[ PERÍODO 4. LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX ] CAPÍTULO II. LA LOCUCIÓN: LA PÉRDIDA DE AMÉRICA Y LAS REVOLUCIONES INDUSTRIAL Y POLÍTICA. PÉRDIDA DE AMÉRICA. LOCUCIÓN: LA El desarrollo y madurez adquiridos en la América española durante el siglo XVIII, era ya en sí mismo, como un anticipo de su mayoría de edad. A esta favorable situación, vinieron a sumarse como causas determinantes, el antagonismo entre peninsulares y criollos, la deficiente administración pública, el ejemplo de las colonias americanas y la propagación de la ideología enciclopedista y liberal. La independencia americana, se verá acelerada por los acontecimientos exteriores y de manera particular por la invasión napoleónica. La pérdida de la escuadra de Trafalgar, supuso un duro golpe para el imperio, sumido en la indefensión, al mismo tiempo que libre de cualquier amenaza por parte de la metrópoli. Las Juntas se constituyen en defensa de los intereses de Fernando VII, pero en ellas se encubre ya al espíritu secesionista. La guerra estalla con singular violencia en la mayor parte de los territorios americanos alrededor de 1810. Es una guerra de emancipación, pero al mismo tiempo, una guerra civil porque no luchan criollos contra españoles, sino americanos partidarios de la independencia, contra los que pretenden seguir estrechamente vinculados a España. Así, el movimiento emancipador se verá alentado y dirigido por una minoría criolla aristocrática y burguesa, que acabaron por imponer su credo a las masas incultas. Méjico será la excepción, pues la lucha en este territorio tuvo un marcado carácter indigenista. 1. LA GUERRA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. La España contemporánea se inicia con una guerra terriblemente desoladora, la de la Independencia, en la que el pueblo español lucha con ardor y patriotismo contra Napoleón, el amigo de ayer, trocado ahora en enemigo encarnizado e implacable. En medio de una profunda crisis de autoridad y poder, con Fernando VII en cautividad, y con el sistema de Gobierno aniquilado y deshecho, todo ha de improvisarse, autoridad, ejército, guerrillas, armamentos, alianzas exteriores, etc. El denodado esfuerzo de los españoles se verá no obstante recompensado por el éxito y la nación recupera su libertad en una de las gestas más heroicas de todas las épocas. Pero al mismo tiempo que España es escenario en 1808, de esta violenta reacción patriótica contra el invasor, se opera, por consecuencia inmediata de la crisis de autoridad, una profunda transformación del Estado y de la sociedad bajo el influjo directo de la ideología revolucionaria. Esta actuación reformadora tiene su momento culminante en la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y su máximo exponente en la Constitución de 1812. Cambia de raíz la estructura del Estado y a una sociedad estamental basada en el privilegio, la sustituye una sociedad clasista sustentada en la posesión de la riqueza y se perfila una discrepancia religiosa que irá haciéndose cada vez más honda. El balance será muy negativo. Con una economía prácticamente en ruinas, se produce la pérdida del imperio ultramarino y la reducción de España a potencia secundaria en el concierto de naciones. El declive en los comienzos del nuevo siglo seguirá su andadura imparable. INDEPENDENCIA A pesar de las penurias y limitaciones, el papel que la Marina desempeña en la guerra contra Napoleón es de notoria importancia. Con la gran masa del país puesta en armas, habrá de identificarse el personal de la Armada con pocas excepciones. Jefes y oficiales combaten desde los primeros momentos y no pocos se integrarán como medida de urgencia, en los cuadros del ejército sin dejar su empleo en la Marina. El viejo Valdés y el sabio Ciscar regirán Juntas Provinciales; Ruiz de Apodaca y Javat desempeñarán comprometidos cargos diplomáticos en Londres y Constantinopla, y no se excusarán en las difíciles tareas de gobierno de la España alzada. Así, sucesivamente, serán miembros de las regencias forjadas al fragor de las armas, Escaño, Agar, Ciscar y Villavicencio. Todavía y en plena rebeldía popular, Napoleón manda o pretende mandar sobre los españoles, a quienes sigue considerando súbditos de 2.