DESCUBRIR UN GRAN TESORO

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DESCUBRIR UN GRAN TESORO
(Mat. 13:44-46)
INTRODUCCION.Mateo cap. 13 es el capítulo de las parábolas. Casi todas empiezan por: “El reino de los
cielos es como…” Jesús va comparando el reino de los cielos con varias cosas
conocidas por sus oyentes, y cada una de esas comparaciones aclara un aspecto del
reino de los cielos.
Viendo todas las parábolas, podríamos decir que el reino de los cielos es el conjunto de
los que profesan a Dios como su rey, aunque dentro de ese conjunto de personas las
hay de Dios y también del diablo, clarificándose definitivamente quien es quien al final
del tiempo.
En las dos pequeñas parábolas que hemos leído, Jesús quiere enseñar el gran valor
que tiene el verdadero reino de los cielos. Es comparado con un tesoro y con un
comerciante de perlas.
Así que ya os descubro que mi intención esta mañana es centrarnos en el inmenso
valor de Dios y su reino.
I.- LO QUE NO ES.Quizá primero tendríamos que ver lo que no es el reino de los cielos.
La religión frecuentemente presenta el reino de los cielos como un conjunto de
normas, mandamientos, costumbres y tradiciones que debemos ir practicando para así
finalmente llegar a conseguir la salvación.
Este enfoque viene a decir: Si trato de ser un buen marido, o una buena esposa, buen
padre o madre, buen hijo, buen estudiante o trabajador, me porto honradamente con
los amigos, tengo amabilidad con los demás, -hoy se le añade: cuido el medio
ambiente- y si encima voy de vez en cuando a la iglesia, todo esto que hago me va
dando un sentido de valor propio, de honestidad y va creando en mí un sentimiento de
que, oye, soy consecuente. Estoy de alguna manera sintiéndome con mérito y Dios si
es justo no tendrá más remedio que reconocer mi validez y darme entrada al cielo, o lo
que sea.
Ahora, si un día me he cabreado, he actuado mal con mi marido, esposa, padre o hijo;
he traicionado, he sido egoísta, o me han humillado, entonces ese día ya no me siento
con tanta validez. Ya no me siento tan merecedor. Aunque, como vivir así es molesto,
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pronto me digo: el otro es peor, es que mira lo que me hacen, es que si no reacciono
me comen por sopa…
También, en función como sea nuestro carácter, puedo sentirme muy culpable, muy
inferior, odiándome a mí mismo, incapaz de vivir con migo mismo, y entonces trato de
dormir a ver si se me pasa, o me tomo alguna pastilla para desconectar, olvidar, etc.
Si cualquiera de nosotros vivimos experimentando, o bien ese sentido de mérito,
porque creemos hacer las cosas bien, o ese sentido de no validez cuando las hacemos
mal, entonces estamos viviendo bajo un sistema moralista y posiblemente no hemos
descubierto, o por lo menos no plenamente, el tesoro del reino de los cielos.
II.- LO QUE ES.Ahora vamos a centrarnos en lo que sí es el reino de los cielos.
Jesús lo compara con dos cosas:
A) Con un tesoro escondido en un campo, que es descubierto por un hombre,
que vende todo lo que tiene y compra ese campo.
B) Con un comerciante de perlas, que al encontrar una de gran valor vende
todas las demás para comprar esa.
Los dos ejemplos son muy parecidos. En el primero empieza con el valor del tesoro, en
el segundo con la persona que compra y vende las perlas. Quizá Jesús quería dejar
claro que el reino no consiste solo en el inmenso valor del tesoro sino también que hay
una persona que lo descubre, se alegra enormemente por ello y le da prioridad total.
La primera reflexión que podríamos sacar es que el tesoro, la perla de inmenso valor
está ahí pero puede pasar desapercibida para muchos que no la descubren porque
está escondida, o que no buscan perlas de verdadero valor. Porque muchos nos
podemos conformar con baratija, con bisutería. En lugar de con la perla de gran valor.
Pero ¿en qué consiste ese tesoro, esa gran perla? En pocas palabras se trata de las
buenas nuevas del reino, es decir, el Evangelio. Este nos declara que aunque
ciertamente ninguno de nosotros damos la talla, Jesús sí la da y ha pagado en la cruz
para que nuestra insuficiencia, nuestro pecado sea perdonado y para impartirnos sus
méritos de perfección y justicia gratuitamente, haciéndonos tan perfectos y justos
como Él es. En fin, para adoptarnos hijos suyos, escogiéndonos, iluminándonos,
enseñándonos todas las riquezas que tenemos en Cristo.
