CARTA CIRCULAR CON LA CUAL SE DECLARA EL AÑO VOCACIONAL MISIONERO GIANELLINO Queridos miembros de la Familia Gianellina: hermanas, sacerdotes, laicos: Un saludo cordial a todos y cada uno. En este sexenio tenemos como anhelo, programa y meta el constituir una identidad familiar, según la espiritualidad de Gianelli. Todos somos “invitados” por Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo, por medio de la Iglesia y de la Familia Gianellina a realizar un proyecto donado, pensado en el corazón de Dios, confiado a nuestra responsabilidad y nuestro compromiso. El Santo Gianelli, aferrado por la caridad, ha dado vida al Instituto de las Hijas de María: para prolongar en el tiempo el “hacer el bien”, como Jesús Buen Pastor, su único modelo. En el Maestro, que tiene también otras ovejas, Gianelli comprende la universalidad de su misión y él también realiza un proyecto donado. Es mandado por el Padre a custodiar el rebaño del Señor en lugares concretos, entregando totalmente su vida. Ser enviado es condición esencial de la Iglesia y de todo cristiano. Tal mandato requiere “estar” con Jesús, vivir según el Espíritu y hacer la experiencia de comunión con el Padre: esto lleva inevitablemente a anunciar y a compartir lo que se vive, a través de respuestas concretas y eficaces. La Nueva Evangelización requiere voluntad de partir de nuevo, de pasar las fronteras, de ampliar horizontes; es lo contrario de la autosuficiencia, del encerrarse en si mismos, de una pastoral estática. Hoy, para dar respuestas eficaces que duren en el tiempo, necesitamos cambiar de mentalidad, ponernos en actitud de colaboración y de confrontación con otros evangelizadores. Efectivamente, en el documento preparatorio del Sínodo se dice: los cristianos, no sólo tienen que sostener “con la oración y la ayuda material a los misioneros, sino que están llamados a contribuir en la difusión del Reino de Dios en el mundo, en diferentes modos y según la propia vocación. Tal mandato se vuelve particularmente urgente en esta fase actual de globalización”. Decir sí a la propia vocación-misión es responder a los signos de los tiempos y a los gemidos del Espíritu, aún cuando los cambios radicales y generales de nuestra sociedad hayan conducido a una crisis de las vocaciones de especial consagración, del cual se resiente también nuestra Familia religiosa. Este momento histórico nos empuja a vivir el presente de manera provisoria y con la plena conciencia de las dificultades en la escucha, en la transmisión y en la vivencia de valores sobre los cuales construir el futuro. Estamos invitadas a reflexionar sobre la gran oportunidad que la época actual nos ofrece y de la cual quizás ni siquiera nos damos cuenta. Es justamente de aquí que surge la necesidad de un nuevo impulso, de un renovado acto de confianza en el Espíritu Santo que nos lleva a asumir la tarea fundamental para la cual Jesús envía a sus discípulos-misioneros: anunciar y testimoniar la Buena Nueva del Evangelio e invitar a otros, porque, “la mies es mucha, pero los trabajadores son pocos”. Es indispensable sentir el gusto de vivir como en los primeros años del cristianismo, cuando a los doce y a Pablo, el apóstol de los gentiles, se abría el desafío de un mundo radicalmente nuevo que exigía un anuncio que todavía se estaba gestando y que exigía inventiva y creatividad… Todavía hoy, como en los orígenes del Instituto, “la necesidad de proveer” desafía la caridad evangélica vigilante. En fidelidad a las sugerencias y a las propuestas surgidas en el reciente Capítulo General Extraordinario, convocados por María y en obediencia a la invitación de Jesús: “Vayan y anuncien el Evangelio a todos los pueblos”, estimuladas por la urgencia vocacional misionera, con el Consejo general, declaro un AÑO VOCACIONAL MISIONERO GIANELLINO para responder a la