El negro en los EE. UU. Antón Chekhov sugirió una vez que tras IB puerta de cada persona contenta debiera haber alguien golpeándola constantemente con un martillo para recordarle que hay gente desgraciada. La sociedad norteamericana blanca está recibiendo tales advertencias de parte de los 22 millones de miembros que componen la comunidad de color. Estos golpes asumen varias formas: marchas de protesta, campañas para ejercer el derecho a voto, grupos de presión en el parlamento, demostraciones y aún serios desórdenes. La cultura puritana anglosajona no será la misma ahora que el negro ha comprendido que debe hablar, actuar y vivir en forma autónoma y no como un muñeco en un escenario. Cierto muchacho de color dijo: "Pensar con criterio blanco significa que mi salvación es mi patrón. Pensar 'en negro' significa que sólo me puedo salvar mediante mis esfuerzos." La desilusión, si no el cinismo, están empezando a cundir entre los integracionistas moderados tales como Roy Wilkins y Whitney Young quienes, junto con Martin Luther King, abogaban por soluciones no violentas para el conflicto racial. El negro norteamericano no quiere seguir siendo ignorado. Añora una participación en el poder económico, las libertades cívicas y la dignidad humana de que goza la mayoría blanca. Al examinar la historia de la raza y sus pasos hacia la libertad, no sólo se aprecia la legitimidad de sus deseos sino también su difícil pero firme ascensión hacia la madurez política. Los negros representan en Norteamérica el grupo minoritario de color más grande y antiguo. Arrancados de su hogar en África, fueron embarcados, vendidos, marcados y condenados a una vida de trabajo durante tres siglos en las plantaciones del sudeste de Norteamérica. Al ser libertado por Lincoln en la Guerra Civil, el negro se dio cuenta que había permutado repentinamente su estado de esclavitud por el de miembro de una casta inferior. A cambio del trabajo que efectuaba en las plantaciones y en las cocinas de los propietarios acaudalados, recibía pensión 654 y alojamiento y se le permitían ocasionales desbordes de violencia, ebriedad y sexualidad. Siendo legalmente libre durante el período de la Reconstrucción (1865-1875), el negro se encontró en un cautiverio virtual, sin derecho a voto ni posibilidad de acceso a las oportunidades económicas, educacionales y sociales. Las famosas leyes de Jim Crow aseguraban una existencia segregada para la población de color. Gradualmente, un grupo considerable emigró al Norte y al Oeste, sólo para encontrar una nueva forma de explotación en las fundiciones de acero de Pittsburgh y Gary, las armadurías de Detroit y Flint y las fábricas de Chicago y Nueva York. Harlem se convirtió en el símbolo del ghetto urbano para estos marginados. Los aportes del negro Durante este período, los negros establecieron un record notable de realizaciones culturales y artísticas. Con una paciencia extraordinaria, una flexibilidad increíble y una capacidad única de adaptación, se sobrepusieron a su desventaja inicial como esclavos y ciudadanos de 2' clase para comenzar a dar frutos en las áreas no económicas. Comenzando con los obsesionantes cantos de esclavitud, el negro desarrolló esa contribución permanente a la cultura universal conocida como el "spiritual". Dotado del don innato de la armonía y de un oído excelente para la música coral, logró introducirse en la exclusivista cultura anglosajona. En nueva Orleans, Georgia y Carolina del Sur y del Norte existen ritos africanos emparentados con los ritmos característicos del Brasil y del Caribe. Mientras en América Latina la influencia cultural de los negros fue acogida con más tolerancia, el negro norteamericano debió inspirarse en la cultura del país adoptivo y readaptarla. Así fue como el "ragtime", el jazz, los "blues", las canciones de trabajo y las baladas folklóricas ejercieron una influencia que sobrepasó la subcultura que los originó, y posterior- mente pasaron a ser del dominio público artístico. La balada de John Henry, <lEl peón del ferrocarril", es un clásico y refleja la psicología de perpetuo servilismo del negro: "el trabajo puede destrozarlo, pero él nunca destrozará al trabajo". Paradójicamente, tales formas musicales permitieron que fuera el negro y no el campesino blanco quien determinara la cultura semifeudal del Sur. Sin haber pasado por la etapa feudal, como otros países, los EE.UU. tienen una tradición folklórica gracias al negro. Los prejuicios que lo rodeaban lo impulsaron a desarrollar formas compensatorias para hacer la vida más llevadera. La Biblia, los himnos espirituales y los rituales fervorosos proporcionaron al labrador semianalfabeto dos fuerzas esenciales del Cristianismo: la esperanza de salvación y la esperanza de libertad. En su último discurso en Memphis, Martin Luther King pulsó ambas cuerdas rcligiosas al decir: "He visto la cima de la montaña." Se refería a Moisés, que no sólo habló con Dios sino que sacó a su pueblo del cautiverio y lo guió a la libertad. De las clásicas imágenes bíblicas surgieron exhortaciones tales como: "Baja, Moisés, díle al Faraón que libere a mi pueblo." "Si Dios salvó a