El pozo de los deseos

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El pozo de los deseos
Alisa no sabe en qué parte de la cadera va a colocar el cántaro.
A medida que su vientre crece, volver con él lleno de agua es
realmente incómodo.
Desde pequeña había oído las leyendas de que, en la ciudad de Toledo, los pozos de agua concedían deseos. Así que,
cada día, le había contado bajito al pozo su deseo de ser madre. Cuando, tras cinco años de matrimonio, quedó embarazada, supo, sin más, que las leyendas eran ciertas.
Aquel pozo conocía sus alegrías, sus tristezas, sus anhelos… era un confidente al que le contaba sus secretos, y él, a
cambio, le hacía el regalo de un cubo lleno de agua fresca con
el que llenar su cántaro.
El tiempo de espera se ha cumplido.
—Es una niña, Alisa.
Y se la entregan envuelta en una tela de lino.
Samuel coge a su hija y besa la frente de Alisa, sonriendo
satisfecho.
—La llamaremos Fátima, como mi abuela.
Fátima muere a los siete días, sin que nadie sepa por qué.
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BEL COBO
El dolor, por dentro y por fuera, es tan grande, que Alisa
lo supera a duras penas.
Pasan los días y elige aliviar su desconsuelo volviendo a
su rutina diaria. Cada día acude al pozo, y apoyada en el brocal, llora amargamente, contándole su insuperable congoja.
El brocal recoge sus lágrimas, y con rabia las desliza por
la pared hasta que llegan al caudal donde se funden en las aguas,
perdiendo así su aflicción, para llenar el cubo de agua fresca y
dulce, con el que ella llena su cántaro.
Han pasado varios años y Alisa no ha vuelto a concebir.
Samuel se detiene para atarse la sandalia, mientras Alisa
se acerca al brocal del pozo y deja caer el cubo, al mismo tiempo que se acerca un anciano con un pequeño bulto entre los
brazos.
—Su madre ha muerto, Alisa, no tiene más parientes que
yo, como ves, tan anciano ya, que no puedo hacerme cargo de
ella. ¿Querréis criarla como a una hija Samuel y tú?
Samuel se acerca y el anciano le explica, al tiempo que
deja en brazos de Alisa a la niña arrebujada en una pequeña
manta. La pareja no puede contener su alegría, mientras el anciano se aleja.
—¿Cómo se llama? —le pregunta en voz alta Samuel.
—Fátima. Tiene siete días y se llama… Fátima.
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