TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: ¿REMIX, RELOADED, O

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TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: ¿REMIX, RELOADED, O SEGUNDO TIEMPO?
Carlos Eduardo Maldonado
Es un secreto a voces y una noticia mundial: el papa Francisco está recomponiendo
el terreno para la “reconcilización” del Vaticano con la teología de la liberación. Se
veía venir, la verdad, luego de los gobiernos de Juan Pablo II y Benedicto XVI, los
representantes de lo más retro en la iglesia católica. Con sus propias fuerzas, con
nombre propio, apoyándolos.
La teología de la liberación fue ese movimiento dentro del catolicismo, a partir de
las comunidades de base, que surgiera a raíz del Concilio Vaticano II y,
notablemente, a partir de la Conferencia Episcopal en Medellín en 1968. Eran los
tiempos de 1968: la protesta contra la guerra de Vietnam, la caída del neocolonialismo, el triunfo de la revolución cubana luego de todos los ataques, el Ché
Guevara, Franz Fanon, Praga de 1968, en fin, Mayo de 1968. Que al decir de un
historiador como E. Hobbsbawn, ha sido el cisma más grande al interior del
sistema capitalista.
La teología de la liberación puede resumirse en unas cuantas frases: marxismo y
catolicismo; liberación en la tierra; fe liberadora y no alienante; el Cristo de los
pobres y para los pobres; por ejemplo. Los nombres originariamente de cuño
latinoamericano incluyen, entre otros, a Gutiérrez, L. Boff, Hinkelammert, L.
Múnera, Camilo Torres, Romero, Sobrino, Segundo, por ejemplo; (cfr.
http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Teólogos_de_la_liberación).
Es decir, antes que una concepción sacrificial de la existencia, se trata de reconocer
que la salvación del alma no es posible sin el cuerpo mismo, y que la salvación
sucede aquí mismo en la tierra, y no en el cielo. Nadie que no se gane el respeto en
la tierra podrá tenerlo en cualquier cielo o paraíso. O inversamente, la condena
histórica se corresponde exactamente con la condena eterna.
Ahora, en la reconciliación propuesta por Francisco desde el Vaticano, es claro que
(a las cosas por su nombre) varios jesuitas, que sin ser, en absoluto progresistas, se
verán beneficiados por la sombra de teólogos de verdadero calibre como
Hinkelammert, Boff, Sandino o Gutiérrez.
Culturalmente, la teología de la liberación se corresponde –es la contracara de la
moneda de un pensamiento crítico y propio latinoamericano- con esa otra historia
apasionante de pensamiento y ensayistas latinoamericanos: Mariátegui,
Vasconcelos, Reyes, Romero, Henríquez Ureña, Fernández Retamar, Martínez
Estrada, y tantos otros más. Todos originales, todos críticos, todos radicales e
independientes. Profundamente comprometidos con lo social y con Nuestra
América.
Con la reconciliación que propone y, con seguridad, llevará a cabo Francisco, son
varios los beneficiados, así:

Se beneficia la iglesia católica, desde luego: Es un reloaded porque quiere
así recuperar el terreno perdido, que parece a todas luces irreversible:
laicización de la sociedad, pérdida de vocación, conventos y monasterios
cerrados, ausencia de relevo en los cuadros directivos por crisis
generacional al interior de las diversas órdenes religiosas del catolicismo,
pluralismo ético y axiológico, y la pérdida del mercado de fieles por parte de
las
iglesias
cristianas
(véase
http://www.palmiguia.com/opinion/turbulencias/715-religion-ysociedad-una-vision-politica); notablemente.

Se beneficia el liberalismo político y filosófico, pues ante la evidente
derechización del mundo contemporáneo (este será el tema de otro texto
aparte en el futuro), se requiere un segundo aire para el liberalismo. Que
puede ser entendido como la socialdemocracia. Y que son la mayoría de los
partidos “socialistas” de Europa, que no son otra cosa que partidos
socialdemócratas; en el mejor de los casos (cuando no son directamente de
derecha).

