la experiencia de dios en georges bernanos

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LA EXPERIENCIA DE DIOS
EN GEORGES BERNANOS
Magdalena Padilla García, M. Id. •
Se presentan en este trabajo las dos líneas que presiden la experiencia
de Dios en el escritor francés Georges Bernanos (París, 1888 - París
1948): santidad y vocación religiosa. Experiencia íntima que aparece
plasmada en su obra, de donde puede obtenerse la casi totalidad de
rasgos en torno a esta línea existencial, condicionante fundamental,
por otro lado, del hombre y del escritor.
«Estamos en esa hora de la vida (suena para todos) en la que la verdad se impone por sí sola con irresistible evidencia, en la que cada uno de nosotros no tiene
más que extender los brazos para subir de un tirón a la superficie de las tinieblas
y alcanzar el sol de Dios. Entonces la prudencia humana no es más que trampas
y locuras. ¡La Santidad! (...) Al pronunciar esa palabra ante usted, para usted
solo, ¡cuánto daño sé que le estoy haciendo! Usted no ignora lo que es: una vocación, una llamada. Allá donde Dios le espera, tendrá usted que subir, subir o perderse» (SSS, 133-134) 1.
• Magdalena Padilla García es Misionera Idente y doctora en Filología Francesa.
1 Las referencias bibliográficas a las obras de Georges Bernanos aparecen junto al
cuerpo del texto y entre paréntesis. En estos paréntesis se mencionan las sigl
as o título abreviado de la obra seguido por el número de página correspondiente. Las
siglas y abreviaturas son: SSS = Bajo el sol de Satanás, y JCC = Diario de un cura rural,
ambas en BERNANOS, G., Oeuvres Romanesques, París: Gallimard, Coll. «Bibliothèque de
RELIGIÓN Y CULTURA, LI (2005), 753-770
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
De estas palabras dirigidas por el párroco de Campagne a su joven
vicario Donissan, se desprenden las dos líneas que presiden la experiencia de Dios en Georges Bernanos: santidad y vocación religiosa.
1. La obra del escritor francés se inserta en el período que separaba
las dos guerras mundiales, etapa en la que se consolidó una literatura
espiritualista y concretamente católica que iba de la mano del resurgimiento católico de inicios del siglo XX, y que en Francia se dio con
especial fuerza, constituyendo una reacción a las batallas ideológicas y
políticas que habían tenido su origen en el affaire Dreifus y culminaría
con la Ley de Separación Iglesia-Estado, la guerra contra las congregaciones y el avance de un laicismo que parecía imparable, pero que no
obstante tenía sus días contados.
Entre los llamados autores de esta línea se hizo una gran distinción
considerando en esta escritura católica a aquellos autores católicos de
primera fila, comprometidos con su escritura, y con una verdadera formación teológica y mística. Excluyéndose, por tanto, a aquellos otros
autores de escasa formación religiosa y espiritual, cuyas obras, presididas por un tono ingenuo y superficial, contribuyeron en gran medida al
desprestigio de la literatura cristiana o a la confusión entre los lectores
de tales obras.
Georges Bernanos, decíamos, se inserta en esta primera línea junto
con Mauriac, Claudel, Léon Bloy o Joseph Malègue, entre otros, pero
hay en nuestro autor un más que sobrepasa al grupo, no en vano la crítica calificaba a Bernanos como «el novelista de la santidad» 2.
Por otro lado, sostenemos cómo el conjunto de la obra bernanosiana,
en contra de lo sostenido por la crítica, conforma una autobiografía, y
así parecería desprenderse de las palabras del propio escritor: «Mi
obra soy yo mismo, es mi casa» (Anglais, 16).
la Pléiade», 1961; Cimetières = Los grandes cementerios bajo al luna, y Anglais = Lettre aux Anglais, en BERNANOS, G., Essais et écrits de combat, I, París: Gallimard, Coll.
«Bibliothèque de la Pléiade», 1971.
Todas las citas del presente trabajo están tomadas del texto francés; todas las traducciones son nuestras.
2 BOISDEFFRE, P. de, Le roman français depuis 1900, París: PUF, Coll. Que sais-je,
1979; p. 38.
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MAGDALENA PADILLA GARCÍA
Estas páginas pretenden poner de manifiesto esa experiencia de
Dios en este escritor francés de la primera mitad del siglo XX, experiencia íntima que veremos plasmada en su obra, pues es de ella de
donde obtenemos la casi totalidad de rasgos que a continuación veremos en torno a la presencia de Dios en la existencia de Georges Bernanos.
2. Acercándonos a los manuales biográficos que sobre el escritor
tenemos, éstos nos informan sobre el carácter católico de su familia.
