Mitos, ritos, símbolos

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Mitos, ritos, símbolos - Fernando Schwarz (Biblos, Bs.As., 2008)
Capítulo 6 El mito y el arquetipo
Importantes estudiosos han afirmado que los mitos representan la “espina
dorsal” dogmática de las sociedades tradicionales; son su “carta pragmática”. Para
Claude Lévi-Strauss, su carácter esencial consiste en que no son producidos por
mentalidades individuales sino que se nos imponen por el peso de la tradición.
Este redescubrimiento del poder significante del mito y de su valor regenerador
reclamó muchos esfuerzos a nivel académico; en su momento un gran número de
investigadores pusieron en duda su “seriedad”.
En el cuadro general de las teorías evolucionistas que dominaban el pensamiento
antropológico del siglo pasado, los mitos fueron apreciados como expresión de un
esfuerzo intelectual para explicar el mundo y también como la manifestación de un
pensamiento confuso, primitivo, irracional, “embrionario”, según George Frazer “el
fruto de creencias que resultan de un análisis confuso de la realidad”.
Cuando las teorías de la etnología comenzaron a analizar sobre el terreno, con la
finalidad no solamente de coleccionar los hechos sino de interrogarse de manera precisa
sobre su entorno, los puntos de vista que acabamos de resumir pronto aparecieron
bastante indefendibles. Estas gentes con las que se podía vivir, conversar, razonar,
vivían manifiestamente con los pies sobre la realidad que las rodeaba, a pesar de que
ésta difería en ciertos aspectos de la realidad occidental. Era evidente que ninguna
insuficiencia intelectual estorbaba la eficacia de las relaciones de estos hombres con su
medio: no confundían los sueños con la realidad, ni las cosas con las palabras. A partir
de entonces, nada podía justificar la hipótesis del recurso inevitable a relatos
fantasmagóricos para sostener los planteamientos de un pensamiento mal asegurado y
de una percepción confusa.
El mito, relato de los orígenes
Los mitos, a diferencia de los cuentos, son reconocidos como verdaderos por las
sociedades tradicionales. A partir de su significado de “palabra” o “relato” –mythos en
griego-, el mito debería entenderse como la verdadera palabra; es el mito el que
transmite las verdades arquetípicas de los hombres gracias a su lenguaje poético,
accesible a todos.
A menos que no sean transmitidos más que por simple solicitud, como sucede
con los cuentos, los mitos se presentan como la explicación de las preguntas
fundamentales, adelantada por la misma sociedad.
El mito no puede transmitirse más que por el verbo, es decir, de boca en boca; es
la expresión del verbo creador. Expresa siempre el origen de algo, de cómo vinieron a la
existencia el cosmos, el hombre, etc.; remite a un tiempo primordial, al cual se refiere
sin cesar como la matriz de todos los tiempos presentes. En el mito los nombres de los
dioses ocupan el lugar de los conceptos.
Pero el mito no implica sólo la revelación de secreto de los orígenes sino
también la posibilidad de aprender cómo reencontrar y hacer resurgir estas fuerzas
originales cuando desaparecen y son necesarias a las comunidades o al individuo.
La función esencial del mito es fijar modelos ejemplares de todos los ritos y de
las acciones humanas significantes. Por ello para el hombre de las sociedades
“primitivas” y tradicionales el mito –al contrario de los supuesto por el hombre
moderno- expresa una verdad que revela la sacralidad, y esta irrupción de lo sagrado es
lo que fundamenta realmente un mundo coherente, le da sentido y vitalidad.
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