“Medidas cautelares para el cobro de los tributos”. Por: Alberto Blanco-Uribe Quintero1. I Previsión normativa: El Código Orgánico Tributario de 1983 regulaba el punto relativo a la posibilidad de dictar medidas cautelares en el artículo 204, régimen jurídico que fue modificado y pasó al artículo 211, con la reforma del Código Orgánico Tributario de 1992, con idéntico texto en el artículo 211 del Código Orgánico Tributario de 1994, y nuevamente modificado en el artículo 296 del Código Orgánico Tributario de 2001. Este último dispositivo legal expresa que: “Cuando exista riesgo para la percepción de los créditos por tributos, accesorios y multas (antes mencionaba tributos, intereses o recargos y, en ciertos casos, multas), aún cuando se encuentren en proceso de determinación (los Códigos de 1992 y 1994 señalaban “determinados o no”, mientras que el Código de 1983 expresaba “ya determinados”), o no sean exigibles por causa de plazo pendiente (las regulaciones de 1992 y 1994 indicaban “no exigibles por causa de plazo pendiente o por haberse interpuesto algún Recurso”, mientras que la de 1983 no incluía esa “o”), la Administración Tributaria podrá pedir al Tribunal competente para conocer del Recurso Contencioso Tributario que decrete medidas cautelares suficientes, las cuales podrán ser: 1. 2. 3. 4. Embargo preventivo de bienes muebles; Secuestro o retención de bienes muebles; Prohibición de enajenar o gravar bienes inmuebles, y Cualquier otra medida, conforme a las previsiones contenidas en el Parágrafo Primero del artículo 588 del Código de Procedimiento Civil (este numeral 4 no existía en las regulaciones previas)” (comentarios en paréntesis del autor). Estas medidas cautelares siempre serán, de conformidad con el dispositivo legal en comento (artículo 296 del Código Orgánico Tributario de 2001), a favor de la Administración Tributaria. El legitimado activo, es decir, quien las puede solicitar es la Administración Tributaria, en su propio beneficio, para asegurar el cobro del crédito tributario. Pero, como se sabe, no basta la simple solicitud, pues ella ha de estar suficientemente fundamentada en derecho, como lo requiere la normativa aplicable y ha sido desarrollado por la jurisprudencia general, de modo de dejar establecidos y probados: 1 Abogado "Magna Cum Laude" (1983) y Especialista en Derecho Administrativo (1987) de la U.C.V.; D.E.S.S. en Derecho Ambiental y de la Ordenación del Territorio (1988) y D.E.A. en Derecho Público (1989) de la Universidad Robert Schuman, Estrasburgo, Francia; Profesor de Derecho Constitucional (pregrado) y de Contencioso Tributario (postgrado) en la U.C.V. y la UNIMET; asesor, consultor, litigante, conferencista y articulista. 1 a) la presunción o apariencia de buen derecho (“fumus boni iuris”), aquí conocida como presunción grave del derecho reclamado, lo cual podría emerger de la exhibición del acto administrativo de determinación tributaria o de imposición de sanción, que dictado en cumplimiento de los extremos legales ha de reputarse conforme a derecho mientras no se demuestre lo contrario; b) el peligro en la demora (“periculum in mora”) de que quede ilusoria la ejecución del fallo definitivo, en vista, por ejemplo, de actuaciones que voluntariamente o no tiendan a desmejorar la situación patrimonial del contribuyente durante la larga duración del juicio; y, c) la amenaza cierta de daño (“periculum in damni”), de modo que el contribuyente pudiese acabar por ocasionar una lesión grave, irreparable o de difícil reparación al derecho del Fisco. En efecto, el Tribunal habrá de acordar la medida solicitada con vista al documento del que conste la existencia del crédito tributario, dentro de los dos (2) días de despacho siguientes (antes se expresaba "el mismo día o a más tardar el día hábil siguiente"), sin conocimiento del deudor, según lo pautan los artículos 297 y 298 del Código Orgánico Tributario de 2001 (artículos 212 y 213 de los Códigos de 1994 y 1992 y 205 y 206 del de 1983). La actuación “inaudita parte” es característica de la tutela judicial cautelar, asegurándose la defensa del afectado “a posteriori”, vía oposición, pedimento de sustitución u otras. Además, en virtud de lo ordenado en el artículo 299 del Código Orgánico Tributario de 2001 (artículos 214 de los Códigos de 1994 y 1992 y 207 del de 1983), el Fisco no tiene que caucionar el decreto de las medidas cautelares, pero será responsable de sus resultados, sin perjuicio de la posibilidad que tiene el interesado de solicitar la sustitución de las medidas decretadas, por garantías suficientes a criterio del Tribunal. Estas medidas cautelares, como todas las de su tipo, se caracterizan por su: - instrumentalidad, al estar destinadas a servir de aseguramiento a la ejecución del fallo definitivo, cuando se trata de cautela incidental, y/o a la de la pretensión administrativa tributaria, si se asiste a la cautela autónoma; - provisoriedad, pues su duración se limita a la del juicio principal, cuando se trata de cautela incidental, y/o al tiempo necesario para ejecutar la pretensión administrativa tributaria, si se asiste a la cautela autónoma; - judicialidad, toda vez que, en virtud del principio jurisdiccional, sólo pueden darse en la sede judicial, sea la cautela incidental o autónoma, y nunca en sede administrativa; - variabilidad, dada su posibilidad de adaptación frente al cambio de las circunstancias imperantes al momento de ser dictadas; y, - urgencia, para obtener la garantía del cumplimiento de la obligación tributaria, salvaguardando los derechos fiscales. 