En esta Iglesia doméstica, y de manera especial de su madre, el niño
Bernanos recibió una sólida formación religiosa, cuyo punto culminante se encuentra en su Primera Comunión, no por la gran unción con que
fue recibida, sino porque recibió la vocación religiosa, como confesará
años más tarde a su profesor y amigo el padre Lagrange:
“En el momento de mi Primera Comunión, la luz comenzó a instruirme (...) Y
pensé hacerme misionero, y, durante mi acción de gracias, al final de la misa de
primera comunión, pedí esto al Padre, como único regalo.» 3
Los habitantes de Fressin, pequeña aldea del Artois, en la zona del
Pas-de-Calais, marco de las felices correrías vacacionales de infancia
y adolescencia del escritor, lo recuerdan en el bosque, subido a árboles, recitando fragmentos del Evangelio, y dirigiendo sermones a imaginarios feligreses. Asimismo, a través del abundante material fotográfico que nos ha llegado encontramos frecuentes imágenes del niño en
compañía de sacerdotes, amigos de la familia que frecuentaban la
mansión familiar en el Artois; y, lo que es más significativo, encontramos imágenes del niño vestido con sotana, como un sacerdote, fotografía ésta en absoluto reductible a la mera anécdota.
De la correspondencia con el padre Lagrange obtenemos notas
sobre la espiritualidad del escritor durante sus primeros años de adolescencia y juventud: de ella se observa cómo el adolescente poco a
poco va apartándose de la «divina mano tendida» (SSS, 143) para tender sus manos al mundo, pues durante esta etapa, y de manera especial
durante sus estudios universitarios, se fue apartando progresivamente
3 «Cartas al padre Lagrange», en BERNANOS, G., Oeuvres Romanesques, París: Gallimard, Coll. «Bibliothèque de la Pléiade», 1961; p. 1727.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
de aquella influencia y educación religiosa de su infancia atraído por
su compromiso ideológico como monárquico, y su atracción por el
periodismo.
A partir de su etapa universitaria no encontramos ya en los textos
biográficos sobre el escritor alusión a su carácter cristiano, constituyendo sus escritos, tanto de ficción como de polemista, la fuente de
información donde aprehendemos esa experiencia de Dios en la edad
adulta.
Su carrera de escritor se iniciará con la publicación, en 1926, de
Bajo el sol de Satanás, y en 1937 con la publicación de la Nueva historia de Mouchette, cerrará una primera etapa escriturística dominada
por las obras de ficción, novelas presididas siempre por las figuras
sacerdotales y religiosas, en cuyo tratamiento observamos una evolución que tiende a una cada vez mayor identificación de la figura sacerdotal con el escritor, rasgo éste que se erige en nexo común para todos
estos personajes.
Esta galería de sacerdotes, en tanto que proyecciones del yo escritor, constituyen proyecciones utópicas de lo que deseaba hubiese
sido su vida: una existencia sacerdotal ejemplar en una infatigable
labor de apostolado y entrega hacia los demás. Nos remontamos en
este punto a la correspondencia que mantuvo el adolescente Bernanos con su profesor y amigo el padre Lagrange, donde hablaba el
futuro escritor de la vocación a la vida misionera recibida en su
infancia. Pero sólo dos meses después de exponer al padre Lagrange
su plegaria del día de su comunión, le revela en una nueva carta sus
dudas sobre su vocación:
«Este es el balance de mi vida durante este año y mis dos problemas principales.
Dudas sobre la sinceridad de mi “vocación” (pues, en definitiva, es una vocación, aunque no piense en dejar el mundo) y tentación del corazón.» 4
4
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Cartas al padre Lagrange..., p. 1729.
MAGDALENA PADILLA GARCÍA
Para más adelante, en la misma carta, exponer su toma de conciencia sobre su verdadera vocación: convertirse en un testigo de Cristo,
pero testigo laico, comprometido en la acción temporal:
«Si no tengo intención de hacerme sacerdote, es en primer lugar porque me parece no tener vocación y porque además un laico puede luchar en muchos terrenos
donde un eclesiástico no puede gran cosa.» 5
Para añadir:
«(...) Me parece que si llegase a perder la fe, me costaría mucho volver a encontrarla.» 6
Decisión de no entrar en el sacerdocio que se revelará trascendental, y de la cual el escritor, en el Diario de un cura rural, reconocerá de
forma velada su total arrepentimiento. Camino, pues, de entrega y compromiso que, llegado a la adolescencia, decidió no seguir, lo que constituyó, según el propio Bernanos, el error más grande de su vida, al
constatar, ya en su edad adulta, que su verdadero camino era el del
sacerdocio, un camino que ya no puede emprender por honestidad,
pues casado y padre de una hija debe trabajar para sacar adelante esa
familia que ha formado.
El dolor por la vocación no llevada a cabo condicionará su existencia, y posteriormente su escritura: será al acabar la gran guerra cuando
Bernanos constate con tremendo dolor su error por no haber seguido
aquella llamada... En Bajo el sol de Satanás, cuya redacción comenzara al finalizar la contienda, refleja este hecho, y su intento de llevar a
cabo esta vocación en la ficción. El éxito que supuso esta obra le llevó
a abandonar su profesión de inspector de seguros para dedicarse plenamente a escribir. De ahí su concepción de la escritura como «el otro
aspecto de una vocación sacerdotal» 7.
