PSICOLOGÍA ESPIRITUAL ARTE DE LA ESPIRITUALIDAD Antonio Paolasso TOMO I INTRODUCCIÓN Es fundamental que comencemos a vernos como seres espirituales que comparten una experiencia humana en común, a fin de crear un mundo de aceptación, respeto y amor, que es, en definitiva, la esencia última de lo que verdaderamente somos Sri Sri Ravi Shankar Hacia nuevos conceptos de vida, alma, mente, espíritu y psicología del hombre Los avances de las neurociencias, un acercamiento más estrecho con las experiencias orientales espirituales, la aceptación empírica de fenómenos ciertos, y aspectos observados a través de la biología molecular y la medicina, han permitido intuir otros aspectos de lo que hasta ahora veníamos llamando vida, alma, mente, espíritu y psicología. Al cambiar los conceptos sobre el alma, la mente y el espíritu, naturalmente deben variar las observaciones recogidas tradicionalmente por la psicología, moderna ciencia que se dedicó a estudiar los fenómenos espirituales, pero que intentó hacerlo con un modelo “cientificista” por lo que llegó a formular esquemas artificiales que denominó “aparatos”, siendo uno de ellos el “aparato mental”. Luego pretendió “medir” los fenómenos y la psicología experimental surge con una serie de parámetros físicos y químicos y leyes, de los cuales la psicometría quiso encasillar en proyectos “científicos” que sacara a los fenómenos espirituales del campo metafísico de la especulación filosófica, religiosa o de las simples creencias y opiniones. Pero como todo lo incompatible, los fines científicos de la psicología no lograron sus metas y esta ciencia terminó documentando mucho de lo patológico de la mente o instaurando modelos compartimentales inexistentes, para explicar la conducta y los fenómenos espirituales, la intencionalidad, los fenómenos cognitivos, más que de la esencia del espíritu. El uso del espíritu en forma práctica por parte de los orientales les llevó a un mejor conocimiento de su esencia y presencia, pero la falta de “ciencia” de los orientales no era aceptada por los occidentales y, así, cada cultura se desarrolló, en forma paralela pero separada, a través de los siglos. Plotino intentó de algún modo realizar una síntesis, es decir, conciliar los conocimientos de una y otra cultura, pero no había madurado todavía la conciencia occidental para apreciar toda la importancia de los descubrimientos orientales y los conceptos que surgieron de esos descubrimientos. Además, el escollo del principal instrumento cultural, que era el lenguaje, dificultó mucho llegar a comprender lo que expresaba una y otra cultura. De ese modo, un mismo fenómeno recibía nombres distintos y detrás de cada nombre o palabra también había conceptos y significados diferentes, incluso dispares y contradictorios. En el siglo XX, Paúl Burton, Deepak Chopra y la escuela de Harvard (Goleman y coinvestigadores), han efectuado un nuevo acercamiento entre lo oriental y lo occidental, pero basándose tanto en el empirismo oriental como en la ciencia occidental, de modo que la ciencia acude a explicar los fenómenos empíricos que mostraba la cultura oriental. En el siglo XX, el avance tecnológico y el gran desarrollo de “medios informáticos”, permitió que algunos pensadores de una y otra cultura se intentaran acercar para conciliar el pensamiento oriental con el occidental. Pero si bien hubo alguna comunicación y asimilación de conceptos, pronto lo oriental era traspolado a lo occidental de un modo que deformaba o distorsionaba la esencia de conceptos y prácticas. El yoguismo y budismo “prende” “a lo occidental” y más que una forma de vida o concepción de vida, se transforma en una serie de prácticas que son aprovechadas más en sentido comercial, de esnobismo de modas o un espectáculo circense. En cambio, la cultura occidental no “prende” en Oriente, en la faz cultural, sino que Oriente se “occidentaliza” con lo tecnológico, lo incorpora, y lo devuelve más sofisticado o complejo, pero despojado de todo sentido cultural. La tecnología no dominaba las prácticas espirituales y éstas no eran compatibles con ella. Estos desencuentros y deformaciones impiden una fusión cultural real y un aprovechamiento mutuo de las evoluciones espirituales. En las postrimerías del siglo XX la biología molecular y las neurociencias encuentran fenómenos biológicos no convencionales ni tradicionales y empiezan a entrever que la mente es algo inmaterial que maneja al cuerpo. Desde esta base sencilla, en la década del ‘90, muchos investigadores analizan los fenómenos mentales. El grupo que más destaca es el que nosotros encontramos interactuando en la Universidad de Harvard de EE.UU. y que difundió muy especialmente a nivel masivo Daniel Goleman, impresionando al mundo intelectual con su obra sobre la denominada “inteligencia emocional”. Posteriormente el Dr. Benson realiza una serie de estudios formales sobre la trilogía mente-cuerpo-alma. Estos investigadores “descubren” lo que ya sabían muy profundamente los orientales budistas, yoghis, etc.: la mente es la que opera sobre el cuerpo. Nace el concepto de la trilogía alma-mente-cuerpo y se fundan instituciones dedicadas al estudio de la mente humana y su influencia sobre el cuerpo. Así, un grupo de médicos de la misma universidad, trabajan sobre los efectos espirituales, especialmente los religiosos como es la oración, sobre la salud y la enfermedad. De ahí pasan a la meditación y la relajación y al control de la respiración. Con una fría técnica “científica” conforman una “casuística” de estudios randomizados (del inglés random = azar), estandardizados y de “doble ciego” con grupos “testigos” y grupos operativos. Así descubren que determinadas prácticas espirituales modifican al cuerpo, tanto en la enfermedad como en la salud. Los neurocientíficos, apoyados en el avance tecnológico, consiguen aparatos que ilustran como funciona el cerebro frente a los estímulos espirituales y sensoriales en general. Así se “ven” las reacciones cerebrales anatomofisicoquímicas que suceden cuando el hombre tiene trastornos mentales, expresa tristeza o alegría, está meditando o está rezando o se encuentra en estado de éxtasis. Finalmente, al principio de este siglo XXI se deciden unir los científicos de la mente con los budistas tibetanos y confrontar ideas y formas de pensar. Los budistas descubren que la ciencia occidental confirma todos sus asertos y la ciencia occidental se sorprende al ver el tremendo conocimiento de los orientales sobre los fenómenos mentales y el dominio de los mismos y del propio cuerpo. De esto surgen ideas particulares sobre una nueva concepción del ser humano, en especial del alma, espíritu y mente. En Argentina, González Pecotche había adelantado ya el fracaso de la psicología y filosofía tradicionales para expresar los fenómenos espirituales y con bastante acierto descifra el pensamiento oriental y lo traduce muy especialmente remarcando las diferencias entre alma, mente y espíritu, la importancia de la palabra y el manejo del cuerpo con un adiestramiento mental y “filosófico” distinto, que él propone como una nueva disciplina de estudio que llama “logosofía”. Sus seguidores piensan que Frankl tomó de González Pecotche el concepto de “logoterapia”. Nosotros creemos que por separado, uno y otro advirtieron lo que los antiguos ya sabían del logos: la palabra es un instrumento poderoso por ser la mejor herramienta de expresión comunicativa del espíritu. Cada uno de estos pensadores busca nuevas palabras para designar nuevos puntos de vistas para estudiar la mente y el espíritu humano, con la intención de resaltar la importancia del espíritu por sobre todos los otros conceptos culturales del hombre. Es como reeditar lo que Buda y Cristo intentaron desde otras épocas y en otros contextos históricos y culturales. Es decir, se recupera nuevamente el sentido realista del concepto espíritu; y la humanidad, o al menos una parte de ella, tiende a reencontrarse con la verdadera esencia del hombre para procurar su perfeccionamiento. Gracias a la contribución de la ciencia, la filosofía y otras disciplinas que ahora intentan reflotar al espíritu, el hombre de este siglo XXI se encuentra ante dos grandes disyuntivas históricas nunca vistas en las dimensiones con que actualmente se encuentran: 1. 2. un camino de total involución espiritual un camino de mayor evolución espiritual El bagaje cultural y la experiencia histórica han llevado a la humanidad que busca la perfección o evolución espiritual a tener mejores conceptos y más claros significados del espíritu humano. Pero la otra parte de la humanidad, que es la mayoría, se debate en una total involución espiritual. Entre ambas se instala una zona gris que amenaza con un nuevo escepticismo: el relativismo posmodernista que pretende hacer ver que no hay una esencia única de las cosas, sino meros puntos de vista que hacen imposible alcanzar un grado de certeza. Nosotros no sabemos cuál de ellas predominará, pero apoyamos sincera y profundamente a la parte humana que cree en la existencia y evolución espiritual. Si habrá una “revolución espiritual”, ésta debe surgir de la total convicción de la existencia real del espíritu y de una completa convención, con total consenso (consenso universal), sobre el lenguaje a emplear para expresar a ese espíritu y las formas de mejorar sus expresiones y efectos, no sólo en el cuerpo sino en la vida humana total. Si hay esperanzas de una mejor calidad de vida humana, éstas no están en la tecnología sino en la nueva espiritualidad. En el orientalismo, en especial el budismo, la nueva espiritualidad, como la predicada por Buda y Cristo, parte del concepto que el verdadero camino humano es el del bien y el del amor. El problema es el logos moderno, es decir, el lenguaje apropiado y la palabra justa para manifestar estas nuevas tendencias e insertarlas dentro de las ya conocidas como excelentes, tales como las doctrinas budistas y cristianas, en el sentido de bondad y afectividad amorosa. Las palabras o términos bondad y amor deben ser llenadas de nuevos contenidos auténticos y despojarlas de todos los otros conceptos inauténticos. El esfuerzo de los occidentales en crear distintas “terapias” y “sofías” espirituales es un gran emprendimiento de la grandeza espiritual del hombre que tiende a corregir sus propios desvíos. Así, hoy también se busca cambiar los conceptos tradicionales de la filosofía y la psicología. Ya se habla de nuevos movimientos, de Psicología Positiva, Psicología Posmodernista, etc. Nosotros, en esta tendencia, proponemos los neologismos de logognosis, que luego explicaremos, e intentamos sintetizar bajo el nombre de Psicología Espiritual, todos los conceptos modernos sobre esta cuestión. Probablemente no alcancemos la perfección comunicativa y nuestra obra adolezca de muchos defectos, pero nuestra intención es tratar de superarlos y de aportar a otros hombres preocupados y ocupados por lo espiritual, nuestro pensamiento. El objeto es intentar coordinar todos los esfuerzos para lograr un consentimiento universal de conceptos e prácticas que nos ayuden a nosotros y a todos los hombres que necesitan cambiar, para superar los males actuales. También para que la humanidad logre una evidente nueva evolución espiritual y un cambio evolutivo de su cuerpo para una mayor excelencia de vida. Otra cuestión fundamental de la palabra psicología es que el sustrato de estudio conocido como psique, cambie el significado tradicional que tiene, en el sentido de que psiquis es el alma. Como veremos luego, conviene mejor pensar que psiquis es igual a mente, más que a alma. Con este pequeño ajuste de concepto y significado, entenderemos con más precisión qué es la psicología. De otro modo, debatiríamos en una discusión bizantina por una disemia insalvable. La intención de esta Psicología Espiritual que proponemos es aunar todos los conocimientos y doctrinas actuales para lograr un mejor entendimiento de la esencia y la funcionalidad de lo que hemos llamado alma, mente y espíritu y acercarnos más certeramente a la esencia humana. Esto significa buscar nuestro desarrollo y a través de él ayudar al desarrollo de otros, a una convivencia pacífica y a la elevación espiritual de la humanidad. También cambiar los conceptos y los fines de la ciencia, la filosofía y en especial, ayudar a mejorar el cuerpo y la mente. Quizás así evitemos la involución humana, la destrucción de la humanidad y del mundo y nos reencontremos con la naturaleza... o Dios. ¡Quién lo sabe! Nuestra finalidad es lograr esclarecer el alcance de los términos que son fundamentales para abordar el intrincado problema de los fenómenos espirituales. De ahí que lo primero a enfrentarse, es dilucidar lo mejor posible qué significan las palabras vida, alma, mente y espíritu. Los conceptos de cada uno de estos vocablos encierra, no sólo una cuestión semántica y lingüística, sino la precisión de la idea que contiene cada una de esas palabras partiendo siempre de lo etimológico, es decir del verdadero significado. Si no llegamos a un acuerdo sobre los significados, no podemos comprender lo que esas palabras quieren decir realmente. Sin poder saber certeramente lo que cada palabra dice, obviamente no llegaremos a descifrar los modos con que se muestran esos entes inmateriales. Hemos dividido a nuestra exposición en capítulos que van estudiando ordenadamente primero los nuevos conceptos de vida, mente y espíritu y luego las principales funciones mentales que nos permiten conocer y expresar al espíritu y saber el modo de cómo opera este espíritu a través del cuerpo humano. Así expondremos luego sobre el intelecto (vida intelectual), sobre las sensaciones (vida sensitiva) y entre ambos a los fenómenos de conciencia e inconsciencia, para pasar luego a los fenómenos volitivos (vida volitiva) y así integrar la vida espiritual que se manifiesta a través de esas “vidas”, que si bien las analizamos por separado, como luego insistiremos hasta el cansancio, en realidad operan en un solo bloque a tal punto que es imposible saber netamente que es lo intelectual, lo sensitivo y lo volitivo, lo consciente y lo inconsciente. Por lo tanto, estas “clasificaciones conceptuales” no definen nada sino son sólo instrumentos útiles para ir comprendiendo por partes al fenómeno global del espíritu. La idea es que luego, al final, se sintetice todo para obtener lo global (englobador u holístico) constituyendo una verdadera holística espiritual. De ninguna manera significa que tengamos la idea o la intención de “parcializar” al espíritu. Todo lo contrario: el espíritu es un fenómeno único y total. Lo demás son sólo puntos de vista parciales y de ninguna manera excluyentes ni definitivos. Lo absoluto es el espíritu total en sí. Lo relativo es todo lo que acá decimos y pensamos como un intento para conocer más completamente al fenómeno real. Para terminar esta introducción hablaremos ordenadamente de: • • El modelo informático de la mente Los conceptos de vida, alma, mente y espíritu EL MODELO INFORMÁTICO La teoría práctica En el concepto de John McCarthy sobre la inteligencia artificial hay que recordar que todo aparato tecnológico inteligente es obra de la inteligencia humana y de ninguna manera puede concebirse que haya una inteligencia en el aparato que puede igualar o superar a la inteligencia humana. La suma del saber y las posibilidades mecánicas de utilizar ese saber con más eficiencia que la que puede obtenerse de un mecanismo intelectual natural no dan carácter de superior. Simplemente un aparato no tiene las limitaciones naturales del órgano humano y eso lo hace más eficiente, pero nunca más “inteligente”. En los programas informáticos hay un resumen de muchos tipos de inteligencia que cada investigador aporta en la elaboración de dichos programas y esto hace que esos programas sean formidables para la resolución de complejos problemas, generalmente, de naturaleza técnica, ya que difícilmente un programa informático pueda crear un sistema filosófico, al menos en las actuales circunstancias. No obstante, la inteligencia artificial es un arma creada por el hombre (obra creativa) que a su vez se transforma en un instrumento de creatividad, pues las posibilidades operacionales de la inteligencia artificial dan al hombre una herramienta formidable para cooperar con su poder de creatividad. Nos valdremos hoy de la inteligencia artificial para poder lograr una idea más cercana de lo que es todo el mecanismo de la mente. Como antes lo expresamos, no hay duda que en la inteligencia artificial electrónica como la que da lugar a una computadora u ordenador, es un fiel reflejo de lo que puede hacer la mente humana calcado en la habilidad de un aparato ordenador. Esto lo sostuvo Rayner con firmeza y en tal sentido preguntaba irónicamente si no sería primero la computadora que el cerebro. Textualmente, este autor escribe: “cuando se les pide que describan como piensan que funciona el cerebro, responden inevitablemente ‘como una computadora’. Si se estableciera una analogía, lo único que se puede decir es que el hombre solamente ha logrado imitar algunas de las funciones de su propio cerebro al construir las computadoras…Si decimos del encéfalo que ‘trabaja como una computadora’, no deberíamos olvidar que también funciona como un laboratorio”’ Nosotros sabemos que en la computadora hay un hardware y software. Que el hardware es el aparato en sí, con todos los accesorios que el hombre le puede adicionar para simular a los sentidos humanos y para reproducir en forma audiovisual los proyectos más increíbles. Esas máquinas tecnológicas han adquirido tal perfección que ahora hacen posible casi todo lo que pueda imaginar o crear la mente humana. Yo diría que el hombre ha tratado de llevar su cuerpo sensible al hardware y su espíritu al software. El software, como es conocido, es el programa o conjunto de programas que se introduce en los mecanismos del hardware para lograr el funcionamiento impecable de todo el ordenador. Las partes más relevantes del ordenador o computadora son la pantalla, el teclado, el mouse y los reproductores de disquete o de CD o el DVD, las cámaras y otros elementos que hacen al funcionamiento de la computadora y que simulan los sentidos de la vista y el oído. Nuestro modelo informático de la mente va a consistir en remarcar el correlato posible que existe entre la computadora, nuestro sistema nervioso y los actos mentales. Digamos que el disco duro es el cerebro. El disco duro es un sostén maleable y dúctil en el cual yo puedo poner todo el software que disponga o necesite. Esto funciona como una condición símil: el cerebro es maleable de acuerdo a las funciones a las cuales se someta, el disco duro es dúctil según los programas que se le graben. Entre el modelo del disco duro como cerebro y el modelo de los programas grabados en él como mecanismo mental, ya tenemos dos ideas bien claras de cómo funciona el cerebro respecto a la mente. El cerebro pone lo material, la infraestructura (hardware) que hace posible que se materialice lo que está grabado en el programa que se le transfiere (software). Pero el disco duro no puede expresarse sino tiene un procesador y otros accesorios que imitan los procesos intelectuales, los cuales le darán mayor eficiencia o mayor extensión de funciones y harán que las mismas sean rápidas o lentas, registrables momentánea o definitivamente, etc. Todo lo que el disco duro contiene en lo atinente a programación que en él se ha volcado o dotado, no puede expresarse sin otro elemento de hardware como es la pantalla. La pantalla, obra así, como el único medio o instrumento que hace posible aparecer, patentizar, hacer perceptible todo lo que el disco duro contiene. Presentada de esta forma la pantalla de PC oficia del mismo modo que lo hace la conciencia en el hombre. Sin la conciencia, no se expresa la mente. Ya tenemos, entonces, algunos indicadores útiles para comprender el funcionamiento de la mente humana, a través del ejemplo de la computadora: 1. Hardware de la mente: cerebro (equivale a disco duro), conciencia (equivale a pantalla) sistema nervioso (equivale a los circuitos y redes de la computadora, puertos, etc.) 2. Software de la mente: todo lo que el espíritu ha colocado en ella: inteligencia, afectividad y voluntad. Este software equivale al tipo de programa informático que se grabe en el disco duro (Linnus, Appel, Windows, etc.). Cada uno de estos programas dotará a la computadora de mecanismos semejantes al intelecto en la mente. Después, el operador de la computadora, usará esos programas a su vez, para dotarlos de carpetas y archivos de operabilidad. El espíritu, a su vez, tiene las carpetas del intelecto, de las sensaciones y de las voliciones. Cada carpeta informática contendrá diferentes archivos, según las intenciones del dueño de la computadora (en nuestro caso, el hombre como poseedor de su mente, pondrá en sus carpetas mentales lo que también convenga a sus intereses o expectativas o intenciones vitales). Cada carpeta tendrá un programa especial disponible, pero éste no funciona sino es de acuerdo a la forma en que se ha programado el disco duro. El programa central de computadora es lo que nosotros hemos comparado con el intelecto de la mente humana, porque de alguna manera, veremos luego, si bien el programa central de la computadora interactúa simultáneamente con los otros archivos, quien sustenta todo el poder de ordenar: es el programa principal u organizador primario (en el hombre, ese organizador primario es el espíritu). Si hemos podido explicar más o menos en forma inteligible nuestra teoría informática del sistema nervioso y mente en el hombre, ahora será más accesible comprender como funciona la conciencia en relación con lo que se ha llamado inconsciencia o preconciencia y otros mecanismos y actos mentales. Veamos ahora el paso siguiente. Cuando yo enciendo la computadora, la pantalla comienza disciplinadamente a ordenar todos los programas que yo tengo disponibles en forma inmediata y aparece lo que denominamos “escritorio”. Esta pantalla encendida, cuando deja de instalar los programas de escritorio, equivale a la conciencia humana en pleno estado de vigilia. Mientras está procesando la instalación de todos los programas, no es una pantalla hábil para ninguna acción informática. Está en proceso de activación, pero no puede todavía procesar otra función que no sea la de completar su instalación. Esto es similar a los estados oníricos o de obnubilación que suele sufrir nuestra conciencia cuando despertamos en los primeros segundos. Hay una fracción de tiempo, de extensión variable, hasta que nos “despertamos” totalmente, esto es, dejamos de ordenar nuestra conciencia para que quede completamente vigil. Recién, en el estado de vigilia plena, ya está dispuesta la conciencia, con todos los programas inmediatos a usar. El escritorio de la pantalla de la computadora, equivale a todos los programas que aparecen en nuestra conciencia cuando despertamos. Allí está el programa que dice “salir o saltar de la cama”, “asearse, ducharse, afeitarse, peinarse, lavarse la cara, etc.” “desayunar” “buscar el medio para viajar” “realizar las tareas cotidianas”, etc. Nuestra conciencia despierta a través de la voluntad (representada en este esquema por el mouse o teclado), pone en marcha nuestros músculos y así vamos cumpliendo. La voluntad es similar al ratón o mouse o el teclado de la computadora porque es mediante ellos que logramos elegir y hacer funcionar cada programa instalado y dispuesto activamente en la computadora. Sin teclado ni mouse es imposible hacer poner en movimiento la programación, realizar una tarea, esto es, deliberar y decidir con la flecha o el cursor lo que deseo hacer y en qué forma. Mientras en la pantalla aparece un programa activo que es el que yo opero con teclado y/o mouse, de acuerdo al modo que necesito trabajar, los otros programas también están activos y a la expectativa de ser usados según la intención del operador (espíritu del hombre). Yo puedo con la herramienta “abrir” buscar los archivos necesarios y “abrirlos”, esto es, ponerlos a mi disposición para usarlos y ahí elijo la operación a realizar. Con el cuadro o ventana de archivo abierta puede seleccionar abrir otro programa y el que está funcionando queda inmediatamente “por debajo” o “por detrás” del otro, pero operando simultáneamente. Si no deseo operar con dos o tres cosas, procedo ordenadamente a cerrar un programa mientras abro otro. La ventaja de tener “en espera” varios programas activados a la vez en la pantalla, es porque puede usar coordinadamente de ellos, de acuerdo a lo que necesite realizar. Así puedo interactuar con ellos sacando algo de uno y poniéndolo en el otro, ya sea como recorte o simplemente copiar, o puede activar uno u otro sucesivamente para leer. Cualquiera de estas funciones que realice, la computadora va memorizando, o no, depende del tiempo de permanencia del uso del programa y del agregado o sacado de su texto. Esta función de memorización rápida y fugaz, yo la completo cuando activo el cuadro de “guardar” y lo paso a una memoria fija y permanente. ¿No hay, en esto, similitud entre memoria de corto alcance, memoria fugaz y la memoria de largo alcance de la mente? El cursor o la flecha es la atención de la conciencia. Ella es la que selecciona donde la pantalla va a activar un programa y de la forma que lo va a hacer. Donde yo coloco el cursor, desde ahí en adelante la computadora comenzará a inscribir lo que yo le coloco. En ese instante, el operador de la computadora equivale a la realidad que impacta a la máquina. La máquina “percibe”, “registra”, la realidad que el operador le va imprimiendo con escritura, imagen o sonido. Todos los programas, carpetas y archivos que la computadora “guarda”, “almacena” en el disco duro constituyen la “memoria” de la máquina y equivale a la memoria humana. Esa memoria tiene registrada o inscripta todos los procesos, mecanismos, habilidades o aptitudes, que son necesarias para el correcto funcionamiento. Cuando se “prende” la computadora y se activa la pantalla, todos esos programas, carpetas y archivos están ya en movimiento. Pero éste es un dinamismo latente, oculto a la pantalla y por lo tanto no es percibido por esa pantalla ni por el operador. La programación completa del software queda en “permanente disposición” para ser usada. Los programas que contienen la computadora activa y que están ocultos pero dinámicos, son el equivalente del inconsciente o inconsciencia en la mente humana. Mientras el hombre vive (está “enchufado”) esos programas están ahí persistiendo del mismo modo que lo hace la computadora enchufada o conectada al circuito eléctrico. Algunos de esos programas siguen trabajando, como el almanaque y el reloj, aunque la pantalla esté desactivada, esto es, la computadora esté “apagada”. Algo así como cuando el hombre queda en coma, en inconsciencia o en sueño profundo. Pero al activar la computadora y poner en marcha un programa o archivo, la herramienta “Abrir” me permite traer a la pantalla un programa que está en forma inmediata a la mano. “Abrir” es como la preconciencia o subconciencia que me permite poner en la conciencia algo que está subyaciendo superficialmente. Cuando necesito recurrir a otros archivos activados pero ocultos en la memoria, allí también uso la herramienta “Abrir” y tendré que esperar la instalación de la ventana que me ofrece la herramienta para seleccionar (recordar) el archivo necesitado y recién entonces lo traeré a la pantalla (conciencia). Esta herramienta (Abrir) igualmente oficia como el proceso del recuerdo en el ser humano. De este modelo informático lo que se debe rescatar como hecho sumamente destacable es que nos permite interpretar al inconsciente del hombre como su memoria. La memoria no es un mero proceso de guardar datos sino el inconsciente en sí mismo. Por último, cuando se trabaja con dos o tres o más ventanas simultáneamente en la pantalla es como operar con una actividad múltiple como cuando ocurre que estamos leyendo algo, escuchando música de fondo y rodeado por la actividad del entorno, la cual nos impacta secundariamente con cada estímulo que abre “ventanas fugaces” en la pantalla de nuestra conciencia. Podríamos seguir enumerando más similitudes entre una computadora o inteligencia artificial y nuestra mente humana. Pero estimo que con esto es suficiente. Una mente clara y ordenada oficia como cuando se usa el desfragmentador para dejar perfectamente alineados los programas, de forma tal que no haya vacíos entre uno y otro que hace “lenta” la dinámica de la computadora. La mente ágil debe aprender a desfragmentar, es decir, no tener ideas fragmentadas o pensamientos fragmentados, sino hilar todo en forma coherente. Cuando la mente está fragmentada es cuando hay más lapsus mentis y lapsus linguae: hay lagunas mentales difíciles de cubrir y de expresar. De igual modo, Ribeiro nos habla de un “virus mental” comparándolo con el “virus informático” que descompagina todos los programas y ordenes posibles. Ribeiro considera que existen “ideas contaminantes”. Así como un virus biológico penetra en la célula y toma el comando genómico para autorreproducirse indefinidamente, así un virus informático cuando penetra en el disco duro del ordenador, también “instruye el aparato de reproducción de éste para producir y difundir copias de sí mismo” en detrimento de los programas previamente establecidos a los que “mata” para usar ese espacio en su perpetuación. El virus mental, como el informático, se introduce con ciertas ideas que actúan como los emails contaminados. Esas ideas llegan a través de mensajes diversos y con formas múltiples, en texto y contexto corto, o también extenso. Son portadores de “ideas buenas” o que se consideran buenas para otros, pero la adopción de las mismas y su repetición, las hacen funcionar como perniciosas. Ocurre como con la propaganda de una bebida alcohólica o del cigarrillo: son introducidos por asociación con momentos agradables o actividades placenteras. Pero todos sabemos lo que ocurre con el tabaco y el alcohol cuando su uso se generaliza y se publica. Así como el virus informático consume la energía de la computadora, también las ideas contaminantes “gastan” la energía psíquica. No sólo se instala el desorden sino que se termina agotado. Entre los virus de la mente figuran las ideas relacionadas con el dinero, el poder, determinados modas o usos, trastornos de identidad, etc. Además, hay “material de información” que nos llega por los medios de comunicación social que nos “distraen” para conocerlos, comentarlos y difundirlos pero que no tienen ningún contenido útil en sí mismos ni son datos que puedan servirnos en alguna dimensión, salvo la novedad de la noticia que atrae la atención. Merecen un comentario aparte, los virus que contaminan la mente con las llamadas “ideas asesinas” que vienen de la mano del estrés crónico como impulso homicida (el que mata al que hace ruido o se burla de él, etc.) como el abrazar ciertas ideologías (terrorismo o extremismos religiosos), o ingresar a la delincuencia o entrar en el “negocio de la guerra” (armas y creación de conflictos guerreros), o adoptar usos y modas que implican el riesgo de muerte (droga, promiscuidad sexual, etc.). La mente, para ser útil como una buena computadora, debe estar protegida de los virus y de la fragmentación. Debe saber manejar todas las “herramientas” necesarias para prevenir tales males o erradicarlos una vez que se padecen. Podríamos terminar agregando que el “ánimo” humano oficia como cuando yo estoy incursionando con el mouse sobre la pantalla, poniendo la “atención” de la flecha para elegir el programa o acción que estoy dispuesto a iniciar. Ese preciso instante la pantalla (conciencia) cuando está dispuesta para comenzar a “trabajar” en un archivo sería el equivalente del “ánimo” del hombre. El ánimo es lo que permite poner en acción ideas (pensamientos) o sentimientos. Las fallas del ánimo, provocan inacción. Mientras que el encuadre, la luminosidad y los otros factores reguladores del “fondo” de la pantalla, constituyen el fondo o telón del ánimo conocido como el humor. Si la pantalla está funcionando “rápido” (instala inmediatamente el archivo pedido) o está “lenta”, representa el “estado del ánimo”. Cuando la pantalla está simplemente encendida pero no es estimulada por el mouse o el teclado, en otra palabras, no activa ningún programa, puede estar en estado de escritorio (conciencia vigil pero expectante, con ánimo en quietud) o bien puede estar reflejando un archivo el cual se esté observando, si es imagen, o leyendo si es un texto (contemplación). Existen fenómenos del alma y del espíritu como las experiencias cercanas a la muerte, que plantean hechos que dan vuelta totalmente los conceptos de conciencia y de percepción. Estos fenómenos operan como si “estuvieran en el aire” y en algún momento especial se introducen en nuestro cerebro y se expresan. Si seguimos nuestro “modelo informático” de la mente, todas estas cosas no deben llamarnos la atención. ¿Acaso todo lo que contiene Internet está en nuestra PC? Evidentemente, no. Pero al encender nuestra PC y conectarnos a Internet, todos los datos y conocimientos que hay en ella pueden ser registrados en algún momento en nuestra computadora. ¿Es, o no, el “modelo informático” un buen ejemplo para los fenómenos inexplicados de nuestra mente? Quizá la mayor contribución de la “inteligencia artificial” sea esa: poder remedar muchos fenómenos que la ciencia aún no registra debidamente ni puede explicarlos “científicamente”. Es probable que si se reuniese un experto en informática y un experto en mente humana, se podrían encontrar más y mejores similitudes. Pero no hay dudas de que la inteligencia artificial es el reflejo fiel de la inteligencia natural del hombre. Sólo le falta el espíritu, que es el que está en el operador de la inteligencia artificial, esto es, el hombre mismo. Si alguna vez esa inteligencia artificial se puede liberar de su operador humano estaremos ante una nueva creación independiente que actuaría como si fuera una forma de clonación de la inteligencia humana. Mientras esto no suceda, la inteligencia artificial existe pero sólo es útil cuando actúa como herramienta comandada por la inteligencia humana. VIDA Y ESPÍRITU humano DOS MISTERIOS DE IGUAL NATURALEZA Consideraciones preliminares Es evidente que si bien todos poseemos ese “algo” denominado alma o espíritu, tampoco es menos cierta la tendencia a ser considerado una entelequia. Esta palabra tiene una noción etimológica y dos claras acepciones opuestas, según la Real Academia Española (RAE): 1. La noción etimológica la ubica como una “actividad constante” 2. La primera acepción nos habla del concepto filosófico “cosa real que lleva en sí el principio de su acción y que tiende por sí misma a su fin propio” 3. Finalmente, la segunda y última acepción está referida al uso irónico del término, el que usa para designa una “cosa irreal” Por lógica, para quienes aceptan la existencia del alma o el espíritu como entidades en sí mismas, sin necesidad de depender de otra cosa para ser lo que son y, dadas las características con que se manifiestan o modos de ser, realmente la noción etimológica de entelequia se condice con la acepción del concepto filosófico. No hay dudas de que el concepto alma o espíritu, tal cual se denota y acepta, es una actividad constante que se manifiesta como cosa real que lleva en sí el principio de su acción y que tiende por sí misma a su fin propio. Por otra parte, las manifestaciones espirituales o anímicas son evidentes, aunque no pueda conocerse su esencia. Es decir, son “cosas reales”. Quienes se muestran escépticos o incrédulos en aceptar estos fenómenos como entidades propias, por ignorar la naturaleza de los mismos, tienden a la ironía y, en estos casos, la palabra entelequia se transforma en un sinónimo de irrealidad. Quienes manifiestan su incredulidad están operando como la fábula de la zorra y las uvas: por no alcanzar a captar lo que esos fenómenos son en sí y por no comprenderlos adecuadamente optan por ignorarlos y aplicarles el término de irreales, como si esto solucionara la cuestión de la existencia del alma o del espíritu. En primer lugar, si fueran irreales no se estaría discutiendo sobre su existencia, pues no habría materia de conflicto. En segundo lugar, la universalidad de la acepción de la existencia del alma o espíritu como fenómeno real, dan la pauta de que ese fenómeno es percibido y comprendido por la mayoría de los seres humanos. Esto nos lleva al terreno de la relatividad en el cual habría dos clases de personas: las que son capaces de sentir y comprender y las que no sienten ni comprenden o no alcanzan a captar un fenómeno en su dimensión exacta. Una cosa es clara y cierta: mientras haya individuos que no sean sensibles a las manifestaciones espirituales seguirá la polémica inacabable de la esencia y existencia del alma y del espíritu. Quienes nos hemos enrolado en la mayoría que acepta tal esencia y existencia no tenemos ninguna duda de que son fenómenos reales. La ignorancia o desconocimiento de su naturaleza y modo como operan sobre la vida y el cuerpo humano nos plantea muchas incógnitas, las cuales no pueden ser llevadas al territorio científico estricto por ser una cuestión inmaterial pero no son óbice para negar la existencia del alma y el espíritu. Pero muchos hombres, convencidos totalmente de que alma y espíritu con dos cosas indiscutibles y muy reales, han tratado por todos los medios de “cientifizar” a los fenómenos, estableciendo nuevos métodos de investigación que pueden ser estandardizados en tablas y medidas. La validez de esos métodos es lo que hoy se discute en medios científicos, dada la tenaz resistencia de los “academicistas” que se aferran al cientificismo estricto de tener parámetros fijos y universales para repetir y catalogar un fenómeno bajo análisis científico. La ciencia es capaz de tomar un todo y dividirlo en partes (análisis), sobre todo en cosas materiales, pero raramente puede tomar partes separadas y restituir un todo (síntesis) en cuestiones no materiales. El poder de síntesis es más propio de la metafísica filosófica o del sentimiento metafísico de la fe o creencia. En tanto el científico, al decir de Sartori, es un pensamiento de homo sensibilis, el metafísico es el pensamiento del homo intelligibilis. Mientras un hombre piensa en el fenómeno que puede captar sólo con sus sentidos, el otro lo comprende y lo resume en un concepto abstracto, fruto exclusivo del trabajo mental introspectivo y no del análisis extrospectivo. Giovanni Sartori sostiene que “el homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción”. Nosotros hemos analizado la facultad mental de abstraer, mediante la cual el hombre incorpora a su mente ideas o imágenes de las cosas que percibe a través de los sentidos, pero también de aquellas que no son perceptibles y son producidas por la propia mente, como son los conceptos. Esos conceptos parten de las imágenes de la percepción o imágenes objetivas, o bien, nacen en imágenes subjetivas, irreales o imaginadas (idea elaborada por la mente, imaginada, sin el dato de los sentidos y por una simple percepción extrasensorial, interna o endógena. Imagen puramente mental). Tanto las imágenes abstractas producto del estímulo de los sentidos por un objeto exterior o imagen exógena, como las meramente producidas por la mente o la imaginación sin la participación de los sentidos o imagen endógena, son imágenes elaboradas por un proceso mental. Luego, esto hizo pensar a Platón y otros filósofos que esas imágenes alejan al hombre del mundo real, objetivo, del mundo del ambiente o medio que lo circunda. Por un lado, porque las imágenes abstraídas de fenómenos reales, nunca expresan fielmente al objeto observado ni lo reproducen tal cual, por lo que no pueden expresarlo así ni por la reproducción gráfica o pintura, ni muchos menos por el signo abstracto que es la palabra. En cuanto a las imágenes abstractas endógenas, que luego veremos, por ser irreales, son mucho más difíciles de expresar y entender por no tener un referente específico sino sólo una idea casi individual o personal. Si bien nadie puede definir certera y completamente qué es el espíritu, tampoco es menos cierto, como dice Chopra, que muchos podemos decir, frente al esfuerzo de la definición, que “no es esto ni aquello”. ¿Por qué esta dificultad? El mismo Chopra lo asevera: “el espíritu no tiene causa; no está limitado por el tiempo ni el espacio; no es una sensación que pueda ser vista, tocada ni percibida por el gusto o el olfato”. Otra idea de Chopra es “al espíritu no se lo percibe como emoción o sensación física... se experimenta primero como la ausencia de lo que no es espíritu”. De ahí la necesidad de buscar ideas, aproximaciones y símbolos. Sartori define claramente que determinadas palabras del lenguaje del hombre son simplemente símbolos lo que quiere decir que son “representaciones sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con ésta por una convención socialmente aceptada”. Esto significa, en la explicación del autor, que la mente admite figuras, imágenes de cosas perceptibles por el tacto, el oído, el gusto, el olfato o el ojo (cosas que se ven, cosas visibles). A este grupo pertenecen los nombres propios y las “palabras concretas” que se refieren a un objeto común a todos (cama, mesa, carne, automóvil, gato, mujer, etc.). Para Sartori, esto constituye “nuestro vocabulario de orden práctico”, el que se maneja cotidianamente en nuestra vida común. Pero hay otro orden de palabras que constituyen un “vocabulario cognoscitivo y teórico”, cuyo carácter abstracto puro (imagen endógena) no le da correlato en objetos o cosas perceptibles por nuestros sentidos. Luego, el significado de esas abstracciones interiores o intelectuales no se puede traducir con una imagen mental concreta, como ocurre con los símbolos. De este modo, para Sartori, ciudad es un concepto que de algún modo forma un símbolo o figura visualizable. Pero, por ejemplo, ¿quién puede formar un símbolo o imagen mental con las palabras nación, Estado, soberanía democracia, representación, burocracia y otras similares? De igual modo ocurre con los clásicos abstractos que designan cualidades: belleza, fealdad, bondad, maldad; los que designan valores como virtud, ética, moralidad, etc. y, por lógica, con lo referido a la espiritualidad. Esto ocurre porque los conceptos abstractos son productos exclusivos de nuestra mente y cuya entidad no es posible imaginar en una figura concreta y común a todos, sino sólo aplicarlos a casos concretos singulares. Sólo nuestra mente puede denotar un poco y connotar muchos conceptos como justicia, legitimidad, legalidad, libertad, igualdad, derechos. Pero mientras esa mente sólo puede hacer “visible” en forma contingente algunas cualidades cuando son referidas a un objeto en particular (una flor puede ser bella o fea, una persona puede ser buena o mala), los conceptos referidos a entidades puramente abstractas, sin que se pueda referir a una cosa en concreto, constituyen abstracciones “no visibles” en modo alguno. Este concepto de algunos abstractos como entidades invisibles e inexistentes, sin embargo, no es óbice para que el hombre maneje conceptos cotidianos referidos a la realidad social, política y económica que en particular está inmersa cada persona de la sociedad humana. Las palabras: desocupación, inteligencia, felicidad, son abstractos fundamentados únicamente en un pensamiento conceptual que no tiene ningún sostén real. Si queremos darle un sustento de “visibilidad” sólo lo haremos como lo hacemos con las cualidades: tomamos un sujeto concreto y le aplicamos el abstracto. Así, la desocupación se hará “visible” a través de la imagen concreta del desocupado o desempleado. Otro concepto como la felicidad será posible visualizarlo a través de la fotografía de una cara con expresión plácida y sonriente, una “cara feliz”. La palabra libertad, siguiendo la idea de Sartori, tiene “representatividad” en la figura de un preso liberado. Obviamente, la palabra igualdad tendrá una concretización en la comparación entre dos objetos similares a los que llamamos “iguales”. En cambio, la palabra inteligencia no es posible hacerla concreta sin la imagen de un cerebro. Esto es debido a que en ese órgano residen las facultades intelectuales y el poder de inteligibilidad pero no es en sí la inteligencia. Sartori remarca que esta forma de imaginar asociaciones es una actitud peligrosa, como antes lo destacó Platón, que lleva a distorsionar mucho el significado ajustado de esos conceptos abstractos. A modo de explicación, nos dice que la imagen de un hombre desocupado o desempleado no lleva a comprender cabalmente la causa de la falta de trabajo y como resolver esa coyuntura. Simplemente es una asociación un tanto burda, de tener una idea concreta del desempleo, pero sólo desde un punto de vista: el hombre sin trabajo. Para poder completar todas las implicancias del término abstracto desempleo o desocupación laboral, habrá que acudir a otras concepciones metafísicas o modos de conclusiones extraídas del análisis de una realidad (es el trabajo de las ciencias sociales, económicas, políticas, psicológicas, de las filosóficas, etc.). Nunca, por sí, un abstracto, con sólo pronunciarlo, nos dirá todo su contenido en forma particular. Los contenidos concretos del abstracto se materializan también en situaciones concretas. Así no todos los liberados de una cárcel abarcan toda la extensión del término libertad ni todos los pobres concretos del orbe nos explican qué es la pobreza, como tampoco conocer a un grupo de enfermos nos dice clara y completamente que significa la palabra enfermedad. El manejo social del lenguaje por parte de agrupaciones humanas ha permitido clasificar a muchos pueblos como primitivos o avanzados. Los pueblos primitivos son los que conservan una organización tribal y sólo se comunican con palabras concretas, es decir, las referidas a la realidad inmediata circundante y a objetos exclusivamente perceptibles. Este tipo de lenguaje concreto les facilita la comunicación entre sí, pero de ninguna manera les otorga una capacidad que Sartori llama “científico-cognoscitiva”. Esto significa que esos pueblos tienen el don de entenderse entre sí, de comunicarse, pero de ningún modo podrán progresar “científicamente” porque no poseen el sentido del análisis y la síntesis de la disciplina llamada ciencia. Contrariamente, los llamados pueblos avanzados son los que han adquirido el lenguaje abstracto, especialmente el construido por un andamiaje lógico (sometido a las reglas de la lógica) que es lo que permite el “conocimiento analítico-científico”. Esos pueblos “avanzados” son propulsados por la tecnología y las ciencias en general y por una “mente culta” en particular. Es la mente del “pensamiento abstracto” que es el da lugar al arte de pensar y puede ser la base de una comunicación más elaborada y de la transmisión de conceptos basados en la capacidad de la dialéctica del análisis y la síntesis, no sólo de lo científico, sino también de las cuestiones abstractas. De esta manera, Sartori concluye que “todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por los sentidos”. Dicho de otra forma, esto puede enunciarse como que el conocimiento total del hombre actual, civilizado o “avanzado” es producto no sólo de las impresiones de sus cinco sentidos, del mundo percibido exclusivamente por los sentidos (mundus sensibilis), sino que también está completado por los conceptos puramente mentales y sin representación sensible que son los abstractos y que pertenecen al mundo intelectual (mundus intelligibilis). Esto nos puede retrotraer a conceptos tales como el sensismo o doctrina epistemológica basada en el mundus sensibilis que postulaba que exclusivamente las ideas del hombre son símbolos “calcados”, derivados de las meras experiencias sensibles. Esta doctrina, si bien expresa un fenómeno real y existente, al no ser la expresión cabal de cómo el hombre llega a formar sus conceptos, no prosperó por intentar su primacía. Otra cosa hubiera sido si se la ubicase como parte del proceso mental de la conceptuación. Como reacción al sensismo y tratando de explicar las cosas al revés, Kant sostenía que las ideas o idea es, según cita Sartori, “un concepto necesario de la razón al cual no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado”. Tanto el sensismo como el kantismo expresan dos fundamentalismos, si bien parten de hechos fenoménicos concretos. Hay imágenes que nacen de los sentidos pero sólo el cerebro, sede de la inteligencia, es capaz de dar forma y, por lo tanto, imprimirle un significado para formar un concepto. Esto lo veremos en el esquema que haremos de las funciones mentales intelectuales. Naturalmente, si queremos ir al fondo de la cuestión, llegaremos a la conclusión kantiana de que sólo la inteligencia es capaz de formar todos los conceptos, tanto los que nacen de la percepción sensible como los que forma exclusivamente la mente. De ahí que hubiera que admitir únicamente la existencia del mundus intelligibilis como proceso final del conocimiento y de toda otra actividad espiritual. Esto nos transforma en homo sapiens y nada más. Nos hemos permitido esta larga digresión sobre el lenguaje y el uso y conocimiento de las palabras, pues, quizás, el entendimiento del problema alma-espíritu sea más dialéctico que intelectual o científico o filosófico. Es patético que ciertas cuestiones semánticas son mejor comprendidas por la filosofía o pensamiento abstracto que por el pensamiento científico-analítico-perceptivo o sensista (relativo al uso de los sentidos). Mientras el primero analiza tanto las cuestiones materiales como inmateriales, el segundo sólo analiza cuestiones materiales. La inmaterialidad es la imposibilidad lógica y el vallado más difícil de sortear por lo llamado ciencia. Pero la tendencia en el siglo XXI es que la ciencia también cambie sus conceptos para transformarse en lo que Sartori llama “científicocognoscitivo”. Esto significa que el fin último de la ciencia es “conocer” todos los fenómenos sensibles y aún los que no están expuestos a la materialidad de los sentidos sino sólo son patrimonio del sentimiento íntimo de todos los seres humanos. Si bien el espíritu tiene manifestaciones “sensibles” en forma indirecta (a través de las acciones espirituales) su existencia es perceptible por las sensaciones extrasensoriales. Esta fina “perceptibilidad” es lo que lo hace materia de “investigación científica”, pero con una ciencia que haya introducidos cambios suficientes y efectivos para “materializar” lo inmaterial. Aún así, esta ciencia confirmará los modos de ser o de manifestarse de un fenómeno inmaterial, pero nunca podrá llegar a conocer certeramente la esencia del mismo. Por ahora, alma y espíritu, salvo algunos escarceos o intentos “científicos”, sólo son cuestiones semánticas que algunos biologistas intentan reducir a “meras funciones cerebrales” en las cuales el cerebro es el creador de Dios, del alma y las funciones espirituales y de la vida humana (experimentos Newberg-D’Aquili, trasplantes de cerebros del Dr. White y las opiniones de Watson y Crik - descubridores de la fórmula del ADN humano - y de algunos ateos como Puente Ojea). Entre las teorías abolicionistas, figura la del escritor español Gonzalo Puente Ojea., quien sostiene lo que denomina el “mito del alma” y que consistiría en una especie de “construcción del alma” por parte del hombre prehistórico, quien sería el presunto descubridor de tal concepción, basándose en la observación de fenómenos que para él eran ininteligibles. Este autor piensa que la religión nace junto con la noción del “alma”, la cual ser inventada constituye una especie de “umbral de la religión”. En su opinión, el concepto “alma” nace en la observación de fenómenos de la naturaleza que causan al hombre sentimientos de temor, de perplejidad. Cree que para concebir la “idea de espíritu”, el hombre tenía que comenzar por comprender a su mundo y usar el “maravilloso regalo de la evolución genética” en que consiste la reflexión para dedicarse a cuestionarse a sí mismo en relación a los demás. Puente Ojea construye su tesis partiendo de la noción de que las experiencias que sumían en el temor y la perplejidad al hombre prehistórico le llevó a pensar en su entidad humana como una especie de “doble”: la posesión de su cuerpo como base de sus movimientos activos y la existencia de algo que dirigía ese cuerpo, el cual en situaciones de desvanecimiento o muerte quedaba “sin vida”. Ese “algo” que dirige la vida (segundo elemento después del cuerpo o primer elemento), se manifiesta en las experiencias oníricas, que aparecían como si otro elemento no corporal se manifestaba en los sueños nocturnos con la representación de imagen de lo que era el “yo” del cuerpo. Cita a Edgard Tylor como autor de la idea de ese “yo” en forma de “espectro”, “el fantasma” que en sueños vaga, deambula y se esfuma. En esta creencia centra Puente Ojea el origen de la idea de un cuerpo y un alma, en el sentido de una especie de “visión del ser humano” como algo complejo en “lo corporal” y lo “no corporal”, y ambas cosas actúan de modo “armónico”. Asimismo, este escritor español piensa que la religión reforzó la idea de “alma” del prehistórico y se establece una especie de simbiosis: la idea del alma conduce a la religión, la religión alimenta la idea del alma. Sostiene que las ciencias modernas, por su desarrollo, saben perfectamente que no existe ninguna forma de energía que sea de orden espiritual y que no se atenga a la realidad de las leyes físicas. Sin detenerse mucho en el análisis de la teoría de Puente Ojea, este autor parece desconocer que las neurociencias, la genética y la biología molecular, están demostrando la existencia de “energía” que produce una serie de fenómenos biológicos y que no está sujeta a ninguna ley física conocida. Esto ha sido comprobado por SPET y otros estudios modernos de alta tecnología en cerebro y en otras células, las cuales emiten registros bioeléctricos susceptibles de ser grabados en ondas. Tampoco la energía cósmica puede sujetarse a leyes y teorías como ocurrió durante un tiempo con la física elemental. Hoy el conocimiento de subpartículas atómicas ha cambiado todo el conocimiento y las ciencias físicas y establece otros principios como la teoría cuántica, la teoría de la soga, el principio de incertidumbre, etc. Eso por un lado. Por otro lado, también Puente Ojea parece desconocer la idea de filósofos mucho más renombrados y de mayor trascendencia que sus libros e ideas, como por ejemplo, ocurrió con Bertrand Russell, otro escritor anticatólico, que no tuvo empacho en reconocer la existencia del espíritu como una fuerza que se manifestaba mentalmente como inteligencia, afecto y voluntad. La obra de Puente Ojea soslaya la existencia de los fenómenos mentales que la misma ciencia que él cita ha comprobado y que no pueden ser reproducidos en laboratorios ni encerrados en fórmulas químicas o físicas. La Psiquiatría y la Psicología moderna, ambas ciencias rigurosas, reconocen los fenómenos mentales y espirituales. Queda en duda la afirmación tajante de Puente Ojea, en el sentido de que las ciencias modernas no han determinado la existencia de una energía espiritual. Lo que la ciencia no determina, obviamente, son las conclusiones religiosas sobre el alma y el espíritu, pero tiene ampliamente certificada la existencia del alma y del espíritu como elementos meramente constitutivos del ser humano. Lo que dicha ciencia no ha podido determinar es la esencia o naturaleza de los fenómenos anímicos y espirituales y sólo se limita a registrar y describir dichos fenómenos. Lo que no hace la ciencia, en sí, es negar la existencia del alma y del espíritu, sino son los científicos que realizan conclusiones “sui generi” sobre esos conceptos. Los científicos más acérrimos, según hemos analizado, los atribuyen como funciones del cerebro. Empero, su propia teoría hace agua cuando refiere la existencia de “lo corporal” y lo “no corporal”. Se limita a criticar la interpretación espiritualista de lo “no corporal” pero no da ninguna idea sobre la esencia del fenómeno innegable. “Lo no corporal” existe y así lo reconoce Puente Ojea. Lo lamentable es que no arriesgue otra explicación distinta de esa entidad y sólo critique lo que ya tiene un consenso universal. Esta corriente biologista denominada “abolicionista del alma” o “antiespiritualidad” que niega la independencia del alma y del espíritu en relación con el cerebro humano, ha generado una corriente antiabolicionista cuya expresión más firme y seria y “científica” es la del grupo de Herbert Benson. Nosotros intentaremos explicar las diferencias semánticas que llevan a conceptos equivocados y porque el cerebro es el instrumento y no la causa de la manifestaciones espirituales. Para poder dilucidar mejor qué significa alma y espíritu, primero tendremos que definir qué es la vida en sí misma. La energía misteriosa Siempre se ha sostenido que la vida es una energía misteriosa y misterio, según la RAE, es “arcano o cosa secreta en cualquier religión. Cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe. Cualquier cosa arcana o muy recóndita que no se puede comprender o explicar”. Esto significa que arrancamos ya con una cuestión harto clara: de que misterio no es algo que pueda ser sometido totalmente a la razón y que muchas veces debe recurrirse más a la fenomenología y a la fe, a la comprensión, que a una posible completa explicación. Pero aceptamos a lo misterio en la acepción de lo que no se puede explicar completamente. Luego, si bien la energía vital es misteriosa y nuestra razón no puede abarcarla para explicarla, al menos puede percibirla y comprenderla. Ya definimos qué es misterio. Sólo nos resta hablar de energía. Con estos dos conceptos traeremos a consideración la existencia de una energía misteriosa que sustenta tanto a la vida como al espíritu, especialmente al espíritu humano. Empezaremos por el misterio de la vida. William S. Beck ha escrito sobre el enigma de la vida y en su planteamiento afirma que la ciencia es un rasgo sobresaliente de la civilización moderna, que nos introduce a mundos extraños y nuevos, a los que necesitamos comprender como también debemos comprender básicamente a la ciencia en lo que es y lo que no es, lo que ella puede y lo que no puede hacer para ayudarnos a acomodar el ambiente a una vida más placentera y confortable. Si fuera posible, esa ciencia debería, asimismo, tender a enseñar acerca del hombre, de su puesto en el cosmos y su destino. Pero una de esas ciencias, la biología, no tiene actualmente un solo estudioso calificado para discurrir sobre el problema de la vida misma. Todos están ocupados en desentrañar las estructuras vitales pero ninguno dispuesto a lidiar con la única pregunta dominante que les es común a todos: ¿qué es la vida? Muchas hipótesis intentan explicar la naturaleza de la vida pero ninguna ha podido responder decisivamente con una prueba indiscutible. Incluso ninguna de esas hipótesis es susceptible de probarse experimentalmente en un laboratorio. Lo único que se ha logrado es manipular los genes para hacer grotescas experiencias clonadoras de humanos en los laboratorios, en busca de una hipotética mejoría de la calidad de la vida humana. Con esta meta ambiciosa se han logrado varios éxitos, pero el conjunto de los mismos no mejora la calidad de vida de la humanidad en general. Mientras una parte de la ciencia lucha por prolongar y mejorar la vida, la otra produce cosas que la llevan a la destrucción y a la enfermedad. El misterio de la vida, como el del hombre mismo, a través de la historia ha tenido muchas hipótesis. La Biblia nos dio el concepto creacionista: un fenómeno que se creó y ahí esta “tal cual” (concepto fijista) y su esencia es eso: una criatura. Los evolucionistas pretendieron ir más allá e identificar al origen de la vida a través de una evolución o filum que hizo varios ensayos de error y prueba para seleccionar lo más apto y esto llevó a Darwin a formular su teoría de la evolución y de la supervivencia del más apto. Los filósofos existencialistas contemporáneos piensan que el máximo exponente de la vida, el hombre, aún está en una etapa evolutiva, la que se manifiesta a través del desarrollo de su inteligencia. Los griegos no se hicieron mayor problema y, así como los hebreos recibieron la revelación de la creación, para los griegos la cosa era más sencilla: toda la naturaleza, incluyendo la vida, estaba ahí “desde siempre” y crean la idea de eternidad (aunque nunca emplearon esa palabra). Claro que este “siempre igual” no se manifiesta en una forma fija y monótona, sino que cumple un ciclo de eterno retorno, algo así como las cuatro estaciones del año, el nacimiento, la muerte, etc. Incluso hasta se pensó en el “renacimiento” bajo otro cuerpo, o sea, una reencarnación de la cual era un apasionado sostenedor Platón. La resurrección propuesta por la Iglesia Católica no sería otra cosa que la reencarnación en nuestro propio cuerpo. Luego, con estos criterios todo parece operar de la forma siguiente: la vida, como energía en movimiento, es eterna, pero al determinar o completar la constitución de un organismo determinado, queda supeditada a la cronología o edad de ese organismo, el cual es perecedero y termina el ciclo vital con la muerte. Así, los griegos contraponen a bios (vida), la tanatos (muerte) (bios vs. tanatos). Estas interpretaciones nos llevan a dos situaciones bien definidas: ϖ La existencia del concepto vida que abstractamente opera como fenómeno continuo e inacabable, cuyo principio no se conoce y que su permanencia presente desde que el hombre adquiere conocimiento, lleva a pensar que es eterna ϖ La existencia del concepto vida que concretamente se expresa en un individuo vivo determinado, en el cual se conoce el origen y el fin, y que a esta vida se le denomina alma o ánima, pero que se ha presupuesto, especialmente en el hombre, que esta vida, en estado inmaterial de alma, queda en suspenso después de la muerte Aún aceptando el concepto de la muerte del cuerpo u organismo, en la concepción griega, católica y de algunas otras creencias, la vida de ese organismo en particular (bajo la forma de alma) parece no terminar en lo que se llama muerte, sino que queda “en suspenso” hasta volverse a reencarnar, en el mismo cuerpo o en otro (según sea la creencia). De esta forma, el hombre ha pensado que no se pierde el concepto de vida eterna, porque el alma sería esa “operadora de vida” que anima un cuerpo determinado y por lo tanto, sigue siendo eterna después de la muerte de ese cuerpo. Para los no católicos, la duda es ¿esa alma eterna conserva las características determinadas de una persona a la que animó? Según la teoría de la resurrección cristiana, es totalmente así. La teoría de la reencarnación, contrariamente, no asegura que en la reencarnación el alma se manifieste tal cual era en la persona que falleció. Desde otro ángulo, los biólogos modernos como Hans Driesch lograron algunos experimentos en los cuales una salamandra regeneraba una pata cortada, o podían hacer crecer en cualquier parte del cuerpo de algunos anfibios, otras partes del cuerpo, por ejemplo, una cabeza en el abdomen. Estos experimentos de ficción científica, pero reales, llevaron a la idea de algo así como un principio organizador, una especie de energía invisible que actuando como un agente director que residía dentro de la sustancia vital u orgánica, regía todos los pasos o procesos que permiten a un grupo de moléculas o partículas, dar origen a un determinado organismo completo. Así, las células destinadas a crear un organismo específico, o una parte de él, siempre que operen sobre la misma materia base, reproducirá indefectiblemente el organismo al cual estaban naturalmente destinadas (teoría vitalista). Inmediatamente, hubo una reacción con un desacuerdo evidente con la hipótesis Driesch que comenzaron con la primera pregunta ¿necesitamos postular la existencia de fuerzas vitales invisibles para explicar lo observado? Consecuentemente, esto llevó a la otra pregunta ¿qué puede hacerse para verificar la existencia de esas fuerzas vitales? Pero todo quedó en el campo de la hipótesis de la existencia de fuerzas vitales invisibles y de la imposibilidad de comprobar o negar con una experimentación biológica, tal hipótesis. Más aun: ninguna situación podía imaginarse que fuera incompatible con la existencia de esa fuerza vital postulada. Cualquier cosa que se observara, estaba dentro de la hipótesis: era la fuerza vital en acción. Incluso la muerte podía explicar como la cesación o pérdida de la fuerza vital, de modo que ni siquiera la muerte del organismo ponía fin a la existencia de la hipótesis. Sin embargo, en oposición al concepto de Driesch, apareció la teoría mecanicista. Los biólogos mecanicistas insisten en que todos los fenómenos orgánicos requieren una explicación en términos fisicoquímicos, ya que ninguno de ellos tiene una previa explicación automática. Hoy, muchos biólogos no conformes con la teoría de Driesch ni la mecanicista, intentaron otra explicación que estuviera en el medio de las dos concepciones pero uniéndolas, dado que fácticamente ambas eran aceptables. Esta nueva concepción, integradora u holística, se denominó organicismo y opina que la vida se debe o depende, de la compleja organización de sus elementos materiales, en términos fisicoquímicos. A pesar de la pomposidad de términos y sus explicaciones más o menos racionales y aceptables, en el fondo sigue sin resolverse la cuestión fundamental de la esencia de la vida. La integración vitalista-mecanicista no ha hecho nada más que unir dos observaciones científicamente válidas, pues son fenómenos dados de indudable observación y comprobación empírica, aunque no sean reproducibles en el laboratorio. El organicismo no desplazó la teoría Driesch sino que la unió a la otra nada más que para zanjar una discusión bizantina. En esencia, la vida sigue siendo una especie de energía y todos sabemos que la energía es invisible a los sentidos y sólo se manifiesta a la percepción bajo la forma de los procesos a que da lugar, impulsando los elementos materiales, los únicos accesibles a la percepción sensual (“corporización” de la energía). La energía “material” o inorgánica, aquella que surge de la materia inerte o sea, del átomo, también dijimos es invisible, pero sus efectos se materializan en diferentes fenómenos y el hombre lo ha demostrado a través de inventos artificiales como es la bomba atómica, el uso de isótopos radiactivos y la usinas atómicas, como asimismo los transportes impulsados por la energía atómica. Esa energía en la naturaleza se observa en muchos fenómenos y últimamente se trata de captar su forma de energía cósmica. Pero la energía “vital” u orgánica, la que se materializa en el proceso de formación de un organismo vivo, sólo tiene esa posibilidad: ser visible formando el órgano vivo y con éste, el conjunto denominado organismo. Ese proceso vital que ha sido denominado organicismo y tiene como base a la energía vital bajo la forma fuerza vital o principio organizador (organiza las moléculas transformándola en estructuras vivas funcionantes). Sólo una cosa diferencia a ambas energías: la energía inorgánica o “material” puede ser manipulada por el hombre una vez que consigue liberarla y la transforma para otros fines. Puede artificializar lo natural. La energía vital no es posible liberarla de la sustancia orgánica, sin provocar la muerte de la misma o su destrucción y una vez ocurrido esto, ya dijimos que cesa o desaparece esa energía. Se esfuma. Sólo podemos tomar una molécula que encierre a esa energía y, sin destruirla, darle los medios necesarios para su desarrollo natural o alterado. La alteración puede ser celular o genética. Sin embargo, es necesario distinguir que ambas energías, vital y material, siempre operan sobre moléculas y este punto en común, fusiona el concepto de su esencia, dando al término energía el mismo rasgo rango de “operador sobre la materia”. Una energía opera en la materia inorgánica (la que no constituye un organismo) y la otra opera sobre la materia orgánica (aquella que es útil para formar un organismo). Si no se comprende bien y se trabaja muy fino al nivel de discriminación de estos fenómenos energéticos, se puede sacar conclusiones racionalmente válidas, pero que nos alejan de la comprensión de fenómenos reales, y susceptibles de ser interpretadas desde diferentes puntos de vista. Nuestro punto de vista es hacia lo más simple y de sentido común: explicar los fenómenos de una forma sencilla, partiendo de conclusiones universales y susceptibles de ser reconocidas por los efectos y modos de operar de los fenómenos. La base de estas explicaciones es un previo ponerse de acuerdo con el sentido o significado de las palabras, pues de otro modo, una misma palabra puede estar siendo manejada con conceptos distintos, aunque los mismos se estén refiriendo a un fenómeno único. La similitud operativa de la energía, ha llevado a otros conceptos como es el de energía cósmica o energía absoluta, la cual es la que “opera” según la “materia” u “objeto” a cuyo fin se aplica y de este modo será una energía materializadora de lo orgánico e inorgánico y del orden natural con que funcionan todos los entes conocidos. Esto explica por qué una materia considerada inorgánica puede ser manipulada en el laboratorio para que se considere como un símil de la orgánica, pues ordenaría las moléculas en formas similares. Es el caso de las membranas artificiales creadas en los laboratorios que crecen y se reproducen a expensas de fenómenos fisicoquímicos, pero que no alcanzan a formar un organismo. La energía cósmica opera sobre la energía ambiental del planeta Tierra cómo lo hace sobre otros elementos del espacio. Tanto las estrellas como los planetas y sus satélites viven en un espacio “activo” donde meteoritos, partículas y otros cuerpos “errantes” se mueven incesantemente. La energía moviliza partículas o modifica átomos o moléculas. Así, se “materializa” como partículas radioactivas o como movimientos de electrones y de una forma u otra, “ioniza” moléculas confiriéndoles una movilidad particular que las vuelve “activas” para modificar otros fenómenos materiales. En general, la ciencia denomina a estos fenómenos como “radiaciones” y explica lo ocurrido con las moléculas activadas con el proceso de “ionización” (la palabra ión deriva del griego que significa “caminante”) y esto marca la característica de la molécula activada la que “camina” o se mueve en sí misma o transmite vibraciones que comunica su actividad a otra molécula con la simple cesión o captación de electrones u otras partículas atómicas u electrónicas. El otro problema, que ahora entraremos a considerar, es cómo el hombre, operando sobre moléculas orgánicas e inorgánicas, puede manipular sobre una y otra y, aparentemente, sacar conclusiones confusas sobre la naturaleza de una u otra energía. Estas aparentes contradicciones, sólo pueden ser explicadas por lo que recién aludimos, en lo relativo al concepto de energía cósmica. Si todas las energías parten de una misma naturaleza, es posible que al alterar el orden natural, una de ellas pueda comportarse como otras distintas. Esto también explicaría algunos “cambios naturales” inexplicables para las rígidas teorías o conceptos sobre la “inmutabilidad” de una determinada energía. Luego, el concepto de energía aplicado a los fenómenos naturales que se observan en el ordenamiento de lo que hemos llamado “naturaleza” y “cosmos” no debe ser un concepto abstracto incomprensible o inefable, sino que sólo puede ser interpretado por los “efectos” fenoménicos ya que la energía en sí misma no es posible aprehenderla por los sentidos orgánicos. Sólo es abarcable por la inteligencia a través de la percepción metafísica y como consecuencia de observar efectos parciales sensibles del fenómeno en general. Se puede manipular una célula y obtener de ella diferente tejidos (células madre o stem cells o células totipotenciales o células estamentales) o bien manipular moléculas genéticas y con ellas reconstruir nuevos genes, modificar los existentes y obtener por su manipulación, algunos fenómenos vitales que transforman un organismo en otro (transgenia) o lo reproduce (clonación) o bien suprimen o agregan genes para modificar una función generalmente patológica (genoterapia). La energía material es divisible (separable de lo material). La energía vital es indivisible (inseparable de lo material). La energía material se expresa como diversos fenómenos. La energía vital se expresa, como dijimos, en un solo fenómeno que es la formación de un organismo vivo, de tal forma que es imposible separarla del mismo sin destruirla. La física molecular y la biología molecular, al llegar al mundo de las “partículas subatómicas”, se encuentran con la teoría de los bosones que llevó a la ciencia a la frontera misma de la zona donde la materia se transforma en energía y viceversa. Esto parece mostrar, a primera vista, que materia y energía son una misma cosa o constituyen un todo inseparable bajo la forma de partículas y subpartículas atómicas y que son simples modos de manifestación de la existencia de las cosas animadas e inanimadas, cualquiera sea su naturaleza. Hilando finamente, tanto lo orgánico como lo inorgánico y lo de cualquier otro posible “reino”, en esencia, es lo mismo. Sólo que la “energía” (operando como fuente única) maneja diversas moléculas (que son las mismas para todo ente material) en distintas direcciones y, según el modo de operar y el tipo de moléculas usadas, originará una u otra cosa. Esto, mostrado y “demostrado” científicamente al nivel molecular, atómico y subatómico. Pero, a los efectos prácticos, por ahora conviene seguir diferenciando, por su modo de operar, la energía inorgánica de la energía orgánica o vital. Todo esto debe ser colocado en el contexto del concepto de energía, que antes comentamos en digresión, para mejor entender los fenómenos que resultan hoy muy difíciles de llevar a un acuerdo general sobre la esencia de los mismos. La energía vital es también, una vez que constituyó el organismo, la que forma primero el alma y luego, ésta conforma el espíritu humano. Ergo, vida, alma y espíritu son parte de una misma energía, pero con funciones diferentes: la energía biogenética (la vida en sí), es la que exclusivamente dará origen al organismo vivo, constituyéndose en su alma como energía vital circunscripta a un organismo definitivamente formado y con un fin o naturaleza muy concreta: ser un animal, una planta o un hombre u otro tipo de ser vivo. Pero esa alma tiene una doble función: 1. debe animar la vida celular (lo que ocurre en todos los seres vivos) y 2. constituir la energía espiritual que dará origen al espíritu, el cual a su vez se manifestará a través del organismo vivo formado, en este caso, exclusivamente en el hombre. Ambas funciones del alma constituyen con el cuerpo material una sola cosa indivisa: el ser vivo en general y el humano en particular. Por lo tanto la vida como Bios es energía pura y eterna que permanente está ordenando las moléculas para constituir un organismo. Cuando construye el organismo humano, deja de ser Bios y se transforma en alma. Esa alma reside por igual en todas las células del organismo humano, pues es lo que “anima” la vida celular del pelo, las uñas, la piel, los órganos, los huesos, pero en el cerebro construye la mente y ahí es donde encuentra el instrumento idóneo para manifestarse como vida humana: el espíritu. Como argumento irrefutable a esta idea tenemos que a pesar de constatarse la denominada “muerte cerebral”, el resto del organismo puede vivir sostenido por aparatos artificiales por un tiempo indeterminado. A esta prueba se agrega que después de muerto y enterrado un cuerpo, hay células como las uñas y el pelo que siguen manifestando su energía vital al continuar su reproducción y crecimiento orgánico. Como conclusión incontrovertible es que la vida puede continuar sin la presencia del cerebro activo en un cuerpo no decapitado, pero el espíritu cesa de manifestarse cuando ese cerebro muere o se inactiva totalmente (línea fija del electroencefalograma). Luego, el cuerpo es el instrumento con que se manifiesta el alma, el cerebro es el instrumento de la mente, y la mente el instrumento del espíritu. Los conceptos pueden resumirse en este esquema: Vida (Bios) energía vital (alma animal proceso organizador organismo (animal o vegetal) Vida Organismo humano alma humana (la vida en el ser humano, en todas sus células) (lo que anima todas las células) espíritu (expresión del alma como inteligencia, afecto y) voluntad) mente (psiquis) (expresión del espíritu que reside sólo en células cerebrales y manifiesta por facultades) Este concepto del alma como operadora de la materia, es lo que llevó a González Pecotche a proponer que el alma es un “ente material” para distinguirlo del espíritu, que sería un “ente inmaterial” puro. Es una buena distinción, pero hay que tener cuidado de que no nos desvíe del concepto que alma y espíritu, como la vida, son una misma cosa que adopta diferentes formas de operabilidad y que tanto una como otra sólo serán fenómenos abarcables y comprensibles cuando operen sobre algún tipo de molécula o partícula material. No debemos tampoco confundir lo que es esencia con lo que es efecto o formas de una cosa. Los efectos son los modos con que opera la esencia de un ente. Cuando esa esencia no es accesible, no es conocida en sí misma, ya hemos repetido hasta el hartazgo que sólo es pasible de ser conocida por los efectos o “modos de ser”, tal cual lo propuso Heidegger para llegar al ser del hombre o del ente en cuestión. Este método es aplicable a la esencia de todos los entes que no son susceptibles de conocerse de otro modo. Pero, insistimos, no debemos confundir esencia con efecto (forma) y creer que la forma es la esencia. Por eso, alma y espíritu, dos efectos del fenómeno vida, operan de modo distinto pero siguen siendo lo mismo. Quizás, este fenómeno de que un mismo ente se manifieste de formas distintas, es lo que originó la idea de conceptos religiosos que hablaban de trinidades (hinduismo, catolicismo) donde el Dios es Uno, pero manifestado como tres entidades distintas. Esto también se observa en la doctrina oriental del uno y la multiplicidad, donde se considera como perfección mantener la unidad o la concentración en una sola cosa y evitar la multiplicidad como imperfección. Todos estos conceptos abstractos pueden haber partido de conceptos metafísicos extraídos de los fenómenos naturales de comprender como un mismo ente, fenomenológicamente, puede producir efectos distintos. El espíritu como soplo El espíritu es algo que básicamente no puede ser definido con palabras. Como prueba de esto vayamos al Diccionario de la RAE y ahí encontramos la acepción de “alma racional” “don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas” “vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para actuar” “ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo” “Vivacidad, ingenio”. Si acudimos a la definición de alma encontramos que es “sustancia espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, que informa al cuerpo humano y con él constituye la esencia del hombre”. En cuanto a la palabra ánimo la RAE nos informa que etimológicamente deriva del latín anima y ésta del griego anemos y significa soplo y lo define como “alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana”. Sin mucha profundidad, observamos que el diccionario da vueltas y vueltas en sus connotaciones y define a espíritu como alma o ánimo, a alma como sustancia espiritual y a ánimo como alma o espíritu y ahí se cierra el ciclo de denotaciones. Nos deja sin mayor aclaración puesto que usa las mismas palabras y no nos ilustra principalmente. Nosotros postulamos, por una cuestión semántica basada en la etimología, que el alma es la operadora de la vida en el cuerpo, es lo que anima al cuerpo (opera sobre la materia del cuerpo); espíritu es el operador del alma en lo relativo a la esencia humana; la mente es la operadora del espíritu. Así, todo queda involucrado de una forma indisoluble o inseparable. Quizás esta unidad es lo que lleva a la confusión de los términos y de los conceptos de creer que alma, espíritu y mente son una misma cosa. Es una misma esencia organizada en funciones distintas. Las palabras designan más a las funciones o formas que a la esencia. Pero lo importante de la lingüística destinada a nominar a lo que es alma, vida y espíritu es que todas, etimológicamente, parten de una noción de viento, soplo, respiración. Ninguna de estas acepciones semánticas vincula el concepto con lo material. De las denotaciones podemos rescatar dos cosas a los fines de llegar a una acepción que nos ilustre mejor sobre qué es el espíritu: 1. La primera figura es la de don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas y a esto lo enlazamos con la etimología de ánimo como soplo. 2. La segunda figura sería lo referido a sustancia no material que da vivacidad, vigor, brío o valor que permite al cuerpo actuar. La primera figura nos lleva, sin dilaciones, al campo de la fe religiosa y a la aceptación de la doctrina creacionista del hombre y en esa dimensión debemos remitirnos a la Biblia. Cuando Dios creó al hombre, según la Biblia, lo hizo a su imagen y semejanza, modelando el barro al cual le insufló el espíritu (nefesh-ruaj). El entusiasmo Si estos conceptos extractados de la Biblia se tomaran en forma literal, nos llevan a la definición etimológica de entusiasmo. Etimológicamente entusiasmo viene del griego enthous (latín intus) = dentro; y siasmo significaría Zeus o theos (dios), o sea, que entusiasmo sería el “dios que cada uno lleva dentro”. Aprovecharemos este parágrafo para hacer una digresión sobre entusiasmo como una función espiritual relevante. Al leer la definición que la Real Academia Española da de esta palabra, encontramos una acepción que dice “inspiración divina de los profetas” y luego consigna otras acepciones como la de “inspiración fogosa y arrebatada del escritor o del artista, y especialmente del poeta o del orador”. Siguiendo las acepciones propuestas por la RAE también entusiasmo es “exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por cosa que lo admire o cautive”. Finalmente es “adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño”. Esto muestra las diferentes maneras de aceptar a la palabra entusiasmo. La acepción de espíritu no estaría lejos de estos conceptos, ya que en algún modo, el hombre desde que fue creado le ha sido dado una parte de ese espíritu divino, de ese dios que cada uno lleva dentro. Este concepto del “dios interior” significa la luz interior que nos impulsa, que nos “enciende” a emprender una tarea cualquiera, no sólo dándonos la creatividad interior o inspiración sino también la energía o exaltación o fogosidad del ánimo necesaria para llevar a cabo lo que desde nuestro interior se nos propone para favorecer una causa o empeño. Es la fuerza o motor de la “adhesión fervorosa” y de la “inspiración fogosa y arrebatada” que cada uno de nosotros puede poner en una acción cualquiera que se desarrolle. Esto último nos lleva a la parte denotativa que implicaba aquello de “vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para actuar”. Pero si no nos mueve la fe en Dios, esta acepción de espíritu no tendría validez para conformar una idea clara de su naturaleza. Personalmente, acepto este concepto religioso como el mejor para entender la naturaleza del espíritu. Otro inconveniente, de la acepción antepuesta refiriéndose al cuerpo, es que nos lleva directamente al dualismo de cuerpo y alma, dado que diferencia al espíritu como el vigor o fuerza del cuerpo para actuar. Ya dijimos que si consideramos al hombre como una unidad indivisible (individualidad) estas afirmaciones nos colocan en el dilema de aceptar la dualidad cuerpo y alma en abierta contradicción con la creencia de la individualidad. Pero salvando este dilema, podemos aceptar lo que la filosofía antropológica nos sugiere en el sentido de carnalidad espiritual (carnoespíritu), puesto que los dos fenómenos manifiestos (cuerpo y alma) están dados así, en una sola unidad. Lamentablemente, si queremos analizar este fenómeno, solamente se le admite en el análisis como dos cosas separadas. Pero no debemos perder de vista que este sentido de compartimiento (compartimentalidad) es sólo a los efectos de la descripción. El fenómeno no se percibe como análisis sino como síntesis y en este sentido lo que captamos es una totalidad difícil de separar con los sentidos (vemos, oímos y palpamos el cuerpo pero no el alma). Sin embargo, las relaciones entre el cuerpo y el alma, o entre el cuerpo y la mente, han intrigado a los pensadores por espacio de varios siglos. El dualismo cartesiano fue el hito que dividió al quehacer científico y filosófico en dos vertientes distintas. Desde entonces hasta ahora la filosofía y otras ciencias del espíritu caminan divorciadas de las ciencias biológicas, como si el campo de cada una tuviera objetivos distintos. Ha sucedido, incluso, que muchas veces ambas tendencias se enfrentaran con puntos de vista totalmente discrepantes a pesar de que el fenómeno considerado (el hombre) es uno. Lo usual es que dichas ciencias no se enfrenten pero tampoco se junten sino que marchan por caminos paralelos, como si lo que consideran fueran dos cosas distintas o dispares. Los intentos de entrecruzar ambos caminos, no produjeron un camino convergente, sino sendas divergentes o en direcciones contrarias, o manteniendo la discrepancia existente antes del cruce. Del “soplo divino” que intuyeron los antiguos nace, entonces, el alma y de ella el espíritu. Hay autores que hablan del don del entusiasmo, esto es, como “algo dado”. Irma Sanchis define al entusiasmo como “el don de arder”. Cuando Emilio Mira y López escribió su trascendente obra que tituló CUATRO GIGANTES DEL ALMA, quiso referirse a las emociones primarias más importantes del hombre, como es el miedo, la ira y el amor. Pero agregó un cuarto gigante que más que emoción es un sentimiento y es el deber. Dada la fuerza de las emociones primarias, trató de distinguir con colores a algunas de ellas y así denominó al miedo, el “gigante negro” y a la ira, el “gigante rojo”. Pero al amor no le puso color y al deber lo nombró como el “gigante incoloro”. Así, separó lo que es natural (homo natura) y lo que es socialmente adquirido en el hombre (homo socialis). El homo natura será el que se maneje con una genuinidad natural, pero ésta puede jugarle algunas trastadas como es seguir una conducta más instintiva que racional, más animal que inteligente. El homo socialis, en cambio, perderá algo de su “naturalidad” para llenarse de una “convencionalidad” que le impone la convivencia social. Del equilibrio entre lo natural y lo social, surgirá el hombre educado, el que pone la inteligencia al servicio de su cuerpo para controlar lo que puede ser incontrolable y llevarlo a una condición más de bestia que de hombre. Precisamente, cuando se rompe ese equilibrio, el hombre se “desnaturaliza” por ser una bestia, o una máquina inexpresiva de sus dotes espirituales. Pero, indudablemente, los conceptos básicos de Mira y López, a pesar de su genialidad, no alcanzaron a completar una gama de “gigantes intermedios” que podían ser el motor de los otros, o bien resultar de una mezcla de ellos. De esos “gigantes indefinidos” hoy rescataremos el entusiasmo. Si bien Mira y López no le puso color al amor, nosotros pensamos, siguiendo una tendencia común y vulgar, que el rosado, a pesar de ser tenue y demuestra la profundidad y la fuerza del sentimiento-emoción, es quizás un color que define a la sensación amorosa equilibrada en su más sublime expresión: el amor de la pareja, de los padres a los hijos, de los hijos a los padres y de los amigos. Esa sensación plena de sentimiento, emoción, placidez, equilibrio, abnegación y falta de pasión y violencia. Precisamente, es su “placidez” o “sensación placentera” la que lleva a pensar en algo rosa, en sentido romántico. Por ende, a ese otro “gigante mixto” del alma como nosotros consideramos al entusiasmo, es difícil ponerle un color dado que tiene muchos matices y, siguiendo la idea de Mira y López, se le podría denominar el “gigante multicolor”. No hay dudas de que ninguna de las grandes fuerzas del espíritu puede más que el entusiasmo, pues casi todas ellas necesitan del “combustible” que les permite ponerse en movimiento y realizarse. Ese “combustible” es el entusiasmo. De forma tal que entusiasmo está indisolublemente ligado a dos grandes entidades: el espíritu y el ánimo. Daremos algunos breves conceptos sobre ánimo, ya que antes hemos definido a espíritu, para poder comprender mejor la naturaleza del entusiasmo. Dijimos que entusiasmo, por denotación, también es “exaltación y fogosidad del ánimo”. Ánimo es la plena manifestación espiritual mediante la plena conciencia (estado vigil) que prepara al hombre para su actividad humana común, en cualquiera de las formas que ésta se manifiesta a través de la conducta humana. Ánimo es, por lo tanto, la expresión espiritual como pura acción humana en forma consciente. Y, parafraseando expresiones de James, podríamos decir que el ánimo es un estado mental continuo y consustancial con las condiciones subjetivas de la conciencia y “toda conciencia es motora” porque es la que capta toda sensación posible de producir movimiento, lo que mueve a todo el organismo humano en todas y cada una de sus partes. Esto enlaza a ánimo con conciencia y con actividad. Luego esta acción puede ser meramente intelectiva, o afectiva o volitiva. Lo usual y natural es que se dé con las tres esferas en bloque, pero decimos que puede ser en una u otra dirección espiritual, según la nota predominante de la acción. Por lo tanto, lo anímico, el ánimo siempre tendrá un fondo o telón de trasfondo donde interactúan inteligencia, sentimientos y voluntad. Desde otra perspectiva, el humor constituye el sentido de un nivel de integración superior, en el cual el espíritu transfiere al cuerpo fuera del espacio físico (¿metafísica?) Otro autor formula un principio metodológico para tratar los fenómenos espirituales bajo el postulado de la fisiología está llena de alma y es la propia alma que hace su cuerpo. Pero siempre se ha asociado entusiasmo a optimismo. La actitud mental del optimista es considerada como pensamiento positivo porque tiende a ver el lado satisfactorio de las cosas y los eventos de la vida, tanto los cotidianos como el conjunto de actos vitales que se desarrollan a través de toda la existencia. El fracaso y la frustración y la visión de imposibilidad de hacer son los elementos ausentes de la actitud mental positiva. Esto se debe a una capacidad de interpretación que es desarrollada durante el crecimiento o aprendida mediante un adiestramiento específico. Durante el desarrollo se adquiere ya sea por estímulos de la familia y del entorno social, o por la decisión personal de solucionar, evitar o sublimar los conflictos. El mundo es un campo lleno de esperanzas y oportunidades que uno debe buscar para progresar. El fracaso no es tal sino una simple experiencia de conocer un camino que no conduce al éxito y este conocimiento no es útil para no repetir la experiencia, sino buscar nuevos emprendimientos distintos al que no tuvo buen fin. El pensamiento positivo puede ser representado por la figura de una foto en colores. Si siguiéramos el concepto del poeta Campoamor de que “el color de todo es según el cristal con que se mira”, podríamos afirmar que el positivo optimista tiene una “visión rosa” de las cosas y de la vida. Consecuentemente, son personas de buen humor. Deepak Chopra piensa que el entusiasmo está en la clave de “experimentar la divinidad dentro de nosotros”. Para ello es necesario el silencio, la meditación y el “no juzgar” que son llaves que abren la puerta a la “potencialidad pura” lo que constituye un campo de conciencia desde el cual todo fluye. Para que estas cosas ocurran se debe establecer una especie de autodescubrimiento que consiste en “una travesía que dura toda una vida; es muy excitante embarcarse en un viaje que no tiene destino final pero que tiene como guía el éxito. El éxito no es una meta, es un viaje, es el sentido del significado y el propósito de la existencia, es el sentido de conexión con la creatividad. Es la habilidad de amar y tener compasión, la habilidad de experimentar alegría y compartirla con otros. Tan pronto como uno alcanza una meta, un nuevo desafío aparece, es algo que nunca termina. Éxito y espiritualidad son la misma cosa. La vida es la expresión del espíritu y la conciencia. De ahí que si el éxito es significado y propósito en la vida, entonces no hay conflicto alguno.” El éxito, como expresión y resultado del entusiasmo se debe así, como antes lo dijimos, a la “energía o exaltación o fogosidad del ánimo necesaria para llevar a cabo lo que desde nuestro interior se nos propone para favorecer una causa o empeño” que se desata por un “estado central motivante” en el ánimo y que lleva como timón el pensamiento positivo mediante el “sentido de un nivel de integración superior”. La tendencia moderna a una mayor preocupación por averiguar las potencias espirituales del hombre, quizás, se debe a la necesidad de revertir la gran crisis espiritual por la que se atraviesa. De ahí el estudio de las facultades de la motivación, del optimismo y de otras cualidades y facultades espirituales. La idea de cultivar el entusiasmo como una virtud que provoque el cambio y lleve al hombre a motivarse para el “éxito” en general de su vida personal, es la que ha generado el pensamiento de que hay que despertar al gigante. Este concepto de “gigante” que nos retrotrae a la idea de Mira y López, es uno de los más acertados dado el formidable poder que encierra el concepto de entusiasmo. Si entusiasmo es el “Dios que cada uno lleva dentro de sí” es como afirmar que poseemos una fuerza ilimitada y poderosa y muy grande (cualidades atribuidas a los míticos gigantes). Alejandro Rozitchner piensa que el concepto entusiasmo “puede representarse con la sensación de estar dentro de las cosas. Es un estar adentro de todo ocasionado por el mero hecho de estar involucrado de manera especial con algo. El entusiasmo es una acción en donde los movimientos se enhebran con gracia, en donde uno se siente arrastrado por una fuerza no intencional, pero a la que se reconoce como particularmente propia”. Acá, Rozitchner en un juego semántico resalta la endogenicidad del entusiasmo. Nosotros ya advertimos que etimológicamente, entusiasmo es una fuerza endógena. Está “dentro de uno mismo”, pero cuando algo cae en la mira del entusiasmo y se constituye su causa, la persona se “involucra” con ese “algo” e involucrar es “abarcar, incluir, comprender”. Por este sentido semántico, pensamos que más que meterse “dentro de algo”, incorporamos ese algo “dentro de uno mismo”. Comprender es el primer paso para introyectarnos algo, pero también para “penetrar dentro de las cosas”. La introyección o incorporación de un algo es lo que determina la motivación en algunos casos. Pero “meternos dentro de algo” es cuando encontramos la “verdad” o el ser de un ente o cosa. Por esto vale la pena hilar fino entre lo que es “meter algo dentro nuestro” o “meternos nosotros dentro de algo”. Cuando nosotros “metemos algo dentro nuestro” de ahí surge el compromiso con el “algo”. Si bien el entusiasmo, como potencia natural de nuestra esencia, no es fruto de nuestra voluntad o intención, la acción entusiasta sí es la que será guiada por el deseo, el anhelo, la involucración y el compromiso intencional con ese “algo” o “causa de entusiasmo”. Es verdad que el entusiasmo es una fuerza positiva motivadora, pero debe ser acompañada de orden, responsabilidad y disciplina, pues sin esas condiciones no será efectiva. Una acción entusiasta no organizada, tendrá empuje, pero no siempre significará éxito, aunque el tesón pueda producir algún efecto de beneficio. Para que el entusiasmo sea efectivo completamente debe ser guiado, esto es organizado y disciplinado y cada resultado debe ser evaluado con responsabilidad. Sólo así habrá éxito con calidad total (excelencia). Luego, entusiasmo ya no sólo es deseo, motivación, empuje, coraje, causa justa y positiva, búsqueda de éxito. Necesita de una cierta metodología. Pero todo va en bloque. Y para que esto ocurra hay que cultivarlo, desarrollarlo, es decir, prepararse. El entrenamiento espiritual o mental para encontrar el entusiasmo o desarrollarlo es parte de la maduración espiritual y del encuentro de la plenitud o sabiduría. El éxito y excelencia deben ser añadiduras, más que un fin o meta. Naturalmente, todo entusiasta, por su natural positivismo, siempre piensa en triunfar. Para esto, Bulacio propone que “la persona entusiasta intentará encontrar las mejores respuestas a la demanda de la situación, aumentando las posibilidades del éxito”. Horacio Krell completa este proposición reconociendo que el entusiasmo “es una virtud que se puede alcanzar motivando el querer: si el deseo es suficientemente grande, cualquier obstáculo se vuelve pequeño. Pero no es cuestión sólo de metodología sino también del desarrollo de las capacidades humanas que se encuentran adormecidas, todos tenemos un gigante interior que no sabemos cómo despertar. El sentimiento no se sujeta a la razón sino a la acción, por eso hay que poner el autoarrancador y hacerlo ya. Los estados de ánimo acompañan a quien se moviliza. Para entusiasmarse, precisamente, hay que apropiarse del entusiasmo y transformarlo en acto. El entusiasmo disfruta con lo mínimo, se manifiesta en lo que hace, se lleva a sí mismo a todas partes. Y el fracaso no lo asusta: el disfrute está en el proceso y no en el resultado, lo importante es cómo viaja. Su felicidad no es la estación a la que arriba sino la manera en que disfruta del viaje”. Este concepto de Krell lo refuerza Rozitchner cuando afirma que “lo importante del entusiasmo es que es un fin en sí mismo, es decir, que es el entusiasmo mismo el que te da la felicidad, no que ella deriva del fin al que el entusiasmo se dirige”. Retomando la denotación de entusiasmo como “exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por cosa que lo admire o cautive”, por ser el sentido con que más se usa dicha palabra, debemos coincidir con el especialista argentino Juan Manuel Bulacio que el entusiasmo “es una emoción en sí mismo”. Luego, en ese carácter, es algo intangible, en el sentido de que no es accesible a los sentidos, pero por ser una sensación es perceptible, esto es, se siente. Ese “sentir” le quita lo abstracto para objetivarlo como algo concreto. Y, ¿cómo se siente? Como una “energía” que nos llena de plenitud y nos moviliza, precisamente por lo que admiramos o nos cautivamos. Como el entusiasmo “mueve” todas una serie de sensaciones distintas, no es posible describirlo como una emoción determinada, sino como una mezcla de emociones en las que interviene el tesón, el fervor, la tensión o concentración en algo que nos distrae de otras cosas, en una fuerza avasalladora para hacer o sentir, combatir por un ideal o comenzar cualquier empresa que creamos digna y justa. Si bien, como gama o repertorio de emociones, no podemos definirlo dentro de las emociones conocidas, tampoco debemos decir que es imposible de describir por ser una emoción indefinida. Lo es respecto a lo conocido, pero al decir “entusiasmo” estamos nominando esa sensación especial indescriptible pero específica y su especificidad está en su propio nombre. Dada sus características de optimismo, deseo o anhelo, motivación y fuerza “para hacer”, Bulacio cree que el entusiasmo “se trata de una combinación de dos estados anímicos: la motivación y el optimismo”. Nosotros no disentimos con el criterio, pero pensamos que la motivación y el optimismo son sólo algunas de las principales cualidades del entusiasmo. Una fuerza tan grande, que semánticamente se emparienta con la divinidad, necesariamente debe ser mucho más que una mera suma de dos o más condiciones o cualidades. Coincidimos plenamente con el especialista argentino en que “el entusiasmo supone un estado anímico que impulsa a la acción” puesto que motivación y ánimo se caracterizan por “mover” las fuerzas y facultades espirituales hacia una acción determinada. También dijimos que entusiasmo es optimismo y optimismo es siempre un estado de ánimo positivo que al decir de Bulacio, consiste en las creencias positivas que las personas tienen de sí mismas, de los demás y del mundo en general. Pero es conocido que una persona no puede vivir en un “estado permanente e invariable de ánimo” cada segundo, todas las horas, todos los días, todo el año y toda la vida. Hay un ciclo variable polifásico donde habrá días que es más positivos que otros o días que se cruzará algún sentimiento negativo o pesimista. Pero el saldo final no es una mera suma y resta de estados positivos y negativos, sino la actitud persistente que marca el carácter y el temperamento. Esto aleja la “transitoriedad” de un estado determinado y le da “continuidad” como carácter o temperamento. Así hay personas signadas por un carácter o temperamento positivo y otras por lo negativo. A pesar de las oscilaciones, en las personas de tendencia positiva en el transcurso de la vida, según Bulacio, “la tendencia de base es bastante estable, con lo cual, aun en condiciones difíciles, la persona entusiasta intentará encontrar las mejores respuestas a la demanda de la situación, aumentando las posibilidades de éxito”. Estos dos criterios unidos, persona entusiasta y posibilidades de éxito, es lo que motiva a los estudiosos de la mente y la conducta humana a rescatar el concepto de entusiasmo sobre esas condiciones. Silvia Mazza define que “una persona entusiasta es ante todo, alguien que no especula, que no se mide, que se entrega. Al punto tal que se deja ganar por un impulso interno en contacto con algún estímulo externo; una persona tan generosa que ni siquiera importa la calidad del objeto (que puede ser mínimo) y sin embargo, es causa suficiente para que el entusiasta se encienda y contagie a los demás con su propio fuego. El entusiasmo habla del derecho a apasionarse por lo que sea, y de ser libres para volcarnos al mundo, según nuestro propio modo”. Irma Sanchis piensa que las personas entusiastas llevan “la fe en ellas mismas y en que la vida merece la pena y su alegría reside en atreverse a ser, en realizar las posibilidades que llevan dentro”. Krell alude a que los entusiastas son seres proactivos que no se atan a los hechos en sí sino que buscan generarlos y que logran lo que quieren, justamente, porque creen en “lo posible”. Desde otra perspectiva, Rozitchner agrega que el entusiasmo es una especie de camino subjetivo para acceder al sentido de las cosas y una especie de punto de ebullición que nos cocina para realizarnos. Asimismo, piensa que para evitar el egoísmo social, fruto de la actual crisis espiritual, la sociedad necesita de los entusiastas, que son personas que se olvidan de sí mismos para sumarse al trabajo comunitario, al “equipo comunitario”, de forma tal que una comunidad se realiza exactamente cuando cada individuo de ella se afirma a sí mismo. Cuando esa sociedad o comunidad deja que cada uno de sus miembros desee y se entusiasme libremente, se generan lazos sociales dentro de ella, mucho más sólidos. Desde un punto de vista práctico, como es el entusiasmo aplicado a la empresa y al trabajo, en la opinión de Daniela de León el entusiasmo en el ámbito laboral engendra un sentimiento que propicia el éxito, porque estimula la laboriosidad (vitalidad laboral), creatividad (formas innovadoras con proyectos o iniciativas de excelencia de trabajo y producto) y ayuda al liderazgo. Por esta razón, en el esquema empresarial, el entusiasmo siempre debe ir de adentro hacia fuera (éxito personal) y de arriba hacia abajo (éxito de gerenciamiento) y ambos contribuyen al éxito empresarial. Como antes dijimos, siguiendo lo preconizado por Krell, en la empresa el entusiasmo genera el espíritu de equipo. Es sabido que las emociones impactan en el organismo provocando reacciones diversas en diferentes órganos. En el entusiasta las reacciones o manifestaciones orgánicas están relacionadas con la euforia que se despierta cuando encara un proyecto o se pone en acción. Bulacio expresa que son manifestaciones orgánicas nacidas por una sensación de bienestar pues, se experimentan sensaciones ansiosas positivas que son expresiones corporales reflejadas en el tono muscular que se tensa en forma expectante, ni demasiado relajado ni tenso del todo, sino con un tono justo y suficiente para ser activado y predispuesto a la acción que se encara o empieza. Toda la fisiología humana se desata acompañando un estado de emoción positiva que interviene no sólo en los músculos sino en el aparato digestivo, en el sistema cardiovascular y en el sistema nervioso.. Lo orgánico también se refleja en la situación vital que se está atravesando, en la calidad de vida y en las expectativas razonables de cada persona. El estado anímico es preponderante cuando se está entusiasmado y supera estados conflictivos como pueden ser los depresivos y modera aumentado o equilibrando los estados eufóricos. De algún modo, el entusiasmo aumenta la vitalidad orgánica y espiritual. También, de acuerdo con el criterio de Chopra al que antes aludimos, el entusiasmo nos da la habilidad de amar y tener compasión y la habilidad de tener alegría y compartirla con otros. Terminada esta larga o extensa digresión-disquisición sobre el entusiasmo, retornamos ahora a las figuras que nos ilustran sobre la aceptación del significado del espíritu. La segunda propuesta o figura que planteamos antes, para formarnos una idea de espíritu, es más aceptable para los que no creen en la fe de Dios. Concibe al espíritu como una energía especial, como un brío o fuerza. Hay que denotar la similitud de estos conceptos con lo que hemos comentado sobre el entusiasmo. Esto define mejor la naturaleza del espíritu en cuanto a su materia, pero no a su esencia. Lo define como algo inmaterial. Queda a mitad de concepto, pues sólo hay una referencia parcial del fenómeno. Pero una cosa es bien clara: el espíritu es inmaterial, no se percibe a través de los sentidos sino por una percepción introspectiva, endógena y extrasensorial. Tiene clara manifestaciones en todas las facultades mentales. Con todo esto hemos llegado a la conclusión de que no hay una definición o concepto general de espíritu que sea adoptado sin condiciones (incondicionalmente) por todos. Pero provisionalmente aceptaremos lo de “vigor natural y virtud que alienta y fortifica al hombre para actuar” a fin de obviar algunas objeciones. En esta acepción, vigor significa fuerza y ésta es aceptada como “virtud o eficacia que las cosas tienen en sí”, en cuanto a operatividad y manifestación o “aplicación del poder moral”. En este último caso, esta acepción se aplica a la “fuerza moral” o espiritual que nos ayuda a superar desgracias y conflictos. En esta particular cuestión del espíritu hay dos elementos que están en juego. Por un lado la doctrina y creencia religiosa, por el otro la cuestión semántica. Bien pensado, toda la cuestión referida a vida, alma y espíritu sólo está referida por las mismas palabras, las cuales tienen etimología común. En el fondo de la cuestión también yace un problema lingüístico. Materia y energía son palabras. Como todo vocablo, el sentido dependerá de diversas variables. En forma inmediata hay un sentido y significado dado por el diccionario. Esto es lo denotativo. Pero hay otro sentido fuera del diccionario y es el sentido connotativo. Dentro del sentido connotativo entran todos los significados impresos por la ciencia, la filosofía y otras ciencias o disciplinas del conocimiento y saber humano. Pero fundamentalmente impera el sentido particular que cada uno quiere darle al usar las palabras. Es la doctrina denominada ad sensum, o sea, el sentido que cada uno quiere darle a la palabra en el momento que la expresa. Por último, está el sentido del contexto en que se usa la palabra. No es lo mismo un entorno filosófico, que uno científico o uno religioso. Cada una de estas formas de saber da el sentido determinado por la idea, sentimiento o creencia o la rigurosidad de un fenómeno en particular. Lo importante es no perder de vista el significado y sentido etimológico que es el que dio origen a la palabra. Ese sentido está por encima de cualquier connotación. Para evitar conflictos de comprensión y comunicación, la excelencia consiste en usar la palabra dentro de lo etimológico para evitar confusión o puntos de vistas equívocos o diferentes, sobre un mismo fenómeno. Dijimos que etimológicamente espíritu es soplo, respiro, aliento. Sin ese soplo que se describe como de origen divino, el hombre y la vida no serían y si no son, no pueden obrar o hacer. De ahí que enlacemos a espíritu con energía. En nuestro caso, etimológicamente entenderemos por energía a todo lo que implique el sentido de fuerza y a fuerza la comprenderemos como “eficacia, poder, virtud para obrar”, esto es, la “capacidad de hacer u obrar”, de promover una actividad. En Física se aceptaba que la energía pura es la que conlleva la “capacidad de trabajo” y es la que actúa “sin desplazamiento de la materia”, pero la Física Molecular ha determinado que siempre que actúa la energía, el canal de la misma son partículas subatómicas, lo que significaría que si no existieran las subpartículas, no se “materializa” (no actúa) ningún tipo de energía. En Biología se usa el término latino vis, que significa fuerza, energía. Luego, necesariamente todo tipo de energía tiene un sustrato material, aunque sea en la mínima expresión de materia como son las partículas subatómicas de carácter infinitesimal. Se refuerza, así, el carácter de materia-energía como un todo. En el parágrafo anterior ya tratamos lo referente a energía y distinguimos que materia y energía eran una misma cosa, pero a los efectos de comprender mejor, seguiremos tratando nuestra cuestión como si fuesen cosas distintas. Lo semántico está estrechamente ligado a lo religioso o, mejor dicho, lo religioso encontró una metáfora para expresar al fenómeno del espíritu y esta razón hizo que tanto los hebreos como los latinos centraran la cuestión del espíritu en lo que ellos conocían como aliento, respiración o soplo y así se expuso. Los antiguos hebreos en la BIBLIA, presentaban al hombre como una especie de unidad sellada donde cuerpo y alma constituían una sola cosa, dado que fue modelado en barro y a este barro se le “sopló” (insufló) la vida para convertirlo de materia inerte en materia viviente, pero de forma tal que no hubiese distinción aparente entre lo material y lo inmaterial. Este concepto de soplar o insuflar era la idea rondante en la Antigüedad sobre la esencia o naturaleza del espíritu. El nefesh (término hebreo intraducible) era lo que Dios insufló al barro para darle vida, creando una carnalidad espiritual, en la que no existía una diferencia entre cuerpo y alma. Sin embargo, las relaciones entre el cuerpo y el alma, o entre el cuerpo y la mente, han intrigado a los pensadores por espacio de varios siglos. El dualismo cartesiano fue el hito que dividió al quehacer científico y filosófico en dos vertientes distintas. Desde entonces hasta ahora la filosofía y otras ciencias del espíritu caminan divorciadas de las ciencias biológicas, como si el campo de cada una tuviera objetivos distintos. Ha sucedido, incluso, que muchas veces ambas tendencias se enfrentaran con puntos de vista totalmente discrepantes a pesar de que el fenómeno considerado (el hombre) es uno. Lo usual es que dichas ciencias no se enfrenten pero tampoco se junten sino que marchan por caminos paralelos, como si lo que consideran fueran dos cosas distintas o dispares. Los intentos de entrecruzar ambos caminos, no produjeron un camino convergente, sino sendas divergentes o en direcciones contrarias, manteniendo la discrepancia existente antes del cruce. Pero el fenómeno indiscutible es que cuerpo y alma coexisten en tan íntima unión que en Medicina no existen dudas que cuando el espíritu se quiebra, el cuerpo se enferma (medicina psicosomática) o cuando la mente se enferma (psiquiatría) la integridad del hombre se anula; o bien cuando se enferma el cuerpo (medicina interna), la mente también se afecta. Es sabido que la fiebre obnubila, que un infarto cerebral, de acuerdo al hemisferio que ubique anula una o varias o todas las funciones intelectuales. Esto prueba definitivamente que el cuerpo enfermo modifica la forma emocional del sentir y el pensamiento racional y viceversa. Precisamente es, desde la observación médica, donde surge la idea de volver a la unicidad o integridad total del hombre en una sola cosa. Si se separan (disecan) cabeza y tronco, indudablemente ninguno de los dos sobrevive per se, al menos con las funciones completas. Es también incontrovertible que la mente reside en el cerebro. Esto lo ha probado completamente la medicina, terminando con las dudas aquellas de que el espíritu o las emociones podían residir en otros órganos como el corazón o el hígado, que son los que más sufren cuando hay un trastorno emocional. Con esta afirmación mostramos que las emociones trastocan los órganos tanto de la circulación, como la respiración, la digestión, la catarsis, el sistema neuroendocrino y todo otro trastorno corporal que puede ser desencadenado por la emoción. A su vez, un trastorno corporal afecta la mente y puede desencadenar algún tipo de emoción. Esta noción da lustre al viejo aforismo latino “mens sana in corpore sano” (mente sana en cuerpo sano), siendo la fórmula del hombre cabal, entero para que funcione normalmente como hombre. Para estudiar el cuerpo o el alma (espíritu y mente), ya no es posible hacerlo como entes separados sino debe hacerse el estudio en bloque: se debe admitir sin dilaciones, la interacción entre cuerpo y alma como una sola unidad. Lo contrario es falso, por más que las conclusiones sean lógicas y brillantes. El cuerpo es el sustrato del alma, el alma del espíritu, la mente del espíritu. Tal aseveración lleva a una única opción para estudiar holísticamente al hombre: el trabajo multidisciplinario o en su defecto, todo estudioso del hombre deberá abarcar todas las disciplinas hasta ahora conocidas para llegar a conclusiones válidas. Dada la extensión del conocimiento aportado por todas las disciplinas que tratan al hombre, la última opción es más que imposible. La solución inmediata es la remarcada como trabajo multidisciplinario en el que médicos, biólogos, filósofos, psicólogos, sociólogos, profesores y didactas, los estudiosos de la lengua y de la comunicación, los políticos y economistas y toda otra actividad afín a éstas, deben ponerse cabeza a cabeza para encontrar el camino convergente y poner fin a la dualidad artificial e inexistente. El sistema nervioso con el órgano central que es el encéfalo y dentro de éste el cerebro es, sin dudas, el más relacionado con la integración de mente y cuerpo y la sede exclusiva de la mente. Su estudio nos permite romper el límite entre los fenómenos físicos u orgánicos y los fenómenos mentales. El espíritu como tres esferas humanas de la esencia humana El hombre está constituido por tres esferas que marcan su esencia humana: 1. 2. 3. la esfera intelectual o inteligencia la esfera sensitiva (emocional o afectiva) la esfera volitiva o ámbito de la voluntad. Las tres esferas no son compartimientos separados sino constituyen una sola cosa, pero a los efectos de su conocimiento y estudio deben considerarse individualmente. Lo cierto es que funcionan como un todo, donde una se supedita a la otra y las tres se influyen mutuamente no pudiendo dejar de funcionar ninguna de ella para que el hombre sea un ser armónico y completo. Bertrand Russell fue quien en forma clara y precisa consideró que las tres esferas constituyen el espíritu del hombre, en el cual reside su esencia. Estas esferas, cuando actúan normalmente, lo hacen en forma simultánea y equilibrada y se establece un control de cada una entre sí. Este control es lo que permite la armonía y la sabiduría de una conducta acorde con el ser humano inteligente y completo. Pero el funcionamiento de las tres áreas en forma natural no se da espontáneamente. La coordinación de las tres esferas necesita un aprendizaje a través de la educación de cada una de esas esferas, para poder asumir el control personal de cada una e integrarlas para realizar cual acto de la conducta humana. La necesidad de un aprendizaje ha llevado a que en las postrimerías del siglo XX algunos autores como Goleman empiecen a recomendar a la inteligencia como el medio de educación o de control de las tres esferas y así se comienza a hablar de inteligencia emocional, inteligencia racional o intelectiva, inteligencia volitiva. Dentro de ellas se habla de inteligencia de la comunicación, inteligencia instintiva, inteligencia social, etc. Esto destaca la supremacía de la inteligencia como la nota constitutiva más importante del ser humano y la que marca, en definitiva, al verdadero ser del hombre. Tanto es así que no sería muy desacertado afirmar que el ser del hombre es la inteligencia. Cuando no existe esa educación o intención de equilibrio, lo más común es que predomine una de esas esferas sobre las otras. A veces ese desequilibrio es normal cuando se da en etapas de inmadurez del cuerpo humano. Así, un recién nacido primará más lo instintivo que está dentro de lo afectivo y en el niño y adolescente pueden actuar lo racional y lo afectivo, predominando más esta última esfera. Incluso puede haber una dicotomía en la conducta: un niño o un adolescente de los llamados genios pueden ostentar un gran desarrollo racional, pero carecer del control afectivo. Es decir, lo racional opera sobre el conocimiento y la adquisición del mismo, pero no controla eficazmente lo afectivo, lo que hace que sea un hipermaduro en lo racional y un inmaduro en lo afectivo. Cuando una esfera predomina sobre las demás, hay un desequilibrio que desnaturaliza el ser humano. Quizás la esfera que más escapa al control de las otras dos es la esfera de lo afectivo y dentro de ella se ubica lo instintivo y lo emocional. Como la emoción es la que parece graduar lo instintivo, por esto se ha considerado a la parte emocional como la más importante del desajuste social del hombre de hoy. También lo emocional está ligado a lo espiritual. Luego, la crisis espiritual actual es, en última instancia, una crisis de la emocionalidad. La emocionalidad descontrolada conlleva el conflicto y la crisis. Esa es la causa que condujo a Goleman a considerar que la inteligencia emocional es el arma principal y más formidable para que el hombre corrija su desequilibrio vivencial. La ansiedad extrema, el convivir conflictivo, la violencia incontrolada, las reacciones instintivas irrefrenables, la pérdida de la fe, todos los fanatismos y fundamentalismos, discriminaciones, odios e insensibilización o el exceso de sensiblería, la mojigatería, etc., son productos de esa emocionalidad en crisis. La inteligencia emocional consiste en aprender a controlar lo que no permite la convivencia pacífica y armónica, el desarrollo de una existencia normal y sin excesos con un gran respeto por sí y los otros. La inteligencia emocional es la base para el desarrollo de una inteligencia instintiva, de la comunicación y social. Para que el hombre pueda vivir y sobrevivir natural y socialmente, debe usar las tres esferas sin poder prescindir de ninguna de ellas. Así la inteligencia es lo primero que debe conocer y afinar para controlar y desarrollar las tres esferas. La esfera racional o intelectiva exige de una inteligencia intelectiva que es la que debe regular todos los procesos del intelecto para que lo lleve a conocer la verdad, el bien, el mal y otros conceptos abstractos que lo alejen de la falsedad y la inautenticidad. También esa esfera le permite adquirir sabiduría que es la conducta prudente y el ordenamiento del conocimiento. Sin conocimiento no hay vida racional. Además del aprendizaje, del habla, del pensamiento y de la formación de juicios y conceptos verdaderos, la esfera racional es la que permite ser el instrumento natural de la inteligencia. A través de ella se regula lo emocional y lo volitivo. Hemos repetido hasta el hartazgo que un hombre racional, pero carente de afectividad y de voluntad, no es un ser humano completo. De igual modo, un hombre muy afectivo pero poco racional y sin voluntad, tampoco es un ser humano cabal. Y, sucesivamente, un hombre con mucha voluntad pero sin racionalidad ni voluntad, tampoco es un verdadero ser humano. Ergo, sólo el que integra y armoniza las tres esferas y establece un control y equilibrio de ellas, es el que logra manifestar un ser humano verdadero y auténtico. El hombre auténtico siempre tendrá la curiosidad de buscar el conocimiento de todas las cosas y el mundo que le rodea y sabrá que debe tener y manejar una inteligencia intelectiva para poder manejar el lenguaje y poseer un pensamiento sólido. Nunca aceptará un “abandono intelectual”. De igual modo irá tras de un “espíritu elevado” y tendrá una vida espiritual gobernada por una inteligencia emocional que le llevará a manifestar adecuadamente lo instintivo, lo emocional, lo social y lo personal, usando del don de la comprensión y de la comunicación inteligente. Como corolario de esas cualidades, sabrá gobernar su conducta a través de una inteligencia volitiva de forma tal que pueda refrenar todo exceso intelectual o afectivoemotivo y llevar siempre una conducta prudente a través de actos y actitudes sabias. La perfección y la búsqueda de la misma no son una utopía, sino el fin natural de todo proyecto humano existencial auténtico. La definición de Russell zanjó toda discusión sobre la esencia del espíritu y permitió distinguirlo del concepto alma. Mientras alma es la vida que formó al hombre y le sigue animando a todas sus células, el espíritu es la manifestación del alma como esencia humana y sólo es posible encontrar su expresión (no su origen), en un grupo privilegiado de células: las neuronas. Acá conviene hacer algunas aclaraciones entre lo que distingue Russell como espíritu humano y los fenómenos espirituales registrados en la realidad. Nosotros ubicamos a la conciencia como una función mental muy especial en una especie de función de “ventana mental” o apertura de la mente para que pueda operar en forma patente el espíritu, pues de otro modo no sería posible percibir los efectos de los fenómenos espirituales. Pero dentro de la vida sensitiva, hay sensaciones que no participan totalmente de la intervención de la conciencia, sino que suelen impactar en ella. Una cosa es la conciencia como ventana abierta a las percepciones sensibles sensoriales y extrasensoriales y otra cosa es la existencia de sensaciones que se manifiestan fuera la luz de la conciencia en forma “oscura”. Son los fenómenos llamados inconscientes o subconscientes, que luego estudiaremos. Lo que queremos significar acá es que el espíritu abarca todo lo consciente y lo inconsciente y es muy probable que su esencia esté más en la inconsciencia que en la conciencia, como ocultos poderes mentales latentes o potenciales, que el hombre podrá ir desarrollando como parte de su evolución esencial, más que de su evolución biológica de concepción darvinista. No obstante, hay muchas sorpresas en esto de la evolución humana que ahora nos ha deparado el saber que no todo “está dicho” en lo relativo a la evolución biológica y espiritual del hombre, puesto que hemos conocido algunos fenómenos neurocientíficos. El descubrimiento del “cerebro proteico” es la prueba más palpable de que la evolución espiritual es la que más puede influir sobre la evolución biológica y ser prueba irrefutable de que es lo inmaterial lo que rige la transformación y la organización de lo material. También prueba que es la mente la que puede modelar el cuerpo y no a la inversa. El cuerpo influye sobre la mente, no cambiando su esencia, sino impidiendo su completa expresión. Así, un cerebro dañado no significa que carezca del espíritu completo, sino que carece de funciones mentales y esto impide que el espíritu se exprese. Pero nunca una función neuronal biológica puede originar o cambiar la esencia espiritual. En cambio la esencia espiritual actúa modificando la biología y anatomía neuronal. El concepto mente como operadora del espíritu Al seguir la tesis de Russell en el sentido de que el espíritu está conformado por la intelectualidad, la afectividad y la volitividad y, siendo estas facultades mentales, lo lógico es concluir que la mente es el medio de expresión del espíritu. Empero hubo un problema: he intentado por todos los medios encontrar un texto que en forma clara y concisa me explicara qué es la mente y los actos mentales. Me formulé esta inquietud partiendo de una razón sencilla: todo el poder del hombre como tal, reside en su mente. Pero he aquí que esta palabra usada para caracterizar al fenómeno más deslumbrante de la naturaleza (o la creación, según las creencias) está rodeada, como muchas otras, de significados diversos y, en alguna medida, hasta contradictorios. La primera sorpresa que recibí fue que la mente, como tal, no está perfectamente delimitada ni por filosofía ni por la psicología. Los últimos tratados de la mente se preocupan más por la anatomía y la fisiología del cerebro y se habla más de “funciones cerebrales” que de “funciones mentales”. Yo no tengo ninguna duda de que el cerebro es el órgano en donde residen las “funciones mentales”. Pero las “funciones cerebrales” son muchos más amplias que las funciones mentales, puesto que abarca a éstas y también a otras funciones orgánicas de las cuales depende, esencialmente, la vida. Ni el corazón, ni el hígado, ni el riñón, ni ninguno de los otros “órganos vitales” funcionarían sin el cerebro. Todo ocurre de tal modo, que estoy a punto de caer en la tentación de afirmar, sin más, que el cerebro es el principal “órgano de la vida”. Con este simplismo intentaría poner fin a tanta polémica y preocupación entre funciones cerebrales y funciones vitales. Pero creo que la cuestión fundamental de mi preocupación no es el cerebro en sí, puesto que éste es solo el instrumento idóneo para que se manifieste la mente. Pienso que no debemos confundir instrumento con función. Quien observe una azada casi seguro que no tendrá mayor idea de lo que es la función que presta hasta que no la usa o la ve usar. También es obvio que los servicios que presta una azada nada tienen que ver con el metal y la madera con que está construida, dado que sólo son elementos de sostén. Es en este particular punto donde González Pecotche advirtió la diferencia entre alma y espíritu, pues el alma, como tal, es la que permite que el cerebro maneje la motricidad y la sensibilidad del cuerpo, en lo fisiológico, es decir, se ocupe de “funciones materiales o fisiológicas”, mientras que el espíritu, sobre el mismo órgano, se ocupa de “funciones espirituales”. El terreno donde las “funciones materiales” del alma se entrecruzan con las “funciones espirituales” es la percepción o sensación. Acá opera la sensibilidad orgánica o sensorial y la sensibilidad espiritual o extrasensorial. Pero la formación de ideas, conceptos, juicios y pensamientos ya no es materia del alma, en el sentido que le hemos dado a esta palabra, sino del espíritu, el cual utiliza a la mente como instrumento de expresión y ésta se expresa por “funciones cerebrales” distintas a las funciones cerebrales que operan sobre la organicidad. Esto es lo que ha confundido a los biologistas y neurocientíficos que al estudiar la biofisicaquímica neuronal encuentran que hay una vía común final tanto para los procesos orgánicos como espirituales, pues participan interactuando las mismas neuronas, redes neuronales, circuitos sinápticos y neurotransmisores y moléculas activas. Estas interacciones indistintas toman por descuido a los científicos y les lleva a concluir que el cerebro es la “causa” de todos los otros fenómenos. Confunden “causa” con “instrumento”. Es probable que hasta acá y en el resto de esta obra repita incansablemente los mismos conceptos sobre diferencias y esencia de los vocablos vida, alma, mente y espíritu, adecuándolos a cada tema en particular. Pero es sumamente necesario hacerlo para que no queden dudas sobre los significados propuestos. Hice la aclaración anterior porque creo y entiendo que la mente humana es mucho más que el cerebro. Pensar que el cerebro es el origen de la mente es tan ingenuo como aceptar que la mente ha creado el cerebro. Estos extremismos racionales nos ayudan a ubicarnos en nuestro método reflexivo, pues conocerlos nos induce a eliminarlos. La armonía entre nuestros pensamientos y la búsqueda de significado de los conceptos encerrados en las palabras, dependerá de la prudencia en aceptar denotaciones o connotaciones o darle carácter de absoluto a las mismas. La mente humana, como el ser del hombre mismo, hasta este momento histórico, entra en la categoría de misterio. Luego, enfrentamos un aparente tremendo dilema: la mente humana no puede ser explicada por la mente humana. Pero esto no es óbice para que la mente humana sea captada y analizada por la mente humana. Significa que si bien la mente no puede explicarse a sí misma, al menos, puede percibirse a sí misma como un fenómeno. Algo que está y existe. El único impedimento que tiene es significarse a sí misma para poder definirse en palabras. Acepto esta valla básica para no intentar llegar a la esencia de la mente. Por lo tanto me circunscribiré a describir el fenómeno y toda mi labor será eso: una descripción que me permite acercarme mejor a los modos de ser de esa mente. El primer fenómeno es que por la actividad mental es evidente que hay muchas funciones que se manifiestan o aprecian pero que no están comprendidas dentro del conocimiento científico. Sólo ubican en lo fenomenológico. Otra creencia es que al hablar de mente debo pensar en una estrechísima relación con otros conceptos como psiquis, alma o espíritu. Pero debo evitar otra tentación que es confundir o creer que mente, psiquis, alma y espíritu es lo mismo, para descartar peligrosos juegos semánticos que llevan a una discusión bizantina, llena de adornos retóricos pero sin ninguna materia o sustancia que beneficie a la verdad o a la aclaración ortodoxa de conceptos. Lo ideal es definir al fenómeno “tal cual”. Esto quiere decir que debemos quedarnos en el terreno descriptivo. El segundo fenómeno es la mente como complejidad que se identifica fundamentalmente con los mecanismos intelectivos, afectivos y volitivos. Esto significa que abarca las denominadas “facultades mentales”, pero sin ser esencialmente las mismas y debe traducirse como que las facultades no son en sí la mente, sino funciones de la misma que complementan a otras y que son verdaderos poderes mentales que se manifiestan en forma imposible de sistematizar dentro de un método científico. El tercer fenómeno es que la mente permite inspeccionar el exterior y el interior del hombre, mediante los actos mentales de la extro e introspección. Finalmente, el cuarto fenómeno a considerar es que la mente gobierna el cuerpo. Estas cuatro serían las formas principales y obvias de reconocer al fenómeno de la mente y los actos mentales. Naturalmente hay más modos de ser de la mente, que los iremos desentrañando en cada caso específico. De ahí que las ciencias en general, incluyendo a la filosofía y la psicología y otras ciencias espirituales, no puedan dar definiciones abarcadoras y totalizadoras del fenómeno mente humana. Por lo antedicho, la mente es la operadora de la expresión del espíritu, o sea, el espíritu de manifiesta mediante las facultades mentales. Antes de tratar este tema nos parece conveniente reproducir los conceptos de González Pecotche por ser muy ilustrativos: “Vamos a considerar ahora lo que en verdad acontece entre el ente físico o alma y el espíritu, o sea, las relaciones que ambos mantienen corrientemente. Salvo los casos excepcionales en que el hombre demuestra poseer plena conciencia del dominio del espíritu sobre el ente físico, los demás sólo acusan las ambiguas referencias que no concuerdan ciertamente con la realidad. En verdad, preocupado y absorbido el ente físico por las tareas y compromisos que le demandan su atención en el plano material, no ofrece motivo ni oportunidad al espíritu de participar en ellas, por cuanto no son de la incumbencia de éste. El hombre ilustrado, que cultiva su inteligencia en las culturas llamadas del espíritu, le deja, en cambio actuar, mas sujeto a la voluntad del ente físico y, muchas veces – dígase con sinceridad – sin tener cabal conciencia del momento preciso en que aquél desenvuelve su actividad, que en este caso sería estrictamente mental. Se lo confunde con la inteligencia misma o la exaltación del pensamiento en su función creadora, pero es tal, como lo veremos enseguida. El ente físico usa el sistema mental para los asuntos exclusivamente físicos o materiales. Nos estamos refiriendo a la mayoría y siempre con excepción de los que piensan en sentidos más elevados. Pues bien, el espíritu no interviene allí en nada. Se lo mantiene ajeno a todo lo que ocurre en la vida, como si nada tuviera que ver con ella. Sin embargo, el espíritu sabe manejar ese sistema mental y servirse de él con mayor soltura y eficiencia que el ente físico, sólo que gusta usarlo, principalmente para llevar al hombre al conocimiento de su mundo, el metafísico, de donde resulta que el conocimiento de sí mismo es el encuentro e identificación con el propio espíritu. Este nuevo y grande concepto del espíritu, que tendrá honda repercusión en el mundo del pensamiento, constituye uno de los principales factores de la evolución consciente. ¿Cómo nos prueba el espíritu que sabe hacer uso de nuestra mente? En que aprovecha la inhibición de nuestros sentidos durante el sueño para movilizar los pensamientos y actuar sobre ella. Esto produce el fenómeno de los sueños, en los cuales no tiene participación alguna el ente físico. ¿Será ése un desquite del espíritu frente a la indiferencia e impasibilidad que se le muestran? Quizás; y no deberá extrañarnos, por cierto, una reacción así de su parte para sacudir de algún modo la torpe percepción humana y darnos a entender que según la intervención que le permitamos en nuestra vida nos hará a su vez participar conscientemente de nuestro vivir en su mundo. Será entonces cuando tendremos conciencia de la actuación de la mente en los sueños; cuando guiada la vida por el espíritu, veamos inferiorizarse lo material ante la superioridad de lo inmaterial”. Este jugoso texto nos muestra la gran intuición del pensador para antelar en la década del ‘30 del siglo XX, lo que después ya sería más inteligible para los científicos como los que investigan en la Universidad de Harvard, los fenómenos mente-cuerpo. Lo único que conviene aclarar acá que el concepto de González Pecotche de que alma y espíritu usan el “aparato mental” para sus funciones distintas, es que lo que este autor considera como alma o ente físico, es el alma actuando en las funciones fisiológicas (“materiales”) y esto no lo hace a través de la mente sino del cerebro. Nosotros reservamos el término mente exclusivamente como instrumento del espíritu. Ya aclaramos que al ser el cerebro el órgano común, se confunde así los distintos fenómenos vitales del alma y del espíritu. La mente puede ser considerada, según lo hemos afirmado, como la operadora de la expresión del espíritu. El medio, iteramos, con que el espíritu se manifiesta. La herramienta o instrumento espiritual. Por esto no es posible pensar que mente y espíritu es lo mismo. Y acá sí podemos admitir que mente y psiquis son sinónimos para evitar toda disquisición semántica. Este aserto, de acuerdo a lo que venimos explicando, desligaría a psiquis de ser sinónimo de alma. La mente no es el espíritu sino la forma con que éste se manifiesta o, mejor dicho, a través de la mente se manifiesta el espíritu. En cuanto a mente, procedemos a buscar las denotaciones del término. Encontramos que la RAE dice: “Potencia intelectual del alma. Designio, pensamiento, propósito, voluntad. Conjunto de las actividades o procesos psíquicos conscientes e inconscientes.” En lo referido a potencia, ésta sería: “Capacidad para ejecutar una cosa o producir un efecto. Cualquiera de las tres facultades del alma: entendimiento, voluntad y memoria. Capacidad pasiva para recibir el acto, capacidad de llegar a ser.” Estas definiciones nos ayudan ahora a poder adoptar una mejor definición de mente en el sentido de que además de ser la “potencia intelectual” del espíritu, está asociada a un conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes y, además, es una capacidad para ejecutar cosas y producir efectos, lo cual significa que tiene un propósito y que está ligada a la voluntad. Pero no sólo es una capacidad de hacer en forma efectiva, sino también es una capacidad pasiva para recibir un acto o estar en condiciones de hacerlo cuando corresponda. Es decir, la mente no solo opera en forma activa sino también en forma pasiva. Lo lamentable de estas definiciones, en algunos aspectos, es querer limitar la mente únicamente a lo intelectual y volitivo, obviando lo afectivo y lo inconsciente. La acepción que denota el “conjunto de las actividades o procesos psíquicos conscientes e inconscientes” está más cerca de englobar las esferas intelectuales, volitivas y afectivas y extrasensoriales. Por eso, nosotros la incluimos en nuestra connotación. Las otras definiciones están centradas en la intelectualidad y obvian a la afectividad. Rayner explica bien este fenómeno cuando afirma que la mente humana es el origen de actos y fantasías, ideas e ideologías, facultades y sensaciones. Es un término abstracto y relativo, lo que significa que no hay un sustrato concreto que podamos llamar mente y siempre el contenido del significado de la palabra será relativo, según la intención del análisis o el aspecto particular que de ella se quiera resaltar. John Cohen busca la definición de mente en un rastreo etimológico e histórico. Asevera que conocer más de un idioma ayuda a comprender que “hay cosas que se dicen o expresan mejor” en un idioma que en otro. No obstante, cree que “todo lenguaje natural es un museo de palabras, cada una de las cuales representa un depósito de las creencias o formas de pensar propias de las gentes entre las cuales ese idioma llegó a ser lo que es”. Pero, admite que no se debe adoptar el dogmatismo de pensar que todas las nociones o conocimientos que el hombre tiene de sí mismo y del entorno o mundo que le rodea, son estrictamente configuradas por la lengua materna. Tampoco, piensa este autor, haber dado a la palabra mente un uso común y generalizado, con esta sola utilización se expresa la verdad de lo que la mente es. De ser así, caeríamos en un grave error, puesto que la misma palabra (o palabras afines), en otros idiomas, manifiesta vínculos “muy complicados”. De esta manera, analiza las raíces indogermánicas que son men, mon, las cuales significan “pensar”, “recordar”, “atender”. Tiene alguna similitud con el sánscrito manas y man que es “pensar”. La raíz latina del término español mente, es mens, que significa “yo recuerdo” (del mismo modo que memini), en cambio el término latino moneo es “yo aviso”. En las lenguas anglosajonas existe el término gemyd (relacionado con el gótico gamunds) que significa “memoria”. El alemán minne se traduce por “amor”, mientras que el inglés mind significa, indistintamente, “espíritu”, “inteligencia”, “sentimiento”, “pensamiento”, “opinión”, “gusto”. Todas estas palabras, en realidad, están describiendo “cualidades” o “facultades” de la mente como es pensar, atender, memorizar, expresar sentimientos, recordar, opinar, manifestar inteligencia o expresar un gusto, representar al espíritu. Pero, comparando la interpretación de la palabra mente que las lenguas indoeuropeas, con otras lenguas ajenas a la tradición occidental, veríamos que mente (o sus nombres alternativos, alma o psique) tiene interpretaciones distintas. Quizás, esto se deba a influencias religiosas o las concepciones de los antiguos filósofos griegos en parte y por otro lado, a los sistemas de pensamiento del Oriente arcaico. De este modo, en los filósofos griegos antiguos hallaríamos, por lo menos, cinco fases empleadas para desarrollar la idea alma (usada como sinónimo de mente o psique): 1º. 2º. 3º. 4º. 5º. El alma es una especie de aliento que se exhala al morir Es la sede de las emociones Es el “intérprete” intelectual de la información que le suministran los sentidos Es una facultad tanto moral como intelectual Es “algo que toda persona tiene” y que constituye su parte más valiosa Así, la palabra griega “psique” (usada como equivalente de alma), podía significar, a la vez, una cosa, un proceso o un agente personal (o divino). Pero lo que más ha influido el uso del vocablo “psique” en las modernas lenguas occidentales, han sido las concepciones platónica y aristotélica: ϖ ϖ Platón: el alma está en armónica consonancia con un mundo de formas ideales Aristóteles: el alma significa proceso o función y se define en palabras de actividad Dado que hasta ahora se confundía alma con mente, era natural que a psique se la identificara con alma. Pero lo real es que psique debe aplicarse a mente, más que a alma. Incluso, esta aceptación convendría para entender en forma mejor que es la psicología, la cual quedaría como una ciencia dedicada al estudio de la mente. En el curso de la historia, en Occidente se tendió a considerar a alma, espíritu o mente como términos equivalentes que designaban a “algo” propio del hombre y de los animales y que estaba en estrecho vínculo con el cerebro, pero que era imposible que ese “algo” estuviera en contacto directo con otras mentes (salvo la escasa aceptación del fenómeno de la telepatía). En Oriente (y en algunos místicos occidentales) se supone que las mentes individuales están en íntima conexión con una mente universal. En el modernismo y contemporanismo, muchos pensadores creyeron que la mente era algo vacío que se llenaba con la experiencia de los sentidos. Locke resume esto con la frase: “nada hay en el entendimiento que no haya estado previamente en el sentido” (in intellectu nihil est quod non prius fuit in sensu), acuñada por otros pensadores ingleses que le precedieron (Bodley, Bacon, etc.) La escuela inglesa cree así, que la mente es un ente pasivo que se debe “asociar” a la experiencia sensual para llenarse de sentido (escuela asociacionista de Locke, Berkeley, Hartley, Hume, James Mill). La escuela francesa, encabezada por Descartes, sostenía la dualidad mente-cuerpo, siendo la mente o alma lo que primaba sobre el cuerpo separadamente (dualismo). La escuela alemana tuvo varias tendencias y fue la que influyó en la escuela anglonorteamericana. La más importante fue la tesis de Christian von Wolf, creador de la psicología de las facultades, que propugnaba al alma como “un conjunto de cualidades distintas” o entidades completas cada una en su línea (razón, juicio, memoria). Esta idea aceptaba que cualquier hecho anímico queda suficientemente explicado si puede ser atribuido a una de estas facultades (teoría que aún prevalece en el análisis de las capacidades psíquicas). De Alemania también surge la psicología experimental y cuantitativa. La historia de los movimientos psicológicos referidos a la mente (como alma, psiquis, espíritu) ha sido muy pendular y fueron desde la concepción personal del hombre que puede hacerse a sí mismo (self-made man), a que todas las formas del comportamiento humano son esencialmente sociales o están conformadas por factores sociales. Resumimos todo en estas tendencias: 1. monismo: alma y cuerpo son un solo bloque que puede ser estudiado por la psicología y la neurología. La teoría creacionista bíblica impuso este monismo. También hay un monismo materialista sostenido por los griegos Leucipo y Demócrito que pensaban que todos los átomos de la materia pueden moverse por sí mismos. Esta teoría origina un materialismo posterior llamado reduccionismo que sostiene que todos los hechos psíquicos, todo lo subjetivo, pueden explicarse por la neurofisiología, la cual es más valiosa y “científica” que la psicología. El otro concepto es el monismo espiritualista o mentalista que entiende que el espíritu es el que rige la materia y por lo tanto la psicología es superior a toda otra ciencia. 