A. este n-Cinaero aoomp)SLfieL su.plenaen.to.

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ADMmSTMCIÓyYBEDACCIÓN! AECO DEL lEATBO, 21 Y 28 | - B ^
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Y NACIONES DE AMÉRICA,
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0 » » W » » W » W W » W » ^ l » ^ ^ ^ ^ ^
El tomo empieza en i.° de Enero y termina en ji de Diciembre
A. e s t e n-Cinaero aoomp)SLfieL s-u.plenaen.to.
ESTUDIO DE VÍCTOR HUGO.
SUMARIO:
TEXTO:
I-.1 ciencia actual, por D. Federico Caja¡.—E\ Biuch, por D. A. G.ticía Llansó.—'EÁ matrimonio entre los árabes, por D. Gustavo Le
Bon.~^\ conde de Rostopchin (conctusión), por D. Emilio Blanc(^et—Variedades.—Nuestros
grabados.—En el álbum de la señoritaMaría Antonia Saluzzo, poesía por D. Manuel Fombona. Palacio.—Rima, poesía p o r / ? . Miguel de Faiacios.—Balada,
poesía
por D, Narciso Díaz de Escóvar.—Oriental,
poesía por D. Cecilio
Navarro.—Viaje
por Tiíneí (continuación),
por R, Cagnaty R.
Saladin.—Leíla
ó el sitio de Granada (continuación),
por lord
hytton,—Anuncios.—Historia
de la semana.
GRABADOS.
Estudio de Víctor Hugo.—La casa, d e Víctor Hugo el día de su muer*
te.—Dúo.—Muerte de Víctor Hugo.—Hammamet—Golfo de Hammamet.
SUPLEMENTO:
Víctor Hugo y sus obras.
La ciencia actual.
siado patente; cada nueva linea que se establece ofrece grandes ventajas sobre las
que le han precedido, gracias á la adopción de las mejoras importantes que se tiejAD.^ día se desarrollan más las vías nen en cuenta.
férreas y necesitan, al par, que Es nuestro objeto examinar somera^_
todos los progresos de la indus- mente la gran cuestión que se ventila entre
tria concurran á darles los elementos de los ingenieros de los carriles franceses y
vida tan necesarios para este importante alemanes y los pertenecientes á las indusfactor del progreso. Ño pretendemos tratar trias mineras de hierro, respecto á la susde las innumerables perfecciones que en el titución de las traviesas de madera por
material móvil se están introduciendo dia- otras metálicasy Ante todo conviene recorriamente para conventirlo en mas rápido dar que se usan cuati-o procedimientos
y más cómodo. Esto se presenta dema- para sentar los carriles y formar la vía: el
354
primero usa soportes aislados, bloques de
piedra ú hormigón, los cuales, espaciados,
sirven para sostener y fijar los carriles;
otro válese de soportes conjugados, traviesas de madera ó hierro, que al par de
mantener constante la anchura de la vía
ligan los carriles, y sostienen el peso délos
tre-nes circulantes; un tercer método es el
uso de soportes continuos, largueros sobre
los que se extiende el rail enlazando unos
á otros paralelos, con tirantes, y por fin
otro sistema prescinde de los soportes y
se apoya el carril sobre el terreno. E n
nuestro país se usa para la via, en general,
el segundo sistema, mientras los puentes,
placas giratorias y casos análogos adoptan
el tercero. P a r a muelles y obras de corta
duración, los emplazamientos se hacen sin
soportes.
P u e s en el segundo sistema, el de soportes conjugddüs, es en el que se ha tratado de sustituir el hierro á la madera, por
considerársele por algunos como ventajoso; presentándose como modelo la estadística alemana del año 1883, que ofrece
hasta un 2 V4.por mil millas, de traviesas
de hierro rotas, al paso que la madera se
eleva á 7 ^|^. A primera vista parecen ser
más ventajosas las traviesas de hierro,
pero los ingenieros de gran número de
compañías prefieren las de madera por
hallarlas condiciones más ventajosas. P a saremos á examinar los inconvenientes que
se presentan.
Desde hace unos veinte años se estudian
y ensayan las traviesas metálicas, sin que
hasta el presente se haya adoptado una solución que sea satisfactoria y práctica,
aunque puede ser el móvil de esta falta el
no haberse fijado por completo las condiciones que se exijen á las traviesas metálicas, culpa de la poca prisa en cambiar la
madera que tan útiles servicios presta.
Desde luego la traviesa metálica, para prepretender substituya á la de madera, debe
poseer las mismas condiciones especiales
presentadas por la madera y ser su coste
igual, cuando m á s , á la que alcanzan las
hoy usadas. E s t o en el terreno económico,
pues en el práctico debe mantener invariable la separación de los ralis, así como la
alineación de la vía, trasmitiendo al balasto
los esfuerzos ejercidos sin alterar la estabilidad de esta capa aislante. Se logra
esta cualidad última, debido á que la traviesa se conserva, teóricamente por lo menos, inmóvil durante el paso de los trenes,
gracias á las superficies de apoyo que encierra el balasto, el cual le permite oponer
u n a fuerza suficiente á la desarrollada durante el paso de los trenes. E l balasto necesita, para á su vez soportar de un modo
conveniente la carga que le solicita, que
esta esté relacionada con la superficie de la
explanación.
Si se usa la madera, la presión que sobre ella ejerce el rail se eleva en casos dados hasta cien kilogramos por centímetro
cuadrado, cuya carga no soportaría el balasto si integramente le fuera trasmitida.
P o r eso se usan las traviesas, que reparten
el peso sobre una superficie bastante mayor, pues se ha calculado se necesita para
el paso de los trenes rápidos unas dimensiones de 2*500 metros por 0*240 y o'120,
valor que si se desciende establece la circu-
LA ILUSTRACIÓN.
lación en malas condiciones, perjudicando
el asiento del balasto y explanación, ó que
se deterioren y desnivelen los carriles
cuando menos. E s t e defecto es el que se
atribuye á las traviesas metálicas que, de
menores dimensiones, gracias á su mayor
resistencia trasmiten la carga sobre un
espacio menor y que el balasto está entonces en malas condiciones.
Otra dificultad grande presentada por
las traviesas metálicas es el precio de coste,
pues cuando pesan 50 kilogramos y si se
usan de modo que el balasto pueda introducirse en su interior como formando u n a
masa única, su precio resulta, según el promedio hecho, á 10 francos una, mientras
las de roble ú otra madera creosotada no
exceden de 5'50 francos. L a duración de la
madera pasa de 20 años, tiempo suficiente
para amortizar de un modo completo su
coste.
A estas dos condiciones, por sí bastante
decisivas por ahora, debe añadirse la de
conocerse hoy perfectamente las cualidades de la madera, su elasticidad y dureza no excesiva, mientras el hierro presenta una dureza de asiento perjudicial
para'el movimiento de los trenes. Añádase
á esto, la mayor dificultad en la unión de
carriles y traviesas, que al Jiacerse hierro
con hierro es más costoso que los tirafondos ó escarpias de las traviesas de madera.
Se ha examinado la cuestión bajo el
punto de vista de la construcción de la vía,
en la cual las ventajas son de la madera;
pero si se pretendiera estudiarla bajo el
punto de vista general de la producción
y el transporte, entonces piérdese gran
parte de esta superioridad y se equilibra y
aun supera el hierro á la madera. Jtn
efecto, el peso mucho míiyor del hierro sobre la madera hace que al par que sube el
coste de producción sean mayores los salarios que tengan que repartirse á los obreros empleados en su preparación, originándose un acarreo mayor y mayor gasto
de mineral en número bastante considerable. Debe tenerse en cuenta que el hierro
daría mayor duración, sobre todo en los
terrenos de malas condiciones, y que por
uniones especiales se puede amortiguar la
falta de elasticidad que este presenta.
Tiene esta discusión por objeto hacer
luz sobre las ventajas reales y generales del
hierro, pues las industrias metalúrgicas
necesitan nuevos mercados á fin de poder
exportar los productos acumulados y que
tienen poco consumo. E s de esperar el estudio completo y decisivo de esta importante cuestión, que tendría trascendencia
en todos los países civilizados, ahora que
es época de grandes construcciones de líneas férreas.
**
Hemos recibido los apuntes Olas del mar
que se relacionan con su movimiento y
aprovechamiento que de las mismas puede
hacerse como fuerza motriz, escrito por
1). José Barrufet, inventor del aparato
Marmolor.
P o r la circunstancia de estar pendiente
el aparato de pruebas eficaces que permitan
conocer prácticamente hasta dónde llega
el invento, nada hubiéramos dicho de los
trabajos hasta hoy emprendidos, sin el
ruego que el autor acompaña en carta al
N.
240
opúsculo citado. Breve reseña haremos de
él, pues fuera tarea larga la de refutar
cuantos puntos están en desacuerdo, según nuestra opinión, con el autor.
No puede menos de alabarse la idea que
ha presidido al invento; conforme en la
revista del mes de enero expusimos, serios
temores se ofrecen al cicntilico para el momento, próximo, en el tiempo ilimitado, en
que el carbón se agote. Será preciso disponer entonces de otros manantiales de
fuerza, y por el momento nada como los
agentes naturales parecen resolver el problema. E n las olas del m a r hay una inmensa fuerza, ó hablando con más propiedad, existe un gran trabajo susceptible
teóricamente de aprovecharlo, y esta idea
se ha expuesto ya repetidas veces por distinguidos científicos.
Pasamos por alto cuanto se dice en las
«Ideas generales,^' pues sólo se relacionan
con el movimiento constante de las olas,
cuestión independiente del aparato. Aceptamos el cuadro con datos prácticos que se
ofrece en el epígrafe «Euerza de las olas,^*
pero no hallamos inteligibles los cálculos
que se establecen. Aceptando como unidad
el metro, según parece deducirse, el autor, para calcular el trabajo aprovechable,
supone una velocidad de caída de la ola
de o'13 metros por segundo y un calado
del flotador de 0*30 metros. Con estos datos establece el siguiente'cálculo:
o ' 5 o ' X o'^o = o'300 litros ó kilos.
Eos anteriorcn r.úmeros dan un valor
de 0*075 metros cúbicos, ó sea tomando
aproximadamente por densidad i, ó sea
considerando el agua del m a r como destilada á .|" centígrados un peso de 75 kilogramos. Suponemos, aunque no se indica, será 0*50' la superficie de empuje
inferior de un cubo que se supone sumergido. A continuación se dice que el resultado anterior son 300 kilos, error absurdo
si se ha estampado, 0*300 kilos, pues hay
contradicción.
Según nuestra apreciación y por lo indicado en otro lugar, los cálculos deberían
ser los siguientes:
1' metros X 0*30 metros = 9'300 metros cúbicos
cuyo peso sería 300 kilogramos, que á una
velocidad de 0*13 metros da un trabajo de
49 kilográmetros, valor dos tercios de un
caballo de vapor, en vez de medio como
supone el opúsculo. A este resultado lo
llama caballo marmométrico; sin que comprendamos la necesidad de fijar otra unidad, existiendo ya valores fijos y determinados para apreciar el trabajo, evitándose
el producir confusión, que siempre proporciona el cambio de unidades.
E n el cálculo de las llamadas olas transitorias, se parte de la base de un calado
de 0*20 metros y una velocidad que de un
lado se fija en 23 metros y de otro en 0*23,
si bien suponemos equivocación el primero. Eonr.ulando el cálculo, resulta, según nuestra suposición:
1* X 0*2 0 =^ o'2oo metros cúbicos
ó sean 200 kilogramos, que á la velocidad
de 0*23 metros por segundo, proporciona
un trabajo de 46 kilográmetros por segundo, valor menor que el anterior, en ve2
N.
240
de ser las tres cuartas partes de un caballo
• de vapor, según se ha supuesto. P a r a calcular el trabajo de los flotadores los supone
circulares de base y radio de un metro por
altura o'3o, calculando un marmométrico
como resultado del trabajo. Siguiendo los
cálculos debiera ser este:
3'i4i >< I X o'jo = o'940 metros cúbicos,
Ó sea 940 kilogramos, que con la velocidad
de o' I 3 da un trabajo de 122 kilográmetros, ó sea 2 y medio caballos marinométricos, valor muy distinto del citado.
Nos hemos detenido en estos datos,
pues nos parece que la memoria ha estado
hecha de u n modo bastante incorrecto,
circunstancia deplorable tratándose de un
asunto que tanta importancia ofrece.
De los cálculos citados y tomando la velocidad media de las olas, saca en consecuencia el inventor un trabajo aprovechable
de cuatro caballos por meti-o cuadrado.
Este dato lo creemos empírico, pues si en
muchos casos sobrepujará este valor, en
cambio habrá bastantes en los cuales sería
inferior la acción de las olas y se tendría
Un motor que sólo podría como fuerza teórica producir la cuarta parte de lo calculado como régim.en constante. Así pues,
estos datos nos parecen para el cálculo
exajerados y como tales imposibles de
aprovechar.
LA ILUSTRACIÓN.
sumamente económico; pero lo que de un
modo puede dar resultado es fácil no lograrlo con otro. Cuantos esfuerzos se hagan en pro del aprovechamiento de 1-as
fuerzas naturales, es digno de encomio, y
bajo este supuesto debemos aplaudir al
Sr. Barrufet, esperando, para juzgar cumplidamente su invento, se verifiquen las
pruebas anunciadas , viéndose entonces
prácticamente los resultados á que conduce.
FEDERICO CAJAE.
El Bruch.
Siempre que se conmueve hasta en sus más
hondos fundamentos á un pueblo sumergido por
largo tiempo en la esclavitud y la ignorancia,
salen de él monstruos y héroes; prodigios de
virtud y de crímenes; porque el pueblo, que no
abriga grandes rencores, no tiene tampoco piedad en sus venganzas. Jamás ha combatido por
el poder, ni mucho menos por los despojos de
la lucha, volviendo á sus hogares con las manos
vacias y los brazos fatigados, siendo innegable
que donde quiera que pone la mano deja indelebles señales de su violencia.
