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Foto: Intervención de Diana Puig sobre un cuadro del Dr. Atl
CRÓNICA
Sobre la furia de la Tierra
L
Víctor RIVERA
o que el poeta ve en los volcanes, de acuerdo a
Alfonso Reyes, es el “reverberar de la luna en la
nieve”, ese “recortarse sobre el cielo el espectro
de Doña Marina, acosada por la sombra del
Flechador de Estrellas”. Si eso es lo que ve el poeta, de
acuerdo al mismo Reyes, los conquistadores vieron
deslumbro, pues cuando los hombres de Cortés asomaron
sobre el orbe de sonoridad y fulgores, contemplaron
el “espacioso circo de montañas”. Así son los volcanes:
colosos que se yerguen esplendorosos, sin embargo
también son montañas de fuego que con rabia y coraje
invaden la tierra, se comen el cielo y escupen fuego.
El miércoles 21 de enero, el volcán de fuego El Colima
explotó. Una nube que crecía como el cielo se propagó en
el espacio, subió más de cuatro mil metros de altura: la
postal hace recordar los paisajes pintados por el Dr. Atl
en su aventura con el Paricutín. Se dice que la última vez
que el volcán El Colima hizo erupción —hace 102 años—
la fuerza fue tanta que las cenizas llegaron hasta Saltillo,
Coahuila.
En aquel lejano 1913 el cielo se oscureció por horas.
Raymundo Padilla Loza, jefe político de Zapotlán el
Grande, relataría sobre el suceso: “Se escuchó un rumor
subterráneo seguido de una detonación, levantándose en
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Lunes 26 de enero de 2015
el espacio una hermosa nube de incalculable magnitud…
a las 2:00 pm densas nubes habían invadido el horizonte…
produciendo las más tenebrosas tinieblas”.
Las pinturas que el Dr. Atl realizó durante su estadía en
Michoacán, reflejan ese universo expectral: cielos teñidos
de naranja y nubes oscuras, con ríos de lava. Ese escupir
de estrellas fugaces, que nacen de las entrañas del mundo,
y que son impulsadas por los aires y caen como lluvia a
la tierra. Gerardo Murillo se trasladó al Paricutín cuando
éste se encontraba a mitad de su actividad y lo hizo sólo
para cubrir su necesidad de contemplar la belleza de un
coloso que nace y que lo orilló a adentrarse en la ciencia,
esa inspiración para responder la pregunta: ¿cómo nace y
crece un volcán?
Los volcanes en el arte cuentan con una infinidad de
capítulos (Jorge Obregón, Dr. Atl, Luis Nishizawa, José
Guadalupe Posada, Saturnino Herrán), y tal vez tenga que
ver con el antecedente eterno de pintar y vislumbrar el
paisaje, a la necesidad de explorar caminos que muestran
luz y espacio. La relación entre artista-volcán radica en
descubrir facetas (serenidad/furia), por eso contemplar
un volcán tal vez es conocer la tierra, la nieve, el cielo. Es,
como quedaría titulado el grabado de José Guadalupe
Posada, “corazón de lumbre y alma de nieve”.
O2 Cultura Suplemento de La gaceta de la Universidad de Guadalajara
Para José Revueltas un volcán arroja el material con el
que se hizo el mundo. En su crónica “Un sudario negro
sobre el paisaje” (A ustedes les consta, Antología de la crónica
en México de Carlos Monsiváis), dice que lo que queda
luego de la erupción es “un polvo negro que no pica en
la nariz, un polvo singular, muy viejo, de unos diez mil
años. Con ese polvo tal vez se hizo el mundo; tal vez las
nebulosas estén hechas de él. Y los peces también, quizá,
aquellos de los primeros grandes mares”, por eso mismo
los propios volcanes son pintores de su entorno, dibujan
fumarolas en el cielo de vapor de agua, o pintan el cielo
de día con la oscuridad de una noche eterna con cenizas.
Los volcanes son arquitectos del mundo. Para el artista
son esa serenidad de quien resguarda a una doncella
mientras vigila su sueño, recostada en el horizonte. Son
analogías de hombres que esperan el tiempo futuro en
la agonía del corazón. Los volcanes son leyendas que
retornan al mundo en ciclos de cien años, son guerreros
convertidos en un tumulto de tierra, con un cráter bien
definido, que se mantiene encendido durante la eternidad;
son esos colosos que enamoran a los poetas, son esos
vigilantes de la vida que son retratados por pintores. Son
escritores del destino que posan para los ojos de mortales
y que traen la furia del génesis de la tierra. [
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