2. dualismo: iniciado por Descartes con la tesis de que hay un cuerpo y un alma por separado y que el alma es primero que el cuerpo y, por lo tanto, la psicología debe ir separada de la neurología, puestos que cada una de estas disciplinas constituyen sistemas distintos y diversos debido a sus materias respectivas: cuerpo (materia), alma (inmaterial). Dentro del dualismo existe el idealismo sostenido por Berkeley, Mac Taggart y Hegel y que se concebía como que “la existencia de la materia es una mera posibilidad a la que sería insensato conceder la más mínima importancia”. Dentro del dualismo hay que considerar lo que serían tres variaciones del mismo: ⇒ paralelismo: postula que hay una “armonía preestablecida” entre el sistema corpóreo y el sistema espiritual que no forman una unidad operacional (Leibniz). En esta teoría se usó el término energía como concepto físico y de ahí nació el concepto de que los hechos espirituales no pueden correlacionarse con los físicos en términos de energía (Charles Sherrington). Así, el cerebro sería, metafóricamente, un “convertidor” de la supuesta energía espiritual bajo la forma de pensamientos e ideas, las cuales no están en el campo de las ciencias naturales y la relación, por ejemplo, pensamiento-cerebro es una sólo una gran correlación espaciotemporal. Esta idea fue tomada por Freud quien pensó que la psicología tenía una base orgánica que algún día sería descifrada por la ciencia. Este criterio dio origen al biologismo posmodernista que sostiene que el cerebro es el que origina a la mente, al alma y al espíritu (teoría abolicionista del alma). Luego, la “supuesta” “energía mental” o “energía espiritual” es sólo un engendro de la “energía material” que es la que origina todos los procesos neurobiofisicoquímicos del cerebro. ⇒ interaccionismo: si bien los procesos mentales y los fisiológicos son totalmente distintos en su esencia, pueden afectarse mutuamente y en forma recíproca constituyendo un mismo y único sistema causal. No obstante, este sistema causal puede tener dos connotaciones distintas: a) es estrictamente espiritual y se manifiesta a través de efectos fisiológicos derivados (epifenómenos); b) es principalmente fisiológico y lo mental es sólo un efecto de lo físico. Ambas concepciones transforman al hombre en una especie de “autómata consciente” La principal objeción a estas concepciones surgen de la Lógica y la sensatez: si alma y cuerpo son dos sustancias totalmente diferentes, no pueden establecer ningún tipo de interrelación entre ellas, pues sería como mezclar agua y aceite. Para admitir una relación o interacción alma-cuerpo hay que admitir que los dos son una misma cosa. Esta última concepción hace más creíble la interacción cuerpo-alma y es la que sustenta actualmente todas las teorías psicológicas y algunas científicas (neurociencias). ⇒ isomorfismo: sostiene que hay cierta correspondencia estructural entre el estado de conciencia y el estado del cerebro. De todas estas concepciones surgieron otros ísmos tales como: ∗ estructuralismo: mediante la introspección se puede dividir en porciones diversas cualquier experiencia ∗ funcionalismo: la conciencia es un proceso no un catálogo de elementos independientes unos de otros ∗ behaviorismo: la psicología debe independizarse de la introspección para ser más objetiva y menos subjetiva y ocuparse del comportamiento de los individuos o animales ∗ configuracionismo: sostiene que en nuestras percepciones del mundo externo, se da, ya desde el comienzo mismo, una estructura o una configuración. Las actividades mentales están organizadas bajo una preconfiguración. ∗ individualismo o diferencismo individual: las personas no son sólo entes orgánicos iguales, sino que existen diferencias individuales condicionados por el conocimiento y el aprendizaje en el curso de la evolución (Galton, Darwin, Stuart Mill) Teorías sobre el “abolicionismo del alma” o de la “antiespiritualidad” Oakley Ray define a mente como “resultado del funcionamiento del cerebro: los pensamientos, las creencias, las ideas, las esperanzas, resultan de actividades eléctricas y químicas que tienen lugar en las células nerviosas del cerebro”. Ray sustenta la tesis biologista de que las reacciones bioquímicas de las neuronas cerebrales son la causa de la existencia de la mente. Personalmente creemos que es al revés: la energía mental, como ente independiente en nuestro criterio, es la que pone en marcha la bioquímica neuronal cerebral para manifestarse. Por eso, si falta una sustancia, como puede ser el litio, no puede llevar a cabo normalmente, sus funciones. De igual modo ocurre cuando hay alguna neurona fallada o falta un neurotransmisor. El nudo gordiano de la tesis biologista sustentada por Ray, White, Watson, Crik, Newberg y D’Aquili entre otros, es que no es posible demostrar la existencia del espíritu (no del alma como ellos sostienen) sin el apoyo material del cerebro. Pero muchos de los experimentos biologistas, especialmente de NewbergD’Aquili, se realizan con estudios como el SPET para lo cual primero debe pensarse para después captar el fenómeno cerebral. Es decir, el hombre elige y comanda el tema a pensar y luego el cerebro entra en acción cuando esta forma de pensar inicia su efectividad. Noailles escribe: “si antes era el alma humana la sede insondable de cuestiones tales como el bien y el mal, la sede de la pasión y también de la compasión, la ciencia contemporánea tiene una tendencia a localizar y materializar estas cuestiones en el cerebro, mediante escáneres cerebrales. De la batalla épica entre los ángelesnos trasladamos al pequeño teatro eléctrico de neuronas, circunvalaciones y dendritas. Acaso haya una secreta esperanza de que, en el reverso de la noción de alma, el cerebro sea finalmente descifrable. Y cuanto mayor es el misterio que nos rodea, más circunscripto es el espacio en que se le busca una respuesta. Lo que opera detrás de estas interpretaciones que localizan con precisión en el cerebro cuestiones que tradicionalmente erraban por el espíritu humano, tal vez sea una voluntad de corregir la realidad. Pero la realidad también se encuentra en mutación constante, se muestra finalmente irreducible y, como un espejismo, tiende a alejarse a la misma velocidad con que se la intenta apresar”. El autor no ataca ni defiende al biologismo, pero con un sesgo irónico demuestra la imposibilidad de apresar al alma o espíritu (usa ambos términos en forma indistinta) tal cual se muestra en la realidad. En el mismo artículo cita el ejemplo del Abate Pierre y del delincuente de nombre Georges, a quien el religioso convence para sumarlo a sus actividades en bien de los pobres, sacándolo del camino del delito. Esta conversión de delincuente a santo es comentada como Noailles como “una mutación probablemente difícil de reducir a parámetros químicos” La incógnita del misterio es ¿el cerebro es el que induce a pensar y sentir? o ¿el espíritu (como operador del alma) es el que piensa e induce el trabajo cerebral? Si la primera cuestión o pregunta fuera la acertada, los pensamientos dependerían del tamaño y otras variables anatómicas puesto que no puede decirse que el cerebro sea totalmente distinto, como órgano anatómico, en cada persona. Por otro lado, habría que aprender a captar el momento en que el cerebro produce un pensamiento y no, como ahora se hace, cuáles son los efectos del pensamiento sobre el cerebro. Teóricamente, la anatomía y fisiología del cerebro, básicamente, es igual para todas y cada una de las personas o seres humanos. Las diferencias de peso y tamaño no le hacen un órgano diferente en cada persona. De seguir los postulados de la teoría biologista, todos deberíamos pensar lo mismo y sentir de igual, en manera especial, aquellos que detentan la misma masa cerebral y en igualdad de condiciones anatómicas y fisiológicas. En este aspecto, Robert White sostiene que el cerebro es el “origen” del alma mientras que el resto del cuerpo es sólo el apoyo vital del cerebro. Afirma que “el cerebro es el origen del arte, de la música. Buscamos a Dios con el cerebro”. Su principal opositor a las investigaciones de trasplante de cerebro, el Dr. Arthur Caplan, refuta los conceptos de White diciendo: “¡Ridículo! Aunque el órgano más importante es el cerebro, no se le puede aislar y decir ‘he aquí la esencia humana’”. En el calor de la controversia entre ciencia y bioética, ambos científicos mezclan conceptos que no son del patrimonio de la ciencia biológica y que están creando falsos dilemas a los fisiologistas que intentan a través de la anatomía y fisiología del cuerpo humano, explicar los fenómenos vitales y espirituales. Esto les trae lógicas confusiones. La esencia humana no sólo está en el alma, en el espíritu o en el cuerpo. Todo eso constituye la esencia humana. Una cabeza sola sin cuerpo, aunque pudiese estar viva y pensar (e incluso admitir la casi utopía de que pueda comunicarse eficazmente como un hombre completo), nunca constituirá un hombre cabal, sino la expresión de una parte de un hombre. Para ser un hombre total deben estar presentes todos los elementos que lo constituyen. Pero uno de los modos de ser de la esencia del hombre, que es la inteligencia, aunque puede decirse que se expresa a través del cerebro, de ningún modo esto significa que el cerebro es la esencia del hombre. Es un órgano más, que también es patrimonio de otros animales. White, incluso, en el paroxismo de su entusiasmo llegó a afirmar que cerebro y alma son una sola cosa. Grave conclusión por el error conceptual (ignorancia lingüística) que encierra sobre el significado del alma. El alma, repetimos una vez más, “anima” todas las células del cuerpo, no sólo el cerebro. Es una fuerza energética (energía vital) que está en la célula y desde allí gobierna todo el organismo, incluyendo al cerebro. Tan vital es el cerebro como el corazón o los pulmones. Sin ellos no hay vida, sin vida no hay alma. Luego, el alma está presente en todo el organismo como manifestación de la vida (manifestación patente de la vida). Tan inmensamente influye en cerebro, corazón, estómago e hígado, que los primeros investigadores de la mente y el cuerpo llegaron a pensar que tanto el corazón como otros órganos, eran la sede de sentimientos. No supieron distinguir que los sentimientos impactan sobre la fisiología de esos órganos, pero ninguno de ellos origina sentimientos. Vimos en detalle qué significa en sí la palabra “alma”. Si White quiso decir que el cerebro es el órgano del ser del hombre, eligió mal la palabra “alma” que lingüísticamente no significa “ser”. Tampoco significa, estrictamente, espíritu y, mucho menos, mente. Si bien hay una tendencia generalizada, incluso por parte de la Real Academia Española a emplear indistintamente la palabra alma, espíritu y mente, veremos luego que no es así. De ahí que, en general, las ciencias, incluyendo a la filosofía, la psicología y otras ciencias espirituales, no puedan dar definiciones abarcadoras y totalizadoras del fenómeno mente humana. ¿Por qué espíritu es una cuestión semántica? Por la palabra en sí. Si yo digo ave (animal) no puedo interpretarlo como cuadrúpedo. Esto se debe a la especificidad del nombre. De igual modo, reiteramos lo que antes dijimos, espíritu deriva de alma, alma de ánima, ánima de animus y animus de anemos, el que etimológicamente significa soplo. Por eso, en latín, spiritus es “respiración, aliento, aire”. Por lógica, no puede designar como soplo, respiración, aliento o aire a una función orgánica, en este caso, una función cerebral, lo que sucedería si se acepta a la teoría biologista de que el cerebro es el alma o espíritu. James afirma confusamente que “Tanto el cerebro como la mente se componen de elementos simples sensitivos y motores”. Esto nace de una concepción fisiologista que es la que predomina en todos los estudiosos de la mente, asociando el cerebro a la esencia de la mente. Debemos repetir hasta el cansancio, que es obvio que lo sensitivo como lo motor, en términos fisiológicos, dependen exclusivamente del cerebro. La mente puede influir sobre estas funciones cerebrales, pero no son de su incumbencia directa. Lo sensitivo, referido a la sensibilidad neurológica, es función del cerebro. Lo sensitivo, referido a la vida afectiva o emocional o las sensaciones no sensuales, es función de la mente. La acción cerebro-mente es un camino de doble vía, donde la mente influye en el cerebro y viceversa. Cuando enferma el cerebro, enferma la mente e inversamente: toda disfunción mental influye en las funciones cerebrales. Mas, de ninguna manera significa que la mente tenga funciones sensitivas y motoras, de orden neurológico, iguales que el cerebro. Esto es así, porque en el fondo de la cuestión, la mente termina siendo una función (función en sentido instrumental, no causal) más del cerebro, conectada con las otras funciones fisiológicas no espirituales. Los científicos quieren explicar “científicamente” a los fenómenos espirituales, según lo advertimos anteriormente. Mas, la realidad es otra. Una cosa es explicar la mente o mecanismos mentales y otra distinta es explicar al espíritu. Con o sin diferencias anatomofuncionales, cada persona piensa muy distinto de la forma en que lo hacen otras. Vaya como ejemplo, como antes lo indicamos, los llamados genios. Si aceptamos que el cerebro es causa de la inteligencia, los afectos y los pensamientos, debemos aceptar lisa y llanamente que todos tienen que tener la misma inteligencia, afectos y pensamientos y, por lo tanto, no habría hechos mentales que escapen a esta regla. Empero, la realidad supera esa tesis “cerebral” porque nos muestra que a pesar de tener la misma calidad y cantidad cerebral, cada hombre es un individuo que genera actos, pensamientos y sentimientos totalmente distintos al de otros congéneres, en lo referido a las expresiones personales. A eso agregaremos que aunque se exprese un mismo sentimiento, por ejemplo, el amor, habrá situaciones o matices muy marcados en la manera en que se realice o se manifieste este sentimiento. Éste, y muchos otros ejemplos, nos obligan a desechar al cerebro como causa de actos espirituales. Lo diremos ahora, lo dijimos antes y lo seguiremos repitiendo hasta el cansancio en todo el texto de este trabajo: el cerebro sólo es sostén de la mente. La teoría biologista no puede explicar cómo el hombre, con el mismo cerebro, va cambiando históricamente su devenir y pasa de un ser cavernario a un ser histórico. Y dentro de la historia desarrolla civilizaciones tan dispares y distintas que ha obligado a algunos a pensar que hay diferentes clases de hombre, siendo algunos de ellos superiores y otros inferiores (principios de racismo). La ciencia ha probado que anatómicamente el cerebro del antiguo (no del prehistórico) es el mismo del posmodernista actual. La realidad nos prueba que hay hechos inexplicables que no pueden ser concebidos como originados por la materia. Lo que la ciencia ha probado también, es que de acuerdo a la forma en que cada persona maneje su cerebro, podrá modificar su anatomía y fisiología. Pero esto no depende del cerebro en sí, sino de la persona y persona es el conjunto de modos o formas de manifestar el ser humano cada individuo. Y el ser humano es cuerpo y alma y esa alma es espíritu y mente. Los fenómenos inmateriales no pueden ser explicados por la ciencia analítica ni reproducidos en ningún laboratorio. White, que realiza injerto de cerebro en monos, no ha logrado en sus éxitos efímeros, que un mono trasplantado llegue a actuar de igual manera que el mono que cedió el cerebro. Pero, hallazgos fortuitos comprobados por científicos, han demostrado en forma incontrovertible que a pesar de padecer “muerte cerebral”, los que fueron reanimados y el cerebro volvió a funcionar (encuentros cercanos con la muerte), en el período de muerte cerebral aparente (pues el cerebro no registró actividad alguna), los fenómenos espirituales tuvieron lugar, y esto se comprobó cuando la persona recobra la conciencia y puede recordar y explicar lo sucedido en el lapso en que dicha persona se encontraba con paro absoluto de respiración, circulación y actividad cerebral. Incluso, en el período de obnubilación se manifestaron sentimientos y pensamientos. Pero como no estaban habilitados los órganos que son el medio de expresión, como es el cuerpo y el cerebro activos, no podían mostrar lo que sentían o pensaban y los hechos que registraban en el preciso instante de aparente muerte biológica. Estos fenómenos reafirman el concepto de que el espíritu opera aún sin el órgano habilitado, al cual necesita para expresarse pero no originarse. Y que, restaurado el órgano de expresión, manifiestan la actividad realizada en el período de aparente inanimación. Incluso, el estudio Newberg-D’Aquili demostró claramente que el misticismo tiene lugar en una zona cerebral sin actividad bioeléctrica detectable por registros mecánicos. Sin embargo, el hecho espiritual estaba presente. Michael Posner realizó también un estudio con SPECT y electroencefalogramas para rastrear la actividad cerebral de personas concentradas en ciertas tareas y comprobó que cuanto más se practica la concentración, menos actividad necesita realizar el cerebro. A esta altura se me ocurre una idea loca, pero no tan descabellada, dada las afirmaciones de estos científicos: ¿no será que cuando el espíritu opera, el cerebro “calla”? Si fuera así, ¿dónde queda la teoría de que el cerebro es la fuente de las actividades espirituales, si cuando éstas están presentes, el cerebro está en silencio? Incluso, investigadores norteamericanos han realizado recientes estudios por escaneo y han detectado en el sulcus posterior superior temporal una región que se activa cuando se ejerce un acto altruista, o sea una especie de “centro del altruismo” lo que ha apresurado a sacar conclusiones en el sentido de que el cerebro es, sin dudas para los neurocientíficos, la usina o causa no sólo de la idea de Dios sino también de todas las acciones religiosas o de amor al prójimo, tratando de afirmar la teoría de que es la causa de todos los actos hasta ahora atribuidos al alma o espíritu. Pero lo que callan esos científicos es que el cerebro sería también el que crea la idea antiDios y la idea antialma. Es decir, el cerebro es la fábrica del sentido y del sinsentido. ¿Cómo suena esta paradoja? En este sentido, Noailles afirma: “aunque no tardará en ser localizada también en el cerebro, el alma es siempre incómoda como hipótesis, porque es abismal y está habitada simultáneamente por tendencias opuestas”. Con esta aseveración, aunque no lo expresa así, parece que el autor da la razón a la imposibilidad de creer que el cerebro es el artífice del alma o del espíritu y de la antiespiritualidad y, por ende, la fuente del bien, del mal, de la pasión y de la compasión, etc. Por otro lado, ¿los ateos no tienen la zona cerebral que inventa a Dios? ¿Los malos no poseen el centro del altruismo del sulcus posterior superior temporal?, o bien, como dice Noailles, conocer las ubicaciones cerebrales del bien, del mal, de ciertas pasiones malsanas ¿no abren la puerta a las posibilidades de que mediante ciertas cirugías o la introducción de algunos neurotransmisores, puedan transformar a un ateo en religioso o a un malo en bueno? Tozudamente y a contrapelo con la misma teoría, estos autores no tuvieron empacho en afirmar que la zona cerebral inactiva era la creadora de la idea de existencia de Dios. En otras palabras, para ellos, Dios es un concepto creado por un cerebro inactivo y carente de todo estímulo sensorial. Pero desde otro punto de vista y yendo más lejos aún, los fenómenos extrasensoriales, como la telepatía, permite que un cerebro actúe bajo la influencia del pensamiento de otro. Esto me obliga a esperar la explicación de los biologistas “abolicionistas del alma” (los que niegan al alma como entidad independiente, con existencia propia). Los fenómenos extrasensoriales son prueba de que la teoría espiritual es más sensata que la biológica, porque un espíritu determinado puede operar con cualquier cerebro. Por esto, Platón creía en la reencarnación. En síntesis: alma, espíritu y mente no son entidades materiales sino inmateriales, con existencia o identidad propia, no susceptibles de una clara definición denotativa, sino sólo son pasibles de ser nominadas por la semántica y las connotaciones abstractas. Lo abstracto no significa que sean concebidas como meros productos de la mente humana (conceptos abstractos) sino como conceptos elaborados sobre la base de las sensaciones o percepciones internas (introspección) que nos permiten percibir, sentir y conocer los fenómenos espirituales y luego formar una idea o concepto de ellos. No son abstractos como belleza o fealdad que sólo dependerán de un sostén material para tener sentido, sino son abstractos que definen un fenómeno, repetimos independiente, y no dependiente de un sostén. El cerebro no es el sostén-causa sino el sostén-instrumento que permite “materializar” los actos espirituales a través de modos de ser. Nunca nos muestra al espíritu o alma en sí, sino a sus manifestaciones. El lector deberá perdonarme las inacabables iteraciones de esta idea, pero cada ejemplo me obliga a recordar esta relación para mantener la ilación entre tema y tema. En este trabajo, mostraremos luego, la interrelación y conexión entre fenómenos espirituales y el sistema nervioso. El espíritu, la esencia del hombre y las concepciones budistas Este tema, en parte, ha sido extraído de una obra de Goleman. El Dalai Lama accedió a reunirse con los investigadores de la Universidad de Harvard para discutir o analizar todo lo relativo a la vida emocional. En esas reuniones participaron diferentes investigadores, monjes budistas tibetanos y filósofos y psicólogos. Owen Flanagan es uno de los integrantes de estos grupos que son liderados por el grupo Harvard y que formó parte de la reunión de psicólogos, filósofos y meditadores profundos como son el Dalai Lama y los grupos budistas tibetanos, verdaderos maestros de la meditación junto con otras manifestaciones orientales como son los yoghis indios. Flanagan, en una de esas reuniones, reflexionó sobre la perspectiva occidental de la esencia humana recordando a Darwin y su teoría de la evolución y, luego, sobre el repaso del bagaje cultural e histórico. Pregunta qué queda del hombre sin ese bagaje y responde que muchos creen que nada. Pero esa creencia cae por sí, pues el mero hecho de la presencia física del hombre no puede decirse que es nada, como tampoco puede creerse que sea puro vegetal o animal. Luego, el espacio que media entre la presencia física y su rotulación de ser vivo no animal, no vegetal, es el que da lugar a pensar en su esencia. Pero la presencia del fenómeno de la inteligencia fue el hito que lo liberó definitivamente de ser clasificado estrictamente como animal o vegetal. Es un ser vivo netamente diferente de otros seres vivos conocidos. La conducta histórica y cultural mostró, sin ambages ni vacilaciones, que es un ser especial y único. No se conoce hoy, certeramente, la presencia de otro fenómeno biológico de igual naturaleza. Luego, el ser humano “es algo” y definitivamente esto aleja la presunción de la nada humana. Como la cultura es efecto de la inteligencia y la obra, su ausencia no desmerece a su autor. La colección de “rasgos humanos” adquiridos por las manifestaciones de las diferentes conductas humanas plasmadas en la obras humanas a través del tiempo (historia) y el conjunto de creaciones (cultura) permiten formar, según Flanagan, un conjunto de rasgos humanos universales que alguna corriente filosófica llama “notas fundamentales” del ser humano. Luego, esto contesta parcialmente la gran pregunta de qué es el ser humano. Concretamente, es: un ente biológico con una inteligencia propia y una manifestación vital única en el universo conocido. A la pregunta de cuál es el fin del ser humano, hay dos respuestas que emergen de la maraña de opiniones, creencias y afirmaciones metafísicas. 1. La primera es que es una creatura o criatura, por lo que se transforma en un ser contingente (puede ser o no ser). Esta es la propuesta religiosa o visión teocéntrica. A través de esa propuesta el fin del hombre es volver a encontrarse con su creador y esto lleva a la dupla Dios-hombre y la unión del uno con otro fundamenta la religión (re-ligare = lazos que ligan el hombre a Dios). 2. La otra respuesta fue esbozada por los griegos al creer en la eternidad, esto es, todas las cosas no tienen principio ni fin sino que están en el mundo desde siempre, pero en forma cíclica o reciclándose. Entre esas cosas, está el hombre y su fin es sólo ser parte de la naturaleza como ser inteligente Esto lleva a una concepción antropocéntrica que puede arrancar directamente desde la teoría darviniana y afirmar que el hombre es el fruto de una evolución animal. Esto no explica la aparición de la inteligencia, a menos que se acepte que esa inteligencia ya era patrimonio de los homínidos (homo erectus) que precedieron al hombre. O bien, pensar directamente que el hombre fue siempre como lo es ahora y por lo tanto sería un ser necesario (lo que no puede dejar de ser lo que es). Este pensamiento lo postula una moderna corriente antropológica que dice que el homo sapiens que llegó después que los homínidos no tiene nada que ver con ellos, pues lo marca la inteligencia (creación inteligente), dando así la razón absoluta la teoría creacionista fijista y a otros fundamentalismos religiosos. Llegado al punto de la ética moral o religiosa, la historia registra un hombre que desde que se expresó lo hizo con todas las facetas negativas y positivas. El fenómeno observado induce a pensar que la naturaleza del hombre es ambivalente y alberga todas las duplas posibles y hasta conocidas como valorizaciones abstractas. Existe lo que algunos investigadores han llamado memoria filética, que Jung pensó como inconsciente colectivo, etc. y que consiste en algo que el hombre lleva una especie de matriz mental impresa que le dicta determinadas emociones, instintos, conductas e ideas. Es la memoria del filum humano. Nosotros pensamos que más que memoria, es el propio espíritu que va expresándose de formas diferentes según los canales circunstanciales (sociales y culturales) en que el hombre circula por el medio en que está inmerso (ambioma). A la memoria filética hay que agregar, entonces, la sabiduría de las edades, esto es, el cúmulo de saber que el hombre ha hecho a través de las distintas edades de la humanidad (saber histórico o saber cultural). Pero, incluso, hay otra variable que es el saber personal adquirido a través de cada historia personal. Así, la filogenia y la ontogenia han sido útiles y adaptativas para la humanidad y lo es para cada uno de nosotros cuando se agregan a nuestro proceso de crecimiento y desarrollo y dejan ahí su impronta, la que nosotros enriquecemos con el esfuerzo de recrear (ser creativos) al aportar nuestros propios puntos de vista y la experiencia personal de un momento histórico determinado. Esta teoría explicaría la diversidad de las conductas en general y de cada ser humano en particular, el cual, a su vez, modifica individualmente lo que el medio le da. No hay dudas de que el espíritu es el que modela cada ejemplar humano y lo hace diferente y único frente a otros seres humanos. El problema reside en si se admite, o no, la existencia del espíritu y qué se entiende por espíritu. Esta es la principal controversia de hoy, frente a otras concepciones culturales provenientes de la religión, la filosofía, la antropología, la psicología y otras actividades científicas y metafísicas del hombre. El multifacetismo nos hace pensar con propiedad, que el hombre tiene un ser con múltiples formas, las que albergan en todos esas ambivalencias que han sido fehacientemente comprobadas. No se trata ahora de discutir cual es la que tiene la razón o la verdad. Se trata de dilucidar por qué el hombre es como es y cuál sería la forma más aceptable, en concordancia con la naturaleza de ser inteligente. Este presupuesto lleva, sin dilaciones, a determinar qué es la inteligencia. Ergo, ahora la cosa ya no está tanto en preguntarse por el ser y el fin de ese ser, sino en conocer con mejor certeza qué son las cualidades de ese ser a las que hemos identificado como inteligencia, alma, mente y espíritu. Y dentro de esos presupuestos a dilucidar, están los otros abstractos de siempre: ¿deberá el hombre buscar el bien y desechar el mal?, ¿qué es lo mejor? Hay que abandonar la manía de sumergirse en discusiones bizantinas como meros ejercicios intelectuales y retóricos, para recobrar la lucidez de la sensatez y preocuparse más por lo que el hombre muestra ser en realidad, que dedicarse a buscar los a priori de lo que debe ser o tejer teorías presuntivas de lo que el hombre fue. Veamos primero lo qué ya es y sobre esa base elijamos lo que hasta ahora ha mostrado la bondad. También, sin dudas, es cierto que la mayor apetencia del hombre es el bien y la felicidad. Si no es así, ¿qué estamos buscando o discutiendo? Luego, toda investigación y discusión debe centrarse en conocer más y mejor las facetas de lo bueno y lo malo que ya están fenoménicamente dadas, y dejar de lado las elucubraciones subjetivas de lo que el hombre debería o podría ser. Lo que hay que poner en claro es que dentro de las manifestaciones que hemos considerado positivas y negativas, cuáles son las que lo benefician y cuáles lo dañan. Para esto también hay que dilucidar qué es beneficio y qué es daño y no confundir fenómenos naturales como estrictamente dañinos o artificiales, o fenómenos artificiales como si fueran naturales y beneficiosos. Los falsos positivos y falsos negativos de algunas investigaciones y conclusiones metafísicas son los que hay que eliminar en este incipiente propósito de construir una nueva ética y cambiarle el rostro a las ciencias y la metafísica que tradicionalmente ha regido el saber y la cultura humana, para acercarlas mejor a una realidad cada vez más patente, pero también menos reconocida y sabida. La conducta humana de este mundo de siglo XXI muestra claramente que todo lo anterior ha errado, en parte, el camino correcto. La humanidad actual no es el paradigma de un hombre inteligente sino más bien de una bestia humana. El mapa del mundo está plagado de enfermedad, peste, guerra, delincuencia, vicios como las drogas y otras actitudes que ahora llamamos basadas en “emociones negativas”. En la evaluación de los fenómenos humanos, nos hemos acercado al mundo espiritual a través del mundo emocional, a diferencia de la clásica concepción occidental de apreciar al espíritu a través de la inteligencia y la metafísica (filosófica o religiosa). Sin embargo, personalmente creo que todo esto es positivo, siempre y cuando, se logre la confluencia o síntesis de los diferentes pensamientos humanos, tomando como base los dos grandes ítems que significan el llamado pensamiento occidental y el denominado pensamiento oriental, como pensamientos opuestos desde sus perspectivas estrictamente científicas (occidental) o estrictamente espiritual (oriental). Es cierto que lo oriental siempre estuvo más cerca del espíritu que lo occidental y lo espiritual occidental nos viene desde lo oriental. Si no fuese algo apresurado, habría que admitir que lo espiritual nos llega desde el Oriente. Occidente fue siempre más intelectual. Grecia, cuna del pensamiento occidental, si bien habló de lo espiritual y lo ético, lo hizo desde el punto de vista racional. Los fenómenos socioculturales del siglo XXI nos muestran un hombre despistado, descarrilado, esto es, salido de las vías o carriles tanto racionales como espirituales. Encontramos un vacío que puede ser el que llevó a pensar a algunos existencialistas en la nada del hombre o el hombre como nada. Pero la realidad es otra. El hombre, mal o bien, es algo. Y la realidad también ha mostrado que el bien y la felicidad son las metas universalmente deseadas, aunque cada uno centre los conceptos de bien y felicidad en conductas diametralmente opuestas para llegar al fenómeno paradojal de que para algunos lo bueno es malo y viceversa. Precisamente lo que hoy es necesario es reorientar el pensamiento humano y con él, el espíritu, para encarrilarlo nuevamente en conceptos más afines con la esencia del hombre y la verdad de la misma. Esto implica repasar los conceptos de bien y de mal y la naturaleza de los modos de ser, tanto en lo emotivo-afectivo-instintivo, como en lo racional y en lo volitivo, en suma, en el espíritu en sí. Lo bueno y lo malo no debe ser medido por meras creencias o mitos, sino por los resultados de los hechos. Las valoraciones deben surgir de los hechos positivos, esto es, aquello que mejora la esencia y la existencia del hombre y aleja el daño. La ciencia en cualquiera de sus formas, puede ayudar de algún modo para lograr estos fines, pero no es el camino más válido. Es sólo una herramienta más, pero no la principal. Lo espiritual no está hecho para la investigación científica, la cual sólo puede detectar, investigar y explicar las acciones sensibles del espíritu. El espíritu sólo puede investigarse y explicarse a sí mismo. Y la única herramienta útil es la mente entrenada o adiestrada, la mente educada para pensar correctamente. El pensamiento occidental siempre ha separado razón y emoción, dando preeminencia a la razón como objeto de estudio y consideración. Tal es así que la esencia humana es marcada por la inteligencia o razón. Relegó, científicamente, a otras manifestaciones espirituales y al espíritu mismo porque lo consideraban tan subjetivo que era imposible de someterlo a los procedimientos científicos. Desprecia al empirismo e ignora que el saber científico es tan válido como el saber empírico, puesto que el término saber es “conocimiento con certeza” y no importa de donde provenga sino que sea certeza real y no imaginada (creencia). La “ciencia” occidental está demostrando que el “empirismo” oriental tiene certeza y que esa certeza es mayor y más verdadera que la obtenida por la “ciencia” occidental, la cual siempre es aspectual y nunca completa sus conocimientos en forma holística. El empirismo oriental es englobador desde los comienzos por ser sintético e integrar las partes en un todo. En lo referente al fenómeno humano espiritual, la ciencia occidental nada puede hacer para abarcar al espíritu humano, conocerlo y dominarlo. El empirismo oriental ha logrado las tres metas. Esto se debe a que lleva siglos de delantera a la ciencia occidental. Desde un principio el orientalismo, especialmente el budismo, aceptó, sin ambages, que el espíritu es lo único cierto del hombre, que es una entidad concreta y real y por eso se dedicó a buscarlo, conocerlo y manejarlo. He ahí el poder espiritual del budismo, del hinduismo o yoguismo y de otras disciplinas orientales dedicadas a la meditación y a la elevación espiritual. Cuando un monje tibetano tuvo acceso al pensamiento occidental “científico” aventuró, en 1974, a predecir: “en Occidente, el budismo acabará asumiendo la forma de psicología”. Esto puede interpretarse como que Occidente, necesariamente, debe “cientifizar” un concepto para admitirlo como verdadero, despreciando el saber empírico. Así es, en efecto. La psicología occidental comienza su empeño por comprender el funcionamiento de la mente basándose en la ciencia y la cultura europea y americana, es decir, nace en el siglo XIX. Sin embargo, el conocimiento y estudio de la mente, aparece en Oriente mucho antes de la era histórica actual. Buda, por ejemplo, nace en el siglo V antes de Cristo. Paradójicamente, es la misma época que nace Sócrates y Platón. Todos ellos se preocuparon mucho por lo llamado alma y mente, quizás no en los conceptos de la psicología moderna. Mientras Buda se dedicaba a practicar todos los ejercicios tendientes al dominio de la mente y a las manifestaciones espirituales, Platón y Sócrates sólo hablaban de ellas efectuando un análisis filosófico. Desde el origen, el pensamiento oriental es empirista y totalmente práctico, mientras que el pensamiento occidental es esencialmente especulativo con la metafísica y trata de racionalizar, más que practicar y conocer, todos los fenómenos espirituales. Este afán de racionalización es lo que motivará el origen de la ciencia occidental, tanto en las ciencias llamadas “espirituales” como la filosofía, psicología, teología y otras afines, como las consideradas estrictamente experimentales, regidas por los principios de Sir Roger Bacon. Como el espíritu humano nunca pudo ser sometido a experimentos científicos estrictamente, fue soslayado por las ciencias occidentales que se dedicaban al estudio del hombre como era la propia psicología, antropología, biología en general. Estas ciencias demostraban mucho del cuerpo humano y lo siguen haciendo, ignorando totalmente al espíritu. El Grupo Harvard, si bien considera al espíritu como tal, trata también de someterlo a un “estudio científico” experimental y busca mediante la tecnología científica (aparatismo) registrar los fenómenos fisiológicos relacionados con las actividades, efectos o facultades espirituales. En realidad no estudia al espíritu en sí. Estudia cómo las acciones espirituales provocan efectos en el cuerpo humano y cuáles son los órganos y regiones anatómicas que más reciben el “impacto espiritual”. Y ¿el espíritu? Bien, gracias. Si bien se admite sin dilaciones que el cuerpo es materia y el espíritu es no-materia, esto es, una especie de energía o fuerza inmaterial, en los hechos parece que no hay convencimiento total de aceptar una pura energía que no puede ser encerrada en la tecnología científica y que sólo es pasible de ser captada por la experiencia personal, en forma empírica. Lo espiritual es y seguirá siendo un “saber empírico” no susceptible de ser “cientifizado”. El mayor problema no reside tanto en la naturaleza del espíritu, sino en que la lingüística no alcanza a encontrar el logos o concepto lingüístico de lo que debe considerarse alma, espíritu y mente. A veces, confunde a las tres cosas como si fueran un mismo ente. El error de discernimiento es lo que ha llevado a los errores conceptuales y filosóficos o científicos acerca de estos tres fenómenos y, ergo, a las acciones que esos fenómenos realizan. O cambiamos totalmente el concepto actual de psicología e inventamos un nuevo concepto que abarque lo qué realmente es espíritu, mente y alma o debemos buscar un neologismo para expresar esta nueva inquietud de acercarse y abordar los fenómenos espirituales para mejor conocerlos y dominarlos. Goleman comete la “imprudencia” de seguir insistiendo que el budismo es una “psicología alternativa aplicada”. Esto quiere decir que es "alternativa” porque escapa a los moldes de la psicología clásica y es “aplicada” porque directamente no analiza conceptualmente los fenómenos sino que los experimenta directamente. Una cosa es cierta: el siglo XX trajo un nuevo hálito de pensamiento sobre el espíritu que intentaba arrebatar a lo culturalmente aceptado en occidente como espíritu, para acercarlo más al concepto espiritual oriental, especialmente el budista y el yogui. Incluso, vulgarmente, se empezaron a difundir “técnicas” espirituales y prácticas de estos pensamientos y cultura. Pero lo más importante es el “despertar” de la conciencia occidental a que debía reencontrarse con el espíritu, precisamente porque la “vida occidental”, la “ciencia occidental” y otras “occidentalidades” habían descarriado al hombre disociando la vida humana del espíritu. Esta “extracción espiritual” provocó un vacío tan evidente que se les puso varios nombres, desde el más simplista como “vacío espiritual” a otros filosóficos como “vacío existencial” o científicos como “neurosis de vacío”. Los efectos desastrosos de la humanidad destruida del siglo XX y aún más del incipiente siglo XXI, no dejaron otro camino que insistir en buscar y reencontrar la senda espiritual. Pero las elecciones fueron dispares. Algunos persistieron por lo “científico” y se insistió con la psicología que llegó a nuevos conceptos de la mano de Freud, Jung, Adler, Frankl, Lacan y otros tantos prominentes psicólogos o psiquiatras que inventan la psicoterapia, psicoanálisis y otras prácticas médicas y psicológicas, además de los psicofármacos, para restaurar la “paz espiritual” y rellenar los “vacíos”. Discuten entre ellos, se critican mutuamente los conceptos, se modifican muchos de ellos y aparecen multitudes de “escuelas” y “terapias” con los nombres más dispares. Total: el hombre sigue avanzando en su caída vertical al vacío espiritual y cada vez más se acentúa la orfandad espiritual de la humanidad, medida no solo cualitativamente sino cuantitativamente. La crisis espiritual fue patrimonio de todas las épocas históricas, pero las formas que hoy asume son únicas debido al crecimiento tecnológico y demográfico. No sólo hay nuevas manifestaciones de desvíos o vacíos espirituales, sino que las viejas acrecentaron en número estadístico y empeoraron sus formas antiguas. Estadísticamente, la humanidad está peor que al comienzo de la historia, en muchos aspectos. La psicología tradicional y la psiquiatría se limitan a describir los fenómenos, especialmente los patológicos, pero no aciertan a encontrarse con un espíritu puro, con la esencia humana en si. Sólo conocen los “modos de ser” que se dan en manera anómala. La neurociencia, discretamente iniciada a principios del siglo XX, siendo uno de sus mejores exponentes Hans Selye y predecesores, hoy ha crecido a niveles insospechables con el uso de aparatos tecnológicos no soñados en los comienzos de siglo XX. Quizás el futuro supere esta tecnología y lleguemos a una verdadera ciencia-ficción, no porque no sea un hecho real, sino porque se degenere tanto que escape a toda realidad y sólo maneje una realidad-ficción que surge de la artificialidad tecnológica. Algo nos está adelantando la manipulación genética. La ventaja de Goleman es que reconoce, sin vueltas, que la psicología moderna “se halla tan determinada culturalmente que mantiene una actitud miope que le lleva a ignorar de manera casi solipsista los sistemas psicológicos propios de otras épocas y otros lugares”. Coincidimos con él en la “miopía solipsista”, pero como antes dijimos, no estamos de acuerdo en hablar de “sistemas psicológicos” sino que habría que hablar de “sistemas espirituales”, en todo caso, para no defraudar completamente la mentalidad “cientificista” o “académica”, dado que lo lógico sería sólo decir “lo espiritual” a secas y sin otros agregados que alejen la cuestión de lo fundamental, esto es, del espíritu. La crítica de Goleman fue anticipada por González Pecotche, autor ya analizado. Esto significa que los propios “científicos” se están dando cuenta de que algo falla en la metodología actual, pero tratan de no salirse de los moldes tradicionales, quizás para no causar escándalo y rechazo “científico”, sino que intentan buscar nuevos “moldes científicos” lo que constituye una brutal paradoja. No es posible moldear lo inmoldeable. El espíritu tiene ya grandes problemas para estar en el “molde carnal” natural del cuerpo. Imaginen cuánto más problemático será meterlo en moldes artificiales. No hay conciliación entre ciencia y espiritualidad, pues sería como pretender que el hijo tratara de engendrar al padre. ¿Está claro? El espíritu es anterior a la ciencia y la ciencia es una de las manifestaciones del espíritu, a través del intelecto. Pero es una manifestación muy parcial. Luego, la ciencia nace como algo parcial y carece fundamentalmente de totalidad, lo que fatalmente la condena a ser siempre meramente aspectual y nunca holística. No tiene capacidad de englobamiento ni de síntesis comparativa (no pueden unirse las ciencias como se ha pretendido hacer comparaciones entre una y otra buscando coincidencias. Las coincidencias no son síntesis ni globalidad, sino meras igualdades o similitudes entre partes). Aunque parezca increíble, la sencillez de estos razonamientos ha sido resistida para enfundarse en otros criterios e interpretaciones más basados en lo personal que en lo universal. De ahí que aparezcan las actitudes y comportamientos humanos como diversos y predomine más el sentimiento personal que el colectivo. Por lógica, lo personal es más propio del animal que del hombre, pues lleva a pensar posesivamente, a crear un yo y ese yo es el centro de todo lo demás. Naturalmente el yo lleva a “lo mío” y este sentido de propiedad es la fuente de todo aquello que hemos llamado emociones destructivas pues genera la hostilidad con todas sus secuelas de belicosidad, ira, enfado, etc. y el sentimiento profundo de propiedad es lo que pone “a la defensiva” de que no se dañe “lo propio” y asoma la envidia, los celos, el odio y todos los mecanismos defensivos que se quieran postular o interpretar como fenómeno observado. Tiene razón la perspectiva occidental de que ciertas ocurren porque realmente ocurren, pero la ocurrencia no significa que sea lo que deben ser. También tiene razón el oriental de lo que piensa y hace, porque ha descubierto otras ocurrencias como es la presencia espiritual pura. Lo que el hombre común debe comprender, más aún el occidental, es que en lugar de discutir si hay coincidencias o contradicciones o diferencia de criterios, lo que hay que tratar es de averiguar cual postura es la más cercana y conveniente a la verdadera esencia del hombre. Si bien la occidentalidad ha errado en mucho el camino espiritual real, la orientalidad ha olvidado un poco que el hombre para ser espiritual necesita de una vivienda, un alimento y un vestido. Si bien el hombre que ha cultivado su espíritu (el hombre extraordinario que después comentaremos, el que se maneja con el pensamiento superior), puede lograr llegar a un mínimo de confort (en el sentido de proveer lo más necesario para subsistir), esto no soluciona la “preocupación por el otro” que no puede llegar al estado superior y en su “inferioridad” sucumbe al hambre, la enfermedad, la violencia y al impulso homicida indiscriminado, bajo el cual acaba tanto la vida ajena como la propia. La perspectiva oriental, especialmente la budista, es maravillosa desde lo espiritual y es casi la más perfecta desde lo humano, pero paradójicamente pertenece a un grupo selecto de iluminados. No es el común denominador de los países budistas, en los cuales la mayoría se extingue no sólo por sus propias emociones destructivas sino que es víctima de las emociones destructivas ajenas. Tanto la occidentalidad como la orientalidad, cuantitativamente están al borde de un pandemonium. Sólo la voluntad redentora de los iluminados puede hacer que se sume una mayor cantidad de hombres a la senda verdadera. I Actos mentales y mentalidad Los actos mentales El carácter puramente fenomenológico de la mente y sus actos es perfectamente definido por Grossmann al decir: “en la experiencia se dan actos mentales” Esto significa que para conocer un acto mental debe ser experimentado personalmente, porque según este autor, “los actos mentales son ‘dados’ desde dentro”. Por lo tanto, el acceso a un acto mental de una persona no es permitido a otra porque está oculto a un observador exterior. Se diferencia de otros objetos de percepción porque no pueden observarse relaciones espaciales, temporales y causales. Es un acto propio de la mente que no está en la realidad exterior, sino sólo en el espacio interior que es la mente (realidad mental), razón por la cual no es un objeto de percepción. Este razonamiento obliga a Grossmann a distinguir entre cosas mentales, fenoménicas, perceptibles y físicas. Las consecuencias lógicas de la concepción de los actos mentales que hemos citado, es la que conduce inexorablemente a que el único método válido para estudiar y analizar dichos actos, es la introspección. Esto es: la mente es la única que puede estudiarse y conocerse a sí misma. Los actos mentales sólo pueden ser conocidos mediante otro acto mental. Paradójico, ¿no? Luego, la mentalidad entendida por la RAE como “poder o actividad intelectual en distintos grados”, sería el conjunto de actos mentales, el que se manifiesta como un verdadero poder mental a través de una actividad esencialmente intelectual. Los actos mentales necesitan de otro acto mental, el intelecto, para poder manifestarse totalmente. La forma de manifestarse de esos actos es lo que constituye la gradualidad a que se refiere la definición denotativa. La manifestación gradual es lo que le da el carácter de mecanismo o proceso. El intelecto opera a través de la voluntad y por esto la RAE lo involucra con la mente. Pero llama la atención que la RAE excluya otros actos mentales como son las emociones, especialmente los sentimientos, los cuales también operan sobre la voluntad. También los actos mentales son fenómenos mentales que sólo ocurren en estado de conciencia, aunque hay una franja de ellos que existen fuera del nivel de conciencia. Así, se pueden distinguir los “fenómenos mentales de experiencia consciente” (los que se perciben en estado de conciencia) y los “fenómenos mentales subjetivamente existentes” y que no son apreciados al nivel de conciencia. Luego, habría actos mentales conscientes e inconscientes y entre ellos ubicarían los preconscientes que sin ser conscientes pueden llegar a “concientizarse” porque permite la excursión de la conciencia o “yo” sobre ellos. Los fenómenos preconscientes pueden ser indagados por la introspección, propia de los fenómenos conscientes. De hecho, la introspección es un fenómeno consciente. Pero el inconsciente está más allá de la introspección y no puede ser alcanzado por ella, a menos que el mismo llegue al nivel de subconciencia o preconciencia. De otro modo, en forma general, podemos expresar parafraseando con términos fisiologistas que la mente es el “sistema de la espiritualidad” y opera en el hombre como otros sistemas (nervioso, inmunitario, etc.) Volviendo a Grossmann, conviene detenernos en aquello de “cosas mentales” y “cosas reales”. Así, tendríamos dos tipos de cosas a considerar: 1. las que se dan en la realidad que está fuera del interior del hombre (entorno o circunstancias) (“cosas reales”) 2. y las que se dan en el interior del hombre, en su mente (“cosas mentales”) Pero si no se está bien atento a discernir entre ambas cosas, podemos groseramente confundir lo que la mente tiene en sí y lo que la realidad tiene en su contenido. Esto nos puede ocurrir porque la mente forma las ideas, pero lo hace sobre la base de la abstracción de elementos encontrados en la realidad. Es como decir, las cosas mentales tienen el sustrato de la realidad. Luego, no hay cosas mentales sino únicamente reales, las que al ingresar a la mente constituyen una cosa mental. Esta deducción parece coherente dado que las cosas mentales pertenecen a una esfera privada y, por lo tanto, tendrían un “acceso privilegiado”. Pero el acceso privilegiado no es la observación de actos mentales por un espectador (extrospección) (la forma en que un hombre analizaría o examinaría los actos mentales de otro) sino en la propia percepción interior (introspección). Queda así aclarado definitivamente la naturaleza subjetiva de la cosa mental o del acto mental. Incluso, también es subjetiva la extrospección (un sujeto observa un objeto). Por lo tanto, los actos mentales tienen el sustrato de la realidad, pero también el sustrato de la percepción interior. Esto está bien estipulado por Grossmann cuando dice: “la opinión de que los actos mentales sólo son dados en la propia experiencia de un sujeto, descansa igualmente en dos creencias del sentido común, a saber: que uno es a veces consciente de sus propios actos mentales y que uno no podría ser consciente de los actos de otro, precisamente, de esa misma manera”. Acto seguido profundiza aun más cuando asevera que “decir que los actos mentales... son privados significa solamente que no pueden ser experimentado por varias personas” a la vez. Y agrega: “no significa que sus propiedades no puedan ser experimentadas por varias personas (en forma individual), ni que no pueda haber comunicación a propósito de ellos”. Esto quiere decir que cuando yo pienso, de la misma forma en que yo lo hago, con idéntico contenido, no lo podrá hacer otra persona o varias de ellas simultáneamente. Cada uno de ellos puede pensar la misma cuestión en forma simultánea, pero el acto mental de cada uno será distinto. Sólo comparten en común el tema o cuestión a pensar y las propiedades intelectuales del proceso de pensar, pero no el modo personal de hacerlo. Como muchas de las opiniones o sentencias filosóficas descansan en “creencias del sentido común”, y las dos creencias del sentido común que dan origen a un argumento filosófico son: ⇒ por una parte, la creencia de que uno puede conocer los estados de conciencia de otra persona; ⇒ por otra parte, de que uno sólo puede experimentar los suyos propios. Para que no haya confusión filosófica deben ser aceptadas plenamente estas dos creencias, pero esta condición exige entonces, que también varíe el método de observación a fin de que la observación de los actos mentales de otra persona, son percibidos en modo distinto a los propios actos mentales. Esto es lo que da el pie para la extro y la introspección, las que hemos señalado y que después ampliaremos en otro parágrafo. No obstante, por determinados métodos de comprensión y analogía es posible empatizar para entender cómo puede otra persona formar un acto mental en particular. El proceso mental Vamos a entender como proceso mental a un conjunto de mecanismos que usando fases sucesivas manifiestan efectos fenomenológicos naturales, tanto objetivos como subjetivos, reales o irreales, verdaderos o falsos. Entre esos mecanismos están los actos mentales. El proceso mental lo iremos estudiando en parágrafos posteriores y describiendo todo lo hasta ahora conocido, en forma muy básica y superficial, dado que la intención de este trabajo no es profundizar todo lo relativo a la mente humana, sino realizar un análisis y una síntesis de la principal fenomenología que involucra dicho proceso. Dado el carácter eminentemente fenomenológico, coincidimos con Grossmann, en que en las cuestiones filosóficas no hay completa satisfacción con la mera afirmación de que las cosas existen. De acuerdo con uno de los conceptos de Heidegger es inherente a la filosofía preguntar por el ser o esencia de las cosas y el significado real de las mismas. Cuándo se admite la presencia o existencia de algo, la primera pregunta lógica es ¿qué es en sí? Después se establecerán una serie de relaciones en lo particular o universal, entre lo que se percibe y lo que la cosa es verdaderamente. Cuando hay un consenso general en aceptar que algo existe, su análisis no ofrece dificultades mayores entre los que se preocupan por estudiar el ente para conocerlo, aunque sea con puntos de vista contradictorios. Pero si no hay consentimiento en apreciar o aceptar la existencia de una cosa o cuestión, ahí comienzan los tropiezos para analizar o estudiar algo. Esto es precisamente lo que ocurre con las cosas abstractas, que son las que principalmente se discuten. Así, la vida es aceptada como fenómeno por todos, pero la esencia de la vida es la que genera dilemas y controversias por que es naturaleza abstracta. De ahí el esfuerzo de la psicología, la filosofía y otras ciencias del espíritu para coordinar el fenómeno realismo-idealismo, esto es en lo referente a la forma en que las cosas existen o las cuestiones se presentan y el modo cómo la mente los capta, los interpreta, idealiza y significa. Los pasos naturales fundamentales del proceso mental, son los del intelecto: percepción, aprehensión, abstracción, ideación, concepto, signo lingüístico, juicio y pensamiento. A este proceso intelectivo le acompañan todos los fenómenos espirituales (afectivos, emotivos, volitivos, anímicos, etc.) De este proceso mental nace el pensamiento filosófico y los otros pensamientos y creencias. De ese modo, los procesos mentales tratan de captar la realidad y de interpretarla de alguna forma, aunque los puntos de vista diferentes dificulten llegar a un mismo concepto unánime o universal. A nadie se le ocurre poner en discusión que la vida existe. El conflicto se plantea al definir qué es la vida. Y así, sucesivamente, con todos los otros fenómenos o cuestiones similares. Concepto de acto mental Retomando el concepto de acto como “hecho o acción”, necesariamente debemos concluir que un acto mental es “todo hecho o acción producido por la mente”, como una definición obvia. De ahí en más, cada analista puede agregar otras connotaciones, según la intención de definir o considerar lo qué es un acto mental. Nuestra intención es más simple: tomar lo obvio como base para comenzar a desmenuzar la cuestión que es tema de este trabajo. Una vez superada la primera intención de tener bien claro qué entenderemos por acto mental, el paso siguiente es comenzar a dilucidar los modos de presentación de ese acto. La primera cuestión, que ya fue sometida a discusión filosófica es que el acto mental es una función relacional, esto es, la de establecer diferentes tipos de relaciones entre el fenómeno y la cuestión sometida al proceso mental y los mecanismos de este proceso. El acto mental concebido como relación, nos lleva a la primera relación fundamental: a la relación consigo mismo y relación con las otras cosas del mundo. La relación consigo mismo es el conocimiento del yo humano, de su propia mente, de su interior espiritual. La otra relación es con los objetos que están fuera de ese yo. Como generalmente se ha intentado denominar realismo a los objetos exteriores e idealismo a los procesos interiores, surge la relación realismo-idealismo. La segunda cuestión de discusión filosófica es si el acto mental es un acontecimiento referido a un yo y ese yo se concibe como un paquete de sensaciones o afecciones intracorpóreas. Esto operaría como si el acto mental nace y muere como cosa subjetiva, sin participación objetiva, situación que considerada, fenomenológicamente, no se da como un yo empírico (un yo que sólo puede operar subjetivamente). Esta segunda cuestión, como la primera, circunscribe todo a que no existe un acto mental propiamente dicho, sino sólo objetos fenoménicos (Gallie) Acá, el yo debe entenderse como el estado consciente de una persona determinada que ubicada frente a una realidad específica interactúa con ella recibiendo estímulos y generando ideas, o bien, desde su propio interior puede generar fenómenos subjetivos. Obviamente, siempre, aún cuando el estímulo sea objetivo, todo el proceso mental será subjetivo. La distinción clara entre estímulo y percepción del estímulo es la premisa fundamental que explica cómo un acto subjetivo (percepción) se conecta con un acto objetivo (estímulo). mente. Una tercera cuestión filosófica es la referida a que el acto mental es una propiedad más de la Finalmente, la cuarta cuestión filosófica, que tiende a poner un poco de orden en esta confusión de conceptos, es que el acto mental es un ente individual. (Moore-Alexander) Grossmann ordena este último concepto y termina definiendo que: “una sucesión de ciertos actos mentales (a saber: actos de conciencia), constituyen un proceso mental”. De esta forma finaliza poniendo en claro no sólo el acto mental como acto de conciencia, sino que da una idea del proceso mental como una sucesión de actos mentales conscientes. Esto implica todo un proceso consciente que está constituido por estados conscientes: toda clase de acto mental, sensaciones, sentimientos, impresiones sensibles, imágenes y otros estados de conciencia. No obstante, la mente también trabaja en la inconciencia (sueño, coma, desmayo o pérdida del conocimiento) y en la subconciencia, pero sólo cuando lo inconsciente o subconsciente llega a la conciencia ahí es percibido y opera como acto mental. Mente y conciencia Siguiendo esta lógica, para Grossmann la mente consiste en una sucesión de estados mentales y sus correspondientes estados conscientes y, consecuentemente, contiene actos mentales y cosas fenoménicas, pero nunca objetos perceptibles. Esto define y clarifica que todo el trabajo mental se exterioriza como estados mentales y actos mentales. Pero, por otro lado, la mente puede operar tomando, o no, conciencia de sí misma. Y por esto, en un momento dado habrá estados mentales de los cuales uno no tiene conciencia (estado mental inconsciente) y en otro momento existirá cualquiera de los estados conscientes en que uno tiene plena conciencia de lo que está ocurriendo (estado mental consciente). Una conclusión necesaria a esta condición es que a veces no estamos sólo percibiendo algo, sino teniendo conciencia, o no, de lo que percibimos. Incluso, por momentos más que experimentar impresiones sensibles, importa tener conciencia de esa percepción. Luego, un acto consciente es una toma de conciencia (darse cuenta) frente a una percepción determinada. La percepción directa de objetos o fenómenos, es lo que constituye la conciencia natural (mera experiencia de percibir) (no hay conciencia de una conciencia). Sólo cuando se toma conciencia de que se está elaborando un acto consciente, hay un acto mental o un estado mental. Visto así, conciencia es lo que podría ser considerado como una especie de sustancia mental o yo. No debemos confundir los fenómenos inconscientes con los fenómenos conscientes. Hay una actividad espiritual consciente y una actividad espiritual inconsciente. El espíritu abarca lo consciente y lo inconsciente, pero la mente es operadora del espíritu sólo en estado de conciencia. La mente opera sobre lo consciente y lo inconsciente, mas lo inconsciente es acto mental, propiamente dicho, cuando se vuelve consciente. ¿Por qué decimos esto?. Porque cuando ocurre algo inconsciente y la conciencia no lo registra de alguna forma, es como si no hubiera ocurrido, no tiene existencia, luego, no se tiene una noción de acto, en este caso, mental. Si no hay un efecto no hay un acto, puesto que acto es un hecho o acción y toda acción es un “efecto de hacer”. No se debe confundir un acto mental con un acto físico inconsciente. Yo tengo reflejos nerviosos y una actividad orgánica autónoma independiente de mi conciencia. Hay procesos espirituales independientes de mi conciencia que encuadran en los llamados actos inconscientes. Esto significa que el espíritu, como ya lo demostramos en las experiencias cercanas a la muerte, puede operar sin el cuerpo ni el cerebro activo. Pero sólo cuando el cuerpo y el cerebro recuperan la actividad consciente, podremos manifestar o tener noción de lo ocurrido en la inconsciencia. Hay que meditar muy bien este difícil punto de discernimiento para evitar equívocos o interpretaciones falsas de los mecanismos mentales y de las acciones espirituales conscientes e inconscientes o subconscientes. En síntesis y para evitar errar en esta particular y difícil situación que estamos analizando, iteramos que: la mente puede participar en procesos conscientes y percibir estados inconscientes, pero sólo será acto mental cuando el proceso sea, o se haga, consciente. Así, los actos mentales son cosas individuales que entran en la composición de la mente y que ejemplifican cierta relación intencional a objetos. Nosotros hemos visto anteriormente que la mente no sólo es un proceso consciente sino que también puede abarcar procesos inconscientes. No sólo se relaciona con objetos existentes sino que también puede hacer referencia a objetos inexistentes (cosas reales e irreales, verdaderas y falsas). Naturalmente, todas estas relaciones cobran valor cuando se hacen conscientes. En la inconsciencia pura, por ejemplo el estado de coma, la mente no realiza actos mentales. Opera el espíritu exclusivamente. Para patentizar los fenómenos espirituales ocurridos en la inconsciencia, repetimos, tendrá que volverse al estado consciente. Esto plantea una incógnita más a la naturaleza de la mente. Si todos los actos mentales fueran totalmente conscientes, no tendría explicación a lo que se denomina fenómeno subliminal: cuando nuestra mente recibe mensajes o estímulos sin estar plenamente consciente de ellos y genera una actitud o una conducta. Esto significa que los actos mentales funcionan en pleno estado de conciencia o en un estado semipleno de la misma como sería el llamado estado subconsciente o preconsciente, del cual muchos investigadores dudan porque asignan a la conciencia un papel absoluto. La conciencia opera a pleno, si no, no es conciencia. A esta aseveración absoluta se opone el fenómeno de que la realidad nos muestra que también hay fenómenos de semiinconsciencia (o de semiconciencia). Habría que definir este estado interesante porque es una zona de fenómenos espirituales y mentales muy importante en el funcionamiento de la mente y donde probablemente operen muchas de las percepciones extrasensoriales. Actos mentales y sus relaciones En consecuencia, todas las cuestiones filosóficas atañen en alguna medida al acto mental, el que siendo individual puede ser relacional, propiedad o un yo empírico, y todo esto debe ser considerado como modos de ser de los actos mentales y de la propia mente. La idea de actos relacionales está ligada a diferentes respuestas. Esto obliga a distinguir entre entidades diferentes: 1. en caso de percepción sensorial entre impresiones sensibles y objetos perceptibles 2. en caso de pensamiento semejante: entre cosas y sus conceptos 3. en caso de creencia, entre hechos y juicios 4. en caso de percepción extrasensorial o por introspección de sensaciones íntimas o internas percibidas conscientemente Esta distinción de diferentes cosas es debida a que los actos de percibir no siempre se dirigen a objetos perceptibles, pues pueden ser percibidas alucinaciones sino también a conceptos y juicios. Por lo tanto no sólo percibimos cosas y hechos existentes, sino que también podemos percibir cosas u objetos inexistentes. La alucinación, en el momento de ser percibida, puede ser interpretada como algo real, hasta tanto un sentido crítico nos lleve a discernir si es algo existente o una ilusión o alucinación. De igual modo, un concepto, juicio o creencia puede estar referido a cosas que no existen, aunque se tenga un concepto real. De este modo, por ejemplo, decir un “un mar de ilusiones” es un concepto inexistente porque mientras mar está referido a una extensión de agua, ilusión es una percepción extrasensorial. Pero acá está elaborado como alegoría (o metáfora) por lo que la frase es una ficción usada para significar un conjunto o cantidad importante de ilusiones. El concepto mar no se refiere a la extensión de agua, sino como una especie de sustantivo figurado de “mucho”, “gran cantidad” “extensión”, etc. No obstante, el concepto o juicio de “mar de ilusiones” es tomado como un concepto que se percibe y se entiende, cobrando significado no como cosa concreta, sino meramente como “concepto de concepto”, entidad puramente abstracta. Actos mentales y creencias Concepto de creencia A fin de establecer una clara diferencia entre saber y creer, diremos que creencia es un término que deriva del verbo creer el cual es definido por la RAE como “tener por cierta una cosa que el entendimiento no alcanza o que no está comprobada o demostrada”, “pensar, juzgar, sospechar una cosa o estar persuadido de ella”, “tener una cosa por verosímil o probable”, “dar crédito o asenso a las cosas, sin suficiente fundamento”. En consecuencia, creencia es un “firme asentimiento y conformidad con alguna cosa o completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos pero sin fundamentos suficientes”. Estos conceptos diferencian a creencia del saber al cual se considera como un conocimiento cierto. Las creencias son conocimientos, del algún modo, inciertos pero a los cuales se le rodea de una certeza subjetiva, a la que se tiene como certeza real y objetiva. Esta es la condición muy particular de toda creencia. Quien sustenta una creencia no pone en dudas el objeto de su fe. Simplemente se limita a aceptarlo como verdadero o real aunque carezca de la certeza plena. En lo relativo a “concepto de concepto” algo similar puede ocurrir con las creencias, las que pueden coincidir o no con hechos existentes. Generalmente, muchas de las creencias no representan a hechos existentes. De no ser así, si sólo se pudiera creer lo que es real, se podría aducir que todos los actos mentales de creencia están dirigidos a hechos concretos. Pero lo cierto es que las creencias proponen ideas de actos relacionales mediante la introducción de juicios, a los que se dan como de existencia real. Si no fuera así, una fuerte autocrítica, que demuestre la no-realidad de la creencia, automáticamente la eliminaría por ser falsa. Si se acepta una creencia es porque se ha confundido como verdad de existencia real a una cuestión aparentemente real. Esto opera como que todo acto mental tiene un objeto: hay algo que constituye su “intención”. Sólo que ese objeto no necesita ser existente sino que basta con sea subsistente. Formación de las creencias Los conceptos dados en la denotación de creencia, diferencian a creencia del saber al cual se considera como un conocimiento cierto. Simplemente, a este conocimiento de la creencia se limita a aceptarlo como verdadero o real aunque carezca de la certeza plena. En un estado místico, por ejemplo, hay un goce, que produce en el alma humana el ajuste del deseo con el objeto, por una emoción inefable del encuentro con la cosa querida. Esto necesita de un temperamento místico, que es lo que otorga tanta intensidad y evidencia en un encuentro místico. Este encuentro místico tiene infinidades de gamas y matices en todas las formas de las actividades del hombre. Bagehot llama a este hecho: la emoción de la convicción, de forma tal que en el acto de intuición propio del misticismo, la percepción de una verdad, cualquiera sea su grado, se acompaña de una descarga emotiva que otorga a esa intuición la calidad de certidumbre y la hace adquirir la fuerza de una creencia. Este sería uno de los mecanismos de formación de creencias en el hombre, sobre todo el de la fe y también del afecto amor como querer a una persona o cosa. Esta emoción de la certidumbre es lo que constituye uno de los grandes resortes de la voluntad como móvil difuso inconsciente de determinadas acciones humanas (religiosas, artísticas, conductas afectivas, etc.) Ramón y Cajal ha descrito esa emoción que ayuda a desentrañar la esencia del querer (como afecto y voluntad) en aquellas manifestaciones en que no es imprescindible el conocimiento por mero esfuerzo intelectual, sino que éste puede provenir de una actividad espiritual distinta: “Este placer indefinible, al lado del cual todas las demás fruiciones de la vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al investigador de la pesada y perseverante labor analítica, precursora, como el dolor del parto, de la aparición de la nueva verdad”. En este texto, el investigador expresa cómo la idea intuitiva que surge en medio de un trabajo analítico y permite descubrir un nuevo aspecto filosófico o científico produce un gozo infinito, el que magistralmente Arquímedes inmortalizó con la frase “Eureka”. Siempre el misticismo, una vez que inspira al artista, al científico y a los religiosos, produce una descarga emotiva que concluye o acompaña a un acto volitivo. Pero el mecanismo o forma de suceder el fenómeno de la emoción de la convicción, también puede tener un costado que no está dedicado o allegado a buscar la verdad. Una mera obsesión sobre una cuestión cualquiera (objetiva o subjetiva) puede concentrar a la mente de forma tal que por el mismo proceso que llega a la emoción de la convicción frente a la verdad, el objeto de la obsesión puede interpretarse como verdad irrefutable, aunque no lo sea (fenómeno que induce el fanatismo y los extremismos espirituales). La gente, básicamente, anhela ver un orden, un modelo y un significado en el mundo. Esto configura, de algún modo, una visión prejuiciosa o apriorística de los acontecimientos que ocurren, pues consciente o inconscientemente, dichos acontecimientos son juzgados bajo pretensión del concepto apriorístico. Desde este punto de vista, los hechos comunes y cotidianos de la vida, así como los problemas espirituales propios de la esencia del hombre, son vistos: 1. 2. 3. con datos estadísticos con los prejuicios formados alrededor de ellos subjetivamente Situaciones como los accidentes de cualquier naturaleza, enfermedad, fenómenos cíclicos, es decir, todo aquello que tiene una cierta repetición en diversas maneras, pueden conformar algunos tipos de opinión según sea el modo en que se interpreten o, mejor dicho, se deseen interpretar. Una práctica común es elaborar sentencias breves sobre determinadas cosas que demuestran esta actitud. Por ejemplo, tanto en lo relativo a situaciones desastrosas como felices, se acuña la frase “no hay dos sin tres” como queriendo significar que forzosamente, una mala situación trae otra o viceversa: a un acontecimiento feliz sigue otro igual. La reiteración o aparición repetitiva de determinados hechos, lleva a la elaboración estadística de los mismos, y esa noción de número de casos o veces en que ocurren los hechos, es tomado literalmente como que fatídicamente “las cosas deben ocurrir así”. Probablemente esta concepción se base en la periodicidad de ciertos hechos, pero la asociación de las cosas azarosas suele hacerse porque se tiene en cuenta que han ocurrido una vez y se repiten en un día, en un mes o en años. La flexibilidad de estos extremos temporales es lo que permite que la gente forme opinión de la sucesión inevitable de circunstancias especialmente fatídicas. Cuando alguien sufre una persecución, un ataque o se ve enfrentando una acusación policial o judicial, lo primero que se piensa es “por algo será”. ¿Cuál es el patrón con que la gente se guía para llegar a estas conclusiones? En primer lugar hay una especie de aceptación de que “la culpa es siempre ajena”. Así, el que conduce un vehículo se convence a sí mismo que lo hace bien y, en la mayoría de los casos, que lo hace mejor que otro. Cuando hay un accidente vial, por la lógica empleada, la culpa es del otro. Si en la conducta social no se ha encontrado con algún problema que lo involucre en situaciones comprometidas (asalto, asesinato, violación, falsa imputación policial o judicial) piensa que esto le ocurre porque “él es bueno y correcto”. O, como concibe gran parte de las personas, “a mí no me va a ocurrir”. Estas apreciaciones subjetivas son las que llevan a aceptar la idea de “las cosas le ocurren a otro” y es acá, en parte, donde interviene el subjetivismo, alimentado por las estadísticas. Actos mentales y formación de juicios en las creencias Ya afirmamos que el concepto de acto como “hecho o acción”, necesariamente nos lleva a concluir que un acto mental es “todo hecho o acción producido por la mente”, como una definición obvia y comentamos el pensamiento de Grossmann sobre los actos mentales y las percepciones por extro e introspección, lo que de algún modo equivaldría a percepciones sensoriales y extrasensoriales. En el caso de conceptos y juicios, como actos mentales, son objetos subsistentes antes que existentes. Esto podría asimilarse a otras palabras, teniendo como subsistente “lo irreal” y existente “lo real”. Si se quiere ir más allá en un juego de palabras y conceptos, podemos hablar de “objeto subjetivo” como aquello que está dentro del yo (puramente mental) y de “objeto objetivo” como aquello que está fuera del yo, inserto en el mundo exterior. Esta circunstancia no es óbice para la teoría de actos mentales relacionales, porque la relación puede ser tanto con entidades interiores, subjetivas, meramente mentales, subsistentes, inexistentes o bien con objetos concretos, existentes y reales. La capacidad de concepción y percepción sensorial y extrasensorial es patrimonio de la creatividad humana. De no ser de esta forma, no tendrían lugar los conceptos abstractos (belleza, fealdad, maldad, bondad, etc.) que sin ser reales en sí son aplicados en forma relacional y adquieren la autonomía de ser valores. Es como si el concepto adquiriera una cualidad que sólo poseen algunas realidades (objetos feos o bellos, buenos o malos) llamadas bienes, por lo que son estimables e, incluso, susceptibles de ser polarizados como negativos o positivos y ser sometidos a jerarquías de superiores o inferiores. La aceptación o rechazo de los conceptos de los actos mentales es, en nuestra opinión, una especie de discusión bizantina, llena de ornamentos retóricos, con alguna base de sustentación según el punto de vista con que se lo quiera mirar. Lo objetivo es que el acto mental existe como un modo de ser diverso y complejo de algo todavía mucho más diverso y complejo que es la esencia de la mente en sí. Por esto, muchos abandonan la tarea del análisis ontológico y filosófico, dado lo complicado de las diferentes aristas que presenta el fenómeno mente. Pensamos también que no hay que declinar ningún análisis sino aceptar todos los esfuerzos por aclarar la existencia del fenómeno mental. Es útil ver todos los aspectos lógicos e ilógicos para ir comprendiendo algo que se hace incomprensible en el intento de un acceso directo. El acceso indirecto da lugar a todas las especulaciones posibles y, aunque contradictorias, todas son válidas, porque la mente, como suma representación del hombre, es en sí tan compleja y diversa como el hombre mismo. De ahí todas las facetas de compatibilidad y de contradicción aparente, que presenta. Lo inteligente es abrirse al fenómeno y aceptar todos los puntos de vista, pues cada aspecto tiene su utilidad. Lo contrario, precisamente, es la creencia, la cual acepta de buena fe a la aparente verdad de una cosa o cuestión, sin abrir la inteligencia al fenómeno y abarcarlo desde todo punto de vista, en una acción dubitativa válida, hasta adquirir la certeza plena de lo que la cosa es. La creencia opera como un acto mental incompleto. No es un acto fallido totalmente, pero al no operar con toda la potencia intelectual o espiritual, queda como algo no terminado completamente. De ahí la posibilidad de fallar un criterio de mera creencia. Diferencia entre fenómeno, realidad, creencia y certeza Cuando un fenómeno ocurre, impacta a la mente humana al ser percibido. Aquello que se ve, se oye y se toca se presenta como una verdad inmutable e indiscutible. Por sólo haber percibido la existencia de algo, se toma esto como una “prueba irrefutable” de la cosa porque la mente le atribuye una estructura y una coherencia: esto está ahí, eso es indudable y si está ahí es porque es así. Las cosas “ocurren así” por una lógica mental aparentemente irrebatible: si yo estoy viendo, oyendo y tocando algo esto es real y por lo tanto, si es real no puede ser otra cosa distinta de lo que yo veo, oigo y toco. Hasta acá todo parece correcto. Pero lo que no se analiza profundamente es que las cosas no siempre se presentan a la luz como son sino que casi siempre parecen ser una cosa y, en realidad, son otras. Esta diferencia entre ser y parecer (parece ser) es fundamental para la interpretación objetiva y verdadera de los fenómenos. Precisamente, para aprender la actitud de interpretación correcta, se necesita un cierto entrenamiento. Y, de Perogrullo, una integridad total de nuestros sentidos. Si tengo una falla de los sentidos, naturalmente lo que percibo también es fallado. Si pensamos, teóricamente, que nuestra percepción como tal es correcta, lo que sigue es analizar el fenómeno para saber si lo que estamos viendo es real o irreal. En este punto siempre planteo la percepción de las alucinaciones o ilusiones. Es el caso del esquizofrénico que “oye” voces (percepción alucinatoria mental), del conductor que ve “el asfalto mojado” por un fenómeno de refracción y reflexión lumínica, del mismo modo que los espejismos del desierto (ilusiones ópticas). Algo similar ocurre con los sonidos que se perciben realmente pero que la mente interpreta como procedente de una fuente determinada cuando lo es de otra (ilusión auditiva). En forma idéntica puede ocurrir con el tacto y los juegos llamados “ilusiones ópticas”. Estas cosas se deben a que nuestros sentidos, en algún modo, perciben de acuerdo a lo que nuestra mente “puede” percibir. El tacto de un ciego es muy desarrollado, pero jamás podrá tener una noción cierta de lo que percibe táctilmente ya que al carecer de visión le falta la dimensión de la vista para formar la idea adecuada de lo que toca. Por otro lado, las ideas son figuras mentales que se forman con palabras. Si yo percibo en una planta un apéndice de color distinto al de las hojas, de forma distinta, de perfume distinto, sospecho que es una flor. Pero si mi mente no registra la palabra flor, sólo formaré una idea que no puedo definir. Algo así ocurre con las percepciones subjetivas y abstractas, sobre todo aquellas que no están debidamente expresadas en el lenguaje o, como ocurre últimamente, la falta de instrucción hace que se desconozca gran parte del lenguaje que se debería usar. Por lo tanto, según el grado de cultura, la educación de los sentidos y la actitud de juzgamiento, la interpretación de los fenómenos queda sujeta a las circunstancias especiales de cada individuo. A mayor grado de falta de entrenamiento, mayor percepción engañosa. Las percepciones engañosas son una de las bases de formación de las creencias. La gente pretende darle forma definitiva a los sucesos azarosos. Así, casi todas las personas tienden a impresionarse profundamente por lo que consideran una relación causa-efecto irrebatible. Cuando hay tendencia a interpretar con esta intención causídica, inmediatamente la mente relaciona su propia casuística para dar una confirmación definitiva a lo que considera causa-efecto. Sin embargo, también es cierto que no todos los fenómenos están sujetos inexorablemente a una relación causa-efecto. Si esto no se conoce o se pretende desconocer, se explicaría la frecuencia de formar una opinión engañosa. Lamentablemente, cuando estas opiniones se formulan en medios sociales homogéneos, se generaliza y se desata una “epidemia” de “falsedades contagiosas”. Thomas Gilovich se plantea la pregunta: ¿por qué son tan comunes estas creencias infundadas? Y responde: “No es que la gente sea tonta e ingenua; lo que ocurre es que la vida nos da a veces información incompleta y ambigua y entonces nos aferramos a suposiciones erróneas. Nuestras imperfectas tentativas de hacer frente a datos incoherentes nos induce a dar créditos a infundios”. Esto podría interpretarse que cuando un individuo no cuenta con un dato cierto de la realidad que percibe, acepta o repite “lo que todo el mundo dice”, acepta mitos o elabora los propios. Tendencia a recordar lo positivo Quizás, también muchas de estas tendencias engañosas surgen de la costumbre que tiene el hombre de recordar sus triunfos y momentos de felicidad y olvidar el dolor y los fracasos. El Estudio Walker confirmó el sistema inherente al ser humano que hace que los hechos positivos guarden mejor memoria que los negativos. Este estudio demostró que lo primero que se olvida es la tristeza (salvo en los casos que sufran trastornos de depresión). La tendencia al placer y la huída del displacer es un principio psicológico ampliamente comprobado. Esto justifica el buen recuerdo de lo positivo y el olvido de lo negativo, puesto que la intensidad del dolor siempre es menor que la vehemencia de la alegría. Por otro lado, la tendencia a lo positivo está contemplada en la denomina teoría de la adaptación, la cual siguiendo el principio de placer y displacer establece que el ser humano cuenta con nivel básico de humor basado en la felicidad y el placer y, de ahí, tiene tendencia a buscar ambos valores por sobre todas las cosas. El olvido es uno de los instrumentos naturales de la mente humana para borrar lo indeseable o lo displacentero. Gracias a la posibilidad de sublimar el sufrimiento es que se puede adquirir la capacidad de ser felices. Si cada uno analiza bien su vida, aun en las peores crisis, siempre hay situaciones gratificantes y la esperanza de algo mejor. Esto hace pensar que en realidad la mayoría de los seres humanos, independiente de sus necesidades materiales o físicas insatisfechas, de un modo u otro alcanzan un grado de felicidad, a su manera. Es decir, la felicidad no es lo mismo para todos. Un anacoreta goza de la soledad, mientras que a otros los mata. La fe humana El hombre es lo que cree. Antón Chejov Anthony Robbins nos dice que cuando se habla de fe es normal que se piense en lo relativo a credos o doctrinas, porque efectivamente muchas de esas creencias son pura fe. La palabra fe deriva del latín fides que significa confianza, fidelidad, seguridad, firmeza, salvoconducto o crédito. Probablemente, por el sentido de confianza y seguridad, Robbins deduce que esencialmente fe es cualquier principio, guía, aforismo, convicción o pasión que puede dar sentido y orientación a nuestra vida. Concluye que las creencias nuestras ofician como un tipo de filtro previamente dispuesto y organizado, para una determinada percepción del mundo. Todo lo que así explica este autor, es lo que nosotros aplicaremos al concepto de fe humana. De este modo, las creencias serían una especie de gobernadores del cerebro porque al juzgar con coherencias a las cosas, de alguna manera estamos ordenando al cerebro la forma en que debe representar lo que sucede. Este autor sostiene que la fe es una especie de salvoconducto para la excelencia. El mecanismo que justifica este aserto sería por el que una creencia ordena directamente al sistema nervioso y si esta orden implica que se está percibiendo algo como si fuese verdadero, el cerebro acepta tal cosa por verdad. Puestas las cosas así, para Robbins, las creencias actuarían positivamente como una muy poderosa fuerza dedicada a hacer el bien (fuerza que promueva acciones). Pero si, contrariamente, las creencias ponen límites a las acciones y pensamientos que nos condicionan, esto es negativo. Basa tal afirmación en el hecho histórico de que ciertas creencias religiosas, según se orienten, han permitido que sucedieran hechos que de no mediar la fe, hubieran sido irrealizables, tanto para el bien como para el mal. Usada positivamente, la fe es una especie de extractora de recursos muy profundos que obran en nosotros, para dirigirlos favorablemente a un determinado objetivo que se busca. De este modo, es una especie de brújula y mapa que señalan el norte de nuestros objetivos y, a su vez, la inspiradora de confianza en la que nos basamos para saber obtener lo que nos proponemos. Si un hombre carece de creencias o de capacidad para obtenerlas, se verá en un total desamparo y obrará “como barca sin motor ni timón”. También la historia ha mostrado que los hombres con creencias firmes que utilizaron como guía de sus designios, fueron capaces de emprender acciones y, a través de ella, dar formas al mundo, para adaptarlo al deseo de cómo quisiera uno que dicho mundo fuera. Mediante la fe pudieron iluminar sus proyectos y obtener energías para realizarlos. Esto es como decir que la historia de la humanidad es la historia de las creencias humanas que cambiaron al mundo. Cita como ejemplo a Jesucristo, Mahoma, Copérnico, Cristóbal Colón, Edison o Einstein. Quiere demostrar que no sólo en lo religioso la fe opera como motor, sino también en proyectos científicos, en hipótesis como las de Copérnico, Colón o Einstein. La fe que tengamos servirá para determinar nuestra capacidad de liberación de todas nuestras posibilidades. A las preguntas ¿qué son nuestras creencias? Y ¿de dónde proceden?, Robbins da algunas respuestas. A la primera cuestión responde que nuestras creencias son “planteamientos preformados y preorganizados de la percepción que filtran de una manera coherente nuestra comunicación con nosotros mismos”. A la segunda cuestión, muestra las siguientes situaciones: 1. la primera fuente es el ambiente que nos rodea: uno de los ejemplos son los moldes recibidos de los prohombres de la humanidad 2. los acontecimientos grandes o pequeños pueden dar forma a las creencias: hay determinadas circunstancias que nos impulsan a decidir sobre nuestras creencias 3. una manera de fomentar las creencias es a través del conocimiento: las circunstancias culturales y el modo en que tomamos conocimiento de las cosas estimularán nuestras creencias 4. crear resultados a través de nuestros resultados anteriores: las experiencias positivas son la mejor guía de nuestra fe en nuestras propias capacidades 5. representar una experiencia futura como ya se hubiese realizado o se está realizando: es como experimentar por adelantado los resultados y este fenómeno se conoce como visualización de una experiencia. De algún modo, es hacer un planteamiento correcto de una determinada cuestión. La forma con que Robbins trata el problema de la fe no está centrada estrictamente en Dios. Estudia a la fe como un fenómeno o potencial espiritual humano que abarca todo el espectro de sensaciones y sentimientos, generalmente preformados, que nos lleva a aceptar las convicciones que guiarán nuestra vida. Es probable que cuando ese potencial, que nosotros llamaremos fe humana y que comprende la red de creencias que tiene un hombre en particular y la sociedad en general, sea traspolado (transportado) a la metafísica nos encontremos con la fe religiosa. En este contexto, deberemos aceptar que el estado de fe es propio de la esencia humana, independientemente de que sea aplicado a los objetos y propósitos humanos o a objetivos divinos. Es un don que nos ha sido dado con nuestro ser, como nos es dada la inteligencia. La expresión de esta idea puede llevar a afirmar que Dios es un invento de la mente del hombre. Las investigaciones y las conclusiones de Newberg y D’Aquili llevarán a algún ingenuo a pensar en esta tesis. Felizmente, la realidad nos demuestra fehacientemente que la fe y la creencia en Dios no residen únicamente en el cerebro, como idea propia. El cerebro, más que fuente de creación, es un instrumento válido para acercarnos no sólo a Dios sino a todo lo metafísico, como ya lo explicamos. De aceptar la tesis de que Dios es invento del cerebro del hombre, de igual modo tendríamos que admitir que el amor y otros sentimientos y estados del alma también son inventos del cerebro, puesto que éste es el instrumento para el éxtasis amoroso y espiritual, independiente de Dios. O que el ánimo o vida de una célula que se cultiva in vitro es también un impulso o creación del cerebro. ¿O no? Nosotros hemos reiterado hasta el tedio que la tesis que el espíritu, la mente y el alma son inventos del cerebro puesto que se manifiestan a través de él, es una conclusión errónea de atribuir al cerebro facultades creativas para determinadas reacciones de sentimientos o de fe. Es el grosero error de confundir al instrumento con la causa. Por lo tanto, las creencias son parte de los procesos mentales, los cuales son comandados por nuestro espíritu; y los medios anatómicos y fisiológicos, como son el sistema nervioso y el cerebro, son sólo instrumentos de expresión de todos los fenómenos espirituales, pero no la causa de ellos. Las creencias y su repercusión orgánica Siguiendo el camino de quienes nos precedieron con el éxito y la excelencia, para obtener un comportamiento plausible debemos modificar nuestras creencias y modelarlas de igual forma que lo hicieron los grandes hombres. Cuando una creencia es una representación interna congruente, puede controlar la realidad aun en lo fisiológico. Ergo, si nuestras creencias son buenas y correctas, nuestro cuerpo funcionará bien. Pero si esas creencias son erradas, nos conducen a la enfermedad. Esto ocurre porque es como si una creencia se convierte en realidad. Probablemente debemos acudir a las creencias populares como aquello de que si “como (ingiero un alimento) con desconfianza” seguramente el alimento me hará mal. Si pienso con intensidad que soy diabético, es probable que tarde o temprano mi cuerpo se modifique de algún modo. Inversamente, si estoy enfermo y deseo vehemente curarme, es probable que ello suceda. Estos hechos demuestran algo que hoy la ciencia ha comprobado fehacientemente: el cerebro influye a través del sistema nervioso en nuestro cuerpo y altera la fisiología. Efecto placebo Como toda creencia reside en el cerebro, por fuerza de la misma, el cerebro comandará nuestra fisiología introduciendo los cambios que tal creencia genera. Esto se comprueba con el llamado efecto placebo en Medicina, donde la autosugestión da poder de medicina a cualquier cosa que se crea que es tal. La Real Academia Española define a placebo como “sustancia que careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si éste la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción”. Los hechos comprobados permiten aceptar la existencia de la autocuración cuando el esfuerzo mental es lo suficiente fuerte y positivo para inducir el cambio. En general, podemos aceptar que los placebos tienen mejor efecto en trastornos psicosomáticos. Precisamente, el concepto nació en 1955 a raíz del estudio Beecher. Más recientemente, en el 2002 El estudio Stoessl-Mayberg, mediante SPECT (tomografías por emisión de positrones), establecieron que los placebos estimulaban las mismas zonas, o zonas idénticas, que los fármacos propiamente dichos. Esto demuestra que los placebos pueden activar las mismas vías neurales que los medicamentos. El efecto se debe a que el paciente posee la fuerte convicción de que lo que le están administrando le hará bien. Luego, no es un optimismo simple ni algo inexistente, sino una acción cierta y concreta. En pacientes depresivos, los placebos alcanzan un 52% de efecto positivo. Un estudio laparoscópico de rodilla, simulando una operación, realizado en 180 pacientes, tuvieron el mismo resultado que los operados realmente e, incluso, el efecto curativo duró más de dos años. Esto demostró que no sólo sustancias inyectadas o ingeridas o aplicadas localmente mejoran, sino también las “operaciones simuladas”. El estudio Moerman mostró otro fenómeno placebo: el efecto guardapolvo o del trato médico, donde sólo ser asistido por un médico al cual se le tiene fe o recibir la palabra adecuada del médico, constituye por sí mismo una especie de medicamento por el que el paciente sale de la consulta mucho mejor o con gran disminución de síntomas. El ambiente del consultorio (guardapolvo, títulos o diplomas colgados en la pared, trato agradable del médico) predispone a un efecto curativo. Los investigadores creen que este efecto se debe, en parte, a que el médico establece una buena relación médico-paciente y asume la actitud mental de una “decisión de curar”. La otra parte es la comunicación adecuada. Suele hablar claro con el paciente sobre el proceso de curación y busca que el paciente centre su atención e interés más en la salud que en la enfermedad. Sólo el hecho de “conversar” con el paciente, no sólo de su enfermedad, sino de su vida en total (hábitos, familia, afectos, preocupaciones, problemas, etc.) (“prestar la oreja”) durante un tiempo determinado (dedicar tiempo suficiente) y mostrar interés real más en la persona que en la enfermedad, es el estímulo que conduce a la mejoría. Esto es una buena y correcta empatización. Finalmente, está la llamada docencia médica donde el médico sabe enseñar a su paciente nociones de salud y prevención de la enfermedad. Si se suma: 1. 2. 3. el “efecto guardapolvo”, más el “efecto placebo” y una medicación verdadera, quizás los resultados favorables se eleven sensiblemente. El efecto placebo no produce daños y da beneficios verdaderos, en este caso puntual. Sugestión y autosugestión La sugestión es el proceso de sugerir, esto es, “hacer entrar en el ánimo de una persona una idea, insinuándosela, inspirándosela o haciéndole caer en ella”. Luego, por este proceso se produce una sugestión que puede ser por diferentes medios como “inspirar una persona a otra hipnotizada palabras o actos involuntarios. Dominar la voluntad de una persona, llevándola a obrar en determinado sentido. Fascinar a alguien, provocar su admiración o entusiasmo. Suscitar emoción o resultar atrayente”. En forma general a la palabra sugestión se la considera en forma peyorativa o negativa, como algo sin valor e inexistente. Pero la fuerza real de este proceso ha mostrado no sólo que existe sino que puede ser positivo o negativo, según la intención del que induce una sugestión. De igual forma, se asocia a la sugestión con lo involuntario e inconsciente, o como una forma de comunicación subliminal (que ocurre en plena conciencia pero en realidad estimula en forma inconsciente). Cualquiera sea el mecanismo del proceso, lo cierto es que la persona sugestionada adquiere creencias o convicciones a las que tiene por verdaderas o reales, positivas o negativas, según sea la motivación sugestivadora. La sugestión puede ser producida por un agente o estímulo ajeno a la persona, o la persona puede producirla a sí mismo (autosugestión). El efecto placebo que antes estudiamos, puede ser consecuencia de una sugestión o autosugestión positiva. El mismo mecanismo de la autocuración, empleado negativamente, provoca la autoenfermedad (enfermedad psicosomática). La fe obra así, no como magia, sino como un estado o una representación interna que maneja al comportamiento. Es fe capacitante (fe positiva) cuando actúa como creencia en una posibilidad positiva (la que da la fuerte convicción de que se logrará un objetivo), o fe incapacitante (fe negativa) cuando creemos que no podemos ni sabemos lograr un propósito porque tenemos limitaciones evidentes incorregibles o insuperables y, en consecuencia, obra negativamente. Otro fenómeno correlacionado con las creencias y la sugestión o autosugestión son las llamadas profecías autocumplidas. Consisten en una especie de predicciones que por sólo formularlas o decirlas, convierten en realidad un hecho esperado o profetizado, de forma tal que comprueba “lo acertado” de la predicción. Este fenómeno ha sido estudiado por investigadores tales como Robert Rosenthal, el fisiólogo norteamericano Walter Cannon. Ellos demostraron como a una persona o grupo de personas, si se les convence de que poseen una cualidad, responderán mostrando tal cualidad. Las creencias negativas o el temor supersticioso como ocurre con las maldiciones y el vudú, puede provocar la muerte a una persona, por sólo creer en ello. Engel explicó tales muertes o sucesos fatídicos por acción de los sistemas simpáticos o parasimpáticos que reaccionan hipertónicamente y provocan paros cardíacos por detención del corazón (vago o parasimpático) o por arritmia (simpático). Por lo tanto, efecto placebo, autosugestión y profecías autocumplidas tendrían un mismo mecanismo neural y sería el que actúa como vía común final de todas las sensaciones o es el lugar donde actúa una droga. Luego, si sabemos construir positivamente nuestras creencias y las incorporamos con plena y fuerte convicción, con la profunda esperanza de que nos llevaran al triunfo, se obtendrá dicho triunfo. Pero si adoptamos creencias negativas significará el fracaso. Ambas convicciones, positivas y negativas, tienen una gran potencia para obrar en nosotros produciendo el éxito y la excelencia o el fracaso. La excelencia opera cuando comprendemos que podemos optar nuestras creencias, o sea, elegirlas consciente y libremente. Así, elegimos lo que nos estimule o limite. El meollo está en saber elegir lo que nos conviene realmente y desechar lo que no nos satisfaga. Y para esto se necesita conocer y adoptar un método de entrenamiento mental. Las supersticiones Las supersticiones, sin dudas, son creencias. Creencias que actúan por convicciones íntimas irracionales o por un impulso atávico, o por una especie de fe que nos lleva a adhesiones exageradas sin mayor cuestionamiento intelectual. La mayoría de las supersticiones son culturales. Son heredadas por tradición sociocultural. Los impulsos o seudorrazonamientos que pueden conducir a una conducta supersticiosa puede tener varias causas o motivos: 1. Fe religiosa: lleva a una exaltación o exageración de un sentimiento de fe hacia un determinado rito o santo, el cual es llevado a carácter de fetichismo. Es una fe religiosa supersticiosa que da pie a quienes son ateos, agnósticos o irreligiosos a justificar su creencia de que la fe es sólo un acto irracional que no tiene un objeto concreto. Acá funciona la acepción denotativa de que superstición es una “fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo” 2. Supersticiones basadas en expectativas: siempre las personas tienen esperanzas o expectativas sobre determinados hechos o circunstancias, generalmente de carácter azaroso, con un fin determinado o indeterminado. Así, hay supersticiones de buena suerte relacionados con el uso de sahumerios, quema de yuyos aromáticos, cábalas personas de diversas índoles, tocar madera, colocar elefantes blancos con un dólar enrollado en la trompa o llevar un dólar en el monedero, tener herraduras en la casa. Están las supersticiones de mala suerte o mal augurio como puede ser dejar un sombrero sobre la cama, barrer de noche, ver el vestido de la novia antes de la ceremonia, no viajar ni casarse en los martes 13 (el número 13 y el martes 13 son un símbolo universal de mala suerte). En realidad, todas estas creencias azarosas se deben a expectativas subyacentes sobre la obtención de éxito, ganancia de dinero, evitar fracasos o tener accidentes o padecer hechos gravosos. Las supersticiones de mala suerte involucran una actitud de miedo irracional muy cercano a lo que ahora se denominan trastornos de fobias o ataques de pánico. La base es el miedo irracional, sin sentido e incomprensible tanto para los demás como para el mismo afectado. 3. Supersticiones ligadas al futuro o porvenir: siempre el hombre ha tenido una secreta inquietud ancestral por saber que le espera en su vida proyectiva, en su futuro. Incluso, subyace a veces en estas ideas o creencias, una especie de fatalismo inconsciente donde ronda el sentimiento de que ya están las cosas dadas y por esto es posible conocerlas a través de premoniciones o adivinanzas. Si nos vamos a buscar el significado del término latino superstitio encontraremos que además de superstición es el “arte de la adivinanza” Antiguamente se consultaban los astros y las estrellas y esto originó la astrología. Otros pueblos analizaban los sueños y las premoniciones personales. Algunos, como los griegos, tenían los llamados oráculos. De ellos heredamos la astrología y los horóscopos actualmente consultados. 