Lucha por su libertad é independencia, sin
comprenderlas, no siendo otra cosa que su instrumento, incapaz de definir las palabras porque
muere y le sirven de bandera, aunque impulsado
por
un presentimiento de los destinos que conExaminando la «Memoria descriptiva
quista y recoge sólo para la humanidad.
del aparato,^^ se nota enseguida la gran
La nación española, que tan rudamente se
disminución que el trabajo teórico ha de
hallaba combatida por los desaciertos de sus
sufrir por los engranajes, que reciben la ac- administradores á últimos del siglo xvni, no
ción directa del flotador al par de los que pudo humillarse á la dominación extranjera
trasmiten este refuerzo al volante y primer con que á principios del actual trató de encade''rbol motor. Hay considerables resistencias narla el soldado coronado de Europa.
pasivas tanto en el choque de unos dienNapoleón, vencedor de Jena, Austerlitz y
tes con otros, como en el rozamiento del Márengo, creyó fácil empresa para sus armas
uotador con la varilla vertical que le sirve victoriosas, la conquista de un pueblo hundido
de guia, sin contar con la pérdida por des- en la desgracia, á que la habían reducido los
composición de fuerzas cuando los vientos desaciertos cometidos por sus gobernantes, mayormente ocupando su numeroso ejército las
agiten encontradamente las olas.
plazas más importantes de la Península, para
Sobre las ventajas económicas del mar- conseguir lo cual engañó á la corte de Carlos IV,
n^otor, pudiera decirse mucho, pues nos con las protestas más nobles, al parecer, de
hallamos lejos de creerlas tan risueñas una franca y leal amistad, comprometiendo, al
Como en la memoria aparecen. No hay que mismo tiempo, al Monarca, para que le ayudase
olvidar nunca, al lado de la teoría, los in- con un contingente de sus tropas para alcanzar
convenientes de la práctica; -el caballo de la conquista de Portugal.
No cumple á nuestro propósito reseñar las
Vapor tiene la ventaja de ser un valor real
y positivo en el eje primer motor, sea cual torpes maquinaciones de Bonaparte para llegar
fuere el punto en que se emplace, mientras al fin que se había propuesto, porque no es este
el motivo que nos impulsa, quedando reservado
que el caballo marmométrico, al necesi- á la historia, que es la conciencia de la humatarse en un punto distinto de la orilla del nidad, el juzgar con su inflexible lógica á aquel
"lar ha perdido gran parte de su valor. guerrero insigne, á aquel hombre extraordinaDesde luego se presenta la irregularidad rio. Nosotros, sin ser exclusivistas, vamos á
del movimiento y necesitarse acumulado- ocuparnos en un solo hecho que inmortaliza el
''es para dar una marcha uniforme á los nombre catalán y le asigna una de las más briniecaniscos. Si son estos hidráuHcos, á llantes páginas de la historia de la independencia española, fuente que fué de otras glorias
poca distancia dejan de ser prácticos, y si para la patria y manantial inagotable de donde
se prefieren los eléctricos, es cuestión pen- brotaron los más sublimes pensamientos y los
diente de estudios y que da gran pérdida, hechos más heroicos.
Primero en los acumuladores-, luego en las
Los catalanes abrazaron la causa del levanJoaquinas reversibles, lo cual además de tamiento general en 1808, con un entusiasmo
los gastos de instalación y entretenimiento, sin límites, á pesar de tener motivos de resen'^o nos sorprendería dieran, á regular dis- timiento con el gobierno de la nación, puesto
tancia, un rendimfento sólo de 'A, valor que la alianza con el usurpador, celebrada en
'lue dista mucho de ser ventajoso.
San Ildefonso, empobrecía al Principado, ceNo es esto creer que la fuerza de las rrando las salidas á su industria y cegándole
olas del mar sea imposible aprovecharla, ni las fuentes de su prosperidad, siéndoles, por lo
'i.tie no sea económico su uso; todo cuanto tanto, odioso el sistema continental que había
pactado la Corte. Asi, pues, el descontento
'"^nda á introducir en la industria los
crecía y tomaba cuerpo, al ver ocupadas por los
agentes naturales, es un factor de la baja franceses las principales fortalezas, y el amor
'^'^ el costo de la producción y por tanto patrio y la dignidad se rebelaban ante los actos
355
de verdadero despotismo que con sobrada frecuencia cometían sus generales.
Si los madrileños hubieran demostrado entusiasmo por aquella dominación, así como fueron
los primeros en lanzar el grito de guerra, no
hubieran podido contener los catalanes su encono contra ellos; pero la capital de la monarquía fué la primera en arrojar el guante al coloso del siglo, y el glorioso Dos de Mayo fué
la primera campanada de somaten que tan fiero
había de responder en el altivo pueblo catalán.
Desde entonces Cataluña y Castilla confundieron
sus rencores y rencillas particulares, estrechándose en fraternal abrazo para combatir, unidas,
como lo hicieron, la dominación extranjera.
¡Acto sublime que hace por sí solo la apología de un gran pueblo que tantas desdichas
había sufrido con el sistema centralizador y de
los que se olvidó al sacrosanto grito de patria!
El general Duhesme, que se hallaba posesionado de Barcelona con 14,000 hombres del
ejército francés, dispuso que Schwartz, con
4,000 de todas armas, saliera para reforzar la
guarnición de Zaragoza que, según el emperador, eran necesarios para asegurar la dominación de aquella plaza, ordenándole escarmentase, al paso, á los habitantes de Manresa, que
se habían insurreccionado quemando sus proclamas. Al efecto debía imponerles una contribución de 75,000 francos, destruir sus fábricas
y molinos de pólvora, y apropiarse cuantos objetos de mérito ó valor existiesen en aquella
desgraciada ciudad.
La división francesa salió de Barcelona el día
2 de junio y llegó el 5 á Martorell, en donde se
detuvo á causa de un fuerte temporal que sobrevino, dando lugar, con la demora, á que se exparciera por todas partes la noticia de su marcha. Alarmáronse súbitamente los pueblos, á
medida que se aproximaban los enemigos, é
Igualada y Manresa hicieron resonar la terrible
campana del somatén, que puso en movimiento
á todos los habitantes de aquellas comarcas. A
su lúgubre y siniestro tañido, acudieron los vecinos, particularmente en Manresa; y como carecían de armas y municiones, proveyeron á su
necesidad de la mejor manera posible, convirtiendo en balas las varillas de hierro de las cortinas. Con tan malos medios, empero,y echando
mano de la abundante pólvora de que podían
disponer, juzgáronse invencibles. Así es que poniéndose Mauricio Garrió, el mismo que pocos
días antes había quemado las proclamas francesas, al frente de aquella muchedumbre, salieron de la invicta ciudad decididos á oponerse al
paso del ejército invasor, reuniéndose en el"
Bruch, al pié de la montaña de Montserrat, en
el punto conocido por Casamasana, ó sea en la
confluencia de las carreteras de Igualada y
Manresa.
Empresa de tal índole no es posible concebirla
siquiera, pues se escapa á la más clara inteligencia; mas aquellos patriotas n o s e contaron,
ni tuvieron tampoco en cuenta el número de
sus enemigos. Marcharon al punto que tenían
designado, sin vacilación ni cobardía, y allí acudieron los de los distritos de Igualada, Calaf,
S. Pedro, Sallent, Cervera, Cardona y Solsona,
esperando, llenos de entusiasmo, la llegada de
un enemigo poderoso, no sólo por su número,
sino por su armamento y disciplina.
Ajeno completamente al peligro que le amagaba, salió el general Schwartz de Martorell en
la mañana del día 6, marchando cual si cruzara
país amigo. En esta creencia llegó al Bruch.
cuando una lluvia de balas, salidas de entre los
árboles y las rocas, hízole comprender cuan
fatal había sido su confianza. Tan impensada
fué la acometida, que hizo retroceder á la vanguardia. En esto oyóse el ruido producido por
una caja de guerra que llevaba uno de los paisanos que precedía á los somatenes de San
Pedro, y creyendo Schwartz que eran tropas
regulares que se acercaban, asustóle la idea de
356
LA ILUSTRACIÓN.
LA CASA DE VÍCTOR í}LGO EL DÍA DE SU MUERTE.
N . ' 240
O
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I—(
r
G
00
H
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O
DL'O.
358
los peligros á que se exponía permaneciendo un
momento más en aquellas escabrosidades; dispuso pues la retirada, que si al principio se hizo
con orden, convirtióse en desbandada al verse
acometidos por los flancos y retaguardia, y por
último en verdadera derrota á su paso por E s parraguera, que horas antes habían cruzado.
El vecindario de este pueblo, imitando el arrojo
de los valientes del Bruch, disputóles el paso,
dando al vuelo la campana de alarma é interceptando su única calle desde las ventanas de
cuyas casas arrojaba sobre los soldados del emperador una lluvia de piedras, ladrillos y cuanto
tenía á mano. Por fin llegó á Barcelona, en la
mañana del siguiente día 8 de junio, la derrotada división, con pérdida de un águila, siete
piezas de artillería, cajas de municiones, armas
y muchos bagajes.
Profundamente irritado el general Duhesme,
con semejante suceso, hizo regresar de T a r r a gona á Chabran, á quien antes había enviado
para apoyar con su división al ejército que operaba sobre Valencia, y ordenóle salir el i 3 con su
división y la de Schwartz para tomar venganza
de los defensores del Bruch, incendiando á su
paso las poblaciones del tránsito, que eran
abandonadas á su aproximación por sus m o radores y en las que cometieron todo género
de tropelías.
Llegado que hubieron al Bruch, creyeron
ambos generales anonadar á los catalanes, disponiendo una nueva acometida con las n u m e rosas fuerzas que acaudillaban; pero aquellos
valientes habíanse fortificado, y apoyados esta
vez por 400 voluntarios de Lérida á las órdenes del bizarro coronel Baget y cuatro piezas
de artillería, esperaron el ataque. Repetidas veces las tropas francesas acometieron las posiciones con indecible arrojo; pero fueron siempre
rechazadas. Chabran, cubierto de ignominia,
como Schwartz ocho día.s antes, tuvo al fin que
retirarse persiguido y hostilizado hasta muy
cerca de Barcelona, por los somatenes, que le
causaron numerosas bajas y le quitaron cuatro piezas de artillería.
La insurrección hízose entonces general en
Cataluña cuyos habitantes trataron de imitar
en todas partes las hazañas de los defensores
del Bruch; pudiendo asegurar, sin temor de
equivocarnos, que el espíritu de independencia
alentó constantemente á los indómitos catalanes, según tuvieron ocasión de conocer sus enemigos en la desastrosa guerra que en nuestra
región sostuvieron por espacio de seis años, sin
que ni un solo momento decayera su ánimo á
pesar de los reveses de fortuna que desgraciadamente experimentó la causa nacional en tan
azarosa época.
Los catalanes fueron los primeros que reunidos de improviso, sin plan de ataque ni organización militar, á la vez que escasos de armas,
consiguieron humillar en España la altivez de
las águilas imperiales.
Como las municipalidades del Bruch, San
Pedro, Navarcles,Manresa. Igualada, etc.,creemos también que hechos heroicos de tal índole,
aunque hayan quedado grabados en el corazón
de los catalanes trasmitiéndose de padres á hijos, con religiosa exactitud, deben sin embargo
señalarse con un objeto material que simbolice
tamaña heroicidad á las generaciones venideras,
así como el punto donde se inauguró la independencia de la patria.
Si Madrid levantó un obelisco á la memoria
de los héroes de la jornada del Dos de Mayo,
Daoíz, R u í z y Velarde, monumento nacional en
donde se conmemoran las proezas de aquellos
valientes patriotas, como justo tributo á los
mártires de la independencia, cpor qué Cataluña no h a d e eregir otro igual en el Bruch, que
eternice el acto de más valor, de más inmensas
consecuencias y prácticos resultados que puede
registrar la historia?....
Creemos firmemente que el proyecto conce-
LA ILUSTRACIÓN.
bido por las municipalidades antes citadas, se
llevará á efecto, ya que al tratar de erigir un
monumento en el Bruch no puede representar nunca una prueba de antipatía ó de enemistad contra una nación amiga ó un pueblo hermano del nuestro, y sí únicamente el de la
humillación de un dominador ante el esfuerzo
de un pueblo que luchó por la conquista de su
libertad y de su independencia.
A. GARCÍA LLANSÓ.
El matrimonio entre los árabes.
El Corán autoriza á los musulmanes á tomar
cuatro mujeres legítimas y además un númei'o
indeterminado de esclavas; con el bien entendido que los hijos de estas últimas son legítimos
en el mismo grado que los de las mujeres casadas.
Cuando al marido se le antoja, puede divorciarse; pero en este caso viene obligado á asegurar el pan á la mujer divorciada.
Con tales facilidades para el matrimonio y la
costumbre que tienen hombres y mujeres de casar muy jóvenes, se concibe que las costumbres puedan ser mucho más severas que en
Europa. Y lo son, en efecto, por regla general,
hasta el extremo d e q u e es rarísimo, en Oriente,
enamorar á la mujer agena. El hecho parece
tan monstruoso á los orientales cuanto natural
á los europeos.
Las mujeres, en Oriente, están sujetas á una
vigilancia severa; no reciben nunca visitas de
los hombres y no salen á la calle que no lleven
cubierto el rostro. Aparte Constantinopla, por
regla general van siempre acompañadas y, por
consecuencia, tienen rarísimas ocasiones de
verse tentadas.
La autoridad del padre de íamilia, tan menoscabada hoy entre los pueblos de Occidente, ha
conservado en Oriente toda su robustez. Las
mujeres al hablar con el marido lo hacen con el
mayor respeto, cuyo ejemplo, como es natural,
siguen los hijos.
El padre de familia asume realmente toda la
autoridad y los privilegios del de la Roma antigua. Y este es otro de los particulares sobre el
cual nada nos envidian los orientales.
