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La noción de representación en la obra freudiana; un planteo
general
Mabel Levato
Un estudio sobre la teoría de las representaciones en la obra freudiana, supone tener en
cuenta, al menos, dos niveles de análisis articulados entre sí. Uno tiene que ver con cuestiones
clínicas, otro con nociones metapsicológicas. Su importancia es de tal magnitud, porque Freud
concibe al aparato psíquico, precisamente como un sistema de representaciones conectadas
por nexos, que constituyen procesos de pensamiento en tanto desplazamientos de investidura.
Pero, antes de plantear ciertas cuestiones relevantes en torno del concepto de
representación, conviene aclarar algunos matices del término debido a sus interesantes
connotaciones semánticas. Según los diccionarios consultados el término ´vorstellung
´(representación) implica “poner algo por delante” a manera de presentación; implica en efecto,
la presencia de una imagen que forma cuadro para el sujeto. Un término emparentado con éste
como ´darstellung´, significa representar al modo de una puesta en escena teatral, o al modo
de una figuración. En efecto, puede traducirse como figuración o puesta en imagen de un
pensamiento del sueño en tanto figuración del deseo. ´Vorstellung´, en cambio, implica hacer
presente algo que, sin embargo, no está allí. Se trata de una presencia que, como tal,
representa una ausencia.
Por lo demás, téngase en cuenta la resonancia semántica, casi paradojal, de ´vorstellung´,
como término teóricamente preciso para ser articulado con el concepto de deseo. En efecto, el
deseo inconciente no se presenta sino por el rodeo infinito de la cadena simbólica de sus
representantes, siempre en deriva bajo la forma de la transposición ´entstellung´. Es que la
noción de representación muestra al inconciente como lugar que queda indicado por procesos
que responden a una organización simbólica, a través del desplazamiento y la condensación.
Así, el concepto freudiano de representación ´vorstellung´ pone de manifiesto algo esencial;
trátase de un representar que se ejerce por sustitución. Esto equivale a decir que es bajo la
condición de sustitución que la representación cumple su representatividad ´repräsentanz´.
Al referirme a la representatividad en el orden de la presentación sustitutiva pretendo destacar
dos aspectos: 1) la ´vorstellung´ freudiana no se define como una relación directa con lo
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representado, o como un icono a la manera de un analogon, 2) en su carácter de delegado la
´vorstellung´ representa al deseo y a la pulsión. Ella, pues, no funciona por analogía a la
manera de un icono; en sentido freudiano, desempeña una función distorsiva que disimula,
disfraza su clave simbólica. En cuanto representación de deseo –deseo como trayectoria, como
circuito-, lo representa
a través de una operación transpositiva. De modo tal que la
´vorstellung´ representa al deseo, en la medida en que se hace representativa (´repräsentanz´)
de otra cosa. En efecto, ella representa otra cosa, diversa a lo que inicialmente parece
representar, y en eso precisamente consiste su función representativa (´repräsentanz´). En
suma, la ´vorstellung´, en sentido freudiano, es aquello que representa algo bajo la condición
de reprimido. La representación, por tanto, supone un desajuste. Nada podría ser representado
de manera directa, porque el orden de la representación implica transposición (´entstellung´),
que es una categoría fundamental inherente a la noción de ´vorstellung´ empleada por Freud,
quien entiende el representar como un transponer, mutar una cosa por otra.
1) Dicho esto podemos incursionar en el nivel de análisis clínico, que por fines metodológicos
distinguimos del nivel metapsicológico.
Freud funda la hipótesis sobre la eficacia del inconciente en base a un proceso mediante el
cual una representación intolerable para el sujeto, es reprimida, apartada de la conciencia,
dando lugar a la formación de un segundo grupo psíquico como antecedente conceptual del
inconciente. Esta sencilla hipótesis le permite elaborar una teoría de las defensas, que funciona
como un operador conceptual sumamente útil para distinguir clínicamente diferentes entidades
psicopatológicas, según el carácter de la defensa y los destinos del contenido de
representación y del afecto, en términos de cantidad o investidura.
