wüg^ ADMmSTMCIÓyYBEDACCIÓN! AECO DEL lEATBO, 21 Y 28 | - B ^ .^O^ •ulllL^^g^..allli. PRECIO E N T O D A E S P A Ñ A : UN NÚMERO, 2 S ^ C É N T j - U N AÑO, -I 3 PTAS, EUROPA, ASIA Y ÁFRICA. —UN AÑO, 2 5 FRS. en TRlores sobre FOTÍB, Londres ó Hamburg'u. LOS •;^^C^TODAS^LAS s ¿ ] J S'í'i&iro 8.9. PRECIOS EN CUBA, P U E R T O - R I C O , F I L I P I N A S Y NACIONES DE AMÉRICA, W 0 » » W » » W » W W » W » ^ l » ^ ^ ^ ^ ^ El tomo empieza en i.° de Enero y termina en ji de Diciembre A. e s t e n-Cinaero aoomp)SLfieL s-u.plenaen.to. ESTUDIO DE VÍCTOR HUGO. SUMARIO: TEXTO: I-.1 ciencia actual, por D. Federico Caja¡.—E\ Biuch, por D. A. G.ticía Llansó.—'EÁ matrimonio entre los árabes, por D. Gustavo Le Bon.~^\ conde de Rostopchin (conctusión), por D. Emilio Blanc(^et—Variedades.—Nuestros grabados.—En el álbum de la señoritaMaría Antonia Saluzzo, poesía por D. Manuel Fombona. Palacio.—Rima, poesía p o r / ? . Miguel de Faiacios.—Balada, poesía por D, Narciso Díaz de Escóvar.—Oriental, poesía por D. Cecilio Navarro.—Viaje por Tiíneí (continuación), por R, Cagnaty R. Saladin.—Leíla ó el sitio de Granada (continuación), por lord hytton,—Anuncios.—Historia de la semana. GRABADOS. Estudio de Víctor Hugo.—La casa, d e Víctor Hugo el día de su muer* te.—Dúo.—Muerte de Víctor Hugo.—Hammamet—Golfo de Hammamet. SUPLEMENTO: Víctor Hugo y sus obras. La ciencia actual. siado patente; cada nueva linea que se establece ofrece grandes ventajas sobre las que le han precedido, gracias á la adopción de las mejoras importantes que se tiejAD.^ día se desarrollan más las vías nen en cuenta. férreas y necesitan, al par, que Es nuestro objeto examinar somera^_ todos los progresos de la indus- mente la gran cuestión que se ventila entre tria concurran á darles los elementos de los ingenieros de los carriles franceses y vida tan necesarios para este importante alemanes y los pertenecientes á las indusfactor del progreso. Ño pretendemos tratar trias mineras de hierro, respecto á la susde las innumerables perfecciones que en el titución de las traviesas de madera por material móvil se están introduciendo dia- otras metálicasy Ante todo conviene recorriamente para conventirlo en mas rápido dar que se usan cuati-o procedimientos y más cómodo. Esto se presenta dema- para sentar los carriles y formar la vía: el 354 primero usa soportes aislados, bloques de piedra ú hormigón, los cuales, espaciados, sirven para sostener y fijar los carriles; otro válese de soportes conjugados, traviesas de madera ó hierro, que al par de mantener constante la anchura de la vía ligan los carriles, y sostienen el peso délos tre-nes circulantes; un tercer método es el uso de soportes continuos, largueros sobre los que se extiende el rail enlazando unos á otros paralelos, con tirantes, y por fin otro sistema prescinde de los soportes y se apoya el carril sobre el terreno. E n nuestro país se usa para la via, en general, el segundo sistema, mientras los puentes, placas giratorias y casos análogos adoptan el tercero. P a r a muelles y obras de corta duración, los emplazamientos se hacen sin soportes. P u e s en el segundo sistema, el de soportes conjugddüs, es en el que se ha tratado de sustituir el hierro á la madera, por considerársele por algunos como ventajoso; presentándose como modelo la estadística alemana del año 1883, que ofrece hasta un 2 V4.por mil millas, de traviesas de hierro rotas, al paso que la madera se eleva á 7 ^|^. A primera vista parecen ser más ventajosas las traviesas de hierro, pero los ingenieros de gran número de compañías prefieren las de madera por hallarlas condiciones más ventajosas. P a saremos á examinar los inconvenientes que se presentan. Desde hace unos veinte años se estudian y ensayan las traviesas metálicas, sin que hasta el presente se haya adoptado una solución que sea satisfactoria y práctica, aunque puede ser el móvil de esta falta el no haberse fijado por completo las condiciones que se exijen á las traviesas metálicas, culpa de la poca prisa en cambiar la madera que tan útiles servicios presta. Desde luego la traviesa metálica, para prepretender substituya á la de madera, debe poseer las mismas condiciones especiales presentadas por la madera y ser su coste igual, cuando m á s , á la que alcanzan las hoy usadas. E s t o en el terreno económico, pues en el práctico debe mantener invariable la separación de los ralis, así como la alineación de la vía, trasmitiendo al balasto los esfuerzos ejercidos sin alterar la estabilidad de esta capa aislante. Se logra esta cualidad última, debido á que la traviesa se conserva, teóricamente por lo menos, inmóvil durante el paso de los trenes, gracias á las superficies de apoyo que encierra el balasto, el cual le permite oponer u n a fuerza suficiente á la desarrollada durante el paso de los trenes. E l balasto necesita, para á su vez soportar de un modo conveniente la carga que le solicita, que esta esté relacionada con la superficie de la explanación. Si se usa la madera, la presión que sobre ella ejerce el rail se eleva en casos dados hasta cien kilogramos por centímetro cuadrado, cuya carga no soportaría el balasto si integramente le fuera trasmitida. P o r eso se usan las traviesas, que reparten el peso sobre una superficie bastante mayor, pues se ha calculado se necesita para el paso de los trenes rápidos unas dimensiones de 2*500 metros por 0*240 y o'120, valor que si se desciende establece la circu- LA ILUSTRACIÓN. lación en malas condiciones, perjudicando el asiento del balasto y explanación, ó que se deterioren y desnivelen los carriles cuando menos. E s t e defecto es el que se atribuye á las traviesas metálicas que, de menores dimensiones, gracias á su mayor resistencia trasmiten la carga sobre un espacio menor y que el balasto está entonces en malas condiciones. Otra dificultad grande presentada por las traviesas metálicas es el precio de coste, pues cuando pesan 50 kilogramos y si se usan de modo que el balasto pueda introducirse en su interior como formando u n a masa única, su precio resulta, según el promedio hecho, á 10 francos una, mientras las de roble ú otra madera creosotada no exceden de 5'50 francos. L a duración de la madera pasa de 20 años, tiempo suficiente para amortizar de un modo completo su coste. A estas dos condiciones, por sí bastante decisivas por ahora, debe añadirse la de conocerse hoy perfectamente las cualidades de la madera, su elasticidad y dureza no excesiva, mientras el hierro presenta una dureza de asiento perjudicial para'el movimiento de los trenes. Añádase á esto, la mayor dificultad en la unión de carriles y traviesas, que al Jiacerse hierro con hierro es más costoso que los tirafondos ó escarpias de las traviesas de madera. Se ha examinado la cuestión bajo el punto de vista de la construcción de la vía, en la cual las ventajas son de la madera; pero si se pretendiera estudiarla bajo el punto de vista general de la producción y el transporte, entonces piérdese gran parte de esta superioridad y se equilibra y aun supera el hierro á la madera. Jtn efecto, el peso mucho míiyor del hierro sobre la madera hace que al par que sube el coste de producción sean mayores los salarios que tengan que repartirse á los obreros empleados en su preparación, originándose un acarreo mayor y mayor gasto de mineral en número bastante considerable. Debe tenerse en cuenta que el hierro daría mayor duración, sobre todo en los terrenos de malas condiciones, y que por uniones especiales se puede amortiguar la falta de elasticidad que este presenta. Tiene esta discusión por objeto hacer luz sobre las ventajas reales y generales del hierro, pues las industrias metalúrgicas necesitan nuevos mercados á fin de poder exportar los productos acumulados y que tienen poco consumo. E s de esperar el estudio completo y decisivo de esta importante cuestión, que tendría trascendencia en todos los países civilizados, ahora que es época de grandes construcciones de líneas férreas. ** Hemos recibido los apuntes Olas del mar que se relacionan con su movimiento y aprovechamiento que de las mismas puede hacerse como fuerza motriz, escrito por 1). José Barrufet, inventor del aparato Marmolor. P o r la circunstancia de estar pendiente el aparato de pruebas eficaces que permitan conocer prácticamente hasta dónde llega el invento, nada hubiéramos dicho de los trabajos hasta hoy emprendidos, sin el ruego que el autor acompaña en carta al N. 240 opúsculo citado. Breve reseña haremos de él, pues fuera tarea larga la de refutar cuantos puntos están en desacuerdo, según nuestra opinión, con el autor. No puede menos de alabarse la idea que ha presidido al invento; conforme en la revista del mes de enero expusimos, serios temores se ofrecen al cicntilico para el momento, próximo, en el tiempo ilimitado, en que el carbón se agote. Será preciso disponer entonces de otros manantiales de fuerza, y por el momento nada como los agentes naturales parecen resolver el problema. E n las olas del m a r hay una inmensa fuerza, ó hablando con más propiedad, existe un gran trabajo susceptible teóricamente de aprovecharlo, y esta idea se ha expuesto ya repetidas veces por distinguidos científicos. Pasamos por alto cuanto se dice en las «Ideas generales,^' pues sólo se relacionan con el movimiento constante de las olas, cuestión independiente del aparato. Aceptamos el cuadro con datos prácticos que se ofrece en el epígrafe «Euerza de las olas,^* pero no hallamos inteligibles los cálculos que se establecen. Aceptando como unidad el metro, según parece deducirse, el autor, para calcular el trabajo aprovechable, supone una velocidad de caída de la ola de o'13 metros por segundo y un calado del flotador de 0*30 metros. Con estos datos establece el siguiente'cálculo: o ' 5 o ' X o'^o = o'300 litros ó kilos. Eos anteriorcn r.úmeros dan un valor de 0*075 metros cúbicos, ó sea tomando aproximadamente por densidad i, ó sea considerando el agua del m a r como destilada á .|" centígrados un peso de 75 kilogramos. Suponemos, aunque no se indica, será 0*50' la superficie de empuje inferior de un cubo que se supone sumergido. A continuación se dice que el resultado anterior son 300 kilos, error absurdo si se ha estampado, 0*300 kilos, pues hay contradicción. Según nuestra apreciación y por lo indicado en otro lugar, los cálculos deberían ser los siguientes: 1' metros X 0*30 metros = 9'300 metros cúbicos cuyo peso sería 300 kilogramos, que á una velocidad de 0*13 metros da un trabajo de 49 kilográmetros, valor dos tercios de un caballo de vapor, en vez de medio como supone el opúsculo. A este resultado lo llama caballo marmométrico; sin que comprendamos la necesidad de fijar otra unidad, existiendo ya valores fijos y determinados para apreciar el trabajo, evitándose el producir confusión, que siempre proporciona el cambio de unidades. E n el cálculo de las llamadas olas transitorias, se parte de la base de un calado de 0*20 metros y una velocidad que de un lado se fija en 23 metros y de otro en 0*23, si bien suponemos equivocación el primero. Eonr.ulando el cálculo, resulta, según nuestra suposición: 1* X 0*2 0 =^ o'2oo metros cúbicos ó sean 200 kilogramos, que á la velocidad de 0*23 metros por segundo, proporciona un trabajo de 46 kilográmetros por segundo, valor menor que el anterior, en ve2 N. 240 de ser las tres cuartas partes de un caballo • de vapor, según se ha supuesto. P a r a calcular el trabajo de los flotadores los supone circulares de base y radio de un metro por altura o'3o, calculando un marmométrico como resultado del trabajo. Siguiendo los cálculos debiera ser este: 3'i4i >< I X o'jo = o'940 metros cúbicos, Ó sea 940 kilogramos, que con la velocidad de o' I 3 da un trabajo de 122 kilográmetros, ó sea 2 y medio caballos marinométricos, valor muy distinto del citado. Nos hemos detenido en estos datos, pues nos parece que la memoria ha estado hecha de u n modo bastante incorrecto, circunstancia deplorable tratándose de un asunto que tanta importancia ofrece. De los cálculos citados y tomando la velocidad media de las olas, saca en consecuencia el inventor un trabajo aprovechable de cuatro caballos por meti-o cuadrado. Este dato lo creemos empírico, pues si en muchos casos sobrepujará este valor, en cambio habrá bastantes en los cuales sería inferior la acción de las olas y se tendría Un motor que sólo podría como fuerza teórica producir la cuarta parte de lo calculado como régim.en constante. Así pues, estos datos nos parecen para el cálculo exajerados y como tales imposibles de aprovechar. LA ILUSTRACIÓN. sumamente económico; pero lo que de un modo puede dar resultado es fácil no lograrlo con otro. Cuantos esfuerzos se hagan en pro del aprovechamiento de 1-as fuerzas naturales, es digno de encomio, y bajo este supuesto debemos aplaudir al Sr. Barrufet, esperando, para juzgar cumplidamente su invento, se verifiquen las pruebas anunciadas , viéndose entonces prácticamente los resultados á que conduce. FEDERICO CAJAE. El Bruch. Siempre que se conmueve hasta en sus más hondos fundamentos á un pueblo sumergido por largo tiempo en la esclavitud y la ignorancia, salen de él monstruos y héroes; prodigios de virtud y de crímenes; porque el pueblo, que no abriga grandes rencores, no tiene tampoco piedad en sus venganzas. Jamás ha combatido por el poder, ni mucho menos por los despojos de la lucha, volviendo á sus hogares con las manos vacias y los brazos fatigados, siendo innegable que donde quiera que pone la mano deja indelebles señales de su