3. «El otro aspecto de una vocación sacerdotal» 8, así, efectivamente,
la escritura se revelará para Bernanos como la única vía por la que
5
6
7
8
Cartas..., p. 1730.
Cartas..., p. 1730.
BÉGUIN, A., Bernanos par lui-même, París: Le Seuil 1954; p. 149.
BÉGUIN, A., Bernanos..., op. cit., p. 149.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
puede vivir aquel anhelado estado religioso. Y este es el motivo que sin
duda le llevó al abandono de su oficio de inspector.
No obstante, la experiencia de Dios en Bernanos no es algo que se
reduzca a la mera vivencia intimista de la fe, circunscrita al ámbito de
lo privado, sino que es una experiencia en comunión, vivida en la Iglesia: «De Ella me viene todo, nada pudo lograr sino por Ella» (Cimetières, 426).
Comunión en la vivencia de la fe que es al mismo tiempo comunión
con el lector al que trata de elevar al nivel de lo sobrenatural. Siguiendo a Jean-Claude Renard:
«Georges Bernanos se consideró rara vez como escritor en el sentido literal del
término, pues él se consideraba como un testigo encargado de atestiguar ontológicamente lo que él creía y lo que fundamentaba su existencia. Juzgaba sus escritos a la luz de su deseo vital de absoluto y de salvación y los ve sólo como su único medio, esencial, de conocer y de comunicar este deseo.» 9
Bernanos hizo de su escritura un ejercicio sacerdotal, pues en la
medida en que le permite expresarse para trabajar en el bien de las
almas, sería en cierta medida, incluido cierto sacrificio por parte del
escritor, la transposición o el «sucedáneo» de la vocación sacerdotal.
Así pues, la escritura se erige en una obligación ineludible, fruto de
aquella vocación, fraguada en una necesidad de dar testimonio: «No
hubiese querido morir sin dar testimonio» 10 (Lefèvre, 1040). Vocación
muy próxima al sacerdocio, y es en esta misma línea de sacerdocio laico como Bernanos dará testimonio. Por tanto, la escritura fue siempre
para Bernanos mucho más que una diversión o un oficio. Símbolo de la
búsqueda del absoluto, su escritura se afirma como una respuesta a
una vocación, riesgo que compromete al hombre, aventura sobrenatural, prueba crística.
En Bajo el sol de Satanás, Bernanos focaliza su experiencia de Dios
en los dos personajes centrales, de un lado en Germaine, adolescente
hija de una familia burguesa acomodada en quien proyecta el escritor
RENARD, J.-C., «Un exercice sacerdotal» en Europe, 789-790 (1995) p. 17.
BERNANOS, G., «Textes non rassemblés par Bernanos: Entrevista de 1926 por Frédéric Lefèvre», en Essais et Ecrits de combat. París: Gallimard 1971 , Bilbiothèque de la
Pléiade, pp. 1040.
9
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MAGDALENA PADILLA GARCÍA
su lado oscuro y vertiginoso, el odio a sí mismo, el rechazo a su adolescencia. La joven es la imagen de la niñez viciada por un mundo de
adultos. Vive rodeada de comodidades materiales, pero le falta algo
que, al igual que al joven Bernanos, «no sabe» discernir: la búsqueda
de la trascendencia:
«Nos ponemos contentos, sin saberlo, por nada, porque brilla el sol, por bobadas... Pero tan contentos, con una alegría tal que te ahoga, que te das cuenta de
que deseas otras cosa en secreto. ¿Pero qué? Y, sin embargo, la necesitas, ¡y sin
ella lo demás no es nada» (SSS, 81).
En su lucha por salir de ese universo que la oprime se arroja inicialmente en los brazos de los decrépitos restos del sistema monárquico, representado por el marqués de Cadignan, y posteriormente en el
combate político, representado por el doctor Gallet, mediocre médico y
diputado radical. Búsqueda de la trascendencia y libertad que tal como
le revela Donissan, el sacerdote sólo las puede encontrar en Dios:
«Nunca llegará el momento. Sólo le escondes a Dios lo peor: ¡el cieno de que
estás hecha, Satanás! ¿Te crees libre? Únicamente en Dios lo hubieras sido»
(SSS, 203).
Reproches del sacerdote que son, en definitiva, los autorreproches
del autor a aquel adolescente que «huyó de la divina mano tendida»
(SSS, 143).
