El rastro de la canela cuenta los avatares del romance. EspecÃ−ficamente el de Clara que, aunque fue criada en RÃ−o de Janeiro, tiene por única familia a unos estancieros porteños, y un mulato libre al servicio del marido de su prima. Huelga decir que ni su familia ni la sociedad de la época toleran la relación, que crece a hurtadillas. Pese al núcleo narrativo tradicional, la novela tiene una fuerte impronta femenina -y hasta feminista-. Su protagonista se constituye como mujer desafiando los mandatos de una sociedad colonial pacata y represiva. Rechaza el concepto de pareja que intentan forzarle, reformula las amistades permitidas y se acerca a los esclavos de la estancia con gozosa fascinación. El registro de El rastro… va en el mismo sentido. Bodoc da amplio espacio a la intuición de los personajes, recurre con inusual intensidad a los sentidos del olfato y el gusto (un talento que ya habÃ−a demostrado en sus trabajos anteriores) y se permite deslizar los rituales de los esclavos africanos en el relato. En el sonido de los tambores, la lÃ−nea entre la novela realista y la vertiente fantástica se vuelve tenue, aunque no llega a romperse. Ninguna de estas cosas sorprende a los habituales lectores de la santafesina, que se caracteriza por descripciones de gran lirismo, una sensibilidad notable para la concreción de ambientes de profunda verosimilitud, y un sentido de lo inasible de los sentimientos que -paradójicamente- le permite trasmitirlos en su mejor intensidad. Paralelamente a la historia de amor, el texto entreteje el relato de los esfuerzos prerrevolucionarios de los criollos porteños que -eventualmente- desembocarÃ−an en la Semana de Mayo. El cressendo de la intensidad corre a la par en ambas lÃ−neas argumentales. Pero quienes lleguen al libro buscando una historia de conspiraciones -tan en boga- quedará desilusionado, pues si bien es un aspecto importante de El rastro…, no está allÃ− su foco. Tanto que apenas aparecen conspiradores y funcionarios realistas. SÃ− figura un coro social que da cuenta de sus intereses, sus privilegios y sus posiciones (in)tocables. La Revolución es un espectro que atraviesa el libro. Vale destacar el buen contrapunto entre TobÃ−as y Fausto. Se dirÃ−a que se disputan el amor de la protagonista, si el lector no supiera desde el comienzo quién la acompañará. En todo caso, la construcción de Fausto es interesante, pues enerva y causa pena al mismo tiempo. OTRO RESUMEN MAS : En 1810, en el Virreinato del RÃ−o de la Plata los ánimos están agitados. La situación de la corona de España ha cambiado y es momento propicio para que nuevas voces locales sean oÃ−das. Pero los sectores más tradicionales no están dispuestos a poner en juego su posición. Entre ellos se encuentran don Eladio Torrealba y su hijo Fausto. Su mujer, Clara, como corresponde a una dama de la época, está de acuerdo con lo que opina su marido. Pero la tranquilidad y el equilibrio de la casa se ven turbados por la llegada de Amanda, la hermana menor de Clara, que fue criada en RÃ−o de Janeiro hasta que su padre murió. Amanda no logra aceptar las estrictas reglas de la sociedad colonial. Su único refugio es la amistad y compañÃ−a de la esclava MarÃ−a. Su rebeldÃ−a la conduce por un camino prohibido, al compás de los tamtanes y el descubrimiento del amor. 1