tesis sobre el ministerio sacerdotal

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WALTER KASPER
TESIS SOBRE EL MINISTERIO SACERDOTAL
Thesen zum priesterlichen Amt, Diakonia, 2 (1971) 137-141
La participación del sacerdote en la vida de los hombres y en la construcción del
mundo
El sacerdote, con toda la Iglesia, está llamado al servicio de los homb res y a llevar el
mundo a la plenitud, según el plan de Dios. El sacerdote no puede cumplir su tarea
específica sin participar de forma inmediata en la historia del hombre. No puede haber
una evangelización al margen de una determinada comunidad humana de hoy, con sus
múltiples implicaciones en la realidad colectiva del momento histórico.
Para que el sacerdote participe realmente en la vida del hombre y pueda aportar su
contribución a la conformación del mundo, nos parece necesario que se lleven a la
práctica las siguientes proposiciones:
1) En el futuro, los sacerdotes deben tener una profesión, sea que la ejerzan o no, para
que conozcan desde dentro una de las fundamentales circunstancias de la vida humana:
el trabajo.
2) Todos los sacerdotes deben renunciar a los privilegios y formas de vida que los
coloquen entre la clase privilegiada de la sociedad: a los beneficios, donde todavía los
haya; a las diferentes exenciones de derecho o posiciones privilegiadas de hecho; a los
puestos de honor en los actos profanos, etc.
3) Todos los sacerdotes deben formar parte de un equipo pastoral al cual pertenezcan
también laicos y religiosos. En este equipo se juzgará críticamente la participación del
sacerdote en la vida humana y en la formación del mundo.
4) Según las particularidades de su profesión y de acuerdo con el grupo pastoral, los
sacerdotes deben poderse comprometer para un servicio en el mundo, en cualquier
institución, exceptuando aquellas que cooperan con una opresión del hombre.
5) El modo y manera como el sacerdote interviene en el mundo, será determinado por su
profesión personal y por las exigencias pastorales, por el juicio de la comunidad
cristiana a la que pertenece y de común acuerdo con la jerarquía.
6) El Tercer Mundo y los pobres que viven entre nosotros, son una llamada en medio de
la Iglesia, para que los sacerdotes en unión con el episcopado, con los laicos y con todos
los hombres, revisen su conducta y sus compromisos.
El sacerdocio y la evangelización del mundo
La buena nueva de Jesucristo significa la plena liberación del hombre y del ser humano.
El pecado que marca al hombre es aniquilado por la muerte y resurrección del Señor. La
liberación, inmerecido regalo de Dios, concierne a la totalidad de la vida y capacita al
hombre, interiormente libre, para luchar contra cualquier forma de opresión. El reino de
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Dios empieza misteriosamente en cada honrado esfuerzo por liberar al mundo. El
cristiano y el sacerdote, como libertados por Cristo, están llamados al servicio del
desarrollo y de la felicidad del hombre y de la humanidad.
Para que el evangelio sea experimentado y predicado, es necesario llevar a la práctica
las siguientes proposiciones:
1) Toda la Iglesia debe tomar partido decididamente, y no sólo de palabra, por el Tercer
Mundo y someter a discusión las estructuras del mundo occidental en beneficio de las
víctimas de la sociedad de la abundancia, especialmente del gran número de
trabajadores que trabajan lejos de su hogar, de los proletarios, etc.
2) La práctica del ministerio sacerdotal supone - y ciertamente a partir de la misma
esencia del sacerdocio- la directa presencia de un buen número de sacerdotes en la
diaria situación vital del hombre: sacerdotes que trabajen en una fábrica, en una oficina,
en la investigación científica, en la enseñanza, etc. El sacerdote limitado al servicio
intraeclesial, ha dejado ya de ser un modelo preferente de sacerdote.
3) Un lenguaje actual de la buena nueva, un auténtico estilo de las celebraciones
litúrgicas, nuevas formas, la manera de tener los cristia nos sus reuniones de fe; todo
esto sólo puede ser encontrado desde la base. La mesa de estudio, el laboratorio, las
decisiones de la autoridad, no son suficientes para crear una nueva adecuación en vista
del creciente distanciamiento entre la cultura contemporánea y las abundantes formas
atemporales de la predicación. Por tanto, es indispensable que los esfuerzos pastorales
puedan alcanzar su meta con una gran libertad.
