Juegos peligrosos

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María Menéndez-Ponte
Sonia llevaba un rato contemplándose en el espejo. ¿Cómo
se podía ligar con esa cara de niña pequeña? Su nariz era
demasiado respingona1 y estaba cubierta de pecas2. Sus ojos azul
verdoso, antes tan risueños y expresivos, estaban casi ocultos
por unos mofletes3 que parecían los de Heidi4 en las montañas.
Sus dientes tenían unos horribles brackets. Y con ese pelo tan
liso era imposible hacerse ningún peinado sofisticado que la
ayudara a parecer un poco mayor. Claro que más liso aún era
su cuerpo, una auténtica tabla de surf, apenas le asomaban dos
bultos en el pecho que no pasaban de la categoría de uvas. No
era de extrañar que fuera invisible a los ojos de los chicos. ¿Qué
había pasado? Todavía hacía poco era la más popular entre ellos.
Se peleaban por elegirla para su equipo de fútbol en el colegio
y para jugar al vóley o hacer surf en la playa, porque era muy
buena en todos los deportes, pero ahora eran otras razones las
que los movían, dos poderosas razones que ella no tenía. Quizá
debería empezar a fumar, como Paola, su mejor amiga, eso le
daría cierto aire de5 vampiresa y la haría parecer mayor. Sonia
agarró un bolígrafo entre los dedos como si fuera un cigarrillo
y fingió6 aspirar el humo soltándolo a continuación muy
lentamente con los labios en forma de círculo. Pero ¿cómo iba
1 Con la punta hacia arriba
2 Manchas pequeñas y circulares que aparecen en la piel
3 Mejillas abultadas
4 Personaje de una serie infantil de dibujos animados de los años ochenta, basada en
un libro suizo del siglo XIX
5 Dar cierto aire de: tener aspecto de
6 Simular
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Capítulo 1
Invisible a los ojos de los chicos
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a empezar a fumar después de la batalla que había librado en
casa para que su madre dejara de hacerlo? ¡Menudas campañas
había llevado a cabo! Poniendo carteles antitabaco por todas las
paredes, dibujando radiografías de su madre cuyos pulmones
parecían dos carbones7, escondiéndole las cajetillas... Pero el
recurso más efectivo fue el día que se echó en sus brazos llorando
y pidiéndole que no se muriera. Todavía lo recordaba como si
fuera hoy. Su madre, con expresión muy seria, había cogido los
cigarrillos que le quedaban y los había tirado a la basura. Desde
entonces no había vuelto a fumar. ¿Y ahora iba a hacerlo ella?
El sonido del teléfono interrumpió su actuación. Luego
escuchó la voz de su padre:
–¡Sonia, es para ti!
Salió disparada. Seguramente sería Paola, a ver qué pensaban
hacer hoy. Últimamente los planes eran bastante aburridos, en
realidad se reducían a uno en concreto: botellón8, botellón y
botellón. Ella no bebía otra cosa que no fueran refrescos, así que
no le veía la gracia, pero, si no iba, se acabaría quedando más
sola que un náufrago9 en una isla.
–Es Paola –le dijo su padre pasándole el inalámbrico10.
Sonia lo agarró al vuelo y corrió a encerrarse con él en su
cuarto.
–¿Qué hay, Pao? ¿Sabes ya lo que van a hacer?
7 Mineral negro que produce mucho calor al arder
8 Reunión de jóvenes al aire libre para beber alcohol y hablar
9 Superviviente de un barco hundido
10 Teléfono sin cables
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11 Dar de lado a alguien (coloquial): rechazar, ignorar a alquien
12 Personaje de una serie infantil de los años setenta que siempre vestía con muchos
colores
13 Sujetarse con las manos y levantar los pies por encima de la cabeza
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Sonia se quedó muda con la noticia que le dio su amiga,
apenas le salía la voz.