Germaine, tras la ayuda espiritual recibida por Donissan, transposición textual de la ayuda que recibiera Bernanos del monje benedictino
Dom Besse al finalizar la primera guerra mundial, constata, al igual que el
escritor, que su vida ya no tiene vuelta atrás: ella espera un hijo, no puede «rehacer su vida» como si nada hubiese ocurrido. Como tampoco Bernanos puede retomar la senda de la vocación religiosa, pues durante uno
de los permisos de la guerra se había casado y, ya padre de una niña, debe
trabajar para sacar adelante esa familia que ha fundado. Siguen, pues, por
ello, enfermos de ese «mal incurable» en palabras del escritor:
«La misma cosa ignorada seguía faltándole, le faltaba a su vida. ¿Pero qué? ¿Pero
cuál? En vano se enjugaba las mejillas desgarradas con sus uñas, los labios mordidos; en vano miraba a través de los cristales la luz del amanecer; en vano repetía con su triste voz sin timbre: “Se acabó..., se acabó!...” La verdad aparecía ante
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
sus ojos; la evidencia le oprimía el corazón; hasta la locura le negaba su asilo
tenebroso. ¡No! No estaba loca, no lo estaría nunca. Le faltaba algo, que había
tenido en sus manos –¿Pero dónde? ¿Pero cuando? ¿De qué manera? Y ahora no
cabía duda de que desde hacía unos instantes había estado representándose la
comedia de la demencia para enmascarar, para olvidar –al precio que fuera– su
mal real, incurable, desconocido.»
(¡Con qué voz tan apremiante y dulce nos llama Dios a veces! ...) (SSS, 212)
A Germaine sólo se le ocurre una salida: el suicidio. Muerta la
joven, imagen del adolescente Bernanos, se erige con toda su fuerza a
Donissan, en quien el escritor proyecta lo que hubiese querido que
fuese su vida: una vida sacerdotal ofrecida a Dios por los demás.
Asimismo nos ofrece la obra la recreación textual de ese anhelado
universo sacerdotal: Menou-Segrais, el deán de Campagne, es definido
por su «indomable espíritu de independencia» (SSS, 117) y su «gusto
por la más alta espiritualidad» (SSS, 117), rasgos éstos del personaje
que coinciden con los de aquel niño Bernanos que recorría la campiña
del Artois en plena libertad, aquella vida infantil tan unida a Dios.
Este sacerdote, consejero y padre espiritual, alienta a su joven vicario Donissan-Bernanos para que siga fiel a la llamada que sintió y no la
rehúya como hiciera el propio escritor durante su adolescencia, alegando que «un laico puede luchar en muchos terrenos donde el eclesiástico no puede gran cosa» 11.
A través del joven sacerdote el escritor expresa veladamente ese
arrepentimiento por no haber seguido aquella vocación despertada a
tan temprana edad, cuando no había nada que se lo impidiese:
«Le vuelven mil recuerdos de su infancia tan extrañamente unida a Dios, y esos
sueños, esos mismos sueños –¡maldita sea!– (...) era la voz inolvidable que sólo
se oye raros días, antes de que el silencio vuelva a caer para siempre» (SSS, 142143).
Esa infancia tan extrañamente unida a Dios es la del propio escritor,
y «esos sueños» a los que alude Donissan fue aquel deseo que poste-
11
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Carta al padre Lagrange, p. 1730.
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riormente manifestaría el día de su comunión, deseo que respondía a
«la voz inolvidable que sólo se oye raros días» (SSS, 143), la voz de la
llamada que decidió no seguir, y de la cual, ya en su madurez, tomará
plena conciencia de la gravedad de aquella decisión, pues había «huido sin saberlo de la divina mano tendida» (SSS, 143). Más adelante
volverá a aludir veladamente el propio Donissan a aquel compromiso
no aceptado por el escritor, cuando a indicaciones del padre deán lea
en voz alta un párrafo de la Imitación de Cristo: «la vergüenza de haber
huido de la gloria...» (SSS, 220), palabras estas últimas que el joven
sacerdote dirá «repitiendo de memoria» (SSS, 220). Pero Donissan no
ha errado el camino, pues Menou-Segrais, proyección del escritor ya
adulto y con la experiencia de la oportunidad perdida, plenamente
consciente de la responsabilidad que asume, aconsejará y guiará a su
joven vicario al camino al que Dios llama a todos los hombres: «La
Santidad».
El dolor y añoranza por la vocación no llevada a cabo se revela asimismo en la presencia y recreación obsesiva en sus novelas, del universo de la Iglesia y de la fe, pero vistos desde dentro, lo que nos lleva
a presenciar la vida cotidiana de los sacerdotes, accediendo a los
claustros de los seminarios, a las casas parroquiales, a las habitaciones
de los sacerdotes, la representación de las distintas actividades: celebración de la Misa, preparación de las homilías, las charlas entre religiosos..., todos ello se constituye en temas que generan y estructuran
los relatos y testimonian al mismo tiempo, del deseo de aprehensión,
de vivencia de la vida sacerdotal aún en los menores detalles, deseo
que se revela imposible en la realidad, quedándole como único consuelo para «hacerse misionero» 12, la escritura. Hecho que se repetirá a
lo largo de toda su producción de novelista, como afirmábamos. En
efecto, las figuras sacerdotales son proyecciones del escritor «el doble
es él mismo» 13. Coincidimos con Hans Aaraas, quien sostenía lo
siguiente respecto al escritor:
«Los sueños tienen una especie de vida propia, pero al mismo tiempo están
hechos a imagen de aquel que los ha engendrado. De hecho la actividad literaria
ID., p. 1727.