4. Supersticiones sobre la salud: muchas afecciones, no explicadas totalmente por la medicina, o si son conocidas sus causas no son difundidas o lo son en forma incorrecta, generan en el vulgo una serie de creencias explicativas y curativas. Así, las verrugas las provocan los sapos, el orzuelo del párpado se cura frotándolo con un anillo de oro, el reuma se cura con una pulsera de cobre, el “empacho” es producido por el “mal de ojo” u “ojeadura”. Esto ha llevado a creer que hay personas con “vista fuerte” que puede producir daño (algo así como una especie del mítico basilisco). Una cinta roja basta para evitar tal efecto. Así, hay una serie o lista de cosas que producen daño a la salud o creencias en yuyos o metales o plantas “curativas”. Otras veces, estas creencias supersticiosas se basan en observaciones de fenómenos reales y valederos, pero que al ignorar sus causas se denominan con un lenguaje vulgar tradicional, como es el caso del “le agarró el histérico” que se aplicaban a niños, adultos y animales que padecían afecciones depresivas por ausencia de un ser querido. De igual modo, los médicos antiguos inventaron el “histerismo” palabra derivada del griego histeron que denominaba al órgano genital femenino útero. Como las mujeres eran más dadas a manifestaciones o expresiones exageradas de su estado de ánimo o humor, a los cuales relacionaban con el ciclo uterino de la menstruación o la menopausia, de ahí surgió “lo histérico” que se aplica a muchas cosas pero en especial a las conductas sobreactuadas y caprichosas o los melancólicos o depresivos. Cuando las actitudes o creencias supersticiosas no sólo atentan a la razón, sino que, como lo hemos explicado, pueden afectar a la fe religiosa auténtica, ha llevado a la RAE a definir a superstición como “una creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”. Por esto, la superstición es considerada una fe religiosa inauténtica. Muchos psicólogos interpretan a la superstición como si fuera una actitud de que cuando las cosas no van bien, es más fácil culpar a otros de los fracasos y delegar en esas entidades abstractas e irracionales, la responsabilidad de lo que nos sucede. Así, estamos conformados por un hado o destino de “mala pata” o mala suerte, fracasamos porque la suerte no nos acompañó, nos enfermamos porque “nos castiga Dios”, etc. No somos nosotros los responsables y culpables de que las cosas adversas nos acaezcan. No es debido a nuestra ignorancia o ineducación que no sepamos proyectar y conducir nuestra vida personal. Son el destino, Dios, los enemigos ocultos que “nos hacen el mal”, “el gualichú o gualicho”, “la ojeadura” y “nos salan”, la “mala pata” y haber nacidos “barrigones” (“al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen”), los que originan nuestros males. Brentano y los actos mentales Brentano intenta bajo la teoría de la “individualidad” del acto mental analizar lo relacional. El punto de vista de Brentano es tan aceptable como toda otra teoría, naturalmente, desde la óptica en que se ubican. Por supuesto, si no se ponen en un mismo punto de vista pueden resultar contradictorios. Sin entrar en el análisis de Brentano, al que recomendamos leer en Grossmann, nosotros creemos que es más útil aceptar al acto mental como lo hemos propuesto. Tanto Grossmann como Brentano realizan una muy buena disertación sobre este tema, pero el resultado final son conclusiones relativamente obvias. En el caso de Brentano es que todas las cosas individuales son sustancias y por lo tanto son permanentes, pueden existir en forma independiente, no son universales y tienen atributos y por lo tanto puede aparecer como pura sustancia o un atributo que contiene una sustancia, etc., etc. Cuando Grossmann analiza a Brentano enfoca su nominalismo en el cual una alegoría puede ser una especie de existente, es decir, un atributo que contiene una sustancia mental, lo que equivale, en forma grosera, a aceptar que con sólo pensar o imaginar algo, éste puede tener existencia propia. Sería una especie de realidad mágica donde al darle expresión oral (nominar) una cosa es darle existencia. Claro que la interpretación final de la ontología nominalista de Brentano es otra, pero prácticamente funciona e impresiona como nosotros la hemos interpretado sin mayor profundidad. Nosotros hemos observado empíricamente que la mente, como fenómeno, se presenta en el hombre, tanto en las cosas interiores como exteriores, en lo objetivo como en lo subjetivo, e insistimos, en lo real e irreal, en lo consciente e inconsciente. Sin embargo, debemos aceptar que muchas veces el hombre común, aquel que no realiza una meditación profunda de las cosas, puede llegar a funcionar con una “ontología nominalista”: creer con simpleza que con sólo darle un nombre a una cosa, ésta existe. Luego, en el tema de mente y acto mental tendremos obligadamente que analizar los mecanismos o procesos intelectuales que comprenden: ∗ la realidad ∗ la percepción sensorial y extrasensorial de la realidad ∗ lo objetivo y lo subjetivo ∗ el sustrato corporal o anatómico de la mente (mente y cuerpo) ∗ la fisiología mental o proceso mental intelectivo (estructura de la función mental) ∗ la mente en el sentimiento o emoción (mente y emoción) ∗ la mente en lo concreto y en lo abstracto ∗ las funciones mentales y la inteligencia o intelecto como principal instrumento de esas funciones ∗ la mente y la voluntad ∗ mente y sensaciones internas La materia de este trabajo tendrá como intención y objeto una visión muy somera y superficial de todos los temas enunciados en la lista antepuesta, la cual de ninguna manera es taxativa sino tentativa. Referirse a todos los fenómenos mentales con profundidad es una tarea harto difícil y casi imposible, teniendo en cuenta la cantidad de bibliografía existente, que hoy es inabarcable. Es tanto lo escrito y lo dicho en lo referente a la mente del hombre y son tan disímiles las concepciones de los distintos puntos de vista, que intentar solamente enunciarlos ya es una tarea árida y dificultosa. Nos limitaremos a extractar los conceptos más nítidos, los que ofrezcan menos resistencia intelectual a ser aceptados. Esto no significa que se desconozcan otros conceptos. Simplemente lo hemos desechados por las razones previas que hemos dado, en cuanto a que tanto análisis termina en corolarios obvios desde el punto de vista particular del tratadista y, de alguna manera, con la naturaleza del fenómeno. Este criterio del trabajo descarta la labor de criticar los aparentes defectos o contradicciones de tantas teorías. Teoría unicista de los actos mentales Es más positivo intentar una teoría unicista o una especie de vía común final por donde obligadamente deberán transitar tantas concepciones divergentes. La naturaleza del fenómeno mente hará que necesariamente se acepten como convergentes los diferentes puntos de vistas que pueden parecer contradictorias, en la razón de que los modos de ser o de manifestarse de la mente, admiten posiciones coyunturales opuestas. En los parágrafos que siguen iremos desgranando cada uno de los puntos previos que hemos propuestos para tratar el fenómeno de la mente humana y los actos mentales. Así veremos algunos de los problemas tradicionales de la filosofía de la mente como pueden las emociones, voliciones, imaginación, memoria, etc., al problema del realismo-idealismo, el pensamiento, la percepción, siempre desde el punto de vista de una ontología en general. Se trata por todos los medios de mostrar que acto mental y acto cerebral son cosas diferentes, a pesar de que el acto mental es un acto cerebral. Pero no todos los actos cerebrales son exclusivamente mentales. El otro problema es el conocimiento de, además de mi mente, la mente ajena. Ambas actividades están en la inquietud personal, fuera de todas las otras inquietudes similares aunque metafísicamente sea una cuestión harto difícil de abordar y acceder. Sólo con un esfuerzo de comprensión intentaremos una especie de hermenéutica y exégesis empáticas de estos misteriosos pero reales problemas de la mente y los actos mentales. El correlato anatómico de la mente y los actos mentales Sistemas de control Para estudiar el cuerpo o la mente, ya no es posible hacerlo como entes separados sino debe hacerse el estudio en bloque: se debe admitir, sin dilaciones, la interacción entre cuerpo y alma como una sola unidad. Lo contrario es falso, por más que las conclusiones sean lógicas y brillantes. El cuerpo es el sustrato del alma y, ergo, del espíritu y por lo tanto, de la mente. Esto lleva a una única opción para estudiar holísticamente al hombre: el trabajo multidisciplinario o en su defecto, todo estudioso del hombre deberá abarcar todas las disciplinas hasta ahora conocidas para llegar a conclusiones válidas. Dada la extensión del conocimiento aportado por todas las disciplinas que tratan al hombre, la última opción es más que imposible. La solución inmediata es la remarcada como trabajo multidisciplinario en el que médicos, biólogos, filósofos, psicólogos, sociólogos, profesores y didactas, los estudiosos de la lengua y de la comunicación, políticos, economistas y toda otra actividad afín a éstas, deben ponerse cabeza a cabeza para encontrar el camino convergente y dar fin a la dualidad artificial e inexistente. El sistema nervioso con el órgano central que es el encéfalo y dentro de éste el cerebro es, sin dudas, el más relacionado con la integración de mente y cuerpo y la sede exclusiva de la mente. Su estudio nos permite romper el límite entre los fenómenos físicos u orgánicos y los fenómenos mentales. Empezaremos con los sistemas de control de ese complejo sistema nervioso humano. El descubrimiento espectacular de los neurotransmisores y sus funciones cada vez mejor establecidas, ha despejado en gran parte el misterio de los mecanismos fisiológicos orgánicos y mentales. El eje neuroendocrino manejado por los neurotransmisores es el motor real de todas las funciones. Los neurotransmisores regulan todas las actividades celulares básicamente y al transmitir el influjo nervioso se valen de mensajeros como las hormonas, verdaderos coordinadores químicos de todo el sistema y constituyen los primeros mensajeros del sistema porque serán las encargadas de estimular las funciones celulares mediante la estimulación y la inhibición de esas funciones. Son las encargadas de poner en marcha los segundos mensajeros que son los que operan dentro de las células y controlan las funciones intracelulares. Los neurotransmisores viajan por los nervios que son como una especie de multicables conductores, a través de sus haces, de los impulsos que podrán en marcha, junto con las hormonas, a las células. Las hormonas viajan por la sangre, otra vía de comunicación sistémica del cuerpo (o pueden pasar de una célula a otra o ser secretadas en un conducto). Recordemos que todas estas sustancias, incluyendo las enzimas y otras partículas biológicas activas, son proteínas o partículas proteicas lo cual desplaza al estudio del fenómeno vital del genoma humano al proteoma humano. Si bien los genes son los responsables de elaborar las sustancias proteicas activas, éstas son las que activan y modifican a los genes. Las mutaciones genéticas por lo tanto, dependen más del proteoma, que del genoma en sí (salvo las mutaciones comprobadamente hereditarias y con fenotipo congénito). El encéfalo es la sede central o usina donde se originan los estímulos que los neurotransmisores llevan a través de los nervios y red de neuronas a todos los tejidos y al sistema endocrino y ponen en marcha al sistema de comunicación neuroendocrino y nervioso. El encéfalo está dentro del llamado sistema nervioso central (SNC) porque en él residen todos los centros de las funciones fisiológicas. Los impulsos nerviosos y hormonales operan a través de tres sistemas periféricos: los nervios en el sistema nervioso periférico, verdadera red de conducción a través de las fibras nerviosas que llegan directamente a los órganos y células efectoras, mediante el impulso nervioso y los neurotransmisores. Las hormonas actúan mediante secreciones (crinia) las cuales pueden ser volcadas en la sangre (endocrinia), en la luz de un conducto (exocrinia) o de una célula a otra (paracrinia). Finalmente, ambos sistemas, nervioso (en cuanto a nervios exclusivamente) y hormonal, confluyen para manejar el sistema nervioso autónomo (SNA) o neurovegetativo que es el regulador de las funciones vegetativas que no dependen exclusivamente de la voluntad, como son todas las funciones orgánicas (circulación, digestión, catarsis, respiración, etc.). Este conjunto de sistemas centrales y periféricos constituyen una verdadera red de comunicación y sus interacciones dan como resultado al hombre y sus actividades. Funciones del encéfalo El encéfalo es el órgano más importante del sistema nervioso en general y del central en particular. Posee los dos grandes hemisferios y ahí ubican la corteza cerebral (cortex), el tronco encefálico y otras regiones como el sistema límbico, hipocampo, etc. La corteza cerebral es lo más importante pues es la que prácticamente “dirige” y “coordina” todas las demás regiones encefálica. Dentro de esa corteza es importante el llamado neocortex (isocortex o neopalio), que es la parte de la corteza cerebral no olfatoria y filogenéticamente es la más joven. Es una de las zonas que interviene en la regulación de los sentimientos y emociones. Goleman, afirma que “el deseo sexual procede del sistema límbico, el amor del neocortex”. El neocortex permite a los humanos proyectar, aprender y recordar. Hemisferios cerebrales: el intelecto Los estudios sindican a los hemisferios cerebrales como la sede del intelecto: la inteligencia, la memoria y la creatividad y las funciones del lenguaje, el pensamiento y el arte. Los dos hemisferios del cerebro, réplica uno del otro, están implicados en diferentes tipos de actividades. El hemisferio izquierdo está especializado principalmente en los procesos relativos a la inducción, la deducción y el lenguaje. El hemisferio derecho nos proporciona las facultades de la visión, el sentido espacial, la creatividad y la apreciación de la forma y del color. Pero también ambos hemisferios intervienen en los procesos sensitivos y volitivos, además de sus funciones intelectuales específicas. Quedan, sin embargo, muchas áreas inexploradas. Las relaciones anatómicas específicas entre las funciones intelectuales y los grupos de células del cerebro, están todavía por definirse. Los procesos de la memoria, la conciencia del propio yo y el pensamiento, por ejemplo, son tan complejos, que es posible que su funcionamiento involucre la totalidad del cerebro y no sólo a regiones determinadas del mismo. De lo que no hay dudas es que el cerebro es la sede de formidables poderes, aún inexplorados, y de los cuales sólo conocemos la conciencia, las formas de aprendizaje, el habla, el pensamiento, la memoria, la sensibilidad y la creatividad que forman parte de la inteligencia, principal campo de investigación y el más desafiante de todos. La conclusión lógica es que puede haber predominancia de hemisferios pero la función cerebral, cuando está en marcha, es mucho más que meras funciones compartimentales de sectores cerebrales. Son fenómenos globales sujetos a reacciones estocásticas. Hemisferio izquierdo: el cerebro lógico No hay casi dudas, para la mayoría de los neurocientíficos, de que el hemisferio izquierdo está íntimamente conectado al mecanismo del lenguaje. El neocortex es el grupo neuronal responsable de los centros del lenguaje, de la memoria filética relacionada con el lenguaje y de la memoria semántica y por momentos parece tener más predominancia en el hemisferio izquierdo, lo que no descarta la participación de ambos hemisferios. La adquisición del lenguaje simbólico ha sido un factor decisivo en el desarrollo del pensamiento racional del hombre. Las numerosas y sutiles combinaciones fonéticas que permite el lenguaje, aseguran la formación de una gran cantidad de palabras para comunicar una amplia gama de ideas. El mecanismo que permite a la lengua agrupar palabras para formar frases gramaticales no está completamente descifrado. La teoría psicolingüística postula que el proceso de construcción de una frase está regido por un cierto número de ideas o principios relacionados entre sí. Hay un esquema basado en un sistema de transportes para explicar analogías con los principios psicolingüísticos y estos sistemas operarían en veintiuna etapas ordenadas (a manera de una red de trenes y estaciones), según la sucesión en que actúan, de la forma siguiente: en el banco mental de la memoria o almacén del léxico se guardan las palabras o sus rasgos distintivos, ya que no hay evidencia de que ellas estén en el cerebro en forma definitiva hay un conjunto de palabras dispuestas para iniciar el proceso de formación de frases la entrada de palabras en el ascensor que lleva a la estructura profunda, parte del cerebro donde residen las reglas fundamentales del lenguaje, que determinan la forma gramatical (sintaxis) y el significado (semántica) las palabras se agrupan en el área de salida para llegar a la estructura profunda el centro de control simboliza al centro cerebral donde se organiza la actividad lingüística, localizado probablemente en el hemisferio izquierdo las palabras llegan al centro cerebral donde serán clasificadas según las leyes de la sintaxis y la semántica. Quizás sea ésta la fase más importante, ya que la sintaxis proporciona las reglas que hacen la frase correcta y la semántica se encarga de su significado. Ambas están relacionadas estrechamente, pues sin la ordenación sintáctica correcta el significado de la frase no resulta claro. el tren transporta las palabras hasta los circuitos que elaborarán su forma gramatical y semántica llegada de un tren que transporta las palabras; durante el viaje, éstas han sido articuladas sintácticamente y dotadas de un significado preciso punto de intercambio entre trenes de las palabras que han de seguir viaje para encontrar en forma sintáctica y semántica las palabras que tras su viaje han adquirido sentido y forma gramatical llegan al área de transformación en el área de transformación son reordenadas y combinadas para ser utilizadas en las frases. Ahí se les añaden otros rasgos distintivos, como el tiempo y el modo gramaticales llegada al área de transformación de palabras de carácter gramatical específico, como los pronombres otras palabras características como las conjunciones o adverbios, llegan al área de transformación llegada al área de transformación de las palabras que han escapado al proceso sintáctico y semántico. Éstas podrían originar una frase no gramatical las palabras se organizan para pasar del área de transformación a la estructura superficial el camino de descenso directo ha permitido a las palabras de uso común el acceso directo a la estructura de superficie, puesto que estas palabras tienen de por sí muchos rasgos sintácticos las palabras de uso común entran en la estructura superficial, la cual contiene las normas estructurales que rigen la disposición y pronunciación de las palabras salida de las palabras dotadas de construcción gramatical y de pronunciación correctas para ocupar su sitio en la frase. palabras rechazadas en la fase de estructura profunda y que pueden llegar a la estructura superficial con sentido y uso gramatical incorrectos unidades lingüísticas organizadas en un orden preciso y dispuestas a ser utilizadas en una frase comprensible frase apta para ser comunicada El mecanismo que permite a la mente agrupar palabras para formar frases gramaticales no está completamente descifrado. La teoría psicolingüística postula que el proceso de construcción de una frase está regido por un cierto número de ideas o principios relacionados entre sí. El sistema de transportes que acabamos de describir tiene en su diseño analogías con los principios psicolingüísticos: • el flujo y dirección de pasajeros y trenes se corresponde con el orden en que se producen los procesos de construcción de frases a partir de sus unidades básicas, como las palabras. • La estación terminal se nutre de varias estaciones menores. • Cada estación y tren subsidiarios, consignados en el orden número de la reseña que antecede, representan una etapa del proceso psicolingüístico. • El intercambio de pasajeros acaba en la terminal, donde forman una secuencia uniforme equiparable a la ordenación de las palabras correctamente formadas. • Del andén pasan al tren principal, que presenta la frase lista para ser expedida (comunicada) de forma verbal, comprensible según las reglas de sintaxis y semántica. De esta teoría surge la siguiente organización cerebral para el lenguaje: 1º. 2º. Existencia de una memoria lingüística o almacén de léxico Centros de formación de lenguaje o centros profundos: que serían dos ¬ Centro de control cerebral de la formación semántica y de la sintaxis, que ubica en el hemisferio izquierdo ¬ Centro de transformación o integrador: es el centro formador de frases donde llegan las palabras ordenadas semántica y sintácticamente, las de carácter gramatical específico como los pronombres, las conjunciones y los adverbios. También acceden a este centro las palabras que no han pasado por el centro de control y de formación semántica y sintáctica. Las palabras ordenadas por el centro del control cerebral formarán “frases gramaticales”. Las palabras no controladas darán origen a “frases no gramaticales” 3º. Centro superficial o estructura superficial o centro estructurador de elocución: es una especie de vía común final adonde llegan todas las palabras posibles, frases gramaticales y no gramaticales que se usarán para estructurar una elocución (disposición y pronunciación de una palabra), a saber: a. Palabras de acceso directo (que no pasan por los otros centros del lenguaje y que son las palabras de uso común o permanente) b. Frases gramaticales c. Frases no gramaticales d. Palabras rechazadas por los centros profundos: son las que tienen un sentido y un uso gramatical incorrecto e. Unidades lingüísticas organizadas: formadas correctamente en lo semántico y gramatical y dispuestas en un orden preciso para formar un pensamiento completo comprensible, inteligible 4º. Centro de comunicación o elocución: es el que permite la pronunciación hablada o fonación (expresión verbal) de las palabras, juicios, frases o pensamientos elaborados en los centros cerebrales del lenguaje. Coordina la respiración, la articulación, la entonación y todos los matices de la expresión oral que permite el sentido y comprensión de lo que se expresa. También puede expresar frases no elaboradas por los centros cerebrales Luego, el hemisferio izquierdo detenta, en general,: 1. la “facultad de expresión” 2. es el principal operador de la inteligencia en la adquisición del conocimiento 3. utiliza mecanismos convencionales para el análisis del pensamiento 4. elabora la información en fases lógicas y analíticas, usando como investigador y mediador el poder del lenguaje 5. ejerce, junto con el lóbulo frontal izquierdo, el control del habla 6. en determinadas funciones, por ejemplo, escribir una carta, bloquea las funciones del hemisferio derecho 7. detenta zonas, sobre todo en la occipital, relacionadas con la meditación profunda y el control del estado del ánimo 8. está relacionado con el pensamiento positivo y los estados de ánimo optimistas, alegres y felices Las facultades del hemisferio izquierdo son más extensas que las consignadas en estas generalidades, pero aún están en estudio y se está confirmando teorías y aclarando mecanismos fisiopatológicos en relación con los estudios en personas normales y con lesiones cerebrales, mediante los métodos modernos de SPECT, RMN, etc. Daniel Goleman, Richard Davidson, Paúl Ekman y otros autores realizan estudios sobre las emociones y los estados afectivos y del ánimo en los dos hemisferios cerebrales. Han concluido que la gente cuando tiene emociones negativas (ira, enojo, distrés, depresión), los impulsos se dirigen en forma convergente y activan el hemisferio derecho en las zonas de la amígdala y la corteza prefrontal derecha (región cerebral importante para la hiperdefensa típica de las personas con estrés). La amígdala es la emisora de funciones perturbadoras. En forma opuesta, las personas con tendencia al ánimo positivo, entusiasmo y energía tienen estimulada la corteza prefrontal izquierda. Davidson considera a la corteza prefrontal izquierda como “el centro emocional de la felicidad”. Como ya se explicó cuando funciona el hemisferio derecho, el izquierdo está quieto y viceversa. Esto permite modificar la tendencia natural de la predominancia de un hemisferio sobre el otro. Hay consentimiento entre los investigadores para considerar a la zona izquierda del cerebro como la de la creatividad. El área prefrontal, especialmente, está vinculada con los estados de ánimo y la liberación de hormonas y neurotransmisores. Es probable que contenga “centros de placer” y es posible que estímulos positivos de la luz, olores, el ejercicio, determinados ambientes agradables y la meditación, estimulen ese centro. Es posible que en un futuro puedan develarse otras funciones de ambos hemisferios que completen el cuadro de comprensión, no sólo de los actos mentales normales, sino también de los patológicos. En la educación infantil, hay autores como Dodson que postulan que en la práctica para educar el hemisferio izquierdo hay que enseñarle al niño a “pensar con la mano izquierda”, esto es, fomentar la creatividad y alentar la expresión de los sentimientos. Con esto, el niño desarrolla la intuición, la imaginación y el inconsciente de su mente, del mismo modo que la parte racional, lógica y consciente. Al obrar más con la intuición y el pensamiento, este pensar “entraña el acceso al inconsciente más que a la conciencia”. Hemisferio derecho: el cerebro artístico Se ha comprobado que el hemisferio derecho gobernaba tantas funciones como el izquierdo y la forma de elaborar la información es diferente para cada hemisferio. El hemisferio derecho no utiliza los mecanismos convencionales para el análisis de los pensamientos, que utiliza el hemisferio izquierdo y concentra determinadas funciones, lo que no descarta en los fenómenos cerebrales globales que esas funciones no tengan expresión en ambos hemisferios. En lugar de ello, el hemisferio derecho, centro de las facultades viso-espaciales no verbales, concibe las situaciones y las estrategias del pensamiento de una forma total. El hemisferio izquierdo elabora la información en fases lógicas y analíticas, usando como investigador y mediador el poder del lenguaje, mientras que el hemisferio derecho integra rápidamente varios tipos de información y acto seguido los transmite como un todo. El método de elaboración utilizado por el hemisferio derecho se ajusta al tipo de respuesta inmediata que se requiere en los procesos visuales y de orientación espacial. El lóbulo frontal derecho y el lóbulo temporal derecho parecen ser los encargados de ejercer las especializadas actividades no verbales del hemisferio derecho. Esto se corresponde, en muchos aspectos, con las funciones de control del habla que ejercen el lóbulo frontal y el lóbulo temporal del hemisferio izquierdo. Se ha detectado un pequeño grado de compresión verbal en el lóbulo parietal derecho, que tiene capacidad de comprender una selección de nombres y verbos simples y manejar el pensamiento abstracto. Como ocurre con el hemisferio izquierdo, cuando el derecho está funcionando, anula parcialmente las funciones del izquierdo. De ahí que cuando predomina un hemisferio, se produzca una forma de pensar también predominante y esto provoque las diferencias de las dominancias que luego reiteraremos. Las facultades viso-espaciales, (la memoria visual y ubicación temporoespacial) y el talento musical son las dos habilidades no verbales más sobresalientes de entre las que regula el hemisferio derecho. De este modo, mientras el hemisferio izquierdo se halla fundamentalmente ocupado en las facultades verbales e interpreta al mundo en etapas lógicas, el hemisferio derecho lo concibe de manera global, sin realizar procesos analíticos. Esto diferencia las distintas formas de pensar de los diferentes hombres, según predomine el hemisferio izquierdo o el derecho. Los antropólogos y los psicólogos creen actualmente que es posible que cada civilización se haya desarrollado bajo la influencia del predominio de un hemisferio cerebral, especialmente en toda una población humana. La sociedad occidental parece ser que está dominada por el hemisferio izquierdo, y esto se refleja en la orientación y en los valores de su cultura. Sin embargo, el estilo de vida occidental en la actualidad, parece estimular más el hemisferio derecho en los centros que son estimulados por la ira, el estrés, la depresión y otros estados negativos. No obstante, los orientales han conseguido estimular mejor al hemisferio izquierdo con diferentes disciplinas de oración, ejercicios y meditación, estimulando los centros de placer y placidez. Otras culturas, en cambio, han orientado sus intereses según la influencia predominante del cerebro derecho y son numéricamente más escasas, ejemplo de los isleños de Trobriand que en lugar de manejar la información escalonada en el tiempo, como hacen los occidentales, ellos consideran toda la información disponible a la vez. Para educar a los niños en el uso del hemisferio derecho, Dodson aconseja usar el método del “pensar con la mano derecha”, lo que significa enseñarle al manejo de la percepción sensorial para captar la realidad en forma consciente. Es el pensar lógico, analítico y racional. Es la forma de pensar que debe tratar de desarrollar la escuela y la universidad en la enseñanza de niños y jóvenes. Lóbulo frontal: sede de la inteligencia y la personalidad El lóbulo frontal es la región más extensa de la corteza cerebral y la menos conocida y constituye una gran masa de tejidos que se extiende desde atrás de la frente hasta el surco central de la corteza cerebral. Actualmente se sabe que este lóbulo es el responsable de la ideación, del juicio y de la facultad de formar conceptos y de modificar dichos conceptos mediante el uso de información procedente de otras áreas del cerebro como es la de la memoria. Se cree, aunque no está bien establecido, que es la sede de la personalidad y de la inteligencia y que, en colaboración con el hipocampo y otras conexiones cerebrales, interviene en el aprendizaje. No obstante, el daño de este lóbulo no modifica la mayoría de los testes de inteligencia normalizados. Suele alterarse la capacidad de asociación del pensamiento frente al daño anatómico del lóbulo. Luego estudiaremos todo lo relativo al aprendizaje. Era la zona quirúrgica de la lobotomía para evitar la preocupación compulsiva (obsesión patológica). Sistema límbico Es considerado una especie de sistema cerebral, tanto por su origen como por sus funciones (de acuerdo a esta teoría el encéfalo tendría “tres cerebros” que trabajan conjuntamente en armonía pero que difieren en estructura, función y bioquímica. El sistema límbico sería el segundo de esos tres cerebros (el primero sería la estructura encefálica superior o lóbulos cerebrales y el tercero el tronco encefálico). Ubica en la zona profunda de los lóbulos temporales rodeando circularmente al tronco del encéfalo y los ganglios basales. Está formado por: 1. hipocampo, fórnix y circunvoluciones hipocámpicas que constituyen el arco inferior del círculo límbico 2. circunvolución cingular que forma el arco superior 3. septum, amígdala y cuerpos mamilares que ubican en la parte anterior 4. núcleo talámico anterior que está en el interior del círculo Todas estas estructuras tienen conexiones neuronales y bioquímicas intrincadas entre ellas mismas y con las áreas encefálicas superiores e inferiores. Es muy importante conocer la neuroanatomía de la ansiedad y, en general, de los trastornos emocionales. En este mecanismo neuroanatómico, el llamado sistema límbico ampliado abarca al sistema límbico propiamente dicho y a sus regiones conexas con el SNC. El sistema límbico propiamente dicho comprende un sistema olfatorio (bulbo olfatorio, estrías olfatorias y las áreas olfatorias corticales prepiriforme, periamigdalina y entorrinal); la formación hipocámpica (hipocampo [asta de Ammon], fórnix o trígono y circunvolución dentada); amígdala (grupo nuclear corticomedial y grupo nuclear basallateral); región septal (septum lucidum, área septal, núcleos septales); lóbulo límbico de Broca (circunvolución del cuerpo calloso o cíngulo y circunvolución para hipocámpica) Las regiones conexas con el SNC son: áreas límbicas mesencefálicas; hipotálamo; habénula y epífisis; áreas límbicas de neocorteza cerebral y núcleos límbicos talámicos. Este sistema límbico es el que rige el comportamiento y la vida instintiva del hombre. Al incluir el circuito de la memoria indica que el sistema límbico no es únicamente el “cerebro de las pasiones, afectivo y emocional” sino que participa de la racionalidad de la neocorteza. De ahí que las lesiones de este sistema provoquen no sólo falla de memoria sino también indiferencia afectiva. El sistema límbico, por lo tanto, vincula la información almacenada en la memoria, las pulsiones e instintos y la experiencia sensorial actual, otorgando una tonalidad afectiva al conjunto. El hipocampo confiere un “valor” a cada información nueva para compararla con la ya memorizada. En conexión con el área septal es donde arriban las informaciones hipotalámicas (vegetativo-viscerales) y en relación con las áreas corticales de asociación, el hipocampo puede comparar los mensajes actuales (la información sensorial proveniente del ambiente y los “programas motores” de la neocorteza) con la reserva de experiencias antiguas y de la memoria de especie (con toda su carga afectiva) de éxitos y fracasos, placer o dolor. Es el “órgano” de la inteligencia emocional. Últimamente se sabe que a través del bulbo olfatorio, el sistema límbico es un receptor de iones ambientales que operan e influyen sobre el SNC provocando reacciones diversas ante contaminaciones electromagnéticas o fenómenos meteorológicos, radiaciones cósmicas, etc. Este mecanismo desencadena una reacción similar al estrés. Conexión entre sistema límbico y tronco encefálico Esta conexión, que acabamos de estudiar como regiones conexas, está relacionada con el mantenimiento del equilibrio de los estados sentimentales-emocionales (que dependen del hipotálamo) y del estado de alerta (que es función de la formación reticular). La función sentimentalemocional del sistema límbico ha sido ampliamente investigada en el animal y se ha podido establecer también en el hombre. Las emociones, sobre todo las más fuertes como el miedo, parecen estimular el hipocampo primero y luego éste actuará sobre el hipotálamo que es el centro integrador de todas las reacciones emocionales. Las entradas de las reacciones sensoriales provenientes de los órganos de la percepción, están influenciadas por el sistema límbico antes de que lleguen a las áreas del encéfalo donde serán “descifradas”. Este “chequeo” límbico, incluso, según algunos psicólogos, puede estar influenciado en la apreciación final de una escena de la realidad porque el sistema límbico de alguna manera influye en el pensamiento, permitiendo que éste influya sobre las emociones y, a su vez, éstas puedan influir sobre el pensamiento. De este modo, un fenómeno puede ser percibido según sea el estado anímico previo: si hay alegría todo será “color rosa” y si hay tristeza, todo será de “color azul” (algunos prefieren hablar de “color negro” o “color gris”). El hipocampo parece estar continuamente comparando las entradas sensoriales con el patrón de conducta aprendido. Además, el hipocampo parece ser el responsable de los casos en que los estresados por ruidos permanentes, al cesar la fuente sonora, el cerebro reacciona en medio del silencio por la falta de ruido, del mismo modo que reaccionaba con el ruido. Esto explicaría dos fenómenos que ocurren cuando alguien se aleja del ruido y se aísla en un ambiente silencioso: el de tener la sensación de seguir alucinando ruidos y el de “extrañar” al ruido y buscar volver al mismo. Amígdala La amígdala impresiona estar relacionada con la alimentación, lucha, huída y cópula. Junto con el hipotálamo parece ser el centro regulador del impulso y la respuesta sexual. La estimulación de la amígdala y el hipocampo desatan conductas emocionales y en el caso de conflicto, antes de decidir si habrá lucha o huída, es la estructura que discierne si hay, o no, enemigo. La amigdalectomía (extirpación de la amígdala cerebral) en el animal, trastorna su conducta en forma permanente. Por ejemplo, transforma en agresivo a un animal dócil. Si bien pareciera que el arco superior del sistema límbico se superpone en sus funciones con el arco inferior, en realidad hay una especialización del mismo relacionada, sobre todo, con sentimientos y expresividad que lleva a la sociabilidad y al estímulo que provoca el cortejo o interés sexual y la respuesta al mismo. La estimulación eléctrica en el ser humano, de la amígdala, el hipocampo y el septum, provoca reacciones de ansiedad o excitación y agitación, ira, euforia, visiones coloreadas, interés sexual, deseo, asco, deleite y relajación. Esto confirma lo que se aseveró anteriormente como que la amígdala es la responsable principal de emociones perturbadoras y distresantes. Hipocampo y cuerpos mamilares: memoria No hay dudas que la enseñanza, el aprendizaje y todo el quehacer del hombre se basan en su memoria. La función mental de la memoria queda incorporada a la fisiología del sistema límbico en el denominado circuito de Papez que más adelante estudiaremos en detalle. Tronco encefálico Si bien el hombre, para ser tal en un todo, necesita de todas las funciones de su cuerpo, el encéfalo como órgano central encargado de esas funciones tiene prioridades distintas. Para él la respiración, el control de los latidos y la presión sanguínea que regulan básicamente la circulación de la sangre y la oxigenación de los tejidos, dos condiciones primordiales de la vida biológica, tienen más importancia que el habla, la vista o el oído. Los centros de las funciones vitales están en el tronco encefálico, responsable del soporte de la vida. Es el cerebro más primitivo del hombre, pues de él depende que viva y sean posibles las otras funciones. De ahí su prioridad fisiológica. En el tronco encefálico se encuentra la protuberancia y el bulbo y en ellos la formación reticular, llave maestra del tronco encefálico, pues es la usina de estímulos tanto activadores como inhibidores. Sistema reticular activador y corteza cerebral: la conciencia Cerca de cien mil millones de neuronas constituyen el SNC. El porcentaje mayor de estas células está en la corteza cerebral que se encuentra en la superficie de ambos hemisferios cerebrales. La superficie de cada hemisferio contiene las células que elaboran los códigos neuronales que provienen de los sentidos. Tales códigos envían información sobre los estímulos ambientales, a las áreas receptivas de la corteza, donde la información es procesada por columnas de células y transferida a las áreas de asociación, que se encuentran adyacentes, de modo que pueda combinarse con informaciones procedentes de la memoria, de los sentidos y de otras áreas cerebrales. Esta función de asociación es muy compleja y explicaría la delicada esencia del pensamiento humano y de las otras funciones intelectuales. De esta forma, también, se recibe la información de las vías nerviosas sensitivas al sistema reticular activador, el que estimula la actividad y la atención en toda la corteza cerebral. La información sensitiva sale del encéfalo, desde la corteza motora a través de las vías motoras y de ahí a la medula espinal, última operadora de sensaciones sensitivas y de impulsos motores. La combinación de la información de estas diferentes fuentes y su elaboración por la corteza, produce el fundamento de la conciencia. Las células reticulares excitadoras están extensamente conectadas con todo el sistema nervioso, tanto sensitivo como motor, y son estimuladas por impulsos nerviosos procedentes tanto de afuera como de adentro del cuerpo y sus distintas partes. Si por cualquier motivo se corta la entrada de información sensorial o sensitiva (percepción externa e interna), la excitación de la corteza cerebral cambia y la calidad de conciencia se modifica. El estado de conciencia se modifica según haya luz o oscuridad, ruido o silencio, indemnidad o ruptura de las vías sensoriales. O se altera según haya pérdida del estado de conciencia (inconsciencia), sueño o alucinaciones. Funciones del hipotálamo: sede de los instintos y las emociones El hipotálamo, ubicado en el diencéfalo está integrado por varias áreas que controlan los instintos básicos como el hambre, la sed y la conducta sexual, como asimismo el medio interno u homeostasis que regulan entre otras cosas la temperatura y otras funciones. Si bien los hemisferios cerebrales controlan y polarizan el control de emociones y estados de ánimo, también el hipotálamo contribuye con ellas porque es el centro de las emociones y de las sensaciones tanto del placer, como displacer y dolor. Anatómicamente considerado en el hipotálamo tenemos: área anterior: controla el impulso sexual y la capacidad de reproducción áreas posteriores: controlan la sed y el impulso de buscar agua núcleo supraóptico: interviene en el control de la sed por osmorreceptores núcleo preóptico o termostato: regula la temperatura interna del cuerpo núcleo retromedial: controla el impulso del hambre núcleo dorsomedial y locus ceruleus: regulan las emociones y la conducta agresiva área dorsal: es del centro del placer. El hipotálamo está conectado por diferentes vías nerviosas con el área frontal de la corteza cerebral, con el sistema límbico y con el tronco encefálico. Por intermedio de la arteria cerebral, el tallo infundibular, el sistema portal pituitario y los tractos neurosecretores, se conecta a la hipófisis y regula todo el sistema neuroendocrino a través de las hormonas hipofisiarias. Es un verdadero integrador de impulsos y quizás uno de los órganos más importantes que relacionan lo instintivo con lo emocional y lo inteligente, dando la integridad física y mental del hombre. Las emociones surgen de la gama de sentimientos humanos expresados, como la alegría, la tristeza, el amor y el odio, la serenidad (relajación) y la excitación (estrés), el pacifismo y la agresividad, etc., siendo siempre estos sentimientos bipolares o en dupla que representan los extremos opuestos, pero también con las gamas intermedias. Tan fuerte es la integración del cuerpo y la mente a través del hipotálamo, que las sensaciones emotivas producen respuestas físicas a la emoción y dan la base a la fisiopatología de las reacciones agudas y crónicas del estrés y la ansiedad y de las enfermedades psicosomáticas. En otros parágrafos iremos desarrollando otros circuitos nerviosos neuronales, en relación con cada fenómeno mental que estudiemos. La plasticidad cerebral (cerebro proteico) Hasta hace casi un poco más de una década, la neurociencia afirmaba que a partir del nacimiento, el cerebro contenía todas neuronas definitivas y que éstas no se verían modificadas por la experiencia vital. Desde esa perspectiva, los únicos cambios posibles que podrían producirse a lo largo de la vida, serían variaciones menores en las conexiones sinápticas (conexiones interneuronales) y la muerte celular que acompaña al proceso de envejecimiento. Según esta teoría tradicional era imposible la neurogénesis de nuevas neuronas (neuronagénesis), fuera de las que ya venían en el cerebro al nacer. Pero los descubrimientos posteriores de las neurociencias debieron asumir el nuevo concepto de plasticidad cerebral, donde no sólo puede el cerebro inhibir o activar las conexiones sinápticas, estableciendo nuevas y múltiples sinapsis según las necesidades de la función de un cerebro individual, sino que el cerebro se va modificando continuamente a medida que cada persona lo usa con mayor intensidad o una necesidad determinada y esto permite crear nuevas sinapsis y nuevas neuronas. El descubrimiento de esta capacidad de crear neuronas y sinapsis modificó todos los conceptos de la función cerebral. La plasticidad cerebral se muestra ante lesiones específicas del cerebro, el cual, tras un entrenamiento debido puede modificar la actividad de las zonas lesionadas o destruidas, mediante nuevas sinapsis o nuevas neuronas. Pero también en condiciones normales, bajo un estricto entrenamiento o adiestramiento para determinadas habilidades o aprendizajes, el cerebro estimulado crea nuevas sinapsis y neuronas. El secreto de la plasticidad, ergo, está en el uso intenso y adecuado mediante un adiestramiento o entrenamiento de habilidades específicas. Por ejemplo, si un pianista practica intensamente y en forma diaria por muchos años, los instrumentos de las neurociencias demuestran la neuroplasticidad al detectar el desarrollo inusitado de las regiones cerebrales que controlan el movimiento de las manos del pianista. Hay una relación directa en la neuroplasticidad cerebral: hay mayor cambio cerebral cuando el proceso de adiestramiento se instaura en forma temprana y es más prolongado (a mayor extensión e intensidad del entrenamiento, mayor cambio cerebral) Estas conclusiones son fundamentales para determinadas prácticas cerebrales sutiles como es la meditación. Cuánto más, mejor e intensamente se medite, habrá cambios cerebrales fundamentales que aumenten también la capacidad de meditar y de obtener mayores frutos creativos y mayores capacidades mentales (capacidades extraordinarias). En la práctica de la meditación, desde una perspectiva cognitiva, puede considerarse al desarrollo como el esfuerzo sistemático de controlar la atención y las habilidades mentales y emocionales relacionadas. Esto trae a colación una nueva pregunta que formuló Davidson: ¿podríamos servirnos de diferentes tipos de meditación para modificar los circuitos cerebrales asociados a los distintos aspectos de la emoción? Las neurociencias, mediante tecnología como el llamado difusor de tensión, ha logrado captar imágenes de la función cerebral durante las emociones y la meditación y este estudio ha puesto de relieve los sutiles procesos de remodelación en los que se basa el fenómeno de la neuroplasticidad cerebral. Esto permitió una respuesta afirmativa a la pregunta del principal investigador de la emoción y la neuroplasticidad. La neuroplasticidad es la nueva frontera de las neurociencias que comenzó a estudiarse y postularse en 1998 y que culminó con el descubrimiento de la remodelación cerebral mediante la creación de sinapsis y neuronas nuevas. Hoy, el desafío es averiguar las conexiones entre la neuroplasticidad cerebral para encontrar nuevas conexiones en los circuitos cerebrales que regulan las emociones perturbadoras, desarrollando en los afectados una capacidad para controlar más eficazmente la ansiedad, el miedo o la ira, acompañando el desarrollo de nuevas conexiones interneuronales. El descubrimiento de que el cerebro y el sistema nervioso generan nuevas células en función de la experiencia y el aprendizaje, que dio origen a la noción de plasticidad neuronal, lleva al nuevo concepto de cerebro proteico. El creador e investigador del concepto, Davidson, cree que esta noción de cerebro proteico terminará remodelando todos los conceptos de la Psicología clásica hasta ahora conocida y estudiada. Siguiendo con sus investigaciones, en la actualidad, este estudioso cree que las modificaciones cerebrales encontradas cuando son duraderas o permanentes, pueden provocar un cambio de temperamento. Este “cambio temperamental” sería el antídoto de las emociones destructivas, al fomentar la activación de las regiones del lóbulo frontal que inhiben o modulan la actividad de la amígdala, responsable de ciertas emociones negativas. Éste sería uno de los posibles mecanismos a introducir para contrarrestar las emociones negativas y destructivas, ya sea disminuyéndolas en lo posible o anulándolas cuando aparecen. Como contrapartida, se estimularían las emociones positivas, aumentándolas. La modificación de la función cerebral en pro del mejor y mayor uso de la corteza cerebral para regular también, más y mejor la amígdala, podría ser obtenida mediante el uso de psicofármacos. Pero el inconveniente de los psicofármacos, por lo menos en lo conocido hasta ahora, es que tiene una incidencia sobre la función total del cerebro y sistema nervioso y carecen de la puntualidad y especificidad necesaria y útil para una determinada región cerebral o el incremento o inhibición de una función cerebral específica. Luego, el camino más confiable y seguro es el método natural espiritual de obtener un mayor adiestramiento mediante la meditación y la experiencia continua e intensa. También las ondas electromagnéticas pueden activar la neuroplasticidad, pero tiene efectos más deletéreos, menos controlables y efectos secundarios que ponen en duda su eficacia. Sin embargo, es útil conocer el dato por las implicancias de una contaminación ambiental electromagnética intensa, la cual influye en la plasticidad cerebral, pero también lo hace en otros funciones orgánicas y el saldo total de la exposición generalmente son consecuencias patológicas más que fisiológicas. Se ha expandido mucho el dicho de que el ser humano normal utiliza sólo del 5 al 10% sus neuronas. Expresado esto en forma general y vaga da lugar a confusiones. El cerebro de toda persona funciona globalmente en un 100%, pero las neurociencias han descubiertos circuitos sinápticos “dormidos” o inactivos que al activarse en forma especial pueden generar mejores funciones cerebrales. Es decir, el quid no está en el uso de neuronas, sino en el uso de la inteligencia. Es probable que la frase acertada sea que el común de las personas sólo utiliza de un 5 a un 10% sus potencias intelectuales. El control mental ha mostrado la realidad de las “mentes superiores” donde el SPET ha descubierta activación de circuitos sinápticos y reacciones que no se ven en las mentes comunes. El desuso intelectual (o su mal uso) no atrofia neuronas pero sí modifica circuitos sinápticos y reacciones cerebrales lo que equivale más que a una atrofia anatómica, a una atrofia funcional. Debería empezar a decirse que el 90% de la gente mal usa sus potencias mentales intelectuales, afectivas y volitivas. El correlato “fisiológico” de los actos mentales Aprehensión de la realidad exterior e interior En el parágrafo anterior vimos la relación entre mente y cuerpo, o sea, la “anatomía” de la mente. Este apartado tiende a analizar los mecanismos mentales, o sea, la estructura de la función mental, algo comparable a una especie de “fisiología” de la mente. Hemos explicado que la mente capta los objetos de conocimiento por intermedio de la percepción sensorial o extrasensorial, siendo el instrumento final del conocimiento, para lo cual pone en marcha delicados mecanismos que hemos esbozado de alguna manera en todo lo explicado hasta acá. Ahora abordaremos más estrechamente la forma aproximada con que la mente trabaja, esencialmente, en el orden intelectivo. La pantalla en la cual se proyectan los actos mentales es la conciencia. Tras de ella están todos los mecanismos y procesos que se ponen en marcha cada vez que la conciencia se activa. La conciencia es lo que nos permite aprehender la realidad. La conciencia, a su vez, es el escenario que ilumina y permite conocer todos los fenómenos intelectivos, emocionales, afectivos, instintivos y volitivos. Tanto a la conciencia, como los ordenes intelectivo, emocional, instintivo y volitivo, lo analizaremos en los parágrafos respectivos. Por experiencia estricta, o sea “de hecho” hemos constatado la existencia de actos mentales a los cuales ya analizamos en parte. Ahora repetiremos algunos conceptos y agregaremos otros. Estos actos mentales son “dados” desde dentro de las personas. Por esta razón están ocultos en algún modo a una observación directa. Debido a esto no pueden ser estudiados de la misma manera en que pueden observarse las relaciones espaciales, temporales y causales, entre los objetos de la percepción sensorial normal. Tales actos son “realidades mentales” más bien que cosas u objetos que suelen percibirse por los sentidos en la “realidad común” del entorno o medio que nos rodea. Luego, es lícita la controversia que suscitan en el sentido de si pueden o no ser abordados por un “acceso privilegiado” y cuáles serían las formas de ese presunto acceso. Si los actos mentales son internos, por sentido común cabrían dos suposiciones: uno puede conocer, ser consciente, a veces, de sus propios actos mentales uno no podría ser consciente de los actos de otro de la misma manera que es consciente de los propios. Estas suposiciones confieren a los actos mentales la calidad de “privados”, que no tienen acceso a la percepción sensorial común. De todos modos, considerando junto con Heidegger, que así como el ser del hombre es un ser cerrado al no podemos acceder por nuestros sentidos ni por nuestra mente en forma directa, en alguna manera los actos mentales guardan una similitud con esta postura del ser. Pero, como lo remarca el pensador y filósofo alemán, el ser no puede ser accedido en forma directa pero sí en forma indirecta por los modos de ser que exteriorizan las conductas diferentes del hombre, causadas por su esencia o ser. Igualmente, los actos mentales pueden ser accedidos desde el exterior por los modos de exteriorizarse. Así, a nuestros actos mentales los conoceremos por experimentarlos directamente, pero a los actos de los otros tendremos acceso por los modos de comportamientos que esos actos generan y, desde luego, por analogía con los nuestros. Es decir, los actos mentales ajenos nos pueden ser develados mediante un mecanismo de observación reflexiva y de analogía. Extrospección e introspección Las conclusiones anteriores dan pie a dos tipos de observación: ⇒ extrospección: realizada por la percepción sensorial desde afuera. Es similar, particularmente, a la extroversión como “movimiento que sale fuera de sí por medio de los sentidos”. No es palabra del español el término extrospección. ⇒ introspección: (mirar adentro) llevada a cabo por un mecanismo de reflexión, que es especie de auto inspección “hacia dentro” que con nuestro pensamiento crítico nos realizamos. Es un término acuñado en el idioma español y es definido como “observación interior de los propios actos o estados de ánimo o de conciencia” a lo que conviene agregar un concepto de la definición de introversión: “acción y efecto de penetrar dentro de sí mismo, abstrayéndose de los sentidos”. Hernández Monsalve interpreta a la introspección como una “capacidad para el diálogo interno” y establece que dicho diálogo es posible “en virtud de al menos tres cualidades de la persona” las cuales serían: • capacidad de introyección de la realidad (que consiste en incorporar los elementos externos a su esquema referencial o mundo interno) • capacidad para el manejo de entidades abstractas o simbólicas • capacidad de reflexibilidad (tomarse a sí mismo como objeto de percepción) La extrospección u observación directa puede ser hecha por la simple observación de determinadas conductas, de actos conscientes y exteriorizaciones verbales o bien con una extrospección sistémica en la cual sometemos a la persona observada a una serie de testes para conocer sus reacciones frente a diferentes estímulos o problemas a resolver. De igual modo podemos proceder con la introspección que puede ser directa o sistematizada. El único inconveniente es que la sistematización de ambas observaciones, en algún modo, perturba los procesos conscientes naturales, lo que limita cualquier método. ¿Es posible la introspección? Algunos autores como Brentano piensan que no, porque nunca habría un segundo acto de conciencia cuando uno es consciente de un acto mental. ¿Qué significa esta afirmación? Que si yo realizo una percepción consciente de un fenómeno (primer acto mental consciente) no podría someterlo a introspección (segundo acto mental consciente). Esto implica aceptar que la conciencia opera en forma sectorizada. En la realidad, cuando yo escucho un sonido (acto consciente) enseguida mi mente comienza a clasificar las características de ese sonido y su significado, por ejemplo, oír un trozo musical conocido y en forma inmediata y simultánea al acto de oír mi mente me dice el nombre de la melodía e, incluso, si yo sé la letra en el caso de una canción, comienzo automáticamente a seguir la melodía recordando la letra (segundo acto mental consciente). Esto niega la afirmación de Brentano. En este ejemplo, como en todos los actos mentales, más aún por los originados en una atención múltiple (percepción simultánea de diferentes acciones u objetos), mi mente opera en un solo bloque, con la misma continuidad que la realidad ofrece. La captación y el reconocimiento son actos que se dan al mismo tiempo. No hay cortes ni sectorizaciones. De igual modo, mi mente consciente opera cuando yo la someto a la introspección: al mismo tiempo que voy captando e interpretando la realidad, mi mente me permite ir apreciando los mecanismos que usa. Esto es más patente cuando en un estado de percepción y atención múltiple, de repente algo me llama la atención de un modo más poderoso y particular. En ese instante, como si mi mente fuera el “zoom” de una lente de máquina fotográfica o filmadora, a manera de potente lupa, hará resaltar el hecho llamativo y opera como las pantallas de los modernos televisores en los cuales, habiendo una imagen central, tiene en los costados otras imágenes en recuadros menores, permitiendo sintonizar varios canales simultáneamente (o la pantalla de la PC con ventanas simultáneas abiertas). Valga este ejemplo tecnológico para graficar un mecanismo que de otro modo sería imposible representar, explicar o entender. Para acercar una explicación menos directa y más elaborada intelectualmente, según adelantamos en un parágrafo anterior, Reinhardt Grossmann propone la teoría de los estados mentales y los estados conscientes, distinguiendo como estado mental al momentáneo acto de conciencia consistente en un acto de experiencia (por ejemplo, el acto de percepción es un acto experimentado y consiste en un acto de “toma de conciencia” de un fenómeno experiencia). Mientras que estado consciente es un momentáneo estado de la conciencia consistente en las intenciones u objetos que se proponen para un estado mental (por ejemplo, al objeto percibido se le asignan determinadas funciones intencionales; como significaría escuchar una melodía musical para deleite o para bailar o para aprenderla y asimismo elegir el objeto o medio por el cual se oirá la melodía, que puede ser un tocadiscos, un CD, un vídeo, etc.) Pero realmente, tanto el estado mental como el estado consciente de Grossmann son situaciones simultáneas aunque se presenten con una cierta gradualidad y todas ellas forman el proceso mental. Una sucesión de ciertos actos mentales como los actos de conciencia, constituye un proceso mental único, continuo, en bloque y sin sectores ni cortes. Otra cosa distinta ocurre cuando debe formularse un juicio y acá si hay “cortes” de la realidad como explicaremos después. Todo lo relativo a la conciencia y a la aprehensión de la realidad, lo veremos en el capítulo siguiente, para luego seguir en otros capítulos analizando lo relativo al intelecto (vida intelectiva), a las sensaciones (vida sensitiva) y posteriormente a la volición (vida volitiva). II CONCIENCIA Y REALIDAD Realidad: Mundo exterior y mundo interior. “Aun antes de que filosofemos, el problema de la realidad aparece ya resuelto en cada momento de nuestra existencia. Tratamos con las cosas, obedecemos a los modos del ser real, según se nos presenten” Karl Jaspers Jaspers ha tratado a la realidad como el espacio de lo abarcador. Considera que este “espacio” nos es dado apenas comienza el curso de nuestra existencia. Nos encontramos inmerso en un tiempo y un espacio que es nuestra realidad y dentro de ella están todas las cosas externas e internas que nuestra conciencia puede abarcar. Esto es lo que lleva al filósofo a afirmar que “tratamos con las cosas según se nos presenten”. Pero sabemos que no todo lo que se muestra en “nuestra realidad” es verdad y lo más probable es que las cosas parezcan ser algo distinto de lo que verdaderamente son. Este fenómeno me induce a buscar la certeza, que Jasper describe así: “me cercioro de la verdad mediante la cual se me debe manifestar el ser, (lo que) es como si caminara con una luz y me hiciera libre”. Conocer la realidad, para Jaspers, es un desear saber y ser: saber totalmente “lo que es verdaderamente real” para lo cual apelo al conocer; ser no como un mero “durar vital” sino “ser realmente yo mismo”. En el camino del conocer nos encontramos con la realidad subjetiva interna y la realidad objetiva física o externa. Pero este conocer nos deviene de diversas formas: como ciencia, como creencia, como filosofía, etc. Lo único que conseguimos es enfrentarnos, según Jaspers, con una realidad extraña que nos avasalla con el tiempo y el espacio y la subjetividad de las cualidades secundarias (color, sonido, formas, medidas, sensaciones, etc.). Así, “todo es realidad a su modo y, al mismo tiempo, todo es perspectiva únicamente”. Todo esto constituye un límite inalcanzable. De ahí que optemos por el hacer, esto es, buscar la realidad como el ser propio, encontrarnos con nuestra auténtica mismidad. Pero este camino es como una “correa sin fin” que nos pone en movimiento continuo de nuestra conciencia, entre el saber y el ser, que nos conducen, indefectiblemente, a los modos de ser de la realidad, pero no a la realidad misma. La presencia de esta problemática lleva a Jaspers a decir: “hasta aquí nuestro filosofar sólo ha descombrado el camino. Sobre el fundamento de este filosofar crítico buscamos otra filosofía en qué hallar el retorno a la realidad. Buscamos un filosofar que tenga como suposición todos los modos posibles de la realidad, es decir, que los quiera conocer y captar ilimitadamente, pero que, a través de ella, se dirija a la realidad-misma”. Intentemos, en nuestro pensar, encontrar ese filosofar del retorno a la realidad misma. Es evidente, y no sujeto a ninguna contradicción ni controversia, que existe un sujeto (hombre) y un mundo exterior a él (el medio estimúlico que lo rodea). Este fenómeno innegable es el punto de partida para poder entender otro fenómeno, ubicado en el sujeto mismo, que es el llamado mundo interior, o sea, todo lo que encierra dentro de su mente y cuerpo. Previamente, dejaremos aclarado que nuestro concepto de mundo, en esta particular cuestión, es el ámbito de sentido de las cosas, fenómenos y sensaciones. El mundo interior es la subjetividad que desde algunos puntos de vista se considera como el “sí mismo” y esto da origen a dos nuevos neologismos: el que considera a sí como sistencia y a mismo como mismidad y esa interioridad subjetiva de sistencia y mismidad es donde reside el ser del hombre y es probable que esa mismidad sea el propio espíritu humano que plasma al concepto del ser humano. En el espíritu están todas las notas primordiales que destacan a la ontología del ser humano. No es descabellado ni ilógico, ni mucho menos irracional, identificar a espíritu como manifestación o expresión del ser humano. Estos tres elementos (hombre, mundo exterior y mundo interior) constituyen la realidad. Dado que hemos mencionado a la realidad, nos ocuparemos ahora de reflexionar sobre lo qué es o lo que debemos entender por realidad, para ubicarnos en ella como el contexto que rodea al texto (desarrollo) de nuestra vida. Realidad, denotativamente (definición de diccionario), es “existencia real y efectiva de una cosa”, “verdad, lo que ocurre verdaderamente”, “lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio”. La definición del diccionario es algo anfibológica por varias razones: 1. define a realidad como existencia real lo que lisa y llanamente significa definir con la misma palabra y esto no dice nada. También habla de existencia efectiva, es decir, “lo que produce efectos”; 2. sigue con otra acepción como es verdad, lo que ocurre verdaderamente y acá el concepto cae en una falacia. Nosotros sabemos, sin hesitar, que hay cosas verdaderas y cosas falsas que tienen existencia real y efectiva. Luego es ambiguo referir la realidad como sólo la verdad. 3. incluye la acepción de que realidad es lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio. Esta acepción entra en franco conflicto, precisamente, con la realidad porque las ilusiones son partes naturales de nuestra realidad. ¿Acaso el sueño fisiológico con ensoñaciones o figuras oníricas no se dan o existen? Negar la existencia de las ensoñaciones como “cosas” propias del estado de dormir u otros estados oníricos, es no tener en cuenta un “fenómeno real”. No hablemos de los ilusionismos que sobre las arenas tórridas del desierto o sobre el asfalto caliente provoca la luz solar plena. Cuántas veces se han referido los espejismos que sufren los que atraviesan el desierto de día. Y quién no ha experimentado, en el conglomerado urbano, la sensación del hormigón “lleno de agua”, otro espejismo producto del reflejo de esa luz solar, a determinada distancia. Estas imágenes ilusorias se ven en forma patente, existen, son y luego, en algunas circunstancias se perciben como reales. Estos y otros fenómenos irreales se dan y aprecian, causan efectos visuales o sonoros, como ocurre con sucesos tales como la premonición y la telepatía. Estas observaciones o fenómenos circunstantes, dan la base para poder afirmar que la realidad, esencialmente considerada, abarca “todo” lo que cae en la órbita de los sentidos, lo que es percibido de algún modo por el intelecto y, aún, lo que el propio intelecto produce, pues aunque carezca de existencia física, su presencia es tan fuerte que impacta como si fuera real. Visto así, no debe caerse en el error de la definición del diccionario, de creer que todo lo que está en la realidad es verdad, porque hemos señalado que en la realidad se dan fenómenos falsos y verdaderos. Tampoco debe tenerse por realidad sólo lo que tenga existencia física, palpable, dado que no es infrecuente apreciar fenómenos que estimulan nuestros sentidos, pero que no tienen existencia física, como lo referidos a espejismos, alucinaciones, premoniciones, telepatía y sustantivos abstractos (belleza, fealdad, maldad, etc.), es decir, causan efectos. Y, a fuerza de cometer paradoja o contradicción con el diccionario, deberíamos aceptar que la realidad (en el sentido de conjunto de cosas) abarca lo definido como real y lo considerado como irreal. Edoardo Weiss, siguiendo a Paul Federn, define a lo real como lo “existente fuera de la mente e independiente de ella”, mientras que irreal es lo que designa a “sólo lo imaginario, producto de la mente misma”. Estas acepciones marcan la idea general de lo que se ha querido entender en Occidente por realidad. Pero, lo que escapa sensiblemente a estos criterios es la artificial división de la realidad entre los objetos que están fuera de la mente y lo que está en nuestra mente. Nuestra mente tiene pensamientos, sentimientos e instintos y todas esas cosas existen, son reales, aunque estén dentro de la mente y no fuera de ella. Por lo tanto, lo producido por la mente, naturalmente, es cosa real dado que no es imaginada. Así como hay una percepción exterior, a través de los sentidos para ver las cosas que hay “fuera de la mente”, también hay una percepción interior o introspección que nos permite sentir las cosas que están “dentro de la mente”. Ambos sentimientos son válidos por igual pues perciben cosas que existen verdaderamente. De todos modos, quiérase o no, la mente es la que percibe y evalúa tanto lo objetivo como lo subjetivo y, en este caso, lo real e irreal. Sin la mente no existirían ambos conceptos. El propio Weiss, en su análisis del “sentido de la realidad” destacará como una mente enferma puede percibir cosas reales como irreales y viceversa. También la mente sana puede hacerlo en determinados espejismos (caso del asfalto caliente) pero el conocimiento previo del fenómeno equilibra una falsa percepción con la verdadera realidad. Luego, la palabra realidad debería ser aceptada con significados distintos: el significado denotativo que da el diccionario para referirse a cosas concretas, verdaderas y efectivas y al significado etimológico que señala la esencia de la palabra. Etimológicamente, realidad viene del latín res, rei = cosa (el diccionario latino-castellano Parvus Duplex de Editorial Sopena Argentina define a res, rei, además, de “cosa en sentido indeterminado”, como “la cosa material, criatura, ser” y también como “asunto o materia”). Buscando el sentido etimológico de realidad, vemos que la filosofía griega tenía un sentido de realismo y afirmaba a la realidad como un mundo ideal fuera del pensamiento. Ese concepto es el que luego dará origen a denominar como real todo lo que está fuera de la mente (pensamiento), dado que los griegos interpretaban como idea a todo lo que tuviera forma y apariencia y existencia en sí mismo. Pero, pareciera que los griegos no advirtieron que, posteriormente, a la palabra idea se la interpretaría como la forma que el pensamiento daba a las cosas, con lo que lo ideal queda como un concepto o una formulación del pensamiento y, por ende, es algo que está dentro del pensamiento. Por eso, nosotros preferimos hablar de las cosas (res, rei) y así, el pensamiento, de algún modo, puede quedar involucrado en el conjunto de las cosas o cuestiones. El mundo ideal de los griegos era constituido por lo que luego los medievales llamarían universales. La “idea” griega se concebía como algo fuera del pensamiento, pero que podía tomar forma sólo en el pensamiento de seres particulares, de cada persona o individuo. Esta teoría griega funcionaba como si las ideas fueran algo que si bien existía exteriormente al hombre, sólo el pensamiento humano podía darle forma y llegar a que dicho pensamiento captara una realidad, aunque dicha realidad no estuviera fuera del pensamiento. Parece confuso pero para Platón era cosa clara. Esto podía interpretarse, en modo grueso, como que las ideas eran una especie de entidad “embolsada”, “empaquetada” que flotaba en el ambiente y se “introducían” en el alma y de ahí podía pasar de un alma a otra y concretarse en el pensamiento individual. Los medievales estructuraron la teoría de las ideas mediante la concepción de un realismo bajo la forma de universales que tomaron dos formas específicas: la denominada ante rem que es el apriorismo platónico: las ideas o universales existen, “son reales”, antes que se tenga la presencia efectiva de las cosas en particular Pero esos universales (ideas) se concretan “se hacen reales” in re, dentro o frente a la cosa particular. Esta teoría de la existencia apriorística de las ideas, hoy se conoce como memoria filética a la que Jung denominó inconsciente colectivo. La memoria filética sería como una especie de software espiritual que contiene todo el conocimiento natural del hombre; que está en el espíritu y que cada persona puede activar de un modo particular para “formar idea de las cosas”. Sea como sea el planteamiento filosófico, todo funciona como que si el hombre no existe, las ideas, cualquiera sea su naturaleza, necesitan del pensamiento humano para concretarse. Es el fundamento del postulado de Perogrullo: sólo el hombre puede concebir y hablar de realidad. Sintéticamente y en modo grueso, podemos considerar a la realidad como “el conjunto de cosas que están ahí” o que “se dan o presentan alrededor y dentro de nosotros”, “lo que se muestra en nuestro mundo exterior e interior”. Pero, realidad no es sólo el conjunto de las cosas que están ahí solamente. Si advertimos bien, se ha agregado de lo “alrededor nuestro”, “se muestra en nuestro mundo”. Esto presupone que, además del conjunto de cosas exteriores, está nuestra conciencia, nuestro yo, que examina ese conjunto. En consecuencia sería: juzga Realidad = conjunto de cosas que nos rodean + nuestra conciencia que observa, siente y En estos conceptos hay que incluir lo objetivo, es decir, aquello que está “a la vista” y “a la mano”, que existe, que está fuera de sí y de nosotros. También lo subjetivo como lo propio de nuestro interior, lo que no se manifiesta “a la vista” y “a la mano”. En estos términos, la RAE pone las siguientes definiciones: objetivo es lo “perteneciente o relativo al objeto en sí y no a nuestro modo de pensar o de sentir”, “lo que existe fuera del sujeto que lo conoce”, “fin o intento”. Objeto es “todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo”, “lo que sirve de materia o asunto al ejercicio de las facultades mentales”, “término o fin de los actos de las potencias”, “fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación”, “materia o asunto de que se ocupa una ciencia”. Subjetivo es lo “relativo o perteneciente al sujeto, considerado en oposición al mundo externo”, “relativo a nuestro modo de pensar o sentir, y no al objeto del mismo”. Sujeto es “asunto o materia sobre la que se habla o escribe”, “el espíritu humano considerado en oposición al mundo externo, en cualquiera de las relaciones de sensibilidad o conocimiento y también en oposición a sí mismo como término de conciencia”. En Gramática, sujeto es quien lleva a cabo una acción o de quien se predica o anuncia una cosa. Los filósofos existencialistas tratan de captar al hombre tal como es en la realidad, como él se siente a sí mismo en una concreta situación histórica. Antes se pensaba filosóficamente que el hombre era una entidad abstracta como una mente frente al universo. Los existencialistas ponen como reflexión filosófica más importante a nosotros mismos y a los problemas vitales que nos atormentan aquí y ahora. Esto, en alguna medida, exige la aplicación del “método subjetivo” basado principalmente en la introspección. La dificultad del método es la ambigüedad con que se toma al término “subjetivo”. Mientras que a la palabra “objetivo” la aplicamos sin mayores explicaciones no podemos hacer lo mismo con la palabra “subjetivo” que está cargada más de connotaciones que de denotaciones. Desde el punto de vista filosófico y científico, la aceptación más frecuente de la palabra “subjetivo” está referido a algo con sentido de “parcial, falseado por algún prejuicio” o, también, como un sinónimo de una cosa “fantasiosa o idealizante”. También lo “subjetivo” es valorado como algo muy particular que carece de universalidad. Pero no es así. La subjetividad es propia del hombre porque su yo (como esencia consciente) es un fenómeno interno, subjetivo. Y este yo es el valorador de la realidad. Pero para evaluar esa realidad debe hacerlo con método. Lo del método objetivo o científico no se discute y se acepta sin mayores connotaciones. Cuando se habla del método subjetivo debe procederse de igual forma, pues se debe entender que con el término “método subjetivo” nos referimos a una particular forma de abordar las cosas, tanto filosóficamente como científicamente, cuando la objetividad resulta insuficiente. O para adquirir conocimientos en los cuales se precisa en forma absoluta, la participación personal. Ninguna máquina puede reemplazar al hombre para realizar una meditación trascendental. Sólo su subjetividad. En última instancia, si bien parte de los objetos, todo conocimiento es subjetivo. Ergo, no hay que temer en las conclusiones a que arribe el método subjetivo en cosas referentes como la moral, los valores, los sentimientos y la fe. Las posibilidades de yerro son las mismas que la del método objetivo. La dificultad consiste en saber disciplinar correctamente el método subjetivo. De no hacerlo, se hace posible la intrusión de fantasías o creencias falsas, pues “se piensa más con el corazón que con el cerebro”. No obstante, el “corazón” es muy necesario para la fe y los sentimientos, pero debe estar sujeto al cerebro. Es lo que hoy conocemos como “inteligencia emocional”. Hemos traído a colación todas estas definiciones para mostrar que en la realidad cabe tanto lo objetivo como lo subjetivo, pues ambos son caras de una misma moneda, porque dicho directamente, todo objeto está referido a un sujeto. Hegel admite que sujeto y objeto no son términos que puedan darse ni pensarse aislados. La interpretación según la cual el sujeto va hacia el objeto y se limita a reproducir sus características o determinaciones, es falsa. Sujeto y objeto son términos correlativos, no dos entidades separadas; y, como términos correlativos, actúan uno sobre el otro, en un proceso constante. No hay una realidad fija, dada allí, que el sujeto tenga que conocer reflejándola o aprehendiéndola. Sujeto y objeto se oponen en un proceso creador. La realidad no es una realidad hecha, que podamos simplemente contemplar de una vez para siempre. La realidad se construye, momento a momento, como también, de algún modo, se construye el sujeto. Hay un principio de mutabilidad permanente en la realidad, en el sujeto y en el objeto. A lo sostenido por Hegel, nosotros agregaremos ahora una definición más concreta de realidad y que esa mutabilidad depende de lo que es la realidad en sí y del hombre que la observa y explica. Por tanto, insistimos en considerar que realidad debe ser considerada como conjunto de todas las cosas determinadas o indeterminadas que están u ocurren en nuestras circunstancias externas e internas y que de algún modo son percibidas por nosotros, produciendo efectos, estimulaciones, acciones o reflexiones. Luego, en lo atinente a la realidad, hay dos cosas que discernir: la realidad en sí como conjunto de cosas que existen y el hombre que está inmerso en esa realidad. El hombre, su esencia y su existencia en la realidad Cabe, ahora, profundizar un poco más la cuestión realidad. Como punto siguiente de reflexión es lícito preguntar: ¿una misma realidad (o también realidad en forma indeterminada) es igual para todos? o ¿cada uno interpreta la realidad en modo diferente? En estas preguntas, para ser contestadas con una buena precisión, es necesario desmenuzar las respuestas en una serie de reflexiones. La primera reflexión es que, sin dudas, los objetos o cosas que se dan en la realidad son un todo único, su percepción por sentidos sanos (no afectados) es idéntica, la naturaleza es única y, evidentemente, un mismo objeto no puede tener identidades o naturalezas distintas. Esta reflexión está referida al objeto en sí, sin la interpretación de un sujeto, o sea, a la presentación del fenómeno (fenómeno puro), a la “cosa” que “se da” o “está ahí” como mero ente en un ámbito estimúlico. El ámbito estimúlico es el que permite estimular la percepción: por los sentidos, o por la intuición, o por la sensación interna, (percepción que causa sensaciones subjetivas), o imágenes por representación ideográfica, es decir, a la mera formación de una idea, no sujeta a la abstracción por la percepción de un fenómeno objetivo (la idea formada es puramente una imagen mental que puede existir sin correlación con ningún ser que tenga existencia fuera de la mente que forma esa idea). En esta reflexión debemos aclarar que las sensaciones íntimas o internas, las consideramos un objeto ante la mera presentación de la misma. Recién cuando las interpreta quien las percibe, debemos considerarlo algo subjetivo. La segunda reflexión es, también sin dudas, de que la captación de la realidad por un sujeto observador o perceptor de estímulos de cualquier naturaleza, necesita tener un estado de conciencia determinado para que sus sentidos o sensaciones internas puedan ser estimuladas en forma normal y debida, es decir, la forma en que habitualmente todas las personas viven, captan e interpretan la realidad circundante. La conciencia plena es cuando la persona está vigil (despierta completamente), sus sentidos están atentos o concentrados en la percepción de un fenómeno o cosa y esos sentidos no padecen ninguna alteración. A su vez, los mecanismos intelectuales o mentales que permiten la captación (abstracción), formación de ideas, conceptos y juicios, también deben funcionar normalmente (sin estar afectados por alteraciones psiquiátricas, ni conceptos “a priori”) y que permitan percibir la realidad “tal cual”. La tercera reflexión es que debe considerarse como “condición sin la cual”, que la forma de la interpretación de la realidad sea adecuada, es decir, se acerque lo más posible a la verdadera naturaleza de las cosas percibidas. Esta reflexión, a su vez, genera otras como ser: 1. la interpretación directa, mera, pura de la cosa como ente “que aparece”, es decir, saber interpretar si es real o irreal, si es conocido o desconocido, si tiene o no un sentido previo, si es falso o verdadero. Esta reflexión cabe porque no es lo mismo interpretar a un animal visto como lobo o como perro, o a una imagen como ilusoria (alucinación) o real. Si la interpretación básica, simple o directa falla, es seguro que toda la realidad será trastocada y deformada. 2. la interpretación reflexiva que es la que realiza el sujeto cuando intenta descubrir la naturaleza de la cosa o fenómeno observado y darle un sentido. La interpretación reflexiva puede ser hecha de dos maneras (las más sobresalientes entre otras posibles): • en una forma global, abarcadora, considerando la cosa interpretada como un todo • en una forma parcial, como un simple punto de vista, es decir, teniendo en cuenta sólo un aspecto (interpretación aspectual). El hombre por su naturaleza inteligente, a diferencia del animal, además de una percepción de la realidad en forma directa o pura, como algo solamente estimúlico, casi automáticamente tiende a interesarse por la naturaleza o esencia de la cosa (lo que las cosas son) y, por tanto, inmediatamente trata de ubicarlas en el contexto de su existencia o de su proyecto existencial, lo que significa darle un sentido. Una cosa “sin sentido” para el hombre es como no existiera, es una nada. El animal, que supuestamente vive sin buscar el sentido de las cosas, habita un lugar asignando a los objetos y sensaciones que en ese ámbito se dan, el papel de cosas meramente estimúlicas. Son cosas que afectan a sus sentidos como algo que “le sirve para...” (satisfacer un instinto de hambre, sed o sexual, para protegerse luchando o huyendo, para morar, para marcar un territorio) y en ese sentido usa de los seres animados e inanimados que le rodean. Las sensaciones internas animales son solamente instintivas y son guía para subsistir, para placer, o para temerles o huir de ellas. Sus sensaciones básicas son afectivas (cuando cuida de su cría, convive con su pareja o integra un conjunto como manada, rebaño, enjambre, es decir, como animal gregario) o son agresivas (ataca para defensa, para matar su presa que le alimenta, para evitar que otro ocupe su territorio) o son simplemente de miedo o temor que le causa angustia y provocan el reflejo de huida o de lucha. En el animal, el conflicto siempre desata, en forma neta, la resolución por la lucha o la huida. Pero nunca queda siderado crónicamente. Por eso no padece “enfermedades por estrés”, salvo que esté privado de su libertad, por algún motivo (enjaulado, entrampado o cercado por vallas naturales). El hombre, en forma diferente al animal, vive interpretando su realidad, cargándola de sentidos y transforma su ámbito estimúlico, en un “mundo” (un ámbito con sentido) y enseguida comienza a “instrumentar” su mundo, instaurando la cultura. Es decir, cultiva su medio y lo llena de instrumentos para adaptarlo a su gusto o necesidad. La transformación de un medio o ámbito estimúlico puede ser: para mejorar lo natural o para destruirlo o para instalar lo artificial (el instrumento físico creado por el hombre). El sentido que el hombre da a las cosas, puede ser formulado como una interpretación directa y, de ese modo, una piedra es sólo una piedra que “le sirve para...” instrumento, arma, construir un muro, etc., y así vive circunstancialmente. En este caso, su proyecto vital es siempre un proyecto cotidiano: aquel que sólo le sirve para “vivir al día” y satisfacer sus necesidades inmediatas. O bien, el hombre puede adoptar una interpretación reflexiva y además de darle a las cosas un sentido físico, mediante una reflexión profunda y crítica transciende su mundo cotidiano físico y pasa a buscar un sentido metafísico. De esta forma inquiere ya en forma global y no sólo con un punto de vista o aspecto, sobre la esencia de las cosas (lo que las cosas son en sí) y darles un sentido englobador y más cierto. En este plano florecen ciertas ciencias de la comprensión y la filosofía, la epistemología de las ciencias aspectuales, la conducta moral o ética, la fe religiosa, la vida virtuosa. El hombre ya no sólo vive “para...” satisfacer necesidades materiales, sino agrega un “porqué” vive y acepta un proyecto existencial más profundo que el meramente cotidiano. La vida tiene un sentido completo que abarca lo físico y lo metafísico y el hombre ya no es un mero instrumentador de ambientes, sino que vive la plenitud de su espiritualidad, acercándose a la identidad plena de su condición de ser “pensante”, “inteligente”, dotado de un logos o verbum o palabra que puede conducirle a un estilo de vida armónico consigo y con el universo (todo lo que le rodea). Fundado en estas reflexiones extraídas de los pensadores filósofos de las últimas décadas, que parten de las raíces del pensamiento griego liderado por Aristóteles y Platón (y a través de él, Sócrates), se afirma el deseo de lograr una perfección espiritual que esté en correspondencia y armonía con la verdadera naturaleza del hombre. Esta naturaleza que es principalmente buscadora de la verdad, de la esencia de las cosas y de la manifestación del hombre como ser inteligente que puede dominarse a sí mismo y manejar su ambiente, instalando una calidad de vida que sea “excelente”, placentera y totalizadora. Para que esto ocurra, los dos polos principales de la vida (el hombre y su realidad o circunstancias) deben lograr una afinación a tal punto que les permita usar debidamente las potencias intelectuales, afectivas y volitivas del hombre, y la realidad sea vivida siempre con tendencia a lo bueno, evitando o superando lo malo. La escuela filosófica española, encabezada por Ortega y Gasset y sus discípulos han hecho hincapié en reflexionar sobre “el hombre y sus circunstancias” siguiendo de algún modo los preceptos de una filosofía antropológica basada en la fenomenología y algunos principios del existencialismo. Naturalmente, no del existencialismo denostado por mucho pensadores filosóficos por las conclusiones de Sartre, y otros pensadores, sino por el existencialismo que sólo trata filosóficamente la vida que el hombre desarrolla cuando decide manifestarse, es decir, mostrar “modos de ser”, dejando su “sistencia”, su “mismidad”, su “subjetividad”, su “intimidad”, todo lo relativo a “sí mismo” para salir al mundo y obrar de diferentes modos. Cuando estos modos son “globalizados”, es decir, universales (ambos conceptos utilizados en el sentido de que ocurren en todos los hombres de idéntica manera y sin excepción), serán interpretados como notas fundamentales de la esencia no conocida del hombre. Por eso habíamos afirmado que cuando el hombre “sale de sí”, abandona su intimidad, queda fuera de su sistencia (sí mismo), empieza su existencia (ex = fuera; sistencia = sí mismo). La existencia humana es la “capacidad de relación consigo mismo y con las cosas exteriores”, pero no es una subjetividad ni vive encerrada en sí misma, ya que el ser mismo únicamente se realiza en comunicación con otro ser igual a él. La importancia de la comunicación es que no sólo hace posible el ser, sino que es también el camino hacia la verdad en todas sus formas. La verdad unívoca está en la “validez de las afirmaciones que están consolidadas por una intuición inteligente y una evidencia lógica, a través de conocimientos exactos para la conciencia en general” (Karl Jaspers) Goleman recomienda a la inteligencia como el medio de educación o de control de las tres esferas y así se comienza a hablar de inteligencia emocional, inteligencia racional o intelectiva, inteligencia volitiva. Cuando no media esa educación o intención de equilibrio, lo más común es que predomine una de esas esferas sobre las otras. A veces ese desequilibrio es normal cuando se da en etapas de inmadurez del cuerpo humano. Así, un recién nacido predominará más lo instintivo que está dentro de la afectivo y en el niño y adolescente pueden actuar lo racional y lo afectivo, predominando más esta última esfera. En el caso de que una esfera predomine sobre las demás, hay un desequilibrio que desnaturaliza el ser humano. Quizá la esfera que más escapa al control de las otras dos es la esfera de lo afectivo y dentro de ella se ubica lo instintivo y lo emocional. Como la emoción es la que parece graduar lo instintivo, por esto se ha considerado a la parte emocional como la más importante del desajuste social del hombre de hoy. También lo emocional está ligado a lo espiritual. Luego, la crisis espiritual actual es, en última instancia, una crisis de la emocionalidad. La emocionalidad descontrolada conlleva el conflicto y la crisis. Esa es la causa que llevó a Goleman a considerar que la inteligencia emocional es el arma principal y más formidable para que el hombre corrija su desequilibrio vivencial. La ansiedad extrema, el convivir conflictivo, la violencia incontrolada, las reacciones instintivas irrefrenables, la pérdida de la fe, todos los fanatismos y fundamentalismos, discriminaciones, odios e insensibilización o el exceso de sensiblería, la mojigatería, etc., son productos de esa emocionalidad en crisis. La inteligencia emocional consiste en aprender a controlar lo que no permite la convivencia pacífica y armónica, el desarrollo de una existencia normal y sin excesos con un gran respeto por sí y los otros. La inteligencia emocional es la base para el desarrollo de una inteligencia instintiva, de una inteligencia para la comunicación y de una inteligencia para lo social. Para que el hombre pueda vivir y sobrevivir natural y socialmente, debe usar las tres esferas espirituales (intelecto, afecto y voluntad), sin poder prescindir de ninguna de ellas. Así la inteligencia es lo primero que debe conocer y afinar para controlar y desarrollar las tres esferas. La esfera racional o intelectiva exige de una inteligencia intelectiva que es la que debe regular todos los procesos del intelecto para que lo lleve a conocer la verdad, el bien, el mal y otros conceptos abstractos que lo alejen de la falsedad y la inautenticidad. También esa esfera le permite adquirir sabiduría que es la conducta prudente y el ordenamiento del conocimiento. Sin conocimiento no hay vida racional. Además del aprendizaje, del habla, del pensamiento y de la formación de juicios y conceptos verdaderos, la esfera racional es la que permite ser el instrumento natural de la inteligencia. A través de ella se regula lo emocional y lo volitivo. Hemos repetido hasta el hartazgo que un hombre racional, pero carente de afectividad y de voluntad, no es un ser humano completo. De igual modo, un hombre muy afectivo pero poco racional y sin voluntad, tampoco es un ser humano cabal. Y, sucesivamente, un hombre con mucha voluntad pero sin racionalidad ni voluntad, tampoco es un verdadero ser humano. Ergo, sólo el que integra y armoniza las tres esferas y establece un control y equilibrio de ellas, es el que logra manifestar un ser humano verdadero y auténtico. El hombre auténtico siempre tendrá la curiosidad de buscar el conocimiento de todas las cosas y el mundo que le rodea y sabrá que debe tener y manejar una inteligencia intelectiva para poder manejar el lenguaje y poseer un pensamiento sólido. Nunca aceptará un “abandono intelectual”. De igual modo irá tras de un “espíritu elevado” y tendrá una vida espiritual gobernada por una inteligencia emocional que le llevará a manifestar adecuadamente lo instintivo, lo emocional, lo social y lo personal, usando del don de la comprensión y de la comunicación inteligente. Como corolario de esas cualidades, sabrá gobernar su conducta a través de una inteligencia volitiva de forma tal que pueda refrenar todo exceso intelectual o afectivo-emotivo y llevar siempre una conducta prudente a través de actos y actitudes sabias. La perfección y la búsqueda de la misma no son una utopía, sino el fin natural de todo proyecto humano existencial auténtico. El budismo se inclina más a la razón inteligente adiestrada por la meditación para comprender la naturaleza o esencia de la realidad en su aspecto verdadero y usarla para tratar adecuadamente a las aflicciones y sus secuelas de emociones negativas o destructivas. La ausencia de una razón inteligente adiestrada en la comprensión fiel de la realidad, es la que lleva a la cosificación eternalista o a algún tipo de negación nihilista. El cultivo de la razón inteligente a través del adiestramiento es el establecimiento de una cognición válida. Hemos hecho referencia a la visión occidental en donde en el nivel convencional de la existencia cotidiana todas las personas funcionan como si el yo y los objetos que los rodean, fuesen entidades permanentes. En cambio, la visión budista de la “vacuidad del yo” concuerda con los modelos del “yo virtual”, desarrollados tanto en los campos de la biología y de la ciencia cognitiva occidental. Incluso la filosofía y la psicología occidental consideran al yo como una propiedad emergente en la interfaz que hay entre la mente y el mundo, especialmente el externo. Del mismo modo que la mente, el yo carece de sustancia (existencia insustancial) y no puede ser situado en ningún lugar anatómico, basándose en los procesos biológicos, en particular los de la neurociencias y los cognitivos subyacentes. No obstante, mediante un mecanismo mental ilusorio de la mente, se termina cosificando al yo y atribuyéndole una existencia sólida que no resiste un análisis profundo. El Dalai Lama cree que “cosificar la realidad” involucra tanto la incomprensión de su naturaleza esencialmente vacía, sea visto esto en forma absoluta o relativa, tanto a la naturaleza fenomenológica de la realidad como a su naturaleza ontológica. Desde la perspectiva budista la realidad cotidiana y relativa es el reflejo fenomenológico de nuestras experiencias cotidianas. Sólo el nivel último revela su verdadera naturaleza. La percepción sensorial puede tener, y de hecho lo tiene, percepciones falsas o equivocadas. Pero, en palabras de la cognición conceptual, existe un número infinito de perspectivas sobre cualquier cosa que se presente en la mente. Allí no se trata sólo de saber si es blanco o negro, sino si es verdadero o falso. Para esto, la cognición mental selecciona determinados rasgos concretos del objeto en cuestión, cosa que no ocurre con la percepción sensorial. La selección cognitiva mental es la que determina lo verdadero. Pero puede ocurrir que la selección funcione de modo distinto en diferentes personas y esto lleva a que dicha selección en unas personas elimine un aspecto determinado del objeto y lo considera verdad, mientras que otra elimina otra cosa que puede ser lo contrario de lo que eliminó la primera y también lo considera verdad. Cuando la selección se realiza sobre todos los aspectos del objeto (visión global u holística) mediante la meditación profunda o pensamiento crítico metafísico, hay menos probabilidades de errar, que cuando se observa la cosa u objeto sólo desde algunos de sus aspectos. La visión global criteriosa lleva a un conocimiento más cabal de la cosa y a una verdad más absoluta. La visión aspectual, aunque sea muy minuciosa, sólo lo es de una parte del todo y por lo tanto es un conocimiento parcial que lleva a una opinión que puede tener sólo una verdad parcial (la referida al aspecto estudiado o meditado). La visión global, holística es propia de la filosofía y de la metafísica y la perspectiva budista. La visión aspectual lo es de la cotidianeidad y de la ciencia en general. En el fondo de todas estas concepciones o puntos de vista, tanto occidental como budista, yace la cuestión de una definición semántica de la mente humana, a fin de evitar la confusión lógica que produce intentar la comprensión del mundo, puesto que el uso de la mente humana nos lleva a una multiplicidad de posibilidades sobre formas indeterminadas de aparecer. Las cosas aparecen siempre de una forma tal que no son explícitas “de entrada” a la mente humana. Esto ocasiona la circunstancia de que cada uno, según su cultura, el entrenamiento de sus sentidos y su adiestramiento mental, llegue a conclusiones diferentes, variadas e innumerables (prácticamente cada persona, un punto de vista) tanto en lo cotidiano como en lo científico, artístico e, incluso, en lo filosófico. Es evidente que la decantación milenaria de las culturas lleva a diferentes caminos y perfeccionamiento. El occidental vive más en función de su mundo objetivo, externo, de su entorno, el oriental prefiere indagar más su mundo interno. Es indudable que hay dos cosas indiscutibles y verdaderas: hay una realidad y un hombre inmerso en esa realidad. La realidad, como mero conjunto de cosas (que no es un conjunto de cosas interpretadas por un ser humano), es siempre algo externo u objetivo al ser humano. Para poder compenetrarse bien de la realidad, el mundo interno del ser humano debe contactarse con el mundo externo de su realidad extracorporal. Es ahí donde está el nudo gordiano de todas las interpretaciones y concepciones filosóficas, científicas, religiosas y artísticas. Es ahí donde rige aquello de físico y metafísico, de natural y sobrenatural. En el ámbito de las cosas, de la realidad que no abarca el hombre, es decir, lo que generalmente se considera el “mundo natural” donde los entes animados e inanimados se rigen por leyes ajenas a su voluntad y sólo son meros receptores de los estímulos de ese mundo y engranajes pasivos de los procesos naturales. En cambio, en el mundo humano las cosas cambian un poco. Si bien el hombre no escapa a su condición natural de animal, posee una condición espiritual que lo eleva por sobre todos los otros entes animados e inanimados y le permite sustraerse al devenir de lo natural para desplegar una creatividad, que él mismo, llama artificialidad. El mundo humano convive con lo natural y lo artificial, pero vive artificializando lo natural e inventando tecnología que modifiquen todo lo natural. Por lógica, la visión del mundo también es otra. Y en esa visión está la presencia de la creatividad humana que le lleva a una interpretación especial de las cosas no humanas. Precisamente, su costumbre cultivar lo artificial le lleva también, comúnmente, a percibir “artificialmente” a su mundo o a interpretarlo “artificialmente”. Si no fuera así, la naturaleza del hombre sería esencialmente sabia. Pero la realidad es otra: así como el hombre “crea” la artificialidad de su mundo, así mismo deberá usar su potencia inteligente para reencontrar el camino de lo natural, en especial, de su naturaleza o esencia. Mas, como le ha costado conocer lo exterior, que es más evidente que lo interior, lógicamente, reencontrarse a sí mismo le es mucho más pesaroso y de gran dificultad que tratar con los objetos que tiene “a la mano” y “a la vista”. Lo que él mismo ha llamado su alma, su espíritu, su mente, no es algo que esté “a la mano” y “a la vista” sino que está “encostrado” en su “mismidad”. Desde allí debe “salir” su ser para contactar el mundo externo, lo objetivo. Pero como este ser no es una materia plástica que como la lengua de un reptil salga y aprese el objeto para interiorizarlo, debe crear una especie de puente especial entre su interior y su exterior, a fin de ambos se encuentren armoniosamente. Esa situación vuelve al hombre un pontífice entre su mismidad y el exterior. Empero, para que el hombre pueda vivir y permitir que su interior “salga” al exterior, debe estar despierto. Pues, necesariamente, son sus sentidos el camino para formar el puente y esos sentidos funcionan plenamente cuando el hombre está vigil (despierto). El estado vigil es el estado consciente y allí interviene ese fenómeno mental que ha llamado conciencia. Ahí está el principal fenómeno humano pues a través de su conciencia el hombre podrá establecer un puente entre su interior y su exterior y a su vez crear las condiciones para que la asimilación de la interacción entre lo externo y lo interno, o la reflexión introspectiva para conocer sólo su interior, sea la correcta. Esto es, aprenda a conocer la verdad, la esencia de todo, “lo que las cosas son en sí”. Sin la maravilla de su conciencia no podría conocer, ni saber, ni manifestarse. La conciencia es el punto crucial de su existencia y de su vida como ser humano, pues es la encargada de poner al descubierto algunos modos de su ser, y el conjunto de esos “modos de ser”, a medida que se expresan le darán el carácter de persona (entendiendo acá, por personalidad, al conjunto de esos “modos de ser” individuales). Precisamente de esa conciencia salen tantos nombres y conceptos, uno de los cuales es el yo, para designar ese particular fenómeno de mi conexión personal, particular de mi mismidad con la exterioridad y con la interioridad. Por eso, los orientales han comprendido mejor que es más útil canalizar esa conciencia debidamente para que el interior pueda conectarse correctamente con el exterior y no entenderse tanto como si cada uno de los hombres fuera algo distinto de otros hombres. Desde esa arista, el budismo y otras perspectivas orientales aconsejan considerarse a sí mismo como parte de los otros hombres y por esto piden, en especial los budistas, una actitud de amabilidad y amor que impida dañarse y dañar a otros. Si esa idea es comprendida y adoptada no tiene tanto sentido el yo, sino que hay otro sentido superior que es el “nosotros”. Ya afirmamos que el yo lleva a “lo mío” y este sentido de propiedad es la fuente de todo aquello que hemos llamado emociones destructivas, pues generan la hostilidad con todas sus secuelas de belicosidad, ira, enfado, etc. y el sentimiento profundo de propiedad es lo que pone “a la defensiva” de que no se dañe “lo propio” y aparece la envidia, los celos, el odio y todos los mecanismos defensivos que se quieran postular o interpretar como fenómeno observado. Sólo la voluntad redentora de los iluminados puede hacer que se sume una mayor cantidad de hombres a la senda verdadera. Pero es que en la realidad los iluminados están muy ensimismados, de forma tal que obran como “aislados” del resto de la humanidad. Esto impide que haya una oferta de mejor humanidad y que no se genere el interés de una demanda de mejor humanidad. La mayoría de la humanidad estuvo y está más obnubilada por la “necesidad imperiosa inmediata” de su alimento físico, que por el alimento espiritual. De nada vale que Buda, Cristo, Mahoma, Gandhi u otros grandes iluminados hayan dejado sus enseñanzas porque ellas no alcanzan a todos o no son correctamente recibidas e interpretadas por todos. Los “gurúes” fabricados en la India u otros “maestros budistas” (Chopra, Osho, etc.) cuestan mucho dinero para que den unas charlas que sólo benefician a grupos que son más esnobistas que discípulos entrenados. Los monjes budistas, no son como los monjes de ciertas religiones (católicas, ortodoxas, evangélicas) que salen a predicar para convertir. Al budismo, como al judaísmo y de algún modo al mahometismo, no le interesa mucho propagar sus enseñanzas y buscar adeptos. Se limitan a “estar ahí” y a abrirse sólo a aquellos que en forma manifiesta quieren integrarse al grupo. El Dalai Lama no predica su doctrina como el Papa, en forma que llegue a todos por todos los medios posibles. El conocimiento budista y el tibetano quedan expresamente reservados a elites muy especiales. Luego, reconozcamos de una vez, que la mayoría de la humanidad vaga huérfana de maestros que la eduquen. O hay pocos maestros y mucha humanidad. O no hay mucho interés de enseñar y aprender. Otra cuestión a meditar. Percepción de la realidad Sentimiento de realidad En lo referente al análisis de la realidad, es evidente que realidad-imagen-palabra es una trilogía indisoluble, pues mi realidad penetra por imágenes táctiles, auditivas o visibles en lo interior o en lo exterior, y mi mente debe traducirlas en términos o palabras que ya están dadas en la lengua que se maneja. No hay realidad sin imágenes ni palabras. No se puede expresar la realidad sin ideas y signos de esas ideas y un signo principal son las palabras. Pero a todo esto se antepone otra cuestión: ¿existe un sentido o sentimiento de realidad? Lo primero a considerar en la inteligencia de la sensibilidad o en la inteligencia comunicativa es la capacidad del hombre para ubicarse y comprender a su entorno inmediato, a su realidad inmediata. Para esto debe desarrollar un sentido o sentimiento de realidad. El sentido de la realidad está muy cerca del sentido común, o sea, la habilidad de captar la realidad lo más cercano posible a “tal cual” es y no a deformarla con puntos de vista estrechos, o distorsionados por los prejuicios. La sensación de realidad o sentimiento propiamente dicho, nos llegará según el modo en que la realidad impacte nuestro ánimo y nuestra mente pueda conceptuarla en palabras y nosotros podamos expresarlas. En palabras del lenguaje y la comunicación, el realismo consiste en el sentido de aceptar, no una estructura inmanente de la realidad, sino un lenguaje ajustado a la realidad, la cual exige la apertura de dicho lenguaje y una cierta sujeción a la posibilidad concreta de una rectificación oportuna en caso de yerro. La realidad es un devenir continuo, pero el lenguaje transforma esa continuidad con “cortes”. Esos “cortes” son apreciados por el hombre como una forma de organización que suple las lagunas con abstracciones y palabras de relación y, otras veces, cuando esas lagunas son bien perceptibles, se tiende a algo más efectivo que es la apertura del lenguaje (nuestra principal proposición junto con Adrados y otros autores). En la percepción de la realidad, debemos atenernos a un texto y su contexto, de otra forma no hay una idea completa de la realidad percibida. Aunque no todos los autores lo ven nítidamente, la lengua o vocabulario en sí misma no es la realidad, sino un contenido de significación de esa realidad, la que pretende ser reconstruida o recreada mediante el establecimiento de una serie de relaciones a través de las palabras y otros signos. El producto final de la expresión de un juicio surge tanto de un análisis seguido de una síntesis (dialéctica) por medio de estas relaciones lexicales y ése es el problema porque: 1. las relaciones suelen ser individuales; 2. dentro del lenguaje, el elemento más irregular y problemático es el léxico, el que es organizado con las palabras de forma tal que en parte resulta arbitrario. Para comunicarnos con otros, e incluso con nosotros mismos, necesitamos de la palabra, la verdadera herramienta social. Luego nos ocuparemos de ella. Antes abordaremos el encuentro del hombre con la realidad y las teorías de la cognición o conocimiento Cognición o encuentro del hombre con la realidad ¿Qué es la cognición? Para la RAE, cognición es “conocimiento, acción y efecto de conocer”. Luego, etimológicamente el término cognición es el conocimiento por excelencia y, en consecuencia, tiene relación directa con todo proceso por el cual el hombre genera y desarrolla conocimiento. Por su naturaleza, el conocimiento está fundamentado en facultades intelectuales como propiedad básica del intelecto. Por esta razón, conocimiento es sinónimo de “entendimiento, inteligencia y razón natural”. Es una facultad humana esencial. Así, conocer es “averiguar por el ejercicio de facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas, de forma tal que es entender, advertir, saber, echar de ver que todo objeto percibido es distinto de todo lo que no es él, como asimismo todo lo que se experimenta y siente”. Para Fatone, todo conocimiento es una relación que implica necesariamente dos términos: 1. 2. el cognoscente o sujeto lo conocido u objeto Luego, hay un sujeto que conoce, un objeto conocido y una cierta relación entre ese sujeto y el objeto conocido que constituye el conocimiento. Por lo tanto hay una relación construida por el sujeto pues consiste en una actividad de éste para entrar en relación con el objeto. Hasta acá, las definiciones han funcionado como que definir el conocimiento es algo relativamente sencillo. Pero si se intenta profundizar los conceptos denotativos nos encontraremos con muchas preguntas tales como: ¿cuál es la naturaleza de la relación?, ¿es una relación posible?, ¿es posible siempre?, ¿tiene límites y cuáles son?, ¿cuál es su valor?, ¿cuál es el instrumento para que el objeto se presente ante el sujeto como el objeto qué es realmente? Todas estas preguntas conducen a la teoría del conocimiento o gnoseología. La gnoseología se encuentra de igual modo que el dilema del huevo y la gallina (¿quién fue primero?), pues toda teoría del conocimiento implica una cuestión metafísica y lo metafísico exige un conocimiento previo. No obstante, para “conocer al conocimiento” debemos valernos de palabras y a través de ella con el lenguaje que manejamos. Finalmente, toda cuestión metafísica termina siendo un problema de palabras, pues es el elemento básico para formular toda teoría o pensar metafísicamente. Esto es lo que exige un manejo genuino, claro y certero de la palabra, debiendo tener un consenso total sobre el significado de la misma, pues de otro modo, es imposible toda comunicación y toda teoría y toda estructuración inteligente del pensamiento. Ergo, si conocer es percibir, advertir, echar de ver, etc., necesariamente, conocer es un “ver un objeto” y ponerlo en evidencia. Por esa razón, evidenciar o ver un objeto o una cuestión implica siempre una contemplación. Como todo objeto de conocimiento puede ser material o inmaterial, puede ser externo o ser una sensación o un acto mental puro, evidenciar es tratar de ver dichos objetos con claridad, es decir, verlos como son realmente. Por esto se pone atención en ellos, se les considera y se les juzga. Saber qué son las cosas en sí, es haber encontrado la verdad. Esta es la función de la inteligencia y su esencia misma. Platón concibió que la inteligencia ilumina los objetos para hacerlos claros y nítidos y por esto habló de la “luz de la verdad”. Cicerón la interpreta como “saber leer dentro de las cosas”. Cada uno de nosotros tiene, así, una “visión de las cosas” por la cual forma una “imagen” de ellas y esto constituye “las ideas”. Es un “abrir los ojos a la realidad”. Esta es la causa de que conocer es ver y el verdadero conocimiento infinito es una “mirada a la que nada se le oculta” Aristóteles, como Platón, también sostuvo que conocer es una actividad no sólo sensorial (vista, tacto, gusto, oído, olfato) sino también era un proceso de percepción, comprensión, concepto, pensamiento y abstracción. El postulado principal de la escuela griega es: el conocimiento es una contemplación (uno de los postulados de la teoría del conocimiento) Otra concepción es que a las cosas no sólo se las “ve” o evidencia, sino que también para ser conocidas más profundamente, deben ser “incorporadas” a nuestro intelecto. Por eso aprehendemos esas cosas, hacemos abstracción de ellas y así “incorporamos” los conocimientos a nuestra mente. Esta “asimilación” de los conocimientos es lo que origina el concepto de que las ideas “nutren” a la mente. También fue Aristóteles unos de los primeros de hablar de una “facultad apetitiva del alma” por conocer y eso es lo que mueve a la inteligencia. Este concepto de “incorporación” nos lleva a otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es una asimilación. En este punto se plantea otra cuestión. El conocimiento sólo como visión o contemplación y asimilación, lleva a una concepción realista y simplista. Realmente, todo conocimiento que la mente del hombre adquiere, es una forma de hacer “nacer y engendrar una idea”. Este “engendro de idea” es como si el hombre que conoce, recrea el objeto del conocimiento y lo enriquece. Incluso, el término “concepción” que se refiere a la “formación de concepto” está íntimamente ligado a esta idea de engendrar. Aristóteles previó esto cuando hizo referencia a “conocimiento general” que en cierto modo significa el conocimiento que genera. Será Hegel quien culmina este pensamiento de que conocer es engendrar o “crear”, y, así, origina otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es una creación. En realidad, conocer es todo eso: ver o contemplar (primer movimiento), asimilar o incorporar (segundo movimiento) y engendrar o crear (tercer movimiento) y todos estos movimientos producen el “proceso del conocimiento”. En este proceso había una cuestión previa que trataba lo relativo a la inmanencia y la trascendencia. Dijimos que conocimiento es una relación entre sujeto y objeto, pero constituye una relación en que los términos no son intercambiables. Esto se debe a que de alguna manera el objeto permanece en sí mismo siempre, por lo que constituye una inmanencia total. Hay una corriente filosófica denominada inmanentismo que propicia la teoría según lo cual lo representado como contenido de la conciencia es la única realidad en oposición a lo que está fuera de ella. Esta teoría es importante porque en cierta manera está unida a una de las teorías del idealismo, que luego trataremos. En lo relativo al sujeto, éste no permanece en sí mismo, cuando por necesidad de conocer debe “ir hacia el objeto” para convertirlo en “objeto presente”, es decir, en “objeto de conocimiento”. Este “ir hacia el objeto” hace que, de alguna manera, el sujeto abandona su mismidad, se proyecta fuera de sí mismo y esto constituye la llamada “trascendencia del sujeto”. Este proceso de trascendencia del sujeto al objeto constituye como una especie de “actividad creadora” (creadora del conocimiento) pues dicho conocimiento establece una relación del sujeto con el objeto que antes del encuentro o conocimiento no existía. Esta “actividad creadora” es la que ofrece dudas a algunas escuelas filosóficas, pues se cree que el sujeto, al tener que ir hacia el objeto y después incorporarlo a sí mismo como conocimiento, de alguna manera “modifica” la verdad del objeto al construir mentalmente una realidad. Estas escuelas niegan la capacidad de la mente humana de captar una realidad tal cual, y creen que la mente más que conocer, construye una realidad dentro de ella. Esta idea opera como una interpretación más del idealismo, para el cual la idea que forma la mente humana de la realidad que capta no es tal cual, sino algo que inventa o que ya era inherente a esa mente. El realismo, contrariamente, cree que la mente es capaz de captar la realidad y de interpretarla en lo que la realidad es, por lo que dicha interpretación no es construir una realidad sino comprenderla y conocerla en su esencia (verdad). Quizá, el meollo de esta cuestión pueda residir, en forma general, en que la trascendencia en la teoría del conocimiento es sostenida, particularmente, por la mayoría de las escuelas realistas, mientras que la inmanencia, en la teoría del conocimiento, es un principio básico de las escuelas idealistas, de forma tal que para los realistas el conocimiento es siempre de un objeto ya dado e independiente del sujeto, y para los idealistas, el conocimiento del objeto es otro objeto construido por la mente del sujeto, depende de la mente y por lo tanto no hay un objeto independiente, sino que el conocimiento del mismo será dependiente de la concepción del sujeto. Estas sutilezas de las teorías del conocimiento llevan a distinguir entre un conocimiento sensible (a través de los sentidos) y un conocimiento intelectual (construido exclusivamente por la mente). El conocimiento sensible es uno para todos los animales (incluyendo al hombre) y por lo tanto, para este conocimiento hay un objeto inmanente percibido por los sentidos. El problema reside en el conocimiento en el hombre, el que se transforma en un conocimiento intelectual y es ahí donde opera la trascendencia. Tanto realistas como idealistas coinciden en aceptar la trascendencia. En lo que no ponen de acuerdo es en la forma que esta trascendencia se realiza. Para los realistas es una mera capacidad de ampliación del propio ser que hace posible el conocimiento. En esta idea, el sujeto va más allá de sí mismo, según lo explicamos, pero toma el conocimiento sin excederse a sí mismo. Casi, podríamos decir, sin modificar su mismidad. Los idealistas concibe a la trascendencia no como una forma de conocer lo que la cosa en sí, independiente del sujeto, sino que todo el sujeto en sí, se excede a sí mismo para construirse (no es simplemente lo que es, sino opera como algo que debe hacerse en cada conocimiento, construirse). Así, la trascendencia ya no es un mero movimiento intelectual sino una propiedad firme, que constituye “lo más inmanente al sujeto”. Por esta propiedad, el sujeto no sólo trasciende para conocer sino también para sentir y actuar. La trascendencia no es sólo un movimiento hacia el conocimiento, sino es algo inherente al propio ser y es lo que hace que el sujeto sea sujeto y no objeto. La inmanencia del objeto hace que su ser o esencia termine ahí, en sí mismo, siendo un ente ensimismado por excelencia. Mientras que el hombre puede ser sujeto por esa capacidad de ir más allá de sí mismo, de lo que es en cada momento. Ese “ir más allá de sí mismo” (trascendencia) constituye su esencia de “ser abierto”, le da la autonomía del sujeto, el que tiene como nota fundamental, la posibilidad de trascender su ser y mostrar su “sistencia” (sí mismo). Esto constituye la subjetividad, y por lo tanto, cada sujeto será una entidad personal o individual distinta a otro ser humano. De esta forma de concebir al ser del hombre es donde nace la idea de que lo subjetivo carece de valor como saber o conocimiento cierto, pues no ostenta las notas de lo que se considera la objetividad (aquello que no depende del sujeto sino del objeto). Como iremos haciendo notar en forma iterativa, estos juegos intelectuales de cómo concebir al hombre frente a la capacidad de conocimiento, son cuestiones muy apasionantes, pero deberá estarse muy atento para no caer en las trampas de las apariencias. Hay un interjuego entre sujeto y objeto y una relación oscilante débil que hace posible admitir conceptos paradójicos porque siendo muy similares entre sí encierran contradicciones evidentes. Debido a estas características del proceso de conocer, se han elaborado dos grandes teorías o “grupos de concepciones”. 1. el constructivismo: es una concepción de Jean Piaget que postula una concepción evolutiva, en el sentido de que el conocimiento verdadero, al ser asimilado y engendrado, consiste en una correspondencia con una realidad objetiva sobre la cual se desarrolla un punto de vista por lo que el conocimiento que resulta es una “construcción humana”. Por esta razón, la mente no “copia” una realidad ni es un mero reflejo de ella sino que la manera personal de conocer el mundo lo transforma de acuerdo al punto de vista. Esto ocurre porque observamos o aprehendemos una realidad con dimensiones espaciales, temporales y causales a través de una abstracción reflexiva y de ella surgirá la idea también personal de la realidad aprehendida y abstraída. Esta doctrina establece de algún modo el relativismo que significan los puntos de vista personales y el sentido que cada hombre da al mundo que percibe y relaciona al conocimiento, con la forma personal de cada individuo para establecer relaciones con las cosas, con otros hombres y consigo mismo. Sin embargo, es una concepción que abarca una condición real o una de las etapas del conocimiento. 2. el construccionismo es postulado por Kenneth Gergen y sostiene que las concepciones personales sobre el mundo y sobre la propia persona, son artefactos sociales producidos como resultado de las relaciones en que participamos. Esta teoría sería válida tanto para los conocimientos más amplios de nuestra cultura, como a los conceptos científicos y morales, resultando así que una perspectiva sociomoral que se adopta en una discusión, se relaciona íntimamente con el funcionamiento de tal relación, más que con principios éticos o morales abstractos. Esta doctrina propone que el rechazo o aceptación de un concepto no es consecuencia de su validez objetiva, sino de las circunstancias sociales en que se analiza. De este modo, el significado en sí de los diversos conceptos provendría de cómo se interprete dentro de las formas interaccionales de las personas que sostienen dichos conceptos. Por lo tanto, la teoría construccionista no niega ni afirma la existencia de una realidad externa a las personas, sino que propone que el conocimiento que se adquiere sobre las cosas o cuestiones, será resultado de las formas de las relaciones en las que participamos. Esta afirmación va contra todo dogmatismo y es opositora a las tendencias de creer que se posee la verdad absoluta. En consecuencia, el desarrollo de un niño (que naturalmente lo hace en forma espontánea y con su ritmo propio), en lo relativo al conocimiento no es un problema del individuo sino de una concepción fundamentalmente social, en la que una persona no desarrolla estructuras cognitivas únicamente debido a procesos de maduración o de interacción individual con el entorno en que vive. Según esta teoría, la persona “reconstruye la realidad” siempre en relación con otros y sus reconstrucciones están determinadas por los patrones de esas relaciones. Como conclusión, el adulto no sólo tiene que crear las condiciones del desarrollo cognitivo de los niños, sino que en la interacción entre adultos, niño y medio, el adulto es responsable de los procesos cognitivos que el niño desarrollará. Esta teoría es compatible con el proceso de educación y la llamada socialización del niño. Pero no explica el fenómeno de los genios ni de la creatividad personal que no tiene ningún nexo con las relaciones sociales establecidas. Estas dos teorías, además de su correspondencia con el realismo, son frutos de un relativismo posmodernista del pensamiento filosófico, para el cual no hay una verdad absoluta, sino una verdad relativa que es la construida por el hombre en un momento histórico determinado, en una cultura también determinada y por lo tanto hay un determinismo espacio-temporal que lleva a conocer las cosas de una forma no precisa sino transformada por la mente. De ser ciertas estas teorías no habría conocimiento absoluto, no existirían principios universales ni mucho menos eterno. Todos los valores trascendentes como verdad, libertad, Dios, vida y muerte, serían conceptos mutables por las circunstancias. Estas teorías se basan o pretenden explicar la diversidad de conceptos antagónicos que existe en el pensamiento humano histórico y actual sobre los principios o verdades fundamentales, de tal modo que éstas dejarían de ser absolutas para ser relativas, y la verdad no es una sino varia. Nuestra postura personal es que la coincidencia total o relativa de muchas teorías formadas en sociedades dispares (esencialmente oriental y occidental) constituyen una especie de conocimiento universal que no se ha contradicho con el paso de los siglos, sino que se ha completado y extendido para ser más claro, pero de ningún modo los conceptos de hoy contradicen o se contraponen a los del pasado. Los aspectos relativos son sólo eso: un punto de vista parcial sobre un fenómeno que no lo abarca totalmente. De ahí que de acuerdo al ángulo, perspectiva o arista en que se coloca el sujeto pensador u observador, tendrá una faceta distinta de un mismo objeto o cuestión. Pero esto no significa que sea relativo el fenómeno, objeto o cuestión, sino que la relatividad es propia del punto de vista. El pensamiento metafísico, trascendente, englobador, propio de la filosofía, va más allá de los puntos de vista y eso le permite llegar mejor al conocimiento esencial de las cosas. Negar ese pensamiento no es bueno porque significaría que quien no puede alcanzarlo, lo niega para darse la razón a sí mismo. Esto no es propio de la inteligencia ni de la mente humana, la cual no tiene límites para abarcar todos los horizontes posibles (Jaspers) y comprender globalmente las cosas aunque no pueda acceder directamente a la esencia de las mismas. Es cierto que muchos conceptos se forman bajo el influjo del ámbito social. Pero los conceptos universales, sencillos, que no atañen a una actividad social. Así, una flor es flor tanto en Oriente como en Occidente (en cuanto a qué es parte de una planta). De igual modo ocurrirá con todos los objetos naturales. Lo que puede variar no es el concepto natural, primario y propio del objeto, sino la interpretación que se haga del objeto. Así, el sol es un astro, pero en algunas culturas se le da el atributo de dios. De igual modo, una flor, además de ser producto natural de una planta puede constituir un símbolo, un talismán. Asimismo, en la India por ejemplo, sabemos que se reconoce, como en todo el mundo, que la vaca es una animal, pero el sentido es distinto al de adoptado por otras sociedades. La vaca deja de ser una fuente de alimentación para transformarse en un animal sagrado. Y así, sucesivamente, podemos ir analizando cada palabra, concepto o idea que es parte del llamado conocimiento. Pero no es útil a la filosofía interpretar cada punto de vista, pues ello le lleva al relativismo. El pensar debe ser más denotativo que connotativo. La denotación nos lleva al convencionalismo de ideas universales, lo que está más de acuerdo con un conocimiento veraz. Un objeto no puede ser, esencialmente, dos cosas distintas. Podrá distinguirse algunas formalidades, que puede ser variables u opuestas (porque dependen de un punto de vista relativo), pero la naturaleza o esencia no puede ser equívoca o tener identidades distintas. Un mamífero no puede ser ave y viceversa. Un mineral no puede ser vegetal y viceversa. Si no aprendemos a distinguir lo simple y sencillo, mucho más difícil será entender lo complejo. Si no es posible distinguir lo concreto menos podremos conocer lo abstracto. La función del pensar correcto no consiste en formar ideas o conceptos “siguiendo la corriente” del ambiente o la sociedad. Es verdad que ese ambiente y esa sociedad influyen normalmente en el conocimiento. Pero la mente humana debe saber distinguir cuándo forma un concepto “presionada” por el medio o lo social y cuando llega al conocimiento esencial de un objeto, una cosa o una cuestión. Los universales de la lógica, se han alcanzado tras la “purificación” de los métodos y procesos del pensar. Cuando se alcanza un conocimiento con visos de universalidad, esto está más cerca probablemente de la verdad, de lo qué las cosas, objetos y cuestiones son en sí. No es banal profundizar las teorías del conocimiento que pretenden introducir el relativismo de lo que se conoce. Si bien esas teorías tienen bases fenomenológicas, debemos recordar que todo fenómeno, como los objetos y otras cuestiones del saber, tiene una forma aparente (parece ser tal cosa) y una forma esencial (lo qué es en sí). Entre el ser y el parecer hay un abismo insondable. Las formas engañan a los sentidos y a la mente y pueden remplazar a la esencia. Si así no fuera no existirían tantas teorías y filosofías y otros tipos de conocimientos que sólo conocen formas y las describen magistralmente, pero desconocen la verdad, esto es, la esencia del conocimiento que manifiestan poseer. La relatividad es la que hace fluctuar las ideas y los modos del pensar que luego se traducirán por usos y costumbres, o sea, conductas prácticas. Históricamente, una misma sociedad (Europa) puede ser teocéntrica o antropocéntrica, oscurantista o progresista, espiritual o material. Puede ser cuna de cultura o de desastres sociales mundiales (guerras, movimientos políticos revolucionarios, etc.) Con sólo contemplar la realidad histórica, sin conceptos apriorísticos, podremos entender a cada época histórica y las causas que las llevaron a ser de una forma determinada. Ahí veremos cómo las ideas impulsan acciones y el conjunto de las mismas constituyen esos usos y costumbres que determinan las conductas colectivas. Desarrollo cognitivo Unos de los enfoques principales del desarrollo cognitivo, fue el expuesto por Jean Piaget, el que a pesar de ser psicólogo, originalmente comenzó estudiando biología y esto le llevó a concebir a la inteligencia humana como parte principal de un proceso continuo de adaptación al medio. Así, postula que el desarrollo de las estructuras cognitivas se destaca por el modelo de la cognición lógicomatemática. Piaget cree que las estructuras cognitivas no representan una copia de la realidad, lo que significa que en la mente no tenemos representaciones que reflejen el mundo externo. Alega que las sensaciones no son la base del conocimiento ni los sentidos la fuente del mismo, ni tampoco la mente humana de dónde sólo surgen ideas de tiempo, espacio y causa. El conocimiento nace de la acción del hombre sobre su medio ambiente. Es la interacción constante entre el niño y el mundo que lo rodea la que permite la aparición y el desarrollo de las estructuras cognitivas. A partir de una acción concreta en su interactuación con el medio, el niño logra reconstruir en su mente una realidad con dimensiones espaciales y temporales. ¿Cómo reconstruye el niño la realidad? No lo hace por la mera observación sino que el conocimiento surge del planteamiento de un problema adaptativo, el que se enfrenta desde las estructuras ya desarrolladas por un sujeto, mediante un proceso doble que comprende: ϖ por un lado la comprensión de la situación presente, pero asimilada a las estructuras previas del sujeto ϖ por el otro lado, la acomodación de esas estructuras previas para adecuarlas a la realidad planteada De esta manera, el conocimiento es el resultado de la reconstrucción de la realidad a través de un proceso de interacción entre el individuo y su medio y una adaptación de sus estructuras previas desarrolladas naturalmente. Para Piaget, una persona “construye” esquemas de acción, a los que interioriza e integra de manera cada vez más flexible, por medio de determinadas “operaciones”. Estos esquemas de acción no son copia de aspectos de la realidad sino un trabajo cognitivo que hace la integración del esquema a una generalización sobre lo que es situación con relación a otra. En cuanto a las operaciones, las entiende como acciones interiorizables reversibles y coordinadas en sistemas que se caracterizan por leyes que regirían a esos sistemas como un todo. En su modelo del desarrollo de estructuras lógico-matemáticas, Piaget propone cuatro estadios: 1º. Inteligencia sensoria motriz: va desde el nacimiento hasta los dos años de edad y es el estadio en el que surgen los primeros esquemas de acción que se interiorizan al final de esa etapa, para empezar a formar pensamientos. En esta fase el niño logra: construir objetos, organizar el espacio y tener las primeras relaciones causales y temporales. 2º. Etapa preoperacional o de consolidación del lenguaje: comprende desde los tres a los seis años y es la etapa de la función semiótica (interpretación de signos y sensaciones), para consolidar el lenguaje. Aprende la función de representar los objetos del mundo por medio de símbolos (otros objetos reales o conceptuales). Sin embargo, en esta etapa no consigue la reversibilidad de sus estructuras lógico-matemáticas. 3º. Etapa de reversibilidad o de las operaciones concretas: abarca desde los seis a los once años de edad. El niño aprende a realizar las primeras operaciones lógico-matemáticas, pero lo hace en forma fragmentada y no integrada a totalidades sistematizadas. De esta manera el niño consolida estructuras clasificatorias y de seriación por las cuales alcanza a conocer y comprender el concepto o noción de número. Pero esta capacidad de acción clasificatoria no es una posibilidad de entender la lógica de las clases o de la teoría de conjuntos, las cuales no tienen nada que ver con las operaciones concretas. 4º. Etapa del pensamiento hipotético-deductivo o etapa de las operaciones formales: esta última etapa aparece después de los once años de edad y termina de consolidarse con la adultez. La aparición del pensamiento hipotético-deductivo permite el manejo de estructuras formales como la lógica combinatoria o las estructuras que permiten la integración de las dos formas de reversibilidad que consisten en la negación y reciprocidad y que constituye la etapa de las “operaciones formales” que permiten la posibilidad de analizar fenómenos físicos y sociales y comprender como actúa cada uno de los factores que influyen en los procesos en estudio. Es probable que esta teoría del conocimiento haya surgido del estudio de procesos que realmente se verifican, pero no es un punto de vista abarcador porque no contempla lo personal, lo intuitivo y lo creativo que diferencia el modo de conocer de una persona en relación a otras. La metacognición Mientras que la cognición es acción y efecto de conocer, el conocimiento en sí, la metacognición se refiere a determinadas habilidades cognitivas de orden superior, es decir, a aquellas habilidades involucradas en el control mismo de los procesos cognitivos. Luego, las actividades cognitivas de una persona o individuo, pueden ser reguladas, dirigidas, verificadas y evaluadas por otro proceso cognitivo cuyo único objeto es eso: controlar el proceso cognitivo primario. Esta es la razón que origina el concepto y nombre de metacognición en referencia a un proceso que está más allá del proceso natural o normal de cognición e, incluso, se encuentra en un nivel superior de cognición. ¿Cómo se conoce la metacognición? Considerando que para la realización de una tarea cognitiva como es resolver un problema, la persona requiere primariamente un conocimiento de una o varias estrategias para abordarlo, pero para manejar esto, además, debe poseer el uso inteligente de estrategias que es el instrumento que permite seleccionar el mejor camino para resolver un problema, combinar estrategias o cambiarlas cuando no resultan efectivas ni dan solución al problema. A estos “componentes de orden superior” Roberto Stemberg los ha llamado metacomponentes. Son los que permiten acertar certeramente con la solución de un problema. Las características de estos metacomponentes han sido estudiadas por John Borkowsks y sus colaboradores y así, entre otras diferenciaciones, resaltan algunas condiciones que distinguen a una persona que sabe regular en forma eficiente sus actividades cognitivas, como ser: ⇒ La persona desarrolla y aprende un buen número de estrategias, adquiridas preferentemente en contextos con contenidos significativos. La antigua teoría de que las estrategias generales son procedimientos de la lógica formal sin relación con contenidos concretos ha sido invalidada por los hallazgos de las investigaciones actuales ⇒ La persona que desarrolla habilidades metacognitivas es porque alcanzó un grado de comprensión completa de las estrategias disponibles y el conocimiento de cuándo, dónde y por qué esas estrategias son válidas. ⇒ La persona con metacognición esencialmente adquiere conocimientos amplios y profundos de los problemas que confronta, capacidad de organización de las soluciones posibles y método eficientes disponibles cuando es necesario ⇒ El metacognitivo presupone una persona con capacidad de selección de estrategias. Para ello debe desarrollar capacidad de flexibilidad y creatividad para elegir la mejor estrategia, puesto que no siempre lo obvio o lo que antes fue exitoso puede ser lo adecuado en una situación determinada. Las áreas metacognitivas se caracterizan por: 1. La reflexión y la evaluación constante del proceso de resolución de problemas. La eficiencia de la revisión continua evita los intentos inútiles de solución o el cambio irreflexivo que hace abandonar vías prometedoras que exigen esfuerzo sostenido. 