Breve estudio de HISTORIA DE UNA ESCALERA

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BREVE ESTUDIO DE
LA OBRA HISTORIA DE UNA ESCALERA
Recuerda que:
• El teatro es un espectáculo, se difunde ante las masas, ante una
colectividad; es por ello que, en tiempos de censura y represión,
es uno de los géneros literarios más “controlados”.
• La década de los 50, literariamente hablando, está dominada por el
“realismo”.
Contexto histórico-temporal
Ten en cuenta que el acto III se sitúa “en nuestros días” (obra
estrenada en 1949), el II, veinte años antes, y el I diez años antes.
Fíjate en cómo va indicando el autor en las acotaciones los cambios
en el vestuario y en el aspecto físico de los personajes.
La obra refleja asimismo una España pobre, acuciada por estrecheces
económicas que condicionan la vida de los personajes e incluso actúan
como un “fatum”, un destino fatal que los aboca al fracaso y a la
muerte de sus ilusiones (claramente, por ejemplo, en el caso de
Fernando padre, aunque también desde el principio queda claro su
carácter pasivo y acomodaticio: todo lo deja para mañana).
El TIEMPO
es uno de los temas clave en el teatro de Buero
Vallejo: su paso fugaz, el rastro que deja, cómo el pasado interfiere
continuamente en el futuro…Es evidente su papel en Historia de una
escalera, obra en la que, además de reflejar la realidad, adquiere un
valor simbólico. Fíjate en las reflexiones que Fernando hace sobre
este tema en el acto I.
Contexto espacial
Por otra parte, los cambios producidos en LA ESCALERA – único
escenario de la acción dramática- son mínimos, se moderniza un poco,
pero su esencia sigue siendo la misma (fíjate, nuevamente, en las
acotaciones del principio de cada acto). Evidentemente, esa escalera,
simboliza la existencia humana, el ciclo de la vida que se repite una
y otra vez, protagonizado por unos seres que “suben” y “bajan”
incesantemente por ella, repitiendo las acciones, las intenciones, los
amores, los desencuentros... El paralelismo entre la historia de la
segunda y la tercera generación es obvio. Así, Buero logra unir fondo
y forma: la puesta en escena (no olvides que es teatro, concebido para
ser representado en un escenario ante un público) sitúa en primer
plano a esta escalera que vertebra la acción dramática y que,
simultáneamente, simboliza el devenir de la vida, el flujo vital
cíclico al que se ven sometidos quienes la recorren diariamente (en
este caso los “dramatis personae”, pero también, cómo no, los
espectadores en el curso de su vida).
1
Realismo y simbolismo
Tradicionalmente, se ha divido la producción teatral de Buero en
obras de dos tipos: realistas (reflejo directo del mundo real. Pej.
Historia de una escalera) y simbolistas (buscan presentar la realidad
por medio de símbolos y/o de personajes simbólicos . Pej. En la
ardiente oscuridad). El propio Buero ha negado tal dicotomía,
insistiendo en que realismo y simbolismo no son sino dos caras de la
misma moneda: la búsqueda de la Verdad (con mayúscula, con valor
ético; una verdad dolorosa, pero necesaria, como la que aflora en el
clímax del acto III cuando todos dejan de fingir y se dicen a la cara
lo que piensan).
Piensa la trascendencia que puede adquirir este tema en la
España de la posguerra, dividida por el odio y el resentimiento
(¿quién no tenía un muerto al que llorar?), escondida tras el miedo y
el silencio, llena de apariencias y falsas verdades.
Tras las sainetescas y tópicas disputas entre vecinos, tras los
asuntos sentimentales personales de estos hombres y mujeres late un
tema mucho más profundo, un tema que la censura nunca hubiera
permitido abordar de modo explícito: el de una sociedad (representada
por los miembros de la comunidad) en la que las frustraciones y los
viejos odios dominan a los seres humanos, una sociedad en la que las
viejas heridas no están cerradas, sino a flor de piel; unas
generaciones que, atrincheradas en esos odios y obcecadas en sus
propias frustraciones, quieren mantenerlos a toda costa en los
jóvenes. Pero nuevamente hemos de estar atentos a la voz del autor,
reflejada en las acotaciones: “sus miradas, cargadas de una infinita
melancolía, se cruzan sobre el hueco de la escalera sin rozar el grupo
ilusionado de los hijos” (acto III y final de la obra). Buero parece
haberles concedido una segunda oportunidad; el futuro, los jóvenes,
los niños que nacerán, suelen abrir, en el teatro de Buero, la puerta
de la esperanza. Pero no es una esperanza nítida, incuestionable y
obvia, sino sutil,
apenas intuida por el espectador atento y
sensible. Y muy frágil: los hijos recorren casi paso a paso el camino
de los padres, utilizan casi idénticas palabras. Podrían estar
abocados al mismo desenlace. Bien es verdad que falta en esta escena
final un elemento simbólico que marca dramáticamente la caída del
telón al concluir el acto I: la lechera cuyo contenido se derrama a
los pies de Carmina y Fernando tras exponer éste los sueños en cadena
con los que piensa construir su futuro (¿quién no conoce el cuento de
La lechera y su moraleja?).