Daniel, ¿por qué no a cada hombre?" "Río profundo que hiela el cuerpo pero no el alma." En un comienzo, la música negra fue interpretada por coros parroquiales, cantantes campesinos y orquestas que usaban instrumentos caseros (peinetas, tablas para jabonar, cántaros y tambores de metal). En Nueva Orlean la amalgama de cultura latina y ritmo negro llevó a un nuevo estilo: el jazz. Pronto la música su extendió al norte bordeando el Río Mississippi: la ciudad de Kansas, St. Louis y finalmente Chicago. En la década del "40" llegó a Nueva York y California. Resultaría largo enumerar todos los directores de orquesta, bailarines, instrumentalistas y vocalistas destacados. Los más importantes han sido Duke Ellington, Count Basic, Earl Hiñes. Bill Robinson, Charlie Parker, Louis Armstrong, Lionel Hampton, Coleman Hawkins, Ella Fitzgerald y Marian Anderson. La música negra no sólo es la contribución espiritual más auténtica de toda la cultura norteamericana, sino que constituyó el comienzo de la integración en los EE.UU. La barrera del color fue salvada por primera vez gracias al sistema de contratación adoptado por la orquesta de lientiy Goodman, el famoso clarinetista, a mediados de la década del "30", mucho antes de que los educadores, el clero, la Corte Suprema o aún el béisbol americano se opusieran a la segregación. A pesar de estos antecedentes significativos, ÍI menudo no se permitía actuar en el Sur y se negó la entrada a determinados hoteles a estrellas tan refulgentes cumo Mildred Bailey, Biüie Holliday, Lena Horne y "Fals" Waller. Revisando la historia de la música negra, se reconoce un importante factor psicológico, a saber, que el blanco tenía que constatar una relativa superioridad en el negro antes de admitirlo como igual. Parece que las teorías morales abstractas y los principios legales no bastan. Para que los blancos acepten la integración de buen grado es menester establecer la confianza y el propio interés. Otro caso de este mismo principio psicológico fue el reclutamiento masivo de negros por el ejército, primero en la II Guerra Mundial, luego en Coreo y más recientemente en la crisis de Vietnam, No existiendo otra institución más absorbente que el ejército, blancos y negros vivían democráticamente, entrenaban, combatían y morían juntos, Después de 1945 los veteranos negros ya reintegrados a la vida civil se dieron cuenta de que se sentían más seres humanos cuando arriesgaban la vida por su pa tria en Guadalcanal, Anzio o Burma que en los EE.UU. Naturalmente surgió la pregunta: si como soldado mi país me considera igual a un hlanco. ¿por qué no me considera lo mismo como obrero, profesional o universitario? Libros tales como Native Son de Richard Wright, Invisible Man de Ralph Ellison y Go Tell It on the Mountain de James Baldwin aguijonearon por aquella época la conciencia del blanco en este sentido. A su vez, el cine, destacando a Sidney Poitier, ha entregado una nueva imagen del negro. No debemos olvidar que algunos autores blancos del Sur también señalaron a la nación la chocante verdad de la segregación. William Faulkner en The Sound and the Fury y Light in August, y Lillian Smith en Strange Fruit y Killers oí the Dream mostraron al negro como la víctima principal de una sociedad dominada por los incentivos individuales del lucro y del prestigio. Ello ayudó a informar a los no sureños sobre el nivel de ignorancia y animosidad predominantes en el Sur pero no logró convencer a muchos sureños del significado ético y democrático de la decisión de la Corte Suprema que favoreció la integración escolar en 1954. El Poder Negro Lentamente el movimiento en pro de los derechos civiles adquirió fuerza. Los negros rehusaban abandonar los restaurantes donde había discriminación. Se buscaron interpretaciones legales que garantizaran las mismas oportunidades de trabajo y la desegregación al mismo tiempo que se apoyaba el gran empeño del Presidente John F. Kennedy por unir a los líderes blancos y negros en una causa común. Sin embargo, al ver que en los ghettos las ratas seguían mordiendo a las "guaguas" igual que cinco años atrás, los métodos pacíficos parecieron demasiado lentos y el movimiento nacionalista negro se fortaleció. ¡La paciencia de los negros se agotaba! Con el slogan El Poder Negro, con la suposición de que Norte América está realmente compuesta de dos sociedades (una blanca y otra negra) y con líderes dinámicos como Malcom X y Cassius Clay, el campeón de box, los mahometanos negros comenzaron a reclutar adeptos entre los partidarios de la integración pacífica. Durante tres veranos consecutivos se desbordó la violencia racial en las zonas claves de Los Angeles, Chicago, Detroit, Nueva York y Newark. La razón la dio Stokely Carmichael, uno de los principales agitadores del Poder Negro, a un periodista de la revista argentina Primera Plana: "En este país la violencia es la única forma de vida." Tal actitud sorprendió al resto del mundo ya que el Presidente Johnson fue elegido en 1964 en base a su declaración de prin655 cipios de la "Gran Sociedad'", que prometía extender a todos las ventajas económicas, educacionales y sociales que confieren