El celibato, tan común en Occidente, y que,
según las estadísticas, tiende á generalizarse de
día en día, es muy mal visto entre los árabes,
quienes por lo regular se casan, los varones á
los veinte años y las mujeres de diez á doce,
pese á cuya edad temprana, no puede uno m e nos de rendir tributo á su tendencia hacia la familia y á la vida doméstica.
Aparte del principio de la poligamia, el
matrimonio ofrece todavía en Oriente otras m u chas particularidades que le distinguen de todo
en todo de nuestras uniones europeas. Entre
los occidentales, por regla general, la mujer
está obligada, á lo menos en las clases acomodadas, á traer, bajo el título de dote, una cantidad más ó menos crecida para lograr marido.
En Oriente sucede al revés: los hombres son
los que deben pagar á la familia de su mujer
una suma relativa á su fortuna.
La situación legal de la mujer oriental casada, tal cual está regulada por el Corán y sus
comentadores, es mucho más ventajosa que la
de la mujer europea, pues no sólo aquella recibe
una dote, sino que además conserva el goce de
sus bienes personales y de ningún modo está
obligada á contribuir al gasto doméstico. Repudiada, el marido debe proporcionarle medios de
subsistencia; viuda, los herederos tienen que
atender á sus necesidades durante un año y
luego entregarle, á título hereditario, parte de
los bienes del marido.
Demás de estos privilegios, la mujer recibe
el más respetuoso trato; de todo lo cual resulta
N . ' 240
una situación cuyas ventajas han sido reconocidas por todos los observadores concienzudos,
aun en el momento en que por razones de sentimiento se mostraban enemigos de la poligania.
La mujer oriental es generalmente respetada
con una especie de galantería caballeresca. Ningún hombre se atrevería á levantar la mano sobre una mujer en medio de la calle; ningún
soldado, aun en el tumulto de un motín, osaría
maltratar á la más insolente de las mujeres del
pueblo.
El marido trata á su mujer con cierta deferencia ceremoniosa, y la madre es objeto de un
culto particular. No existe hombre que se atreva
á hacer trabajar á una mujer para sacar provecho de su labor. El marido es quien dota á la
esposa; esta no aporta al hogar conyugal más
que su ajuar y algunas esclavas. En caso de
repudio ó de divorcio, el marido está obligado
á dar á la mujer tanto cuanto esta necesita para
vivir con holgura.
La objeción única que podría en apariencia
hacerse en la poligamia, es que esta hace desgraciada á la mujer. Tal, en efecto, es lo que se
ha sostenido por largo tiempo; pero semejante
aserto es erróneo en absoluto, como lo demuestra la unanimidad de pareceres respecto del
particular de todos los europeos que han observado de cerca á los orientales.
Las musulmanas no son de ningún modo
dignas de lástima, y si pueden parecer despreciables á los ojos de las europeas, que, en general, se forjan un concepto erróneo de su existencia, tal vez se hallarían muy pocas que
quisiesen cambiar de condición con estas.
Lejos de considerarse desgraciadas en la vida
de reclusión que les impone el harem, donde
casi todas ellas han nacido y han crecido sin
sospechar que pudiese existir entre las demás
personas de su sexo una morada y una vida
preferibles, miran como no de buen tono la libertad de que gozan las europeas.
El harem ha sido el teatro de los juegos de su
infancia, de sus primeras alegrías y de sus primeros cuidados.
La costumbre, dicen, es una segunda naturaleza; y respecto del particular, la vida del harem es para las hijas de Oriente la naturaleza
misma: acostumbradas á moverse en un círculo
cuyos límites conocen, no se les acude siquiera
la idea de traspasarlos. Al llegar la época del
matrimonio, pasan del -harem de su madre al
harem de su esposo, donde se encuentran rodeadas de nuevos goces; entonces su corazón,
en el cual una educación refinada no ha encendido pasiones inquietas y peligrosas, se anticipa
á la dicha que les ofrece la vida que ante ellas
se abre, ventura que hacen sea posible y fácil
de alcanzar las atenciones que las prodiga su
esposo. Todo cuanto en belleza y en riquezas
posee un musulmán, lo consagra al harem;
gusta desplegar en las habitaciones de sus mujeres una suntuosidad deslumbradora, mientras
que para sí se contenta con un aposento relativamente modesto.
Muchos son los que aprecian de un modo
inexacto los haremes de Oriente, en los que sólo
ven lugares de lujuria donde desdichadas prisioneras pasan en la ociosidad la más mísera
existencia y maldiciendo de su destino. Al contrario, el harem significa para los árabes todo
lo sagrado. Aplicado á una vivienda, designa la.
parte más inaccesible y verdaderamente respetada para un musulmán: la que habitan las mujeres. En él, estas no deben ocuparse más que
en hacer agradable la existencia de su marido y
en educar á su familia. Ya una de ellas esta
ocupada en el cuidado de sus hijos y en el gobierno doméstico; ya otra, en la hora del reposo, para distraerse fuma en un narghilé incrustado de plata el haschich, cuyos efectos la
trasportan pronto en medio de las huríes del
maravilloso paraíso de Mahoma, pero más a
LA ILUSTRACIÓN.
N.° 240
menudo el rubio y aromático tabaco de Oriente
cuyo humo exparce suave y penetrante aroma.
En este encantador retiro, en medio de una
atmósfera fresca y saturada de suavísimos perfumes, vestida con las más ricas telas, adornada con las más h'ermosas sederías, se reclina
blandamente en un sofá cubierto con uno de
esos tejidos bordados en plata y oro cuyo arte
sólo posee el Oriente.
Entregada á todas las fantasías de la imaginación, deja pronto el nai\í:hilc y permanece
sumergida en suave desvarío.
Hay que rebatir también otra opinión, por
demás generalizada, y es que las mujeres orientales viven en la más supina ignorancia. Sépase
que estas son infinitamente más instruidas que
la maj'or parte de las mujeres europeas, incluyendo entre ellas las de la sociedad más encumbrada.
La instrucción está muy difundida en los h a remes, en los que se presencia á menudo á las
madres y á las hijas hablar y escribir el árabe,
el inglés, el francés y el turco; y me parece que
no existen muchas europeas que correcta ó incorrectamente se expresen en cuatro idiomas.
E!s, por otra parte, evidentísimo que las condiciones de existencia de las mujeres en Oriente
no han sido, en tiempo alguno, obstáculo á su
instrucción, ya que en los períodos más florecientes de la civilización árabe, era grandísimo
el número de mujeres que gozaban de r e nombre por sus conocimientos literarios ó científicos. Los autores que han hablado de la ignorancia de las mujeres orientales, no han
juzgado más que por las esclavas venidas de
lejanas comarcas, compradas en los bazares,
que se encuentran en ciertos haremes; que es
como si se quisiese juzgar de la educación de
una dama principal por la de su camarera.
GUSTAVO L E I3ON.
El conde de Rostopchin.
(CorMCr
IISION
.)
II!.
N o JUSTICIA El, FIN LOS MEDIOS.
En 181 3, hallándose el emperador Alejandro
en un pueblo de Polonia, solicitó audiencia y la
obtuvo un anciano, quien echándose tembloroso
y sollozando á los pies del zar, no pudo absolutamente articular palabra durante cinco minutos. Conmovido Alejandro, tanto porque tenía
buen corazón,'como porque sabía quién era el
pretendiente, le dijo:
—Levántate, ^^•erishalin, y manifiesta qué
solicitas.
— P a d r e de los rusos, magnánimo soberano,
solamente vengo á pediros justicia para mi hijo,
compasión para mí.
—Explícate.
—Acusando falsamente de traidor á mi hijo,
negándole arbitrariamente un juicio, el conde de
Rostopchin le hizo' ferozmente despedazar por
la chusma de Moscou, la cual le devoró como
una fiera, por decirlo así, pues sólo dejó de él
dos dedos! ¡Por estas canas, por mi alma que
pronto comparecerá ante Dios, juro que era inocente aquel desventurado! ¡Matar como á un
can rabioso, como á venenosa serpiente, á un
hombre en la flor de sus años, leal, valiente,
pundonoroso! ¡Oh mi único, mi adorado hijo!
¡de él no queda ni siquiera u n a tumba á donde
pueda yo ir á llorar, á morir llorando! ¡Ya que
no le pueden restituir sus verdugos la existencia,
que á lo menos me devuelvan su honor, el cual
es también el mío! su honor que le quitaron en
el más solemne trance de Rusia, cuando una
traición contra ella adquiría imponderables pro-
porciones. Imploro, señor, una escrupulosa investigación sobre mi hijo y su consiguiente r e habilitación. Que cuando se junte mi alma con
la suya pueda yo decirle que su honra queda
purificada.
—Tranquilízate, Werishalin; serán satisfechos tus deseos. Ya sabía yo que era inocente
tu hijo; pero hay épocas, horas, lamentables,
en que la razón se nubla y sólo imperan las p a siones más violentas. r3eploro sinceramene tu
inmerecida desgracia. Cuenta con mi aprecio.
Enterado Rostopchin de esta audiencia, presentóse al zar con su dimisión. Recibióle aquel
con severo semblante y le dijo:
—Acepto con gusto vuestra renuncia y os
mando no comparecer nunca más en mi presencia.
—Señor, ccómo he merecido el desagrado de
V. M.? Yo creía haber prestado un servicio
acreedor de la estimación de mi soberano y mi
patria. Q)uÍ7,ás he salvado el trono de \'. M.
— P a r a enardecer á la multitud hicisteis despedazar al inocente Werishalin; por dañar á los
franceses, quienes, sin embargo, quedaron incólumes, mandasteis quemar la sagrada corte
de mis antepasados, reduciendo á la indigencia
á innumerables familias, no pocas de las cuales
se mantuvieron con limosnas de Napoleón, á
quien proporcionasteis ocasión de ostentar m a g nanimidad, mientras hacíamos el papel de tártaros salvajes. cOlvidáis que cuesta á Rusia
vuestro fanatismo las cuatro quintas partes de
Moscou, ó sean 500.000,000 de rublos? ¿Cómo
pudisteis abandonar á quince mil soldados y
oficiales de mi ejército, heridos, heridos defendiendo noblemente mi solio y la patria y que en
la hoguera de Moscou recibieron pavoroso m a r tirio?
—Señor, no era entonces dable pensar en
todo. Yo ignoraba que no se los hubiese llevado
en su retirada el general Kutusoff. Sacrifiqué á
Moscou con un objeto patriótico.
—El fin no justifica los medios.
.—Permitidme, señor, que apele al juicio de
la posteridad.
—Retiraos.
Empezó entonces para Rostopchin un período
muy triste; irritábanle hondamente la injusticia
y la ingratitud de su soberano y de su patria, el
ver desconocida la trascendencia de un acto en
que no le había guiado mira alguna personal,
pero sí el más ardiente patriotismo. Habiendo
tenido el conde tanta intervención en asuntos
políticos y militares, hádasele insoportable su
forzada ociosidad. Dio esto lugar á reflexiones,
á recuerdos sin cuento, y también al remordimiento, al inevitable remordimiento. Rostopchin, aquel hombre de poderosa y cultivada
inteligencia, de tan incisiva burla; aquel valiente
que en los más recio de una batalla arrastraba
sereno la muerte, lo mismo que desafiaba las
iras y tumultos populares; el fiero patriota que
babía concebido y realizado el incendio de Moscou, asumiendo sin vacilar toda su responsabilidad, temblaba y lloraba en su cuarto, entre
las sombras del crepúsculo, como el más apocado y estúpido niño en las tinieblas de un aposento, porque se figuraba ver al infeliz W e r i s h a lin bañado en sangre, hecho pedazos, pidién^ dolé cuenta de su atroz asesinato. Veía al terrible
espectro acercarse más y más ain dejar evasión
posible, asir su mano, obligarle á palpar sus
desgarradas carnes, que m a n a b a n sangre, s a n gre abrasadora, sangre que goteaba ante Dios
clamando por castigo; convulso y humilde, p e día Rostopchin perdón y desmayábase al cabo.
Llegó un día en que trastornado por la desaprobación pública y por los remordimientos, negó
que fuese autor del trascendental incendio, pisoteó, por decirlo así, su timbre de gloria, el hecho
que le dará extraordinario puesto en la Historia. ¡Cosa inconcebible! buscó refugio, lenitivo
á sus dolores, en París, entre los franceses,
para quienes poco antes no hallaba calificativos
359
bastante negros é ignominiosos y á algunos de
los cuales, como prisioneros de guerra, había
negado la piedad que no les rehusaba la zarina. Contestando en 18 12 al memorial de un
cautivo francés, dijo sobre la patria de este lo
siguiente: "Una nación sin fe ni ley, sin más título, desde hace veinte años, que delitos y crímenes, no debe jamás invocar el testimonio del
Ser Supremo, cuya justicia descocen los facinerosos.»
Hallándose Rostopchin en París, fueron una
vez á visitarle, al anochecer, dos distinguidos
rusos, íntimos amigos suyos. Con angustiosos
ruegos trató de impedirles la entrada el ayuda
de cámara; pero aquellos individuos, prevaliéndose de su categoría y de su intimidad con el
conde, pasaron adelante, creyendo dar á su
amigo un chasco, sorprendiéndole en alguna
aventura amorosa. Cuál no fué su asombro y
dolor al divisar á Rostopchin sumamente pálido,
enflaquecido, y que, apenas entraron ellos, exclamó con horror, tendiendo los brazos como
para preservarse de su aproximación: «¡También
hoy, Werishalin! ¿No me has torturado j'a b a s tante? ¡Y vienes con tu padre! ¿Queréis acaso
llevarme hoy ante Dios? ¿Si un acusador como
tú era ya demasiado, qué serán dos? Las lágrimas justificadas de un padre enternecen el cielo
y la tierra. Mártir Werishalin y tú que le diste el
ser, ya que venís de la región donde fulgura
María, encarnación de la misericordia, habréis
aprendido á perdonar. Sí, yo cometí un crimen
horrendo; pero no busqué ni gloria, ni blasones,
ni riqueza: ¡nada para mí, todo para la patria!
