Contextualización: La vida de Platón (427–347 a. n. e.) transcurre en plena decadencia de la polis democrática. En su época, los momentos de tensión y crisis fueron cotidianos y los de calma política y militar lo excepcional, tanto dentro como fuera de su ciudad natal, Atenas. Perteneciente a una poderosa familia aristocrática y orientado por tradición familiar hacia la política, desconfió de la joven democracia, pues con ella la corrupción dominaba por doquier. El párrafo que comentamos pertenece al libro VII de la „La República‟, obra de filosofía política a través de la que Platón diseñó un modelo de sociedad perfecta, alejada del relativismo político y moral que imperaba en su época, en la que el poder estuviera en manos de los más capacitados: los filósofos. Tema del texto: Este fragmento pretende desvelar el significado de los símbolos empleados por Platón en la alegoría de la caverna –que acaba de ser relatada– y muestra la importancia de la idea del Bien universal. Ideas principales: 1. Explicación de los símbolos utilizados en el mito de la caverna: - El interior de la caverna corresponde con el mundo sensible y la hoguera de la gruta con el sol del mundo físico. - La salida al exterior de la caverna y el conocimiento de lo que allí hay es la difícil ascensión del alma al mundo de las Formas. 2. El último escalón del conocimiento es el Bien, causa de lo más real de ambos mundos. Posibilita el conocimiento y es imprescindible para obrar rectamente en lo ético y en lo político. Estructura del texto: Posee dos partes diferenciadas: en la primera, desvela el significado de los símbolos del mito. En la segunda, aclara el triple papel de la idea del Bien, cúspide del conocimiento: ontológico, gnoseológico y ético - político. Explicación de las ideas del fragmento y relación con la teoría del autor: La idea del Bien es, como vemos en el texto, el pilar fundamental de la filosofía platónica, la cumbre en la gradación de lo real expuesta en el mito de la caverna y el fin al que el alma debe orientarse si pretende el conocimiento universal, meta de la anámnesis. Sobre la existencia de este concepto moral universal basará su intento de restaurar la vida moral y política ateniense que atravesaba una situación calamitosa, responsabilidad, tanto para Platón como para su maestro Sócrates, de las enseñanzas impartidas por los sofistas (relativismo y escepticismo). Frente a ellos, los primeros defienden que sólo si existe el Bien universal y puede conocerse tienen fundamento unas leyes morales y políticas a salvo de la mudanza y variación de las de su época. Por ello la intención de la Filosofía platónica es fundamentalmente política y paidéutica, y así entendemos que el libro VII de la República esté dedicado por Platón a la educación del filósofo–gobernante. Comienza el libro VII con la alegoría de la caverna, a la que dedicaremos brevemente nuestra atención para comprender mejor el contenido del texto: en ella se nos muestra la situación de la humanidad antes y después de recibir educación. Describe Sócrates una extraña cueva en la que encontramos a unos prisioneros atados de pies y manos, con la mirada dirigida hacia la pared del fondo de la gruta. Allí, unas sombras representan para los prisioneros la auténtica realidad. Aunque Glaucón manifiesta que Sócrates describe una escena extraña, él contesta que es la situación general de la humanidad, de la que un prisionero consigue liberarse para comenzar el camino ascendente que le llevará fuera de la caverna. En esta ascensión, y todavía dentro de la cueva, ve una paredilla y a unos esclavos que portan objetos por detrás de la misma. Más cerca de la entrada y en lo alto, una hoguera proyecta su luz sobre los objetos transportados, de manera que éstos arrojan sus sombras sobre la pared del fondo de la gruta y generan las imágenes que los prisioneros toman por realidad. El liberado continúa ascendiendo hasta alcanzar, no sin dificultad, el exterior de la vivienda prisión. Una vez fuera, descubre un mundo nuevo, la auténtica realidad, a cuya contemplación ha de acostumbrar sus ojos lentamente, pues, tras años de oscuridad, no se adaptan inmediatamente a la luz. Pero finalmente podrá contemplar los objetos externos y el más brillante de todos ellos: el sol mismo. Después deberá volver a la gruta para liberar a sus compañeros, que se resistirán por considerar que la ascensión lo ha trastornado. Como hemos señalado, el texto aclarara el significado de los símbolos empleados por Platón en este mito y nos hace comprender que el interior de la gruta representa el mundo físico, aparente e ilusorio, mientras que el exterior de la misma corresponde con el mundo considerado real por Platón, el de las Formas puras universales. Los prisioneros creían que la gruta era la auténtica realidad, de la misma manera que la humanidad no educada adecuadamente considera que el mundo sensible es el real. Sin embargo, tras recibir una formación que reoriente la mirada del alma, saldremos de la gruta, es decir, descubriremos, no sin dificultad, lo auténticamente real, que no es sensible, sino de naturaleza inteligible. Pero mientras el hombre se deje llevar por el testimonio de los sentidos, seguirá atado de pies y manos a lo físico, como los prisioneros de la alegoría. Sólo cuando permita a la parte racional de su alma realizar el camino dialéctico ascendente que lo aparta de lo físico, accederá el hombre a la auténtica realidad inmaterial. Para quien no recorra este camino, el conocimiento se limitará a lo sensible y no le aportará más que pura opinión (doxa), plagada de relativismo y separada de la auténtica ciencia. Esta última (episteme) sólo puede hallarse cuando el objeto del conocimiento no varía en ningún contexto o circunstancia, ni bajo perspectiva alguna. La ciencia ha de versar sobre lo universal, y puesto que nada universal puede encontrarse en el variable mundo físico, es precisa la existencia de un mundo diferente, de Formas puras universales. Por tanto, la salida de la caverna, es decir, el conocimiento dialéctico, asciende por una realidad en cuyo peldaño superior se encuentra, tal y como describe el texto, la idea suprema: “En el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la Idea del bien”. Vemos, pues, que no todas las ideas son igualmente importantes: el mundo inteligible está jerarquizado, siendo su cúspide el Bien supremo, universal y absoluto, a salvo de la mutabilidad de lo físico. Describe ahora el texto las tres funciones principales de la idea del Bien en el pensamiento platónico. En primer lugar, su función ontológica: puesto que el mudo material no es más que copia del de las Ideas, la forma del Bien –la más brillante de ellas– será la causa del objeto más precioso de entre los físicos, a saber, del sol y de todo lo “recto y lo bueno” que existe en ambos mundos . En segundo, su función gnoseológica: del mismo modo que el sol produce luz y permite ver los objetos físicos, es el Bien quien arroja luz intelectual sobre el resto de las ideas, permitiéndonos comprenderlas. Y, por último, su papel en lo ético y en lo político: pues sólo quien conoce el Bien posee la sabiduría teórica y práctica que lo llevará a actuar adecuadamente tanto en su vida privada como en la ciudadana. Esta última idea es consecuencia inmediata del Intelectualismo moral que Platón heredó de su maestro Sócrates, y le llevará a decir que el filósofo (el único que, tras recibir la formación adecuada, ha alcanzado el conocimiento del Bien) debe ser gobernante.