CONSTRUCTIVISMO, PESIMISMO Y DESESPERACIÓN Manuel Liz Con un madero tan torcido como aquel del cual ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea del todo recto Manuel Kant, Filosofía de la historia Comenzaré con una afirmación que seguramente cause sorpresa: una metafísica no puede ser adecuada si no nos podemos sentir cómodos en ella. ¿Por qué? La razón es muy simple. Las metafísicas no sólo describen lo que hay. También ponen límites a lo posible. Y sería desastroso poner todo nuestro empeño en conseguir algo que nuestra metafísica sitúa siempre más allá de nuestro alcance. Como también sería desastroso empeñarse en huir de algo que nuestra metafísica coloca una y otra vez a nuestro paso. Para evitar el desastre, se necesita restablecer de nuevo el equilibrio. Y al menos una de las dos causas que provocarían el desastre tiene que ser corregida: o nuestros empeños o nuestra metafísica. Así pues, y a pesar de la aparente sorpresa, la anterior afirmación es poco menos que necesaria. A la larga, tiene que cumplirse. Para que una metafísica resulte adecuada, debemos poder sentirnos cómodos en ella. ¿Por qué digo esto? Porque la metafísica que suele hacerse en la actualidad da constantemente la espalda a nuestras actitudes y expectativas, especialmente la metafísica elaborada en la esfera de influencia de la filosofía analítica. Y es cierto que la «otra metafísica», la metafísica procedente de la esfera continental, demasiado a menudo es sólo expresión de una serie de actitudes y expectativas. Pero alguna posición intermedia debería ser tenida más en cuenta, alguna posición intermedia entre los hechos y las metáforas, entre la ciencia y la literatura. De hecho, ésta era una de la ideas más nucleares del pragmatismo. Los pragmatistas se esforzaron por situar a toda la filosofía en algún lugar intermedio entre la mera descripción y la expresión emotiva. Y creo que deberíamos aprender de ellos a ser más sensibles a las consecuencias que la filosofía puede llegar a tener en nuestras vidas.1 1 El propio criterio pragmatista de significación basado en las consecuencias prácticas, ya sea en la versión de Peirce, James o Dewey, puede ser interpretado como situándose entre lo que sería, por un lado, describir hechos objetivos sin que importe si pueden ser o no epistémicamente accesibles y, por otro, expresar nuestra subjetividad y emotividad. La noción de «consecuencias prácticas» intenta abrir un hueco entre estos dos extremos. A propósito de la concepción pragmatista de la filosofía, baste recordar el siguiente texto de James (Pragmatismo. Un nuevo Laguna, Revista de Filosofía, nº 5 (1998), pp. 117-126 07.pmd 117 25/02/2013, 7:22 118 MANUEL LIZ En este trabajo quiero presentar y discutir brevemente un problema en el que se mezclan la metafísica y cosas como nuestras actitudes y expectativas. Y aunque mi presentación resulte algo ambigua e indefinida, creo que se trata de un problema tremendamente importante. Sobre todo porque puede llegar a afectarnos muy directamente. El problema en cuestión surge de una explosiva combinación de actitudes sumamente frecuentes en nuestra cultura contemporánea. Estas dos actitudes son el constructivismo y el pesimismo. Y la mezcla de estas dos actitudes es explosiva porque la conclusión que se sigue de ser a la vez constructivista y pesimista es la desesperación. En una palabra, para quien tenga una malísima opinión del mundo que nos rodea pero considere, al mismo tiempo, que ese mundo que nos rodea no es sino una construcción nuestra, algo que ya llevábamos dentro, no le queda más salida que la desesperación. Estos son los términos del problema. Y sugeriré una forma de evitar la conclusión, una forma de escapar de la desesperación. Pero más allá de esta respuesta, me sentiré satisfecho si logro transmitir la idea de que nuestra metafísica no puede ser indiferente a estas cuestiones, que realmente estamos ante un grave problema y que se trata de un problema que pide a gritos algún tipo de solución. Una buena manera de adentrarnos en el camino que conduce del constructivismo y el pesimismo a la