1. Antonio Buero Vallejo

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1. Antonio Buero Vallejo
Es necesario hacer un esbozo de la vida de Buero Vallejo para entender el origen de la esencia dramática de su
obra. Los hechos que más le marcaron durante su vida fueron sin duda el fusilamiento de su padre a manos del
bando republicano y su prolongada estancia en prisión. A pesar de las circunstancias en que murió su padre,
Buero Vallejo no abandonó nuca su ideología republicana; en 1937 se incorpora a la milicia para luchar y es
destinado al frente del Jarama y posteriormente al de Aragón. Al finalizar la Guerra Civil es detenido por
adhesión a la rebelión. Fue condenado a muerte, pero tras 8 meses, esperando cada día su fusilamiento, le es
conmutada la pena por casi 7 años de cárcel. En prisión fue compañero de Miguel Hernández hasta la muerte
de éste.
Es lógico pensar que estas experiencias marcarán profundamente su obra. Buero Vallejo combina realismo,
simbolismo y crítica social y presenta unos personajes imperfectos y casi siempre atormentados por una
sociedad miserable de la cual es prácticamente imposible escapar. Es humanista: defiende la dignidad del
hombre enfrentándolo a una realidad dramáticamente problematizada. En su producción literaria predomina
igualmente la búsqueda de la verdad, la libertad y la justicia. Como él mismo decía, el hombre no es libre
porque no puede conocer el misterio que le rodea. Su obra es de carácter trágico y tiene siempre un tono de
denuncia social.
Sus personajes suelen tener taras físicas o psíquicas y normalmente no se reducen a simples esquemas o
símbolos, tienen personalidades complejas que evolucionan a lo largo de la obra. Además, la crítica ha hecho
una distinción entre personajes activos y personajes contemplativos. Los primeros no tienen escrúpulos, se
mueven por egoísmo o interés y no dudan en usar la violencia si les parece que con ello podrían conseguir sus
objetivos. Los personajes contemplativos, en cambio, viven angustiados en un mundo demasiado pequeño y
sin esperanza; son conscientes de sus limitaciones pero sueñan imposibles, por lo que nunca cumplen sus
deseos y se ven abocados al fracaso. No obstante, Buero Vallejo no utiliza una contraposición maniqueísta del
bien y del mal.
La obra de Buero Vallejo supuso una renovación del género dramático español por dos bandas. La tragedia
contemporánea, sus personajes de aquí, la vida cotidiana con la que se podría identificar cualquier ciudadano
español de a pie. El otro aspecto renovador es el teatro histórico que representa una revisión del conflictivo
pasado y pretende iluminar el presente. Presenta la miseria física y psicológica de la posguerra y refleja la
crisis de España.
2. Historia de una escalera
Historia de una escalera es un retrato de la sociedad española de la posguerra. Refleja el paso del tiempo
contrapuesto a la tediosa y monótona realidad inmóvil de tres generaciones de familias que viven en la misma
escalera, la vida de personas que no logran salir de su pobreza y ven como sus sueños de juventud se
convierten en miseria. La obra se representó por primera vez en octubre de 1949 y tuvo una muy buena
acogida de la crítica causando a la vez un gran impacto por su realismo y su crudeza. Ese mismo año recibió
el Premio Lope de vega por Historia de una escalera.
El presente trabajo no pretende ser un apunte o un resumen de Historia de una escalera, sino que pretende
analizar aspectos más concretos que aparecen en la obra y que tienen como referente el contexto social del
momento en España. Por este motivo, se omite la explicación del argumento o la descripción de los
personajes.
ACTO I
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Se habla de la subida de precios de la luz, de la leche, de las patatas, etc. a raíz de la visita del cobrador de la
luz (pág. 58). Después de la Guerra Civil, España está sumida en una crisis, las rentas per cápita bajan, así
como la producción agrícola e industrial. El gobierno de Franco intenta instaurar un sistema político
autárquico para el autoabastecimiento de la población. El gobierno controla prácticamente todos los sectores
de la vida social y económica con resultados bastante positivos en un principio inmediato. Pero al cabo de
poco tiempo, la combinación de intervencionismo y autarquía que impide las importaciones genera un activo
mercado negro y un debilitamiento de la industria por la escasez de bienes de equipo, materias primas y
energía, que sólo se podían obtener en el extranjero. Además, el bloqueo internacional no permite la
exportación. En definitiva, los efectos de la guerra y la ineficaz política económica sumen a España en una
depresión y un total desequilibrio entre precios y salarios.
Más adelante aparecen las huelgas de la metalurgia (pág. 60). Es una consecuencia más de las políticas
franquistas, enlaza con lo que ocurre arriba. La industria se encontraba en una situación precaria: sin capital ni
inversiones y además la maquinaria había ido quedando obsoleta. Franco había prohibido los partidos
políticos y cualquier tipo de oposición y había intentado un aire corporativista a España permitiendo la
existencia del sindicato vertical Central Nacional−Sindicalista, que agrupaba a la patronal y a los obreros. Las
medidas económicas franquistas y la situación del país eran desfavorables para ambos colectivos.