violencia. Lucha por su libertad é independencia, sin comprenderlas, no siendo otra cosa que su instrumento, incapaz de definir las palabras porque muere y le sirven de bandera, aunque impulsado por un presentimiento de los destinos que conExaminando la «Memoria descriptiva quista y recoge sólo para la humanidad. del aparato,^^ se nota enseguida la gran La nación española, que tan rudamente se disminución que el trabajo teórico ha de hallaba combatida por los desaciertos de sus sufrir por los engranajes, que reciben la ac- administradores á últimos del siglo xvni, no ción directa del flotador al par de los que pudo humillarse á la dominación extranjera trasmiten este refuerzo al volante y primer con que á principios del actual trató de encade''rbol motor. Hay considerables resistencias narla el soldado coronado de Europa. pasivas tanto en el choque de unos dienNapoleón, vencedor de Jena, Austerlitz y tes con otros, como en el rozamiento del Márengo, creyó fácil empresa para sus armas uotador con la varilla vertical que le sirve victoriosas, la conquista de un pueblo hundido de guia, sin contar con la pérdida por des- en la desgracia, á que la habían reducido los composición de fuerzas cuando los vientos desaciertos cometidos por sus gobernantes, mayormente ocupando su numeroso ejército las agiten encontradamente las olas. plazas más importantes de la Península, para Sobre las ventajas económicas del mar- conseguir lo cual engañó á la corte de Carlos IV, n^otor, pudiera decirse mucho, pues nos con las protestas más nobles, al parecer, de hallamos lejos de creerlas tan risueñas una franca y leal amistad, comprometiendo, al Como en la memoria aparecen. No hay que mismo tiempo, al Monarca, para que le ayudase olvidar nunca, al lado de la teoría, los in- con un contingente de sus tropas para alcanzar convenientes de la práctica; -el caballo de la conquista de Portugal. No cumple á nuestro propósito reseñar las Vapor tiene la ventaja de ser un valor real y positivo en el eje primer motor, sea cual torpes maquinaciones de Bonaparte para llegar fuere el punto en que se emplace, mientras al fin que se había propuesto, porque no es este el motivo que nos impulsa, quedando reservado que el caballo marmométrico, al necesi- á la historia, que es la conciencia de la humatarse en un punto distinto de la orilla del nidad, el juzgar con su inflexible lógica á aquel "lar ha perdido gran parte de su valor. guerrero insigne, á aquel hombre extraordinaDesde luego se presenta la irregularidad rio. Nosotros, sin ser exclusivistas, vamos á del movimiento y necesitarse acumulado- ocuparnos en un solo hecho que inmortaliza el ''es para dar una marcha uniforme á los nombre catalán y le asigna una de las más briniecaniscos. Si son estos hidráuHcos, á llantes páginas de la historia de la independencia española, fuente que fué de otras glorias poca distancia dejan de ser prácticos, y si para la patria y manantial inagotable de donde se prefieren los eléctricos, es cuestión pen- brotaron los más sublimes pensamientos y los diente de estudios y que da gran pérdida, hechos más heroicos. Primero en los acumuladores-, luego en las Los catalanes abrazaron la causa del levanJoaquinas reversibles, lo cual además de tamiento general en 1808, con un entusiasmo los gastos de instalación y entretenimiento, sin límites, á pesar de tener motivos de resen'^o nos sorprendería dieran, á regular dis- timiento con el gobierno de la nación, puesto tancia, un rendimfento sólo de 'A, valor que la alianza con el usurpador, celebrada en 'lue dista mucho de ser ventajoso. San Ildefonso, empobrecía al Principado, ceNo es esto creer que la fuerza de las rrando las salidas á su industria y cegándole olas del mar sea imposible aprovecharla, ni las fuentes de su prosperidad, siéndoles, por lo 'i.tie no sea económico su uso; todo cuanto tanto, odioso el sistema continental que había pactado la Corte. Asi, pues, el descontento '"^nda á introducir en la industria los crecía y tomaba cuerpo, al ver ocupadas por los agentes naturales, es un factor de la baja franceses las principales fortalezas, y el amor '^'^ el costo de la producción y por tanto patrio y la dignidad se rebelaban ante los actos 355 de verdadero despotismo que con sobrada frecuencia cometían sus generales. Si los madrileños hubieran demostrado entusiasmo por aquella dominación, así como fueron los primeros en lanzar el grito de guerra, no hubieran podido contener los catalanes su encono contra ellos; pero la capital de la monarquía fué la primera en arrojar el guante al coloso del siglo, y el glorioso Dos de Mayo fué la primera campanada de somaten que tan fiero había de responder en el altivo pueblo catalán. Desde entonces Cataluña y Castilla confundieron sus rencores y rencillas particulares, estrechándose en fraternal abrazo para combatir, unidas, como lo hicieron, la dominación extranjera. ¡Acto sublime que hace por sí solo la apología de un gran pueblo que tantas desdichas había sufrido con el sistema centralizador y de los que se olvidó al sacrosanto grito de patria! El general Duhesme, que se hallaba posesionado de Barcelona con 14,000 hombres del ejército francés, dispuso que Schwartz, con 4,000 de todas armas, saliera para reforzar la guarnición de Zaragoza que, según el emperador, eran necesarios para asegurar la dominación de aquella plaza, ordenándole escarmentase, al paso, á los habitantes de Manresa, que se habían insurreccionado quemando sus proclamas. Al efecto debía imponerles una contribución de 75,000 francos, destruir sus fábricas y molinos de pólvora, y apropiarse cuantos objetos de mérito ó valor existiesen en aquella desgraciada ciudad. La división francesa salió de Barcelona el día 2 de junio y llegó el 5 á Martorell, en donde se detuvo á causa de un fuerte temporal que sobrevino, dando lugar, con la demora, á que se exparciera por todas partes la noticia de su marcha. Alarmáronse súbitamente los pueblos, á medida que se aproximaban los enemigos, é Igualada y Manresa hicieron resonar la terrible campana del somatén, que puso en movimiento á todos los habitantes de aquellas comarcas. A su lúgubre y siniestro tañido, acudieron los vecinos, particularmente en Manresa; y como carecían de armas y municiones, proveyeron á su necesidad de la mejor manera posible, convirtiendo en balas las varillas de hierro de las cortinas. Con tan malos medios, empero,y echando mano de la abundante pólvora de que podían disponer, juzgáronse invencibles. Así es que poniéndose Mauricio Garrió, el mismo que pocos días antes había quemado las proclamas francesas, al frente de aquella muchedumbre, salieron de la invicta ciudad decididos á oponerse al paso del ejército invasor, reuniéndose en el" Bruch, al pié de la montaña de Montserrat, en el punto conocido por Casamasana, ó sea en la confluencia de las carreteras de Igualada y Manresa. Empresa de tal índole no es posible concebirla siquiera, pues se escapa á la más clara inteligencia; mas aquellos patriotas n o s e contaron, ni tuvieron tampoco en cuenta el número de sus enemigos. Marcharon al punto que tenían designado, sin vacilación ni cobardía, y allí acudieron los de los distritos de Igualada, Calaf, S. Pedro, Sallent, Cervera, Cardona y Solsona, esperando, llenos de entusiasmo, la llegada de un enemigo poderoso, no sólo por su número, sino por su armamento y disciplina. Ajeno completamente al peligro que le amagaba, salió el general Schwartz de Martorell en la mañana del día 6, marchando cual si cruzara país amigo. En esta creencia llegó al Bruch. cuando una lluvia de balas, salidas de entre los árboles y las rocas, hízole comprender cuan fatal había sido su confianza. Tan impensada fué la acometida, que hizo retroceder á la vanguardia. En esto oyóse el ruido producido por una caja de guerra que llevaba uno de los paisanos que precedía á los somatenes de San Pedro, y creyendo Schwartz que eran tropas regulares que se acercaban, asustóle la idea de 356 LA ILUSTRACIÓN. LA CASA DE VÍCTOR í}LGO EL DÍA DE SU MUERTE. N . ' 240 O r > I—( r G 00 H > n O DL'O. 358 los peligros á que se exponía permaneciendo un momento más en aquellas escabrosidades; dispuso pues la retirada, que si al principio se hizo con orden, convirtióse en desbandada al verse acometidos por los flancos y retaguardia, y por último en verdadera derrota á su paso por E s parraguera, que horas antes habían cruzado. El vecindario de este pueblo, imitando el arrojo de los valientes del Bruch, disputóles el paso, dando al vuelo la campana de alarma é interceptando su única calle desde las ventanas de cuyas casas arrojaba sobre los soldados del emperador una lluvia de piedras, ladrillos y cuanto tenía á mano. Por fin llegó á Barcelona, en la mañana del siguiente día 8 de junio, la derrotada división, con pérdida de un águila, siete piezas de artillería, cajas de municiones, armas y muchos bagajes. Profundamente irritado el general Duhesme, con semejante suceso, hizo regresar de T a r r a gona á Chabran, á quien antes había enviado para apoyar con su división al ejército que operaba sobre Valencia, y ordenóle salir el i 3 con su división y la de Schwartz para tomar venganza de los defensores del Bruch, incendiando á su paso las poblaciones del tránsito, que eran abandonadas á su aproximación por sus m o radores y en las que cometieron todo género de tropelías. Llegado que hubieron al Bruch, creyeron ambos generales anonadar á los catalanes, disponiendo una nueva acometida con las n u m e rosas fuerzas que acaudillaban; pero aquellos valientes habíanse fortificado, y apoyados esta vez por 400 voluntarios de Lérida á las órdenes del bizarro coronel Baget y cuatro piezas de artillería, esperaron el ataque. Repetidas veces las tropas francesas acometieron las posiciones con indecible arrojo; pero fueron siempre rechazadas. Chabran, cubierto de ignominia, como Schwartz ocho día.s antes, tuvo al fin que retirarse persiguido y hostilizado hasta muy cerca de Barcelona, por los somatenes, que le causaron numerosas bajas y le quitaron cuatro piezas de artillería. La insurrección hízose entonces general en Cataluña cuyos habitantes trataron de imitar en todas partes las hazañas de los defensores del Bruch; pudiendo asegurar, sin temor de equivocarnos, que el espíritu de independencia alentó constantemente á los indómitos catalanes, según tuvieron ocasión de conocer sus enemigos en la desastrosa guerra que en nuestra región sostuvieron por espacio de seis años, sin que ni un solo momento decayera su ánimo á pesar de los reveses de fortuna que desgraciadamente experimentó la causa nacional en tan azarosa época. Los catalanes fueron los primeros que reunidos de improviso, sin plan de ataque ni organización militar, á la vez que escasos de armas, consiguieron humillar en España la altivez de las águilas imperiales. Como las municipalidades del Bruch, San Pedro, Navarcles,Manresa. Igualada, etc.,creemos también que hechos heroicos de tal índole, aunque hayan quedado grabados en el corazón de los catalanes trasmitiéndose de padres á hijos, con religiosa exactitud, deben sin embargo señalarse con un objeto material que simbolice tamaña heroicidad á las generaciones venideras, así como el punto donde se inauguró la independencia de la patria. Si Madrid levantó un obelisco á la memoria de los héroes de la jornada del Dos de Mayo, Daoíz, R u í z y Velarde, monumento nacional en donde se conmemoran las proezas de aquellos valientes patriotas, como justo tributo á los mártires de la independencia, cpor qué Cataluña no h a d e eregir otro igual en el Bruch, que eternice el acto de más valor, de más inmensas consecuencias y prácticos resultados que puede registrar la historia?.... Creemos firmemente que el proyecto conce- LA ILUSTRACIÓN. bido por las municipalidades antes citadas, se llevará á efecto, ya que al tratar de erigir un monumento en el Bruch no puede representar nunca una prueba de antipatía ó de enemistad contra una nación amiga ó un pueblo hermano del nuestro, y sí únicamente el de la humillación de un dominador ante el esfuerzo de un pueblo que luchó por la conquista de su libertad y de su independencia. A. GARCÍA LLANSÓ. El matrimonio entre los árabes. El Corán autoriza á los musulmanes á tomar cuatro mujeres legítimas y además un númei'o indeterminado de esclavas; con el bien entendido que los hijos de estas últimas son legítimos en el mismo grado que los de las mujeres casadas. Cuando al marido se le antoja, puede divorciarse; pero en este caso viene obligado á asegurar el pan á la mujer divorciada. Con tales facilidades para el matrimonio y la costumbre que tienen hombres y mujeres de casar muy jóvenes, se concibe que las costumbres puedan ser mucho más severas que en Europa. Y lo son, en efecto, por regla general, hasta el extremo d e q u e es rarísimo, en Oriente, enamorar á la mujer agena. El hecho parece tan monstruoso á los orientales cuanto natural á los europeos. Las mujeres, en Oriente, están sujetas á una vigilancia severa; no reciben nunca visitas de los hombres y no salen á la calle que no lleven cubierto el rostro. Aparte Constantinopla, por regla general van siempre acompañadas y, por consecuencia, tienen rarísimas ocasiones de verse tentadas. La autoridad del padre de íamilia, tan menoscabada hoy entre los pueblos de Occidente, ha conservado en Oriente toda su robustez. Las mujeres al hablar con el marido lo hacen con el mayor respeto, cuyo ejemplo, como es natural, siguen los hijos. El padre de familia asume realmente