ALUMNO/A: ANA BELÉN MARTÍNEZ VALLE ASIGNATURA

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ALUMNO/A: ANA BELÉN MARTÍNEZ VALLE
ASIGNATURA: PENSAMIENTO ILUSTRADO
PROFESOR: Dr. JUAN VARO ZAFRA
I. INDICE
PÁGINA
 JUSTIFICACIÓN DE LA IMPORTANCIA DEL CONCEPTO EN EL XVIII. 3
 EL CASO ESPAÑOL
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 DOCUMENTOS Y TRATAMIENTO DEL CONCEPTO
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 CONCLUSIÓN Y VALORACIÓN PERSONAL
 BIBLIOGRAFÍA
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II. JUSTIFICACIÓN DE LA IMPORTANCIA DEL CONCEPTO EN EL XVIII.
El concepto junto al cual hemos recorrido las peculiaridades de la sociedad
ilustrada es “sociedad civil”. Antes de comenzar a enmarcar este concepto dentro del
llamado Siglo de las Luces, vamos a exponer de forma breve y contenida el significado
literal, no más allá de las meras palabras, que contiene este concepto en la actualidad.
Como nos aparece en la última edición del Diccionario de la Real Academia de la
Lengua española, “sociedad civil” remite al ámbito no público, es decir, a las relaciones
y actividades privadas de los ciudadanos. Es importante tener en cuenta este matiz de
“no publico”1, pues más adelante veremos la relevancia que adquiere y las
repercusiones que tiene dentro de la sociedad ilustrada y que por tanto, influirá de
manera directa a los ciudadanos y a las relaciones que se establecen entre ellos.
Los ciudadanos son individuos que se mueven dentro de un marco llamado
sociedad, una sociedad que está marcada, sin duda alguna, por elementos como la
política, la economía, la demografía, relaciones personales, ideales religiosos, etc. De
este modo, sería muy escaso el desarrollo de nuestro concepto si nos remitimos
solamente a la noción de “civil”, es decir, al ciudadano singular e individualizado con
sus relaciones interpersonales privadas, pasando por alto el contexto que lo determina.
Es de gran interés en un marco social como el dieciochesco, tener en cuenta todos los
factores que determinan el cambio, todos esos detonantes que van a marcar un siglo
lleno de peculiaridades y que poco a poco, van a ir despertando el espíritu autónomo,
humano y por tanto social. Este espíritu de la sociedad no es más que el resultado de
una serie de problemas, organizaciones, reflexiones que en la Ilustración van a tener
lugar y que más tarde derivará en revoluciones como la Francesa. Es evidente que en
cualquier momento de la historia, la sociedad es el engranaje perfecto y necesario que
hace que tal momento tome el ritmo y se vaya creando a sí mismo, con sus pros y sus
contras. La sociedad es el tic tac del reloj de la vida, la que marca el pulso pero es
precisamente, a partir del siglo XVIII cuando el ciudadano va a tomar verdadera
conciencia de su ser, es decir, el hombre de a pie tiene su vida independientemente del
ámbito público; el hombre sabe y entiende el amor como algo suyo, establece relaciones
familiares y filiares, trabaja y además maneja un capital, y el hombre va a decidir sobre
1
Deriva de la distinción público// no público. Es una idea formulada por Habermas y que nace a partir de
la división de la moral con respecto a la política.
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la política que quiere y considera real y apropiada para su pueblo. Además vamos a
encontrarnos con individuos racionales, es decir, van a comenzar a rechazar todo
designio divino y cualquier ley natural impuesta. De todo esto podemos decir que en la
Ilustración nos vamos a encontrar con un verdadero desdoblamiento de la sociedad,
pues, por un lado, vamos a tener el ámbito público y por otro, el privado o no público y
es aquí, dentro de este ámbito, donde se encuentran los valores y sentimientos humanos.
Una parte de este desdoblamiento completa al otro ya que en este régimen, el monarca
va a buscar siempre la felicidad de sus ciudadanos para conseguir la felicidad absoluta 2,
de hecho este es uno de los pensamientos ilustrados más singulares dentro del tema que
estamos tratando. En un primer momento, vamos a analizar el tipo de estructura social
que era característica en el XVIII ya que de este modo, iremos observando las distintas
consideraciones del ciudadano y las relaciones que se establecían entre los grupos.
