La práctica de beber en la calle empieza a causar furor entre

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El Periódico de Catalunya
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21/12/2007
Viernes
dic. 2007
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'DE ESPANHA... EL BOTELLÓN' | NUEVOS HÁBITOS EN EL OCIO JUVENIL EN PORTUGAL
La práctica de beber en la calle empieza a causar furor
entre los jóvenes de Lisboa
PATRICIA AMEIJEIRAS
LISBOA
Es viernes, son las 21.30 y la plaza de Camoes, la puerta de
entrada al Bairro Alto, centro neurálgico de la movida nocturna
lisboeta, está casi vacía. Los castañeros comienzan a
marcharse y aún hay gente transitando. Una hora más tarde,
en esa misma plaza, que rinde homenaje al padre de la lengua
portuguesa, no cabe ni una mosca. El lugar ha sido invadido
por decenas de jóvenes dispuestos a comerse el mundo, pero
antes, a beberlo todo.
Movida nocturna Jóvenes congregados en la lisboeta
Los portugueses conocieron el término botellón a partir del
plaza de Camoes, el pasado día 8. Foto: PAULO
2003, cuando se promulgaron en España las polémicas leyes
AMORIM
antibotellón y los medios de comunicación lusos comenzaron a
hacerse eco. Aunque al principio muchos pensaban que "era mejor juntarse en un bar", poco a poco
han cambiado de opinión. Al final, por los mismos motivos: los altos precios de las copas en los bares y su
mala calidad.
Aunque es cierto que el botellón todavía no está expandido por toda la ciudad, la verdad es que cada vez
cuenta con más adeptos. "Al principio nos reuníamos cuatro pandillas en Camoes", explica Jaime,
un estudiante de Historia de 22 años. "Veníamos a beber aquí, porque si queremos salir los tres
días, tenemos que comprar nosotros la bebida; si no, el dinero no llega, porque los bares son
caros y, además, las copas son más pequeñas y de peor calidad que las nuestras", argumenta.
"Pero cada vez somos más y a veces cuesta encontrar un buen sitio", añade.
Por todo ello, son muchos los que se reúnen en el parque de Adamastor, que está muy cerca y además
tiene hermosas vistas sobre el Tajo. María prefiere el parque: "Allí tenemos baños y hay más
ambientillo, con gente tocando los bongos y la guitarra", dice. Sin olvidar el hachís y la marihuana,
que flotan en el ambiente. Pero cualquiera está bien. "Además, luego podemos seguir en los pubs de
al lado", explica.
Estudiantes lejos de casa
Una de las diferencias con España es que aquí los jóvenes comienzan más tarde. La gran mayoría son
universitarios de más de 20 años, que viven en Lisboa sin sus padres. "En mi casa no podría salir los
jueves, los viernes y los sábados", dice Zé, un algarveño de 20 años que estudia Derecho. "Tengo
compañeros de clase que son de Lisboa y no pueden hacerlo", añade.
El lado molesto del botellón también existe, aunque los problemas que causa son diferentes a los que
provoca en España. Aquí se hace en las plazas cercanas al Bairro Alto, la zona de marcha por excelencia,
donde los vecinos sufren los ruidos, haya botellón o no. Los inconvenientes son para los transeúntes y
para los vecinos que tienen que pasar por allí. "O voy por la carretera o doy una enorme vuelta para
llegar a casa, que está a 300 metros", dice Antonia, de 50 años, que regresa de trabajar sobre la
medianoche. "El ruido no me molesta y, la verdad, no crean muchos problemas", afirma. Sin
embargo, "podrían ser más respetuosos, no dejan espacio, no se puede pasar". "Además, luego
no recogen y esto queda lleno de basura", concluye.
Es una moda incipiente, y prueba de ello es que la policía no molesta a quienes la practican. "Nunca
vienen por aquí. A veces los ves de lejos, pero si no hay peleas ni excesivo ruido no dicen
nada", señala Jaime. Cierto es que, a las tres de la madrugada, el botellón ya ha desaparecido.
La expansión
El botellón aún es minoritario y no alcanza las dimensiones de España, pero por poco tiempo. Cada vez
hay más ciudades portuguesas en las que se comienzan a celebrar algunos, como Ponte da Lima, Braga y
Oporto, para alegría de las tiendas y supermercados de los alrededores, que ven cómo en pocas horas se
agotan las bebidas alcohólicas y los refrescos. "Los jueves ya hay movimiento, pero los viernes y los
sábados, en tres horas llegamos a reponer hasta tres veces la sección de bebidas,
especialmente el whisky, el vodka, el ron y la coca- cola", explica Amelia, que trabaja en uno de
esos establecimientos.
Los jóvenes aseguran que no beben tanto. "Nosotros no quedamos para emborracharnos, como los
españoles", dice Marta. Aunque luego añade: "A veces, es cierto que nos emborrachamos, pero lo
hacemos por una cuestión económica; bebemos lo mismo que en los bares, pero por mucho
menos dinero. Y, además, podemos reunirnos más y charlar mejor". "Sin olvidar que se pueden
fumar unos porritos", apunta un amigo.
Al final, se cumple el dicho de que todo lo malo se pega, y en este caso más, ya que como dice un refrán
muy popular en Portugal: "De Espanha, ni bom vento ni bom casamento" (De España, ni buen viento ni
buen casamiento).
PARTICIPACIÓN
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