ª clase. Ordena que España sitúe para la causa común: 6 navíos en Tolon, 3 en Cartagena, 12 en Cádiz y 7 en Ferrol, pero la derrota de sus tropas en Bailén le abrirá los ojos sobre lo ingenuo de sus pretensiones. Entre tanto, los departamentos marítimos aportaron los escasos recursos con que aún contaban y así pudieron lograrse los batallones de Infantería de Marina, voluntarios de Maestranza y cuanto pudieron disponer, pero la dispersión de buques al producirse la invasión y su lamentable estado fue un factor negativo en la lucha. En la bahía de Cádiz se encontraban desde octubre de 1805, los restos de la escuadra francesa que combatió en Trafalgar integrada por 5 navíos y una fragata al mando del vicealmirante Rosily. Conminado éste a la rendición, intentó ganar tiempo con la esperanza de recibir auxilio de las tropas del mariscal Víctor, pero el capitán general del departamento gaditano Juan Joaquín Moreno y del general Juan Ruiz de Apodaca, al mando de los 5 navíos españoles en Cádiz, consiguieron su rendición no sin antes entablar combate y Rosily [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA ARMADA ESPAÑOLA ] |167| quedó prisionero con cerca de 4.000 hombres. Esta acción naval tan brillante como eficaz habría de contribuir un mes más tarde al éxito de Bailén, el 19 de julio de 1808, pues libró al ejército de enemigos a la espalda, dejando a las tropas francesas faltas de apoyo que hubiera podido brindarle su rendida flota. Sin embargo, los comienzos de 1809 fueron malos. Los franceses se extienden por el país y atacan Ferrol, el 27 de enero, cuyas autoridades en el sentir de Fernández Duro, capitularon vergonzosamente entregándole 16 bajeles, 5 navíos, 5 fragatas, 2 corbetas y 3 bergantines). El papel que le tocaba representar a la Marina en la guerra era poco lucido, limitándose a mantener las comunicaciones con América o en el desempeño de servicios auxiliares, pero el papel de sus hombres más notables fue decisivo, al constituirse los distintos Consejos de regencias en lugar de la Junta Central disuelta por Napoleón en 1810 ⎯Escaño en la 1.ª; Ciscar y Agar en la 2.ª y 4.ª y Juan María Villavicencio en la 3.ª⎯. Pero hubo también marinos como Cayetano Valdés, Juan Topete, Rosendo Porlier, Francisco Mourelle, etc., que destacaron notablemente, sobre todo en el sitio de Cádiz y la defensa de la ciudad, que después de año y medio de asedio resistía bravamente y seguían actuando con increíble eficacia las fuerzas sutiles. Tras la batalla de Chiclana en que el mariscal Víctor se vio obligado a replegar sus posiciones, Napoleón dará por perdida la guerra, y el rey intruso José Bonaparte, repasará la frontera, el 21 de junio de 1813, acosado por las tropas españolas y británicas de Lord Wellington. el ministro Osorio, en breve exposición a las Cortes, no se andará por las ramas. «No hay Marina. Los arsenales están en ruinas, el personal en abandono y orfandad, a nadie se paga...». La reseña es corta, porque no tiene otra cosa que explicar. La sentida exposición de la regencia por el ministro Vázquez de Figueroa declina su responsabilidad y profesa la desigualdad de la distribución general de fondo. Instalado de nuevo el Gobierno en Madrid junto con las Cortes (que de inmediato suprimirá Fernando VII) y perdido el horizonte del mar, todo fue aún peor. Napoleón ha sido derrotado, pero en la nueva construcción de Europa no se habrá de tener en cuenta a España. La historia habrá de repetirse desgraciadamente a lo largo de nuevas generaciones. Pero los marinos compartieron heroicamente los azares de la guerra con ejército y pueblo, y estuvieron presente en Bailén, Espinosa, Ucles, Ciudad Real, Talavera, Ocaña, Zaragoza, Cataluña, Asturias, Galicia… Se batieron entre vergas y jarcias o a través de desfiladeros y vaguadas. Sobrepusieron ánimo a flaquezas; entusiasmos a miserias y dieron en todo momento testimonio de un admirable comportamiento histórico. 