2 Ahora bien, para el mejor análisis y comprensión de esta norma, siguiendo su redacción, conviene dividir el asunto, para fines didácticos, en dos supuestos: cuando los créditos fiscales están determinados y cuando tales créditos no están determinados. II Los créditos fiscales están determinados: Analicemos el primer caso: cuando se trata de créditos determinados. Este supuesto era el único posible de acuerdo al régimen concebido por el Código Orgánico Tributario de 1983, conjunto normativo que exigía que se tratase de créditos “ya determinados”, siendo ahora y desde la reforma del Código de 1992 una de las opciones de procedencia para el dictado de medidas cautelares, para el aseguramiento de la recaudación tributaria. Así, entrando en materia, debe observarse que los requisitos que presentó la normativa contenida en el artículo 211 del Código Orgánico Tributario de 1994 ("determinados” y “no exigibles por causa de plazo pendiente o por haberse interpuesto algún Recurso”), en nuestro criterio, no eran excluyentes sino concurrentes, es decir el crédito debía estar, por un lado, determinado y, por el otro, debía ser no exigible. Pero, no “no exigible” por cualquier motivo, sino “no exigible” solamente por dos razones posibles: por causa de un plazo pendiente o por la interposición de un Recurso Jerárquico o de un Recurso Contencioso Tributario, lo cual conllevaba la inmediata suspensión de los efectos de los actos administrativos así impugnados. Eran, insistimos, requisitos concurrentes, necesarios pero insuficientes por si solos. Con el régimen de 2001, el único cambio consiste en que, tratándose de un Recurso Contencioso Tributario, la no exigibilidad devendría no de la mera interposición, sino de un pronunciamiento judicial “ad hoc” de suspensión de efectos. En este orden de ideas, siendo coherentes con nuestro sistema de determinación y liquidación tributaria, tenemos que sólo un crédito determinado puede ser “no exigible” por causa de un plazo pendiente, porque únicamente la denominada Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, prevista en el artículo 191 del Código Orgánico Tributario de 2001 (artículos 149 de los Códigos de 1994 y 1992 y 139 del de 1983), acto de determinación de la obligación tributaria, puede indicar un plazo, en beneficio del contribuyente deudor, para que pague el crédito tributario. Obviamente, el Acta de Reparo puede ser objeto de un allanamiento por parte del contribuyente, que propiciaría el pago dentro del lapso legal de quince (15) días hábiles, pero el carácter de crédito determinado, en ese caso, sería el resultado de ese eventual allanamiento y no del acta en sí misma, por su mera notificación. El acta no es un acto administrativo definitivo, que cause estado, salvo su aceptación expresa por el afectado, y aún en ese caso se requiere de una resolución que constate el hecho, para la seguridad jurídica. Así mismo, sólo la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, acto de determinación de la obligación tributaria, es el acto recurrible, suspendible en sus efectos por la mera interposición del Recurso Jerárquico, en sede administrativa, o como resultado de un pronunciamiento al respecto del Juez, si se trata de un Recurso Contencioso Tributario, en sede judicial. 3 Por tanto, si observamos que en los dos casos opera necesariamente la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, donde se determina el crédito tributario, es obvio que los requisitos legales son concurrentes: que el crédito esté determinado, por un lado, y que no sea exigible, por el otro lado, sea por causa de plazo pendiente, a favor por supuesto del contribuyente, para el pago del crédito tributario, o porque el contribuyente haya interpuesto un Recurso administrativo, u obtenido una decisión liminar de suspensión, en el ámbito de un Recurso judicial. Lo propio puede decirse si se trata de procedimientos administrativos distintos al de determinación y fiscalización, regulados por el Código Orgánico Tributario, y que conducen al dictado de un acto administrativo final, cuyo contenido determina la obligación tributaria. III Los créditos fiscales no están determinados ("cuando se encuentren en proceso de determinación”): Pasemos ahora al análisis del otro supuesto: cuando los créditos tributarios no están determinados. Nosotros comprendemos y aceptamos que la voluntad del legislador fue la de permitir que la Administración Tributaria pudiese lograr que el Juez decretase medidas cautelares, aún cuando fuese para asegurar