Se beneficia la izquierda, la cual, dada, la crisis estructural de los discursos
de la izquierda particularmente debido al fracaso del llamado socialismo
real y la consiguiente desaparición del bloque socialista, puede encontrar
un segundo tiempo para revitalizar sus discursos, y su accionar político.

Pero se benefician ante todo los pobres y los necesitados, los excluidos y los
invisibles, los sin-voz y los marginados. Pues pueden encontrar una fuerza
de esperanza, un aliciente de fe y confianza. Pueden encontrar en la unión la
fuerza que necesitan para vencer, de una vez por todas, los oprobios
producidos por los grandes poderes predominantes.
Ahora bien, la teología de la liberación no existe ni es posible sin los teólogos de la
liberación. El principal problema, sin embargo, es que los teólogos de la liberación
están ya algo mayores. Por tanto, más sabios, pero menos osados en materia de
acción, y de organización. Deberá, por tanto, formarse a jóvenes teólogos de la
liberación, lo cual, dada la crisis de vocación dentro de las comunidades religiosas,
implica que el impacto social y político no será el mismo que en los años 1960s y
1970s. Dada, además, la singularidad de que hoy en día la teología y la religión
tienen una importancia menor que en el pasado.
En consecuencia, dos conclusiones rápidas se siguen, disyuntivas: o bien, esta
situación implica un enorme reto social, cultural, teológico y político, o bien lo del
papa Francisco no pasará de ser un acto que mira bienintencionadamente hacia el
pasado, pero resulta artrítico ante el futuro. Sólo la capacidad de resiliencia de lo
más progresista de las diversas comunidades religiosas podrá dar respuesta
satisfactoria a este dilema. Y mientras tanto, el tiempo apremia, pues la inequidad
y la violencia, la pobreza y la indignación no disminuyen.
En honor a la verdad hay que decir que el segundo tiempo de la teología de la
liberación no será, en manera alguna, igual al primer tiempo –ese entre 1960s y
1970s-. Porque el tiempo ha transcurrido, la historia ha variado. El segundo
tiempo de la teología de la liberación será un remix; esto es, los motivos originales
se alimentarán y fusionarán con otros recientes que el primer tiempo no conoció.
Notablemente, el ecologismo, el feminismo, el movimiento LGTBI a nivel mundial,
la Femen mismas, si se quiere, varios otros motivos de orden científico, filosófico y
ético que sin embargo, aquí, por razones de espacio, no cabe precisar de manera
puntual, pero que apuntan a los nuevos desarrollos del pensamiento de punta. Ya
no es única y principalmente el marxismo –entonces vigente físicamente, antes de
la caída del muro de Berlín en 1989, la Perestroika y el Glasnot-, el que será el
primer o principal alimento complementario de la teología de la liberación.
La izquierda –las izquierdas, en rigor, deben re-alimentar su propio discurso ante
la crisis ideológica del marxismo-, y correspondientemente, la teología de la
liberación podrá buscar otras fuentes de nutrición en los mejores desarrollos de la
ciencia y la epistemología contemporáneas.
Como quiera que sea, al fin y al cabo, según parece indicarlo una parte de la
historia, los cambios sociales y políticos, las revoluciones si se quiere, no pueden
hacerse, en determinadas circunstancias, sin la iglesia; esto es, sin una iglesia
determinada, dado su papel en la cultura.
Ulteriormente, para ser sinceros, el problema no es la iglesia católica o cualquier
otra iglesia, o vertientes de ellas. Pues lo verdaderamente fundamental es el papel
activo que juegan o pueden desempeñar en la democracia, en la defensa de los
valores populares y nacionales, en la defensa y promoción de los derechos
humanos, en fin, en la denuncia de las tiranías de todo tipo, los excesos, los
desmanes y las violencias del poder institucional y del statu quo.
Con todo lo anterior, gana ante todo la esperanza, el optimismo y las posibilidades
de la vida. Que es lo que verdaderamente cuenta e interesa. Todo lo demás son
accesorios o coadyuvantes.
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