2. LA MARINA EN LA EMANCIPACIÓN DE A comienzos del siglo XIX, la división de las colonias españolas en América a las que propiamente no puede adjudicárseles tal título, como sostiene Julián Marías, LOCUCIÓN: LA El panorama para la Marina en 1813, seguía siendo desolador. A la Marina se le debían 33 pagas. También Fernando VII. (Vicente López y Portana, siglo Naval. Madrid). |168| [ CENTRO DE AYUDAS A LA XIX. ENSEÑANZA Museo DE LA HISPANOAMÉRICA ARMADA ESPAÑOLA ] PÉRDIDA DE AMÉRICA. En las situaciones precursoras de la independencia americana, la Marina defiende costas, puertos y ciudades de acechanzas y ataques internos, y se establece en los apostaderos de los principales puertos que habrían de convertirse en focos de resistencia hispana, cuando surja el movimiento expansionista insurreccional. Montevideo, Callao, Puerto Cabello, Veracruz, Cartagena de Indias y La Habana serán exponentes de esta condición, pero en las guerras de América, la Armada tendrá que colaborar, apoyar y en muchos casos consolidar las operaciones de tierra con las tropas expedicionarias, al frente de las cuales habrán de figurar en diferentes etapas los generales de más brillante o desafortunada trayectoria militar, y más tarde, con mayor o menor fortuna, la andadura política. Pero la Marina española en la América de las independencias, no contaba con la suficiente capacidad operativa para hacer frente a la insurrección y obtener brillantes resultados, y esta casi total inexistencia de fuerzas navales se pondrá de manifiesto en las operaciones de pacificación, pero cumpliría su papel dignamente, y en cuyo desenlace el mar tenía asignado una esencial función protagonista. [ PERÍODO 4. LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX ] respondía a distintos conceptos: virreinatos eran Méjico, Nueva Granada (Colombia), Perú y Río de la Plata (Argentina). Con el rango de capitanías generales figuraban Guatemala, Venezuela, Chile y Cuba; unos y otros se agrupaban administrativamente en circunscripciones llamadas Intendencias. La aparición de las nuevas nacionalidades más tarde, tendrían consecuencias directas de la consolidación de la independencia de los nuevos países. La invasión francesa en España, proporcionará la coyuntura más favorable para el auténtico punto de arranque de la insurrección americana. Simultáneamente a la constitución de las juntas provinciales de España, otras juntas, supuestas valedoras de los derechos de Fernando VII, se autonombrarán en diversas poblaciones de América y asumirán la autoridad como verdaderas depositarias del poder público. Los primeros movimientos iniciales serían reprimidos pronto y sin mayores problemas, pero a partir de 1810, comienza a advertirse una franca tendencia separatista. Por otra parte, la guerra civil española entre tradicionalistas y liberales se trasplanta a América y en razón de un planteamiento desfasado sobre el suelo americano, América se pierde para España. En la iniciación, desarrollo y más tarde, en las consecuencias del conflicto, la Marina tendrá asignado un papel de primer orden por muchas y lógicas razones; ya que hombres destacados de la Armada ocupan un primer plano político (virreyes como Liniers, Apodaca, Cisneros, etc., y jefes destacados como Laborde, Gutiérrez de la Concha, Córdova, Porlier, Romárate, etcétera). El único medio de enlace entre España y América es el marítimo y los convoyes de armas, pertrechos y tropas se tienen que hacer necesariamente por mar y con el apoyo esencial de la Marina militar, y la mayor parte de las operaciones bélicas necesitan apoyo o cobertura naval. Los escenarios de la América atlántica y del Pacífico español, serán protagonistas de estas acciones navales en las que intervienen