Sobre la Rehabilitación de la Cuestión de la Verdad En este ensayo voy a tratar los temas de libertad y verdad, intentando restituir el significado y la importancia de la verdad, que se ha perdido en la sociedad de hoy, y argumentando mi punto de vista. Hoy en día, la Libertad está considerada como el más preciado de los bienes. Pero ¿Por qué? ¿De dónde ha venido este pensamiento? ¿Está influido por la sociedad de hoy en día? Y por último, ¿Es verdad que la libertad es lo más importante? La libertad es considerada por la sociedad como “hacer lo que te da la gana”. Pero desde un punto de vista más filosófico se dice que es la capacidad que tiene el hombre de elegir entre el bien y el mal. Yo no estoy de acuerdo con esta definición, puesto que para que la libertad se mantenga, no puede tener ataduras a nada. Eligiendo el mal, uno se ata, es decir pierde libertad, mientras que al elegir el bien se gana libertad, por lo tanto, se es más libre. Lo explico: hacer el mal trae consecuencias, tristeza, remordimiento… es decir, por la experiencia se puede ver que el mal no es bueno para nosotros. Además cuando se cae en el mal, si no se repara lo hecho, se caerá en un mal mayor. Entonces al elegir el bien uno se libra del mal que le esclavizaría y se gana en capacidad de elegir el bien la próxima vez. Así que yo cambiaría la definición a: La capacidad que tiene el hombre de elegir el bien. Aquí llegamos a un problema de términos: ¿Qué es elegir? ¿Cómo se elige? ¿A través de qué? Elegir es la opción de cada uno de irse por un camino u otro. Siempre habrá un camino bueno. Aunque siempre se puede elegir un camino malo, es muy difícil porque para que algo se pueda considerar verdaderamente malo tiene que ser muy radical. Así que digamos que hay caminos buenos y otros no tan buenos. Y en cuanto a la pregunta de cómo se elige tenemos que ir a los medios. Hay dos tipos de elecciones: las superficiales y del día a día, y las profundas o difíciles y con relevancia en la vida. En las del día a día lo predominante para la elección serán las apetencias y pequeñas decisiones. Pero vamos a centrarnos en las decisiones difíciles y con relevancia en la vida. A la hora de hacer estas elecciones tiene gran importancia la responsabilidad, pero la responsabilidad no se adquiere por sí sola, y no se puede llegar a una decisión sin un elemento: la razón. Las decisiones del día a día (superficiales) son muy importantes para formar un buen criterio dictado por la conciencia, porque si en las decisiones pequeñas se acierta, también en las grandes se acertará. Así pues a las elecciones que hacen libre a una persona, se llega, a través de la razón y por supuesto de la conciencia. ¿Está nuestra libertad influida por la sociedad en la que hemos nacido? En cierta manera sí. La sociedad, en la que uno nace, da las primeras bases del pensamiento de la persona, así que en cierta manera, sí le influye. Durante sus primeros años, cada persona recibe una educación en el colegio y en la familia. Durante ese tiempo, sus profesores le enseñarán unos criterios que están convencidos de que son verdad o que el Estado ha impuesto. Esto también ocurre en la familia, sus padres le enseñarán lo que ellos creen que es verdad. Puede ser que la doctrina que haya recibido sea verdad o que no, de todas maneras, esa persona, aunque influida por su educación, será libre de buscar la verdad en las distintas sociedades y las distintas opiniones de la gente, hasta que si es constante, hallará la única verdad. En resumen, estamos influidos por nuestra educación y lugar de nacimiento, pero eso no nos quita la libertad de buscar la verdad. Y entonces ¿Qué es la verdad en el mundo de hoy? Pues el término de verdad, ha perdido su significado en la sociedad de hoy en día. Ha sido sustituido por el relativismo. La verdad es un valor absoluto, no existen varias verdades, para cada persona o sociedad. Esto es porque si hubiera dos verdades, una debería ser contraria a la otra, y por lo tanto solo una sería verdad (principio de no contradicción). El Papa Benedicto XVI dijo que la verdad libera al hombre y llamó a la cultura contemporánea “la dictadura del relativismo”. Esa afirmación causó mucho revuelo, y se le acusó de tener una postura demasiado rígida y poco atenta a la sensibilidad del mundo de hoy. ¿Por qué esa afirmación causó tanta conmoción? ¿Por qué la acusación del Papa le creó tantos adversarios? Porque el relativismo está fuertemente arraigado en nuestra mentalidad contemporánea. Y ¿qué es el relativismo? El relativismo es una postura cultural que afirma que no existe una verdad absoluta, válida para todos los seres humanos. Más bien sostiene que la verdad se construye en cada época de la historia: no existe la verdad definitiva sobre el hombre, sino que el hombre es lo que cada uno opina, aquí y ahora. Hoy en día, enfrentarse al relativismo es equivalente a ser un intransigente (es decir, a ser