Enseñanza de vida

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Enseñanza de vida
Con décadas de experiencia en el aula, seis maestras recuerdan
por qué se mantienen activas. Sus alumnos se han convertido en médicos, abogados,
deportistas, ingenieros… Rodeadas de niños, ellas enseñan y se dejan enseñar
Javier Graterol García | Fotografía Roberto Mata
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Taydee Álvarez | 45 años
24 años de servicio | Centro Educativo de la Asociación de Profesores
de la Universidad Central de Venezuela (CEAPUCV)
Escogió ser maestra por convicción. Cuando lo hizo, estaba segura de que quería dedicar su vida a
la docencia. En 1990 obtuvo el título de Profesora Especialista en Artes, y comenzó su carrera en el
Instituto Tiuna de Caricuao, donde trabajó como maestra de aula durante seis años. Luego ingresó
como profesora de Artes Plásticas –de primero a sexto grado– en CEAPUCV, donde ya acumula 18
años de labor.
“Esta carrera es de muchos retos. El docente debe reinventarse todos los días.
Necesita innovar, crear y actualizarse”.
“Un buen maestro debe ser coherente con lo que dice. El maestro es un modelo:
enseña más con el ejemplo que con la palabra”.
“En mis clases trato de mantener el buen humor: a mis niños los llamo doctores
y licenciados, porque los visualizo como profesionales”.
“Los maestros somos, junto a nuestros alumnos, copartícipes de la educación.
Me he encontrado con niños que, en algunos temas, saben más que yo,
y eso me enriquece”.
“Ver que un alumno recibe su título universitario produce una gran satisfacción.
Uno se da cuenta de que florece el trabajo que se hace en el salón de clases”.
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Sonia Martínez | 74 años
55 años de servicio | Colegio San José de Tarbes
Desde siempre tuvo vocación pedagógica. Graduada de maestra normalista en 1954, trabajó durante
27 años en escuelas públicas de Caracas, hasta su jubilación en 1981. Sin embargo, continuó su
labor, y en 1994 llegó al Colegio San José de Tarbes de La Florida, donde hoy dirige la biblioteca y da
clases de matemáticas a los niños de cuarto, quinto y sexto grado.
“Un buen maestro debe ser un buen líder. Debe lograr que todos sus alumnos
trabajen con entusiasmo. Debe estimularlos y animarlos”.
“Mis estudiantes me llaman por mi nombre. Antes me decían señorita; después,
maestra; luego, profesora, y ahora que estoy más vieja me dicen Sonia”.
“Me encanta mi trabajo, me apasiona tanto que no me canso. Es el motivo
por el cual me levanto todos los días. Me absorbe. Para mí, esto es un regalo
grandísimo de Dios”.
“Mis alumnos me han contagiado de la alegría de vivir, del entusiasmo que siempre
tienen. Ellos le ponen ilusión a todo, resuelven los problemas de la vida diaria
con mucha facilidad: son muy sencillos”.
“Quiero que me recuerden como una maestra comprensiva, que los ayudó;
alguien que les enseñó que vale la pena vivir”.
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Margarita Peña | 76 años
61 años de servicio | Unidad Educativa Escuela Mis Encantos
Ha dedicado su vida a la docencia. A los 12 años decidió consagrarse a la enseñanza; a los 15, guiada
por su madre –también docente–, fundó en su casa, con tres estudiantes, la Escuela Mis Encantos.
Se graduó de maestra en 1976. Ha recibido alrededor de 60 reconocimientos por su trabajo como
docente ejemplar. Hoy, 190 alumnos recorren los pasillos de su escuela.
“El rol principal del maestro es guiar al alumno por el mejor camino. Nosotros
no enseñamos porque seamos perfectos, sino porque hemos vivido más”.
“Soy muy amiga de mis alumnos. Si se sienten mal, lo primero que hacen es venir
hasta donde yo estoy. La idea es que mientras están en el colegio se sientan
en familia”.
“Antes había una barrera que separaba al maestro del alumno. Ahora no. Ahora
todos somos iguales, hay más cercanía”.
“Siento nostalgia de mis primeros años como maestra, porque me hacen falta
mis antiguos estudiantes. Sin embargo, me gusta la época que estoy viviendo:
quiero a todos mis alumnos por igual”.