Histeria, obsesión, paranoia y psicosis alucinatoria, con el estatuto de neuropsicosis de
defensa se distinguen porque mientras las dos primeras ejercen la represión, las otras se
configuran en torno al rechazo. La defensa recae sobre representaciones. La histeria y la
neurosis obsesiva se distinguen, entre otras cosas, no tanto por el destino del contenido de
representación, reprimido en ambos casos, sino por el destino de la investidura, según se
convierta en inervación somática (histeria), o se desplace a otra representación de carácter
nimio (obsesión).
Toda esta concepción acerca de las diversas modalidades defensivas, se sustenta en una
distinción concerniente a la diferencia entre la defensa normal y patológica. Mientras la primera
consiste en el apartamiento de la investiduta-atención respecto de lo displacentero, la defensa
patológica involucra necesariamente al recuerdo, es decir, recae sobre representaciones que
despiertan displacer como algo actual .Vale hacer notar que la teoría de las defensas, de
enorme importancia en psicoanálisis, se halla estrechamente articulada a la noción de
representación en tanto recuerdo, en su estatuto representativo de otra cosa. Pero no en su
carácter evocativo, sino con el estatuto representacional de lo que se pone por delante como
algo actual.
Es este precisamente el estatuto que Freud le confiere a la memoria como función del sistema
de representaciones, de inscripciones organizadas simbólicamente. En efecto, postulados tales
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como “la histérica sufre de reminiscencias” o el síntoma histérico es un símbolo mnémico”, dan
cuenta del estatuto representativo del recordar, como ejecución que responde a un
ordenamiento simbólico. Su importancia queda indicada por el interés freudiano en elaborar
una teoría de la memoria, que articula dos problemas centrales en el horizonte de la cura: el
trauma como experiencia de goce, y el síntoma, como satisfacción sustitutiva.
Al respecto, obsérvese la importancia que Freud
le adjudica a la memoria en un trabajo
fundamentalmente clínico como “Estudios sobre la histeria”. Cuando allí se propone explicar el
surgimiento de la resistencia y colateralmente de la transferencia en la cura, elabora un diseño,
podría decirse una verdadera topografía de la memoria, al que entiende como un complejo
sistema de archivo de recuerdos estratificados, cuyo ordenamiento supone diversas
modalidades. Resulta importante detenerse en este punto, porque es una prueba cabal del
interés clínico de Freud por el funcionamiento de la memoria, precisamente, por su valor
representativo, y sus articulaciones con el síntoma como ejecución representativa desfigurada
del trauma, y con los impasses en la cura como coeficientes de la resistencia de transferencia.
En el apartado titulado “Sobre psicoterapia de la histeria”, establece un sistema estratificado
de conexiones entre recuerdos que conducen a un núcleo patógeno, estrechamente vinculado
con la formación de síntoma. Este complejo modelo de ramificaciones puede verse como la
estructura del discurso inconciente, sostenido en un núcleo como punto de convergencia de
conexiones, que presentan el carácter de una red articulada en un especio virtual.
A continuación expongo una extensa cita con el propósito de examinar algunos aspectos
fundamentales de la elaboración freudiana acerca de la memoria, como un complejo sistema
de inscripciones, de representaciones. Luego hago los comentarios pertinentes para avanzar
en la investigación.
Freud da cuenta del material psíquico de la histeria, al que considera como un producto
multidimensional de triple estratificación: “En primer lugar estuvieron presentes un núcleo de
recuerdos (recuerdos de vivencias o de ilaciones de pensamiento) en los cuales ha culminado
el momento traumático o halló su plasmación más pura la idea patógena. En torno a ese núcleo
hallamos una muchedumbre, a menudo de increíble riqueza, un material mnémico de diversa
índole que en el análisis es preciso reelaborar y presenta, como dijimos, un triple ordenamiento.
"Primero, es inequívoco el ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada
tema singular (...). En el análisis de mi paciente Emmy von N. Se contienen parecidos
fascículos de recuerdos (...) dificultan el trabajo del análisis por la peculiaridad de invertir, en la
reproducción, la secuencia de su génesis (...). He designado cómo formación de un tema ese
agrupamiento de recuerdos de la misma variedad en una multiplicidad estratificada en sentido
lineal, al modo de un fajo de actas, de un paquete, etc. Ahora bien, esos temas muestran una
segunda manera de ordenamiento: están (...) estratificados de manera concéntrica en torno del
núcleo patógeno. (...). Nos resta ahora por consignar un tercer tipo de ordenamiento, el más
esencial, (...). Es el ordenamiento según el contenido de pensamiento, el enlace por los hilos
lógicos que llegan hasta el núcleo. El nexo lógico (...) un sistema de líneas ramificadas, y muy
en particular convergentes. Tiene puntos nodales en los que coinciden dos o más hilos (...) y en
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el núcleo desembocan por regla general varios hilos de trayectorias separadas (...). Para
decirlo con otras palabras: es muy notable cuán a menudo un síntoma es de determinismo
múltiple, de comando múltiple”.