rígido, aferrado a la tradición, un rebelde de la sociedad), porque nadie tendría derecho a imponer una verdad sobre el hombre, ya que se parte de que esa verdad no existe. Esto está diciendo, que como no quieren que una verdad les sea impuesta por Dios, cada hombre se crea su propia verdad. Por otra parte, enfrentarse al relativismo significaría también oponerse a la democracia, pues como no existiría una verdad común sobre la conducta humana, cada uno puede hacer lo que desee y nadie puede calificar esas acciones como malas o como incorrectas. Las afirmaciones del Papa se han tomado como un deseo de imponer una idea, de someter las conciencias a un patrón fijo. Sin embargo, ¿es eso lo que quiso exactamente decir el Romano Pontífice? Explico por qué: lejos de esclavizar las conciencias, lo que Benedicto XVI quiere es liberar al hombre de hoy. No intenta anclarse en el pasado ni aferrarse a las tradiciones, sino desatar las cadenas presentes que comprometen el futuro del ser humano. Si no existe una verdad sobre el hombre, no queda más remedio que recluirse en la cuestión de lo útil. Y desde el punto de vista de la utilidad, el ser humano no pasa de ser una pieza reemplazable: se convierte en una cosa. Aquí vuelvo al tema de la influencia de la sociedad. Si a un joven le enseñan en el colegio que no existe una verdad, no es tonto, no se pondrá a buscarla. En vez de eso se creará la verdad que más le convenga para lo que quiera hacer, conforme a sus apetencias. Más tarde si se da cuenta de que esa verdad no es lo que mejor le va, cambiará a otra verdad que le venga mejor en ese momento. En un discurso pronunciado en Madrid, el 16 de febrero de 2000, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicaba más a fondo los peligros del relativismo. El punto de referencia es la capacidad natural del hombre para conocer la verdad. Toda filosofía tiene como núcleo preguntarse «si el hombre puede conocer la verdad, las verdades fundamentales sobre sí mismo, sobre su origen y su futuro, o si vive en una penumbra que no es posible esclarecer». Sólo si el hombre es capaz de conocer la verdad, la propia existencia tiene sentido. Sólo si existe una verdad sobre el ser humano, se puede respetar la dignidad de cada persona. Esto es porque si no existe una verdad, y cada uno hace lo que le viene en gana, no existirá la dignidad porque la estarían vulnerando continuamente. En la cultura de nuestros días, la ciencia busca verdades, pero descalifica como no científica la cuestión de la verdad. Lo importante es estudiar si las frases de un discurso intelectual tienen coherencia, pero no si esas afirmaciones corresponden con la realidad de las cosas. “Una cientificidad ejercida de este modo inmuniza frente a la verdad”, advertía el entonces Cardenal Ratzinger. Pero “el hombre no está aprisionado en el cuarto de espejos de las interpretaciones; puede y debe buscar el camino a lo real, que está tras las palabras”, es decir, la verdad absoluta. De esta manera, nuestra cultura también ha caído en el pragmatismo. El pragmatismo dice que la cuestión no es la verdad, sino la praxis, el dominio de las cosas para nuestro provecho. El relativismo se presenta como un liberador de todo dogmatismo, y se convierte en un tirano, porque convierte al hombre en un objeto manipulable. El ser humano queda a merced de quien ejerce el poder y no hay ninguna verdad que pueda protegerlo: porque ni los derechos más básicos formarían parte de la verdad del hombre. De nuevo el pragmatismo: los derechos se conceden, si es para utilidad del que manda. Explico esto: si quien está en el poder ofrece algo que le conviene como verdad, y lo argumenta con excusas pobres, (como los derechos de cada uno, y un bien común, que finalmente solo va a ir en su beneficio) habrá muchos que caigan en el error y queden convencidos por sus bonitas palabras. Así que la actitud de Benedicto XVI no es oponerse al hombre contemporáneo, sino liberarlo de los atropellos del relativismo. La propuesta del Papa, en continuidad con el mensaje de Juan Pablo II, consiste en “rehabilitar la cuestión de la verdad”. Y volviendo al tema de la Libertad: ¿Es la libertad el más preciado de los bienes? Pues no. El más preciado de los bienes debería ser la vida, porque sin la vida no existen las demás cosas. Sin embargo entonces los mártires en la historia no tendrían ningún sentido, dan su vida por sus creencias. De esta manera, el don de la vida solo queda superado por el amor al bien y a la verdad. Voy a terminar con una frase de Benedicto XVI, porque me parece que resume estos dos temas: Libertad y Verdad, que están muy unidos. “La libertad separada de la verdad, se vuelve fuente de prevaricación de los más fuertes y de los violentos. La libertad sólo se perfecciona cuando el hombre se abre a Dios, acoge su Palabra y se pone a la escucha de la Revelación, que llena de luz y esperanza nuestra vida y liberándonos verdaderamente.