toda la autoridad y los privilegios del de la Roma antigua. Y este es otro de los particulares sobre el cual nada nos envidian los orientales. El celibato, tan común en Occidente, y que, según las estadísticas, tiende á generalizarse de día en día, es muy mal visto entre los árabes, quienes por lo regular se casan, los varones á los veinte años y las mujeres de diez á doce, pese á cuya edad temprana, no puede uno m e nos de rendir tributo á su tendencia hacia la familia y á la vida doméstica. Aparte del principio de la poligamia, el matrimonio ofrece todavía en Oriente otras m u chas particularidades que le distinguen de todo en todo de nuestras uniones europeas. Entre los occidentales, por regla general, la mujer está obligada, á lo menos en las clases acomodadas, á traer, bajo el título de dote, una cantidad más ó menos crecida para lograr marido. En Oriente sucede al revés: los hombres son los que deben pagar á la familia de su mujer una suma relativa á su fortuna. La situación legal de la mujer oriental casada, tal cual está regulada por el Corán y sus comentadores, es mucho más ventajosa que la de la mujer europea, pues no sólo aquella recibe una dote, sino que además conserva el goce de sus bienes personales y de ningún modo está obligada á contribuir al gasto doméstico. Repudiada, el marido debe proporcionarle medios de subsistencia; viuda, los herederos tienen que atender á sus necesidades durante un año y luego entregarle, á título hereditario, parte de los bienes del marido. Demás de estos privilegios, la mujer recibe el más respetuoso trato; de todo lo cual resulta N . ' 240 una situación cuyas ventajas han sido reconocidas por todos los observadores concienzudos, aun en el momento en que por razones de sentimiento se mostraban enemigos de la poligania. La mujer oriental es generalmente respetada con una especie de galantería caballeresca. Ningún hombre se atrevería á levantar la mano sobre una mujer en medio de la calle; ningún soldado, aun en el tumulto de un motín, osaría maltratar á la más insolente de las mujeres del pueblo. El marido trata á su mujer con cierta deferencia ceremoniosa, y la madre es objeto de un culto particular. No existe hombre que se atreva á hacer trabajar á una mujer para sacar provecho de su labor. El marido es quien dota á la esposa; esta no aporta al hogar conyugal más que su ajuar y algunas esclavas. En caso de repudio ó de divorcio, el marido está obligado á dar á la mujer tanto cuanto esta necesita para vivir con holgura. La objeción única que podría en apariencia hacerse en la poligamia, es que esta hace desgraciada á la mujer. Tal, en efecto, es lo que se ha sostenido por largo tiempo; pero semejante aserto es erróneo en absoluto, como lo demuestra la unanimidad de pareceres respecto del particular de todos los europeos que han observado de cerca á los orientales. Las musulmanas no son de ningún modo dignas de lástima, y si pueden parecer despreciables á los ojos de las europeas, que, en general, se forjan un concepto erróneo de su existencia, tal vez se hallarían muy pocas que quisiesen cambiar de condición con estas. Lejos de considerarse desgraciadas en la vida de reclusión que les impone el harem, donde casi todas ellas han nacido y han crecido sin sospechar que pudiese existir entre las demás personas de su sexo una morada y una vida preferibles, miran como no de buen tono la libertad de que gozan las europeas. El harem ha sido el teatro de los juegos de su infancia, de sus primeras alegrías y de sus primeros cuidados. La costumbre, dicen, es una segunda naturaleza; y respecto del particular, la vida del harem es para las hijas de Oriente la naturaleza misma: acostumbradas á moverse en un círculo cuyos límites conocen, no se les acude siquiera la idea de traspasarlos. Al llegar la época del matrimonio, pasan del -harem de su madre al harem de su esposo, donde se encuentran rodeadas de nuevos goces; entonces su corazón, en el cual una educación refinada no ha encendido pasiones inquietas y peligrosas, se anticipa á la dicha que les ofrece la vida que ante ellas se abre, ventura que hacen sea posible y fácil de alcanzar las atenciones que las prodiga su esposo. Todo cuanto en belleza y en riquezas posee un musulmán, lo consagra al harem; gusta desplegar en las habitaciones de sus mujeres una suntuosidad deslumbradora, mientras que para sí se contenta con un aposento relativamente modesto. Muchos son los que aprecian de un modo inexacto los haremes de Oriente, en los que sólo ven lugares de lujuria donde desdichadas prisioneras pasan en la ociosidad la más mísera existencia y maldiciendo de su destino. Al contrario, el harem significa para los árabes todo lo sagrado. Aplicado á una vivienda, designa la. parte más inaccesible y verdaderamente respetada para un musulmán: la que habitan las mujeres. En él, estas no deben ocuparse más que en hacer agradable la existencia de su marido y en educar á su familia. Ya una de ellas esta ocupada en el cuidado de sus hijos y en el gobierno doméstico; ya otra, en la hora del reposo, para distraerse fuma en un narghilé incrustado de plata el haschich, cuyos efectos la trasportan pronto en medio de las huríes del maravilloso paraíso de Mahoma, pero más a LA ILUSTRACIÓN. N.° 240 menudo el rubio y aromático tabaco de Oriente cuyo humo exparce suave y penetrante aroma. En este encantador retiro, en medio de una atmósfera fresca y saturada de suavísimos perfumes, vestida con las más ricas telas, adornada con las más h'ermosas sederías, se reclina blandamente en un sofá cubierto con uno de esos tejidos bordados en plata y oro cuyo arte sólo posee el Oriente. Entregada á todas las fantasías de la imaginación, deja pronto el nai\í:hilc y permanece sumergida en suave desvarío. Hay que rebatir también otra opinión, por demás generalizada, y es que las mujeres orientales viven en la más supina ignorancia. Sépase que estas son infinitamente más instruidas que la maj'or parte de las mujeres europeas, incluyendo entre ellas las de la sociedad más encumbrada. La instrucción está muy difundida en los h a remes, en los que se presencia á menudo á las madres y á las hijas hablar y escribir el árabe, el inglés, el francés y el turco; y me parece que no existen muchas europeas que correcta ó incorrectamente se expresen en cuatro idiomas. E!s, por otra parte, evidentísimo que las condiciones de existencia de las mujeres en Oriente no han sido, en tiempo alguno, obstáculo á su instrucción, ya que en los períodos más florecientes de la civilización árabe, era grandísimo el número de mujeres que gozaban de r e nombre por sus conocimientos literarios ó científicos. Los autores que han hablado de la ignorancia de las mujeres orientales, no han juzgado más que por las esclavas venidas de lejanas comarcas, compradas en los bazares, que se encuentran en ciertos haremes; que es como si se quisiese juzgar de la educación de una dama principal por la de su camarera. GUSTAVO L E I3ON. El conde de Rostopchin. (CorMCr IISION .) II!. N o JUSTICIA El, FIN LOS MEDIOS. En 181 3, hallándose el emperador Alejandro en un pueblo de Polonia, solicitó audiencia y la obtuvo un anciano, quien echándose tembloroso y sollozando á los pies del zar, no pudo absolutamente articular palabra durante cinco minutos. Conmovido Alejandro, tanto porque tenía buen corazón,'como porque sabía quién era el pretendiente, le dijo: —Levántate, ^^•erishalin, y manifiesta qué solicitas. — P a d r e de los rusos, magnánimo soberano, solamente vengo á pediros justicia para mi hijo, compasión para mí. —Explícate. —Acusando falsamente de traidor á mi hijo, negándole arbitrariamente un juicio, el conde de Rostopchin le hizo' ferozmente despedazar por la chusma de Moscou, la cual le devoró como una fiera, por decirlo así, pues sólo dejó de él dos dedos! ¡Por estas canas, por mi alma que pronto comparecerá ante Dios, juro que era inocente aquel desventurado! ¡Matar como á un can rabioso, como á venenosa serpiente, á un hombre en la flor de sus años, leal, valiente, pundonoroso! ¡Oh mi único, mi adorado hijo! ¡de él no queda ni siquiera u n a tumba á donde pueda yo ir á llorar, á morir llorando! ¡Ya que no le pueden restituir sus verdugos la existencia, que á lo menos me devuelvan su honor, el cual es también el mío! su honor que le quitaron en el más solemne trance de Rusia, cuando una traición contra ella adquiría imponderables pro- porciones. Imploro, señor, una escrupulosa investigación sobre mi hijo y su consiguiente r e habilitación. Que cuando se junte mi alma con la suya pueda yo decirle que su honra queda purificada. —Tranquilízate, Werishalin; serán satisfechos tus deseos. Ya sabía yo que era inocente tu hijo; pero hay épocas, horas, lamentables, en que la razón se nubla y sólo imperan las p a siones más violentas. r3eploro sinceramene tu inmerecida desgracia. Cuenta con mi aprecio. Enterado Rostopchin de esta audiencia, presentóse al zar con su dimisión. Recibióle aquel con severo semblante y le dijo: —Acepto con gusto vuestra renuncia y os mando no comparecer nunca más en mi presencia. —Señor, ccómo he merecido el desagrado de V. M.? Yo creía haber prestado un servicio acreedor de la estimación de mi soberano y mi patria. Q)uÍ7,ás he salvado el trono de \'. M. — P a r a enardecer á la multitud hicisteis despedazar al inocente Werishalin; por dañar á los franceses, quienes, sin embargo, quedaron incólumes, mandasteis quemar la sagrada corte de mis antepasados, reduciendo á la indigencia á innumerables familias, no pocas de las cuales se mantuvieron con limosnas de Napoleón, á quien proporcionasteis ocasión de ostentar m a g nanimidad, mientras hacíamos el papel de tártaros salvajes. cOlvidáis que cuesta á Rusia vuestro fanatismo las cuatro quintas partes de Moscou, ó sean 500.000,000 de rublos? ¿Cómo pudisteis abandonar á quince mil soldados y oficiales de mi ejército, heridos, heridos defendiendo noblemente mi solio y la patria y que en la hoguera de Moscou recibieron pavoroso m a r tirio? —Señor, no era entonces dable pensar en todo. Yo ignoraba que no se los hubiese llevado en su retirada el general Kutusoff. Sacrifiqué á Moscou con un objeto patriótico. —El fin no justifica los medios. .—Permitidme, señor, que apele al juicio de la posteridad. —Retiraos. Empezó entonces para Rostopchin un período muy triste; irritábanle hondamente la injusticia y la ingratitud de su soberano y de su patria, el ver desconocida la trascendencia de un acto en que no le había guiado mira alguna personal, pero sí el más ardiente patriotismo. Habiendo tenido el conde tanta intervención en asuntos políticos y militares, hádasele insoportable su forzada ociosidad. Dio esto lugar á reflexiones, á recuerdos sin cuento, y también al remordimiento, al inevitable remordimiento. Rostopchin, aquel hombre de poderosa y cultivada inteligencia, de tan incisiva burla; aquel valiente que en los más recio de una batalla arrastraba sereno la muerte, lo mismo que desafiaba las iras y tumultos populares; el fiero patriota que babía concebido y realizado el incendio de Moscou, asumiendo sin vacilar toda su responsabilidad, temblaba y lloraba en su cuarto, entre las sombras del crepúsculo, como el más apocado y estúpido niño en las tinieblas de un aposento, porque se figuraba ver al infeliz W e r i s h a lin bañado en sangre, hecho pedazos, pidién^ dolé cuenta de su atroz asesinato. Veía al terrible espectro acercarse más y más ain dejar evasión posible, asir su mano, obligarle á palpar sus desgarradas carnes, que m a n a b a n sangre, s a n gre abrasadora, sangre que goteaba ante Dios clamando por castigo; convulso y humilde, p e día Rostopchin perdón y desmayábase al cabo. Llegó un día en que trastornado por la desaprobación pública y por los remordimientos, negó que fuese autor del trascendental incendio, pisoteó, por decirlo así, su timbre de gloria, el hecho que le dará extraordinario puesto en la Historia. ¡Cosa inconcebible! buscó refugio, lenitivo á sus dolores, en París, entre los franceses, para quienes poco antes no hallaba calificativos 359 bastante negros é ignominiosos y á algunos de los cuales, como prisioneros de guerra, había negado la piedad que no les rehusaba la zarina. Contestando en 18 12 al memorial de un cautivo francés, dijo sobre la patria de este lo siguiente: "Una nación sin fe ni ley, sin más título, desde hace veinte años, que delitos y crímenes, no debe jamás invocar el testimonio del Ser Supremo, cuya justicia descocen los facinerosos.» Hallándose Rostopchin en París, fueron una vez á visitarle, al anochecer, dos distinguidos rusos, íntimos amigos suyos. Con angustiosos ruegos trató de impedirles la entrada el ayuda de cámara; pero aquellos individuos, prevaliéndose de su categoría y de su intimidad con el conde, pasaron adelante, creyendo dar á su amigo un chasco, sorprendiéndole en alguna aventura amorosa. Cuál no fué su asombro y dolor al divisar á Rostopchin sumamente pálido, enflaquecido, y que, apenas entraron ellos, exclamó con horror, tendiendo los brazos como para preservarse de su aproximación: «¡También hoy, Werishalin! ¿No me has torturado j'a b a s tante? ¡Y vienes con tu padre! ¿Queréis acaso llevarme hoy ante Dios? ¿Si un acusador como tú era ya demasiado, qué serán dos? Las lágrimas justificadas de un padre enternecen el cielo y la tierra. Mártir Werishalin y tú que le diste el ser, ya que venís de la región donde fulgura María, encarnación de la misericordia, habréis aprendido á perdonar. Sí, yo cometí un crimen horrendo; pero no busqué ni gloria, ni blasones, ni riqueza: ¡nada para mí, todo para la patria! Me cegó un frenesí sublime. ¡El rígido, el orgulloso Rostopchin ha llorado y llora por vosotros! ¡Perdonadle, como á los que taladraron sus pies y sus manos perdonó Cristo en el Calvario!