Tres dimensiones, pues, componen los archivos de recuerdos. Al apelar a la metáfora del
archivo de fascículos de recuerdos, indica un principio de ordenamiento que, como en todo
archivo, responde a una convención simbólica. El primer tipo de ordenamiento corresponde a
una serie cronológica marcada por la inversión, y es en esa inversión donde se reconoce un
modo de la resistencia ejercida en la dimensión temporal. El segundo tipo de ordenamiento es
radial en torno del núcleo, irreductible e imposible de decir. En esta dimensión de la memoria
los recuerdos se ordenan en temas, como puntos de convergencia de un sistema estratificado.
La distribución en estratos se distingue por temas. Por fin un tercer ordenamiento corresponde
al enlace a través de hilos lógicos, según el contenido de pensamiento.
Todas estas articulaciones indican que la memoria está contenida en distintas versiones y los
recuerdos constituyen huellas mnémicas representativas del deseo. A través de ellos se trata
de recuperar en la cura, lo alcanzado por la represión. En esa red articulada, los recuerdos son
capturados por el archivo simbólico y la represión se expande a partir de núcleo. La memoria
no es inocente en su representación de los hechos como acontecimientos del deseo.
Resulta particularmente claro que la elaboración de la teoría de la memoria responde a una
necesidad clínica. El trauma, dicho más precisamente, el recuerdo o representación patógena
que vale como núcleo, se halla múltiplemente conectado con el síntoma por medio de una red
articulada, una organización múltiple de recuerdos como tales representativos de aquello que, a
condición de estar reprimido insiste como núcleo de la repetición.
2) Sin embargo, es necesario avanzar, no tanto en la vertiente clínica, sino metapsicológica.
Al comienzo del presente apartado afirmé que para dar cuenta de la teoría de las
representaciones es necesario situar dos niveles de análisis, el clínico y el metapsicológico.
Este último, a su vez, implica una dimensión de análisis que articula tres órdenes: el tópico, el
económico y el dinámico.
Desde el punto de vista tópico, por ejemplo, la teoría de las representaciones distingue dos
clases: la representación-cosa, propia de inconciencte, y la representación-palabra, inherente al
preconciente. En la perspectiva económica, la ´vorstellung´ es una representación investida
desde la pulsión, porque así como para el yo la ´vorstellung´ representa a la pulsión, para ésta
representa al objeto. Desde el punto de vista dinámico, la representación-cosa se supone
eficaz en la producción de todas las formaciones del inconciente, fundadas en la repetición
como su ley.
Dicho esto en términos muy generales, conviene profundizar en el nivel de análisis
metapsicológico, y para ello, resulta pertinente dar cuenta de la progresiva complejización que
adquiere la noción de ´vorstellung´ en la teoría freudiana.
Freud postula la hipótesis de dos tipos de representaciones, de objeto y de palabra, y con
ello, funda las bases de lo que posteriormente se considera en psicoanálisis, la teoría de las
representaciones. La representación-palabra es una serie cerrada, combina componentes
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auditivos, visuales y cinéticos, correspondientes a la imagen sonora, a la imagen visual de la
palabra escrita (letra impresa), a la imagen motriz del habla y de la letra manuscrita. La
representación o asociación de objeto, en cambio, es un todo abierto, y combina, entre otras,
imágenes
visuales,
olfativas,
auditivas,
táctiles,
cenestésicas,
etc.
Mientras
en
la
representación-palabra, el papel organizador, estructurante, lo poseen las imágenes auditivas,
en la representación de objeto, esta función recae sobre el componente visual. Ambos tipos de
imágenes (auditivas y visuales) son los puntos de conexión entre las representaciones del
palabra y de objeto. Es decir, la representación-palabra se articula por medio del componente
auditivo con el componente visual de la representación de objeto.