La sociedad ilustrada aún seguía teniendo vestigios del Antiguo Régimen ya que
la organización que existía era la división de clase por estamentos, es decir, los
ciudadanos encabezados por el monarca se disponen a modo de pirámide en una
jerarquía donde los más poderosos van a imperar sobre las clases más bajas. Pero no
pensemos en que la monarquía o el régimen político era ya un derecho de elección por
parte del ciudadano sino que en los primeros años del dieciocho y en tiempos ya muy
avanzados de este siglo, la designación de clases y estamentos no era más que divina, es
decir, eran establecidas por la Gracia de Dios. Dos serían los grandes grupos en que
básicamente se dividía la sociedad, el de los privilegiados, integrado por la nobleza y el
clero, y el del tercer estamento o estado llano, al cual pertenecía la mayoría de la
población. En cuanto a la nobleza, mantendría sus privilegios legales, no alterados por
la legislación ilustrada, que les otorgaba unidad, no sólo en el plano jurídico sino
también en el ideológico. A la cabeza de dicho estamento encontramos a los Grandes,
grupo que se había creado en el reinado de Carlos I y que ya elevaba su número de
integrantes a 119. Inmediatamente después nos encontramos con la nobleza titulada, que
experimentaría un crecimiento notable durante la segunda mitad del siglo XVIII,
alcanzando los 1300 titulados, que se distribuían en barones, vizcondes, condes y
marqueses. Dicho status se acompañaba del poder económico que representaba la
propiedad de la tierra y de los beneficios deducidos de dicha posesión, que se
2
Despotismo ilustrado: se busca la felicidad de los súbditos, intenta destruir todas las instancias sociales
entre los súbditos y el poder. Todo para el pueblo pero sin el pueblo; todo ello sin cambiar la sociedad
estamental.
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prodigarían durante estos tiempos. Precisamente la promoción en esta época de la
institución del mayorazgo contribuiría a este proceso. El mayorazgo consistía dentro de
las familias privilegiadas en el nombramiento del hijo mayor como el único heredero de
las posesiones familiares asegurándose de tal modo el mantenimiento de la riqueza
dentro de ese “nombre de familia”. Debajo de la alta nobleza se encontraba la baja
nobleza, que en Castilla estaba integrada por los hidalgos, título ostentado por aquellos
nacidos de padre hidalgo o que lo obtuvieron del monarca. Los privilegios de tal honor
eran motivo más que suficiente para que dicho título fuera muy ambicionado.
El segundo grupo de los privilegiados lo formaba el clero, con frecuencia las órdenes
monacales poseían propiedades rústicas y urbanas, mientras que las órdenes dedicadas a
la predicación, beneficencia y enseñanza poseían gran prestigio social, residiendo en los
núcleos urbanos, por lo general en los de mayor riqueza. El resto de la población
formaba parte del estado llano, un estamento que superaba en diversidad, tanto social
como económica, a los grupos privilegiados. Hay a partir de la dicotomía medio rural y
medio urbano, si bien el primero de ellos con un 90 por ciento de la población activa
española predominaba sobre el segundo, y la dedicación a las tareas del campo era
abrumadoramente superior a la de las tareas en medios urbanos. El campesinado se
presenta, por tanto, como el elemento predominante dentro del tercer estado. Este estaba
integrado en un complicado sistema, que arranca de muy atrás, perpetuándose la
estructura feudal y dando lugar en el siglo XVIII a una total heterogeneidad de su
situación, dependiendo de que se encontrara asentado en tierras de realengo o de
señorío; si era propietario o no; incluso no siéndolo, su posición sería diferente según
fuera arrendatario, aparcero o simple jornalero. En conjunto, la situación del campesino
era bastante precaria. A pesar de las reformas de Felipe V, la dureza era notoria en el
caso de las tierras señoriales de Aragón y Valencia, haciéndose patética en la Mancha,
Extremadura y Andalucía, donde el modo de vida generaba graves situaciones de
injusticia. Muy diferentes eran las condiciones de vida del campesinado en Cataluña
donde las condiciones para cultivar la tierra eran mucho más favorables.
