La hora de la venganza

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La hora de la venganza
Aníbal Romero
(2004)
La Fiscalía General de la República ha anunciado la reapertura de la
causa contra más de un centenar de personas, acusadas de haber consignado
sus firmas en apoyo al decreto del 12 de abril de 2002 en Miraflores. Se advirtió
también que el fiscal del caso revisará los videos de lo ocurrido ese día, para
determinar "los grados de responsabilidad" de los que allí se encontraban. ¿Y
en cuanto a los pistoleros de Puente Llaguno? ¿A los que dispararon contra
ciudadanos indefensos y les asesinaron? El silencio es sepulcral.
¿Por qué el gobierno revive esto, más de dos años después? ¿Qué
busca con ello? ¿Dónde quedan las promesas de reconciliación y diálogo entre
los venezolanos? ¿Qué dice la izquierda "light", esos que han venido hablando
de la necesidad de reconciliarse, pero siempre colocando el peso del tema
sobre los hombros de la oposición, nunca sobre los del régimen? ¿No es esta
acción de la Fiscalía una muestra inequívoca de la naturaleza del chavismo, de
la que siempre ha tenido y jamás modificará?
El gobierno sabe exactamente qué pasó esos días. Se han publicado libros que
recogen información y testimonios detallados acerca del origen, curso y
desenlace de los eventos. El gobierno sabe quiénes se hallaban en Miraflores
la tarde del 12 de abril, cuáles eran las motivaciones de las personas que se
hicieron presentes, y conoce que muchas de ellas no tenían claridad alguna
acerca de lo que acontecía tras bastidores, ni de las implicaciones jurídicopolíticas de lo que estaba a punto de suceder. La ingenuidad puede ser
condenable en política, pero no es un crimen.
Los objetivos del gobierno no tienen que ver con la sustancia del
problema, sino con lo siguiente: En primer término, proseguir el rumbo de
desmoralizar y amedrentar a la oposición, humillarla y colocarla ante sí misma
y el mundo como menospreciable y "golpista". En segundo lugar se pretende
descabezar a ciertas figuras, tal vez inhabilitando al gobernador Rosales del
Zulia (uno de los firmantes del decreto). En tercer lugar, el gobierno procurará
en los tiempos venideros desarticular por completo la resistencia cívica,
canalizar la oposición por los cauces de su escogencia, y hasta crear "su"
oposición, a la manera del nuevo adeco-chavismo y con la anuencia de los
partidos tradicionales y su política miope, parroquial y ajena a las palpitaciones
de la sociedad civil.
El gobierno sabe que los días 11 al 13 de abril se produjo la usurpación
de un movimiento popular por parte de un grupúsculo de personas, que con
insensatez despojaron a millones de su esperanza. La lista de presuntos
firmantes del decreto del 12 de abril incluye a hombres y mujeres que
representan nobles energías de la lucha ciudadana, y que estaban, como gran
parte del país, engañados con relación al significado del teatro que se
escenificó en Miraflores. Es una muestra de la esencia del régimen, de su
talante cruel, de su ansia de venganza y de su voluntad hegemónica, que a
estas alturas pretenda atemorizar a estas personas, amenazándolas con una
"justicia" que no pasa de ser una charada autoritaria.
Es doloroso, y una muestra más de la mediocridad de la dirigencia
opositora, que ninguno de sus autoproclamados voceros haya dicho una
palabra en torno a esta nueva prueba de la intolerancia del régimen. Se trata
de una dirigencia mezquina y encerrada en sí misma, empeñada en salvar el
pellejo de sus desatinos y derrotas con renovadas claudicaciones; una
dirigencia que sigue sin brújula, propensa a malgastar lo que resta de fuerza
combativa en la gente.
Ha sido la dirigencia de la oposición, la que mantiene que la autocrítica
hay que dejarla "para después de las regionales", la que aceptó que los
reparos se llevasen a cabo en condiciones leoninas, la que abandonó al
magistrado Martini Urdaneta, la que cayó mansamente en la celada del
revocatorio, ha sido esa dirigencia, repito, la principal culpable de las derrotas
de la mayoría que se opone al régimen chavista, pero una y otra vez constata
cómo sus esfuerzos se esfuman. Esa dirigencia hace rato que debió renunciar.
Pero no: se aferran a sus cargos con ciega terquedad, pontifican desde sus
falsos pedestales, y ahora preparan una debacle en las elecciones regionales,
que en las actuales y previsibles circunstancias terminarán por legitimar aún
más al régimen en medio de una generalizada abstención.
No es posible cuadrar el círculo, y no tiene sentido llamar a la gente
a votar si los engranajes del fraude denunciado siguen incólumes. La gente no
es tonta, al menos no todo el tiempo, a pesar de lo que creen no pocos de los
"líderes" que nos han llevado, con soberbia y sectarismo, a este callejón sin
salida.
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