desesperación es recordando la conocida frase de Kant que citábamos al comienzo: «Con un madero tan torcido como aquel del cual ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea del todo recto»2. Kant era tremendamente constructivista. El mundo de la experiencia empírica estaba constituido por estructuras pertenecientes al sujeto. Lo que daba sentido a la experiencia moral y estética también se hallaba dentro de los sujetos. Y una de las formas en las que Kant veía posible escapar a la antinomia de la teleología pasaba por considerar que los juicios acerca de los fines internos a la naturaleza sólo tenían un valor heurístico. Incluso respecto a las matemáticas, Kant era constructivista. El madero del cual estaba hecho el ser humano era, por tanto, un maderoque acababa apuntalando toda la realidad. En esto consistía su «giro copernicano». Ahora bien, ¿qué ocurriría si ese madero resultara estar profundamente e irremediablemente «torcido»? ¿Qué ocurriría si con él no pudiera forjarse nada que fuera «del todo recto»? La única actitud posible es la desesperación. Si las cosas que nos rodean son las cosas que llevamos dentro, y si no nos gusta nada de lo que nos rodea, el resultado no puede ser otro más que la desesperación. Una actitud que impide cualquier expectativa de mejorar las cosas. nombre para algunos antiguos modos de pensar, Ed. Aguilar, 1975 [v.o.: 1907], conferencia segunda): «Sorprende realmente advertir cuántas discusiones f ilosóf icas perderían su significación si se las sometiera a esta sencilla prueba de señalar una consecuencia concreta. (...) Toda la función de la filosofía debería consistir en hallar qué diferencias nos ocurrirían, en determinados instantes de nuestra vida, si fuera cierta esta o aquella fórmula acerca del mundo.» 2 KANT, I., Filosofía de la historia, Buenos Aires, Nova, 1958 [v.o.: Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht, 1784]. 07.pmd 118 25/02/2013, 7:22 CONSTRUCTIVISMO, PESIMISMO Y DESESPERACIÓN 119 Esta manera de hablar sobre «lo que nos rodea» puede sugerir que el constructivismo y el pesimismo siempre se refieren a hechos externos al sujeto. Pero éste no es el único caso donde podría plantearse nuestro problema. Y es importante apreciar esto. La mezcla de actitudes que estamos analizando también puede darse en el ámbito de la experiencia subjetiva. Y su extensión al mundo de nuestra vida interior haría definitivamente imposible cualquier estrategia escapista. No habría ya ningún refugio posible. Ni fuera ni dentro de nosotros mismos. La frase de Kant es particularmente tajante en este punto: «... nada puede forjarse que sea del todo recto.». Nuestra naturaleza estaría torcida tanto respecto a lo que podemos hacer en el mundo externo como respecto a lo que podemos hacer en las intimidades de nuestro propio mundo interno. Habría que distinguir, no obstante, la actitud resultante que estoy llamando «desesperación» de otras dos actitudes diferentes también ligadas al pesimismo. Estas dos actitudes se darían cuando las cosas que no nos satisfacen no son obra nuestra. Pueden ser también algo construído, pero nosotros no somos responsables de su producción. En este caso, las actitudes resultantes dejan de ser tan intensas como cuando nosotros mismos somos los responsables de lo que sale mal. A falta de mejores nombres, podemos llamar a estas actitudes «desilusión» y «desánimo». La diferencia entre ellas tendría que ver con la distinta disposición a cambiar un estado de cosas que se percibe negativamente. La desilusión es siempre desilusión respecto a algo. Y sería compatible con el esfuerzo por buscar algo diferente. El desánimo, en cambio, es un estado que deja de orientarse hacia un objeto. El desánimo nos deja sin fuerzas para intentar cambiar las cosas y nos aleja de la acción. En contraste con estas dos actitudes, la desesperación surgiría cuando se cae en la cuenta de la imposibilidad de cualquier mejora y de que la raíz de esa imposibilidad crece dentro de nosotros mismos. Pero la desesperación puede también ser muy activa. Incluso puede ser directamente autodestructiva. El