El mundo urbano, en lo que afecta al tercer estado, incluía un conjunto de
población caracterizado por una serie de funciones y grandes diferencias entre sus
componentes de acuerdo fundamentalmente con los ingresos que percibían. Gentes
dedicadas a tareas agrícolas, comerciantes, industriales, artesanos, miembros de
profesiones liberales, etc. El concepto de jerarquía y la importancia de la propia
profesión lo absorbía todo en esta sociedad del XVIII. Serían los artesanos quienes, por
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cantidad, asumirían el protagonismo en el medio urbano, diferenciándose del resto de
los del grupo urbano, por su integración mayoritaria en la jerarquía gremial. Las
sociedades gremiales se mantendrán frente al avance y desarrollo del modelo
económico burgués que va a traer la revolución industrial. En consecuencia, la mayor
parte de los trabajadores no agrícolas se encuadraban en categorías corporativas
(maestros, oficiales, aprendices). Junto a estas profesiones, ocupando el lugar más bajo
de la sociedad encontramos a los esclavos. En el Siglo de las Luces, nos encontramos
con un elevado número de mendigos, que en los censos aparecen como una categoría
social distinta, son llamados “pobres de solemnidad”. Se completaba este cuadro con las
masas de jornaleros estacionales, que acudían a las ciudades del sur intentando
sobrevivir. El creciente proletariado urbano sería quien habría de sufrir con mayor
intensidad las consecuencias de la inflación y subida de precios agrícolas, tan habituales
en el XVIII.
Como se puede apreciar, la sociedad ilustrada española no experimentaba
grandes cambios con respecto a la sociedad del Antiguo Régimen, en lo que a estructura
y relaciones se refiere. Será esta estructura misma, la jerarquización y la división de
clases las que avivarán el espíritu social y libertino del pueblo para acabar con este
modelo social (finales del XVIII y siglo XIX)3. En definitiva, estas organizaciones y
divisiones se rigen por la naturaleza de sangre, es decir, el individuo pertenece a un
estamento u otro dependiendo de la sangre, de la clase, de la casta. Echando la vista
hacia atrás, el matrimonio de las hijas del Cid con los infantes de Carrión se produce por
tener éstos mayor calidad de sangre, lo cual otorga honra al Cid. Por tanto, la sociedad
está organizada en torno a unas leyes naturales dadas por Dios pero ¿dónde queda
entonces el juicio del sujeto? En el siglo XVIII, la burguesía tiene hegemonía
eclesiástica para conseguir el poder político como más tarde hará. Reclama libertad e
igualdad. El propio Kant elabora el concepto de “nuevo sujeto” en su conciencia de
Ilustración, lo que dice Kant es que el hombre hasta ese momento no ha sido la fuente
de sus propios juicios, dueño de su moral. Ha estado en una culpable minoría de edad y
ahora ha de crecer y convertirse en un sujeto libre y autónomo. Tiene que liberarse de
todo lo que le ata y ser un “sujeto libre” que ha salido de esa minoría de edad.
Ciertamente, en el período ilustrado las clases superiores se ven con la necesitad de
elaborar una serie de leyes pero los ilustrados van a coincidir en buscar una regulación
3
Podemos decir que en este momento se crean las tensiones necesarias para el cambio pero que será a
finales de siglo cuando tengan lugar una serie de revoluciones socio-burguesas.
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racional ya que la razón toma el poder, en este momento. Será a partir de la razón de los
individuos desde la se creen esta serie de leyes opuestas a las leyes naturales dadas por
Dios y mantenidas por toda la sociedad eclesiástica hasta entonces vigente. Poco a poco,
la sociedad se va a ir desacralizando ya que la razón va a tomar partida en todos estos
aspectos que repercuten en el ciudadano. Como bien hemos mencionado antes, en este
momento el monarca y jefatura suprema va a tener un objetivo, buscar la felicidad de
sus ciudadanos para conseguir la felicidad absoluta y el ciudadano va a buscar también
su felicidad a través de esta relación “pueblo- corona”. Podemos concluir, con que en la
Ilustración se va a crear una relación de interés4.