2. La evaluación de la solución final. La correcta evaluación de la solución final de un problema marca la excelencia de un proceso, pues evita la sorpresa de encontrarse con una finalización descuidada y negligente por haber aceptado la creencia de haber resuelto eficiente y satisfactoriamente el problema. Este mecanismo asegura el éxito de las estrategias y provee la certeza de haber dado con la solución real y no ilusoria. Debido a sus características, la metacognición siempre es el resultado de una preparación previa, de una educación y de un entrenamiento mental continuo y esforzado. Es parte de la llama mente superior. La esencia de la cognición Hay dos formas básicas de concebir la esencia del conocimiento: como realismo o como idealismo. Esto es: un conocimiento objetivo o un conocimiento subjetivo. El realismo El realismo, básicamente, postula que el conocimiento nace de objetos de la realidad. El problema es cómo se conoce esa realidad. El primer presupuesto es que el llamado realismo ingenuo: es el entendimiento vulgar que cree que en el acto de conocimiento, la realidad se nos presenta tal como es. Esto es válido tanto para el conocimiento sensible concreto como para el conocimiento intelectual abstracto. Luego, no hay en esta concepción un planteamiento de la esencia del conocimiento ni siquiera la idea de conocimiento, pues todo involucra un proceso natural sin ningún tipo de discriminación, criterio o evaluación y las cosas o entes se imponen con sólo aparecer. Funciona como que “las cosas son como son y como parece que son al mostrarse”. Otra concepción es el llamado realismo platónico que paradójicamente se enuncia como si fuera un idealismo, pues para Platón el conocimiento “ya está dado” en la esencia del ser humano, el que posee el conocimiento filogenético de todas las cosas. Pero ese conocimiento se da como sombras o ideas brumosas que necesita del esclarecimiento filosófico para dar a luz la verdad. La filosofía, pues, no haría nada más que hacer consciente lo inconsciente y darle claridad suficiente para ser entendido y comprendido. Así, conocer es recordar o tener reminiscencia de las cosas. Luego, la verdad es posible de ser conocida por ser preexistente, o ser parte de la esencia del hombre. Cuando se conoce lo que siempre es, es la verdad. Cuando se conoce lo que simplemente surge y pasa sin nunca ser es opinión o saber de apariencias sin esencias certeras. Otro punto de vista de realismo, lo da el realismo natural o aristotélico-tomista. Hasta acá todas las formas de realismo estudiadas coinciden en que el objeto no es creado por el sujeto ni tampoco alterado por éste, porque el objeto es lo que es y sigue siendo lo que es, en forma independiente de que se le conozca o no. Lo discutible es si el conocimiento es directo (sólo porque se lo percibe) o es porque el conocimiento estaba dado previamente en el hombre y se patentiza al aparecer el objeto. El conocimiento realista mantiene intacta la naturaleza del objeto pero admite que para ser conocido el objeto, de algún modo, debe ser asimilado, esto es, introducido al sujeto. Mientras el realismo ingenuo incorpora una percepción del objeto, el realismo platónico reconoce una identificación entre el objeto y la idea previa que el hombre tenía del mismo. Aristóteles sostendrá que el objeto, en sí, no se puede introducir “materialmente” en el hombre, pero sí puede hacerse “formalmente”. Lo que el conocimiento capta es la forma del objeto y no al objeto en sí. El conocimiento es, así, una recepción de la forma sensible de las cosas o de la forma inteligible de los conceptos o universales. Al realismo aristotélico-tomista se agrega la opinión del realismo existencialista: “Es una especie de existencia lo que define el conocimiento. Conocer no consiste en hacer algo, ni en recibir algo, sino en un existir superior al simple existir como ser puesto fuera de la nada; es una sobreexistencia activa inmaterial, por la cual un sujeto existe no ya solamente con una existencia limitada a lo que es como cosa encerrada en un género, como sujeto existente para sí, sino con una existencia ilimitada en la cual es o se convierte, por su propia actividad, en sí mismo y los otros”. Este pensamiento de Maritain nos permite comprender como el hombre trasciende su propio ser al conocer a otros seres. En el caso particular de su interrelación con otros hombres, el fenómeno de la empatía nos lleva a entender mejor lo que el pensamiento de Maritain expresa. Asimismo, el “ser con...” de Heidegger también lleva la misma dirección. El conocer lleva al hombre a sentirse parte de otros entes. Se abarca mejor la expresión de que para el sujeto, conocer es una manera de existir; es existir no como él mismo, sino como otro, en relación con el otro.. Los límites del realismo natural Para el realismo natural habría dos facultades cognoscitivas: 1. facultad cognoscitiva a través de los sentidos: está limitada porque conoce sólo lo singular 2. facultad cognoscitiva de la inteligencia o intelecto: sólo permite conocer lo universal abstrayéndolo de las cosas o entes en que se da Además de las limitaciones de las facultades cognoscitivas, existe el fenómeno de que el conocimiento de los objetos se produce según el modo personal de conocer del cognoscente, puesto que el conocimiento se adapta al modo de ser del sujeto que conoce. Esto conformaría el punto de vista personal. El realismo crítico pretende ser una superación del realismo ingenuo y del realismo natural y sus postulados son que el conocimiento es una relación entre un sujeto y un objeto que son distintos entre sí. Así el sujeto sólo existe si hay un objeto mientras que el objeto es siempre objeto, en forma independiente del sujeto. El sujeto aprehende, el objeto es aprehendido. La aprehensión del objeto por parte del sujeto es una función trascendente, porque en el conocimiento, el sujeto va más allá de sí mismo, se trasciende a sí. El objeto aprehendido es indiferente a ser conocido o no, mientras que el sujeto que conoce es modificado por dicho conocimiento. Es decir, el objeto no es modificado por el sujeto, mientras que el sujeto es afectado por el objeto. Conocer es representar un objeto: el objeto está presente dos veces en el conocimiento, porque se encuentra en sí mismo y en el sujeto (representación objetiva). En el conocimiento verdadero o saber, la aprehensión del objeto es tal como éste es en sí mismo (certeza, verdad). Lo contrario es conocimiento erróneo o error (parecer, falsedad) El realismo crítico diferencia la “apariencia” de los objetos en la conciencia: la forma o formalidad (figura) es la objetividad, mientras que las cualidades de la forma (textura, olor, color, sabor, etc.) es la subjetividad, de forma tal que todos los objetos poseen la misma objetividad pero distintas subjetividades. La objetividad es un contenido de la realidad, mientras que la subjetividad es un contenido del pensamiento. La objetividad se incorpora a la mente como imagen o idea, mientras que la subjetividad es un contenido del pensamiento, en cuanto el pensamiento no se identifica ni forma imágenes sino que hace referencia de los objetos. No los incorpora sino que sólo “se da cuenta” de que son objetos y de cómo son. La prueba de que todos conocemos realidades objetivas independientes del sujeto está demostrada en el hecho de que todos los individuos perciben lo mismo: un ser animado, una cosa, etc., pero también es patente que las realidades subjetivas son distintas para cada uno, pues ante un mismo fenómeno u objeto, los que los perciben objetivamente manifiestan opiniones distintas y otros, ante el mismo acto, hecho o fenómeno, pueden incluso no percibir nada. El idealismo En lo relativo a la esencia o naturaleza del conocimiento, el idealismo es lo opuesto al realismo. Entre las concepciones idealistas es el idealismo extremo de Hegel que postula que el conocimiento es una actividad en que el sujeto crea su propio objeto. Basa su creencia en que la concepción realista tradicional sostiene que la aprehensión de lo verdadero del objeto (fenómenos o hechos, sensaciones e intuiciones y opiniones) es necesaria la reflexión y esa reflexión transforma los objetos en pensamientos. Mientras el realismo admite que “nada hay en la inteligencia que antes no haya estado en los sentidos”, Hegel suma a esto el concepto inverso de que “nada hay en los sentidos que antes no haya estado en la inteligencia”. Esto recuerda, un poco, al “realismo idealista” de Platón, del cual tiene reminiscencias idénticas. La idea de Hegel arranca del hecho de que es la mente humana la que se encarga tanto de percibir (aprender con los sentidos o la mente) al objeto, de forma tal que todos los estímulos o datos de los sentidos, como las sensaciones internas debe ser captadas obligadamente a través de la mente. Además de percibir, la mente también se encarga de la interpretación del dato o percepción del objeto. Luego, sin la intervención de la mente no habría conocimiento del objeto ni la interpretación de su verdadera naturaleza. En consecuencia, todo lo relativo al objeto es producto del sujeto, porque para llegar a la verdadera naturaleza, no se tiene en cuenta la “forma percibida” sino que la percepción directa del objeto debe ser modificada. Esta modificación del objeto, aun por la metafísica tradicional, demuestra que la verdad no está en las cosas como ellas se nos ofrecen en forma inmediata, sino “en las cosas elevadas a la forma del pensamiento”. Ergo, en esta teoría, la verdad son las cosas pensadas y no las percibidas en forma inmediata. Incluso, objeto y sujeto no son términos aislados en sí, sino que nacen de una relación pensada previamente, de la cual surge que hay una correlación inseparable entre sujeto-objeto, los que interactúan entre sí en un constante proceso. Salvo en las intelecciones abstractas subjetivas (donde sólo hay sujeto que pone un objeto), no existe la presunción de que un objeto vaya hacia un sujeto ni un sujeto hacia un objeto para reproducir características o determinaciones. El conocimiento es un proceso creador donde no hay una realidad fija, sino que es producto de la correlación sujeto- objeto, sin que esta correlación signifique una misma identidad para sujeto y objeto, pues ambos son opuestos esencialmente. Luego, la realidad no está “hecha” de una vez para siempre, sino que es una entidad que se construye en el encuentro del objeto con el sujeto, y la construcción depende de la medida en que también se construye el sujeto y si éste piensa, o no, el objeto. Esto es lo que lleva a la teoría del construccionismo. La discusión, polémica o controversia entre el planteamiento en si el mundo es incoloro u oscuro y silencioso y las características de las sensaciones percibidas por los sentidos es sólo producto de la mente, es lo que marca la diferencia entre realismo e idealismo. Dado que las sensaciones provocadas por las percepciones de los sentidos varía notablemente de una persona a otra, en lo referido a un dato suministrado por uno de los sentidos (como puede ser el sabor, el color, el tacto, el sonido), puede admitirse que estas sensaciones son cualidades secundarias del objeto, que no se da en la cosa (pues el color, el sabor, el tacto y el sonido dependerán siempre de factores ambientales que pueden estar presentes, o no, al momento de percibirse una realidad, o percibirse en una misma realidad captada desde diferentes puntos de vista). Pero cuando se suman las percepciones de todos o de varios sentidos, como pueden ser los referidos a la extensión, forma, movimiento, magnitud, género y número) se determinan cualidades primarias de los objetos. La distinción entre cualidades primarias y secundarias es lo que permite al realismo salvar la objetividad del conocimiento, al sostener que existe un conocimiento de una realidad dada, exterior al sujeto e independiente de él. Es evidente que esta afirmación es irrefutable en cuanto a la existencia cierta de entes separados e independientes entre sí como es la existencia de las cosas y del hombre. Pero acá no se discute la independencia de los entes en sí, sino la forma en como el hombre capta la existencia de otras cosas de la realidad, tanto interna como externas. La percepción de esas cosas es lo que determina la palabra objeto, la cual tiene una correlación que se denomina sujeto y que es el hombre que percibe. Cómo el hombre sólo percibe cualidades, lo que hace el idealismo, en oposición al realismo, es negar que esas cualidades sean propias de las cosas percibidas, sino que están puestas allí por el hombre o sujeto que las percibe. Si bien los sentidos captan extensión, forma, número, etc., en última instancia éstas son sólo palabras que surgen del pensamiento del hombre, el que las formas sobre la base de los conceptos e ideas que surgen de la aprehensión y abstracción de las cosas. La afirmación de la existencia de las cosas es afirmar sólo lo que se piensa. El ser de las cosas es sólo un ser pensado. Esto llevó a Berkeley a sostener el idealismo subjetivo que postulaba: “existencia absoluta de cosas no pensantes son palabras sin sentido que implican una contradicción”. En este punto, es necesario apelar al sentido común, sin mucha retórica filosófica o metafísica y volver al principio indiscutible de la existencia de los entes. Las cosas existen, si no, no estaríamos filosofando sobre ellas. Esto es lo obvio y lo sensato. Luego, esa existencia obvia no es fruto de ningún pensamiento o idea. Hasta acá no podemos discutir la obviedad. El quid de la cuestión es el conocer las cosas que existen y es allí donde reside todo el tráfago de las concepciones sobre la cognición. Sin embargo, en este proceso de conocer, dos cosas quedan también bien clara: el ente a conocer o conocido y el ente que conoce. Esta relación entre ente a conocer o conocido y ente que conoce o ente conocedor, es lo que origina la dupla de los términos objeto y sujeto, y tampoco hay dudas ya sobre el significado de ambos: ente conocido o a conocer es el objeto y ente conocedor es el sujeto. Tampoco hay dudas de que la incorporación de la existencia del objeto a la mente del sujeto es lo que origina el conocimiento. Hasta este punto es lo que marca el sentido común. La discusión comienza en la forma de conocer. Pero acá también es indudable que hay un principio de sentido común: la captación de la presencia del objeto o fenómeno es posible para todo aquel sujeto que esté atento y se fije en esa aparición o presencia. Empero, de la capacidad de captar un objeto (aprehenderlo) o registrarlo no hay tampoco dudas: existe la aprehensión de las cosas. El problema comienza con la abstracción. Es allí donde jugarán factores ambientales como la luz, la humedad, la geografía, la posición, la distancia, etc. y, obviamente, la normalidad de los sentidos. Hay personas con sentidos normales y hay personas con diferentes graduaciones de sensibilidad de los sentidos. Así hablamos de personas que tienen más sensibilidad y personas de menos sensibilidad (la sensibilidad dependerá de la atención o concentración, la intuición y del interés por percibir). De igual modo, en la percepción de sentimientos o percepciones interiores habrá personas más sensitivas y menos sensitivas. Esto, en lo relativo a la indemnidad o “normalidad” de los medios para percibir sensaciones internas o externas. Pero puede ocurrir que haya sentidos alterados funcionalmente o dañados anatómicamente (caso del que sufre trastornos mentales o de los que están privados de los sentidos o tiene las vías nerviosas dañadas disminuyendo el poder discriminativo de la percepción). En este caso, tampoco hay dudas de que habrá una percepción errónea o menos exacta en relación col el que tiene su capacidad de percibir anatómica y funcionalmente indemne. En vista de este análisis “objetivo”, la percepción puede variar notablemente tanto en los normales como en los anormales. La aprehensión en el normal es idéntica para todos, pero varía la abstracción. Mientas que en el anormal varía la aprehensión y la abstracción. Luego, el secreto del proceso cognitivo, en personas normales arranca con la abstracción. Como la abstracción es la base de la ideación o formación de ideas (imágenes de lo aprehendido), una abstracción distinta de otra conformará un concepto también distinto de otro, dado que la concepción o formación de concepto dependerá de la idea del objeto. Y así sucesivamente. Un concepto distinto de otro formará un juicio también distinto y, por lo tanto, de los juicios surgirán pensamientos también distintos. Que quede bien claro: el proceso mental es igual para todos, pero la forma de manejar el proceso mental es distinta e individual para cada persona. De ahí que las conclusiones a las cuales se puede arribar sobre la verdad o los aspectos de las cosas dependerá de la mayor o menor habilidad para manejar el proceso mental. El alcance de conceptos universales o la universalidad del consenso de un conocimiento, es la base de lo que denominamos verdad, dado que hay un conocimiento igual y único de todo, para todos (unanimidad del concepto de conocimiento). Esto ocurre con las ciencias, la religión y también la filosofía. Otro aspecto a discernir es lo relativo a lo que yo llamo la entidad y la esencialidad. En este particular caso, uso identidad en relación con la forma del ente y esencialidad a lo que el ente es en sí. La entidad como formalidad permite conocer a los entes y el concepto de formalidad por el mayor consentimiento o aceptación universal de dicho concepto. Así, un perro será perro en cualquier latitud del planeta que acepte el término perro referido al cuadrúpedo carnívoro que tal concepto refiere. De igual manera procederá con otros entes. Lo discutible será si el perro puede volverse omnívoro, o no, si posee inteligencia, o no, si tiene los mismos sentimientos que el hombre, etc., es decir, si es ser inteligente o sensitivo o cual es la esencia de su ser. Ahí funciona lo de realismo e idealismo. Y las otras teorías del conocimiento. Pues, la identidad formal es fruto del ente independiente del conocimiento y por lo tanto su existencia será indiscutible desde esa perspectiva. Lo discutible, siempre, será lo atinente a la esencia y a los conceptos y estos variarán según el consenso social que se tenga sobre ellos. De ahí la teoría de la influencia social en la formación del conocimiento. Salvadas estas especiales circunstancias queda ahora dejar bien en claro otra situación: el mecanismo fisiológico-anatómico del conocimiento es el proceso mental y éste es igual para todos, en cuanto a su constitución anátomofuncional. Todos tenemos la misma mente en lo atinente al proceso de su constitución anatómica y su forma de funcionar. Hay un órgano, el cerebro que es la sede de la mente y ésta es un conjunto de facultades que se manifiestan fenoménicamente y que han permitido comprender la existencia de la percepción, la aprehensión, la abstracción, la ideación, la conceptuación, la formación de juicios y de pensamientos. Lo que varía de una persona a otra es la forma de usar esa mente y, por lo tanto, el contenido de cada uno de las etapas del proceso mental. Otro concepto fundamental es que no hay que soslayar que la mente es una función que subyace en un órgano, el cerebro, pero que el motor de la misma no es el cerebro sino que éste sólo es el órgano o instrumento que le permite expresarse. Tampoco la mente en sí es una entidad por sí misma, sino un conjunto de medios o facultades para la expresión de una energía o fuerza especial a la cual referimos con términos confusos como alma, espíritu, ánimo, etc. Luego, el cerebro no es fuente o causa de la mente, sino su medio de expresión o instrumento, la mente no es una identidad definida, independiente, de existencia propia, sino algo que sólo expresa el impulso de otra entidad desconocida y que se presume como energía o fuerza y que es lo que se ha dado en llamar alma o espíritu y otras palabras afines. Así, debemos concluir que en realidad lo que impulsa a la mente animal o humana (y probablemente de otros seres vivos no conocidos esencialmente por el hombre, sino sólo formalmente) es algo intangible, inmaterial que llamamos alma. De ahí el término de seres animados. El juego lingüístico que es el instrumento de la expresión a través de la palabra, ha creado el lenguaje y éste a las palabras. Pero esas palabras, lo vamos a reiterar incansablemente, tienen significados denotativos y connotativos. Los denotativos son sobre la base de la etimología y las definiciones consensuadas y más o menos universalmente aceptadas y puestas en diccionarios, mientras que las connotaciones son las interpretaciones personales o especiales que se hacen de una misma palabra, creando la polisemia. Esta particularidad del lenguaje es lo que determina, muchas veces, discusiones bizantinas sobre determinadas cuestiones metafísicas, pues varía la acepción de las palabras y sus conceptos. Si se admite que alma y espíritu, etimológicamente es lo mismo, y se refiere a soplo, aliento, etc., debemos concordar que estamos refiriendo una entidad sin sustento material, que se expresa como fenómeno captable, pero no perceptible por los sentidos, en su esencia, sino por los efectos que provoca en los entes. Aunque parezca increíble, el no poder discriminar sobre el uso del lenguaje, el que de algún modo es lo que nos permite expresar la idea de esencia y de verdad, la falta de consenso o universalidad para aceptar determinados términos, ha llevado a conceptos discrepantes. Así, alma es para algunos una entidad de existencia propia, mientras que otros creen que es producto del cerebro. Otros creen que la mente es el alma. Qué espíritu y alma, en el hombre, es la misma cosa, etc. etc. Tal avalancha de opiniones y conceptos es la prueba palpable de los sofismos que en el campo filosófico y de la ciencia, se desatan sobre los fenómenos humanos, especialmente en lo referido a la esencia del hombre, a su cuerpo, alma, mente, etc. La teoría del conocimiento está sujeta a estos vaivenes y de ahí la discordancia de los diferentes postulados. Pero algo es innegable: el fenómeno es uno, la esencia del mismo también es una, y el conjunto fenómeno es igual para todos, variando sólo los matices de la expresión. La variabilidad individual o personal no invalida el criterio de la esencialidad única y universal. Una es la esencia (unívoca), varia la forma de la expresión de la esencia (equívoca). Luego, si la expresión es variable, todas las teorías son aceptables, pues cada una de ellas capta una de las formas de la variación. La integración de todas devolverá la totalidad del fenómeno. Las relatividades integrarán el absoluto, a pesar de sus aparentes contradicciones, pues no hay tales, sino diferentes puntos de vista que integran distintos aspectos de un mismo fenómeno. Una cosa es cierta: el hombre conoce a través de los sentidos y fuera de ellos, conoce de su exterior y de su interior y conoce lo desconocido a través de percepciones y sensaciones diversas. Luego, la cognición es un fenómeno complejo que admite todo lo que puede percibirse fenoménicamente y quede mostrado o demostrado, ya sea por testimonios múltiples y universales o por las experiencias comunes comprobables, con variables o parámetros determinados, o sin ellos. Así, habrá un mundo con color o sin él, un color puede ser verde o azul o de otro matiz según el ojo y la luz con que se perciba (un daltónico verá el mismo ente pero un color distinto). La forma puede ser percibida como ancha o larga, chica o grande, según la distancia o la altura que se perciba y el sistema de comparaciones que se use. Un concepto alcanzará validez universal, según obtenga el consenso del lenguaje y de conceptos. Y los entes serán o no serán, existirán o no, y serán idénticos, o no, de acuerdo al modo de conocer de cada persona. En esta coyuntura juega lo ambiental, lo socio-cultural y lo individual para integrar los conceptos, ideas y pensamientos sobre la cognición. Y la sorpresa final es que todo cuanto se diga es válido para las variables que rodean el acto de conocer. Todos los relativos y los absolutos serán verdaderos, en la medida de lo que se tenga por verdad. Por lo tanto, discutir sobre la verdad es otro sofismo, por cuanto discutimos, más que los fenómenos en sí, las palabras con que designamos dichos fenómenos. De ahí la tremenda importancia de un “ponerse de acuerdo” sobre el significado del significado que es la palabra, para alcanzar una mejor idea, concepto y pensamiento de lo que se quiere expresar sobre lo que supuestamente se conoce. La integración de criterios y puntos de vista es otra tarea que ayuda a despejar dudas y evitar controversias bizantinas, inútiles, retóricas o sofísticas. La apertura de criterio, un correcto manejo mental adquirido por una buena y exacta formación o entrenamiento, habilitan a comprender y conocer mejor. Es evidente que todos podemos conocer, pero la calidad y la excelencia del conocimiento no será la misma para todos, si no hay voluntad de acuerdo para tratar de ver desde los distintos, variados y contrapuestos puntos de vista. En este particular es válida la afirmación de Berkeley en el sentido de que si abro los ojos, no depende de mí lo que percibo, en forma total. No siempre puedo elegir lo que veré, ni elegir las características que han de tener los objetos que percibo, porque lo que percibo no es creado por mi voluntad, lo que necesariamente debo admitir que hay otra cosa que produce las sensaciones y las percepciones, a las que Berkeley denomina “otra voluntad o espíritu” que las produce. Incluso, como la comprensión de algunas percepciones las traducimos por palabras y esas palabras son fruto de mi mente y del proceso mental intelectual, en esencia, no son cosas propias del objeto sino interpretaciones de mi mente. Pero lo que Berkeley parece ignorar es que la mente produce esos conceptos estimulada en parte por lo que el objeto muestra, y en otra parte por dinamismo propio de una mente impulsada por un espíritu. Luego, no importa tanto si son cualidades primarias o secundarias, sino si el objeto realmente posee esas cualidades que nosotros ponemos en él. Por lo tanto, todo se reduciría a entrenar la mente, para que ésta no perciba ni forme conceptos erróneos y aprenda a integrar el punto de vista personal con el otras mentes, a fin de evaluar y valorar si lo percibido e interpretado es más o menos lo mismo que aparentemente ha expresado fenoménicamente el objeto. Es importante reconocer que los nombres inventados por el hombre para designar a los entes, si bien son productos de su mente, una vez expresados y obtenida la conformidad universal, el conocimiento de los objetos, formalmente, no será sólo una función mental, sino el reconocimiento de cosas concretas, a través de la función mental. Otra cosa distinta son los conceptos abstractos, los cuales son productos exclusivos de la mente humana para cualificar secundariamente a los objetos o modificar sus cualidades primarias de formas concretas. El conocimiento de los abstractos es una función mental metafísica, individual y exclusivamente idealista. Es puro concepto, idea y pensamiento, sin materia, pero que se aplica a entidades concretas o abstractas, como cualidades de las mismas. Hasta acá hemos analizado el idealismo subjetivo de Berkeley, el cual funda el análisis del conocimiento como mero hecho psíquico o mental y comenta la posibilidad o imposibilidad de abstraer, sólo invocando el testimonio individual. Esto se debe a que las abstracciones llamadas conceptos, además de palabras, son signos. De algún modo, en esta creencia, no habría un conocimiento conceptual pues únicamente conoceríamos lo particular. Lo general, acá, pasaría a ser un conocimiento particular utilizado como representante de una suma o grupo de conocimientos particulares. Por esta razón, ese conocimiento particular generalizado no es exclusivo de un solo “yo”, mente o espíritu, sino que habría otros “yoes”, espíritus o mentes que perciben lo mismo que yo y, por lo tanto, esto demuestra que lo percibido por mí no es una creación exclusiva mía. Contrariamente, el idealismo lógico, apoyado por Fichte, no se centra en el análisis del conocimiento como hecho psíquico, sino que parte de una crítica a todos los principios que suelen usarse como fundamentos de las ciencias. El conocimiento de un ente nos permite nominarlo y diferenciarlo de otro. Así, A es A pero no B. En este contexto, A es A, funciona como juicio que nos permite aceptar que A es A, porque si A no fuese A, no sería nada. Así se establece un principio de realidad de un ente determinado. Mas, esta manera de formular un principio sólo da la forma de tal principio y del ente en sí. Pero no nos da la realidad total o la esencia de dicho ente, es decir, no nos proporciona la realidad del contenido. Para que un principio sea completo, veraz y universal debe estar basado en un juicio que junto a la forma del ente, esté dado también su contenido, de un modo que ambos se determinen recíprocamente. Ergo, esto nos permite afirmar con autoridad “yo soy yo”, y esta afirmación es sin condiciones algunas, pues es una realidad que afirma a sí misma, se autoafirma. Esta proposición es la que conforma el principio del conocimiento de la realidad, pues se basa en una reflexión sobre sí mismo y el ente se transforma, por introspección, en objeto y sujeto a la vez. Según la concepción de Fichte, en este principio es como el hombre que pretendiera interactuar con su sombra: así se proyecta en su sombra y crea el objeto de sí (autoobjeto). La sombra es un objeto sin existencia ni actividad propia sino la proyección de un sujeto y por lo tanto la reflexión es de un yo que la hace de sí mismo, sobre sí mismo, situación que el yo sujeto aparezca como objeto. Problemas del idealismo y el realismo El mayor problema de estas doctrina es el juego de palabras con los términos o conceptos de sujeto y objeto, el alma, el yo, el espíritu y la mente. Ninguna de las teorías explica bien en qué consiste el yo, el espíritu, la mente y el alma, como antes habíamos tratado de dejar en claro, en lo relativo a lo que es esencia y lo que es instrumentalidad o mero vehículo formal de expresión. Si, según el idealismo, el conocimiento es una creación del objeto por parte del sujeto, esto daría lugar a la presunción de que el conocimiento debe ser siempre verdadero, pues se ha creado como verdad. Haber soslayado el error, la equivocación y la falsedad es la falla principal del idealismo absoluto. En cuanto al realismo, acontece algo similar. El sujeto no crea su propio objeto sino que de debe conocer un objeto representado por un ente que ya es lo que es. La función del sujeto sólo es tomar contacto con ese objeto y tratar de penetrar en él para conocer no sólo su forma sino también su contenido: la esencia (lo que él sujeto es). Acá, la verdad está en el objeto, en sí mismo, y no en la creación de la mente humana. En consecuencia, una búsqueda desacertada puede conducir al error y el encuentro con la verdad sólo dependerá de la habilidad para reflexionar y lograr penetrar el objeto con la mente. En ambas teorías, realista e idealista, subyace el problema de la actividad cognoscente del sujeto, pues no logran postular teorías y principios que conformen algo eficaz y real para explicar el conocimiento o cognición. Ambas teorías plantean aspectos o puntos de vista reales. Pero sólo son eso: puntos de vista. Incluso, integrando a ambos, logramos otro punto de vista más abarcador de la realidad y verdad del conocimiento o cognición como facultad del hombre. Pero, aún así, quedan algunas incógnitas o vacíos a resolver, para acercar un concepto más preciso y veraz de la formación del conocimiento humano y de los verdaderos mecanismos mentales de la cognición. En esto reside otro problema que tratamos en el parágrafo que subsigue y es el de la trascendencia del conocimiento. Trascendencia e inmanencia del conocimiento Es evidente que si bien el conocimiento conforma una facultad humana resumida en la dupla sujeto-objeto, esto plantea otra cuestión: si el conocimiento es propiedad del sujeto exclusivamente, significa que teóricamente no podría salir de él, es decir, no trascendería, sería un conocimiento intrascendente y quedaría encerrado en el sujeto como conocimiento inmanente. Ésta es la conclusión lógica del idealismo. En cambio, en el realismo, la propiedad de entidad de todo ente y el principio del conocimiento de la realidad (lo que las cosas son) indica que el conocimiento es algo que trasciende del objeto al sujeto por una actividad voluntaria del sujeto a través de la reflexión. Dicho de otra forma, el sujeto trasciende (sale de sí mismo) para ir hacia el objeto. Pero si el objeto no existiera por sí, el sujeto no podría trascender. Estas formas de traducir la fenomenalidad de la realidad, ya dijimos, tiene bases ciertas para ambas teorías. En realidad, el ser del hombre, su propio ente o esencia, es una inmanencia que no se muestra directamente a sí misma ni al propio ente y éste tiene serias dificultades para penetrar en sí mismo (introspección) y encontrar con su inteligencia (iluminar) su propio ser. Para lograr la trascendencia a través de la existencia, el hombre deberá estudiar los “modos de su ser” de otros para comprender los propios, para poder advertir algo sobre la esencia, aunque no pueda abarcarla en un todo. Esto es lo propuesto concretamente por Heidegger, resumiendo un poco otras tendencias filosóficas preexistentes. Algo similar ocurre con los otros entes distintos a la esencia y existencia humana. De ahí que el realismo proponga la trascendencia como método para conocer. Por lo tanto, la inmanencia existe como esencia de entes, esencia que sólo se capta cuando la materia se refleja en el espíritu o, mejor dicho, el espíritu ilumina a la materia, a través de la mente y, en forma especial, con la razón o inteligencia. Sin la inmanencia no habría trascendencia. Ésta existe porque la obliga la inmanencia del ser. Precisamente, para “conocer”, o sea, estar “con el ser”, primero éste debe mostrarse, ofrecerse, aparecer a la luz (fenómeno) y luego el espíritu del hombre debe salir de su mismidad para encontrarse con el ser de otros entes (extrospección) y después someterlo, por reflexión (introspección) al análisis, lo que hace a través de la mente y las facultades mentales. Luego, vendrá otra trascendencia: una vez que el espíritu “capta” el fenómeno y lo explica, entiende o comprende y ha formado un concepto, un juicio y un pensamiento, devolverá afuera ese pensamiento e instaurará todo un entorno de comprensión que algunos filósofos llaman “mundo” como “ámbito llenado de sentido” por el hombre, donde las cosas y los entes son pasibles de ser conocidos. Acá se conjuga aquello de la participación de los distintos “yoes” para crear un instrumento del conocimiento que es la “cultura”. Y aparecen otros instrumentos de la comunicación como es la ciencia (comprensión y conocimiento de la materia) y la metafísica (comprensión y conocimiento del espíritu y su aplicación a la materia) a través de la filosofía, la religión, el arte y otras manifestaciones inmateriales. Como se ve, en parte, todo esto conforma el criterio de Schelling en el sentido de que todo funciona como que hay un ente llamado espíritu que es inmaterial y que conforma el ser del hombre como inmanencia, pero que puede de algún modo “corporizar” a través de la materia haciéndose “espíritu visible” (fenómeno) a través de la trascendencia. En esta síntesis totalizadora, se comprende mejor, entonces, lo que es todo lo relativo a la entidad o ser de las cosas, incluyendo al hombre, y como funciona el contacto entre el hombre y los otros entes, fenómeno llamado conocimiento o cognición. Naturalmente, hay muchos fenómenos más que el idealismo, el realismo, la trascendencia, la inmanencia, el constructivismo o el construccionismo. Todos estos fenómenos son parte o aspecto de la realidad, pero hay que sumarle mucho más. La verdad absoluta está lejos de ser captada in toto (completamente) por la mente humana. Pero la suma de verdades relativas configura una forma holística que nos acerca cada vez más a la verdad absoluta. Sólo la apertura del espíritu, como apertura de la mente (su instrumento) nos permitirá con una adecuada disciplina o entrenamiento continuo y tesonero, afinar nuestras propias facultades naturales para encontrar el método (camino hacia el fin o meta) que nos permite evitar el error, la falsedad y nos muestre la verdad de la realidad. Por lógica, nunca será una misma realidad, por ende, la verdad absoluta es, de alguna manera, la verdad de la realidad que se nos muestra. La cultura humana, como suma de realidades pasadas y presentes, puede aportar elementos de juicio para monitorear el desarrollo del hombre a través de sus conductas “en el tiempo” transcurrido y en los distintos espacios (geográficos y sociales). Así iremos “conociendo”. Consecuentemente, la formación del conocimiento no es sólo explicar un proceso mental, sino también apreciar como funciona ese proceso en cada individuo. Y eso lo sabemos con el transcurrir del tiempo o vivencia, tanto del individuo como de la humanidad en pleno (pasada, presente y futura). Si el hombre se vuelve más observador de fenómenos, ordena sus facultades personales e integra un “equipo pensante”, “comprendiendo” a los otros (integración de puntos de vista), es evidente que otra cosa puede resultar la vida humana y su expresión individual y social. La “incomprensión” del individuo y la falta de comunicación con el entorno (individualidad vs. sociabilidad), es la causa de los desencuentros, de los errores, de las falsedades y de la involución humana y de la humanidad. Esto no es una suposición o presupuesto, sino la lección clara que nos deja el fenómeno de la historia de la humanidad. Hay muchas formas de conocer. Todas son reales. Pero sólo son válidas aquellas que no causan daño alguno, que conducen a conductas más acertadas con la esencia inteligente y razonadora del hombre y que le ayudan a una evolución perfeccionable. Lo contrario es involución. La involución es deshumanización. La teoría del conocimiento más eficaz será la que reconozca todas las modalidades mostradas para adquirir dicha cognición. Empecinarse en que sólo hay una manera de conocer es desconocer la modalidad espiritual del hombre que es una continua apertura hacia la realidad y que esa realidad es cambiante por lo que nunca habrá un conocimiento único, inmodificable y eterno, sino sólo conocimiento de la realidad que cada individuo vive. No obstante, con un buen método, es posible que un individuo aprenda a conocer “su” realidad y no yerre el camino mejor (excelencia) de su vida como hombre. Tampoco debe olvidarse que la esencia del hombre es bipolar y su manifestación se rige completamente por opuestos concretos y abstractos: vida-muerte, racionalidad-irracionalidad, verdad-falsedad, odio-amor, bien-mal, credulidadincredulidad, trascendencia-inmanencia, etc. Todo ello es verdad, es decir, lo que los entes son. Luego, aunque cueste digerirlo, la verdad absoluta es la existencia de verdades relativas e, incluso, opuestas. Luego, siempre un conocimiento también será relativo. Nunca habrá vida, eterna, sin muerte, ni verdad sin un correlativo de falsedad, ni todo será maldad o bondad pura, ni siempre imperará sólo el amor, obviando el odio. Todo esto está, existe, se manifiesta y sólo una única facultad humana podrá ser verdad relativa para un individuo: su voluntad como poder de deliberar y elegir, de permitir ser libre mediante ese poder. Sin voluntad no valdrá la inteligencia ni se controlará la afectividad o facultad de sentir. Esto es la totalidad del hombre como carnoespíritu (materia espiritual o espíritu materializado). No hay humanidad sin coordinación de inteligencia, voluntad y afectividad. No hay coordinación o integración sin entrenamiento o educación. No hay evolución sin educación. No hay trascendencia sin evolución. No hay hombre sin espíritu trascendente (existencia). No hay excelencia sin una trascendencia educada. No existe una humanidad certera, sino hay capacidad de cambio. No hay capacidad de cambio sino se aprende a conocer en forma auténtica. No hay autenticidad sin una completa manifestación espiritual. No nos “daremos cuenta” de todo esto, sino aprendemos a reconocer y manejar la conciencia. En busca de una síntesis de la teoría del conocimiento Algunos investigadores consideran que Locke dio el puntapié inicial a la filosofía imperante en los siglos XVII y XVIII que se ocupó por establecer el origen del conocimiento. De esa época surgen las obras de Leibniz (NUEVOS ENSAYOS SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO), Berkeley (PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO); Hume (ENSAYOS FILOSÓFICOS SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO) y Condillac (ORIGEN DE LOS CONOCIMIENTOS HUMANOS). Frente a todos estos esfuerzos Kant (CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA) pretende llegar a una conclusión más convincente y propone a la metafísica para remplazar a las teorías del conocimiento. El camino abierto por Kant es completado por Hegel quien concluye, de igual modo que Kant, que la metafísica es la base de una verdadera teoría del conocimiento. Tras estos pensadores, las distintas corrientes principales que pugnan por explicar cómo se llega a conocer son tres: racionalistas, empiristas y sensistas. La pregunta fundamental es: ¿hay conocimientos innatos, ya dados por el entendimiento, o no los hay? Esta pregunta obliga a establecer las presuntas “fuentes” del conocimiento y de ellas resaltan dos: el conocimiento innato y la experiencia (que se desdobla en experiencia externa y experiencia interna). Así, las corrientes establecen: 1. racionalistas: las fuentes del conocimiento son tres: las verdades innatas, la experiencia interna y la experiencia externa 2. empiristas: las fuentes del conocimiento son dos: la experiencia interna y la experiencia externa 3. sensistas: sólo hay una fuente de conocimiento que es la experiencia interna Fuera de los elaborados textos filosóficos, de la retórica y de la lógica, todos ellos impresionantes, cada autor expone puntos de vista que son irrebatibles por su condición de verdaderos. El problema no está en los principios y métodos, sino cuando se pretende rebatir las conclusiones diferentes, estableciendo presuntas contradicciones, equívocos o paradojas. Todos estos pensadores tuvieron la gran virtud, desde los griegos (Aristóteles, Platón, Sócrates) en adelante, de saber captar con precisión los fenómenos que se daban ante la adquisición de un conocimiento. El problema residía en parte en la cultura imperante, el idioma o lenguaje y los conocimientos biológicos de la mente. El paso del tiempo ha decantado mucho de esos problemas, pues las ciencias biológicas han adelantado tremendamente en el conocimiento del complejo mecanismo de la mente a través de la biología molecular y las neurociencias. Hoy se conoce, con una certeza relativa (las ciencias son siempre relativas) que en la mente hay una memoria filética que puede ser la fuente de algunos “conocimientos innatos” que han permitido a algunos autores como Chomsky, hablar de una “genética del lenguaje”. El hombre puede y sabe hablar porque tiene un mecanismo o proceso ancestral que le impulsa a hacerlo. Ocurre algo así como la vida instintiva de los animales que ya viene como “grabada” y cada animal “sabe”, apenas nace, qué debe hacer para subsistir y desarrollar su vida individual y colectiva. Este patrón ancestral de conductas e instintos es casi inmutable y es muy poco lo que cambia con determinados procesos adaptativos. Pero el hombre, además de un patrón instintivo biológico, trae en su “software” personal otros conocimientos “metafísicos” que surgen de su mente como intuición, inspiración o creatividad. Son los conocimientos de la mismidad, que impulsó a Freud y Jung a hablar de un “inconsciente” donde hay muchas cosas, aún desconocidas para el hombre mismo. Este panorama actual da la razón “prima facie” a los racionalistas y, por ende, relativamente a los empiristas y sensistas. Todos tienen razón en sus puntos de vista. Sólo que no deben verse por separado sino en bloque, pues habría un conocimiento innato, uno que surge de la experiencia interna y otro que surge de la experiencia externa. Y, quizá, sea mucho más complejo, pero para evitar caer en sitios oscuros o poco racionales, es menester ir a lo más simple: la experiencia personal para adquirir el conocimiento. Naturalmente, la mejor respuesta la tendrá quien ha afinado su mente a tal punto que ha podido captar mejor y más cantidad de conocimientos diferentes. Es obvio que hay personas que llegan a conocer más que otras y en forma más intensa y extensa. Los genios y los creativos de la humanidad, como los grandes pensadores que han trascendido a través de todos los siglos, son el modelo acabado de lo que estamos intentando expresar. Sin embargo, debemos seguir enunciando obviedades y la principal reside en la cultura acumulada en la sociedad en la cual de desenvuelve un pensador y el lenguaje que usa. Todo pensamiento se forma con palabras. De ahí la tremenda dificultad para expresar un pensamiento nuevo o inédito o creativo, si en el lenguaje no hay las palabras precisas. Algunos pensadores ingeniosos encuentran neologismos. Otras frases o giros idiomáticos. Pero lo cierto es que se hace imposible pensar prescindiendo de la cultura previa y del lenguaje dado. Así, un alemán puede en una palabra sola reproducir todo un concepto metafísico. Pero la traducción de esa palabra a otros idiomas no encuentra un equivalente tal cual y eso constituye una cierta barrera para comprender el sentido original que el pensador dio a su frase o palabra. La falta de una palabra adecuada para traducir, introduce connotaciones particulares de acuerdo a las características del idioma al cual se traduce la obra original. Esas connotaciones pueden ser inocuas (no modifican el significado original) o pueden introducir conceptos que no alcanzan a precisar la idea original. Algo parecido ocurre con las culturas. De ese modo, aquello que es claro y valioso para una determinada sociedad y cultura, puede ser causa de una interpretación distinta y contraria. Esto origina nuevas obras: o para explicar la obra original o para rebatirla, según el punto de vista (cultural y lingüístico) en que se ha insertado e interpretado el pensamiento original. También puede ocurrir, y de hecho ocurre, que un pensamiento original sirva para despertar otro tipo de pensamiento que puede ser complementario, afirmativo, negativo, contradictorio, creativo o contrario al pensamiento original. De no ser así, no se podría explicar los millones de libros que atiborran las bibliotecas y las librerías, ofreciendo pensamientos sobre un mismo tema o sobre diferentes asuntos o cosas que interesan en forma esporádica o temporal o cuestiones eternas de la humanidad. ¿Cómo es posible llenar tanto espacio en papel o en la informática con todo el conocimiento acumulado? La cantidad de datos de Internet y de toda la literatura existente es escalofriante en estadística. La gran pregunta ha sido, es y seguirá siendo: ¿cuánto de esto es verdad y es útil? ¿Cuánto de esto es un mero ludismo? ¿Cuánto de esto es pura estupidez? ¿Cuánto de esto es genialidad y creatividad? Las lides intelectuales pretenden demostrar una o varias de estas cuestiones. El problema está en quien intenta informarse. La saturación es tanta que no alcanzaría la inmortalidad para abarcar (leer) todo lo que se ha dicho y escrito. El dilema fundamental del hombre del siglo XXI ya no es sólo conocer y saber cómo llega a conocer. El problema actual es saber qué se debe conocer o vale la pena intentar conocer. Las cuestiones fundamentales que hacen a la vida y existencia humana están dentro de una coctelera de datos, opiniones, principios y fundamentos que desorientan a quien pretende arribar a una conclusión válida y universal. Ahora lo importante ya no es ser un sabio total, sino poder llegar a conocer un mínimo de lo realmente esencial para no perder la vida buscando lo inalcanzable o correr tras utopías o simplemente dejar transcurrir el tiempo estando ausente de sí mismo. La trilogía “no sé”, “no puedo” y “no quiero” impregna a la mayoría de la humanidad y la sociedad se pierde en estilos de vida que nada tienen que ver con la inteligencia, la verdad y la dignidad. Más de dos tercios de la humanidad se pierden con el hambre, la peste, los cataclismos naturales y las guerras y guerrillas, las enfermedades “sociales”, la delincuencia y la accidentología. Parece que se hace realidad el Apocalipsis con sus cuatro jinetes, sin que ello signifique el fin del mundo. Sólo sucumben dos tercios. Y el tercio restante sobrevive fluctuando con la trilogía enunciada. Un repaso rápido a la geografía de la tierra y sus sociedades, dan un panorama poco feliz y esperanzado. No hay un hombre sensato, equilibrado, afectivo e inteligente, sino varios hombres que parecen no detentar nada de lo que se supone que es la esencia humana. Esta opinión puede parecer subjetiva y pesimista. Muchos ya la observaron así. Pero dejemos de lado los pensamientos apriorísticos y atengámonos estrictamente a lo que parece ser la realidad. Si es verdad lo que se informa diariamente, los titulares de todo el mundo no dan una visión objetiva y optimista. No hay nación, ni grupo humano, ni sociedades de cualquier naturaleza que detenten signos claros de pureza y de superioridad. Todos tienen un costado de imperfección que lleva a la duda y al desencanto. Sólo con un gran esfuerzo racional y afectivo, alguien puede enrolarse en algo institucional y vivir de acuerdo a determinadas reglas. O la necesidad puede empujar a adoptar un estilo de vida y de ideas políticas, religiosas o filosóficas. Pero la impresión directa es que la mayoría de la gente está enajenada y pensando más en “lo otro” que en sí mismo. ¿Dónde queda el conocimiento digno, veraz y esencial? Esta cuestión es una nebulosa que se presta más para la discusión bizantina que la real preocupación por encontrar ese conocimiento. Al mundo ya no le interesa cuáles son las fuentes o los modos de conocer. Para los mejores únicamente los signa el intenso deseo de encontrar una verdad. Pero no se manifiestan como una gran cantidad. Lo común es que la mayoría se muestre dentro de futilidades, aún las más irracionales y estúpidas, pero que se esgrimen y adoptan como la única y gran verdad. Y esto no es una observación personal o una impresión subjetiva. Desde Erasmo de Rótterdam muchos autores modernos y contemporáneos y posmodernistas están describiendo, más que filosofando, este fenómeno de la estupidez generalizada. Naturalmente la gran polémica arranca con los estúpidos que pretenden que la estupidez sea un derecho humano como el que más y sea reconocido, aceptado y tolerado por quienes no la comparten. Incluso, los “fundamentalistas” de la estupidez denuestan a quienes no son estúpidos y los presenten como si fueran reaccionarios, retrógrados, discriminativos, etc. porque no se advienen a ser estúpidos. En este marco, ¿dónde ubica la grandeza de Kant, Hegel, Cristo, Dios, Aristóteles, Sócrates, Buda y todos los demás prohombres de la humanidad? La aparente realidad es que son “piezas de museos” relegadas a ámbitos universitarios o claustros ideológicos o religiosos muy selectos. Los filósofos actuales están más cerca de ser meros relatores o descriptores o narradores de realidades o irrealidades, que pensadores puros que buscan la verdad y la esencia universal y eterna de las cosas y cuestiones. Pensar y conocer son dos tareas ímprobas para quienes aun creen que hay posibilidad cierta de un cambio y de un mejor futuro para la humanidad en general y el hombre en particular. Los filósofos defienden el “arte de pensar” y el “amor a la verdad”, los sensitivos creen que es posible restablecer los valores del amor y el afecto por sí y por los otros y los científicos creen que la ciencia es imparable y en ella reside toda la razón de ser el hombre actual. Si no es así ¿cómo se viviría sin electricidad, nevera, televisor, computadora, teléfonos, autos y la tecnología inteligente? La inteligencia artificial suple la inteligencia natural. Hay quienes ya pregonan que la ha superado. Yo sólo hago una sola pregunta: ¿qué es lo cierto? De no encontrar una sola respuesta, caemos al juego llamado la perinola en la Argentina y que consiste en una especie de trompo con facetas de frases inscriptas y que dan la esencia al juego. Una de esas facetas es el “todo vale”, otra dice “nada vale”. ¿Debemos jugar a la perinola para encontrar la respuesta? Antes de tratar la conciencia, apreciaremos algunos puntos de vista budistas sobre la realidad y su percepción. La concepción budista de realidad, apariencia y esencia. En esta línea de pensamiento, el budismo observa que de la forma en que se interpretan las emociones en el pensamiento occidental, las llamadas emociones destructivas no lo son tanto por el posible daño que causen, sino porque distorsionarían la captación o percepción de la realidad. Por esto, los budistas llaman a las emociones destructivas, “oscurecimiento” o “factores mentales aflictivos”, pues impiden percibir la verdadera realidad (realidad tal cual es) y de ese modo establecen una verdadera distancia entre apariencia y esencia (realidad verdadera). El deseo o el apego excesivo, por ejemplo, nos provoca una “atracción irremediable” hacia un objeto, sensación o fenómeno y esto impide advertir el equilibrio de sus cualidades. En consecuencia no se justipreciará bien cuales son las cualidades agradables (positivas) y las cuales las desagradables (negativas). Así no apreciaremos cuan negativo o cuan positivo es el objeto percibido. Si lo estimamos demasiado o le tomamos simpatía de más, esto oscurece las cualidades negativas y sólo resaltan las positivas presentando a la cosa como lo mejor o lo más deseable. De igual modo, si de entrada sentimos aversión, seremos ciegos para las cualidades positivas y sólo veremos las negativas, desvalorizando lo que potencialmente es valioso. La distorsión de la percepción o captación de la realidad no nos permite hacer una valoración más profunda o exacta de la transitoriedad de las cualidades que creemos entender, ver o apreciar y nos falta conocer la naturaleza intrínseca, esto es, la esencia de las cosas. Este modo de percibir distorsionado afecta, entonces, todos los niveles de la existencia y de la forma de pensar. Esto ocasiona que cuando nos manejamos con emociones oscurecedoras se restringe nuestra libertad, dado que el encadenamiento de nuestros procesos mentales viciados nos obliga a pensar, hablar, sentir y actuar de una forma parcial o equívoca. Contrariamente, cuando predominan las emociones constructivas o positivas, asientan en un razonamiento más acertado y promueven una valoración más exacta de la naturaleza de la percepción, siempre y cuando no se tienda a exagerarlas. Ser demasiado optimista es tan malo como ser demasiado pesimista. Definitivamente, reiteramos que el predominio de una u otra emoción depende más de nuestra voluntad, de nuestro grado de formación o entrenamiento mental, que del temperamento y sensibilidad personal. Ya advertimos que la selección cognitiva mental es la que determina lo verdadero. Aclaramos, también, que puede ocurrir que la selección funcione de modo distinto en diferentes personas y esto lleva a que dicha selección en unas personas elimine un aspecto determinado del objeto y lo considera verdad, mientras que otra elimina otra cosa que puede ser lo contrario de lo que eliminó la primera y también lo considera verdad. Aconsejamos, finalmente, que la visión global criteriosa lleva a un conocimiento más cabal de la cosa y a una verdad más absoluta. Asimismo, en el parágrafo anterior que desarrollamos esta visión budista de la realidad, subrayamos que para poder compenetrarse bien de la realidad, el mundo interno del ser humano debe contactarse con el mundo externo de su realidad extracorporal. Esta particular concepción de apertura de la mismidad a la realidad externa es la que se realiza a través de la conciencia, por lo que esa conciencia funciona como una verdadera ventana que nos muestra todo lo que está a nuestra disponibilidad cognitiva en el conjunto de cosas que nos rodean. Insistimos, explicando el punto de vista budista, que las cosas exteriores, para ser comprendidas sin ser cosificadas, debían “ingresar” a nuestro interior donde son “inspeccionadas” y “analizadas” para sintetizar un “concepto” de ellas y por eso era sumamente necesaria la mente entrenada, la mente superior propia de la inteligencia natural del hombre. Ahora veremos más en detalle en qué consiste esa “ventana de la conciencia” que nos muestra el horizonte (physis) donde se manifiestan todos los fenómenos externos a esa conciencia. La conciencia como ventana abierta del espíritu a la realidad En nuestra teoría de un esquema informático con que hemos comparado a la mente humana con una computadora, la pantalla de la computadora es como la conciencia del hombre. Sólo cuando está “prendida” o “activada” es posible acceder a todo lo que hay dentro de la programación del software, esto es, el espíritu del hombre. Al ser el reflejo y la ventana del espíritu es también una especie de puente entre el interior y el exterior del mundo del hombre. Es el pontífice entre el espíritu y la realidad. Sólo a través de ella se manifiesta el espíritu y capta todas las cosas de la realidad. Es por excelencia, el instrumento captador de fenómenos. Es una especie de cámara filmadora y proyectora. Capta los estímulos simples y puros y los devuelve significados con un contenido determinado. Pero en sí, no es un elemento creativo ni es fuente de procesos mentales. Es, por excelencia, la que activa a todos los actos y procesos mentales. También es la que puede reflejar al exterior lo que pasa en el interior del hombre. Por ser la “presentadora” de todos los actos mentales, es la que nos permite expresar las valoraciones que el juicio o raciocinio del hombre elabora sobre su concepto de las cosas que conoce. Por eso, se ha dicho siempre que la conciencia es la que puede distinguir entre el bien y el mal y valorar la ética y la moral. Puede que así sea, pero todo abstracto mental es producto del proceso intelectual de juicio y pensamiento y por lo tanto no es patrimonio de la conciencia determinar lo que es bueno o malo, lo que corresponde o no corresponde, sino que ella sólo permite expresar esa valoración. No es lo mismo expresar que crear. La actividad consciente es una acción espiritual. No es que la conciencia sea un mero instrumento pasivo. Hay ella elementos como la atención, el ánimo, el humor, que la modulan y, a su manera, cataliza lo que capta y lo que expresa. Es como la enzima que actúa en un proceso biológico: interviene en una acción y reacción, la modula, pero ella misma en sí, no es la elaboradora ni la causa de esa acción y reacción y luego que la misma se ha cumplido, la enzima queda nuevamente disponible e indemne para comenzar otra acción y reacción. Esa es la función catalizadora. Sin la presencia del elemento catalizador, ninguna acción o reacción es posible, pero ese elemento catalizador no es ninguno de los elementos que interviene como esenciales en la acción y reacción, sino que ella sólo regula y ordena los pasos del proceso activo y reactivo. Incluso, una misma enzima puede catalizar diferentes procesos. Si no entendemos bien estos conceptos de la esencia de la conciencia, difícilmente podemos comprender su trabajo y su función y su modo de operar. Esencia de la conciencia: Concepto La conciencia, hasta ahora, se ha considerado por su propia definición como el mundo interior del hombre. Incluso, la denotación académica la define como la “propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. También representa el conocimiento interior del bien y del mal y el conocimiento exacto y reflexivo de las cosas”. Bien pensada, como ya lo hemos analizado, la conciencia es la que nos permite darnos cuenta o percatarnos de las cosas o de juzgar una ley o la moral. En otras palabras: conciencia es darnos cuenta de lo que nos está pasando a nosotros y de lo que pasa alrededor nuestro y juzgar a las cosas que pasan con un sentido de ética y moral. La conciencia, en alguna manera, es la forma de aprehender la realidad como sensaciones y percepciones. Algunas expresiones llaman a esto el registro. Otras definiciones la explican como el “conocimiento inmediato de sí mismo que tiene el ser humano, de sus estados mentales y de relación con la realidad, integrado por un grado suficiente de vigilancia (funcionamiento nervioso) y de lucidez (funcionamiento psicológico)”. No hay dudas de que la conciencia es el principal instrumento para adquirir el conocimiento de algo. El conocimiento de algo, en términos muy generales, es la ciencia. Como el hombre nace con la habilidad para conocer por eso, es con scientia. El término con como preposición significa el medio, modo o instrumento que sirve para hacer alguna cosa. También puede referirse a juntamente y en compañía. De ahí que unir con y ciencia, estamos refiriendo dos posibilidades de significado: función mental que viene junto con la función de conocer apenas nacemos, y la otra posibilidad, que es la que hemos adoptado, como instrumento para adquirir y expresar el conocimiento, esto es, la ciencia. Sin embargo, como todas las palabras muy usadas, además de su denotación o etimología, el término conciencia ha sido cargado de muchas connotaciones para referir a diferentes fenómenos y procesos. Así, como lo hicimos notar, conciencia puede ser: 1. vigilia: estar despierto y en contacto con el mundo externo 2. principio evaluador de normas y valores éticos y morales 3. instrumento de conocimiento como “darse cuenta”, advertir los sucesos o fenómenos y los objetos externos que captan nuestros sentidos o los que surgen del interior y “nos pasan por la cabeza” La conciencia, evidentemente, es todo esto y algo más. Pero una cosa es incontrovertible: para que estemos en pleno uso consciente y la conciencia pueda cumplir todas estas funciones, debe estar despierta, esto es, vigil. No hay que confundir las percepciones conscientes que se producen entre el estado de conciencia y el estado preconsciente o subconsciente como son las imágenes oníricas o hipnagógicas producidas por sueños o en el estado de somnolencia y de otros fenómenos similares. Lo que está en la zona gris entre conciencia, subconciencia e inconsciencia son fenómenos perceptibles por la conciencia, pero de ningún modo son conciencia hasta que se instalan plenamente en ellas. Podemos percibir imágenes oníricas o hipnagógicas pero recién cuando se recuerden y reconozcan en el estado vigil serán conscientes. Esto no significa que la conciencia esté trabajando bajo un nivel subliminal de atención despierta. Los fenómenos subconscientes como los inconscientes, son actividades espirituales como funciones mentales, pero su naturaleza no es consciente propiamente dicha porque no están en ella. Son “concientizables” desde el momento en que pueden aparecer en la conciencia. Sólo son fenómenos conscientes los que se dan en el estado vigil. Para que la conciencia esté activa (lo que ocurre cuando el hombre está despierto o consciente), se desarrolla la atención o estado de vigilia (estado de conciencia) en el que las células de la corteza cerebral se mantienen en un estado de excitación continua. Las funciones de la conciencia, que se basan en la información de los sentidos, crean modelos de lo que le parece que es el mundo. Tales modelos reúnen algunas peculiaridades: 1. son constantemente “puestos al día” con informaciones nuevas que llegan al encéfalo desde el mundo exterior, de modo que pueden crear un cuadro de imágenes en movimiento 2. pueden “engañar” al cerebro cuando el mundo exterior no coincide con el cuadro interior de imágenes como ocurre con las alucinaciones y las ilusiones visuales, auditivas u olfativas. Esta última característica de esos modelos, nos alertan de que no hay un mundo exterior que obligadamente sea real para el cerebro, es decir, que este lo capte “tal cual” es. En última instancia, para cada persona o individuo, solamente existe el mundo que su cerebro construye. Esta afirmación es muy importante para poder entender y manejar el simple modelo de información que nos llega al cerebro y que forma las ideas. Nos muestra que no siempre el cerebro puede construir una idea adecuada, debido a un error de percepción, ya sea porque el órgano no está disponible o porque el punto de vista no sea el correcto. También nos demuestra que el encéfalo puede ponerse a funcionar de distintas maneras condicionando el instrumento de expresión espiritual y cada una de esas distintas maneras de funcionar, produce un mundo interior diferente. Esto lo comprenderemos mejor cuando estudiemos el cerebro proteico, donde lo anatómico, para ser efectivo y fiel expresión de lo que realmente quiere o necesita nuestro espíritu, debe continuamente modificarse. Desde otro ángulo, también hemos considerado antes que, podemos concebir a la conciencia como el puente que permite que nuestra potencia interior “salga al exterior” sin abandonar su mismidad o interioridad. Y lo exterior “entre” en la interioridad sin abandonar su ámbito. Esta abstracción no es fruto de una idea como mera imaginación o concepción ilusa, sino una meditada conclusión sobre el modo o la forma de cómo opera la conciencia para amalgamar lo interior con lo exterior y viceversa. Es una vía de “doble mano”: el interior sale al exterior, el exterior se introyecta hacia lo interior. Estados de conciencia Este tema se refiere a la forma en que se puede encontrar la conciencia en lo relativo a su funcionamiento. Se diferencian varios estados de conciencia, dependiendo de la intensidad y rapidez de la actividad de ésta, de su claridad y de la comprensión de su contenido. Así tendremos: 1. Estado de máxima claridad de conciencia o de conciencia plena 2. Estados de enturbiamiento, estrechez u obnubilación de conciencia o conciencia onírica (estado de preconciencia o subconciencia): estados oníricos, estupor, confusión, estado crepuscular, etc.) 3. Estado de falta absoluta de conciencia o pérdida de conocimiento: la anulación de la conciencia es total cuando hay desvanecimiento o desmayo o lipotimia, sueño profundo y coma. Nos hemos referido con anterioridad a que el hombre para tomar contacto, percibir o conocer las cosas, debe estar en estado de conciencia plena, el cual le permite ejercitar todas sus facultades mentales. La conciencia es un estado vigil, dijimos, es decir, el hombre consciente está despierto. No está alucinado, confuso, ni semiconsciente. Está completamente en pleno uso de sus sentidos y su razón. Este estado de conciencia, a modo de un punto luminoso potente (foco), se concentra en modos diferentes con la realidad: 1. Puede captar la realidad “tal cual” se le presenta a sus sentidos, es decir, conocer lo que ve, a modo de una simple lente de cámara fotográfica. Sus sentidos registran la presencia de la cosa, sin cuestionar su esencia. Esto ha sido interpretado por algunos pensadores como conciencia natural. 2. Pero puede ocurrir y ocurre, que el hombre decide enfocar la realidad pensando en ella, buscando un sentido y un significado de las cosas, formando un concepto y un juicio sobre las mismas. Esta sería una conciencia reflexiva, la que puede ejercer sobre las cosas exteriores (conciencia crítica) o reflexionar sobre sí mismo, sobre su propio yo (autoconciencia). 3. Cuando esta conciencia reflexiva, deja el objeto físico (factum) para trascender a lo metafísico, se transforma en conciencia de lo absoluto, (conciencia metafísica) tratando de indagar el fin último de las cosas, lo que las cosas son realmente en sí, lo absoluto. La duda de muchos filósofos es saber si el hombre tiene capacidad de abarcar lo absoluto. Más aún: ¿existe lo absoluto?, ¿o es sólo una idea creada por el hombre? De cualquier manera, hay una tendencia innata a través de todos los siglos de buscar y de encontrar la razón suprema de todo: lo absoluto. Conciencia como saber Heidegger ha definido que “el ser de la conciencia, como conciencia, es estar sabiendo” y mientras esto ocurre “el ser del objeto, como objeto es el estar siendo sabido”. Luego, “el ser de algo para una conciencia es el saber”. Estas conclusiones heideggerianas rematan el pensamiento de que la conciencia, en cualquiera de sus modos de ser, es el único instrumento válido del hombre para manifestar su inteligencia y todas sus notas fundamentales, y la vía exclusiva del conocimiento y del saber. A estos párrafos que anteceden hay que remarcarlos o subrayarlos o ponerlos en mayúscula porque son la llave que permitiría a estudiosos y educadores ponerlos en la pista para que cuando estudien o intenten comunicarse o modelar al hombre, sepan que los signos o señales que recibe no siempre pueden ser interpretados con una determinada intención. Por esto es fundamental conocer muy bien la forma en que, el hombre a estudiar o educar, percibe y recepta las señales, para adecuar los códigos de estudios o de comunicación a esa especial condición del receptor. Así, también, sabemos que la conciencia o el estado de receptividad pueden ser modificados por las situaciones ambientales, los fármacos, las propias emociones y otras variables. Atendiendo todos los conceptos que hemos expuesto, en síntesis, se puede apreciar que la palabra “conciencia” se utiliza para referirse a varios fenómenos y procesos. De esto tendremos que: 1. se usa como sinónimo de vigilia o conciencia vigil (estar despierto y en contacto con el mundo externo). La relación entre vigilia y conciencia es muy estrecha, por lo que suelen considerarse sinónimos. La percepción es totalmente sensorial y hay completo estado de atención. Se observan las cosas con interés y concentración. Es la llamada conciencia clara. También puede considerarse como la conciencia del “yo” 2. como conciencia moral para lo cual se relaciona con los conceptos del mal y del bien para lo cual debe observar un conjunto de normas y valores para regir la conducta, lo que se adquiere con el proceso de socialización 3. como conciencia de percepción o sea “darse cuenta”, advertir los sucesos y los objetos externos que capta continuamente el aparato sensorial de nuestros órganos (percepción sensorial); como así también las cosas que “nos pasan por la cabeza” como pensamientos, recuerdos e imágenes mentales diversas y otros fenómenos mentales como la telepatía, premonición, etc. (percepción extrasensorial). En la percepción extrasensorial, o como puede ser en un éxtasis, los sentidos quedan fuera de uso y la conciencia está en una especie de “estado de suspensión”. Se está despierto pero no hay percepción sensorial. No hay atención exterior, sino interior. 4. como conciencia onírica o preconciencia que es una especie de estado intermedio entre el vigil y el sueño. Ocurre antes de dormirse y al despertar. No se está durmiendo propiamente ni se está despierto del todo. No hay estado de conciencia plena sino de semiinconsciencia o semiconciencia. Es la conciencia de las imágenes hipnagógicas. En este sentido conciencia no es igual que vigilia. Hay un estado de conciencia nublada. Es también sinónimo de estado subconsciente. Esto lo comparamos en el esquema informático de la mente, como cuando la pantalla de la computadora, ya activada, comienza a instalar el “escritorio”, es decir, los “programas habituales” que utiliza la mente personal. Hasta que no se “instala” dicha pantalla, las imágenes que pasan por ella son muy fugaces, incomprensibles, difíciles de captar y la conciencia, como la pantalla, no están dispuestas para operar plenamente con ellas. Es un nivel bajo de conciencia, por lo que podría llamársele también conciencia subliminal. 5. como conciencia intelectiva o estado de conciencia que permite usar el intelecto para adquirir el saber. Es un estado necesario para el aprendizaje y la adquisición del conocimiento en general. 6. como conciencia volitiva que luego estudiaremos Conciencia como “yo” No es posible que dejemos de cambiar en ningún momento, desde que nacemos, transcurrimos la infancia, crecemos en la adultez y llegamos a la ancianidad. Siempre hay un cambio continuo, no sólo del cuerpo sino de las circunstancias e incluso de ámbitos donde vivimos. Los cambios continuos de nuestro cuerpo y entorno, obligan a nuestra mente a afrontar en cada instante, nuevas experiencias. Para Matthieu “somos un flujo en constante transformación, pero, al mismo tiempo, también tenemos la idea de que, en el núcleo de todo ello, existe algo estable que ‘nos’ define y permanece constante a lo largo de toda la vida”. Esa idea ilusoria de la permanencia de una instancia interior inmutable es lo que origina el concepto del “yo”. El yo constituye nuestra identidad y no es la actitud consciente de un mero pensamiento del yo que ocurre cuando decimos “tengo frío” (o calor), cuando estamos vigiles o cuando se nos llama por nuestro nombre. La expresión del sentimiento del yo sólo es posible a través de la conciencia, por lo que de ese modo la conciencia, de alguna manera, representa el yo. La yoidad se logra en pleno estado de conciencia para apreciar la autopercepción o percepción de sí mismo. Para el budismo el yo es una simple corriente o flujo que se halla en continua transformación. Por esa razón no se puede ubicar al yo en ninguna parte del cuerpo en especial ni se puede afirmar que “ocupa” todo el cuerpo. En el supuesto de que ubiquemos al yo como conciencia, debemos admitir que ésta también consiste un flujo en permanente transformación. Por otro lado, si el pensamiento pasado ya fue, no está hoy, y el pensamiento futuro todavía no se ha formado o presentado, ¿cómo puede ubicarse el yo a mitad de camino de algo que se ha ido y de algo que todavía no llega? Por lo tanto, ese algo no identificado totalmente con la mente ni con el cuerpo, ni con ambos, ni tampoco puede conceptuarse como algo distinto de ellos, tendremos el problema de justificar la existencia de un ente o cosa sin una base material o inmaterial. Debido a esto, es probable que el concepto de yo no sea nada más que una simple palabra que funciona como lo postula la teoría del nominalismo, la que dice que existe la creencia de que con sólo darle nombre a una cosa, ésta ya existe. Entonces, si no hay prueba de existencia del yo debe admitirse es una “ilusión de yo” reforzada por el “apego al yo” que considera que ese yo es un existente que debe ser complacido y mimado y esto genera el conflicto entre atracción y aversión o repulsión. El apego al yo se refiere al aferramiento profundamente arraigado a una entidad (identidad) considerada permanente que parece residir en el mismo núcleo de nuestro ser y que nos define como el individuo particular que somos. Se acompaña, generalmente, de un sentimiento de que el yo es vulnerable y por lo tanto es pasible de ser protegido y mimado. Esto lleva al rechazo de lo que pueda amenazar al yo y a la atracción por todo lo que le complazca, le consuele y le haga sentir seguro y feliz. Matthieu cree que esa atracción y ese rechazo en defensa del yo es la fuente primaria o básica de todas las otras emociones. Hemos hecho referencia a la visión occidental en donde en el nivel convencional de la existencia cotidiana todas las personas funcionan como si el yo y los objetos que los rodean, fuesen entidades permanentes. En cambio, la visión budista de la “vacuidad del yo” concuerda con los modelos del “yo virtual”, desarrollados tanto en los campos de la biología y de la ciencia cognitiva occidental. Incluso la filosofía y la psicología occidental consideran al yo como una propiedad emergente en la interfaz que hay entre la mente y el mundo, especialmente el externo. Del mismo modo que la mente, el yo carece de sustancia (existencia insustancial) y no puede ser situado en ningún lugar anatómico, basándose en los procesos biológicos, en particular los de la neurociencias y los cognitivos subyacentes. No obstante, mediante un mecanismo mental ilusorio de la mente, se termina cosificando al yo y atribuyéndole una existencia sólida que no resiste un análisis profundo. Conciencia de percepción Siempre el proceso de percepción puro y natural nos pone en contacto con el ente y éste es aprehendido “tal cual”. No la percibimos como cosa sino como una entidad sin identidad. El ente está ahí “ante los ojos” y “a la mano”, pero la mera aprehensión sensorial nos forma primero la imagen sensorial (visual, olfatoria, gustativa, táctil o auditiva) y luego nuestra mente usará la abstracción para formar una imagen mental que fija la forma, sin conceptuar su naturaleza (identificarla). Hemos realizado con la idea un signo objetual. Todo esto es válido, pues es el mecanismo mental o intelectual con que conocemos los entes. Pero, luego la mente comenzará otro proceso mental que es el de conceptuación y comienza el análisis del ente. De ese análisis puede emerger una serie de cualidades que hacen un concepto natural del ente: si es animado o inanimado, si es ilusorio, abstracto o concreto, si es natural o artificial, es material o inmaterial, si es corporal o espiritual. Este es el proceso de cosificación natural que lleva a dar una identidad a la entidad para hacerlo universal. Esto indica la apariencia o forma como aparece la flor, la emergencia del ente y sus cualidades inmediatas. El concepto formado nos permitirá en lo sucesivo identificar todo otro ente similar. Pero hay una forma de percibir a un ente determinado como una realidad independiente en sí misma que opera como un “parece ser” tal cual fue la apariencia que dio origen a la cosificación natural. Pero cuando el “parece ser” se confunde con la esencia, o sea, lo que las cosas son en sí como entes independientes, es cuando se inicia una “reificación” o “cosificación” similar a la que da lugar al fenómeno de proyección del yo, donde se atribuye al ente lo que no es propio de él pero se le considera como si fuera parte de su naturaleza. La “cosificación” como proceso mental de falsa conceptuación o conceptuación meramente aspectual es lo que se conoce como opinión. La observación seria es lo que entendemos como observación concentrada. La que induce un mejor proceso de conceptuación, para llegar a una evaluación del ente que no lo convierta sólo en una entidad independiente sino que comprendamos que el sólo hecho de haberlo percibido, formado idea y un concepto, hemos introyectado al objeto. Esto significa que su concepto es dependiente de nuestro mecanismo mental y no del objeto en sí. La existencia pura del ente como objeto, es independiente. Pero en el caso de una percepción de una sensación interna, si bien el mecanismo de percepción es independiente de la sensación, la sensación en sí no es independiente, pues sólo es conocida y adquiere entidad e identidad si es percibida. Pero si esa percepción origina el concepto erróneo de una supuesta independencia del ente, como que existe por sí mismo en forma absoluta, en el caso de una sensación, esto es totalmente falso. Sin mente no hay sensación. Luego, la sensación siempre es dependiente de la mente y su existencia sólo es posible si la mente lo permite. De ahí, que la evaluación correcta que surge de la denominada observación seria es la que permite distinguir que todo objeto depende de la percepción y del modo de conceptuarlo y, en ese sentido, siempre dependerá de la mente en cuanto a su identidad o identificación mental. Sin esa identificación, el ente pasará desapercibido (esto significa que no es percibido, o es percibido fugazmente o es percibido en forma distraída) y no queda registrado en la mente. En consecuencia, por todos estos conceptos, la percepción de un ente puede ser: 1. percepción nula (no percibido en absoluto) 2. percepción desapercibida (percepción fugaz o percepción distraída, percepción subliminal): esto ocurre cuando la fugacidad de la percepción no permite una observación detenida del ente para que quede registrado en la mente, o bien, la mente ocupada en otro acto mental (desatención), hace una percepción soslayada, pero no detenida ni meditada, lo que evita también el registro mental y esto es lo que se conoce como distracción; o hay registro inconsciente o subconsciente. 3. percepción natural: el ente es registrado por los sentidos o percibido internamente (sensación interna) y forma una idea o imagen mental, sin concepto ni identificación del ente (ente tal cual según las cualidades percibidas) 4. percepción conceptuada: es una percepción atenta y concentrada que además de aprehender, hacer abstracción de las cualidades del ente y formar la imagen mental o idea (signo-objeto) forma también un concepto o definición significativa que le da identidad al ente (significado-sentido que opera como significado del significado o sentido del ser) y esto origina el signo lingüístico o logos (palabra) que se expresa como sonido (fonética) o como grafismo (signo, letra o palabra escrita) 5. percepción seria (percepción auténtica): es la que comprende que todo significado sentido es un proceso mental y luego todo lo formado en la mente como entidad son de naturaleza dependiente y todos los entes objetivados por la mente son objetos mentales dependiente de esa mente. Distingue muy bien entre el ente en sí (no como ente percibido) y el ente percibido con registro mental (objeto dependiente de la mente o producto de la subjetividad) (cosificación auténtica) 6. proceso de reificación o cosificación no auténtica: es la percepción mal conceptuada que confunde lo que cosa parece ser con lo que es verdaderamente como un producto mental. Da un significado distinto al ente que difiere al de la naturaleza verdadera del mismo. Concibe a lo subjetivo como un objeto independiente en sí, de existencia real fuera de la mente. Proyecta lo subjetivo hacia lo objetivo, como si lo subjetivo fuese cualidad inherente del objeto. Todos estos procesos, dados en un bloque simultáneo, especialmente en lo referente a los procesos de aprehensión y el de cosificación, son operaciones mentales que involucran muchos circuitos neuronales y sinapsis, de forma tal, como ocurre con la memoria, no es posible establecer, al menos en forma precisa, un correlato neuronal concreto, con relación a esos procesos. ¿Puede el cerebro distinguir entre cognición válida (auténtica) y cognición falsa (inauténtica)?. Esta pregunta puede presuponer que el cerebro reacciona en forma distinta, desde el punto de vista anátomofuncional, en un proceso o en el otro. Es muy probable que no sea así. No se trata de una neuroquímica distinta para un pensamiento verdadero y otro falso. Estos mecanismos intelectomentales tienen en el cerebro una vía común final en lo anatomofisiológico. Significa que pensar es un acto único, como proceso mental. El contenido del pensamiento es una operación abstracta que no depende de una estructura neuronal ni de un neurotransmisor distinto. Sólo la configuración del pensamiento (pensamiento neutro o pensamiento turbulento) puede variar la neuroquímica, pero esto no es propio del pensamiento. Hemos dicho que sobre los pensamientos impacta, tanto la neutralidad adquirida por adiestramiento frente a reacciones conmocionantes, como la turbulencia emocional o sentimental o pasional o instintiva. Si hay una reacción con un correlato neuroanatomofuncional, esta se deberá a la perturbación que lo afecto-emotivo-instintivo provoque, más que en el pensamiento, en la fisiología del sistema nervioso. De igual modo, la neutralidad tiende a disminuir al máximo la fisiología cerebral y de otras partes del sistema nervioso que se activa con las emociones y otros sentimientos o sensaciones similares. Las reacciones neurobiológicas están en relación con los estímulos endógenos y exógenos, más que con los actos mentales en sí. Un acto mental produce una acción o reacción neurobiológica si es fuente de un estímulo (estímulo endógeno) o receptáculo de una estimulación externa. Son los estímulos, no el proceso mental en sí, lo que induce al cerebro a reaccionar con una neuroquímica especial que involucra un sofisticado mecanismo genético que comanda todas las funciones normales y patológicas del cerebro. Nosotros sabemos con bastante certeza que los genes comandan todas las acciones y reacciones del cuerpo, a través de la producción de complejas proteínas, las que actúan como hormonas, anticuerpos, neurotransmisores, enzimas, etc. El término de “proteína” también deriva de la raíz etimológica de Proteo y es una sustancia “proteica” que conlleva la naturaleza de poder ser cambiante de acuerdo a las necesidades circunstanciales. Incluso, el proteoma humano (conjunto de todas las proteínas pasibles de ser codificadas por los genes) es muy superior en número y complejidad, al genoma humano. Un gen puede generar cientos de proteínas diversas. Esa capacidad, aún no reconocida totalmente por la neurociencia y la genética, es el desafío biológico del siglo XXI. Los priones han abierto un campo especial y curioso de estudio, de la posibilidad de que los genes sean directamente estimulados por proteínas para cambiar su genoma o su proteoma. Hasta ahora se sabía de enzimas, complejos enzimáticos y determinadas sustancias que impactaban sobre receptores citosólicos (receptores endoplasmáticos que ubican sobre la pared nuclear) y allí ejercen acción sobre los genes provocando su mutación (mutación adquirida). Estas mutaciones adquiridas si se realizan sobre células somáticas son mutaciones adquiridas no heredables, mientras que las mutaciones adquiridas que afectan a las células sexuales o gametos, son susceptibles de ser heredadas o, al menos, provocar malformaciones congénitas. Las emociones y otras sensaciones que estimulan los actos mentales, como ya se ha comprobado en el estrés y otras patologías psíquicas, provocan mutaciones genéticas adquiridas. De ahí que cuando una neurona es superactivada, puede hipertrofiar o atrofiar por agotamiento, como así también la neurona no usada se atrofia. Esto interfiere en la inteligencia. Lo que no sabemos, ni se ha comprobado, es en cual grupo neuronal se genera o actúa la inteligencia. Cuando el acto intelectivo está activo o estimulado o en plena acción, es tanto el número de neuronas, sinapsis y reacciones neuroquímicas que se detectan con los más sofisticados equipos tecnológicos, que da la impresión de que el cerebro actúa in toto (participación completa o total). Una emoción puede comenzar en la región prefrontal de la corteza, pero pronto se traslada al eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal y así implica una reacción generalizada, lo que se ha denominado inmunoneuroendocrinología, pues afectan el sistema inmunológico, el sistema nervioso y el sistema endocrinológico. Estos sistemas tiene circuitos neuronales específicos para cada aparato o sistema extranervioso, pero las neurociencias han descubierto que lo que se creían sistemas autónomos que operaban como minisistemas nerviosos en circuito cerrado, no son tales. Todos esos sistemas que activan el aparato renal, cardiovascular, digestivo, respiratorio, etc. dependen siempre del sistema nervioso central al que están conectados por sinapsis y circuitos sutiles. Esto ha permitido comprender por qué una emoción que se origina en el cerebro, afecta a cualquier aparato o sistema. De igual modo, todas las funciones orgánicas responden a un comando cerebral central, aunque tengan automatismos propios, como ocurre con el latido cardíaco, el ritmo respiratorio, el ritmo circadiano, etc. La mente influye sobre todos ellos, más de lo que ellos pueden influir sobre la mente. A los conceptos de percepción que hemos repasado hay que agregar dos formas básicas de la percepción: 1. percepción sensorial: la que se percibe a través de los sentidos 2. percepción extrasensorial: la que se percibe fuera de los sentidos, generalmente son sensaciones internas o endógenas Más adelante analizaremos estos conceptos, especialmente los relativos a las percepciones extrasensoriales, cuando estudiemos las sensaciones en general. Los niveles de conciencia (según el budismo) Es evidente que la psicología, que resume el pensamiento occidental, se ha preocupado de dar niveles al estado de conciencia, de igual modo que la neurología médica. Así se habla de estados de conciencia totales o parciales o disminuidos. De una conciencia propiamente dicha, de una preconciencia o subconciencia y de una inconsciencia. Y así sucesivamente. El budismo resume la conciencia en sólo tres niveles. Esto permite dilucidar la cuestión de que si las emociones negativas son inherentes a la mente, es decir, pertenecen a la naturaleza básica de la mente. Los tres estados conciencia del budismo serían: 1. 2. 3. burdo sutil muy sutil El nivel burdo de conciencia es el que tiene correspondencia entre el funcionamiento cerebral y la interacción del cuerpo con el entorno. Es donde se tienen todas las clases de emociones (nivel emocional). El nivel sutil de conciencia correspondería a la noción del yo y a la facultad introspectiva con lo que la mente examina su propia naturaleza. Está referido, también al nivel mental que comprende las tendencias y pautas habituales. El nivel muy sutil de conciencia ubica en la facultad cognitiva misma (el conocimiento en sí) referida a la conciencia como cognición pura (sin objeto particular en el cual concentrarse) A este nivel se le suele llamar “luminoso” que sería la facultad básica de cobrar conciencia, sin teñido alguno de conceptos o emociones. Es la conciencia básica, a veces considerada como “naturaleza última de la mente”. Esta conciencia se actualiza de manera plena y directa, sin velo de ningún tipo. Es tenida como “naturaleza de la budeidad”. Es un nivel de conciencia que es generalmente inadvertido, a menos que se someta a un entrenamiento contemplativo. Este es el nivel superior de la mente y la conciencia donde el hombre alcanza una paz, armonía y equilibrio interior (estado de placidez) que también se denomina nirvana, donde no anida ninguna emoción conmovedora y, mucho menos, las destructivas. Para el budismo estos niveles de conciencia, a diferencia del occidentalismo que lo entiende como niveles o corrientes paralelas, actúan como un océano que tiene diferentes niveles de profundidad. De ese modo, las emociones tiene que ver con el nivel burdo y un poco menos con el sutil, pero no llegan al nivel muy sutil. Pueden compararse como las olas superficiales del océano que se desplazan en la superficie pero no afectan la profundidad, en este caso, la profundidad que representa a la naturaleza fundamental de la mente. Precisamente, quienes se ejercitan en la meditación profunda, como los budistas, manifiestan que no han encontrado, en el nivel profundo de conciencia, ninguna emoción negativa. Por eso, consideran a la conciencia muy sutil como luminosa y estado totalmente ajeno a todas las emociones destructivas, y despojado de toda negatividad. Esta razón la convierte en la meta principal de toda contemplación Conciencia, atención mental y concentración Podemos considerar que la conciencia es como una especie de haz de luz que ilumina todo el entorno, abarcando sólo una porción de él. Esto, según James, configura una especie de campo de la conciencia (teoría de los campos que luego analizaremos) y que, en esencia, es la atención mental. La atención mental es, denotativamente, la acción de aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible, tener en cuenta o en consideración cosa alguna. En lo relativo a la conciencia, podemos definir a la atención como la concentración de la conciencia y concentración es la acción de reunir en un centro o punto lo que estaba separado. La llamamos atención mental para diferenciar otras denotaciones y connotaciones de la palabra atención. Atender es “darse cuenta” de algo y es la función de “enfocar bien” la conciencia en algo, para que perciba nítidamente (conciencia clara). Es como si la conciencia se enfocara en un punto determinado y ahí coloca la cosa o cuestión a considerar. Opera del mismo modo que la comprensión de la inteligencia, por lo que puede representarse con este esquema: Atención de la conciencia Cosa Campo de conciencia o estrechez (concentración) La atención estaría representada por el haz de las dos líneas que abarcan el círculo, el cual representa el punto donde está concentrada la cosa o cuestión que interesa (foco de atención). La idea de una mente enfocada por la atención impresiona como que la atención consiste en la formación de un campo de conciencia o en una forma de estrechez de la misma debido a la concentración. El mundo que nos rodea es complejo. Otras veces, la atención no puede ser total y está en “foco suave” y percibe con menos nitidez y “apenas se da cuenta” de algunas cosas. Pero en otros momentos la atención esta “fuera de foco”, como ocurre con la distracción o dispersión mental y las percepciones, si las hay, son borrosas y difusas. Muchos estímulos simultáneos bombardean nuestros órganos sensoriales, de modo que, para que el medio sea coherente para nosotros y podamos desempeñarnos y conducirnos en él de manera apropiada, es indispensable que hagamos una selección que nos permita percibir lo que es relevante para nuestro interés y hacer a un lado lo irrelevante. Tanto nuestros sentidos internos (la cinestesia que es la percepción de la postura y del movimiento propio y la cenestesia que es la percepción visceral que se manifiesta cuando tenemos hambre o sed o necesitamos ir al baño) como de los sentidos externos (vista, oído, tacto, olfato y gusto), nos ayudan en la tarea de prestar atención a nuestro cuerpo y su rededor. La capacidad de enfocar esos sentidos hacia estímulos específicos es lo que consideramos y llamamos atención y a la atención sostenida la denominamos concentración. Lo contrario es la dispersión mental. La atención mental depende de muchos factores: 1. Factores del organismo: es la atención en función de algunas necesidades corporales o física, por ejemplo, hambre (la atención se concentra en estímulos olorosos y visuales relacionados con la comida); si desea llegar a un lugar determinado, la atención se concentra en el sistema de señales que nos lleven a destino; el impulso sexual nos llevará hacia las personas atractivas (sex appeal). Así, los diversos intereses nos llevarán a la búsqueda de estímulos pertinentes específicos. Esto es lo que hace que cada persona enfoque su atención de manera distinta. Tanto la diversidad de intereses como la tendencia a concentrarse más o menos en el detalle o en la situación global, dependen del tipo de personalidad. Los obsesivos tienden a fijarse con mayor concentración en detalles. Los “impresionistas” (que se dejan llevar por impresiones) tienden a percibir las situaciones de manera global y con algún grado de dispersión y asociándolas a emociones de agrado y desagrado. 2. Factores de la naturaleza del estímulo: en este punto hay que discernir tres situaciones distintas: • intensidad del estímulo que atrae la atención y hace que se aparte del objeto o de la situación en la que se concentraba anteriormente, por ejemplo, cuando oímos un ruido fuerte o vemos una luz potente. Es un estímulo intenso que estimula atención involuntariamente y en forma no deliberada. • novedad del estímulo: todo lo nuevo o en general, diferente, atrae la atención y ya no se advierten hasta que desaparecen. Son percepciones de estímulos de poca intensidad a los que enfocamos deliberadamente. Esto ocurre generalmente con las modas o hábitos distintos a los nuestros que nos llevan a advertir la vestimenta o el peinado de una persona, la pintura distinta de una fachada conocida, un hecho distinto a lo cotidiano, etc. • repetición del estímulo: cuando un estímulo se repite indefinidamente y en forma continua se produce el fenómeno de habituación y esos estímulos dejan de llamar la atención a tal punto que dejan de advertirse o percibirse, obrando de modo como si desaparecieran. Esto ocurre con el tic tac de un reloj y otros sonidos monótonos. Variantes de la atención James ha propuesto lo que él llama variantes de la atención, según las siguientes variables: 1. En relación con la naturaleza del objeto de atención: ¬ Objetos percibidos por los sentidos: es una atención de los sentidos o atención sensorial. Opera la extrospección ¬ Objetos ideales o representados por la mente: es una atención concitada por ideas, pensamientos, conceptos o sensaciones interiores que ocupan la mente. Sería una especie de atención intelectual. Opera la introspección 2. En relación con la captación de un objeto en sí o de una captación referida: ¬ Atención inmediata: es una especie de atención directa sobre el objeto en sí mismo, sin relación con ningún otro objeto. ¬ Atención derivada: es una especie de atención indirecta sobre un objeto, cuando su interés se debe a la asociación alguna otra cosa inmediatamente interesante. Otros autores le llaman atención aperceptiva 3. En relación con la voluntad ¬ Atención voluntaria: llamada también atención activa y es la que se realiza por un esfuerzo volitivo, es decir, con intervención expresa de la voluntad de atender. Esta atención, según James, es siempre una atención derivada y puede aplicarse a la atención sensorial y a la intelectual. ¬ Atención involuntaria: es la atención que aparece sin intervención de la voluntad por es esto puede ser una atención pasiva, refleja o sin esfuerzo. Según James, suele ser provocada siempre por un estímulo súbito o muy intenso o voluminoso, de forma tal que es una atención de orden sensorial inmediato. Es la que concita un estímulo instintivo. 4. En relación con el tiempo de duración: ¬ Atención fugaz o no sostenida: está relacionada con la atención involuntaria normalmente, pero también puede aplicarse a la atención voluntaria, la cual no puede, normalmente, sostenerse por más de unos cuántos segundos cada vez. ¬ Atención sostenida: siempre es una atención voluntaria esencialmente y es la que permite que la atención sobre un objeto, que considera interesante, sea mantenida mediante la repetición de sucesivos esfuerzos voluntarios que retrotraen iterativamente a la mente a fijarse en el mismo objeto. La atención sostenida y concentrada que opera sobre actos mentales creativos es una atención activa y propia de gente adiestrada intelectualmente y, según James, de los llamados “genios”. Pero puede existir una atención sostenida pasiva por diversas causas. Una de ellas es cuando hay obsesión por un objeto, ya sea en forma normal o patológica. Este autor remarca la diferencia que hay entre la atención sostenida de un genio con la de un enfermo mental, porque el genio usa de la atención para ser creativo (atención productiva), mientras que la atención patológica es rígida (idea fija) y monótona (gira siempre en torno de una sola intención) e improductiva. La atención sostenida eficaz normalmente alcanza un lapso que llega a los veinte minutos. Más allá queda otro lapso igual pero menos eficiente. Por encima de los 40 minutos se produce una especie de fatiga de la atención, la que es compensada con una dispersión mental o desatención considerada fisiológica (descanso atencional). Si el requerimiento de la atención supera los 40 minutos, además de la dispersión puede aparecer otras sensaciones como el tedio, fastidio o somnolencia. Preparación atencional y habilidad introspectiva Las diferentes modalidades de la meditación fueron llamadas por Varela y Lutz, “estrategias de preparación atencional”. La preparación atencional está relacionada con el estado de una persona, anterior al momento de percepción. Está referida a cómo se encuentra la persona antes de tener una percepción. Lo importante era averiguar cómo se hallaba el estado atencional en un estado mental ordinario o cotidiano y cómo en la meditación. ¿Cuál es la diferencia de atención entre una persona no concentrada y la concentrada en la meditación? La concentrada analiza el estado mental instalado inmediatamente antes de un determinado momento de percepción. Los estudios realizados demostraron que, generalmente, en una persona con estado mental ordinario, resulta imposible determinar el estado emocional concreto con que abordan el momento del reconocimiento o de percepción, pero en el estado de concentración o meditación, la persona es capaz de permanecer en un estado concreto y estable poco antes de la percepción, lo que permite controlar con gran precisión el momento del reconocimiento, es decir, el estado presente décimas de segundo antes de que se evidencie o produzca la percepción. Este estudio es parte del estudio de las relaciones entre la actividad cerebral y los estados mentales. La dificultad mayor de los estudios e investigaciones en laboratorio es que los sujetos sobre los cuales se experimenta e investiga, son motivados en forma diferente de cómo lo hacen en la vida cotidiana fuera del laboratorio. Esto ocasiona reacciones múltiples y distintas que introducen variables no contempladas en las reacciones normales o naturales y que no son inducidas por el estudio en sí. Son reacciones que generalmente llevan a resultados difusos o datos aproximados, a pesar de la excelente exactitud de los aparatos tecnológicos y técnicas de detección de las neurociencias. Los estados mentales inducidos por el pedido de evocar una determinada imagen o un recuerdo emocional despiertan reacciones distintas en los diversos sujetos de experimentación y esto produce resultados incongruentes. No ocurre lo mismo con sujetos entrenados en la meditación que pueden concentrarse con mayor eficacia en lo que se les pide. En consecuencia, los polos de las neurociencias pasan por dos variables básicas y fundamentales: el entrenamiento del sujeto observador científico y la preparación o adiestramiento del sujeto del experimento. La confluencia de sujetos observadores hábiles y de sujetos de experimento adiestrados permiten los avances de la neurociencia cognitiva, pues se pueden obtener resultados más precisos con sujetos que sean capaces de generar una y otra vez, a voluntad, determinados estados mentales de atención concentrada y de sujetos que sean capaces de percibirlos y describirlos avezadamente. Con estas condiciones se aprecia en cada uno de los estados mentales estudiados la presencia de una actividad global del cerebro y, coyunturalmente, alguno que otro efecto focal y, en forma general, hay lateralidad muy equilibrada entre ambos hemisferios. Todo esto conforma el fenómeno de habilidad introspectiva, es decir, la mejor capacidad de una persona para introyectar imágenes y mejorar la percepción (atención concentrada) no sólo en la captación sino en la comprensión y esencia de los fenómenos o cosas percibidas e introyectadas. El entrenamiento mental para la iluminación o estado de conciencia libre La ductilidad del cerebro, comprobada por las investigaciones de las neurociencias, puede ser aumentada con el adiestramiento mental, siendo uno de los medios la meditación. Estas prácticas provocan cambios cerebrales que mejoran la salud mental y física y promueven estados de ánimo positivos, como puede ser la felicidad. Estos estados de ánimo no son rasgos biológicos inmutables que se pueden heredar por un medio genético estricto, sino son estados mentales pasibles de ser sometidos a transformación con entrenamiento mental debido. Las transformaciones permanentes del cerebro y de la personalidad, que promueven el bienestar personal, son denominadas, por Davidson, “rasgos alterados” de conciencia. Este autor afirma: “los resultados parecen evidenciar la posibilidad de que uno pueda seguir avanzando en el proceso de transformación y, como reiteradamente han afirmado algunos grandes contemplativos, acabe liberando su mente de las emociones conflictivas. Entonces, empieza a cobrar sentido la noción de iluminación”. James considera que la atención sostenida voluntaria hace que la mente sea “más rica en adquisiciones, y más fresca y original. En estas mentes los temas crecen, florecen y se desarrollan”. Considera que esta atención es extraordinaria y por eso la aplica a los llamados “genios”. Pero aclara que si bien el genio usa de la atención voluntaria y concentrada, creativa, no son genios por esa cualidad que es una consecuencia y no la causa de la genialidad. La genialidad les viene por su naturaleza de genios. Genio proviene del latín genius que significa numen, inclinación, disposición, humor. Todos poseemos genio en relación con la disposición habitual, índole o inclinación natural que, bajo la forma de carácter o energía, obra en cada individuo. Pero en la manifestación extraordinaria de un ser humano, la RAE denota que genio es lo referido “gran ingenio, fuerza intelectual extraordinaria o facultad capaz de crear o inventar cosas nuevas y admirables”. Es propio de los genios desarrollar una disposición especial para una determinada cosa como puede ser la ciencia o el arte, de forma tal, que se manifiesta con una capacidad artística o intelectual extraordinaria. Estas acepciones descartan otras como es el genio como humor (tener mal o buen genio, según se sea malhumorado o alegre) o como carácter propio de cada persona. Conciencia y dispersión mental (desatención) Cuando se desvía la atención o se pierde la concentración aparece el estado de dispersión mental o desatención que es todo lo contrario de concentración, pues acá se separa o desparrama lo que estaba ubicado en un punto o centro de reunión. La dispersión mental es una alteración de la atención por varios trastornos y constituye un déficit de atención. Acá podríamos hablar de estados alterados de la atención y dan lugar a estados o conductas hiperactivas (hiperquinesia) o cuando hay conductas por distracción. En los estados hiperactivos hay tres condiciones: desatención, hiperactividad e impulsividad. En los estados de distracción predomina la desatención. Por lo tanto trataremos las características de la desatención: 1. incapacidad para permanecer ocupado o concentrado en una tarea. Pérdida de la contracción 2. facilidad con que los estímulos irrelevantes llaman la atención en forma múltiple (dispersión) 3. dificultad para cumplir instrucciones en una tarea determinada o no retener lo que se escucha 4. olvido de recuerdos, indicaciones o extravío frecuente de útiles determinados o requeridos para una tarea (lo más común: olvidar llaves, anteojos “sin acordarse donde se pusieron”) 5. rechazo o evitación a la dedicación de actividades que requieren atención mental sostenida, por ejemplo, estudiar o manejar maquinarias que requieren atención extrema. La atención y la escuela de la Gestalt Esta escuela sostiene la teoría que afirma que la atención es un proceso que selecciona fracciones de una experiencia dada, de tal modo que resalten sobre su contexto. Esto es conocido como el predominio de la figura (considerado como estímulo por atender) sobre el fondo (ámbito, contexto o circunstancia que rodea a esa figura). Este proceso de atención “acomoda” la figura como una suerte de estructura posteriormente reconocible, ya sea por el caso de que sea novedosa, o bien, como para confirmar lo que ya se ha observado. Para que este proceso se lleve a cabo, es sumamente necesario que la figura (forma) afecte, interese o provoque la valoración del sujeto (es decir, que involucre su historia personal), pero que también sea un estímulo estructurado para que el sujeto lo considere objeto de interés o atención. Las figuras desdibujadas, diluidas, no llaman la atención. La figura estructurada es para la Gestalt, una “figura bien vista” o sea atractiva, lo que quiere significar “lo que atrae la atención”. La atención implica que quien esté percibiendo esa figura, haga un análisis de la información para resolver qué es ese objeto o figura que tiene ante sí. Esta teoría es bastante aceptada dado que es frecuente observar en las diferentes personas, procesos y estilo de atención que conllevan comportamientos que practican lo dicho en las formulaciones de la Gestalt. Nosotros creemos que la escuela de la Gestalt es otro punto de vista interesante, pero no abarca todas las posibilidades de la realidad del ser humano. Otros puntos de vista sobre la atención Hay psicólogos que creen mejor discernir lo que es la atención estableciendo sinópticos o esquemas de campos. Así consideran que hay un campo ambiental, un campo psicológico y un campo de conciencia. Estos conceptos no cambian lo que hemos expresado sobre atención y desatención sino que expresan de modo diferente al discernir como entorno, o derredor o circunstancias al campo ambiental, como mecanismo mental al campo psicológico y conciencia directamente al campo de la conciencia. Hemos preferido hablar de atención o concentración cuando nuestra conciencia y las facultades mentales están enfocada en un punto y desatiende otros estímulos; y de desatención, dispersión o distracción cuando la conciencia y las facultades mentales no están puestas sobre alguna cosa, o cuando deben prestar atención a una cuestión y se está pensando en algo totalmente distinto. Dado que el fenómeno de conciencia alerta o atención, opera prácticamente con los dos mecanismos al mismo tiempo, y funciona como un solo bloque con las facultades mentales, no es fácil entender el proceso estableciendo varios compartimientos como si fueran distintos entre sí. La realidad abarca el entorno o medio o ambiente donde nos ubicamos en determinados momentos del día y ahí la conciencia opera sobre lo que estimula o interesa a nuestra atención, mientras que paralelamente presta desatención a otros estímulos. Siempre la concentración, contracción o atención plena exige que simultáneamente opere la desatención de otros estímulos. Es lo que sucede con los que estudian escuchando música. La concentración total en leer un texto y memorizar su contenido les impide atender a la música. Sin embargo, la música como otros estímulos externos e internos sirve como una especie de marco subconsciente (trasfondo) a pesar de la aparente distracción. Estos fenómenos, que están presentes junto a la conciencia atenta, son los que han permitido elaborar el concepto de subliminal: no son captados directamente por la conciencia sino que operan en un espacio o limbo de la conciencia que se ha denomina preconciencia, subconciencia, según las diferentes teorías. Lo cierto que cualquiera sea el modo en que se estudian estos fenómenos de la atención y la desatención o el lenguaje empleado para describirlos, no afecta al fenómeno en sí. Siempre será el mismo fenómeno y por lo tanto no se podrá describir cosas totalmente distintas. Lo distinto, son los puntos de vista sobre el mismo fenómeno. Operabilidad de la atención Según Steve Johnson la atención y la concentración son productos de varias funciones cerebrales, no sólo de una, aunque operen en bloque como una sola cosa. Comprender esto resulta complicado. Así, en un nivel básico, los circuitos neuronales cerebrales relacionados con la atención se conectan íntimamente con los circuitos de nuestros sentidos. Esto permite con frecuencia tener una concentración visual excelente, pero al escuchar un ruido o sonido, la atención se desvía de lo que está viendo o se “desconcentra” (distrae) para atender lo que escucha. Puede que haya una polarización desde lo visual a lo auditivo, o bien la atención se “reparte” entre lo que se ve y lo que se oye (atención múltiple). Quizás los más estudiados sean, desde el punto de vista atencional, los cinco sentidos que perciben estímulos objetivos, en especial, la vista y el oído. Pero hay otros focos de atención hacia estímulos subjetivos que no dependen de la extrospección o atención hacia el ámbito externo, sino que los provocan la introspección o las sensaciones corporales internas (ámbito interno) como son las provocadas por la cenestesia (percepción del conjunto de estímulos procedentes de los distintos órganos, que produce un sentimiento general de existencia, independientemente del producido por los sentidos) y la cinestesia (ubicación del cuerpo en el espacio por estímulos del movimiento muscular, peso, etc.). Luego, la atención introspectiva o extrospectiva se despierta o establece cuando hay datos sensitivos que la concitan. Pero a este primer movimiento de enfocamiento (interés de la conciencia por algo en particular) de la mente pueden seguir otros procesos cerebrales a partir de la información o datos sensitivos y otro nuevo interés mental que va más del primer interés por el dato. Este nuevo interés mental que lleva primero a la concentración y como segundos pasos a la retención y codificación del dato. La retención del dato requiere, como primer paso, la capacidad de atención plena en un solo objeto (concentración) por un largo período. La clave de esta concentración no consiste en asimilar todos los estímulos que simultáneamente llegan a la conciencia y concitan su atención, sino en efectuar una selección mediante la discriminación entre lo que sirve para concentrarse y lo que no sirve. Esto es, pensar sólo en la cuestión que nos interesa en forma inmediata, excluyendo todo otro punto de atención o pensamiento. En este proceso de atención concentrada, el intelecto no sólo aprehende por sensaciones externas (sensoriales) o internas, lo que interesa (ente) sino que hace abstracción de sus principales cualidades y forma una idea del mismo (procesos mentales de aprehensión, abstracción e ideación). En esto consiste la retención o registro. Luego viene una segunda operación mental que es la codificación, esto es, formar un concepto que dé sentido o razón de ser al ente percibido y retenido. Con la retención se inicia un proceso de memoria que se completa con la codificación, la cual constituye una capacidad mental de almacenar datos en la memoria activa, en este caso, la llamada memoria de corto plazo. En esta particular cuestión de la retención y la codificación hay una sutileza a discernir. Retener no es propiamente memorizar. Memorizar es guardar o almacenar un dato en la mente. Para memorizar es preciso primero retener un dato o registrarlo. Sólo cuando el dato se transforma de información en conocimiento, es pasible de ser memorizado. Luego la retención es la mera información, la codificación es el conocimiento del ente. La percepción sensible nos dice que hay “algo” (ente desconocido) que se registra en la mente y por eso lo retenemos para discriminarlo. La discriminación conceptual es lo que nos dice qué es ese “algo” que se transforma en ente conocido. La memorización evita la pérdida del dato sensitivo por desplazamiento de la atención hacia otra sensación. Una vez que hemos retenido y codificado el dato sensitivo, dijimos que lo habíamos procesado como memoria de corto plazo. ¿Qué significa esto? Que lo guardamos como memoria activa inmediata. Pero si seguimos almacenando más datos en esta memoria, pronto el gran número ocupará toda esa memoria activa corta y poco extensa y para hacer lugar a nuevos datos tendrá, necesariamente, que suprimir algunos de los antiguos o poco usados. La teoría Rodenbough postula que la memoria activa o de corto plazo sólo admite hasta siete datos distintos. Cuando algunos de los datos almacenados en la memoria de corto plazo nos resultan de mayor interés y utilidad, se pone en marcha otro proceso mental que es el de la memoria de largo plazo. Esto permite que los datos sensitivos desplazados de la memoria de corto plazo al rebasar el límite de los siete datos, sean guardados por un plazo mayor. ¿Qué nos lleva a guardar los datos sensitivos? Rodenbough reconoce que es la intención de utilidad en la vida diaria. Necesitamos muchos datos memorizados para recordarlos oportunamente ante nuevos estímulos idénticos o similares que eviten tener que realizar nuevamente todo el proceso de retención y codificación. Así, el recuerdo rescata el dato memorizado y nuestra mente opera con mayor velocidad y efectividad para resolver los problemas cotidianos, esto es, los problemas de la vida diaria. Para lograr una mejor operabilidad vital y una mayor eficiencia de las acciones cotidianas, el secreto es perfeccionar nuestra mente en su capacidad de retención y codificación para adquirir una mayor capacidad de memoria. Uno de los métodos sugeridos por Rodenbough es lo que ha llamado neurorretroalimentación y consiste en estudiarse las propias ondas cerebrales que se producen o representan los variados estados de conciencia. Siguiendo ese patrón de ondas se va adiestrando el cerebro en la concentración y el patrón de ondas nos dice cuando alcanzamos estados óptimos. La neurorretroalimentación se basa en el principio de correlato entre determinados estados de ondas y las acciones óptimas. Al obtener una onda de acción óptima que se percibe por el trazado de onda, uno memoriza la técnica de esa acción (memoria motriz) y así va perfeccionando las acciones y la concentración en realizar esas acciones. El dispositivo nos ayuda a alcanzar el estado perfecto para cualquier tarea que tengamos a la mano, resultando esto una especie de neuroentrenamiento. En el deporte, un estado mental eficaz es el que resulta de una actividad de ondas cerebrales, tranquila pero intensa, lo que significa que en el momento de actuar, se sustrae por completo a la mente de otra función que no sea la competencia deportiva y eso deja libre a la memoria motriz para que realice su trabajo sin interferencias. En el momento supremo de la concentración sólo usamos el máximo del porcentaje normal del rendimiento cerebral, el que no supera un 10%. Esto significa que el cerebro, al concentrarse en un solo punto, libera al resto de la capacidad cerebral y sólo utiliza una pequeña porción del total del rendimiento mental para realizar una acción precisa. El uso de un determinado porcentaje de la capacidad mental para una tarea muy específica no significa incapacidad sino una expresión de eficiencia. Esto quiere decir que de las decenas de herramientas especializadas de que goza la mente, la mayoría de ellas no es relevante para una tarea en un momento dado. La concentración anula otras percepciones mentales y esto evita usar procesos mentales en actos mentales que impiden la concentración. La concentración, como reducción puntual de la actividad mental, exige ese achicamiento de funcionalidad. La capacidad mental máxima, en este caso, es dada por la funcionalidad muy específica. Los estados alterados de conciencia (EAC) Normalmente estamos conscientes de nuestro estado emocional y éste influye en la conciencia matizándola de formas diversas. Las emociones pueden concentrar o dispersar la atención y de este modo alterar la conciencia. El funcionamiento de la mente emocional es, en gran medida, específico del estado emocional, dictado por el sentimiento particular ascendiente en un momento dado. La forma en que pensamos y actuamos cuando nos sentimos románticos es opuestamente diferente al modo en que nos comportamos cuando estamos furiosos o desalentados. En el mecanismo de la emoción, cada sentimiento o estado de sentimiento, tiene su propio repertorio definido de pensamiento, reacciones e, incluso, recuerdos. Todo lo que es específico de un estado de sentimiento dado, se tornan más predominantes en las circunstancias en que opera una emoción intensa. En esta reacción interviene una memoria selectiva, porque en una parte de ella la memoria se reorganiza de modo que las opciones para la acción más importantes, ocupen el primer plano de jerarquía y sean más velozmente representadas. Esto es así porque cada emoción importante tiene su sello biológico y por esta razón también posee una pauta de cambios que ponen en funcionamiento al organismo, cuando esa emoción se presenta. Ese conjunto de indicaciones es único y actúa automáticamente cuando es enviado por el organismo que es presa de la emoción. En las emociones intensas, en las que intervienen niveles elevados de adrenalina, la conciencia se excita y la memoria registra detalles que pasarían inadvertidos en otras circunstancias. Incluso, si son imágenes desagradables persisten por mucho tiempo (actúa acá el cortisol en lugar de la adrenalina) y acuden en forma intempestiva y reiterada a nuestra memoria, como recuerdos tipo flash, instantáneo pero suficientes para emocionarnos y crearnos un estado especial de excitación. Es lo que ocurre con el trastorno de estrés postraumático. Otras alteraciones importantes son el enturbamiento de la conciencia o estado de obnubilación de la conciencia puede ocurrir por una emoción violenta o el estupor que causa el fenómeno de estupidización que es como una obnubilación parcial de conciencia que sume en una especie de estado de estupidez. Hay situaciones o drogas que se convierten en un estupefaciente (que produce estupefacción o pasmo, estupor) (estupor es una disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o indiferencia). En cuanto a la estupidez la comprenderemos como una torpeza notable para comprender las cosas, en la que aparece esta disminución de la actividad de las funciones mentales (déficit de conciencia) que produce una serie de torpezas, anulando las posibilidades de un funcionamiento o desarrollo intelectual correcto. El hipnotismo o las situaciones que ejercen un efecto hipnótico permiten que quien se encuentra bajo su influjo puede ser inducido a conductas por sugestión. Los estados de agitación o azoramiento son estados de conturbación, sobresalto, inquietud, turbamiento o movimientos violentos del ánimo. Los estados de confusión ocurren cuando la conciencia pasa por estados de perplejidad, desorden y desasosiego, en los que no puede discernir con claridad lo que le está ocurriendo. Otro efecto que se produce es el fenómeno de enajenación que permite que se instale la transformación de confundir la ficción con la realidad. La enajenación es un fenómeno en el cual la persona está desposeída o privada de su estado pleno de conciencia o puede esta fuera de sí donde se le entorpecen o turban el uso de la razón y de los sentidos. También consiste en un estado de distracción o dispersión mental total donde hay falta de atención (déficit de atención) o bien un estado embeleso o privación del juicio (esta privación cuando se instala en forma permanente se conoce como locura o demencia). El embeleso es una suspensión transitoria o arrebato, del uso de los sentidos (cautivamente o arrobamiento). En el concepto budista, todos éstos serían estados de oscurecimiento de la conciencia. La catalepsia es un fenómeno que puede instalarse repentinamente y que afecta al sistema nervioso central, periférico, voluntario y automático, pues el individuo parece estar muerto porque sus signos vitales (pulso, respiración, psiquis, presión arterial) están tan deprimidos que se vuelven imperceptibles al registro manual y auscultativo. Puede instalarse por diferentes causas, siendo una de ellas la histeria, pero es probable que también sea causado por el pánico o temor a morir en enfermos graves o terminales. Hay suspensión total de las sensaciones. No se ha podido determinar si hay pérdida de los sentidos y anulación de la conciencia. Los relatos de algunos afectados dicen haber sufrido alucinaciones y otros, como los que han estado en coma, refieren haber percibido las voces de los que rodeaban e, incluso, tener visión de las circunstancias que le rodeaban. Es decir, es como si hubiese un estado de conciencia similar al onírico en el cual hay una pequeña diferencia: los sentidos captan con mayor nitidez algunos detalles del entorno. Esta especie de “quietud de la conciencia” opera como si la conciencia perdiera contacto con su principal instrumento de expresión: el sistema nervioso. Sería una especie de desconexión entre conciencia y sistema nervioso. La catatonía o estado catatónico es un estado patológico que a veces la psiquiatría cataloga como una especie de esquizofrenia en la cual el individuo queda en estado de estupor permanente. El cuerpo puede tomar una actitud determinada y quedarse definitivamente en ella o bien el catatónico adopta la posición del cuerpo en el cual se le coloque. Es un estado de quietud intelectual y motora total. No obstante el afectado no pierde ni la percepción ni la conciencia. Tiene disminuida o anulada la motricidad y la sensibilidad nerviosa. El estado de anulación de la conciencia (falta absoluta de conciencia, pérdida del conocimiento) es la ausencia total de la conciencia vigil debida en forma natural al sueño profundo, o por estados patológicos como el desmayo, lipotimia o desvanecimiento que es la pérdida de conciencia o conocimiento pasajera. En cambio el coma es la pérdida prolongada de conciencia o conocimiento, que incluso puede ser irreversible y llevar a la muerte. El investigador Arnold Ludwing agrupó un conjunto de fenómenos que tenían características similares, bajo la denominación de estados alterados de la conciencia (EAC) (ASC por siglas en inglés). Estos estados de conciencia alterada no eran nuevos cuando Ludwing los agrupó, sino que tuvo el mérito de sistematizarlos como tales. Los EAC presentan las siguientes características: 1. Alteraciones del pensamiento: las categorías lógicas habituales desaparecen de modo que las contradicciones no parecen tales, se deja de lado la causalidad y surgen recuerdos vívidos de sucesos olvidados. 2. Distorsión del sentido del tiempo: sensación de que el tiempo no pasa y de que se ha detenido su curso. O bien que el tiempo se acelera, o que se hace más lento. Ocurre en el éxtasis y es un estado de conciencia suspendida. El fenómeno también ocurre cuando en una circunstancia determinada no se advierte el paso del tiempo lo que suele expresarse con la frase “no me di cuenta que el tiempo que pasó” 3. Cambio en la expresión emocional: cuando hay desinhibición se pueden expresar emociones que habitualmente se callen o no se experimentan. Puede haber cambios extremos desde un éxtasis, hasta un estado de ira, pasando por la angustia y la depresión. 4. Distorsiones perceptivas: los colores y los sonidos se perciben con mayor intensidad; hay ilusiones o alucinaciones; se presenta el fenómeno de la cenestesia (percibir un estímulo con un órgano sensorial distinto al que corresponde, por ejemplo oír un color o saborear una textura). También ocurren cambios en la imagen corporal como sentir que una parte del cuerpo crece o se encoge, sensaciones de ligereza o pesadez corporal o de irrealidad del cuerpo. Esto ocurre en los llamados “estados de trance” (médium), en los éxtasis y en los estados oníricos. 5. Sensación intensa de realidad: lo que se experimenta en los EAC suele resultar tan intenso que provoca la sensación de ser muy real y significativo, de manera que cualquier experiencia en estos estados puede sentirse como unión con el Absoluto o el Todo. Esto es algo muy común en el éxtasis místico. 6. Inefabilidad: debido a lo poco usual de estas experiencias, quienes las experimentan no encuentran palabras para describirlas. Los EAC surgen por numerosos cambios de tipo metabólico en el organismo, por ingesta o inhalación de sustancias alucinógenas, anestésicas, psicofármacos, alcohol o estupefacientes, etc., por exceso o defecto de estímulos ambientales, o por prácticas intensas de meditación. Estados mentales y estado consciente Ya hemos remarcado anteriormente que, para simplificar, Grossmann propone la teoría de los estados mentales y los estados conscientes, distinguiendo como estado mental al momentáneo acto de conciencia consistente en un acto de experiencia (por ejemplo, el acto de percepción es un acto experimentado y consiste en un acto de “toma de conciencia” de un fenómeno experiencia). Mientras que estado consciente es un momentáneo estado de la conciencia consistente en las intenciones u objetos que se proponen para un estado mental (por ejemplo, al objeto percibido se le asignan determinadas funciones intencionales como significaría escuchar una melodía musical para deleite o para bailar o para aprenderla y asimismo elegir el objeto o medio por el cual se oirá la melodía, que puede ser un tocadiscos, un CD, un vídeo, etc.). Nosotros descartamos estas teorías y resaltamos los fenómenos de atención múltiple donde es posible concentrarse en un solo acto la conciencia en dos o más puntos de atención a la vez (leer y escuchar música, etc.) o de atención focal, concentrada a manera de “zoom” fotográfico. Además, aclaramos que estado mental y estado consciente, como lo concibe Grossmann son partes naturales de un proceso mental global que no que pueden considerarse por separado. Es obvio que para que haya un estado mental (como experiencia) tiene que estar funcionando el estado consciente. Los estados mentales que acá se mencionan están referidos siempre en función de la conciencia y así lo consigna la definición. Ergo, quedan marginados todos los estados mentales inconscientes, los cuales han dado muestra de existir cuando pueden ser expresados a nivel consciente. Conciencia social: percepción de la realidad social Nos hemos referido previamente, a que el hombre para tomar contacto, percibir o conocer las cosas, debe estar en estado de conciencia plena, el cual le permite ejercitar todas sus facultades mentales. La conciencia es un estado vigil, dijimos, lo que equivale a decir que el hombre consciente está despierto. No está alucinado, confuso, ni semiconsciente. Está completamente en pleno uso de sus sentidos y su razón. Asimismo, dijimos que Heidegger había manifestado que “el ser de algo para una conciencia es el saber”.Estas conclusiones heideggerianas rematan el pensamiento de que la conciencia, en cualquiera de sus modos de ser, es el único instrumento válido del hombre para manifestar su inteligencia y todas sus notas fundamentales, y la vía exclusiva del conocimiento y del saber. También lo es para percibir la realidad circundante y dentro de ella su vida en la sociedad (conciencia social). La correcta percepción de una realidad social y la toma oportuna de conciencia de ella, constituyen la inteligencia social. En la inteligencia social hay que considerar tres tipos de conciencia (Goleman): 1. 2. 3. conciencia individual conciencia grupal conciencia colectiva. Hemos dicho que la realidad se capta a través de la conciencia y hemos descrito el proceso consciente de un individuo. Pero también hemos aclarado que la realidad, como fenómeno global, es muy poco abarcable por un solo individuo, pues son tantos y tan diferentes los puntos de vista desde los cuales puede aprehenderse y comprenderse, que la instantaneidad de un fenómeno no permite toda su captación completa, sino sólo una especie de “toma instantánea y veloz” que opera como el “flash” de una máquina fotográfica. Sólo cuando el fenómeno es visto desde ángulos diferentes y por distintas personas, es posible reunir muchos puntos de vista y desde esta “percepción grupal” nace una especie de conciencia grupal. La conciencia grupal funciona en forma distinta frente a las cuestiones que debe enfrentar. Una cosa es opinar sobre: 1. un fenómeno inmediato y otro mediato; 2. un fenómeno fugaz y transitorio y otro que se da permanentemente, imperecedero, con el cual hay que convivir diariamente 3. un fenómeno local y otro universal. Naturalmente nos referimos a fenómenos de igual percepción para una conciencia normal. Otros fenómenos extrasensoriales caen dentro de una concepción muy particular, de acuerdo a la naturaleza de los mismos y las posibilidades de ser experimentados por muchas personas, a fin de extraer de las descripciones y opiniones de cada uno, un concepto general y no sólo puntos de vista personales y muy subjetivos, imposibles de objetivar en conceptos generales. De estas consideraciones es posible inferir que la conciencia individual es distinta de la grupal y ésta puede estar influida o no por la conciencia colectiva. Lo distinto no es la esencia sino la forma (de expresión). Walter Lippmann observa que “Las imágenes que se hallan dentro de las cabezas... de los seres humanos, las imágenes de sí mismos, de los demás, de sus necesidades, propósitos y relaciones son sus opiniones públicas”. Este autor ubica a la percepción de la realidad, cuando ésta es explícita, en la opinión y por lo tanto a través de opiniones personales y opiniones públicas, se conocerá la forma de manifestar la conciencia individual y la grupal. En la formación de un concepto, juicio y pensamiento, no influye sólo el punto de vista, la forma como se captó el fenómeno (dispersa o atentamente), sino también las creencias, costumbres y factores inconscientes. Estos factores inconscientes estudiados por Jung, que luego veremos en extenso, serían el estrato superficial o inconsciente individual y un estrato profundo o inconsciente colectivo. En ellos ubica el saber noético. También está la conciencia colectiva que contiene los arquetipos y todas las creencias y costumbres, las conductas y las normas, que racional o instintivamente imperan en una comunidad o colectividad, como denominador común en sus habitantes. Algo así como la suma de las conciencias grupales (memoria filética) Asimismo, es patente que la conciencia se manifiesta a través del pensamiento y de otras formas de exteriorización, el pensamiento individual está en la conciencia individual y el pensamiento grupal está al fondo de la conciencia grupal y de la colectiva. En el concepto de Irving Janis el pensamiento grupal es el que surge en un grupo frente a un hecho colectivo que afecta al grupo. Puede manifestarse como opiniones grupales, conductas grupales ante determinadas circunstancias o como el “modus vivendi” (modos de vivir) típico de un grupo social. Puede ser un pensamiento dirigido para hacer algo o bien para defenderse de algo, es decir, para fundamentar las decisiones tomadas dentro de un grupo. Pero Irving, estudiando experiencias grupales negativas, concibe también al pensamiento grupal como un llamado de atención frente a una patología colectiva (Goleman aclara esto diciendo que obra como “un nosotros que se ha distorsionado”). En un estado de cosas normales, “en un grupo es posible tratar distintos aspectos de un tema, considerar otros puntos de vista, recopilar y evaluar información adicional. Cuando funciona en forma óptima, un grupo puede tomar mejores decisiones que cualquiera de sus miembros en forma individual”. Irving afirma que el pensamiento grupal es una especie de llamado de atención cuando hay una distorsión patológica colectiva y los grupos constituyen un antídoto sensato cuando la decisión tomada por un solo individuo es un riesgo, debido a que esa decisión está sujeta a oscilaciones emocionales o a puntos ciegos (subjetividades personales) producidos por prejuicios sociales o por la incapacidad de comprender todas las secuelas complejas que pueden surgir de una decisión que él considera simple. Las decisiones parcializadas de un individuo que pueden influir grupalmente, como ocurren en determinadas sectas, o naciones que responden a líderes fanáticos (caso del nazismo) pueden conducir a acciones o conductas sumamente lesivas a la sociedad o comunidad en las que viven y se desempeñan. Acá el pensamiento grupal denota el deterioro de la eficiencia mental, la atención y el criterio de un grupo que suele aparecer como consecuencia de presiones y restricciones implícitas. En estos casos, el pensamiento grupal es muy difícil de detectar y mucho más de contrarrestar. La conformidad de los individuos miembros de ese grupo, los lleva a sentirse cómodos e identificados completamente con el grupo. El grupo funciona como “algo hecho para él”, “a medida de él” y en consecuencia anula sus opiniones, o no expresa las mismas, por temor a destruir ese clima de comodidad, unión y pertenencia que él siente. La distinción entre conciencia grupal y pensamiento grupal y su expresión normal o patológica, se encuentra en la distinción o categoría de los distintos grupos sociales. En un grupo abierto, los líderes deliberadamente intentan que el grupo no sólo exprese lo que a ellos les gustaría escuchar, sino que piden opiniones honestas, de forma tal que el grupo no se transforma en un hato de aduladores. Todo lo contrario: expresan libremente sus pensamientos, aunque difieran con los de los líderes y no ostentan temores en decir lo que sienten realmente. No ocurre lo mismo en algunos grupos cerrados, en los que sus líderes alientan evitar que sus miembros manifiesten plenamente su capacidad crítica y sus dudas y sólo se limitan a guardar silencio como signo de aceptar plenamente lo que el grupo decide o piensa (consenso). En este caso cada miembro del grupo cerrado se siente como sujeto a un mandato de evitar críticas que provoquen conflictos con sus colegas y se destruya la unidad del grupo. Piensa que si su mente concibe un argumento contradictorio éste puede ser equivocado o tan insignificante que no merezca ser expresado. La sensación de unidad y de consenso crea una ilusión de unanimidad y refuerzan la autoestima de cada miembro de ese grupo. Sin embargo, esta aparente hegemonía del grupo es a su vez una especie de “boomerang”, pues cuando hay un grado de corrupción o de daño muy intenso y aparente, puede que el grupo se disuelve por sus propios miembros dañados por el grupo o por la acción de la sociedad contra el grupo. La conciencia grupal, íntimamente ligado al pensamiento grupal, puede ser así algo totalmente positivo, o algo totalmente negativo. Cuando el grupo es heterogéneo y democrático, las disidencias internas y conflictos se plantean “de frente” y buscan resolverse. Eso mantiene la unidad: la acción común para enfrentar sus problemas y buscarles una solución, aunque ello implique el roce entre los miembros del grupo. Sus líderes son honestos y permiten la libertad de opiniones, trabajando para llegar a conclusiones que solucionen problemas comunes y no los causen. Existe una especie de “consenso de disensos”. Pero en los grupos cerrados, homogéneos, donde hay consenso para que “todos piensen igual” y no se aceptan disensos (antidemocráticos), la unidad está en la aparente unanimidad y esto permite la desviación o corrupción del grupo, pues el silencio o falta de crítica establece permisividades activas o pasivas que no ponen freno a las inconductas sociales de sus líderes. No admiten los disensos, por lo que funciona como si hubiera un consenso universal virtual. La inteligencia social consiste en que la conciencia individual, cuando debe sumarse a una conciencia grupal o colectiva, lo haga en los términos de mantener de algún modo su individualidad de forma tal que la conducta grupal sea el fruto de una “suma inteligente de opiniones personales” que se amalgaman en busca de una solución común, previamente debatida y criticada para evitar desvíos o errores. Las acciones colectivas guiadas por la conciencia colectiva deben buscar ajustar las conductas a los patrones o normas que hagan al bienestar de la sociedad y no cause el escándalo o el daño violento o corrupto. Esto se logra mejor en grupos abiertos, heterogéneos y democráticos. Todo individuo tiene derecho a vivir en la sociedad del modo que le plazca, pero respetando el principio inmutable de no dañarse a sí ni a otros ni promover el escándalo público. Puede disentir con otros pero no puede “matar” a quienes piensen distinto de él. Sus conductas públicas deben ser recatadas y honestas. Lo contrario quita todo derecho a vivir en sociedad y lo convierte en un desadaptado social o en un marginal. No debemos soslayar que la conciencia individual toma conocimiento de la realidad a través de sus sentidos y de su inteligencia y para esto usa la extrospección y la introspección. Repetiremos, para no olvidar los conceptos, que la extrospección es su estado de conciencia hacia fuera de sí, concentrada en los objetos y fenómenos exteriores a su ser. La introspección, contrariamente, es un estado de conciencia hacia dentro del hombre mismo y sería una especie de autoconciencia (conciencia de sí mismo), lo que logra con la reflexión (el pensamiento que se analiza a sí mismo). Esto es muy importante para que el hombre comprenda a la realidad, porque la realidad no es una cosa ajena a sí mismo sino que comprende a todo, es decir, tanto a lo que está fuera de la mismidad del hombre como a su propia mismidad (a los otros objetos cosas u hombres - y al sujeto: él mismo). La conciencia individual para apreciar toda la realidad, debe estar presente poniendo su atención sobre todo lo que nos rodea y sobre nosotros mismos, al momento de captar la existencia de las cosas y de nuestra propia existencia. De nada vale que nuestros sentidos nos muestren las cosas que están en nuestro mundo, si nuestra inteligencia está distraída, dispersa o dormida y no puede develar el sentido de lo que las cosas son. En este estado irreflexivo, sólo captaremos los que las cosas parecen ser y por lo tanto no habrá un juicio y un pensamiento reflexivo, sino una mera opinión (mera doxa). Esta mera opinión consiste en interpretar conceptos a través de palabras que parecen decir mucho (y de hecho lo dicen) pero que en el fondo no llegan a lo que las cosas son, sino sólo expresan lo que las cosas parecen ser y pretende con el palabrerío, que se acepte lo que las cosas parecen ser como la verdad absoluta (sofisma). La percepción social de la realidad no es sólo la simple captación de las cosas a través de los sentidos de todos los componentes del grupo o sociedad (lo cual a simple vista pareciera que debe ser igual para todos), sino que esta percepción está condicionada a muchos otros fenómenos: 1. 