el cobro de un crédito no determinado2. Esto lo entendemos porque expresamente lo establece así la disposición legal: “cuando se encuentren en proceso de determinación”. Pero, en nuestra opinión, los precedentes normativos del artículo 296 del Código Orgánico Tributario de 2001, para decirlo coloquialmente, “no daban para eso”, pues en su redacción, como lo veremos de seguidas, no permitían que pudiesen decretarse medidas cautelares para asegurar un crédito no determinado. Sin embargo, nos resulta interesante el siguiente análisis: ¿Cuáles podrían ser, hipotéticamente, los ejemplos que condujeron al legislador a consagrar este escenario? Entre otros posibles casos, estudiaremos los dos siguientes: - El caso de un contribuyente que es objeto de una fiscalización, se le notifica un Acta de Reparo; posteriormente, sin que se haya dictado la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, es decir, sin que se haya determinado el crédito tributario, el contribuyente inicia una serie de actividades que voluntaria o involuntariamente son susceptibles de conducirlo a la insolvencia, en perjuicio de los derechos del Fisco. La Administración Tributaria podría entonces pedirle al Juez competente para conocer del Recurso Contencioso Tributario, que decrete medidas cautelares a su favor. - El otro caso sería, por ejemplo, el siguiente: La Administración Tributaria se entera, por vía de la declaración anticipada por enajenación de inmuebles (antes por la notificación de la enajenación de inmuebles) de una venta inmobiliaria que genera 2 Esto lo compartimos con el autor Luís Fraga Pittaluga, ““Los Recursos Tributarios. El Efecto Suspensivo y las Medidas Cautelares”, p. 86, aunque en su respetada opinión si es posible la aplicación concreta de esta normativa. 4 un enriquecimiento, por ejemplo de Cuatro Mil Millones de Bolívares y, en este caso, sin que se haya determinado el crédito tributario, al menos el definitivo correspondiente al ejercicio fiscal de que se trate, pues aún no se ha dado el hecho imponible, al no haber concluido el ejercicio fiscal, la Administración Tributaria también podría pedir al indicado Juez, si teme que se dilapide el patrimonio del contribuyente, medidas cautelares para asegurar el cobro de sus derechos fiscales. No obstante, insistimos, en realidad la redacción de tales precedentes normativos no permitía que pudiesen decretarse medidas cautelares para asegurar créditos no determinados, por los siguientes motivos: Como ya quedó anteriormente establecido y demostrado, estos requisitos de "determinados o no", por un lado, y de "no exigibles por causa de plazo pendiente o por la interposición de algún Recurso", por el otro lado, eran concurrentes. No eran alternativos, no era una cosa o la otra, tenían que darse los dos requisitos: debía tratarse de un crédito no determinado (porque es el supuesto que ahora analizamos) y, además, debía no ser exigible por causa de plazo pendiente o por la interposición de algún Recurso. Cabía, entonces, preguntarse ¿acaso no es la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, acto que determina el crédito tributario, la oportunidad en la cual se le puede conceder al contribuyente un plazo para el pago del tributo? Así mismo ¿acaso no es la misma Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo el acto que podría ser recurrible? ¿Cómo es posible que se reúnan estos dos requisitos tratándose de un crédito no determinado? En nuestra opinión el legislador debió establecer algo como lo siguiente: “crédito determinado no exigible por causa de plazo pendiente o por la interposición de algún Recurso o no determinado”. Así sabríamos que los requisitos en cuestión concurren cuando el crédito está determinado, pero que si no está determinado, al no haber otra condición exigida, procedería la medida cautelar. En conclusión, dada la imposibilidad jurídica de su aplicación, esa pequeña pero importante parte del artículo 211 del Código Orgánico Tributario de 1994 que decía “o no", era letra muerta. De esta manera, la redacción de la norma reformada, el artículo 296 del Código Orgánico Tributario de 2001, varió para mejor uso gramatical, al señalar: "aún cuando se encuentren en proceso de determinación, o no sean exigibles...", con lo cual se puede fácilmente interpretar que se ha eliminado la concurrencia, siendo lo no exigible para los créditos determinados, nada más. Empero, ¿cómo garantizar que no se viole el principio de proporcionalidad al decretarse un embargo preventivo o una prohibición de enajenar y gravar, por ejemplo, si no se conoce la cuantía del eventual crédito, precisamente por no estar determinado? Esto es algo que resta a reflexionarse. Mientras tanto, nosotros seguimos pensando en su imposibilidad jurídica. Además, es interesante remarcar que, tras nuestras investigaciones tribunalicias, y salvando el posible margen de error humano, podría afirmarse que no existen precedentes de solicitudes de medidas cautelares frente a créditos no determinados, o sencillamente han sido tan pocos, durante