–Ah… vale…
Pero, en cuanto colgó el teléfono, la rabia se apoderó de su
ánimo. ¿Cómo había podido su íntima amiga darle de lado11 de esa
manera? ¿Cómo había podido traicionarla haciendo planes a sus
espaldas con Carolina, que era una recién llegada al grupo? Sus
palabras resonaban en sus oídos como el desagradable timbre
del despertador en invierno a las siete de la mañana: “Es que me
han invitado los padres de Carol a ir con ellos en el barco.” ¿Desde
cuándo era Carol? ¿Desde cuándo tenía tanta confianza con ella
para llamarla de ese modo tan familiar? ¿Y por qué no le había
preguntado si podía ir también ella? Sonia volvió a mirarse en
el espejo y enseguida supo la respuesta. Claro, eso era, Paola se
avergonzaba de ella porque parecía una niña pequeña, porque
su ropa era excesivamente infantil, excesivamente colorista (su
madre le hacía unos jerséis que parecían los de Pipi Calzaslargas12
y su abuela vestiditos y camisetas de ganchillo propios de bebés).
Además le gustaba hacer todo tipo de acrobacias en la playa,
como el pino13 o la voltereta lateral, y hablaba en un tono muy
alto, y se reía por todo… No, definitivamente no podía encajar con
Carolina, que era terriblemente sofisticada, vestía con un estilazo
impresionante, soltaba el humo del cigarrillo como Scarlett
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Johansson, tenía poses de verdadera starlette, sabía dosificar una
sonrisa que resultaba muy seductora y susurraba14 las palabras
con una voz aterciopelada15. También había viajado por medio
mundo porque su padre era agregado comercial y hablaba
perfectamente inglés, alemán y ruso, conocía grupos de los que
ella no había oído ni hablar, y había ido a fiestas de famosos.
De pronto Sonia sintió que su pequeño mundo se desmoronaba
y sus ojos azul verdoso se llenaban de lágrimas, esos ojos que su
padre mostraba con orgullo a todo el mundo, pero que apenas
destacaban ya en su cara enterrados bajo los dos mofletes de Heidi.
Ni siquiera los chicos habían contado con ella16 para el partido de
fútbol que, según le dijo Paola, iban a jugar en la playa antes de
hacer el botellón. Pues, claro, al fin y al cabo ella era una chica,
aunque se le dieran bien los deportes, y a ellos les gustaba hacer
sus planes aparte para poder hablar de sus cosas y de las chicas.
¿Qué dirían de ella? Seguramente ni siquiera la considerarían en
sus conversaciones. ¿Cómo iban a hacerlo con ese par de uvas
que tenía por pecho? Por eso no la miraban con deseo, como a las
otras chicas, sino que la trataban como a uno de ellos, gastándole
bromas en las que siempre salía a relucir su ingenuidad. Ella, por
su parte, les seguía el juego tratando de devolvérselas, los retaba
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continuamente y decía todo lo que se le pasaba por la cabeza;
al contrario que las otras chicas, que se mostraban misteriosas y
14 Hablar muy bajito
15 De terciopelo, muy suave
16 Contar con alguien: tenerlo en cuenta
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17 Dar plantón a alguien (coloquial): no aparecer a una cita
18 Dejar colgado a alguien (coloquial): dar plantón
19 Lugar con máquinas de videojuegos que funcionan con monedas
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manejaban con maestría todas las tácticas de seducción. Quizá
debería cambiar su actitud, no hablar tanto, mostrarse más
reservada, mantener un aire de misterio… Si hasta Iria, que no
era nada guapa, ligaba más que ella.
La campanilla del Messenger la alertó. ¿Quién se habría
conectado? Era Roque, el novio de Paola. Pero… ¿no habían
quedado todos los chicos para jugar al fútbol? Sonia se lo
preguntó y él le respondió de inmediato:
–Yo había quedado con Paola, pero me ha dado plantón17
para irse con Carolina, me ha dejado colgado18.
–Pues ya somos dos.
–¿Qué vas a hacer?
