INTRODUCCIÓN Sor Maria Antonieta Bruscato superiora general Queridas hermanas, con gran alegría abro los trabajos de esta importante Asamblea intercapitular, que se sitúa en el momento central de nuestro sexenio de gobierno y en el corazón del camino de rediseñación, iniciado justamente en esta casa, en enero de dos años atrás. En esta sala, dedicada al beato Alberione, transcurriremos mucho tiempo. Será tiempo de escucha, de estudio, de reflexión, de confrontación, de verificación, de relanzamiento, pero también de oración y de “contemplación” de los nuevos caminos que el Espíritu, con nosotras, entiende abrir a la Palabra. Un tiempo valioso, “bendito”, del que debemos agradecer profundamente al Señor. El 15 de mayo de 1961, introduciendo el curso extraordinario de Ejercicios espirituales, nuestro Fundador exhortaba así a las Hijas de San Pablo: … inmediatamente agradecer a Jesús que las esperaba y que ahora las ha acogido aquí. Se ha dignado admitirnos a su divina presencia; [por tanto] ponernos a sus pies [diciendo]: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1Sam 3,9). Agradecer a María Reina, a quien en estos días más que nunca, decimos así, intercederá por nosotros. Igualmente agradecer a san Pablo, nuestro maestro y padre: cuántas cosas él ya ha conocido que ustedes han hecho bien, y cuántas cosas que aún se pueden mejorar. Agradecer al Señor (FSP-SdC, p. 1). Y Maestra Tecla, que hoy recordamos con particular afecto filial, concluyendo la circular con la cual informa sobre la nueva configuración jurídica de la congregación dividida en provincias y delegaciones regionales, escribe: Agradecemos al Señor por este nuevo paso que está por dar nuestra congregación. Estoy segura que todas se dispondrán y aprovecharán de esto, en humilde docilidad y generosidad por el bien individual y de toda la congregación (VPC 230). Profundamente conscientes de vivir junto a ustedes y a todas las hermanas del mundo, un momento de “sorprendente” gracia, acogiéndolas una a una con corazón agradecido, les renuevo mi saludo y les agradezco desde ya por su presencia, por la disponibilidad al Espíritu, por cada aporte de vida y de bien. Lo hago sirviéndome de las palabras de nuestro padre san Pablo: Gracia y paz a ustedes, hermanas, amadas por Dios, llamadas a ser santas juntas… Doy gracias a Dios continuamente por ustedes que les ha concedido su gracia mediante Cristo Jesús, en quien han sido enriquecidas abundantemente con toda palabra y con todo conocimiento… pido que el amor de ustedes crezca más y más en conocimiento y sensibilidad para todo, así sabrán discernir lo que más convenga… (cfr. 1Cor 1,1-4; Fil 1,9). 1 Mi agradecimiento va también a las hermanas de la Comisión encargada – Sor Margaret Edward Moran, Sor Emma Min y las consejeras generales Sor Anna Maria Parenzan y Sor Luz Helena Arroyave – que han trabajado intensamente para preparar este encuentro. “Gracias” desde lo más profundo del corazón a Sor Battistina Capalbo, nuestra incomparable facilitadora, por la valiosa ayuda en la fase de preparación y en la conducción de los trabajos. El Intercapítulo, después del Capítulo general, es el encuentro más importante del sexenio. En la carta de convocación, del 6 de enero de 2010, recordaba que el fin de la Asamblea intercapitular, convocada después de aproximadamente tres años de la celebración del Capítulo general, es el descrito en las Constituciones (art. 176): − Verificar si las orientaciones surgidas en el documento del Capítulo general han sido asumidas y realizadas a nivel de congregación y de circunscripción; − tratar de argumentos particularmente importantes y urgentes; − poner a fuego cuanto queda por realizar y el modo para dar continuidad, respiro y novedad al proyecto capitular, individuando eventuales prioridades de camino. Después de la relación sobre la realidad de la congregación, dedicaremos los primeros días del Intercapitulo a la evaluación de los proyectos locales y continentales elaborados con ocasión de los Encuentros continentales para la rediseñación de las presencias. Ha sido justamente para dejar un poco de tiempo para las concretizaciones de las orientaciones asumidas, que la Asamblea intercapitular ha redactado desde hace algunos meses: desde agosto de 2010 a febrero de 2011. Ahora estamos preparadas para considerar el camino realizado y entrever el futuro, mientras nos encaminamos a grandes pasos hacia el 10° Capítulo general (agosto 2013). Son miembros de la Asamblea intercapitular, por derecho, las hermanas del gobierno general y las superioras de las diversas circunscripciones. Por Italia, como siempre, participa también