Me cegó un frenesí sublime. ¡El rígido, el orgulloso Rostopchin ha llorado y llora por vosotros!
¡Perdonadle, como á los que taladraron sus
pies y sus manos perdonó Cristo en el Calvario!*!)
iCuán poderosa es la conciencia! ¡cuan inevitable su castigo!
EMILIO BLANCHET.
Variedades.
El principe Mestcherskif acaba de publicar
en su periódico El Ciudadano, una fábula política titulada "El oso y la ballena.)) Dice así:
«En un día de verano salió á dar un paseo
el oso. Llegó hasta la orilla del mar, sentóse
sobre una roca y empezó á admirar el espectáculo á su mirada ofrecido. Llegó nadando á la
orilla la ballena, reina y señora de todos los
océanos, y, al fijarse en el oso,—mi peludo
amigo,—exclamó dirigiéndose á él con mal h u morado acento, ¿qué significa esta aproximación de parte tuya á mis dominios? Aunque no
leas periódicos, saber debieras que es mío y
muy mío todo el reino de las aguas. ¿Por qué,
.pues, metes aquí las narices? El oso, enfurecido al oír tan descorteses palabras, respondió:
¡Animal, más que animal! ¿Pretendes asustarme
con tu corpulencia? Espérate un poco y sabrás,
por vida mía, quien soy. Y se dispuso á la lucha. La ballena daba rugidos espantosos, á los
que respondían los no menores de su contendiente. Tal era el estruendo, que por el terror
sobrecogidos, temblaban al oírle los peces t o dos de los mares y todas las fieras de los b o s ques. El oso hubiera querido destrozar á la
ballena, pero tenía miedo al agua; y la ballena,
á su vez, comprendía que en tierra perdía todas
las probabilidades de obtener la victoria. Y
mutuamente mirándose, y bramando de coraje
ambos, uno frente á otro, continuaron durante
(«)
No he inventado el remordimiento Rostop-
chin: consta en la obra Dcitl{V'iird¡'<j;l:eíten vnd
ver-
nñschle Schriften de Varnhagen de Ense, capitán
ruso, que llegó ú ser consejero de embajada en Berlín.
MUERTE DE VÍCTOR HUGO.
LA ILUSTRACIÓN.
362
medio día, hasta que al fin callaron estenuados
por la fatiga.»
El Nevoa Vreinia, al comentar esta fábula,
dice: «Desgraciadamente ocurren á veces cosas
en la vida real más fabulosas que las mismas
fábulas.»
La viuda del difunto presidente Barrios, de la
República de Guatemala, es una señora de b e lleza extraordinaria y cuya edad no llega á los
veinte y seis años. Parece apenas posible que
sea madre de siete niños, que hace educar á su
lado con tierno y solícito afán.
•»
En el Japón cuando se escribe invitando á
comer á una persona, encabezan generalmente
la carta las siguientes frases:
"Os pido perdón por el insulto que os infiero
al suplicaros me acompañéis á comer. La casa
es pequeña y muy sucia. Nuestros hábitos son
rudos y es muy probable que nada de lo que
tengamos preparado os sea agradable; á pesar
de eso, confiamos en que nos honrareis con
vuestra presencia á las seis de la tarde de tal
día.»
Al llegar á la casa, el invitado no encuentra
nada que censurar en lo que toca á limpieza y
gusto, y es recibido con exquisita amabilidad
por los dueños de la casa. El menú se compone
de diez ó quince platos, siempre de los mejores.
El huésped se cree obligado á humillarse para
honrar al que acepta un asiento á su mesa.
En una reunión há poco celebrada por la S o ciedad de Estadistas de Eondres, sir R. T e m ple leyó un documento en el que reputa de
falsas las versiones que corren respecto á la
población de la China, que él estima en
297.000,000.
*
**
Durante el mes de abril último, han desembarcado en la ciudad de Nueva York, procedentes de Europa, 40,000 pasajeros de proa.
Dentro de unos cuantos días llegará al puerto
de Nueva York el buque francés Isóre, conduciendo la colosal estatua de La Libertad iluminando al mundo, regalo que la República francesa hace á la norte-americana. El peso de la
estatua es de 440,000 libras, 176,000 de cobre
y el resto de hierro. L a estatua mide cerca de
I 50 pies de altura; pero una vez colocada sobre
el correspondiente pedestal en la jsla de Bedloe, su antorcha brillará á 305 pies sobre el
nivel del mar.
Hace algunos meses, en San Petersburgo,
murió una familia compuesta de veinte personas, victima de esa terrible enfermedad bautizada por la ciencia moderna con el nombre de
triquinosis.
Esto produjo un terror pánico que
por poco mata el comercio de carne de cerdo.
P a r a contrarrestarle, los amenazados creyeron
conveniente solicitar los servicios de la Estación
microscópica, establecida en S a n Petersburgo
en 1881. Los carniceros pagan de dos á cinco
reales por cada animal examinado. Cuando se
descubre la triquina en la carne, la ciudad la
compra á precio de plaza. La mayor parte de
las personas encargadas de verificar el reconocimiento microscópico son mujeres. En 1884 se
examinaron m á s de cuarenta mil cerdos.
Un periódico inglés refiere que mientras el
organista de una catedral ensayaba recientemente el efecto de un nuevo tubo de 32 pies,
los perros y gatos de la vecindad, alarmados
por el ruido, corrieron á esconderse en Ibs rincones más oscuros, aparentemente con el objeto
de huir del rayo, que esperaban caería de un
momento á otro.
* #
Un análisis reciente ha probado que la harina
hecha de la semilla de algodón posee m á s
materia nitrógena que ningún otr» grano c o nocido.
*
Estractamos el siguiente fragmento de una
conversación que Alfonso Daudet, el encomiado
novelador francés, ha tenido con el corresponsal de una revista británica:
«Generalmente dedico todo un año á cada
novela. No puedo hacerla en menos tiempo.
Todos mis libros han sido escritos tres veces.
Lo primero que hago es tomar notas en un
pequeño libro, que jamás me abandona. Luego
pongo en limpio estas notas, tomándolas del
libro, á' medida que efectuó el trabajo, con un
lápiz rojo. Estas mismas notas vuelve á copiarlas mi esposa, corrigiendo cualquier pequeño
error que yo haya podido cometer. En seguida,
reviso esta copia cuidadosamente, agregando ó
suprimiendo hasta que me satisface el resultado.
El manuscrito, que en realidad no es otra cosa
que una serie de geroglíficos, pasa á manos del
único hombre en el mundo capaz de descifrarlos, mi secretario particular, que vale en oro lo
que pesa. Cuando me U) devuelve, el libro está
casi, aunque no del todo, concluido. Después
de sufrir unas cuantas enmiendas entra en casa
del editor. Mi esposa constituye para mí una
verdadera necesidad. No sé lo que podría hacer
sin ella. Y lo más curioso es que Mme. Daudet
mira con repugnancia las novelas. Yo las e s cribo y á ella no le gustan. lia! ho! cest bon,
nast pas? Sólo puede sufrir obras más fuertes,
metafísicas y por el estilo.
))Mi vida está llena de notas. Tengo la costumbre de apuntar todo lo que me pasa, y
comentarlo después. Siempre que sufro, describo en el papel mis sufrimientos. Ved este
libro: le llamo el interior de mi cerebro. Está
lleno de impresiones. Dejadme que os lea de él
unas cuantas líneas. Aquí doy cuenta de un día
desdichaado que pasé el año último á orillas del
mar. Estaba disgustado con mí mismo en particular y con la humanidad en general.
«iCómo sufren mis pobres nervios en este
hotel! Contemplo á mis vecinos masticando á
odiosa proximidad. Uno me produce náuseas
con el asqueroso uso de un palillo de dientes;
otro rumia como una vaca; un tercero se conduce más bien como bestia que como h o m bre. E s la hora de la comida, y los brutos
se reúnen. Es necesario sostener la existencia.
El hombre, el rey de la creación, busca en la
mesa esa fuerza de que tan orgulloso se m u e s tra. Estoy cansado de la humanidad; de su bestialidad y grosería!»
Este es un grito de dolor; aun podría daros
detalles de carácter más realista. Están escritos
con estilo rudo, tal como Zola los daría al p ú blico, lié aquí la gran diferencia que media entre Zola y yo. Yo paso horas y días enteros,
pensando en la manera de expresar los hechos
más crudos de la manera m á s decente; Zola
cree que eso es tiempo perdido. Yo soy de opinión de que no todo debe decirse. La intensidad
del arte consiste en tratar asuntos repugnantes
de un modo no repugnante.
*
Tal vez una de las causas de la preponderancia creciente del Imperio alemán, estriba en el
celo con que los gobiernos cuidan de difundir
la enseñanza entre las clases obreras.
Según la legislación vigente, ningún joven
menor de doce años puede entrar en manufactura, fábrica ó taller alguno, como no sean del
padre y sólo entonces á condición de estar p r o visto del correspondiente certificado escolar; los
que pasen de doce años sin llegar á los catorce,
pueden trabajar seis horas solamente, debiendo
acudir durante otras tres á la escuela; los m a -
N.° 240
yores de catorce y menores de diez y seis pueden trabajar diez horas, que se reducirán á seis
si aun tienen que asistir á la escuela.
Ningún menor es admitido en taller, fábrica
ó establecimiento alguno sin un certificado suscrito por las autoridades administrativas, en el
cual conste el nombre y la edad del aprendiz y
la religión y domicilio de los padres. A más de
este certificado ha de presentar otro del m a e s tro, en el cual se exponga minuciosamente el
estado de cultura del joven.
El industrial que recibe á su servicio un m e nor tiene que dar inmediatamente parte á la p o licía. También es deber suyo fijar en el taller
una lista en que se consignen los nombres,
edad y circunstancias especiales de cada obrero,
de la cual tiene que remitir copia á las autoridades locales y escolares.
Cualquier infracción de esta ley, se castiga
con una multa que no baja de 37 pesetas y no
pasa de 2,500.
El gobierno mantiene inspectores encargados
de velar por el cumplimiento cxtriclo de tales
leyes.
Nuestros grabados.
VÍCTOR
IIUOO.
Todo el mundo ha sentido la muerte de Víctor Hugo, pues el numen no tiene patria y las
fronteras ceden ante el dolor causado por u n a
perdida tal, imposible de remediar; no es un
hombre únicamente lo que se llora, es una idea,
el progreso que Hugo había impreso no sólo al
mundo literario, sino á la sociedad en general.
Sus obras han ensanchado la esfera de las
ideas, han abierto nuevos horizontes al campo de
acción social, y estos elementos tan progresivos
han perdido su principal impulso al morir su
iniciador.
Largo espacio ocuparía el reseñar la carrera
de Víctor I lugo. Su vida ha sido una cadena no
interrumpida de acontecimientos en grado m á ximo interesantes; pero á estas horas todos los
periódicos diarios han dado tanto pormenor,
que sólo falta á los ilustrados completar las
noticias por medio del grabado. Nació Víctor
Hugo en Besanqon el 26 febrero de 1802. Hijo de
un general lorenés y de una vendeana, pasó su
infancia en Italia y en nuestra patria, de la cual
ha guardado tan gratos recuerdos, y niño aun
pasó á París, donde su madre se dedicó á darle
una sólida y brillante instrucción. A los 15 años
fué premiado su primer poema por la Academia francesa, siendo sus triunfos siguientes tan
rápidos, quS á los veinte su nombre corría ya
en alas de la fama. E n 1823 contrajo matrimonio con MUe. Adela Eoucher, y por aquel
tiempo publicó la segunda edición de su primera obra Lian de Islandia, después de la cual
dio á la luz Odas y baladas y Bug-Jargal.
Desde
esta época tomó, junto con Sainte-Beuve, Boulanger y Deschamps, la dirección de la escuela
romántica, y poco después, en 1827, rompió
definitivamente con el clasicismo, al publicar
el drama Cromwell. Un año después salió la
grande obra Orientales, y en 1829 su primer drama Marión Delorme, cuya representación fué prohibida por la censura, al que siguió
Hcrnani, que no alcanzó más de seis representaciones á causa de la exaltación que produjo.
Rápidamente vamos: á enumerar sus obras
que se aglomeran: Nuestra Señora de París, 22
de noviembre de 1832; los dramas El rey se está
divirtiendo, Lucrecia Borgia, María Tudor, Hojas de otoño. Canto del crepúsculo, y Angelo, r e presentado en 28 de abril de 1835 en el Teatro
francés. Fué en 1837 nombrado oficial de la
Legión de Honor, y escribió en esta fecha L ¡ Í ces y sombras, una de sus mejores obras líricas.
SUPLEMENTO GRATIS Á L A I L U S T R A C I Ó N .
VÍCTOR HUGO Y SUS OBRAS
N.
LA ILUSTRACIÓN
240
Ruy Blas fue representado en 183S; en 1840
perdió la elecci(jn de la Academia francesa, pero
el año siguiente alcanzó un ruidoso triunfo al
ser elegido miembro de la distinguida corporación.
l'\ié en 1845 nombrado P a r de l'Vancla, en
cuya cámara alcanzó grandes triunfos gracias á
su erudición y relevantes cualidades de carácter.
En la revolución fué nombrado miembro de la
Asamblea Constituyente, y fundó el periódico
L'Evencment, que se convirtió después eníSAvcnement al ser suprimido el primero.
Opúsose con todo su prestigio al golpe de
Estado de 1852, y al consolidarse el Imperio
hubo de emigrar, refugiándose en la isla de
Jersey, de donde se alejó en 1855. Durante
esta época publicó Contemplaciones, Leyenda de
los siglos, Los niños, y otras obras políticas. No
aceptó las amnistías de 1859 y 1869.