*!) iCuán poderosa es la conciencia! ¡cuan inevitable su castigo! EMILIO BLANCHET. Variedades. El principe Mestcherskif acaba de publicar en su periódico El Ciudadano, una fábula política titulada "El oso y la ballena.)) Dice así: «En un día de verano salió á dar un paseo el oso. Llegó hasta la orilla del mar, sentóse sobre una roca y empezó á admirar el espectáculo á su mirada ofrecido. Llegó nadando á la orilla la ballena, reina y señora de todos los océanos, y, al fijarse en el oso,—mi peludo amigo,—exclamó dirigiéndose á él con mal h u morado acento, ¿qué significa esta aproximación de parte tuya á mis dominios? Aunque no leas periódicos, saber debieras que es mío y muy mío todo el reino de las aguas. ¿Por qué, .pues, metes aquí las narices? El oso, enfurecido al oír tan descorteses palabras, respondió: ¡Animal, más que animal! ¿Pretendes asustarme con tu corpulencia? Espérate un poco y sabrás, por vida mía, quien soy. Y se dispuso á la lucha. La ballena daba rugidos espantosos, á los que respondían los no menores de su contendiente. Tal era el estruendo, que por el terror sobrecogidos, temblaban al oírle los peces t o dos de los mares y todas las fieras de los b o s ques. El oso hubiera querido destrozar á la ballena, pero tenía miedo al agua; y la ballena, á su vez, comprendía que en tierra perdía todas las probabilidades de obtener la victoria. Y mutuamente mirándose, y bramando de coraje ambos, uno frente á otro, continuaron durante («) No he inventado el remordimiento Rostop- chin: consta en la obra Dcitl{V'iird¡'<j;l:eíten vnd ver- nñschle Schriften de Varnhagen de Ense, capitán ruso, que llegó ú ser consejero de embajada en Berlín. MUERTE DE VÍCTOR HUGO. LA ILUSTRACIÓN. 362 medio día, hasta que al fin callaron estenuados por la fatiga.» El Nevoa Vreinia, al comentar esta fábula, dice: «Desgraciadamente ocurren á veces cosas en la vida real más fabulosas que las mismas fábulas.» La viuda del difunto presidente Barrios, de la República de Guatemala, es una señora de b e lleza extraordinaria y cuya edad no llega á los veinte y seis años. Parece apenas posible que sea madre de siete niños, que hace educar á su lado con tierno y solícito afán. •» En el Japón cuando se escribe invitando á comer á una persona, encabezan generalmente la carta las siguientes frases: "Os pido perdón por el insulto que os infiero al suplicaros me acompañéis á comer. La casa es pequeña y muy sucia. Nuestros hábitos son rudos y es muy probable que nada de lo que tengamos preparado os sea agradable; á pesar de eso, confiamos en que nos honrareis con vuestra presencia á las seis de la tarde de tal día.» Al llegar á la casa, el invitado no encuentra nada que censurar en lo que toca á limpieza y gusto, y es recibido con exquisita amabilidad por los dueños de la casa. El menú se compone de diez ó quince platos, siempre de los mejores. El huésped se cree obligado á humillarse para honrar al que acepta un asiento á su mesa. En una reunión há poco celebrada por la S o ciedad de Estadistas de Eondres, sir R. T e m ple leyó un documento en el que reputa de falsas las versiones que corren respecto á la población de la China, que él estima en 297.000,000. * ** Durante el mes de abril último, han desembarcado en la ciudad de Nueva York, procedentes de Europa, 40,000 pasajeros de proa. Dentro de unos cuantos días llegará al puerto de Nueva York el buque francés Isóre, conduciendo la colosal estatua de La Libertad iluminando al mundo, regalo que la República francesa hace á la norte-americana. El peso de la estatua es de 440,000 libras, 176,000 de cobre y el resto de hierro. L a estatua mide cerca de I 50 pies de altura; pero una vez colocada sobre el correspondiente pedestal en la jsla de Bedloe, su antorcha brillará á 305 pies sobre el nivel del mar. Hace algunos meses, en San Petersburgo, murió una familia compuesta de veinte personas, victima de esa terrible enfermedad bautizada por la ciencia moderna con el nombre de triquinosis. Esto produjo un terror pánico que por poco mata el comercio de carne de cerdo. P a r a contrarrestarle, los amenazados creyeron conveniente solicitar los servicios de la Estación microscópica, establecida en S a n Petersburgo en 1881. Los carniceros pagan de dos á cinco reales por cada animal examinado. Cuando se descubre la triquina en la carne, la ciudad la compra á precio de plaza. La mayor parte de las personas encargadas de verificar el reconocimiento microscópico son mujeres. En 1884 se examinaron m á s de cuarenta mil cerdos. Un periódico inglés refiere que mientras el organista de una catedral ensayaba recientemente el efecto de un nuevo tubo de 32 pies, los perros y gatos de la vecindad, alarmados por el ruido, corrieron á esconderse en Ibs rincones más oscuros, aparentemente con el objeto de huir del rayo, que esperaban caería de un momento á otro. * # Un análisis reciente ha probado que la harina hecha de la semilla de algodón posee m á s materia nitrógena que ningún otr» grano c o nocido. * Estractamos el siguiente fragmento de una conversación que Alfonso Daudet, el encomiado novelador francés, ha tenido con el corresponsal de una revista británica: «Generalmente dedico todo un año á cada novela. No puedo hacerla en menos tiempo. Todos mis libros han sido escritos tres veces. Lo primero que hago es tomar notas en un pequeño libro, que jamás me abandona. Luego pongo en limpio estas notas, tomándolas del libro, á' medida que efectuó el trabajo, con un lápiz rojo. Estas mismas notas vuelve á copiarlas mi esposa, corrigiendo cualquier pequeño error que yo haya podido cometer. En seguida, reviso esta copia cuidadosamente, agregando ó suprimiendo hasta que me satisface el resultado. El manuscrito, que en realidad no es otra cosa que una serie de geroglíficos, pasa á manos del único hombre en el mundo capaz de descifrarlos, mi secretario particular, que vale en oro lo que pesa. Cuando me U) devuelve, el libro está casi, aunque no del todo, concluido. Después de sufrir unas cuantas enmiendas entra en casa del editor. Mi esposa constituye para mí una verdadera necesidad. No sé lo que podría hacer sin ella. Y lo más curioso es que Mme. Daudet mira con repugnancia las novelas. Yo las e s cribo y á ella no le gustan. lia! ho! cest bon, nast pas? Sólo puede sufrir obras más fuertes, metafísicas y por el estilo. ))Mi vida está llena de notas. Tengo la costumbre de apuntar todo lo que me pasa, y comentarlo después. Siempre que sufro, describo en el papel mis sufrimientos. Ved este libro: le llamo el interior de mi cerebro. Está lleno de impresiones. Dejadme que os lea de él unas cuantas líneas. Aquí doy cuenta de un día desdichaado que pasé el año último á orillas del mar. Estaba disgustado con mí mismo en particular y con la humanidad en general. «iCómo sufren mis pobres nervios en este hotel! Contemplo á mis vecinos masticando á odiosa proximidad. Uno me produce náuseas con el asqueroso uso de un palillo de dientes; otro rumia como una vaca; un tercero se conduce más bien como bestia que como h o m bre. E s la hora de la comida, y los brutos se reúnen. Es necesario sostener la existencia. El hombre, el rey de la creación, busca en la mesa esa fuerza de que tan orgulloso se m u e s tra. Estoy cansado de la humanidad; de su bestialidad y grosería!» Este es un grito de dolor; aun podría daros detalles de carácter más realista. Están escritos con estilo rudo, tal como Zola los daría al p ú blico, lié aquí la gran diferencia que media entre Zola y yo. Yo paso horas y días enteros, pensando en la manera de expresar los hechos más crudos de la manera m á s decente; Zola cree que eso es tiempo perdido. Yo soy de opinión de que no todo debe decirse. La intensidad del arte consiste en tratar asuntos repugnantes de un modo no repugnante. * Tal vez una de las causas de la preponderancia creciente del Imperio alemán, estriba en el celo con que los gobiernos cuidan de difundir la enseñanza entre las clases obreras. Según la legislación vigente, ningún joven menor de doce años puede entrar en manufactura, fábrica ó taller alguno, como no sean del padre y sólo entonces á condición de estar p r o visto del correspondiente certificado escolar; los que pasen de doce años sin llegar á los catorce, pueden trabajar seis horas solamente, debiendo acudir durante otras tres á la escuela; los m a - N.° 240 yores de catorce y menores de diez y seis pueden trabajar diez horas, que se reducirán á seis si aun tienen que asistir á la escuela. Ningún menor es admitido en taller, fábrica ó establecimiento alguno sin un certificado suscrito por las autoridades administrativas, en el cual conste el nombre y la edad del aprendiz y la religión y domicilio de los padres. A más de este certificado ha de presentar otro del m a e s tro, en el cual se exponga minuciosamente el estado de cultura del joven. El industrial que recibe á su servicio un m e nor tiene que dar inmediatamente parte á la p o licía. También es deber suyo fijar en el taller una lista en que se consignen los nombres, edad y circunstancias especiales de cada obrero, de la cual tiene que remitir copia á las autoridades locales y escolares. Cualquier infracción de esta ley, se castiga con una multa que no baja de 37 pesetas y no pasa de 2,500. El gobierno mantiene inspectores encargados de velar por el cumplimiento cxtriclo de tales leyes. Nuestros grabados. VÍCTOR IIUOO. Todo el mundo ha sentido la muerte de Víctor Hugo, pues el numen no tiene patria y las fronteras ceden ante el dolor causado por u n a perdida tal, imposible de remediar; no es un hombre únicamente lo que se llora, es una idea, el progreso que Hugo había impreso no sólo al mundo literario, sino á la sociedad en general. Sus obras han ensanchado la esfera de las ideas, han abierto nuevos horizontes al campo de acción social, y estos elementos tan progresivos han perdido su principal impulso al morir su iniciador. Largo espacio ocuparía el reseñar la carrera de Víctor I lugo. Su vida ha sido una cadena no interrumpida de acontecimientos en grado m á ximo interesantes; pero á estas horas todos los periódicos diarios han dado tanto pormenor, que sólo falta á los ilustrados completar las noticias por medio del grabado. Nació Víctor Hugo en Besanqon el 26 febrero de 1802. Hijo de un general lorenés y de una vendeana, pasó su infancia en Italia y en nuestra patria, de la cual ha guardado tan gratos recuerdos, y niño aun pasó á París, donde su madre se dedicó á darle una sólida y brillante instrucción. A los 15 años fué premiado su primer poema por la Academia francesa, siendo sus triunfos siguientes tan rápidos, quS á los veinte su nombre corría ya en alas de la fama. E n 1823 contrajo matrimonio con MUe. Adela Eoucher, y por aquel tiempo publicó la segunda edición de su primera obra Lian de Islandia, después de la cual dio á la luz Odas y baladas y Bug-Jargal. Desde esta época tomó, junto con Sainte-Beuve, Boulanger y Deschamps, la dirección de la escuela romántica, y poco después, en 1827, rompió definitivamente con el clasicismo, al publicar el drama Cromwell. Un año después salió la grande obra Orientales, y en 1829 su primer drama Marión Delorme, cuya representación fué prohibida por la censura, al que siguió Hcrnani, que no alcanzó más de seis representaciones á causa de la exaltación que produjo. Rápidamente vamos: á enumerar sus obras que se aglomeran: Nuestra Señora de París, 22 de noviembre de 1832; los dramas El rey se está divirtiendo, Lucrecia Borgia, María Tudor, Hojas de otoño. Canto del crepúsculo, y Angelo, r e presentado en 28 de abril de 1835 en el Teatro francés. Fué en 1837 nombrado oficial de la Legión de Honor, y escribió en esta fecha L ¡ Í ces y sombras, una de sus mejores obras líricas. SUPLEMENTO GRATIS Á L A I L U S T R A C I Ó N . VÍCTOR HUGO Y SUS OBRAS N. LA ILUSTRACIÓN 240 Ruy Blas fue representado en 183S; en 1840 perdió la elecci(jn de la Academia francesa, pero el año siguiente alcanzó un ruidoso triunfo al ser elegido miembro de la distinguida corporación. l'\ié en 1845 nombrado P a r de l'Vancla, en cuya cámara alcanzó grandes triunfos gracias á su erudición y relevantes cualidades de carácter. En la revolución fué nombrado miembro de la Asamblea Constituyente, y fundó el periódico L'Evencment, que se convirtió después eníSAvcnement al ser suprimido el primero. Opúsose con todo su prestigio al golpe de Estado de 1852, y al consolidarse el Imperio hubo de emigrar, refugiándose en la isla de Jersey, de donde se alejó en 1855. Durante esta época publicó Contemplaciones, Leyenda de los siglos, Los niños, y otras obras políticas. No aceptó las amnistías de 1859 y 1869. En 3 de abril de 1862 se publicaron en nueve idiomas á la vez Los Miserables, que se vendieron al par en París, Bruselas, Londres, NuevaYork, Madrid, San Petersburgo y Turin. E n 1864, William Sliakespeare, y en 1865 Canciones de las calles y bosques; en 1867 París, y en 1868 Voz de Guernesey. Eué también hábil dibujante y él mismo hizo los esbozos para el Libro de aguinaldo y El artista. Su tercera n o vela, Los trabajadores del mar, fué editada en I 866 y El hombre que ric en 1869. La revolución del 4 de setiembre permitió á Víctor Hugo volver á París, desde