciones políticas o religiosas,
a fin de que parezca que su labor de
investigación fue neutra y desinteresada.
34
7. Enfatizar la falta de resultados o la carencia de
construcciones teóricas ciertas prácticas precientíficas, para que estas luzcan como
“irracionales”, y la ciencia, por contraste, como
“racional”.
8. Hablar de científicos que no se conocieron y
que vivieron en épocas diferentes como si
hubiesen estado trabajando en un “mismo
problema”. Ello enfatiza artificialmente la
sensación de continuidad en la historia de la
ciencia.
35
9. Crear la impresión de que cierto desarrollo
científico o tecnológico era “inevitable”. Eso se
logra no dando cuenta de las alternativas que
se presentaron en la historia para resolver ese
problema científico o tecnológico por otras vías
distintas.
10. Evitar mencionar a los técnicos y auxiliares
que participan en el proceso de investigación,
de manera tal que el científico o el inventor dé
la impresión de ser un “genio solitario”.
36
Y podríamos mencionar otros procedimientos de
“edición” utilizados en la escritura de la historia
de la ciencia y la tecnología, pero con los
mencionados basta para hacernos una idea de
las maneras, a veces poco conscientes, como se
han construido ciertos mitos históricos en
relación a la ciencia y la tecnología.
37
Procedamos ahora a ver algunos ejemplos
concretos, diez distintos, de “mitos” en la
historia de la ciencia y la tecnología,
considerando cada uno de ellos no solo como un
mito aislado, sino como representante de una
cierta familia o categoría de mitos históricos.
38
1.- El mito del origen ilustre:
El mito del origen griego
¿Te has percatado de que parecería como si
todas las ciencias y técnicas se hubiesen
originado en la Grecia clásica? ¿Nunca te ha
parecido sospechoso el que aparentemente todo
el conocimiento humano se originara en un solo
lugar y en una misma época histórica?
39
En realidad el supuesto origen griego de la
mayoría de las ciencias y técnicas es por demás
cuestionable para la mayoría de éstas, pues es
fácil demostrar que entre los pensadores griegos
y los trabajos de los científicos de los siglos XVI
y posteriores no hay sencillamente ninguna línea
trazable de continuidad histórica. Caso clásico
de esto es el supuesto descubrimiento del
“átomo” por Demócrito y otros filósofos griegos.
40
En realidad parece que las únicas ciencia en las
que sí existió una línea de continuidad entre los
antiguos griegos y la Europa moderna fueron la
geometría y la astronomía. Lo que sucede es que
a partir del Renacimiento la antigüedad griega
clásica adquirió gran prestigio intelectual…
prestigio que los primeros historiadores de las
ciencias querían para sus respectivas disciplinas.
41
De ahí esta insistencia, bien clara en las historia
de la ciencia del siglo XIX, por otorgarles a casi
todas las disciplinas científicas un origen
legendario y prestigioso en la Grecia Antigua.
42
2.- Los mitos del pasado irracional:
El mito de la alquimia
El mito del pasado lejano ilustre suele tener un
curioso complemento: el mito histórico de que
los antecedentes inmediatos de una cierta
disciplina científica fueron irracionales, falsos y
no-científicos.
43
El caso típico de esto es el de la alquimia y la
química: tradicionalmente se ha presentado a la
primera como un falso saber, lleno de tonterías y
supersticiones, que fue posteriormente
suplantado por la práctica racional y científica
de la verdadera química.
44
Lo que las investigaciones históricas serias han
encontrado es que entre la alquimia y la química
moderna hay más continuidades que saltos, y
que muchos conocimientos y prácticas
aceptados por los químicos de los siglos XVII,
XVIII y XIX provienen directamente de la
tradición y la práctica alquímica.
45
Lo que sucedió fue, más bien, que los primeros
químicos exageraron los contrastes entre la
química y la alquimia, con el fin de desacreditar
a esta última, y hacerse así de un espacio
exclusivo, como las únicas personas facultadas
para investigar sobre la materia. Situaciones
similares ocurrieron también, por ejemplo, entre
la astrología y la astronomía.
46
3.- El mito del “genio”:
La imagen idealizada de Isaac Newton
Una de las cosas que interesaron más a los
primeros historiadores de la ciencia fue hacerse
de figuras llamativas, a las que pudiera
presentarse como grandes “genios”, y que
encarnaran todas las virtudes de la naciente
ciencia. Y una de las figuras predilectas para ello
fue la de Isaac Newton.