En 3 de abril de 1862 se publicaron en nueve
idiomas á la vez Los Miserables, que se vendieron al par en París, Bruselas, Londres, NuevaYork, Madrid, San Petersburgo y Turin. E n
1864, William Sliakespeare, y en 1865 Canciones de las calles y bosques; en 1867 París, y en
1868 Voz de Guernesey. Eué también hábil dibujante y él mismo hizo los esbozos para el
Libro de aguinaldo y El artista. Su tercera n o vela, Los trabajadores del mar, fué editada en
I 866 y El hombre que ric en 1869.
La revolución del 4 de setiembre permitió
á Víctor Hugo volver á París, desde donde d i rigió u n a proclama á los alemanes á fin de que
se constituyeran en república. Durante el sitio
de la capital de Francia, no ejerció cargo p ú blico y dedicó el dinero q u e dio la edición de
los Castigos á fundir cañones y dotar las a m b u lancias.
En 187 I fué elegido diputado por el departamento del Sena, y el 18 de mayo perdió uno
de sus hijos, Carlos, redactor del Rappel, por
lo cual marchó á Bruselas á fin de arreglar la
herencia de sus nietos.
En 1876 le nombraron senador por París.
Domiciliado definitivamente en esta ciudad, p u blicó últimamente una colección completa de
sus obras políticas, dividida en tres partes:
Antes de la emigración. Durante la
emigración
y Después de la emigración.
En 1881 se celebró el aniversario de Víctor
Hugo en París, de un modo solemne. T a n
grande fué la manifestación, que llenó los á m bitos del m u n d o . Hoy h a celebrado otra vez la
nación francesa u n acto de admiración en honor
de Víctor Hugo, pero por desgracia triste en
vez de aquel todo gozo. Los funerales del
«Grande hombre,» como le llaman sus compatricios, han sido un verdadero testimonio del
dolor experimentado por la causa de la civilización y del progreso al perder eh Víctor Hugo
su sólido sostén, al decidido defensor de los
oprimidos, ora apoyado en las fórmulas legales
desde las Cámaras públicas ó las columnas de
la prensa, ora en sus versos inmortales, gloria
de su nombré y de nuestra época.
Hoy q u e h a dejado de existir, comenzarán á
ser m á s apreciadas sus obras, pues no queda
la esperanza de que un nuevo sol venga á eclipsar los rayos de sus partos literarios: al fallecer
el poeta crecen sus poesías, y la pérdida se
nota fuertemente. Sea su obra faro y norte
para la actual generación.
otras veces, concluirá por dormirse al son de su
flauta y le dejará concluir á solo este discordante
dúo.
LA MIIF.RTI-; DI; VícroR I luco.
Después de lo que en otro lugar decimos
acerca de Víctor Hugo, poco nos queda que
consignar: el luto es grande y terrible; nuestros
grabados dan hasta cierto punto prueba de ello,
especialmente el que representa el exterior de la
casa de Víctor Hugo, en la vía de su nombre,
el día 22 de mayo, fecha fatal de su muerte.
En otrf) reprodúcese su estudio, tan memorable
por las obras en él escritas, su lecho de muerte
y su retrato con una alegoría de sus obras m á s
famosas.
Nada diremos de sus funerales costeados por
el Estado'; vamos sólo á indicar alguna de sus
obras inéditas. Entre ellas se cuentan: El teatro
en libertad, el drama histórico Los gemelos, que
versa sobre el Máscara do hierro, otro drama
¿Comerán? primero titulado L^l hambre, la comedia La abuela, y una serie de versos Las cóleras justas.
Su lecho de muerte fué rodeado por sus amigos y admiradores, y, una vez finado, cubierto de
flores, de las cuales se destacaba el gran poeta
cual mormórea estatua. Su era incapaz para casa
contener la muchedumbre que deseaba honrar
la memoria del poeta nacional.
El arco de la Estrella ha sido el dosel q u e h a
cubierto el féretro del más eminente francés de
nuestra época; allí ha desfilado el pueblo por
quien tanto se ha afanado, contemplando por
vez última los restos del hombre que tanto le
amó y á quien tanto ha amado.
EN E L ÁLBUM
de la Srita. María Antonia Saluzzo.
ALEGORÍA.
Pomposa nave, que la enhiesta lona
al viento das en la gentil ribera,
y airosa cruzas la tranquila zona
que baña el sol de la ilusión primera;
el himno escucha q u e en tu prez entona
bardo sentido, cuya voz sincera
tus altos dones á cantar aspira
al grato son de la vibrante lira.
Ves, de la dicha bajo el tierno halago,
trocarse en luz la tenebrosa bruma,
el m a r rugiente en adormido lago
y en nivea alfombra la sonante espuma;
y como sube por el éter vago
el ave audaz de pintoresca pluma,
así gallarda al porvenir te lanzas
volando en pos de ricas esperanzas.
De ledas auras al rumor sonoro
luciendo vas en tu feliz camino
de la hermosura el mágico tesoro
y del pudor el talismán divino;
y cual dibuja con pincel de oro
el alba su paisaje peregrino,
te ofrece así la candida inocencia
coronada de flores la existencia.
Dúo.
El pobre aprendiz emplea sus ratos de descanso para dar libre curso á sus expansiones
musicales, pero como á m á s del trabajo ordinario tiene encomendados mil y mil quehaceres
domésticos, uno de ellos el de ser el guardián
del chiquillo de sus amos, embebido en sus e s tudios no repara en que el niño se ha tumbado
de su carrito y que por ello llora á m á s y mejor.
Sin duda cree el aprendiz c]ue el niño, como
Sigue, nave gentil, tu rumbo cierto
por el piélago oscuro de la vida,
que ya lucir en tu horizonte advierto
las ilusiones de la edad florida;
y cuando toques el seguro puerto
donde la sombra á reposar convida,
guarda un recuerdo para el débil canto
que hoy á los cielos en tu honor levanto.
M,\NUEL FoAinoNA P A L A C I O .
363
Rima.
Una tarde sentados blandamente
sobre el mullido césped del jardín,
unas palabras pronunció mi boca
dirigidas á tí.
Tu rostro se contrajo suavemente,
tus ojos me miraron sin amor
y tu grata sonrisa me negaste
huyendo mi ilusión.
Quise en vano buscar dulces palabras
con que volver tu rostro á reanimar,
y encontré que el lenguaje no sabía
expresar la verdad.
Quise decirte lo que yo sufría
la grandeza y lo puro de mi amor
y que no hicieras caso de palabras
que el alma no dictó.
Y en este batallar intenso y rudo
vi una lágrima ardiente resbalar
que prisionera de tus puros ojos
dejaste en libertad.
Secos mis labios por la lucha interna,
su sed aquella lágrima apagó;
fundimos nuestras almas en un beso
y alcancé tu perdón.
MIGUEL DE PALACIOS.
Balada.
De este modo en mi presencia
un mancebo se expresó:
«Ni ante el peso de la ley,
ni ante el ángel de mi amor,
ni ante el poder, ni ante el trono
mi cabeza se inclinó.»
E n esto oyóse á lo lejos
el eco de triste voz;
era la voz de su madre
y humilde se arrodilló.
NARCISO DÍAZ DE ESCÓVAR.
Oriental.
Río abajo, río abajo
donde las aguas acuden
á susurrar á la sombra
de bañes y almoradujes,
se sienta la que yo amo
para que el agua la arrulle.
Yo le mando mis memorias,
y le mando mis saludes,
y le mando mis suspiros
que son del alma perfumes.
Y el agua que entre las cintas
de la yerba á sus pies bulle,
va diciendo, cuando para,
para que Zora lo escuche:
Mahomet te manda memorias,
Mahomet te manda saludes,
Mahomet te manda suspiros
que son del alma perfumes.
Y dirá mi Zora al agua,
después que el agua la arrulle:
Toma perlas de mis ojos
para Mahomet, y en son dulce
devuélvele sus memorias,
devuélvele sus saludes,
devuélvele los suspiros
que son del alma perfumes.
Ahora la reina del agua
quizás mi nombre pronuncie;
mas iay de Mahomet! que arriba
en ansiedad se consume,
pues el agua va hacia abajo
y jamás memorias sube.
CECILIO NAVARRO.
LA ILUSTRACIÓN.
264
N.' 240
Viaje por Túnez
R. CAGNAT, doctor en letras, y R. SALADIN, arquitecto
F.XCARC.AnOS D F : U N A C O M I S I Ó N A R Q U E O L Ó G I C A P O R E L M I N I S T E R I O D E I N S T R L ' C C I Ó N PIT5I.ICA
(CONTINUACIÓN.)
recientemente en un artículo ( i ) la futura T r u ville de Túnez. E s Hammam-Lif un establecimiento termal situado á orillas del mar, cuya
playa de finísima arena atrae, en la primavera,
gran número de bañistas. La población no cuenta
muchas casas, y de ellas la más notable es la
del bey (dar el bey). Todas encierran una () m u chas piscinas alimentadas por los manantiales
de agua caliente que brotan de la montaña,
cuya temperatura no baja de cuarenta grados
centígrados. Son estas aguas, al parecer, muy
eficaces contra los reumatismos y las enfermedades cutáneas, y aunque no garantizamos en a b soluto la verdad de lo que exponemos, afirmamos por experiencia propia que son preciosímas
para los viajeros que acaban de llevar á termino
un largo trayecto.
En un restaurante provisional regentado por
un europeo nos dan de almorzar, y en concluyendo nos subimos otra vez sobre nuestras cabalgaduras y continuamos la marcha al través
de u n a comarca
triste, cenagosa, y
sin ni siquiera una
ruina. P o r fortuna
viene con nosotros
Mohamed , c u y o
pollino ha descansado durante n u e s tro a l m u e r z o y
avanzaalegremente. El negrillo nos
relata su historia.
Apenas ha conocido á sus padres,
que le dejaron al
cuidado de una tía
anciana ; sólo se
acuerda que era
muy pequeñito y
vagaba por las calles cuando entró
al servicio de una
familia griega,
para cuidar de u n a
niña, á la cual c o bró g r a n d í s i m o
añadir que esta es la única mujer árabe que halla
gracia á sus ojos, porque, como dice él en forma
de conclusión: ''la mejor de las árabes no vale
lo que la peor de las francesas.» i Oh Mohamed!
¡quizá no conoces el alcance de tus palabras!
Departiendo de esta suerte y derribando de
vez en cuando, sin apearnos, u n a alondra para
la cena, llegamos á (jrumbelia. Esta aldea, que
encierra á lo más quinientas almas, está, como
la mayor parte de las aldeas árabes, pésimamente construida y es sucia sobre toda pondei'ación, principalmente después de llover. .Alí se
nos ha adelantado para avisar nuestra llegada
á las autoridades, y el cheik nos recibe con a m a bilidad suma, si bien se ha olvidado de poner
en conocimiento de los perros nuestra venida.
Aunque encerrados en el interior de las casas,
esos malditos animales nos sienten pasar por la
calle; de un salto se h a n subido á las azoteas,
por las que corren como posesos, aullando, ladrando y mostrándonos dos hileras de dientes
afecto, y á la que dormía en sus brazos y p a seaba por las calles de Túnez ó de la Goleta. La
niña esa murió muy joven y Mohamed la llora
todavía. Luego pasó al servicio de otras familias,
italianas ó francesas; ha servido en Monastir, s i tuada en la costa de Susa; ha recorrido la R e gencia con no sé qué gran señor tunecino que le
había tomado en calidad do cocinero, y ha aprendido un poco todas las lenguas por haberse codeado con todaslasnaciones quctienen representantes en Túnez. Además, como es hombre de
juícioy ha tenido la suerte decncontraramos que
se han tomado el trabajo de formarlo, ha adquirido de nuestra civilización algo bueno y posee
una cultura moral superior á la de la mayor parte
d e s ú s compañeros. P o r otra parte, corre por sus
venas sangre negra, y sabido es que los negros
valen buena cosa más q u e los árabes propiamente dichos. Hay que oirlc hablar de su a n ciana tía; la quiere tan entrañablemente, que
para ella trabaja desde tanto tiempo y no halla
nunca atenciones bastante delicadas para d e mostrarle su afecto. Mohamed se propone traerla
de .Argel, á donde nos iremos, un litro de rapé;
será la primera vez de su vida q u e la buena
anciana lo habrá gustado tan bueno. Debemos
blancos, largos y acerados. Esos perros, cuyos
hermanos encontraremos en todos los aduares,
pertenecen á u n a especie sui generis; parecen
lobeznos. Tienen las orejas puntiagudas, el rabo
casi mondo, y el pelo, generalmente bastante
largo, áspero como crin y blanco sucio, se les
eriza en el lomo cual las espinas de un pez,
cuando se encolerizan; pero en realidad asustan
más que no son peligrosos.
Nos han dispuesto un alojamiento para la
noche en la tienda de un veterinario, el Dar el
Bey, hospedería en la que no encontramos d e cente abrigo por estar la casa en ruinas.
Por demás fatigados de la primera jornada
de viaje y sobre todo á causa de los preparativos que lo han precedido, no tardamos en acostarnos. Ya veremos Grumbelia de dia, y por
cierto en poquísimo tiempo.
La única curiosidad de esta aldea es u n a
fuente cuyas aguas caen en un abrevadero, y en
cuya parte superior hay una inscripción árabe,
bastante antigua, que indica la fecha en que
la mentada fuente fué construida y el nombre de
quien la hizo construir. Mientras ensillan nuestros caballos, nos vamos al fonduk, que es i m ponderablemente sucio; pero en él tomamos dos
tazas de rico café moro, y vayase lo uno por lo
otro.
Para salir de la aldea, hay que atravesar unos
(1)
1883.
Revista
polilica
y literaria,
21 de julio de
IIAMMAMET.
plantíos de olivos, cuyos árboles parecen cargados de fruto, casi ya en estado de recolectarlo.