donde d i rigió u n a proclama á los alemanes á fin de que se constituyeran en república. Durante el sitio de la capital de Francia, no ejerció cargo p ú blico y dedicó el dinero q u e dio la edición de los Castigos á fundir cañones y dotar las a m b u lancias. En 187 I fué elegido diputado por el departamento del Sena, y el 18 de mayo perdió uno de sus hijos, Carlos, redactor del Rappel, por lo cual marchó á Bruselas á fin de arreglar la herencia de sus nietos. En 1876 le nombraron senador por París. Domiciliado definitivamente en esta ciudad, p u blicó últimamente una colección completa de sus obras políticas, dividida en tres partes: Antes de la emigración. Durante la emigración y Después de la emigración. En 1881 se celebró el aniversario de Víctor Hugo en París, de un modo solemne. T a n grande fué la manifestación, que llenó los á m bitos del m u n d o . Hoy h a celebrado otra vez la nación francesa u n acto de admiración en honor de Víctor Hugo, pero por desgracia triste en vez de aquel todo gozo. Los funerales del «Grande hombre,» como le llaman sus compatricios, han sido un verdadero testimonio del dolor experimentado por la causa de la civilización y del progreso al perder eh Víctor Hugo su sólido sostén, al decidido defensor de los oprimidos, ora apoyado en las fórmulas legales desde las Cámaras públicas ó las columnas de la prensa, ora en sus versos inmortales, gloria de su nombré y de nuestra época. Hoy q u e h a dejado de existir, comenzarán á ser m á s apreciadas sus obras, pues no queda la esperanza de que un nuevo sol venga á eclipsar los rayos de sus partos literarios: al fallecer el poeta crecen sus poesías, y la pérdida se nota fuertemente. Sea su obra faro y norte para la actual generación. otras veces, concluirá por dormirse al son de su flauta y le dejará concluir á solo este discordante dúo. LA MIIF.RTI-; DI; VícroR I luco. Después de lo que en otro lugar decimos acerca de Víctor Hugo, poco nos queda que consignar: el luto es grande y terrible; nuestros grabados dan hasta cierto punto prueba de ello, especialmente el que representa el exterior de la casa de Víctor Hugo, en la vía de su nombre, el día 22 de mayo, fecha fatal de su muerte. En otrf) reprodúcese su estudio, tan memorable por las obras en él escritas, su lecho de muerte y su retrato con una alegoría de sus obras m á s famosas. Nada diremos de sus funerales costeados por el Estado'; vamos sólo á indicar alguna de sus obras inéditas. Entre ellas se cuentan: El teatro en libertad, el drama histórico Los gemelos, que versa sobre el Máscara do hierro, otro drama ¿Comerán? primero titulado L^l hambre, la comedia La abuela, y una serie de versos Las cóleras justas. Su lecho de muerte fué rodeado por sus amigos y admiradores, y, una vez finado, cubierto de flores, de las cuales se destacaba el gran poeta cual mormórea estatua. Su era incapaz para casa contener la muchedumbre que deseaba honrar la memoria del poeta nacional. El arco de la Estrella ha sido el dosel q u e h a cubierto el féretro del más eminente francés de nuestra época; allí ha desfilado el pueblo por quien tanto se ha afanado, contemplando por vez última los restos del hombre que tanto le amó y á quien tanto ha amado. EN E L ÁLBUM de la Srita. María Antonia Saluzzo. ALEGORÍA. Pomposa nave, que la enhiesta lona al viento das en la gentil ribera, y airosa cruzas la tranquila zona que baña el sol de la ilusión primera; el himno escucha q u e en tu prez entona bardo sentido, cuya voz sincera tus altos dones á cantar aspira al grato son de la vibrante lira. Ves, de la dicha bajo el tierno halago, trocarse en luz la tenebrosa bruma, el m a r rugiente en adormido lago y en nivea alfombra la sonante espuma; y como sube por el éter vago el ave audaz de pintoresca pluma, así gallarda al porvenir te lanzas volando en pos de ricas esperanzas. De ledas auras al rumor sonoro luciendo vas en tu feliz camino de la hermosura el mágico tesoro y del pudor el talismán divino; y cual dibuja con pincel de oro el alba su paisaje peregrino, te ofrece así la candida inocencia coronada de flores la existencia. Dúo. El pobre aprendiz emplea sus ratos de descanso para dar libre curso á sus expansiones musicales, pero como á m á s del trabajo ordinario tiene encomendados mil y mil quehaceres domésticos, uno de ellos el de ser el guardián del chiquillo de sus amos, embebido en sus e s tudios no repara en que el niño se ha tumbado de su carrito y que por ello llora á m á s y mejor. Sin duda cree el aprendiz c]ue el niño, como Sigue, nave gentil, tu rumbo cierto por el piélago oscuro de la vida, que ya lucir en tu horizonte advierto las ilusiones de la edad florida; y cuando toques el seguro puerto donde la sombra á reposar convida, guarda un recuerdo para el débil canto que hoy á los cielos en tu honor levanto. M,\NUEL FoAinoNA P A L A C I O . 363 Rima. Una tarde sentados blandamente sobre el mullido césped del jardín, unas palabras pronunció mi boca dirigidas á tí. Tu rostro se contrajo suavemente, tus ojos me miraron sin amor y tu grata sonrisa me negaste huyendo mi ilusión. Quise en vano buscar dulces palabras con que volver tu rostro á reanimar, y encontré que el lenguaje no sabía expresar la verdad. Quise decirte lo que yo sufría la grandeza y lo puro de mi amor y que no hicieras caso de palabras que el alma no dictó. Y en este batallar intenso y rudo vi una lágrima ardiente resbalar que prisionera de tus puros ojos dejaste en libertad. Secos mis labios por la lucha interna, su sed aquella lágrima apagó; fundimos nuestras almas en un beso y alcancé tu perdón. MIGUEL DE PALACIOS. Balada. De este modo en mi presencia un mancebo se expresó: «Ni ante el peso de la ley, ni ante el ángel de mi amor, ni ante el poder, ni ante el trono mi cabeza se inclinó.» E n esto oyóse á lo lejos el eco de triste voz; era la voz de su madre y humilde se arrodilló. NARCISO DÍAZ DE ESCÓVAR. Oriental. Río abajo, río abajo donde las aguas acuden á susurrar á la sombra de bañes y almoradujes, se sienta la que yo amo para que el agua la arrulle. Yo le mando mis memorias, y le mando mis saludes, y le mando mis suspiros que son del alma perfumes. Y el agua que entre las cintas de la yerba á sus pies bulle, va diciendo, cuando para, para que Zora lo escuche: Mahomet te manda memorias, Mahomet te manda saludes, Mahomet te manda suspiros que son del alma perfumes. Y dirá mi Zora al agua, después que el agua la arrulle: Toma perlas de mis ojos para Mahomet, y en son dulce devuélvele sus memorias, devuélvele sus saludes, devuélvele los suspiros que son del alma perfumes. Ahora la reina del agua quizás mi nombre pronuncie; mas iay de Mahomet! que arriba en ansiedad se consume, pues el agua va hacia abajo y jamás memorias sube. CECILIO NAVARRO. LA ILUSTRACIÓN. 264 N.' 240 Viaje por Túnez R. CAGNAT, doctor en letras, y R. SALADIN, arquitecto F.XCARC.AnOS D F : U N A C O M I S I Ó N A R Q U E O L Ó G I C A P O R E L M I N I S T E R I O D E I N S T R L ' C C I Ó N PIT5I.ICA (CONTINUACIÓN.) recientemente en un artículo ( i ) la futura T r u ville de Túnez. E s Hammam-Lif un establecimiento termal situado á orillas del mar, cuya playa de finísima arena atrae, en la primavera, gran número de bañistas. La población no cuenta muchas casas, y de ellas la más notable es la del bey (dar el bey). Todas encierran una () m u chas piscinas alimentadas por los manantiales de agua caliente que brotan de la montaña, cuya temperatura no baja de cuarenta grados centígrados. Son estas aguas, al parecer, muy eficaces contra los reumatismos y las enfermedades cutáneas, y aunque no garantizamos en a b soluto la verdad de lo que exponemos, afirmamos por experiencia propia que son preciosímas para los viajeros que acaban de llevar á termino un largo trayecto. En un restaurante provisional regentado por un europeo nos dan de almorzar, y en concluyendo nos subimos otra vez sobre nuestras cabalgaduras y continuamos la marcha al través de u n a comarca triste, cenagosa, y sin ni siquiera una ruina. P o r fortuna viene con nosotros Mohamed , c u y o pollino ha descansado durante n u e s tro a l m u e r z o y avanzaalegremente. El negrillo nos relata su historia. Apenas ha conocido á sus padres, que le dejaron al cuidado de una tía anciana ; sólo se acuerda que era muy pequeñito y vagaba por las calles cuando entró al servicio de una familia griega, para cuidar de u n a niña, á la cual c o bró g r a n d í s i m o añadir que esta es la única mujer árabe que halla gracia á sus ojos, porque, como dice él en forma de conclusión: ''la mejor de las árabes no vale lo que la peor de las francesas.» i Oh Mohamed! ¡quizá no conoces el alcance de tus palabras! Departiendo de esta suerte y derribando de vez en cuando, sin apearnos, u n a alondra para la cena, llegamos á (jrumbelia. Esta aldea, que encierra á lo más quinientas almas, está, como la mayor parte de las aldeas árabes, pésimamente construida y es sucia sobre toda pondei'ación, principalmente después de llover. .Alí se nos ha adelantado para avisar nuestra llegada á las autoridades, y el cheik nos recibe con a m a bilidad suma, si bien se ha olvidado de poner en conocimiento de los perros nuestra venida. Aunque encerrados en el interior de las casas, esos malditos animales nos sienten pasar por la calle; de un salto se h a n subido á las azoteas, por las que corren como posesos, aullando, ladrando y mostrándonos dos hileras de dientes afecto, y á la que dormía en sus brazos y p a seaba por las calles de Túnez ó de la Goleta. La niña esa murió muy joven y Mohamed la llora todavía. Luego pasó al servicio de otras familias, italianas ó francesas; ha servido en Monastir, s i tuada en la costa de Susa; ha recorrido la R e gencia con no sé qué gran señor tunecino que le había tomado en calidad do cocinero, y ha aprendido un poco todas las lenguas por haberse codeado con todaslasnaciones quctienen representantes en Túnez. Además, como es hombre de juícioy ha tenido la suerte decncontraramos que se han tomado el trabajo de formarlo, ha adquirido de nuestra civilización algo bueno y posee una cultura moral superior á la de la mayor parte d e s ú s compañeros. P o r otra parte, corre por sus venas sangre negra, y sabido es que los negros valen buena cosa más q u e los árabes propiamente dichos. Hay que oirlc hablar de su a n ciana tía; la quiere tan entrañablemente, que para ella trabaja desde tanto tiempo y no halla nunca atenciones bastante delicadas para d e mostrarle su afecto. Mohamed se propone traerla de .Argel, á donde nos iremos, un litro de rapé; será la primera vez de su vida q u e la buena anciana lo habrá gustado tan bueno. Debemos blancos, largos y acerados. Esos perros, cuyos hermanos encontraremos en todos los aduares, pertenecen á u n a especie sui generis; parecen lobeznos. Tienen las orejas puntiagudas, el rabo casi mondo, y el pelo, generalmente bastante largo, áspero como crin y blanco sucio, se les eriza en el lomo cual las espinas de un pez, cuando se encolerizan; pero en realidad asustan más que no son peligrosos. Nos han dispuesto un alojamiento para la noche en la tienda de un veterinario, el Dar el Bey, hospedería en la que no encontramos d e cente abrigo por estar la casa en ruinas. Por demás fatigados de la primera jornada de viaje y sobre todo á causa de los preparativos que lo han precedido, no tardamos en acostarnos. Ya veremos Grumbelia de dia, y por cierto en poquísimo tiempo. La única curiosidad de esta aldea es u n a fuente cuyas aguas caen en un abrevadero, y en cuya parte superior hay una inscripción árabe, bastante antigua, que indica la fecha en que la mentada fuente fué construida y el nombre de quien la hizo construir. Mientras ensillan nuestros caballos, nos vamos al fonduk, que es i m ponderablemente sucio; pero en él tomamos dos tazas de rico café moro, y vayase lo uno por lo otro. Para salir de la aldea, hay que atravesar unos (1) 1883. Revista polilica y literaria, 21 de julio de IIAMMAMET. plantíos de olivos, cuyos árboles parecen cargados de fruto, casi ya en estado de recolectarlo. Nada tan agradable á la vista como esos jardines que se extienden á nuestro alrededor, nada más armonioso que su follaje sombrío al través del cual filtran los rayos del sol levante, en tanto cjue las montañas, cuyas laderas se iluminan poco á poco, rodean el paisaje de una larga linea violácea. Pronto nos encontramos en el llano, pero á lo menos alegran la soledad grupos de lentiscos y mirtos, cuyo apagado verde rompe acá y allá la monotonía del terreno: poco después atravesamos las calles y los jardines de Turki, aldehuela no más extensa que G r u m belia, en las cercanías de la cual se vio en apuros, en setiembre de 1881, una columna expedicionaria francesa. Apenas acabamos de salir de Turki, cuando á nuestra derecha divisamos, á lo lejos, u n a alta torre parecida á un alminar, que surge de en medio de arbustos de toda especie, y para ver de c e r c a la c u a l nos desviamos del camino por un. instante. Efectivamente es un alminar, pero su basamento pertenece á la época r o m a n a , y está construido con hermosos sillares rectangulares q u e sin duda pertenecieron á un m a u soleo. La localidad se l l a m a Beled Djedeida (aldea nueva) y actualmente está desierta por haber obligado á s u s habitantes á abandonarla la insalubridad de su posición. Algunas casas arruinadas rodean el alminar, entre las que todavía se ve una prensa de aceite. La yerba, los cactus y otros arbustos espinosos cubren lo demás con