problema que estamos discutiendo es muy general. Incluso podría plantearse en términos teológicos. Un dios creador que tuviera una imagen pesimista de su obra sería un dios desesperado. Algo no iría bien. O bien su poder creador tiene algún límite, o bien su apreciación negativa necesita ser modificada. Un dios creador y pesimista sería un dios que haciendo todo lo que puede hacer, hace las cosas mal. Dejando aparte la teología, y más concretamente la teodicea, el problema tampoco tendría que ver sólo con los grandes fines, intereses y valores. No se trataría tan sólo, como por ejemplo ha argumentado recientemente Isaiah Berlin, de que algunos de los grandes ideales de la humanidad tal vez no puedan vivir juntos y de que la búsqueda de la perfección a toda costa sea un peligroso camino, un camino que ha llevado demasiadas veces a la inhumanidad más extrema3. Sin remontarnos tan alto, sin remontarnos a los fines, intereses y valores últimos, también pueden surgir muchos motivos de inquietud. Pueden surgir motivos de inquietud con todos los fines, 3 07.pmd Véase BERLIN, I., El fuste torcido de la humanidad, Barcelona, Península, 1992 [v.o.: 1959]. 119 25/02/2013, 7:22 120 MANUEL LIZ intereses y valores que podemos denominar «intermedios». Y nuestro problema puede ser ejemplificado en asuntos que nos son muy cercanos. Tal vez la realidad social, a medio camino entre el mundo externo y el mundo interno, sea el campo donde mejor se puede ejemplificar nuestro problema. Y entre las disciplinas concretas que más sufren su incidencia se encuentran actualmente los estudios sobre ciencia, técnica y sociedad4. El constructivismo suele ser aquí un punto de partida. Incluso es posible encontrar en algunos autores fuertes dosis de relativismo. Serían las propias instituciones científicas y tecnológicas quienes construyen tanto los hechos que estudian como los criterios para evaluarlos.También el pesimismo está presente, esta vez bajo la forma de un tecno-pesimismo. El tecno-pesimista puede llegar a realizar diagnósticos terriblemente sombríos sobre nuestro actual mundo tecnológico, sobre nuestro futuro social y sobre las posibilidades de nuestra especie. Pero aún más terrible puede ser el resultado de esta mezcla de constructivismo y tecnopesimismo. Pues, de incluirnos nosotros en el sujeto colectivo que construye los hechos, esa situación tan sombría no será sino obra nuestra. Y cuanto más se carguen ahora las tintas del tecno-pesimismo, más difícil será encontrar otra salida que no sea la desesperación. En nuestras sociedades abundan cada vez más los tecno-pesimistas. Y comienza a surgir, además, un nuevo fenómeno que se cruza con el anterior: el eco-terrorismo. Ciertamente, hay muchos motivos para sentirse descorazonados. No faltan buenas razones para pararse a pensar qué estábamos haciendo. Incluso para pararse sin más. Para pararse en seco. Pero aún hay otra cosa incluso más preocupante. ¿Y si no pudiera ser de otro modo? ¿Y si el ser humano fuera incapaz de hacer las cosas de otro modo, ni siquiera en ese amplio terreno de los fines, intereses y valores intermedios que animarían el desarrollo científico y tecnológico5? Las anteriores preguntas tienen una respuesta terrible para aquel que sea tecno-pesimista y, además, constructivista. Si ese mundo tecnológico que detestamos fuera simplemente una inevitable construcción nuestra, ¿cómo no pasar de la desilusión frente a la ciencia y la tecnología al desánimo y, de aquí, a la más completa desesperación? Esta situación es particularmente dramática cuando constatamos que, de hecho, la mayoría de los tecno-pesimistas tienden a ser asimismo constructivistas. Y que rechazan los productos de la ciencia y la tecnología, incluso el valor de la propia ciencia y tecnología como instituciones que merece la pena seguir preservando, con la misma 4 Una buena panorámica sobre este tipo de estudios puede encontrarse en el libro de GONZÁLEZ GARCÍA, M.I., J.A. LÓPEZ CEREZO y J.L. LUJÁN LÓPEZ, Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología, Madrid, Tecnos, 1996. 