el lapso de más de once años, de 1992 a 2004, 5 que en definitiva, sea por la razón explicada anteriormente o por otra causa, no puede hablarse de una institución jurídica de uso común y de eficacia comprobada3. Puede de este modo citarse la sentencia Nº 132/2003 del 27 de agosto de 2003, dictada por el Juzgado Superior Noveno de lo Contencioso Tributario, expediente Nº 2.135 (consultada en original), mediante la cual, a petición del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), se acordaron medidas cautelares de embargo preventivo sobre acciones y otros bienes propiedad de la contribuyente Daewoo Motor Venezuela, S.A., para asegurar el cobro del impuesto contenido en un Acta de Reparo, embargo que fue decretado por alrededor de veintiocho millardos de Bolívares (el doble más las costas), para luego ser reducido a sólo cerca de cinco millardos de Bolívares (el doble más las costas), con ocasión de la corrección del reparo hecha en la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, según sentencia del 19 de enero de 2004, dictada por el mismo tribunal (consultada en original). Obviamente, este embargo inicial, de una mera expectativa, por casi seis veces más de lo que habría correspondido, podría generar daños y perjuicios de los que tendría que responder la Administración Tributaria, acorde con la regulación legal. En otro orden de ideas, se destaca que la solicitud de dictado de medidas cautelares puede ser planteada, como algunos dicen, ante la “jurisdicción voluntaria”, vale decir, como proceso cautelar autónomo, o ante la “jurisdicción contenciosa”, en el marco de un proceso contencioso tributario en curso. IV Las medidas cautelares como proceso cautelar autónomo: Cuando se ha dictado la Resolución Culminatoria del Sumario Administrativo, determinando un crédito tributario, disfrute o no el contribuyente de un plazo para el pago, si éste no ha recurrido judicialmente, no ha interpuesto Recurso Contencioso Tributario alguno (y aunque lo haya hecho administrativamente, mediante el Recurso Jerárquico), la Administración Tributaria temerosa de que se burlen sus derechos fiscales, puede perfectamente acudir ante el Juez Superior de lo Contencioso Tributario (remarcamos que fuera del ámbito de un Recurso Contencioso Tributario, es decir, como sostienen algunos, en sede de “jurisdicción graciosa o voluntaria”, o por vía autónoma o principal, para utilizar propiamente la terminología procesal), para pedirle que decrete estas medidas cautelares. Así, el artículo 247 del Código Orgánico Tributario de 2001 (artículos 173 de los Códigos de 1994 y 1992 y 162 del de 1983), establece que la interposición del Recurso Jerárquico suspende la ejecución del acto recurrido, dejando a salvo la utilización de las medidas cautelares. Esta posibilidad ha sido empleada, aunque muy tímidamente, durante el lapso de más de veinte años, que va de 1983 a 2004, sin que pueda afirmarse que se haya medido suficientemente la efectividad de la institución. 3 Se salva el caso de la sentencia del Juzgado Superior Cuarto de lo Contencioso Tributario del 11 de noviembre de 1996, caso: Brudiam, C.A. y Gil Triayre Mombrini, donde se habla de la posibilidad teórica de esta cautela, haciendo distinción entre los conceptos de determinación y liquidación tributarias, citada por Luís Fraga Pittaluga, “Los Recursos Tributarios. El Efecto Suspensivo y las Medidas Cautelares”, págs. 84 y 85. 6 Por ejemplo, tenemos la sentencia Nº 423 del 22 de octubre de 2001, dictada por el Juzgado Superior Séptimo de lo Contencioso Tributario, expediente Nº 1.716 (consultada en original), en la cual, a iniciativa del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), se acordó el embargo preventivo de acciones y otros bienes propiedad de la contribuyente Tiendas Karamba San Fernando, C.A., para garantizar el cobro de expectativas contenidas en Actas de Reparo, dada la cuantía del reclamo fiscal, en comparación con el exiguo capital social, aunado a la presunción de veracidad del acto administrativo, como prueba del “fumus Boni iuris”. Igualmente, tenemos la decisión Nº 165 del Juzgado Superior Primero de lo Contencioso Tributario, del 30 de octubre de 2003, expediente Nº 2.236 (consultada en original), en la cual, a petición del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), se dictó medida cautelar de prohibición de enajenar y gravar sobre un bien inmueble propiedad de responsables solidarios, como administradores, de la contribuyente Telefonía Electrónica Teltrónica, C.A., para asegurar el pago de multas por Bs. 5.068.925,oo. V Las medidas cautelares en el Recurso Contencioso Tributario: Por supuesto, evidentemente el Juez también puede decretar tales medidas en sede contenciosa, es decir ante la “jurisdicción contenciosa”, cuando el contribuyente haya interpuesto el Recurso Contencioso Tributario y la Administración Tributaria tema que se burlen sus derechos fiscales. Obviamente, esta posibilidad es dable únicamente en los casos en que un auto del Tribunal haya suspendido los