impenetrable velo. Entretanto nuestros bagajes h a n proseguido su camino, y apenas á ellos nos hemos reunido cuando nuestro hamba nos señala muchos p e queños cercados de piedra, de en medio de los cuales se levantan tres palmeras; hay allí, al p a recer, cuarenta tumbas que encierran los cuerpos de otros tantos héroes muertos, naturalmente, combatiendo contra los cristianos. La localidad es conocida con el nombre de Arbain (los cuarenta). Más lejos, á unos cuatro kilómetros, encontramos un gran fonduk llamado Bordj el AkhJaid, un poco m á s allá del cual empieza un desfiladero bastante angosto, una khanga, para servirnos de la expresión consagrada, q u e no termina hasta Ilammamet. E n otro tiempo p a rece que este monte era muy frondoso, pero hoy, gracias á los fabricantes de carbón de leña, ha variado notablemente. Eórmanlo diversos á r boles de esencia resinosa, como tuyas, lentiscos y pequeños pinos, y el suelo es quebrado y abundante en caza, de lo q u e nos aprovechamos. Antiguamente este paso gozaba de reputación malísima, tanto, que no había quien se atreviese á aventurarse en él p o r miedo á pere- N." 240 LA ILUSTRACIÓN. cer asesinado y ser terribles las leyendas que sobre el particular corrían de boca en boca. cQuc había de positivo en la esencia? Sea lo que fuere, lo cierto es que este khanga ha sido teatro de reñido combate, durante la campaña de Túnez, y que los rumores desagradables esparcidos s o bre el particular, han impedido á nuestros soldados aventurarse osadamente en él, en tanto que inspiraban á los árabes una audacia que estuvo á pique de sernos funesta. Por la tarde, poco antes de ponerse el sol, llegamos á Hammamet, á cuya ciudad hemos venido tres años consecutivos, listo no o b s tante, siempre nos ha seducido el espectáculo que ofrece al viajero. Cierto es que las circunstancias estaban lejos de ser siempre tan favorables. La primera vez que estuvimos en este punto, era un poco antes de la guerra, en el mes de febrero de 1881. Los habitantes, sin mostrarse hostiles, no nos miraban con benevolencia, por lo que nos vimos obligados, por prudencia, á no internarnos en la ciudad, en la cual, debemos decirlo con franqueza, nos fue negada la hospilalidad por el único cristiano que había en ella y desempeñaba entoncesel consulado de una n a ción europea. Así p u e s , nos vimos obligados á b u s car asilo en un fonduk situado á la entrada de los jardines, y á contentarnos con un cuarto abierto á todos vientos, que por cierto corrían desencadenados aquella noche.-El propietario, argelino emigrado, al principio nos puso mala cara, no suavizándose sino á la vista de n u e s tros rewólvers colocados ante nosotros sobre la m e sa. Durante los dos ó tres años, hemos encontrado, gracias á la tales como naranjos, jazmines y rosales. El olivo, el almendro y el algarrobo abundan en ella, y las tcktolas que en sus ramas buscan un refugio, llenan los aires con sus plañideros arrullos. De lo alto de la kazbah, que está situada al suroeste de la ciudad; se goza de un panorama indescriptible. De un lado se extienden á nuestros pies las casas de la ciudad, en muchas de cuyas azoteas se ven tendidas ropas de vividos colores que flotan á merced del viento y adquieren á la influencia de los rayos del sol tonos más brillantes todavía; á la izquierda se desarrollan los jardines con sus verdes de todos matices, y á nuestro frente y hasta donde alcanza la vista divísase el mar, sosegado y azul, de cuyo seno surje, en el horizonte, la pequeña ciudad de llergla. Nabel misma, la Ñapóles tunecina, á pesar de su renombre, á nuestro ver no aventaja á H a m m a met. Sin embargo, las impresiones del hombre dependen de circunstancias tan diferentes, cjue tal vez el sentimiento que esta ciudad nos ins- presencia de la compañía franca de Túnez y á la amabilidad de su distinguido capitán M. Bordier, la acogida más cordial. Pero bien ó mal acogidos, siempre nos hemos llevado de n u e s tra visita á Hammamet el recuerdo del paisaje más encantador que sea dable imaginar. La ciudad está situada en un golfo al cual ha dado su nombre. Sus muros, del lado del este, se bañan en el mar, y hacia el norte y el ñor-' oeste se extienden vastos cementerios sombreados por añosos árboles cuyo tronco desaparece más cada día en las movedizas arenas que p o nen de todos lados apretado cerco á Hammamet. Así es que cuando el viento sopla con violencia, los torbellinos le ciegan á uno y hacen bastante desagradable el pasearse. En cambio, empero, cuando la atmósfera está tranquila, iqué deliciosa mansión! La ciudad, ceñida por un cinturón de piedra, flanqueado de trecho en trecho por torres cuadradas medio embutidas en las murallas, resalla por su blancura sobre el sombrío azul del mar. En la bahía se mecen muellemente algunas barcas pescadoras ó de cabotaje, y los jardines que se hacen en los alrededores están poblados de árboles adoríferos. pira deba atribuirse en parte á la amistad que nos une al capitán Bordier y á su compañía franca. ¡Pobre compañía franca! Cuando por vez primera la vimos, estaba aún organizándose. Sin embargo, iqué energía desplegó durante los dos meses que nos sirvió de escolta! Era poco tiempo después de terminada la expedición de Túnez, hacia el otoño de 1881. Admirado de la rapidez con que los árabes se trasladaban de un punto á otro, y de la dilicultad que existía, no sólo de alcanzarles, sino aun de perseguirles con alguna probabilidad de éxito, alguien tuvo la idea en Túnez, creemos que el general Japy, de formar compañías compuestas mitad de soldados franceses y mitad de tunecinos, para que unos comunicasen á ios otros las cualidades de que carecían: de esta suerte los franceses ensenarían á los tunecinos la disciplina y el oficio militar, tal cual se practica hoy, y los tunecinos enseñarían á los franceses el modo de triunfar de las dificultades materiales de toda especie con que se lucha en tierra árabe.^ Para hacer las marchas más rápidas, la compañía debía no llevar bagajes ni impedimenta, como con tanta exactitud GOLI O DE ll.VMMAMET. 265 decían los romanos, y se alimentaria sobre el país. Ni pan debían llevar los soldados, ó á lo más para dos ó tres días; ya lo elaborarían á medida de las necesidades; y la cebada para los mulos, con comprarla donde debiese echárseles el-pienso, bastaba. En cuanto á la carne, seguiría por su propio pié en forma de pequeño rebaño fácilmente renovable, y por lo que respecta al vino lo beberían cuando hubiera. Las provisiones de azúcar y de café se adquirirían sin trabajo en una tierra cuyos habitantes todos hacen de estos artículos tanto uso. Por otra parte, un centenar de hombres se alimenta asaz cómodamente, tanto más cuanto siempre se encuentra algún mercader, amigo del lucro, pronto á seguir, con su carreta, una pequeña columna como la de que hacemos mérito. Con este efectivo de franceses é indígenas, la compañía mixta del capitán Bordier recibió el encargo de ocupar la ciudad de Hammamet, cuando la insurrección señoreaba todavía el país, y relevar un regimiento que daba en ella la guarnición y debía entraren campaña. La llegada de la compañía no fué del agrado de los h a b i t a n t e s , como en protesta de los cuales al entrar esta por los jardines sonó un tiro, á la otra parte de un seto de cactus, que por fortuna no hirió á nadie. Había que vengar inmediatamente este ataque y contener la efervescencia de los árabes, por lo que se impuso á la ciudad una contribución hasta tanto no entregasen al culpado, que fué fusilado sumariamente tan pronto se le hubo entre las manos. Cortáronle luego la cabeza y expusiéronla por espacio de ocho días en lo alto de la kasbah, para que los insurrectos tomasen ejemplo en ella y supiesen á lo que se exponían al atacar un destacamento de soldados franceses. Desde entonces, la ciudad estuvo perfectamente tranquila, y cuando á ella llegamos, la compañía franca era no sólo temida, sino estimada. Por otra parte, nada más pintoresco que ese grupo de soldados vestidos los unos á la francesa y los otros á la tunecina. A la cabeza de ellos iban dos ó tres spahis que servían de exploradores á la columna. El más viejo de ellos, su jefe, goloso, que para tranquilizar su conciencia y no violar las reglas del Corán bebiendo un licor prohibido llamaba kawa (café) al vino y kalib (leche) al ajenjo, era un tunante más a s tuto que un zorro. Difícil hubiera sido inventar una estratajema que él no hubiese descubierto al punto. .•\ los spahis seguían tres ó cuatro cornetas indígenas, á los cuales nos parece todavía ver marchar delante de nosotros, con su levitin negro y su mugrienta chechia (casquete encarnado). (Se continuará.) LA ILUSTRACIÓN. 366 Leila ó el sitio de Granada. POR LORD LYTTON. (CONTINUACIÓN.) C A P Í T U L O Vil. EL TRIBUNAL Y EL MILAGRO. Era de noche y el ejército reposaba en silencio, cuando cuatro soldados de la Santa hermandad, conduciendo un prisionero maniatado, se acercaban silenciosos á una tienda de grandes dimensiones, próxima al pabellón del monarca. El profundo foso que la rodeaba, las barricadas formidables que la defendían y los centinelas estacionados á frecuentes intervalos que la custodiaban, indicaban la estimación en que se tenía aquella parte del campamento real. La tienda mencionada era mayor que el mismo pabellón del rey, construida de cañamazo y circundada por anchos muros de macizas piedras. En su cúspide se destacaba sombrío, á la luz de las estrellas, un pequeño estandarte negro en el que se distinguía una cruz blanca de grandes dimensiones. Los soldados hicieron alto á la puerta del muro, y entregaron su prisionero á dos delgados centinelas, encargándoles precaución; después, relevando á los centinelas que se adelantaron con el primero, permanecieron m u dos, porque un silencio austero y una disciplina espartana eran los artículos de la Santa hermandad. El prisionero, cerca ya de la tienda, se detuvo un momento, miró fijamente en derredor suyo, cual tratando de fijar en su mente el shio donde se encontraba, y, con gesto impaciente y altanero, siguió á sus guardias. .Atravesó dos divisiones de la tienda, pálidamente iluminadas y aparentemente desiertas. Un hombre, vestido de negro, con una cruz blanca en el pecho, se presentó de repente; cambió varias señales con los conductores, y un momento después Almamén el Hebreo se encontró en una gran cámara (dadas las dimensiones de la tienda), coldada toda de sarga negra. Al otro extremo se veía un estrado, sobre el estrado una mesa y sentatados delante de ella tres hombres. Rígido y tranquilo, Tomás de Torquemada permaneció de pié al lado del estrado. El umbral de la tienda estaba guardado por dos hombres, cuyos vestidos tenían mucho de común en el color y en el corte con los de los que habían conducido á Almamén á presencia del inquisidor. Ambos empuñaban grandes lanzas y, colgando á un lado, largas espadas de dos filos. Tales eran los habitantes de aquella triste y siniestra habitación. El israelita miró en torno suyo, pálido, pero con ojos centelleantes y despreciativos, y cuando su mirada encontró la del dominico, pareció que estos dos hombres, ambos tan elevados sobre el nivel de los demás, por la rigidez de su naturaleza y la energía de sus pasiones, trataban de aplastarse mutuamente, acentuando cada uno su propia supremacía. Sin embargo, en realidad, ninguno hizo justicia al otro, y á la desdeñosa indignación de Almamén respondió el glacial desprecio de Torquemada. — Prisionero, dijo el dominico, que fué el primero en retirar la vista, mejor sentara á tu condición aire menos altivo y obstinado; pero no importa, nuestra Iglesia es modesta y humilde. Hemos enviado á buscarte impulsados por un sentimiento de paternal y caritativa esperanza, porque aunque como espía y traidor estás condenado á muerte, quisiéramos redimir tu vida y salvarte para el arrepentimiento. Tú no defraudarás esa esperanza, porque débil es nuestra naturaleza y se agarra á la vida como el náufrago á la tabla. —Sacerdote, si sacerdote e r e s , replicó el hebreo, cuando, prisionero, fui traído al cam- pamento español, expliqué los motivos de mi encuentro entre las tropas de los moros. Mi celo por el rey de España me acarreó ese peligro; y al escapar de él, es el mismo rey de España quien me acusa y quien me juzga. Si, sin embargo, lo que se quiere es mi muerte en premio de servicios inestimables, dádmela; aquí me tienes tranquilo y sereno. A cumplir tu encargo, ve á decir á tu señor que pierde más con mi muerte de lo que puede ganar con las vidas de treinta mil combatientes. —Cesa en tu necio discurso, dijo el inquisidor con desprecio: y no creas que tus huecas palabras seducirán la poderosa inteligencia de Fernando de España. Tienes que defenderte contra más graves cargos que el de traición al rey á quien pretendías servir. Sí, infiel como eres, vindícate de la blasfemia inferida á Dios, á quien debieras rendir adoración. Confiesa la verdad. ¿Eres de la tribu y fe de Israel? El hebreo frunció siniestramente el ceño y dijo solemnemente: —El hombre, juez es de los actos de los h o m bres, mas nó de sus opiniones. No te contestaré. — Reflexiona. ¡Tenemos á mano instrumentos que no resisten los nervios más fuertes, los más templados corazones... jReflexiona!.. ¡Confiesa! — T u s amenazas no me intimidan; pero soy h u m a n o ; y pues quieres saber la v e r d a d , te la diré sin exponerme al suplicio. Yo pertenezco á la misma raza que los apóstoles de tu Iglesia; soy judío. Confiesa... anotad sus palabras. Prisionero, has