4) La autoridad en la Iglesia tiene una insustituible tarea, pero para realizarla debe estar
más dispuesta a aceptar, escuchar, conllevar y ver su función en el discernimiento, que a
decretar y coordinar de arriba abajo.
5) En esta participación en la vida y en la evangelización, el sacerdote descubrirá y
realizará, cada vez más, una nueva espiritualidad: estar al servicio de los hombres y del
pueblo de Dios. Los sacerdotes unirán, en el mismo movimiento hacia Dios y hacia los
hombres, contemplación y acción en un todo único.
La auténtica apertura hacia los demás, la decidida búsqueda de la vo luntad de Dios en el
evangelio y en la vida, la consciente disponibilidad para todos y en especial para los
pobres, convierten al sacerdote en signo y cooperador de la plena liberación del hombre.
6) Las comunidades cristianas que participan en la vida del hombre, producirán nuevas
formas de vocación sacerdotal, entre solteros y casados. Estas vocaciones deben ser
llevadas adelante y respetadas en su originalidad. No deben ser forzadas a amoldarse a
otros criterios.
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La formación básica y profesional
A) La formación básica
1) La formación básica del candidato al sacerdocio debe estar plenamente orientada
hacia la realidad de la vida en sus múltiples facetas.
2) Un sacerdocio misionero implica una formación múltiple, acompañada de un
compromiso social y de una verdadera disponibilidad para los demás.
3) Los candidatos al sacerdocio, además de los necesarios estudios básicos, deben
experimentar a la Iglesia como comunidad de creyentes y comunidad de amor. La
institución eclesiástica sólo puede ser entendida a partir de una semejante experiencia
vital.
4) En el conjunto de la formación deberán ser consideradas esenciales las ciencias
humanas, especialmente la psicología pastoral, sociología pastoral y pedagogía pastoral.
B) La formación profesional
1) La formación profesional institucionalizada del sacerdote debe ser radicalmente
intensificada, pues hoy es más difícil que antes y, por otro lado, no es deseable
comenzar una formación profesional conclusa y para toda la vida, antes del comienzo de
la actividad pastoral.
La formación profesional debe estar dirigida hacia la meta de la participación en la vida,
la cooperación en la formación del mundo y el cumplimiento de la tarea salvífica.
2) Las necesarias disposiciones para una efectiva formación profesional deben crearse a
distintos niveles: supra-diocesano, diocesano y local. Además, cada sacerdote está
obligado a preocuparse personalmente por una formación complementaria.
3) Las necesidades de una efectiva formación complementaria hacen indispensable este
presupuesto: que las organizaciones y las personas comprometidas en ella sean, al
menos, de igual calidad que las de la formación básica de los seminarios.
4) Los métodos de trabajo en la formación complementaria deben ser revisados de raíz,
para que esta formación ulterior tenga en cuenta la experiencia pastoral y humana del
sacerdote y construya sobre ella.
5) Es absolutamente necesario que todo sacerdote tenga, cada cinco años, la posibilidad
de perfeccionar su formación durante seis meses, lo cual event ualmente podría
realizarse en diversos períodos.
6) La especialización del sacerdote, e igualmente la del candidato al sacerdocio, es cada
día más apremiante. Hacia esta especialización deben dirigirse los períodos de
perfeccionamiento de la formación. Los diversos carismas de las exigencias particulares
y pastorales del ministerio y de la evangelización excluyen el individualismo de los
"hobbies".
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C) Obispos y laicos, y la formación profesional
1) Es indispensable que los obispos mantengan un intenso diálogo con su consejo
pastoral, con el consejo sacerdotal, con las organizaciones de apostolado laico y otros
grupos, para mejor reconocer los cambios de mentalidad. Sólo de esta manera se
conseguirá que todos, sacerdotes y laicos, cooperen efectivamente en la información,
concepción y planeamiento pastoral.
2) Es necesario que sacerdotes y obispos, en el ámbito de cada nación, se reúnan
periódicamente en conferencias.