llamada de la Iglesia que nos invita a reflexionar y asumir el tema de la próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”; para dar gracias a la Santísima Trinidad por los doscientos años de sacerdocio del Padre Fundador y por la Beatificación de la Hna. María Crescencia Pérez; para acoger el desafío de actualizar nuestro carisma “misionero” (cfr. Constituciones Renovadas, 3); para compartir el don de nuestra vocación, con alegría y gratitud; para que juntas nos pongamos en “estado de misión” y fecundar, con nuevo ardor, la misión gianellina. El mismo tendrá inicio el 21 de octubre de 2012, fiesta de San Antonio María Gianelli y terminará el 20 de mayo de 2014, aniversario del nacimiento al cielo de la Hna. María Crescencia Pérez. En una homilía que mucha de nosotras conocemos bien, Gianelli nos invita a contemplar a Jesús, a reconocer los detalles de su vida y aprender de Él, (cfr. Homilía mayo 1840). También yo les invito a contemplarlo como modelo de respuesta a la vocación que el Padre le revela durante el Bautismo en el Jordán: “Este es mi Hijo predilecto, en quien he puesto mi complacencia” (Mt. 3, 17). Antes de llamar a los suyos, Jesús mismo ha recibido una llamada y ha acogido “su vocación”: la de ser Hijo de Dios. Su respuesta es fuerte, decidida, audaz… y ha encontrado su cumplimiento en el envío, en “su misión”. Por ello, para responder a nuestra vocación y acoger el mandato misionero, fijemos nuestros ojos en Jesús, no perdámoslo nunca de vista, para que nos haga capaces y disponibles de dar la vida, como Él. Gianelli insiste: “Jesús en misión está siempre unido a su Padre y siempre en acción para salvar el mundo. No lo pierdan nunca de vista… Cristo por valles y montes busca la oveja perdida. Este es el objetivo de toda su misión. ¿Y entonces? Imítenlo en su solicitud, insistan a costo de cualquier sacrificio, también a costo de la vida”. Sin embargo, nadie puede considerar y vivir su vocación como una posesión cierta, como una opción ya totalmente comprendida y asumida, como si fuera “manejable” sin problemas o sorpresas. La respuesta a la vocación es algo concreto, activo y en continuo devenir. Responder a la llamada de Dios quiere decir exponerse a todo tipo de riesgos, tomar posición clara y audaz, vivir la fidelidad a la cotidianidad y, al mismo tiempo, cultivar y hacer crecer la propia vocación como expresaba Gianelli en su augurio natalicio del año 1841: “Les deseo 2 abundancia de vocación religiosa … porque a veces con el correr del tiempo se debilita y puede hasta extinguirse”. La vocación debe convertirse también en deseo de comunicar, anunciar, testimoniar, interesándose por la realidad universal, renunciando a espacios cerrados, destinados a pocos. “Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar (cfr. 2 Cor 5,14). Hoy como ayer, Él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cfr. Mt 28,19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe, conscientes que el compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar” (Benedicto XVI, Porta Fidei 7). Todavía hoy es indispensable insistir sobre el medio por excelencia, recomendado por el Señor: pedir obreros para su mies. Evaluemos si nuestra motivación a pedir, a desear nuevas vocaciones es su mies, la expansión de su Reino que puede no coincidir con nuestras obras y servicios … Invito todos a hacerse otra pregunta y a encontrar respuestas a todos los niveles: además de la oración, siempre indispensable como ya hemos afirmado, ¿qué estrategias utilizar para realizar una pastoral vocacional eficaz? Decíamos que somos enviados con un proyecto donado, por lo tanto, ninguno puede decidir su propia misión. Asumir el mandato es acoger el desafío de una tarea específica que se nos confía y que estamos llamados a realizar. Cuando somos capaces de vivir nuestro