Mientras ésta última corresponde a un “todo abierto”, la representación-palabra constituye un
“todo cerrado”. Estos caracteres suponen motivos muy precisos; es que mientras la
representación-palabra no puede ni carecer ni recibir nuevos componentes una vez constituida,
a riesgo de alterar decisivamente su estructura –como sucede por ejemplo en las afasias-, la
representación de objeto es un todo abierto porque admite en su estructura, inacabada, la
posibilidad de incluir y ligar nuevos componentes, sin por ello alterar su organización. Más
adelante hago otras consideraciones respecto a este tópico.
La teoría de las representaciones se complejiza verdaderamente a partir de lo postulado por
Freud en el “Proyecto de psicología” y en la famosa carta 52 y en “La interpretación de los
sueños” .La complejización e importancia de esta teoría, responde al hecho de su articulación
con otra, de mayor alcance, en la que Freud postula las propiedades y el funcionamiento
(normal y patológico) del aparato psíquico.
En su conjunto el ”Proyecto de psicología”, al que habré de referirme brevemente, puede
considerarse como el producto de articular dos elementos: neurona y cantidad. En efecto, en
dicho texto las representaciones valen como neuronas investidas, como resultado del
funcionamiento de un sistema de barreras-contacto, que oponen resistencia al libre decurso de
los estímulos y al mismo tiempo fijan vías de facilitación. Desde cierto punto de vista se
pueden señalar algunas equivalencias, y decir que los elementos neurona y cantidad, se
corresponden con representación y libido o representación e investidura.
Freud considera la existencia de distintos grupos de neuronas sujetos a diversos regímenes
de tratamiento de las cantidades de estímulo. La energía transita de diferente modo en cada
sistema, y de ello resultan distintas funciones. El sistema y es el único encargado del registro
de los estímulos, merced al juego entre barreras-contacto, resistencia y facilitación al que me
referí anteriormente, juego que permite a determinado grupo de neuronas permanecer
investidas de manera permanente y funcionar como el sustrato de la memoria. La noción de
neurona investida de manera permanente, puede verse un formidable antecedente conceptual,
de aquello que más tarde compone la noción de representación-cosa, en tanto huella mnémica
investida.
Pero Freud expone por primera vez su hipótesis acerca de la composición del aparato
psíquico como un sistema de inscripciones en términos de signos en la carta 52 de su
correspondencia con Fliess. En efecto, plantea allí la hipótesis de una serie de signos, el
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perceptivo, el inconciente y el preconciente, que difieren formalmente porque se basan en
diferentes criterios asociativos (simultaneidad, causalidad, semejanza), y asimismo, difieren en
su contenido. Entre la percepción y la conciencia, lo que más tarde será conceptuado como el
sistema P-Cc., existen diferentes tipos de signos psíquicos, pero ni siquiera el primero en
constituirse, el signo perceptivo, es una trascripción exacta, una copia de lo percibido.
Obsérvese que en el esquema, el signo perceptivo incluye un elemento ausente en la
percepción. Esto equivale a decir que al registrarse el estímulo en tanto signo, inscripción, se le
asocian otros elementos de
acuerdo a una lógica específica: la simultaneidad. El signo
inconciente, equivalente a la representación-cosa, corresponde ya a una retranscripción de lo
inscripto por simultaneidad, que se lleva a cabo de tiempo en tiempo. De modo tal que el
sistema correspondiente al signo inconciente consiste en una transformación de lo inscripto
como signo perceptivo.
Veamos, pues, algunos fragmentos de la carta, porque constituye un hito fundamental en la
elaboración de la teoría del aparato psíquico y de la memoria como sistema de inscripciones.
“Tú sabes que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por
estratificaciones sucesivas, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas
mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. Lo
esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de
manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos (...).
P son neuronas donde se generan las percepciones a que se anuda conciencia, pero que en
sí no conservan huella alguna de lo acontecido. Es que conciencia y memoria se excluyen
entre sí.
Ps (signos de percepción) es la primera trascripción de las percepciones, por completo
insusceptible de conciencia y articulada según una asociación por simultaneidad.
