06-07tie.qxd 3/13/04 7:07 PM Page 2 7 La Plata, domingo 14 de marzo de 2004 El frigorífico Swift, postal del Berisso que acogió a tantos miles de inmigrantes Más allá de la leyenda H mismo: las infrahumanas condiciones de trabajo de sus “camaradas” de los frigoríficos, a quienes en más de una oportunidad incitaron a la huelga. Los domingos es habitual que se los vea almorzando sopa de gallina con fideos en el restorán “El Aguila”. Por las tardes, Walter recorrerá unos kilómetros hasta La Plata para alentar a Estudiantes, club del cual se enamoró cuando reconoció en su Walter, Josip Broz o Mariscal Tito C onsiderado un "elemento peligroso", por tratar de organizar a los obreros para exigir por un salario justo y mejores condiciones laborales, fue despedido del frigorífico Swift. Lo persiguieron, fue encarcelado y posteriormente se le aplicó la Ley de Residencia, por la cual “todo extranjero cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbara el orden público" podía ser expulsado del país. Así fue que en 1931 Josip Broz fue deportado a su Yugoslavia natal. Allí se hizo cargo de la El Mariscal Tito vivió en Berisso camuflado bajo el nombre de Walter. Dicen que era hincha de Estudiantes camiseta los mismos colores que los de su querido Estrella Roja de Belgrado. conducción del Partido Comunista. Durante la Segunda Guerra Mundial, el territorio que luego sería Yugoslavia fue invadido por tropas nazis y repartido entre Alemania, Italia y Bulgaria. Los alemanes llevaron a cabo más masacres en respuesta a la resistencia armada de los realistas "chetniks", antiguos soldados yugoeslavos, y los guerrilleros comunistas liderados por Broz. Al principio, los chetniks y los comunistas lucharon uno al lado del otro, pero luego se enfrentaron, mientras seguían combatiendo a los alemanes. El ejército soviético liberó los Balcanes de la ocupación alemana en 1944, y un año Mientras observa al entrerriano "Don Padilla" desparramar defensores por el área y fundir las redes de los arcos, Walter piensa en su Yugoslavia, en los olores de su tierra, en su madre, en cómo sería poder regresar algún día y formar allí una república popular. Tiene 38 años, y el lápiz en su mano para escribir la historia. Ulises Rodríguez después Josip Broz, ya conocido como el Mariscal Tito, estableció la República Socialista Federal de Yugoslavia. La consiguiente alianza entre Yugoslavia y la Unión Soviética no fue fácil. Los esfuerzos de Tito por construir en el decenio de 1940 una federación balcánica, independiente de la influencia rusa, fueron vistos por la Unión Soviética como una amenaza a su base de poder en la región. El retiro de su ayuda económica con la esperanza de derrotar a Tito no tuvo éxito. Yugoslavia siguió su propio camino y Tito permaneció en el poder hasta su muerte, en mayo de 1980. abía llegado al puerto de Buenos Aires el 20 de octubre de 1931. Portaba documentos falsos, ya que su verdadero nombre, Josip Broz, fi guraba en la lista de hombres más buscados por la policía yugoslava. Según la historia oficial, tres años antes, a las 11 de la noche del 4 de abril de 1928, Broz había sido detenido por dos policías vestidos de civil, en una de las viviendas donde solía pasar las noches. Era miembro del Partido Comunista Yugoslavo (PCY), que por esos años estaba prohibido. En 1921 se había aprobado la ley de protección del Estado y afiliarse al PCY significaba correr el riesgo de ser detenido. O ejecutado. Estuvo detenido tres meses. Fue acusado de pertenecer a una organización ilegal y el 6 de noviembre, en Zagreb, se le inició el juicio. Lo condenaron a cinco años de prisión. Hasta enero de 1929 permaneció en una celda del Alto Tribunal de Justicia. Luego fue trasladado a la cárcel de Lepoglava. Afuera, el Partido Comunista organizaba su fuga. El escape En pocos meses Broz había conseguido el modo de volver a la calle: con la custodia de un policía salía a reparar sistemas eléctricos en las casas del pueblo. Una tarde de agosto, su custodio y una inocente señora, propietaria de un café en Lepoglava, cometieron un error garrafal: sucumbieron a las exhortaciones de Broz para que lo ayudasen a reunirse con sus amigos. Sin ponerse siquiera a pensar, o por lo menos averiguar, quiénes eran sus amigos. Una vez por mes, esta señora llamaba a la cárcel y pedía que le mandaran a alguien para que reparara las instalaciones eléctricas de su café. Entonces Broz se reunía con los miembros del movimiento clandestino comunista, en una habitación sucia y húmeda, en la parte superior del edificio. El guardia esperaba abajo disfrutando un frugal copetín. Una copa de más En una de estas salidas el copetín no fue tan moderado y Tito escapó tras pasar casi tres años como preso político, y así recaló en Berisso el policía se emborrachó. Broz aprovechó la ocasión y se escapó por los techos del bar. Logró cruzar la frontera y se ocultó durante un tiempo en Génova, Italia. Sus camaradas le habían conseguido pasaportes falsos y, oculto en el bodegón del Principessa María, se embarcó hacia la Argentina. Una tarde pegajosa, pesada como plomo líquido, llegó a Berisso y se hospedó en una pensión de la calle Nueva York.