Luz, calidez, finos rayos iluminan mi habitación. Es domingo, tal vez sea especial. Pienso, imagino, siento, escucho desde mi cama. Aún todos siguen dormidos; eso me gusta; me permite apropiarme de mi tiempo antes que todos; los niños, mi mujer, se levanten y lo llenen todo de vida, de ruido, suban, bajen, discutan, jueguen y también, porque no, me hagan sentir más vivo. Me visto a media luz, bajo a penas deslizándome, no quiero que despierten, al menos no ahora. La cocina espera intranquila abrir los párpados, que levanten sus persianas. También quiere participar de este día, luminoso y cálido. Así lo hago y se expande la luz por todos los rincones. Me asomo a la ventana y todo está como siempre y eso es bueno, nada fuera de lugar, aunque algo invita a respirar el ambiente de un día de primavera ahí fuera. Más tarde habrá tiempo. La luz evoca recuerdos de viajes y lugares lejanos, momentos de felicidad, de plenitud. Pero ahora lo que necesito es ocupar el silencio con mi música, la quiero como compañía, como ingrediente añadido a ésta mañana, condimento de vida, alimento de mente y alma, melodías, ritmos, notas y acordes. Ahora ya sí, ahora ya puedo centrarme en ellos, en mi familia, en preparar algo especial, especial porque es para hoy, ¿bizcocho?, ¿tortitas?, ¿algún bollo o dulce?, no importa, hay tiempo, y es un tiempo pleno, un tiempo para compartir, un tiempo dulce. ¿Y si salimos al jardín? y si compartimos el día con el césped, los arboles, el olor a madera caliente de los muebles de la terraza, los pájaros y sus trinos. Solo hay árboles delante, y cielo abierto, no hay ladrillo, no hay cemento, y eso también me gusta. Sí, venzo la pereza inicial, decido prepararlo todo, todo para disfrutar ahí fuera nuestro desayuno, sin prisas, conversando sobre cualquier cosa; de los planes para la tarde, de nuestras próximas vacaciones juntos, o simplemente disfrutando del momento, de la oportunidad, de esos minutos que no corren como siempre lo suelen hacer. El aroma del café, las notas musicales, la luz, el cielo claro y las nubes mullidas, todo se mezcla, todo se respeta, todo se funde, pero… ¡algo rompe esta armonía!, sí, lo adivináis, ¡son ellos!, que otra cosa si no; pasos, escalones, murmullos, ya todo se altera, ya todo va más rápido. Los minutos vuelven a correr como siempre. Un beso, un abrazo, una voz, una reprimenda, este es ya otro domingo, pero también especial. Aún nos queda tiempo para pasear, hacer deporte, leer, visitar el centro, una exposición, un amigo, una película, un plan, ¡tantas cosas!, quién necesita más, quién necesita más para hacer de hoy un día genial.