“He aprendido a querer más: el maestro que da cariño es inolvidable. Los niños
son la alegría del hogar y de la escuela; sin ellos, el colegio siempre estaría en
silencio”.
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María Elisabete Pequenesa | 41 años
16 años de servicio | Colegio Montecarmelo
La espontaneidad de los niños la sigue cautivando. Graduada en Educación Especial en 1997, trabajó en el Instituto de Capacitación del Niño con Necesidades Especiales y en la Unidad Educativa
Gloria Falcón, entre otras instituciones. Desde 1999 es maestra integral del Montecarmelo, donde
ha enseñado a estudiantes de segundo, tercero, quinto y sexto grado.
“El buen maestro siempre debe conservar el niño que lleva dentro: su lado sonriente,
alegre y espontáneo. Tiene que ser muy paciente y saber escuchar a sus alumnos”.
“El amor, el respeto, la justicia, el compañerismo y la amistad son temas con los
que el docente siempre debe trabajar. Somos unos mediadores del aprendizaje”.
“Lo que más me gusta de ser maestra es que todos los días aprendo cosas nuevas
de mis alumnos, y eso me enriquece mucho”.
“A los niños hay que educarlos para que confíen en sus padres y en sus maestros.
Hay que enseñarles a no tener miedo, a pedir, a expresarse, aunque se equivoquen”.
“Mientras tenga salud, espero tener la oportunidad de encontrarme día a día
con mis alumnos. Que me recuerden como una maestra que les dio la oportunidad
de ser oídos y que respetó y valoró siempre su trabajo”.
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Erma Virginia Sánchez | 48 años
29 años de servicio | Unidad Educativa Municipal Leoncio Martínez
De pequeña, jugaba a ser la maestra de sus amigas. Obtuvo su título de educadora en 1993, y en
2003 se graduó de especialista en Planificación y Evaluación de la Educación. Ha dado clases de
matemáticas, lenguaje, sociales, ciencias, artes plásticas y música –desde preescolar hasta sexto
grado– en ocho escuelas de Caracas. Desde 1996 enseña a los niños de tercer grado en la U.E.M.
Leoncio Martínez.
“El buen maestro es aquel que se preocupa por que el niño no sólo aprenda
en lo académico, sino que también entienda los valores familiares y ciudadanos”.
“El docente de antes no era tan dado o juguetón como el de ahora. La educación
de hoy es más flexible, hay mucha más cercanía entre el maestro y el alumno”.
“En este trabajo uno aprende día a día algo diferente. Mi carrera ha sido fructífera”.
“Los nuevos maestros deben saber que en su comportamiento está el mejor ejemplo
para sus alumnos: eso los va a transformar en ciudadanos capaces de valerse
por sí mismos”.
“Cuando un alumno ha tenido éxito profesional siento un orgullo tremendo.
Me doy cuenta de que hice algo bueno y de que al menos un pedacito de esa persona
es como es gracias a mí”.
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Ananikson Rodríguez | 50 años
28 años de servicio | Unidad Educativa Municipal Cecilio Acosta
Mientras estudiaba Ingeniería daba clases como auxiliar de preescolar. Esa experiencia con los niños
la impulsó a cambiar su carrera para dedicarse a la enseñanza. Su vocación también le viene de
su madre y su abuela, ambas educadoras. Graduada en 1990, da clases en la U.E.M. Cecilio Acosta
desde 1993. Además, ha colaborado durante más de cinco años como maestra de primaria en la
Escuela Nacional Alfaro Zamora.
“Siempre he pensado que los maestros debemos formar buenas bases para
que los alumnos, aunque se tambaleen, no se caigan”.
“El buen maestro es el que sabe darse a entender. El que es estricto, pero alegre
y cercano con sus estudiantes. Ellos siempre necesitan cariño”.
“Cuando un alumno hace algo bueno, por muy pequeño que sea, lo felicito, porque
eso es un logro. Siempre les digo que deben trabajar duro para el futuro”.
“Me gusta ser la madre, la docente y la niña con mis estudiantes. La idea es
integrarme a ellos, pero siempre con respeto. Que sientan la libertad de contarme
sus problemas”.
“Hoy les doy clases a algunos hijos de mis antiguos alumnos. Aquellos fueron años
muy felices, pero más que en el pasado, prefiero pensar en el futuro”.
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