2. 3. 4. al punto de vista desde el cual cada uno de los miembros de la sociedad observa el fenómeno a los preconceptos, prejuicios o creencias con que cada uno interpreta lo que ve a las necesidades personales a presión social del grupo. Esto ya lo explicamos cuando dijimos que un mismo fenómeno, visto en el mismo lugar, a la misma hora y por personas iguales en cuanto a la capacidad de percepción e interpretación del fenómeno, cuando intenta ser explicitado por los “testigos directos” de la ocurrencia de ese fenómeno, nos encontramos sorpresivamente conque muchas opiniones no coinciden exactamente con la impresión que el fenómeno nos causó a nosotros. Así muchas veces, cuando varios intentan describir al fenómeno, unos dicen que era nítido, otros que no podían precisar qué era (por ejemplo, si yo estoy ubicado de forma tal que los rayos solares están por detrás mío, luego tengo el punto de vista en que el fenómeno es iluminado a pleno con la claridad de la luz y esto me permite captarlo con nitidez, pero aquél que está ubicado en el extremo opuesto frente a mí, será cegado por la luz del sol y su percepción será bloqueado por el encandilamiento que esa luz produce en sus ojos y por lo tanto la percepción del fenómeno será borrosa e imprecisa). Otra cosa es estar a diez centímetros del fenómeno y una muy distinta es estar a varios metros del mismo. Obviamente la cercanía me permitirá ver detalles menores, pero no la totalidad, mientras que la lejanía me permite observar una totalidad sin precisar detalles, luego, la descripción de uno o de otro testigo variará según la distancia que hay entre el punto de vista y el objeto. Otra faceta a considerar es que si el fenómeno mirado de frente tiene factores totalmente opuestos a los que se ve mirado desde atrás, dará origen a descripciones parciales y dispares. Si el objeto a considerar es una figura humana de pelo largo, con aros y vestida con pantalones vaqueros y una chaqueta de igual tela y color, el que mira de frente podrá apreciar si tiene senos femeninos, si tiene o no, barba o bigotes o es lampiño y otros detalles que permitan determinar el sexo de la figura. Los que miran desde atrás podrán describir una persona de pelo largo, vestida con un conjunto de tela “blue” pero no podrán inferir principalmente el sexo, dado que si no hay detalles de una figura femenina (cintura estrecha, glúteos prominente, espaldas y hombros redondeados) puede deducir que es una mujer y viceversa (si ven espaldas anchas, de corte angulosos, glúteos chatos y cintura poco estrecha), pueden inferir que es hombre. Pero la moda unisexo, las distintas conformaciones o tipo biológicos pueden llevar a que una figura humana parezca ser hombre o mujer, pero realmente no lo es. Esto es muy frecuente que determinados homosexuales travestidos o transexuales, puedan simular su sexo aparentando ser lo contrario. Pero la realidad o percepción social no queda ahí. Cuando un hecho es observado por varias personas, por ejemplo, un acto político, éste será interpretado bajo creencias comunes. Por ejemplo, “todos los políticos mienten, engañan y tienen doble discurso”. Luego, la mayoría observará el fenómeno no como está ocurriendo sino como es interpretado y, si alguno lo ve distinto como ocurre con el simpatizante o fanático del signo político del acto, su opinión prontamente será rebatida y rechazada y, frente al disenso mayoritario, finalmente deberá cambiar su opinión para no ser marginado o enfrentado con el grupo social al cual pertenece. Esto se refleja en el fenómeno de una votación para candidatos a gobernar o legislar. Las encuestas muestran como las mismas opiniones van variando a medida que el consenso o disenso crecen en el grupo. No es infrecuente que al principio de una campaña electoral las encuestas ubiquen porcentajes de opiniones mayoritarias hacia un candidato determinado, pero al final de la misma, generalmente en la última semana previa al acto de votar, esas opiniones den giros en dirección contraria, porque la inmediatez del acto les hace perder la objetividad que tenían primariamente cuando aún no estaban compelidos a emitir el voto (o porque ha sido influido por los argumentos esgrimidos durante la campaña). Esto significa que por momentos, la opinión se guía por la razón y la inteligencia, pero al instante de entrar en acción concreta, los pensamientos ancestrales y las fobias irracionales, hacen cambiar una opinión muy concreta, sobre todo si esas creencias son mayoría en el grupo y en la discusión, la idea personal es rebatida o atacada por todo el grupo. Sólo prevalecen las ideas, creencias o convicciones muy arraigadas, ya sean guiadas por la inteligencia y la razón o por el fanatismo. Pero estas opiniones inmutables no son la mayoría. Es decir, según Pérez Martínez, la percepción social de la realidad es diversa porque hay diferentes puntos de vista y la opinión de la misma puede ser influida por la presión del grupo. Este mismo autor afirma que “una de las características más llamativa de la conducta humana es la cantidad de variables de las que depende. Un planteamiento muy simple sería ver que la conducta depende de lo que conocemos. Si eso fuera así...” sería como que “percepción más pensamiento = conducta”. Luego da el ejemplo de dos personas que están viendo como un adulto castiga brutalmente a un niño. Ambos piensan igual: lo que está ocurriendo es un hecho inhumano. Pero uno de ellos opta por irse para “no presenciar la crueldad” mientras que el otro decide intervenir para “evitar tal crueldad”. Igual pensamiento, distintas reacciones. En otros parágrafos propone que la conducta social está condicionada por “mecanismos de imitación” (la gente actúa como lo hacen otros, como guiado por aquello de “donde fueres, haz lo que vieres”) y por los “esquemas de conducta generalizada” (hay que hacer “lo que hace todo el mundo”, “hay que seguir la corriente”). Pero destaca que también hay “esquemas o factores personales” que pueden diferenciar algunas conductas individuales, de las conductas colectivas o generales. El hombre debe reflexionar sobre “sus circunstancias” para comprender porque adoptó tal o cual estilo de vida y en juicio crítico entender si está viviendo en forma correcta, si sabe vivir. Para esto debe tener nociones de lo bueno y lo malo, lo lícito y lo ilícito, un equilibrio o armonía entre su vida interior y su manifestación vital exterior (existencia), saber si ha formulado o no un proyecto existencial y, sobre todo, si tiene “ganas de vivir”, ha encontrado “el sentido de su vida” y sabe confrontar la alegría y la tristeza, el placer y el disgusto, la satisfacción y la frustración, el amor y el odio, el sentimiento de caridad y la indiferencia, su autoestima y el amor a los demás. Le interesa de sobremanera averiguar si tiene una vida “chata”, inmanente, ensimismada o si vive con libertad, plenitud y manteniendo un pensamiento reflexivo que le permita trascender en todos los niveles, al medio estimúlico simple que le toca vivir. De otro modo, puede preguntarse si la vida que el hombre está cursando es (modo de ser) una vida auténtica (propia de su ser) o inauténtica (enajenada, ensimismada, no libre, intranscendente). La captación de la realidad se lleva a cabo a través de una serie de actos mentales o intelectuales, que obraría como la fisiología de la mente para conocer y comprender los fenómenos que se dan en la realidad y encontrarles un significado que le permita estar “dentro de la realidad” y no fuera de ella. El contexto social es parte de esa realidad y conocerlo es llegar a desarrollarse dentro de la comunidad, para lo cual la inteligencia social es el instrumento inexcusable. Y ese aspecto de la inteligencia humana está sujeto, como todos los otros modos de “ser inteligente” (inteligencia emocional, inteligencia comunicativa, etc.) a los actos mentales. Estos actos mentales tienen asiento en un sistema anatómico y fisiológico que también que ya hemos explicado extensamente en capítulos anteriores de este trabajo Estructura de la realidad social Para Erving Goffman la idea de un ámbito social es asimilada con los conceptos de esquemas o “marcos”. Un “marco” referencial es una definición compartida sobre una acción o una situación que en algún modo conduce u organiza las características de un suceso social y la forma de cómo debemos participar en él. Cualquier situación o “definiciones de un hecho social”, por ejemplo “asistiremos a un restaurante”, “iremos al cine”, “concurriremos a un desfile de modas” o “iremos a un acto de gala” son “marcos” referenciales. De esta forma, quienes realizan a menudo una participación en estos “marcos” o “definiciones de hechos sociales” saben que la realización del hecho exige determinadas actitudes: unas serán las “correctas o apropiadas” y otras serán las “incorrectas o indebidas”. Si se asiste al restaurante habrá que ajustarse al menú que el mismo ofrece y a las probabilidades del folclore gastronómico local, manejar los cubiertos en una forma determinada, no adoptar actitudes de “mala educación” o “falta de urbanidad” (comer ruidosamente, eructar, hablar a gritos o mirar en forma insolente o impertinente a otros comensales). Igualmente si concurro al cine no podré pararme frente a mi butaca, ni colocar los pies sobre otra butaca, particularmente si está ocupada, ni hablar en voz alta durante la función, ni adelantar a otros espectadores el final de una película, si éste es conocido previamente. No se concurre a un acto de gala con ropa informal, o estrafalaria o semidesnudo. Se debe usar “ropa de gala”. Y viceversa: no se asiste a un acto informal con ropa de gala. Todo debe ocurrir mostrando un conocimiento acertado de lo “qué implica la situación que se está desarrollando” para no realizar actos que están “decididamente fuera de lugar”. Si se comprende cabalmente cual es la esencia del “marco” en el que vamos a intervenir nuestra participación en la acción “acorde” (“fluida y armónica”). Si no se comparte el esquema se corre el riesgo del “papelón” o “bochorno” o cometer un acto escandaloso. Esto sucede así porque cada marco referencial o ambiente social tiene como una especie de “libreto”, “protocolo” o “guión” que observar, cumplir o respetar. De ese modo, en todas aquellas áreas sociales en que nos manejamos conociendo el libreto o guión y desarrollando el rol que se nos impone, tendremos una conducta signada por el “éxito social” a la vez que actuaremos con pleno dominio del entorno y sin actitudes embarazosas. Lo contrario sería tener una conducta social torpe, de forma tal que traba la conducta de lo que se conducen dentro de la normalidad y, en alguna forma, obligan a otros a descontrolar su propia conducta dificultando las actividades que corresponden realizar con una cierta habilidad social. Pero la realidad social que nos circunda, nuestro mundo de “cada día” no es una realidad perfecta en que todo se desarrolla sin sobresaltos con solo saber guiones y desempeñar roles debidamente. Toda realidad social puede ser tan insólita o arbitraria como la que nos toca vivir cotidianamente o llegar a introducirnos en forma transitoria o permanente. El aprendizaje de normas sociales o socialización tradicionalmente se ha considerado como una forma de internalizar las reglas convencionales impuestas por una determinada comunidad o sociedad. Siempre los sociólogos, cualquiera sea la escuela o doctrina sociológica que sigan o establezca, tiene que referirse a “estratos” o “clases sociales”, a los “roles”, “papeles” o “función social” que cada uno debe desempeñar en el ambiente social en el cual se desenvuelve. En alguna manera, esto de los “esquemas sociales compartidos” como “idea de realidad social”, que ahora pretende introducirse como “algo nuevo” son los viejos conceptos que se ordenan de un modo lógico distinto, de denominan o califican con otras palabras, pero en el fondo siguen encasillando a la “realidad social” como un conjunto de conductas, actitudes y normas de relaciones interpersonales, tanto de las dependientes como de las independientes, de las convencionales como de las marginales, pues siempre habrá gente que se “adapta a una realidad social excelente” mientras que optan por ser “inadaptados sociales”. Goffman piensa que todos los marcos referenciales pueden tener diversas formas de desarrollo, siendo las más frecuentes la dualidad que hemos remarcado: aquellos marcos referenciales guiados por la inteligencia social y que se desempeñan activamente en conductas y actitudes abiertas y reconocidas, con excelencia o calidad total, porque se adecuan a “lo que la realidad social es” en la comunidad que habitan y aquellos otros marcos referenciales que marchan por caminos paralelos o divergentes a los aceptados como buenos y que, en cierto modo, son ignorados o rechazados, o considerados como “fuera del marco”. Estos marcos sociales marginados no están en la atención del resto de la comunidad, salvo que ejecuten acciones dañinas, ilegales o delincuentes, y por lo tanto son desatendidos por la sociedad lo que lleva a sus acciones deban ocultarse, “taparse” o “silenciarse” para no interferir con el “buen desarrollo” del marco referencial de una realidad social excelente. Goleman, en este punto, reflexiona: “Estas vías paralelas - dentro y fuera del marco - crean una estructura de conciencia social que es una réplica de la división que se produce en la mente entre consciente e inconsciente. Lo que está fuera del marco referencial también está al margen de la conciencia consensuada, inmerso en una especie de submundo colectivo. Como veremos, la zona definida por la vía que está fuera del marco puede servir como velo para ocultar hechos sociales que perturban o inquietan, creando un punto ciego social. El mundo social está lleno de marcos referenciales que dirigen nuestra atención hacia determinados aspectos de la experiencia y la apartan de otros. Pero estamos tan acostumbrados a que canalicen nuestra conciencia, que muy raras veces nos percatamos de ello. Tomemos, por ejemplo, los marcos referenciales de los roles laborales y sociales”. Es harto conocido que la sociedad evoluciona a pasos agigantados en los últimos quinquenios sufriendo grandes cambios y transformaciones sociales, económicas, geopolíticas, epidemiología que se extienden como pandemias irrefrenables, un “estrés social” que abarca todos los estratos sociales y cualquier marco referencial, un vaciamiento espiritual y un desconocimiento de valores o axiología social, que sumados a la tecnología que cambia los “modus vivendi”, la cual aporta electrodomésticos, medios de comunicación personales, robótica que maneja todos los servicios esenciales y las tareas industriales. Cómo será de importante la introducción de la robótica y la informática que el siglo XX languideció con un mal denominado “Y 2 K” o “efecto 2.000”, por el cual el sólo hecho de no haber sincronizado las computadoras que manejan los artefactos robóticos e informáticos, se corría el riesgo aparente de borrar esas “memorias automáticas programadas” y de repente sufrir un descalabro en el sistema ordenado por esas computadoras: la administración pública, el ejército, todos los servicios privados y públicos, las comunicaciones mundiales y satelitales, etc. O sea, que a partir del año 2.000, las computadoras probablemente podrían haberse retrotraído a un siglo atrás y recomenzar como el siglo XX empezara de nuevo. Estos cambios rápidos son los responsables de que los marcos referenciales también cambien velozmente, apareciendo y desapareciendo en la misma forma que aparecen o desaparecen los cambios que aludimos. De esta forma, el hombre del siglo XXI no sólo será conformado, como hasta ahora, a un continuo aprender cosas, sino que deberá también incorporar el desaprender, como una forma de asimilar el cambio, pues al cambiar los marcos referenciales cambian sus libretos y por lo tanto, hay que desaprender el antiguo, para aprender el nuevo. El conocer y el desaprender son dos caras de una misma moneda, nada más que ahora la alternancia entre uno y otro ya no tiene un espacio o lapso de separación, sino que deben ser ejercidos simultáneamente. Hoy, los marcos referenciales exigen guiones flexibles y se ha perdido todo derecho adquirido. Ya no hay estabilidad laboral sólo por la antigüedad en el puesto, sino que se exige una edad joven y una capacitación que involucre el manejo de varios idiomas y todos los secretos de la robótica y la informática, pues la denominada globalización requiere la habilidad de la comunicación internacional y, por lo tanto, el conocimiento de las respectivas lenguas o idiomas e idiosincrasias, si la relación está referida a la promoción de productos comerciales o industriales. Otra modalidad es la mezcla de “actos sociales” con los “actos estrictamente laborales”, dado que la política de las relaciones públicas han rescatado que el “confort social” es la mejor forma de “climatizar” un marco referencial de trabajo de alto nivel relacional. Así se habla de “almuerzos de trabajo” “reuniones sociales de trabajo”, “desayunos de trabajo” o “cenas de trabajo” y una nueva juventud gerencial o “yupies” intercalan espacios de trabajo con “tiempo libre” u ocio productivo. Se puede concertar un negocio en un juego de golf, en un viaje de placer en un yate o en un hotel con buena comida, actos artísticos e, incluso, la compañía íntima en la habitación. Se trata de introducir la creatividad y la independencia personal en aquellos actos que antes estaban sujetos a marcos referenciales rigurosos. De este modo cambian las modas, los usos y las costumbres y con ellos la “solemnidad” y la “formalidad acartonada” para ingresar a una atmósfera más “informal” y flexible. Naturalmente estos cambios de marcos referenciales tienen sus perjuicios y sus beneficios. Por un lado hacen más agradables las tareas que antes podrían ser consideradas como “un peso”, pero también eliminan reglas de urbanidad y la ética de los comportamientos, siendo mayor la permisividad con la conducta anómica e irregular, con la corrupción y con la degradación, que hemos denominado “la nueva inmoralidad”. El libertino justifica su conducta con la consabida frase de que “no puede frenar sus impulsos” o bien exigen “la libertad individual” o el “ejercicio de derechos individuales” aunque ello implique la desintegración social propia y ajena. Se criticó y combatió la “tiranía” del rigor de los esquemas de los siglos pasados. Pero ahora hay un desborde o libertinaje, que se desempeña en nombre de la libertad e independencia, pero ignorando que la libertad exige responsabilidad, limitación y disciplina y la independencia lo es dentro de nuestros propios límites personales, pero no invadiendo la intimidad de otros, a menos que se nos autorice expresamente a ello. La regulación del tiempo, no sólo afecta a la actividad laboral, sino que se extiende al ámbito privado extralaboral. Cuando la empresa es seria y responsable, introduce un cambio que beneficia al trabajador y al capital, pero cuando las empresas son irresponsables, como ocurre en los países no desarrollados, el trabajo vuelve a ser penoso, se convierte en una “esclavitud social” con los horarios extensos, los salarios bajos o impagos, la inestabilidad laboral, la rotación de horarios y el trato conflictivo entre trabajador y empresario o supervisores. Si bien hoy se le provee algunos uniformes, no se les “mata” de hambre y privaciones extremas, tampoco podemos decir que en estos países, el trabajo es un paraíso. Con otros esquemas referenciales o marcos referenciales, en alguna medida se recrea con nuevas formas, la tiranía de la Revolución Industrial que imperaba en aquella famosa frase “la explotación del hombre por el hombre” en donde se hacía trabajar en forma inhumana a toda la familia: abuelos, padres, niños, mujeres, etc. y se les acortaba la expectativa de vida por la bajísima calidad de la misma, donde el sobreesfuerzo y las privaciones extremas de descanso y comidas, llevaban a la muerte prematura o a la invalidez permanente, con graves enfermedades consuntivas. El mundo de este fin de siglo XX no sólo termina reivindicando el trabajo esclavizante y denigrante sino que aumenta el número de desocupados en el área urbana, incrementando el nivel de pobreza. Aquella clásica estratificación de clase alta, media y baja, hoy, como en las sociedades terratenientes antiguas, son de clase alta o jet set y de clase “proletaria” según la definición del izquierdista Blanchi, entendiendo por ello el aumento de la masa del trabajador expoliado y de las familias numerosas que habitan complejos urbanos marginales donde carecen de viviendas dignas, servicios elementales de agua, luz, cloacas, seguridad, educación y salud. Esos “cinturones” urbanos de miseria y privaciones extremas, que sólo viven de la mendicidad, la prostitución, la delincuencia y el “cirujeo” (robo de la basura y la explotación de basurales), han crecido en los países no desarrollados a un extremo alarmante, produciendo la quiebra de todos los sistemas políticos y sociales en Asia, África, Centroamérica y América del Sud. En este panorama de cambios bruscos, profundos y con poca probabilidad de reversibilidad inmediata, más que nunca el hombre debe apelar a su inteligencia total, pero especialmente a la inteligencia social que les permita “mantenerse a flote” y ser un “sumergido social”. La sociedad moderna no tiene lugar para los indiferentes, los indolentes, los “hundidos” pues todos ellos perecerán de un modo u otro. El hombre de “aquí y ahora” debe estar atento a los cambios, debe aprender los nuevos libretos y debe saber desempeñar los nuevos roles como parte de su inteligencia social y para esto debe “estar plenamente activo y vigil”. Los inactivos se rezagan de modo tal que nunca más pueden recuperar el tiempo y el espacio social perdido. Naturalmente, ser activo no implica desconocer o no usar reglas éticas y morales. El ánimo: búsqueda de un concepto No hay dudas que sobre la conciencia actúa el ánimo y tras de éste están el temperamento y el carácter. Estos términos son muy empleados y se han formulado sobre ellos muchos conceptos, pero ninguno ha tratado de relacionarlos en un bloque que actúa modificando a la conciencia. Siempre he sostenido que lo primero que se debe realizar antes de hablar un tema o abordar una cuestión o fenómeno, es definir claramente un concepto sobre la cosa concreta a tratar. También, como siempre, he encontrado muchas dificultades para hallar un concepto definitorio preciso o, al menos, inteligible y coherente, de lo que realmente significa un término, vocablo, léxico o palabra. En esta particular cuestión del ánimo, como se entiende que debe hacerse, acudí a textos clásicos de Psicología pero no encontré un parágrafo exclusivo que aborde el tópico con suficiente solvencia como para no dejar espacios de dudas o vacíos. El fenómeno existe y es innegable pero por cuestiones semánticas (el eterno problema sobre los fenómenos humanos) y los distintos puntos de vistas a que son afectos los científicos y algunos pensadores, impiden enfocar la atención y la concentración en un punto específico y asir el fenómeno en forma global. O se describen parcialidades; o se expresan interpretaciones aspectuales donde lo subjetivo pone en lo objetivo cualidades o formas que pueden tener una expresión real pero que aparentemente no han sido debidamente percibidas o interpretadas. Sintéticamente, yendo a lo mayormente práctico, empecé mi búsqueda de un concepto en lo más elemental: el diccionario. En este caso, el Diccionario de la RAE. Pero como me ha ocurrido muchas veces, ya es habitual que en esta lengua, las definiciones se realicen con la misma familia de palabras o conceptos, creando un círculo lingüístico “cerrado” que impide delimitar un buen concepto sobre la base de un léxico variado. Los diccionarios de otras lenguas, especialmente los sajones o ingleses, son afectos a definir con una sola palabra o con una enumeración de familia de palabras afines. Los diccionarios médicos, en este particular caso, o toman la definición del diccionario general de la lengua o, directamente, no definen muchas cosas que atañen a lo médico y al hombre. De igual manera podemos discurrir sobre la filosofía, la antropología y otras ciencias abocadas al estudio del hombre y sus manifestaciones. En lo relativo a ánimo, motivo central de mi preocupación, en el diccionario de la RAE encontré esto: primera acepción: “alma o espíritu en cuanto a principio de la actividad humana” y como segunda acepción: “valor, esfuerzo, energía”. Los diccionarios médicos, directamente, relacionaron ánimo con el latín animus y hacen referencia a la teoría jungiana (Jung) que se refiere con esto al sesgo del “aspecto femenino” que hay latente en cada hombre. Si queremos indagar otras definiciones nos llevan al concepto de ánima como alma o como aspecto masculino latente en cada mujer. Tanto ánima como ánimo y su referente castellano alma, etimológicamente derivan del griego anemos que se traduce por soplo. Y acá termina lo denotativo. Retomando los conceptos de la RAE rescataremos tres cosas muy importantes como rasgos fundamentales de lo que entenderemos por ánimo: el concepto de energía, de espíritu y el de “principio de la actividad humana”, o sea, lo que motiva las acciones humanas. Esto nos redondea ya un concepto holístico de que el ánimo, como el espíritu, es una energía inmaterial que sirve para motivar al hombre a realizar actos o acciones. También puede expresarse como la manifestación de la energía espiritual a través de las diversas actividades del hombre. Este último concepto integrado implica dar una idea de lo que entenderemos por espíritu. Sabemos que hay tres conceptos íntimamente ligados (y en consecuencia muchas veces usados como sinónimo) que son alma, espíritu y mente. El concepto alma puede definirse directamente como lo que manifiesta el fenómeno de la vida. En cambio, sus sinónimos aparentes como espíritu y mente necesitan otras distinciones. Luego, ánimo es el estado particular del espíritu en el hombre, en donde se patentiza o actúa en un instante determinado, todo movimiento o fenómeno espiritual (estado de ánimo). Como el estado de ánimo se manifiesta siempre a través de la mente, en términos médicos se le suele denominar timia, que usado como prefijo o sufijo significa “lo que se da en la mente” lo que equivale a “movimiento mental”. La timia es el equivalente del humor. Si arrancamos con los conceptos previos de que el alma es la expresión de la vida y el espíritu la expresión del alma en el hombre y la mente el instrumento del espíritu, esperemos que la explicación más o menos detallada de estos fenómenos de la vida humana hayan aclarado, lo que en nuestro concepto (avalado por investigaciones científicas de la neurociencia y las observaciones empíricas de doctrinas orientales como el budismo tibetano) es alma, espíritu y mente. Ahora, desde esta perspectiva, podemos definir que ánimo es la plena manifestación espiritual mediante la plena conciencia (estado vigil) que prepara el hombre para su actividad humana común, en cualquiera de las formas que ésta se manifiesta a través de la conducta humana. Ánimo es, por lo tanto, la expresión espiritual como pura acción humana en forma consciente. Y, parafraseando expresiones de James, podríamos decir que el ánimo es un estado mental continuo y consustancial con las condiciones subjetivas de la conciencia y “toda conciencia es motora” porque es la que capta toda sensación posible de producir movimiento, lo que mueve a todo el organismo humano en todas y cada una de sus partes. Esto enlaza a ánimo con conciencia y con actividad. Consecuentemente, esta acción puede ser meramente intelectiva, o afectiva o volitiva. Lo usual y natural es que se dé con las tres esferas en bloque, pero decimos que puede ser en una u otra dirección espiritual, según la nota predominante de la acción. Por lo tanto, lo anímico, el ánimo siempre tendrá un fondo o telón de trasfondo donde interactúan inteligencia, sentimientos y voluntad. Los sentimientos o sensaciones como afectos, instintos o emociones dan un fondo especial al ánimo y es lo que condiciona el llamado estado del ánimo. También el estado de ánimo se designa como genio que es la disposición habitual u ocasional del ánimo que marca la índole o inclinación según la cual se obra comúnmente con demostración apacible o alegre (tener buen genio), o áspero y desabrido (tener mal genio) Cuando ese estado de ánimo está más teñido por lo afectivo lo referimos como el humor al cual algunos autores como Pieron, Nuttin y Buytendijk prefieren denominar estado afectivo general que se ha traducido en alemán como stimmung. El estado general afectivo es conocido por la experiencia cotidiana donde sentimos sensaciones diversas como la jovialidad, abatimiento, irritabilidad, agitación, tristeza, alegría de vivir, entusiasmo o fuerza dinámica, fatiga y otras sensaciones similares oscilantes que nos afectan en lo psíquico y en lo físico. Debido a sus múltiples manifestaciones, muchas de ellas con causas o motivos conocidos, se ha querido definir a este estado afectivo en forma objetiva mediante la noción de “estado central motivante” (central motivating state). Algunos efectos de este estado afectivo o motivante, han sido vinculados unos a otros de manera bien ordenada, para asegurar funciones de alta importancia biológica (en el lenguaje de los evolucionistas darvinistas, que hacen a la supervivencia) como la procreación, el comportamiento maternal, otros estados afectivos. Estas funciones psíquicas, que de alguna manera se conectan con la personalidad individual, han interesado a algunos investigadores para comprobar ciertas correlaciones. De este modo, los estados de ánimo establecen relaciones entre constitución y carácter, entre madurez física y psíquica. De todo esto, resulta interesante el llamado “stimmung” correlacionado con otro término alemán: “Befindlichkeit” el cual ha sido traducido literalmente como el sentimiento de encontrarse a sí mismo, lo que nosotros pensamos que mejor debiera adecuarse a expresarlo como el sentimiento de cómo se encuentra a sí mismo. Para Buytendijk la palabra “humor” como fondo del estado de ánimo, no define o traduce adecuadamente el estado afectivo general que obra, a la vez, como estado corporal y como disposición comportamental. Es podría manifestarse también como “la fuente de ciertos sentimientos particulares”, “la revelación en el orden de la afectividad de la vinculación de el” ser-ahí” y el mundo”. En otras palabras la Befindlichkeit me sirve para indicarme dónde “estoy”. En el estado de animación o depresión, irritación, enérgico, activo o fatigado, mi cuerpo me anuncia, esto es, me da entender, comprender o conocer anteladamente, un “esbozo proyectado de posibilidades”, a la vez que “me invita” a realizar esas posibilidades. En otras palabras, el estado ánimo “imperante” es llamado así porque “es vivido como una sensación motivante bastante imperiosa”. Todo esto es lo referido a la normalidad. Cuando ocurren estados patológicos del estado de ánimo o del ánimo en sí, la psicología moderna los cataloga como “trastornos del estado del ánimo” y según los criterios más nuevos, codificados en el DSM IV (Diagnosis Statistic Manual) (Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Trastornos Mentales), serían trastornos depresivos o trastornos bipolares, trastornos debidos a enfermedades o tóxicos, trastornos no determinados. Desde otra perspectiva, el humor constituye el sentido de un nivel de integración superior, en el cual el espíritu transfiere al cuerpo fuera del espacio físico (¿metafísica?) Otro autor formula un principio metodológico para tratar los fenómenos espirituales bajo el postulado de la fisiología está llena de alma y es la propia alma que hace su cuerpo. Ekman considera que la lista de emociones enumeradas por él no incluye o no se refiere específicamente a los estados de ánimo. No obstante aunque según su parecer los estados de ánimo están relacionados con las emociones, mas no son la misma cosa. La diferencia apreciable entre emoción y estado de ánimo consiste en el período de duración. Se anticipó que una emoción puede durar unas fracciones de segundo o un poco más. Los estados de ánimo duran por días o meses. Otra diferencia es que de algún modo podemos establecer qué nos ocasiona la mayoría de las emociones o la totalidad de las mismas. Pero no ocurre lo mismo con el estado del ánimo, ya que amanecemos con él y no podemos explicarnos bien qué nos pasa. Sólo podemos tomar conciencia de que algo nos ocurre para sentirnos irritarnos, felices, temerosos o tristes. Hay circunstancias en que sí somos conscientes de por qué detentamos un determinado estado de ánimo, por conocer las causas previas. Pero lo usual es que esas causas no nos sean suficientemente claras o explícitas. En la opinión de Ekman, los estados de ánimo tienen mucho que ver con cambios internos más que con cambios externos. Esta sería una forma de aparición primaria, común o normal. Pero existiría una segunda forma de presentación de los estados de ánimo que ésa sí está relacionada con experiencias emocionales muy intensas. Por ejemplo, si experimentamos numerosos episodios de regocijo en forma seguida o continua lo natural es que entremos en un estado de ánimo eufórico. Contrariamente, si algo nos enfurece también continuamente acabamos con un estado de ánimo irritable. De modo similar, lo que nos entristece nos lleva a un estado de ánimo depresivo. En síntesis: para Ekman, los estados de ánimo o son producidos por cambios internos o se deben a una sucesión continua de emociones intensas. Goleman, a su vez, estima que los estados de ánimo son trasfondo de la mente (concepto muy cerca del dado a humor) y que ciertos pensamientos sutiles (de fondo o subconscientes) cuando afloran a la conciencia (nos damos cuenta de ellos, o sea, cobramos sentimientos de cómo nos encontramos nosotros mismos en ese momento) determinan estados de ánimo. Consecuentemente, los estados de ánimo sesgan o limitan nuestro pensamiento, condición que nos hace vulnerables y crea problemas porque están modificando nuestros pensamientos. Por ejemplo, si amanezco irritable es probable que las nimiedades se transformen en gigantes dramáticos y se forme un círculo cerrado: mi irritabilidad distorsiona en más cosas sin importancia y esto aumenta mi enfado y mantiene o acrecienta mi irritabilidad. Luego, cuando el estado de ánimo puede influir sobre nuestros pensamientos y magnificar el impacto de las emociones, esta coyuntura encierra un cierto peligro, sobre todo en lo referente a las emociones fuertes y más particularmente a las emociones destructivas. La modificación de pensamiento y emociones por el estado de ánimo lleva a que un estado de ánimo imperante se prolongue más de lo debido y sea muy difícil de controlar. Sobre todo cuando son emociones destructivas lo que se convierte en algo desagradable o intolerable, que no quisiéramos poseerlo y que nos causa daño. La creencia budista es que ese trasfondo de la mente puede deberse a experiencias latentes, en nuestra expresión que surgen de la memoria filética, en la idea budista de experiencias de existencias anteriores, almacenadas en nuestra mente. Luego, un estado de ánimo tiene causas directas o conocidas como la irrupción de emociones o sentimientos u otros estímulos ambientales u originados en nuestros propios pensamientos y causas secundarias desconocidas debidas a influencias ocultas. Ekman atribuye las influencias ocultas que desencadenan estados de ánimos, a las que suelen ser opacas y están fuera de nuestra conciencia (serían inconscientes o subconscientes) y, por lo tanto, no se pueden determinar. De ahí que cuando advertimos un estado de ánimo que no podemos explicar no es porque no exista motivo, sino que ignoramos el mismo. Otra concepción budista, la expresa el Dalai Lama cuando pone por ejemplo que la irrupción en la mente de un estado mental como el enfado, esto produce una “infelicidad mental” o sensación continua de insatisfacción y es probable que muchas veces exista un estado mental de infelicidad o insatisfacción continua donde impacta el motivo que nos lleva al enfado. En esta cuestión, se diferencia el budismo del occidentalismo, porque mientras el budismo trata de liberarse de los estados de infelicidad mental por completo y en forma permanente, el occidentalismo los incorpora y tiende a explicar, incluso justificarlo cuando lo interpretan que está en su justa medida y en una situación adecuada y, en el mejor de los casos, a estudiarlo, más que a erradicarlo. Matthieu Ricard coincide con Ekman en que las emociones duran segundos o fracciones de ellos, que los estados de ánimo se mantienen por horas o días y que el temperamento perdura por años. Por esto, cualquier intento de cambio debe comenzar centrándose en las emociones para modificar los estados de ánimo y, finalmente, acabar provocando un cambio de temperamento. Carácter, temperamento como elementos formadores del ánimo ¿Qué es el carácter? Etimológicamente, carácter (que proviene del latín character) significa marca o señal y también estilo. Sería lo que se marca o imprime en alguna cosa. La RAE trae las siguientes acepciones: 1. Conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa o persona, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de los demás 2. Fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, firmeza, energía 3. Estilo Desde el punto de vista de estas definiciones, pareciera ser que a carácter se lo ha querido referir como aquello que conforma personalmente a un hombre, imprimiéndole un sello personal que lo distingue de otros hombres. Pero también como un signo de voluntad fuerte o firmeza de espíritu. También podría ser el estilo personal de vida como modo o forma de ser. Luego, todo esto liga a carácter con personalidad, voluntad y espíritu firme y enérgico. Aunque el término “carácter” prácticamente ha desaparecido de los textos modernos de psicología, empíricamente sigue siendo un concepto valioso para describir mejor al ser humano y hacerlo más comprensible. Ayuda también a formar a la inteligencia emocional. Hoy prefiere hablarse más de personalidad que de carácter. Erich Fromm concibe al carácter como la manera más o menos permanente en que la persona canaliza su energía. En su continuo interactuar del hombre con su medio (las cosas y personas que lo rodean), despliega su energía espiritual. Es acá donde funciona la acepción de carácter como energía. Fromm, a diferencia de Freud que cifraba esa energía en el impulso sexual, atribuye al carácter el medio o modo que permite la utilización óptima de la energía humana, que no sólo como objetivo la relación interpersonal del hombre con otros hombres y las cosas del mundo, sino también la guía para su supervivencia. Precisamente, el carácter como personalidad, voluntad y espíritu firme y enérgico, sería el instrumento valioso que le permite al hombre resolver los conflictos y regular su desenvolvimiento mundano (ambiental) para llevar a cabo un proyecto de vida o proyecto existencial. Al realizar su proyecto existencial desarrolla su estilo de vida. Todo ese desarrollo es el carácter. El carácter, desde esta perspectiva no es estático, rígido, sino un proceso dinámico y, dentro de ciertos límites, permite a las personas adaptarse a las diversas situaciones, principalmente las sociales. Observemos como se ajusta esto al concepto de personalidad, que luego estudiaremos. Fromm remarca que ciertas sociedades tienden a desarrollar o manifestar determinadas orientaciones o tipos de carácter a sus miembros. Entre esas orientaciones se establece una distinción entre las orientaciones productivas y las no-productivas y diferencia a ambas el amor y el trabajo como condiciones que formalizan las orientaciones productivas para distinguirlas de las no-productivas. De esta forma, cualquier rasgo de carácter, tomando por ejemplo el ser sensible, puede manifestarse de una manera productiva, esto es auténtica y positivamente o inversamente, ser improductivo al degenerar en la sensiblería. Podemos tomar otro ejemplo como es el orden y la limpieza. El modo productivo de usar de ellos es hacerlo de acuerdo a las necesidades reales y en forma oportuna, medida y armónica. Los modos improductivos son los extremos: o despreocuparse de ellos en cualquier forma o llevarlos al extremo de una tendencia obsesiva enfermiza. Igualmente, en lo referente a la opinión ajena, el modo productivo es escucharla y mostrar comprensión y tolerancia con lo que se disiente, en forma respetuosa, o acordar con lo que se consiente, formando la opinión propia. Lo improductivo es cuando no escuchamos a los demás, o tenemos incapacidad para formar opinión propia, o somos intolerantes con los demás o, contrariamente, nos vamos al extremo de una excesiva permisividad de dejarnos llevar siempre por la opinión ajena. Otro aspecto a considerar es la propuesta de Fromm en lo relativo al amor y al trabajo como fundamento de la productividad. Para Fromm, el amor es la primera base de la orientación productiva del carácter y, en ese sentido, tendría cuatro cualidades distinguibles: 1. El verdadero amor implica cuidado (curia), lo que a su vez presupone ser capaz de proteger y hacer crecer lo amado (capacidad de curia) 2. Este amor presupone adquirir el conocimiento debido de las cosas, a fin de proceder con autoridad a hacer lo correcto para favorecer a lo que se ama y no perjudicarlo por ignorancia. 3. También el amor implica respeto, o sea, el reconocimiento de lo que amamos, a los que, por mucho afecto que se les tenga, no hay que perder de vista que lo amado puede ser distinto a nosotros, como ocurre cuando queremos a otra persona que tiene ideas y sentimientos diferentes a los nuestros. 4. El amor es responsabilidad, lo que se traduce como la capacidad de responder por la cosa amada, especialmente si lo amado es una persona. En este caso se trata de responder por el otro con nuestros actos, esto conlleva el conocimiento de que la responsabilidad es por otro ser que no nos pertenece y que tiene su propia vida, de la cual sólo responde en la medida que otro lo permita. Significa que el amor y el cuidado son cualidades no posesivas sino desinteresadas, que se desarrollan con la completa libertad personal y el respeto de la libertad ajena. No se invade la vida del otro, sino simplemente se le acompaña y cuida en el transcurso de la relación. El otro aspecto o base de la orientación productiva es el trabajo. En esta cuestión, Fromm abiertamente nos dice que consiste en trabajar por aquello que se ama. Este concepto se aparta totalmente de la concepción freudiana del carácter como impulso o energía sexual. Está centrado en la concepción de la relación social entre los hombres. Ergo, la base de la consolidación del carácter es el placer pero no el producido en las zonas erógenas sino el que surge del tipo de relaciones que una persona puede establecer con otro sobre la base de una mera empatía, independiente de la atracción sexual. En general, es posible afirmar que ni el carácter ni la personalidad (en el supuesto de considerarlos por separado), pueden ser pensados como entidades estables o inmutables, sino como cualidades que se van construyendo, incorporando y modificando en el transcurso de la vida. Esto deja abierta la posibilidad de modelar o formar el carácter a través de la educación. Una persona puede modificar en cualquier momento su forma habitual de ser, sobre todo si el ambiente que le rodea cambia de manera significativa o si dicha persona experimenta la necesidad de un cambio. El carácter, al igual que la personalidad, puede ser influenciado en algún modo por el ambiente y el pasado remoto, pero de ninguna manera hay un determinismo. La decisión de adoptar una forma u otra de carácter o de personalidad estará siempre ligada a la voluntad y a los estímulos del espíritu, más que de las necesidades estrictas del medio. En otra manera de distinguir lo que es carácter podemos decir que es el resultado de las características personales, incluyendo lo que se considera el temperamento y las interacciones con ese ambiente. Quizás, este punto de vista es lo que dio origen al refrán que pregona lo de “genio y figura hasta la sepultura”. Si consideramos al carácter como firmeza de voluntad o espíritu, tendremos así dos tipologías caracterológicas en aquellas figuras que en la opinión social habla de personas de “carácter fuerte” o de “carácter débil” para definir a lo que nosotros creemos que serían los individuos que tienen un carácter formado o definido y la contrapartida de los que no lograron construir su carácter. Esta aseveración es lo que nos lleva a pensar que el carácter es algo que puede ser formado o educado y que tiene capacidad de cambio, lo que establece su carácter dinámico. Temperamento Nos hemos referido, como de paso, al temperamento. Este es otro concepto muy usado pero poco considerado actualmente, en los términos o palabras tal cual. Es decir, hay una tendencia moderna a obviar el uso de las palabras carácter y temperamento para referirlos de otras formas al describir las cualidades de ambos. Quizás, lo que mejor nos haga reflexionar sobre carácter y temperamento sea la frase de Nietzsche: “Un hombre parece tener carácter, mucho más frecuentemente cuando sigue su temperamento, que cuando sigue sus principios”. El filósofo alemán usa carácter y temperamento como dos cualidades distintas y antepone a ambos en la conducta humana, en relación con los usos de principios para regir dicha conducta. La RAE, como de costumbre, toma todas las acepciones posibles que el habla determina para una palabra. En el caso particular de temperamento separaremos algunas de estas acepciones útiles para nuestro trabajo: 1. Constitución particular de cada individuo, que resulta del predominio fisiológico de un sistema orgánico (esto es lo que llevó a configurar una tipología humana) 2. Carácter, manera de ser o de reaccionar de las personas 3. 4. Manera de ser de las personas tenaces e impulsivas en sus reacciones Vocación o aptitud personal para un oficio o arte Algunos investigadores del desarrollo humano han propuesto definir a temperamento como “conjunto de características psicológicas que parecen tener componentes innatos, los cuales determinan las diferencias en el comportamiento de los seres humanos”. Estas acepciones, junto con otras, nos hacen creer que es lo que desalentó a los estudiosos contemporáneos a abandonar el uso de las palabras carácter y temperamento, para evitar las posibles confusiones que las mismas pueden inducir o llevar a connotaciones divergentes. Los psicólogos Carmen Rodríguez y Martín Reimat recurren a una nueva disciplina psicológica denominada caracterología cuya base es ordenar y sistematizar la serie de actitudes y de comportamientos que se observan en la manera de ser de las personas. De esas actitudes extraen dos cualidades que denominan rasgo y tipo. De esta forma eluden referirse directamente a los términos carácter y temperamento, a los cuales usarán cuando estudian determinados investigadores. Según el concepto de Rodríguez-Reimat, rasgo o rasgos serían el conjunto de propiedades o forma de actuar que son propias de cada persona y que se repiten en forma constante, dando al comportamiento de cada individuo una cierta coherencia y significación. Luego, rasgo denota la disposición a la constancia o repetición externa, a la estabilidad y la consistencia en el significado de las formas de conducta de un individuo. Para estos autores, los rasgos se pueden definir en varias categorías: 1. rasgos de aspectos formales de la conducta y de la personalidad y de relación con opiniones, intereses y actitudes personales 2. rasgos comunes a todos los hombres y rasgos característicos a ciertos individuos 3. rasgos superficiales y perceptibles (gesto, voz) y rasgos profundos (motivación, ideales o ilusiones) 4. rasgos específicos: representan una categoría muy reducida de comportamientos y rasgos inespecíficos de comportamientos de amplios sectores de la conducta Dejan así aclarado, que rasgo es un pequeño conjunto de respuestas habituales. En referencia a tipo lo definen como un conjunto de rasgos. Tipo sería el factor más general que se encuentra en esas diferentes formas de conducta. La noción de tipo tiene dos significados diferentes: a. como representante de una conducta media (hombre tipo, hombre medio) b. como modelo o caso ideal. Surge de la comparación de un modelo ideal con las conductas de todos los individuos y de ello se extrae un modelo que cumple todos los requisitos dados. Este significado es el más usado en la tipología psicológica Relaciones entre temperamento y carácter Nosotros creemos que tanto rasgos como tipos, son sistemas de clasificación de las diferentes manifestaciones de caracteres y temperamentos del ser humano. Aunque nosotros hemos adelantado algo sobre estado de ánimo y su interacción entre temperamento y carácter, la diferencia reside en que el estado de ánimo es algo más mutable y por lo tanto de duración oscilante, mientras que carácter y temperamento son dos condiciones de mayor estabilidad, permanencia e inmutabilidad. El estado de ánimo es cambiante. El temperamento y el carácter lo son mucho menos, a tal punto que algunos investigadores piensan que marcan definitivamente la personalidad individual. Lo cierto es que temperamento y carácter son susceptibles de cambios mediante la educación, esto es el entrenamiento sostenido de técnicas o prácticas que ayudan a moderar los temperamentos iracundos, apasionados, irritables, temerarios, imprudentes, etc., y, en consecuencia la huella que deja el temperamento en la conciencia (carácter) o modo de manifestar el temperamento. El temperamento es lo constitutivo. El carácter es la impronta de la manifestación del temperamento en la conciencia y conducta. Se cree que el temperamento puede ser connato, pero lo cierto es que casi siempre es algo influenciable por experiencias determinadas. Luego la formación temperamental es producto de experiencias, y esto es lo que le hace susceptible de ser modificado a través de experiencias adecuadas. El estado de ánimo tiene como trasfondo no sólo al humor, sino también al temperamento que se manifiesta con el carácter y éste es que interactúa en el estado de ánimo, modulando de una forma u otra las reacciones o acciones que causan un determinado estado de ánimo. Sin embargo, el concepto del temperamento como “algo constitutivo” ha cambiado con los descubrimientos de las neurociencias. El temperamento puede ser cambiado. Esto significa, entonces, que el temperamento más que connato, congénito, genético, es algo aprendido. El cambio de temperamento está relacionado con circuitos neuronales. La amígdala se encuentra sumamente activa en los deprimidos o estresados. La activación del área medial de la corteza frontal inhibe esta activación de la amígdala. Luego, no es extraño, entonces, que la activación de la corteza prefrontal y la correlativa disminución de la activación de la amígdala, determinen un cambio de temperamento. La investigación de la sensación de bienestar en discapacitados, personales y ganadores de lotería u otros aciertos, como los estudios realizados en gemelos idénticos, han llevado a los investigadores a concluir que cada ser humano dispone de una razón biológicamente determinada de buen humor/mal humor que opera como una especie de tasa de felicidad la que funciona como constante biológica individual, por la cual, el efecto de los éxitos y fracasos es provisional y por lo tanto, pasado un estado emocional determinado, se tiende a recuperar el nivel acostumbrado de humor. No parece existir una gran relación entre las circunstancias el estado de ánimo predominante. El adiestramiento mental puede inducir un cambio de temperamento, según el humor que se cultive, esto es, al estado de ánimo al cual se tienda voluntariamente. Este concepto está íntimamente ligado al del cerebro proteico, puesto que del entrenamiento constante y profundo, se generan nuevos grupos neuronales o redes sinápticas para afianzar el nuevo estado de ánimo y afirmar el temperamento seleccionado. Luego, ánimo, humor, temperamento y carácter serían meros “estados mentales” que impactan en la conciencia. Carácter e inteligencia emocional Goleman llama palabra anticuada a carácter y explica que actualmente sería lo que definiría al conjunto de habilidades que conforman la inteligencia emocional. Cita a Amitai Etzioni quien considera al carácter como “el músculo psicológico que la conducta moral exige”. Goleman considera que si se retoma el sentido de carácter en función de la inteligencia emocional, el desarrollo del carácter sería una de las bases de las actuales sociedades, principalmente las democráticas. Para este desarrollo propone algunas de las maneras en que la inteligencia emocional puede apoyar. Comienza su exposición citando a Aristóteles el que sustenta al carácter en el autodominio, lo que presupone una autodisciplina o vida virtuosa. Desde otro punto de vista, considera que la piedra angular del carácter sería la capacidad de motivarse y guiarse uno mismo, para realizar los actos cotidianos. En esto interviene la voluntad (considerada habilidad emocional básica) como forma de capacidad para diferir gratificaciones y de controlar y canalizar la urgencia de actuar. Cita también a Thomas Lickona quien propone para la educación del carácter que: “se necesita voluntad para mantener la emoción bajo el control de la razón. Necesitamos controlarnos a nosotros mismos, nuestros apetitos, nuestras pasiones, para hacer el bien a otros”. Goleman retoma su propio pensamiento y postula la necesidad de la capacidad personal necesaria para poder “dejar de lado” la costumbre de un enfoque permanente sobre nosotros mismos. Esta capacidad, además, debe extenderse a lo aconsejado por Aristóteles y Lickona en el sentido de “controlar los impulsos”. Dejar de poner toda la atención en uno mismo y controlar nuestros impulsos emocionales, serían la fuente de beneficios sociales pues nos permite entender y encontrar más fácilmente el camino hacia la empatía que conduce al altruismo o compasión por otros. La empatía, que en cierta forma es ver las cosas desde el punto de vista del otro, nos conduce a ser más tolerantes con las diferencias ajenas y aceptarlas en un marco de convivencia armónica y respetuosa. Aspectos sobre la formación del temperamento y carácter La “alfabetización emocional” en la idea de Goleman Goleman postula que adquirir las cualidades de poder empatizar, comprender y tolerar a otros nos permite desarrollarnos dentro de las actuales sociedades pluralistas y, en el caso de acceder a deberes y obligaciones políticas o al uso de derechos políticos, estaríamos mejor preparados para vivir en perpetuo respeto mutuo y tener un discurso público creativo, que podrían constituir las artes fundamentales para desarrollarse bajo un régimen político de democracia. Señala que Etzioni cree que la escuela (y la enseñanza pública en general en todos los niveles: primarios, secundarios y universitarios) tienen un papel preponderante en la formación del carácter, si aprendieran a enseñar autodisciplina y empatía y la asunción de compromisos auténticos con los valores cívicos y morales. Pero esa enseñanza no debe basarse en meras conferencias sobre los diversos valores morales y cívicos sino en la enseñanza práctica para construir habilidades sociales y emocionales. Para esa enseñanza práctica propone la alfabetización emocional. Concordamos con lo que Goleman dice y propone, no puede ser de otra manera, pero pensamos que hay que complementar con otros conceptos. La enseñanza escolar de la alfabetización emocional, de la autodisciplina y de la empatía es importante y útil, además de muy necesaria. Pero también lo es la instrucción y formación de la familia en la idea de una disciplina de alfabetización emocional. Esto no sólo refuerza lo que la escuela aporte, sino que también predispone a la mejor enseñanza: el ejemplo familiar. El fracaso de la alfabetización emocional no radica sólo en la ausencia de un programa escolar sistematizado y llevado a la práctica con eficacia. La falla mayor de la educación de niños, jóvenes y adultos reside en la vacuidad ambiental o del medio social. La falta absoluta de valores cívicos y morales produce el vacío espiritual, que además de otras cosas, conlleva la falta de moral, educación emocional y valores cívicos. En este medio social está primariamente la familia y secundariamente la escuela y las otras instituciones políticas y sociales, incluyendo las iglesias. El “vacío existencial” actual, que funciona como “vacíos sociales varios” en particular y “vacío espiritual” en general, oficia como una especie de pandemia muy contagiosa. Todos los que convivimos en un medio vacuo, tarde o temprano, de un modo u otro, seremos afectados o “contagiados” de esos “vacíos”. Esta es la razón de que no se puede combatir una “pandemia” de esta naturaleza administrando un solo medicamento. Además de la terapéutica directa, como en toda enfermedad contagiosa y expansiva, hay que tomar normas de prevención e higiene, determinados aislamientos y operar sobre todos los afectados y los que están en riesgo de ser afectados. De ahí que la acción debe ser generalizada y en todos los frentes. La escuela y la familia son los medios básicos o campos primarios de esa acción. Pero todas las instituciones y ámbitos sociales deben ser abarcados, contenidos y formados para lograr erradicar una pandemia. La pandemia, como su nombre lo indica, es algo extendido a todos los lugares. No hay rincón que escape a la influencia del mal. Debido a esto, todo plan, toda idea o acción educadora e instructiva, debe llegar a todos. La falta de un espíritu común de solidaridad, de un fin social común, de una intención social general de fomentar la vida virtuosa, no permite estructurar una sociedad organizada para la educación o alfabetización emocional. Ni el libro de Goleman ni los esfuerzos aislados de algunos educadores o filósofos de la inteligencia, pueden conseguir una influencia eficaz que vaya más allá de una simple conmoción que da una adherencia fugaz al descubrimiento de la falta y necesidad de una inteligencia emocional. La superficialidad social de las conductas públicas (políticos, funcionarios, profesionales, empresarios, militares, religiosos, etc.) es la cáscara de una sociedad aparentemente impenetrable para su autoeducación y autocorrección. De ahí nace la intolerancia social masiva, la violencia pública en todos los niveles sociales, y la corrupción que gana cifras alarmantes en las estadísticas numéricas. No sabemos si formando conductas individuales lograremos con el tiempo una suma de esas conductas que llegue a la transformación general de la sociedad. Es posible que sea una de las formas de encarar el problema, sobre todo buscando formar individualmente a líderes sociales en todos los niveles (políticos, profesionales, religiosos, etc.). También hay que formar una pléyade de educadores. Pero lo más importante y, hasta ahora, inaccesible es la formación de la opinión pública a través de los medios sociales de la información y la comunicación. Si fuese posible un acuerdo utópico para generar un cambio de la mentalidad comercial de esos medios, y de las empresas que los patrocinan económicamente, para lograr una transformación sustancial para que la información sea basada en datos útiles, sumaríamos al proyecto un aliado poderoso. Los medios informáticos (mediatismo en general) abarcan la radio, la prensa escrita en todas sus formas, la televisión en todas sus formas y los medios audiovisuales en general (cine, música, videos, juegos electrónicos, programas de computadoras, etc.). La ausencia de una intención común de educar es lo que ha vaciado de valores a todos los medios de comunicación, incluyendo a Internet, y ha convertido a estos medios en meros elementos masificadores, irónicamente, en la anticultura y la antieducación. Más bien, ofician de “vaciadores espirituales” y de “medios de idiotización masiva”. El producto de la falta de una formación debida, no sólo del carácter y del temperamento, sino de toda la inteligencia del hombre, que abarque lo emocional y dentro de ello, lo instintivo, lo social y lo comunicacional y una educación para el uso de la inteligencia (inteligencia intelectiva), es el vacío espiritual. Este vacío rige la conducta social pública y privada y prima la corrupción en todos los niveles. Las noticias de las degradaciones morales en políticos, religiosos, profesionales, empresarios, militares y, prácticamente, todos los niveles sociales, son alarmantes. Aparentemente no queda un solo resquicio social impoluto. De ahí nuestro concepto de pandemia (mal de extensión universal) Esto ha generado una falta de confianza y descreimiento en todo. Últimamente la desesperanza es otra de las tantas consecuencias que llevan a la pérdida del sentido de la vida de muchos o de casi todos. Pero el resultado más alarmante es la afectación de niños y adolescentes en franca decadencia en todo el mundo, tanto en países llamados desarrollados como los subdesarrollados o del “tercer mundo” (¿cuál es el segundo?). Esta niñez y juventud, incluso los adultos, ya no sólo son presas de la droga (tabaco, alcohol, estupefacientes y psicofármacos) como hábito casi masivo, sino que la delincuencia en sus formas más pervertidas (asesinato, violación, sadomasoquismo y despojo de bienes ajenos bajo todas las formas delictivas) gana cada día más los estratos más jóvenes, especialmente niños, púberes y adolescentes. Inglaterra piensa en imputar a niños de cinco años de edad, dado los crímenes terribles que últimamente se han detectado en delincuentes precoces. Nunca se había visto, en la historia de la humanidad (o al menos no está consignado en ningún libro o estadística), la facilidad con que niños y adolescentes adquieren armas y drogas en la sociedad actual y pueden disponer libremente de ellas, al margen de toda ley y castigo formal. Incluso, muchas leyes protegen a esas conductas desviadas de todo castigo y permiten la impunidad. La sociedad es permisiva sopretexto de supuestos derechos personalísimos y de la teoría de la ingenuidad y bondad natural de los niños. Últimamente, los jueces o fiscales, incluso, hablan de institutos de reclusión inadecuados. Todos parecen olvidar que lo más importante e inadecuado es la existencia de un “niño asesino”. De manera especial, el asesino a “sangre fría”, sin una razón o justificación aparente (accidente, emoción violenta, defensa propia, etc.) Los psicólogos, psiquíatras y legistas, en gran número, esgrimen diversas teorías para justificar el desvío social infantil y juvenil y apelan a gastados esquemas intelectuales como el “influjo social” e “influjo familiar”. Goleman califica a este fenómeno como la “primera generación (histórica) de niños y adolescentes” que cuentan con una permisividad general para acceso sumamente fácil a las armas automáticas y terribles, a la droga y al delito. Piensa que antes hubo una “primera generación de padres” que accedió a las drogas y a la propiedad y uso de armas. Este autor hace notar que las armas y las drogas exacerban las pasiones, pues aquellos conflictos que antes podían dirimirse a golpes de puño, hoy concluyen con el uso abierto de las armas, con disparos que no sólo llevan la intencionalidad de herir, sino de matar. Pero hay otra agravante peor: antes había algún tipo de freno para manifestar la violencia infantil y juvenil públicamente, lo que hacía que estadísticamente fuera menos frecuente. Hoy esos frenos no existen o están dormidos y las nuevas generaciones infantiles y juveniles (los “chicos”), no son muy buenos en evitar las disputas. Goleman insiste que una de las causas de que esto ocurre es la falta de alfabetización emocional por parte de una sociedad que no se ha molestado en asegurarse que los niños cuenten con una enseñanza de la “habilidad básica en la vida”. Esto oficia como decir que no hay “escuelas de vida” y no hay educación “para aprender las cosas esenciales de la vida”. El autor pone el acento en la enseñanza del manejo emocional y de la adquisición de una aptitud emocional para aprender empatía, control de impulsos y otros fundamentos de aptitud emocional. “Dejando que los niños aprendan esto por su cuenta, nos arriesgamos a perder la posibilidad de que la lenta maduración cerebral ayude a los niños a cultivar paulatinamente la creación de un saludable repertorio emocional. A pesar del fuerte interés que algunos educadores han demostrado en la alfabetización emocional, estos cursos aun son excepcionales; la mayoría de los maestros, directores y padres, simplemente no saben de su existencia. Los mejores modelos están fuera de la principal corriente educativa, en poder de un puñado de escuelas privadas y unas pocas escuelas públicas. Por supuesto, ningún programa, ni siquiera éste, es una respuesta para todos los problemas. Pero dada la crisis que enfrentamos y enfrentan nuestros niños, y la esperanza que surge de los cursos de alfabetización emocional, debemos preguntarnos: ¿No deberíamos estar enseñando estas habilidades esenciales para la vida a todos los niños, ahora más que nunca? Y, sino es ahora, ¿cuándo?” La disciplina La formación del carácter exige la disciplina. La vida tiene muchos caminos para emprender, pero cada camino tiene una puerta que debe franquearse para tener vía libre hacia la meta a la cual conduce ese camino. Cada puerta, naturalmente tiene su llave, pero hay una llave maestra para todas esas puertas: la disciplina. Si bien la RAE define a disciplina como “doctrina, instrucción de una persona especialmente en lo moral” “arte, facultad o ciencia” “observancia de las leyes y ordenamientos”, estas definiciones no nos llevan a la idea connotativa que se forma en lo relativo al término disciplina. El concepto que se forma en torno a disciplina es como aquello que nos permite ordenarnos interna y externamente para cumplir un fin determinado. Generalmente se dice que alguien es disciplinado cuando cumple los reglamentos o normas en una situación determinada. Hay profesiones que hacen de la disciplina la norma o requisito primordial para ejercerlas y ellas son las de los militares, los sacerdotes católicos. Se dice que un alumno es “disciplinado” cuando acata y cumple las normas que rigen en un establecimiento educacional. También es “disciplinado” el trabajador que se adhiere incondicionalmente a lo reglado para conducirse en la empresa. Pero, quizás, ha sido el poeta Longfellow quien mejor define la palabra disciplina cuando escribe “grande es el arte de comenzar, pero mayor el de concluir” pues nos lleva a considerar a la disciplina como una “cualidad indispensable para lograr los propósitos que cada uno formula en su vida que nos permite empezar y concluir a cada uno de esos propósitos”. Nosotros creemos que la disciplina es una facultad ordenadora de la conducta para adecuarla a un régimen de vida donde la educación (alfabetización) emocional es uno de los pilares fundamentales. La conducta desordenada o indisciplinada es la causa de muchos trastornos personales y sociales, pues cuando el desorden individual se colectiviza, comienza el caos social. La falta de ordenamiento de la conducta mediante la sujeción al ejercicio y cumplimiento sistemático de normas encauzadoras, es lo que determina la indisciplina. Con estos conceptos Sybil Stanton considera que la disciplina es una “dinámica inapreciable de la que todos disponemos” ante la ausencia de un genio que nos ayude a terminar milagrosamente todo lo que empezamos. Cita el caso de los grandes que han descollado en el arte o en la ciencia a los que consideramos maestros en algún arte o técnico porque tienen inteligencia, músculos y buena suerte y pensamos que nosotros no podemos descollar porque “no poseemos lo suficiente de esas tres dotes”. En estos casos “la excelencia suele ser engañosa, porque no vemos los trabajos y la constancia que la engendraron”. En virtud de estas afirmaciones, la disciplina queda indisolublemente ligada a dos grandes condiciones: trabajo y constancia. Acto seguido, veamos lo que Stanton llama elementos básicos para obtener constancia: 1. Fuerza para “descartar”: hace referencia a la frase del antiguo filósofo chino Mencio “los hombres deben resolver lo que no harán, para entregarse de lleno a lo que quieren hacer”. Es indudable que cada vez que uno se fija un propósito, debe tomar decisiones para lograr ese propósito y “la disciplina implica tomar decisiones”. Por esto “cada vez que uno se decide por una meta o por un objetivo está decidiendo descartar varias metas y otros tantos objetivos”. 2. La gratificación pospuesta: en este elemento se propone la definición dada a disciplina por Scott Peck: “un proceso que consiste en programar las tareas y los placeres de la vida diaria, de manera que las partes difíciles se cumplan primero, para que las gratas resulten, después, más gratas”. El hábito disciplinario se adquiere tomando diariamente decisiones sencillas, como postergar ver un programa televisivo para tener más tiempo y la mente despejada para dedicarnos a un trabajo determinado o a estudiar una carrera o, simplemente, ponernos a pensar en decisiones futuras. La tendencia común es optar con más facilidad a realizar tareas agradables y desplazar a los menos agradables como es considerar un problema, trabajar, estudiar, planificar objetivos, cambiar hábitos, etc. Siempre que nos espera una tarea específica, ésta se nos plantea menos agradable que dedicarse a escuchar música, ver televisión o cine, pasear, leer una revista, etc. Precisamente, postergando esas “gratificaciones pequeñas diarias” como es la TV, la música, la lectura trivial, es como iremos logrando espacio para otros proyectos decisivos. La decisión de postergar gratificaciones nos ayuda a ver “más agradablemente” lo desagradable, al concentrarnos en lograr nuestros objetivos. Ciertamente la mayoría de los objetivos que podemos proponernos no son agradables. Si deseamos que todo lo que tengamos que hacer sea gratificante, es decir, un juego, nos frustraremos constantemente. Toda vida, por muy generosa que sea, tendrá circunstancias nada divertidas. 3. Lograr el equilibrio: en lo relativo a la disciplina no hay que confundirla con rigidez, de manera que funcione como una aspiración permanente a la perfección absoluta en todo. Esto, además de utópico, convierte cualquier objetivo en un suplicio insufrible. La disciplina debe operar como la tranquilidad que proporciona el saber que llevamos las riendas de nuestra propia vida, que no vivimos desbocados y sin un norte o propósito y que ese propósito va siendo cumplido, se va haciendo. Para llevar a cabo nuestras decisiones debemos proveernos de integridad, otra cualidad que necesitamos para cumplir cabalmente lo planeado. Antes de abandonar un proyecto o recriminarse por el mismo al creer que no lo está haciendo con perfección, debe enfrascarse en las técnicas para lograr un mejor resultado. Hay que pensar que necesita más bien un cambio de actitud para conservar la integridad. Si empezamos a trabajar por un objetivo, hay que saber tomar pausas breves para evaluar lo que se está haciendo y cómo se está haciendo, al mismo tiempo que de algún modo se descansa cuando la actividad puede ser agotadora. Por cierto, estas pausas no deben ser tan prolongadas que nos relaje hasta el punto de tentarnos de abandonar la tarea emprendida. La pausa simplemente es un paréntesis breve para adquirir nuevos bríos y concluir lo propuesto. “La verdadera disciplina guarda un equilibrio entre producción y diligencia sin excesos. Incluso hay que disciplinar la disciplina” 4. El desarrollo de sí mismo: la gente disciplinada tiene más probabilidades de ser feliz sencillamente porque realiza su potencial interno. En lugar de concebir a la disciplina como prohibiciones y castigo, debe entenderse como la alegría de desarrollarse a sí mismo. Cuando se comprende que disciplinarse no es otra cosa que cuidar de sí, precisamente para no castigarse con errores o frustraciones, es cuando se comienza a entender qué es la disciplina y se anima a practicarla. 5. Método para cambiar de hábitos: éste es uno de los sentidos que debemos darle a la disciplina. Los fracasos de muchas personas se deben a que intentan cambiar un mal hábito por medio de conductas desagradables, en vez de buscar una conducta nueva que remplace al hábito que desean suprimir. No es fácil cambiar nuestras costumbres de toda una vida y de una tradición familiar o comunitaria. Precisamente la disciplina es el instrumento para esa lucha fatigosa que será desaprender lo vivido toda una vida y de lo que deberemos desprendernos por no convenirnos más. La disciplina es lo que nos ayudará a aprender “lo nuevo y conveniente”. Pero ese cambio es gradual. No se cambia la vida en un minuto. Pero sí se construye una “nueva vida” minuto a minuto, sin prisa ni pausas. 6. La mente rige a la materia: cuando uno no desea hacer algo, lo natural es que trate de zafar de ello o posponerlo, pero lo que en realidad corresponde hacer es concentrar la mente en el modo de hacer lo desagradable, porque el solo hecho de comenzar algo “contra viento y marea”, promueve el entusiasmo para seguir haciendo lo que empezamos con esfuerzo. De este modo Stanton nos dice que: disciplinarse significa formar hábitos para buscar y lograr el desarrollo de sí mismo, con equilibrio y con la plena participación de nuestra mente y la voluntad al servicio de la misma y que mente, voluntad y corazón es la tríada que involucra a la disciplina para mejorar nuestra vida y la de otros, como parte de nuestra autoestima o amor propio auténtico para poder amar a los demás y servirles con dedicación y eficiencia. Los mecanismos del cambio volitivo mediante la disciplina Motivarse para cambiar algo, comprometerse en hacerlo, mantenerse en el camino de lograr dicho cambio sin desanimarse hasta lograr el objetivo, son aptitudes que se adquieren con la disciplina. El cambio necesita de ciertos engranajes que pueden constituir un verdadero mecanismo, a saber: 1. Todos los objetivos que se planteen para un cambio deben ser claros, posibles de medir en su extensión y consecuencias, ser muy concretos y, en lo posible, ser alcanzados en un plazo relativamente corto, pero sin apresuramientos azarosos, para no fatigar con el esfuerzo. Pensar sin pausa ni prisa. 2. Todo objetivo debe ser en primer lugar realista, esto es, factible de realizar y en segundo lugar, debe estar a nuestro completo alcance. Se debe partir de una realidad y una situación actual. Fijar objetivos absurdos y muy ambiciosos, que escapen al contexto de nuestro entorno y a nuestras posibilidades reales, es condenar todo esfuerzo a morir estéril. Para esto hay que desechar toda meta demasiado alta. 3. Los objetivos deben ser positivos y sin planteamientos derrotistas o de dudas. En todos los casos en que pueda cruzarse la idea de no alcanzar algo, se impone el análisis de fracasos anteriores a fin de evitar los métodos y las causas de esos fracasos en los emprendimientos futuros, es decir, buscar y encontrar soluciones a fracasos reales o posibles. 4. De los cambios hay que ocuparse, no preocuparse. Para esto debe observarse calmada pero analíticamente la evolución del proceso, pero sin preocupación desmedida por el objetivo o los resultados. 5. No hay que pensar en conseguir algo grande inmediatamente, sino valorizar los pasos y logros pequeños. Siempre que sea positivo y signifique progreso, los pequeños progresos son tanto o más valiosos que un gran avance de entrada. Hay que recordar que un camino extenso puede cubrirse con pasos pequeños y pausados. En este caso hay que premiarse cuando se consiguen objetivos parciales (los pequeños pasos) 6. Evitar toda idea perfeccionista rigurosa. Más que la perfección importa la superación que se logra con el cambio. Muchas veces los cambios no satisfacen una idea de algo bien acabado, sin aristas ni defectos. Pero no hay que evaluar las pequeñas imperfecciones sino las grandes metas logradas. Hay que saber apreciar el todo positivo y no las partes defectuosas. En todas estas consideraciones debe primar la idea base de que la fuerza de voluntad no es algo privativo de lo que consideramos unos pocos afortunados y bien dotados. Si bien es un mérito personal no hay que olvidar que es conseguido por decisión de cambio o de comienzo y siempre mediante el desarrollo de un esfuerzo considerable. Lo importante a no perder de vista es que la voluntad es un don de todo ser humano, que le es inherente. Nadie está privado de la fuerza de voluntad, como no lo está privado de la fuerza muscular (salvo que sea un enfermo o discapacitado). Pero para gozar de esas fuerzas hay que desarrollarlas y eso exige saber hacerlo. Hay que aprender a desarrollar todas nuestras potencialidades. Para eso siempre hay estrategias a nuestro alcance y son las que debemos buscar y una vez halladas ponerlas en práctica. Es parte de nuestro sentido de la vida, luchar para ser mejores. El desarrollo de la voluntad es primario. Nada podremos hacer si previamente no estamos condicionados para manejar nuestra voluntad. Incluso, perfeccionar nuestra inteligencia y nuestra vida afectiva, exige la base de una buena voluntad. Hacer un cambio voluntario, esto es, emplear la voluntad para modificar algo de nuestra vida o nuestros hábitos, es siempre posible. Esto significa que todo está a nuestro alcance, en la medida que nos proponemos con firmeza y convicción. No es simplemente desear. Es planificar los medios para alcanzar lo que se desea. En el aprendizaje debemos usar sabiamente todos los recursos disponibles, ya sea, los que están a la mano y a la vista, como aquellos pasibles de tener. Esos recursos siempre, insistimos, deben estar dedicados o encaminados a lo positivo, descartando el lastre negativo. Esto constituye el punto de partida para todo cambio real o auténtico de actitud. Los cambios negativos no sirven, aunque sean cambios. La depresión es una enfermedad que tiene la capacidad de bloquear todo lo positivo para dar entrada sólo a lo negativo. El optimismo, contrariamente, es la virtud de bloquear todo lo negativo para concentrarse sólo en lo positivo. Por otro lado, hay que recordar que los principios de cambios, sólo tienen connotación moral o ética en los fines. No “se es bueno” o “se es malo” para algo. No hay virtudes infundidas a algunos en forma celestial y otros despojados de ellas por fuerzas superiores. La fuerza de voluntad no es como la vocación: algunos la tienen y otros no. Si bien es connatural, no es congénita. No se nace con una fuerza de voluntad modelada. Cuando se trata de conseguir objetivos y mantenerse en la brecha sin desfallecer, existen medios, técnicas, estrategias o métodos que ayudan a superarlos o conseguirlos. Pero siempre existirá el mismo ciclo: habrá una alternancia entre el esfuerzo final y una tendencia al desánimo subsiguiente de los que suele surgir un sentimiento de culpa. Si comprendemos que el desánimo es parte de todo intento de cambio, especialmente en lo referido a la voluntad, podremos evitar caer en el sentimiento de culpa. Sentirnos culpables como que somos incapaces de lograr algo, es una actitud ilusoria. No somos culpables de nada, salvo de no habernos preocupadas por seleccionar metas y medios. Los resultados siempre son azarosos aun contando con las mejores herramientas. El éxito depende de los medios, pero mucho más depende de nuestra fuerza de voluntad, de querer ser distintos, en el sentido de mejores. La disciplina en la formación de los niños Otros investigadores determinan que la disciplina es un factor importante dentro del llamado “proceso de socialización” que se inicia en la infancia. En la infancia, la instrucción disciplinaria para la socialización se considera como una tarea de los padres como educadores. Para esto, los padres deben ser disciplinados pues de otro modo no podrán inculcar a sus hijos lo que ellos no poseen. En este contexto, la disciplina obra como un “control adecuado de las necesidades, de los impulsos y de la conducta, de modo que ésta obedezca a directrices bien establecidas para cada uno de los ámbitos de desarrollo”. Este concepto implica aceptar dos facetas de la disciplina: que haya una directriz (o norma, u orden) que marca una conducta y que por otro lado se ejerce una obediencia a esa directriz. Precisamente, este fundamento es el que marca el concepto de disciplina en instituciones sujetas a un orden jerárquico que impone subordinación (ejército, iglesia, escuela, etc.). En la familia, el orden jerárquico lo representan los padres, las directrices son las normas de vida que ellos deben impartir y la subordinación mediante obediencia debida es la que corresponde a los hijos. En el orden familiar, la disciplina, como proceso de socialización, es el tutor que rige la formación de la personalidad para la conducción en la vida particular y social. El proceso de formación o directrices pueden ser rígidas o flexibles. En el caso de la educación o socialización de un niño, el sistema involucra directrices claras, pero dotadas de una cierta flexibilidad adaptada a circunstancias coyunturales. Pero de ninguna manera la flexibilidad es signo de permisividad irresponsable o de relajación de los principios de conducta correcta. Esto significa que toda disciplina impone límites y la trasgresión a esos límites (lógicos, aceptables y naturales) no admite impunidad ni permisividad, sino que amerita castigo. El principio de obediencia en un sistema disciplinario no admite el incumplimiento de las normas impuestas (desobediencia), lo cual debe ser evitado mediante el rigor de una sanción que es el castigo. Este sistema de sanciones no sólo es una herramienta de la familia sino de toda institución responsable de la disciplina. Es una forma de evitar las conductas desviadas o inapropiadas. El rigor del castigo estará en relación directa con la forma o modalidad de la desobediencia. A mayor desobediencia, mayor castigo y viceversa. El castigo no debe interpretarse como una forma violenta que incita a mayor desobediencia sino como una medida ejemplificante que debe carecer de violencia física o espiritual. El uso de castigo físico, como es el que causa lesiones físicas, es inadecuado. Si el castigo físico implica negar el uso de determinados espacios o instrumentos o privar de un acto gratificante, sin que ello signifique dar golpes, amordazar o maniatar a un niño, sería lo más aconsejado, pero siempre basado en la restricción física a algo y no a castigo corporal. El golpe directo como castigo físico debe ser una medida excepcional, que no cause ninguna lesión y mucho menos, una lesión invalidante, sino como “medida desesperada” y en ausencia de otra mejor. Es algo excepcional. Si se transforma en habitual, lo más probable es que sea negativo y genere en el niño una reacción de rebeldía y agresividad, pues creerá que la violencia es el mejor medio para lograr fines. Cuando se aplica una medida para evitar la indisciplina, ésta debe ser firme y no dejar lugar a dudas ni la posibilidad de que el niño aprenda a evadirla, burlarla o despreciarla. Hay que ingeniarse para obtener medidas efectivas, es decir, que realmente logren el propósito de corrección y de adhesión (obediencia) al proceso de socialización. Todo educando debe ser instruido previamente para que esté advertido de que una conducta incorrecta generará un castigo. Cuando se le aplique la sanción, ésta debe ser explicada en sus motivos y en sus efectos para que el niño entienda que no es una medida caprichosa, autoritaria o absurda. Todo sistema sancionador debe ser mesurado, pues el exceso de castigos, sobre todo de los infundados, resiente y carcomen las formas disciplinarias y causan rebelión o desobediencia o apatía. Los castigos súbitos, inesperados, sorpresivos no corrigen sino que atemorizan o irritan y su efecto es contrario a lo que se busca con su aplicación. La repetición irrazonable de sanciones sin tomar otras medidas correctoras, especialmente si se acompañan de amenazas e intimidaciones sin otra forma de alentar la disciplina, todo esto cae al vacío y no cumple ninguna función correctora ni ordenadora. Fernando Savater sostiene que para que el castigo no resulte irracional y extemporáneo, las prohibiciones disciplinarias no deben ser dictatoriales o irracionales. La prohibición debe ser racional y justificada explícitamente porque esto permite a una personal racional atenerse a una justificación, aunque no hubiera sanción. El objetivo de la enseñanza de la disciplina, a través de distintos métodos, es la formación de la personalidad del niño para que esa personalidad se ajuste a normas y necesidades elementales de convivencia y logro de fines, tanto en lo familiar como en lo social, especialmente en lo institucional (escuela, trabajo, iglesia, etc.) La idea no es establecer reglas severas y fijas (reglas “duras”) sino modelar una conciencia de la necesidad ineludible de actuar con un cierto orden y dinámica, que tiene límites definidos pero flexibles. La flexibilidad no es sinónimo de permisividad sino todo lo contrario. La disciplina es precisamente para no dar “banda ancha” o ilimitada a la conducta infantil sino para darle sentido de limitaciones inevitables. La formación en la disciplina no es para “acomodar” el niño a formas caprichosas o a lo que meramente desean los padres o las instituciones sociales. No es la imposición de un poder o demostración de poder sobre quien manda y quien obedece. Es para que el niño aprenda a respetar lo elemental para conducirse dentro de reglamentos que hacen al buen funcionamiento de todo un grupo social, sea familia u otra institución. La flexibilidad consiste en que las condiciones de disciplina se adapten a las características personales de cada niño, sin que esto signifique que se deba hacer lo que el niño imponga, sino que la formación disciplinaria debe respetar la creatividad, el estado de ánimo positivo y el dinamismo, cosas que la disciplina debe encausar pero no anular. La finalidad mayor de la disciplina es ayudar a la autorrealización personal y alcanzar el grado de madurez suficiente para desarrollar una vida equilibrada y adaptada completamente al orden social. La disciplina, además de moldear la conducta o comportamiento, sirve para formar el temperamento y el carácter del niño, haciendo que los mismos se ajusten debidamente a las medidas que impone el convivir dentro de la sociedad, especialmente en la familia y en la escuela, primariamente, y después, en la vida adulta, en el resto de su desempeño dentro de otras instituciones sociales. Es evidente que lo conductual tiene mucho de aprendido, especialmente de los elementos del medio que rodea al niño y dentro de ese medio, de los padres y los adultos. Las conductas aprendidas, en la gran mayoría de casos, son por aprendizaje por imitación. Así, por ejemplo, una familia y un grupo social que respeta las normas de convivencia armoniosa, con trato afable y urbano, formará “niños educados” y “disciplinados”. Contrariamente, la familia y el medio de comportamiento agresivo, que abusa de los derechos ajenos y la falta de respeto mutuo, conforman niños también violentos e inadaptados sociales. Si la familia permite que mediante berrinches un niño obtenga favores o privilegios, esto hará prácticamente imposible que ese niño aprenda a disciplinarse, pues sabrá que sus exigencias, sobre todo las que no corresponden, le serán otorgadas por un medio indisciplinado. La indisciplina, según dijimos al comienzo, es la mejor llave de obtener lo que se quiere. Esta conducta “tolerante de berrinches” produce niños con intolerancia a la frustración, pues el infante no aprenderá otros medios para obtener lo que desea. Cuando su berrinche no es satisfecho y, especialmente, tolerado y no corregido, tendrá lugar una completa y desoladora frustración, además de crear una conducta indisciplinada. Por ende, todo berrinche no debe ser tolerado, ni castigado brutalmente. Simplemente no se debe acceder al capricho y usar los medios más eficaces para que el niño comprenda que el berrinche no es la forma de pedir ni conseguir cosas en forma indiscriminada. Sólo podrá acceder a lo necesario y razonable y debe aprender que no todo lo que se quiere, se obtiene. Y menos con la violencia del berrinche. Todos estos ejemplos nos ayudan a comprender que la disciplina y la manera de ejercer disciplina, dependerá de muchas variables, en las que tienen que ver lo familiar, las características de los padres, el entorno social y el aprendizaje de normas que impongan límites razonables al comportamiento infantil. En estas variables hay que incluir los elementos naturales que conforman el carácter y el temperamento propio del niño. Por lo tanto todas estas variables deben ser tenidas en cuenta y modificarlas en la medida de lo necesario para ayudar a imponer un régimen de disciplina tolerable y útil y con sentido total. Imponer normas huecas, sólo por autoritarismo o por capricho, no es forma de imponer disciplina, sino de destruirla. Frente a cada eventualidad, los padres deberán ir dando forma a las enseñanzas disciplinarias habituales para que éstas se adapten las verdaderas necesidades del niño y del entorno. Naturalmente, los padres no pueden enseñar lo que ellos no saben ni practican. Por esto, deben educarse primero y adquirir ellos el sentido de disciplina para poder transmitirlo a los hijos. Una norma de disciplina, para ser viable o factible de cumplir debe tener algunas condiciones: 1. debe ser constante (no debe tener carácter de transitoria o fugaz) 2. debe ser congruente (factible de cumplir y racional y estar adaptada al acto a reglar) 3. cuando son normas muy específicas y puntuales deben tener cercanía al acto de conducta que regla (no deben formularse con demasiada antelación ni después de ocurrido el o los actos a disciplinar) 4. debe ser coherente (un padre no puede imponer hoy una norma y mañana contradecirla) 5. debe incitar a la adhesión por convicción y no por temor al castigo (norma no coercitiva) 6. debe ser suficientemente informada y explicada hasta tener la certeza de que ha sido comprendida y aceptada La congruencia tiene que ver en que la norma debe contener un mensaje claro, bien expreso y ser formulada de un modo que sea totalmente comprendido y no deje dudas o desconocimiento. La constancia es mantener metódicamente esas directrices congruentes hasta que sean aprendidas o interiorizadas y aceptadas como forma de conducta expresa. La disciplina debe evitar que los niños desarrollen conductas rituales hipócritas (conductas que adoptan una forma convencional y aparente de acatamiento, cuando en realidad no hay convicción en lo que se hace, sino que se simula o finge aquello que se le trata de enseñar). Es el niño mañoso, en el sentido de que aprende a ocultar y disimular sus defectos o indisciplinas mediante la mentira y el engaño. La disciplina es el medio cuyo fin es ayudar al niño, reiteramos, a controlar y manejar sus impulsos, instintos y emociones, a modelar y encauzar carácter y temperamento para que cuando alcance la adultez sea una persona madura, equilibrada que tiene el poder de controlarse a sí mismo y ayudar a otros, especialmente a su familia, a adquirir dicho control. Mente, voluntad y corazón es la tríada que involucra a la disciplina para mejorar nuestra vida y la de otros, como parte de nuestra autoestima o amor propio auténtico para poder amar a los demás y servirles con dedicación y eficiencia. La mejor forma de disciplinar, como forma de moldear temperamento y carácter es el ejemplo de los educadores a lo que los niños deben imitar. En una familia disciplinada, difícilmente un niño usará un berrinche para obtener algo, pues sabrá que sus padres no usan ni admiten dicha conducta. Cada forma disciplinaria deberá adaptarse al temperamento o carácter que el niño deje manifestar como tendencia innata. El creativo exige una modalidad distinta del apático, el apacible otra forma diferente al hiperactivo. Las modalidades básicas de toda norma disciplinaria son la congruencia y la constancia de aplicación. La congruencia, insistimos y repetimos, tiene que ver en que la norma debe contener un mensaje claro, bien expreso y ser formulada de un modo que sea totalmente comprendido y no deje dudas o desconocimiento. La constancia es mantener metódicamente esas directrices congruentes hasta que sean aprendidas o interiorizadas y aceptadas como forma de conducta expresa. La disciplina debe evitar que los niños desarrollen conductas rituales hipócritas (conductas que adoptan una forma convencional y aparente de acatamiento, cuando en realidad no hay convicción en lo que se hace, sino que se simula o finge aquello que se le trata de enseñar). Es el niño mañoso, en el sentido de que aprende a ocultar y disimular sus defectos o indisciplinas mediante la mentira y el engaño. La familia es la única escuela formativa del carácter y de otras virtudes en los niños. Nada puede sustituirla. Esto se debe a que toma al niño apenas nace y continúan ejerciendo su influencia hasta la niñez y la adolescencia, incluyendo la adultez. Educarlo apenas nacen, seguirlo haciendo sin pausas hasta la adultez y, a ello agregarle el amor, son las tres grandes ventajas que le permiten a la familia ser la responsable de ayudar al desarrollo del sentido de responsabilidad y de la consideración y caridad hacia los demás. Ni los padres, ni los hijos, deben utilizar injustamente sus prerrogativas a costa de los derechos de los otros. La equidad y ecuanimidad deben prevalecer en las relaciones familiares entre padres e hijos. Inconsciencia Otro concepto importante es que tanto conciencia como inconsciencia son caras de una misma moneda, como lo es la luz y la sombra para el día. Las dos conviven con el hombre permanentemente y por toda la vida e interactúan en forma permanente, intercalando las acciones conscientes con las inconscientes. Ignorar o soslayar esto, es crear una idea equivocada de la mente humana y dejar de lado una condición que explica muchas aparentes “fallas” de la mente. La inconsciencia ha sido un fenómeno perfectamente percibido y conocido como tal, pero cuya naturaleza no ha sido posible explicar bien. Si bien se han establecido polémicas entre actos y acciones mentales, en lo relativo a conciencia e inconsciencia, no hay dudas de que la conciencia y la inconsciencia son acciones o actos mentales. Lo que corresponde es darle entidad a cada uno de ellos basándose sólo en el fenómeno de su existencia. Así habría: 1. 2. actos mentales conscientes actos mentales inconscientes No debemos olvidar que denotativamente, al menos en el idioma español, acción es el “ejercicio de una potencia y el efecto de hacer”. Es, por lo tanto, la posibilidad o facultad de hacer alguna cosa”. El acto, según el mismo idioma, es simplemente el “hecho o acción”. Con esto completamos denotativamente la diferencia entre acción y acto. Mientras la acción es una posibilidad o facultad de hacer algo, en este caso, hacer que lo potencial o latente se haga efectivo o patente, el acto es cuando se efectivizó realmente una acción. Siempre, connotativamente, la acción se asocia a movimiento, a cosas que ocurren, a todo “comportamiento de la realidad”. Luego, los actos o acciones deben ser, por naturaleza, reales, es decir, concretos, verdaderos, de existencia cabal. Si algo queda en potencia, pero no se realiza no hay acción, pues no hay “ejercicio de una potencia” que cause un efecto. Naturalmente toda acción tiene efecto, el cual, a su vez, es un hecho o una nueva acción o reacción y este “efecto del hacer” es lo que se llama acto. ¿Por qué esta digresión sobre acto y acción? Porque parece ser que no aclarar debidamente el sentido o significado de las palabras ha conducido a algunos autores como Brentano a confundir que es un acto mental consciente y qué es un acto mental inconsciente. Brentano confunde a lo consciente con lo real y verdadero. Además cree que para que un acto sea tal debe ser percibido por la conciencia. Es como si la conciencia fuese el instrumento idóneo para discernir o conocer toda acción y acto. El autor no discrimina que las acciones pueden ocurrir independientes del hombre (acciones externas) o dependientes de él, pero sin participación de su conciencia ni voluntad (acciones internas). El ejemplo más claro de las acciones internas es el funcionamiento orgánico y celular, de los cuales, la mayor parte de estas acciones y actos no son conscientes ni voluntarios. El caso más concreto es el latir del corazón y la respiración. El hombre puede tomar conciencia, o no, de estas funciones y se las denomina neurovegetativas porque no dependen totalmente de la voluntad ni de la conciencia. De igual forma ocurre con la función de los otros órganos. Esto quiere decir que una acción o un acto puede ser conocido o no por la conciencia. Los actos mentales, en general, son percibidos por la conciencia de un modo u otro. Mientras un acto mental está en el foco de atención de la conciencia, decimos que es acto mental consciente. Esto no significa que haya otros actos mentales, como la memoria, que no estén en ese momento en actividad, pero no por eso deja de entrar en acción automática. Cada vez que el hombre percibe sensorialmente algo, su memoria está detrás para recordarle lo que está percibiendo. Sin embargo, en ese acto, no hay conciencia plena de que la memoria esté trabajando, a pesar de estar en la conciencia. Otra cosa es cuando el hombre voluntariamente trata de recordar algo y, en este caso, la memoria se vuelve consciente a través de lo recordado. Se hizo un “uso consciente de la memoria”. Luego, podemos decir lo mismo de otros actos mentales como es la percepción extrasensorial que sólo se hace consciente después de ocurrida y que, incluso, puede ser efectiva aun sin la presencia de la conciencia. En esa categoría podrían entrar las sensaciones subliminales, los estados oníricos y, de alguna manera, los sueños. Esas acciones son actos mentales inconscientes o semiconscientes. Ya hemos descrito a la conciencia como una facultad mental que necesita estar dinámica, estar actuando, para ser percibida. De otro modo, la falta de conciencia, es lo que etimológicamente y lingüísticamente se considera inconsciencia. Normalmente se denomina estado de inconsciencia a la pérdida del conocimiento momentáneo o prolongado, como ocurre después de un desmayo o en el coma. Pero la inconsciencia que nosotros aludimos es aquello que Freud llamó el ello y que Jung llamó el inconsciente y que es la función mental que está fuera de la conciencia y que nos permite almacenar vivencias voluntarias o involuntarias, imágenes oníricas, ensueños, etc. Precisamente, a Freud es a quien se debe no sólo la noción de la inconsciencia, sino la otra más valiosa: la conciencia puede hacer consciente la inconsciencia. Es probable que la simple lectura de Freud induzca interpretaciones diversas e, incluso, contradictorias. También puede generar rechazo. Pero lo que importa no es tanto una mera discusión sobre interpretaciones probables, sino los hechos concretos: hay conciencia e inconsciencia y ambas interactúan entre ellas y otros fenómenos mentales. En la conciencia coexisten vivencias, percepciones, recuerdos, pensamientos, sentimientos, procesos de voluntad, etc. Cuando todo esto queda relegado a un estado inactivo conscientemente, o sea, que queda “fuera de la conciencia”, lo que actúa como si la conciencia lo irradiara fuera de sí, en un estado latente, esto es el inconsciente, como es el caso de lo que se memoriza. Es como si la conciencia “hiciera espacio” o desocupara el espacio consciente para que en él tengan lugar los actos conscientes. El estado consciente no es ilimitado sino reducido y no puede tener o retener todo, durante todo el tiempo. El inconsciente estaría conformado por todo esto y determinadas tendencias arcaicas que luego analizaremos en el parágrafo relativo al inconsciente colectivo de Jung. Sin dudas, hasta ahora el “convidado de piedra” o la “gran ignorada” de este proceso de inconsciencia ha sido la memoria. La memoria es lo único que nos permite hacer consciente lo inconsciente. Está como el programa madre del disco duro de la computadora, al fondo de todo el software y para ayudar a hacer efectivo el resto de la programación. Sin memoria todo el trabajo de la conciencia sería efímero y se “perdería”. No habría conocimiento ni aprendizaje. Incluso, los actos conscientes no tendrían una cualidad de plenos, pues si carecen de los recuerdos, cada vez que haya una sensación o percepción, la mente tendría que reelaborarla para reconocerla. Igualmente hay que tener en cuenta la influencia del sueño y los ensueños en las imágenes de la mente. Debe quedar perfectamente claro que ambas palabras tienen contenidos significativos que se pueden referir al sueño o dormir, como actividad fisiológica y a las imágenes que aparecen cuando se duerme, como así también a las ilusiones o fantasías que la mente puede tener o crear. Mientras la conciencia se manifiesta (a través de una opinión, de una conducta), esta forma de expresarse no es un mero reflejo, fruto de una captación simple, natural, tipo fotografía, de un fenómeno, sino que una vez formada la idea de un fenómeno, para formular un concepto, un juicio y sucesivamente un pensamiento, ya no influye sólo el punto de vista, la forma como se captó el fenómeno (dispersa o atenta), sino también las creencias, costumbres y factores inconscientes. Por todas estas circunstancias, la inconsciencia puede ser: 1. la falta o pérdida de la conciencia (desmayo, colapso, shock, etc.) 2. estado mental que no se da cuenta exacta del alcance de hechos, palabras o acciones en el momento en que se producen 3. acciones mentales no conscientes: memoria, sueños, estados subconscientes, estados oníricos 4. factores inconscientes Estos factores inconscientes fueron estudiado por Carl G. Jung, quien sostiene que el inconsciente colectivo se encuentra como ubicado en zonas distintas (estratos). Así habría un estrato superficial o inconsciente individual y un estrato profundo o inconsciente colectivo. Para Jung el inconsciente individual estaría formado como consecuencia de la unilateralidad del desarrollo personal, por el cual todos aquellos materiales que están en la conciencia y que dejasen de ser útiles o interesantes o, al menos, no necesarios en un momento determinado, pero que guardan una importancia o han impactado de un modo especial, se irían paulatinamente alejando del nivel consciente (desvanecimiento progresivo) para ser incorporados al inconsciente individual, en el cual existen tendencias y contenidos gnósticos positivamente valiosos y no solo aquellos censurados como creía Freud. El inconsciente pasa a ser así un instrumento que además de ser parte de la esencia del hombre, es una fuente de formación de creencias y costumbres y de formación de la personalidad. En cuanto al inconsciente colectivo albergaría, no ya los materiales que la conciencia captó de la realidad y que almacena en el inconsciente individual, el cual actuaría como una especie de inconsciencia superficial o preconciencia o subconciencia, de donde la memoria evoca hechos y otros datos que ahí están, sino que este inconsciente colectivo sería una verdadera caja fuerte, firmemente cerrada y ubicada en los planos de la inconsciencia más profunda, como una especie las “infinitas posibilidades que alberga en su ser”. En ese inconsciente estaría lo “ancestral” o atávico que es una especie de memoria colectiva que hoy denominamos memoria filética, que guarda el hombre como parte de su ser y de esa memoria surgirían instintos no aprendidos, actos o acciones que no se basan en experiencias previas, sino que surgen como algo “inspirado”, como una “visión” que este inconsciente a veces revela a la conciencia. Suele manifestarse normalmente, como sueños, ensueños, fantasías, devaneos y, en ciertos momentos de éxtasis, como “revelación” o “visión” que se muestra como una alucinación. Las formas de manifestación del inconsciente colectiva tendrían el carácter de “categorías universales” o de “éternels incrées” (“presencias eternas que pueden no llegar a ser percibidas por el conocimiento”), pero que en algún momento surgen a la conciencia y determinan conductas, estilos de vidas, creencias o costumbres, incluso opiniones o puntos de vista. De este inconsciente pueden surgir impulsos tanáticos, la conducta violenta, todos los tipos de instintos bajos (el arquetipo que Jung denomina la sombra). De esta función mental es probable que nos lleguen pulsiones que no estén, necesariamente, ligadas a las funciones vitales y que tampoco puedan tener en sí una finalidad concreta, salvo de ser el fermento o la masa para formar impulsos aprendidos o modificar los impulsos instintivos. Esas pulsiones son las que nos proveen fuentes de creatividad. Otros de los arquetipos del inconsciente colectivo de Jung es el “saber” (del griego noético o noesis) que obraría como una especie de “visión intelectual” “pensamiento” “acto intencional de intelección o intuición”. Este saber noético sería una especie de símbolo del conocimiento o saber acumulado en el curso de los siglos prehistóricos e históricos y obraría como un saber ancestral, similar al de los animales que ya nacen sabiendo lo que tienen que hacer. Este es el saber que una vez que se manifiesta conscientemente da al hombre confianza en sí mismo, en su propio saber, lo que le permite alejarse o liberarse del influjo de sus padres o de otros hombres (auto dependencia). Este saber, cuando se da normalmente, hace que además de su propia confianza en sí, se sienta omnipotente y prometeico, en el sentido de que se sabe capaz de hacer muchas y diversas cosas. Es una especie de instinto que cuando decide desarrollar al nivel de conciencia, explota al máximo todas sus posibilidades intelectuales, físicas y sociales. Pero puede ocurrir que este saber noético también se presente como forma patológica en los cuadros conocidos como delirios de grandeza, estados oneroides de la esquizofrenia o en la fantasía de creerse hombre-dios (homo divinans). Jung da a entender, sin explicarlo concretamente, que este saber noético es la causa de aquellas personas que están afectadas por algunas intuiciones y creencias que le parecen obvias y evidentes, a modo de dogma o postulado indiscutible, aunque no se sepa de dónde nuestra mente tiene esas intuiciones y creencias y si las mismas tienen o no suficiente base lógica. Lo más probable es que se trate de justificarlas a través de raciocinios o explicaciones no claras ni para el que ostenta dichas creencias ni para el que las escucha. Se terminan aceptando bajo la frase “creo porque sí” “así lo veo yo” “es mi opinión” “las cosas son como son y nada las cambia”, etc. El repertorio de frases para justificar la ausencia de explicación lógica e inteligible de una intuición o creencia, es tan amplio y diverso que no puede consignarse en breves líneas. Es probable que esto esté tras el mecanismo de las creencias, supersticiones, etc. Otras veces, este saber actúa como “inspiración” acertada de muchas teorías o conceptos filosóficos que dan origen a descubrimientos transcendentales. Este pensamiento es el que da los personajes sociales que suelen actuar como profesores de premoniciones, parapsicólogos, astrólogos, profetas, caudillos, o presuntos líderes o sabios. También fundamenta el “saber del viejo” (el diablo sabe más por viejo que por diablo) que se manifiesta por dichos o refranes populares y ciertas creencias sobre meteorología, medicina casera, ritos contra males, etc. En alguna manera entronca con la magia oculta, la hechicería, etc. Así, explicaría a los predicadores y a los seguidores de determinadas sectas, al extremismo ideológico, al fundamentalismo religioso, a todo tipo de fanatismo y fatalismo. Incluso, en algunas manifestaciones de ese saber noético puede tener base una especie de sentimiento religioso primitivo, como es el que sustentan algunas tribus actuales o algunos pueblos de la Antigüedad. También del inconsciente nace la conducta refleja que contiene todos los reflejos congénitos o actos reflejos que en un momento determinado el hombre realiza en forma automática, sin intervención de la voluntad ni en forma consciente, aunque los realice en plena conciencia. Es decir, estando consciente, el hombre realiza actos reflejos inconscientes congénitos (reflejo de búsqueda y succión, reflejos defensivos, reflejo de prensión, etc.). Otra probabilidad es que el inconsciente o preconsciente intervenga en los llamados pensamientos automáticos que son pensamientos breves, de los cuales la persona apenas percibe conscientemente, en cuanto a su contenido pleno y cierto. Por ejemplo, si un grupo de personas que han jugado a un mismo número de quiniela o de otro juego similar, este número sale premiado secundariamente, de forma tal que le permite recuperar el dinero invertido o ganar apenas un poco más, algunos interpretan a esto como un alivio alegre de no haber perdido, otros lo reciben como un fracaso (no haber ganado todo) y a otros le resulta indiferente, mientras que el jugador compulsivo lo aprecia como un “siga participando”. Estas diferencias de interpretaciones son causadas por pensamientos automáticos, tras los cuales hay un fondo de positividad o negatividad y esto podría explicar también la tendencia a actitudes positivas o negativas connatas (tendencias que se manifiestan apenas se nace). Estas tendencias inconscientes a una determinada conducta o comportamiento o interpretación de la realidad están dentro del misterio ontológico o misterio del ser humano, como podría ser la tendencia homosexual. Naturalmente, nos referimos a las tendencias no adquiridas, aunque es posible que estas tendencias en unos sean congénitas y en otros, adquiridas. Pero quienes la adquieren por aprendizaje o por deliberación voluntaria, quizás, tengan el trasfondo inconsciente. En nuestra concepción, percibimos la inconsciencia un poco como lo hizo Jung, pero a diferencia de éste, consideramos a la inconsciencia como una especie de fuente esencial de nuestra energía espiritual que está en forma latente y potencial y que hace posible que el hombre involucione o evolucione, según sus tendencias inconscientes, las que originan no sólo impulsos o actos o sensaciones internas sino que también condicionan los llamados poderes ocultos de la mente. Visto así, el inconsciente o la inconsciencia, como función mental, sea, quizás el más poderoso instrumento espiritual al que la mente y la conciencia no alcanzan a comprender, abarcar ni dominar totalmente. De ahí, que quien logra un cierto dominio y extrae poderes del inconsciente, se constituya en un verdadero iluminado o adquiere “poderes mentales” como los que detentan los budistas y los yoghis o algunos “mentalistas” no circenses (aquellos que poseen poderes mentales extraordinarios reales pero no lo explotan comercialmente en forma de espectáculos a modo de circo o como hacen los llamados mentalistas que actúan en forma parecida a los prestidigitadores y magos). La existencia de estos poderes está registrada empíricamente por testimonios fehacientes y quienes los han visto y apreciado certeramente, saben que es parte de la realidad de la esencia humana. La duda puede pertenecerle a quienes no asisten personalmente a la experiencia propia de tener esos poderes o no son espectador o testigo directo de quienes los detentan. Cada uno de nosotros, si pone la atención suficiente a lo que llamamos presentimientos, sugestiones, intuiciones, premoniciones, veremos que muchos, en nuestra vida, ostentaremos estos fenómenos, pero que no siempre nos son totalmente conscientes y, usualmente, los percibimos superficialmente. Cuando “nos damos cuenta” de lo formidable que son, quedamos “impactados” o “impresionados” con lo “insólito, inefable o inaudito” que nos ocurrió, porque si quisiéramos contarlo “tal cual” lo percibimos “no tendríamos palabras” o la gente “no nos creería”. Estas cosas no entran en ningún aparato tecnológico conocido, ni pueden ser reproducidas en otros seres vivos no humanos, ni hay probeta o sustancia de laboratorio que den testimonio de su esencia o existencia. Este concepto nos lleva nuevamente a considerar al inconsciente no como un mero depósito de cosas que están fuera de la conciencia, pero que de alguna manera pueden regresar a ella, ya sea a través de la memoria o recuerdo o bien del razonamiento, sino como algo que tiene existencia y función propia. Es una de las facultades espirituales que han demostrado fehacientemente su existencia y su rol. Ya no es un concepto pasivo y antinómico que sólo se presenta como una faceta opuesta al consciente, sino como una verdadera facultad mental operativa, cuyos modos de actuar se están tratando de investigar y conocer. Freud y sus discípulos Adler y Jung, se dedicaron a describir e interpretar los actos o fenómenos de la inconsciencia. Pero no alcanzaron a la totalidad del fenómeno. El mérito de Freud fue señalar concretamente la existencia del inconsciente y su importancia en la vida espiritual del hombre. Posteriormente, otros investigadores contemporáneos, han completando otras fases de los mecanismos inconscientes y su relación con el cerebro, órgano en el cual residen y operan a través de él todas las facultades espirituales. Timothy Wilson concibe al inconsciente como una facultad activa que se adapta a diferentes operaciones. Lo llama el “inconsciente adaptable”. Con esto se aleja de la concepción freudiana de un inconsciente pasivo que sólo era el receptáculo de recuerdos reprimidos y el centro de emociones primitivas, algo así como un “centro de los instintos primitivos” o de instintos ancestrales (“inconsciente colectivo” de Jung). Wilson cree que el inconsciente es un mecanismo cerebral cuya función es procesar y clasificar de alguna manera, la información sensorial, de forma tal que tiene la capacidad de deducir causas, formular juicios sobre las cosas y la gente e influir en los sentimientos y conducta, desde luego, sin que intervenga en estos mecanismos ni la razón ni la conciencia, al menos, en forma directa y activa. Las características del inconsciente Siguiendo a Weiss, el inconsciente es un “sistema que se extiende más allá del alcance de la introspección”. Con esto, el autor nos quiere decir que el inconsciente es un acto íntimo, subjetivo totalmente, pero dado que la introspección es un acto consciente para sondear lo interno, la mismidad, la subjetividad, la subjetividad inconsciente queda fuera del alcance de esa introspección, por ser algo fuera de la conciencia. Dicho de otro modo, cuando opera la conciencia de cualquier forma, el inconsciente queda oculto e inalcanzable, fuera de todo intento directo de exploración. Una persona no puede investigar ni conocer su propio inconsciente, a menos que éste llegue de algún a la conciencia. Por esta razón, Weiss que “puede ser explorado sólo por vía indirecta; en otras palabras, su naturaleza y su modo de funcionar pueden ser estudiados sólo mediante el análisis de aquellos productos de los procesos que llegan al conocimiento del yo” (por yo debe entenderse a la conciencia). Sin embargo, el propio Weiss que afirma que el inconsciente está más allá de la introspección, deja entreabierta la posibilidad de que algún modo esa introspección usada, bajo un método y una dirección como puede ser el psicoanálisis, pueda intervenir en el estudio de los fenómenos inconscientes. Cuando el psicoanalista pregunta y el psicoanalizado busca indagar sobre la respuesta, debe obligadamente realizar una introspección concentrada. Siempre que se investiga psicológicamente los contenidos mentales conscientes, a través de estos hay fenómenos que dejan entrever una actividad mental inconsciente que suele conocerse como “actos o frases fallidas”. Así, Weiss distingue entre: 1. contenido mental manifiesto: que son los datos conscientes obtenidos por la introspección 2. contenido mental latente: que son los fenómenos inconscientes obtenidos por medio de la interpretación El autor destaca que las conclusiones sobre los contenidos y el proceso de cómo funciona el inconsciente, son temas en discusión con muchos puntos inciertos. Actualmente no es posible responder con certeza absoluta sobre impulsos, factor hereditario de los contenidos mentales y tipos de conductas y varios problemas relacionados con la conciencia y el inconsciente. Distingue que en el inconsciente “hay profundidades insondables” pero que también hay elementos mentales conscientes que no pueden, sin lugar a dudas, ser plenamente explicados por otros datos también conscientes. Así, por ejemplo, cuando una persona teme una situación determinada, comprendida y conocida, entiende plenamente “la razón de su reacción emocional” y siente que “hay una evidente conexión entre la reacción del individuo y sus pensamientos conscientes”. Pero otra cosa distinta es cuando la persona “es incapaz de reconocer la causa de su miedo, y esto constituye un punto de partida para la investigación de los procesos inconscientes; lo mismo puede decirse de todos los impulsos, de los contenidos de los sueños y de algunas alucinaciones”. La hipnosis ha demostrado como puede existir una motivación inconsciente de los pensamientos conscientes. Bajo el estado de hipnosis, el individuo está prácticamente inconsciente y el hipnotizador imparte indicaciones u órdenes que luego, cuando el individuo sale de la hipnosis (“despierta”) comenzará a proceder de acuerdo a lo indicado bajo hipnosis, pero en forma consciente. Realiza actos conscientes o tiene pensamientos conscientes que han sido inducidos por la hipnosis. Algo similar ocurre con la sugestión en el fenómeno de la autosugestión. También suceden otras similitudes cuando los padres introyectan en el niño la idea “obligatoriedad” de obedecer y de identificarse con sus padres y familia. El niño incorpora estos actos conscientes en forma consciente, con el fenómeno conocido como “represión interior” (especie de autocensura) y que Freud denominó “súper-yo”. Este “súper-yo” no es plenamente consciente y está en el límite entre el inconsciente y el pre o subconsciente. Mientras no actúa es inconsciente, pero al momento de ponerse en marcha, actúa no conscientemente sino en forma pre o subconsciente. Este “súper-yo” pueden ser barreras morales o éticas muy fuertes, a tal punto, que aún en estado de inconsciencia, como sucede en la hipnosis, una persona se resiste a determinadas órdenes o conductas sugeridas, debido a la presión represiva del “súper-yo”. El mismo Freud reconoce que esto constituye un “impulso pasivo” que precede al desarrollo de la capacidad crítica. Este criterio justificaría la idea griega de la ethos que según la concepción de Ricoeur constituía el “núcleo éticomítico” el que “se trata del sistema de proyectos que posee un grupo inconsciente o existencialmente aceptado y no críticamente establecido”. Pero Freud centra la idea de impulso pasivo en la tendencia original e innata a la identificación y a la obediencia, a los que describe como incompatibles con la actitud emotiva del individuo bien adaptado a la realidad. Con estos, y otros conceptos, lo que Freud quiso señalar es que aunque los impulsos surgen del inconsciente, algunos son aceptados por la conciencia (yo) y otros no, porque sólo son aceptados condicionalmente o rechazados del todo (según lo que dicte el súper-yo, o represión; o la ética o moral o creencia previa) Una de las formas de investigar el inconsciente, usado en el psicoanálisis, es el llamado libre asociación de pensamientos donde se estimulan muchos pensamientos y recuerdos y el individuo trata de captar todas estas asociaciones, sin hacer caso de ninguna objeción crítica que pueda surgir contra ellas (obvia el súper-yo). Esto constituye un modo de pensar distinto y opuesto al pensar acostumbrado y que es familiar al individuo, pues en la libre asociación de pensamientos el sujeto aplica su capacidad introspectiva a la elaboración de ideas que surgen espontáneamente y se expresan libremente, sin barreras represivas de ninguna naturaleza. De este método, Weiss comenta: “No es el razonamiento, sino el proceso de las libres asociaciones el que nos proporciona los datos necesarios para comprender las conexiones existentes entre el contenido en consideración y las situaciones emotivas que lo han provocado” Bajo el proceso de la libre asociación, el pensamiento lógico queda en suspenso y sólo se recurre a él cuando quieren analizarse las expresiones obtenidas por la libre asociación de pensamientos. Muchos impulsos pasivos de otra naturaleza distinta a los dados por ejemplos, suceden cuando el individuo se niega inconscientemente a reconocerlos implícitamente, como ocurre con el olvido de sueños. Por ejemplo, el fumador o el vicioso de otra drogadicción (drogas, alcohol), saben íntimamente que su conducta es dañina o no aceptable, pero no reconoce conscientemente este hecho, como si tal cosa le ayuda a poder consumar su adicción. Lo mismo le sucede al obeso que rehúsa toda dieta y niega que su gordura sea fruto de comer excesivamente. O al diabético que no sigue una dieta estricta para no abandonar ciertas costumbres alimentarias (evitar excesos, dulces, etc.). Por esta razón, los terapeutas sostienen que la curación de estos males comienza cuando el afectado “reconoce a plena conciencia” de que padece una adicción o comete el error de no seguir pautas de conductas que le preserven la salud. “Tomar conciencia” del error o del impulso pasivo, puede llevar a controlar tales impulsos y en determinados casos en que dichos impulsos sean nocivos, evitarlos. En el psicoanálisis, la catexia es lo referido a la “concentración consciente o inconsciente de la energía mental en una persona, idea u objeto”. Para Weiss, “el yo pierde la catexia durante el sueño, lo que quiere decir, que tampoco el sistema preconsciente queda investido de catexia. En realidad, apenas el yo se queda dormido, cesa de pensar. Un individuo que no puede librarse de sus pensamientos, como sucede cuando tiene disgustos o preocupaciones muy graves, acaba por superar la tensión emotiva, o basta que el sufrimiento haya aplicado suficientemente el conflicto interior. De todos modos, durante el sueño sin sueños, el campo del yo, que durante el estado de vigilia comprende en potencia el preconsciente, queda privado de catexia. Vemos así que los contenidos preconscientes de la vida en estado de vigilia sufren una extraña metamorfosis en cuanto el yo pierde su catexia. Parece ser que es propia del yo una especial capacidad de ‘ligar’ o ‘fijar’ tales contenidos en virtud de la cual los contenidos mentales quedan inalterados, para que puedan ser pronto reconocidos y usados, correcta y lógicamente siempre que el yo necesita disponer de ellos. Cuando el material preconsciente pierde su conexión con la unidad de la catexia integradora y adaptada a la realidad, es decir, con el yo, tal material se desprende del yo y los elementos mentales, no estado ya investidos de la catexia del yo, sufren ciertos cambios” De este manera, los actos preconscientes, e incluso algunos conscientes, desligados del yo (pérdida de la catexia) queda relegados a un plano inconsciente y se automatizan pasando a la forma de sueños o de síntomas neuróticos, propios de los “procesos de ello” (en el lenguaje de Freud el “ello” es el inconsciente). Se sustituye a la realidad por figuras abstractas o a las figuras abstractas se las convierte en símbolos investidos de realidad, de manera, que tales sustituciones de carácter general tienen una significación “simbólica”. ¿Qué significa todo esto? Weiss lo explica así: “Estos sorprendentes fenómenos propios del inconsciente obedecen al ‘proceso mental primario’ que consiste en el estado ‘libremente flotante’ de las catexias. Las cargas de energía que invisten a las representaciones inconscientes individuales no están ligadas a éstas, sino que puede pasar a otras representaciones unidas a las primeras por conexiones asociativas. Puesto que este fenómeno es incompatible con toda forma de adaptación a la realidad, deja perplejo a quien lo considera desde el punto de vista de nuestra actividad mental consciente y preconsciente. En efecto, tal estado de libre desplazamiento de las catexias da lugar a diferentes consecuencias. En el inconsciente una representación puede sustituirse con otra sin ninguna razón lógica, sino solamente a base de un motivo superficial y muchas veces incompatibles. En el sueño y en el síntoma neurótico, una persona o un objeto pueden aparecer en el lugar de otra persona o de otro objeto; un tipo de actividad o de función puede ser ‘simbolizado’ por otro. En los sueños y alucinaciones, además, las catexias de dos o más representaciones pueden condensarse en una sola imagen, que recibe así una mayor intensidad perceptiva o afectiva”. En virtud de estos procesos, y otros, Weiss concluye que “es evidente que el contenido del inconsciente comprende todos los impulsos y todas las experiencias personales (que fueron algunas vez conscientes) que han sufrido la represión. Tales contenidos constituyen el inconsciente personal de cada individuo”. La represión acá significa la referencia a la represión de los estados del yo consciente en el hecho de que la catexia preconsciente del yo actual es retirada de las representaciones de tales estados del yo. Volvemos así, a la idea de que todo lo que “desliga” del yo y la preconciencia (retiro de la catexia). Es posible que este análisis del inconsciente que realizan los psicoanalistas con Freud a la cabeza, sea una explicación aceptable de la “energía mental” que se moviliza desde la conciencia (el consciente) hasta la inconsciencia (el inconsciente) desde el punto de vista que ellos lo ubican. Incluso, es mérito de la escuela freudiana de haber incursionado sobre el misterio de la inconsciencia y de haberla traído al centro de atención del estudio científico en la psicología y en la psiquiatría. Pero es indudable que la movilización energética mental va más allá de todo esquema o aparato descriptivo, de toda concepción rígida o cientificista. Es un fenómeno que sólo puede ser mejor comprendido como “fenómeno espiritual” y que, como antes afirmamos, tanto lo consciente como lo inconsciente están formando parte de un solo bloque fenomenológico y, por lo tanto, son parte de una misma cosa. Separarlos en procesos distintos, aunque imbricados, no explica mejor su naturaleza. Concepto espiritual del inconsciente En nuestra concepción, percibimos la inconsciencia un poco como lo hizo Jung, pero a diferencia de éste, consideramos a la inconsciencia como una especie de fuente esencial de nuestra energía espiritual que está en forma latente y potencial y que hace posible que el hombre involucione o evolucione, según sus tendencias inconscientes, las que originan no sólo impulsos o actos o sensaciones internas sino que también condicionan los llamados poderes ocultos de la mente, los cuales analizamos anteriormente. William James escribió: “Si pensamos en todo lo que deberíamos ser, llegaremos a la conclusión de que estamos despiertos a medias. Sólo aprovechamos una parte pequeña de nuestros recursos mentales”. Estudios posteriores a la afirmación de James demostraron que el hombre actual, en la generalidad, sólo usa un 5% de sus neuronas en la actividad mental. El resto se va atrofiando con el paso de los años. En realidad, los poderes ocultos de la mente no sólo residen en la inteligencia no usada, sino en el inconsciente no expresado y del cual no nos hemos ocupado por no querer, no saber y no poder, o las tres cosas juntas. Es indudable que nuestro espíritu, en toda su grandeza, está allí en ese inconsciente del cual sólo nos valemos para determinadas cosas vitales y no lo instrumentamos para nuestro crecimiento o desarrollo personal como seres humanos completos. El hombre espiritualizado está cerca del modelo del hombre extraordinario. Pero por sobre todo, es máximo exponente de la inteligencia y del afecto de los cuáles sólo es capaz el hombre y ninguna otra criatura. Inconsciencia y percepción subliminal Para el léxico común, no psicológico, la inconsciencia es sólo la “falta de conciencia” o sea, el “estado en que el individuo no se da cuenta exacta del alcance de sus palabras o acciones”. Esta distancia entre las concepciones lingüísticas de conciencia y las concepciones psicológicas, nos muestran el tremendo vacío de conocimiento de uno de los estados mentales más importantes del hombre. De todos modos, a los efectos del tema de la percepción subliminal, conviene recordar lo que dijimos sobre “función mental que está fuera de la conciencia y que nos permite almacenar vivencias voluntarias e involuntarias, imágenes oníricas, en sueños, etc.”