47
Fue así que por siglos se creó un retrato
tremendamente idealizado de Newton, en el que
este aparece como poseedor de todos los
atributos deseables del científico, el que se
aderezó además con detalles anecdóticos poco
probables pero muy pintorescos, como el célebre
episodio de la manzana.
48
Sin embargo, tales retratos ideales de Newton se
fabricaran pasando por alto una serie de
aspectos importantes de su vida, contrarios a la
imagen ideal que quería propagarse. Así, por
ejemplo, el hecho de que Newton se consideraba
a sí mismo como un “alquimista”, o que la mayor
parte de los escritos que hizo se refieren a
cuestiones de misticismo bíblico, y no a
cuestiones científicas.
49
Situaciones así han ocurrido con otros muchos
personajes notables de la historia de la ciencia y
la tecnología, cuyas vidas se han popularizado en
relatos parciales, sesgados y poco fidedignos:
Galileo, Pasteur, Darwin, Lavoisier, Edison,
Einstein, y un largo etcétera.
50
4.- El mito de la laicidad científica:
El caso de los fósiles
Una cosa en las que ha insistido la historia
tradicional de la ciencia es la idea de que ésta es
independiente de toda determinación social; lo
que incluye, por supuesto a la religión. En el
relato ideal los científicos aparecen como
personas que toman sus decisiones científicas
con independencia a cualquier creencia religiosa
personal.
51
En la práctica las cosas han sido muy distintas a
veces, y a lo largo de la historia se han dado
muchos casos de científicos que han antepuesto
su fe religiosa a cualquier prueba empírica. Un
caso histórico ilustrativo al respecto es el de los
fósiles. El problema con éstos es que si uno
acepta que estas formaciones son restos de seres
vivos ahora extintos, ello supone contradecir el
relato literal de la Biblia acerca de la creación.
52
Para muchos científicos era imposible aceptar
que el relato bíblico sobre la creación fuese
erróneo. De modo que, contra toda prueba,
negaron que los fósiles fuesen restos de
organismos vivos, y propusieron, en cambio,
algunas teorías tan poco plausibles, como que los
fósiles eran formaciones creadas por procesos
inorgánicos, o que se trataba de los restos de los
animales que Dios ya no quiso acabar de crear, y
que quedaron “atorados” en las piedras
53
Quizá la peor de estas interpretaciones era la que
decía que los fósiles habían sido creados por
Dios, ¡para poner a prueba nuestra capacidad de
creer literalmente en la Biblia!
La aceptación generalizada de que los fósiles son
restos orgánicos no se dio sino hasta las últimas
décadas del siglo XIX.
54
5.- El mito de la neutralidad política:
El caso Lysenko
Así como a la ciencia se la supone independiente
del todo con respecto a la religión, lo mismo se
asume respecto a la política: en las historias
tradicionales o bien se guarda siempre silencio
sobre las motivaciones políticas de los
científicos, y se nos deja creer que la ciencia se
conduce con absoluta autonomía respecto a
cualquier determinación política e ideológica.
55
En realidad la historia muestra que la ciencia
siempre ha estado implicada de una u otra
manera con intereses políticos. Tal vez el caso
más extremo al respecto sea el de Trofim
Lysenko, un agrónomo ruso que se opuso
férreamente, por razones más ideológicas que
científicas, a la teoría mendeliana de la herencia.
Trofim Lysenko (1898-1976)
56
Lysenko defendió una versión de la teoría de la
herencia adquirida de Lamarck, y desarrolló una
serie de métodos poco ortodoxos y con pocas
bases científicas que supuestamente
aumentaban la productividad de las cosechas.
Lysenko tuvo éxito en persuadir al dictador
Stalin de sus ideas, y llegó a ser el científico más
influyente dela URSSS. Desde esa posición
decretó que la única teoría correcta era la suya, y
persiguió, encarceló y exilio a los investigadores
que trataron de defender la teoría de Mendel
57
El de Lysenko fue un caso muy extremo, pero a
lo largo de la historia no ha sido inusual que un
régimen político haga suya una cierta idea
científica o pseudo-científica, que sea favorable a
sus intereses, y la imponga a la fuerza como la
única teoría “científica” correcta. Casos así
fueron el de la “ciencia” nazi, o la actual política
en los Estados Unidos para prohibir la
enseñanza de la teoría de la evolución.
58
6.- El mito del consenso general:
La teoría abiogénica del petróleo
Algo en lo que ha insistido mucho la historia
tradicional es en la idea de que en la ciencia
puede llegarse a acuerdos universales sobre todo
tema de posible controversia. Eso en realidad ha
sido falso para una gran cantidad de asuntos
científicos relevantes. Aquí la táctica de esas
historias ha sido acallar tales controversias, y
hablar de esas cosas sujetas aún a discusión,
como si estuvieran ya decididas.