efectos del acto impugnado, pues de lo contrario, la Administración Tributaria impulsaría el embargo ejecutivo, aunque deteniéndose antes del remate, en los términos del artículo 263 del Código Orgánico Tributario de 2001. De resto, el artículo 301 "eiusdem" se limita a prever la acumulación de autos, cuando haya habido proceso cautelar autónomo (gracioso), y luego se haya interpuesto el Recurso Contencioso Tributario. Evidentemente, si el asunto ocurre a la inversa, el tema cautelar, aunque en cuaderno separado, habrá de hacerse en el mismo expediente contentivo del Recurso judicial. En estos casos, las medidas cautelares pueden decretarse por todo el tiempo que dure el proceso. La institución cautelar ha sido mayormente utilizada en jurisdicción contenciosa, durante el período de 1983 a 2004. Empero, han sido igualmente tan pocos los precedentes, que tampoco se puede aceptar que se haya verificado con suficiencia la efectividad de la institución. Además, al igual que en el ejemplo anteriormente citado, siempre se han tratado de embargos preventivos o de prohibiciones de enajenar y gravar. VI Tipos de medidas cautelares posibles: Pero estas providencias preventivas enumeradas en el Código Orgánico Tributario no son las únicas medidas cautelares que puede dictar el Juez, estemos en sede graciosa o en sede contenciosa, pues, no debemos olvidar la aplicabilidad supletoria del artículo 588, Parágrafo Primero del Código de Procedimiento Civil, en donde se consagra el “Poder Cautelar General”, de tal manera que el Juez Superior de lo Contencioso 7 Tributario puede acordar, en beneficio de la Administración Tributaria y previa su solicitud, las medidas nominadas tradicionales que enumera el Código Orgánico Tributario y también cualquier otra medida cautelar innominada en provecho del Fisco. En la regulación de 2001, como se transcribió previamente, se observa que se agregó un nuevo numeral (4), para indicar explícitamente esta posibilidad, aunque con el error de técnica legislativa de mencionar el artículo del Código Procesal. Además, esto era innecesario por la Teoría General del Proceso y la remisión genérica al Código Procesal, como normativa supletoria. Así, partiendo de la idea cierta de que el Contencioso Tributario, como el ContenciosoAdministrativo General, dejó de ser tan sólo un juicio al acto, para devenir un juicio también subjetivo, y toda vez que el citado artículo 588, Parágrafo Primero del Código de Procedimiento Civil señala que fuera de “las medidas preventivas anteriormente numeradas,..., el Tribunal podrá acordar las providencias cautelares que considere adecuadas, cuando hubiere fundado temor de que una de las partes (en este caso, y visto el alcance del objeto de estudio de esta ponencia, necesariamente se tiene como legitimado pasivo al contribuyente, recurrente o no) pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra (el legitimado activo es, en este caso y por las mismas razones, la Administración Tributaria)”, es obvio que tanto en sede graciosa como contenciosa, en nuestro criterio, el “Poder cautelar General” es aplicable en beneficio de la Administración Tributaria, debiendo ella, como solicitante, demostrar la existencia del riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo y acompañar un medio de prueba que constituya presunción grave de esta circunstancia y del derecho que se reclama (artículo 585 del Código Procesal). En estos casos el Juez, para evitar el daño, podrá autorizar o prohibir la ejecución de determinados actos y adoptar las providencias que tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la lesión, con la única limitación del alcance de su propia creatividad (ilustrada por la del solicitante) y la aplicación del principio de proporcionalidad. Según el artículo 297 del Código Orgánico Tributario de 2001 (artículos 121 de los Códigos de 1994 y 1992 y 205 del de 1983), las medidas cautelares deberán estar graduadas en proporción al riesgo, cuantía y demás circunstancias del caso. Ahora bien, las medidas cautelares típicas o nominadas, a las que se contrae el artículo 588 del Código de Procedimiento Civil, luego reproducidas por el artículo 296 del Código Orgánico Tributario de 2001, son el embargo de bienes muebles, el secuestro de bienes determinados, que en la terminología del Código Orgánico Tributario se lee como secuestro o retención de bienes muebles, y la prohibición de enajenar y gravar bienes inmuebles. En cuanto concierne al embargo preventivo de bienes muebles y a la prohibición de enajenar o gravar bienes inmuebles, lo cierto es que no hay nada especial que comentar, pues el régimen general aplicable al proceso civil ordinario, en nada ha de diferir del proceso cautelar tributario, sea en sede graciosa o contenciosa. Sólo se debe denunciar acá que, estableciendo el artículo 263 del Código Orgánico Tributario de 2001 la posibilidad de que la Administración Tributaria inicie el juicio ejecutivo en contra del contribuyente recurrente, en caso de que haya éste solicitado la suspensión de efectos