AARAAS, Hans, L’écrivain et le prêtre dans l’oeuvre romanesque de Bernanos,
París: Archives del Lettres Modernes, n.º 70, 1966; p. 9.
12
13
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
así concebida es un verdadero desdoblamiento. Lo que el escritor persigue en sus
sueños es siempre a sí mismo, expulsa continuamente a su doble.» 14
El escritor concebía «su sacerdocio» caracterizado por el compromiso total, la entrega por los fieles, la lucha sin tregua contra el eterno
Enemigo, cuya presencia ha invado todos los órdenes de la vida de la
nación. Sed de compromiso total, anhelo de santidad en un deseo de
reparar aquella mediocridad y cobardía del adolescente Bernanos
cuando al renunciar a su entrada en religión huyó de «la divina mano
tendida» (SSS, 143). Y en esta misma labor de entrega y compromiso
hacia sus fieles tenemos la tarea por la «salvación de la parroquia» en
el Diario de un cura rural, que es en definitiva la tarea del escritor, no
como proyecto de escritura, sino como experiencia existencial. Así lo
manifestaba el propio Bernanos en la entrevista concedida a Frédéric
Lefèvre tras la publicación de Bajo el sol de Satanás en 1926, donde
afirmaba que el objetivo de su libro era devolver a las almas el gusto de
lo auténtico y ayudar, en la medida de sus posibilidades, a la regeneración de los valores espirituales del país. Objetivo hacia la población de
Francia que escondía toda una proyección personal, pues dicha población con todas las faltas y vicios es la proyección textual del yo bernanosiano, tras la que se esconde aquella mediocridad y falta de compromiso ante la llamada a la vida consagrada que sintiera en su niñez.
En el Diario de un cura rural, junto al dolor por la vocación perdida,
aparece el arrepentimiento expresado en distintas ocasiones y de forma
cada vez más nítida e insistente a través de una serie de personajes:
Tras el entierro del doctor Delbende, en el transcurso de una conversación entre el párroco de Ambricourt y el de Torcy, este último, amigo
del difunto, revelará su secreto:
«(...) Nuestro amigo quería ser misionero, perdió la fe durante sus estudios de
medicina (...). La verdad que nunca se consoló por haber dejado de creer» (JCC,
1121).
Palabras estas últimas, «nunca se consoló por haber dejado de creer»,
que deja ver una nostalgia por el ministerio sacerdotal nunca ejercido.
Decisión que fuera producto de la evolución espiritual operada en el
escritor durante su adolescencia, período que se situaría entre su pri14
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AARAAS, Hans, ibid., p. 8.
MAGDALENA PADILLA GARCÍA
mera comunión y su entrada en la Universidad, etapa donde se dejó
llevar por una decisión errónea, como recoge Milner:
«Bernanos se da cuenta de que se ha equivocado al creer que podría reformarse
mediante un acto de voluntad, realizando él mismo una especie de clasificación
entre lo que había de puro y de impuro en su ser, situando la idea de Dios en el
centro de su nueva vida con la esperanza de que ahogara a todas las demás.» 15
Reconocimiento del error por parte de Bernanos, hasta el punto de
escribir en una carta a Dom Besse:
«Hay un versículo de mi Imitación que me sirve para pedir ayuda: “No dejaré de
implorar, no me cansaré nunca, hasta recobrar vuestra gracia y Vos me habléis
interiormente.” Es mi humillación y mi esperanza sentirme tan pobre, tan débil,
desde que esta voz se apaga en mi corazón. Ya no puedo vivir sin Dios un solo
momento, y Él lo sabe.» 16
Nostalgia por la vocación sacerdotal perdida que volverá a poner de
manifiesto años más tarde en el Prólogo de Los grandes cementerios
bajo la luna, en unas palabras que constituyen una confesión, un «mea
culpa» del escritor:
«Compañeros desconocidos, viejos hermanos, juntos llegaremos un día a las
puertas del Reino de Dios (...) Queridos rostros a los que no supe enjugar el
sudor...» (Cimetières, 354-355).
Prólogo donde reconoce su cobardía frente a sus «compañeros»,
«¡Oh rostros que nunca se rindieron!» (Cimetières, 355), y ante ellos se
considera indigno por no haber sido capaz de mantener su deseo y promesa hecha a Dios: «(...) Había salido a vuestro encuentro, corría hacia
vosotros» (Cimetières, 355). Promesa de la que un día, el de su Primera Comunión, si se consideró digno: «Quizás, cierto día, un día que no
desconozco, fui digno de situarme al frente de vuestra tropa inflexible»
(Cimetières, 355).
