Carpe diem - MediaServer Filología

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Carpe diem
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Garcilaso de la Vega (h. 1501 - 1536)
Soneto
En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
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Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
Garcilaso de la Vega, Obra poética y textos en prosa, ed. de Bienvenido Morros, Barcelona,
Crítica, 1995, p. 43.
1
Diego Hurtado de Mendoza (1503 o 1504 - 1575)
Soneto
Demócrate[s], deléitate y bebamos,
que para siempre no se ha de durar:
no puede para siempre el hombre estar
en la vida que a[g]ora nos holgamos.
Pues nos perdemos cuanto acá dejamos,
con ungüento oloroso nos untar
y en guirnaldas las frentes coronar
se procure, que al fin al fin llegamos.
La honra que me hace la mortaja
quiéromela yo hacer en este mundo
y remojarme en cuanto vino sé.
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Y si de acá me llevo esta ventaja,
cuando después llegare en el profundo
¡ahógueme el diluvio de Noé!
Diego Hurtado de Mendoza, Poesía completa, ed. de J. Ignacio Díez Fernández, Sevilla,
Fundación José Manuel Lara, 2007, p. 228.
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Fernando de Herrera (1534-1597)
¡Oh soberbia y cruel en tu belleza!
Cuando la no esperada edad forzosa
del oro, que aura mueve deleitosa,
mude en la blanca plata la fineza,
y tiña al rojo lustre con flaqueza
en la amarilla vïola la rosa,
y el dulce resplandor de luz hermosa
pierda la viva llama y su pureza,
dirás, mirando en el cristal luciente
otra la imagen tuya: «Este deseo
¿por qué no fue en la flor primera mía?
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¿Por qué, ya que conozco el mal presente,
con esta voluntad con que me veo
no vuelve la belleza que solía?».
[Fernando de Herrera], Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera,
Sevilla, Alonso de la Barrera, 1580, pp. 182-183.
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Francisco de Medrano (1570-1607)
Ode
Fabio, constante a las dificultades
el pecho ofrece y ciérralo prudente
al orgullo insolente
en las prosperidades.
Ya te embista el pesar, ya la alegría
atrás se vuelvan sin hacerte ofensa
y sabio recompensa
uno con otro día.
Vive despacio, olvida cuerdamente
lo pasado, no temas lo futuro;
mas con seso maduro
goza del bien presente,
que todo es humo y sombra y desaparece:
dejará Eutropio sus preciosos lares,
sus rentas, sus lugares
y cuanto le envanece
dejará y del tesoro amontonado
con afán gozará ¿cuál heredero?
Que no acata al dinero
ni a la privanza el hado.
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Todos seremos, todos, ¡cuán temprana
víctima de la muerte! ¿Qué cansamos
la vida? Hoy, hoy vivamos,
que nadie vio a mañana.
Francisco de Medrano, Diversas rimas, ed. de Jesús Ponce Cárdenas, Sevilla, Fundación José
Manuel Lara, 2005, pp. 19-20.
4
Luis de Góngora (1561 - 1627)
Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos, y en tu frente el día,
y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;
antes que de la edad Febo eclipsado,
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;
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antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura,
goza, goza el color, la luz, el oro.
Luis de Góngora, Obras completas, I, ed. de Antonio Carreira, Madrid, Fundación José
Antonio de Castro, 2000, pp. 41-42.
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Luis de Góngora (1561 - 1627)
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
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no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Luis de Góngora, Antología poética, ed. de Antonio Carreira, Barcelona, Crítica, 2009, p. 96.
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Luis de Góngora (1561 - 1627)
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confïadas:
mirad no os engañe el tiempo,
la edad y la confïanza;
no os dejéis lisonjear
de la juventud lozana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas.
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
Vuelan los ligeros años
y con presurosas alas
nos roban, como harpías,
nuestras sabrosas vïandas:
la flor de la maravilla
esta verdad nos declara,
porque le hurta la tarde
lo que le dio la mañana.
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
Mirad que, cuando pensáis
que hacen la señal de la alba
las campanas de la vida,
es la queda y os desarma
de vuestro color y lustre,
de vuestro donaire y gracia,
y quedáis todas perdidas
por mayores de la marca.
Que se nos va la pascua, mozas,
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que se nos va la pascua.
Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca,
y que al presente le cuesta
harto caro el ver su cara,
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan,
más que roquete de obispo,
encogidas y arrugadas.