A partir del concepto de sociedad civil ya nos han aparecido varios derivados de
esta nueva conciencia que nace en el ambiente dieciochesco: civil, privado, interés. Y es
que a partir de la mirada del sujeto, hacia sí mismo, es donde éste va a crear dos puntos
de partida de sus actos, por un lado los que tienen que ver con su propio sujeto y los que
tienen que ver con el resto de las instituciones públicas, siempre buscando un interés
que les haga mejores o que al menos, les otorgue mejores condiciones de vida.
III. LA BURGUESÍA EN EL CASO ESPAÑOL
En el caso español, la monarquía va a sufrir una serie de cambios peculiares.
Durante el siglo XVIII, los Borbones españoles pusieron en marcha una acción social de
gran importancia, más que por los logros obtenidos, por el cambio de actitud de parte
del Estado que implicaron. A estos efectos, el reinado de Carlos III puede considerarse
que desempeñara un papel nada desdeñable. El modelo de Estado centralizado por el
que optaron nuestros monarcas, no sólo repercutiría en el plano político, sino que al
mismo tiempo venía a modificar la tradicional posición del rey y sus gobiernos con
respecto a la sociedad. En línea con estos presupuestos, se han de suscitar a lo largo de
la centuria, por un lado, iniciativas encaminadas a establecer los diferentes estamentos
en la función social correcta que demandaban los tiempos y, por otro, a integrar los
grupos marginales, incorporándolos al trabajo considerado productivo y útil. Para la
nobleza se desea que, rompiendo con sus prejuicios ancestrales, opten por profesiones
acordes con el desarrollo económico del país, debe ser ejemplo para el resto de la
sociedad. Sus tierras deberán ser cultivadas de manera acorde con las nuevas técnicas y
la industria y los negocios no han de serles ajenos. Deberían amar las nuevas ciencias.
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Nos referimos al interés como virtud moral que permite al hombre gobernarse a sí mismo, ese
interés debe ser una simbiosis de sujeto y nación. Interés pretende alcanzar la felicidad social.
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La acción, también afectará al estado llano, ya que presupone una flexibilización
de la sociedad para que el trabajo productivo no se tome como frontera de separación,
sino como elemento de unión entre los estados. Del clero bajo se demandaba
colaboración con el Estado. En definitiva el reformismo por parte de la monarquía
española, buscó que los diferentes estamentos se adaptasen a la demanda de los nuevos
tiempos y que los grupos marginales se incorporasen al trabajo productivo. Así se
espera de la nobleza una nueva actitud frente al trabajo y convertirse en un modelo para
toda la sociedad. De aquí deriva el problema radical de la España ilustrada, pues nos
vamos a encontrar con un movimiento, a nivel general, promulgado por la burguesía y
en España no existió la burguesía como tal sino que eran curas, funcionarios, militares,
etc. Es evidente que no surja un movimiento al igual que en el resto de países y que por
tanto la sociedad civil del momento no alegue los derechos necesarios del ciudadano
cuando es la misma monarquía la que quiere quitar privilegios a la nobleza. Nos vamos
a encontrar con una España que piensa en un contexto ilustrado pero que no lo hace al
compás de lo que la palabra ilustración marca. Los ilustrados españoles no aceptan que
la ciencia sea la reina madre de los nuevos tiempos y con ella se cree una nueva visión
del mundo. Los ilustrados pretenden seguir con el concepto de vida religioso aunque
introduciendo también de forma moderada los nuevos avances de la ciencia.
IV. DOCUMENTOS Y TRATAMIENTO DEL CONCEPTO
Entre toda esta fusión de elementos sociales van a tener gran importancia los
pensadores y escritores del momento, pues, son ellos los que forjan conforme a su
tiempo el discurso necesario para alimentar a las masas. Podemos decir que a partir de
las relaciones sociales surge una ideología y a partir de ella surgen los fenómenos
literarios. De todo esto se deduce que sean de suma importancia obras como El contrato
social de Rousseau, La reforma de la ley agraria de Jovellanos, el pensamiento de
Hobbes, la teoría kantiana y otros discursos que iremos mencionando. Es necesario,
tener presente durante este siglo, la función práctica de la literatura, es decir, dejamos
atrás el deleite para buscar la utilidad de la palabra escrita. Lo importante es la
instrucción; las obras debían ser didácticas.
