10 Conozca quienes han sido los papas a lo largo de la historia Por José Humberto Reyes Burgos - Décimo Cuarta Parte Bonifacío VIII (1294 – 1303) Clemente VI (1342 – 1352) Benedetto Caetani, de familia romana noble, fue sin duda uno de los papas más grandes y autoritarios de la edad media. Gombre de gran cultura y capacidades, fue un convencido asertor de la supremacía del poder espiritual y por tanto, de la Iglesia. Fue muy famosa la lucha contra Felipe el Hermoso, rey de Francia, que puede considerarse como la última fase del grandioso duelo medieval entre el papado y el imperio. Un acto memorable del pontificado de Bonifiacio VIII, fue la celebración, en el año de 1300, del primer jubileo en la historia de la Iglesia. Dante le sitúa entre los simoníacos de su “Infierno”. Está enterrado en las Grutas Vaticanas. El noble francés Pierre Roger, monje benedictino, subió al trono pontificio con el nombre de Clemente VI. Llevó al trono pontificio aquél lujo que había conocido en la corte del rey de Francia, un derroche que, unido al nepotismo, le valieron no pocas críticas. En 1348 le compró a la reina Juana I de Nápoles la ciudad de Aviñón. Apoyó inicialmente la rebelión de Roma del tribuno Cola di Rienzo, pero más tarde, a costa de sus excesos, el papa dio la orden para que lo encarcelaran y lo excomulgó. Proclamó el segundo jubileo para el año 1350, estableciendo que debía celebrarse cada 50 años. Beato Benedicto XI (1305 – 1314) Inocencio VI (1352 – 1362) Niccoló di Boccassio nació en Tréviso; Fraile dominico, fue un papa de carácter afable y muy conciliador. Hizo las paces con los cardenales Colonna, los protagonistas del atentado en Anagni. Revocó las censuras canónicas contra Felipe IV el Hermoso, intentando un reacercamiento. Trató de intervenir en la política interna de Florencia apoyando a los Blancos. Escribió sermones y comentarios acerca de los fragmentos del Evangelio de Mateo, Salmos y el Apocalipsis. Fue beatificado en 1783. Está enterrado en Perusa, en la iglesia de San Dominico. Esteban Aubert fue papa en Aviñón. Decidido a restaurar la soberanía pontificia en Italia, envió a Cola di Rienzo y al cardenal Albornoz como vicario suyo. Este último pudo cumplir la misión que se le encomendó, al contrario de Cola di Rienzo que fue asesinado por el pueblo romano, quien en un principio le recibió triunfalmente. Como hiciera Benedicto XII, se comprometió a poner fin a la Guerra de los Cien años entre franceses e ingleses, alcanzando la paz en Bretigny en el año 1360. Le propuso a Francesco Petrarca ser su secretario pero el reusó dicho cargo por amor a la libertad. Fue enterrado en la cartuja de Villeneuve-les-Avignon. Clemente V (1035 – 1314) Beato Urbano V (1362-1370) La elección del francés Bertrand de Got fue el resultado de un trato entre los cardenales italianos y Felipe el Hermoso. Clemente V fue objeto de una fuerte y decisiva influencia del rey francés, tanto es así que por voluntad de este, en 1303 trasladó su sede papal de Roma a Aviñón, aceptó actuar en las bulas de Bonifacio VIII, y decidió suprimir la orden de los templarios, cuyas pertenencias pasaron a ser propiedad del rey. A clemente le interesó siempre la cultura, de hecho instituyó las cátedras de lengua oriental en París, Bolonia, Salamanca y fundó la universidad de Orleans y Perusa. Está enterrado en Uzes, Francia, en la iglesia de Notre Dame. De familia francesa noble y monje benedictino, Guillaume de Grimoand fue un papa popular, amado por la gente y guiado por un espíritu de caridad. Quiso devolver la sede del papado a Roma y con la ayuda del legado del cardenal Albornoz entró en la ciudad en 1367, pese a la oposición de la corte francesa y el colegio cardenalicio. Pero la revuelta en Viterbo y Perusa y una nueva oleada entre franceses e ingleses obligaron a Urbano V, que ya no se sentía seguro, a regresar a Aviñón donde murió 3 meses después tras haber adquirido fama de santo. Fue beatificado en 1870 por Pio IX y está enterrado en la iglesia de San Victor en Marsella. Juan XXII (1316 – 1314) Nacido en Cahors, Francia, Giacomo Duése sucedió a Clemente V tras dos años de sede vacante y residió de forma estable en Aviñón, donde fue trasladada la sede. Aun viviendo en Francia reorganizó la cancillería e instituyó el tribunal de la Sacra Rota. Estuvo en profundo antagonismo con Ludovico el Bávaro a quien el Papa excomulgó en 1327 y alrededor del cual se reunían todos los detractores de Juan XXII. En plena lucha Ludovico se hizo proclamar emperador en Roma y en 1328 nombró a un antipapa: Nicolás V. Más tarde Nicolás pidió perdón haciendo acto de sumisión al papa. Está enterrado en la catedral de Aviñón. Benedicto XII (1334 – 1342) También el francés Jaques Fournier confirmó la resistencia de los papas en Aviñón y mandó a construir el palacio papal. Se comprometió en reformar las costumbres corrompidas y a eliminar los abusos que se daban cita en la Iglesia, condenando el nepotismo y la simonía. Trató de detener la Guerra de los Cien Años que se estaba librando entre ingleses y franceses e intentó un reacercamiento con Ludovico el Bávaro, pero los electores alemanes rechazaron cualquier interferencia del papa en el nombramiento del rey de Alemania. Está enterrado en la catedral de Aviñón. Gregorio XI (1370 – 1378) Nacido en Maumont (Francia), con el nombre de Pierre Roger de Beaufort, desde los primeros años de su pontificado quiso devolver la sede papal a Roma, pero se lo impidieron algunas cuestiones de carácter internacional y conflictos internos que atormentaban a Italia. En el Estado de la Iglesia estalló una revuelta y el papa lanzó un entredicho contra Florencia, ciudad que fomentó dicha revuelta. Por fin, reclamado también por Santa Catalina de Siena, en 1377 Gregorio llegó a Roma donde murió un año después. Está enterrado en la iglesia de Santa Francisca Romana. Urbano VI (1378 – 1389) Bartolomeo Prignano, de origen napolitano, vivió dificultades durante su cónclave pues el pueblo romano.. Estas manifestaciones sirvieron como pretexto para que un grupo de cardenales disidentes que, trae reunirse en Fondi, eligieran a un antipapa, al cardenal Roberto de Ginebra, que tomó el nombre de Clemente VII y se estableció en Aviñón. Comenzó así el cisma de Occidente que duró alrededor de cuarenta años hasta Martín V. Urbano, hombre de costumbres muy íntegras, que tenía sin embargo un carácter iracundo, que le valió el sobrenombre de “inurbano”.