La dirigencia opositora traiciona al país. Aníbal Romero. (2003) Sólo hay algo más predecible que Hugo Chávez y sus maniobras: las de la dirigencia de oposición venezolana. De este grupo genérico pueden separarse aquellos que, genuinamente, no se sientan aludidos por lo que voy a decir. Siempre existen excepciones. Pero en buena medida la dirigencia de oposición ha mostrado ser pésima, y no poseer las condiciones de coraje político y solidez personal para responder con dignidad y eficacia al desafío de la revolución "bolivariana". Hugo Chávez comete errores repetidamente, pero su costo se minimiza gracias a una dirigencia de oposición que actúa por intereses egoístas, y no coloca el bien del país por encima de sus ambiciones. Más allá de los fracasos del pasado reciente -algunos de los cuales hubiesen sido victorias, de no haber estado tan mal llevados por quienes les manejaron-, lo esencial del problema tiene una naturaleza moral, y no política o estratégica. Lo clave es que la dirigencia de oposición está conduciéndose de manera deshonesta hacia el sesenta o setenta por ciento de venezolanos que ya sabemos hacia dónde nos empuja la revolución, y ansiamos detenerla antes de que sea tarde. El caso del referéndum revocatorio es emblemático. Se trata en teoría de una inmensa y tal vez irrepetible oportunidad de colocar al gobierno en un disparadero democrático, del cual sólo podría escapar a costa de su definitiva deslegitimación interna e internacional. Sin embargo, la dirigencia de oposición no está haciendo las tareas necesarias para producir las condiciones en que el referéndum se convierta en una opción práctica y viable políticamente. Se está procediendo con mediocridad, miopía y mucha hipocresía. En momentos que exigen la unidad franca y férrea de la dirigencia, y un comando centralizado de combate político, vemos en cambio el juego de los cálculos cortoplacistas, las vanidades infladas, las aspiraciones ilusorias. En momentos que claman por un mensaje de esperanza y acciones concretas para materializar, la posibilidad real del referéndum, la dirigencia de oposición permanece dividida, haciendo superficiales gestos de unidad a regañadientes, sin comprometerse con seriedad a un trabajo común. ¿Y todo ello por qué? Porque a pesar de todo lo que se ha visto en Venezuela estos cinco años, la dirigencia de oposición todavía actúa en función de los reflejos e instintos propios de un contexto democrático "normal", perdiendo de vista los rasgos que hacen del marco venezolano actual una verdadera situación revolucionaria, de acuerdo con la definición leninista del término. En medio del drama, como la famosa orquesta del Titanic, la dirigencia de oposición se entretiene leyendo encuestas que nada tienen que ver con la dinámica y el probable desenlace de una crisis que ya no es de gobierno, ni de régimen, sino del propio sistema de vida que imperó en el país durante medio siglo. De allí que diversas individualidades, partidos y organizaciones, en vez de ocuparse del referéndum estén preparándose para unas supuestas elecciones que tendrían lugar presuntamente este año, o el próximo, o en el 2006, o quizás el 2008. No parece importarles la realidad patente de la ruina institucional y socioeconómica de Venezuela, sueñan con ver el mapa nacional cubierto con los colores de su tolda política, y pierden de vista que este tipo de cálculos no se aplica a un panorama como el nuestro, signado por la incertidumbre y sometido al vaivén de una revolución en marcha. ¿O es que acaso estos dirigentes creen que los venezolanos pensamos, como diría Tocqueville, que "Una nación cansada de largos debates da su consentimiento para que se le engañe con tal que se la deje descansar"? Si así lo asumen, es probable que se equivoquen. La traición, repito, es moral más que política. Tiene su médula en una visión del poder como fin en sí mismo, y su explicación en la creencia que después de lo vivido estos años, Venezuela podrá con rapidez volver a un tiempo de desarrollo democrático estable, si tan sólo alguno de nuestros nuevos "salvadores" resulta prontamente electo. Pequeñeces abundan en esta comedia de disfraces, así como un uso torcido del lenguaje, en cuñas, discursos y declaraciones de pasmosa ingenuidad y disimulo. No parecen percatarse del absurdo de asumir que si tan sólo aguardamos al 2006 todo andará bien, y Chávez nos complacerá gracias a su conocida propensión a cumplir los compromisos democráticos plasmados en la Constitución. A nadie debería sorprender que ninguno de los que hoy aparecen con sus magros puntitos en las encuestas frente a Chávez sea jamás electo Presidente de Venezuela. Sus ambiciones seguramente se ahogarán en la ciénaga de la impostura y el engaño. De un modo u otro se abrirá otro rumbo, de un modo u otro surgirán nuevas figuras con un verdadero sentido de servicio público y patriotismo, y los venezolanos les cobraremos a los falsos dirigentes que hoy tenemos su falsedad y fingimiento