59
Un caso histórico interesante a este respecto ha
sido el de la controversia sobre el origen del
petróleo. Lo que muchos libros no dicen al
respecto es que desde el siglo XVIII diversos
científicos, Berthelot, Mendeleiev y Alexander
von Humboldt entre otros, han defendido la idea
de que el petróleo no se originó a partir de los
restos organismos vivos, sino por procesos
totalmente inorgánicos.
60
Ya en el siglo XX, el físico Thomas Gold dirigió
un par de perforaciones, destinadas a poner a
prueba la teoría del origen abiogénico del
petróleo. Los resultados fueron muy favorables
para esa teoría y contrarios para la teoría del
origen biológico, pero la reacción de la
generalidad de la comunidad científica fue
atacar el experimento sobre bases endebles, o
sencillamente ignorarlo.
61
Hasta la fecha no hay pruebas absolutamente
conclusivas a favor o en contra de alguna de las
dos teorías, pero seguimos enseñando la teoría
biogénica del petróleo como si esta fuera una
cuestión ya decidida. Situaciones similares han
ocurrido con una buena cantidad de
controversias científicas.
62
7.- El mito de la apertura científica:
Werner y la tectónica de placas
Uno de los supuestos tradicionales sobre la ciencia
es que ésta es una institución abierta a recibir y
atender evidencias e ideas de cualquier fuente,
siempre en pro del avance del conocimiento. En
realidad esto no suele funcionar así, pues los
grupos científicos son comunidades bastante
cerradas, que no atienden a nadie que provenga de
fuera, aunque tal situación suele callarse.
63
Un caso histórico que ilustra bien esto es el de
Alfred Wegener, quien en la década de 1910
propuso seriamente la teoría de que las masas de
tierra continentales se movían lentamente a través
de las eras geológicas. Esto es lo que actualmente
conocemos como la “teoría de las placas
tectónicas”.
Alfred Wegener (1880-1930)
64
Cuando Wegener presentó su teoría ésta recibió el
más furibundo de los rechazos por parte de la
comunidad geológica, y ello a pesar de que
Wegener presentó algunas pruebas bastante
sólidas. No obstante, el furioso rechazó de los
geólogos contra Wegener se centró no las pruebas
presentadas, sino en un hecho accesorio: que
Wegener era meteorólogo y no geólogo, y no tenía,
según esto, derecho alguno a opinar sobre la
materia.
65
Wegener murió aún joven, cuando trataba de
alcanzar con una expedición el Polo Sur.
Evidencias empíricas posteriores mostraron que
tenía razón. Pero aún estando él vivo se dio el
caso inaudito de que la Asociación Americana de
Geólogos Petroleros convocara a un congreso
internacional especialmente destinado para
atacar su teoría de la deriva continental.
66
8.- Los mitos del poderío tecnológico:
El mito de la inventiva norteamericana
Al leer la mayoría de las historias de la tecnología
hechas en los Estados Unidos uno queda con la
seria impresión de que más de la mitad de los
inventos importantes del siglo XX fueron creados
por los norteamericanos. Y eso, por supuesto, nos
hace pensar que el talento inventivo de éstos debe
ser la causa de su poderío tecnológico e industrial.
67
Lo que no suele decirse es, primero, que aunque
muchos inventos importantes ciertamente se
perfeccionaron o comercializaron en los Estados
Unidos, en realidad versiones funcionales de los
mismos ya se habían inventados antes en otros
lugares. Y tampoco suele decirse que muchos de
esos inventos fueron creados por científicos e
inventores europeos, que emigraron a EUA tras
las Guerras Mundiales.
68
La cantidad de los desarrollos tecnológicos
importantes que los norteamericanos se han
adjudicado alguna vez como suyos, y cuya
autoría es cuestionable, incluyen entre otros
muchos: la luz eléctrica, el aeroplano, la
explotación industrial del petróleo, la televisión,
las computadoras, la radiodifusión, los plásticos,
los cohetes espaciales, los refrigeradores, el
transistor, y un largo etcétera.
69
Lo que aquí sucede es, más bien, que la imagen de
un gran poderío tecnológico forma parte de la
imagen general de poderío que los Estados Unidos
han querido proyectar en el mundo entero desde
inicios del siglo XX. Y si para poder presumir tal
poderío tecnológico debe “editarse” un poco la
historia… pues, se hace. En mucha menor medida
una cosa similar ha sucedido también con las
historias de la tecnología hechas en Francia,
Inglaterra y Alemania.