. Para el alcance de la percepción subliminal, también conviene agregar, con algunas reformas, aquello de “estado en que el individuo no se cuenta exacta del alcance”, en este sentido, no de “sus palabras o acciones”, sino “de las palabras o acciones que recibe”. Por estas cuestiones, podemos admitir que la inconsciencia es la operadora del conocimiento adquirido mediante la percepción subliminal. Esta percepción la estudiaremos luego en forma más extensa. III LA INTELIGENCIA Y EL INTELECTO La inteligencia: primera nota constitutiva del hombre A la pregunta qué es el hombre nos enfrentamos de lleno con el ser del hombre. ¿Cuál es ese ser? Evidentemente nadie puede responder plenamente a esta pregunta en forma directa. Sólo es posible parafrasear a Dios, diciendo “el hombre es lo qué es”. Obviamente, esto no dice nada sobre la naturaleza del ser. De esa manera, ontológicamente, el ser humano es un misterio. Anteriormente advertimos que misterio es “cualquier cosa arcana o muy recóndita que no se puede comprender o explicar”. Sin embargo, como lo explicamos para los otros misterios espirituales, acá el criterio de misterio sólo lo es para la esencia absoluta, no así para comprender y explicar los modos cómo ese ser se muestra o se expresa. El ser es un ente real y concreto. Por lo tanto, tiene las propiedades suficientes para ser patente. Heidegger, un filósofo alemán contemporáneo, intentó acercar una idea del ser del hombre y logró un método filosófico que consiste en acercarse al ser del hombre en forma indirecta. Ya que no se puede acceder directamente a la esencia del hombre, aprehenderemos a la misma a través de los modos de ser del hombre (modalidad). ¿Qué entendemos por modos de ser del hombre, es decir, su modalidad humana? Dichos modos son las diversas formas cómo se va manifestando ese ser a través de todas las conductas de todos los hombres. De ellas abstraemos el concepto de ser. El primer modo de ser del hombre es a través de notas constitutivas y la más inmediata de estas notas es la razón o inteligencia. Ningún otro ser viviente fue dotado de la facultad de razón e inteligencia como lo ha sido el hombre. Por lo tanto, la inteligencia es un fenómeno único en todo el universo conocido (Teilhard de Chardin) Concepto de facultades mentales Las facultades mentales son mecanismos operativos de la mente que consisten en aptitudes y potencias psíquicas agrupadas en diferentes conceptos que no son pasibles de ser ubicados anatómicamente en el cerebro, pero que se sabe que dependen de él y en él residen, con una probable participación “in toto” de la masa cerebral completa. Toda la corteza, todos los hemisferios y todos los centros participan en la producción de esas facultades mentales que necesitan también todos los circuitos nerviosos, transmisores y toda reacción bioquímica o bioeléctrica para ser producidas. Esos circuitos, sinapsis y neurotransmisores juegan entre sí con infinitas posibilidades de producir o crear funciones generales o individuales. Hay reacciones que sólo son propias de una sola persona, en cuanto al manejo personal de las facultades mentales. Muchas de las reacciones son localizadas a través del SPECT y estudios similares y otras deducidas por las lesiones de determinadas zonas. Pero ninguna de estas experiencias certifica definitivamente que el fenómeno al que se refieren es tal cual se ha detectado. En realidad, una mente funcionando a pleno, muestra efectos sorpresivos en cada uno de los estudios. Esto configura la idea latente que venimos expresando: la ubicación de una determinada zona cerebral para una determinada función, es más una cuestión estadística puesto que hay demostraciones patentes de que las cosas pueden variar de una persona a otra y que determinadas personas se alejan de los patrones generales estudiados. Esta observación es la razón de una teoría holística de la mente, en cuyas funciones, decíamos, participa todo el cerebro y, sin exagerar, todo el sistema nervioso. El conjunto de cosas que hemos analizado hasta acá, de la parte anatomofisiológica del cerebro y la totalidad de los mecanismos vistos, confluyen para realizar las facultades mentales. Estas facultades constituyen los modos de manifestarse del espíritu del hombre y le confieren la calidad de ser racional e inteligente, afectivo y volitivo. La inteligencia es el eje central de las facultades mentales, siendo el intelecto la nota distintiva del hombre por excelencia. La inteligencia es la principal facultad mental porque constituye parte de la esencia del hombre. A ella se supeditan las otras facultades como la afectividad, principalmente centrada en las emociones e instintos, y también la facultad de la voluntad. La inteligencia es una abstracción hasta ahora imposible de definir en sí, en su magnitud y en su alcance y mucho más en su cuantificación, lo que se pretende groseramente a través de la medición del llamado cociente intelectual. Con esto coparticipa de la esencia del ser, siendo otra razón para su identificación en el ser. La pregunta fundamental de la esencia de la inteligencia, (¿qué es la inteligencia?), es una de las cuestiones más debatidas y la que mayor cantidad de conceptos ha acumulado. Pero no se ha sabido distinguir lo que se ha extraído y sintetizado de las manifestaciones de la inteligencia y de los mecanismos operativos de la inteligencia a través del intelecto, de tal forma que: • • la esencia de la inteligencia, sus mecanismos intelectuales operativos • y sus manifestaciones femonenológicas son tres cosas distintas aunque el tema central sea la inteligencia. Esencia de la inteligencia (¿qué es la inteligencia?) Desde el punto filosófico, la esencia de la inteligencia puede ser bosquejada o percibida (pero no conocida) con bastante certeza, a pesar de lo complicado de la cuestión. Desde un punto de vista etimológico, inteligencia deriva del latín intelligentia, que, a su vez, proviene de intus legère, término empleado por Cicerón que se traduce como un “leer dentro” y que abarcaría a la capacidad para entender, comprender e inventar. ¿Qué es esto de “leer dentro”?. Cicerón la entendió como “leer dentro de mí”. En esta cuestión interviene la antropología filosófica la que entiende que leer dentro es la capacidad que tiene la inteligencia de escudriñar el interior de las cosas para ir aproximándose al ser (esencia) de las mismas. Para ejercer la facultad de “leer dentro” de las cosas, la inteligencia opera como un haz de luz circular, que al llegar a las cosas forma un círculo luminoso a su alrededor, quedando la cosa inmersa bajo el foco directo de ese haz luminoso: inteligencia cosa ente De esta forma la cosa o ente queda aprehendida (prendere) dentro de un círculo (circum). La cosa “prendida dentro del circo” da lugar al proceso de comprensión (circumprendere) que sería la “acción de comprender” y comprender es “abrazar, ceñir, rodear por todas partes una cosa para contener o incluir en sí esa cosa para entenderla, alcanzarla y penetrarla en su esencia”. La luz (del griego fos) de la inteligencia hace que las cosas se asomen y se den a esa luz como fenómenos (lo que se da a la luz) que sería “toda manifestación o asomo, tanto material como espiritual, de las cosas”. Mediante la comprensión, la inteligencia devela el ser de las cosas y las llena de significado, es decir, les da un contenido y un sentido a todas las ideas y al signo lingüístico lo define, o sea, le confiere una definición que puede ser personal (connotativa) o convencional y general (denotativa). Una vez que la inteligencia llena de sentido y comprensión a todos los signos mentales abstractos, (instaura el mundo), el siguiente proceso mental será la formulación de juicios. La inteligencia está dirigida a las cosas inteligibles, “a lo que puede ser entendido” y “se percibe clara y distintamente”, que sea “materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos”.Concebir a la inteligencia de otro modo que no sea por el sentido dado por lo semántico, es caer en el esquema de interpretar a la inteligencia, no como es en sí misma, su verdadera naturaleza, sino definirla a través de sus manifestaciones o aplicaciones. Este concepto de definir a la inteligencia por sus manifestaciones lleva a Jean Piaget a definirla como una capacidad de los seres vivos para adaptarse al medio ambiente. Si aceptamos esto, tal cual, es admitir que la inteligencia es una facultad propia del hombre, de los animales y de las plantas y de todo otro ser vivo. Luego, perdemos de vista a la inteligencia como la nota esencial propia del hombre. El error de la definición de Piaget surge al estudiar los mecanismos intelectivos de la inteligencia y sus aplicaciones prácticas, pero obvia la visión filosófica sobre la naturaleza real de la misma. Los seres vivos nacen con una serie de habilidades atávicas que les permite realizar una serie de acciones para sobrevivir. Esa evidencia llevó al naturalista Mauricio Maeterlinck a estudiar el gregarismo animal organizado en verdadera sociedades como las abejas, las hormigas y las termitas, en las cuales cada ejemplar de la especie tiene asignadas determinadas funciones y las mismas son cumplidas con una cierta perfección y completa efectividad y rendimiento, como una suerte de disciplina que no admite mucho margen de error y que existen conductas condicionadas para responder con total eficiencia ante un conflicto o eventualidad. Asimismo estudió los diversos mecanismos con que los vegetales, a pesar de su condición de inmovilidad relativa, les lleva a reproducirse aún en ambientes hostiles, para lo cual ponen en movimiento complicados mecanismos como si respondieran a una conducta razonada, más que a una conducta mecánica. El error de interpretación de estos esquemas dinámicos de animales y vegetales, le indujo a plantear la existencia de una verdadera “inteligencia” animal y vegetal. En realidad la interpretación “inteligente” de la conducta animal y vegetal es fruto de la mente humana, quien atribuye a esos comportamientos un correlato conceptual con actos humanos y de allí que los crean como actos inteligentes. Los actos animados de otros seres no humanos son fruto de una conducta instintiva. Así como hemos estudiado lo que denominamos memoria filética en el hombre, todos los seres vivos poseen una memoria instintiva, ancestral y atávica que, apenas nacen, comienza a señalarles lo que deben hacer para sobrevivir y cumplir su rol de ser vivo. El hombre, como ser vivo, posee una memoria filética en su intelecto, pero la inteligencia no es parte de ella sino de su espíritu (del mismo modo que lo es dicha memoria filética). La inteligencia humana es una capacidad de juzgar, comprender y razonar, de orientarse en situaciones nuevas basándose en la comprensión, de resolver tareas con la ayuda del pensamiento, es decir, la comprensión de lo planteado y sus relaciones (donde no es decisiva la experiencia). Es el éxito tangible en la ejecución de tareas intelectuales abstractas como pueden ser las llamadas ciencias exactas, la metafísica, las relaciones verbales. Es evidente que una planta o un animal no pueden hacer esto. Por eso, no hay que confundir esas conductas gregarias o sociales ancestrales, tanto de los animales como la de algunos hombres, con el verdadero sentido de la inteligencia. Si bien inteligencia e instinto son cualidades innatas, la inteligencia se distingue del instinto por ser una cualidad mental cuya función es múltiple y una de esas funciones es conformar y guiar una conducta determinada. En cambio, el instinto es un estímulo para un patrón fijo de conducta, a tal punto que puede entenderse como un “patrón de conducta innato”, y que es transmitido genéticamente de un individuo a otro dentro de una misma especie. El hombre, como animal, ha recibido muchos de esos instintos. Pero la inteligencia es una facultad que puede ser modificada genéticamente, pero no se hereda por genes puntualmente. El instinto no guiado por una inteligencia, se manifiesta como conducta rígida que obliga a responder del mismo modo ante un mismo estímulo, sin que medien aprendizaje y enseñanza para ello. Por eso cuando tenemos una respuesta no enseñada ni aprendida ni basada en experiencia previa y que desarrollamos ante una situación totalmente nueva para enfrentarla en forma rápida y eficaz (con éxito), decimos que “actuamos instintivamente”. En realidad, más que instinto habría que hablar en el caso del hombre, de intuición. En el parágrafo de las sensaciones estudiaremos más profundamente a los instintos. La no correcta interpretación de lo qué realmente es la inteligencia, confundió a Piaget en la interpretación de la misma, creyendo que los mecanismos intelectuales que manifestaba el hombre en su conjunto, eran la inteligencia en sí. Con el mismo concepto Howard Gardner y otros autores llegaron a clasificar la inteligencia en varios tipos, según las capacidades de una persona. Nosotros creemos que estas interpretaciones, que confunden lo que son meros mecanismos intelectuales o intelecto con lo que es en sí la inteligencia, no son válidas para definir a la inteligencia del hombre. Incluso, en la actual tendencia al estudio de la inteligencia que constituye una verdadera filosofía de la inteligencia, lo que se estudia no son las capacidades intelectuales, sino los diversos modos con que la inteligencia puede aplicarse a los mecanismos intelectuales, afectivos y volitivos que el hombre posee. Por eso se habla de “inteligencia emocional”, “inteligencia comunicativa”, “inteligencia social”, etc. Jean Piaget estudió mucho los mecanismos intelectuales y fue el primero que expuso una teoría del desarrollo cognitivo y de las llamadas estructuras cognitivas. Como Freud, imaginó a la mente como un verdadero “aparato” pero más tecnológico y perfeccionado de forma tal que irá abarcando etapas e incorporando accesorios a medida que se crece después de nacer. Lo primero que imaginó Piaget para estructurar su teoría cognitiva es que las estructuras cognitivas no representan una mera copia de la realidad. El conocimiento no es una imagen (foto) que resulta de copiar fotográficamente un hecho de la realidad. Por lo tanto, nuestra mente no posee representaciones que reflejen el mundo externo como si esas representaciones oficien como fotocopias de la realidad. Por lo tanto, en controversia con el empirismo y el sensismo afirma que el conocimiento no se funda en las sensaciones y los sentidos no son fuente o causa de conocimiento. Pero va más allá y termina aseverando que la mente humana tampoco es la que da las ideas de tiempo, espacio y causa. Para Piaget, el conocimiento surge de la acción del hombre sobre su medio ambiente. Es la interacción constante entre el hombre y el mundo que lo rodea la que permite que aparezcan y se instale el desarrollo de las estructuras cognitivas. Es así, que a partir de la acción, el niño logra reconstruir en su mente una realidad con dimensiones espaciales y temporales (idea que luego dará origen a la teoría de la zona de desarrollo próximo). Luego, no es la mera observación de un fenómeno lo que hace surgir el conocimiento, sino el planteamiento de un problema adaptativo que se enfrenta ya con una estructura desarrollada por el sujeto a través de un doble proceso. Por un lado, la comprensión de la situación que se presenta y se asimila a las estructuras previas del sujeto, por el otro, la acomodación de esas estructuras para adecuarlas a la realidad. De esta forma, el conocimiento es resultado de la reconstrucción de la realidad en un proceso de interacción entre el individuo y su medio. Así, según Piaget, hay esquemas de acciones que denominan “operaciones”. Para estas “operaciones” hay dos conceptos básicos: 1. los esquemas no son copia de aspectos de la realidad sino que implican un trabajo cognitivo que integra en un esquema lo que es generalizable de una situación a otra (el principio de ir de lo particular a lo general) 2. las operaciones son acciones interiorizables reversibles y coordinadas en sistemas caracterizados por leyes que rigen al sistema como un todo Por sus apreciaciones, para Piaget habría una etapa de “inteligencia sensorio-motriz” a la que sigue una “etapa preoperacional” o semiótica que es la etapa del lenguaje o etapa de símbolos. Después vendrá la etapa de las “operaciones lógico-matemáticas” o de “operaciones concretas” y se finaliza el desarrollo cognitivo con la etapa del “pensamiento hipotético-deductivo” que permite integrar las dos formas de reversibilidad (negación y reciprocidad). Salvando estas elaboradas teorías, es evidente que Piaget captó muchos mecanismos intelectuales pero cometió el mismo error de todos los “científicos” de buscar estructurar al espíritu en bloques más o menos aceptables de la operabilidad intelectual, uno de los elementos espirituales. Estructura, aparentemente, muy bien los mecanismos racionales y los clasifica de acuerdo a los “modos de ser” conque se manifiestan. Pero en la realidad, la mente no trabaja “tal cual” se la ha estructurado. Si bien tiene algunos aspectos congruentes con estas teorías (naturalmente las mismas surgen de observar los fenómenos espirituales) en realidad, no hay que confundir una facultad espiritual como es la inteligencia, con los instrumentos que la misma usa. El intelecto y sus operaciones son un medio de expresión, pero no la inteligencia en sí. En realidad, la inteligencia se manifiesta a través de procesos y como todo proceso considerado en diferentes compartimientos o estamentos y dentro de ellos está el contenido de diversas capacidades, pero el conjunto o las características de estas capacidades no son la inteligencia en sí sino sólo una mera forma de manifestación de la misma. Así, es evidente que la inteligencia humana opera como: a) una interrelación de un conjunto de capacidades de un individuo, determinadas por las características biológicas, los procesos psicológicos, el entorno social y la conducta b) que tales capacidades se desarrollan gradualmente para permitirle al ser humano asimilar, retener, aplicar y modificar las experiencias y sensaciones necesarias para conducirse y adaptarse a su medio Como concepto final del conocimiento, al cual analizamos en el capítulo relativo a la conciencia y la realidad, recordaremos el análisis de las definiciones denotativas que definen al conocimiento como la acción y efecto de averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Es entender, advertir, saber, echar de ver. También es percibir un objeto como distinto de todo lo que no es él y conocer tiene que ver con tener trato y comunicación con alguno; presumir o conjeturar lo que puede suceder. Cualquiera sea el enfoque que se le quiera dar a la facultad de conocer, ésta indisolublemente estará ligada a los fenómenos generados por actos mentales. No hay otra alternativa, según lo que antes expusimos sobre la cognición. Tanto pensar, sentir, crear, percibir, etc. son todos fenómenos mentales y sabemos que la mente es el instrumento del espíritu. Luego, el espíritu es inteligencia y la inteligencia es la facultad espiritual que nos permite lograr el conocimiento. Por lo tanto, definitivamente y sin más vueltas, el conocimiento es una facultad espiritual en el hombre. Quien produce y forma conocimiento es el espíritu y los datos de ese conocimiento son extraídos de la realidad, ya sea por sensaciones sensoriales o extrasensoriales o por intuiciones o creaciones internas. Esto termina con la controversia de la naturaleza y causa del conocimiento. El conocimiento es un producto intelectual de la inteligencia. Sin inteligencia no hay conocimiento. Dar más vueltas explicando todos los procesos de los cuales se vale la inteligencia para conocer, es como tratar de explicar qué es conducir un vehículo, describiendo al motor, la carrocería y el rodado. Significa describir el medio o instrumento por el cual se materializa un acto, pero no a la esencia del acto o fenómeno. Por esencia y presencia, conocer es inteligir. De ahí, la facultad rectora de la inteligencia, de todos los otros fenómenos espirituales. Como todo proceso, el proceso inteligente tiene diferentes aspectos: 1. aspecto biológico que incluye la dotación genética y la fisiología de la persona (madurez fisiológica) 2. aspectos psicológicos: corresponden a los procesos psicológicos que involucran los afectos, la memoria, la percepción, el pensamiento y el aprendizaje, como asimismo, la madurez psicológica 3. aspecto ambiental: involucra al medio o ambiente (ambioma) en el que se desenvuelve la persona y es incontrovertible que este ambiente influye a través de estímulos diferentes que empiezan aún antes de nacer y se continúan en el seno de la familia y en las diferentes instancias sociales en que se desempeñará todo ser humano. Así el ambiente puede dar estimulaciones negativas o positivas que influyen en el desarrollo intelectual de la persona 4. aspecto de la conducta: esto está relacionado con el comportamiento de cada persona o sea con la forma, “porte o manera con que los hombres gobiernan su vida y dirigen sus acciones”. Desde este aspecto deben considerarse las habilidades generales (modos de las capacidades intelectuales) como son: la capacidad práctica para resolver problemas, la habilidad verbal, la destreza para manejar símbolos lingüísticos, la capacidad de análisis y síntesis (necesaria para plantear opiniones y hacer críticas), capacidad de aprendizaje, poder de adaptación, habilidad para alcanzar metas escogidas racionalmente, manejo de las emociones y sentimientos para expresarlos en “forma inteligente”. Todas estas “habilidades” determinan una conducta inteligente Estos aspectos nos dicen que el estudio de la inteligencia lleva, inexorablemente, a ser considerado en cada uno de ellos, lo que genera diferentes puntos de vista o conceptos aspectuales. Esto obliga a recordar que cuando se estudia la inteligencia humana debe saber distinguirse, sin hesitar, qué corresponde a su esencia y qué corresponde a sus mecanismos (intelecto) y qué a sus formas de manifestarse (conducta). Debe quedar bien claro que el estudio de la inteligencia puede considerar todos y cada uno de sus aspectos, pero no debe perderse de vista la integridad (totalidad) del ser humano, porque de otra forma se comete el error de calificar o clasificar a la inteligencia en forma separada de sus atributos en conjunto y eso motiva los errores conceptuales de la inteligencia. Por lo tanto, si la inteligencia tiene diferentes puntos de vistas, es lógico que las disciplinas que entienden en esos aspectos, tiendan a considerar la inteligencia desde esos puntos de vista, interviniendo la filosofía, la psicología, la psiquiatría (y con ella la medicina), la pedagogía y toda otra disciplina que tenga un punto de contacto con las características de la inteligencia o las actividades intelectuales. Repetiremos conceptos dados sobre opinión a fin de refrescar los mismos. Recordemos que, básicamente, los puntos de vista son una forma de captar la realidad en forma tal que las cosas “parecen ser” pero esencialmente no son así, puesto que nuevos puntos de vista sobre la misma cosa, cambia el parecer. Este parecer, de acuerdo a lo expresado anteriormente, cuando se emite o comunica formalmente, es lo que se conoce con el nombre de opinión. Luego, opinión es la manifestación oral o escrita del pensamiento sobre lo que las cosas parecen ser. Naturalmente, así visto, la opinión es cuestionable (no la cosa en sí como define la RAE), dado que siempre se refiere a “lo que parece ser” y no “lo que es”. La referencia certera de “lo que las cosas son”, la da la verdad. Una opinión puede, o no, coincidir con la verdad. Según Ortega y Gasset la verdad no consiste sólo en conocer el ser de las cosas, en forma genérica, es decir, de todas las cosas conocidas o por conocer, sino únicamente de aquellas cosas con la cual el hombre tiene que habérselas en forma inmediata, sólo a las que se tiene que atener. De no ser así se correría el riesgo de inventar un “ser de las cosas” y esto es lo que puede ocurrir cuando el hombre trata de explicar lo abstracto nada más que como una afición intelectual. Obra como aquello de que sólo porque tiene la facultad de explicar el ser de las cosas, se siente compulsado a hacerlo, tenga o no, necesidad de ello. De acuerdo con sus definiciones denotativas o filosóficas, siempre la verdad será un concepto ligado en forma inherente a la mente del hombre, pues depende del pensamiento y del entendimiento humano, ambos frutos de la inteligencia. Ergo, sólo la inteligencia puede encontrar la verdad de las cosas, mediante una comprensión adecuada de las mismas y la formulación del pensamiento certero. La ciencia y la filosofía se han preocupado en definir la inteligencia humana con exactitud pero la ciencia, sobre todo, trata de medirla y de establecer las diferencias de capacidad intelectual entre distintos individuos. Para ello se ha descrito a la inteligencia de innumerables formas. Considerando a la inteligencia no como una facultad inmaterial, sino como un proceso mental se intentó estudiar los llamados factores de la inteligencia. Spearman trató de establecer dos tipos de factores que determinaban la inteligencia: factor de la “inteligencia general”: está presente en cualquier tipo de funcionamiento mental factor de “inteligencia específica”: presente cada vez que se deben resolver los problemas específicos que cada actividad humana presenta. De ninguna manera esta concepción simplista satisfizo a investigadores ni aportó ningún esclarecimiento fundamental para saber que es la inteligencia. Ambiguamente se aceptaba que la inteligencia era una “colección de facultades entretejidas estrechamente” a manera de una “red compleja de conexiones de funciones mentales”. Otros autores como Thurstone tenían la teoría de los “factores múltiples”. Thurstone concretamente hablaba de un “conjunto de siete capacidades mentales principales” que iban desde la fluidez numérica y verbal, hasta el razonamiento y la velocidad de percepción. Hoy, el acuerdo general es que la inteligencia es función del cerebro y del sistema nervioso y sus receptores sensoriales, los que participan en la tarea de transformar la energía que reciben en un modelo dotado de significado. Los conceptos biológicos sobre inteligencia Consecuente con la teoría errónea de que la inteligencia era una función cerebral se postuló que esta expuesta a factores biológicos. Por esto, algunos estudios creen que la inteligencia depende de la herencia genética en un 80% y factores ambientales en un 20%. Así por ejemplo, dos gemelos univitelinos educados de formas diferentes tienen el mismo cociente intelectual (CI). Por otra parte, el orden de nacimiento de los hijos de una familia da patrones de inteligencia: el primogénito siempre es el más inteligente y el CI decae a partir del quinto hijo. Estas aseveraciones no son concluyentes ni definitivas y admiten algunas reglas de excepción. Se pensó también que el ambiente también influye en la formación de la inteligencia: a mayor culturización del medio ambiente, mayor estímulo para el desarrollo de la inteligencia. Más aún: actualmente los genetistas sostienen que los genes, en alguna medida, dependen más de los factores ambientales que de la herencia en sí. Hay muchos genotipos que no están condicionados por genes heredados, sino por genes modificados a través de deleciones provocadas por agentes del ambiente. Es lo que se conoce como mutaciones genéticas adquiridas no heredables. Claro que esto se da en células somáticas y no germinales y no afecta a caracteres generales de la inteligencia. Pero sí hay modificaciones que a veces pueden cambiar, generalmente mediante patologías, las funciones intelectuales y afectar directamente a la inteligencia. Otro punto de vista biológico a considerar fue la diferencia de inteligencia entre ambos sexos, cosa que es difícil de demostrar porque las experiencias realizadas han señalado que algunas facultades especiales son propias de un sexo u otro lo que equilibra probables diferencias. Lo cierto es que la medición, la definición, la adquisición de la inteligencia son tareas hasta ahora complicadas y desalentadoras, a tal punto que ninguna de las experiencias y métodos realizados hasta el presente son efectivos más allá de un 50 a 60% y la mayoría de ellos aproximan a determinadas realidades pero de ninguna manera alcanzan a comprender totalmente al fenómeno intelectual. La herencia y la formación ambiental podrán ser factores muy importantes pero no lo son totalmente determinantes, pues han nacido genios de padres mediocres y viceversa: padres genios han tenido hijos mediocres. Igual consideración práctica rige para lo ambiental: hay una media que engloba a la mayoría influenciada por el medio ambiente, pero hay porcentajes importantes en los extremos de la curva estadística que dicen que de medios muy culturizados salen muchos pobres intelectuales y viceversa: de medios poco culturizados pueden surgir grandes genios. La Medicina estudia a la inteligencia a través de la neurología o actual neurociencias que se dedican a las estructuras y fisiología del sistema nervioso, dando el fundamento orgánico o anatómico de los mecanismos intelectuales y para ello se vale de la neuroanatomía, la neuroquímica y la neurofisiología. Otra disciplina médica es la Genética que estudia la normalidad o las alteraciones entre los genes y sus relaciones con las alteraciones del crecimiento y desarrollo prenatal y postnatal y los trastornos en la conformación física, funcional y psicológica del individuo, según conceptos que hemos antedicho. La Psiquiatría se ocupa del origen, la dinámica, las manifestaciones y el tratamiento de algunos trastornos de la personalidad que tienen base o repercusión orgánica y pueden alterar la conducta. La Psicología, especialmente la clínica, aplica los principios psicológicos al estudio y a la resolución de las diversas alteraciones de esta índole, que puede presentar un ser humano en algún momento de su vida. En este caso, la psicología trata de objetivar a la inteligencia para evaluarla en su evolución, describir sus posibles alteraciones y, asimismo, predecir las diversas potencialidades con las que cuenta el individuo. Este proceso puede ser cualitativo o cuantitativo y los métodos de estudio abarcan la observación, la entrevista, las pruebas psicométricas y proyectivas. Es evidente la imposibilidad de objetivar totalmente a los mecanismos intelectuales, los cuales están muy comprometidos con el grado de instrucción o aprendizaje, con el desarrollo cultural y social y estas variables interfieren introduciendo apreciaciones parciales o francamente erróneas cuando se mide un cociente intelectual o se realiza una prueba psicométrica o proyectiva. Otras ramas de la psicología son la psicología social que investiga la relación entre los factores sociales y el desarrollo de los mecanismos intelectuales y la psicología educacional que estudia las relaciones entre la enseñanza y el aprendizaje, es decir, se ocupa del estudio del papel que juegan los mecanismos intelectuales en la educación. La Pedagogía establece planes y estrategias de aprendizaje y capacitación de acuerdo con las necesidades específicas de los individuos, tanto si poseen un mecanismo intelectual normal, subnormal o si presentan necesidades especiales. De todo lo visto hasta ahora en este parágrafo como punto de vista biológico de la inteligencia, son experiencias equívocas por haber confundido groseramente a lo anatómico como estructura que genera la inteligencia, cuando en realidad, lo biológico y lo anatómico son elementos de sostén, como reiteradamente hemos venido postulando y tratando de demostrar a lo largo de todo este trabajo. La inteligencia en sí, como ente inmaterial, no depende de ningún proceso ambiental ni genético y por lo tanto no es susceptible de ser medida y estudiada con parámetros científicos. Lo que es susceptible del estudio científico es el cuerpo humano y sus variaciones, como receptáculo e instrumento de manifestación de inteligencia. Es esto lo que se transforma con el ambiente, los genes y todos los otros factores que se han tratado de introducir. Pero la inteligencia en su verdadera esencia, jamás podrá ser medida en una célula, en un gen o por factores ambientales. Todo esto ayuda a desarrollar o afinar el instrumento biológico. El desarrollo de la inteligencia dependerá de otras disciplinas y de otros conceptos. En virtud de estas afirmaciones, en la actualidad podemos considerar dos grandes vertientes en el estudio de la inteligencia humana: a) la Antropología Filosófica o Filosofía Antropológica, dentro de la cual están los modernos conceptos existencialistas sobre el ser del hombre, y por ende, la esencia de la inteligencia b) el estudio de los mecanismos intelectuales y formas de manifestación de esos mecanismos los cuales originan distintos enfoques y perspectivas: el enfoque psicobiológico, la perspectiva experimental, el enfoque genético y la perspectiva diferencial. Las actuales neurociencias y la biología molecular dan muchas claves modernas para el estudio de estos mecanismos. El concepto de esencia de la inteligencia ya lo hemos estudiado anteriormente, por lo que correspondería pasa directamente a las formas con que se estudian los mecanismos intelectuales y su manifestación. El enfoque psicobiológico considera los fundamentos biológicos, los fisiológicos, los neurológicos, los bioeléctricos y los bioquímicos de los mecanismos intelectuales. La perspectiva experimental se centra en el pensamiento y la conducta inteligente, la cual tiene diversas tendencias: • la introspectiva acerca de la intencionalidad y las representaciones mentales • la teoría de la Gestalt que subraya la reorganización perceptiva generadora de la comprensión • las diversas concepciones del funcionalismo que conciben a los mecanismos intelectuales como adaptación a situaciones nuevas • las corrientes conductistas y neoconductistas que realizan estudios objetivos y estudian a los mecanismos intelectuales y sus manifestaciones mediante diversos modelos de aprendizaje, con sus variantes cognitivas, por ejemplo, las que entienden a los mecanismos intelectuales como capacidad de inhibición e respuestas, o como estrategias mentales de ensayo y error • la perspectiva de la psicología cognitiva, que considera a la inteligencia como un sistema de procesamiento y que estudia las estrategias y los componentes de la recepción, la codificación y la elaboración de la información mediante procedimientos experimentales, modelos y programas de imitación de la inteligencia • los experimentos de la neurociencia a través de la tecnología El enfoque genético, a su vez, intenta ofrecer diversas áreas de estudio desde el punto de vista genético y así origina: • la indagación filogenética que estudia la inteligencia considerando la evolución del ser humano y que señala la importancia de la diferenciación y la creciente complejidad del sistema nervioso, así como su progresiva encefalización • el estudio ontogenético que abarca una serie de teorías que consideran el desarrollo de la inteligencia durante la vida del individuo, entre las que se encuentran: a) b) c) las teorías madurativas que señalan la importancia de la maduración de las actitudes innatas las teorías empiristas que hacen hincapié en el aprendizaje acumulado las teorías constructivistas que subrayan la actividad innovadora del sujeto La perspectiva diferencial se refiere a las teorías que estudian las variaciones de los mecanismos de la inteligencia a partir de las diferencias entre los individuos y los grupos y abarcaría: • • • • • teorías psicométricas teorías factoriales teorías sociales teorías culturales teorías ecológicas Esta pluralidad de teorías refleja las numerosas facetas y la multiplicidad de abordajes de los mecanismos de la inteligencia y sus formas de manifestaciones, por lo que se hace indispensable un esfuerzo de integración y coordinación entre ellas y la delimitación de cada punto de vista para no caer en errores de interpretar a las manifestaciones de la inteligencia, con lo que la inteligencia es en sí, como ocurre normalmente en las conclusiones de estas actividades “científicas”. Lo que sí debe saber distinguirse es que hay factores que determinan la manifestación de la inteligencia como son las características biológicas, los factores sociales y culturales y los procesos psicológicos, pero hay otros factores que, más que intervenir en la manifestación de la inteligencia, son consecuencias de ella como es el factor de conducta y comportamiento individual (probablemente puedan intervenir en la manifestación intelectiva una conducta y un comportamiento grupal o social, pero esto está involucrado en los factores socioculturales que hemos considerado por separado). Cuestiones sobre la inteligencia Hay diferentes cuestiones planteadas en lo relativo a la inteligencia que han surgido de la lógica de confundir a la inteligencia como algo biológico y no como función espiritual. Por lo tanto las respuestas dadas a estas cuestiones quedan estrictamente dentro de esa concepción, sin que esto signifique que nosotros estamos de acuerdo con ellas, ni modificamos nuestro punto de vista. Simplemente exponemos estas cuestiones. Veamos algunas de ellas: 1. ¿se hereda la inteligencia? No hay un gen específico de inteligencia. Como condición de la esencia humana, todo ser humano normal nace inteligente. Lo que se puede heredar son predisposiciones determinadas que tienen que ver más con los mecanismos y las formas de manifestaciones intelectivas que la inteligencia en sí 2. ¿es menos inteligente un artista que un matemático? No. Son diferentes niveles de integración de facultades intelectuales que desarrollan aptitudes distintas que no suponen superioridad intelectual de un individuo sobre otro. 3. ¿es lo mismo agilidad mental que inteligencia? No. La agilidad mental (“ser rápido”) es una habilidad para manejar los mecanismos intelectuales, que puede ser adquirida por entrenamiento o poseerse naturalmente 4. ¿hay relación entre signos anatómicos y la inteligencia? Se dice que hay miradas inteligentes y que los individuos de frente amplia son más inteligentes. El manejo de los ojos puede estar relacionado o no con un cierto grado del desarrollo de los mecanismos intelectuales o del estado de indemnidad de los mismos. Quienes tengan los mecanismos intelectuales indemnes y los usen con mayor eficiencia, tendrán gestos, entre ellos la mirada, que puedan ser interpretados como signos de mayor eficiencia intelectual, pero de ninguna manera hay relación entre la forma mirar y la inteligencia o sus mecanismos. De igual modo ocurre con las formaciones anatómicas de cualquier naturaleza (salvo el concepto de cerebro proteico) 5. ¿es señal de inteligencia la capacidad para expresarse? La habilidad lingüística es una forma de manifestación de una excelencia en la educación de los mecanismos intelectuales, pero de ninguna manera condiciona a la inteligencia en sí, pues hay buenos oradores sin que tengan una inteligencia notable. 6. ¿es posible medir el grado de inteligencia de una persona? No. Sólo es posible medir el grado de habilidad con que se usan los mecanismos intelectuales que no tiene nada que ver con la inteligencia en sí. De hecho muchas personas con alto cociente en los testes psicométricos no siempre son los más inteligentes y viceversa. 7. ¿son fiables las pruebas de inteligencia? No. Sólo evalúan una parte del desarrollo cognitivo del individuo. 8. ¿el desarrollo intelectual es independiente del desarrollo físico y del emocional? Hasta cierto punto sí. Es evidente que un débil mental no tendrá un buen desarrollo físico, intelectual ni emocional, pero en personas normales pueden haber quienes desarrollan más la emotividad que la inteligencia o el cuerpo, hay quienes desarrollan muy bien el cuerpo (atletas) pero no alcanzan un grado de desarrollo intelectual o emocional y hay quienes adquieren un desarrollo intelectual (“intelectuales”) sin tener un desarrollo físico ni emocional. La educación auténtica o inteligente consiste en equilibrar los distintos desarrollos a fin de optimizar la unidad indivisible que es el hombre. 9. ¿existen diferencias entre la inteligencia femenina y la masculina? No. Genéricamente son iguales. Hay diferencias en el manejo de los mecanismos intelectuales, por ejemplo, en la mujer prevalece más la intuición. 10. ¿es cierto que la inteligencia está condicionada por un proceso de maduración? La inteligencia en sí, no. Los mecanismos intelectuales, sí. La inteligencia está sujeta a un entrenamiento que obliga a un pensamiento profundo o trascendental para afinar mejor las funciones de su esencia. Naturalmente, como necesita de los mecanismos intelectuales y éstos dependen del cuerpo, sino hay una maduración de centros nerviosos y estructuras encefálicas, no habrá una correcta utilización de mecanismos intelectuales. 11. ¿hay grupos raciales más inteligentes que otros? No. Las manifestaciones intelectuales son distintas en las distintas razas, pero no se deben a que haya una inteligencia distinta, sino que los mecanismos intelectuales y sus manifestaciones son condicionados en forma distinta por diferencias ambientales diversas y tendencias culturales distintas. 12. ¿la inteligencia evoluciona en etapas sucesivas? La inteligencia en sí, no. Los mecanismos intelectuales, sí. El grado de perfección de la inteligencia, ya lo dijimos, se alcanza con el entrenamiento del pensamiento, el que se puede lograr en diferentes etapas. Pero el pensamiento es un mecanismo intelectual, no la inteligencia en sí. Cualquiera sea su dimensión, la inteligencia es una facultad que hace al hombre un ser biológico excepcional. Sin apresurarse a conceptos definitivos, se puede considerar que la inteligencia humana se manifiesta como un sistema jerarquizado de procesos y estrategias cognitivos, debidos a la interacción entre la herencia, la organización cerebral, la conducta y el entorno social de la persona, que le permiten resolver problemas y desarrollar su creatividad. El fin u objeto de la inteligencia Se ha discutido mucho sobre la inteligencia y se han deformado los criterios por no prestar una atención absoluta a la palabra que la designa. La etimología debe salvar todo error o idea confusa, dado que es la que designa el verdadero sentido de una palabra y la verdad que encierra. Hemos afirmado, sobre esta base, que la esencia y, por ende, su función, fin y objeto, es lisa y llanamente conocer lo que las cosas son. Esto puede interpretarse como la búsqueda de la verdad a través del conocimiento. Luego, el saber es la meta única de la inteligencia. Pero no un saber cualquiera sino el saber inteligente que constituye la sabiduría auténtica, a la cual se llega, ineludiblemente, por el uso correcto del pensamiento, en este caso, el pensamiento filosófico. Muchos autores han dado diferentes objetivos a la inteligencia. Hemos repasado los diferentes conceptos o puntos de vista sobre la inteligencia, las concepciones de Piaget, Gardner, Horward, Spearman, Thurstone, Ortega y Gasset y otros. Seguramente han quedado en el tintero muchos más. Pero no es posible describir a un fenómeno sólo por sus efectos o formas, sino que para conocerlo y saber cuál es su verdadera razón de ser, hay que ir a la esencia y objeto, los que evidentemente, están más allá de las meras formalidades de su presentación. Según la intención o el pensamiento o el ideario y la realidad y cultura que cada pensador ha tenido, se ha dado opiniones sobre la inteligencia. Una de las afirmaciones más sostenidas es que el fin de la inteligencia es la búsqueda de la felicidad. Pero la felicidad como la inteligencia, son dos palabras cuyos contenidos se han interpretado, insisto, más por las formas que por la esencia. La confusión sobre los sentidos auténticos de lo que se expresa, ha mezclado muchas cosas dentro del significado dado a determinadas palabras. El vocablo felicidad tiene muchas denotaciones y connotaciones. Desde siempre, se ha afirmado que el hombre auténtico es el que busca y vive apoyado en el bien. Pero esta palabra también está sujeta a los vaivenes lingüísticos y de las concepciones personales o de época. Tanto es así, que cuando se quiere concretar el bien en algo, en lo que “es bueno”, hay listas dispares de objetos, sentimientos, tendencias, etc. que se consideran como “buenas”. Así, felicidad es todo lo bueno, lo que provoca bienestar, placer, conformidad, satisfacción, alegría, etc. Pero la vida real no se presenta en su totalidad con todas estas cualidades o condiciones, sino que parece operar a la inversa. Cada persona vive en el mismo lugar, momento y hora y frente a los mismos acontecimientos, sentimientos opuestos. Así, mientras unos gozan con lo que ocurre, a otros les causa sufrimiento. La sensación generalizada de la existencia es más de angustia que de completa satisfacción. Es cierto el principio que establece que el hombre tiende a buscar lo que considera el bien, acercarse al placer y huir del displacer. Pero todo esto no es el fin de la inteligencia. A la inteligencia le compete y el atrae conocer las cosas. Incluso, lo displacentero y lo considerado malo. Lo debe conocer para poder apreciar lo que es placentero y bueno. Debe distinguir entre infelicidad y felicidad. No es que busque a una u otra. Se encuentra frente a ellas para diferenciarlas y deliberar sobre lo que debe o conviene aceptar. Yendo más profundamente, al fin y al cabo, conocer lo que las cosas son es la única herramienta válida para no errar una vida humana decente, decorosa, digna. Esto es, superar lo bestial para llegar a lo considerado como mente superior. En esa dirección la metafísica ha encontrado los absolutos de la ciencia, la filosofía y la religión. Digamos, en palabras de Chopra, la inteligencia pura es la que busca la seguridad absoluta de que se está viviendo como debe ser y que la experiencia interpreta a la realidad en un nivel profundo, con una concreta y real “filosofía de vida”. Para esto, se necesita ejercer una vida consciente, es decir, usando el presente como el fenómeno único e irrepetible para encontrarse con uno mismo y la verdad de las cosas. Esto lo manifiesta Chopra cuando dice: “viviendo el momento presente se crea la experiencia de eternidad. Es como cada gota de agua en el océano que contiene el sabor del océano entero. Cada momento de tiempo contiene el sabor de la eternidad. Se puede vivir ese momento, la mayoría de las personas no lo viven y es el único tiempo que realmente tienen. O viven sujetos al pasado o abocados al futuro… Si uno se concentra en vivir el presente, entonces se podrá conocer el sabor de la eternidad y cuando se metaboliza esta experiencia de eternidad, el cuerpo no envejece. Es sólo una cuestión de conciencia” Intelecto: una función mental principal El intelecto que es el entendimiento, potencia cognoscitiva racional del alma humana, es el efecto directo de aplicar la inteligencia, a la cual está íntimamente ligado por ser una manifestación de ella. La intelectualidad es el conjunto de todos los efectos o acciones del intelecto. Una de las funciones mentales principales es el intelecto como conjunto de procesos operativos que usa la inteligencia para manifestarse. Las fases o pasos del proceso intelectivo comprenden: 1. 2. 3. 4. 5. la abstracción la significación concepto formulación de juicio pensamiento El proceso de abstracción La abstracción, de acuerdo a la RAE, es la “acción de abstraer” y abstraer (del latín abstrahere) es “separar por medio de una operación intelectual, las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción”. ¿Cómo opera la abstracción?. Todo proceso básicamente es un “conjunto de las fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial”. Intrínsecamente todo proceso conlleva en su naturaleza, dos condiciones que lo marcan: ∗ ∗ “es una acción de ir adelante en el transcurso del tiempo” “es una acción de seguir una serie de cosas que no tiene fin” Es decir, cuando el proceso de abstracción comienza a darse en el hombre, progresa (avanza en el tiempo) y actúa en forma seriada (una acción tras otra en forma inmediata y consecutiva) hasta que cesa la vida de un individuo. Trabajar en serie significa que una vez que alcanza un horizonte o meta prosigue tras otro sucesivamente. La abstracción tiene etapas bien definidas: 1. 2. 3. 4. percepción de un ente aprehensión comprensión formación de la idea (ideación). Percepción La percepción es la “acción y efecto de percibir” y percibir es “recibir por uno de los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas” de forma tal de “comprender o conocer una cosa”. Luego, la percepción es una “sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos determinando el conocimiento o idea de una cosa o ente” (percepción sensorial). Sin embargo, no toda percepción es sensorial. También hay una percepción que no es sensual, es decir, no impacta a nuestros sentidos sino que se capta fuera de ellos y por esto es percepción extrasensorial o “percepción de fenómenos sin mediación normal de los sentidos”. Esta percepción extrasensorial ha llevado a pensar en la idea de un sexto sentido que se sumaría a los cinco conocidos (tacto, vista, gusto, oído y olfato). Lo que no está definido cual sería ese sexto sentido, por lo que se ha especulado sobre él intentándolo identificar con el “sentido común” o bien la intuición o el llamado “el tercer ojo”. Una cosa solamente está clara: el sexto sentido no depende de nuestro sistema nervioso por lo menos hasta donde llegan los conocimientos actuales, por cuanto no tiene una vía conocida o un órgano de percepción. Probablemente tenga un centro de formación en el encéfalo dado que es un “acto mental”, pero esto hoy no se sabe. Es un sentido que pertenece a las sensaciones interiores por cuanto “nos viene de adentro”. Pero no es un proceso meramente intelectivo sino que está en el orden de lo sensitivo, lo emotivo, lo instintivo, lo afectivo y lo intuitivo. Por lo tanto no es racional, pero cuando opera se hace patente y “se racionaliza”, lo que significa que entra en la percepción intelectiva y forma ideas y conocimientos. Por sus características de no usar la percepción sensorial es originado por la intuición que, como luego repetiremos, es una “percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad tal como si estuviera a la vista” y en la realidad opera cuando se da como una “facultad de comprender las cosas instantáneamente sin razonamiento previo”. Después estudiaremos en detalle todo lo referido a los fenómenos de percepción. Aprehensión La aprehensión es la etapa que sigue a la percepción en el proceso de abstracción y consiste en la “acción y efecto de aprehender”. Aprehender (del latín apprehendere que deriva de la locución latina ad prehendere ir a prender) es “asir, agarrar, sujetar una cosa” y como operación intelectual pura es “concebir las especies de las cosas, sin hacer juicios de ellas”, es decir, sin calificarlas, negarlas o afirmarlas. Simplemente se prenden o toman tal cual se perciben fenomenológicamente. De aprehender deriva aprender que es “adquirir el conocimiento de una cosa por medio del estudio o la experiencia, tomándola de la memoria” (es útil recordar que aprender también es “concebir alguna cosa por meras apariencias o con poco fundamento” y esto se debería a que el conocimiento adquirido por la percepción es incorporado como una mera idea sin darle el proceso de concepto y juicio para su comprensión y conocimiento real, quedándose sólo con la idea de lo que las cosas “parecen ser”. Este tipo de aprendizaje es el origina la mera doxa u opinión ligera (sin fundamentos ni asidero real). Luego, aprehender es el mecanismo primario de la inteligencia que sigue a la percepción y después precede y pone en marcha a la ideación. La aprehensión toma en la mente el objeto percibido y lo fija para formar la idea. Ideación: formación de las ideas. Imaginación: formación de imágenes En el proceso de abstracción hay que tener bien claro que la percepción y la aprehensión sólo captan un fenómeno: lo perciben y lo toman en consideración de forma tal que: las cosas aparecen ante el hombre como fenómenos (lo que aparece a luz), es decir están ahí como simples cosas, “como son”, desprovistas de significación e interpretación. Simplemente “están” y “son” entes puros. aparecer significa que se muestran, no como son esencialmente, sino que en la realidad [(de res = cosa) o conjunto de cosas (concretas o imaginarias, reales o irreales) donde las cosas se “dan”, (dad) (ser-ahí)], las cosas “parecen ser”. Por el hecho de que se vean, se toquen, se oigan, se palpen o se huelan, o se intuyan, lo único que hacemos es percibir que esas cosas existen, están ahí, pero de ninguna sabemos por ese mero acto “lo que las cosas son” (verdad). La verdad sería cuando hay “plena conformidad entre lo que las cosas son realmente y la idea que de ellas se forma la mente”. En la verdad las cosas se presentan de-veladas o des-cubiertas de todo aquello que cubría, velaba u ocultaba su esencia natural. Esto es un proceso de pensamiento o juicio que no hace la abstracción. la percepción sólo recibe apariencias y la idea de esa apariencia, sin el debido análisis del concepto, significado y comprensión, puede ser falsa o superficial, sin fundamento. Por lo tanto el hombre percibe una forma o figura, un color, un olor, un sonido o palpa una superficie, o sea, “siente algo” pero no puede conocer profundamente “lo que percibe”. En esos actos mentales primarios de percepción, aprehensión e ideación la mente separa de la cosa los caracteres físicos o cualidades comunes de las cosas que percibe, aprehende y forma con ellos una figura mental o idea que es una imagen mental que representa las cualidades comunes, sin considerar el sujeto. Así por ejemplo, si percibe el objeto “silla” toma de él sus características principales (sirve para sentarse, tiene patas, asiento y un respaldo) pero no forma la idea exacta o copia fiel del objeto percibido en ese momento, sino que guarda en la memoria esas cualidades abstractas (abstracto es lo “que significa alguna cualidad con exclusión del sujeto”) bajo la forma de una imagen llamada signo. Esta idea abstracta es la que permite luego el conocimiento del aprendizaje porque del conjunto de ideas memorizadas, se efectúa el reconocimiento de objetos similares. Por esto, aprender es “sacar de la memoria” esas ideas preformadas. La idea (del griego: forma, apariencia) es el “primero y más obvio de los actos del entendimiento que se limita al simple conocimiento de una cosa, formando una imagen o representación del objeto que queda en la mente o en el alma. Es un conocimiento puro, racional, debido a las naturales condiciones de nuestro entendimiento”. También puede entenderse por idea, atendiendo a su etimología referida a la forma de las cosas, como “conceptos formales, formados por abstracción, que representan en nuestra mente, reducidas a unidad común, realidades que existen o se dan en diversos seres”. La ideación es el “efecto y acción de idear” e idear es la “formación o génesis de ideas o formar idea de una cosa”. El proceso de ideación probablemente es uno solo para la formación de imágenes tantos reales como irreales, o aquellas que son sólo un producto del intelecto o nacidas por sensaciones interiores y que se conocen bajo el nombre de ideales. Esta idealidad en general, referida a la capacidad del intelecto de formas ideas, tiene mucho que ver con lo que se denomina imaginación que es considerada como la “facultad del intelecto que representa las imágenes de las cosas reales o ideales”. Pero la mejor denotación y la que más frecuentemente se le asigna a esa palabra es la de “imagen formada por la fantasía” o la de “facilidad para formar ideas, proyectos, etc., nuevos” (esta última denotación es la referida al pensamiento creativo). Igualmente, suele usar la expresión de “cosa imaginada” cuando hay “aprensión falsa o juicio de una cosa que no hay en la realidad o no tiene fundamento”. La cuestión semántica más importante que hay entre imagen o idea reside en que la idea puede ser una imagen, pero la imagen, estrictamente considerada, es siempre una “figura, representación, semejanza y apariencia de una cosa”. Cuando se quiere dar forma a una intuición o visión interior o sensación, se recurre a la palabra, para “formar imagen” de lo intangible, de lo inmaterial. Siempre, la imagen está pegada a la materialización de algo inmaterial o a la representación de un objeto, mientras que la idea es una formación abstracta que puede tener forma o no, según esté referida a un objeto o cosa concreta percibida por los sentidos o esté indicando la presencia de una sensación interna o intuición o producto de la fantasía o de la creatividad o de una ilusión. La imagen está más referida a la ilusión cuando ésta es una percepción deformada de un objeto, mientras que la idea se refiere a las ilusiones sentidas sin percepción de un objeto determinado. En síntesis: la formación intelectual de un signo de un objeto o de una sensación se denomina idea y puede estar referida a entes reales o irreales, mientras que la imaginación, semánticamente, está más ligada al concepto de “cosa inventada o creada” por el proceso de imaginación que nuestra mente usa para formar imágenes mentales, por lo que se refiere a entes irreales o aparentes (no son lo que parecen ser). Ambos actos, facultad o proceso intelectual, están realizados por la misma función intelectual. Significación: signo y significado Hemos referido ligeramente que idear “es formar signos” o una acción de signar. Después que la imagen de la idea queda aprehendida en la mente, la siguiente tarea o acto intelectual es signar que consiste en “hacer, poner o imprimir un signo”. Signo es un “objeto, una imagen o un dibujo, un fenómeno o una acción material que, natural o convencionalmente representa o sustituye a otro objeto, fenómeno o acción”. La idea es una imagen mental natural que representa al objeto percibido, obtenida por la abstracción y la aprehensión por lo que constituye un signo directo que representa mentalmente el dibujo abstracto del objeto percibido. En primer lugar, para que tenga efecto la ideación, un objeto, fenómeno o acción debe ser pasible de signar o ser signado. Cuando esto ocurre, el objeto adquiere significación en el sentido de ser representado por un signo (significante) que le da sentido, esto es, lo vuelve significativo al darlo a entender o conocer con propiedad. El signo (significante), por sí, es una señal de otra cosa, a la que representa (significado), pero no es la cosa en sí. Este aserto, formulado así, resulta obvio y de Perogrullo, pero aun a pesar de esta aparente futilidad es necesario decirlo porque es el primer concepto distintivo que evita la no infrecuente situación de confundir signo con significado. Un objeto, fenómeno o acción puede ser signado o significado de varias formas: ⇒ una imagen del objeto o dibujo que sin formar imagen sea alusivo ⇒ una palabra o signo lingüístico ⇒ una señal física o material (ejemplo, humo que puede indicar fuego, la hipertermia que significa enfermedad, etc.) ⇒ un fenómeno natural (viento que significa alteración meteorológica) ⇒ una acción (huida que significa peligro) y así sucesivamente. La idea es el signo más importante que forma la mente, porque él permite el concepto, luego el juicio y finalmente el lenguaje (signo lingüístico o palabra). Ergo, un objeto forma primera una idea con un signo o imagen (signo-imagen mental abstracta) y luego forma la palabra (signo lingüístico). La palabra es el instrumento cultural más antiguo que el hombre heredó y fue lo que le permitió salir de la prehistoria. Esa prehistoriedad inexpresada en palabras (pero no carentes de signos. Recordar las pinturas de las cuevas), es la mejor prueba del poder de su facultad exclusiva: la inteligencia. La imagen-signo abstracto del objeto es un signo más fidedigno porque es directo y natural (es la representación directa de lo percibido). La palabra o signo lingüístico es indirecto o convencional porque es representación indirecta y debe ser convenido intersubjetivamente para que adquiera el objeto representado la calidad de significado. La imagen mental puede ser abstracta, como proceso generalizador (flor es todo lo que posee tallo, pétalos, sépalo o corola y que potencialmente puede generar una semilla) o concreta al representar a un tipo de flor determinada, por ejemplo una rosa. La palabra f-l-o-r, como signo lingüístico, por sí, es siempre abstracto y para hacerlo concreto hay que agregar directamente el nombre específico de la flor y para precisarlo mejor en algunos casos deberá llevar agregado la especie, el color, si es simple o compuesta (por el número de pétalos). Como palabra, flor puede ser referida al producto vegetal que naturalmente representa o bien padecer denotaciones que le atribuyen otra significación cuando, como por ejemplo, se refiere a lo mejor de (la flor y nata de la sociedad). Una misma palabra con significados distintos es lo que origina la polisemia. Luego texto y contexto de un significado dependerá del sentido o denotación que uno quiera darle. La expresión de un significado o imagen mental, además del signo lingüístico, puede realizarse mediante un dibujo o la mímica por gestos (lenguaje del sordomudo). Hasta acá nos hemos referido al significado como “lo representado por un signo”. Este es el primer concepto de significado. Concepto: significado como sentido de las palabras Hasta acá hemos venido desarrollando en forma coherente y gradual como el intelecto percibe, aprehende, idea y forma significado. Pero luego tiene que darle un sentido a todo eso y aparece un nuevo aspecto: la formación de concepto. Concepto es la referencia a las notas esenciales de un objeto, las que son forzosas para que el objeto o cosa sea tal. Es el pensamiento de la estructura de un objeto. Es un pensamiento expresado con palabras referido a la idea que concibe o forma el entendimiento. Es una especie de ordenador de palabras para expresar con ellas un sentido completo. Es lo que ayuda a comprender lo que las cosas son. Por esa razón, nosotros lo hemos categorizado como un significado-idea. Hemos hablado en el parágrafo anterior del significado como significadoobjeto (mera o pura imagen). Ahora hablaremos de un segundo significado relacionado con el significado-objeto, o sea: el significado que la mente asigna al significado-objeto. Este segundo significado es también en alguna manera, un signo-idea porque es puramente mental y opera como otro significado o modo de significar, pero ya no es la mera forma o figura del objeto significado, sino que explica el contenido o lo qué el ente es, forma concepto: le da sentido. Lo llamaremos significado-sentido. No haber elegido otra palabra para nombrar esta operación mental, hace que la expresión de estos conceptos pueda parecer un juego de palabras y de no explicarse correctamente, también origina confusión. Este segundo significado o significado-concepto (formar concepto) sería el que permite darle sentido a las cosas como entendimiento o razón que discierne las cosas. Es el modo de comprender y definir de alguna manera lo que las cosas son. Del signo-idea se formarán otros signos importantes: uno es el signo lingüístico que es el que dará un sentido al significado y se convertirá en un signo-sentido que, a su vez, es el que origina el concepto. El otro signo que nace de la idea es la imagen mental que sería una especie de signo-objeto. Este proceso lo podemos resumir en el siguiente esquema: signo-objetivo (idea) objeto flor f-l-o-r imagen significado-objeto concepto (significado-concepto) signo lingüístico signo-sentido signo-objeto Según este esquema el signo (como idea) es un biplano que puede ser representado por la imagen del objeto y por la palabra y el significado también biplanar ya que está el significado-objeto y el signo-sentido. Formar concepto es “determinar una cosa en la mente después de examinadas las circunstancias” de forma tal que concepto es “idea que concibe o forma el entendimiento con forma de pensamiento expresado en palabras”. También es dar sentido a las cosas, entendiendo por sentido al “entendimiento o razón cuando discierne las cosas y dar el significado o acepción de una palabra”. La idea, una vez significada (hecha signo mental), vuelve a ser sometida a otra significación por la razón. La razón es la facultad principal del hombre dado que es la “facultad de discurrir” o “el acto de discurrir el entendimiento”. El concepto, como sentido dado por la razón, sería el pensamiento de las notas esenciales de un objeto formal, debiéndose entender por esenciales a las notas que forzosamente deben estar presentes para que el objeto lo sea como tal, abarcando estructuras, esquemas y formas. A veces un concepto abarca todas las notas del objeto y otras veces, sólo algunas. Los conceptos se expresan mediante términos. El concepto formará juicios mediante las proposiciones formados con los términos del concepto, de modo tal que todo juicio está formado por conceptos. Se denomina término a lo que distingue dos aspectos: a lo qué designa y lo que significa lo que designa. De esta forma el concepto reúne con el término los aspectos de comprensión y extensión de una cosa (significación y designación). Los conceptos pueden ser positivos, negativos y privativos, contrarios o contradictorios. La naturaleza del concepto puede ser realista, nominalista o meramente conceptualista. El concepto realista es el que atribuyen realidad a los objetos fuera del pensamiento de las ideas (conceptos universales) (teoría medievalista que sigue a Platón y Aristóteles). El concepto nominalista es el que sólo da un nombre a una realidad supuesta u observada (Teoría de Roscelino). El concepto conceptualista es el que formula un concepto de concepto (teoría de Abelardo) Con el signo-sentido adquiere importancia la idea de De Fleur, para quien significado está referido a las experiencias internas que tienen relación con determinados estímulos que inciden sobre procesos perceptivos. Si dichos estímulos se hallan vinculados con pautas de hábitos estables de modo tal que suscitan respuestas internas, del tipo que originariamente solo provocaban los objetos o acontecimientos reales, el resultado es una conducta basada en signos. Si la conducta basada en signos de dos seres, se halla coordinada adecuadamente, puede tener lugar un tipo particular de comunicación. Dijimos que la percepción, la abstracción, la aprehensión y la ideación son procesos mentales que captan a los objetos o cosas de la realidad, pero sin atribuirle ningún sentido o significado en cuanto a su definición o concepto. La inteligencia o razón es la única que podrá tener esa función de llenar de contenido al signo lingüístico y a toda imagen mental abstracta. También aludimos a lo que las cosas parecen ser, pero que en realidad su verdadera esencia está oculta, velada, cubierta. Para saber en forma aproximada lo que las cosas son, la inteligencia tiene a su cargo ese proceso de-velador, descubridor. Formulación de juicios Juicio es una “facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso en un estado de sana razón para que la operación del entendimiento pueda comparar dos o más ideas o conceptos y determinar sus relaciones a fin de emitir una sentencia, opinión, crítica, etc. Es el proceso que permite instaurar un proceso de pensamiento crítico”. La primera parte de esta definición involucra tres concepciones de juicio: 1. como pensamiento: distingue lo verdadero de lo falso 2. como relación enunciativa entre conceptos: como elemento de relación es una cópula que establece relaciones entre un sujeto y un predicado, que serían tres elementos constitutivos del juicio 3. como afirmación: cuando se pronuncia un juicio, éste contiene una afirmación, que es asegurar o dar por cierta una cosa. Esta descripción de lo que es un juicio, pertenece a la disciplina de estudio denominada Lógica. Seguiremos con lo relativo al pensamiento crítico. El objeto del pensamiento crítico es la metafísica. La metafísica, reflexión crítica trascendente que nosotros catalogamos como la segunda trascendencia más importante (después de la instauración del mundo o primera trascendencia) ha sido motivo de diversas interpretaciones filosóficas y muchos autores consideran o creen que los problemas metafísicos son “meramente verbales”, lo cual asignaría a la física un rol de “empresa descriptiva” (Grossmann asevera que esto es parcialmente correcto). Visto así, la ontología, corazón de la metafísica, es descriptiva en tanto y cuanto cataloga los rasgos categoriales del mundo. Por lógica y dada la esencia del hombre y las cosas, tal catálogo no siempre resulta satisfactorio porque puede ser incompleto (lo que ocurre la mayoría de las veces), porque no contienen todos los rasgos categoriales del hombre y de su mundo. Más aún: dos catálogos ontológicos coinciden en lo que mencionan, pero pueden diferir en aspectos filosóficos importantes. Por ejemplo, es posible decir que los particulares están en el espacio y/o en el tiempo, en tanto que, los universales no. Esto sugiere varias discrepancias: ◊ incluir universales, al mismo tiempo que afirma que sólo los particulares tienen existencia por estar en el tiempo y en el espacio ◊ sólo los universales existen porque ellos son intemporales ◊ la cuestión ontológica de lo que hay no puede separarse de la cuestión epistemológica de cómo conocemos lo que hay porque si bien preguntar por una cuestión no es preguntar por la otra, sin dudas, que preguntar por una cuestión puede conducir inmediatamente a preguntar por otra. Por la forma de presentarse, todas estas cuestiones son vehiculizadas por los juicios mentales al ser meramente verbales. Por lo tanto, antes que afirmar una cosa u otra de universales y particulares, conviene aclarar cómo éstos se presentan a la mente y cómo ésta los percibe. Los juicios pueden clasificarse según la calidad (afirmativos, negativos); según la cantidad (universales, particulares, singulares); según la relación (hipotéticos, disyuntivos y categóricos); según el predicado se halle, o no, contenido en el sujeto (analítico, sintético). Universales y particulares En la percepción nosotros nos enfrentamos con las cosas, que no son “cosas desnudas” desde el punto de vista perceptivo sino que tienen propiedades o cualidades, y que no implican relaciones en virtud del criterio ontológico de independencia que postula: lo que existe es lo que puede hacerse presente en la percepción con independencia de otras cosas. Estas cosas ubican en un espacio y un tiempo y de las relaciones perceptivas con ellas surgirán conceptos universales o particulares. Los conceptos universales son los “que comprenden o son comunes a todos en su especie, sin excepción de ninguno y comprende todo en la especie de que se habla.” Por esta definición, lo universal revista una categoría de concepto abstracto, ya que no se refiere a un ejemplar determinado de una especie sino que hace referencia a las cualidades comunes a toda la especie en cuestión. Luego, un universal no está ubicado en el tiempo y en el espacio, sino que es una abstracción mental inmanente e intemporal que no se da en el espacio. Comprende a las cosas desnudas. El sujeto del juicio universal puede ser el pensamiento de todos los objetos de una clase, individualmente considerados. Cuando un objeto está colocado en el tiempo y en el espacio, el acto mental que lo percibe es una intuición sensible. Todo objeto de intuición sensible forma un concepto particular, por cuanto está referido a un solo miembro de la especie concreto que se da en un momento (tiempo) y en espacio determinado. El sujeto del juicio particular puede ser el pensamiento de sólo algunos de los individuos de una clase, también individualmente considerados. Por esta característica, los conceptos universales y particulares nos permiten realizar distinciones entre un todo y sus partes y de las partes cuáles son separables o inseparables del todo (relación todo-partes). El acto mental que conecta a los conceptos universales y particulares es el juicio porque presenta el nexo parte-todo y los llamados particulares perfectos. Una vez que la mente ha concluido todos los procesos hasta llegar a la formulación de los juicios, está en condiciones de acceder al último y más complicados de todos los eslabones de las etapas intelectivas del proceso cognitivo, que es el pensamiento. Pensamiento El pensar es una actividad psíquica, sin dudas. Es el mecanismo por excelencia, que utilizando el razonamiento o raciocinio formula conceptos y juicios. El mecanismo psíquico del pensamiento lo estudia la psicología, la estructura la lógica y su esencia, la filosofía o la antropología filosófica. Todo pensamiento es el establecimiento de una relación. Lingüísticamente, el pensamiento es la “potencia o facultad de pensar” y pensar es “imaginar, considerar o discurrir, reflexionar, examinar con cuidado, una cosa para formar un dictamen, sentencia u opinión”. El pensamiento representa el “conjunto de ideas propias de una persona o de una colectividad”. Como operación intelectual (potencia o facultad de pensar), es la etapa que coordina y unifica todos los procesos mentales que hemos descrito para llegar al conocimiento de las cosas y poder expresar todo lo que ese conocimiento despierta o desarrolla en nuestra mente. Luego, conviene distinguir entre el proceso de pensar y el contenido del pensamiento, pues ambos se designan con la misma palabra. La etapa mental procesal de la formación del pensamiento sería una especie de pensamiento-proceso (proceso que lleva a la formación de pensamientos). Esta es una condición de la esencia humana que todos poseen. Sencillamente queremos expresar que todo hombre, como tal, tiene la facultad mental para pensar. El pensamiento formado como concepto o juicio, que resulta del proceso de pensar, lo hemos diferenciado como el contenido del pensamiento (pensamiento–contenido). Así, distinguimos lo que es el proceso o facultad mental para formar un pensamiento y el resultado de ese proceso o pensamiento propiamente dicho, por lo que usamos el concepto de pensamiento-proceso para lo primero y de pensamiento-contenido para lo segundo. El pensamiento es una verdadera “red de significados o sentidos” dados a las cosas y que a partir de esos sentidos llegamos a una noción completa, a la cual también relacionamos en una verdadera “red de nociones”. Una vez que se ha concretado la elaboración mental del pensamiento, el hombre está en condiciones de realizar una serie de operaciones intelectivas inteligentes: 1. reflexionar (“considerar nueva o detenidamente una cosa”); 2. hablar (“formar, articular y proferir palabras para darse a entender o comunicarse con otras personas”); 3. usar el criterio (“juicio o discernimiento que usa de normas para conocer la verdad y que a través de la crítica tiene el arte de juzgar la bondad, la verdad y la belleza de las cosas, transcendiendo a la metafísica)(usar el pensamiento crítico); 4. comunicarse a través del lenguaje hablado, escrito o gesticulado, a través de hechos y acciones y otros fenómenos. En la síntesis que antecede, vemos como la mente a través del mecanismo intelectivo o intelecto y sus principales funciones, forma el signo lingüístico y, con él, el lenguaje del hombre como verdadero instrumento de comunicación. La formación de un lenguaje adecuado y completo, lo que de algún modo puede resultar también complejo, es lo que permite una interacción entre pensamiento y lenguaje. Si bien el proceso del pensamiento permite formar los conceptos del lenguaje, luego el lenguaje contribuirá a la formación de conceptos más complejos y con ello modificará el pensamiento-contenido. Quede así en claro que primero es el pensamiento el que crea el lenguaje (esto es obvio) y después este lenguaje contribuirá, secundariamente, a mejorar el pensamiento, formando conceptos más profundos. Es una interacción o camino de doble vía. Cuando el hombre está inserto en una comunidad que ya sufrió un proceso cultural y tiene un lenguaje formado, su pensamiento creativo podrá modificar el lenguaje y la cultura en la que está inmerso. Pero para ello debe conocer previamente el manejo del lenguaje y su léxico. Cuando al hombre le falta léxico o desconoce los mismos, tiene serias fallas del lenguaje y por lo tanto no podrá formar correctamente, el contenido de sus pensamientos. Acá, la falta de lenguaje le impide pensar debidamente. Todo esto hay que meditarlo serena y completamente, porque de por sí, la complejidad de los mecanismos o facultades mentales, se suman a otra complejidad que es la formación del contenido del pensamiento humano. Pero puede ocurrir que la formación del concepto no sea la correcta por no haber utilizado un modo de pensar crítico (pensamiento crítico) y se pueden elaborar pensamientos con conclusiones parciales o erróneas. Al formarse el juicio de las cosas se pueden llegar con un pensamiento crítico englobador (pensamiento holístico, meditación profunda, pensamiento filosófico, etc.) y obtener el conocimiento certero y completo de una cosa, o bien se puede formular un juicio parcial, aspectual y no conformar un conocimiento certero o completo. El juicio parcial o aspectual es lo que lleva a la formación de la opinión, en la cual las cosas no son totalmente en sí, sino parecen ser (parecer). Es lo que consideramos como mera opinión (mera doxa de Platón), la cual puede ser falsa o parcialmente verdadera. Esto nos lleva a distinguir en un pensamiento de juicio completo (pensamiento holístico) y en un pensamiento de juicio incompleto (pensamiento aspectual). Recordemos que, también, juicio involucra “seso, cordura y asiento” pero que, además, implica el sentido de dictamen que es “opinión que se forma o emite sobre una cosa” y opinión es el “parecer que se forma de una cosa cuestionada”, “sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados” De esta forma vemos que opinión está ligada al parecer, es decir, a lo que las cosas parecen ser pero no lo son. Por esto, los griegos la llamaban la mera doxa u opinión simple. Se genera con el primer acceso a la cosa donde se ha percibido y formado concepto de las cosas sin criterio profundo, debido a que en lugar de englobar toda la cosa, se accede a ella desde un simple punto de vista que juzga un aspecto de la cosa y genera un concepto o pensamiento aspectual (como resultado de un mero proceso intelectivo por lo que le llamamos pensamiento procesal, pero que no se completa con el criterio). Este pensamiento aspectual queda sólo con la idea que la mente ha formado de las cosas con la sola percepción y definición aspectual (el aspecto de la cosa sin penetrar en su naturaleza), por lo que constituye una verdad relativa, es decir, hace referencia al aspecto que se ve de la cosa o lo que la cosa parecer (pero no es). El concepto originado en la verdad relativa es siempre contingente, es decir, que “puede suceder o no” (en términos ontológicos: “puede ser o no ser”), por lo que es un concepto sin certeza. Contrariamente, el pensamiento crítico o filosófico o metafísico es el que intenta llegar a la verdad absoluta de las cosas, lo que éstas son en sí misma, conforme a su esencia. Es el pensamiento trascendental, envolvente, englobador, propio de la inteligencia comprensiva y por lo tanto es globalizador o totalizador. Penetra en la cosa desde todos los puntos de vista para comprenderla como un todo. Este pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no puede dejar de ser lo que es) y por lo tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza (pensamiento certero). Se obtiene a través de lo que hoy se llama meditación profunda (entre otros apelativos) Algunos autores han querido definir al pensamiento crítico, el que encuentra la certeza en las cosas, como el pensamiento conceptual. Nosotros, para evitar confusiones comunes (frecuentes), hemos analizado al pensamiento desde su formación procesal hasta la obtención del contenido. Por eso hemos querido separar a concepto de otros términos como juicio, opinión, etc. y dilucidar entre el pensamiento certero o total y el pensamiento aspectual o parcial. Mientras el primero nos permite el pensamiento crítico o filosófico para el acceso más profundo a lo que las cosas son, el segundo sólo nos permite al fenómeno, sin profundizar su sentido. Todo pensamiento que se forma es un pensamiento conceptual, pues involucra el fenómeno mental de conceptualización (formación de conceptos). Pero los conceptos pueden ser certeros o erróneos y de ellos se originan juicios también certeros o erróneos. El “arte de pensar” o de “formar pensamiento certero”, siempre será una forma de filosofar sobre la realidad, buscando el máximo horizonte abarcador. Es decir, buscar la verdad, dejando que las cosas “verdadeen” por sí mismas y nosotros sólo la rodearemos para abrazarla en toda su extensión y no dejar escapar ningún modo de ser, para comprender mejor aquella esencia que nos es negada “de entrada”. Hay autores como Dodson que postulan tres etapas en el proceso de pensar, el cual, según esta teoría, comienza en el momento que se plantea un problema: la primera etapa es la presencia del problema o dificultad, de un desequilibrio en la vida de la persona. La segunda etapa consistiría en encontrar una hipótesis o idea que resuelva el problema planteado. La tercera etapa estaría dada por la conclusión o resolución del problema presentado. Esta teoría parece conducir a la conclusión de que el hombre piensa sólo cuando tiene problemas. De ahí la conclusión de algunos pensadores de que la crítica y la filosofía se ocupan también, sólo de problemas humanos. Con la descripción del pensamiento finalizamos este capítulo donde hemos querido analizar con determinada profundidad que es el intelecto, como parte de la mente de quien ya estudiamos cual era su anatomía y fisiología y cuáles eran los actos que producía, condicionando los mecanismos por el cual el hombre comprende a las cosas, establece su mundo dándoles sentido y lograr comunicar a otros todo lo que conoce, siente y crea. Estos conceptos deben ser leídos y meditados detenidamente, paso a paso, para ser comprendidos cabalmente y no inducir confusión. Nuestra intención no es un criterio académico o una pretensión filosófica profunda. Simplemente es un intento más (que contiene cosas que deben ser completadas o explicadas desde otro punto de vista) para acercarnos con mayor nitidez a nuestra naturaleza inteligente y entender porqué el hombre piensa de una forma determinada y, en algunos casos contradictoria, a pesar de que la naturaleza del hombre es una. Sintetizaremos todo el proceso del intelecto en el esquema siguiente: ente abstracción-aprehensión idea entendimiento o comprensión inteligencia signo conocimiento o gnosis signo-sentido concepto pensamiento crítico juicio filosofía pensamiento- procesal pensamiento- contenido opinión-sentencia alethea (descubrir lo que las cosas son) verdad absoluta lo necesario signo lingüístico palabra o logos comunicación mera doxa (lo que no es) verdad relativa lo contingente (expresión del pensamiento) Los principios de la Lógica Hemos considerado a la lógica como una disciplina científica que intenta estudiar la estructura del pensamiento y establecer reglas que aseguren un pensar correcto, evitando desviaciones que lo alejen de la verdad o forma auténtica de pensar. Por su naturaleza, la Lógica ha establecidos principios, en el sentido de “base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en cualquier materia”. Fatone reseña los principios más clásicos: ◊ Principio de identidad, cuyo enunciado general es “toda cosa es idéntica a sí misma”, es decir, no puede ser otra cosa. Aristóteles concebía a la identidad como un principio de entidad en el sentido de que era una unidad del ser, o sea: una cosa es una cosa. Más o menos como que: la cosa es lo que es y no puede ser otra cosa. ◊ Principio de contradicción, el que referido a una cosa puede ser enunciado como que “es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido” ◊ Principio de exclusión (tercero excluido): opera como una consecuencia lógica del principio de contradicción, puesto que algo que no puede ser verdadero y falso a la vez, si es verdadero excluye lo falso y viceversa. De igual modo se procede con las antinomias ser-no ser, afirmaciónnegación, correcto-incorrecto, etc. ◊ Principio del devenir: no es un principio propiamente dicho y surgió de los principios de contradicción y exclusión, planteado por Hegel. El principio de contradicción es claro: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Pero esto no excluye con el devenir del tiempo, o sea, con un cambio de los tiempos, lo que hoy es o no es, mañana puede ser lo contrario. Este principio, de Perogrullo, no se aplica a la esencia de las cosas, sino sólo es aplicable a la apariencia. Sería un principio aplicable únicamente a la opinión, pues aceptarlo de otro modo implicaría que no hay verdad absoluto sino que todo es relativo. Por lo tanto, no habría principios de identidad, entidad, contradicción y exclusión, razón suficiente y razón deficiente. El principio del devenir no es ontológico, sino lógico, pues sólo explica los cambios de los juicios formulados sobre las cosas, un ente o una cuestión. ◊ Principio de razón suficiente: “Todo lo que es, por alguna razón que le hace ser como es y no de otra manera”. La fuerza de este principio reside en que es ontológico y no lógico estrictamente, puesto que se refiere a lo que las cosas son y no a los juicios formulados sobre ellas. ◊ Principio de razón deficiente: es una consecuencia o corolario del principio de razón suficiente, y cuyo enunciado es: “lo que no es, no es porque no hay ninguna razón para que lo sea”. Todos estos principios son independientes, es decir, operan por sí sin que necesiten de otro apoyo. Pero esto no significa que el pensamiento no pueda tener una red de conexiones con estos principios, en forma simultánea, lo que lleva a que de algún modo puedan existir relaciones entre ellos. Los principios puros de identidad, contradicción y razón suficiente no derivan de ningún otro. Los principios que nosotros hemos separado y resaltado por su valor coadyuvante, como es el de exclusión, devenir y razón deficiente, no son puros sino derivados de los otros tres, como lo hemos señalado oportunamente. No obstante, no debemos de perder de vista que la lógica como su análoga (dialéctica) se refiere sólo al método de procesar un pensamiento coherente y sensato. No rige la evaluación personal de la realidad sino busca ordenar el modo de cómo interpretar la realidad más coherentemente y esto sobrepasa toda proposición o regla lógica o dialéctica. Si optamos por aceptar a la lógica como sinónimo de sensatez y no una mera y fría regla intelectual, naturalmente toda interpretación inteligente de la realidad debe ser lógica. Otra cosa es adaptarse a las realidades siguiendo criterios personales de intereses y conveniencias que escapan a toda lógica. Pero la existencia de esos criterios no invalida la necesidad y la esencia de la lógica en el sentido que la propongo. La creatividad: el pensamiento original El concepto de creatividad y serendepidad Entre todas las facultades del ser humano, la creatividad ha sido siempre considerada como la más misteriosa y se llegó a creer que es de origen divino o dependía de algún poder oculto, por lo que se le interpretó como una fuerza no controlada por la voluntad humana por medio de los recursos conscientes ordinarios. La creatividad se ha definido desde diversos ángulos, pero en términos generales se considera como la capacidad para realizar innovaciones valiosas a través del establecimiento de nuevas relaciones, la recombinación de las que se poseen, la adopción de medios y métodos originales, así como otros recursos. En realidad, si pensamos en términos prácticos, la creatividad es la herramienta que nos ayuda a encontrar respuestas originales, ya sea innovando las dadas a viejas preguntas o cuestiones o las descubiertas con nuevos puntos de vista sobre lo ya conocido, o bien, encontrando cuestiones nuevas o recientes. Pero referida a la obra cultural, la creatividad es la inspiración de la obra artística (pintura, escultura, danza, música, obra literaria) o la serendepidad de la obra científica. La palabra inglesa serendepity, que el español adecuó como serendepia o serendepidad fue acuñada por el británico Horace Walpole. Con ella se alude, sobre todo en investigación, a los hallazgos de respuestas a enigmas, o de documentaciones importantes, que se hacen en forma aparentemente casual. ¿Por qué “aparentemente”? Porque, una vez planteada una duda, nuestra mente sigue trabajando y de pronto reconoce lo que antes había soslayado. Esto lo hemos visto en los mecanismos de la creatividad. La creatividad no es la inteligencia en sí, sino una de las variadas formas de manifestación óptima o excelente de la inteligencia. La diferencia entre los altamente creativos y los relativamente no creativos, no reside en la inteligencia, tal cual ésta se mide en los testes de inteligencia. El individuo creativo puede diferenciarse de los demás por sus rasgos de personalidad, puesto que tiende a ser introvertido, necesita de largos períodos de soledad y parece tener poco tiempo para lo que él llama trivialidades de la vida cotidiana y de las relaciones sociales. Los creativos son enormemente intuitivos e interesados por el significado abstracto del mundo exterior, más que por su percepción sensitiva. Muestran a menudo dificultad para relacionarse con las demás personas y suelen evitar los contactos sociales. Tienen inclinación a considerar que la mayoría de la gente ordinaria es necia, así como tendencias de dominio sobre los demás, lo que les aleja de establecer relaciones humanas en un plano de igualdad. Están relativamente liberados de prejuicios y convencionalismos y no les interesa particularmente lo que sus semejantes piensen de ellos. Tienen poco respeto por las tradiciones establecidas y por la autoridad en lo referente a su campo de actividad, prefiriendo fiarse de sus propios juicios. Obtienen a menudo resultados altos en los testes de “feminidad”, lo cual indica que tienen una mayor sensibilidad y son más conscientes de sí mismos y más abiertos a la emoción y a la intuición que el hombre medio de la cultura occidental. Una característica importante de la mente creativa es la preferencia por la complejidad. A grandes rasgos, los creativos se agrupan en artistas y científicos. Las características fundamentales son las mismas en ambos grupos, pero en general el artista es más dado a expresar su inconformidad tanto en su vida como en su trabajo, que el científico. El artista informal es corriente, pero el científico anticonvencional es relativamente raro. Los músicos y científicos creativos tienden incluso, a ser más estables emocionalmente que las personas corrientes y, cuando esto no sucede así, su inestabilidad se manifiesta en forma de ansiedad, depresión, recelo social o excitabilidad, algo parecido a una neurosis plenamente desarrollada. Entre los artistas y escritores, el genio se confunde y se relaciona a menudo, con la locura. En esta categoría de personas se manifiestan con excesiva frecuencia neurosis graves, adicción a la droga y al alcohol y diversas formas de locura. No existe mucha relación entre creatividad y cociente intelectual. Es perfectamente posible ser altamente creativo y tener una inteligencia normal o poseer una gran inteligencia y carecer de capacidad creativa. A la pregunta ¿qué es la creatividad? podemos responderla con los conceptos que anteceden y con los que subsiguen. Pero denotativamente la RAE define a creatividad como la capacidad de crear o capacidad de creación”. Pero al definir el término crear la RAE lo hace en términos absolutos como es “producir algo de la nada” y, en este caso, es una cualidad propia de Dios como creador absoluto. Pero en las acepciones siguientes introduce una serie de conceptos relativos tales como “establecer, fundar, introducir por primera vez, una cosa; hacerla nacer o darle vida, en sentido figurado”. Naturalmente, el sentido figurado se refiere a la imposibilidad que tiene el hombre de crear la vida en sí, es decir, partiendo de otras moléculas distintas a las ya conocidas y que constituyen la materia viviente. El concepto más importante de esta acepción es que se hace algo por primera vez, esto es, se realiza una obra original, como lo aclara el mismo diccionario al referirse a una obra industrial, literaria, sistema filosófico, político, o subjetivamente, crear necesidades relativas, derechos, abusos, etc. Esto nos lleva al meollo de la creatividad que es la originalidad. La RAE establece que la originalidad es la “calidad de original” o la “actitud, comportamiento o acciones originales, pocos corrientes”. En cuanto a original nos dice que es lo “perteneciente o relativo al origen” y a origen lo define como “principio, nacimiento, manantial, raíz y causa de una cosa”. Como es costumbre de las denotaciones académicas, la RAE da vueltas y vueltas con un juego de palabras donde originalidad está relacionada con lo original y lo original con el origen, etc. Del juego de denotaciones podemos extraer que la originalidad sería causar o dar existencia a una cosa que sea poco común (“poco corriente”), es decir, algo singular. En otras acepciones de originalidad habla de las obras que se distinguen de lo vulgar o conocido por tener cierto carácter de novedad y ser fruto de la creación espontánea. Saliendo de lo denotativo, podemos introducirnos en lo connotativo y acá hay mayores posibilidades de referirnos a la creatividad humana, la cual puede ser interpretada como un símbolo o un milagro, según la arista desde la cual se observe un fenómeno creativo u original. Ignacio Bruno define a la creatividad humana como “la capacidad que tenemos las personas de generar o tomar decisiones que pueden estar relacionadas con cuestiones artísticas, cognitivas o mixtas”. Esta distinción de artístico y cognitivo nos ubica en lo que anteriormente dijimos que la obra creativa puede ser intelectual o científica o tener carácter cultural relacionado con las artes. Pero lo más importante que Bruno deja como tácito (pero que en realidad debe ser resaltado explícitamente) es que la toma de decisiones es la producción de la idea creativa. La capacidad básica estaría referida a la facultad de tener u originar ideas creativas, esto es, ideas nuevas, no conocidas ni comunes o vulgares. También nos dibujan mejor el perfil de la creatividad como “la generadora de ideas”. Esta generación suele ser espontánea, pero para algunos autores esa “espontaneidad” es fruto de un proceso que luego explicaremos en sus etapas principales. El mundo de hoy nos plantea un esquema muy extendido que es de competencia/exclusión. Esto significa que para sobrevivir hay que saber ser competitivo o “quedamos fuera” de toda carrera de competición. Luego, esa competitividad nos permite sobrevivir en el sistema social y para que sea fructífera debe ser original y efectiva, esto es, creativa. Por eso algunos autores catalogan a la creatividad actual como una habilidad de supervivencia Formas o “estilos” de la operabilidad mental creativa Se ha hablado de dos “estilos” mentales básicos: el convergente y el divergente: 1. El pensamiento convergente tiende a abordar los problemas de una forma lógica y a establecer relaciones convencionales. 2. El pensamiento divergente tiende a utilizar juicios ilógicos o “marginales” buscando soluciones innovadoras e inconformistas. El sistema educativo, en general, favorece el pensamiento convergente, o sea, la inteligencia no creativa, en abierto detrimento del pensamiento divergente o creativo, porque el divergente es más pasivo, tímido, no comunicativo y algo indócil a las directivas de los profesores, siguiendo generalmente sus propios impulsos. Contrariamente el convergente se adecua con facilidad al tipo de trabajo que exige el aparato académico, sin poner en tela de juicio su orientación intelectual y pedagógica. La división entre divergente creativo y convergente convencional no es del todo absoluta, ya que hay zonas grises, pues hay algunos divergentes con rasgos de convergentes y convergentes con rasgos de divergentes. Esto indicaría que si bien pueden existir diferencias innatas e inalterables en los individuos en cuanto a su creatividad, la forma de pensar de los conformistas no se debe tanto a una incapacidad para el pensamiento original, como al temor de la posibilidad de parecer una “persona extraña” al entorno social y perder así la aprobación de la sociedad, por lo que opone resistencia a fiarse de la intuición antes que de la razón. Un componente alto en la creatividad es la independencia respecto a las opiniones de los demás, razón por que un gran número de gente altamente creativa opina después que los demás o no opinan permaneciendo indiferentes frente a la opinión de los demás. Otras formas por las que puede incrementarse la creatividad, están relacionadas con los estados mentales durante los que los individuos creativos tienen generalmente sus inspiraciones. El proceso creativo es casi invariable: la mente del creador debe ser preparada previamente mediante la compilación de toda la información relevante sobre el problema que le preocupa. Habitualmente se producen intentos continuados de plantear el problema de una forma lógica, aunque evitando cuidadosamente aceptar ninguna solución convencional. Pero la respuesta en sí, la idea creativa, surge casi siempre cuando el individuo no está concentrado en el problema, sino que puede encontrarse en estado de “sueño despierto” o “ensoñación”. Los estados de monotonía que favorecen el ensimismamiento, como un viaje largo en tren u ómnibus, propician el trance creativo porque en esos estados de conciencia, las barreras del inconsciente caen y se dan rienda suelta a la imaginación y la fantasía y es precisamente del inconsciente, de donde surge la facultad para sintetizar ideas y pensamientos, más allá de los vacíos que la mente lógica es incapaz de llenar y para liberarse de la conformidad y lo convencional, liberando finalmente la creatividad de todas sus ataduras. (Rayner) Se han distinguido por lo menos, cinco grandes obstáculos que dificultan la generación de soluciones creativas: 1. 2. 3. 4. 5. la incapacidad para comprender el problema en cuestión el olvido de los elementos que lo conforman los conocimientos insuficientes en torno a éste una firme creencia en reglas incompatibles con la hipótesis correcta el miedo al fracaso En cierta forma, una persona con una inteligencia superior tiene mayores posibilidades de tener capacidades creativas, pero no siempre es así. Además, es posible que un individuo sea creativo sin ser inteligente o, incluso, que no presente rasgos sobresalientes en ninguna de las dos capacidades. En diferentes estudios se encontró que los individuos que sobresalen en inteligencia y/o creatividad, por lo general, muestran confianza en sí mismos, son sociales y parecen tener una actitud menos severa ante los errores, además de tener un buen rendimiento escolar (en el rendimiento escolar pueden haber excepciones como la de Einstein) Para Clegg y Birch, habría tres tipos de creatividad: artística, descubrimiento y humor. Estos autores estudian la creatividad desde un ángulo práctico en la época actual y estiman que es una herramienta para superar los diferentes conflictos sociales. De la creatividad artística no hay dudas y ya hemos hablado de ella. Del descubrimiento, es evidente que es una capacidad creativa para fines profesionales o laborales, por ejemplo, la del creativo de publicidad, la del industrial, la del político, etc. donde descubrir nuevas técnicas o aparatos mejora las condiciones socioeconómicas personales y de otros. En esta categoría entrarían los “inventores”, o personas descollantes de la humanidad, que han descubierto todos los aparatos tecnológicos útiles con diferentes finalidades. Por último, la creatividad del humorismo es otra capacidad del hombre de hoy para sobrellevar las penurias de las contingencias conflictivas sociales. Quizás el mejor resumen de todo este panorama de hoy del hombre creativo común, lo hace Carolina Preve. Piensa que todos poseemos capacidad creativa, lo que nos habilita a vivir plenamente, ser flexibles en los imprevistos y mantener frente a los conflictos una actitud de un espíritu alegre y lleno de vida. En esto interviene el humorismo. La creatividad no es privilegio de artistas o de unos pocos hombres sino de cualquier individuo que se atreva a superar los condicionamientos sociales y familiares, los distintos temores personales, autocensura y baja autoestima que bloquean la capacidad personal creativa. Sostiene: “más allá de las creencias, nosotros no creamos: recibimos del Universo ‘información nueva’ a través de nuestra intuición. Si cuando aparecen estos datos, que por ser creativos son nuevos y diferentes a lo que la sociedad conoce, la persona los desecha por no poder sostenerlos, se pierden. Cada uno de nosotros nace con una misión en la vida. Es inútil que aquel que nació para ser pintor se esfuerce en ser doctor, del mismo modo que no sirve que el que está destinado a ser ingeniero o cantante. Las cosas no van a salir y vamos a echarle la culpa a la suerte. La creatividad se estimula fomentando la conexión con nuestro interior, con nuestra propia esencia” Pensamiento, inteligencia y creatividad Antes de terminar, es necesario dilucidar definitivamente que pensamiento e inteligencia no es lo mismo, puesto que el pensamiento es un eslabón de los mecanismos intelectuales, probablemente el último, que permite a la inteligencia manifestarse. Pensamiento, juicio, raciocinio, conceptuación, son parte de los mecanismos de expresión de la inteligencia, la cual, sin dudas, es mucho más que todos esos mecanismos y por lo tanto no son abarcables en toda su dimensión por el pensamiento. Asimismo, los tipos o clases de inteligencia propuestos por diferentes autores (Guilford, Gardner, Piaget, Goleman, etc.), no son “inteligencias” separadas sino formas o modos de expresión de una sola, única y misma inteligencia. Es evidente, como ya lo resaltamos, que para definir a la inteligencia cada investigador o autor toma un determinado punto de vista y con él emite su concepción del significado de inteligencia. Otros autores prefieren describir los actos de la inteligencia y por eso determinan que la inteligencia es todo un proceso en el cual intervienen diferentes y diversas capacidades, siendo así la inteligencia “una interrelación de un conjunto de capacidades del individuo, determinadas por las características biológicas, los procesos psicológicos, el entorno social y la conducta personal”. En este criterio, esas capacidades no se dan en bloque y simultáneamente sino que se adquieren gradualmente a medida que cada individuo asimila, retiene, aplica y modifica sus experiencias y sensaciones, con el fin de guiarse y poder adaptarse al medio en que le toca vivir. No obstante, a pesar de tantos intentos de definir a la inteligencia, todos los expertos han convenido en aceptar habilidades generales, comunes a la mayoría de las personas, tales como: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. resolver problemas habilidad verbal destreza para manejar símbolos lingüísticos capacidad de análisis y síntesis capacidad de aprendizaje poder de adaptación habilidad para alcanzar metas escogidas racionalmente Cuando estas habilidades son empleadas en forma original o distinta a otros y se obtiene resultados efectivos, esto es parte del pensamiento creativo. El funcionamiento de nuestro pensamiento oscila constantemente entre dos polos: el pensamiento realista y el pensamiento imaginativo. El pensamiento realista es el que sigue las reglas de la lógica y está adaptado a la realidad exterior en que el hombre vive. El pensamiento imaginativo es más difícil de definir, dado que la palabra imaginación se emplea en tres sentidos: como imaginación práctica: un individuo que tiene imaginación para resolver un problema en forma original una imaginación lingüística o verbal : la imaginación que califica la originalidad de los medios con que un individuo se expresa a través de la palabra para producir el efecto que busca en quien ha dirigido su mensaje lingüístico o verbal una imaginación creadora que es la capacidad o facultad de combinar imágenes en conjunto o en sucesiones que imitan los hechos de la Naturaleza, pero que no representan nada real ni existente (definición aristotélica). Estos conceptos convierten a la imaginación en una capacidad para utilizar las representaciones de la realidad, sustituyendo a las percepciones sensoriales por los elementos formados en el pensamiento. La imaginación resulta así un término medio entre el pensamiento lógico y el pensamiento sumergido en el mundo interior (casi autismo) Nosotros, en general y en coincidencia con algunos psicólogos, hablaremos de imaginación creadora cuando un sujeto, situado frente a un problema, descubre una solución original. Dicho de otra forma: frente a viejos problemas encuentra nuevos enfoques o soluciones y esto es la creatividad. Para ello es necesario que la imaginación creadora rompa los moldes de la rutina o hábitos de pensamiento y para esto necesita de una cualidad importante o básica: la flexibilidad. Sólo un pensamiento flexible crea. El pensamiento rígido mantiene el “statu quo” (“siempre lo mismo”). La flexibilidad es la adaptabilidad del individuo a situaciones nuevas. El pensamiento creativo tiene cuatro etapas: 1. 2. 3. 4. Preparación Incubación Inspiración Verificación. La preparación es una larga fase de adquisición de conocimientos. Este primer paso ayuda a tener en claro un problema que se busca resolver, la obra que se desea materializar, etc. El acto de formular una pregunta y encontrar una respuesta fruto de una libre imaginación. Las fuentes de información pueden ser preexistentes como revistas, libros, Internet, obras artísticas conocidas, etc. La incubación es un proceso de maduración de los datos de la información recogida. La organización de los elementos adquiridos, tanto en forma consciente como inconsciente. La inspiración es el descubrimiento inconsciente, súbito, de una solución y puede llegar en medio de una meditación, de un sueño e, incluso, en plena dispersión mental. Es un conocimiento intuitivo, inconsciente, que bruscamente se hace consciente o inteligible y “aparece” milagrosamente con la solución. Es un poco dejar volar con libertad del pensamiento para que pueda sortear todas las restricciones posibles, sobre todo el temor al ridículo o al fracaso y asociar libremente varias ideas. El barajar varias ideas simultáneas es el método del término inglés brainstorm o brainstorming (en EE.UU. es brainwave = idea luminosa, gran idea), vulgarmente conocido como “lluvia de ideas”. La verificación es la comprobación que se hace de si la creación inspirada se adecua o no a la realidad, es decir, si es en verdad una solución al problema y no una mera ilusión. Para esto debe materializarse en forma oral (conversación, grabación, audiovisual), escrita o mediante diagramas apropiados. Para Goleman la preparación “es el momento en que te sumerges en el problema, en busca de cualquier información que pueda resultar relevante” “La idea consiste en reunir una amplia gama de datos, de modo que elementos insólitos e improbables puedan comenzar a encajar una con otra. En esta etapa es de crucial importancia ser receptivo, poder escuchar abiertamente y bien”. Incluye en esta etapa a la frustración que surge en el momento en que la mente que busca una solución alcanza el límite de sus habilidades y no avanza. Es un “devanarse los sesos” sin solución aparente. Es la etapa previa a que aparezca el gran salto hacia delante. Es la inevitable “oscuridad antes del amanecer”. En cuanto a la incubación es el período en que “se consulta con la almohada”, pues es el momento en que el inconsciente es más fértil para las iluminaciones creativas que el consciente, porque en el inconsciente no existen juicios de autocensura y ahí las ideas se recombinan libremente dando asociaciones impredecibles que llevan a esquemas nuevos con “promiscua fluidez”. Es rico en imágenes y sentimientos que nos llevan a la intuición o “corazonada”, de forma tal que “cuando confiamos en nuestra intuición, en verdad recurrimos a la sabiduría del inconsciente”. Es la etapa del “soñar despiertos”. En referencia a la inspiración, Goleman la llama “iluminación”, porque “la inmersión y el soñar despierto llevan a la iluminación, cuando de repente se te ocurre la respuesta como salida de la nada”. Empero, el autor considera que el pensamiento solo, a pesar de ser un “hallazgo revelador”, no constituye aun el acto creativo, hasta que no se traduce en acción y, es ahí, donde comienza la verificación. Es lo que luego otro autor propone como “toma de decisiones” como luego veremos. Barylko reconoce que la originalidad creativa es un des-viarse lo que quiere decir salirse o alejarse de la única y excelente y buena vía. Pero este concepto de “buena vía” no es tan claro por lo que debe considerarse, como mejor, que des-viarse es “ensayar otras vías” y éste sería el método operativo de la creatividad y equivaldría a la “obra abierta” propuesta por Humberto Eco. En cambio, Arthur Koestler opina que “la originalidad creativa siempre implica un desaprendizaje y un reaprendizaje, un deshacer y un rehacer. Implica la ruptura de estructuras mentales petrificadas, deshacerse de matrices que han perdido su utilidad, recomponiendo otras hasta formar nuevas síntesis. En otras palabras, se trata de una operación muy compleja de disociación y bisociación en la que participan varios niveles de jerarquía mental”. Partiendo de éste y otros conceptos, Barylko concluye que habría dos tipos de pensamientos: 1. 2. pensamiento vertical pensamiento lateral El pensamiento vertical comienza como pensamiento auténtico pero luego va decayendo en una especie de red que teje su propia rutina de forma tal que se vuelve automático y se expresa como hábito reflejo, lo que equivale, prácticamente, a no pensar. Las ideas preformadas por este pensamiento son un verdadero cliché de fórmula de algo que alguna pasó por la criba de la mente y de la reflexión, pero que después se convirtió en un mero mecanismo iterativo o repetitivo (una interpretación de lo llamado fetiche) Una vez que se llega a una conclusión, una convicción, una idea, una fe, una creencia, se deja de analizar si es viable o actualizada y se sigue aferrado al esquema formado sin cuestionarse su validez o su inteligibilidad. Esto es lo que Koestler llama “estructuras mentales petrificadas” y que Barylko describe “el osificado por la rutina”. Es un pensamiento que se clava en un punto y se queda ahí persistiendo sin reformarse ni renovarse. Es un pensamiento fijo e inmóvil y que no se des-vía. Está colocado en un riel sin ramales y siempre con un mismo destino o fin. Es el pensamiento que deja de ejercitar la búsqueda curiosa o que se niega a encarar otros aspectos o puntos de vista porque cree que el suyo es el mejor o es el que abarca todo otro concepto, o que no hay otro concepto fuera del que ese pensamiento postula (fundamentalismo). Usa los caminos trillados que son en cierta medida cómodos y confortables y que por ser archiconocidos se presentan como verdad absoluta, lo que da la convicción de que al expresarse con frases trilladas, el pensamiento que se manifiesta tiene autoridad en sí y lleva a su autor a decir con un grado de suficiencia: “yo pienso” y a continuación habla ex-cáthedra. Opuestamente, el pensamiento lateral, propuesto por De Bono, es un pensamiento, en el concepto de Unamuno, vagabundo porque se atreve a vagar, a des-viarse, a des-prenderse de tanto saber acumulado en forma rutinaria (que se suele expresar por “frases hechas” sin mayor análisis de lo expresado y que se cree totalmente válido porque “todo el mundo piensa igual”). Cuando uno se vacía de lo rutinario y comienza a buscar nuevas formas de expresión, esto es pensar realmente y usar una facultad cuya función permanente es descubrir lo que las cosas son, es decir, comprender los conceptos e ideas que se forman y confrontarlas con la realidad para saber si se está patentizando, realmente, lo que las cosas son (es decir, si se revela la verdad). Por eso, el pensamiento lateral es irse a un costado o lado de la vía. Va hacia otro lado distinto de la vía común, rutinaria y fosilizada. Se desvía al costado de “lo ya sabido y consabido”. Esto quiere decir que no se opone a lo ya sabido, sino simplemente se desvía de ese preconocimiento para intentar un nuevo enfoque de “lo ya sabido” y ver si encuentra un distinto punto de vista. De esta forma, el pensamiento vertical se construye sobre la base irracional del empecinamiento intelectual y de la incapacidad de movilizar el entendimiento para ensayar otra dimensión reflexiva. El pensamiento lateral, precisamente, es el desvío a un costado para agilizar el entendimiento e ir a otra dimensión reflexiva por una meditación más contemplativa y profunda, que permita llegar a lo que las cosas son realmente, esto es, lo que significan en un momento dado en una realidad determinada. Mientras el pensamiento vertical es un monólogo que repite todo “de memoria”, siempre con la misma visión del mundo y la realidad, el pensamiento lateral es un pensar con diálogo, porque “crear es confrontarse con otras creaciones”. Es pensar frente a lo ya conocido y es un emprender nuevos caminos para “recorrer lo finito en todas las direcciones” mientras se intenta conocer o llegar de algún modo a lo infinito (Cassirer) Pero también es compartir ideas con otros para repasar las convenciones, los signos y símbolos conocidos y aceptados, el lenguaje usado y las ideas en general, para chequear su validez o su anacronía. Del diálogo fecundo y abierto, es otra forma de la creación humana, pues muchas nuevas ideas nacen del análisis y síntesis de otras conocidas y compartidas. Por eso, repito, ser creativo, de algún modo, no es nada más que encontrar nuevos puntos de vistas a viejas cosas archiconocidas. La creatividad puede adquirirse por la ejercitación Dado que la creatividad no sólo sirve para la cultura o la ciencia sino también para resolver satisfactoriamente las distintas cuestiones cotidianas, las que se nos presentan día a día, Epstein aconseja practicar desde niños algunos ejercicios para aumentar la creatividad, facultad que, según este autor, todos poseemos y podemos incrementar. Los ejercicios de Epstein son: ¬ Aprender a reconocer y atrapar las ideas creativas: las ideas originales o creativas pasan por nuestra mente en forma fugaz. Al momento de reconocerlas debemos fijarlas por escrito, porque de otro modo, con el paso de las horas se diluyen y se pierden para siempre. Sólo cultivando la imaginación, como hacen los creadores de la ciencia y del arte, se aprende a identificar y retener toda idea nueva que reconozcamos en nuestra cabeza. Se ha dicho que uno de los mejores momentos en que aparecen estas ideas nuevas es el momento que transcurre antes de hundirnos en el sueño profundo. De ahí el aforismo “consulte con su almohada”. Otras personas se inspiran en cualquier momento y circunstancia y a determinadas horas del día (ya sea en la cama, en la bañera o en un autobús) Una forma práctica de retener las ideas intuitivas o creativas es llevar siempre un cuaderno de notas. ¬ Técnica para favorecer el pensamiento creativo: hay que relajarse bien, cerrar los ojos y dejar que la mente divague a sus anchas por espacio de algunos minutos. Para esto deben fluir libremente los pensamientos sin dirigirlos voluntariamente. Con tiempo suficiente y sin distracciones, todo el mundo ve, oye o percibe cosas imposibles de experimentar en la tensionante realidad cotidiana (rutina y cotidianidad). La afluencia de ideas creativas es más fácil cuando se tiene un entrenamiento especial a través del ejercicio de una actividad determinada que necesita de la creatividad como ocurre con las ciencias y el arte. ¬ Aprender a afrontar desafíos: una forma de conseguir o incrementar el flujo de ideas creativas, es colocándose en situaciones difíciles de las cuales se tengan pocas probabilidades de salir airoso. Aunque no se llegue a crear algo, el fracaso puede ser un manantial de creatividad si se utiliza adecuadamente. El fracaso trae frustración y si esa frustración no nos anula se pueda usar para ensayar comportamientos distintos a los empleados en la situación de fracaso (ensayo de conductas, actitudes y comportamientos variados). Cuando las ideas se enfrentan y compiten en nuestra mente, esto intensifica el proceso creativo. Otra forma de incrementar la creatividad es estudiando los llamados “problemas sin solución” (hacerse millonario en una semana, evitar la vejez, mejorar el clima, etc.) ¬ Adquirir nuevos y mayores conocimientos: cuantos más conocimientos se adquieran, tanto mayor será la capacidad creativa. Generalmente los creadores son los que poseen conocimientos variados que adquieren leyendo o estudiando los temas que desconocen y, a veces, de los que ni quisieran saber. Conviene leer libros de historia, psicología, filosofía. Escuchar programas de radio instructivos o programas educativos de televisión (Discovery, Infinito, etc.) ¬ Variar el entorno habitual: Teniendo estímulos ambientales variados y renovados diariamente es otra forma de aumentar la creatividad y de producir, también, ideas variadas y cambiantes. El modo de relacionarse con los demás crea un entorno estimulante para la creatividad. En este sentido, alternar en grupos oscilantes (que comprendan alternativamente reuniones de pocas y muchas personas) incitan la imaginación. Colocar en nuestro ambiente familiar y laboral elementos estimulantes visuales o auditivos también ayuda (la música y los colores variados y mezclados inducen sensaciones placenteras y creativas) Es importante recordar sobre el significado de la vida y la creatividad, lo que agrega Paulo Coelho: “Creo que los hombres perdimos el sentido mágico de la vida, el hecho de que la realidad es algo más que lo que podemos ver y tocar. La magia es un lenguaje simbólico pero muy empobrecido por la interpretación que hacen de ella. Todo es mágico. Pero una cosa es entenderlo y otra explicarlo. ¿Alguien puede decir qué es el amor...? Nadie. Y el amor es un sentimiento mágico de la vida. Entre las personas hay, por ejemplo, emociones que puede interferir mucho más que los hechos concretos. El hombre quiere crear un universo manejable y predecible, pero en el fondo siempre luchó contra esa tendencia a reducir la vida a lo material. Todos poseemos un potencial creativo que se puede aplicar a un libro, a la música, a la edición de una revista, a la creación de un software o a la jardinería. La creatividad es un don de las personas. La gente empobrece la vida cuando tiene miedo a usar su creatividad, porque la creatividad implica asumir la responsabilidad de lo que hacemos. Algunas veces esta capacidad me asusta y, en otros momentos, me ha traído problemas. Pero, gracias a Dios, se continúa manifestando. La espiritualidad es un camino personal que no tiene nada que ver con la religión formal. Es enfocar la vida en la comunión con Dios. No se trata de convertirse en una persona mejor, no es un proceso acumulativo de dejar vicios y sumar cualidades. La trascendencia es poder cambiar la forma sin modificar la esencia. Es entender que su identidad continúa, pero que usted es otra persona cuando trasciende sus limitaciones. Es una conciencia de la propia dignidad, de ser parte de la creación y de que uno merece lo mejor, pero sobre todo, de que puede estar en comunión con Dios. Eso le da a uno la sensación de la propia vida tiene sentido”. Las estructuras intelectuales dependen también de una infraestructura física o anatomofisiológica. Brusco cree que estas diferencias físicas son las que no permiten que todos los seres humanos sean genios creativos, como los grandes creativos que la historia ha registrado en todas las actividades humanas. Este investigador resalta que la primera cuestión sería el grado de desarrollo de los distintos aspectos del funcionamiento cerebral que intervienen en el proceso. Existen muchas regiones neuronales cerebrales que intervienen en la generación de las ideas, pero básicamente, dichas ideas son patrimonio del lóbulo frontal y del sector prefrontal. Esta zona cerebral es la última en formarse a nivel filoontogenético, referido a la historia de la evolución y a la evolución personal de cada individuo. El desarrollo total de la zona cortical y precortical se completa en la adultez que es cuando se manifiestan los aspectos de la toma de decisiones, los criterios culturales y sociales y las capacidades de abstracción y atención. Todos estos son elementos fundamentales al proceso creativo. No obstante, hay excepciones en determinados individuos que pueden alcanzar desarrollo privilegiado en edades cortas y son los que se conocen como “niños genios” Estas zonas se desarrollan según cada talento personal, pues, no es lo mismo un talento racional, intelectivo que un talento artístico y, aún dentro de lo artístico, hay diferencias entre un pintor, un músico y un bailarín o un cantante. Unos utilizarán más el hemisferio izquierdo, otros el derecho. A esta base anatómica hay que agregar lo que explicamos de la inteligencia o facultades mentales y entre ellas, además de la inteligencia, se destaca la emoción. Ambas intervienen en toda creatividad. En este caso, describe Brusco, funciona el sistema límbico en lo emocional (el sistema límbico está relacionado con los instintos básicos de las cuatro “c”: comer, combatir, correr y copular). Esto permite: con el impulso del hambre llenar la necesidad de la alimentación; con el combatir, luchar; con el correr, provocar la huída. Tanto con el luchar o el correr podemos enfrentar los conflictos elementales del medio o ambiente. La copulación permite la función sexual reproductiva como instinto de reproducción, para mantener la perpetuación de la especie. En el criterio de Brusco, cada persona debe manejar su inteligencia y su emoción para desarrollarlas con sentido creativo y acá juega, además del talento personal (tendencia y forma de las ideas) a la concreción de una obra creativa (toma de decisiones). Así como el desarrollo de estas zonas cerebrales ayudan a la creatividad, el deterioro de las mismas anula dicha creatividad. Esto es lo que llevó a Brusco a postular la tesis de “las cuestiones físicas que determinan el grado de creatividad”. Inteligencia y creatividad Obviamente, para ser creativo hay que saber usar la inteligencia. Pero esto origina algún grado de confusión entre los conceptos de creatividad e inteligencia. Si bien la creatividad, como la inteligencia, admite varias definiciones, las más lógicas son las que asocian, en términos generales, a la creatividad con la “capacidad de realizar innovaciones valiosas” las que se consiguen realizando nuevas relaciones o combinando entre sí las que ya se conocen o adoptando medios y métodos originales o bien, utilizando otros recursos cuyos resultados sea “lo nuevo”, “lo original”, “lo fuera de lo común”. Generalmente, toda persona que tiene un vasto repertorio que abarquen conceptos, esquemas, imágenes y pueda formular reglas útiles, eficaces e interesantes, es la considerada como “inteligente”, pero sólo se considera “creativa” a la que emplea ese repertorio en forma original y constructiva. Nosotros ya hemos definido a la creatividad como la que suele encontrar nuevas soluciones a viejos problemas. Esto significa que una idea creativa deriva siempre de un conjunto previo de explicaciones y soluciones conocidas para un problema determinado, de ahí que toda idea creativa tenga algún tipo de relación con las supuestas soluciones dadas con anterioridad a lo que se considera problema o conflicto. En gran medida, también, muchas de las “soluciones originales” dependen, además de la creatividad personal, de las circunstancias personales. Diversos investigadores han coincidido en que, básicamente, los impedimentos para encontrar soluciones creativas serían: incapacidad de comprensión del problema planteado no recordar o conocer (conocimientos insuficientes) algunos de los elementos del problema creer que hay normas incompatibles con la supuesta hipótesis correcta tener miedo a fracasar Contrariamente, los que han podido manifestar con inteligencia y creatividad generalmente: 1. tienen confianza en sí mismos 2. son sociables con gran capacidad de relaciones interpersonales 3. admiten sus errores con menos severidad (tolerancia al fracaso) 4. tienen un rendimiento intelectivo o racional bueno que puede expresarse o no en un rendimiento escolar aceptable La experiencia ha demostrado varias posibilidades: 1. 2. 