Basílica San Pedro del Vaticano

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San Pedro del Vaticano
La Basílica del Vaticano va cobrando su definitivo aspecto con el trabajo de G. DELLA PORTA al peraltar la
cúpula que diseñara MIGUEL ÁNGEL y con el de CARLO MADERNA, autor de la fachada, grandiosa en su
robusta simplicidad. La escalera que conduce a ella resulta discreta ante la gran mole edilicia y no alcanza el
barroco sentido escenográfico que tendrán las escaleras romanas posteriores. MADERNA termina la fachada
en 1607, y en 1629 LORENZO BERNINI se hace cargo de las obras de urbanización y magnificación de la
Basílica.
Olvidada ya la primitiva concepción bramantesca de dotar a la Basílica de cuatro fachadas iguales sobre
planta de cruz griega, se opta por alargar la nave central y cerrar la obra con la fachada de MADERNA.
BERNINI toma como punto de partida el eje central, notoriamente alargado ahora, y sobre él se diseña una de
las más impresionantes plazas de Occidente. Partiendo de las experiencias de la plaza de Pienza, o de la del
Campidoglio de MIGUEL ÁNGEL en Roma, traza dos amplísimos brazos rectos desde los extremos de la
fachada y que convergen hacia el eje. Aquí, la convergencia, como en Pienza o el Campidoglio, produce un
engaño óptico que da mayor dimensión a la fachada principal.
Estos brazos rectos, que avanzan en una longitud tan grande como la que hay desde el baldaquino interior
hasta la fachada exterior, están constituidos por una magnífica columnata dórica−romana que remata en un
entablamento coronado por estatuas. Pero la genialidad de BERNINI estriba en el encurvamiento de esta
columnata. Lo hace describiendo una elipse, curva de mayor dinamismo que el círculo, y situando cerca de
sus focos dos magníficas fuentes; de esta forma hay una constante en la suma de apreciaciones de las mismas
desde cualquier situación del espectador en la elipse.
La columnata curva consta de cuatro hileras de cuatro órdenes distintos y proporcionan un total de 296
columnas que, sobre el entablamento, sostienen 140 estatuas de santos, obra de los discípulos del maestro. El
efecto de este deambulatorio es impresionante, ya que el bosque de columnas no parece acabarse sea cual
fuere el punto elegido.
San Pedro del Vaticano
Con ello BERNINI quiebra, definitivamente, el ideal de perspectiva central que había presidido la arquitectura
desde BRUNELLESCHI. La gran fachada de la Basílica queda siempre condicionada por las infinitas
posibilidades de observación que ofrece la curvada columnata.
No puede decirse que haya un punto único e ideal, de observación, sino la integración de todos ellos, porque
la única posibilidad de ver la Basílica desde el gran eje central queda truncada al haberse colocado allí, en el
centro de la elipse, un obelisco egipcio de 40 metros de altura. Su preseverancia obliga a desplazar el punto de
vista a los lados, lo que conviene al ideal barroco que aporta BERNINI con esta obra.
Por lo demás el largo eje axial se hace enorme y supera ampliamente la dimensión mayor de la propia
Basílica. Este alargamiento de los ejes longitudinales será una constante en las grandes urbanizaciones
barrocas posteriores, desde Versalles a La Granja o al París de HAUSSMANN.
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