CRISTO Y EL MURO DE ENEMISTAD (Efesios 2:11-22) INTRODUCCIÓN.El pasaje que acabamos de leer nos habla de cómo en Cristo puede producirse paz y armonía entre distintos grupos étnicos. Pablo explica en el pasaje lo que supuso la redención del Señor en las relaciones entre dos comunidades que se habían excluido por siglos: los judíos y los gentiles (los no judíos). Los judíos veían a los gentiles como inferiores a ellos, ya que los judíos se veían así mismos como pueblo escogido, que tenía la ley de Dios mientras que los gentiles en general eran politeístas paganos. Unos confiaban en su circuncisión (los judíos) porque ello significaba que pertenecían al pacto con Dios, eran del pueblo de Dios. Aunque esa circuncisión no era más que una señal humana en el cuerpo. Pero al confiar en eso menospreciaban a los gentiles y les llamaban despectivamente incircuncisos (v.11). Los gentiles no es que estuvieran en mejores condiciones. Como dice el v. 12 “…estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Vivian en sus idolatrías e inmoralidades que terminarían por destruir su propia cultura. No tenían esperanza y vivían sin Dios en este mundo. Además a los judíos se les había dado la Ley de Dios. Y porque la conocían les daba un sentido de superioridad sobre los gentiles que no la conocían. Nos es que ellos cumplían la Ley de verdad, sino que por el hecho de saber lo que decía tenían ese orgullo y menosprecio de los demás. Ese sentido de orgullo y superioridad era como un muro de enemistad hacia los gentiles porque estos eran ignorantes de la Ley de Dios. Alrededor del templo había un muro de piedra, alto y de 1,5 m de ancho, que separaba el atrio donde podían entrar los judíos, del atrio o lugar al que tenían acceso los gentiles. Pablo se está refiriendo aquí metafóricamente a ese muro como ‘el muro de la enemistad que nos separaba’ (v. 14) Hace no mucho tiempo, en las excavaciones próximas a ese lugar, se encontraron unas piedras con parte del texto que, según el historiador Josefo se hallaba inscrito en ese muro del templo judío construido por Herodes. Venían a decir: ‘Atención, los gentiles que pasen de aquí morirán’. No es de extrañar que le llamaran el muro de la enemistad. Pablo enfatiza que tanto a los que estaban lejos (gentiles) como a los que se creían cerca (judíos) “…Dios os ha acercado mediante la sangre de Cristo” (v. 13). Es decir, el sacrificio de Cristo en la cruz es lo que ha acercado a unos y a otros. “Porque Cristo es nuestra paz. De los dos pueblos ha hecho uno sólo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la Ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad”. (v. 14-16) Lo que viene a decir es que mediante su muerte acabó con ese muro de enemistad. Y esto lo hizo porque anuló la Ley con sus mandamientos y requisitos, que era lo que a los judíos les daba ese sentido de orgullo y superioridad que conducía a la enemistad entre ambos pueblos. Ahora tanto judíos como gentiles sólo se podían unir a Dios mediante el cuerpo sacrificado de Cristo. Ninguna 1 otra cosa podría servir para unirnos a Dios. Y eso era igual tanto para judíos como para gentiles. La obra de Cristo elimina cualquier cosa en la que pongamos nuestra confianza (ley, obediencia, superioridad cultural, racial, económica, académica, etc.), Cualquier cosa en la que confiamos, que no es Cristo mismo, es eliminada por la cruz de Cristo, y esa es la clave para acabar con la enemistad entre judíos y gentiles y también entre un determinado grupo étnico y otro cualquiera. Pablo les sigue exponiendo que esta nueva humanidad que Cristo ha ganado sólo por su obra en la cruz, es ahora parte del mismo pueblo (conciudadanos), parte de la misma familia (de la de Dios) y un templo que va creciendo cada día y en el que Dios mora. Y este conjunto de personas, la nueva comunidad, que es comparada aquí con un templo están siendo “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros sois edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu” (v. 20-22) La riqueza de estos versículos es extraordinaria y por sí darían para hablar mucho. Pero sólo diremos que esta nueva humanidad vista aquí como el edificio de un templo que se va construyendo tiene unos fundamentos que son las palabras que nos han traído los apóstoles y los profetas. Podríamos decir la revelación de Dios, la Escritura, traída por medio de los apóstoles de Cristo y de los profetas, es sobre lo que debe basarse esta nueva humanidad. Si bien la base fundamental, la piedra angular, en la que se apoya y define como será todo el edificio, es Cristo mismo y lo que Él ha hecho y hace. Los verbos ‘se va levantando’ (v. 21) y ‘sois edificados’ (v. 22) están en presente pasivo, lo que nos indica que es Dios quien va construyendo este edificio espiritual que es la iglesia lugar donde mora el Espíritu de Dios para ir realizando su obra y propósito. Bien esta es una explicación del texto. Y es lo primero que hemos de hacer cuando nos acercamos a un texto bíblico, saber lo que el autor estaba diciendo. Este respeto por explicar la verdad de Dios con respeto al propio mensaje de Dios en la Biblia es fundamental y es por donde siempre debemos empezar. Pero ahí no se puede acabar nuestra predicación, ni tampoco cómo leemos la Biblia. Porque es igualmente importante tratar de ver qué nos dice este texto a nosotros hoy día. Y a eso vamos ahora. I.- NUESTROS MUROS DE ENEMISTAD.Nosotros no tenemos esa conflictividad o enemistad judío – gentil que vemos en el texto. Pero, ¿quiere decir eso que no hay muros de enemistad y de separación en nuestra sociedad actualmente? Creo que podríamos citar muchos. Comentaremos sólo algunos, aunque hay muchos más. 1.