del acto administrativo impugnado, sin que se le haya respondido, o se la haya negado, o si no la llegó a pedir, pero de forma que una vez cumplido el 8 embargo el procedimiento se detiene antes del remate, en espera de la sentencia definitiva, es lo cierto que tal embargo, en cuanto a su naturaleza jurídica se refiere, lejos de ser un pretendido embargo ejecutivo, que se ejecuta aún pendiente el fallo principal, es ciertamente un auténtico embargo preventivo, donde su materialización en subasta pública depende de las resultas del proceso principal. En nuestra opinión, sin ninguna justificación para ello, y en desmedro del principio de ejecutividad y ejecutoriedad del acto administrativo, mentado como fundamento de la eliminación de la cautelar “ope legis” de suspensión de efectos por la mera interposición del recurso judicial, en la exposición de motivos del Código Orgánico Tributario de 2001, esta normativa consagró dos embargos preventivos, cautela al fin del fallo principal. Finalmente y para colmo de males, es evidente la confusión mental del legislador, en temas procesales, como se desprende de la simple lectura del artículo 301 del Código Orgánico Tributario de 2001, en el cual se habla de que las medidas cautelares que hayan sido dictadas de forma autónoma, en caso de que luego se ejerza el recurso contencioso tributario, se acumularán a aquel, para que supuestamente cumplan “plenos efectos ejecutivos”. ¿Cómo puede una medida cautelar o preventiva cumplir efectos ejecutivos plenos, si no es como consecuencia de su cambio de naturaleza jurídica, de preventiva a ejecutiva, en virtud del dictado de la sentencia definitiva, favorable al Fisco? Empero, en lo que toca a la medida de secuestro de bienes muebles, es menester pronunciarnos por su improcedencia en esta materia procesal tributaria, como se argumentará a continuación. VII Imposibilidad jurídica del secuestro en el derecho procesal tributario: El secuestro, como medida cautelar, consiste en la privación tanto de la posesión, como de la libre disposición de una o varias cosas muebles o inmuebles materia de litigio, para preservarlas, en manos de un tercero, a favor de quien resultare triunfador del proceso. Según nuestra regulación procesal tributaria, sólo podría versar sobre bienes muebles. De esta forma, en la doctrina se encuentran definiciones como la de Escriche, quien es citado por Podetti, en la cual se afirma que el secuestro es el depósito que se hace de una cosa litigiosa, en manos de un tercero, hasta que se decida a quién pertenece4. Se debe tratar, entonces, de un proceso en donde el litigio versa sobre la posesión, tenencia o detentación de una cosa, mueble o inmueble, tildada por ello de cosa litigiosa, para decidir a cuál de las partes ha de corresponder a la final, y por tanto se ha ideado la medida cautelar de secuestro de esa cosa litigiosa, para impedir que quede en manos de una de las partes mientras dura el juicio, en perjuicio de la otra. Por ello, el ordinal 2º del artículo 599 del Código de Procedimiento Civil concede el “secuestro de la cosa litigiosa, cuando sea dudosa su posesión”. 4 Jiménez Salas, Simón, “Las Medidas Cautelares en la Legislación Venezolana”, pág. 63. 9 Esto nos lleva a la necesidad de estudiar la figura del secuestro, como medida cautelar, a la luz de la tesis tradicional de Roguin5 sobre los derechos subjetivos, absolutos y relativos o, como también se es llama, reales y personales. Así, ha de entenderse por derecho absoluto, en cuanto “iura in re” o propiamente real, aquél que supone una relación directa con el objeto práctico del derecho, con una cosa determinada; y una relación indirecta e indeterminada con el objeto jurídico o pretensión (obligación universal de respeto). A su vez, los derechos personales o creditorios suponen una relación inversa: directa y determinada con la pretensión, y por tanto con el sujeto obligado a ella, pero indirecta e indeterminada con el objeto práctico o simple bien. De allí que los artículos 1.863 y 1.864 del Código Civil establezcan que el obligado personalmente está sujeto a cumplir su obligación con todos sus bienes habidos y por haber, y que los bienes del deudor son la prenda común de los acreedores. Pero, el concepto de derechos personales a su vez puede dividirse en derechos con pretensión sobre cosa determinada y derechos creditorios, con pretensión sobre cosa indeterminada. Existe un derecho personal sobre cosa determinada cuando alguien tiene derecho a que se le entregue un vehículo en concreto; no cualquier vehículo, sino el vehículo perfectamente singularizado por el derecho subjetivo; y, a la inversa, alguien tiene derecho personal sobre cosa indeterminada, cuando la obligación sea de entregar cualquier vehículo, por ejemplo, o cuando la obligación sea de entregar una clase de vehículo (automóvil), etc.,en el sentido técnico jurídico de “cosa fungible” usado por el artículo 640 del Código de Procedimiento Civil. En los artículos 1.780 a 1.787 del Código Civil aparecen consagradas las normas