Ic. ( inconciente) es la segunda trascripción, ordenada según otros nexos, tal vez causales.
Las huellas Ic. quizás correspondan a recuerdos de conceptos, de igual modo inasequibles a la
conciencia.
Prc. (preconciente) es la tercera retranscripción, ligada a representaciones-palabra,
correspondientes a nuestro yo oficial (...)
Quiero destacar que las trascripciones que se siguen unas a otras constituyen la operación
psíquica de épocas sucesivas de la vida. En la frontera entre dos de estas épocas tiene que
producirse una traducción del material psíquico. Y me explico las peculiaridades de las
psiconeurosis por el hecho de no producirse la traducción para ciertos materiales, lo cual tiene
algunas consecuencias.”
La falta de traducción equivale a la represión. Con ello, no sólo se alude a la memoria como
un sistema de escritura, de acuerdo a lo que varios años más tarde quedara ejemplarmente
metaforizado con el funcionamiento de la “pizarra mágica” . El traducir supone un mismo
contenido vertido de acuerdo a otras lógicas y otras convenciones simbólicas. No se trata de un
proceso evolutivo, sino de una progresiva complejización que establece nuevos enlaces, donde
siempre queda algo retenido, indócil a la traducción. Es un problema de estructura, entonces, el
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que hace que la ´vorstellung´ desempeñe una función distorsiva y represente por transposición
una articulación simbólica variable de acuerdo a cada traducción.
Tal como lo destacamos de acuerdo a los términos de “Estudios sobre la histeria”, el material
de recuerdos se encuentra inscripto en la memoria en múltiples archivos, ordenados según
diversos nexos lógicos o criterios de asociación. Los signos corresponden, pues, a los
diferentes archivos. Se trata de distintos materiales o huellas mnémicas reordenadas en el
curso de distintas fases libidinales. Para la primera trascripción de las percepciones, Freud
señala el nexo de asociación por simultaneidad. Tal nexo corresponde a un criterio lógico
temporal, de manera que los signos de percepción, como primera trascripción de lo percibido,
se ligan sobre la base de un modo de pensar que nada tiene que ver con lo objetivo. En efecto,
inscripción por simultaneidad implica una organización de las huellas conforme a una primitiva
coexistencia temporal, pero no bajo la forma de una sincronía absoluta, sino como una
sincronía organizada por el aparato psíquico, cuya matriz temporal se especifica en el modo en
que se constituye la vivencia de satisfacción.
La concepción de lo denominado por Freud vivencia de satisfacción permite dar cuenta de lo
antedicho. Vale consignar que, la vivencia de satisfacción, no es la descripción de un
acontecimiento, es una experiencia de valor fundamental que establece el modo en que se
constituye el desear, en base a la articulación entre vivencias en el propio cuerpo y el pensar,
como operación constituyente de nexos, de ligaduras.
Freud postula que la imagen perceptual del objeto satisfaciente, la imagen motriz de
desinvestidura ligada a la satisfacción y los registros de la tensión de necesidad, se articulan de
acuerdo a una ley fundamental de asociación por simultaneidad. “Pues bien; existe una ley
fundamental de asociación por simultaneidad, que se afirma en la actividad
y
pura, el
recordar reproductor, y constituye la base de todas las conexiones entre neuronas[...] .” Pero
la asociación por simultaneidad, implica también que la investidura de la huella del objeto de
satisfacción debe estar acompañada, para que el aparato psíquico no se desestructure, de una
impresión simultánea del objeto en los órganos sensoriales.
La vivencia de satisfacción
constituye una ligadura sobre la base de la asociación por simultaneidad, y funda el circuito del
deseo que, en ese momento lógico de constitución del aparato psíquico, consuma su
realización alucinatoriamente.
Ahora bien, según lo propuesto por Freud, el signo perceptivo, por lo demás, equivalente a la
huella mnémica, experimenta una segunda retranscripción, una transformación, como requisito
para constituir la representación-cosa. Esta distinción es importante, porque si bien la huella
mnémica o signo perceptivo es insusceptible de conciencia, sin embargo no constituye lo
inconciente propiamente dicho, como tópica. A este corresponde, en cambio, lo que Freud
denomina huella mnémica inconciente, signo inconciente o representación-cosa, como
retranscripción del signo perceptivo en base a otros criterios de asociación: causales
y
analógicos .