- Nacionalismos.- En España hay una tensión conocida con los nacionalismos, especialmente entre el País Vasco y Cataluña con el resto de España. La historia reciente y presente está ahí. Los muros de enemistad siempre son los mismos: actitudes de orgullo de unos sobre otros, miedos a lo que nos puede traer la posición intransigente del otro. En definitiva cada uno tenemos razones históricas, culturales o filosóficas a las que les damos una prioridad y valor tal, que terminan siendo un muro de separación y enemistad. ¿Qué podría hacer la comprensión de la obra de Cristo sobre esto? Creo que lo mismo que a los judíos y gentiles: Reconoced que confiar y valorar tanto esas diferencias históricas, culturales o filosóficas es idolátrico y destructivo. Son cosas en las que confiamos y que nos hacen ver a los otros con enemistad. Cristo nos enseña que su muerte y resurrección –el 2 evangelio– es en lo único en que podemos confiar. Sólo eso da sentido, significado a la vida. Cualquier otra cosa es idolatría que nos enemistará y destruirá. En San Sebastián hay una Iglesia Evangélica en la que se reúnen personas del movimiento abertzale y otros de la Guardia Civil. Y el pastor contaba hace no mucho tiempo el efecto de la reconciliación en Cristo sobre esta situación. Cuando cada uno reconoce que lo único en lo que podemos confiar es su obra hecha por nosotros lo demás toma un lugar diferente. La aceptación de la redención en Cristo es lo que nos cambia el corazón y las actitudes, y va colocando las demás cosas en su sitio y con el valor que deben tener. Esto quita realmente las enemistades y da un corazón de amor, armonía y paz. 2.- La diferencias étnicas y culturales.- España, aunque no es un país con alto porcentaje racial, pero ha aumentado bastante en poco tiempo. En los últimos 15 años el número de personas que han llegado de distintas naciones suponen un 14% de la población total. La procedencia de los que viven actualmente es aproximadamente la siguiente: 36% de Iberoamérica; 21% de Europa Occidental; 18% de Europa del Este; 15% del Norte de África; 4% del África subsahariana y casi el 3% de China. Todos hemos de ser transformados para vivir como esa nueva humanidad de la que nos habla Pablo, pero seguramente más los propios españoles. Es posible que nos pase un poco como les pasaba a los judíos. Pensamos que nuestra cultura y manera de pensar es la correcta. Tenemos cierta confianza en que nuestra manera de pensar y vivir es mejor y confiamos en ella para obtener seguridad. Es algo que, aunque nos cueste percibirlo, se parece bastante a un sentido de superioridad racial. Pero el hecho es que esa manera de pensar levanta un muro de enemistad hacia las personas de otras etnias. Creo que lo único que puede cambiar nuestro corazón para ser personas de integración con los demás es darnos cuenta que Cristo ha derribado el muro de esa enemistad, destruyendo en lo que confiábamos. No debemos obtener seguridad de nuestra cultura sino de la obra de Cristo. Sólo la redención en Cristo nos une a Dios y nos une unos a otros. Dios nos está dando oportunidades a unos y otros para crecer juntos espiritualmente. No se trata de negar las diferencias culturales o étnicas. Pero si nuestro corazón va siendo transformado por la gracia de Dios, el amor de Dios será el argumento principal en las relaciones, y las diferencias culturales tomarán un lugar muy secundario en unos y otros. Como digo es una gran oportunidad para ser edificados juntos como un templo santo donde Dios mora con su Espíritu. La iglesia puede y debe ser una sociedad diferente, aceptadora e integradora. Igualmente podríamos decir de otras diferencias como podría ser el pensamiento izquierdas – derechas, o las diferencias generacionales jóvenes – mayores. Todo ello son oportunidades para crecer espiritualmente en armonía si somos cautivados por la obra de nuestro Señor Jesucristo. II.- EN CUANTO DEPENDA DE VOSOTROS.El todavía no del evangelio nos debe dar un punto de realismo necesario en todo esto de lo que estamos hablando. Por eso Rom. 12: 18 nos dice: “Si es posible, y en cuanto dependa de vosotros, vivir en paz con todos”. No hay tiempo para hablar de esto ampliamente pero sólo hemos de recordar que vivimos aún en un mundo caído y en un cuerpo caído. Nuestra actitud, disposición y amor siempre tiene que ser de buscar la paz con todos. Pero esa paz sólo se encuentra en la medida que ambas partes aceptan la obra de Cristo y sus consecuencias y se dejan ir transformando por ella. 3 Y, aunque la disposición del creyente, iluminado por la obra de Cristo, siempre ha de ser de la búsqueda de paz y armonía, no siempre será posible encontrarla. Por ello a veces nos habremos de conformar sin que la armonía se materialice del todo, aunque nuestra disposición y amor han de estar ahí siempre. Os contaré para terminar una historia que siempre me hizo pensar sobre esto. Se puede leer en 1ª Sam. 26. Yo la resumiré, pero os aseguro que merece la pena que la leáis y meditéis más tarde tranquilamente. (Hacer un resumen de la historia y leer y comentar los vs. 21-25) Jesús mismo tampoco se fió de muchos judíos que decían creer (Jn. 2.24-25) Así que, si bien la disposición y deseo del cristiano debe ser siempre de amor y búsqueda de paz hacia todos (‘En lo que dependa de vosotros estad en paz con todos’) en ocasiones la armonía y la paz no será del todo posible aquí en esta vida. 4