5 Sobre las peculiaridades de este tipo de fines, intereses y valores que estoy llamando «intermedios», véase LIZ , M., «Estructura de las acciones tecnológicas y problemas de racionalidad», Arbor, nº 507, 1988, y «Conocer y actuar a través de la tecnología», en BRONCANO, F., (Ed.) Nuevas meditaciones sobre la técnica, Madrid, Trotta, 1995. 07.pmd 120 25/02/2013, 7:22 CONSTRUCTIVISMO, PESIMISMO Y DESESPERACIÓN 121 fuerza con la que nos hacen co-partícipes de su constitución y desarrollo. El tecnopesimismo y el constructivismo encajan francamente mal. Pero, ¿qué soluciones caben frente al grave problema que acabamos de señalar? Se me ocurren inmediatamente dos. Pero las dos son igualmente inaceptables. Sigamos con el ejemplo de la ciencia y la tecnología. Incluso manteniendo el tecno-pesimismo anterior, una respuesta posible consistiría en rechazar nuestra participación constructiva en relación a las cosas que salen mal, o al menos en relación a algunas de ellas. Las cosas, efectivamente, pueden salir mal. Pero nosotros no tenemos la culpa. No somos de ninguna forma responsables de que salgan mal. La culpa puede recaer sobre la propia realidad o sobre otras personas o grupos sociales diferentes de nuestro grupo de referencia. Esto es lo que se empeña en contrariarnos, lo que se resiste a nuestros fines, intereses y valores más prometedores y mejor calculados. Podemos decir, por ejemplo, que los desastres que inundan nuestro actual mundo tecnológico son obra de los expertos y de los intereses económicos. Y que nosotros estamos al margen, que no somos parte responsable sino parte afectada. Que aunque una parte de nosotros mismos puede estar también comprometida con esa construcción culpable, ni siquiera esto tiene porqué hacernos desesperar. Pues conservamos también otra parte inocente e incontaminada. Y esa parte inocente nos salva de la desesperación. Nos salva de la desesperación llevándonos al reino de la literatura, del arte o de la religión. O, tal vez, nos salva de la desesperación en otros entornos más familiares y cotidianos. Las raíces platónicas de esta solución son más que patentes. Volviendo al caso teológico, lo que le libraría a dios, a nuestro supuesto demiurgo, de la desesperación sería otro dios o demiurgo con intenciones contrarias. O, en una versión más despersonalizada, una materia obstinada en contrariar sus planes más perfectos. Una materia con una naturaleza completamente opuesta a su propia naturaleza divina. También es patente el gran arraigo actual de este tipo de solución. Se trataría de mantener el pesimismo, el tecno-pesimismo en el ejemplo que ahora estamos considerando, a costa de poner límites al constructivismo. Pero esto sólo nos libraría de la desesperación haciéndonos huir a otros mundos, a los mundos de la literatura, del arte, de la religión o de la cotidianeidad. Y, con ello, la desesperación dejaría paso al desánimo. Creo que esta forma de solucionar el conflicto es inaceptable justo por esto. Al librarnos así de laresponsabilidad de la culpa, también haría imposible que mediante una intervención nuestra las cosas pudieran ser de otra forma a como son. La otra solución igualmente inaceptable consistiría en rechazar el tecno-pesimismo, manteniendo incluso grandes dosis de constructivismo. Pensándolo mejor, según esta solución, no todo va tan mal. Ningún problema. Siempre hay pequeños fallos y errores. Pero sólo es cuestión de tiempo. Lo indudable es que progresamos. Más todavía, que ese progreso es imparable e inevitable. Este tipo de solución también está muy presente en nuestros días. Sobre todo en algunos sectores públicos y políticos. Se trataría, simplemente, de combatir el tecno-pesimismo con tecno-optimismo. Pero esta solución me parece también inaceptable. Me parece inaceptable su manera de sustituir un fatalismo por otro. En este punto, creo que la situación es 07.pmd 121 25/02/2013, 7:22 122 MANUEL LIZ análoga a una estrategia frecuente en epistemología consistente en cerrar la puerta al relativismo y al irrealismo mediante el fatalismo de la convergencia. Y ciertos argumentos sobre cómo el pluralismo