Personalmente creo que, en la obra, Urbano, que es el que alaba al sindicato, fundamenta su visión de un
futuro mejor y sus ganas de luchar por él en la inocencia, en una ilusión pueril y utópica. El margen de
libertades era mínimo aunque la CNS fuera legal, y dentro de la organización, los obreros dependían
totalmente de la patronal y sobretodo de las decisiones del Ministerio de Trabajo. Urbano refleja en ese
momento la credulidad de la sociedad, la ignorancia en parte debida a la manipulación de los medios de
comunicación y a la persecución de cualquier manifestación que no coincidiera con las que provenían del
gobierno.
También se habla de una agencia que emite certificados y permisos, en la que trabaja don Manuel (pág. 72).
Es una crítica a la burocratización de la Administración. Durante el franquismo se tendía claramente al
centralismo y los funcionarios, accedían al puesto por tradición familiar, o sinó debían estar vinculados de
algún modo a la Falange (debían tener valores de lealtad al régimen). Esto suponía una ralentización de las
gestiones, en ocasiones con afán de lucro, a la vez que una buena arma de control social.
ACTO II
Han pasado diez años desde el primer acto, y no ha cambiado nada desde entonces. Se sigue observando,
como a lo largo de toda la obra, la mentalidad cerrada y tradicional de la época, los prejuicios, las mentiras, la
total y absoluta hipocresía, el qué dirán y el conformismo de los personajes, que aunque parece que quieran
prosperar, no hacen nada para lograrlo.
Se muestra la educación que recibían las mujeres, su papel secundario en la sociedad aunque denominado
nuclear en muchas ocasiones, por ser las encargadas de mantener en pie a la familia y tener hijos. (pág. 86).
Cuando muere el padre de familia, las mujeres no pueden hacer más que coser y lamentarse, porque salir a
trabajar era cosa de hombres.
ACTO III
Pasan 20 años más, y en esencia la escalera no ha cambiado, sigue siendo miserable. Han blanqueado las
paredes, puesto timbres, y demás detalles, pero la escalera sigue igual, incluso se hacen continuas alusiones a
la barandilla rota y al paralelo envejecimiento del edificio y de los vecinos que siguen viviendo allí.
Aparece un nuevo tema que se presenta con dos personajes. Dos nuevos vecinos, bien vestidos, uno joven y
otro más mayor, que hablan del alquiler de los pisos y de las ventajas que tienen los que viven en la escalera
desde hace años (pág. 98). Durante el franquismo se gestó también una cierta especulación inmobiliaria que se
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consolidaría durante la etapa del desarrollismo (años 60 y 70). Se dio especialmente en las grandes ciudades.
Se entiende que durante la Guerra Civil se destruyeron edificios de viviendas que en los años posteriores se
tuvieron que arreglar o reconstruir. Aunque la situación económica española en general no era buena, las
familias del régimen y el funcionariado sí se enriquecían, por lo que se podían permitir tener más de una
residencia. En esta línea se iba gestando la especulación que, aunque no es igual, no difiere tanto de la de la
actualidad. Los dos hombres hablan de hacerse con los pisos de los inquilinos de siempre, renovarlos y
quedárselos para ellos o para alquilarlos.
Hacia el final del acto aparece claramente la dialéctica del eterno retorno que encierra las vidas de los
personajes de la obra. En el primer acto dos jóvenes, Fernando y Carmina, viven un romance platónico
prohibido por sus familias, de manera se acaban casando con otras personas, también vecinos de la escalera.
Este hecho refleja los condicionantes de la sociedad de los que ellos no se saben desprender. Treinta años
después, Fernando y Carmina hijos se encuentran en la misma situación: están enamorados pero sus familias
les prohíben verse e incluso hablar. Se crea una situación tensa y violenta, de enfrentamiento directo entre las
dos familias en la escalera. El espectador ve como los padres de ahora incurren en los mismos errores en que
cayeron los padres de entonces, que los jóvenes siguen haciéndose ilusiones e imaginando proyectos de
futuro, haciéndose promesas que, por la experiencia anterior, sabemos que no se cumplirán. La situación es la
misma hasta tal punto que Fernando hijo utiliza exactamente las mismas palabras y expresiones para seducir a
Carmina que su padre utilizara treinta años antes: ambiente sórdido, incomprensión, la vulgaridad que les
rodea, etc.
La obra concluye así, con la pelea y las promesas de futuro que Fernando le hace a Carmina a pesar de la
prohibición que pesa sobre ellos; no hay un final cerrado. Al espectador le queda un sabor de boca agridulce,
o incluso amargo, al ver el retrato de un colectivo que ya le es familiar abocado a la miseria sin solución
aparente, encerrado en un contexto social conservador, pobre y gris. Es comprensible que cuando se estrenó la
obra por primera vez, en 1949, el público quedase impresionado por el realismo con que se presenta la miseria
que seguramente hasta cierto punto ellos también compartían.
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