Nada tan agradable á la vista como esos jardines que se extienden á nuestro alrededor, nada
más armonioso que su follaje sombrío al través
del cual filtran los rayos del sol levante, en tanto
cjue las montañas, cuyas laderas se iluminan
poco á poco, rodean el paisaje de una larga linea
violácea. Pronto nos encontramos en el llano,
pero á lo menos alegran la soledad grupos de
lentiscos y mirtos, cuyo apagado verde rompe
acá y allá la monotonía del terreno: poco después atravesamos las calles y los jardines de
Turki, aldehuela no más extensa que G r u m belia, en las cercanías de la cual se vio en apuros, en setiembre de 1881, una columna expedicionaria francesa.
Apenas acabamos de salir de Turki, cuando
á nuestra derecha divisamos, á lo lejos, u n a
alta torre parecida á un alminar, que surge de
en medio de arbustos de toda especie, y para
ver de c e r c a la
c u a l nos desviamos del camino
por un. instante.
Efectivamente es
un alminar, pero
su basamento pertenece á la época
r o m a n a , y está
construido con
hermosos sillares
rectangulares q u e
sin duda pertenecieron á un m a u soleo. La localidad
se l l a m a
Beled
Djedeida
(aldea
nueva) y actualmente está desierta
por haber obligado á s u s habitantes á abandonarla
la insalubridad de
su posición. Algunas casas arruinadas rodean el alminar, entre las que todavía se ve una prensa
de aceite. La yerba, los cactus y otros arbustos
espinosos cubren lo demás con impenetrable
velo.
Entretanto nuestros bagajes h a n proseguido
su camino, y apenas á ellos nos hemos reunido
cuando nuestro hamba nos señala muchos p e queños cercados de piedra, de en medio de los
cuales se levantan tres palmeras; hay allí, al p a recer, cuarenta tumbas que encierran los cuerpos de otros tantos héroes muertos, naturalmente, combatiendo contra los cristianos. La
localidad es conocida con el nombre de Arbain
(los cuarenta).
Más lejos, á unos cuatro kilómetros, encontramos un gran fonduk llamado Bordj el AkhJaid, un poco m á s allá del cual empieza un
desfiladero bastante angosto, una khanga, para
servirnos de la expresión consagrada, q u e no
termina hasta Ilammamet. E n otro tiempo p a rece que este monte era muy frondoso, pero hoy,
gracias á los fabricantes de carbón de leña, ha
variado notablemente. Eórmanlo diversos á r boles de esencia resinosa, como tuyas, lentiscos y pequeños pinos, y el suelo es quebrado y
abundante en caza, de lo q u e nos aprovechamos. Antiguamente este paso gozaba de reputación malísima, tanto, que no había quien se
atreviese á aventurarse en él p o r miedo á pere-
N." 240
LA ILUSTRACIÓN.
cer asesinado y ser terribles las leyendas que
sobre el particular corrían de boca en boca. cQuc
había de positivo en la esencia? Sea lo que fuere,
lo cierto es que este khanga ha sido teatro de
reñido combate, durante la campaña de Túnez,
y que los rumores desagradables esparcidos s o bre el particular, han impedido á nuestros soldados aventurarse osadamente en él, en tanto
que inspiraban á los árabes una audacia que estuvo á pique de sernos funesta.
Por la tarde, poco antes de ponerse el sol,
llegamos á Hammamet, á cuya ciudad hemos
venido tres años consecutivos, listo no o b s tante, siempre nos ha seducido el espectáculo
que ofrece al viajero.
Cierto es que las circunstancias estaban lejos
de ser siempre tan favorables. La primera vez
que estuvimos en este punto, era un poco antes
de la guerra, en el mes de febrero de 1881. Los
habitantes, sin mostrarse hostiles, no nos miraban con benevolencia, por lo que nos vimos
obligados, por prudencia, á no internarnos en
la ciudad, en la
cual, debemos decirlo con franqueza, nos fue negada la hospilalidad
por el único cristiano que había en
ella y desempeñaba entoncesel consulado de una n a ción europea. Así
p u e s , nos vimos
obligados á b u s car asilo en un
fonduk situado á
la entrada de los
jardines, y á contentarnos con un
cuarto abierto á
todos vientos, que
por cierto corrían
desencadenados
aquella noche.-El
propietario, argelino emigrado, al
principio nos puso
mala cara, no suavizándose sino á
la vista de n u e s tros rewólvers colocados ante nosotros sobre la m e sa. Durante los
dos ó tres años,
hemos encontrado, gracias á la
tales como naranjos, jazmines y rosales. El
olivo, el almendro y el algarrobo abundan en
ella, y las tcktolas que en sus ramas buscan un
refugio, llenan los aires con sus plañideros
arrullos. De lo alto de la kazbah, que está situada al suroeste de la ciudad; se goza de un
panorama indescriptible. De un lado se extienden á nuestros pies las casas de la ciudad,
en muchas de cuyas azoteas se ven tendidas
ropas de vividos colores que flotan á merced del
viento y adquieren á la influencia de los rayos
del sol tonos más brillantes todavía; á la izquierda se desarrollan los jardines con sus verdes de todos matices, y á nuestro frente y
hasta donde alcanza la vista divísase el mar, sosegado y azul, de cuyo seno surje, en el horizonte, la pequeña ciudad de llergla. Nabel
misma, la Ñapóles tunecina, á pesar de su renombre, á nuestro ver no aventaja á H a m m a met. Sin embargo, las impresiones del hombre
dependen de circunstancias tan diferentes, cjue
tal vez el sentimiento que esta ciudad nos ins-
presencia de la compañía franca de Túnez y á
la amabilidad de su distinguido capitán M. Bordier, la acogida más cordial. Pero bien ó mal
acogidos, siempre nos hemos llevado de n u e s tra visita á Hammamet el recuerdo del paisaje
más encantador que sea dable imaginar.
La ciudad está situada en un golfo al cual ha
dado su nombre. Sus muros, del lado del este,
se bañan en el mar, y hacia el norte y el ñor-'
oeste se extienden vastos cementerios sombreados por añosos árboles cuyo tronco desaparece
más cada día en las movedizas arenas que p o nen de todos lados apretado cerco á Hammamet. Así es que cuando el viento sopla con violencia, los torbellinos le ciegan á uno y hacen
bastante desagradable el pasearse. En cambio,
empero, cuando la atmósfera está tranquila,
iqué deliciosa mansión! La ciudad, ceñida por
un cinturón de piedra, flanqueado de trecho en
trecho por torres cuadradas medio embutidas
en las murallas, resalla por su blancura sobre
el sombrío azul del mar. En la bahía se mecen
muellemente algunas barcas pescadoras ó de cabotaje, y los jardines que se hacen en los alrededores están poblados de árboles adoríferos.
pira deba atribuirse en parte á la amistad que
nos une al capitán Bordier y á su compañía
franca.
¡Pobre compañía franca! Cuando por vez primera la vimos, estaba aún organizándose. Sin
embargo, iqué energía desplegó durante los dos
meses que nos sirvió de escolta! Era poco tiempo
después de terminada la expedición de Túnez,
hacia el otoño de 1881. Admirado de la rapidez
con que los árabes se trasladaban de un punto
á otro, y de la dilicultad que existía, no sólo de
alcanzarles, sino aun de perseguirles con alguna
probabilidad de éxito, alguien tuvo la idea en
Túnez, creemos que el general Japy, de formar
compañías compuestas mitad de soldados franceses y mitad de tunecinos, para que unos comunicasen á ios otros las cualidades de que carecían: de esta suerte los franceses ensenarían
á los tunecinos la disciplina y el oficio militar,
tal cual se practica hoy, y los tunecinos enseñarían á los franceses el modo de triunfar de las
dificultades materiales de toda especie con que
se lucha en tierra árabe.^ Para hacer las marchas
más rápidas, la compañía debía no llevar bagajes ni impedimenta, como con tanta exactitud
GOLI O DE ll.VMMAMET.
265
decían los romanos, y se alimentaria sobre el
país. Ni pan debían llevar los soldados, ó á lo
más para dos ó tres días; ya lo elaborarían á
medida de las necesidades; y la cebada para los
mulos, con comprarla donde debiese echárseles
el-pienso, bastaba. En cuanto á la carne, seguiría por su propio pié en forma de pequeño rebaño fácilmente renovable, y por lo que respecta
al vino lo beberían cuando hubiera. Las provisiones de azúcar y de café se adquirirían sin
trabajo en una tierra cuyos habitantes todos
hacen de estos artículos tanto uso. Por otra
parte, un centenar de hombres se alimenta asaz
cómodamente, tanto más cuanto siempre se encuentra algún mercader, amigo del lucro, pronto
á seguir, con su carreta, una pequeña columna
como la de que hacemos mérito.
Con este efectivo de franceses é indígenas, la
compañía mixta del capitán Bordier recibió el
encargo de ocupar la ciudad de Hammamet,
cuando la insurrección señoreaba todavía el país,
y relevar un regimiento que daba en ella la
guarnición y debía entraren campaña. La llegada
de la compañía no
fué del agrado de
los h a b i t a n t e s ,
como en protesta
de los cuales al
entrar esta por los
jardines sonó un
tiro, á la otra parte de un seto de
cactus, que por
fortuna no hirió á
nadie. Había que
vengar inmediatamente este ataque
y contener la efervescencia de los
árabes, por lo que
se impuso á la ciudad una contribución hasta tanto
no entregasen al
culpado, que fué
fusilado sumariamente tan pronto
se le hubo entre
las manos. Cortáronle luego la
cabeza y expusiéronla por espacio
de ocho días en lo
alto de la kasbah,
para que los insurrectos tomasen
ejemplo en ella y supiesen á lo que se exponían
al atacar un destacamento de soldados franceses. Desde entonces, la ciudad estuvo perfectamente tranquila, y cuando á ella llegamos, la
compañía franca era no sólo temida, sino estimada.
Por otra parte, nada más pintoresco que ese
grupo de soldados vestidos los unos á la francesa y los otros á la tunecina. A la cabeza de
ellos iban dos ó tres spahis que servían de exploradores á la columna. El más viejo de ellos,
su jefe, goloso, que para tranquilizar su conciencia y no violar las reglas del Corán bebiendo
un licor prohibido llamaba kawa (café) al vino y
kalib (leche) al ajenjo, era un tunante más a s tuto que un zorro. Difícil hubiera sido inventar
una estratajema que él no hubiese descubierto
al punto.
.•\ los spahis seguían tres ó cuatro cornetas
indígenas, á los cuales nos parece todavía ver
marchar delante de nosotros, con su levitin negro y su mugrienta chechia (casquete encarnado).
(Se
continuará.)
LA ILUSTRACIÓN.
366
Leila ó el sitio de Granada.
POR LORD
LYTTON.
(CONTINUACIÓN.)
C A P Í T U L O Vil.
EL TRIBUNAL Y EL MILAGRO.
Era de noche y el ejército reposaba en silencio, cuando cuatro soldados de la Santa hermandad, conduciendo un prisionero maniatado,
se acercaban silenciosos á una tienda de grandes
dimensiones, próxima al pabellón del monarca.
El profundo foso que la rodeaba, las barricadas formidables que la defendían y los centinelas estacionados á frecuentes intervalos que la
custodiaban, indicaban la estimación en que se
tenía aquella parte del campamento real. La
tienda mencionada era mayor que el mismo pabellón del rey, construida de cañamazo y circundada por anchos muros de macizas piedras.
En su cúspide se destacaba sombrío, á la luz
de las estrellas, un pequeño estandarte negro en
el que se distinguía una cruz blanca de grandes
dimensiones. Los soldados hicieron alto á la
puerta del muro, y entregaron su prisionero á
dos delgados centinelas, encargándoles precaución; después, relevando á los centinelas que se
adelantaron con el primero, permanecieron m u dos, porque un silencio austero y una disciplina
espartana eran los artículos de la Santa hermandad.
El prisionero, cerca ya de la tienda, se detuvo un momento, miró fijamente en derredor
suyo, cual tratando de fijar en su mente el shio
donde se encontraba, y, con gesto impaciente y
altanero, siguió á sus guardias. .Atravesó dos
divisiones de la tienda, pálidamente iluminadas
y aparentemente desiertas. Un hombre, vestido
de negro, con una cruz blanca en el pecho, se
presentó de repente; cambió varias señales con
los conductores, y un momento después Almamén el Hebreo se encontró en una gran cámara
(dadas las dimensiones de la tienda), coldada
toda de sarga negra. Al otro extremo se veía
un estrado, sobre el estrado una mesa y sentatados delante de ella tres hombres. Rígido y
tranquilo, Tomás de Torquemada permaneció
de pié al lado del estrado. El umbral de la
tienda estaba guardado por dos hombres, cuyos
vestidos tenían mucho de común en el color y
en el corte con los de los que habían conducido
á Almamén á presencia del inquisidor. Ambos
empuñaban grandes lanzas y, colgando á un
lado, largas espadas de dos filos. Tales eran los
habitantes de aquella triste y siniestra habitación.
El israelita miró en torno suyo, pálido,
pero con ojos centelleantes y despreciativos,
y cuando su mirada encontró la del dominico,
pareció que estos dos hombres, ambos tan
elevados sobre el nivel de los demás, por la rigidez de su naturaleza y la energía de sus pasiones, trataban de aplastarse mutuamente,
acentuando cada uno su propia supremacía. Sin
embargo, en realidad, ninguno hizo justicia al
otro, y á la desdeñosa indignación de Almamén
respondió el glacial desprecio de Torquemada.
— Prisionero, dijo el dominico, que fué el
primero en retirar la vista, mejor sentara á tu
condición aire menos altivo y obstinado; pero
no importa, nuestra Iglesia es modesta y humilde. Hemos enviado á buscarte impulsados
por un sentimiento de paternal y caritativa esperanza, porque aunque como espía y traidor
estás condenado á muerte, quisiéramos redimir
tu vida y salvarte para el arrepentimiento. Tú
no defraudarás esa esperanza, porque débil es
nuestra naturaleza y se agarra á la vida como
el náufrago á la tabla.