podría ser aceptado sin comprometernos ni con el relativismo y el irrealismo ni, tampoco, con la convergencia también serían aplicables a este movimiento que nos quiere llevar al tecno-optimismo como la única alternativa viable frente al tecno-pesimismo. Para no abrir la puerta al relativismo y al irrealismo, no tenemos porqué acudir dogmáticamente a la necesidad de un punto de convergencia de lo plural. Pues podemos ser pluralistas insistiendo en que el paso al relativismo y al irrealismo no es de ninguna forma necesario. Y resaltando el hecho de que, en nuestras vidas, sí disponemos de abundantes criterios de corrección6. Por razones parecidas, tampoco sería inevitable el triste panorama contemplado por el tecno-pesimista. Pero, sobre todo, tampoco es inevitable el panorama que dogmáticamente nos pinta quien quiere a toda costa cerrarle la boca con el avance imparable y los indudables logros de la ciencia y la tecnología. Por lo general, sólo quien espera beneficiarse de algo lo presenta como necesario.7 ¿Cómo poder escapar pues de la desesperación? Creo que sí existe una fácil vía de escape. Y que podemos encontrarla si tenemos en cuenta lo que resulta inaceptable de las dos soluciones anteriores. Hagamos un breve repaso. Tales soluciones resultaban inaceptables por su forma de rechazar el constructivismo y el tecno-pesimismo. No era adecuado rechazar el constructivismo si rechazarlo significaba hacer que alguna parte distinguible de nosotros mismos se mantuviera siempre pura e incontaminada, 6 No hace mucho, se comentaba toda esta problemática en un artículo publicado en esta misma revista. Me estoy refiriendo a LIZ, M., y M. VÁZQUEZ, «La tradición analítica: un callejón con salida», Laguna, 3, 1995-6. 7 Considerar inadecuadas las dos soluciones que acabábamos de analizar, esos rechazos del constructivismo y del tecno-escepticismo, y verlas simplemente como algo derivado de perspectivas filosóficas erróneas, supondría situarse en un «ser-con» la ciencia y la tecnología distinto del menosprecio y la sospecha practicadas por el pensamiento clásico, distinto del exagerado optimismo ilustrado y distinto, también, del desesperado desasosiego romántico. Para algunos autores pertenecientes al área de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad (por ejemplo, para MITCHAM, C., «Tres formas de ser-con la tecnología», Anthropos, 94-95, 1989), estos tipos ideales de actitudes agotarían todas las opciones. Lo que estamos diciendo a propósito de esta ejemplificación de nuestro problema mostraría que esto no debe ser así, y que son necesarias nuevas actitudes capaces de orientar mejor nuestro conocimiento y nuestra acción en el actual mundo tecnológico. Así como debemos aprender a vivir en un mundo plural sin caer en el relativismo ni en el irrealismo, debemos también aprender a vivir en un mundo en el que nuestra ciencia y tecnología no es capaz de resolver muchos de nuestros problemas prácticos más importantes, ni de dar satisfacción a muchos de nuestros fines, intereses y valores más apremiantes, sin caer en la desesperación. 07.pmd 122 25/02/2013, 7:22 CONSTRUCTIVISMO, PESIMISMO Y DESESPERACIÓN 123 completamente independiente de todas nuestras construcciones. Y no era adecuado rechazar el tecno-pesimismo si rechazarlo significaba aceptar que el progreso es algo necesario. Contando con esto, se abre una vía de escape. Pues podemos considerar que el progreso no es ni imposible ni necesario. Y podemos introducir en nuestro constructivismo ingredientes que permitan que tal progreso pueda ser no sólo posible sino algo real. Tal vez el madero del que está hecha la humanidad sea un madero terriblemente torcido. Y tal vez con él no podamos forjar nunca algo completamente recto. Esto puede ser cierto. Pero no menos cierto es que no se inclina necesariamente hacia ningún lado en particular. Y en esta contingencia está la solución. Y lo único que puede librarnos de la desesperación. Al considerar que el progreso no es imposible ni necesario dejaríamos de ser tecno-pesimistas. Pero no nos convertiríamos por ello en tecno-optimistas. Simplemente