3) La Iglesia debe también conceder una creciente atención a la formación de adultos en
las cuestiones de la fe y de las tareas misioneras. Además de los medios corrientes de
comunicación, se deben crear las organizaciones correspondientes.
Estructuras para llevar a cabo la tarea ministerial
Es sumamente urgente que las estructuras de la Iglesia sean de tal manera modificadas
que el sacerdote pueda cumplir plenamente su tarea misionera en la Iglesia y en el
mundo para bien y salvación de los hombres, estando presente en el mundo. Bajo este
punto de vista, deben tenerse en cuenta las siguientes proposiciones:
1) Para el servicio del hombre y del mundo y para la evangelización es necesario que se
realicen diversas formas de presencia sacerdotal en el ámbito de la vida humana. Aun si
el sacerdote está determinado por el sacerdocio en toda su existenc ia, no resulta por eso
necesario que cada sacerdote esté permanentemente activo en la Iglesia ejerciendo las
funciones clásicas, y por lo mismo, tampoco es necesario que tenga que ejercer estas
funciones como "sacerdote a tiempo limitado" o "sacerdote fin de semana".
2) Por exigencias del trabajo, los sacerdotes deben trabajar juntamente con diáconos y
hombres y mujeres considerados. Los colaboradores que destacaran en el servicio
pastoral deberían poder, incluso, recibir la consagración sacerdotal, sean o no casados; e
incluso las mujeres, en cuanto pueda ser teológicamente legitimado.
3) "El don espiritual que los presbíteros recibieron en la ordenación no los prepara a una
misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de la salvación..."
(Decreto sobre el ministerio de los presbíteros, n. 10). Si se toma en serio esta visión,
parece necesario elaborar rápidamente en Europa y en el mundo, un plan de distribución
de sacerdotes desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo.
4) Es necesario que, en un nuevo espíritu, se creen nuevas estructuras que tengan
verdadera responsabilidad en la Iglesia en todos los niveles: diocesano, nacional,
continental y mundial.
En comunión con la jerarquía, los consejos sacerdotales y pastorales, o bien, los
consejos diocesanos y nacionales, pueden ser valiosos instrumentos en el ejercicio de
una auténtica colegialidad de todo el pueblo de Dios. La Santa Sede y los obispos deben
tomar mucho más en serio que hasta ahora al sacerdocio y a todo el pueblo.
WALTER KASPER
5) En vista del próximo Sínodo de obispos, en el que se tratarán los problemas del
sacerdocio, pedimos que se preste oídos a nuestra voz, sea directamente en el mismo
Sínodo episcopal o en algún encuentro convocado por la Congregación del clero.
6) Parece indispensable que la cuestión del celibato sea rápidamente solucionada. A
nuestros ojos, no se trata de atacar o defender la conexión entre sacerdocio y celibato,
sino de dar a todo el problema el lugar preciso, en relación con las exigencias de la
misión.
a) El carácter evangélico del carisma del celibato y su significado pastoral en el servicio
al mundo, como signo de un don de Dios y signo de la disponibilidad para con los
hombres, es incuestionable. Por ello es importante que este carisma sea desarrollado y
profundizado.
b) Las exigencias de la tarea misional del presente implican que no sólo célibes, sino
también casados reciban la ordenación sacerdotal.
c) A causa del ministerio de la evangelización en el mundo, sacerdotes casados, de
acuerdo con la jerarquía y con la comunidad respectiva, deben poder ejercer el
ministerio sacerdotal. En el caso de sacerdotes casados parece necesario que sean
aceptados por la comunidad en la que deben realizar su servicio.
7) El hecho de que tantos sacerdotes abandonen su ministerio, no puede atribuirse sólo
al problema del celibato o a la falta de vida de fe. Es, más bien, uno de los síntomas de
la urgencia de un cambio de espíritu y de estructuras en la Iglesia. Muchos se sienten
llamados a un servicio en el mundo, pero las formas tradicionales del sacerdocio y de la
vida eclesial, que siguen en vigencia, no se lo permiten.
Tradujo: ANTONIO PASCUAL NADAL
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