las marinas realista y patriota, pero la tozudez de Fernando VII de imponer en sus dominios ultramarinos su sistema de intolerancia y rigor, no conseguirán otro objetivo que los de la consolidación de las independencias de sus antiguos virreinatos. Firme en su empeño, Fernando VII envío una expedición con más de 10.000 hombres que embarcaron en 18 buques, fragatas y transportes que salieron de Cádiz a finales de 1814, al mando del general Pablo Morillo, que atacó Cartagena de Indias, en poder de los insurgentes, y la rindió después de 4 meses de sitio. Otra expedición de mayor importancia se preparó también en Cádiz en 1819, pero quedó sin efecto con la sublevación de uno de sus destacados jefes, el coronel Rafael de Riego, y que dio motivo al trienio constitucional obligando al monarca a hacer promesas insostenibles. Fernando VII, que no reconoció nada de lo hecho por las Cortes, se negó también a todo pacto o transacción con las posesiones americanas sin tener en cuenta que le faltaban medios y fuerzas para reducirlas, proclamadas ya libres y constituidas en Repúblicas: Venezuela, Colombia, Chile y el Río de la Plata, conservándose solamente en Nueva España el castillo de San Juan de Ulúa, y en el Perú se sostenía a duras penas el poder español. Se hizo, sin embargo, un supremo esfuerzo para recuperar a Méjico en 1829 y al efecto 13 navíos al mando del capitán de navío Laborde se dirigieron a Punta Jerez, donde desembarcaron 3.500 hombres que se apoderaron de Tampico. La excesiva confianza del jefe de la expedición Isidro Barradas, hizo retirar a la escuadra creyendo que el país se sometería nuevamente, pero los mejicanos combatieron duramente y el ejército expedicionario diezmado por el hambre y las enfermedades, se vio obligado a capitular. Aunque la Marina se batió bravamente en todos los frentes, a la muerte de Fernando VII todas las posesiones ultramarinas del Nuevo Mundo a excepción de Cuba y Puerto Rico (y Filipinas en el lejano Oriente), habían asegurado su independencia y España cuyas numerosas flotas habían sido en otro tiempo timbre de legítimo orgullo y que a fines de 1804, a pesar de sus reveses, armaba en pocas semanas 3 poderosas escuadras, no poseía más que 6 navíos de línea, 12 fragatas y unos 90 buques de menor porte. Triste bagaje en años de decadencia, agotamiento y crisis. 3. LA ERA DEL VAPOR Y LA RECUPERACIÓN ISABELINA La profunda motivación que determina la línea histórica de nuestro siglo XIX, alcanzará una explicación razonable a lo largo de los acontecimientos que se suceden durante los 28 años del reinado de Isabel II. Prácticamente alterados durante buena parte de ese tiempo los soportes de la convivencia nacional, la Marina se mantendrá al margen de toda bandería política hasta los albores de la revolución que le cuesta el trono a la reina Isabel II, sin que sea responsable como institución de la inestabilidad política. Sólo desde este arranque modela inicialmente la Marina isabelina en su proceso de recuperación en la España de los moderados, en el que se establecen las líneas de su feliz reestructuración. Si las constantes de la primera mitad de siglo no han dado una panorámica esperanzadora, al mediar el mismo y arrancando de la década moderada del general Narváez, se advierten los síntomas de una lenta pero firme recuperación naval, en la que puede incluso permitirse el lujo de contar con paréntesis de indudable brillantez. Dos hombres, esencialmente, serán sus impulsores, el jefe de escuadra Francisco Armero y Peñaranda y Mariano Roca de Togores, marqués de Molins. El almirante Armero ocupó la cartera de Marina en 3 etapas y, en todas ellas, demostró ser un verdadero [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA ARMADA ESPAÑOLA ] |169| gestor, adquiriendo plena conciencia de que la evolución del material naval exigía una nueva formación de personal, por lo que creó en San Fernando un nuevo Colegio Naval, al que dotó de los medios y estructuras