reconoceríamos una posibilidad. Sin embargo, este cambio de actitud ha de tener repercusiones en nuestra metafísica. Esa posibilidad meliorista tendría que ser también reconocida por nuestra metafísica constructivista. De no ser así, o bien nuestra metafísica sería incompleta o bien el cambio de actitud sería sólo un autoengaño, algo meramente ideológico. Más allá del ejemplo concreto acerca de la interpretación y evaluación de la ciencia y la tecnología, habríamos llegado con todo esto a dos posibles opciones muy generales. La primera consistiría en atrincherarnos en la supuesta completud de nuestra metafísica constructivista, de una metafísica en la que no podemos sentirnos cómodos, considerando que es tan sólo un autoengaño pensar que podríamos hacer las cosas mejor. La segunda consistiría en cambiar deactitud, dejar de ser pesimistas sin por ello pasar a ser exaltadamente optimistas, enriqueciendo nuestra metafísica constructivista con ingredientes melioristas.8 Por supuesto, creo que la segunda opción es la correcta. Como afirmé al principio del trabajo, ninguna metafísica puede ser adecuada si no podemos sentirnos cómodos en ella. Ya me remití antes al pragmatismo. No puedo resistir ahora la tentación de transcribir algunos párrafos de James sobre el pragmatismo como posibilismo y meliorismo9: 8 Aunque para plantear nuestro problema en toda su crudeza hayamos tomado como referencia el constructivismo, estas dos opciones también surgirían en relación a metafísicas completamente opuestas al constructivismo. Con la única diferencia de que la actitud resultante de una mezcla de anti-constructivismo y pesimismo no es tanto la desesperación como el desánimo. Al fin y a cabo, una metafísica anti-constructivista y pesimista también colocaría la raíz de todos los males fuera de nuestra iniciativa. Justo en el mismo sentido en el que lo hacía la primera de las soluciones que antes descartábamos. 9 Op.cit.: conferencia octava. 07.pmd 123 25/02/2013, 7:22 124 MANUEL LIZ ... la gran diferencia religiosa reside entre los hombres que insisten en que el mundo debe y será salvado y los que se contentan con creer que puede ser salvado. (...) ¿Qué significa pragmáticamente decir que es posible? Significa que algunas de las condiciones de la liberación del mundo existen realmente. (...) El meliorismo no considera la salvación necesaria ni imposible, sino una posibilidad que se hace tanto más probable a medida que se hacen más numerosas las condiciones reales de salvación. Es evidente que el pragmatismo debe inclinarse hacia el meliorismo. Algunas condiciones relativas a la salvación del mundo existen realmente, hecho ante el que no se puede cerrar los ojos: de presentarse las condiciones restantes la salvación llegaría a ser una realidad cumplida. Naturalmente, los términos que aquí empleo son muy esquemáticos. Ustedes pueden interpretar la palabra «salvación» como gusten y considerarla un fenómeno tan difuso y amplio o tan crítico e integral como les plazca. (...) Ahora bien: ¿cuáles son las condiciones complementarias? En primer término, un compuesto de cosas que nos darán en la plenitud del tiempo una posibilidad, una brecha por la que podamos lanzarnos, y finalmente nuestro acto. ¿Nuestro acto, pues, crea la salvación del mundo en cuanto se abre paso por sí mismo, en cuanto salta a la brecha? (...) Aquí agarro el toro por los cuernos y a pesar de toda la grey de racionalistas y monistas, cualquiera que sea su rótulo, pregunto: ¿por qué no? Nuestros actos, nuestras crisis, en que al parecer nos hacemos y desarrollamos, son las partes del mundo que tenemos más cerca, las partes con las cuales nuestro conocimiento es más íntimo y completo. ¿Por qué no aceptarlas en su valor nominal? ¿Por qué no pueden ser las crisis reales y de crecimiento del mundo lo que parecen ser? ¿Por qué no son el taller del ser, donde percibimos el hecho en su formación, de tal modo que en ninguna parte pueda desenvolverse el mundo de cualquier otra forma que de ésta? Páginas atrás decía que tal vez sea la realidad social, a medio camino entre el mundo externo y el mundo interno, el campo donde mejor se puede ejemplificar el problema generado por esa tensión entre constructivismo y pesimismo. No puedo tampoco dejar de referirme aquí al reciente libro de John Searle titulado, precisamente, «La construcción de la realidad social»10. Pues gran parte de las reflexiones que acabo de ofrecer han sido provocadas por este ambicioso y, sin lugar a dudas, interesante trabajo. 