servicio como misión (personal, familiar, comunitaria), como envío, entonces la podremos abrazar con toda libertad y con profundo deseo de hacer el bien. El espíritu misionero nos permite vivir y asumir plenamente toda tarea de modo responsable y creativo, entregándonos completamente por el Reino de los cielos. Por ello, éste será un año distinto, abierto a nuevas fronteras, capaz de comprometer a todos los miembros de la Familia Gianellina, si bien con distintas modalidades. Y aquí tengo la osadía de “soñar”: ¿por qué no hacer tesoro y vivir el carisma y la espiritualidad gianellina en comunidades nuevas, formadas por religiosos y laicos, que juntos se preparan a vivir el envío a otras latitudes, con la fuerza del Espíritu Santo? Esta es una experiencia ya consolidada en varias Familias Religiosas. Ciertamente, todo tiene que ir acompañado por un sabio y concreto discernimiento … Pero, el mismo Gianelli afirmaba que: “en el enfrentar las nuevas obras un poco de osadía es necesaria, quiere decir, un poco de confianza en Dios”. Y en otra carta dice: “es ruin misionero el que no sabe ir a misión como no sea cuando está libre de todos los obstáculos y cuando una misión no le ha de costar sacrificios… Es mejor ser pocos y resueltos que muchos e inertes. El soldado que no combate causa gran estorbo a los valerosos”. (carta 23-01-1842) Sobre los pasos de Jesús, de Gianelli, de tantas Hermanas que han vivido el carisma y la espiritualidad gianellina, echemos las redes y si es voluntad de Dios surgirán nuevas vocaciones para nuestra Familia religiosa, en particular, nuevas FMH que sean interlocutoras de la historia, capaces de acoger el grito de la humanidad y dispuestas a anunciar el Dios vivo en el presente. El Señor nos conceda la fuerza de navegar mar adentro y aprender el lenguaje del Evangelio. Nos haga capaces de emprender las “encarnaciones” necesarias y acertadas, sin miedo. 3 En este camino que queremos vivir juntos, no puede faltar la Madre, que contemplamos en el icono de las bodas de Caná. Su vocación-misión se entrelaza con la del Hijo y también con la nuestra. Ella nos conduzca durante este año y nos lleve a realizar opciones según el corazón de su Hijo, para mantener encendido y vivo “nuestro fuego”. Sea gloria al Padre, sea gloria al Hijo, sea gloria al Espíritu Santo. Hna. Terezinha María Petry Superiora General Florecer es un logro... Envolver el capullo y enfrentar al gusano, obtener el derecho del rocío, ajustarse al calor, burlar el viento, escapar a la abeja rondadora. Para no estar en falta con la naturaleza que la espera aquel día: Ser una flor es una honda responsabilidad. (Emily Dickinson) Roma, 24 de septiembre de 2012 ALGUNAS PROPUESTAS A NIVEL GENERAL: Cada Provincia, Delegación, Casa dependiente elabore un programa donde puedan participar todos los miembros de la Familia Gianellina para animar el Año Vocacional-Misionero Gianellino (AVMG). Sería lindo enviar tal programa al Gobierno general durante el mes de noviembre. Con la colaboración de las Provincias, Delegación, Casas dependientes - en base a las fechas indicadas abajo - se elaborará un subsidio bimestral orientado al tema del AVMG, el mismo será enriquecido por propuestas prácticas. Será divulgado a todas las comunidades. Por ello, es necesario enviarlo al menos un mes antes de la fecha establecida, para poder realizar las debidas traducciones (enviar a: [email protected] , [email protected]). Para la redacción del subsidio se recomienda utilizar también los textos indicados en las Constituciones renovadas. 21 Diciembre- enero 2013: Gobierno general 21 Febrero- marzo: Génova 21 Abril- mayo: Córdoba 21 Junio- julio: Indore 21 Agosto- septiembre: Porto Alegre 21 Octubre- noviembre: Montevideo 21 Diciembre- enero 2014: Paraguay 21 Febrero- marzo: Roma 21 abril-mayo: Buenos Aires 4