15
16
MILNER, M., Georges Bernanos, París: Seguier 1987, p. 56.
Carta de Bernanos a Dom Besse, recogida en MILNER, M., op. cit., p. 57.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
De la dura toma de conciencia del escritor, ya cincuentón, «nunca se
consoló por haber dejado de creer» (JCC, 1121), de la renuncia hecha
en su adolescencia, es su súplica al Redentor:
«Quiera Dios que nunca vuelva a ver los caminos en los que perdí vuestro rastro,
en la hora en la que la adolescencia envuelve con sus sombras...» (Cimetières,
355).
Todo ello nos lleva a rechazar las palabras de Roger Mathé cuando
tras citar en su obra sobre el Diario de un cura rural 17 una lectura parcial y fragmentada de una de las cartas del futuro escritor a Lagrange
afirmaba que «Bernanos estaba convencido de que únicamente un diálogo permanente con lo divino otorga sentido a la existencia» 18; pues
Bernanos hace alusión directa no al simple diálogo del cristiano con su
Creador, sino a la total entrega que supone una vocación religiosa como
la que se despertara en nuestro autor.
Por otro lado, esa nostalgia del sacerdocio manifestada por el propio
escritor nos lleva a rechazar los juicios de Milner sobre la decisión de
no entrar en el estado religioso y las razones para ello alegadas por el
adolescente:
«Si no tengo intención de hacerme sacerdote, es, en primer lugar, porque me
parece no tener vocación y porque además un laico puede luchar en muchos
terrenos donde un eclesiástico no puede gran cosa.» 19
A ello respondía el crítico:
«[Bernanos] proyecta con muy buen criterio y firmeza la posibilidad de una vida
que, desarrollada en el mundo, no por ello estaría menos consagrada a Dios» 20
Y no estamos de acuerdo con Milner, porque lo que manifiestan esas
palabras de Bernanos no es «muy buen criterio», sino bastante hipocresía, soberbia, cobardía y, de manera especial, mediocridad de aquel
17 MATHÉ, R., Journal d’un curé de campagne. Profil d’une oeuvre, Analyse critique
par...; París: Hachette 1970.
18 ID., p. 11.
19 Carta al padre Lagrange, p. 1730.
20 MILNER, M., op. cit., p. 31. Somos nosotros quienes subrayamos.
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MAGDALENA PADILLA GARCÍA
adolescente que sintiendo la llamada a la vida religiosa decide no
seguirla alegando, como dirá años más tarde, que le faltó valor; y esa
mediocridad que luego rechazará abiertamente en sus obras y en sus
personajes constituye una proyección textual del rechazo y odio a sí
mismo por no haber seguido en su adolescencia aquel camino que el
Padre Celestial le marcara en su infancia.
Es asimismo la nostalgia del sacerdocio la causa de la recreación y
el protagonismo otorgado a lo largo de todos sus relatos, a la figura del
sacerdote; y, por otro lado, la calificación de su producción de ficción
como «conquista de una vocación» 21, siendo el Diario de un cura rural
la que más que ninguna otra obra, se configura como «conquista de la
vocación», al mismo tiempo que como diario personal del escritor, de
un yo autobiográfico que emerge de la ficción. Diario al que el escritor
confiesa sus secretos:
«Si me fuese presentado en el día del juicio, no osaría decirle a la cara “No te
conozco”, pues sé bien que posee una parte de mi secreto.» 22
Intimidad y pensamiento del escritor encarnado por sus personajes,
de manera especial por el joven párroco, quien, a lo largo de su diario,
se erigirá en intérprete del escritor:
«Espero que mi buen cura sea mi intérprete y mi conciliador...» 23
A ello se une la alegría que supone para el escritor la redacción de
la obra: «Mañana me pongo de nuevo con mi “Diario” –¡Qué gozo!» 24,
al mismo tiempo que la prisa por reanudar la tarea: «Tengo mucha prisa por retomar mi Diario de un cura» 25; una obra a la que ya desde su
redacción le mostraba especial cariño: «A propósito del “Diario de un
21 FITTING, P., «L’oeuvre romanesque de Bernanos comme conquête d’une vocation»,
en Coloquio del Centro Cultural de Cérisy-la-Salle; París, Plon 1972, pp. 637-645.
22 BÉGUIN, A., op. cit., p. 173.
23 ID., p. 173.
24 ID., p. 175.
25 ID., p. 175.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
cura”, creo que lo retomaré pronto. Necesito llorar un poco» 26, afecto
que confirmará meses después de su publicación:
«Me es muy duro hablar de este libro, porque me gusta. Cuando lo escribía pensé más de una vez guardarlo para mí solo... (...) ¡querido confidente de mi gozo!...