3. individuos muy inteligentes que no son creativos individuos escasamente inteligentes pero muy creativos individuos sin rasgos de inteligencia ni de creatividad La creatividad como patrimonio humano Es admitido que la creatividad es intrínseca a todo ser humano. La diferencia entre creativos y no creativos surge por diferentes circunstancias por las cuales muchos no tengan oportunidad de saber que son creativos o despertar su creatividad personal o conocerla en los demás (falta de percepción de la creatividad). Partiendo de la premisa que la creatividad es una facultad (que se manifiesta como capacidad para crear algo, aptitud de descubrimiento de cosas, posibilidad de ser imaginativo y dar forma a lo desconocido o inédito) es posible que todo ser humano puede encontrarla y desarrollarla, pues de ella depende el progreso personal y de la humanidad. La creatividad puede ser encontrada por sí mismo o advertida por otros. También es posible que haya padres que se preocupen por entrenar a sus hijos para que sean creativos. Los expertos han corroborado que cuando se otorga la atención debida a la creatividad, permite que la misma influya con acciones transcendentales en el desarrollo de cada persona, de la comunidad y de la raza humana, además, imprime un matiz muy especial a todas las experiencias vitales o existenciales, permitiendo un proyecto existencial personal más auténtico y renovador. Cuando un niño o un adulto hallan una veta creativa mediante el dominio natural de una cierta habilidad, por regla general tratan de darle un toque personal, un sello individual. El estímulo que reciba por sus aciertos o el descarte de fracasos, incitará más a improvisar con mayor frecuencia, alejándose de los patrones estereotipados que conocen o se les intenta enseñar. Esta característica hace que muchos docentes y padres consideren a niños y jóvenes como “rebeldes”, en lugar de percibir su creatividad. Por las bondades de la creatividad humana, es un imperativo personal y social tratar por todos los medios de buscar la vena creativa y educar para desarrollarla, a fin de que el ser humano mantenga permanentemente el deseo de contactar su esencia como fenómeno único en el universo, sea un curioso eterno por lo que le rodea y su propio interior, y mantenga incólume su necesidad insoslayable de aprender para conocer y ser sabio. Pero, por sobre todo, no pierda el anhelo o deseo de hacer cosas mediante experiencias cotidianas que tiendan siempre a ser nuevas y originales, o sea, que no pierda el espíritu de la innovación. Para esto debe la sociedad y la familia tratar de educar a sus niños para darle todas las oportunidades, apenas nacen, de comenzar a ser creativos. El desarrollo de la creatividad exige que la gente aprenda a no sentir que llega a extremos insalvables, como una especie de punto final tras del cual ya no hay más posibilidades. El culmende las posibilidades sólo es la muerte (esto es así en el esquema existencial, pero debiera ser aceptado por todos para comprender que mientras se vive nunca se acaban las posibilidades). Si un hombre considera que “no tiene más posibilidades” cae en la desesperanza y es ahí cuando pierde su capacidad de ser creativo, seguir creciendo y aprendiendo todo lo bueno, útil y eficaz. Jamás una persona debe renunciar a la curiosidad por sí y por el mundo. Debe sentir el apremio acuciante de buscar nuevos horizontes (ser abarcador en la concepción existencialista de Jaspers). Para esto debe saber y aprender que no está compitiendo con otros ni con el medio, sino consigo. Cada día debe intentar superarse a sí mismo y no a otros. No importa cuánta supuesta delantera le lleven otros o el mundo o “su mundo”. Importa cuánto él pueda hacer para ser mejor y más creativo. Ésta es una condición “sin la cual” no es posible llegar a vivir originalmente y sin tener que adaptarse a moldes que le impiden desarrollarse o crecer. La creatividad, como lucha por sí mismo, es el arma que le permitirá salir de todo pozo y elevarse a lo trascendente, cualquiera sea su situación personal y social. Para esto debe poseer la plena convicción íntima de que debe estar dispuesto a crecer permanentemente y alojar en su mente y en su corazón el sentimiento profundo de que vivir y desarrollarse nunca terminan en el transcurso de su existencia. Siempre debe estar disponible para levantarse en cada tropezón y buscar y aprender a hacer mejor las cosas tanto en el presente como en el futuro, con su sello personal, aunque éste no sea del agrado de otros ni reconocido por los que le rodean. La condición es que su conducta sea una fuente de satisfacción y de obras efectivas. Y, lo más importante, es que puede ser un creador en el trabajo, en la ciencia, en un oficio, en el arte en todas sus expresiones, en lo religioso o en lo comunitario. Basta que se lo proponga y aprenda a vivir y a negociar con su entorno y el mundo. Que tenga siempre la ambición de tomar decisiones para buscar soluciones y, lo primordial, que éstas sean únicas. La inteligencia artificial como obra e instrumento de creatividad Ya hemos citado a John McCarthy, y sus conceptos por el avance de la tecnología en la construcción de “aparatos inteligentes” que remedan a la inteligencia humana y que, incluso, en algunos aspectos operativos parece superarla, quien formuló el concepto sobre lo que denominó la inteligencia artificial. Pero, en esta cuestión hay que saber discernir que todo aparato tecnológico inteligente es obra de la inteligencia humana y como criatura humana no es posible pensar, de ninguna manera, que hay una inteligencia en el aparato que puede igualar o superar a la inteligencia humana. La aparente superioridad intelectual de la artificialidad no es nada más que la suma del saber humano computado y ordenado mecánicamente y las posibilidades mecánicas de utilizar ese saber da más eficiencia que la que puede obtenerse de un mecanismo intelectual natural, pero estas condiciones de mejor precisión y eficiencia, no dan carácter de superioridad de la máquina sobre el hombre. Simplemente un aparato no tiene las limitaciones naturales del órgano humano y eso lo hace más eficiente, pero nunca más “inteligente”. La conclusión lógica frente al fenómeno de la llamada “inteligencia artificial” es que en los programas informáticos se han resumido muchos tipos de inteligencia operativa, que cada investigador aporta en la confección de esos programas informáticos. Esto conlleva que esos programas parezcan formidables para la resolución de complejos problemas, generalmente, de naturaleza técnica. Pero hasta ahí llega esa “inteligencia artificial” y no puede alcanzar un estatus de autocreación o creación propia genuina. Todo lo que contiene está puesto con anterioridad por la mente humana. Debido a esa circunstancia, es poco probable que un programa informático pueda crear un sistema filosófico por sí mismo, al menos en las actuales circunstancias. No obstante, las posibilidades operacionales de la inteligencia artificial dan al hombre una herramienta formidable para cooperar con su creatividad. La creatividad humana es una cuestión de actitud. Osho afirma que “la creatividad es la mayor rebelión que hay en la existencia” pues el hombre para crear, tiene que liberarse de todos los condicionamientos que pueda tener. Debe soltar las trabas y todo tipo de obstrucción o atadura y dejar libre a su imaginación para idear cosas originales. Prevé refuerza el pensamiento de Osho y considera que hay muchas herramientas para manifestar la fuerza creativa. Una de ellas es ponerse a escribir en forma espontánea las ideas que acuden a nuestra mente en el estado creativo. Para esto es necesario no obsesionarse en pensar, pues la creatividad no es enteramente racional. Una de las condiciones es “meter menos la cabeza”, máxime cuando esa cabeza está llena de pensamientos e ideas estereotipadas de las que nos llena toda la intoxicación informadora e informática que recibimos diariamente a través de todos los medios. Vaciarnos de ideas preformadas es uno de los caminos para liberar nuestra mente. Esta actitud liberadora de prejuicios es una de las tantas que debemos adoptar para entrar plenamente en la actitud creativa. En la actitud creativa es fundamental el pensamiento intuitivo. El pensamiento intuitivo Tanto al tratar la creatividad como los fenómenos inexplorados de la mente, hemos hecho referencia al pensamiento intuitivo o intuición. La intuición es la “percepción íntima o instantánea de una idea o una verdad, tal como si la tuviera a la vista”, esto es, una idea aceptada con la misma convicción que la que surge de la percepción sensorial. También la intuición es la “facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin razonamiento” previo o evidente. Por lo tanto, la intuición es algo que parece estar fuera de los sentidos y la razón, es decir, no es algo abarcado por la conciencia, lo que genera la sensación de que es algo inconsciente que bruscamente se hace consciente. La intuición pertenece a un grupo de reacciones cerebrales que están íntimamente relacionadas con la religión, el arte, los sentimientos y afectos amorosos, las inspiraciones científicas y estos fenómenos se conocen como misticismo, inspiración, éxtasis, fantasía, pensamiento mágico, fe y creencias. Generalmente se dice que la mujer es más intuitiva que el hombre. Tal como se define, la intuición es una capacidad magnífica que permite antelar la solución de un problema, adquirir un conocimiento o alcanzar una idea creativa, sin el esfuerzo del razonamiento escalonado o meditado sobre un hecho. Operaría como una forma de pensar más rápida, muy eficiente y de menor esfuerzo. Obviamente, la intuición no es un patrimonio común a todos, en forma cuantitativa. No todos poseen la misma cantidad o grado de intuición, sino que es tenida en formas muy diferentes. Incluso en algunos individuos hay diferencia de calidad en sus intuiciones. Pero si existe la voluntad y la concentración suficiente y eficiente es posible alcanzar un cierto entrenamiento de la intuición, salvo en las situaciones de alta emotividad en que ésta pueda surgir en forma espontánea. La intuición es lo que vulgarmente se llama “corazonada” (lo la cual ya hemos hablado) o “pálpito” y en opinión de muchos autores bien podría ser el mejor recurso del cerebro, a tal punto que podría considerarse el sexto sentido o el “tercer ojo” (o el séptimo ya que se postula para sexto sentido, también, al sentido común). Un autor e investigador de la intuición, Gary Klein, la define como uno de los poderes perceptivos ocultos que nos permiten “ver lo invisible”. Para Klein, las intuiciones son chispazos misteriosos que solemos denominar como corazonadas, presagios, instinto animal y, últimamente, percepción extrasensorial y sexto sentido, pero remarca que algunos investigadores tienen a lo llamado intuición como un simple mecanismo de suposiciones, que cuando tiene algún acierto errático se debe, sin dudas, a una mera suerte o coincidencia o “casualidades”. Nosotros ya hemos rebatido estos conceptos. Mecanismos probables de la intuición Nos hemos referido a que la intuición escapa a las características de los mecanismos conscientes y que se presenta en forma inconsciente, esto es, que nace inconscientemente y sólo se percibe cuando llega a la conciencia y nos induce a pensar o a actuar de un modo determinado y no razonado. Klein estima que la intuición es un procesamiento subconsciente de recuerdos e indicios físicos que se daría en dos pasos: 1º. En el momento en que se está actuando se repasan rápidamente los recuerdos en busca de un patrón conocido de conducta que sirva de guía 2º. Mientras esto ocurre y tratamos de poner en práctica una conducta que dio resultado en una experiencia anterior similar, nuestro inconsciente permanece atento a cualquier factor extraño e inesperado, a fin de identificar reacciones emocionales o físicas, propias y ajenas, hasta encontrar algo que despierta una idea o impulso súbito y que nos lleva a una conducta de alguna manera refleja, inducida por reflejos, más que por la razón y la conciencia El concepto de Klein ilustra sobre que la intuición no es una simple adivinanza de algo, que surge al azar y totalmente desconectada de todo otro factor o influencia. Es un proceso cerebral o facultad mental que opera a través de determinadas señales o patrones. Se presenta en forma súbita y fuera de la razón o conciencia, lo que la hace parecer como una cuestión de un momento, sin conexión con otros antecedentes, pero no es tan así. Por esta razón, del estudio Klein surge que los mensajes sub o inconscientes que nos envía el cuerpo propio o ajeno, es uno de los factores que interviene en la intuición y, por lo tanto, hay que estar pendientes de ellos y prestarles atención cuando se presentan, aunque no sean comprendidos claramente en su significado. Basta que algo nos llame la atención y nos haga pensar que algo no anda bien o no es normal, para que nuestro subconsciente nos lleve a la actividad intuitiva. Lo que la razón y la conciencia no nos aclaran, lo hace el subconsciente mediante la intuición. Los fenómenos observados por Klein fueron confirmados por el estudio Iowaque pudo establecer una cierta “inteligencia corporal” por la cual el cuerpo humano determina conductas intuitivas que nos avisan del peligro por medio de determinadas sensaciones físicas, que pueden manifestarse a través de la piel u otros órganos reactivos frente a impulsos o estímulos intuitivos. En el grupo estudiado en Iowa, algunos de los participantes de las experiencias tenían lesiones en la corteza prefrontal del cerebro y ninguno de ellos presentó reacciones intuitivas. Esto llevó al grupo investigador a pensar que en dicha región anatómica se procesa y origina el “conocimiento intuitivo” y se explicaría, del mismo modo que en el estrés u otras reacciones de alarma, cómo el cerebro participa a través de determinados centros y descarga de neurotransmisores en una conexión infinita de redes neuronales para evitar o enfrentar situaciones emergentes. Por estas observaciones, ahora ya se sabe que la intuición no es totalmente algo desconectado del cuerpo sino que es uno de los tantos mecanismos de acción y conducta que el mismo posee, ya sea para salvar situaciones de emergencia como para resolver algunas cuestiones o problemas, o percibir lo que ocurre en nuestra realidad. Cualquiera sea el concepto de intuición esta clarividencia que parece surgir de la nada, hasta ahora tiene mecanismos desconocidos e intrigantes más sospechados que conocidos fehacientemente. Malcom Westcott estudió diferentes grupos para averiguar porqué algunas personas entendían más rápidamente que otros y encontró en los grupos intuitivos que, probablemente, para obtener respuestas correctas los integrantes de esos grupos combinaron la información proporcionada por Westcott con fragmentos de conocimiento sacados de su propia experiencia y de ahí dedujo que todo ocurre en la intuición como que su componente clave es el conocimiento y la experiencia que cada uno de nosotros lleva dentro. Con estas observaciones Westcott concluye que intuición “es la capacidad de llegar a conclusiones acertadas, rápidamente, a partir de información limitada, basada en el conocimiento y experiencias previos que cada uno lleva dentro”. Esto confirma lo investigado por Klein. Herbert Simon que comparte la opinión de Westcott y afirma que “en lugar de seguir conscientemente una serie de pasos lógicos, el experto adelanta una solución rápidamente echando mano de su profundo conocimiento de los problemas” “Y con la experiencia, las corazonadas del experto se vuelven cada vez más atinadas”. Por su parte, el neuropsiquiatra Larry Squirre, estudiando daños en diferentes partes del cerebro, ha descubierto que, incluso cuando una persona no tiene memoria consciente, otro sistema de memoria sigue funcionando y aprende como jugando un complicado juego de habilidad. Cuando resolvemos un problema, o se aprende a hacer algo, se usa el sistema de memoria declarativo. Pero a medida que nuestras habilidades se vuelven automáticas, pasan a formar parte del sistema de memoria procesal, constituyendo un conocimiento inconsciente. ¿Existen reglas para el pensamiento intuitivo? Los expertos aconsejan: 1. 2. 3. 4. reunir información sobre el problema plantearlo a fondo y luego dejarlo confiar en la propia experiencia verificar las intuiciones Hechos y valores Quizá lo que más contribuye a las diferencias de los puntos de vista sobre un mismo fenómeno, son los hechos fenoménicos y los juicios de valoración que se emiten sobre el hecho en sí, el ente. Sólo cuando se declara la existencia de un ente con iguales palabras y conceptos hay coincidencia plena de los puntos de vista, puesto que la brevedad que significa nominar (poner un nombre) no requiere mayor problema, sino sólo de una voluntad de consenso lingüístico. Cuando se conviene en común y, más raramente, por unanimidad un nombre para un fenómeno, cesa toda controversia y se aquietan todas las preguntas y posibles respuestas, pues la tarea cognitiva de percibir y nominar el fenómeno termina con la principal función del conocimiento: saber que algo existe y cómo se llama. Pero la cosa deja de ser sencilla o simple cuando comienza una emisión de juicio de valores éticos o estéticos. Así, sólo describir el color puede tener muchos problemas, de acuerdo a la subjetividad o modalidad del lenguaje en primer lugar y en segundo lugar a las condiciones de percepción individuales. Salvo los colores primarios, que tienen nombre y consenso universal, la problemática está en clasificar y nominar la gama de colores que puede presentar un color primario. Así cuando se habla de un color marrón, tal cual no hay dificultad, pero los colores “amarronados” que van desde los colores fuertes u oscuros a los suaves o claros, quedan enredados entre ocres, beiges, crema, etc. Se complica mucho más cuando los colores se designan con nombres de objetos o elementos naturales (verde Nilo, amarillo huevo o patito, etc.). Esto en lo estético. En lo ético, la cuestión comienza cuando se opina si un color es bueno o malo. En lo perceptivo, dependerá del ángulo de visión, de la forma del objeto a considerar, de la luz ambiental, de las condiciones de los sentidos de percepción. Así un color puede presentarse de una forma, visto desde un determinado ángulo y con una iluminación distinta y puede percibirse distintamente si se cambia el ángulo y la iluminación. También cambia la apreciación visual si la luz es natural o artificial. Y, así, sucesivamente. Cada opinión en particular deberá analizarse según las circunstancias en que es emitida. Si transferimos o traspolamos estos conceptos sencillos a cuestiones más complicadas como son los conceptos abstractos o metafísicos, es evidente que todo cambia y acá no es tan sencillo alcanzar el saber o conocimiento cierto de lo que las cosas son en sí, es decir, la esencia de las cosas. Para estudiar al fenómeno humano, deben concurrir la filosofía, la psicología, la antropología, la biología y otras ciencias afines. Pero, como ocurre con el ejemplo que acabamos de dar, acá no hay discusión de la existencia del fenómeno hombre, como tampoco hay obstáculo en admitir ese nombre: hombre. La cuestión empieza al dilucidar qué es su esencia y cuáles son los modos de manifestar esa esencia (los modos de ser). Sin entrar en la distinción de la disparidad de los modos de ser cuyas formas de presentarse pueden ofrecer variables infinitas (según cada persona), tomando sólo una forma de un modo de ser, si éste es analizado desde distintos puntos de vista, también las conclusiones serán tan diferentes como los puntos de vista. Si a esto agregamos lo que son meras opiniones (los juicios emitidos sobre lo que el fenómeno parece ser pero no es) y lo que es el saber logrado por la ciencia o la metafísica, veremos lo complejo que es llegar a un acuerdo sobre el ser humano. A esta regla general no escapa la observación y estudio (metódico o empírico) de la mente humana y sus manifestaciones. De este modo, si se opina desde un punto de vista estético, la idea de ser dispara en una dirección determinada, pero si el juicio se emite desde lo ético, siempre hay una bipolaridad imposible de superar. Lo estético es multiforme, lo ético, generalmente, es biforme o bipolar. Siempre que se habla de ética, los términos son abstractos relativos o absolutos y, dentro de esos abstractos, nos encontramos con la esencia de la metafísica. Las palabras abstractas son el reflejo de las ideas abstractas y éstas son la naturaleza del mundo metafísico. Quizá la mayor dicotomía la presenta el par bipolar Bien-Mal. Así habrá un punto de vista que ve al hombre como un ser naturalmente bueno, mientras que en el antípoda ubica el otro punto de vista que sólo observa un hombre naturalmente malo. Ambas posturas podrán esgrimir argumentos de igual peso y valor y en la misma cualidad y cantidad, para demostrar los asertos respectivos. Pero acá lo único cierto es que existen hombres buenos y hombres malos. Luego, lo más lógico es pensar que en la esencia del hombre están presentes por igual, el bien y el mal. En la especial discusión psicológica de las emociones, éstas como todas las otras manifestaciones espirituales del hombre estarán sujetas a la bipolaridad esencial (bueno-malo, feo-bello, positivo-negativo, etc.) El dilema final sólo lo resuelve parcialmente la sentencia bíblica: “los conoceréis por sus frutos”. De ahí que la tendencia natural del hombre sea inclinarse esencialmente por lo bueno, lo bello y lo positivo. Pero esto en el plano metafísico de lo abstracto. La realidad muestra también una dicotomía entre hecho y valor, entre lo que ocurre y lo que se piensa. El fenómeno es lo que ocurre. Lo que se piensa de él es la valoración del fenómeno. El fenómeno es el hombre y sus hechos o acciones. La valoración es la ponderación espiritual de esos hechos y cuáles de ellos son “valiosos” y cuáles no. La lógica inteligente desecha lo destructivo, lo dañino, lo que lleva a la lesión y extinción de la vida. Luego, la vida en sí es el valor supremo. El cuerpo, como receptáculo de la vida, es el valor inmediato a considerar. De ahí que la salud, la belleza y todo “lo bueno” para el cuerpo, sean los valores más apreciados. Cómo ese cuerpo no actúa sin el espíritu, esto hace que dicho espíritu sea el valor supremo después de la vida humana o que el espíritu es incluso superior a la vida misma. Acá centran, entonces, los conceptos fundamentales de la filosofía, la psicología, la antropología y la biología. Sólo que uno de ellos excluye los intereses del otro y ninguno se preocupa por una totalidad. Esto hace que las tendencias posmodernistas busquen la confluencia de todas las ciencias y formas de accesos al hombre, para unir sus conceptos y descubrimientos en una doctrina holística. Incluso, hasta la religión tiene intereses anclados en la ciencia para darle un viso más concreto y real a los postulados abstractos religiosos. La cooperación de todos los observadores del fenómeno hombre permite lograr unir todos los puntos de vistas y corregir mitos o creencias erróneas o no ajustadas al verdadero fenómeno. Es también evidente que todo fenómeno al ser captado por los sentidos para ser conocido, involucra un proceso mental interior que se desarrolla a través de una especie de introspección: el objeto por su calidad de externo debe ser introducido al mecanismo o proceso mental de conocimiento e identificación. De igual modo, las sensaciones internas, aunque ya están dentro del cuerpo y son subjetivas, deben “objetivarse”, esto es conocerse e identificarse, a través de los mismos procesos mentales que se utilizan para los objetos. El fenómeno de que el sujeto sea el “conocedor” e “identificador” de fenómenos y cuestiones sobre sí mismo, es el eje del problema del proceso de la valoración. Las disidencias o coincidencias de las valoraciones dependerán así del número de sujetos (conjunto de subjetividades) que las expresen. Cuando la expresión coincide en todos los hombres de todos los lugares del mundo, se dice que el concepto es una convención universal, pues se ha dado “por igual” en hombres distintos, no conectados entre sí, con costumbres y culturas diferentes. Esto hace que lo manifestado sea una nota universal de algún “modo de ser” en especial. Así ocurre, por ejemplo, en la coincidencia de aceptar las notas de la inteligencia, del espacio y del tiempo que el hombre tiene como nociones o referencias netamente específicas, a diferencia de otros seres vivos. Mas la subjetividad está ligada necesariamente al idioma o léxico, y éste es resultado directo de una cultura determinada. Por otro lado, la tradición cultural ha conformado ya una serie de creencias o conocimientos de los cuales es muy difícil separarse, salvo que medie un fenómeno o hecho debidamente comprobado que niegue o modifique una idea, creencia o concepto establecido desde hace mucho tiempo y aceptado casi dogmáticamente. Aún los conceptos científicos comprobados por una determinada tecnología y aceptados como “leyes” naturales químicas, físicas y biológicas, pueden ser cambiados con una nueva tecnología que permita observar otros detalles y dé otro punto de vista. Así, sucesivamente, ocurre con la teología, la filosofía, la psicología, la antropología y otras ciencias que evolucionan. Pero como el fenómeno hombre es un claro ente con un cuerpo y la manifestación de fenómenos mentales, dio lugar desde temprano, apenas empezó a escribir y hablar, a la polémica de la dualidad cuerpo-alma. No hay dudas de que hay un cuerpo y de que hay un misterio inmaterial denominado genéricamente alma. Pero el fenómeno no se presenta como dos cosas netamente distintas y separadas sino que el ente hombre es uno y su manifestación como ente es en bloque. No hay separación de un cuerpo y un alma sino de ente animado que se exterioriza a través del cuerpo pero que su conducta nos indica que ese cuerpo actúa con una esencia inmaterial. Si quitamos el cuerpo, no se manifiesta el alma. Si desaparece el alma, muere el cuerpo. Así de sencillo y sin más vueltas. Si se altera lo llamado alma, se altera el cuerpo y viceversa. Por esta razón iteramos sin hesitar que el alma humana es vida que anima a todo el cuerpo, pero constituye el espíritu al manifestarse a través de la mente. ¿Cómo conocemos el espíritu? Por muchos elementos a considerar, pero fundamentalmente a través de los fenómenos llamados actos mentales. Debido a esto, en las controversias y polémicas sobre esa energía inmaterial se mezclan los conceptos de mente, alma y espíritu, llegando a confundirse uno con lo otro. Es patente que nada puede ser conocido sin ser introyectado y todo lo introyectado es subjetivo. Pero cuando el conocer se refiere a un objeto, lo interior se proyecta al exterior como una especie de puente entre lo interior y lo exterior, pero sin abandonar el interior. Éste es el mayor fenómeno humano llamado trascendencia o metafísica y el que menos se ha comprendido y estudiado a pesar de que se conoce o se sospecha. Se ha hablado mucho de la trascendencia y la metafísica, pero en realidad recién ahora con los nuevos conceptos que aportan las neurociencias que trabajan sobre la base de fenómenos psicológicos, se están dando los verdaderos pasos para llegar a conocer realmente lo que hemos dado en llamar trascendencia o metafísica. La voluntad de los investigadores de juntar a los místicos o meditadores profesionales, a los filósofos, a los biólogos, a los psicólogos y a los antropólogos, ha sido la maniobra más brillante e inteligente para observar el fenómeno humano y tratar de comprender y explicar en qué consiste la esencia humana. El error está en concluir que todo eso depende del cerebro únicamente, no como sede sino como causa de los fenómenos espirituales. Si bien las preguntas fundamentales de qué es el hombre (esencia) y para qué existe (destino, fin o meta) hasta ahora fueron respondidas interesadamente por la religión, la filosofía y algunas corrientes psicológicas y antropológicas con respuestas mediadas por creencias o intereses sectoriales, de ahora en adelante, la fusión de todos los investigadores y pensadores en equipos integrados inteligentemente darán una mejor y más certera perspectiva a ambas preguntas. La observación del mecanismo cognitivo de la mente humana, lleva a los tibetanos a distinguir dos rasgos fundamentales e indisociables: 1. el acto cognitivo puro o rigpa 2. el aspecto luminoso del acto cognitivo puro que es el que puede facilitar el surgimiento de apariencias y que actúa como una especie de “hacedor de apariencias” El rigpa es la naturaleza esencial de la mente que es pura cognición. Pero esta cognición se asocia o acompaña del estado de luminosidad que es el encargado de asumir las apariencias de las cosas para iluminarlas con el conocimiento puro o, contrariamente, la luminosidad puede ser opacada por las apariencias engañosas que obnubilan la luz de la cognición pura. Uno de estos oscurecimientos por apariencia engañosa lo constituyen las emociones destructivas o negativas que conllevan el estado de aflicción mental. El Dalai Lama aclara que otras disciplinas orientales de la meditación contemplativa consideran al rigpa como conciencia primordial y prístina. En realidad, tanto el rigpa como cognición pura, como el de la conciencia primordial, son dos conceptos que aluden a fases del proceso cognitivo. Ya aclaramos que sin conciencia no hay cognición, pero la cognición crítica o metafísica, aquella que llega al conocimiento profundo de la realidad es un proceso mental más adelantado que la pura conciencia y llega hasta el proceso de conceptualización que es el que presume la naturaleza del saber o conocimiento cierto. Percepciones y sensaciones. La perspectiva budista En este parágrafo repasaremos algunos conceptos sobre percepción y conocimiento que ya tratamos anteladamente en otros parágrafos vistos. Sólo ampliaremos agregando otros conceptos del budismo. El Dalai Lama hace notar que el budismo distingue dos categorías fundamentales de la experiencia: 1. experiencias contingentes: son las dependientes de los sentidos y por lo tanto pueden ser o no ser 2. experiencias mentales: son las que no dependen de los sentidos y consisten en “sensaciones” que impregnan tanto el dominio sensorial como el mental (no surgen de los sentidos sino del interior del hombre o de su mente, pero afecta tanto a los sentidos como a la mente) La aplicación de la razón, de la capacidad de juzgamiento de consecuencias a largo plazo y de todo proceso de análisis son actividades propias del dominio que la budeidad denomina pensamiento discursivo. Esto marca una diferencia entre cognición conceptual y cognición no conceptual. La cognición sensorial (conocimiento adquirido a través de los sentidos) no es conceptual, y su relación con el objeto es directa. No se halla mediada por el lenguaje ni por los conceptos (cognición inmediata no discriminativa) Cuando la mente registra lo percibido por los sentidos (aprehende y forma idea) inmediatamente irá en busca de un concepto. Esto origina la cognición conceptual o mental y el concepto formado es un concepto concreto (sustantivo). Pero también la mente puede formar conceptos no abstraídos ni aprehendidos de objetos por los sentidos sino abstraídos directamente del intelecto o mente, como son los juicios de valores que no dependen de cualidades perceptibles de los objetos, como pueden ser la belleza o fealdad, la bondad o maldad, etc. y estos con conceptos abstractos. Pueden ser abstractos relativos como las cualidades (adjetivos) que se aplican a los objetos o conceptos absolutos que no se aplican a ningún objeto sino que tienen existencia en sí mismo (entidad propia), como es el concepto Dios. Cuando la mente no forma concepto queda sólo en el plano de la idea, imagen mental de formas (forma imaginada) pero sin significado o concepto concreto. Resumiendo: la cognición sensorial pura es siempre no conceptual; la cognición mental puede ser conceptual (forma concepto) o no conceptual (forma sólo idea que guarda como memoria visual, sonora, táctil, olorosa o gustativa). Hasta acá, todo lo pensado por el budismo coincide plenamente con la descripción de los procesos intelectivos que hemos efectuado anteriormente. Para los occidentales el desconocimiento o comprensión no debida de estos conceptos de cognición, puede resultarle muy difícil entender que el objeto se entremezcla con su imagen mental. Si traspolamos esto a la cuestión de las aflicciones, como suelen ser el apego o el deseo, pueden distorsionar mucho a una imagen, a tal punto que ésta deje de corresponder con la realidad que existe fuera de la mente. La formación de la imagen en relación con la realidad es el punto clave del budismo en lo relativo al proceso mediante el cual el deseo (o la aversión) origina el equivalente de una “forma” mental que es la imagen mental (imaginación) del objeto del deseo. En la perspectiva budista se diferencian cinco tipos de formas imaginarias: 1. la forma imaginaria que emerge en el contexto de la meditación con la práctica de la visualización (imagen visualizada). Es una imagen intangible evocada intencionalmente y que sólo existe en el orden mental (ojo mental) 2. la forma imaginaria que emerge de las aflicciones e incluye lo que en occidente se considera como proyecciones, fantasías u otro tipo de nociones imaginadas en torno a algo o alguien y que reflejan la naturaleza distorsionada de ese algo o alguien debido a las emociones aflictivas. De esa forma podemos idealizar a una persona real que nos atrae mucho, pero que, verdaderamente, dista de ser el ideal concebido. Esa imagen proyectada mentalmente es una aflicción innata que de forma invariable distorsiona la realidad. Y esa distorsión no sólo abarca a las fantasías y a los ensueños, sino que también logra afectar al pensamiento ordinario. 3. la forma imaginaria de las aflicciones emocionales que originan el apego, la ira y los celos, etc. que se derivan de un desajuste entre los pensamientos y las ideas o de algún tipo de sesgo emocional 4. la forma imaginaria de la inteligencia aflictiva que es de índole cognitiva y distorsiona también la realidad y origina dos visiones distorsionadoras: eternalismo y nihilismo. El eternalismo afirma la existencia independiente de los fenómenos (cosificación), mientras que el nihilismo niega dicha existencia en forma rotunda. Una visión nihilista es la que afirma la cesación de algo que tiene continuidad.. Comprende la vacuidad de la mente y la realidad. 5. la forma imaginaria de la inteligencia no aflictiva es también de índole cognitiva pero que toma los objetos de la realidad como son y no los distorsiona. Es la que restablece la verdadera naturaleza de la realidad. Es la única forma (como visión cabal) que puede contrarrestar las visiones distorsionadas de la realidad y, en consecuencia, las emociones negativas. Además de la cuestión del conocimiento puro y del conocimiento hacedor de apariencias falsas, está la cuestión de las emociones útiles y las inútiles. El budismo aclaró que las emociones no son parte de la mente sino de la naturaleza del hombre. El hombre cuando nace tiene de por sí que habérselas con un proceso evolutivo que lo lleva a la muerte irremediable. Pero entre el nacimiento y la muerte, está el desarrollo de la vida y éste no es una cuestión sencilla porque el hombre, para desarrollarse necesita sobrevivir, es decir, mantener latente a su vida. Hay una cuestión ontológica aparentemente paradójica. ¿Para qué se nace si el destino es morir? Esta cuestión está íntimamente ligada al sentido de la vida y a la otra pregunta ¿es valioso mantener una vida destinada a la muerte? La cuestión del ser para la vida o ser para la muerte está muy cerca de la célebre frase que Shakespeare puso en labios de Hamlet en el famoso dilema “ser, o no ser”. Pero todas estas cuestiones quedan relegadas a una mera retórica o cuestiones bizantinas, dado que hay un fenómeno tan evidente como es la vida, el ser humano y su inteligencia y la muerte. No obstante, el ser del hombre, según hemos venido analizando, no es de naturaleza unívoca para manifestarse sino de naturaleza equívoca. Quizá su ser sea unívoco, pero no el modo de manifestar el ser. Si no fuese así, todo lo que hasta acá hemos analizado sería vano. Si bien es cierto que el hombre tiene impulsos tanáticos, no es menos cierto que también tiene impulsos biofílicos, esto es, de amor y apego a la vida. De ahí la importancia de la mente como instrumento cognitivo y valorativo. Cuando el conocimiento de sí mismo es correcto y se acerca a la verdad del ser humano, descubrimos los aspectos positivos del amor, la felicidad, la compasión, la alegría o buen humor u optimismo, la empatía o simpatía traducida por amistad, amor a los otros bajo las diferentes formas de caridad, filantropía, bondad, generosidad, etc. Pero cuando la percepción de la realidad es engañosa caemos en los aspectos negativos del odio, la ira, el miedo y sus derivados de envidia, enfado, belicosidad, irritabilidad, impulso homicida, malhumor, pesimismo, depresión, etc. En este punto vale la pena hacer una digresión sobre la percepción de los objetos o entes. Siempre el proceso de percepción puro y natural nos pone en contacto con el ente y éste es aprehendido “tal cual”. No la percibimos como cosa sino como una entidad sin identidad. El ente está ahí “ante los ojos” y “a la mano”, pero la mera aprehensión sensorial nos forma primero la imagen visual y luego nuestra mente usará la abstracción para formar una imagen mental que fija la forma, sin conceptuar su naturaleza (identificarla). Hemos realizado con la idea un signo objetual. Todo esto es válido, pues es el mecanismo mental o intelectual con que conocemos los entes. Pero, luego la mente comenzará otro proceso mental que es el de conceptuación y comienza el análisis del ente. De ese análisis puede emerger una serie de cualidades que hacen un concepto natural del ente: si es animado o inanimado, si es ilusorio, abstracto o concreto, si es natural o artificial, es material o inmaterial, si es corporal o espiritual. Este es el proceso de cosificación natural que lleva a dar una identidad a la entidad para hacerlo universal. Esto indica la apariencia o forma como aparece la flor, la emergencia del ente y sus cualidades inmediatas. El concepto formado nos permitirá en lo sucesivo identificar todo otro ente similar. Pero, también advertimos varias veces que hay una forma de percibir a un ente determinado como una realidad independiente en sí misma que opera como un “parece ser” tal cual fue la apariencia que dio origen a la cosificación natural. Mas, ahora debemos reiterar que cuando el “parece ser” se confunde con la esencia, o sea, lo que las cosas son en sí como entes independientes, es cuando se inicia una “reificación” o “cosificación” similar a la que da lugar al fenómeno de proyección del yo, donde se atribuye al ente lo que no es propio de él pero se le considera como si fuera parte de su naturaleza. La “cosificación” como proceso mental de falsa conceptuación o conceptuación meramente aspectual es lo que se conoce como opinión. Ya explicamos que a esto se opone la observación seria es lo que entendemos como observación concentrada que induce un mejor proceso de conceptuación, para llegar a una evaluación del ente que no lo convierta sólo en una entidad independiente sino que comprendamos que el sólo hecho de haberlo percibido, formado idea y un concepto, hemos introyectado al objeto y esto significa que su concepto es dependiente de nuestro mecanismo mental y no del objeto en sí. ¿Qué es la memoria? LA MEMORIA HUMANA Dentro de los procesos mentales intelectuales debemos considerar a la memoria, la cual es parte fundamental de todos los otros procesos intelectuales, afectivos y volitivos. La memoria es un registro donde guardamos los sucesos que nos han ocurrido o los conocimientos que hemos adquirido. Es, también, donde almacenamos los datos y el pasado (inconsciente) y el mecanismo mediante el cual podemos recuperarlo más tarde, de forma tal que ese pasado se “actualiza”, es decir, se pone en contacto y afecta nuestra conciencia y nuestro presente. Es un nexo entre lo consciente y lo inconsciente. La memoria puede sintetizarse como la función mental de percibir, almacenar y recordar o evocar en forma consciente, todos los estímulos sensoriales y extrasensoriales. Otra definición de memoria es la que la refiere como el almacenamiento y posterior evocación de la información adquirida a través de la experiencia (aprendizaje). Todo esto, también, puede expresarse como un sistema de estructuras de almacenamiento diferentes, a través de las cuales fluye la información y los sucesos biográficos, se registra y se codifica (como esquema, imagen o concepto) que se transfiere de un proceso de corto plazo a otro de largo plazo y que después se recupera mediante el reconocimiento o recuerdo de dicha información. Hay definiciones que tienden a ser más resumidas y expresan a la memoria como la capacidad de preservar hechos fácticos o sentimientos en un lugar del cerebro. Sino existiera la memoria, la vida transcurriría como un mero presente, que aunque se nos presentara siempre lo mismo, se le consideraría en todo momento como algo nuevo. Vivir sería transitar de un momento a otro en un eterno presente sin sentido. Esto significaría repetir eternamente las cosas sin ninguna posibilidad de adquirir nuevos conocimientos ni progresar en ellos. En otras palabras: no tendríamos capacidad cognitiva y de aprendizaje. Tan grave sería la falta de memoria que no existiría el lenguaje ni otras formas de comprensión y de comunicación. No tendríamos la capacidad de construir ni entender una frase, pues al finalizar ésta no sabríamos como comenzó la misma. En otro sentido, perderíamos el sentido de nuestra mismidad o ego (sentido del yo) por lo que no llegaríamos a conocernos a nosotros mismos. Por consiguiente, tampoco existiera el sentido de la vida y la existencia, pues cada vez que despertemos de dormir deberíamos tratar de adivinar quién y qué somos, como nos llamamos, quienes son nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, etc. Resumiendo: careceríamos de esa continuidad de conocimientos que a lo largo del tiempo y el transcurrir de la existencia nos integra a una comunidad con una identidad propia y el reconocimiento de identidades ajenas. Basta observar a un afectado grave por enfermedad de Alzheimer, como ejemplo de lo antedicho, y para tener una idea adecuada del valor inconmensurable de la potencia o facultad que llamamos memoria. La base de todo conocimiento, de nuestra facultad o capacidad cognitiva estriba en una tríada contenida en un solo bloque que opera como una unidad sellada: 1. 2. 3. el proceso intelectivo el proceso de aprendizaje el proceso de memoria En consecuencia, todo lo que debemos aprender y aprendemos involucra tener memoria. Obviamente, si no pudiéramos retener el conocimiento adquirido por aprendizaje y luego recordarlo tanto lo aprendido como lo experimentado, no construiríamos todo ese bagaje espiritual que implica nuestra personalidad (capacidad cognitiva, formación de ideas y pensamientos, manejo del lenguaje, sentimientos o afectos, emociones y voluntad). Pero, como toda facultad mental, la memoria en sí misma, no es un órgano, aparato o sistema orgánico ni función donde intervengan etapas que puedan estudiarse en un laboratorio o registrar por imágenes o por inscripción de ondas bioeléctricas. Si bien los estudios usan métodos y medios que registran la actividad del cerebro y de otras funciones fisiológicas que la memoria, como otros actos mentales, pueden afectar o alterar, en última instancia estamos registrando funciones efectivas de determinados órganos, en especial, el encéfalo, pero de ningún modo podemos decir que estudiamos un órgano o “aparato mnésico”. Simplemente hablamos de un proceso o “forma de trabajar” de los actos mentales y recogemos indirectamente los resultados o efectos de ese trabajo y su influencia en la parte orgánica. Sin embargo, la inexistencia de una entidad física objetiva no es un óbice para poner en duda la existencia de actos mentales y sus efectos reales. Más aún: podemos individualizar, con una cierta precisión, los efectos orgánicos. Lo que no nos es posible es explicar con claridad, coherencia y total consenso, la forma o modo de cómo operan esos procesos. Los vamos integrando por partes, a veces desordenadas, a veces interpretadas de formas diferentes, a tal punto que se habla de un mismo fenómeno pero con lenguaje o denominaciones distintas. El análisis del fenómeno ha sido muy fructífero, pero los resultados son dispares y desordenados. Hoy la función de los investigadores de los actos mentales, más que proseguir un análisis, sobre todo de tipo anatómico y físico, es lograr entender el todo, en forma holística, a los fenómenos mentales integrados, para comprender que no hay diferencias sustanciales en los mecanismos, que lo orgánico es sólo una vía común final para todos y que lo importante es el principio ordenador que está en la esencia de cada uno de ellos, pero que no es accesible al mero conocimiento científico, psicológico ni filosófico. Se ven y se comentan sombras del fenómeno, pero no puede describirse con precisión y claridad al fenómeno mismo en su naturaleza, o sea, lo que el fenómeno es realmente en sí. Por eso se impone un repaso somero de todo experimento e hipótesis y con ellos realizar asociaciones para unificar lenguaje y criterios y lograr una síntesis final de todos estos fenómenos, los que no deben comprenderse como actos o hechos separados sino como manifestación diversa de una misma cosa. La idea de ordenador nos trae también la imagen de la computadora y de la tecnología informática. La acción de la memoria es continua, permanentemente, a manera de “disco duro” de una computadora, y modifica permanente la actividad cerebral. En términos informáticos, el encéfalo es el hardware de la mente, mientras que ésta es el software que opera programando. Con la idea de la computación podemos afirmar que la memoria es como la función electrónica y así podemos comparar a la memoria reciente como algo similar a la memoria RAM de la PC. Esta RAM es la memoria anterógrada, la que permite ir recogiendo lo inmediato y cotidiano. Pero luego pasará al disco duro en “carpetitas virtuales” y cada carpeta conformará un archivo determinado o directoria del disco duro que será la base de la memoria retrógrada. La disparidad de las formas de actuar de la memoria se debe, en parte, a que como cualquier otro mecanismo psicológico, tiene diferentes niveles de funcionamiento según la individualidad de las personas y sus capacidades, las circunstancias en que ocurren los hechos y el transcurrir de la existencia y el objeto preciso y particular que se somete a las funciones de los actos mentales, en suma, del espíritu todo. Por esto interesa conocer no sólo un sustrato anatómico responsable de los actos mentales, sino la fisiología de los mismos y la fisiopatología de las alteraciones que afectan a los mismos. También debemos recordar que cada persona en particular tiene una intención de memoria, por cierto, muy distinta entre las diferentes intenciones de todos los seres humanos. Tampoco debemos perder de vista que la memoria, como todas las otras facultades y funciones del hombre, no es una cosa aislada. Diremos, iterativamente, que la memoria es una función mental superior que actúa necesariamente coordinada con los otros mecanismos y facultades mentales como la percepción, abstracción, ideación, conceptuación, asociación de ideas y formación de juicios. Esto nos lleva a un estrecho enlace con el aprendizaje y la formación del pensamiento y todo lo relacionado con lo volitivo y la función ejecutiva de todas las facultades mentales. Ninguna función mental puede operar eficientemente por sí sola. Necesita obligadamente el apoyo y el acompañamiento de otras. Lo que no debemos perder de vista es que todo este conocimiento es una mera observación de los modos de ser de los actos mentales, pero de ninguna forma implica conocer la esencia de esos actos ni cuál el principio motor de los mismos. Los estímulos y todo el proceso orgánico que ellos generan, explican sólo cómo se manifiesta el fenómeno del acto mental. La causa absoluta de los mismos es lo que queda oculto bajo el misterio desconocido de la naturaleza misma del hombre, al cual, según Heidegger, sólo podemos conocer también por su modalidad o conjunto de modos de ser. La explicación de cómo el cerebro y otros órganos participan en la concreción del misterio, de ningún modo significa que el origen creador de ellos sea el propio órgano. Insistimos, una vez más, para que la reiteración quede definitivamente nítida y clara: el conjunto de órganos u organismo, es sólo el instrumento de los fenómenos llamados espirituales, pero de ningún modo son la causa absoluta. Toda causa absoluta sobre el ser del hombre y sus modos de manifestarse, queda inmersa en el misterio ontológico, aún no revelado por la mente humana. La memoria, según lo explicamos en lo relativo a la naturaleza del hombre, no sólo es capacidad de adquisición y almacenamiento de información, sino que posee otro elemento que es la capacidad de reclamar que el elemento memorizado vuelva a la conciencia y se haga presente “tal cual” cuando es necesario (recuerdo). Luego, el proceso de memoria se puede resumir en tres pasos: 1. 2. 3. recepción y registro de un estímulo sensorial, extrasensorial o interno como impresión mental retención o preservación de la impresión mental previamente adquirida la reproducción o el recuerdo de dicha impresión Anatomía de la memoria Los circuitos mnésicos o circuitos de la memoria Los circuitos mnésicos son circuitos neuronales son los grupos de neuronas cerebrales que se ponen en marcha cuando necesitamos guardar el conocimiento de algo como recuerdo o aprendizaje. No hay dudas que la enseñanza, el aprendizaje y todo el quehacer del hombre se basan en su memoria. Más aún: hay autores que afirman que memoria y aprendizaje, desde el punto de vista funcional, es lo mismo. Los circuitos mnésicos son los responsables de todas las formas o tipos conocidos y desconocidos de memoria. Ninguna actividad humana sería posible si no existiera la memoria. Pero nos ocurre algo muy particular: consideramos a la memoria y hablamos de ella como si fuera una entidad física diferenciada que sabemos que está en alguna zona de nuestra cabeza, como una especie de álbum o almacén de fotogramas de películas mentales, al que pudiéramos conectar a voluntad, una y otra vez. Esto nos lleva a considerar como “normal” quejarnos de tener “mala memoria”, como quien se queja de tener caries dentales o pies planos. Lo cierto es que la memoria está muy lejos de ser algo tangible como lo es un determinado órgano de nuestro cuerpo. Lo apropiado sería considerarla como función fundamental de todo cerebro vivo, más que un organismo material. El cerebro cambia a medida que pasan a través de él los mensajes recibidos. Esa modificación o cambio, ya se produzca en períodos de tiempo cortos o en fases largas, confiere al cerebro la facultad de recordarla y evocarla ante el mero requerimiento de la misma, para sacar provecho de dicha modificación. Sin esta facultad nos sentimos “faltos de mente”, incapaces de aprender, de leer, de escribir, entender, hablar e, incluso, de pensar. La ausencia de memoria nos impediría comprender y comunicarnos, al no poder hablar ni pensar. La memoria trabaja en la vigilia y en el sueño (nos permite recordar las ensoñaciones) y toda la información queda “registrada” en complejos circuitos. La adquisición de memoria consiste básicamente en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas. Las memorias están formadas por la facilitación de las uniones sinápticas entre agregados neuronales que representan aspectos singulares del entorno o del interior del propio organismo. Esto hace que todas las memorias sean esencialmente asociativas, de forma tal que la información adquirida, guardada y recordada puede ser gestada por determinadas moléculas o grupos neuronales individuales, pero el mecanismo mnésico dependerá principalmente de la asociación de redes neuronales. Donald O. Hebb propuso la idea de que, cuando una neurona excita repetidamente a otra, y persistentemente participa en su activación, produce cambios metabólicos o de otra naturaleza en una de esas células o en ambas, a fin de aumentar la eficacia de la primera para excitar a la segunda. Los estudios en animales invertebrados y en el encéfalo de mamíferos demostraron que en los invertebrados los cambios son metabólicos mientras que en los mamíferos constituye un fenómeno eléctrico duradero de facilitación sináptica que resulta de la transmisión de impulsos a través de la sinapsis. Esto ocurre principalmente en la potenciación a largo plazo. Explicó Hebb el llamado principio de la convergencia sincrónica cuyo enunciado sintetizó de esta forma: “dos células o sistemas que reiteradamente se muestren activos al mismo tiempo, tenderán a convertirse en ‘asociados’ de suerte tal que la actividad de uno facilita la actividad del otro”. En la corteza, muchas fibras que portan informaciones sensoriales convergen en las mismas neuronas. Sumando informaciones coincidentes en el tiempo, estas neuronas se asociarán entre sí hasta el punto de que podrán mutuamente substituirse para activar otras células. Tendremos así dos tipos neuronales: a. b. las neuronas de entrada de información (input neurons) (neuronas de almacenamiento) y las neuronas de salida de información (output neurons) (neuronas de evocación). Las interconexiones entre neuronas de entrada y de salida se verán reforzadas por fibras recurrentes que favorecen los procesos asociativos debidos a las interconexiones neuronales en verdaderas asociaciones celulares que constituyen unidades funcionales de memoria. Luego, las memorias o imágenes sensoriales elementales se formarían en módulos celulares que ubican en áreas sensoriales o extrasensoriales de la corteza. Una representación neuronal formada por una combinación de módulos y áreas en amplias extensiones de la corteza de asociación, sería la representación neuronal de nuestras memorias personales. Hayek propuso una extensa red o “mapa” de neuronas corticales que representaría en su estructura de conexiones, las asociaciones que forman la esencia de cualquier percepción y cualquier memoria. Los circuitos mnésicos, anatómicamente, comprenden: 1. 2. 3. corteza cerebral sistema límbico (circuito de Papez) redes o interconexiones neuronales (circuito de Hayek) Corteza cerebral: Áreas sensoriales primarias En la corteza, los circuitos mnésicos se desarrollan desde los niveles inferiores, es decir, desde las áreas corticales sensoriales o motoras hacia las áreas de asociación. Este crecimiento ascendente se basa en: ¬ ¬ ¬ conexiones laterales conexiones de acción proyectiva (feedforward) retroalimentación (feedback) En el primer escalón de las jerarquías resultantes residen los módulos neuronales que por asociación, forman redes elementales de memoria sensorial y motora. Estas jerarquías constituyen los bloques básicos de las redes multisensoriales y motoras complejas, que a su vez originan redes más elaboradas e idiosincrásicas de la corteza asociativa. Y éstas prestan soporte a la memoria declarativa o explícita, a la no declarativa o implícita y a la procedimental. El mecanismo subyacente de la memoria cortical y sus interconexiones involucran acciones de neurotransmisores y sus receptores que luego estudiaremos. Estos mecanismos son cruciales para la consolidación de la memoria cortical, para la conversión de la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo. Las cortezas primarias proporcionan a la corteza de asociación los elementos de la experiencia que, por asociación sincrónica crean o facilitan sinapsis en las redes de la memoria individual. Del mismo modo que en la evolución, la neocorteza de asociación experimenta un desarrollo tardío y mayor que la corteza sensorial o motora primaria. La neocorteza de asociación, sustrato de la memoria más personal, no alcanza la maduración plena hasta la juventud y probablemente conserva la plasticidad sináptica durante toda la vida. En la corteza cerebral humana puede reconocerse dos grandes gradientes de desarrollo: uno en su parte posterior, que comprende los lóbulos temporales, parietales y occipitales y otro en la corteza del lóbulo frontal. El primero marca el desarrollo de las áreas implicadas en la percepción; el segundo, el de las áreas involucradas en el movimiento y la acción. Las últimas en desarrollarse son las áreas de asociación de las regiones temporal y parietal y la corteza prefrontal en el lóbulo frontal. La mayoría de las veces, los recuerdos surgen de impresiones sensoriales. Antes de preguntarnos cómo almacena el cerebro una experiencia sensorial en forma de recuerdo, deberíamos analizar cómo procesa la información sensorial. De hecho, la etapa inicial de cualquier investigación sobre este tema debe iniciarse con el estudio de la vía nerviosa responsable de la percepción visual. El sistema visual central comienza en el cortex estriado o corteza visual primaria, situada en la superficie posterior del cerebro y que, a través del nervio óptico y del cuerpo geniculado lateral, recibe información del mundo visible desde la retina. El cortex estriado dispone de un mapa sistemático del campo visual y cada porción de ese campo, activa un grupo diferente de neuronas. Sin embargo, el sistema visual no concluye en el cortex estriado, sino que también participa por interconexión el lóbulo temporal (cortex temporal inferior y subsuperficie del lóbulo temporal). Éstos y otros hallazgos indican que la información visual se procesa secuencialmente a lo largo de toda la vía. Las neuronas que integran este circuito disponen de “ventanas” abiertas al mundo visible que, en las sucesivas estaciones irían ensanchándose tanto en extensión espacial como en complejidad. Las neuronas responden en particular a diferentes propiedades físicas de los objetos (color, forma, textura, etc.) hasta que en las estaciones finales del circuito el cortex temporal inferior sintetiza la representación completa del objeto. La vía visual integra datos sensoriales y los transforma en experiencia perceptiva. Al parecer los datos que aportan los restantes sentidos se procesan de idéntica manera, de forma tal que experiencia y memoria están estrechamente ligadas. Los circuitos mnésicos entran en juego con la corteza, como un mecanismo de retroalimentación. Cuando un estímulo sensorial activa la amígdala y el hipocampo, los circuitos mnésicos producen esa activación proyectándola sobre el área cortical. Esa retroalimentación refuerza y almacena la representación neuronal del episodio sensible que acaba de acontecer. Como consecuencia de esa retroalimentación inducida por los circuitos mnésicos, las sinapsis sufrirían algunos cambios en los que se mantendría el diagrama de conexiones y se formaría un recuerdo duradero. El reconocimiento se produciría más tarde al reactivarse esa agrupación neuronal ante el mismo episodio sensible que la origina. La existencia de estos circuitos mnésicos nos está demostrando que la memoria es de naturaleza global. Se manifiesta por determinados grupos neuronales, por procesos en gradiente, por interconexiones, etc., pero en sí, el acto de memoria se da en bloque y no en partes. La memoria, como aptitud o facultad mental es una sola cosa indivisible, pero se manifiesta diferentemente en cada situación o estímulo en particular. Es igual que la esencia misma del hombre, la cual, siendo una, tiene componentes diferentes que obligan a separar lo orgánico de lo funcional, para estudiar sus mecanismos. Ascendiendo en la jerarquía cortical de la memoria (y la percepción), cuando entramos en las áreas de desarrollo más tardío, nos introducimos en el sustrato de las redes más complejas y extensas de la memoria polisensorial y declarativa, tanto episódica como semántica. Aquí la topografía de las memorias resulta oscura debido a la amplia distribución de sus redes, que unen los dominios dispersos de la corteza de asociación, cada uno de los cuales representan distintas cualidades asociadas por la experiencia. Como estas memorias son más difusas que las memorias sensoriales simples, poseen también mayor solidez. Hay pruebas de que las memorias declarativas se distribuyen en la corteza posterior de asociación. Dichas pruebas inducen experiencias sensoriales y mnemónicas muy diversas, algunas con todas las características de la memoria episódica. Otras pruebas proceden de los numerosos trabajos sobre amnesia retrógrada tras lesiones de la corteza posterior de asociación. En cualquier caso, sin embargo, la naturaleza y probablemente la amplia distribución de las redes de memoria episódica hacen que sea difícil definir con precisión su topografía cortical. La memoria semántica se apoya en redes extensas de la corteza cerebral posterior, incluyendo el área de Wernicke, el tercio posterior de la circunvolución temporal superior. El conocimiento intelectual, integrado por todas las memorias, no tiene un sustrato anatómico conocido por lo que se deduce que ocupa la distribución cortical más extensa, dado que incluye todas las topografías mnésicas conocidas y las desconocidas. Tiene experiencias particulares múltiples y profusas asociaciones entre modalidades. Semejante distribución de sus redes es lo que le proporciona tan excepcional y tremenda robustez. La corteza del lóbulo frontal es la base de los niveles superiores de la jerarquía de las memorias motoras. En el nivel cortical inferior está la corteza motora primaria, sede de la memoria filética, que representa, y media, los actos motores elementales. Estos actos están definidos por la contracción muscular. Por encima de la corteza motora primaria, siguiendo gradientes de desarrollo y conectividad de la jerarquía motora, está la corteza premotora. En coordenadas espaciales y temporales, la representación y el procesamiento del movimiento en esta corteza son más complejos que en la corteza motora. Se ha comprobado que las redes premotoras codifican actos motores definidos por su objetivo, secuencia y trayectoria. La corteza prefrontal es la corteza de asociación del lóbulo frontal y constituye el nivel superior de la jerarquía motora. Recibe conexiones de fibras de estructuras subcorticales y límbicas, así como de otras áreas de la neocorteza. Portan hasta la corteza prefrontal, información relativa a los estados internos y al medio exterior. Largas fibras aferentes unen las redes de memoria perceptiva de la corteza posterior con redes motoras prefrontales, formando así asociaciones perceptivo-motoras en el nivel superior. Las áreas corticales prefrontales representan en sus redes los esquemas de acciones secuenciales dirigidas a un objetivo. Tras la práctica intensa, las representaciones frontales de las acciones parecen reacomodarse en estructuras motoras inferiores, sobre todo en ganglios basales. Una jerarquía de áreas frontales aloja una jerarquía de memorias motoras. Las memorias y habilidades motoras (memoria procedimental) están codificadas y almacenadas en redes prefrontales y premotoras, al menos en sus estadios iniciales de aprendizaje. Cuando se ha aprendido una secuencia motora hasta hacerla automática, su representación parece relegarse a estructuras inferiores. Pero ciertas tareas continúan dependiendo de la corteza frontal. Éste es el caso de tareas que contienen contingencias temporales variables entre estímulos y respuestas motoras, tales como las tareas demoradas. La ejecución correcta requiere entonces un acto de integración temporal (temporaria) que descansa en la función integradora temporal de la corteza prefrontal. La memoria cortical tiene una amplia distribución y una composición mixta. En las memorias perceptivas, las imágenes obtenidas de la actividad neuronal en funcionamiento a través de SPECT o RMN durante se realiza una tarea de memoria, muestran activaciones variables y pobremente definidas de la corteza posterior, pero, sólo parecen activadas fidedignamente aquellas áreas que procesan las características sensoriales del memorando. En el lóbulo frontal, sin embargo, las áreas prefrontales se activan siempre que el memorando se retiene para la acción prospectiva. La activación metabólica de las áreas prefrontales durante la retención de señales visuales o verbales para respuestas manuales o verbales, está hoy bien documentada. Las activaciones prefrontales reflejan la activación de la memoria motora y, por unión funcional con la corteza posterior, la activación persistente de la memoria perceptiva. Por esto, la memoria operativa (working memory) no es más que la activación temporal, ad hoc, de una extensa red de memoria perceptiva y motora a largo plazo. El componente perceptivo de dicha red podría ser recuperable y expansible por un nuevo estímulo o experiencia. La memoria operativa tiene el mismo sustrato cortical que el tipo de memoria a corto plazo tradicionalmente considerada como la puerta de la memoria a largo plazo. Ambas encajan en la categoría de memoria activa, que sólo difiere de la memoria a largo plazo pasiva en el estado de la red, no en su distribución cortical. De lo anterior, se infiere que la dinámica cortical para evocar memoria episódica es la misma que para evocar un estímulo familiar, tal como la señal en la tarea demorada. Esta señal está representada en la corteza posterior. También sabemos que la corteza prefrontal es esencial para toda la memoria operativa de cualquier señal conducente a la acción prospectiva. Por eso, es que esta corteza revista tanto interés para la secuenciación de la conducta, el pensamiento y el habla, funciones todas que requieren memoria operativa. La memoria operativa aparece vinculada con la memoria a largo plazo cuando se realiza una tarea con demora. La señal para recordar es una memoria antigua reactivada. Podría no evocar los episodios que condujeron a la adquisición de su significado, pero sí evoca su significado al igual que evoca la memoria procedimental de la tarea. En otras palabras, esto ocurre porque la persona “ha estado antes allí”, por lo que puede realizar la tarea. Las viejas memorias se activan para su uso a corto plazo en cada una de sus etapas. Dijimos que cuando la secuenciación motora o la integración temporal requieren la retención durante cierto tiempo de una memoria perceptiva antigua, tal como ocurre en cualquier tarea demorada, en tal retención intervienen la corteza posterior y la prefrontal. Un probable mecanismo subyacente es la reanudación de la actividad a través de circuitos recurrentes. La reentrada del impulso explicaría las descargas neuronales sostenidas que se han observado en ambas cortezas durante los períodos de retardo de las tareas demoradas. La correcta ejecución de tareas de memoria visual puede impedirse reversiblemente mediante el enfriamiento temporal de la corteza prefrontal inferior o de la corteza ínferotemporal en la persona activa. Estos resultados destacan el papel de las influencias tónicas de la corteza prefrontal en relación con la activación sostenida de la memoria visual en la corteza ínferotemporal. Hay hallazgos neuroanatómicos que señalan núcleos del tálamo comunicados con estructuras límbicas y a su vez interconectados al neocortex frontal ventromedial que es un área de la corteza escondida bajo el frontis del cerebro. Bachevalier estudió lesiones quirúrgicas de esa zona que llevan a la profunda pérdida de la memoria recognitiva. Esto comprueba que la estación final del sistema visual y de los restantes sistemas sensoriales, está conectada con dos circuitos mnésicos paralelos que incluyen las estructuras límbicas del lóbulo temporal, sectores medios del diencéfalo y la corteza prefrontal ventromedial. Todo esto conduce a deducir que los depósitos más probables de la memoria son las áreas corticales donde toman forman las impresiones sensoriales. Los circuitos mnésicos entran en juego con la corteza como un mecanismo de retroalimentación. Cuando un estímulo sensorial activa la amígdala y el hipocampo, los circuitos mnésicos reproducen esa actividad proyectándola sobre el área cortical (memoria cortical). Esta retroalimentación refuerza y almacena la representación neuronal del episodio sensible que acaba de acontecer. Esa representación neuronal adquiere la forma de una agrupación de muchas neuronas interconectadas de un modo determinado. Como consecuencia de esa retroalimentación inducida por los circuitos mnésicos, las sinapsis sufrirían cambios en los que se mantendría el diagrama de conexiones y se formaría el recuerdo duradero. El reconocimiento se produciría más tarde al reactivarse esa agrupación neuronal ante el mismo episodio sensible que la originó. Sistema límbico Hipocampo y cuerpos mamilares: base anatómica de la memoria Ya adelantamos que la memoria queda ligada al sistema límbico en el denominado circuito de Papez. Este circuito consiste en un conjunto neuronal ubicado en la corteza endorrinal, hipocampo, cuerpo mamilar, núcleo talámico anterior, de modo tal que el proceso mnésico nace en la corteza endorrinal, circula por los otros núcleos y retorna a la corteza endorrinal. El hipocampo, estructura profunda del lóbulo temporal, desempeña un papel crítico en la formación de redes de memoria en la corteza asociativa. Evidencias experimentales y clínicas indican fehacientemente que las formaciones del cerebro límbico en el hipocampo son virtualmente el núcleo de todo proceso vinculado con el aprendizaje y la memoria. Para que la actividad o funciones mnésicas se realicen sin fallas, es necesario que estas regiones anatómicas estén ilesas o intactas bilateralmente. Se ha constatado que las lesiones hipocámpicas derechas provocan un menoscabo de la evocación de las caras, los modelos espaciales y las melodías musicales. En cambio, las del hemisferio izquierdo afectan el recuerdo del material verbal oído o leído. Además, hay que recordar que una afasia, una apraxia o una agnosia implican básicamente una alteración de la memoria. Esto se comprobó en los humanos que padecen lesiones hipocámpicas (Korsakoff, traumatismos, resecciones quirúrgicas, tumores, etc.). Se sugiere que el hipocampo suprime las entradas de estímulos no significativos o de interferencia mientras la atención se dirige a un grupo específico de señales. Los pacientes con lesiones en el hipocampo sufren de amnesia anterógrada: tienen graves dificultades para adquirir y consolidar nuevas memorias. La adquisición y consolidación de nuevas memorias resultan de conexiones recíprocas entre el hipocampo y las áreas neocorticales de asociación. Es probable que el hipocampo, como cualquier estructura cerebral importante, no tenga una función única, sino que participe en varias. Posiblemente organice mapas cognoscitivos ordenando la información espacial y disponiéndola en una escala lógica multidimensional, organizando el “ingreso en el archivo” donde se almacena la información adquirida. Cada “casillero” serían las neuronas receptoras de los estímulos que parten del mismo. Este modelo explica por qué las lesiones límbicas provocan grosero deterioro mnésico y por qué las lesiones alejadas del hipocampo (los “casilleros”) también pueden comprometer la memoria, pero en una modalidad específica o de manera más atenuada. También podría explicar por qué en los casos de lesión hipotalámica grave e irreversible, una persona es capaz de reorganizar rudimentariamente sus huellas mnésicas, planteando la pregunta de si algún “casillero” es capaz de reemplazar el archivo. Estos “casilleros” están en todos los circuitos mnésicos cerebrales, los cuales comprometen al cerebro in toto como el operador de la memoria. A su vez, la posible existencia de “casilleros” sustenta la denominada “teoría multialmacén” por la cual se explica a la memoria comparándola con los modernos ordenadores o computadoras. Esto es que el hombre analiza, trata y guarda la información para después “recuperarla” de la misma forma que el software o conjunto de programas de una computadora que sirve para realizar un conjunto de operaciones. A su vez, el sustento orgánico es considerado como el hardware o infraestructura que usan dichos programas (esto corresponde al concepto de anatomía de la memoria). El programa o software de la memoria sería un conjunto de apartados o almacenes distintos y con características diferentes, en los que se va almacenando sucesivamente la información y ese conjunto de almacenes funciona con un proceso de control que fiscalizaría y determinaría el paso de una información de un almacén a otro. Esta teoría permite explicar en parte la memoria como retención de datos, su función de recordarlos y, también, la función de supresión u olvido de alguno de esos datos. Conocida así la “anatomía” de la memoria, los mecanismos o procesos de la misma están sujetos a neurotransmisores y neuromodulares relacionados con la memoria, de los cuales el sistema colinérgico central es el principal actor. Todo ocurre como que es más útil considerar la existencia de un farmacosistema colinérgico que una estructura anatómica definida. Este concepto permite tener en cuenta todas las neuronas diseminadas por el cerebro que interactúan gracias a la transmisión colinérgica. También admite la investigación de un patrón particular de alteraciones mnesicocognoscitivas producidas por fármacos colinérgicos y qué grado de especificidad tiene el farmacosistema en las pruebas de rendimiento con el auxilio de drogas anticolinérgicas. Uno de los hallazgos más recientes demostró que los receptores colinérgicos de las células piramidales del hipocampo tiene la sorprendente características de comportarse como muscarínicos o nicotínicos indistintamente. Estos efectos en la periferia están mediados por dos tipos de receptores diferenciados y separados entre sí. Los receptores colinérgicos cerebrales “híbridos” del hipocampo, sugieren la posibilidad de un sistema colinérgico específico y de características no conocidas aún. Estos datos explicarían algunos efectos llamativos de las drogas colinérgicas sobre el aprendizaje. Las conclusiones hipotéticas entienden que la memoria es, en esencia, una ampliación de la conductividad sináptica en el sistema colinérgico y que existe un nivel crítico de acetilcolina necesario para permitir un funcionamiento óptimo de estas situaciones mnésicas. Un déficit de acetilcolina impediría que dichas sinapsis alcancen el umbral necesario para la descarga de impulsos, en tanto que un exceso del neurotransmisor daría lugar a un bloqueo por despolarización. Esta teoría, aunque demasiado esquemática, es interesante desde el punto de vista neurofisiológico. En el hipocampo y sus conexiones con la corteza también interviene el sistema glutamatérgico-gabaérgico y sus receptores. El hipocampo participa tanto en la reactivación de una red neuronal para el recuerdo o reconocimiento de datos guardados en la memoria, como en los procesos neuronales de formación de la memoria. Esto hace sospechar que tal vez los mecanismos de las redes de memorias nuevas son como una especie de expansión de las antiguas y da pie a pensar que si los mecanismos de los procesos neuronales de formación y recuperación de memoria no son idénticos, están muy estrechamente relacionados entre sí. Amígdala y la memoria emocional La amígdala, otra estructura del lóbulo temporal y parte del sistema límbico, es imprescindible para la evaluación del significado afectivo y emocional de las percepciones, interviene también en la formación y consolidación de la memoria, especialmente en la memoria emocional. También la amígdala tiene especializaciones. Muchas de las contribuciones a la memoria, características de la amígdala, las sugirió su singular neuroanatomía. El número y la variedad de sus conexiones sugieren su funcionamiento como central básica de asociación para los recuerdos. Procesa todos los recuerdos y los asocia entrecruzándolos específicamente. Por ejemplo, ver una ciruela madura nos hace recordar su sabor. Para que este cruzamiento sea posible debe, necesariamente, existir un intercambio entre las áreas corticales que almacenan los recuerdos correspondientes a cada percepción. Hoy se sabe que la amígdala es el centro cerebral intermediario de esas asociaciones y se acepta que la amígdala sirve de intermediaria en la asociación de recuerdos formados por diferentes sentidos. Además, toda experiencia sensible suele tener una carga emocional y la asociación entre ambas también es función de la amígdala. La amígdala es un área muy rica en neurotransmisores, en especial opioides u opiáceos endógenos. Las pruebas experimentales que hoy disponemos tienden a sugerir que las fibras que contienen opiáceos discurren desde la amígdala hacia los sistemas sensoriales, liberando dichos opiáceos en respuesta a estados emocionales generados por el hipotálamo. Por este mecanismo, la amígdala permitiría que las emociones influyeran en lo que se percibe y aprende. La reciprocidad de efectos entre la amígdala y el córtex explica porque tanto en monos como en humanos, los episodios ligados con carga emocional provocan una impresión y dejan un recuerdo indeleble. Fisiología de los circuitos mnésicos Biología molecular de los mecanismos o procesos de la memoria Hay muchas teorías sobre los mecanismos de la memoria humana, pero lo correcto es que no se sabe a ciencia cierta cuáles son los mecanismos reales y donde asienta el lugar de almacenamiento. Se conoce que todo se debe a circuitos neuronales y complejas sinapsis con cambios bioquímicos y que intervienen diversas moléculas a través de neurotransmisores y otras sustancias. Se cree que uno de los responsables de este mecanismo puede ser el RNA dado que éste interviene en la elaboración de proteínas mediadoras en los procesos electroquímicos de la conducción nerviosa. Luego, RNA, neurotransmisores y otros elementos se conjugan en la delicada operación de la memoria, la que opera a través de diversos circuitos. La destrucción de circuitos y/o el exceso o falta de neurotransmisores (como ocurre en el Alzheimer) deterioran gravemente la memoria. El bloqueo del RNA por fármacos también bloquea o alteran gravemente la memoria, aboga en favor de la intervención del RNA. Pero la memoria puede ser alterada por otros factores como el estrés o enfermedades que alteren la atención o el pensamiento. También la alteración de sentidos como la audición y la vista pueden influir en la memoria. El mecanismo principal de la memoria contempla los pasos siguientes: 1. El estímulo percibido ingresa al hipocampo, primer receptor de memoria o preceptor de estímulos, donde las neuronas procesan los datos a través del AMP cíclico. El hipocampo es el centro de la memoria reciente, temporal, anterógrada y de corto plazo (almacenamiento de la memoria reciente y de corto plazo). El AMPc es sólo un mensajero intracelular, de acción catalítica y proveedora de energía. 2. Es probable que por acción del AMPc, el RNA de las neuronas de hipocampo procesen una proteína denominada CREB (teoría Tully-Kandel). Esta proteína será la responsable de proseguir la transmisión de recuerdos para continuar el proceso de memoria y llegar a la memoria duradera, retrógrada, de largo plazo. La CREB actúa al nivel de sinapsis entre neuronas hipocampo y neuronas de la corteza cerebral. Es una especie de grabadora de recuerdos, a los que descarga en la corteza cerebral. La CREB está regulada por mecanismos estimuladores y mecanismos inhibidores. Se cree que la afectación de la memoria de largo alcance, como es el Alzheimer u otros tipos de deterioros seniles, es debido a un proceso de inhibición de la producción de CREB. En este proceso de inhibición, tal vez, intervengan las endorfinas (McEwen) 3. La corteza cerebral es el centro de la memoria de largo plazo o retrógrada o duradera (almacenamiento de la memoria de largo plazo). Eso explica que los TEC (traumatismos encéfalocraneanos que se producen en determinados accidentes como los viales o laborales) afecten la memoria retrógrada y produzcan amnesia retrógrada Los mecanismos fisiológicos del almacenamiento La forma elemental de almacenar información en el cerebro se conoce como trazo de memoria o engrama. Una tendencia se inclina a pensar que los recuerdos se registran por distintos mecanismos, requiriendo cada uno un método diferente de entrada y teniendo distintas capacidades de almacenamiento, duración y acceso. Otras escuelas consideran la suma de las funciones mnésicas como las manifestaciones de un mecanismo básico, fundamentalmente uniforme, que sufre un fortalecimiento gradual debido a la repetición de los estímulos. Las principales teorías del aprendizaje o memoria serían: 1. hipótesis de la neoformación de sinapsis 2. 3. hipótesis de la acción en masa hipótesis del almacenamiento químico del recuerdo La hipótesis de la neoformación de sinapsis podría también llamarse de activación de sinapsis, porque originalmente y con motivo de los experimentos de Pavlov, se pensó que la adquisición de reflejos condicionados se debía a la formación de nuevas sinapsis entre las neuronas corticales. Pero dado que existe el concepto de que en el sistema nervioso adulto de los mamíferos no podrían desarrollarse nuevas fibras, lo más lógico era aceptar que existen conexiones sinápticas inactivas funcionalmente, las que son congénitas y que pueden ser activadas a medida que el cerebro adquiere nuevas experiencias. Otra forma hipotética sería considerar que en los períodos de inmadurez del sistema nervioso, la excitación puede pasar entre varios puntos cualesquiera al azar, a través de la red de conexiones nerviosas. Pero a medida que el organismo madura, se ponen en marcha mecanismos de inhibición sináptica que eliminan gradualmente las sinapsis no deseadas para después modelar esquemas sinápticos utilizables para un fin determinado. Esto explicaría, de algún modo, ciertos aspectos de la desorganización funcional de las experiencias adquiridas que se observa en las lesiones cerebrales. La teoría de la neoformación de sinapsis se ha renovado en algunos investigadores para asociarla a la memoria de largo plazo. Harold Koplewicz y los estudios Duke y Texas, determinaron que durante la adolescencia, la sustancia gris pasa por un proceso de depuración, el que actuaría en forma similar al programa denominado “liberador de espacio” en la computación. El proceso consiste en que, entre los 14 y 17 años de edad, se produce una especie de eliminación de conexiones neuronales en desuso, a fin de crear las superconexiones que permiten a los adultos concentrarse y aprender con mayor profundidad. Cuando la velocidad con que se eliminan las sinapsis ociosas no se acompaña con una debida instalación “a tiempo” de las superconexiones, ocurre algo así como que el cerebro, en cierta forma, se “desprograma” un poco sin contar con un nuevo sistema de programación que organice un “programa de tareas”. Esto produce una cierta desestructuración mental que influye provocando la inestabilidad espiritual, emocional e intelectiva propia del estado de adolescencia. Si el medio ambiental concurre positivamente a formar la mente y reprogramarla en forma eficaz, la desestructuración es pasajera e inocua y queda como lo que vulgarmente se ha llamado “la edad del pavo”, donde el adolescente parece estar en una especie de nube pues no acierta a organizar sus pensamientos y acciones, quedando en una forma de inactividad por “ocio mental”. A esto se debe, en parte, los fracasos escolares y las fallas del desenvolvimiento social que familiarmente se denominan “despiste”. En este cambio de frente mental es cuando ocurren las enfermedades mentales o se desestructura la personalidad produciendo los desvíos sociales como son las conductas marginales, la drogadicción, etc. El adolescente ayudado por el entorno supera esta etapa de inestabilidad sin sufrir ninguna consecuencia y se transforma en adulto equilibrado. Una de las cosas que ayudaría a que esto ocurriera en la mayoría de los adolescentes sería la educación, en el sentido de formación de personalidad y aprender todos los resortes que activan sus facultades mentales intelectivas, afectivas y emotivas. Es decir, lo reespiritualiza para evitar el vacío espiritual o existencial muy frecuente actualmente en casi todos los adolescentes. Este vacío es la causa mayor de las dificultades de aprendizaje y de la memoria. Lo cierto es que experimentalmente es muy difícil comprobar fehacientemente cualquiera de estas hipótesis, las que surgen de la mera observación de los comportamientos de los fenómenos mnésicos. Los conceptos que hemos consignados acá, refuerzan la teoría de las sinapsis en los circuitos mnésicos. La hipótesis de la acción en masa fue formulada por Lashley que propone que todas las partes de la corteza cerebral son equipotenciales. Este concepto acepta que la evocación significa reactivar un modelo previo de excitación nerviosa que no es patrimonio de ningún grupo específico de células nerviosas, sino de muchos de ellos, en especial de cualquiera de los correspondientes a las regiones del cerebro que intervienen en la función de la memoria. Las excitaciones corticales múltiples se entrelazarían de la misma forma en que interfieren una con otras las ondas de superficie de un líquido, cuando se lo altera en varios puntos diferentes simultáneamente. Esta hipótesis posibilita la idea de que el cerebro almacene la información de un modo semejante a la holografía láser, restableciendo la “imagen original” por medio de una fuente de estímulos, puntual. El problema de esta teoría es que no explica cuál es el proceso físico que le permite al cerebro almacenar un holograma. Esta hipótesis, de algún modo, interviene en la teoría del caos y ráfagas. La hipótesis del almacenamiento químico del recuerdo nace al saber que las especies animales almacenan su experiencia en la información genética de los núcleos celulares neuronales. Los recuerdos estarían codificados en proteínas y ácidos nucleicos, ya que sólo estas moléculas tienen el tamaño y la complejidad estructural requeridos para llevar la cantidad necesaria de información. Esto es lo que anteriormente explicamos como biología molecular de la memoria. Esta teoría explica porque participan determinadas neuronas en el proceso de memoria y se complementa con el conocimiento de la acción de neurotransmisores que permiten que la señal neuronal se transforme en compuestos químicos y éstos puedan volver a convertirse en señal nerviosa cuando es preciso recordar. De acuerdo con la intensidad de los estímulos (que dependen del estado de atención y concentración o de su repetitividad) será la cantidad de información almacenada y la velocidad con que será recordada. A estímulos más intensos o repetidos, mayor almacenamiento y velocidad de evocación o recuerdo. A la luz de todos estos conocimientos debe quedar en claro que la memoria tiene un sustrato anatómico cerebral específico en el cual participan diversas regiones cerebrales a través de múltiples sinapsis e interconexiones, mediante un comando genético a través de proteínas y ácidos nucleicos que ponen en marcha a neurotransmisores que se encargan de reacciones bioquímicas complejas y de gran velocidad e instantaneidad que permiten almacenar y evocar los recuerdos. La duda ontológica es, si las sustancias químicas o neuroquímicas son las que “contienen” a los datos de la memoria o si son sólo un medio de sostén para el desarrollo de la memoria y el recuerdo. O, si la memoria está en el espíritu y éste usa el aparato mental para expresarla. Si dicho aparato falla, falla la memoria que el espíritu no puede cristalizar a través de la anatomía y fisiología. Relaciones entre conciencia, conducta y memoria como capacidad de recordar. Hábitos Cuando estudiamos memoria implícita y explícita, de alguna manera podemos inferir que la memoria está asociada tanto a la percepción sensorial y extrasensorial. Esta particularidad nos muestra que la memoria funciona tanto en estado de conciencia como de inconsciencia, como ocurre cuando se recuerdan los sueños. Está demostrado por diferentes estudios que los estímulos por imágenes se graban más rápidamente pero sólo cuando una imagen o un estímulo se acompañan de un sentido significante, se fija más firmemente la huella mnésica de la figura. Esto ocurre, por ejemplo, con el rinoceronte, al cual cuando se ve su figura se almacena la misma rápidamente, pero al tratar de recordarse mucho tiempo después esto se hará mejor si a la figura se le agrega la lectura de la palabra rinoceronte y el concepto de que es una especie en extinción o que habita en determinas regiones. Este fenómeno recibió el nombre de codificación conceptual y de ella se desprende que cuanto más carga de significado se da a un concepto, tanto más sólidamente se fijará en la memoria y más fácilmente se le recordará. De ahí que cualquier concepto abstracto es difícil de memorizar sin el auxilio imprescindible de la imaginación (lógica matemática, física teórica, etc.). Otros resultados sorprendentes se vieron al estudiar las posibles causas de los olvidos cotidianos en el reconocimiento de las personas, los cuales presentan tres tipos de fallas: 1. simplemente no reconocer a alguien conocido 2. reconocer a la persona pero con incapacidad de recordar el contexto en el que la ubican (se formula la pregunta: ¿de dónde la conozco?) 3. reconocer perfectamente a la persona y de donde se le conoce y el medio en que se desempeñe pero es imposible recordar su nombre Estas observaciones constituyen un patrón interesante cuyo aspecto llamativo es que en ningún caso se da la situación que falta: reconocer a la persona y saber su nombre, pero no recordar nada más de ella (se llama George Bush pero ¿quién es él?). Al cabo de largos y complicados ensayos y experimentos, pudo llegarse a la conclusión de que los nombres se almacenan en la estructura nerviosa en zonas diferentes a las correspondientes al resto de las características de las personas. Uno de estos experimentos consistió en exponer a un grupo de personas una lista de apellidos tales como Sastre, Escribano, Herrero, etc., pidiéndoles que intentaran memorizarlos. Se hizo lo mismo con otro grupo de personas, pero a este grupo se le agregó que además de memorizar asociaran los apellidos como si fueran profesiones. Sorpresivamente el segundo grupo utilizó la mitad del tiempo que empleó el primer grupo en memorizar dichos apellidos. El experimento se completó con el uso del SPECT (tomografía por emisión de positrones) para ambos grupos y se comprobó un incremento de la actividad cerebral en áreas que eran diferentes, según los términos se interpretaran como apellidos únicamente o como profesiones. Se repitió la prueba de los apellidos con diferentes grupos y mientras unos debían memorizar sólo apellidos y otros grupos, además, la nacionalidad, talla y otros datos, siempre los grupos mostraron la misma diferencia: los que debían recordar sólo apellidos demoraban más en hacerlo que los que habían asociado otras características a los apellidos. Esto sugirió que los nombres en sí de las personas se codifican independientemente de toda otra característica de identificación de personas. Esta codificación de nombres se propuso llamarse unidades de información semántica. Los recuerdos necesitan ser exactos para guiar el comportamiento, pero a su vez necesitan estar abiertos a la nueva información. En lo profundo de la estructura cerebral yace el mecanismo por el cual la corteza busca las huellas de la experiencia, que están impresas en un sustrato vital y cambiante en el curso de una existencia. Resumiendo, la formación de memoria se inicia en el sistema límbico pero el almacenamiento y evocación es obra de la corteza cerebral. La evocación de antiguas memorias perceptivas, al igual que la formación de otras nuevas, supone la activación asociativa de vastas redes neuronales de la corteza posterior que las presentan en su estructura conectiva. Si una memoria evocada está asociada con una acción, entonces la red activada se extiende hasta el lóbulo frontal. La necesidad de retener la memoria para la acción prospectiva conduce al reclutamiento de redes prefrontales. Éstas envían impulsos tónicos a la corteza posterior y mantienen activa la red perceptiva hasta la terminación de la acción motora o mental. La memoria, definitivamente, se almacena en redes de neuronas corticales que se superponen y se hallan interconectadas a lo largo y ancho de su amplia distribución. Puesto que la conectividad cortical puede formar un número casi infinito de asociaciones potenciales, las redes potenciales son asimismo, casi infinitas. Los circuitos mnésicos se forman y se expanden mediante la activación simultánea de conjuntos neuronales que representan informaciones y acontecimientos externos e internos, incluidas las informaciones en las redes reactivadas de la memoria a largo plazo. Estas redes permanecen abiertas durante toda la vida, sujetas a expansión y recombinación por las nuevas experiencias. Al mismo tiempo, sus uniones conectivas o conexas y los elementos neuronales, son vulnerables al envejecimiento, como luego veremos, lo que afecta a las memorias que estos elementos hacen posibles. Los circuitos mnésicos perceptivos y motores se organizan jerárquicamente a partir de las cortezas sensorial y motora primarias, fundamentos de la memoria filética. La organización jerárquica, sin embargo, no supone que las diversas memorias individuales estén rígidamente empaquetadas y almacenadas en dominios corticales definidos. Así pues, los diferentes tipos de memoria están vinculados entre sí en redes mixtas que abarcan distintos niveles de las jerarquías perceptiva y motora. No hay una clara razón para asignar las memorias de corto y de largo plazo a diferentes sustratos corticales. Probablemente la misma red sirve para almacenar una memoria a largo plazo y para retener una memoria de corto plazo. La diferencia en el almacenamiento se debe más que nada al tipo de estímulo. La memoria de corto plazo es la que produce el fenómeno percibido en forma inmediata y de no mediar un esfuerzo de atención y concentración y de “memorización” del fenómeno, ésta no se transformará en memoria de largo plazo. Atención, concentración y esfuerzo mnésico (memorización) ejercen una excitación sostenida de la red, lo que permite la activación recíproca entre sus componentes corticales. La repetición del fenómeno también realiza una excitación sostenida de la red. Sólo la intensidad del estímulo y el interés puesto en él o su iteración serán los elementos precisos que transforman la memoria corta en la de largo plazo. La conectividad entre distintos niveles y de distribución amplia, determina que la memoria esté ampliamente representada y que sea recuperable a través de múltiples líneas de acceso asociativo. Consecuentemente, la memoria episódica o semántica, que está anclada en asociaciones extensas, es robusta y resistente a las lesiones corticales circunscritas. Sin embargo, algunas de sus asociaciones específicas (lugar, tiempo, nombre o cara) son muy susceptibles de perderse por debilitamiento de la corteza, incluso en el envejecimiento normal. La repetición y el ejercicio mental probablemente contrarrestan este desgaste reforzando antiguas asociaciones y creando otras nuevas. Nosotros hemos venido describiendo modelos de memoria que hacen al aprendizaje cognitivo, sobre todo el basado en la memoria sensorial o de percepción. Pero también existe un aprendizaje no cognitivo que es el que se adquiere a través de los hábitos. Este aprendizaje no está basado en el conocimiento, ni siquiera en los recuerdos, sino en conexiones automáticas que según sostenían, hace años, los psicólogos conductistas, constituyen la base de todo aprendizaje. Hoy se sabe que de aceptar este criterio del punto de vista conductual, quedaría excluidos los términos como mente, conocimientos e, incluso, memoria, pues se opone a la psicología cognitiva. Actualmente se acepta que el conocimiento puede ser adquirido tanto por el aprendizaje automático como por el cognitivo, lo que concilia ambas tesis y cada una de ellas pasa a ser un simple punto de vista sobre un mismo fenómeno, el cual se manifiesta de formas diferentes. El córtex estriado del cerebro anterior, constituye el sustrato anatomofisiológico de la formación del hábito. En lo que hace al desarrollo, el hábito se configura como primitivo porque parece que no contribuye a la formación de memoria. Otro hecho importante es que el recuerdo de lo memorizado puede ser modificado por la incorporación de datos nuevos que de alguna manera sea conexos al dato guardado por la memoria lo que involucra que el recuerdo de algo primariamente almacenado en la memoria pueda ser modificado permanentemente. Otro dato es que la memoria es de imágenes y conceptos. Unos pueden guardar mejor las imágenes y otros los conceptos, pero una cosa no contradice la otra. No se puede pensar que la memoria sólo es de conceptos y no de imágenes o viceversa. Prueba de ello es que yo recuerdo con precisión mi silla preferida aunque no la haya visto por años o la misma se me muestre sorpresivamente fuera del lugar habitual en que la uso. Pero las cosas abstractas sólo las memorizo únicamente por concepto (ejemplo: amor). Mecanismos sinápticos con neurotransmisores y receptores Ya señalamos que las neuronas de la memoria utilizan sus sinapsis que se conectan con determinados neurotransmisores y sus receptores que permiten que la señal neuronal se transforme en compuestos químicos y éstos puedan volver a convertirse en señal nerviosa cuando es preciso recordar. A su vez estos neurotransmisores son los que modulan la actividad genética que produce las denominadas las denominadas proteínas de la memoria de las cuales se conoce la CREB. Hasta ahora los más conocidos son el sistema colinérgico cerebral y el sistema glutatérgico-gabaérgico cerebral. Sistema colinérgico El sistema colinérgico del SNC es un sistema intrínseco similar al tuberoinfundibular dopaminérgico, que ubica en neuronas extrahipotalámicas. El neurotransmisor principal es la acetilcolina. La acción de este sistema es fundamentalmente sobre el hipotálamo, estimulando la liberación de ACTH y gonadotrofinas. Está constituido por tres partes: 1. Por células colinérgicas aisladas o en pequeños grupos: que son motoneuronas, células del sistema nervioso periférico (SNP) y las interneuronas. Las motoneuronas puede ser periféricas o centrales. Las periféricas ubican en la médula espinal (motoneuronas espinales) y comandan las funciones del músculo esquelético. Las motoneuronas del SNP se encuentran en los núcleos visceromotores y somatomotor de los pares craneanos III, IV, VII, IX, X y XII. Hay motoneuronas dispersas en la formación reticular. Estas células aisladas forman redes dendríticas densas, tanto en planos verticales como horizontales. En el SNP las células preganglionares y las células parasimpáticas posganglionares son colinérgicas. Algunas células simpáticas posganglionares, como las glándulas sudoríparas, también son colinérgicas. Las interneuronas son neuronas que actúan como verdaderos puentes funcionales entre neuronas gobernadas por distintos sistemas de neurotransmisores. Las interneuronas colinérgicas se encuentran en varias estructuras formando un puente entre las células dopaminérgicas nigroestriales (sustancia negra compacto-estriato) y las células gabaérgicas estriatopalidales (estriato-pálido) y estriatonigrales (estriato-sustancia negra reticulada). 2. Por células que forman grupos: se encuentran como núcleos colinérgicos en dos zonas cerebrales: prosencéfalo (banda diagonal de Broca, núcleo preóptico, sustancia innominada, núcleo basal de Meynert y núcleos del septum). En el prosencéfalo subfrontal está el mayor número de núcleos colinérgicos. Estos núcleos se denominan por nomenclatura alfanumérica y zonas: zona AC1 (núcleo mediano del septum) formada por células colinérgicas pequeñas; zona AC2 (brazo vertical de la banda de Broca) con células fusiformes y de tamaño mediano; zona AC3 (parte lateral del brazo horizontal de la banda de Broca); zona AC4 (núcleo basal de Meynert, globus pallidus, núcleo del asa lenticular, parte media del brazo horizontal de la banda de Broca y núcleo preóptico). Las células se agrupan en masas y tienen proyecciones difusas. 3. Tronco cerebral: (núcleos: cuneiforme, peduncular, parabraquial y tegmento lateral) con dos zonas: AC5 (todos los núcleos menos tegmento lateral); AC6 en tegmento lateral. Ambas zonas forman la vía dorsotegmental ascendente que inerva los núcleos talámicos, la habénula y el septum. Los receptores colinérgicos son mediados por GMPc. No afectan la liberación de somatohormona ni de la prolactina. Existen dos tipos de receptores colinérgicos: muscarínicos (M) y nicotínicos (N). Los receptores muscarínicos se encuentran en el SNC y SNP. En el SNC se hallan en las neuronas corticales y subcorticales (corteza cerebral y mesencéfalo) y difieren de los periféricos. Son de tipo M1 y M2 . Se encuentran en estudio, receptores M3 , M4 y M5 . Los receptores M1 están acoplados a proteína G (proteína-gp) y su estimulación provoca la activación del metabolismo de los fosfoinosítidos. Activan el AMPc y el cierre de canales de K por movilización de Ca para formar fosfoinosítidos. El Ca++ liberado en la reacción también activa la adenilciclasa calmodulina- dependiente. Los M1 del SNC se encuentran en la corteza cerebral, el estriato, el hipocampo y los ganglios de la base. Los receptores M2 están acoplados a proteína G (proteína-Gi) y su estimulación disminuye la formación de AMPc. Se manejan por apertura de canales de K lo que provoca hiperpolarización y, como los M1 , pueden intervenir en la activación del metabolismo fosfoinosítido. En el SNC los M2 se encuentran en cerebelo, ganglios de la base y tronco cerebral. Los receptores ubican tanto pre como postsinápticamente. Los receptores nicotínicos se encuentran en SNC en el nivel de medula espinal y tectum óptico. Son receptores ionotrópicos de la fibra muscular estriada, del SNP y del SNC y configuran receptores canales, cuya estimulación modifica la posición del canal y lo hace permeable para el Na+ y el K+, despolarizando la membrana. En el SNC los receptores nicotínicos (rCAN) (rAChN) N se distinguen por subunidades y siendo los más conocidos los N2 y los N3 . Estos receptores cuatro unidades alfa diferentes ( 1 , 3 , 4 y 5 ). Los efectos centrales de los N no se conocen bien aun. Desde los experimentos de T. Aigner se sabe que la fisostigmina mejora los resultados de los tests cognitivos en monos. El antagonista de la fisostigmina, la escopolamina, bloquea la actividad colinérgica y empeora los resultados de tests cognitivos. Actualmente se conoce que la lesión quirúrgica de la base del cerebro anterior (área colinérgica) menoscaba la memoria recognitiva aunque no con tanta intensidad como las lesiones de las restantes estructuras. Estas sustancias actuarían en la formación de los recuerdos al nivel de hipocampo y amígdala por sus proyecciones al cerebro anterior. La acetilcolina (y probablemente otros neurotransmisores como la serotonina) iniciarían una serie de procesos en etapas celulares modificando la sinapsis y reforzando las conexiones neuronales para transformar una percepción sensible en una huella mnésica física. Routtemberg sostiene que la repetida estimulación eléctrica de ciertas neuronas activa mecanismos de fosforilación y a través del sistema de la proteinquinasa da origen a las síntesis de nuevas proteínas. Sistema glutatérgico o glutamatérgico Es el sistema mediado por el glutamato, el aminoácido más abundante y el neurotransmisor más importante del SNC de los mamíferos. Su difusión está muy generalizada a diferencia de otros neurotransmisores que se localizan en pequeñas cantidades en lugares específicos. Del 60 al 80% de las neuronas que integran la corteza cerebral humana son glutamatérgicas. Muchos órganos sensoriales emplean el glutamato como su principal neurotransmisor (cóclea, bulbo olfatorio, retina). También las fibras tálamocorticales son glutamatérgicas, así como la mayoría de los aferentes y eferentes del hipocampo y la amígdala. El sistema glutamatérgico es, pues, responsable de la mayor parte de la información organizada que sale del cerebro. Hoy se cree que el papel de los otros neurotransmisores es tan sólo el de regular y modular las conexiones glutamatérgicas. Las principales proyecciones glutamatérgicas comprenden: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. cápsula interna vía córticoestriatal ipsilateral vía córticoestriatal contralateral hipocampo núcleo accumbens núcleo olivar septum estriato tálamo vía perforante El anión L-glutamato y el anión L-aspartato son responsables de las principales excitaciones en los centros nerviosos por lo que constituyen los llamados aminoácidos excitatorios (AAE) que denomina el conjunto de estas dos moléculas. Se habla de transmisión glutamatérgica pero debe quedar entendido que dicha transmisión puede funcionar con glutamato exclusivamente o con aspartato exclusivamente o con la acción conjunta de ambos. Son fundamentales en la potenciación a largo plazo en el hipocampo y el córtex cerebral, en particular. Son aminoácidos naturales con una función carboxílica suplementaria en gamma: para el glutamato es el ácido gamma-amino-succínico; para el aspartato, el ácido gamma-amino-glutárico. El glutamato se origina a partir de la ornitina, el aspartato a partir del propio glutamato o glutamina, o de la asparagina o del oxaloacetato. El glutamato que utiliza la neurotransmisión es distinto al que interviene en el metabolismo energético. Proviene de la glutamina y es sintetizado por la enzima glutaminasintetisa o glutaminasa. El ingreso de calcio a la terminación postsináptica y la liberación retrógrada de oxido nítrico realimenta el sistema y eleva la síntesis y liberación del glutamato. El glutamato del SNC se distribuye en tres compartimientos: el extracelular, el citosólico y el vesicular. El gradiente entre el espacio intersticial y el citoplasma presináptico es sostenido por un mecanismo sodiodependiente. A su vez, el gradiente entre las vesículas presinápticas de almacenamiento y el citoplasma neuronal depende de una bomba ATPasa. La secreción del glutamato a la hendidura sináptica se realiza por un mecanismo de exocitosis. Una vez allí, el glutamato puede seguir tres caminos diferentes: 1. puede sufrir recaptación glial y en ese caso la glutamina-sintetasa lo transforma en glutamina y lo almacena en el interior de las mitocondrias, donde se une al ácido alfacetoglutárico que la integra al ciclo de Krebs y la transforma en una fuente de energía celular 2. puede experimentar recaptación presináptica, lo que depende de la bomba sodio/potasio que lo recaptura en las terminales presinápticas y en los astrocitos gliales. Si el exceso de recaptación produce citotoxicidad al descender el pH intracelular, la misma bomba sodio/potasio lo devuelve a la hendidura sináptica pero liberándolo con una significativa cantidad de radicales libres lo que constituye una situación patológica 3. finalmente, el glutamato puede unirse con los receptores glutamatérgicos específicos. Los receptores glutamatérgicos específicos se dividen en: receptores ionotrópicos y receptores metabolotrópicos. El receptor metabolotrópico es único, los ionotrópicos son diversos. Entre los receptores ionotrópicos (llamados así porque están ligados a canales iónicos) se identifican dos grandes grupos: ¬ ¬ • • receptores NMDA receptores no-NMDA receptor AMPA receptores Kainato El receptor metabolotrópico único NMDA actúa por segundos mensajeros, induce la formación de inositol-fosfato (IP3), inhibe la adenilciclasa y disminuye al AMPc intracelular. Se denomina NMDA porque es activado por el N-metil-D-aspartato. Existen dos subtipos de rNMDA: receptor de componente lento y receptor de componente rápido, lo que explica las respuestas electrofisiológicas bifásicas. Exhibe un primer enlace para el agonista glutamato, un segundo enlace para coagonista glicina que es absolutamente necesario para regular la apertura del canal iónico y un tercer enlace para las poliaminas positivas (espermina, espermidina y arcaína). Existiría un cuarto enlace para los antagonistas (fenciclidina, zinc, etc.) El magnesio extracelular elevado disminuye la excitabilidad del canal iónico. Recientemente se han ubicados más subtipos e isoformas de receptores NMDA lo que está indicando que estos receptores son como “maleables” a múltiples funciones por lo que adoptan la forma más adecuada. Los subtipos conocidos, de despolarización lenta, son NMDAIR, NMDAr 2B, NMDAr 2C, NMDAr 2D. En general, los NMDAr se componen de dos subunidades múltiples, con estructura semejante a los no NMDAr y GABAr. Los receptores no-NMDA tienen una clasificación controvertida. Las técnicas moleculares para fijación de radioligandos permitieron identificar por lo menos seis proteínas receptoras, con varios dominios. Los dominios intracelulares contienen mecanismos activadores de proteinquinasas. Los Glu1 r a Glu4 r, son proteínas AMPA, mientras Glu5 r y Glu6 r presentan proteínas receptores de kainato con alta afinidad. Se han descrito AMPAr “rápidos” que no varían en cantidad en el desarrollo y la maduración y AMPAr “lentos” pocos numerosos al comienzo pero que aumentan con el desarrollo y la maduración. La presencia de un módulo “rápido” en los receptores de glutamato incrementa mucho la sensibilidad a la estimulación. La heterogeneidad de los receptores nativos se debería a la ensambladura de unidades múltiples de diferentes subtipos en áreas y circuitos cerebrales definidos. Los receptores AMPA Glu1 r o Glu3 r forman canales permeables a los iones sodio y calcio. Si se agregan subunidades de Glu2 r sólo permiten el pasaje de sodio y el calcio los bloquea. La denominación AMPA se debe al ácido alfa-amino-3-hidroxi-5-metil-4-isoxazol-propiónico que es su agonista específico. Todos los receptores AMPA se encuentran en la vecindad de los receptores kainato con los cuales interactúan. Los dos receptores se ubican de manera preferente en el teleencéfalo. Los receptores kainatos abundan más en el estrato celular CA3 del hipocampo, las capas profundas de la corteza y el estrato granuloso del cerebelo. El AMPA tiene su más alta densidad en el estrato CA1 del hipocampo, las capas corticales externas, el septum lateral y el estrato molecular del cerebelo. El receptor AMPA está asociado en la membrana neuronal con una proteína dota de papel regulador. Algunos investigadores creen que el receptor Kainato es una subfamilia derivada del AMPA. El receptor metabolotrópico difiere de los anteriores. Puede ser activado por el glutamato y también por el quisqualato. No responde al AMPA ni al Kainato. La respuesta de estos receptores está ligada a oscilaciones en una corriente de cloro. El acoplamiento con agonistas se concreta a través de una proteína G y se efectúa mediante el inositol-fosfato (IP3) o el aracnoidato. Puede bloquearse con EDTA. Estos receptores se han detectado en las células bipolares de la retina. La fisiopatología de todos estos receptores glutamatérgicos requiere el ingreso intraneuronal del catión calcio. Algunos de estos efectos son beneficiosos para el organismo, favorecen la maduración neuronal y la plasticidad sináptica y aparecen estrechamente vinculados con los procesos de aprendizaje y memoria. Otros efectos en cambio desbordan los mecanismos de control fisiológicos y originan diferentes patologías degenerativas. La potenciación a largo plazo (PLP) puede definirse como un aumento de amplitud de la respuesta postsináptica prolongada a continuación de un tren de estímulos presinápticos. Para que exista PLP es necesario que el estímulo previo reúna ciertas condiciones: debe ser breve (menos de un segundo) y de frecuencia elevada (superior a 100 Hz) y los encargados de estos mecanismos son los receptores NMDA. El fenómeno PLP tiene tres fases: 1º. 2º. 3º. Fase rápida: corresponde a la llamada potenciación postetánica y dura algunos minutos Fase de mediano plazo: que dura de 30 minutos a algunas horas Fase de largo plazo: oscila entre una hora y varias semanas. Para que un recuerdo pueda pasar de la memoria de corto plazo a la de largo plazo, es preciso que transite por lo que se conoce como el “portero de la memoria” que es toda la atención que la persona debe prestar para concentrarse en el dato o acontecimiento que se pretende recordar para siempre. Sin embargo, en la realidad ocurren cosas curiosas. Hay ocasiones en que los acontecimientos que ocurren son tan intensos que sin mediar la voluntad de atención o concentración de una persona, quedan grabados en forma indeleble. Esto ocurre con la llamada memoria del horror o miedo, despertada por hechos traumáticos. Curiosamente, en determinadas ocasiones, el mismo trauma produce la llamada amnesia postraumática. Otras veces una persona realiza un gran esfuerzo de concentración y atención pero le es imposible grabar en la memoria a largo plazo determinados conocimientos o datos que necesita. Estos fenómenos, en parte, suceden porque falla el proceso de recuperación pero no porque se haya alterado la función de almacenamiento de la memoria. Esto se ha probado porque el algunos procesos patológicos, el individuo recuerda datos que se tenían olvidados o que nunca pudo retener a pesar de esforzarse por ello. El análisis del PLP se realiza habitualmente sobre neuronas del hipocampo en las que los receptores glutamatérgicos provienen de la vía comisural de Schäffer. El fenómeno PLP aparece como un refuerzo de interacción entre neuronas pre y postsinápticas. Se da siempre después de una estimulación sostenida. Por esta razón, el fenómeno se considera soporte o uno de los soportes de la función mnésica. Gracias a él se conserva el recuerdo de la coactivación de dos neuronas en el circuito sináptico. El origen del fenómeno PLP se ha investigado a nivel presináptico (aumento de liberación de glutamato) y postsináptico (aumento del número de receptores y/o esfuerzo del acoplamiento). La hipótesis presináptica se apoya en el análisis electrofisiológico y en particular en la observación de una disminución en el número de fracasos de la transmisión durante el PLP. Algunos autores creen que las condiciones de liberación, vuelven poco probable la persistencia de un muy fuerte aumento durante un tiempo lo suficientemente prolongado. La hipótesis postsináptica se fundamenta en el hecho de que la PLP puede ser reproducida por despolarización postsináptica. El papel del calcio iónico fue ratificado en las neuronas que integran el estrato CA1 del hipocampo. La despolarización prolongada impuesta artificialmente puede sustituir a la estimulación presináptica de alta frecuencia e inducir PLP. En estas condiciones se reproduce un aumento de la concentración intraneuronal de calcio. A la inversa una hiperpolarización previene el desarrollo del fenómeno PLP. La despolarización en sí misma constituye la forma más simple y eficaz de aumentar la probabilidad de éxito de la transmisión por caída del umbral de activación. Los agentes bloqueadores competitivos del receptor NMDA interrumpen el fenómeno PLP. Sin embargo, parece que la activación NMDAr no es indispensable para la PLP, con la condición de que se produzca una despolarización suficiente para activar los canales cálcicos dependientes del potencial. Para una buena coordinación de efectos hay que concebir una retroalimentación o feedback postsináptica mediada por el óxido nítrico que se sintetiza a partir de la oxido-nítrico-sintetasa y es recaptado en la presinapsis. Los fenómenos observados durante el crecimiento y maduración del sistema nervioso se acompañan de fenómenos comparables con el PLP. Las finalidades son cercanas porque se trata de reforzar relaciones sinápticas luego de coactivar dos neuronas de modo que la actividad de una de ellas se transfiera a la otra. Este fenómeno utiliza el mismo tipo de receptores y durante el desarrollo neuronal, las conexiones se consolidan de la misma manera. En el montaje de ciertos circuitos (red de Purjinje o Purkinje del cerebelo) se ha demostrado la presencia transitoria de receptores NMDA, que son funcionales durante el establecimiento de las sinapsis y luego desaparecen para dar lugar a otros subtipos de receptores (AMPA). Durante estos procesos aparecen botones sinápticos, emergen conos de crecimiento neuronal y se liberan factores neurotróficos. Los receptores glutamatérgicos están, así, involucrados en la sinaptogénesis. La fenciclidina (PCP) es un bloqueante de la neurotransmisión glutamatérgica mediada por los receptores NMDA. Como anestésico usado en al década del ‘50 producía una disociación del paciente respecto del mundo exterior. En la década del ‘70 comienza su empleo ilícito como adulterante de anfetaminas o sustituto del LSD y se usa para fumar, ingerir, administrar por vía nasal o inyectarse. La utilizan un 3% de los adictos de EE.UU. Su uso induce psicosis que dura de 1 a 30 días (con un promedio de 4 días) en personas normales. En los psicóticos aumenta la enfermedad y las pérdidas cognitivas y perceptuales. Un 20 a un 25% de individuos expuestos al PCP desarrollan síntomas psicóticos. La edad de mayor riesgo para uso de PCP oscila entre los 15 y los 20 años de edad. Los aminoácidos excitatorios, en particular el ácido kaínico, producen excito-toxicidad. La administración sistémica de glutamato ocasiona una necrosis neuronal circunscripta a regiones ubicadas fuera de la barrera hematoencefálica. La captación de glutamato por células gliales del sistema nervioso atenúa la toxicidad. La regulación de las cantidades de glutamato presente en el medio extracelular y en la hendidura sináptica depende, entre otros factores, de la captación neuronal, de la captación de células gliales y del equilibrio con el metabolismo del GABA. El fenómeno tóxico se da cuando sobreviene un déficit no compensado en alguno de esos mecanismos. En el hipocampo, el fenómeno PLP puede ser en parte compensando por la actividad concomitante de una sinapsis gabaérgica (tipo B) que podría contribuir a acotar sus efectos tóxicos. Entre los mecanismos citotóxicos debemos señalar a: ⇒ La activación de los calpains, que degradando los distintos constituyentes del citoesqueleto celular desorganizan las terminaciones ⇒ La activación de las fosfolipasas con producción del ácido araquidónico y radicales libres ⇒ La producción de monóxido de carbono y de un exceso de óxido nítrico que promoverían una inhibición terminal de la secuencia respiratoria mitocondrial Se conocen intoxicaciones alimentarias que involucran los receptores glutamatérgicos: el latirismo por consumo de una leguminosa (lathyrus sativus) por antagonismo irreversible de los receptores AMPA; el síndrome Guam por consumo de un aromato (Cicus circinalis) por antagonismo de receptores AMPA y NMDA. Las propiedades tóxicas de los aminoácidos excitatorios se manifiestan en enfermedades degenerativas como la esclerosis lateral amiotrófica y el envejecimiento, lo que despierta el interés por la investigación de estas estructuras y de aquellas moléculas que desarrollan sobre dichas estructuras, fenómenos de alta y baja regulación (up y down-regulation). También se conoce el fenómeno inverso de la PLP que es el fenómeno de depresión a largo plazo (DLP), que interviene en la abolición de la plasticidad sináptica. En el cerebelo la estimulación conjunta de las fibras trepadoras y de las fibras llamadas paralelas induce DLP. La aspiración de monóxido de carbono provoca este fenómeno, siendo esa la razón de que aspirar monóxido de carbono, por ejemplo, cuando se fuma y se aspira el humo que sale directamente de la combustión de la punta del cigarro o cigarrillo, provoca una pérdida parcial de la memoria, especialmente para los nombres propios. Esto explica porque los estudiantes fumadores, en época de examen con estudios intensos y prolongados, aspiren demasiado humo directo del cigarrillo y tengan dificultades de memoria. Teoría de las ráfagas: experiencia, percepción y aprendizaje Cuando se observa el rostro de un personaje célebre, se huele una comida predilecta o se oye la voz de un amigo, se los reconoce de inmediato. Una fracción de segundos basta para que la estimulación de nuestros sentidos nos informe que estamos en presencia de algo familiar, deseable o peligroso. Este reconocimiento casi instantáneo se llama percepción preatentiva o preatencional requiere un análisis de los estímulos, que realiza la corteza cerebral. Es imposible comprender este proceso de percepción examinando sólo las propiedades de neuronas individuales o grupos aislados de neuronas. Hoy se sabe que la percepción es producto final de la actividad cooperativa simultánea de millones de neuronas ubicadas en distintos estratos de la corteza cerebral, las que se activan en cada experiencia o estímulo. Los más modernos avances en este terreno sugieren que existe en el cerebro cierto “caos” o comportamiento complejo que parece casual, aunque de hecho responde a algún orden oculto. Este caos se torna patente cuando amplios grupos de neuronas cambian de repente y de modo simultáneo un tipo de actividad compleja por otro, en respuesta a un estímulo cualquiera. La mutabilidad es, sin duda, una característica primordial de muchos sistemas caóticos y en el cerebro es la propiedad que hace factible la percepción. El caos subyace en la capacidad del cerebro para responder de un modo flexible al mundo exterior para generar nuevos patrones de actividad que se perciben como experiencias o ideas originales. Para entender la percepción y su aprendizaje hay que partir del conocimiento de las propiedades de las neuronas que la efectúan. Por ejemplo, cuando se aspira un aroma, las moléculas que lo transportan son capturadas por unas pocas de las muchísimas neuronas receptoras situadas en las fosas nasales, existiendo receptores especializados para las diferentes clases de aromas. Las células excitadas disparan potenciales de acción o pulsiones que se propagan a lo largo de las dendritas y axones hasta alcanzar un sector de la corteza cerebral denominado bulbo olfatorio. El número de receptores activados depende de la intensidad del estímulo; su ubicación en la nariz externa expresa la naturaleza del olor. Esto significa que cada olor se manifiesta por una disposición espacial de la actividad receptora que, a su vez, se transmite al bulbo. El bulbo analiza cada tipo de entrada y a continuación sintetiza su propio mensaje, que retransmite al córtex cerebral. Desde allí se envían nuevas señales a muchas partes del cerebro, entre ellas al llamado córtex endocrino donde se fusionan con percepciones o señales precedentes de otros sistemas sensoriales. El resultado es una percepción cargada de significados, una “Gestalt” o configuración sensorial propia y única de cada individuo, de forma tal que la interpretación de un todo no siempre es una mera conjunción o sumatorias de parte, sino que cada parte, como un complicado y extenso rompecabezas, debe ubicarse en el todo con una completa armonía y sentido. Desde luego, la interpretación de un “todo” o de los “todos” que puedan existir en el universo humano, es también como la existencia de múltiples y diversos rompecabezas. Los hay muy sencillos y fáciles de armar y los hay muy intrincados y con partes muy disímiles que exigen una gran capacidad y paciencia para lograr la comprensión de un ensamble adecuado y correcto. En esto interviene la creatividad y la originalidad de los “armadores de rompecabezas”, como serían los artistas en general, los científicos en particular y la rara especie en extinción de los “filósofos de raza”. ¿Cómo distingue el cerebro un olor de todos cuantos los acompañan y cómo logra lo que se denomina la generalización sobre los receptores equivalentes? A causa de la turbulencia de la corriente de aire que ingresa a la nariz, sólo unos pocos receptores de los muchos que existen, se excitan durante una aspiración. La selección de los mismos varía imprevisiblemente de una aspiración a otra. Para reconocer las señales provenientes de distintos grupos de receptores para un mismo estímulo, todas las neuronas participan en la elaboración de cada una de las percepciones olfatorias. En otras palabras, la información más destacada acerca del estímulo se debe a alguna configuración distintiva de la actividad del bulbo entero y no a un pequeño subgrupo de neuronas detectoras de ese rasgo, que sean excitadas en forma aislada o independiente. Es más: aunque esa actividad nerviosa conjunta refleja el aroma, la actividad de la misma no viene determinada únicamente por el estímulo. El funcionamiento del bulbo es autoorganizado, es decir, está controlado por factores internos que influyen gradientes de sensibilidad de las neuronas a los estímulos. Las neuronas del córtex reciben sin cesar, los impulsos provenientes de millares de otras neuronas. Algunos de estos estímulos son excitatorios, otros inhibitorios. Estas corrientes dendríticas recorren todo el cuerpo celular y se concentran sobre un área denominada zona de disparo. Allí las corrientes atraviesan la membrana celular y pasan al espacio intersticial. Mientras esto acontece, la célula calcula la fuerza promedio de las corrientes (que se refleja en los cambios de potencial al atravesar la membrana) y refuerza las ondas excitatorias, deprimiendo las inhibitorias. Si el resultado es una corriente que supera el umbral crítico o nivel mínimo de excitación, la neurona promueve un disparo. El EEG no registra la actividad de una neurona, sino de un grupo de neuronas, dado que el espacio intersticial está atravesado por corrientes que provienen de millares de células. Los registros del EEG siempre oscilan ante la percepción de la actividad neuronal y los trazos de las ondas electroencefalográficas suben y bajan, registrando variaciones bastantes irregulares. Cuando un individuo aspira un aroma y está bajo control del electroencefalógrafo se determina un registro que se denominado ráfaga. Todas las ondas procedentes de la retícula de electrodos se vuelven de pronto más regulares u homogéneas durante unos pocos ciclos, hasta que el individuo exhala el aire. Esas ondas en ráfaga tienen mayor amplitud y frecuencia que las convencionales y oscilan a 40 ciclos por segundo, razón por la cual se les denomina “ondas de 40 Hertz” (en realidad la frecuente se mueve en un rango que abarca desde 20 a 90 Hertz). El análisis de estas ráfagas ha permitido descubrir en ellas una onda común que se llama “onda portadora” que exhibe un mismo tipo de ascenso y descenso. Esto ocurre en cuatro etapas: 1º. Las neuronas excitadoras se excitan o liberan desde el estado de inhibición (ascenso de la curva) 2º. Las neuronas excitadoras estimulan a las neuronas inhibidoras que amortiguan la actividad excitadora (meseta o estabilidad del ascenso) 3º. Las neuronas inhibidoras deprimen más a las excitadoras y ellas mismas se deprimen (descenso de curva) 4º. En cuanto las neuronas inhibidoras se quedan en reposo, las excitadoras se libran de la inhibición y el ciclo comienza nuevamente En ocasiones estas ondas portadoras son más regulares y otras veces se las recoge con una mayor irregularidad. Curiosamente, no es la forma de la onda portadora la que revela la identidad del olor. De hecho, la onda cambia de forma cada vez que el individuo inhala, aunque el aroma aspirado sea repetidamente el mismo. La identidad de un olor se puede discernir sólo en la representación espacial de la amplitud de la onda portadora que recorre el bulbo entero. Los patrones de amplitud se evidencian con nitidez cuando se traza la amplitud media de las distintas versiones de la onda portadora en una cuadrícula que representa la superficie del bulbo. Esto se llama “mapas”. Los “mapas” recuerdan esos diagramas de contorno que perfilan las elevaciones de los montes y las honduras de los valles. Mientras no se altere el entrenamiento del individuo, se obtendrá siempre el mismo mapa frente a un determinado aroma, aunque la onda portadora difiera en cada aspiración. Esto mapas han servido de ayuda para evidenciar que no sólo la percepción requiere una actividad global del bulbo entero, sino también éste participa en el proceso de asignar significado a los estímulos. El mapa que representa la amplitud de la onda portadora de cierto aroma cambia bruscamente cuando alteramos el recuerdo asociado a ese aroma. Si el bulbo no hiciese que la experiencia influyera en esa percepción, el mapa permanecería inalterado después de haber cambiado la asociación condicional. Las técnicas de refuerzos para distinguir entre diferentes estímulos olfatorios hacen que ciertas sinapsis que conectan neuronas dentro del bulbo y dentro del córtex olfatorio, se consolidan selectivamente. Esto significa que la sensibilidad de las células postsinápticas al estímulo excitador (propiedad conocida como ganancia) crece al nivel de las sinapsis y hace que un estímulo origine una respuesta mayor que la que habría provocado sin ese estado de entrenamiento especial. La ganancia es la relación entre respuesta y estímulo, medida en intensidad. Este fenómeno de potenciación en el mediano y largo plazo, está vinculado con la idiosincrasia de receptores NMDA del sistema glutamatérgico, que según estudiamos, tiene los receptores AMPA como responsables de la potenciación a largo plazo (PLP). La asociación de células nerviosas no genera por sí misma las ráfagas de actividad colectiva del bulbo entero. Para que sobrevenga una de tales ráfagas en respuesta a un aroma, es preciso que la neuronas que integran la asociación y todo el conjunto de las que forman el bulbo, estén “preparadas” para responder con fuerza al estímulo. Hay dos procesos que complementan la preparación llevada a cabo por el desarrollo de sinapsis múltiples. Ambos afectan a la ganancia y lo hacen modificando la sensibilidad de la zona de disparo. Aquí la ganancia es la proporción entre el número de impulsos disparados (salida) y la corriente dendrítica neta (entrada). Así, llamamos ganancia total al producto de lo obtenido en las sinapsis (nivel de receptores) y en las áreas de disparo. Los dos procesos serían: 1º. Factor de preparación de estimulación general: Ante diferentes estímulos simultáneos (hambre, sed, miedo) la ganancia de neuronas se incrementa tanto a nivel del bulbo como del córtex. Esto se debe a la liberación y actividad de sustancias neuromoduladoras que actúan como facilitadoras 2º. Factor de preparación o estímulo mismo: cada excitación aumenta la respuesta de modo que hasta un cierto nivel los estímulos reiterados funcionan como factores de potenciación. La mayoría de los modelos aplicados al conocimiento de redes nerviosas da por sentado que las neuronas logran su máxima ganancia cuando se encuentran en reposo, pero para el cerebro humano esto es inapropiado, pues no los modelos no admiten que las redes neuronales generen cambios explosivos. De este modo, la información procedente de los aromas pasa de un corto número de receptores a un número aún menor de células bulbares. Si el aroma es familiar y el bulbo ha sido preparado por excitación, la información se transmite con la celeridad de un relámpago debido a la reunión de neuronas. El bulbo envía entonces a través de axones paralelos una “notificación de consenso” hasta el córtex olfatorio. La respuesta está vinculada, sin duda, con el tendido que conecta bulbo y córtex. La comunicación entre ambas estructuras se hace con axones paralelos. Cada axón ramifica y transmite impulsos a miríadas de neuronas situadas en el córtex olfatorio. Cada célula target recibe el estímulo procedente de miles de células bulbares. La actividad transmisora de las líneas entrantes, sincronizada por cooperación, se destaca porque esas señales se suman unas a otras. De esta manera, cada neurona receptora del córtex, capta una porción de la señal vulvar cooperativa y transmite las señales sumadas a millares de sus vecinas. Como respuesta, las neuronas del córtex, masivamente interconectadas, generan su propia ráfaga colectiva. Resumiendo: la senda transitoria para el patrón global dominante depura el mensaje, elimina el “ruido agregado”, y hace que una señal pura impresione el córtex olfatorio. Este mismo mecanismo, adaptado a cada sentido, puede ser la vía común final al resto de las percepciones sensoriales. Hay varios argumentos por los que se admite que la actividad cerebral, durante las ráfagas y entre ellas, es caótica y no meramente estocástica. Para entender esto hay que definir primero dos ideas referidas al caos y la aleatoriedad: 1. En el caos o actividad caótica subyace un cierto orden cooperativo. Ejemplo: una muchedumbre que en hora pico espera en un andén de la estación ferroviaria para orientarse cada grupo a un tren definido con un recorrido determinado y de un horario específico. Cada pasajero, a pesar del tumulto y movimiento, tiene objetivamente ordenada su actividad al buscar un tren determinado y moverse para encontrarlo. 