Karl Albrecht podría ser un cualquiera. Casi nadie

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Karl Albrecht podría ser un cualquiera. Casi nadie acertaría a decir quién es en una pregunta de Trivial, pocos
lo reconocerían por la calle en Alemania y apenas dos periodistas y un fotógrafo pueden afirmar que
compartieron algunas palabras con él. Sin embargo, millones de personas conocen la cadena de
supermercados Aldi. Pues bien, el hombre desconocido ha sido uno de los propietarios de parte del negocio se encargaba de la división sur y su hermano Theo, de la norte- hasta hace pocos días, cuando falleció a sus
94 años. Tras de sí deja una fortuna de 25 billones de dólares -aparece en el número 23 de la lista 'Forbes'-,
una empresa que genera más de 50.000 millones de euros al año y tiene repartidos por el mundo cerca de
5.000 establecimientos, 1.300 de ellos en Estados Unidos. Ahora, su legado lo tendrán que gestionar sus
familiares y el Consejo de Administración de la empresa, aunque todo apunta a que el heredero de Karl será
su sobrino: Peter Max Heister, de 36 años.
El hombre más rico de Alemania se despidió en el anonimato. Falleció el miércoles 16 de junio, pero no se hizo
pública su muerte hasta el pasado domingo. Sus hijos quisieron celebrar un funeral íntimo, en el que sólo
estuvieran presentes sus amigos más cercanos. La carrera de Karl terminó envuelta en un halo de misterio,
como lo había sido la vida privada de su familia desde siempre. Él nunca quiso ser un personaje público; huyó
de los focos, renegó de las cámaras y evitó fotografiarse al lado de políticos. Tan sólo dio una entrevista, pocas
semanas antes de morir, al 'Frankfurter Allgemeine' -su periódico de cabecera-, en la que se prestó a hablar
del desarrollo de Aldi, pero no de su esposa o sus hijos.
El día que se anunció su fallecimiento, los diarios sólo mostraron instantáneas carcomidas por el tiempo, en
sepia y en blanco y negro. Sus escasas apariciones en actos públicos generaron inmensidad de rumores en
torno a su figura. Pero ninguno de ellos fundamentado. Su familia vivía en una espaciosa villa en el distrito de
Bredeney, en la ciudad de Essen. Y Karl jamás presumía de nada. Nunca tuvo un yate ni fue en jet privado. Sus
únicos vicios eran jugar al golf en el campo de Donaueschingen -todos los martes por la mañana-, pasar las
vacaciones en Tenerife, ir a la piscina diariamente y, por supuesto, comer -no mucho- pero casi siempre
productos de Aldi -actualmente ofrece cerca de 2.000 marcas, muchas de ellas blancas-. Preguntar del resto
estaba prohibido. Incluido el nombre de su mujer -fallecida a los 67 años- de la que es imposible encontrar
referencias.
El único que es igual de 'famoso' que Karl en la familia es su hermano Theo, junto al que levantó el negocio
heredado de sus progenitores. Su padre, minero de profesión, tuvo que dejar el trabajo por un enfisema
pulmonar; y su madre decidió abrir una tienda de comida para sobrevivir en Essen, ciudad sobre la que cayeron
más de 200 bombas durante la Segunda Guerra Mundial. Y ellos, tanto Karl como Theo, fueron reclutados para
luchar en la contienda. El primero fue capturado por los rusos y el segundo, miembro de los África Korps, por
los americanos. Sin embargo, ambos fueron liberados y volvieron sanos y salvos para ayudar a su madre y
levantar el negocio familiar.
En 1940, los hermanos empezaron a abrir tiendas alrededor de Essen con una estrategia clara: vender
productos básicos muy baratos. La idea funcionó en una población castigada, con mucha hambre y que
buscaba alimentarse por unas cuantas monedas. Así, en 1960, ya habían inaugurado más de 300
establecimientos. Posteriormente, decidieron dividir la compañía durante una de las muchas discusiones que
tenían los domingos, justo después de ir a misa, cuando se reunían para hablar del negocio. El debate en torno
a la venta de tabaco acabó con Karl tomando el control de Aldi sur y Theo de Aldi norte.
En silencio por miedo
Pero la principal razón por la que la vida de la familia Albrecht ha permanecido en el anonimato fue por el
secuestro de Theo en 1971. Durante 17 días estuvo desaparecido el pequeño de los dos hermanos. Su rescate
costó siete millones de marcos y la familia quedó traumatizada. Desde entonces, las apariciones públicas de
uno y de otro han sido mínimas. No han querido poner en riesgo ni el negocio ni sus respectivas vidas. Se han
dedicado a trabajar y abrir tiendas por todo el mundo -actualmente en 17 países-.
De ambos se dice que fueron unos dueños ejemplares y que sabían sacar la mayor rentabilidad al mejor precio
para el cliente. Fueron los primeros en introducir el descuento en Alemania y provocaron el cierre de pequeñas
tiendas y otros grandes supermercados. Pero su otro gran secreto es que trataban bien a sus trabajadores,
más de 100.000 en la actualidad.
El propio Karl contó en su última entrevista que un día se reunió con la junta directiva y pidió que le subieran
el salario a sus empleados un 30%. Los que estaban a su alrededor se sorprendieron ante la medida. Pero él la
justificó diciendo que si pagaban más, todos serían más felices y productivos. Dicho y hecho. Aldi sigue siendo
una de las empresas de su sector que mejores retribuciones da a sus trabajadores.
Fallecidos Theo y Karl, la herencia pertenece a su familia y se decidirá en el Consejo de Administración de la
empresa. Aunque todo apunta a que, al menos, Aldi Sur quedará en manos del sobrino de 36 años Peter Max
Heister, según Telekom online. Sin duda, su tarea será mucho más sencilla que la que tuvieron sus tíos. Eso sí,
tendrá que mantener el imperio con vida.
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