Sí me gusta este libro como si no fuese mío. Los otros no me gustaron.» 27
“Diario” del escritor donde será recreado, de manera preferente, el
período correspondiente a su infancia, etapa de su vida que arrancaría
de la época de su Primera Comunión, evocada al confesar el párroco de
Torcy su vocación, aparecida ya en su niñez: “Yo que sólo soñaba con
ser sacerdote. ¡Ser sacerdote o morir!” (JCC, 1043).
Recreación constante y proyección textual de todo aquel período de
la niñez que se repite de obra en obra, y que el escritor calificaba como
la fuente a la que volvía siempre a beber para rescatar a aquel niño que
soñaba ser misionero y llevar a cabo en la ficción su sueño; y así parecen atestiguarlo las palabras de Milner, para quien uno de los significados de la fidelidad a la infancia para Bernanos era «dar forma a los
personajes que estos sueños llamaban vagamente a la existencia, volver a
recorrer en espíritu aquellos lugares para encontrar algo diferente e
igual al mismo tiempo, los senderos del pasado» 28.
Evocación de la vida del escritor en el relato, que se detiene al llegar a la adolescencia, período totalmente negativo de su vida en que
Bernanos comenzó sus crisis de angustia y su miedo a la muerte:
«(...) De salud enfermiza, he pensado con frecuencia en esa muerte que tanto
temo y que puede llegar de un momento a otro, como una ladrona.» 29
Y período negativo la adolescencia, porque en esta etapa de su vida
se produjo la pérdida de su vocación sacerdotal, al igual que la perdiera otro de los personajes, el doctor Delbende, como veíamos: «(...)
Nuestro amigo quería ser misionero, perdió la fe durante sus estudios de
ID., p.175.
BÉGUIN, A., op. cit., p. 173.
28 MILNER, M., op. cit., p. 19.
29 Carta al padre Lagrange, p. 1729.
26
27
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MAGDALENA PADILLA GARCÍA
medicina» (JCC, 1121). El personaje perdió su fe en el transcurso de
sus estudios de medicina, mientras que el escritor los perdió durante
sus estudios de Letras en el colegio Sante-Marie en Aire-sur-la-Lys:
«¿He perdido mi vocación por mi culpa? ¿He tenido alguna vez algo que no sea
sensibilidad?, no sé, pero lo que me parece que ocurre es que mi camino no es
éste.» 30
Tras la muerte del doctor Delbende, en el Diario de un cura rural,
proyección del adolescente Bernanos, resucitará espiritualmente el
joven párroco de Ambricourt, sumido hasta entonces en un período de
aridez espiritual; resurrección a partir de la cual inicia firmemente su
intensa y fructífera labor pastoral en la parroquia. Por lo que vuelve a
repetirse el hecho al que ya asistíamos en Bajo el sol de Satanás: tras la
muerte de Germaine, proyección asimismo del adolescente Bernanos,
se nos muestra el firme avance de Donissan en el ejercicio de su labor
sacerdotal llevada a cabo con fama de santidad. De la misma forma, el
verdadero sacerdote sólo aparece en el Diario cuando el adolescente
Bernanos (el doctor Delbende) ha muerto, representando ambos religiosos –Donissan y el párroco de Ambricourt– esa anhelada vocación
sacerdotal. Vocación que desempeñan con fama de santidad.
El pueblo de Campagne, y de manera especial ese Ambricourt imaginario, es el Fressin de sus años de infancia y adolescencia, donde el
sacerdote-Bernanos niño vuelve a las correrías de sus primeros años,
recorriendo las casas y granjas de los campesinos dispersas por el campo, en esta ocasión en el ejercicio de su labor de apostolado, en un
intento nostálgico e imposible de volver al pasado para reconstruir su
vida.
Así pues, el sacerdote de Ambricourt se erige en presencia fundamental para el escritor, dado que se convierte en intérprete de Bernanos para los lectores y todos aquellos que no le conocen; y además reúne para el sacerdocio las características más deseables: juventud,
pureza, don de sí, humildad, espíritu de pobreza... sacerdote que será,
entre todos sus personajes, el más estimado por el escritor, según él
mismo confiesa:
30
ID., p. 1727.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
«El alba llegaba mucho antes de que hubiesen vuelto al silencio del alma, a sus
profundos repliegues, los fabulosos personajes a penas formados, embriones sin
miembros, Mouchette y Donissan, Cenabre y Chantal, y tú, tú, la única de mis criaturas de la que a veces he creído distinguir su rostro, pero a quien no me atreví a
dar un nombre –querido cura de un imaginario Ambricourt» (Cimetières, 355)–.
