CARTA DEL PRESIDENTE JUAN CARLOS ESTÉVEZ, presidente del Consejo General de Procuradores GRACIAS POR TANTOS Y TAN INCONDICIONALES APOYOS E n estos momentos la Procura se enfrenta a una situación agridulce como consecuencia de sendos anteproyectos de ley aprobados por el Gobierno. Nos referimos en primer lugar al que reforma la Ley de Enjuiciamiento Civil, por el que se potencia significativamente la figura del procurador, manteniendo su singularidad. Así, se le hace concurrir con plenas competencias en ámbitos tan esenciales como es el de las ejecuciones judiciales y los actos de comunicación, ostentando la condición de autoridad pública y aportando un importante ahorro económico, tanto en tiempo como en dinero, para la Administración y, sobre todo, para los ciudadanos. Sobre estas complejas y delicadas funciones los procuradores hemos recibido el apoyo y la felicitación de prácticamente todos los ámbitos de la Administración de Justicia, tanto a nivel institucional, encabezados por el propio ­Ministerio, como personal, predominando el argumento de que con ello se resolvería de una forma jurídicamente correcta, ágil y eficiente, un mal endémico como es el de los injustificables retrasos en la acción ejecutoria de nuestros tri­ bunales, así como el desmesurado y, en ocasiones, excesivamente lento y costoso proceso de realización de actos de comunicación. Frente a esta vertiente de talante constructivo y consonante con el proceso de modernización que pide a gritos la sociedad en relación a la Justicia, en la que tan profundamente nos hemos implicados los procuradores, se posiciona el segundo Anteproyecto al que aludía, relativo a los Colegios y Servicios Profesionales. Presentado por el Ministerio de Economía, parte de un gran 4 Procuradores • Nº 104 desconocimiento de nuestro particular derecho procesal y de las funciones reales que ostentan los procuradores, de ahí su intento de formalizar legalmente la compatibilidad entre la Procura y la Abogacía. Son innumerables las razones que desacon­ sejan esta desafortunada medida desde cualquier aproximación jurídica, económica o social, y así nos lo han hecho saber prestigiosos juristas tanto a título personal como institucional. La especialización en el ámbito del Derecho y, sobre todo, en el de la acción judicial, reco­ miendan la ancestral incompatibilidad entre ambas profesiones, amén de otros innumerables argumentos de los que ya hemos dado viva cuenta a los responsables políticos de una medida que, de llevarse a cabo, afectaría gravemente a la Justicia en su proceso de modernización, a su eficiencia, y lo que es más importante, a su acercamiento a los intereses y pretensiones de la ciudadanía. Por todo ello, desde estas páginas quiero expresar mi más sincero y profundo agradecimiento a los innumerables mensajes de adhesión recibidos desde todos los ámbitos de la sociedad, y que para nuestra profesión suponen un estímulo muy importante a la hora de seguir colaborando y empeñándose en lograr una Administración de Justicia plenamente acorde con lo que la sociedad espera de ella, que no es otra cosa más que el convertirse en firme base del orden como clave última del bienes­ tar y del progreso. De no ser así, la Justicia se alejaría más de los ciudadanos e implicaría un grave retroceso en su camino a la ya ineludible modernización.