—Sacerdote, si sacerdote e r e s , replicó el
hebreo, cuando, prisionero, fui traído al cam-
pamento español, expliqué los motivos de mi
encuentro entre las tropas de los moros. Mi celo
por el rey de España me acarreó ese peligro;
y al escapar de él, es el mismo rey de España
quien me acusa y quien me juzga. Si, sin embargo, lo que se quiere es mi muerte en premio
de servicios inestimables, dádmela; aquí me
tienes tranquilo y sereno. A cumplir tu encargo,
ve á decir á tu señor que pierde más con mi
muerte de lo que puede ganar con las vidas de
treinta mil combatientes.
—Cesa en tu necio discurso, dijo el inquisidor
con desprecio: y no creas que tus huecas palabras seducirán la poderosa inteligencia de Fernando de España. Tienes que defenderte contra
más graves cargos que el de traición al rey á
quien pretendías servir. Sí, infiel como eres,
vindícate de la blasfemia inferida á Dios, á quien
debieras rendir adoración. Confiesa la verdad.
¿Eres de la tribu y fe de Israel?
El hebreo frunció siniestramente el ceño y
dijo solemnemente:
—El hombre, juez es de los actos de los h o m bres, mas nó de sus opiniones. No te contestaré.
— Reflexiona. ¡Tenemos á mano instrumentos que no resisten los nervios más fuertes, los
más templados corazones... jReflexiona!.. ¡Confiesa!
— T u s amenazas no me intimidan; pero soy
h u m a n o ; y pues quieres saber la v e r d a d , te la
diré sin exponerme al suplicio. Yo pertenezco
á la misma raza que los apóstoles de tu Iglesia;
soy judío.
Confiesa... anotad sus palabras. Prisionero,
has obrado cuerdamente; y plegué al cielo que,
siguiendo tal conducta, te libres del suplicio y
de la muerte. Y cen esa fe ha sido educada tu
hija? IFíespOnde!
— ¡Mi hija! ¡No hay acusación contra ella!
¡Por el Dios de Sinaí, no te atrevas á tocar un
solo cabello de su inocente cabeza!
Responde, repitió fríamente el inquisidor.
— S i ; fué educada en la misma fe de su padre.
—Anotad la confesión. Prisionero, prosiguió
el dominico, después de una pausa, aun q u e dan unas cuantas preguntas; responde la verdad
y habrás salvado la vida. iEn la conspiración
fraguada para elevar al poder y á la influencia
tu raza, ó, como ast,utamente expresaste, para
someterla á las mismas leyes que rigen á los
hijos de Nuestro Señor, en la conspiración fraguada (por qué negras artes yo no sé, proteja
nos, beate Domine.') para seducir el corazón del
infante de España por conducto de la lasciva
belleza de tu hija
en esta conspiración —
silencio
silencio, repito
has sido ayudado,
secundado ó instigado por ciertos judíos de
Andalucía?
—Tente, sacerdote, gritó impetuosamente
Almamén, has nombrado á mi hija, elle oído
bien? Colocada bajo el amparo sagrado de un
rey, de un caballero que ciñe espada, cha sido...
respóndeme, le lo imploro... ha sido insultada
por las licenciosas declaraciones de un hombre
de sangre real? Responde. Soy judío, pero
también padre y hombre.
—Tu fingida pasión no nos engaña, dijo el
dominico, que sin lazo alguno que le uniera á
la vida, no conocía él mismo sus pasiones.
Responde á la pregunta que se te ha dirigido.
í N o m b r a á tus cómplices.
— T o d o te lo he dicho. Tú has rehusado conlestarme. Te desprecio y te reto. Mis labios
se cierran.
El grande inquisidor miró á sus cofrades y alzó
la mano. Sus asistentes cruzaron varias palabras
en voz baja, y luego uno de ellos se levantó y
desapareció tras el cañamazo. Se alzaron las colgaduras y el prisionero contempló una cámara
interior, cuyas paredes estaban cubiertas de
instrumentos que por su forma revelaban su naturaleza, j u n t o a l a rueca, colocada en el centro, una figura alta v siniestra, con los brazos
N.° 2 4 0
desnudos, lijaba, como por instinto, los ojos
en el prisionero.
.Vlmamén asistió á los preparativos de la espantosa operación sin pestañear siquiera. Los
guardias de la entrada se aproximaron, y, libertándolo de las cadenas que le oprimían pies y
manos, le empujaron hacia el instrumento del
suplicio.
De repente el israelita se detuvo.
—Sacerdote, exclamó con acento ñiás h u milde que el que hasta entonces había e m pleado, las noticias que me comunicaste con
respecto á la única hija de mi casa y de mi cariño, me desconcertaron por el momento. Permíteme un instante para reponerme, y responderé de buen grado á todas tus preguntas. Sírvete repetirlas.
El dominico, cuya insensibilidad al temor y
desprecio del dolor corporal sancionaba su
crueldad con el prójimo, sonrió con soberano
desdén ante la aparente vacilación y debilidad
del prisionero; pero como no se deleitaba en la
tortura por la tortura misma, hizo señal de suspender la operación y dijo con voz cscesivamente meliflua y amable dadas las circunstancias
de la escena:
—Prisionero, si pudiéramos, aun á trueque
de experimentarle nosotros mismos, librarte del
suplicio, el cielo es testigo de que con gusto
ocuparíamos el lugar que con pena y angustia
te reservábamos. No te apresures; toma aliento;
recóbrate. Tienes tres minutos para considerar
la conducta que has de seguir antes de repetir
mis preguntas. Pero guárdate de burlar nuestra
indulgencia.
—Me bastan; gracias, dijo el Hebreo con un
ligero tinte de gratitud en su acento. Y al hablar
inclinó el rostro sobre el pecho y cubrióle cual
si se hallara en meditación profunda, con los
pliegues de su anchuroso manto. Apenas había
trascurrido el plazo, cuando volvió á alzar la cabeza, echando atrás su manto 1^1 dominico
exhaló un agudo grito; los guardias retrocediedieron espantados. . Un gran cambio se había
operado 'en Almamén; parecía que le envolvía
literalmente una hoguera; sus labios despedían
llamas que acariciaban sus grandes bordes, y
recorrían sus hombros cual serpientes de fuego;
rojo de sangre era el color de su pecho, de su
altanera frente y de su extendido brazo, y cuando
su mirada encontró, por un momento no más,
la mirada aterrada de sus jueces, pareció, en
efecto, realizar todas las supersticiones de la
época; ya no era el tembloroso cautivo, sino el
demonio potente ó el terrible mago.
I'.l dominico fué quien primeramente recobró
el dominio sobre sí mismo.
—.'\garrad al mago, gritó.
Pero nadie dio un paso.
.\ntes de que la exclamación hubiera expirado en sus labios, Almamén sacó un frasco de
su pecho y le arrojó con fuerza al suelo; el
frasco se rompió en mil fragmentos; una niebla
se formó en la estancia, que fué propagándose,
espesándose, ennegreciéndose y sembrando en
derredor las tinieblas. La misma luz de las lámparas no podia romperlas. La luminosa forma
del hebreo fué haciéndose más y más oscura
hasta que desapareció en la sombra. Reinó un
silencio de muerte, interrumpido por un grito y
un gemido; y, cuando después de .algunos minutos se dispersaron gradualmente las tinieblas,
Almamén ya no estaba allí. Uno de los guardias
yacía en el suelo, empapado en sangre. Le
levantaron. Había tratado de detener al prisionero y recibido una herida mortal. Murió al relatar con vacilante y entrecortada voz lo acaecido. En la confusión y quebranto de la escena,
nadie r,;paró hasta mucho tiempo después, que
el prisionero se había detenido lo bastante para
arrancar su manto al guardia agonizante, lo cual
probaba que, á pesar de sus artes secretas, temía
no poder salir con seguridad del campamento
sin ayuda de una estratagema más mundana.
LA ILUSTRACIÓN.
N.° 2 4 0
LIBRO III.
CAI'rrULO
isABi:i,
Y
LA
I'Ri.MERO.
1)0NCI;LI.A
JUDÍA.
Micnlras esla escena acaecía ante el li'ibunal de Torquemada, Leüa, no repuesta de los
temores que la dominaban y que reconocían por
primera causa su belleza y su suave timidez, era
llamada á la presencia de la reina. Aquella noble
é inteligente princesa, cuyas virtudes eran suyas
y cuyas faltas pertenecían á su siglo, no estaba,
es cierto, exenta de supersticiones y de algo del
espíritu intolerante de su real esposo; pero a u n que su fe la inclinaba á la persecución, su corazón la inducíaála piedad. Su voz era la única que
se oponía al exaltado celo de Torquemada y mitigaba los sufrimientos de los desgraciados que
caían bajo la sospecha de herejía. E n ella se
amalgaban, afortunadamente, el sentimiento de
la justicia y el de la compasión, y con frecuencia
lograba, ya que no salvar al acusado, impedir
que las consecuencias de su imputado crimen
recayeran sobre los inocentes miembros de su
casa ó de su tribu.
E n el intervalo que había mediado entre su
conversación'con Fernando y el juicio de Almarnén, el dominico, en una conversación con la
rema, había exageraao no sólo la traición del
hebreo, sino las consecuencias de la pasión
impía que el príncipe había por Leila concebido.
En aquella época, toda conexión entre un caballero cristiano y una judía era tenida por un
crimen apenas expiable; y la ofensa de su hijo
mspiró á Isabel un horror perfectamente natural
en una madre piadosa y en una altanera reina.
í ero, á despecho de todos los argumentos del
fraile, se negó a entregar á Leila al tribunal
de la Inciuisición, q u e , á pesar de su poder, no
se atrevía á apoderarse de una persona colocada
bajo la inmediata protección de la reina sin el
consentimiento de ésta.
—No temáis, padre, dijo Isabel con tranquila
ín-meza; yo me encargo de examinar á la doncella; y, á lo menos, evitaré que seduzca ó sea
seducida por ese desgraciado joven. Pero ha
sido confiada en rehenes al rey mi esposo, y á
mí; hemos aceptado el cargo y nuestro real
honor está empeñado en su seguridad. No quiera
el cielo que yo niegue la existencia del sortilegio, seguros, como estamos, de que emana del
enemigo malo; pero me temo que en este asunto
sea más culpable que culpada la doncella, y que
mi mismo hijo no se halla al tanto de su religión; en cuanto sepa cuál es, seguramente c u rará de su error. Movéis la cabeza, padre mío;
pero lo repito, quiero hacerme acreedora con
mis medidas á la confianza que demando. Id
tranquilo, buen Tomás. De nada nos aprovecharían nuestros años de reinado, si no creyéramos poder luchar con una simple doncella y
dominarla.
La reina tendió la mano al monje con sonrisa
tan amable de dignidad que suavizó aún su endurecido corazón, y con un suspiro de repugnancia y orando entre dientes porque los consejos de la reina produjeran el mejor resultado,
Torquemada abandonó la real estancia.
— P o b r e rfifta, pensó Isabel; no se acomodarían sus delicados miembros y frágil forma á la
austera tutela del fraile. Me ha parecido amable
esa joven y su rostro posee toda la encantadora
dulzura de nuestro sexo; sin duda nos será
fácil persuadirla con suaves razones á abjurar
su miserable credo, y la sombra de un sagrado
convento la librará á un tiempo de las miradas
licenciosas de mi hijo y del celo de hierro del
inquisidor. Quiero verla.
Cuando Leila entró en el pabellón de la
reina, Isabel, que estaba sola, notó con compasiva mirada su tembloroso paso. \ cuando
la joven, asintiendo al mandato de la soberana.
alzó su velo, la palidez de s u s mejillas y las
huellas de sus recientes lágrimas impresionaron
más favorablemente á la reina de lo que las
piadosas invectivas de Torquemada hubieran
hecho esperar.
—Doncella, dijo Isabel con insinuante acento,
temo que te hayan molestado los irreflexivos
caprichos del joven príncipe. No pienses más
en eso. Pero si realmente eres lo que yo me
aventuro á creer, y lo que espero ver por ti
coníirmado, secunda con alegría los medios que
te sugeriré para impedir la continuación de d e claraciones que no pueden menos de empañar
el claro brillo de tu nombre.
— lAh, señora! exclamó Leila, hincando una
rodilla ante la reina, yo aceptaré con gozo, con
gratitud un asilo que me ofrezca soledad y paz.
—El asilo á que con placer guiaré tus pasos,
respondió la reina, te ofrecerá lo que deseas,
una soledad bendita y una paz celestial. Pero
ya nos ouparemos en eso más tarde. ¿No vacilarás en abandonar el campamento, sin que el
príncipe nada sepa, sin que pueda verte antes
de partir?
— ¡Vacilar, señora! ¡Ah! decid más bien que
no tendré palabras con que expresar mi agradecimiento.
—No me equivoqué al juzgar ese rostro,
pensó la reina; y continuó: Sea así; no perderemos, pues, otra noche. Retírate al interior de
la tienda; la litera estará inmediatamente preparada, y antes de media noche dormirás en seguridad bajo el techo de uno de nuestros más bravos caballeros y de u n a de las más nobles
señoras con que se enorgullece nuestro reino.
Serás portadora de una carta que te recomendará especialmente á su cuidado; en esa dama
hallarás una protectora y una amiga. Y, oh
doncella, agregó la reina, con benevolente entusiasmo, no cierres el corazón á sus palabras;
escucha con todo tu ser sus maternales consejos;
y Dios y su Hijo quieran que fructifiquen en tu
pecho y vuelva u n a oveja descarriada al rebaño
del Señor.
Leila escuchó sorprendida, pero no respondió.
Encaminóse á la división interior de la tienda,
y, llegada á su entrada, se detuvo de i m proviso.
— P e r d ó n , graciosa reina, dijo, pero íosaré
dirigirte u n a pregunta? No se refiere á mí.
—Habla y no temas.
—Mi padre
ese ha sabido algo de él? P r o metió ver á su hija antes de que el sol luciese
cinco veces sobre el firmamento, y iah! el
tiempo ha pasado, y yo me hallo todavía sola
en la morada del extranjero.