Los temas de infancia y pobreza, presentes de forma obsesiva en sus
obras, considerados por el escritor como pilares de la Iglesia, entroncan directamente con esta experiencia existencial del autor a través de
la multitud de fragmentos y enunciados pertenecientes a otros tantos
textos, pero de manera especial al Nuevo Testamento, lo que nos conduciría a la creación de un metadiscurso religioso. A este respecto cabe
mencionar la publicación en 1998 del libro del sacerdote milanés Marco Ballarini Quasi una vita di Gesù, en ella, tras una laboriosa investigación, ha logrado reunir un retrato de Jesús a partir de citas de las
obras de Bernanos. Esta obra resultante se asemejaría a un «evangelio
apócrifo» pero perfectamente coherente con el texto bíblico.
La Iglesia invade la totalidad de campos de la representación textual, reafirmando así el escritor su fe de católico. Bernanos confesará
haberlo obtenido todo de la Iglesia: «(...) De Ella lo obtengo todo. Nada
podría llegarme sino de Ella» (Cimetières, 426).
Y, efectivamente, en la Iglesia, en su profunda fe de católico militante se basará para aportar soluciones a la impostura de la Historia,
predicando la restauración de la Cristiandad que se llevaría acabo por
la restauración de los originales valores espirituales que un día constituyeron las señas de identidad no sólo de Francia, sino de toda Europa,
restauración por la vuelta al Evangelio, tomando, pues, la Palabra de
Dios, a Dios mismo, como único modelo que rija la totalidad de las
actuaciones del hombre.
4. Llegados aquí, podemos decir con Pierrette Renard que Benanos
es «autor de una historia en la que se profundiza constantemente» 31 y
«el hombre de un solo paisaje, revisitado sin cesar por la memoria y la
emoción» 32. Efectivamente, obra tras obra asistimos a la proyección
textual de la historia de su vida hasta su adolescencia, etapa de su
existencia que es indefectiblemente destruida en la anecdótica textual
31
32
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RENARD, P., Bernanos ou l’ombre lumineuse, Grenoble: Ellug 1990; p. 158.
RENARD, P., «L’esprit des lieux» en Europe, 789-790 (1995) p. 28.
MAGDALENA PADILLA GARCÍA
en una desesperada e imposible vuelta al pasado, como el propio escritor reconoce:
«Oh, sé bien que son ideas locas, que ni siquiera puedo tomar en serio, sueños...»
(JCC, 1032).
Eje espacial y espiritual del Artois, espacio utópico de su infancia,
donde el escritor sitúa, como ya hemos apuntado, ese reducto de pureza,
honor, honra y valores espirituales no viciados por el mundo adulto, que
adornaron su infancia y adolescencia. Marco geográfico al que el escritor
volverá irremediablemente novela tras novela. Como universo utópico,
núcleo donde aquella semilla de la infancia que allí quedó enterrada
debía germinar y dar el ansiado fruto: retomar «aquella infancia tan íntimamente unida a Dios», y desde ella reiniciar el camino recto hacia el
sacerdocio, para cumplir aquella llamada del Padre que sintió en su niñez
y responder a «aquella voz que sólo se oye raros días» (SSS, 143).
Y es este marco espacio-temporal de su existencia el que nos muestra Bernanos de obra en obra, no sólo en sus textos de ficción, sino
incluso en aquellos donde difícilmente sospecharíamos encontrarlo,
como es el caso de Los grandes cementerios bajo la luna, panfleto considerado como un duro alegato contra la guerra civil española, y, sin
embargo, precedido por un Prólogo pleno del más hondo lirismo, cuyo
eje central vuelve a ser el dolor por la vocación no llevada a cabo.
En definitiva, marco espacio-temporal de su infancia, «una infancia
tan extrañamente unida a Dios» (SSS, 143), etapa espiritual a la que el
escritor vuelve de forma incesante. Vuelve a ellos como a una fuente
inagotable, a beber de esa infancia y de esa fe de su niñez, y desde
ella, desde esa estrecha unión con Dios, alimentará su vida adulta,
hasta su muerte, ocurrida en 1948, a los 60 años.
Ésta es la experiencia de Dios en Bernanos, que, expresadas en sus
obras, a pesar del carácter autobiográfico de las mismas, se dirige al
público, al lector, al que intenta devolver el gusto por lo espiritual,
pues afirma: «El catolicismo no es sólo una regla impuesta desde fuera:
es la regla de la vida, es la vida misma.» 33 Es asimismo una llamada de
33 BERNANOS, G., 1971, «Textes non rassemblés par Bernanos: Entrevista de 1926 por
Frédéric Lefèvre», en Essais et Ecrits de combat. París: Gallimard, Bilbiothèque de la
Pléiade, pp. 1041.
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LA EXPERIENCIA DE DIOS EN GEORGES BERNANOS
atención al lector para que no rehúya, como hizo él, «la divina mano
tendida», con toda la radicalidad que este compromiso conlleva. Intención que nos remitiría a la Carta a los Hebreos: «Como dice el Espíritu
Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Heb 3,
7-8).
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