Así pues, El ESPACIO (=escalera) y el TIEMPO adquieren un claro
valor simbólico en Historia de una escalera1, a pesar de que los
personajes y sus conflictos son los de la España de su tiempo.
Asimismo, para Buero el teatro es experimentación, y la
introducción de estos elementos simbólicos, bien organizando la obra,
bien soterrados, pero dominando la puesta en escena, como ocurre en
Historia de una escalera, es un modo de crear que aspira, como hemos
dicho, a la búsqueda de la VERDAD Y A ENFRENTAR AL ESPECTADOR CON SUS
MIEDOS Y FRUSTRACIONES, CON SUS PROPIOS DEMONIOS.
1
Fíjate que estos elementos simbólicos sustancian el título de la obra: Historia (el paso del tiempo) de una
escalera.
2
La búsqueda de la verdad. La catarsis.
Se ha definido a Buero Vallejo como “un trágico de nuestro
tiempo” ¿Por qué?
La tragedia es una forma dramática cuyos protagonistas se ven
enfrentados de manera inevitable contra el destino (una fuerza ciega,
la fatalidad, el sino, el hado o fatum). El desenlace es funesto.
Lo esencial de la tragedia radica en que los espectadores se
sienten identificados con los personajes que aparecen en el
escenario2, quienes padecen las grandes pasiones humanas (amor, odio,
celos, desengaño, ambición…) y han de ENFRENTARSE A LA VERDAD. Si el
dolor que todo ello produce, unido al desenlace trágico, logra calar
en el espectador se produce la CATARSIS O PURIFICACIÓN: el espectador
sufre y padece, se enfrenta a un destino que no le deja escapatoria y
sucumbe a él; se enfrenta a sus propias pasiones, a sus propios
temores y, al mismo tiempo, disfruta del alivio de ser consciente de
que él no está abocado realmente a un destino trágico. Producir esta
empatía, esta identificación,
es la esencia del arte: por eso
lloramos leyendo un libro o viendo una película, por eso nos emociona
la música y nos impacta la pintura; aquello que nos deja indiferentes
no nos hace ni sufrir, ni gozar.
Como ya hemos comentado, la aparente cotidianidad de Historia de
una escalera encierra lectura mucho más trascendente: las falsas
apariencias, la fingida “normalidad”, los odios escondidos y los
temores, la verdad oculta tras esas dos Españas que viven aún bajo los
antiguos rencores de la guerra; una realidad con la que el espectador
puede identificarse y aprender a mirar de frente a la verdad.
Pero también una realidad que va más allá de su momento
concreto (1949) y que puede vincular al hombre de nuestros días: la
frustración de nuestros sueños, la hipocresía, el no saber admitir que
uno se ha equivocado, no pueden ni deben empañar el futuro. Es nuestra
responsabilidad, de todos y cada uno de los espectadores/lectores,
evitar que esto suceda. Es una catarsis colectiva3.
2
Los personajes no son ni buenos ni malos, sino humanos, con virtudes y defectos,
lo que los acerca al espectador.
4.-Pero la tragedia es según Buero sustancialmente esperanzada. Como ya hemos comentado, se
abre una pequeña puerta a la esperanza, representada en las generaciones más jóvenes y en la
libertad personal; el destino no puede ser determinante. Algunas veces, no obstante, la
situación final en el escenario aparece cerrada y sin solución alguna. Es entonces cuando la
esperanza se traslada del todo al espectador. La acción catártica de la tragedia propicia
«que el espectador medite las formas de evitar a tiempo los males que los personajes no
acertaron a evitar».
3
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