70
9.- El mito del determinismo tecnológico :
El sistema de producción y distribución
eléctrica de Edison
Una característica interesante e importante en
muchas de las historias de la tecnología es que
éstas tienden a justificar la existencia de ciertos
aparatos o prácticas tecnológicas, a través de
relatos en los que el aparato o práctica en
cuestión se presenta como si hubiese sido la
única alternativa viable para la solución de un
cierto problema, o como la mejor posible.
71
Esta postura se conoce como determinismo
tecnológico. Éste puede definirse como la
creencia de que la tecnología avanza con una
lógica técnica propia y necesaria, y que es la
tecnología la que determina nuestras formas de
vida social, y no al revés. Un caso ilustrativo al
respecto es el la tecnología de producción de
energía eléctrica.
72
¿Te has preguntado por qué no tenemos cada
uno de nosotros un pequeño generador eléctrico
en casa, en vez de tener que comprar electricidad
a una gran planta generadora central? Hay
ciertas razones técnicas que justifican tal
situación, pero en realidad ninguna de estas es
contundente, y de haber sido algo diferente la
historia, quizás cada hogar podría tener su
pequeña planta eléctrica. Después de todo, los
pequeños generadores se inventaron antes que
las grandes centrales eléctricas.
73
Sucedió, sin embargo, que el hombre que
empezó a fabricar en serie los primeros aparatos
eléctricos para el hogar, Thomas Alva Edison,
fue también el primero en darse cuenta que el
verdadero negocio no estaba en vender focos y
tocadiscos, sino en vender la corriente eléctrica,
pues así podría hacerse de clientes cautivos.
Edison inventó así el concepto de una gran
central eléctrica, que surte a los hogares y
establecimientos en un área de distribución.
74
Su éxito financiero fue tremendo, y a partir de ahí
muchos otros competidores copiaron el modelo. Y
ello retraso e inhibió el desarrollo de pequeños
generadores domésticos, los que hubiesen podido
hacerse más eficientes y económicos de haberse
continuado trabajando en ellos. Y nos habituamos
a depender de la gran central eléctrica…
75
10.- El mito del fundamento seguro:
Egas Moniz y la lobotomía frontal
Uno de los supuestos más importantes de la
visión tradicional de la ciencia es que los
científicos trabajan a partir de fundamentos
experimentales seguros y evidencias firmes. Son
muchos los episodios históricos en los que esto
no ha sido el caso, pero uno de los más
impactantes y terribles fue el de la lobotomía.
76
La lobotomía frontal fue un proceso quirúrgico
inventado por el neurólogo portugués Antonio Egas
Moniz. Este consistía en cortar las conexiones entre
el lóbulo frontal y el resto del cerebro, y se suponía
que tal procedimiento podría mejorar la condición
de pacientes con condiciones psiquiátricas severas.
Antoni Egas Moniz (1875-1955)
77
Por su trabajo Egas Moniz ganó un premio
Nobel de medicina, y la lobotomía se volvió un
procedimiento popular entre las décadas de
1930 a 1950. El procedimiento se hizo popular
porque al desconectar el lóbulo frontal el
paciente perdía mayormente la capacidad de
tomar decisiones, y su personalidad quedaba
deteriorada, hasta el punto de convertirse en un
ser dócil, fácilmente manejable en las
instituciones psiquiátricas.
78
Por fortuna, la lobotomía ya no se práctica más, y
en muchos países ha sido legalmente prohibida. A
menudo se ha alegado que el procedimiento era,
para la época en que se inventó, el único medio
posible de tratar a ciertos pacientes. Actualmente
se acepta, sin embargo, que la lobotomía no
mejora la condición del paciente, sino que destruye
su mente, y que en esas décadas se abusó del
procedimiento, aplicándolo a pacientes que de
modo alguno lo hubiesen requerido.
79
Desde el punto de vista científico lo más grave fue
que en realidad el doctor Egas desarrolló el
procedimiento sin contar con ninguna prueba
sólida de su utilidad terapéutica, y ni siquiera
una teoría de su posible efectividad. Simplemente
probó a ver qué sucedía, y sin más ensayos
clínicos se aceptó la operación. A la distancia este
episodio se considera como una de las mayores
pifias en la historia de la ciencia y de los premios
Nobel.
80
Concluimos de esta manera con nuestro
repaso de algunos de los mitos de la
historia de la ciencia y la tecnología.
Esperamos que a partir de ahora tu
visión al respecto sea mucho más
crítica, atenta e inquisitiva.
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