de una escuela naval moderna y de la que salieron numerosos oficiales bien formados que después darían páginas de gloria a España. También la artillería de la armada, condestables, ingenieros hidráulicos y de construcción tuvieron sus escuelas mejorando las ya existentes. Puente de la fragata Numancia. (Antonio Muñoz Degrain, 1878. Museo Naval. Madrid). en el conflicto ⎯más que nada por cuestiones de honor⎯ que nos enfrentó con Chile y Perú, y que inmortalizó nombres como el de Méndez Núñez y barcos como la fragata blindada Numancia, que fue la primera que circunnavegó el mundo. En la campaña del Pacífico, la dureza inicial estaba compuesta por las fragatas Resolución y Triunfo y las goletas Vencedora y Covadonga. Luego se incorporarían las fragatas Almansa, Blanca y Villa de Madrid y, por último, la Numancia. Si el bombardeo de Valparaíso, ciudad abierta, fue una orden cumplimentada a disgusto por Méndez Núñez, el desigual combate frente a las poderosas baterías del Callao fue una hazaña arriesgada digna de quien la sostuvo. En realidad, la escuadra de Méndez Núñez cumplió su misión de mostrar la bandera que la había enviado desde España, a una guerra absurda y en muchos aspectos incomprensible. Pero se cumplió el objetivo y se regresó a las bases patrias con barcos y con honor. 4. REVOLUCIÓN Y RESTAURACIÓN Durante la gestión de Armero, se agrandaron en el arsenal de Ferrol las puertas de los diques y se prepararon para recibir los vapores habilitándose dos hornos de reverbero para las nuevas fundiciones. En Cartagena se instaló un taller de jarcia, caballería y de lonas y en La Carraca se acopló material para construir un vapor, mientras que en Ferrol se construía la corbeta Ferrolana, el bergantín Pelayo y una fragata de transporte. El 18 de septiembre de 1868, el brigadier de la Armada y héroe de la campaña del Pacífico, Juan Bautista Topete Carballo, se pronunció en Cádiz contra la monarquía de Isabel II, la Gloriosa, con la colaboración de los buques de la numerosa escuadra fondeada en aquella bahía. Está siendo la primera vez a lo largo de todo el siglo, que la Marina tomaba parte en un compromiso político y de tanta envergadura y responsabilidad como era tal sublevación. Al marqués de Molins ⎯buen continuador de la obra de Armero⎯ se debe la auténtica proyección de la marina isabelina con la aplicación de la hélice en el sistema de propulsión de nuestros buques y los planes navales para la construcción de fragatas de 38 y 42 cañones por el nuevo sistema. La primera serie la formaron las fragatas Berenguela, Blanca y Petronila. La segunda serie la integraron 5 unidades casi iguales: Concepción, Carmen, Triunfo, Resolución y Lealtad. A continuación, se construyó la Villa de Madrid y, finalmente, se botaron la Gerona, Almansa y la Navas de Tolosa; todos ellos construidos en los astilleros de Ferrol, La Carraca y Cartagena, y con vistas a participar en acciones exteriores apoyados en nuestra evidente posición geoestratégica. La fuerza naval pronunciada era importante: fragatas Zaragoza, Tetuán, Villa de Madrid y Lealtad; vapores Ferrol y Vulcano; goletas Edetana, Santa Lucía, Concordia y Ligera y transportes armados Santa María y Tornado. El prestigio personal de Topete, y el malestar de la Marina por las últimas reformas de ministros incompetentes, fue suficiente para el éxito de la rebelión, que luego sería bien aprovechada por sus principales impulsores, los generales Prim y Serrano, y los políticos López de Ayala, Lorenzana, Becerra y demás personajes del partido progresista. Con la incorporación de las fragatas blindadas Numancia y Vitoria con 7.500 toneladas, navíos enormes para su época, la escuadra española era una escuadra europea y España pudo participar seriamente desde el final de la década de 1840, en operaciones navales de envergadura, como la expedición militar en socorro del Papa Pío IX, en la que la Marina tuvo un papel destacado, en las distintas operaciones de la