Para adentrar más en nuestro concepto, vamos a ver el uso y la importancia que
concedieron a la “sociedad civil” los pensadores de la época y las distintas
connotaciones que otorgaron unos y otros. Algunos toman como partida el pensamiento
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expuesto anteriormente, el interés del ciudadano junto a la utópica libertad hacen que
éste necesite de una participación dentro del sistema organizado por “los cabezas” de la
jerarquía, de ahí que qué nazca una participación cívica la cual se relaciona por motivos
de interés. Otros autores, sin embargo y es en los que nos vamos a centrar, son los
españoles que se mueven en un marco ilustrado distinto y que su visión sobre la
sociedad también va a estar presente en sus publicaciones.
Uno de los autores que nos vamos a encontrar, con el desarrollo de esta
concepción entre sus escritos será Juan Meléndez Valdés, pues va a concebir a los
individuos como sujetos que deben relacionarse básicamente y teniendo como prioridad
un interés individual pero que a su vez este interés por la búsqueda de la felicidad, dará
como resultado un bienestar y una felicidad general. La religión y sus principios
quedarán subordinados al convenio civil, es decir, en el matrimonio prima el nudo que
se va a crear pero como interesado antes que por religioso, digamos que dos esponsales
contraen un pacto o un lazo de unión que en primer lugar es visto como convenio de
leyes y que aportará un bienestar social antes que como un sacramento religioso y las
valoraciones eclesiásticas que ello contiene. Es de esta forma como Meléndez Valdés
nos lo presenta en sus Discursos forenses:
No solo esto, sino que el matrimonio mismo que los sigue, subiendo á los principios de
las cosas y para toda razón despreocupada de las doctrinas de la Curia Romana y de las
falsas Decretales y delicadezas cavilosas de la escuela, primero es civil que religioso, y
antes un convenio y obligación de hombres que no un misterio y un sacramento de la
nueva ley (Meléndez Valdés, 1986).
Otro de los autores que podemos destacar es Gregorio Mayans y en sus escritos
podemos apreciar la concepción de los individuos con respecto a la jerarquización
social. Los sujetos se organizan en estamentos por y respondiendo a una ley natural, ley
que ha sido dada por Dios, y que por tanto, debemos de obedecer sin más. Esto ocurría
en el Antiguo Régimen y precisamente a medida que vamos avanzando en esta centuria,
los individuos van a ir perdiendo esta conformidad con la organización del mundo y
querrá despertar del sueño que les invade motivados por la razón moral o por la moral
supeditada a la diosa razón del dieciocho. Podemos remitirnos a estas líneas para ser
partícipes de esta idea, que el autor trata en Observaciones al concordato de 1753;
informes y estudios:
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Eclesiásticos, es necessario que haga justicia quien deve hacerla, que es el rei, por
medio de su Consejo, porque se trata de la justicia distributiva en el fuero exterior, cuya
distribución, tratándose como se trata de intereses pecuniarios i deudas de justicia,
ciertamente pertenece al soberano temporal que la recibió de Dios. (Mayans, 1753)
Mayans pone de manifiesto el poder del rey, un poder dado por Dios y al que
hay que obedecer para que la sociedad tome el rumbo correcto y no navegue a la deriva
sin ton ni son, pues buscamos el progreso. Está claro que este progreso por parte de los
monarcas es un progreso más bien falseado que desembocará en grandes rebeliones y
revoluciones sociales que sí pedirán un progreso verdadero no basado en leyes naturales
que muy difícilmente pueden comprobarse racionalmente.
Además, siguiendo esta línea, Mayans va a hacer una referencia clave a la clase
eclesiástica, a la cual también deja claro que el jefe supremo es el Rey y que solo por
medio de este se puede alcanzar un bienestar social, dejando de lado el poder y el
desarrollo buscado en épocas anteriores. Ahora buscamos unos placeres determinados
en los individuos de nuestra sociedad y solo se debe al jefe supremo que por la gracia y
voluntad de Dios, aquí en la tierra es el monarca. Los clérigos son una casta privilegiada
como hemos podido ver a lo largo del desarrollo de este tema pero no por ser los
predicadores de Dios, están exentos de la obediencia al Rey y del cumplimiento de las
leyes que éste exija. El hecho de citar a Mayans viene porque es un escritor que no tiene
la idea de progreso de la Ilustración. A Mayans le interesan sobre todo las humanidades,
le interesan las reformas de los estudios humanistas. El sigue los modelos de la
literatura del XVI, de ahí el tratamiento que hace de la sociedad.