una consejera provincial. Participan, por invitación las superioras de algunas casas dependientes: Casa generalicia, Albano, Angola, República Checa, Rumania, Rusia y Singapur. En fin, enriquecen la Asamblea las dos traductoras, Gemma Shim y Margaret Moran. El tema del Intercapítulo: Habitadas por la Palabra, trazamos senderos de esperanza, nos colega sabiamente al del 9° Capítulo general: Elegidas y amadas en Cristo Jesús, comunicamos la Palabra a todos. Como ha expresado bien el Documento capitular, llamadas a «manifestar en la cultura de la comunicación actual el amor gratuito que se ha derramado en nuestros corazones y reavivar cada día el seguimiento de Cristo para llegar a ser profecía del Reino» (DC 2007, 12), seremos eficaces en el anuncio «en la medida en que la Palabra se encarne en nuestra vida» (ivi). La vida, pues, es el «“terreno bueno” en el que el divino Sembrador» (VD 49) esparce la semilla de la Palabra; es el lugar en el cual la Palabra toma morada, se encarna, “se hace carne”. El uso del participio pasado, «habitadas», indica con claridad que la acción principal no es de la persona sino de la misma Palabra que es Cristo. En la fuerza del Espíritu Santo, sin embargo, somos nosotras las que damos espacio a la Palabra, a acogerla «con corazón atento, dócil, orante» (Const. 8). Como nos recuerda la exhortación apostólica postsinodal, sólo así entramos «en el misterio de la fe mediante la cual Cristo viene a morar en nuestra vida» (VD 28). Se trata de “concebir”, como María, al Verbo de Dios dentro de nosotras, «dejándonos evangelizar por la sublime ciencia de Cristo» (Const. 8). 2 Esto quiere decir que puede ser anunciador de la Palabra sólo quien dedica todas sus energías a escuchar la Palabra. Hablamos de una scucha activa, “obediente”, transformante (cf. At 9,1-30); una escucha que nos hace reconocer en la Palabra, aquella Presencia viviente que está en la base de toda realidad, que nos hace ver y tocar al Verbo de la vida, nos involucra existencialmente. Porque se comunica sólo lo que se vive. San Agustín repetía: «Predicador vano de la Palabra de Dios al externo es aquel que no la escucha dentro» (Sermón 179; PL 38,966). Don Alberione parece hacerle eco cuando afirma: «… Llenen sus corazones. Como el vaso cuando rebosa de agua, se derrama, así el corazón cuando está lleno de Dios, derrama esta plenitud sobre los demás. Nosotras la derramamos con los medios que el Señor nos ha dado: o sea la prensa, el cine, la radio, la televisión, el disco» (RA marzo-abril 1966). En el poder del Espíritu, nuestra vida se transforma en Palabra que se hace carne: en el mundo, en la historia, en medio a los hombres y mujeres de nuestros días; una Palabra que los demás pueden reconocerla inmediatamente y leerla. Nosotras nos hacemos la «carta de Cristo, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo» (2Cor 3,3). Habitadas por la Palabra, no podemos sino ser mujeres de esperanza, o mejor, “mujeres en estado de esperanza”. En alemán, para decir que una mujer está en cinta se dice que está en der Hoffnung: está en esperanza”. Si Cristo, «nuestra esperanza» (1Tm 1,1), vive en nosotras, nosotras como sagrarios vivientes” llevamos esta Esperanza en nuestros caminos del mundo, siempre prontas a responder a cualquiera que nos pida dar razón de nuestra esperanza (cf. 1Pt 3,15). Somos capaces, aquí y ahora, de abrir de par en par los horizontes de sentido y de indicar senderos de esperanza y de proyectualidad. Queridas hermanas, hemos abierto el Intercapítulo con la solemne entronización de la Palabra. Dejemos que ella resuene abundante en los días de nuestra Asamblea, que nos sostenga, que estimule las energías positivas, que nos estimule una vez más a levantarnos y a entrar en la ciudad, donde se nos dirá lo que debemos hacer (cf. Hch 9,6). Es interesante notar cómo la imagen de quien se levanta, se pone de pie, sea connatural a la esperanza. Decían los latinos que la esperanza es la que mantiene al hombre en posición erecta y en camino, es decir, a hacerlo capaz de futuro («Homo viator, spe erectus»). Procedamos juntas, fuertes con la oración de las hermanas de todo el mundo, para que el Espíritu nos obtenga vivir este encuentro como kairos, tiempo de gracia para toda la congregación. Nos obtenga esto la poderosa intercesión del Primer Maestro y de Maestra Tecla, cuyas vidas han sido habitadas por la fuerza y por la santidad de la Palabra, y por esto han sido profetas de esperanza, siempre proyectados por el Espíritu en la dirección del futuro de Dios. Buen Intercapítulo a todas. Sor M. Antonieta Bruscato superiora general Roma, 5 de febrero de 2011 3