al ciudadano norteamericano el standard de vida más alto en la historia del mundo. El Presidente, sin embargo, no tomó en cuenta ciertos aspectos no legales del problema como el profundo odio racial de sectas tales como el Klu Klux Klan y el Consejo de Ciudadanos Blancos; el temor de los blancos de clase baja, tanto en las zonas rurales sureñas como en las ciudades del norte, de perder oportunidades de trabajo; la amenaza que siente la estructura de poder blanca frente a una pérdida de influencia; y, finalmente, la verdadera apatía de gran parte del pueblo norteamericano, bien intencionado pero irresoluto. La situación entre negros y blancos ha empeorado. £n efecto, son muy pocos los blancos que comprenden la problemática que fue surgiendo en Norte América en las décadas del "50" y del "60": la necesidad de educación para poder vivir en una sociedad tecnológica; la necesidad de un empleo para lograr la seguridad familiar en una sociedad automatizada que elimina el trabajo; la necesidad de un ingreso suplementario basado en dividendos; la necesidad de una plataforma política para ejercer influencia a nivel federal y estatal. La familia norteamericana típica vive en suburbios y rara vez los ghettos y conventillos existentes en toda ciudad grande. Hasta hace poco tiempo, muchos ciudadanos blancos suponían que todos sus compatriotas compartían su modo de vida. Ni siquiera el informe candoroso, casi alarmante, de una Comisión Nacional sobre Desórdenes Cívicos, designada por el Presidente |ohnson. logró encontrar respuesta en los sectores públicos y estatales. El informe de la citada comisión no agTadó al Presidente, pues sugería más bien una cierta indiferencia por parte de la América blanca frente a estos problemas y advertía la posibilidad inminente de dos sociedades separadas y, por consiguiente, antagónicas. Los partidarios de la no violencia El negro, que ha sido paciente durante tantas generaciones, está al borde de la amargura. No acepta que lo sacrifiquen en un proceso de desarrollo económico acele656 rado. Algunos negros llegan a comparar su posible destino con el exterminio judío por los nazis. Por consiguiente, argumentan, si hay que caer, más vale caer peleando. Asimismo, el humor característico del negro ha disminuido. Por ejemplo, el comediante de color, Dick Gregory, se ha convertido en un cruzado, llegando a ayunar durante 45 días, sacrificando ingresos personales y recorriendo el país para hablar a los estudiantes, haciendo suyos —en dichos y hechos— los principios de Mahatma Ghandi y Martin Luther King. La actitud de Gregory, con respecto al blanco, es: "No lo voy a matar, no le voy a hacer daño, pero ¡cómo lo voy a fregar!" Al preguntársele si cree hacerle el juego al comunismo con su estrategia, Gregory contesta: "Hombre, ¡cómo se te puede ocurrir que si consigo cambiar el modo de ser de este país voy a entregarlo a muchachos blancos del otro lado del océano!" Sin embargo, aún los heroicos defensores de los métodos pacíficos, como Dick Gregory, se están desanimando: primero por los asesinatos de Malcom X y ]ohn F. Kennedy y recientemente por los de Martin Luther King y Robcrt Kennedy, Estos crímenes han llevado a la comunidad negra a poner seriamente en duda la causa de la no-violencia y los buenos propósitos de la sociedad blanca norteamericana. King era el Moisés negro que condenaba valientemente la guerra de Vietnam y la condición social de los negros, considerándolos parte integral del mismo principio moral. Robcrt Kennedy era el paladín blanco de la justicia social que visitaba a los pobres —negros y blancos— en sus conventillos y ghettos. ¿Por qué —se preguntan muchos negros— los moderados caen victimas de la violencia? Una de las respuestas es que los extremistas raciales continúan alimentando sus impresiones distorsionadas. Los que abogan por la fuerza —tanto negros como blancos— quieren ignorar la gran masa blanca y negra que apoya la integración por medios pacíficos. Desgraciadamente son demasiado intransigentes en sus prejuicios mutuos. Por ejemplo, el alcalde blanco de Chicago advirtió a los negros que serían fusilados todos los que en este verano fueren sorprendidos saqueando la ciudad. Por otra parte, Stokely Carmichael, el impetuoso líder de la violencia negra, señaló la suerte corrida por M. L. King como evidencia de la futilidad de la no violencia. Ningún extremista quiere comprender la variedad de matices que complica la situación. Muchos reaccionarios blancos no ven que hasta ahora la protesta negra sólo ha asumido una violencia superficial en comparación con lo que podría llegar a ser. Ciertamente, ninguna vida humana puede contrabalancearse con el limitado valor de una mercadería saqueada. Por otra parte, la muerte de los hermanos Kennedy y la de Martin Luther King no carecen de significado: prueban la realidad del Evangelio y su fuerza permanente; certifican el testimonio de estos hombres impregnados del espíritu de la noble tradición del negro norteamericano, reflejada en uno de sus "spirituals": "Está tan alto mi Señor Está tan bajo mi Señor Sólo puedo llegar a £1 A través del Cordero." Neil P. Hurley, s,j.