Mayans en su Idea de un diccionario general de jurisprudencia, establece una
serie de relaciones que nos aclaran un poco más la idea de sociedad civil, es decir, a
través de la jurisprudencia se enseñan los derechos y por tanto, a partir de ella se les
mostrará a los ciudadanos ese convenio lego y civil que deben establecer dentro de la
sociedad del XVIII. Nos dice que el derecho es privado o público, que el privado es el
que pertenece a la utilidad de cada uno y que los derechos privados o son o es natural, o
de gentes o civil. El derecho natural es el impuesto por Dios, mientras que el civil es el
que cada ciudad establece para su gobierno, por tanto, la sociedad civil es aquella que
va a mirar por sus derechos públicos y privado de manera que su ciudad consiga
desarrollarse de la forma más favorable posible. Pero teniendo en cuenta la distribución
social que existía en el XVIII, no nos ha de extrañar que los individuos de las castas
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inferiores que poco a poco van a ir adquiriendo “capital” y que son denominados
burgueses se revelen contra el sistema establecido, ya que teniendo en cuenta la
jerarquización, los estamentos más bajos no gozarían de los mismo derechos que los
nobles o los individuos de sangre privilegiada. Como podemos apreciar, Mayans trata
este tema desde una perspectiva plenamente ilustrada donde contrapone las leyes
naturales a las leyes civiles, por tanto, el término civil nuevamente y como se puede
apreciar aquí, es un concepto que nace de la ideología ilustrada, que es fruto de ese
imperio de la razón.
Como mencionamos al comienzo, y como venimos haciendo a lo largo de este
recorrido por el concepto “sociedad civil”, este está estrechamente relacionado con la
separación de lo público y lo privado. En la ilustración nos vamos a encontrar mentes
que van a distinguir lo racional de lo sentimental, lo privado de lo público, es decir toda
una escisión de lo que anteriormente era considerado un designio natural. Sin embargo,
vamos a ver cuál es el planteamiento que Feijoo, otro autor ilustrado nos hace de esta
separación de sociedades pero él no pone en duda ni rechaza la ley natural dada por
Dios. Esto nos dice en Teatro crítico universal VII:
Respondo, diciendo lo primero, que la semejanza engendra amor solo para un efecto
determinado,
que
es
la
sociedad.
Pueden
considerarse
tres
géneros
de
sociedad: sociedad natural, que es la de el tálamo; sociedad política común, que es
aquella con que los hombres se congregan a formar un cuerpo de república; y sociedad
política privada, que es la que por elección particular forman dos, o tres o más
personas. Todas tres sociedades piden semejanza en la especie. (Feijoo, 1736)
Haciendo referencia a “piden semejanza en la especie” también nos dice Feijoo que en
la política privada no sólo es necesaria esa semejanza sino que además es necesario que
ambos individuos tengan las mimas inclinaciones, he aquí de nuevo esa concepción
ilustrada del interés, pues dice Feijoo:
El ladrón busca por compañero al ladrón, para que le ayude a hurtar; el homicida al
homicida, para executar el golpe destinado; el incontinente al incontinente, para los
coloquios torpes, en que se deleita; el virtuoso al virtuoso, para aprovechar con sus
instrucciones y exemplos. (Feijoo, 1736)
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Otro texto que trata los problemas sociales de este momento es la Memoria para la
reforma de la ley agraria de Jovellanos. En la España ilustrada se buscaban los
remedios a los males económicos y el progreso de la sociedad tanto por parte del rey
como por parte de los demás componentes de la escala social. Jovellanos se oponía a la
amortización, pues ésta se oponía a la libre circulación y era considerada la causante de
la despoblación. En el texto, en concreto, Jovellanos nos habla de los problemas de la
agricultura y de una serie de males existentes en la sociedad que producían estos
problemas. Por un lado, tenemos la aspiración a la riqueza y por otro, la acumulación de
riqueza. De los dos males, uno argumenta Jovellanos, es un mal necesario porque la
igualdad de derechos produce la cohesión social por el interés. Será esta igualdad la que
se consiga creando leyes con el fin de aspirar a la riqueza. El autor trata los problemas
sociales, a partir de los cuales se van a crear una serie de leyes que regulen tales
problemas y que por consiguiente consiga un mayor bienestar social dentro de un
determinado territorio y que utópicamente consiga esa felicidad general. Pervive, por
tanto, la idea de que se puede alcanzar una sociedad ideal y que el progreso llevará al
hombre hacia la perfección absoluta guiado por la razón.