— ¡Infeliz! pensó Isabel. No conoces su traición ni su suerte, cy á qué has de conocerla?
Ignorante de las bendiciones que lo porvenir te
guarda, continúa ignorante también de los d o lores que el presente te ofrece. No te aflijas,
exclamó en alta voz, graves razones impiden
vuestro encuentro. Pero no le faltarán amigos
en la morada del extranjero.
— ¡Ah, noble reina, perdón de nuevo! una
palabra más. No una vez sola, á mi presencia
ha llegado un hombre anciano y austero, cuya
voz hiela la sangre en mis venas. Me dirige
preguntas sobre mi padre, en el tono de un
enemigo que trata de arrancar á la hija una
confesión en perjuicio de su dueño y señor. Ese
h o m b r e . . . . ctú le conoces, graciosa reina?...
ese hombre ino tiene el poder de hacer daño á
mi padre?
(Se
continuará.)
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LA ILUSTRACIÓN.
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para el próximo año económico, que asciende á la
suma de - ' . 2 5 2 , 0 0 0 pesetas.
HISTORIA BE LA SEMANA
MADRID.
BARCELONA
Kn el Ateneo liarcelones se ha celebrado una velada
necrol()sica dedicada á honrar hi memoria del calcdrálico que fue de esta l,'n¡\ ersidad, doctor don
Manuel Milá y l o n t a n a l s , á cuyo acto asistieron representantes del claustro universitai'io. I)iputacu)n
provincial, de la Sojiedad ecomimica líarcelonesa de
Amigos del país y de otras corporaciones tanto científicas como literarias. Abierta la sesión por el presidente del Ateneo, I). Luís Góngora. en breves y
oportunas frases manifestó éste el objeto de la velada,
descorriendo la cortina que tapaba el i'etrato del difunto catedríUico señor .\\ilá y l'ontanals.
¥A doctor 1). (Cayetano \ idal y Valenciano, también catedrático de esta Universidad, leyó una extensa
memoria biográfica del señor Milá. siguiendo con
galanas Irascs todas las lases que presentó su vid:i,
exponiendo los rasgos más salientes que caracterizaron su época litei'aria, y enumerando lasdivei'sas
composiciones que \'a en catalán ó castellano, en
prosa ó en ver,so y pertenecientes á distintos géneros literarios escribió el referido catedrático.
ESPF-CT.ÁCL'LOS.—Se ha cantado en el Liceo,
El cli.xir d' ainore, de Donizetti, con grande éxito
por parte de la señorita Theodorinl y los señores .Masini y Haldelli. Lste lillimo diósc á conocer como
caricato de mérito, siendo sumamente aplaudido, en
especial en el acto tercero. .Masini, en la romanza del
acto citado desplegó sus grandes dotes de cantante,
repitiendo, entre nutridos aplausos, la pieza. Nada
diremos de la Theodorini, cjuien una vez más probó
que no en balde la distingue nuestro público.
Kn el Principal se han verificado los bcnclicios de
.^\ario y la señorita .Mendoza Tenorio, f^l distinguido
actor escogió Do.-: 'J'oinds para su beneficio, logrando
muchos aplausos y ser llamado repetidas veces á la
escena, en la que se le olrecieron regalos vali(jsos.
La señorita Tenorio difícilmente olvidará la ovación
que el lunes se le hizo en el decano de nuestros teatros. Kscogió ésta La niña hoha, y dejando aparte el
modo magistral como la desempeñó, citaremos sólo
que al finalizar el acto tercero, entre aplausos n u t r i dos y espontáneos se cubrió la escena de blancas
azucenas que en repetidas veces cayeron como lluvia
al rededor de la artista. L'na vez ahombrado de blanco
el palco escénico, cayeron claveles encarnados que
acab,irf)n de cubrir lasTablas. \\ leer una poesía en
calahín del señor Soler, otra vez hubo de presentarse
á la escena la señorita .Mendoza Tenorio, en compañía del citado autor.
El martes se celebró una velada musical en el
Ateneo Barcelonés, organizada por el señor \'idiella,
y en la que lomó parte su discípula la señorita iMaría
Luisa Guerra, quien obtuvo aplausos nutridos y merecidos por el modo magistral como tocó al piano las
piezas que se le confiaron.
Han empezado las regatas que el club de Barcelona ha organizado para la temporada de verano,
asistiendo á la primera numerosa y escogida concurrencia.
Tomaron parte en las dos primeras regatas, botes
de vela ó de remo, armados para la vela, siendo los
que alcanzaron el premio la denominada "Mercedes»
y la "Saeta» respectivamente. La tercera regata para
canoas de doce remos se la disputaron la "Covadonga» y la "Gravina,» alcanzando el premio aquella, que pertenece al Club catalán de regatas. La
cuarta regata para canoas de seis remos, fué ganada
por la denominada «María,» y la quinta, que era entre los esquifes de cuatro bayonas «Sí» y « \ o » fué
ganada por este último.
¡
AYUNT/V.MIENTO. — S e ha resuelto proceder'inmediatamenle, mediante la celebración de subasta
pública, al derribo de una casa de la plaza de San
Agustín Vieja, al objeto de ensanchar y regularizar
el perímetro de la misma.
Se ha acordado conceder una subvención anual de
dos mil quinientas pesetas al Conservatorio de música y declamación del Liceo de Isabel II, reservándose el .Ayuntamiento el derecho de n o m b r a r los señores concejales, que en representación del mismo
formen parte de la J u n t a directiva.
Se ha api'obado el proyecli) de presupuesto de
N O T I C I A S G E N E R . M . E S . — E n el paraninfo de
la Universidad central ha sido recibido Académico
de la T^spañola de la Lengua, el poeta don José Zorrilla, que ya en 1 8 4 8 fué elegido por unanimidad
para ocupar la plaza que hoy ocupa, pero cjue no
quiso aceptar. Presidió el acto S. M. el Rey, quien
designó á l<js Sres. Núñez de Arce y Alareón para
introducir al nuevo académico, quien pronunció un
discurso en verso admirablemente escrito. Le contestó
el marqués de Valmar con un discurso notable bajo
lodos conceptos y que mereció, como el pronunciado
por el señor Zorrilla, los aplausos de la numcrosísiniíi concurrencia que llenaba el salón y entre la que
se veía cuanto de más notable encierra Madrid. Al
imponer S. M. el Rey al señor Zorrilla la medalla de
académico, pronunció breves y sentidas frases alusivas al acto.
T2n el salón de ("átedras del .\tcneo ha dado el
señor Gimcno una conferencia muy importante por
ti'atarsc de una cuestión que hoy interesa al mundo
científico, cual es la inoculación del colera por el sistema del l)r. b e r r á n . Definió la inoculación preventiva contra el cólera, hablando de los organismos
relractarios á las cnlermedades infecciosas, recordando
que dan inmunidad la peste de Levante, la fiebre
amarilla, la fiebre recurrente, la viruela, el carbunco
y la hidroíorbia, diciendo que no podía escaparse de
de esta ley el cólera, citando en su apoyo el hícho de
cjue los individuos que abandonan las poblaciones
infestadas y vuelven cuando todavía no ha desaparecido el foco son más fácilmente atacados que los
c]ue no se h a n movido, porque con la asimilación de
los miasmas coléricos han sufrido una vacuna lenla.
La comisión del (Congreso acerca del proyecto de
(Código civil, continúa con actividad sus trabajos,
habiendo conferenciado algunos de sus Individuos
con cl ministro de Cjracia y Justicia, manifestando
íiquellos que al formarparle de dicha comisiíin lo han
hecho sin compromiso de ningún género, y con la libertad de criterio más completo, pero que deseaban
estudiar con la debida detención el proyecto, conviniendo con cl señor Silvela que se estudie con todo el
tiempo necesario pero de modo cjue la comisión pueda
emitir dijtamcn para cjue no se cierren las cortes sin
que este aprobado el (código civil.
(j( >XGRT,SO.—(Continúan discutiendo-e los presupuestos de Puesto-Rico, haciendo cl señor ministro
de Ultramar un estudio detenido de las varias secciones de este presupuesto. l']l señor Pérez ha leído
un telegrama dirijido al presidente del casino de San
T e m a n d o ((.ládiz) firmado por él general Salcedo, en
que se censura el dictamen de la comisión sobre
lucrzas navales, calificándolo de insen.salo y contrario á las opiniones del gobierno.
S E N A Ü Ü . — El señor Pavía y Pavía hizo una
pregunta sobre las noticias dadas por algún periódico acerca de las manifestaciones habidas en S a n
T e m a n d o , contestando el señor ministro de Marina
que no ofrecía novedad alguno lo ocurrido.
G.\(^ET.\. — Real decreto estableciendo las reglas
que en lo sucesivo y hasta que se establezca fa unificación de las carreras del orden judicial, han de
observarse en el nombramiento de los funcionarios
para la administración de justicia en las provincias
de U l t r a m a r . — R e a l decreto autorizando al ministro
de Estado para que presente á las Cortes un proyecto de ley otorgando la facultad de ratificar el
convenio entre España y Alemania, firmado en Berlín el 10 de Mayo.—Real decreto dictando reglas
para el nombramiento de auxiliares do la Administración de Justicia en los juzgados de las Islas Eilipinas.—Real orden aprobando la clasificación de los
montes públicos de Villajoyosa, hecha por la comisión
revisora del catálogo. Ideales órdenes resolviendo los
expedientes de suspensión de los ayunlamicntos de
\ Parroquia de Orto y Cartagena.
¡
N/ 240
dia de honor destacamentos de los batallones escolares
y los porteros del Senado. Las tropas ocupaban las
avenidas inmediatas al Arco del Triunfo.
Rodeaban al catafalco gran número de pebeteros,
que proyectaban sobre él g r a n número de focos eléctricos que le iluminaban, lo mismo que al sin número
de coronas que le rodeaban, entre las cuales las había
magníficas. El gobierno había decidido declarar feriado el día de traslación de los restos del poeta al
Panteón, pero tuvo que desistir de su empeño por
carecer de tiempo necesario para trasmitir las órdenes oportunas. Todas las comisiones y sociedades
recibieron una circular en que se les notificaba que
no sería admitida en el cortejo otra bandera que la
tricolor y las de los paises extranjeros; pero los revolucionarios se mostraron resueltos á presentarse
con banderas rojas y á forzar la entrada en la comitiva, si fuese necesario, por lo que las autoridades
tomaron toda clase de precauciones para evitar un
conflicto.
El cardenal arzobispo de P a r í s ha protestado enérgicamente contra la secularización de la iglesia do
Santa Genoveva, conocida con cl nombre del Panteón. El clero, antes de que la administración fe incautase de ella, ha trasladado, con las debidas formalidades, los vasos sagrados y las reliquias, en virtud
de órdenes del arzobispo.
Vi. de Ravignan, ha apoyado una proposición de
censura al ministerio por haber privado al culto católico de la iglesia de S a n t a Genoveva, patrona de
París, diciendo que sin discutir á Víctor Hugo como
literato ni negarle cl homenaje que como á tal se le
debe, la secularización del Panteón es un hecho que
reprueban cuantas personas profesan respeto á las
creencias religiosas.
En cambio de la supresión del impuesto sobre el
papel, particularmente el de i m p r i m i r , se trata de
crear un recargo sobre los derechos de los tabacos
de primera calidad.
I N G L A T E R R . \ . — L o s negociantes interesados en
el comercio de vinos de las colonias británicas y prin •
cipalmente en Australia y Cabo de Buena Esperanza,
han celebrado un tnecliní;' para tomar un acuerdo
en la cuestión de las tarifas aduaneras sobre los vinos, con motivo de la ruptura de relaciones comerciales con España.
Las negociaciones entabladas entre los gabinetes
de Londres y San Petesburgo caminan rápidamente
á un arreglo amistoso, habiéndose recibido contestación del gobierno ruso en que se aceptan las proposiciones del ministerio inglés concernientes á la frontera ruso-aighanu, quedando comprendidos en el
territorio r u s o , según esta modificación, F'enjdeh
.\mcr (iarde. Maruehak, Acquier y Zuwlicar. El ingeniero ruso Lessor, que ha recorrido d u r a n t e dos
años la frontera entre el T u r q u e s t á n y el Afghanistán, estudiando los principales pasos y levantando
los planos de los mismos, ha recibido del gobierno
ruso la orden de marchar al Herat para representar
á su país en la comisión mixta encargada de fijar los
límites de la frontera definitiva, pues el trazado aceptado en principio entre Rusia é Inglaterra, es con lijcras variantes el segundo proyecto presentado por
dicho ingeniero.
TTALI.-\, — La comisión técnica de la conferencia
sanitaria ha aprobado, á pesar de los deseos expuestos
por el representante inglés, una proposición en que se
dispone la inspección médica de todos los buques
que crucen el mar Rojo, procedentes de puertos infestados; acordando que no se haga más que una inspección en Suez cuando los buques no desembarquen
viajeros en Egipto.
E n Babelmandeb se llevará á cabo una primera
inspección y otra en el segundo puerto de llegada
c u a n d o los buques tengan á bordo casos de enfermedades sospechosas, siendo desembarcados los viajeros
y sometidos á una observación de cinco días.
P O R T U G A L . — P o r votación nominal se ha aprobado el tratado de comercio con T^spaña, teniendo para
ello que prorogarse la sesión. Las dificultades que
oponían los diputados han sido vencidas con la garantía del articulo 3 4 , que eleva á derecho la abolición que ya existe de hecho en la reciprocidad de la
pesca, haciéndose un reglamento internacional para
la cuestión de pesquerías, tomando por base dicho
artículo 3 4 .
EXTRANJERO.
F R A N C I A . — E l cadáver de Víctor Hugo ha sido
despositado ya bajo el Arco del Triunfo sobre u n catafalco, resultando un efecto grandioso. Daban g u a r -
BARCELONA:
Imp. de Luís Tasso y Serra, calle del Arco del Teatro; niims. 81 y «3.
UeflenrndoR todo« los derechos <le propiedad artieUca y literaria
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