Swing, swing, swing. Toda una época marcada por esa crisis del 29, la bolsa cae y con ello comienza un prolongado y agudo periodo de depresión. También caen las discográficas que pasaron de 100 a 6 millones de copias vendidas en EEUU. La radio toma fuerza como medio de expresión musical. Era muy complicado vivir de la música, ahora aun más. Pero algo pasaba en Nueva York, un barrio en auge daría de que hablar. Por un lado el Harlem de los negros, cuna de intelectuales y de “libertad” para la gente de color. Un lugar “invadido” por la llegada masiva de la inmigración durante la primera guerra mundial. Por otro nos encontramos con un barrio deprimido donde hay poco dinero, los alquileres eran caros, los blancos, por supuesto, cobraban más que los negros, el gueto era un hecho… Aquí es donde se ubicó el Jazz, el surgimiento del swing, en las “House Rent Parties” que reunían a músicos en fiestas privadas donde navegaba la economía sumergida de la época. Decia Willie “the Lion” Smith: “La familia media negra no permitía que en su casa se tocara blues o cualquier música desaliñada” La llegada de Armstrong a New York fue como una luz hacia ese cambio, Ellington escucho algo en su música que no encontró nunca antes. La semilla de Storville estaba ya en la gran ciudad. La Big Band no era una novedad pero si los cambios que introducirían F. Henderson y otros directores de orquesta como Ellington (reinvento la orquesta dicen que su genio residía en “adaptar en todo momento los materiales ajenos a las necesidades propias”), Goodman (era el “Rey del Swing” con tan solo 26 años), Dorsey o Miller (suavizando el swing), Webb, Lunceford o Basie. Salas como Roseland (donde comenzó la fama del propio Henderson), el Cotton Club de Ellington y su “jungle music”, el Palomar, en Los Angeles, donde Goodman dio el campanazo en 1935 o el concierto del Canegie Hall, la sala Savoy, el primer garito donde blancos y negros bailaban a ritmo de jazz, “La batalla musical del Siglo” entre C. Webb y B. Goodman, el primer festival de Jazz al aire libre en Nueva York “Carnaval del Swing”, que contó con más de 24 bandas, el descubrimiento de Billy Holiday, en un cortometraje, por Ellington, y más tarde el de Ella Fitzgerald por C. Webb… El Swing se respiraba, era una nueva música adaptada a los tiempos que corrían, modernidad, cambio, libertad. Era una fuente inagotable de entretenimiento, música viva, con sentimiento, tenia un toque popular, tradicional, temas de siempre, lo que la gente necesitaba, América aun estaba en crisis. Tan acentuado fue el giro que se llegó a considerar al Swing como un negocio (y lo fue), una música comercial (de masas, seguramente sentando precedente) utilizada, además de cómo medio de comunicación, como bandera y elemento de cohesión, orgullo y propaganda durante la segunda guerra mundial. Pero no por eso hay que olvidar el swing nacido de New Orleáns, el Stride piano de Harlem y todo ese ambiente “sucio” de la época que pasaría a las grandes formaciones y que más adelante se reinventaría en Kansas City gracias a Count Basie (el autentico rey del swing dicen), Lester Young, etc. Solo allí se reencontraría la esencia del jazz: la improvisación (en la orquesta de Basie nunca hubo una sola partitura) y el Blues. Dijo Basie: “El swing puede tocarse con una sola nota”. LANIDE