guerra de África de 1859-60, las expediciones de Méjico, Santo Domingo y Cochinchina; pero, sobre todo en la campaña del Pacífico con los bombardeos de Valparaíso y El Callao, |170| [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA El general Prim con 3 fragatas, extendió la revolución a los puertos del Mediterráneo, mientras que en Alcolea, las tropas isabelinas del marqués de Novaliches fueron derrotadas por el general Serrano y la reina hubo de trasponer la frontera. De inmediato, se formó el llamado gobierno provisional con el duque de la Torres (Serrano al frente del mismo) y con Topete de ministro de Marina que emprendió profundas reformas, creando el Almirantazgo, según el modelo inglés, cerrando el Colegio Naval para dar paso a una Escuela Naval flotante, y se cambiaron las denominaciones de los empleos superiores. Los empeños del general Prim en la búsqueda de un rey para España, totalmente desligado de la familia bor- ARMADA ESPAÑOLA ] [ PERÍODO 4. LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX ] bónica, obtuvieron su fruto con la coronación de Amadeo de Saboya, que hizo su entrada en España en la Escuadra mandada por el almirante Berenguer, (Numancia, Villa de Madrid y Vitoria), siendo el primer monarca que vistió el uniforme de la Armada, pero a pesar de su buena voluntad y su estricto constitucionalismo, Amadeo I se vio forzado a abdicar, ante las luchas internas de los españoles en el terreno político y el nuevo recrudecimiento de la guerra carlista. Al abdicar Amadeo I, se proclama en España la I República, que pronto demostró su inoperancia con fuerzas políticas muy fraccionadas y en constante enfrentamiento, siendo también la Marina importante protagonista de aquel desbarajuste histórico, con la sublevación en Cartagena de la Escuadra, ganada en favor de los llamados cantonales, (republicanos radicales) y representada por las fragatas Numancia, Vitoria, Tetuán y Almansa y los vapores Vigilante y Fernando, el Católico. Tras diversas acciones en las costas levantinas, la escuadra fue declarada pirata por el gobierno central, y fue sometida por el almirante Lobo, tras algunos episodios rocambolescos, y en la que también tuvo un importante papel el entonces capitán de fragata Pascual Cervera Topete, que fue declarado benemérito de la Patria. En el arsenal de La Carraca, el llamado cantón gaditano, pretendió sublevar a los buques allí surtos, pero otra enérgica acción del capitán de fragata Cervera y de un pequeño grupo de colaboradores, con no poco riesgo de sus vidas, lo evitó arengando a las dotaciones y exhortándolas al cumplimiento del deber. Gracias a ello, el general Pavía pudo entrar en Cádiz y acabar con el último foco del cantonalismo español. Un pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos, y la paciente labor de Antonio Cánovas del Castillo, propiciaron la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII, que también llegó a España por mar, a bordo de la fragata Navas de Tolosa. Se logró acabar con la guerra carlista y siguió un largo periodo de paz, en el que los planes navales de construcción fueron importantes. Se construyó el acorazado Pelayo y los cruceros Reina Regente, Lepanto y Alfonso XIII, construidos respectivamente en La Carraca, Ferrol y Cartagena y se pusieron las quillas de los cruceros acorazados, Infanta María Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya a los que más tarde, se uniría el Cristóbal Colón, construido por la casa italiana Ansaldo con más visión técnica que los anteriores. También se botó el Carlos V, ya casi en vísperas del conflicto con los Estados Unidos, aunque nunca combatió en aguas de Cuba, y el submarino Peral que hizo sus pruebas con notable éxito, pero las intrigas políticas y la malquerencia de algunos importantes marinos, no permitió su utilización en las acciones bélicas y fue sacrificado al ostracismo. [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA ARMADA ESPAÑOLA ] |171|