2. En la aleatoriedad o estocásticismo, sólo hay movimientos fortuitos o erráticos que no comparten ninguna actividad cooperativa. Ejemplo: también una multitud en un andén de estación ferroviaria pero que está aterrorizada por amenaza de algo (bomba, derrumbe de edificio, temblor o terremoto, explosión de una maquinaria, incendio, etc.). Cada persona realizará movimientos erráticos, sin un fin determinado, completamente desordenado y de acuerdo al azar, sin coordinación cooperativa de ningún tipo y que ningún anuncio o señal puede ordenar. Un indicio a favor de la teoría cerebral del caos es que durante las ráfagas, e incluso entre ellas, todo el bulbo olfatorio es atravesado por una única onda portadora. Sus características no pueden ser cambiadas por estímulos externos porque se autogenera en el propio bulbo. Esta es una de las características distintivas de los sistemas caóticos. Otro indicio es que los colectores neuronales del bulbo y del córtex exhiben una notoria capacidad para pasar en forma instantánea de un estado de no explosión al de explosión en ráfaga. A estos cambios superrápidos, motivados por estímulos débiles, los físicos los llaman transiciones y los matemáticos bifurcaciones. La bifurcación es muy difícil de controlar en un sistema caótico y suele estar bajo control en uno de tipo estocástico. La identificación del caos no nos revela automáticamente su origen. Surgen en el cerebro cuando una o más áreas como el bulbo y el córtex olfatorio se excitan entre sí de modo que ninguna permanezca en calma y al propio tiempo son incapaces de coincidir en una frecuencia oscilatoria común. La competencia entre las partes aumenta la sensibilidad y la inestabilidad del sistema contribuyendo al caos. La importancia de esta interacción se evidencia si desconectamos ambas regiones. Sólo entonces desaparece el caos y ambas se tornan anormalmente estables y quietas. Los moduladores bioquímicos o neurotransmisores, llegados desde cualquier ámbito, aumentan la sensibilidad al estímulo y participan de la formación de ondas aumentando la excitación. Esta comprobación ligada con la percepción de que el cerebro exhibe un caos controlado, constituye en realidad una propiedad fundamental de este órgano, la principal que lo diferencia de una máquina de inteligencia artificial. La ventaja decisiva del cerebro radica en que los sistemas caracterizados por él, producen continuamente nuevos patrones de actividad. Sobre estos conceptos puede esbozarse un algoritmo de comportamiento basal. El cerebro busca continuamente información e impulsa al individuo a que mire, huela y escuche. Esa búsqueda es el resultado de una actividad autoorganizadora que tiene lugar en el sistema límbico. Recordemos que este sector del cerebro involucra el córtex endocrino que es la sede de la vida emocional y de una forma de memoria. Transmitida la orden de moverse, el sistema límbico despacha un mensaje de referencia alertando a todos los sistemas sensoriales para que se alisten a responder a la nueva información. Todas y cada una de las neuronas de un área dada, responde generando una actividad colectiva que hemos llamado ráfaga. La actividad sincrónica de cada una de las neuronas que integra un sistema se retrotransmite hacia el sistema límbico donde todos estos impulsos se integran en una sensación completa o “Gestalt”. De inmediato se demanda otra búsqueda de información y los sistemas sensoriales vuelven a alistarse por referencia. El estado de coincidencia podría asentarse en la experiencia subjetiva de este proceso recursivo motor, referencia y percepción. Esto capacitaría al cerebro para hacer planes y preparar cada acción subsiguiente, basándose en la anterior. William Blake, poeta, escribió: “si las puertas de la percepción se purificaran, cada cosa aparecería ante el ser humano como realmente es, es decir, infinita”. Tanta purificación sería probablemente abrumadora. De esta percepción no asumible, nos protege la autocontrolada actividad caótica del córtex que es la única propiedad que les resta adquirir a los robots artificiales para humanizarse. Formas de memoria Hay muchas formas de obtener y almacenar la información, lo que se realiza en diferentes etapas. Según Atkinson y Shiffrin (modelo Atkinson-Shiffrin), resume rápidamente tres procesos mnésicos simples y supone que cada uno de esos procesos tiene una serie de procesos de control y selección. Estos procesos dependerán del modo en que cada persona los use de acuerdo a sus motivaciones o intenciones, constituyendo para cada uno, en forma individual, estrategias o formas de procesar la información, para utilizarla según sus necesidades o las circunstancias que deberá afrontar. Este modelo es muy elemental y básico y explica a grandes rasgos los atributos más importantes del proceso mnésico de adquisición y almacenamiento de datos. Pero habría otras modalidades de memoria, las cuales tendrán como base siempre un modelo que comprende: 1. 2. 3. registro del dato almacenamiento a corto plazo almacenamiento a largo plazo Hay un registro sensorial de los estímulos externos que constituye un primer almacén o memoria sensorial. Se llama sensorial porque generalmente la recepción de datos es por conjuntos y por la vía sensorial. Es muy fugaz y alcanza apenas unos segundos de duración. Este tiempo de permanencia es a los efectos de analizar si el registro sensorial debe ser memorizado o no. Hay estímulos muy fuertes que demoran ese lapso, pero no para su análisis sino por su gran intensidad. Así, lo más inmediato es la memoria sensorial, la cual una vez analizada o en virtud de su fuerza de impacto pasa selectiva o automáticamente a un segundo almacenamiento denominado memoria de corto plazo. La memoria a corto plazo usa del “almacenamiento sensorial” que tiene una etapa breve de obtención de información seguida de un olvido casi inmediato. La información queda almacenada en esta memoria también es de un lapso muy corto (no mayor de 30 segundos) pero mayor que el de la memoria sensorial. Vuelve a realizar un segundo análisis más detallado de la información recibida y extrae los componentes verbales que ésta pueda poseer. Se diferencia del registro o memoria sensorial y de la memoria a largo plazo porque sólo puede mantener una pequeña cantidad de información simultánea. La principal característica de la memoria de corto plazo es que la información o dato que contiene es en estado activo (es usada y procesada constantemente mientras permanece en este almacén). Es una memoria para uso inmediato, con capacidad muy limitada ya que sólo puede mantener una pequeña cantidad de información al mismo tiempo y por corto lapso. Se le llama también memoria activa. Es la que tiende a fallar con el tiempo en la mayoría de las personas. Registra hechos recientes. Ejerce control sobre el cerebro al indicarle qué información debe tener en cuenta. En una conversación permite recordar la primera parte de la frase del interlocutor hasta que éste llegue al final. Es asimismo, la base de la atención múltiple simultánea (memoria múltiple simultánea) que permite atender varias cosas a la vez, por ejemplo, mientras se habla por teléfono hojear la correspondencia o una revista, a la vez que se solicite por seña o expresamente algo a una persona que pase en ese momento (pedir un café, llamar la atención, saludar, etc.). La memoria puede ser un acto involuntario mediante el cual queda grabada un dato en la memoria sin mediar el querer o voluntad de hacerlo (memoria involuntaria). O puede ser un acto voluntario en el cual expresamente se pone la intención de memorizar un dado (memoria intencional). La memoria de corto plazo, naturalmente, comienza a declinar entre los 40 y 50 años de edad. Si algo le afectara patológicamente, no se podrían ejercer profesiones como comprador de valores de la bolsa o piloto de avión de caza (Richard Mohs). Una forma de esta memoria, es la memoria episódica (memoria anterógrada o de hechos recientes) que también guarda hechos y experiencias relativamente recientes (la película vista hace pocos días, donde se dejan los anteojos o estaciona el auto, etc.). Su declinación comienza alrededor de los 40 años de edad, pero su decadencia es más lenta a tal punto que no se advierte, quizás, hasta dos décadas después del comienzo de la pérdida. Así una persona de 50 años nota la facilidad de los jóvenes para estudiar, aprender y memorizar el uso de aparatos electrónicos o un nuevo programa de computadora, actividades que a él le cuestan mucho más. La capacidad de retención de esta memoria es menor a medida que aumenta la edad. Esto acarrea problemas en profesiones tales como la medicina en la que la diversidad de conocimientos y su renovación permanente, es una de las profesiones que más exige memoria episódica y al disminuir ésta, puede hacer que un médico sea susceptible de incurrir en negligencia profesional, ya que sólo se recuerda la mitad de la información y se produce el olvido de las dolencias de pacientes en el mismo día en que éstos son atendidos. Otra característica importante es la cualidad de ser una información o dato consciente, a tal punto que muchos investigadores consideran a esta memoria como la actividad de la conciencia en el momento en que ésta es activa. Esto lleva a pensar que la memoria de corto plazo es propiamente la conciencia o estado de conciencia, pero más bien debiera pensarse que es la memoria que usa la conciencia y que es ella misma, dado que el estado de conciencia es mucho más complejo que un simple registro de la realidad circundante. La característica de estado activo y consciente, hace que la memoria de corto plazo sea el mejor mecanismo para explicar el recuerdo. Esto tiene lugar porque para recordar lo memorizado, la información contenida en el almacenamiento de memoria a largo plazo debe desplazarse nuevamente a la memoria de corto plazo para ser reactivado y usado. Por estas razones podemos creer que la memoria de corto plazo es una especie de memoria consciente Si esta memoria de corto plazo es estimulada en forma reiterada por el mismo tipo de información, pasa a una etapa prolongada de información la cual será procesada en otra forma de almacenamiento que es la memoria a largo plazo. Se trata de un almacén de capacidad ilimitada en el que vamos acumulando todos los acontecimientos que nos ocurren y los conocimientos que podamos aprender. Todos estos contenidos permanecen, además, indefinidamente en este almacén, al que debemos recurrir siempre que necesitamos recordarlos. La información o datos registrados en esta memoria son inactivos o inconscientes (memoria inconsciente), a diferencia de la memoria de corto plazo, pero la memoria de largo plazo necesita inevitablemente el proceso de la memoria de corto plazo que es de donde recibe información. Todos estos fenómenos descriptos nos indican que la memoria a largo plazo tiene esquemas múltiples de organización. Uno de ellos es la asociación de ideas o conceptos, otro es el efecto “von Restorf” de la escuela gestaltista, el cual distingue entre conceptos homogéneos (los formados por una misma categoría de imágenes, por ejemplo, letras) y conceptos heterogéneos (los conceptos introducidos dentro de un grupo de homogéneos, por ejemplo, si en un grupo de letras se inserta un número). Según la teoría del efecto “von Restorf”, los conceptos heterogéneos son más fáciles de memorizar y recordar. Otros modos de organizar la memoria y el recuerdo están en los modelos de organización impuesta y organización subjetiva. La organización impuesta se denomina así porque generalmente es impuesta por una circunstancia determinada (grabar una lección escolar, dar un examen, contestar una encuesta o someterse a una investigación). En este caso, la persona tiende a ordenar el pensamiento en categorías. Por ejemplo si se le somete a consideración una larga lista donde se entremezclan dispersos los nombres de animales, transportes, grupos sociales, a fin de facilitar el recuerdo, el individuo agrupa a cada uno de los términos dispersos dentro de un grupo específico. La organización subjetiva es la organización que libremente hace un individuo frente a una lista conocida por azar, la cual contiene agrupaciones débiles, es decir, no hay grupos específicos determinados. En este caso, la persona tiende a buscar inconscientemente una forma de agrupar sobre la base de la función de cada palabra o término. Estos tipos de organizaciones se deben a que el individuo, cuando debió almacenar o memorizar los datos también lo hizo con algún tipo de agrupación o categoría. Dentro de la memoria a largo plazo se consideran varios tipos de memorias. La formación de conceptos da lugar a la denomina memoria semántica y memoria episódica. La memoria episódica es la relativa al conocimiento y registro de acontecimientos que conocemos o episodios que han sucedido y se presenciaron (recordar lo ocurrido ayer). La memoria semántica es la que procede de la información relativa a definiciones de términos o a la conceptuación de conocimientos del mundo o de algunos hechos de la realidad. Mientras que la memoria episódica está más referida al proceso mental de la percepción e ideación, la memoria semántica se relaciona con el paso siguiente del proceso mental: la conceptualización. Las ventajas de una memoria sobre otra es que la episódica nos permite recordar rápidamente cualquier conocimiento adquirido, pero este recuerdo puede tener interferencias, menor asociación y algunos olvidos. La memoria semántica en cambio, produce recuerdos más nítidos, precisos y difíciles de olvidar, porque la memorización de hechos con significados o de concepto, se graban más y menor que el registro de un acontecimiento simple, sin necesidad de conceptuación, como ocurre cuando nos formamos sólo la idea de algo, sin tratar de explicarla o individualizarse. Hay también una memoria de procedimientos o memoria procedimental (procedural memory) que recuerda una aptitud adquirida y es la que nos permite guardar el recuerdo de cómo se realizan trabajos, los juegos, deportes, etc. Esta memoria es considerada como memoria activa, la cual comprendería la memoria a corto plazo y la memoria operativa (“working memory”) (o memoria de trabajos o procedimientos) que consiste en la activación temporal de la red de memoria perceptiva y motora a largo plazo (la activación temporal es retener brevemente una representación). Estudiaremos ahora otras modalidades de memoria. La memoria personal común que es la que abarca genéricamente a todos los tipos de memoria, tanto a la memoria de corto como la de largo plazo o memoria adquirida y la denominada memoria de la especie o memoria filética o memoria innata. Para estudiar la memoria filética, prácticamente puede considerarse al cerebro humano como compuesto con tres estructuras (tres cerebros). La primera estructura es el llamado “encéfalo de reptil”, heredado de los antepasados reptiles que tuvieron la primera estructura encefálica animal, y que está conformado en el hombre por el tronco encefálico superior (formación reticular, mesencéfalo y ganglios basales) e hipotálamo. La función principal del “cerebro de reptil” es la regulación de la conducta estereotipada (instintiva), de los biorritmos y de las funciones fisiológicas vitales. El sistema límbico, es la segunda estructura encefálica en el hombre, llamada “viejo encéfalo de mamíferos” porque se formó en los primeros mamíferos, nace rodeando al antiguo “cerebro de reptil”. Ambos encéfalos (encéfalo de reptil y viejo encéfalo de mamíferos) quedan interconectados tan íntimamente que funcionan regulando tanto lo instintivo como lo emotivo, modulándose ambas funciones entre sí. La generación que siguió a los viejos mamíferos y que comprende al ser humano, formó una tercera estructura encefálica o “nuevo encéfalo de mamíferos” constituido por el neocortex, órgano regulador con la razón y el lenguaje. De esa manera, el encéfalo del hombre queda formado por tres “encéfalos”: 1. 2. 3. encéfalo de reptil (cerebro de reptil): tronco encefálico e hipotálamo viejo encéfalo mamíferos (viejo cerebro mamíferos): sistema límbico nuevo encéfalo mamíferos (nuevo cerebro mamíferos): neocortex El neocortex se relaciona con el sistema límbico en este tercer cerebro, el que conforma el cerebro humano. El sistema límbico, a su vez, tiene conexiones con el sistema olfatorio y queda relacionado con el rinencéfalo o “cerebro olfatorio”. El desarrollo del sistema límbico ha hecho que sea el verdadero comando cerebral de las funciones que incluyen atención, memoria, afectividad (emociones) y aprendizaje. El sistema límbico ubica anatómicamente en la zona profunda de ambos lóbulos temporales (derecho e izquierdo) a manera de una doble representación especular (en imagen de espejo). En cada lóbulo forma un círculo que rodea el tronco del encéfalo y las circunvoluciones hipocámpicas, formando el arco inferior del círculo, mientras que en el arco superior del círculo ubica la circunvolución cingular. La parte anterior el círculo está constituida por septum, amígdala y cuerpos mamilares. El interior del círculo comprende el núcleo talámico anterior. Todas esas estructuras están tan íntimamente conectadas entre sí, tanto en lo neuronal como en lo bioquímico, y, a su vez, se interconectan también neuronal y bioquímicamente con las áreas superiores e inferiores. Estas intrincadas conexiones forman relaciones tan complejas que es lo que lleva al fenómeno del funcionamiento en bloque de todas las áreas cerebrales e influyéndose mutuamente. Las relaciones del sistema límbico con el tronco encefálico inferior participan parcialmente en las funciones del equilibrio de los estados afectivos-emocionales y en el estado de alerta. La parte inferior del circuito límbico, cuyo motor es la amígdala, controla las funciones de alimentación, lucha, huída y cópula. El arco superior del sistema límbico parece superponerse en sus funciones con el arco inferior e impresiona como que ambos se encargan muy particularmente de las funciones de los sentimientos, expresividad de sociabilidad y estímulo del cortejo o interés sexual. El sistema límbico, constituye el “cerebro emocional” cuyas reacciones son sumamente rápidas y se descargan en cuestiones de segundos, sin intervención del “cerebro racional”, cuyas complejas funciones intelectuales le llevan a reaccionar con mayor lentitud. Sin embargo, ambos cerebros, emocional y racional están íntimamente conectados en el hombre de forma tal que las emociones influyen en la razón y, a su vez, la razón puede modular las emociones. El sistema límbico es el primer receptor encefálico de los estímulos y la respuesta emocional es la primera en manifestarse (respuesta primaria), para ser luego modulada por la respuesta racional secundaria. Pero también el sistema límbico acumula todas las conductas aprendidas y forma de ellas un patrón que puede actuar aún en ausencia del estímulo original. El almacenamiento de conductas y otros datos o información es lo que constituye la memoria. El hipocampo, cumple en el circuito de la memoria, el rol protagónico de seleccionar sólo lo que resulta importante o vital, de los estímulos receptados que continuamente recibe en forma de “bombardeo” y desecha los que considera irrelevantes. Asimismo, es el que controla el recuerdo de experiencias almacenadas, seleccionando dichos recuerdos en el momento en que es necesario. Por su intervención en el circuito de la memoria, el sistema límbico parece comandar la memoria encerrada en el cerebro de reptil y de los viejos mamíferos, que son el patrón de las reacciones necesarias para las conductas vitales del hombre (todas las funciones que le permiten preservar la vida). Es la memoria de los instintos y de todos los patrones de conducta que están en la inconsciencia, en estratos muy profundos. Rayner ha comparado al cerebro humano con una computadora, idea que compartimos ampliamente. Las estructuras encefálicas y orgánicas en general son el hardware y el cerebro contiene el software que controla todas las funciones de las otras estructuras anatómicas. Ese software contiene una base de datos atávica, heredada de los primeros animales o reptiles y de los primeros mamíferos. Esa base de datos almacenada en el software cerebral es conocida como memoria filética (del filum humano) y ella es la caja que posee todas las herramientas y conocimientos necesarios para la vida y los patrones de conductas elementales para el hombre. Ese software dependerá del programador informático que lo maneje, en este caso, cada persona en particular y de la habilidad de ese programador se podrán activar programas de reacciones y conductas de patrones ancestrales. A la memoria filética (innata o de la especie) podemos llamarla propiamente memoria ya que como toda memoria personal es información ancestral almacenada que puede recuperarse mediante estímulos sensoriales o la necesidad de actuar. Es eminentemente adaptativa, ya que contiene la prologada experiencia adaptativa de la especie. Para servir a un organismo, la memoria filética requiere la “repetición” al inicio de la vida. En efecto, resulta apropiado considerar como períodos de repetición las etapas críticas postnatales en las cuales las áreas sensoriales primarias necesitan experimentar estímulos sensoriales para el desarrollo temprano de su función. Además, hay pruebas de que las estructuras sensoriales y motoras primarias conservan su plasticidad en la fase adulta, pues se modifica y amplía en el organismo adulto. Las áreas sensoriales primarias de la memoria filética envían información a las áreas asociativas posteriores donde las asociaciones que coinciden con el tiempo forman redes de memoria perceptiva. A través de mecanismos similares, la retroalimentación motora y la llamada “copia eferente” de la acción tejen redes de memoria motora en la corteza frontal. Al reconstruir los esquemas motores que representan, estas redes conducen los actos elementales, innatos, manifestados a su vez en la corteza motora primaria y en las estructuras motoras subcorticales. Así consideradas, las memorias perceptiva y motora derivan de la memoria filética. Ambas son asociativas, se distribuyen por la corteza y están jerárquicamente organizadas. Sobre la base de la memoria filética crece la memoria personal o individual, la que obraría como expansión de la memoria filética en la corteza de asociación. La transición anatómica de la memoria filética a la individual, de la corteza primaria a la asociación, sigue gradientes de desarrollo y gradientes conectivos. En la medida en que la ontogenia recapitula la filogenia, la transición también sigue un gradiente filogenético. La memoria filética comprendería: • • • • • la memoria instintiva la memoria perceptiva la memoria motora la memoria emocional o afectiva memoria noética (saber ancestral) La memoria instintiva o memoria de los instintos, opera en el mismo nivel que la memoria filética, motora, emotiva, de los reflejos, etc. y es una memoria innata, estereotipada y relacionada con motivaciones básicas (sed, apetito, deseo sexual, conservación de la vida, etc.). También es una memoria condicionable, sujeta a control neocortical y modulación. La memoria a largo plazo es considerada como memoria pasiva o la memoria almacenada sin activación temporal. A grandes rasgos puede determinarse que memoria pasiva es la que está conservada o guardada pero no usada (inactiva) mientras que memoria activa es el uso temporal o activación de la memoria inactiva. Generalmente, en medicina y psicología, se considera a la memoria de los hechos pasados o memoria duradera o de largo plazo como memoria retrógrada (recuerda hacia atrás) mientras que la incorporación de nuevos datos o memoria reciente se le denomina memoria anterógrada, siendo la memoria de corto plazo una forma de este tipo de memoria. La memoria instintiva es la que permite que tengan lugar los actos reflejos. De ese modo, también opera como memoria de actos reflejos. Esta memoria, como la mente emocional, actúa rápidamente, en segundos, y por eso no está sometida al control racional. Es la que permite tener actos reflejos que pueden llevarnos a reacciones consideradas estúpidas, como es tratar de poner una mano o un pie cuando cae algo pesado. La mente racional no tiene tiempo de reaccionar para modular el reflejo y por esto la mayoría de los actos reflejos son irracionales y subconscientes. Quizás la naturaleza nos dotó de los actos reflejos, no para analizarlos sino para que podamos desempeñarnos rápidamente en la emergencia, antes de que la razón intervenga con su control. La memoria perceptiva o sensorial es la memoria que se guarda de todos los fenómenos o estímulos recibidos a través de los sentidos. Abarca cuanto solemos entender por memoria personal y conocimiento: representación de eventos, objetos, personas, animales, hechos, nombres y conceptos. Según hemos dicho anteriormente, esta memoria recoge una enorme cantidad de información desde todos los sentidos, pero la permanencia del registro es muy breve y se mide en fracciones de segundo. En ese tiempo pueden ocurrir dos fenómenos: que lo registrado se traslade a un almacenamiento de mayor duración y mejor análisis como lo es la memoria a corto plazo, para seguir siendo procesado. O que la mayor parte de ese registro se desvanezca en forma inmediata para dar lugar a nuevos registros. La pérdida del registro sensorial es irreversible, pues nunca más se recupera. La transitoriedad muy efímera del registro sensorial se debe a que el análisis que la memoria visual realiza es muy superfluo pues sólo se limita a captar imágenes o sonidos o superficies o sabores u olores, tal cual le llegan, sin someterlos a un análisis más profundo de carácter semántico o simbólico. Es decir, no forma una idea concreta de lo que percibe. Para que este análisis e ideación de las imágenes recibidas ocurra, es necesario el desplazamiento del dato al almacén de la memoria de corto plazo. La diversidad de formas de memoria perceptiva puede agruparse en distintas categorías de rangos diferentes, según su contenido sensorial y su generalidad. Hay una jerarquía de memorias perceptivas que van de lo sensorialmente concreto a lo conceptualmente general. En la base encontramos las memorias de las sensaciones elementales; en la cima los conceptos abstractos que, aunque adquiridos por la experiencia sensorial, se han independizado de ella. La jerarquía de las memorias perceptivas se basa, a su vez, en una jerarquía paralela de áreas de la corteza posterior, dispuesta en el orden de desarrollo y conexiones indicado. En los niveles inferiores, la jerarquía de memoria perceptiva se corresponde con la jerarquía neuronal para el procesamiento y análisis de la información sensorial. De hecho hay también una jerarquía de áreas para cada una de las modalidades sensoriales: vista, tacto, oído, gusto y olfato. Todas ellas convergen en la corteza de asociación polisensorial y, además, en estructuras límbicas del lóbulo temporal, en particular, el hipocampo. Así como hay una memoria visual con capacidad para recordar imágenes, también hay una memoria verbal (esta memoria tiene mucho que ver con los fenómenos de codificación conceptual y a las unidades de información semántica que luego estudiaremos) como capacidad para recordar relatos, lecciones, charlas, lecturas, etc. que es parte de una memoria auditiva que además de palabras recuerda sonidos de cualquier naturaleza. Una memoria olfativa para recuerdos de sensaciones percibidas por el olfato y una memoria táctil adquirida por el tacto (siendo la más conocida la empleada por el sistema Braille de lectoescritura para ciegos). En contraposición hay una memoria extrasensorial que guarda recuerdos de fenómenos extrasensoriales como son los sueños, imágenes oníricas, fantasías, etc. Estaría muy implicada con la memoria implícita. Todas estas memorias constituyen por su capacidad de recordar y reconocer los elementos memorizados, la denomina memoria recognitiva. La memoria recognitiva integra las diferentes memorias perceptivas y así una memoria visual, en virtud de esa integración no sólo guarda la imagen del objeto visto, sino que también guarda memoria de sus cualidades que le permite guardar rasgos distintivos (memoria cualitativa o distintiva) y de su ubicación en el espacio o espacialidad (memoria espacial). Estos tipos de memoria son muy útiles en los animales. Para dejar más claro todo este proceso de la memoria perceptiva hay que definir dos cosas muy claras. Por ejemplo, se ve una flor. El ojo capta la forma, el color y la estructura de esa flor. Esa es la percepción primaria que forma la memoria visual de esa flor en particular y de la especie que representan en sí (el resto de las mismas flores o similares como es el caso de una rosa en particular que comparte la familia con otras rosáceas). Pero esta imagen visual o idea de la forma flor que está en el sustrato inferior de la memoria perceptiva que hemos comentado, luego pasa a otro estrato superior de la mente y allí se forma el concepto flor, el cual se traduce en un signo lingüístico, el cual en sí, no tiene nada que ver con la forma de la idea visual. La única que traducía “tal cual” la imagen o idea visual o forma del objeto percibido, era la llamada “escritura ideográfica” que dibujaba lo visto. Pero el grafismo español flor no tiene nada que ver con la imagen en sí. Luego, del mismo fenómeno hay dos memorias: la visual y la conceptual (la imagen tal cual en sí percibida y la palabra que representa el concepto formado de esa imagen o idea). Esto es lo que se conoce con el nombre de codificación y es el proceso donde interviene la poliasociación y la polisensorialidad, pues en ella participan diferentes estratos y procesos mentales. En cuanto a la memoria emocional, las investigaciones recientes demuestran que el cerebro maneja la información olfativa enviándola directamente a las partes del cerebro asociadas a la memoria y a la emoción. El bulbo olfatorio es parte del sistema límbico por sus conexiones con las estructuras del mismo. En forma contrastada, la vista, el oído y el tacto procesan sus datos a través del aparato analítico cortical antes de alcanzar áreas más primitivas, más emocionales, por lo que el olfato es el sentido más rápido en guardar recuerdos pues el olor se dirige directamente hacia el sistema límbico formado por el hipocampo y la amígdala (estructura conocida como “cerebro de reptil”). Esto es un fenómeno evolutivo, probablemente basado en condiciones primitivas de supervivencia y que genera recuerdos altamente emocionales en las personas. La activación de receptores betaadrenérgicos de la amígdala es la que desempeña un rol fundamental en lo que se ha llamado memoria emocional. Las emociones constituyen un conjunto de respuesta de gran intensidad, provenientes de múltiples manifestaciones expresivas, fisiológicas y subjetivas. Asocian estados de activación de los sistemas neurovegetativos con sensaciones psíquicas y su resultado es, por ejemplo, sensación de temor, alegría, tristeza, sentimientos y afectos o enojo. El humor, en cambio, se define por lo general, como un conjunto de pequeñas emociones persistentes, a partir de las cuales se puede identificar un determinado estado de humor. En las investigaciones neurocientíficas de procesos cognitivos tales como la memoria y la percepción, se incluyó en los últimos tiempos el conocimiento de las emociones y por eso prosperó el campo de investigación dedicado a las relaciones entre memoria y emoción, en forma especial, el miedo o temor. Estos estudios tratan de establecer el modo en que los acontecimientos específicos o estímulos llegan, mediante experiencias individuales de aprendizaje, a provocar la repetición de un estado emocional determinado. Este proceso ha sido denominado memoria emocional y juega un rol importante en los desórdenes emocionales originados en las disfunciones de la capacidad cerebral para controlar una determinada emoción. Este conocimiento ha permitido el desarrollo de la denominada inteligencia emocional que permite mediante aprendizaje, conocer técnicas y métodos para lograr el control mental de todo tipo de emoción, en especial, la relacionada con el miedo, la ansiedad y el distrés. La relación entre los mecanismos subcorticales de la emoción, aparentemente suficientes para provocar una respuesta, y las estructuras, y las estructuras corticales es objeto de estudios sobre la relación entre cognición y emoción. Esto da lugar a que algunos autores consideren a la emoción como un proceso cognitivo, pero en realidad no es así, sino que el entrecruzamiento de funciones mentales como son las funciones cognitivas y las emocionales, puede dar la falsa sensación de que la emoción es un producto de la cognición. Una cosa es que los estímulos que producen reacciones emocionales sean recogidos por centros cognitivos para modularlos o guardar recuerdo de ellos y otra cosa esos centros cognitivos sean los productores de la emoción. Hemos repetido hasta el cansancio de que el hecho de que las mismas estructuras orgánicas y funcionales del sistema nervioso y otros aparatos estén interconectadas para la recepción de estímulos y producción de fenómenos mentales, no significa necesariamente, que una de ellas sea la causa de otras. Simplemente es eso: una mera interconexión que conforma un proceso holístico único. La regulación cerebral de la expresión emocional ha sido expuesta por estudios que mostraron la condición especial de que cuando la corteza prefrontal se encuentra dañada, la memoria emocional es muy difícil de extinguir. Estos estudios, de algún modo, ponen de manifiesto que las áreas corticales regulan la respuesta emocional y las impiden cuando son negativas. Pero perdido el control por alteración de las vías corticoamigdalinas, se transforma el comportamiento de una persona, el cual se vuelve más rígido al impedir la extinción de lo que parece ser un proceso de aprendizaje activo. La amígdala conforma un centro de aprendizaje fundamental debido a su localización intermedia entre regiones aferentes y eferentes. Las vías que nacen en el tálamo ofrecen una percepción sumaria pero rápida del mundo externo (mente emocional), mientras que las vías corticales proveen una información detallada y analítica lo que hace más lento el reconocimiento sensorial del objeto. La existencia de dos vías distintas de aprendizaje emocional (una rápida y otra lenta) parece deberse a las diferencias temporales, pues en ocasiones es necesario producir una respuesta emocional rápida que permita evitar un peligro potencial, sin esperar el lento reconocimiento cortical que la justifique. La amígdala se encuentra así en el centro de un mecanismo de memoria no declarativa que opera fuera del campo de lo consciente. Cuando el componente emocional de un acontecimiento determinado es almacenado en el centro de la memoria declarativa (hipocampo) el individuo puede recordar lo que sintió en ese momento, pero sólo como uno más de los detalles que componen la experiencia. En cambio, para que el sujeto vuelva a sentir lo mismo que en ese momento, o para que los mencionados detalles produzcan una reacción emocional al ser reencontrados, es necesario que también se reactive la memoria emocional por medio de la amígdala. Ambos tipos de memoria son almacenados y recuperados en paralelo, pero el acceso consciente a lo emocional sólo puede hacerse por medio de las consecuencias del acto emocional, como sucede con el comportamiento o las sensaciones subjetivas que se combinan con la memoria declarativa existente, para modificarla y formar una nueva memoria declarativa. La memoria motora o ejecutiva es la representación de los actos y conductas motoras. La jerarquía de las estructuras neuronales dedicadas a la ejecución de acciones motoras es la base de una jerarquía de memorias motoras que cursa en paralelo con diversos aspectos (complejidad, generalidad) con la jerarquía de las memorias perceptivas. Dentro de la memoria motora habría que considerar una especie de memoria de los reflejos o memoria reflexiva que, además, de los centros corticales posee centros en medula espinal, troncoencéfalo y cerebelo. Estas estructuras almacenan formas de memorias motoras elementales o primarias conocidas como actos reflejos, y que son parte también de la memoria filética. Los reflejos simples están en la vía espinal, pero los complejos y condicionados necesitan del troncoencéfalo y centros superiores porque necesitan integrar la memoria perceptiva con la motora. Por ejemplo el reflejo palpebral sólo acciona ante un ruido o un objeto que se aproxime a la vista o algo que roce la piel cercana al párpado. La integración entre memoria perceptiva, motora y filética, de tipo crítica, se establece principalmente en el cerebelo, pero intervienen mecanismos más complicados del troncoencéfalo como núcleos del tálamo, ganglios basales e hipotálamo. Recuerdo o reactivación de la memoria En el acto perceptivo, proyectamos sobre el mundo nuestras expectativas e “hipótesis” basadas en la experiencia pasada. En cualquier momento de la vida diaria, la mayor parte de nuestra memoria a largo plazo se halla en estado de latencia, fuera de la conciencia. Probablemente, los agregados neuronales de sus redes se encuentren inactivos u ocupados en actividades “espontáneas” aleatorias. Una red de memoria se reaviva cuando la memoria a la que representa se recupera por el recuerdo o el reconocimiento. Es lo que se denomina reactivación de la memoria y se piensa que es mediada por la memoria de corto plazo. Un estímulo o grupo de estímulos, cuya representación cortical se ha convertido en parte de la red mediante asociación previa, reactivará esta representación y, también por asociación, al resto de la red. Ni los estímulos activadores ni la memoria activada necesitan ser plenamente conscientes. Algunos fragmentos de la red pueden activarse subconscientemente. En la reactivación de una red neuronal por el recuerdo o reconocimiento, el hipocampo parece desempeñar un papel importante. Se ha observado que los pacientes con lesiones de esa estructura no sólo tienen dificultades para formar nuevas memorias, sino también para recuperar memorias antiguas. A partir de esas dificultades aparece la amnesia retrógrada, o la anterógrada o ambas. Puesto que las redes de memorias nuevas son expansiones de las antiguas, los procesos neuronales de formación y recuperación de la memoria están estrechamente relacionados, si no son idénticos. El hipocampo participa en ambos. La reactivación del recuerdo del fenómeno flor exige la poliasociación y la memoria deberá acudir a los estratos inferiores de la memoria perceptiva y a los superiores de la conceptuación para rememorar una flor determinada, pues debe recordar tanto el nombre como la imagen del fenómeno flor. Así por ejemplo, si se recuerda que se vio una flor, pero no se puede precisar que tipo o clase de flor se vio, es memoria episódica. Pero si se recuerda que se vio una flor y se puede precisar que tipo de flor es, estamos en presencia de la memoria semántica que representa al conocimiento cabal de las cosas. La memoria episódica es, quizás, la más usada e inmediata no sólo porque refleja el episodio conocido, sino porque lo recuerda debido a que conoce un significado previamente estipulado. En cambio la memoria semántica es más propia del proceso de memorización de datos nuevos o de aquellos que necesitan ser reconceptuados. El hecho de que las mismas áreas corticales sirvan tanto para almacenar la memoria perceptiva como para el procesamiento de información sensorial, proporciona fundamento neuronal para la estrecha relación que existe entre la percepción y la memoria. De esta forma, recordamos lo que percibimos y percibimos lo que recordamos. El olvido La amnesia y el bloqueo o represión mental deben ser distinguidas del olvido. Si bien ambas palabras se refieren a una ausencia de recuerdos, la amnesia tiene una connotación de tipo patológico que significa pérdida o debilidad de la memoria y el bloqueo por represión es un mecanismo inconsciente utilizado para no recordar hechos que se consideran aberrantes, inmorales, etc. Mientras que olvido se refiere a la cesación de un recuerdo que se tenía y esta cesación no es patológica sino que está referida a mecanismos no patológicos del proceso mnésico para grabar y evocar un recuerdo. El olvido se presenta en las siguientes circunstancias: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. recuerdo de datos o hechos aislados retardo de memoria datos transitorios datos pocos usados datos pocos memorizados falta de esfuerzo apropiado para recordar formación insuficiente de engramas Generalmente el recuerdo de datos o hechos aislados no asociados a otros elementos es una de las causas de un registro débil de memoria. Pero, a diferencia de la amnesia, los datos olvidados, mediante un determinado esfuerzo o espontáneamente pueden surgir después del intento de acordarse de algo y no poder hacerlo instantáneamente. En este caso opera como una especie de retardo de memoria. Otra circunstancia es la presencia de datos transitorios, por ejemplo, cuando se guardan o dejan las llaves en lugares no habituales. También son difíciles o imposibles de recordar los datos poco usados o memorizados que se borran con el paso del tiempo. La falta de utilización continua de la memoria lleva a su degradación o decadencia de la misma que facilita el olvido fisiológico de los recuerdos. Otra faceta es no realizar el esfuerzo debido o correcto para recordar. Esto puede deberse a cuando se intenta recordar apresuradamente algo, o no se realizan asociaciones correctas, o no hay suficiente atención o concentración o insistencia sobre el recuerdo buscado. Otros mecanismos del olvido son la formación insuficiente de engramas, sobre todo en la memoria a corto plazo. Esto puede suceder porque no hay mayor interés en grabar un recuerdo, ya sea por decadencia de la memoria o por la banalidad del dato o para evitar una sobrecarga de la memoria de largo plazo. El olvido, como “falla de memoria” cuando se plantea por cuestiones psicológicas, se da en los casos en que “no queremos” recordar ciertas cosas. Este “no querer” puede ser voluntario, pero generalmente es involuntario y ahí se plantean los denominados actos fallidos. En esta situación se dice una cosa por otra, no se hace algo cuando debe hacerse o se cambia un acto debido por otro indebido. Se dice en estos casos que “la memoria nos ha traicionado”. Estas pequeñas traiciones son las que nos llevan a decir cosas con palabras que no debíamos pronunciar y lo hacemos en el instante menos propicio o debido. También están los actos fallidos relacionados con los bloqueos mentales o bloqueos de memoria y/o bloqueos de voluntad. Previgliano refiere que ocurre “las veces que nos preparamos para hacer algo y al llegar ahí, ‘nos bloqueamos’ y todo sale mal”. O no sale. Alicia Díaz Farina interpreta que los bloqueos, en general y desde el punto de vista psicoanalítico, “es lo que llamamos represión. Le ocurre a todas las personas y tiene que ver con la dificultad para reproducir cosas que por alguna razón no resultan placenteras. El estudio del inconsciente nos permite comprender estos procesos, los que se dividen entre lo que no se recuerda y lo que nunca se registró”. Esta interpretación pone de manifiesto que los bloqueos por olvido pueden deberse a lo que no se quiere recordar en forma consciente o inconsciente, pero también a aquello “que no prestamos atención”. Esta falta de atención puede ser producida porque no nos interesa algo o nos resulta desagradable o insulso y no nos concentramos en la cuestión, a pesar de presenciarla y conocerla. De igual modo, cuando estamos inmersos en algún problema angustioso, nos aislamos del entorno y entramos en una dispersión mental que nos lleva a un estado de “autómatas”. Nos encontramos en un lugar físicamente, pero mentalmente estamos ausentes. Otra cosa es la dispersión mental que presentan los niños, especialmente los hiperactivos. Pero, en este caso, se está entre la frontera de lo que es el olvido y lo que es una falla mental. Las zonas de represión se hallan en la corteza prefrontal que es la encargada de seleccionar “lo que se debe recordar” y “lo que no se debe recordar”. Cuánto más se activan esas regiones en el ejercicio voluntario o involuntario de reprimir actos o palabras, peor será el olvido o “falta de recuerdo” de lo reprimido. El hipocampo ayuda a la corteza prefrontal en la tarea de represión o bloqueo pues aunque guarda la memoria de lo que no tiene que recordar, sólo se activa para recordar, pero permanece inactivo durante el bloqueo para “no recordar”. Luego, la corteza prefrontal se activa al máximo para captar lo que debe bloquear, mientras el hipocampo, a la inversa, se desactiva en el bloqueo para no recordar u olvidar lo que se le ha recomendado reprimir o bloquear, tanto en forma consciente como inconsciente. Freud postuló que la represión no hace olvidar lo bloqueado (no es un mero olvido), sino que el recuerdo queda en el inconsciente y no se hace consciente, de ahí la imposibilidad del recuerdo. Pero esa memoria inconsciente puede afectar el comportamiento de una forma u otra. Queda en la categoría de la llamada memoria implícita, de forma tal que la experiencia pasada bloqueada puede modificar el comportamiento de una persona pero esa modificación es siempre inconsciente y el afectado jamás se dará cuenta de estos actos inconscientes. Finalmente, en el mecanismo del olvido, debemos considerar la teoría de las interferencias. Por ejemplo, si a un grupo de personas se les pide que memoricen algo y se les envía a reposar o dormir y a otro grupo se les pide que después de memorizar continúen con otras tareas, el grupo que reposa o duerme recordará mejor lo memorizado. Esto se debe a que la puesta de la atención, inmediatamente después de memorizar, en otras tareas o acciones ajenas a lo memorizado establece una especie de interferencia en el proceso mnésico. Quizá la teoría de la interferencia sea la más preferida para explicar el mecanismo del olvido por causas comunes. De acuerdo con observaciones y experimentos habría dos tipos de interferencias: retroactiva y proactiva. La interferencia retroactiva es la que se refiere a la acción de interferencia que ocurre entre el acto de aprendizaje y memorización de algo y la aparición de un nuevo acto para memorizar inmediatamente después de iniciado el primer proceso de memorización. A pesar de que la nueva memorización es posterior a la primera, la inmediatez de la misma impide una correcta memorización de la primera o de ambas. La interferencia proactiva es la que sucede en el momento en que se intenta memorizar algo, aparece el recuerdo de otras cosas. Acá hay un proceso de simultaneidad que superpone a la memorización actual, el recuerdo anterior. Luego, un proceso de memorización puede ser interferido en forma simultánea por el recuerdo de algo anterior o bien posteriormente por la incorporación inmediata de una nueva memorización, cuando aún no ha sedimentado la primera. Puede existir un olvido activo o consciente y un olvido pasivo o inconsciente. El olvido activo o consciente es el referido a la adquisición de datos triviales que no hacen a una necesidad concreta y que no interesa principalmente retener. En esto interviene un criterio de selección voluntaria y consciente que lleva a no prestar atención a hechos o cosas o de buscar su eliminación en el tiempo. En el olvido inactivo o inconsciente el mecanismo se debe a que hay ciertos hechos, generalmente amenazantes que producen ansiedad, temor o distrés que inconscientemente deseamos no recordar. De acuerdo con teorías freudianas, este sería un mecanismo de represión de nuestro inconsciente. Tanto la memorización como el recuerdo de cosas y hechos dependen en gran parte de nuestros intereses, intenciones y motivaciones. Hay cosas que estimulan el proceso de atención, retención y recuerdo y otras que deprimen dicho proceso e inducen el olvido. Las cosas importantes e inmediatas que necesitamos son las que más nos inducen a memorizar y recordar, pero pasado el interés, o la intencionalidad o motivación, después caen en el olvido. Por ejemplo, voy de compras y memorizo la lista de objetos a comprar, pero una vez realizada la compra, olvido luego dicha lista. En cambio no sucede lo mismo si debo rendir un examen o aprender un conocimiento útil para el ejercicio de una profesión. Acá el esfuerzo de retener y recordar datos es permanente y se vive repasando a los mismos o recordándolos cada vez que se usan. Esto evita el deterioro de la memoria y el olvido de esos datos. Por esto, los investigadores concluyen que en el proceso de memorización los factores emocionales y de motivación son los motores principales de una memoria perenne o de una transitoria, del recuerdo permanente o del olvido. Las emociones positivas ayudan a recordar siempre, las negativas favorecen el olvido consciente o inconsciente. Distrés y memoria El nudo gordiano de los mecanismos mnésicos, el estrés y el aprendizaje Hay que considerar que los circuitos neuronales, el complejo de los neurotransmisores y todos los mecanismos del sistema nervioso, actúan en bloque conformando una unidad de proceso, en la cual es imposible establecer etapas claras mientras funcionan las neuronas bajo un estímulo determinado. Tanto la memoria, como la emoción, los sentimientos, los instintos y todo el complejo mental funcionan como si “ocuparan” todo el cerebro, pues de algún modo, mientras trabaja una zona específica, otras permanecen también activas. Esto es lo que impide establecer mecanismos y zonas perfectamente delimitadas para las funciones intelectuales, emocionales y volitivas. Hay una especie de “vía común final” donde cada neurotransmisor representa un papel determinado preponderante pero no esencial. A medida que se perfecciona la tecnología de estudio y los conceptos de biología molecular, el conocimiento de los circuitos neuronales, las sinapsis, los neurotransmisores y otras proteínas activas van engrosando miles de estudio. Esto produce confusiones lógicas. Yendo específicamente a la cuestión del estrés, conviene recordar su etimología puesto que esto ayudaría a comprender muchas otras cuestiones ligadas a los mecanismos neuronales. Estrés es sinónimo de tensión. Centremos la atención en el concepto de tensión que básicamente significa fuerza y, a su vez, este concepto implica de alguna forma la energía como fenómeno inmaterial. La inmaterialidad es lo que destaca al espíritu que está detrás de todos los fenómenos mentales. Para poder entender mejor determinados conceptos es necesario acudir a desgranar las palabras, pues, nos guste o no, nuestro pensamiento está formulado en palabras y las ideas o teorías que formamos lo hacemos como palabra. Luego, todo proceso mental que implique una tensión debida a una determinada fuerza o energía, puede considerarse desde varios puntos de vista. Uno es el estrés o distrés. Pero hay determinadas tensiones que ocurren en planos orgánicos y en planos psíquicos o mentales. Así la tensión muscular no tiene nada que ver, en su esencia, con la tensión psíquica. Pero ambas tensiones, lingüísticamente significan lo mismo, en estratos diferentes. Muchas veces la tensión psíquica causa tensión muscular (como ocurre en el distrés), pero yo puedo tensar los músculos por otras razones como es realizar un ejercicio o hacer un sobreesfuerzo o simplemente realizar una tensión isométrica. Por otro lado, por ejemplo, cuando algo me impulsa a hacer una cosa, hablamos de intención o motivo. Si centro mi interés en la palabra intención, en forma independiente de las denotaciones de la Real Academia Española y de los diccionarios médicos, puedo considerarla desde el punto de vista como una “tensión interior”. Efectivamente, todos los fenómenos intencionales nacen de una fuerza o empuje interior que obran como tensión. Algo similar ocurre con la palabra atención donde la tensión generada es externa pues yo he colocado el foco de mi conciencia en un objeto o punto externo o interno, donde me concentro, de igual forma que un haz de luz redondo ilumina un objeto. Luego, si yo tengo que estudiar un texto, necesito de la intención de hacerlo y debo poner atención para leer y memorizar. Ambas tensiones (interna y externa) operan sobre mi sistema nervioso del mismo modo que puede hacerlo un estrés, dado que el instrumento es el mismo para todas las tensiones psíquicas. El sólo hecho de estar consciente ya conlleva un grado de algún tipo de tensión. La vigilia así lo impone, evidentemente. Este fenómeno no necesita mucha explicación ni estudios que sean sofisticados porque la simple experiencia o empirismo nos demuestra tal aserto. Luego, es posible y lícito inferir que vivir, estar despierto, pensar, sentir o hacer, me causa algún grado de estrés y que éste “es parte normal de la vida”. Hasta acá todo parece lógico. Pero hay matices sutiles que hacen que la cosa no sea tan clara ni sencilla. Las tensiones de la atención y la intención (entre otras similares), si bien operan con intensidad variable en los circuitos neuronales, debemos considerarlas con una posición mental o punto de vista diferente al concepto de estrés. Ya hice la salvedad de que fenoménicamente y fisiológicamente pueden operar como cosas iguales. Pero conviene reservar el término estrés para las situaciones que lo impusieron sus creadores, principalmente Hans Selye. De esta forma, la separación entre lo “normal”, lo que me pasa todos los días apenas despierto y estoy vigil, los actos de conversar, leer, estudiar, ver una película, y los “estados conflictivos” que despiertan sensaciones más intensas que la normales, establece una calidad distinta de estímulos y una comprensión diferente del fenómeno fisiológico que esos estímulos generan. Este criterio que estoy exponiendo de la similitud de las tensiones normales y las conflictivas generan algún tipo de confusión entre los estudiosos de la fisiología del estrés y del sistema nervioso en general y de los circuitos neuronales cerebrales en especial. Así, he leído la conferencia del Dr. Pfsor. Jorge Medina donde analiza los efectos del estrés agudo y crónico sobre la memoria. Allí afirma que el estrés interviene en el aprendizaje. Es decir, para aprender es necesario el estrés. A continuación aclara que es un estrés de “rango fisiológico” que “genera un gran estado de alerta, un gran estado de atención y se obtiene un máximo de rendimiento, una máxima formación de memoria”. Estamos de acuerdo conque una gran alerta y concentración para aprender da un rendimiento máximo traducida por una buena y correcta memorización de lo aprendido. Lo que no concordamos es en el uso de la palabra estrés y asociarla con la idea de que el estrés mejora el aprendizaje y que la falta de estrés “produce un mal aprendizaje”. Mi disentimiento con los conceptos se debe a la digresión con que introduje este parágrafo. Comprendo muy bien la hipótesis del Dr. Medina sobre estrés y aprendizaje porque como lo aclaré, las tensiones que el proceso de aprendizaje exige son iguales o similares a las tensiones estresantes y usan los mismos mecanismos. Usar la palabra estrés provoca dificultades para explicar el fenómeno de “olvido para el examen” porque el estudio bajo presión del examen posterior causa un grado de distrés, más o menos intenso (según cada personalidad). En consecuencia, una cosa es el distrés del estudio que altera la memoria y otra cosa es la tensión de la atención y la intención del estudio, que provoca situaciones similares al estrés. Es lícito, cuando se habla de estrés y memorización en la acción de estudiar, si nos referimos al distrés que provoca el estudio o a la tensión del esfuerzo del estudio. Ambas son tensiones psíquicas, pero una es patológica y la otra es fisiológica. Para evitar estas confusiones lo mejor, a nuestro criterio, es no hablar de estrés en el mecanismo de memorización del estudio. La falla de memorización es por falla de la atención o la intención y no por falta de estrés (fisiológico) que postula Medina. Por eso, a los efectos de no crear conceptos entremezclados que puedan llegar a confundir o sacar conclusiones no válidas para determinadas cosas, considero que es mejor distinguir entre lo que es una tensión normal que genera la vigilia, la atención y la concentración con que normalmente actuamos en la vida cotidiana para aprender y las tensiones circunstanciales extremas que se generan en situaciones anormales o conflictivas. No hablo de tensiones anormales porque el estrés es una reacción normal del organismo. Pero hay una cierta diferencia entre la tensión normal para actos cotidianos y la tensión que es normal para enfrentar situaciones especiales signadas por conflictos. Así también hay que separar bien lo que es estrés agudo del que es estrés crónico puesto que no sólo hay diferencias cronológicas entre uno y otro sino también hay diferencias de neurotransmisores y procesos neuronales. En el estrés agudo, aunque parezca sorprendente, la mente conserva una especie de poder analítico y crítico con un grado de subconciencia o inconsciencia, según el tipo y la intensidad del estímulo. De esta forma, cuando un estímulo desata un estrés agudo donde hay tiempo de analizar una situación y de optar por luchar o huir, se activa la memoria filética. Esta memoria está relacionada con el instinto de conservación de la vida. La memoria filética no funciona si el estímulo es disruptivo: súbito e inesperado (accidente de cualquier tipo, un desastre natural súbito como un rayo, un terremoto, etc.). Acá, si la persona sobrevive y ha tenido tiempo de “tomar conciencia” del hecho traumático, pueden ocurrir que guarde memoria (“memoria del horror”). Sólo cuando el estrés agudo es muy intenso y traumático se produce un bloqueo mental que se interpreta como amnesia postraumática. Cuando se lucha o se huye estamos en el plano natural y normal. En cambio, no hacerlo y “quedarse en el conflicto” conlleva al estrés crónico, el cual actuaría del mismo modo que un distrés crónico y ambos serían esencialmente patológicos. Maleabilidad de la memoria Probablemente en esta memoria del horror tenga algo que ver lo que se denomina maleabilidad de la memoria que fue estudiada en el esquema de memoria del miedo condicionado. Si bien maleabilidad es semánticamente una palabra referida a la propiedad de los metales que bajo el efecto de un martillo o una máquina moldeadora pueden ser batidos y extendidos en forma de lámina, en lo relativo a la memoria el concepto queda referido como la propiedad de la memoria de sufrir transformaciones o de manifestarse bajo formas diferentes. En realidad, quizás el término más apropiado sea plasticidad, expresado como la capacidad para ser moldeado o modelado. Pero la condición más puntual del concepto de maleabilidad de la memoria, es la capacidad que tiene la memoria de pasar de condición de corto plazo a largo plazo, siendo el período de corto plazo donde mejor se manifiesta dicha maleabilidad como apertura a la manipulación de formación del recuerdo duradero. En el experimento denominado miedo condicionado se investigó lo que se denominó la memoria del miedo cuyo centro reside en el centro de las emociones en la amígdala cerebral. En ese experimento se inyectó en la amígdala de los animales una droga que bloqueara la síntesis de proteínas, poco después de provocado el miedo condicionado. Este primer experimento demostró que en los primeros minutos u horas de un suceso distresante, si se bloquea la memoria no se adquiere el recuerdo de largo plazo del miedo. En un segundo grupo se inyectó la misma pero seis horas después de provocado el miedo condicionado. Los animales conservaron la memoria del miedo. La conclusión de este experimento es que en un período de seis horas la memoria es maleable, abierta o sensible a algunos tipos de manipulación y puede fabricar nuevas proteínas para consolidar y almacenar la memoria, pero si se bloquea la posibilidad de elaborar esas nuevas proteínas, antes de las seis horas, no habrá memoria. Después de las seis horas las proteínas ya han sido fabricadas y por lo tanto la inhibición de la síntesis proteica no afecta al recuerdo o memoria. Luego, durante seis horas la memoria es maleable, abierta o sensible a algunos tipos de manipulación. Después de este plazo, los recuerdos se asientan firmemente. (Gerald Maurice Edelman) En el hombre es probable que este tipo de memoria esté asociado a las fobias específicas, donde el miedo irracional se genera con hechos que en determinadas circunstancias pueden ocasionar o significar daño como es el caso de animales venenosos, la sangre, los accidentes, etc. Una vez que la persona se entera o conoce o presencia un episodio donde alguien es afectado por un animal peligroso, generalmente víboras, arañas, otros insectos, se genera la respectiva fobia y, aunque no se haya tenido contacto personal con estos animales, el sólo pensar en el daño potencial que pueden significar, hace que se guarde un recuerdo de horror, el cual desata un miedo irracional horroroso ante la presencia de cualquier animal de ese género, aunque el mismo sea totalmente inofensivo. De igual modo, la vista de la sangre provoca un miedo intenso e inconsciente, aunque dicha sangre no importe un episodio cruento peligroso, pero siempre se asocia la presencia de sangre a algo que supuestamente significa daño o peligro para la vida. Otra cosa distinta es el miedo que se desata ante el recuerdo de la peligrosidad real frente a conocidos elementos dañinos. Por ejemplo, la electricidad, el fuego, una bestia salvaje. Este es un miedo racional o espanto, desatado por una memoria del peligro que puede producir casi la misma conmoción que el miedo irracional fóbico. La maleabilidad de la memoria nos muestra como diferentes estímulos pueden producir mecanismos mnésicos casi idénticos pero con características especiales que nos permiten diferenciar las cualidades de cada uno. La maleabilidad de la memoria es visible a través de algunos experimentos que demuestran que dicha maleabilidad tiende a reaparecer en el mismo instante en que se pretende recuperar un recuerdo. Este hecho es muestra de que existe una especie de revisión cada vez que se intenta recuperar un conocimiento. Es como un repaso rápido por los archivos o casilleros de la memoria para encontrar y seleccionar el recuerdo buscado. Es en este acto donde las neuronas deben fabricar nuevas proteínas antes de que los datos guardados como recuerdos sean devueltos al archivo o casillero donde se encuentran almacenados. Este mecanismo ha sido establecido experimentalmente con grupos situados a situaciones de miedo, por lo que no permite establecer si los recuerdos más antiguos ya establecidos, están abiertos a reediciones; o si este mecanismo sólo está abierto a recuerdos relacionados con el miedo. El experimento UBA planteó la posibilidad de que los recuerdos consolidados pueden ser eliminados mediante el artificio de activarlos primero y luego exponerlos a un agente amnésico como puede ser el estrés. Este mecanismo tendría que ver con algunos desórdenes psiquiátricos de la memoria. Quizá el distrés actúe como inhibidor de la síntesis proteica. El grupo Maguire investigó la memoria espacial en dos grupos diferentes de personas: uno que necesita la misma para la profesión como ocurre con los taxistas, otros que no ejercían dicha memoria. Estudiaron los cerebros y sus diferentes partes en ambos grupos y observaron que en los taxistas el hipocampo ocupaba un volumen mayor en la RMN respecto del grupo que no usaba la memoria espacial. Este espacio tenía una relación directa con la experiencia de la profesión: a mayor cantidad de años, mayor volumen del hipocampo. Este experimento demostró algo considerado insólito: que ciertas regiones cerebrales crecieran con el transcurso de los años, cuando se pensaba que los años de edad era un factor de involución cerebral como secuela de la incapacidad teórica del tejido nervioso de crecer como consecuencia del uso, porque la incapacidad de crecimiento disminuiría con la edad. Este estudio indica que el cerebro conserva cierto grado de plasticidad para satisfacer las demandas específicas a las que podemos llegar a someter a aquella región del cerebro porque desarrolla estrategias que permite ser altamente maleables a los recuerdos. De acuerdo a algunos experimentos realizados se ha relacionado la plasticidad o maleabilidad de la memoria con la existencia de aminoácidos excitatorios como el glutamato que bajo la forma de N-metil-aspartato (NMDA), que actúa en los circuitos mnésicos según lo hemos estudiado en el parágrafo anterior, el cual tiene receptores propios y conforma el denominado sistema glutatérgico o glutamatérgico. Este sistema es el se involucra en la memoria, aprendizaje, comportamiento, plasticidad sináptica, muerte celular y otras funciones del SNC. Relaciones entre distrés y memoria Entre las fallas de la memoria cobra un capítulo interesante las fallas ocasionadas por el distrés y los traumatismos. La relación entre distrés (estrés) y la memoria es muy compleja. Quizá los ejemplos más comunes de olvido o amnesia por distrés sean los conocidos en los ejemplos de los estudiantes que al momento de rendir no recuerdan lo que segundos antes manejaban como datos totalmente memorizados. Otro tanto ocurre en los oradores o en los cantantes o recitadores que pueden llegar a “perder la letra” que “sabían de memoria”. En los traumatismos, según lo adelantamos, hay una gran paradoja. Las experiencias traumáticas intensas son las que pueden, o no, causar daños anatómicos. Esto suele ser en los que viven un accidente que los somete a experiencias de horror, o participan en hechos horrorosos (guerra, cataclismos naturales, víctimas de violación y asaltos o atentados de homicidio, maltrato crónico, abuso sexual reiterado, etc.). Guardan una memoria del horror por los hechos intensos que provocaron recuerdos vívidos que tienen la facultad de perdurar transitoria o indefinidamente en el tiempo. Mientras que el distrés agudo o crónico que no es producido por recuerdos muy vívidos e intensos ni horrorosos, deteriora la atención posterior y la memoria y llega a inducir una amnesia profunda como la que recién hemos denominado amnesia postraumática. Bruce McEwen estudió los efectos del estrés agudo y crónico. Descubrió que un estrés agudo importante y sumamente impactante en lo emotivo, lesiona el hipotálamo en forma irreversible y afecta, entre otras cosas, la memoria verbal y particularmente en la memoria del contexto, el tiempo y el lugar donde se producen los hechos que más impactan emocionalmente. Este es el mecanismo provocado por un traumatismo craneal ya sea como contusión o concusión y que cuando hay pérdida de conocimiento, al recuperarse éste se padece de amnesia retrógrada inmediata postraumática. La explicación fisiopatológica de estas lesiones, se basa en mecanismos traumáticos que provocan, por golpe y contragolpe, el desplazamiento violento de la masa cerebral, la que golpea contra las paredes óseas del cráneo, lesionando células corticales (con mayor frecuencia en lóbulos temporales, frontales y occipitales) pero sin provocar necrosis importantes, que no son detectables con los medios clásicos o modernos para estudio por imágenes (Rx, TAC, RMN, etc.). Además de la onda de presión originada por el impacto y de las fuerzas lineales de aceleración y desaceleración (estas últimas al chocar contra un objeto físico, situación muy frecuente en los accidentes de tránsito), la cabeza se ve sometida a fuerzas angulares o rotatorias originadas por los movimientos de flexo extensión o lateralización cervical (contusión por latigazo). El cerebro, anclado en su base por el tronco y los nervios craneales, es relativamente libre en la convexidad (superior) y no sigue al cráneo en sus desplazamientos debido a su mayor inercia por lo que sufre fuertes deformaciones e impactos contra algunas estructuras rígidas y prominentes del cráneo. Estas lesiones por concusión cerebral provocan estado de conmoción cerebral por inflamación y edema cerebral transitorios. La lesión anatomopatológica es magullamiento con lesiones microscópicas por cromatólisis, estiramiento o disrupción de axones del área lesional (en este punto Strich sugiere que si se estiran las fibras nerviosas en vez de desgarrarse, las lesiones pueden ser reversibles), fenómenos isquémicos o hipóxicos que desencadenan infartos locales microscópicos, micro hemorragias y disturbios en la actividad normal de neurotransmisores. Estos datos neuropatológicos fueron investigados por Strich, Nevin, Adams y cols. y Gennarelli y cols., quienes les llamaron lesiones axonales por degeneración desigual y difusa de la sustancia blanca cerebral. Fotz y Schmidt demostraron que la actividad eléctrica de la formación reticular medial es la que queda más deprimida por un tiempo más prolongado y a nivel más grave que la de la corteza cerebral. Estas microlesiones, sólo detectables por biopsia cerebral se manifiestan con complicaciones tardías como cefalea postraumática crónica o el síndrome postconmocional que puede ser subjetivo o más grave con alteraciones electroencefalográficas. Además de las lesiones anatomoneurológicas que produce en sí el traumatismo encéfalocraneano, si el estrés agudo producido durante el traumatismo recibido es muy intenso puede provocar, por sí, lesiones de atrofia en ciertas neuronas de la región CA3 del hipotálamo lo que perpetúa en el tiempo el trastorno de la memoria, debido a secreciones excesivas de neurotransmisores, especialmente glucomineralcorticoides. Testifican estos estudios y conclusiones, las imágenes obtenidas con RMN por McEwen en personas que han sufrido enfermedades relacionadas con el estrés agudo. El mecanismo de amnesia retrógrada postraumática también es mediado por endorfinas. Cuando el estrés físico es muy severo o impresionante, la liberación de endorfinas es mayor y esto embota la atención selectiva, lo que altera el proceso de la memorización de los acontecimientos que en esos momentos ocurren. Esto explicaría la “amnesia por shock” que sufren la mayoría de los individuos sometidos a grandes accidentes (viales, terremotos, derrumbamientos, etc.), tanto en los casos de traumatismos con conmoción cerebral, como en los que ésta no existe. Es muy frecuente escuchar en la anamnesis de estos traumas, la frase “no sé qué pasó” “no recuerdo qué ocurrió”, etc., o bien se efectúa relatos imprecisos o indefinidos. El estudio Zúrich consistió en realizar un análisis en dos etapas sobre un grupo de hombres cuyas edades ubicaban entre los 20 y los 40 años. En la primera etapa se les pidió que memorizaran 60 sustantivos, para lo cual debían mirar cada sustantivo durante 4 segundos. Luego se les tomaba una evaluación inmediata que consistía en escribir todos los sustantivos que recordaran. Después de 24 horas volvía a repetirse la evaluación. En una segunda etapa los investigadores administraron a los mismos voluntarios del grupo en estudio, 24 horas antes de la evaluación, una dosis de cortisona en tabletas (la cortisona al metabolizarse se transforma en cortisol, el glucocorticoide que se secreta en el estrés crónico). Después de esta ingesta, en la evaluación inmediata no hubo efecto sobre la memoria. En la evaluación tardía, a las 24 horas subsiguientes a la prueba, se encontraron fallas en las respuestas, que demostraron la afectación de la memoria. El glucocorticoide afecta el proceso de evocación o recuerdo de la memoria y es el mecanismo que se suma a las lesiones del hipotálamo y acción de las endorfinas, para alterar el proceso de la memoria en situaciones de estrés. Estas conclusiones son importantes en situaciones cotidianas como las que atraviesan los estudiantes cuando deben rendir un examen, de quienes deben memorizar una agenda de trabajo y, en un caso muy particular, de los que deben testificar ante autoridades judiciales o policiales sobre hechos traumáticos, o los que han sufrido catástrofes o guerras. La acción distresante aumenta el cortisol y endorfinas y esto causa la alteración de la memoria. Por esto, las conclusiones a las que arribó este estudio, contemplan la posibilidad de que ciertos testimonios en determinados procesos judiciales, puedan resultar viciados por omisión de detalles o alteración de la narración de los hechos. La situación generada, si no es conocida y comprendida, puede inducir un dictamen de “falso testimonio”. Igual cosa ocurre en las entrevistas de todo tipo, incluidas las anamnesis de los médicos. Esta situación lleva al estudio a aseverar que “sobre la base de los resultados parece probable que los niveles elevados de glucocorticoides, inducen desequilibrios de memoria en situaciones tensas como los exámenes estudiantiles, las entrevistas y los testimonios ante un tribunal”. Cuando el estrés físico produce la “amnesia por shock” que sufren la mayoría de los individuos sometidos a grandes accidentes como en los que ésta no existe es muy común escuchar en la anamnesis (interrogatorio del médico) de estos traumas, las frases “no recuerdo en absoluto lo que pasó” “no recuerdo bien lo que ocurrió”, o bien, se realizan relatos imprecisos e indefinidos en los que generalmente deben ser ayudados por familiares o testigos a recordar (amnesia retrógrada postraumática). Las alteraciones de la memoria, sobre todo en el estrés postraumático, son bien conocidas y se expresan como fragmentación mnésica, ideas intrusivas (a veces en forma de flashbacks), disociación (separación inconsciente de algunos procesos mentales de otros como, por ejemplo, falta de correlación entre la expresión facial y el estado de ánimo manifestado). El hipocampo que ya hemos estudiado, tiene un papel crucial tanto en la memoria como en la regulación neuroendocrina de las hormonas del estrés. Es, asimismo, una de las dianas de las hormonas del estrés, con una de las mayores concentraciones de receptores para corticosteroides del cerebro de mamíferos. Una función neuroendocrina del hipocampo es participar en la terminación de una respuesta de estrés mediante una retroalimentación negativa que inhibe el eje hipotálamohipófisis-adrenal (eje HHA). Se ha comprobado por estudios multicéntricos que el estrés y las hormonas del estrés deterioran las formas de memoria dependiente del hipocampo, fenómeno que ocurre tanto en animales como en seres humanos. Un ejemplo lo encontramos en el trastorno por estrés postraumático que provoca atrofia del hipocampo y déficit marcado en las tareas de recuerdo, dependientes del hipocampo. Como demostramos en este trabajo, el hipocampo tiene funciones determinantes en la conexión y organización de varios aspectos mnésicos como, por ejemplo, ubicar un determinado recuerdo en el adecuado contexto tempo-espacial. Esto da una razón biológica para explicar por qué dos personas que viven un mismo hecho pueden, años después, tener diferentes recuerdos de lo ocurrido. Todo funcionaría como que constantemente un viejo recuerdo es empujado hacia la conciencia. En este caso el cerebro lo selecciona, lo actualiza y acto seguido procede a fabricar nuevas proteínas durante el proceso de devolución, de dicho recuerdo, al almacén de la memoria de largo plazo. La creación de nuevas proteínas significa, de algún modo, que el recuerdo está siendo transformado permanentemente para reflejar las experiencias vitales de cada persona, pero no se modifican los mecanismos en sí de la memoria misma. Esto significa que hay que considerar lo que es la memoria proceso como un mecanismo de formar memoria o facultad intelectual de la mente y diferenciarla del contenido de la memoria o recuerdo. Lo que cambia de una persona a otra es la forma en cómo almacena el contenido de un recuerdo, pero los mecanismos de la memoria proceso son iguales para todos. El hallazgo experimental de la modificación de los contenidos de la memoria o recuerdos se realizó con el estudio, en animales, de recuerdos específicos relacionados con el miedo. Pero estudios casuísticos de diferentes grupos de seres humanos determinan que este fenómeno también puede confirmarse con otros tipos de recuerdos que no sean exclusivamente los relacionados con el miedo. Al mismo tiempo aseveran que el descubrimiento también podría llevar al desarrollo de algunas formas de alterar o borrar los recuerdos de las personas, generalmente, mediante situaciones estresantes en las que no necesariamente interviene el miedo. Desde el siglo pasado se conoce que los recuerdos recientes son inicialmente inestables; de forma tal que un golpe en la cabeza, una descarga eléctrica o ciertas drogas pueden alterar el proceso mnésico que gradualmente lleva un recuerdo de corto plazo a uno de largo plazo, mediante la intervención de nuevas conexiones y la síntesis de nuevas proteínas. En la década del ‘60 se descubrió que ciertas drogas interferían en la rememoración de recuerdos, pero la investigación no pudo avanzar debido a esas drogas afectaban a todo el cerebro en forma inespecífica, lo que evitó rastrear los mecanismos celulares de las redes de memoria. La formación de memoria y evocación, en el estrés agudo Si bien se ha estudiado la memoria del horror, hay otras memorias de miedo y episodios de memorización en el estrés agudo que según los estudios recientes se deben a diferentes grados de intensidad del estrés agudo. Cuando dicho estrés está dentro de niveles bajos de estrés pueden ocurrir dos cosas: 1. que se altere el mecanismo de evocación: es lo que ocurre con los estudiantes en los exámenes, el orador, artista o el cantante que olvida la letra, etc. 2. que se mejore la formación de memoria: el aumento primario de la concentración de adrenalina liberada por la médula adrenal o de cortisol por la corteza suprarrenal, en dosis relativamente bajas pero dentro de niveles fisiológicos no basales, elevan el poder de vigilia, atención y concentración, de la misma forma que ocurre cuando voluntariamente usamos esas facultades, y se configura el fenómeno de un “aumento del poder de memoria” pero no en la evocación sino en la formación de conocimientos (aprendizaje). Estos neurotransmisores actúan sobre la amígdala indemne, especialmente la amígdala basolateral que filogenéticamente es la de formación neurológica más reciente. La indemnidad o daño de la amígdala corticomedial (la de formación neurológica más arcaica) no altera el mecanismo mnésico del aprendizaje. La razón de este fenómeno se explica por la teoría del “arousal” (del inglés arouse = despertar, estimular) o buen tono noradrenérgico. Esto influye también en la transmisión gabaérgica otro factor para buena formación de memoria. Lo que estamos explicando es una especie de “gatillo” de la formación de memoria, pues debemos recordar que además de la amígdala basolateral intervienen otras áreas encefálicas como el hipocampo, la corteza prefrontal, etc. Luego, recordemos siempre: la amígdala no es formadora estricta de memoria, sino moduladora de la misma, la cual para formarse y almacenarse debidamente necesita irremediablemente de casi todo el cerebro. Otro detalle importante es que recordemos que la catecolamina noradrenérgica no atraviesa la barrera hematoencefálica, sino que dentro del cerebro actúan las catecolaminas adrenérgicas formadas por el mismo cerebro. Para estimular a la amígdala, primero la epinefrina estimula periféricamente al sistema vagal o vago y este inicia una cascada de estímulos que se convierten en señales intracerebrales que estimulan el locus ceruleus, el principal liberador de noradrenalina cerebral. De ese modo la presencia de receptores adrenérgicos cerebrales y las cascadas intraneuronales moduladas por estos neurotransmisores intracerebrales estimulados en parte e indirectamente por los neurotransmisores periféricos, son los que consolidan la formación de memoria. Los glucocorticoides, en la formación de memoria, sabemos que actúan directamente sobre el hipocampo, el que posee la mayor cantidad de receptores para los mismos, pero en la amígdala no lo hacen en forma directa sino como intermediarios. En la amígdala controlan la actividad y también lo hacen en el tracto solitario, pero para actuar necesitan que previamente haya activación y transmisión noradrenérgica, pues los glucocorticoides son un paso intermedio entre la cascada intracelular y la activación noradrenérgica. De este modo, se consolida el papel de la amígdala como modulador de la memoria y regulador del estrés y en ambos casos interviene como agente de regulación emocional, pues determinará que calidad o grado hay que darle a un estímulo emocional, normal o estresante. En resumen: recordemos que el estrés agudo actúa: • de acuerdo con su intensidad y calidad • produce pérdida de la memoria: en estrés leve, anula la evocación en la memoria (casos de estudiantes y profesionales que olvidan una letra textual) En estrés agudo grave y traumático produce amnesia postraumática y altera tanto la evocación como la formación de memoria según sea amnesia anterógrada o retrógrada. • ayuda la formación de memoria: en grado de activación dentro de límites normales superiores a los basales activa la formación de memoria normal; en grados intensos y situaciones de miedo forma la memoria del miedo o del horror; en situaciones de maleabilidad (conocimiento o recuerdo previo), por ejemplo cuando nos salta encima una araña, la cual recordamos por saber que pueden ser animales peligrosos, o en presencia de fobias (memoria del peligro). En estrés agudo súbito no catastrófico ni traumático, activa la memoria filogenética que ayuda a poner en marcha mecanismos instintivos para luchar o huir Estrés crónico y memoria Recordemos todo lo que hemos repasado del estrés crónico en nuestras consideraciones anteriores. Ahora agregaremos otras consideraciones relativamente obvias. Hay que considerar tres tipos de estrés crónicos: 1. El estrés crónico generado por estímulos repetitivos de un mismo agente estimulante o mismo estresor 2. El estrés crónico debido a estímulos múltiples sucesivos por diferentes estresores 3. El estrés crónico generado por un estímulo único que primero produce un estrés agudo grave e intenso y luego por diferentes mecanismos, generalmente mnésicos, se autoperpetúa como es la memoria del miedo o la memoria del horror del estrés postraumático. En general y según algunos de los estudios que hemos citado en este trabajo, principalmente el de McEwen, el estrés crónico perjudica la memoria e induce hipoamnesia, amnesia o evocación defectuosa y si alguna vez contribuye a la formación de memoria, sólo lo es en forma peyorativa como puede ser la idea fija u obsesivo-compulsiva, o las memorias del miedo y del horror que en alguna medida son evocaciones defectuosas. Por ejemplo, en el caso del estrés crónico por un estímulo generado por un mismo estresor, como puede ser el ruido molesto o situaciones similares que se repiten indefinidamente, el agente estresor se fija en la memoria constituyendo un recuerdo obsesivo-compulsivo y ante la reiteración del estímulo se origina una reacción de oposición, como sentimiento de ira o estado iracundia que lleva también a una reacción compulsiva, generalmente violenta por la generación de un impulso homicida no psicopático. El estrés crónico repetitivo ayuda a formar una memoria patológica reforzando no sólo la formación sino el almacenamiento y la evocación. Exacerba patológicamente el mecanismo mnésico en todas sus etapas. En la biofisiopatología del estrés crónico o sostenido, la principal hormona que opera es el cortisol. El estudio Coryell demostró que los propensos al suicidio, como son los depresivos graves, tienen un aumento importante del cortisol sanguíneo, a tal punto que un estudio metódico de las tasas de cortisolemia en pacientes depresivos graves, son predictores útiles de que el impulso suicida se lleve a cabo. Este estudio es uno, de los tantos, que confirma que la hipercortisolemia es un buen marcador del estrés crónico y/o sostenido. En el estrés crónico avanzado o grave, deja de funcionar el mecanismo de retroalimentación que frena normalmente al sistema de secreción de cortisol y, en consecuencia, hay más producción de ACTH y más producción de cortisol. Entre otras cosas, el nivel alto de cortisol es causa de depresión y por este mecanismo, el estrés queda ligado a la conmorbilidad con la depresión. Esta hipercortisolemia, cuando persiste en grado mayor y por mucho tiempo, produce hipotrofias en el hipocampo y termina con un agotamiento del circuito ACTH-cortisol, llegando a generar situaciones extremas de hipocortisolemia, a pesar del estrés sostenido o de la depresión activa. En los trastornos del ánimo por estrés crónico también se afecta la memoria generalmente por hipomnesia o amnesia. En el estrés crónico hay muchas y variadas respuestas, que además de los circuitos mnésicos, afectan otros mecanismos físicos y psíquicos. La respuesta crónica o estado de vigilancia permanente, es aquella en que se pierde sucesivamente el control de la identidad y la autoestima y en la que se observa sumisión y pérdida de esperanza. También en aquellos casos en que un estímulo se repite varias veces, en forma crónica (estrés repetitivo), hay un período de latencia antes de que se manifiesten los síntomas. Por esto, se llama también período o estadio de resistencia o estado de agotamiento, fase del SGA de Selye, en donde puede aparecer una marcada aceptación al estresor (período de adaptación). Como consecuencia de una exposición prolongada a un estrés de elevada intensidad, puede producirse también la muerte. En el caso de muerte, actúa el estrés de la impotencia (Richter). Luego, para comprenderlo mejor, debemos considerar que en el estrés crónico hay: a. Liberación de hormonas: GH, ACTH, corticosterona, cortisol y otras y se reduce la producción de testosterona b. Estimulación vagal: con liberación de colinérgicos, que puede causar la muerte por estrés de impotencia y que Richter denominó muerte trivial ya que puede ser evitada con la aplicación atropina. Si no muere el afectado, la producción excesiva de colinérgicos provoca lesión del sistema colinérgico central, producida por una baja del número de células colinérgicas, de la tasa de CAT y de ACE c. Atrofia de estructuras límbicas y disminución de cortisol: ocurre en la faz terminal de un cuadro de estrés crónico y se acompaña de otros fenómenos en vías de estudio (Jones, McEwen, otros autores) d. Atrofia de estructuras del hipocampo: En el estrés crónico hay estimulación de la corteza entorrinal que a su vez estimula los receptores NMDA, liberación de glucocorticoides y de serotonina (5HT) que también estimula receptores NMDA (sistemas neuroquímicos alterados). La presencia de un gran número de estructuras hipocampales ricas en receptores para glucocorticoides, el exceso de éstos produce muerte neuronal y acortamiento dendrital con atrofia de la arborización dendrítica, especialmente en región CA3 . El árbol dendrítico piramidal se “deshilacha” y disminuyen los contactos sinápticos, lo que altera la neurotransmisión intrahipocampal. Paralelamente han disminución de la neurogénesis, especialmente en el giro dentado, región hipotalámica en continua proliferación neuronal. (Jones, 1942 y otros autores). Los glucocorticoides actúan sobre los receptores kainato presinápticos, sobre receptores GABA β2, los que regulan la interneurona... Todos estos mecanismos provocan disminución o desaparición de la memoria. La más alterada en el estrés crónico es la memoria declarativa. Conclusiones sobre estrés crónico y memoria El estrés crónico afecta fundamentalmente los sistemas neuroquímicos del glutamato, la serotonina y el GABA, provocando una pequeña alteración neuroquímica cuando el nivel de ese estrés no es tan intenso ni grave y en este caso sólo hay cierto deterioro cognitivo, especialmente al nivel de aprendizaje y memoria, los cuales no tienen mayor impacto sobre la salud mental de esos mecanismos. Esto ocurre en algún grado, en el estrés agudo intenso también. Pero el estrés crónico muy intenso o sostenido, además de alterar los sistemas neuroquímicos, también alteran la anatomía neuronal y afectan la plasticidad sináptica de cambiar los circuitos neuronales, provocando cambios morfológicos en hipocampo, amígdala y determinadas áreas de la corteza cerebral o prefrontal. Los cambios morfológicos, según vimos, abarcaban desde el acortamiento dendrítico que altera las sinapsis neuronales, la neurogénesis hipotalámica del giro dentado, anulándola, y, finalmente hay necrosis neuronal que determinan atrofias en hipotálamo y amígdala. Estos procesos pueden llevar al envejecimiento cerebral y todos estos procesos afectan la cognición en las fases del aprendizaje y la memoria. Los defectos son la disminución o pérdida de la memoria, con grave alteración del aprendizaje. El uso de benzodiazepinas altera la memoria, causando disminución de la misma. Envejecimiento de la memoria Los trastornos por fallas físicas u orgánicas pueden ser provocados por el envejecimiento y según Previgliano, pueden instalarse normalmente “a partir de los 25 años, cuando empieza en todos los seres humanos el proceso de apoptosis celular: las neuronas, que están programadas para una determinada vida útil, empiezan a morirse. Y esto hace que a partir de los 40 años el cerebro cambie su morfología. Ese envejecimiento normal del cerebro continúa a lo largo del tiempo y sólo se detiene con la muerte. Pero también existe un envejecimiento patológico, que puede estar mediado por distintas alteraciones. Enfermedades como el Alzheimer; enfermedades que afectan áreas subcorticales, como la demencia por múltiples infartos; y también procesos mixtos”. En el Alzheimer hay fallas metabólicas que provocan cambios en las neuronas cerebrales con acumulación de placas que provocan la muerte neuronal. De acuerdo con el número de neuronas afectadas en un tiempo determinado, hay un proceso patológico progresivo. De este modo hay una instalación lenta que comienza con una leve “mala memoria” y hay pérdida progresiva de la memoria hasta llegar a graves deterioros en los que se pierde la capacidad de pensamiento, formulación de juicios y amnesia total con pérdida de la identidad. Así, se llega a una incapacidad total en el desempeño cotidiano de la existencia personal. La demencia vascular se debe a alteraciones de la irrigación sanguínea del cerebro que va desde pequeños a grandes derrames o hemorragias o infarto por trombosis. Estos procesos generalmente se instalan bruscamente, pero si la afección es episódica hay agravamiento progresivo en el tiempo. La gravedad de la demencia vascular dependerá de la zona cerebral afectada. En lo referente a las demencias por enfermedades o envejecimiento, es bueno recordar que si bien la palabra demencia denotativamente se la relaciona con la locura, conviene conocer que en Medicina se la considera como una forma lingüística de denominar a las alteraciones de las funciones cognitivas y esto lo acerca más a la acepción denotativa que la RAE hace al describirla como “estado de debilidad, generalmente progresivo y fatal, de las facultades mentales” Siempre se ha creído que lo primero que se pierde al envejecer es la memoria. Pero Schrof realiza una serie de investigaciones en estudios multicéntricos y logra establecer que la mayor edad no es causa obligada de deterioro de la capacidad intelectual y que por lo menos hasta los 70 años la mayoría de las personas conservan intactas sus facultades mentales. Incluso, más de una cuarta parte de la gente mayor llega a los 80 o 90, sin sufrir un deterioro mental importante. Se han identificado tres factores influyentes en la conservación de la capacidad intelectual: 1. 2. 3. haber hecho estudios superiores al nivel medio llevar una vida productiva, con intereses múltiples tener el apoyo de un cónyuge inteligente Los factores negativos para la conservación de la lucidez mental: 1. 2. 3. la rigidez de creencias, ideas, etc. el apego a la rutina en las costumbres y actividades la falta de satisfacciones en la vida Los estudios realizados han demostrado que en realidad, lo que primero se pierde no es la memoria sino la capacidad de comprender relaciones espaciales (cómo ubicar un punto en un mapa o el auto en un estacionamiento público poblado). Sólo después de los 50 años de edad comienza la disminución de la capacidad de abstracción para establecer analogías y un poco más tarde, se pierde la memoria verbal consecutiva a una distracción (consiste en recordar detalles de un relato después de haber dedicado la atención a otras tareas). La memoria de procedimientos es la menos afectada por la edad, al igual que la memoria retrógrada. Lo que más daña a la capacidad intelectual es la falta de ejercitación. Los que se empeñan en hacer lo mismo todos los días de su vida son los que más rápidamente sufren deterioro mental. Para retener la agilidad mental es menester proporcionar al cerebro experiencias y estímulos nuevos, al mismo tiempo que se tratan de ejercitar todas las facultades mentales frente al nuevo entrenamiento, especialmente la memoria y las capacidades de formular juicios y razonamientos, establecer analogías, etc. En manera especial no debe perderse la capacidad de orientación temporoespacial: saber en qué lugar nos encontramos, la fecha del día, donde vivimos. Es muy común en los ancianos perder dicha orientación porque ya no les interesa saber fechas, días e inquirir sobre los lugares que visitan o son llevados. Otro hecho fundamental es que todo ejercicio mental sea placentero. No es lo mismo obligarse a leer para “mantenerse al día” que hacerlo para satisfacer un gusto, un placer intelectual o satisfacer una curiosidad. La flexibilidad de pensamiento y la disposición para improvisar son factores que aborrecen la viveza o lucidez mental. En cuanto a la salud corporal es otro factor importante para las funciones mentales. El anciano cuyo cuerpo enfermo, también daña físicamente su cerebro y esto le produce las demencias seniles o el deterioro intelectual. Un anciano sometido a un proceso de aprendizaje es más lento que un joven pero con la actividad mental va creando nuevas conexiones neuronales que les permiten compensar la pérdida funcional de algunas neuronas. Por esto aprenden menos, pero con mayor seguridad debido a una mayor capacidad de asociación. El envejecimiento del cerebro puede transferir determinadas funciones de una región a otra para seguir manteniendo la eficiencia cerebral o mental. El mantenimiento de la lucidez en las personas mayores se debe a un entrenamiento continuo con tareas de razonamiento, comprensión de relaciones espaciales y memorización a fin de que conserven la lucidez y la autonomía personal. Los ancianos lúcidos demuestran que pueden superar mejor que los más jóvenes, determinadas pruebas psicométricas. Además, resuelven con más ventaja todos los dilemas de la vida y pueden conservar un conocimiento conceptual extenso, con mayor capacidad de asociación de los datos, con lo que suplen la falta de memoria de detalles. Esto refuerza el aforismo de que la vejez da sabiduría. El anciano cuenta con un repertorio de experiencias que le ayudan a una mayor capacidad de resolución. Probablemente sean más lentos en reaccionar que los jóvenes pero le superan en mayor información, experiencia y sabiduría. Los jóvenes deben compensar ese déficit con mayor velocidad para discurrir y actuar. Por eso los jóvenes logran ser más eruditos pero no más sabios. Como punto final de este parágrafo, queremos remarcar que muchos estudiosos de la mente y sus funciones y efectos, tratan de buscar dentro del cuerpo la explicación de esos actos o su interpretación. Las funciones corporales son muy complejas y cada vez más, la biología molecular complica el estudio de los fenómenos mentales, por más aparatos sofisticados que se usen. Los estudios por imágenes de lo que ocurre en el cerebro cuando funciona la mente, son sólo eso: efectos de la energía sobre la materia. No es el funcionamiento de la materia la que provoca el acto mental, sino que el acto mental modifica la biología molecular. Si esto no llega a ser entendido desde el principio, se llenarán muchas bibliotecas con las descripciones de los mecanismos biológicos moleculares que se encuentran en cada acto mental. Pero no podemos decir que un acto mental se debe (sea causado) a una actividad o inactividad de una determinada zona cerebral. Es a la inversa: el acto mental es la causa de esa actividad o inactividad. De este modo, recuperamos el misterio ontológico del origen y esencia del alma, espíritu y mente. Existen, pero su naturaleza y causa no es el cuerpo humano. El cuerpo es sólo el vehículo o instrumento. Lo que debemos sostener es que los actos mentales activan o desactivan diferentes zonas cerebrales o circuitos neuronales. Movilizan los neurotransmisores y encienden todo el metabolismo cerebral (y del cuerpo en general), pero es la mente la causa y no al revés. Este concepto debe tenerse en cuenta para explicar los trastornos de la ansiedad en particular, incluyendo al estrés y otros trastornos y enfermedades mentales. No sólo deben los científicos empecinarse en el cuerpo y la biología molecular, sino estudiar cómo piensa el ser humano. Teniendo noción de la energía mental y la del espíritu en general, conocerán el tremendo poder que puede modificar nuestros genes y, a través de ellos, todas las funciones de cada una de nuestras células. Desarrollo de la memoria Otros de los elementos del desarrollo intelectual es la memoria. Para esto debemos recordar la esencia de la misma como potencia del alma por medio de la cual se retiene y recuerda (sede de los recuerdos): 1. 2. 3. el pasado el conocimiento adquirido los hechos actuales o presentes. Por lo tanto, la memoria es una potencia intelectual y, como tal, puede adquirirse y desarrollarse mediante el entrenamiento, mientras haya un aparato psíquico o mente normal. La memoria se pierde sólo si hay deterioro mental psíquico u orgánico. Una de las funciones básicas de la memoria, cual es la retención, está ya presente desde el nacimiento, pero la operación de codificación o de registro es muy deficiente en los bebés por lo que los únicos estímulos que pueden memorizar son de carácter muy simple y que no necesitan, por tanto, de ningún tipo de operación de codificación compleja. Por otro lado, el número de estímulos que puede retener un bebé es muy bajo por simples que estos estímulos sean. Además, si bien retienen estímulos sencillos, sólo recuerdan (evocan) a los mismos únicamente cuando actúan reiteradamente. Contrariamente, los adultos normales, especialmente los que realizan entrenamientos mnemotécnicos (nemotecnia = arte de ejercitar la memoria), tienen gran capacidad de retención y fácil evocación, la cual es voluntaria y no sólo en presencia de estímulos. La correcta memorización (proceso de retención) exige, además de una observación atenta y concentrada o de una lectura en esas condiciones, de un continuo repaso del tema o cuestión a memorizar. Tanto la retención como la evocación y el almacenamiento de datos y hechos a recordar, exigen técnicas y métodos propios para cada persona. Así la memoria tiene algo de congénito pero mucho de aprendido. La memoria guardada de habilidades y destrezas aprendidas, es permanente y óptima cuando se reúnen dos condiciones: 1. 2. etc.) uso continuo automatización de los actos aprendidos y memorizados (por ej. conducir, escribir a máquina, Hay diferentes mecanismos de memoria que nosotros reconocimos anteriormente, al tratar los tipos de memorias, que ahora repasaremos brevemente, y así hablamos de una memoria sensorial que se desarrolla de acuerdo a necesidades específicas, por ejemplo, un ciego desarrollará una memoria táctil y una memoria auditiva. El sordo desarrolla una memoria visual. Naturalmente, las personas normales también pueden desarrollar estas memorias sensoriales según las necesiten. Otra memoria es la memoria gustativa que desarrollan los catadores. Había una memoria a corto plazo que retiene la información por minutos o segundos o lapsos muy cortos y que ya analizamos como memoria para uso inmediato, con capacidad muy limitada. En cambio, recordemos que cuando la información es transferida a la memoria de largo plazo, la capacidad se vuelve ilimitada y en esa memoria, a manera de “disco duro” de una computadora, se van grabando y acumulando todos los acontecimientos que nos ocurren y los conocimientos que podamos aprender. Todos estos contenidos permanecen, además, indefinidamente en esta memoria, a la que debemos recurrir siempre que necesitemos recordarlos. La evocación puede ser rápida o inmediata cuando el conocimiento es manejado asiduamente o de grabación reciente o puede ser lenta o mediata a medida que los recuerdos son más lejanos. Abarca la memoria semántica que es la capacidad de recordar el significado de las palabras y los símbolos y es la más perdurable de todas. Es la que más se conserva en el mal de Alzheimer (pérdida patológica de la memoria) y es la que hace difícil olvidar los términos aprendidos en la juventud y que luego nunca más se usan, como “baile de graduación” o “comedor universitario”. También es la que graba los símbolos religiosos, las marcas comerciales, las diferencias entre un perro y un gato, etc. La memoria semántica puede seguir enriqueciéndose hasta la muerte. Otra parte de la memoria a largo plazo, es la memoria implícita que permite recordar cómo montar en bicicleta, nadar o conducir, aptitudes que dependen del recuerdo automático (memoria automática) de una serie de movimientos iterativos y automáticos. Es la memoria de los reflejos condicionados que permite, por ejemplo, sacar rápidamente el pañuelo ante la sensación de estornudo inminente. Es una memoria también duradera y su pérdida es signo seguro de deterioro mental grave. Otro tipo de memoria de largo plazo es la memoria remota (memoria retrógrada) que es la que conserva los recuerdos de la infancia, los conocimientos escolares, los libros, revistas y películas que han causado un gran impacto o que han sido vistos o leídos repetidamente, determinadas conversaciones y toda suerte de situaciones vividas muy en el pasado y cuya memoria se conserva a través de los años. Esta memoria también es difícil de perder, pero en edades avanzadas, a pesar de ser una de las memorias más conservadas, puede ocurrir que haya dificultad para evocación, o sea, traer al presente el recuerdo del pasado. Barry Gordon interpreta a esto como una especie de “interferencia” ya que al envejecer se debe clasificar una y otra vez la información que se va sumando sin cesar a nuestros conocimientos y el recuerdo de la misma puede entrecruzarse con otros recuerdos y no permitir la correcta evocación, o al menos la evocación oportuna, y esto sería la interferencia. La llamada memoria fotográfica que se aplica a las personas que tienen la capacidad de memorizar en forma rápida una gran cantidad de detalles, es mal llamada fotográfica porque “nadie registra los hechos de la manera indiscriminada, gráfica y precisa como lo hace una fotografía. La memoria es siempre selectiva” (Mohs). Lo que ocurre es que hay personas con mayor capacidad de memoria, quizás debido a una mayor atención y a un gran poder de observación que les permite clasificar o seleccionar rápidamente la mayor cantidad de detalles y su capacidad de retención aumentada, situación que les lleva a obtener una memoria rápida y completa de hechos observados. Para el desarrollo de la memoria o evitar la pérdida o disminución de la misma, se acude a la nemotecnia, disciplina que estudia las técnicas de memorización. Las estrategias mnemotécnicas o mnemotécnicas (ambos términos son válidos e iguales) pueden ser: 1. sectorización del dato: cuando el dato a memorizar es extenso o complicado se le descompone por sectores y se memorizan éstos en un orden determinado (ítem o “chuncks”) 2. localización visual: sirve para el conocimiento que se adquiere con la memoria visual y que surge del uso deliberado de imágenes mentales retenidas a través de la visión. La memoria visual o fotográfica o eidética es notable en muchas personas y son históricamente recordadas la de Leonardo Da Vinci y Napoleón Bonaparte. En general, los artistas plásticos (escultores, pintores, dibujantes) tienen desarrollada esta memoria. 3. método de lugares: se visualizan todos los lugares a recordar, buscando detalles especiales de individualización de los mismos, mediante una secuencia lógica y ordenada. Consiste en identificar cada lugar con una imagen y esa imagen con una palabra. 4. uso de palabras claves: es útil para aprender un texto o una lengua extranjera. Para memorizar un texto se buscan las palabras claves que son las que determinan el sentido del texto. En el caso de idiomas extranjeros, hay que buscar palabras que tengan algo en común con el idioma que manejamos y luego asociar esas palabras con la imagen del objeto designado por la palabra extranjera. La combinación de palabras claves con imágenes mentales es proceso muy importante para organizar la memoria y el proceso de pensar. 5. organización verbal: se refiere a que es más fácil retener las palabras en forma de verso rimado que en prosa. Por esto es más fácil memorizar una poesía que una prosa. Por ejemplo, para recordar la cantidad de días de cada mes se usa la conocida frase “30 días tiene setiembre como abril, junio y noviembre” 6. método de asociaciones: relación del texto con el contexto, por ejemplo, pez nos lleva a pensar en agua. 7. importancia del contexto: el método de asociaciones nos lleva a considerar especialmente el contexto, siendo éste una clave importante para la recuperación de material mnésico. Cuando no se puede recordar directamente un hecho preciso en un momento preciso, el tratar de recordar lo que hizo en ese momento es parte de la recuperación del recuerdo. Si me preguntan ¿qué hizo el 3 de julio de 1980? es probable que en forma inmediata no tenga ni la menor idea. Pero si recuerdo que ese año es anterior al término de mi carrera profesional y que era empleado del gobierno y esta cursando el internado obligatorio de mi profesión, podré ir recordando otros detalles. Y así paulatinamente y por asociación iré recuperando datos “lógicos” que tenía almacenados recónditamente en mi memoria. 8. la organización del material a memorizar: es una clave fundamental para recordar y la mejor regla mnemotécnica. Hay diferentes formas de organizar el material almacenado en la memoria. Ya hicimos referencia a uno como es el recuerdo del contexto, pero esta organización no es aplicable a todo el material almacenado en la memoria. Cada material en especial requerirá de una forma determinada de organización. Ya hemos hecho referencia a las palabras claves, a la organización visual, a la organización verbal, etc. Hay muchas otras formas de organización que dependerá de la habilidad y entrenamiento de cada persona, como así de sus intenciones y motivaciones. 9. Repaso permanente del material memorizado: ya dijimos que el olvido y otros trastornos de la memoria pueden obviarse con la atención, concentración y repetición en los hechos y cosas a memorizar y por otro lado, el entrenamiento continuo de tratar de recordar las cosas principales que hacen a las necesidades precisas de cada uno. El mecanismo de repetir un mismo dato para mejorar la memoria es llamado repaso y consiste en una capacidad susceptible de ser adquirida mediante entrenamiento. Este repaso puede ser escrito, verbal o simplemente una meditación. Para esto es preciso tratar de prescindir de agendas o notas cuando son datos de poca extensión y de uso cotidiano (número de teléfonos, número de documentos, direcciones, tareas a realizar, etc.). El repaso es una forma de repetición o reiteración de un mismo conocimiento y es una actividad que necesita un continuo estímulo de nuestra parte. El repaso puede ser espontáneo o voluntario, de acuerdo a nuestras necesidades de recordar o mantener un dato. En algunos casos, es un verdadero hobby para quienes se especializan en una disciplina o cuestión no académica. El estudio Flawell-Beach-Clumsky (1966) demostró diferentes capacidades de repaso en los niños siendo menor esta capacidad para los muy chicos y mayor para los que superan los cinco años de edad. Tanto niños como adultos tienen la misma capacidad de repaso. El repaso ayuda a mejorar, mantener y aumentar la capacidad de memorizar datos. Cada persona tiene capacidad para desarrollar estrategias y formas nuevas de repaso para mejorar la capacidad general de la inteligencia y el control del pensamiento. 10. Ayudamemoria: se da este nombre a las agendas, “machetes” y otros medios escrito, filmados o grabados que ayudan a recordar y repasar datos útiles. Se emplean cuando el material a recordar es muy extenso o de uso relativamente escaso. 11. Uso del olfato: quizá sea uno de los sentidos que mejor ayudan a guardar memoria y facilitar el recuerdo, debido a que el circuito nervioso mnésico del olfato es más corto en su recorrido y extensión que el del resto de los sentidos, quienes tienen un recorrido más largo para llegar a los centros de reconocimiento. El olor pasa directamente del bulbo olfatorio al sistema límbico e ingresa en la memoria rápidamente a través del hipocampo. Esto lo asocia en gran parte a lo emotivo o afectivo. De ahí su facilidad para retener y recordar un olor y asociarlo a otros hechos. 12. educación de la memoria en la niñez: todo intento de desarrollar la memoria debe iniciarse desde la niñez que es el momento de mayor potencialidad de la memoria humana. En la vejez, sólo el uso permanente y el ejercicio de asociación, son los elementos más poderosos para mantener o desarrollar la memoria. 13. uso de tests mnemotécnicos: son útiles, sobre todo para recordar imágenes o sonidos. El desarrollo de la memoria, según Horacio Krell se debe obtener a través de cuatro etapas (método Ilvem): 1. con un efecto sinérgico entre los tres tipos de inteligencia básicas del hombre: emocional, racional e instintiva 2. los instrumentos de procesamiento de la información 3. tener en cuenta el modo operativo de los dos hemisferios cerebrales 4. unificar las tres etapas anteriores para conformar un todo que supere a la suma de partes El método tiende a mejorar la memoria y la creatividad. La higiene cerebral Es muy importante para ayudar al mantenimiento y desarrollo de la memoria, como de las otras facultades mentales, que haya una higiene cerebral, esto es, evitar el uso de tóxicos como el cigarrillo, el alcohol, drogas y sustancias de contaminación ambiental que puedan afectar al cerebro. También se deben evitar los procesos metabólicos patológicos como la diabetes, la hipercolesterolemia (hiperlipemia en general). Los trastornos cardiovasculares que pueden afectar al cerebro deben ser controlados como los procesos hemorrágicos, vasculopatías, cardiopatías, hipertensión arterial, trombosis, etc. Por último, no debemos olvidar huir del estrés y todos los procesos de ansiedad que interfieren con las facultades mentales, especialmente la memoria. Tanto los tóxicos, como las enfermedades y los trastornos de ansiedad, son como verdaderos “virus informáticos” que dañan el cerebro o disco duro y borran todos nuestros programas de realización personal o del manejo de la existencia. La práctica de deportes o de actividades placenteras que nos distraen de las preocupaciones u obsesiones, ayudan a despejar la mente y a mantener vivos los recuerdos útiles, especialmente los referidos a la creatividad. La meditación relajada es uno de los métodos de “higiene cerebral” que más nos ayudan a mejorar no sólo la memoria, sino todas las funciones mentales, en especial la atención y la concentración, verdaderas antesalas de la memoria. Con la conclusión del estudio de los mecanismos intelectivos, debemos abordar ahora otra cuestión conexa como es la vida intelectiva, es decir, cómo se desarrollan todos los procesos intelectivos en el transcurso de la existencia humana. La vida intelectiva es el ámbito o la esfera del intelecto aplicado, funcionando. IV VIDA INTELECTIVA COMUNICACIÓN Y LENGUAJE Las vidas espirituales El hombre necesita desarrollarse para vivir. El desarrollo no sólo lo es en el orden físico del cuerpo, sino también de su psiquis o mente. Y dentro de ella, se desarrollan las “vidas espirituales” como son: 1. 2. 3. 4. La vida intelectiva La vida volitiva La vida afectiva La vida instintiva En realidad, no es que haya vidas diferentes, sino que cada esfera espiritual necesita desarrollarse de un modo diferente y esto es lo que constituiría su vida propia. El intelecto, para desarrollarse, necesita de métodos diferentes a los que exigen la vida volitiva, o la afectiva, o la instintiva. De igual forma, desarrollar la voluntad es usar caminos diferentes a los del intelecto. Y así sucesivamente. En este trabajo iremos viendo como se desarrolla cada una de estas vidas, comenzando por la vida intelectiva o desarrollo del intelecto. Entenderemos por vida intelectiva a todo aquello que interviene en el curso de nuestra existencia y los mecanismos que participan en el mejoramiento de la calidad de la intelectualidad (desarrollo de la intelectualidad). Dijimos que el intelecto es la herramienta para la incorporación del conocimiento. La base de todo conocimiento, de nuestra facultad o capacidad cognitiva estriba en una tríada contenida en un solo bloque que opera como una unidad sellada: 4. 5. 6. el proceso intelectivo el proceso de aprendizaje el proceso de memoria Del proceso intelectivo y de la memoria ya nos hemos ocupado en los parágrafos anteriores. En este incluiremos el proceso de aprendizaje, como parte importante de la vida intelectiva, aunque los tres procesos son el fundamento esencial de esta vida. Desarrollo de la intelectualidad Nosotros destacaremos del intelecto (una de las notas de la inteligencia) lo referido al aspecto de habilidad, destreza y experiencia y en ese sentido entenderemos, en parte, lo que es el desarrollo intelectual. Naturalmente, el desarrollo intelectual implica primero que el instrumento inteligencia esté indemne y aguzado o preparado. El hombre debe entrenar su pensamiento inteligente para evitar desvíos o conclusiones racionales falsas. Asimismo, su entendimiento no debe tener vicios de juicios apriorísticos. Tiene que adoptar una forma de pensar abierta, afectiva, con pleno uso de los mecanismos racionales, para captar la realidad sin deformaciones e indagar a través de ella la esencia de las cosas, buscando lo que las cosas son en sí, en su esencia verdadera para no errar sus criterios o forma de juzgar. Esto exige predisponer la voluntad para querer con intensidad lograr estas condiciones de mirar sin escrúpulos previos a la realidad y no dar significados, anticipados ni meditados previamente, a los hechos que se dan o se observan. Aunque casi necesariamente toda idea científica debe basarse en algún tipo de ideología o preconcepción (hipótesis, teoría, tesis), éstas deben tener algún fundamento. Las ideas preconcebidas sin sustento, como los fanatismos, no tienen cabida en el terreno de la ciencia. Quien desea escudriñar la realidad con mentalidad de científico debe aproximarse a ella y rodearla caminando en su entorno u observarla con “una cierta ingenuidad”, intentando profundizar en el conocimiento de la esencia de las cosas. Los datos que esta observación le proporciona deben ser investigados en el sentido que estén lo menos deformados posibles y no sean susceptibles de error por defecto de percepción. Comprobada la calidad de esos datos debe aceptarlos, tanto si están de acuerdo con lo que él piensa del objeto observado, como si no lo están. Esto elimina lo subjetivo de la observación y permite reformular el sentido de la cosa observada con una visión más objetiva, dada por los diferentes puntos de vista. La aceptación de los elementos con los que se está de acuerdo y también con los que no se está de acuerdo, hace al pensamiento totalizador envolvente, sagaz, que indaga con interés y curiosidad, sin caer en la tentación de conformar la realidad según se piensa y no según se da. Una hipótesis, de la cual puede partir una observación, meditada después de ocurrido un algún hecho, es un mero instrumento del quehacer de la investigación científica, pero no debe apasionar al investigador a tal punto de querer adaptar la realidad a la hipótesis, convirtiendo a ésta (hipótesis) en el fin absoluto. No sería infrecuente que se comience investigando con una hipótesis y se descubran cosas diametralmente opuestas a ella y doblemente más interesantes que lo propuesto hipotéticamente. Cuando se cae en la tentación y la tozudez de no leer correctamente los datos objetivos de la realidad y de consumar el intento de imponer la hipótesis por sobre lo real, se cae netamente en el extremismo, el fanatismo o el fundamentalismo de principios rígidos intelectuales no reales. Esto ocurre cuando la realidad defrauda una expectativa hipotética y genera una actitud irracional de aceptar e imponer, generalmente por la violencia, una idea preconcebida, asignándole virtudes crípticas o una inspiración divina o una fuerza ancestral, aunque todo ello vaya contra la misma razón. Nosotros conocemos en detalle las propuestas dada por psicólogos y otros investigadores, sobre la formación del intelecto en el sentido de genética y ambiente. De que la genética pueda tener, o no, una injerencia directa en el grado de inteligencia de una persona o la conformación de la misma, es una afirmación ambigua que sería algo imprudente manejar como necesaria. Hemos sostenido que no hay un estudio genético comprobado que diga tal gen es el gen de la inteligencia, como se dice para algunas patologías genéticas. Es indudable y no controvertible que muchas patologías genéticas pueden influir sobre la inteligencia y de hecho lo hacen, como está comprobado que el uso de la inteligencia modifica a los genes y después estas modificaciones interactúan con la inteligencia. Pero esto no indica totalmente que la inteligencia dependa exclusivamente de lo genético. Sí, podemos afirmar, sin ambages, que hay diferencias intelectuales en todas las personas. Ningún individuo es totalmente igual a otro ni genética ni intelectualmente. Partiendo de esta premisa fáctica se puede decir que hay personas “más concentradas o más dispersas” que otras; que hay individuos “con mayor o menor contracción al trabajo”; que algunos “son más despiertos que otros”; que unos poseen “más rapidez” que otros para captar e interpretar. Y así sucesivamente se pueden desgranar habilidades y destrezas. Tampoco dudamos que el entrenamiento y la oportunidad tienen mucho que ver con la formación de habilidades, destrezas y capacidades. Hay gente que tuvo la oportunidad de adquirir mayor y mejor conocimiento, hay otros que tuvieron ocasión de ser sometidos a entrenamientos de diferentes grados e intensidad y así formaron su capacidad intelectual y cultural, independiente de un mayor o menor cociente intelectual. Es innegable que aquellos que poseen naturalmente una mejor condición intelectual, tendrán mayores y mejores chances, pero esto no es óbice para que todos los individuos, normalmente constituidos, alcancen metas satisfactorias en la adquisición de capacidad intelectual a través de instrumentos culturales diversos, de adquisición de habilidades y destrezas. La instrucción correcta y el aprendizaje aplicado y bien guiado, pueden habilitar a cualquier persona para adquirir diferentes habilidades y destrezas, conocimientos y entrenar un modo de pensar. Estos conceptos de ninguna manera significan que aceptamos que la inteligencia es un producto del medio ambiente, pero sí reconocemos que éste tiene algún grado de participación en la formación de la capacidad intelectual. Pero el rumbo definitivo de cada uno estará dado por desconocidas brújulas internas que dan el norte a cada persona en forma diferente. Una de estas brújulas que siempre señalamos es la vocación. Este término está referido a una especie de llamado interior (convocación, llamamiento) o inspiración interior que hace que una persona sea conducida a realizar una determinada tarea o a adquirir un determinado estado o profesión. Es una particular disposición que cada uno tiene para desarrollarse socialmente en una determinada dirección relativa al quehacer vital a desarrollar, a la actitud hacia la vida. El intelecto se guía por estas brújulas interiores que dependen de lo que “cada uno es” en esencia. El desarrollo intelectual estará en relación directa al conocimiento que se tenga de sí mismo. ¿Cómo se adquiere este conocimiento? En esta cuestión, el eje pasa por el pensamiento reflexivo. La reflexión es el pensamiento concentrado, ordenado y dirigido voluntariamente hacia nuestro interior, sobre sí mismo, para indagar nuestras tendencias y deseos, para formar las decisiones, para realizar críticas y para hacer análisis y síntesis. Es la primera arma que nos llevará al conocimiento profundo, a develar el primer contacto con las cosas para darle un primer sentido mundano. Es también lo que permite conocer la vocación y ayuda a iniciarla. Es lo que hace posible el proyecto cotidiano y el estilo de vida a adoptar. La reflexividad es una propiedad indisolublemente vinculada al carácter relacional del sujeto reflexivo y sin ella no cabría concebir la noción de “sí mismo” ni hacer juicio alguno de valor, acerca de la misma. Mediante la reflexividad el hombre es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de percepción y puede percibirse como una parte de la realidad. En este caso la reflexividad mira una realidad interna pero en relación con una realidad externa o realidad de otros. La diferencia esencial entre esas dos posibles formas de acceso a la realidad radica en el contexto: • los demás me perciben en un contexto (semiología) de realidades (signos) externas que contribuye a hacer inteligible mi conducta • en la propia percepción uno mismo dispone de un contexto más amplio: el de todas las vivencias habidas en el discurrir biográfico personal. Vivencias que a su vez están sujetas a una valoración subjetiva por las connotaciones afectivas de las mismas. La reflexividad como origen de la comunicación La reflexividad o pensamiento reflexivo, en una primera etapa permite a un individuo conocer sobre sí mismo, pero este conocimiento o saber, en alguna medida, depende o sucede de la representación verbal. Toda idea interna o externa se hace patente a través del signo o significado de una palabra. Aún para referirme a mí mismo, en mi mismidad, autorefiriéndome a mí en mi pensamiento, necesito hacerlo con palabras. La reflexividad es útil sólo si el ser reflexivo puede concretar sus sensaciones internas (recodificación) en algo análogo al lenguaje verbal, es decir, si “encuentra” la palabra apropiada para definir sus sensaciones íntimas. Únicamente al formularse una idea clara de su interior a través de su lenguaje o código conocido tendrá para sí y para otros el conocimiento de sus circunstancias psíquicas o espirituales, sobre todo, las vinculadas al área instintiva y emocional y así podrá “verbalizar” lo inconsciente. Demás está decir que lo que posee en el área inteligente o intelectual será expresable por su propio peso si la reflexión fue lo suficientemente eficaz para recoger, conocer y expresar las sensaciones profundas de la mismidad. En una segunda etapa, una vez producido el contacto con la realidad y establecido nuestro mundo pleno de sentido, la meta siguiente es el pensamiento trascendental o meditación profunda con que el hombre transciende el plano físico de sí mismo y su mundo, para ir más allá, a un plano metafísico por el cual llegará a la filosofía o a la religión. Ambas o una de ellas, le servirá para completar el sentido de su vida y de su mundo y formular el proyecto existencial definitivo. El pensamiento trascendente es una deliberación superior del hombre sobre sí mismo y su mundo y el cosmos que le rodea, permitiendo esta deliberación encontrar una dimensión intelectual suprema. El hombre encuentra con este pensamiento la máxima expresión de su potencia racional, elevándolo al mayor nivel de inteligencia racional. Es el pensamiento totalizador, envolvente por excelencia. Es el arma más certera del hombre para penetrar en su esencia y en la naturaleza de las cosas que le rodean, dándoles un sentido definitivo a la luz de la filosofía o de la religión, o de ambas. No tenemos experiencia sobre personas que alcancen el pensamiento trascendental sin haber pasado primero por el pensamiento reflexivo, dado que para comprender a las cosas, primero el hombre debe comprenderse a sí mismo, porque la fuente del sentido es él. Estimamos que la reflexión es el paso primero de la meditación, en el sentido que nosotros hemos dado a estas palabras. El desarrollo final del intelecto va a depender del conjunto de conocimientos y cultura que cada hombre acumule para sí, como de las habilidades y destrezas que desarrolle, siendo este conjunto lo que le dé capacidad total. Culminará su desarrollo la adquisición de un pensar trascendental. Piaget sostiene que la inteligencia estructura la conducta y la afectividad lo emotivo, y el desarrollo intelectual es la historia de la formación de la personalidad. Resume el desarrollo intelectual en estos puntos: el desarrollo intelectual es un proceso continuo que comienza con el nacimiento y culmina en la adolescencia (nosotros disentimos con Piaget en el sentido de que creemos que no culmina sino que continúa durante toda la vida útil, mientras el individuo tiene sus facultades intelectuales indemnes) el desarrollo de la inteligencia sigue un orden progresivo común a la especie cada etapa hunde sus raíces en la anterior y se continúa en la siguiente cada fase es cualitativamente diferente a la anterior los individuos alcanzan diferentes niveles dentro de este proceso, aunque en el cerebro humano sano existe la posibilidad de alcanzar todas las etapas la madurez implica la integración de los distintos aspectos del desarrollo, afectividad, etc. La esencia del hombre Antes que preocuparnos por la comunicación debemos recordar todo lo que explicamos como esencia del hombre al tratar el parágrafo dedicado a la inteligencia y reconocimos, citando a Heidegger, que el primer modo de ser del hombre es a través de notas constitutivas y la más inmediata de estas notas es la razón o inteligencia. De tal manera que ninguno de los otros seres vivientes fue proveído de la facultad de razón e inteligencia como lo es el hombre. Las otras dos notas constitutivas del hombre, motivo del libro de Heidegger, son el espacio y el tiempo. Todos los seres vivientes comparten el mismo espacio o medio o ambiente. Este es el medio estimúlico o espacio físico donde todos conviven sujetos a la misma condición natural y biológica. Pero el hombre no vive en el espacio de la misma forma que los otros seres animados o inanimados. Mientras los otros seres están meramente en lugar, movidos por factores físicos, el hombre instaura un espacio lleno de sentido. Con su inteligencia ilumina y comprende a las cosas en forma distinta a los otros seres y les da un sentido diferente. Así, una piedra que al animal sólo le sirve para orinar y marcar un territorio, o un impedimento al que debe eludir en su marcha, para el hombre la piedra es un instrumento que puede convertir en un arma, un útil o una obra de arte. La instrumentación del medio ambiente es la cultura (del latín colo y cultura = cultivar la tierra, habitar, educar) palabra que tiene muchas acepciones, pero que nosotros, en sentido de filosofía antropológica, la entenderemos como “el modo del hombre de instrumentalizar su mundo”. Al instrumentar el espacio donde vive el hombre, lo culturiza y comienza a vivirlo a la luz de la inteligencia. Al culturizarlo y llenarlo de sentido, el espacio estimúlico pasa a ser ese “espacio lleno de sentido” que es el mundo. La instauración del mundo es la primera trascendencia del hombre. En ese mundo, el hombre vive otra nota fundamental que es el tiempo. Si bien no puede eludir el tiempo físico [que el ambiente estimúlico trae con el ciclo día / noche (luz / sombra); el ciclo de las cuatro estaciones que determina el movimiento alrededor del sol y que el hombre mide con el almanaque a través de días, semanas, meses y años, y con el reloj como segundos, minutos y horas, y el modo de pasar ese tiempo físico que lo coloca en las tres alternativas de un pasado, un presente y un futuro], el hombre tiene otra noción de tiempo que es el tiempo existencial aquél que si bien vive en el transcurso del tiempo físico, termina siendo intemporal. Este tiempo del hombre no está medido ni con reloj ni con almanaque y en el mismo lugar, es distinto para cada hombre. Valga como ejemplo el hecho de estar asistiendo a una clase: algunos alumnos siente que la clase “pasa rápidamente” y otros como que “no pasa nunca” “es interminable”. Esta sensación íntima de que un tiempo es rápido, o es lento, o es inmóvil, es personal para cada hombre, cuya vivencia del tiempo no es igual a otros y es intransferible. El tiempo existencial le permite, desde un presente permanente, ir al pasado y volver a su presente o desde su presente proyectarse al futuro para ordenar ese presente. ¿Cómo vive el hombre su mundo? El hombre puede vivir el mundo y su vida de tres modos: ensimismado fuera de sí mismo enajenado Dijimos que el ser del hombre es un ser desconocido. Es como si estuviera dentro de un círculo al cual no puede entrarse. Es un ser encerrado en sí mismo (sistencia del ser). Esta sistencia o mismidad cuando no es trascendida por el hombre, éste queda convertido en un ser encerrado, ensimismado que no convive en el mundo. Es el caso de ermitaños o eremitas que se enclaustran en una cueva y rehúsan vivir en sociedad. Por esto, el ser ensimismado, el que no se manifiesta, no constituye un hombre propiamente dicho, por lo que Aristóteles que el hombre que vive sólo o es Dios o es bestia. El hombre para manifestar su ser debe salir de esa mismidad o sistencia, esto significa, “llevarla afuera” lo que implica la ex-sistencia (ex = fuera; sistencia = de sí). Es decir, que el hombre cuando sale de su sistencia, de su mismidad, comienza su existencia, o sea, que comienza a vivir fuera de sí. Pero fuera de sí no es la expresión que se usa corrientemente para indicar a un hombre iracundo sino que en este caso significa que el ser sale de su encerramiento sistencial o mismidad, para existir y se convierte en un ser abierto. Esta es otra de las notas fundamental del ser del hombre. Y necesariamente, al ser abierto es cuando comienza a ser con otros seres. Este ser con... es otra nota fundamental del hombre que lo lleva a convivir con otros seres humanos como condición fundamental de su ser. Así el hombre es un ser social. En esta primera trascendencia, el hombre toma contacto con la realidad o conjunto de seres y cosas que le rodean y este primer acercamiento con los fenómenos (modo directo con que las cosas se muestran a la luz de la naturaleza) le lleva a elaborar un concepto aspectual (desde un determinado punto de vista) en donde las cosas parecen ser (apariencia) le lleva a la formación de la opinión, a la que también hemos analizado porque no alcanza la certeza absoluta. Una vez que el hombre ha establecid