obrado cuerdamente; y plegué al cielo que, siguiendo tal conducta, te libres del suplicio y de la muerte. Y cen esa fe ha sido educada tu hija? IFíespOnde! — ¡Mi hija! ¡No hay acusación contra ella! ¡Por el Dios de Sinaí, no te atrevas á tocar un solo cabello de su inocente cabeza! Responde, repitió fríamente el inquisidor. — S i ; fué educada en la misma fe de su padre. —Anotad la confesión. Prisionero, prosiguió el dominico, después de una pausa, aun q u e dan unas cuantas preguntas; responde la verdad y habrás salvado la vida. iEn la conspiración fraguada para elevar al poder y á la influencia tu raza, ó, como ast,utamente expresaste, para someterla á las mismas leyes que rigen á los hijos de Nuestro Señor, en la conspiración fraguada (por qué negras artes yo no sé, proteja nos, beate Domine.') para seducir el corazón del infante de España por conducto de la lasciva belleza de tu hija en esta conspiración — silencio silencio, repito has sido ayudado, secundado ó instigado por ciertos judíos de Andalucía? —Tente, sacerdote, gritó impetuosamente Almamén, has nombrado á mi hija, elle oído bien? Colocada bajo el amparo sagrado de un rey, de un caballero que ciñe espada, cha sido... respóndeme, le lo imploro... ha sido insultada por las licenciosas declaraciones de un hombre de sangre real? Responde. Soy judío, pero también padre y hombre. —Tu fingida pasión no nos engaña, dijo el dominico, que sin lazo alguno que le uniera á la vida, no conocía él mismo sus pasiones. Responde á la pregunta que se te ha dirigido. í N o m b r a á tus cómplices. — T o d o te lo he dicho. Tú has rehusado conlestarme. Te desprecio y te reto. Mis labios se cierran. El grande inquisidor miró á sus cofrades y alzó la mano. Sus asistentes cruzaron varias palabras en voz baja, y luego uno de ellos se levantó y desapareció tras el cañamazo. Se alzaron las colgaduras y el prisionero contempló una cámara interior, cuyas paredes estaban cubiertas de instrumentos que por su forma revelaban su naturaleza, j u n t o a l a rueca, colocada en el centro, una figura alta v siniestra, con los brazos N.° 2 4 0 desnudos, lijaba, como por instinto, los ojos en el prisionero. .Vlmamén asistió á los preparativos de la espantosa operación sin pestañear siquiera. Los guardias de la entrada se aproximaron, y, libertándolo de las cadenas que le oprimían pies y manos, le empujaron hacia el instrumento del suplicio. De repente el israelita se detuvo. —Sacerdote, exclamó con acento ñiás h u milde que el que hasta entonces había e m pleado, las noticias que me comunicaste con respecto á la única hija de mi casa y de mi cariño, me desconcertaron por el momento. Permíteme un instante para reponerme, y responderé de buen grado á todas tus preguntas. Sírvete repetirlas. El dominico, cuya insensibilidad al temor y desprecio del dolor corporal sancionaba su crueldad con el prójimo, sonrió con soberano desdén ante la aparente vacilación y debilidad del prisionero; pero como no se deleitaba en la tortura por la tortura misma, hizo señal de suspender la operación y dijo con voz cscesivamente meliflua y amable dadas las circunstancias de la escena: —Prisionero, si pudiéramos, aun á trueque de experimentarle nosotros mismos, librarte del suplicio, el cielo es testigo de que con gusto ocuparíamos el lugar que con pena y angustia te reservábamos. No te apresures; toma aliento; recóbrate. Tienes tres minutos para considerar la conducta que has de seguir antes de repetir mis preguntas. Pero guárdate de burlar nuestra indulgencia. —Me bastan; gracias, dijo el Hebreo con un ligero tinte de gratitud en su acento. Y al hablar inclinó el rostro sobre el pecho y cubrióle cual si se hallara en meditación profunda, con los pliegues de su anchuroso manto. Apenas había trascurrido el plazo, cuando volvió á alzar la cabeza, echando atrás su manto 1^1 dominico exhaló un agudo grito; los guardias retrocediedieron espantados. . Un gran cambio se había operado 'en Almamén; parecía que le envolvía literalmente una hoguera; sus labios despedían llamas que acariciaban sus grandes bordes, y recorrían sus hombros cual serpientes de fuego; rojo de sangre era el color de su pecho, de su altanera frente y de su extendido brazo, y cuando su mirada encontró, por un momento no más, la mirada aterrada de sus jueces, pareció, en efecto, realizar todas las supersticiones de la época; ya no era el tembloroso cautivo, sino el demonio potente ó el terrible mago. I'.l dominico fué quien primeramente recobró el dominio sobre sí mismo. —.'\garrad al mago, gritó. Pero nadie dio un paso. .\ntes de que la exclamación hubiera expirado en sus labios, Almamén sacó un frasco de su pecho y le arrojó con fuerza al suelo; el frasco se rompió en mil fragmentos; una niebla se formó en la estancia, que fué propagándose, espesándose, ennegreciéndose y sembrando en derredor las tinieblas. La misma luz de las lámparas no podia romperlas. La luminosa forma del hebreo fué haciéndose más y más oscura hasta que desapareció en la sombra. Reinó un silencio de muerte, interrumpido por un grito y un gemido; y, cuando después de .algunos minutos se dispersaron gradualmente las tinieblas, Almamén ya no estaba allí. Uno de los guardias yacía en el suelo, empapado en sangre. Le levantaron. Había tratado de detener al prisionero y recibido una herida mortal. Murió al relatar con vacilante y entrecortada voz lo acaecido. En la confusión y quebranto de la escena, nadie r,;paró hasta mucho tiempo después, que el prisionero se había detenido lo bastante para arrancar su manto al guardia agonizante, lo cual probaba que, á pesar de sus artes secretas, temía no poder salir con seguridad del campamento sin ayuda de una estratagema más mundana. LA ILUSTRACIÓN. N.° 2 4 0 LIBRO III. CAI'rrULO isABi:i, Y LA I'Ri.MERO. 1)0NCI;LI.A JUDÍA. Micnlras esla escena acaecía ante el li'ibunal de Torquemada, Leüa, no repuesta de los temores que la dominaban y que reconocían por primera causa su belleza y su suave timidez, era llamada á la presencia de la reina. Aquella noble é inteligente princesa, cuyas virtudes eran suyas y cuyas faltas pertenecían á su siglo, no estaba, es cierto, exenta de supersticiones y de algo del espíritu intolerante de su real esposo; pero a u n que su fe la inclinaba á la persecución, su corazón la inducíaála piedad. Su voz era la única que se oponía al exaltado celo de Torquemada y mitigaba los sufrimientos de los desgraciados que caían bajo la sospecha de herejía. E n ella se amalgaban, afortunadamente, el sentimiento de la justicia y el de la compasión, y con frecuencia lograba, ya que no salvar al acusado, impedir que las consecuencias de su imputado crimen recayeran sobre los inocentes miembros de su casa ó de su tribu. E n el intervalo que había mediado entre su conversación'con Fernando y el juicio de Almarnén, el dominico, en una conversación con la rema, había exageraao no sólo la traición del hebreo, sino las consecuencias de la pasión impía que el príncipe había por Leila concebido. En aquella época, toda conexión entre un caballero cristiano y una judía era tenida por un crimen apenas expiable; y la ofensa de su hijo mspiró á Isabel un horror perfectamente natural en una madre piadosa y en una altanera reina. í ero, á despecho de todos los argumentos del fraile, se negó a entregar á Leila al tribunal de la Inciuisición, q u e , á pesar de su poder, no se atrevía á apoderarse de una persona colocada bajo la inmediata protección de la reina sin el consentimiento de ésta. —No temáis, padre, dijo Isabel con tranquila ín-meza; yo me encargo de examinar á la doncella; y, á lo menos, evitaré que seduzca ó sea seducida por ese desgraciado joven. Pero ha sido confiada en rehenes al rey mi esposo, y á mí; hemos aceptado el cargo y nuestro real honor está empeñado en su seguridad. No quiera el cielo que yo niegue la existencia del sortilegio, seguros, como estamos, de que emana del enemigo malo; pero me temo que en este asunto sea más culpable que culpada la doncella, y que mi mismo hijo no se halla al tanto de su religión; en cuanto sepa cuál es, seguramente c u rará de su error. Movéis la cabeza, padre mío; pero lo repito, quiero hacerme acreedora con mis medidas á la confianza que demando. Id tranquilo, buen Tomás. De nada nos aprovecharían nuestros años de reinado, si no creyéramos poder luchar con una simple doncella y dominarla. La reina tendió la mano al monje con sonrisa tan amable de dignidad que suavizó aún su endurecido corazón, y con un suspiro de repugnancia y orando entre dientes porque los consejos de la reina produjeran el mejor resultado, Torquemada abandonó la real estancia. — P o b r e rfifta, pensó Isabel; no se acomodarían sus delicados miembros y frágil forma á la austera tutela del fraile. Me ha parecido amable esa joven y su rostro posee toda la encantadora dulzura de nuestro sexo; sin duda nos será fácil persuadirla con suaves razones á abjurar su miserable credo, y la sombra de un sagrado convento la librará á un tiempo de las miradas licenciosas de mi hijo y del celo de hierro del inquisidor. Quiero verla. Cuando Leila entró en el pabellón de la reina, Isabel, que estaba sola, notó con compasiva mirada su tembloroso paso. \ cuando la joven, asintiendo al mandato de la soberana. alzó su velo, la palidez de s u s mejillas y las huellas de sus recientes lágrimas impresionaron más favorablemente á la reina de lo que las piadosas invectivas de Torquemada hubieran hecho esperar. —Doncella, dijo Isabel con insinuante acento, temo que te hayan molestado los irreflexivos caprichos del joven príncipe. No pienses más en eso. Pero si realmente eres lo que yo me aventuro á creer, y lo que espero ver por ti coníirmado, secunda con alegría los medios que te sugeriré para impedir la continuación de d e claraciones que no pueden menos de empañar el claro brillo de tu nombre. — lAh, señora! exclamó Leila, hincando una rodilla ante la reina, yo aceptaré con gozo, con gratitud un asilo que me ofrezca soledad y paz. —El asilo á que con placer guiaré tus pasos, respondió la reina, te ofrecerá lo que deseas, una soledad bendita y una paz celestial. Pero ya nos ouparemos en eso más tarde. ¿No vacilarás en abandonar el campamento, sin que el príncipe nada sepa, sin que pueda verte antes de partir? — ¡Vacilar, señora! ¡Ah! decid más bien que no tendré palabras con que expresar mi agradecimiento. —No me equivoqué al juzgar ese rostro, pensó la reina; y continuó: Sea así; no perderemos, pues, otra noche. Retírate al interior de la tienda; la litera estará inmediatamente preparada, y antes de media noche dormirás en seguridad bajo el techo de uno de nuestros más bravos caballeros y de u n a de las más nobles señoras con que se enorgullece nuestro reino. Serás portadora de una carta que te recomendará especialmente á su cuidado; en esa dama hallarás una protectora y una amiga. Y, oh doncella, agregó la reina, con benevolente entusiasmo, no cierres el corazón á sus palabras; escucha con todo tu ser sus maternales consejos; y Dios y su Hijo quieran que fructifiquen en tu pecho y vuelva u n a oveja descarriada al rebaño del Señor. Leila escuchó sorprendida, pero no respondió. Encaminóse á la división interior de la tienda, y, llegada á su entrada, se detuvo de i m proviso. — P e r d ó n , graciosa reina, dijo, pero íosaré dirigirte u n a pregunta? No se refiere á mí. —Habla y no temas. —Mi padre ese ha sabido algo de él? P r o metió ver á su hija antes de que el sol luciese cinco veces sobre el firmamento, y iah! el tiempo ha pasado, y yo me hallo todavía sola en la morada del extranjero. — ¡Infeliz! pensó Isabel. No conoces su traición ni su suerte, cy á qué has de conocerla? Ignorante de las bendiciones que lo porvenir te guarda, continúa ignorante también de los d o lores que el presente te ofrece. No te aflijas, exclamó en alta voz, graves razones impiden vuestro encuentro. Pero no le faltarán amigos en la morada del extranjero. — ¡Ah, noble reina, perdón de nuevo! una palabra más. No una vez sola, á mi presencia ha llegado un hombre anciano y austero, cuya voz hiela la sangre en mis venas. Me dirige preguntas sobre mi padre, en el tono de un enemigo que trata de arrancar á la hija una confesión en perjuicio de su dueño y señor. Ese h o m b r e . . . . ctú le conoces, graciosa reina?... ese hombre ino tiene el poder de hacer daño á mi padre? (Se continuará.) LUÍS T A S S O , E D I T O R , BARCELONA Ecüoiones en -4.0 DON QUIJOTE DE LA MANCHA, por Miguel de Censaníes Saacedra—Vn tomo de 372 páginas, A rs. en Barcelona y 6 rs. en el resto de Esi>ana. NOVELAS EJEMPLARES, por Miyuel de Cercantea Saavedra—Vn tomo que contiene las siguientes: 367 La Jitanüla.— El Amante liberal.— Binconete tj Cortadillo.—La Española ingiera.—El licenciado Vidriera.—La fuerza de la sangre.—El celoso Extremeño.—I.a ilustre Eregona.—Las dos doncellas.—La señora Cornelia..—El casamiento engañoso. — Coloquio de los perros.— La tía Jingida.—A rs. en Barcelona y O en el resto de España.—Encuadernado en tela, S rs. en Barcelona y -1 O fuera. ÜERMANIA, VEINTE SIGLOS DE HISTORIA ALEMANA, por J Sckerr.—Vos tomos con 164 grabados, 1 6 reales en Barcelona y 2 0 rs. fuera. CUENTOS DE PERRAULT Y DE MADAMA DE BEAUMONT, ilustrados por Gustavo Doré.—Vn tomo, i 2 reales en toda España. AVENTURAS DEL BARÓN DE MUNCHHAUSEN. Edición ilustrada con 150 dibujos de Gustavo Dore—Vn tomo, "I 2 reales en toda E.spaña. Eciiciones exi Q.° OBRAS POÉTICAS DE D. JOSÉ DE ESPRONCEÜA, con 8 dibujos por Gómez Soler. Edición completísima.