En la definición más precisa sobre la representación-cosa, Freud
afirma: "(...) la
representación-cosa, que consiste en la investidura, si no de la imagen mnémica directa de la
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cosa, al menos de huellas mnémicas más distanciadas y derivadas de ella." Hay varias
cuestiones implicadas en esta definición. En primer lugar, hay una alusión implícita a la
espacialidad del aparato psíquico y al hecho de que la representación-cosa se constituye a
distancia de la imagen mnémica directa de la cosa y como consecuencia de un proceso de
transformación, de retranscripción. En efecto, para decirlo en los términos de la carta 52, la
representación-cosa es la investidura de la huella mnémica correspondiente al sistema
inconciente, como retranscripción del signo perceptivo en tanto imagen mnémica directa de la
cosa. La definición distingue, pues, signo perceptivo y signo inconciente. Se trata de tener en
cuenta la distinción entre una imagen mnémica más cercana a la percepción como primer
registro de signos de la cosa, y otra huella más distante, la representación-cosa precisamente,
surgida como consecuencia de todo un proceso de transformación. En segundo lugar, se trata
de una definición que incluye los tres órdenes de la concepción metapsicológica. El económico
(la representación-cosa consiste en una investidura, el tópico (la representación-cosa
corresponde al sistema inconciente), y el dinámico (la representación-cosa deriva de
transformaciones. Sin embargo, hay un aspecto central sobre el que es preciso interrogarse:
¿qué es esa cosa representada por la ´vorstellung´?
Freud le confiere a la cosa (das Ding) una gravitación particular, desde el momento en que
das Ding se constituye sobre la base del complejo del semejante, como lugar donde el sujeto
inicia la ejecución del juicio. Resulta pertinente, entonces, revisar algunos aspectos de dicho
concepto para aproximarnos a un punto central que me interesa destacar: das Ding como
núcleo del complejo del prójimo en tanto cosa a ser representada. "Supongamos ahora -dice
Freud (1895a)- que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un
prójimo. (...) un objeto como este es simultáneamente el primer objeto de satisfacción y el
primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el
ser humano a discernir. Es que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán
en parte nuevos e incomparables -p. ej., sus rasgos en el ámbito visual-; en cambio, otras
percepciones visuales -p. ej., los movimientos de sus manos- coincidirán dentro del sujeto con
el recuerdo de impresiones visuales propias, en un todo semejantes, de su propio cuerpo (...).
Otras percepciones del objeto, además -p. ej., si grita- despertarán el recuerdo del gritar propio
y, con ello, las vivencias propias de dolor. Y así el complejo del prójimo se separa en dos
componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido
como una cosa del mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es
decir, puede ser reconducido a una noticia del propio cuerpo. A esta descomposición de un
complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio (...). Más adelante Freud
afirma contundente: "Lo que llamamos cosas del mundo son restos que se sustraen a la
apreciación judicativa."
El discernir un complejo perceptivo supone descomponer sus elementos en, al menos, dos
porciones. Una de ellas corresponde a las variaciones que
pueden reducirse y, en
consecuencia, comprenderse al ser reconducidas mediante trabajo mnémico a noticias del
propio cuerpo. Sobre estos elementos, los predicados del complejo (funcionales o afectivos), es
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posible establecer identificaciones. El otro fragmento, el núcleo invariable constante e
irreductible como tal, se sustrae a la actividad de discernimiento, en la medida en que, como
resto, corresponde a lo no comprendido. Este punto de irreductibilidad, que se opone a la
comprensión identificatoria, imposible de predicar por tratarse de lo no comprendido e
inasimilable mediante trabajo mnémico, eso es precisamente lo que Freud sitúa como ´das
Ding ´(la cosa). Además, por sustraerse al trabajo de discernimiento, la cosa es imposible de
representar. Y es de todo punto de vista interesante hacer notar que la representación-cosa, se
constituye en la tentativa de representar lo imposible de inscribir. Resto indócil al
discernimiento, la cosa patentiza lo no representable en la vorstellung. Por eso la
representación-cosa es un todo abierto, al que pueden sumarse nuevas imágenes, nuevos
registros.
Marzo 2004
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