sustantivas sobre secuestro, dividiéndolo en dos tipos: secuestro convencional y secuestro judicial. El Código Civil no define los términos del secuestro convencional ni del secuestro judicial; simplemente trae una serie de normas que caracterizan ambos tipos de secuestro, entre las cuales destacan que el secuestro es en principio remunerado, salvo convención en contrario; que el secuestro puede tener por objeto un bien mueble o inmueble; que no puede liberarse del secuestro al depositario antes de la terminación del pleito, sino por consentimiento de todas la partes o por una causa que se juzgue legítima; y, normas variadas sobre los derechos y obligaciones del depositario. El secuestro convencional es el depósito de una cosa litigiosa hecho por dos o más personas en manos de un tercero, quien se obliga a devolverla después de la terminación del pleito a aquel a quien se le declare debe pertenecer. El secuestro judicial es el depósito de una cosa litigiosa hecho por orden del juez, a petición de una de las partes en litigio y en contra de la otra parte que la detenta, en manos de un tercero, quien se obliga a devolverla después de la terminación del pleito a aquel a quien se le declare debe pertenecer. 5 Roguin, Ernest, “La règle de droit”, Lausana, 1889, tercera parte, págs. 201 ss. 10 El supuesto derecho subjetivo en base al cual se instaura el juicio en el cual cabe pedir la medida de secuestro, constituye indefectiblemente un derecho real o un derecho personal sobre cosa determinada. El secuestro de una cosa se concede siempre con fundamento al derecho principal de la relación jurídico-material. Ha de tomarse siempre en cuenta la relación directa y precisa entre el derecho subjetivo controvertido y su objeto. El decreto de secuestro no se fundamenta en el derecho de la parte solicitante (que no es cierto para ese momento), sino en el dicho de la parte de tener y pretender el reconocimiento de un derecho real o creditorio sobre cosa determinada. En cambio, el embargo y la prohibición de enajenar y gravar corresponden en todo momento a un derecho creditorio sobre cosa indeterminada, conforme al artículo 1.864 del Código Civil. De esta forma, siendo que todo derecho real y todo derecho personal sobre cosa concreta, tienen un objeto práctico determinado, como el secuestro es siempre sobre cosa determinada, entonces el secuestro sólo puede fundamentarse en un derecho real o en un derecho creditorio sobre cosa determinada. La razón de ser de esta medida preventiva estriba en el hecho de que, siendo requisito común a todas ellas la existencia de presunción grave del derecho que se pretende precaver, como lo exige el artículo 585 del Código Procesal, como justificación de la desposesión que sufrirá el sujeto contra quien obra la medida, a requerimiento de uno u otro litigante, para poner la cosa a buen seguro en poder de un secuestratario, la medida ha de perseguir conservar la integridad física de una cosa corporal sobre la cual pretendan derechos “in rem” ambas partes. Desde esta perspectiva, viendo que la relación jurídica tributaria contiene exclusivamente una obligación consistente en un derecho creditorio o personal sobre bienes tan indeterminados o fungibles como lo es el dinero, sin olvidar la prohibición constitucional de satisfacer el tributo con servicios personales (artículo 317), y considerando que el fin de la recaudación es generar el dinero necesario para sufragar los gastos públicos (artículos 133 y 316 de la Constitución), es obvia la improcedencia o imposibilidad jurídica de asegurar el cobro del crédito tributario con la medida cautelar de secuestro, pues no se discute la posesión de una cosa cierta. Emplear la cosa secuestrada para luego rematarla sería confundir innecesariamente el secuestro con el embargo preventivo, sin que se tratase de entregar la cosa, debidamente mantenida por el tercero, a quien en derecho corresponda su tenencia, según las resultas del juicio. No obstante lo anterior, encontramos un caso en el cual el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT) requirió del Juzgado Superior Sexto de lo Contencioso Tributario el dictado de la medida cautelar de secuestro o retención de bienes muebles propiedad de la contribuyente Fascinación, C.A., habiendo el tribunal negado la medida, según decisión del 10 de febrero de 2004 (consultada en original), no por motivos de fondo como los analizados previamente, sino por haber la Administración Tributaria excedido el tiempo durante el cual la ley le autoriza a retener 11 la contabilidad u otros bienes, como facultad de fiscalización, antes de deber pasar el asunto al Poder Judicial, según los casos. Empero, se observa que hay entre tributaristas y aduaneros la tendencia a confundir el secuestro con la retención, lo cual es imposible, por ser el secuestro lo expresado previamente, mientras que la retención, de ser concebible como medida cautelar, no podría serlo para el cobro de los tributos (que es nuestro tema), sino para asegurar la aplicación de sanciones como el comiso, a los fines de reprimir por ejemplo el contrabando o la burla de la prohibición de importación de ciertos bienes, y eventualmente, también para lograr la destrucción de los bienes que sean perjudiciales para la salud, como carne en mal estado o medicinas vencidas. VIII Conclusiones Ante todo se aprecia la tendencia legislativa hacia la ampliación de las medidas cautelares para el cobro de los tributos, a un triple título, a saber: 1.