—Un tomo de ,392 páginas. A rs en toda España. EL NIHILISMO V LA POLÍTICA RUSA, por E. Bar/c — Un tomo.—A reales en toda España. EL SOLTERÓN Ó UN GRAN PROBLEMA SOCIAL, por . I) Nicolás Diaz de Bcnjumea—Un tomo —8 reales en toda España. LA LIBERTAD PARA LA MUJER, por D.Tomás Miclielena —Un t o m o . ^ 6 reales en toda España. DEBORA, por /). Tomás Michetena.—Vn tomo.—S reales en toda Ksi)aña. LA DESCONSOLADA, por D. Benjamín Barlié.—Vn tomo 6 reales en toda Es[>aña. EMULSIÓN DE SCOTT de Aceite Puro de HÍGADO DE BACALAO con Hipofosfitos de Cal y de Sosa. £s tan agradable al paladar como la leche. Posee todas laa yirtudes del Aceite Crudo d« Hígado de Bacalao, más las de los Hipofosfito» Nutre y fortifica mucho. Ademas Cura la T i s i s . 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MARTÍNEZ DALMAU. |.l_0«KT DK MAR EIMFERMEPADES D E L P E C H O LICOR BREA MUÑERA LA ILUSTRACIÓN. ;68 gastos é ingresos de la zona general de Ensanche para el próximo año económico, que asciende á la suma de - ' . 2 5 2 , 0 0 0 pesetas. HISTORIA BE LA SEMANA MADRID. BARCELONA Kn el Ateneo liarcelones se ha celebrado una velada necrol()sica dedicada á honrar hi memoria del calcdrálico que fue de esta l,'n¡\ ersidad, doctor don Manuel Milá y l o n t a n a l s , á cuyo acto asistieron representantes del claustro universitai'io. I)iputacu)n provincial, de la Sojiedad ecomimica líarcelonesa de Amigos del país y de otras corporaciones tanto científicas como literarias. Abierta la sesión por el presidente del Ateneo, I). Luís Góngora. en breves y oportunas frases manifestó éste el objeto de la velada, descorriendo la cortina que tapaba el i'etrato del difunto catedríUico señor .\\ilá y l'ontanals. ¥A doctor 1). (Cayetano \ idal y Valenciano, también catedrático de esta Universidad, leyó una extensa memoria biográfica del señor Milá. siguiendo con galanas Irascs todas las lases que presentó su vid:i, exponiendo los rasgos más salientes que caracterizaron su época litei'aria, y enumerando lasdivei'sas composiciones que \'a en catalán ó castellano, en prosa ó en ver,so y pertenecientes á distintos géneros literarios escribió el referido catedrático. ESPF-CT.ÁCL'LOS.—Se ha cantado en el Liceo, El cli.xir d' ainore, de Donizetti, con grande éxito por parte de la señorita Theodorinl y los señores .Masini y Haldelli. Lste lillimo diósc á conocer como caricato de mérito, siendo sumamente aplaudido, en especial en el acto tercero. .Masini, en la romanza del acto citado desplegó sus grandes dotes de cantante, repitiendo, entre nutridos aplausos, la pieza. Nada diremos de la Theodorini, cjuien una vez más probó que no en balde la distingue nuestro público. Kn el Principal se han verificado los bcnclicios de .^\ario y la señorita .Mendoza Tenorio, f^l distinguido actor escogió Do.-: 'J'oinds para su beneficio, logrando muchos aplausos y ser llamado repetidas veces á la escena, en la que se le olrecieron regalos vali(jsos. La señorita Tenorio difícilmente olvidará la ovación que el lunes se le hizo en el decano de nuestros teatros. Kscogió ésta La niña hoha, y dejando aparte el modo magistral como la desempeñó, citaremos sólo que al finalizar el acto tercero, entre aplausos n u t r i dos y espontáneos se cubrió la escena de blancas azucenas que en repetidas veces cayeron como lluvia al rededor de la artista. L'na vez ahombrado de blanco el palco escénico, cayeron claveles encarnados que acab,irf)n de cubrir lasTablas. \\ leer una poesía en calahín del señor Soler, otra vez hubo de presentarse á la escena la señorita .Mendoza Tenorio, en compañía del citado autor. El martes se celebró una velada musical en el Ateneo Barcelonés, organizada por el señor \'idiella, y en la que lomó parte su discípula la señorita iMaría Luisa Guerra, quien obtuvo aplausos nutridos y merecidos por el modo magistral como tocó al piano las piezas que se le confiaron. Han empezado las regatas que el club de Barcelona ha organizado para la temporada de verano, asistiendo á la primera numerosa y escogida concurrencia. Tomaron parte en las dos primeras regatas, botes de vela ó de remo, armados para la vela, siendo los que alcanzaron el premio la denominada "Mercedes» y la "Saeta» respectivamente. La tercera regata para canoas de doce remos se la disputaron la "Covadonga» y la "Gravina,» alcanzando el premio aquella, que pertenece al Club catalán de regatas. La cuarta regata para canoas de seis remos, fué ganada por la denominada «María,» y la quinta, que era entre los esquifes de cuatro bayonas «Sí» y « \ o » fué ganada por este último. ¡ AYUNT/V.MIENTO. — S e ha resuelto proceder'inmediatamenle, mediante la celebración de subasta pública, al derribo de una casa de la plaza de San Agustín Vieja, al objeto de ensanchar y regularizar el perímetro de la misma. Se ha acordado conceder una subvención anual de dos mil quinientas pesetas al Conservatorio de música y declamación del Liceo de Isabel II, reservándose el .Ayuntamiento el derecho de n o m b r a r los señores concejales, que en representación del mismo formen parte de la J u n t a directiva. Se ha api'obado el proyecli) de presupuesto de N O T I C I A S G E N E R . M . E S . — E n el paraninfo de la Universidad central ha sido recibido Académico de la T^spañola de la Lengua, el poeta don José Zorrilla, que ya en 1 8 4 8 fué elegido por unanimidad para ocupar la plaza que hoy ocupa, pero cjue no quiso aceptar. Presidió el acto S. M. el Rey, quien designó á l<js Sres. Núñez de Arce y Alareón para introducir al nuevo académico, quien pronunció un discurso en verso admirablemente escrito. Le contestó el marqués de Valmar con un discurso notable bajo lodos conceptos y que mereció, como el pronunciado por el señor Zorrilla, los aplausos de la numcrosísiniíi concurrencia que llenaba el salón y entre la que se veía cuanto de más notable encierra Madrid. Al imponer S. M. el Rey al señor Zorrilla la medalla de académico, pronunció breves y sentidas frases alusivas al acto. T2n el salón de ("átedras del .\tcneo ha dado el señor Gimcno una conferencia muy importante por ti'atarsc de una cuestión que hoy interesa al mundo científico, cual es la inoculación del colera por el sistema del l)r. b e r r á n . Definió la inoculación preventiva contra el cólera, hablando de los organismos relractarios á las cnlermedades infecciosas, recordando que dan inmunidad la peste de Levante, la fiebre amarilla, la fiebre recurrente, la viruela, el carbunco y la hidroíorbia, diciendo que no podía escaparse de de esta ley el cólera, citando en su apoyo el hícho de cjue los individuos que abandonan las poblaciones infestadas y vuelven cuando todavía no ha desaparecido el foco son más fácilmente atacados que los c]ue no se h a n movido, porque con la asimilación de los miasmas coléricos han sufrido una vacuna lenla. La comisión del (Congreso acerca del proyecto de (Código civil, continúa con actividad sus trabajos, habiendo conferenciado algunos de sus Individuos con cl ministro de Cjracia y Justicia, manifestando íiquellos que al formarparle de dicha comisiíin lo han hecho sin compromiso de ningún género, y con la libertad de criterio más completo, pero que deseaban estudiar con la debida detención el proyecto, conviniendo con cl señor Silvela que se estudie con todo el tiempo necesario pero de modo cjue la comisión pueda emitir dijtamcn para cjue no se cierren las cortes sin que este aprobado el (código civil. (j( >XGRT,SO.—(Continúan discutiendo-e los presupuestos de Puesto-Rico, haciendo cl señor ministro de Ultramar un estudio detenido de las varias secciones de este presupuesto. l']l señor Pérez ha leído un telegrama dirijido al presidente del casino de San T e m a n d o ((.ládiz) firmado por él general Salcedo, en que se censura el dictamen de la comisión sobre lucrzas navales, calificándolo de insen.salo y contrario á las opiniones del gobierno. S E N A Ü Ü . — El señor Pavía y Pavía hizo una pregunta sobre las noticias dadas por algún periódico acerca de las manifestaciones habidas en S a n T e m a n d o , contestando el señor ministro de Marina que no ofrecía novedad alguno lo ocurrido. G.\(^ET.\. — Real decreto estableciendo las reglas que en lo sucesivo y hasta que se establezca fa unificación de las carreras del orden judicial, han de observarse en el nombramiento de los funcionarios para la administración de justicia en las provincias de U l t r a m a r . — R e a l decreto autorizando al ministro de Estado para que presente á las Cortes un proyecto de ley otorgando la facultad de ratificar el convenio entre España y Alemania, firmado en Berlín el 10 de Mayo.—Real decreto dictando reglas para el nombramiento de auxiliares do la Administración de Justicia en los juzgados de las Islas Eilipinas.—Real orden aprobando la clasificación de los montes públicos de Villajoyosa, hecha por la comisión revisora del catálogo. Ideales órdenes resolviendo los expedientes de suspensión de los ayunlamicntos de \ Parroquia de Orto y Cartagena. ¡ N/ 240 dia de honor destacamentos de los batallones escolares y los porteros del Senado. Las tropas ocupaban las avenidas inmediatas al Arco del Triunfo. Rodeaban al catafalco gran número de pebeteros, que proyectaban sobre él g r a n número de focos eléctricos que le iluminaban, lo mismo que al sin número de coronas que le rodeaban, entre las cuales las había magníficas. El gobierno había decidido declarar feriado el día de traslación de los restos del poeta al Panteón, pero tuvo que desistir de su empeño por carecer de tiempo necesario para trasmitir las órdenes oportunas. Todas las comisiones y sociedades recibieron una circular en que se les notificaba que no sería admitida en el cortejo otra bandera que la tricolor y las de los paises extranjeros; pero los revolucionarios se mostraron resueltos á presentarse con banderas rojas y á forzar la entrada en la comitiva, si fuese necesario, por lo que las autoridades tomaron toda clase de precauciones para evitar un conflicto. El cardenal arzobispo de P a r í s ha protestado enérgicamente contra la secularización de la iglesia do Santa Genoveva, conocida con cl nombre del Panteón. El clero, antes de que la administración fe incautase de ella, ha trasladado, con las debidas formalidades, los vasos sagrados y las reliquias, en virtud de órdenes del arzobispo. Vi. de Ravignan, ha apoyado una proposición de censura al ministerio por haber privado al culto católico de la iglesia de S a n t a Genoveva, patrona de París, diciendo que sin discutir á Víctor Hugo como literato ni negarle cl homenaje que como á tal se le debe, la secularización del Panteón es un hecho que reprueban cuantas personas profesan respeto á las creencias religiosas. En cambio de la supresión del impuesto sobre el papel, particularmente el de i m p r i m i r , se trata de crear un recargo sobre los derechos de los tabacos de primera calidad. I N G L A T E R R . \ . — L o s negociantes interesados en el comercio de vinos de las colonias británicas y prin • cipalmente en Australia y Cabo de Buena Esperanza, han celebrado un tnecliní;' para tomar un acuerdo en la cuestión de las tarifas aduaneras sobre los vinos, con motivo de la ruptura de relaciones comerciales con España. Las negociaciones entabladas entre los gabinetes de Londres y San Petesburgo caminan rápidamente á un arreglo amistoso, habiéndose recibido contestación del gobierno ruso en que se aceptan las proposiciones del ministerio inglés concernientes á la frontera ruso-aighanu, quedando comprendidos en el territorio r u s o , según esta modificación, F'enjdeh .\mcr (iarde. Maruehak, Acquier y Zuwlicar. El ingeniero ruso Lessor, que ha recorrido d u r a n t e dos años la frontera entre el T u r q u e s t á n y el Afghanistán, estudiando los principales pasos y levantando los planos de los mismos, ha recibido del gobierno ruso la orden de marchar al Herat para representar á su país en la comisión mixta encargada de fijar los límites de la frontera definitiva, pues el trazado aceptado en principio entre Rusia é Inglaterra, es con lijcras variantes el segundo proyecto presentado por dicho ingeniero. TTALI.-\, — La comisión técnica de la conferencia sanitaria ha aprobado, á pesar de los deseos expuestos por el representante inglés, una proposición en que se dispone la inspección médica de todos los buques que crucen el mar Rojo, procedentes de puertos infestados; acordando que no se haga más que una inspección en Suez cuando los buques no desembarquen viajeros en Egipto. E n Babelmandeb se llevará á cabo una primera inspección y otra en el segundo puerto de llegada c u a n d o los buques tengan á bordo casos de enfermedades sospechosas, siendo desembarcados los viajeros y sometidos á una observación de cinco días. P O R T U G A L . — P o r votación nominal se ha aprobado el tratado de comercio con T^spaña, teniendo para ello que prorogarse la sesión. Las dificultades que oponían los diputados han sido vencidas con la garantía del articulo 3 4 , que eleva á derecho la abolición que ya existe de hecho en la reciprocidad de la pesca, haciéndose un reglamento internacional para la cuestión de pesquerías, tomando por base dicho artículo 3 4 . EXTRANJERO. F R A N C I A . — E l cadáver de Víctor Hugo ha sido despositado ya bajo el Arco del Triunfo sobre u n catafalco, resultando un efecto grandioso. Daban g u a r - BARCELONA: Imp. de Luís Tasso y Serra, calle del Arco del Teatro; niims. 81 y «3. UeflenrndoR todo« los derechos <le propiedad artieUca y literaria