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
Y sé de otra buena vieja,
que un diente que le quedaba
se lo dejó estotro día
sepultado en unas natas,
y con lágrimas le dice:
«Diente mío de mi alma,
yo sé cuándo fuiste perla,
aunque ahora no sois nada».
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas,
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva.
Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.
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Luis de Góngora, Antología poética, ed. de Antonio Carreira, Barcelona, Crítica, 2009, pp.
97-99.
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Lope de Vega (1562-1635)
Soneto
Antes que el cierzo de la edad ligera
seque la rosa que en tus labios crece,
y el blanco de ese rostro que parece
cándidos grumos de lavada cera,
estima la esmaltada Primavera,
Laura gentil, que en tu beldad florece,
que con el tiempo se ama y se aborrece,
y huirá de ti quien a tu puerta espera.
No te detengas en pensar que vives,
¡oh Laura!, que en tocarte y componerte
se entrará la vejez sin que la llames.
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Estima un medio honesto, y no te esquives,
que no ha de amarte quien viniere a verte,
Laura, cuando a ti misma te desames.
Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. de Antonio Carreño, Barcelona, Crítica,
1998, p. 148.
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Francisco de Borja y Aragón,
Príncipe de Esquilache (1581-1658)
Romance
Desvanecida está Menga
porque dice que es hermosa:
presto hará con su hermosura
lo que hace el tiempo con otras.
Que tenga será imposible,
aunque le sobren lisonjas,
el año de su belleza
siempre abril y siempre rosas.
Pues, ¿qué será, cuando mire
entre el cristal y las tocas
de su rostro, en la pintura
poca luz y muchas sombras?
Que se case le aconsejo,
y ella piensa, ingrata y loca,
que será imposible hallar
la pareja de sus bodas.
Ella es mujer y engañada,
y en mal que a nadie perdona;
¿qué serán todas con una,
si una es lo mismo que todas?
Los verdes años de Menga
no tienen belleza poca,
y a su hermosura y sus años
cantó Pascual a la Aurora:
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Estribillo
¡Oh, qué mal se juntan años y bodas!
Y si los logras,
¿no dirán que tu novio no vio
la novia?
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Copla
Agora que el tiempo
compone, zagala,
de jazmín tus manos,
de rosa tu cara,
¿para cuándo guardas
jazmines y rosas?
Y si los logras,
¿no dirán que tu novio no vio
la novia?
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Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache, La obras en verso, Madrid, Diego Díaz de la
Carrera, 1648.
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Francisco de Rioja (1583-1659)
Soneto
No esperes, no, perpetua en tu alba frente,
¡oh Aglaya!, lisa tez, ni que tu boca,
que al más helado a blando amor provoca,
bañe siempre la rosa dulcemente.
Ves el sol que nació resplandeciente,
cuál con luz desvanece tibia y poca,
¿y tú sorda a mis ruegos como roca
estás, en quien se rompe alta corriente?
Goza la nieve y rosa que los años
te ofrecen; mira, Aglaya, que los días
llevan tras sí la flor y la belleza,
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que cuando de la edad sientas los daños,
has de inividiar el lustre que tenías,
y has de llorar en vano tu dureza.
Francisco de Rioja, Poesía, ed. de Gaetano Chiappini, Sevilla, Fundación José Manuel Lara,
2005, p. 30.
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Esteban Manuel de Villegas (1589-1669)
A Leucónoe. Disuádela que no consulte a los astrólogos en razón de su muerte, y
juntamente la persuade a que se dé buena vida. Toda es epicúrea.
Versión XI
Pragmática
No procures saber, Leucónoe amiga,
el fin que a ti y a mí nos guarda el hado,
ni tientes como asirio el estrellado
cielo con cuenta y con mortal fatiga,
que saber cosas tales
jamás fue permitido a los mortales.
Bien puede ser que el Júpiter que agora
el mar con los roquedos debilita
vivir te deje muchos, o permita
que en este hibierno (¡ay, dios!) llegue tu hora.
Pero tú vivir sabe
antes que llegue la sentencia grave.
Y desechando al fin melancolías,
adoba, saca y gasta el vino en tanto,
gozando en poco tiempo todo cuanto
hubieres de gozar en muchos días,
que no sin gran cautela
la edad, mientras hablamos, se nos vuela.
Tú, del que agora resplandece día
no pierdas la ocasión, no, sino en tiempo
o le entretén con juego y pasatiempo
o le engaña con gusto y alegría
o con ánimo entero
siempre imagina que será el postrero.
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Esteban Manuel de Villegas, Las eróticas o amatorias, Nájera, Juan de Mongastón, 1617, fols.
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