–Ni idea, supongo que quedarme en casa, no sé… Está nublado
para ir a la playa.
–¿Por qué no vamos a los recreativos19?
–Ok.
Mejor eso que quedarse encerrada en su cuarto lamentándose,
pensó Sonia. A ella le gustaba jugar a cualquier cosa y también
ganar, era muy competitiva. Quizá por eso se sentía a gusto con
los chicos, porque también a ellos les gustaban los juegos y las
competiciones.
Cuando estaba ya a punto de abrir la puerta, recordó que su
padre estaba en casa y se enfadaba si se marchaba sin decir nada.
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–Hasta luego, papá, me voy –gritó con la esperanza de que no
la retuviera.
–¡Eh, ven aquí! ¿Te vas a ir así, sin darme un beso?
Lo sabía. Sabía que no iba a colar, su padre era excesivamente
protector, una de las desventajas de ser hija única, y siempre
quería enterarse de dónde iba, con quién y cuánto tiempo
estaría fuera. Sonia fue al salón y le plantó un beso en la mejilla
resignada.
–Venga, papá, qué pesadito20 estás con los besos, siempre me
los estás reclamando.
–Es que últimamente los vendes muy caros. Antes me dabas
montones de ellos sin que yo te los pidiera.
–Pero ya no soy una niña pequeña.
–Vaya, no sabía que dar besos fuera una cuestión de edad.
¿No tendrás novio y es a él a quien se los das?
Sonia sintió que se encendía por dentro. Odiaba que su padre
bromeara con un tema tan delicado como ese. ¿Cómo iba a
tenerlo si tanto él como su madre la obligaban a seguir siendo una
niña pequeña? Más de una vez se habían dejado caer por donde
estaba ella con su pandilla para ofrecerse a llevarla a casa, como
quien no quiere la cosa. También su padre solía hacer a menudo
advertencias a sus amigos, y aunque el tono era de broma, Sonia
sabía que, en el fondo, las hacía en serio. Por eso prefería evitar
decirle dónde iba para que no se le ocurriera presentarse.
20 Pesado: persona que insiste mucho
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21 Poner en ridículo a alguien: humillar
22 Eliminar
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–¡Venga, papá, si ya sabes que no lo tengo! Hale, que me voy.
–¿Y adónde vas si se puede saber?
–¡Qué cotilla! Y luego decís de las mujeres. ¿Para qué quieres
saberlo, para presentarte de improviso y ponerme en ridículo21
delante de todos?
–¿Yo hago eso? –dijo riéndose.
–Sabes muy bien que sí. A mis amigas no las someten a estos
interrogatorios ni las vigilan todo el rato, la esclavitud se abolió22
hace ya unos cuantos años.
–Vaya, ¿preocuparme por mi hija te convierte en esclava?
–Papá, si es que no me dejas ni respirar, hasta los presos
tienen más libertad. Ya va siendo hora de que asumas que soy
mayor, que no soy ninguna niña.
–¿Ya no eres la niña de papá? –dijo poniendo cara de pena.
–¿Ves a lo que me refiero? ¿Tú crees que así puedo tener
novio? ¡Que soy mayor, papá, métetelo de una vez en la cabeza!
–Ay, ¿y qué voy a hacer yo cuando lo tengas?, entonces sí que
tendré que preocuparme.
–Ya sabes que puedes estar tranquilo. ¿No te di la respuesta
cuando tenía cuatro años?
Al parecer, cuando tenía esa edad él había hecho ese mismo
comentario y ella le había respondido: “No va a haber ningún
problema porque, si es un chico malo, ya no lo voy a elegir, y si es
bueno, no tendrás de qué preocuparte”. A su padre le había hecho
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mucha gracia y se lo iba contando a todo el mundo. Seguramente
a estas alturas todos los chicos del pueblo y alrededores conocían
la anécdota. ¿Cómo iban a fijarse23 en ella?
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23 Centrar la mirada sobre alguien o algo
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