- La posibilidad de pedir al juez el dictado tanto de las tradicionales medidas cautelares típicas o nominadas, como las medidas cautelares atípicas o innominadas, propias del Poder Cautelar General, ahora con remisión expresa a su consagración en el Código de Procedimiento Civil; 2.- La regulación no sólo de la petición de las medidas cautelares dentro del marco de un proceso contencioso tributario, como una incidencia más, sino también de un verdadero proceso cautelar autónomo o principal, único en su especie en nuestro derecho procesal; y, 3.- La previsión de que se pueda requerir la tutela cautelar para asegurar la recaudación de créditos tributarios determinados, como igualmente de expectativas de derecho contenidas en los denominados créditos tributarios en proceso de determinación. Sin embargo, cuatro factores claves han incidido en la inutilización del sistema cautelar en estudio, veamos: a) La problemática denunciada en cuanto a los créditos tributarios en proceso de determinación, que a pesar de haberse mejorado la redacción normativa referida, se enfrenta al deber de cumplir irrestrictamente con el principio de proporcionalidad, sin parámetros claros para ello, y con la posibilidad de que se comprometa seriamente la responsabilidad administrativa; b) La clara improcedencia del secuestro como medida cautelar típica a en este tipo de procesos judiciales de la materia tributaria, aunada a que la medida de retención no puede tener fines recaudatorios, sino de garantía de la sanción no pecuniaria, o de protección de otros valores como la salud pública; c) La verdadera naturaleza jurídica preventiva del embargo previsto en el artículo 263 del Código Orgánico Tributario de 2001, que torna irracional que se continúen pidiendo embargos preventivos, claro que en la vía incidental, cuando es obvio lo expedito del inicio del juicio ejecutivo, para que el asunto se detenga justo antes del remate, a la 12 espera de la sentencia definitiva que declare sin lugar el recurso contencioso tributario incoado; y, d) La ausencia de empleo sistemático de la institución cautelar, por parte de los representantes judiciales de la Administración Tributaria, durante los veinte años de vigencia que tiene, asunto que no podemos aventurarnos a explicar en sus razones, que nos son desconocidas, debiendo limitarnos a constatarlo como un hecho real. Conviene que la Administración Tributaria reflexiones sobre estos extremos, de modo que se emplee con mayor fortaleza y continuidad la institución cautelar, cuando se cumplan los requerimientos de ley, a juicio del tribunal, tanto por la vía autónoma como la incidental, en resguardo de la proporcionalidad, de modo que pueda en un futuro cercano evaluarse por vez primera la eficacia de una institución que tiene más de veinte años de vigencia en Venezuela. IX Bibliografía Blanco-Uribe Quintero, Alberto, “El Recurso Contencioso Tributario 2001”, en: Revista de Derecho Tributario, Nº 95, Asociación Venezolana de Derecho Tributario, Caracas, abril-mayo-junio 2002. Calamandrei, Piero, “Providencias Cautelares”, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1984. Chinchilla, C. “La Tutela Cautelar en la nueva justicia administrativa”, Civitas, Madrid, 1991. Fraga Pittaluga, Luís, “Los Recursos Tributarios. El Efecto Suspensivo y las Medidas Cautelares”, Fundación Estudios de Derecho Administrativo (FUNEDA), Caracas, 1997. Gnazzo, Edison, “La Participación de Valdés Costa en el Nacimiento de Dos Figuras Importantes del Derecho Tributario: Las Medidas Cautelares y la Omisión de Pago como Infracción”, en: Estudios en Memoria de Ramón Valdés Costa, Tomo II, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1999. Lonoce, Antonino, “Provvedimenti cautelari a tutela del credito tributario”, en: Revista “Tributi”, Nº 9, Ministerio delle Finanze, Roma, 1996. Ortíz-Ortíz, Rafael, “El poder cautelar general y las medidas innominadas en el ordenamiento jurídico venezolano”, Paredes Editores, Caracas, 1997. Parra Quijano, Jairo, “Las medidas cautelares en el contexto procesal del nuevo milenio”, en: Revista Venezolana de Estudios de Derecho Procesal, Nº 3, Livrosca, Caracas, enero-junio 2000. Quintero T., Mariolga, “Las medidas cautelares en el nuevo Código de Procedimiento Civil”, en: Revista de Derecho Privado, Nº 3-1, Año 3, Caracas, enero-marzo, 1986. 13 Rodríguez Cirimele, Alejandro, “El poder cautelar general en el Código de Procedimiento Civil Venezolano”, en: Revista de la Facultad de Derecho, UCV, Nº 40, Caracas, 1968. Sopena Gil, J., “El embargo de dinero por deudas tributarias”, Marcial Pons, Madrid, 1993. 14