V. CONCLUSIÓN Y VALORACIÓN PERSONAL
Una vez expuesta la definición del término y analizado su importancia en el
siglo dieciocho, además de contrastar las diferentes consideraciones de este concepto
dependiendo del autor, vamos a pasar a concluir desde un punto de vista personal y
subjetivo todo lo visto, hasta ahora.
Como hemos podido apreciar a lo largo del desarrollo de este documento, el
término “sociedad civil” nace casi a la par del siglo dieciocho y adquiere mucha más
relevancia en el XIX. Partimos de la base de la organización en estamentos de una
sociedad, partimos, por tanto, de unos ideales sometidos a leyes imperantes creadas por
sociedades pasadas y que se han ido manteniendo a lo largo de los siglos, con el fin de
que los poderosos mantuvieran sus respectivas posiciones y que el pobre siguiera
estando sumido en la ignorancia de lo que en realidad podía conseguir y por lo que en
realidad podía luchar. Serán justamente los ciudadanos del estado llano los que creen
este concepto de “sociedad civil”, a partir del nacimiento de la clase burguesa.
Se crean relaciones civiles, una sociedad regida por una serie de leyes y que con
ello buscan un convenio, unos lazos que les haga vivir más seguros y felices. Se trata de
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un concepto que ha permanecido vigente durante las épocas posteriores y que aún
seguimos considerando la sociedad civil como un factor necesario para el desarrollo de
la vida. Incluso, al igual que hacía Meléndez Valdés, seguimos considerando muchas de
esas relaciones meros actos de conveniencia o interés social y legal, antes que algo
espiritual, pues, si atendemos a los tiempos actuales un matrimonio civil tiene más
importancia a nivel social que uno religioso, de hecho el válido es el civil. Podemos
decir que este sentido aún tenemos vigente esa conciencia de que lo religioso o
sentimental va separado de lo civil o político lo cual ha de estar subordinado, por
encima de todo, a la razón. Es evidente que todos los procesos de matrimonios,
divorcios, informes de bautismos, informes de nacimientos son propiedad de un juez
que maneja estos aspectos de la vida de los hombres desde una serie de leyes y normas
reguladoras. Un ejemplo clave es, nuevamente, el matrimonio. Se considera que dos
personas son conyugues cuando firman de acuerdo a unas leyes una unión civil y solo se
considera anulada con el divorcio. Si se contrae matrimonio religioso solo se podrá
volver a contraer matrimonio civil con el divorcio pero se necesitan otros permisos
eclesiásticos para volver a realizar un casamiento ante los ojos de Dios. Sin embargo, sí
es posible hacerlo civilmente ya que lo religioso sería algo perteneciente a la conciencia
moral del ser humano y a sus distintas creencias pero no responde a la unión entre
individuos, meramente definida. De hecho, en nuestro país, son aceptados los
matrimonios entre homosexuales mediante el acto civil ya que la iglesia no acepta estas
relaciones entre personas del mismo sexo, por tanto, y apoyándonos en los textos de los
ilustrados y sus correspondientes visiones acerca de las relaciones entre individuos
seguimos considerando que las relaciones son acuerdos y contratos que buscan un
interés determinado sin tener en cuenta ningún aspecto moral, sentimental o divino.
En definitiva, pienso que el movimiento ilustrado fue uno de los momentos de la
historia en los que se crearon numerosas reformas y nacieron puntos de vistas
necesarios para el progreso posterior de la sociedad; entre ellos el desarrollo de una
sociedad civil. Es cierto, que en España el movimiento ilustrado no consiguió
desarrollarse al igual que en países como Francia pero sin embargo también tomó
conciencia de ciertos aspectos filosóficos, sociales, literarios que hicieron de éste un
siglo peculiar, digno de admirar.
VI. BIBLIOGRAFÍA
13
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