10 SEARLE , J., La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós, 1997 [v.o.: The Construction of Social Reality, Nueva York, The Free Press, 1995]. 07.pmd 124 25/02/2013, 7:22 CONSTRUCTIVISMO, PESIMISMO Y DESESPERACIÓN 125 ¿En qué sentido el libro de Searle ha podido provocar estas reflexiones donde se mezclan cosas aparentemente tan heterogéneas como la metafísica y nuestras actitudes? En un sentido muy directo. A pesar de la insistencia de Searle en el papel de las intenciones de los sujetos a la hora de constituir la realidad social11, ¡había algo que yo echaba en falta! Y sólo después de darle muchas vueltas encontré, por decirlo así, lo que echaba en falta. Se necesitaba tener más en cuenta algún tipo de ingrediente meliorista. Aquí era donde se conectaba nuestra metafísica con nuestras actitudes. Era necesario tener explícitamente en cuenta algún tipo de ingrediente meliorista si queríamos que nuestra metafísica, en este caso nuestra metafísica social, fuera plausiblemente completa y nuestras actitudes de mejora no fueran una mera ilusión. Lo que ya no sabría decir muy bien es de qué forma concreta deberían formularse e integrarse estos componentes melioristas. Además, sabemos que muchas metafísicas sociales del pasado los han querido tener muy en cuenta, tal vez demasiado en cuenta. Y que el resultado no ha sido el esperado. Isaiah Berlin, al que ya me referí antes, nos ha hecho ser muy conscientes de esto. De cualquier forma, sí estoy seguro de algo. Estoy convencido de que ninguna metafísica puede ser completamente adecuada si no nos podemos sentir cómodos en ella. Y de que esto se aplicaría de manera muy especial a nuestra metafísica sobre la realidad social. Quiero acabar con otra cita de James. Esta vez acerca de la ¡preferibilidad metafísica! de un mundo en el que nosotros no sólo tenemos parte activa, sino que esa parte activa resulta decisiva para hacer que las cosas vayan mejor. Decía James12, Supongamos que el autor del mundo presentara el caso antes de la creación diciendo: «Voy a hacer un mundo no ciertamente para ser salvado, sino un mundo cuya perfección será meramente condicional, siendo la condición que cada uno de sus agentes obre lo mejor que pueda. Os ofrezco la oportunidad de vivir en tal mundo. Su seguridad, como véis, carece de garantía. Es una aventura real, con un peligro real y, sin embargo, puede ser vencido. Es un esquema social por realizar de genuina labor cooperadora. ¿Os uniréis a este proyecto? ¿Os confiaréis y prestaréis vuestra confianza a cuantos con vosotros afronten el riesgo?» Si les fuera propuesta a ustedes una oferta de participación en tal mundo, ¿la rechazarían seriamente por razones de inseguridad? ¿Dirían que, antes de ser una parte de un Universo tan fundamentalmente pluralista e irracional, preferirían caer en el sueño de la nada, del que les había despertado la voz tentadora? Por supuesto, si están normalmente 11 Una realidad social que, sin embargo, no es meramente subjetiva sino objetiva. Tan objetiva como pueda serlo la realidad física. Este es uno de los aspectos que me parecen más interesantes de los planteamientos que Searle defiende en su libro. 12 Op.cit.: conferencia octava. 07.pmd 125 25/02/2013, 7:22 126 MANUEL LIZ constituidos, no harían nada semejante. Hay en la mayoría de nosotros una sana salud mental que se ajustaría a tal universo. Aceptaríamos la oferta: Top, und schlag auf schlag!13 Sería justamente como el mundo en que vivimos: la lealtad a nuestra vieja nodriza la Naturaleza nos prohibiría decir que no. El mundo propuesto nos parecería racional en el aspecto más vivo. 13 07.pmd «De acuerdo y manos a la obra». 126 25/02/2013, 7:22