Ahora bien, la clave como hemos adelantado ya, está en descubrir. Si el hombre no
descubre el gran tesoro o la valiosa perla no compra el campo ni vende todo lo que
tiene para conseguir la perla. Descubrir es llegar a percibir su valor, es verlo, es
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saborearlo. ¿Quién va a vender todo lo que tiene para comprar un campo si no ha
descubierto el inmenso tesoro que hay en él?
En este descubrir está, sin duda, la acción del E.S. que nos ilumina para ver la gloria del
evangelio, pero también está el comerciante que se dedica a buscar perlas finas. Si
nosotros no buscamos buenas perlas, si nos conformamos con tener un trabajo, una
familia, comer, beber, divertirnos y no tenemos dentro de nosotros, como alguien ha
dicho, ese boquetillo, es decir, lo que nos hace anhelar algo mejor. Algo que ni el
dinero, la comida, la bebida o la diversión lo puede satisfacer. Si no sentimos ese
anhelo de algo mejor, aunque no sepamos como describirlo, pasaremos al lado del
tesoro y no lo veremos, no lo descubriremos. Tristemente hay muchas personas que lo
que buscan es trabajo, salud, dinero y amor en este mundo, y no más. Pero el que
busca, de verdad, hallará y el que pide recibirá, según nos afirmó el Señor.
Alguien que ha hallado un tesoro, primeramente se alegra mucho, como hizo este
hombre, e inmediatamente organiza la vida para disfrutar de ese tesoro. Las demás
cosas no tienen ya la misma prioridad.
Esto es lo que ocurre, sin lugar a dudas, cuando alguien descubre el infinito valor de
Cristo y su evangelio. Porque en él encuentra inmensas riquezas. Por ejemplo, perdón.
Vi el otro día el tráiler de una película nueva que trata de la angustia de una vida que
tiene en sus recuerdos pecados que no puede olvidar y que tiene que vivir siempre
con ellos porque no sabe lo que es recibir perdón. Una escritora americana decía en
una entrevista que lo único que envidiaba es el perdón de los cristianos. ¡Sabernos
perdonados porque Cristo pagó por nosotros!
Otra cosa que encuentra es sentido de la vida. Ahora la vida tiene una finalidad clara:
En todo lo que hacemos darle gracias por lo que ha hecho a nuestro favor, adorarle y
alabarle por su grandeza e inmensa bondad porque de su plenitud tomamos todos
gracia sobre gracia y servirle con gratitud en todas las áreas de nuestra vida.
Otra cosa importante que descubrimos con el evangelio es verdadera autoestima. No
porque nosotros mismos seamos grandes y fuertes, porque la autoestima que
conseguimos así es por compararnos con otros que consideramos inferiores, y no es
sana. Con el evangelio hallamos verdadera autoestima porque siendo conscientes de
nuestras limitaciones e inhabilidades nos recreamos en el valor que Él nos ha dado al
fijarse en nosotros, escogernos, revelársenos, hacernos renacer, etc. En definitiva,
como dice Pablo, aprendemos a reconocer las enormes riquezas de su herencia en los
santos, que somos nosotros. Eso nos trae verdadera autoestima.
CONCLUSION.De jóvenes tenemos sueños, a veces, imposibles de cumplir. Por ejemplo mis amigos y
yo cuando teníamos 15 ó 18 años, como éramos deportistas, soñábamos con ir a las
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olimpiadas y ganar muchas medallas. Frecuentemente lo soñábamos hasta despiertos.
En otras épocas, algo más adultos, las personas suelen fundamentar sus vidas, tomar
sentido, de los logros o éxitos obtenidos o también de los fracasos o desastres vividos.
Dios nos propone obtener nuestro sentido, nuestro valor, del Evangelio de Jesucristo.
Él es el gran tesoro y la perla fina de gran valor. Si has descubierto este tesoro, si has
recibido el evangelio, valóralo, recréate en él, descubre una por una todas sus
riquezas. Si no lo has recibido aún, ahí donde estás dale gracias a Dios por ese regalo y
recíbelo, entregando tu vida a Él.
Hoy iniciamos un nuevo curso después de las vacaciones, y también una nueva etapa
en este lugar que el Señor nos ha permitido tener. ¡Decide dedicar tu vida a descubrir
ese inmenso tesoro que es Cristo y su Evangelio! Pero no solo descubrir el paquete en
su conjunto, sino también cada aspecto de esa riqueza. ¿En qué te sientes pobre?, ¿en
qué necesitado? ¿Cuál crees que es tu necesidad más grande? Aunque es verdad que
en nosotros mismos somos imperfectos e insuficientes es aún más verdad que en
Cristo tenemos plenitud de riquezas. Dedícate a descubrirlas, no te conformes con
baratijas. Descubre las riquezas de su gracia que te satisfarán completamente. Aún en
la tristeza, aún en el sufrimiento ó en la tensión, Él puede ser suficiente para nosotros.
Dedícate a descubrir sus riquezas porque son para ti.
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